Por ti eternamente Capítulo 10: Buscando el olvido



Víctor conducía a velocidad moderada hacia el sur por una carretera totalmente desierta mientras comenzaba a caer la noche; no sabía ninguna canción de cuna, pero había inventado una, y tarareaba lentamente, en voz baja, sin detenerse, solo repitiendo lo mismo que había ideado.

-En el pueblo...de San Vicente...le cantaban...a los inocentes...para que sueñen...con ternura...y descansen...sus almas puras...en el pueblo...

Ahogó lentamente la voz. A su lado Ariel se había dormido profundamente.

-Al fin se durmió.

Había estado llorando constantemente desde su escape de la Iglesia, pero no pudo tomarlo en sus brazos para calmarlo, estaba demasiado alterado y además sentía que debía seguir avanzando sin detenerse, manteniendo apenas el curso del vehículo con sus temblorosas manos; pasó mucho tiempo hasta que se calmó un poco, pero seguía inquieto, sin llorar pero inquieto, así que optó por cantarle esa canción de cuna inventada, tratando de tranquilizarlo, aunque al mismo tiempo intentaba calmarse a si mismo. La carretera se extendía negra y solitaria s su vista, solo removida momentáneamente por las débiles luces de los faros. Vió la hora en el reloj, y se sorprendió al ver que casi daban las once de la noche ¿en que momento? Pero claro, habían pasado cosas que lo habían hecho perder la noción del tiempo. Sentía dolor en el brazo por el golpe que había recibido del sacerdote, pero más le dolía la traición, porque había confiado en ese hombre que supuestamente debía apoyarlo y darle cobijo, pero simplemente lo había engañado con palabras dulces. Seguramente él ya había escuchado la noticia, y descubriendo que se trataba de la misma persona, simplemente utilizó la cercanía que se había provocado para intentar...

-Oh, por Dios...

La frase quedó bailando en sus labios. El sacerdote le dijo que iba a cerrar la Iglesia, pero en realidad sacó las llaves del furgón para evitar que se fuera del lugar, pero tardó demasiado considerando que el vehículo estaba cerca de la puerta.
¡La policía!

Ahogó una exclamación justo a tiempo para no asustar al bebé. Claro, la razón por la que se había tardado más era para llamar a la policía, lo que significaba que en ese mismo momento podían estar siguiéndolo; miró por el retrovisor, y se encontró con la misma carretera vacía por la que ya había pasado antes, pero eso no lo calmaba. Estaba procesando la información demasiado lento, y eso no lo ayudaba, pero ¿qué podía hacer? Si empezaba a pensar de esa manera, podía creer que la policía no necesariamente lo estaba siguiendo, porque perfectamente podía estarlo esperando en la siguiente zona poblada. Aparcó el vehículo a un costado de la carretera, necesitaba ver el mapa para tomar una decisión más sensata que la última que había tomado.


                                     2


Armendáriz estaba entrevistando al sacerdote mientras su equipo se alejaba lentamente explorando las cercanías de la Iglesia; la llamada de ese lugar solo confirmaba sus sospechas, aunque si tenía que reconocer que el tipo se movía rápido.

-¿Se encuentra bien?

El sacerdote asintió mientras el policía miraba alrededor.

-¿Que sucedió?
-Traté de ayudarlo - explicó lentamente - me di cuenta de quien era mientras me contaba como había salido de la ciudad, pero yo quería ayudarlo de alguna manera.
-Me estaba contando que llegaron hasta aquí sin problemas.
-Si, y le ofrecí un techo para alojar; pero se notaba en su actitud que no estaba bien,  actuaba muy extraño. Me golpeó, y luego se fué.
-¿Como fue el enfrentamiento?
-Me arrojó al suelo. Yo traté de detenerlo, pero me golpeó con mi bastón y luego se fué en el furgón en el que lo encontré al principio, con el niño con él.

El sacerdote hizo una pausa mientras Armendáriz miraba alrededor nuevamente; si tan solo Segovia no hubiera huído. Pero al menos saber que el niño estaba con él confirmaba todas las sospechas iniciales, y además lo dejaba en un buen pie para encontrarlo.

-¿Que clase de persona le pareció que era Segovia?
-Parecía perturbado - explicó el otro hombre - traté de explicarle que podía hacerle daño al bebé, pero no me escuchó.
-¿Y el bebé?
-Estaba tranquilo al principio, luego cuando se lo llevó lloraba mucho, aunque en ningún momento pude acercarme a él.
-Escuche padre, un equipo médico viene en camino para constatar lesiones; tengo que retirarme.
-Muchas gracias.

Regresó al automóvil rápidamente. Por las dudas tenía a su equipo revisando la zona más cercana, pero si Segovia había escapado en esas condiciones era improbable que estuviera cerca aún. Al frente se extendía la única dirección, una carretera hacia la siguiente zona poblada, al sur, por lo que era lógico pensar que el tipo hubiera tomado ese camino; pero nada en ese caso era lógico, partiendo por la desaparición del niño, de modo que no necesariamente tenía que haber ido en esa dirección. Era obvio que devolverse era entregarse, pero si miraba alrededor, podía deducir que al Poniente no podía ir, porque era demasiado escarpado y dejar el vehículo no era opción, al menos no todavía. Pero si podía ir al Oriente, un furgón podía resistir esos movimientos, al menos lo suficiente como para evitar la principal entrada a la siguiente zona poblada; agradeció tener un vehículo que parecía de ciudad, pero que estaba adaptado para terrenos diversos.

-Demonios.

Mirando el mapa, ya en el auto, descubrió que al sur, casi en línea recta estaba la siguiente zona poblada, y que efectivamente la planicie al Oriente daba bastantes posibilidades de desplazamiento, aunque forzosamente tenías que volver a las cercanías del siguiente pueblo para poder seguir, porque una antigua zona industrial impedía el paso. Por el momento dejaría a los demás trabajando en la zona, esperando que sus presentimientos estuvieran en lo cierto y el caso terminara lo más pronto posible.


Mientras tanto, la camioneta donde iban Álvaro y Romina seguía detenida a un costado de la carretera, a prudente distancia del sector de la Iglesia.

-No debimos quedarnos aquí, el equipo de Armendáriz lleva diez minutos de adelanto.
-Calma.
-Ya veo lo que sucedió, mira, Segovia se refugia en la Iglesia o amenaza al cura, luego escapa, pero él ve hacia adonde va y por eso llama a la policía.
-Es probable.
-Esas camionetas - continuó Álvaro - son rápidas, nos vamos a perder la exclusiva, ahora mismo deben estar a un paso de atraparlo.
-Cálmate Álvaro por Dios - lo interrumpió ella firmemente - pareces un niño. escucha, Armendáriz siempre lleva la investigación personalmente, ¿no es asi?

Él respiró profundamente.

-Es cierto.
-Entonces las cosas cambian un poco; mira, ésto es lo que creo: Segovia habla con el cura, y le dice algo importante, recuerda que los desequilibrados hablan en los momentos más inesperados.
-Romina, el secreto de confesión es un secreto, no lo pueden entregar; incluso recuerda ese caso en Escocia donde el sacerdote no pudo revelarlo y el asesino huyó finalmente.
-El punto no es el secreto, sino lo que puede significar. Imagina que el tipo habla algo, o da alguna pista de algo, y por eso es que Armendáriz se queda para investigar. Ahora te apuesto a que el gorilote va en otra dirección, de eso estoy segura.  

Él se revolvió el cabello.

-Está bien, de acuerdo, las cosas están pasando como tú dices. Entonces se supone que él va por la pista mayor.
-Si colega - sonrió divertida - así que por el momento sólo tenemos que esperar, y los resultados se verán después, ya vas a ver como ese gorila nos lleva al centro del caso.


                                     3


La madrugada ya comenzaba en la lejanía de las montañas, con un aire frío que por fortuna no era tan fuerte como se lo habría esperado anteriormente. Víctor se vió obligado a detener el avance del furgón, exhausto después de horas continuas de viaje, cuando notó que ya no podía continuar manteniendo el curso del manejo. Deseaba descansar, pero en esos momentos era imposible.

-Cielos...

Faltaba poco más de veinte minutos para las cinco de la mañana, realmente en el volante se perdía la noción del tiempo, pero estaba muy cansado y con sueño.
Había mantenido las ventanas cerradas para evitar que el viento entrara, por lo que además se sentía sofocado; en medio de la relativa oscuridad salió rápidamente para disfrutar de un poco del viento de la madrugada, que se sentía refrescante en comparación con lo de antes, aunque desde luego que el sueño aún persistía, era como si el peligro y los enfrentamientos anteriores se hubieran convertido en sueño.

-¿Y ahora que hago?

Miró en todas direcciones, pero adonde quiera que mirara era lo mismo; ¿estaría avanzando realmente hacia el oriente como se lo había propuesto?

-Cálmate Víctor - siguió  hablando consigo mismo - vas en la dirección correcta, el Norte es en esa dirección, por lo tanto vas al Oriente. El único problema es que sigo sin ver nada.

Había tratado de seguir el mapa, según el cual desviándose hacia el oriente debería llegar a la siguiente zona poblada por una vía antigua, con lo que podría salir de la vista de todos.
A lo lejos, un poco hacia el norte, divisó una sombra en movimiento, y aguzó la vista para ver con más claridad. Parecía un auto, aunque no iba en su dirección, pero de todas maneras eso parecía preocupante. Por mayor preocupación, decidió apagar las luces del furgón, quedándose momentáneamente en la oscuridad, aunque ésto no duraría mucho, muy pronto el día ya estaría sobre él y no podía seguir al descubierto.

-Dios, que sueño tengo...

El viento frío de la madrugada lo había refrescado, pero aún no lo suficiente como para estar completamente despierto; de todos modos entró en el vehículo, donde en el asiento del copiloto Ariel dormía profundamente. Encendió el celular y conectó el dispositivo a internet; se sorprendió al ver que tenía señal, aunque era débil, pero le permitía navegar de todos modos. No había entrado a sus redes sociales y tampoco pensaba hacerlo, desde un principio supo que eso sería delatarse, aunque de todos modos no podía negar que sentía muchos deseos de saber que era lo que estaba sucediendo en el resto del mundo. Pero tenía una dirección de correo electrónico, así que después de mucho titubear, optó por ingresar. Tenía decenas de correos electrónicos, increíblemente la menor parte eran publicidad, quizás unos cinco o seis. El resto era de remitentes anónimos, casi todos con asunto "Comunicar urgente" o "Solicitamos se comunique" Eran remitentes y mensajes aterradores, pero por ningún motivo iba a abrir ninguno de ellos, básicamente porque no quería angustiarse aún más. Cuando estaba a punto de cerrar el correo, un mensaje en particular llamó su atención, uno que era de Arturo.

-Un correo de Arturo...

Se le oprimió el corazón. Arturo, su mejor amigo, el mismo que sin saber lo había ayudado a salir de la ciudad, pero ¿acaso no estaría él también metido en problemas gracias a él? No había pensado en eso hasta el momento, pero de verdad, si lo estaban buscando a él, era muy probable que también hubieran hablado con Arturo y con quienes lo conocieran. Dudó un momento, pero finalmente decidió abrirlo. El mensaje distaba bastante de ser lo que se había imaginado en los momentos previos.

"Víctor.
        Estoy devastado con la noticia que acabo de ver en las noticias. ¿Que pasó, porque desapareciste de esa forma? Viejo, no entiendo nada, no sé que es lo que está pasando ¿Que van a decir en tu trabajo? ¿Que van a decir tus  amigos? Por favor, no importa lo que esté pasando, yo sé que puedes arreglarlo, solo tienes que volver y te ayudarán en lo que sea necesario. Los que te queremos vamos a estar contigo, te apoyaremos en todo, pero no desaparezcas, no hagas ésto.

Se quedó un momento releyendo el correo; era muy extraño, principalmente porque no era el tipo de escritura o la forma de hablar de Arturo. Parecía escrito por alguien más ¿sería eso posible? Ya estaba arrepintiéndose de haber leído el correo y de entrar al mismo en primer lugar, pero luego se calmó un poco. El correo era extraño, si, pero no se comprometía a nada, era como...como si supiera que alguien más podía leerlo; claro, se trataba de eso, Arturo, donde estuviera, aún con sus mentiras y con todo lo que seguramente estaba pasando, aún estaba de su lado. Entonces recordó cuando estaban estudiando y se pasaban datos en los exámenes, escribiéndolos como si no significaran nada. ¡Eso era! estaba hablando en clave. Volvió a leer el correo, y comenzó a interpretarlo; lo primero relevante es que le estaba diciendo que no se comunicara con nadie, ni con sus amigos, por eso hacía esa pregunta, y luego hablaba sobre volver y mencionar que lo ayudarían, eso podía referirse a que ya era público que lo estaban buscando. Y, por último, al final hablaba en plural, sobre las personas que lo querían, pero no tenía sentido si antes le advertía que no hablara con nadie. A menos que no estuviera hablando de eso.

-¿Que puede ser?

Se quedó mirando unos momentos más el correo, tratando de descifrar el mensaje, intentando entender lo que su amigo quería decirle, hasta que creyó comprender. Desaparezcas no era un término que Arturo usara habitualmente, menos incluso que el resto del correo, era lo más importante, era una petición, le pedía que se comunicara con él. ¿Pero como iba a comunicarse? No podía llamarlo, si estaba en lo cierto y lo estaban rastreando, no podía simplemente llamar, lo ubicarían de alguna manera. Pero internet no era tan sencillo de rastrear, por eso es que podía usarlo, al menos momentáneamente. Entonces recordó que cuando estudiaban, usaban un sitio de internet para comunicarse, en una época donde las redes sociales aún estaban en pañales y era relativamente escaso el acceso. Rogando que su presentimiento fuera el correcto, ingresó al sitio, y se identificó; internamente sintió un estremecimiento, habían pasado años, pero aún recordaba el usuario, una palabra absurda como Máquina, y la clave terror, algo que no tenía sentido ahora mismo, aunque si lo tenía en sus mentes en esa época, por lo que tenía sentido que se comunicara por ahí ya que no sería sencillo identificarlo. para su sorpresa el usuario funcionaba, así que buscó el chat interno, y se encontró con un mensaje de Engrane, es decir Arturo.

-¿Eres tú?
-Si - escribió rápidamente - que sorpresa.

Sentía un nudo en el estómago, hablar, aunque fuera por internet con Arturo era más fuerte de lo que podría haberse esperado.

-Creí que nunca ibas a escribir, estoy con los nervios de punta.
-¿La policía ya habló contigo?
-Crees que eso es necesario? - le preguntó el interlocutor - todo el mundo lo sabe, ya es noticia oficial, dime qué diablos fué lo que hiciste.
-No es lo que parece, de verdad, no estoy haciendo nada malo.

Durante unos angustiosos momentos no apareció ningún mensaje de regreso.

-No te estaría escribiendo si no creyera en ti.
-Gracias.
-Pero no es fácil creer en ti cuando me mentiste, saliste sin avisar, vendiste todas tus cosas y te robaste un bebé.

Al leer esas palabras sonaba muchísimo peor de lo que parecía, así que eso le daba al menos una dimensión de lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior.

-Sé que parece extraño, pero no es nada malo. El bebé es mi hijo.
-¿Que?
-Es en serio, es hijo de ella y mío.
-¿Y entonces porqué estás desaparecido? Si es tu hijo simplemente ve a la policía y di toda la verdad.

Dicho así parecía muy fácil.


-No puedo.
-¿Porqué no?
-Porque la familia es de delincuentes, son una mafia, ya me llamaron para amenazarme.
-Pero con mayor razón ve a la policía.

Y estaría muerto o en la cárcel para el momento en que lo hiciera.

-Mira, no puedo, nadie me va a creer, tengo miedo, ellos me amenazaron, tienes que creerme.
-Te creo, pero no sé, se supone que la policía te ayude, ellos pueden probar que es tu hijo.
-¿Pero cuando? No sé lo que me pueda pasar, podrían hacerme algo.

Otra vez el silencio. Claro, Arturo estaba midiendo los hechos, decidiendo si debía continuar o no.

-¿Dónde estás?
-No puedo decírtelo.
-¿Que vas a hacer?
-Por ahora estar lejos de todo. Después voy a ver como consigo arreglar las cosas.
-Está bien, pero tienes que saber que la policía está buscándote, todos están pendientes.
-Necesito saber si estás conmigo.
-¿Bromeas? Claro que si, por algo soy tu amigo, si dices que es tu hijo lo es, solo necesito saber que vas a arreglarlo, que vas a aparecer y a decir toda la verdad.
-Lo haré.
-No vuelvas a entrar a éste sitio ni a tus redes, deben estar rastreándote.
-¿Que vas a hacer?
-Esperar a que la policía venga a buscarme, les diré que te fuiste y que no sé donde estás.
-Gracias.
-No me lo agradezcas tanto, solo cuidate. Y vuelve.

Enseguida apareció desconectado. Por seguridad se desconectó también, con las letras de Arturo grabadas en la mente ¿Realmente las cosas se habían torcido tanto en el último tiempo? Pensar que podía ir a la policía era sencillo, pero esa voz amable amenazándolo le había dicho muchas cosas más de las que se escuchaban; de alguna manera sabía que si volvía, le quitarían a Ariel, y después de eso, lo que pasara con él en la cárcel era algo que solo se había imaginado por reportajes en la televisión, y era demasiado crudo como para exponerse.



                                        4



Armendáriz estaba detenido en su autómovil en medio de la nada, en medio de la noche y en medio de una serie de sentimientos que no se esperaba. En su carrera se había guiado exitosamente por su instinto, pero en esos momentos las cosas no estaban ocurriendo como se lo esperaba desde un principio, había algo mal.
Entonces recibió una llamada de Marianne, una de sus oficiales.

-Marianne.
-Señor, tengo algunas noticias.
-¿Que ocurrió?
-Estuvimos revisando la información de la gente cercana a Segovia, y hay un correo sospechoso, creo que es un mensaje en clave.
-No pierdan tiempo en descifrarlo, busquen a la persona que la envió y entrevistenla.

Cortó, pero de inmediato recibió otra llamada.

-Señor, soy Méndez.

Su corazón ni siquiera se agitó; sabía que no tendría buenas noticias.

-¿Que hay?
-Ya estamos en la zona adonde se supone que tendría que estar Segovia. No hay rastros de él.
-Dejen dos puntos fijos y los demás regresen por la carretera, después los contacto.
-Está bien señor.

Cortó y se quedó mirando la carretera; tenía un presentimiento, algo que podía parecer tonto de su parte, pero de todas maneras estaba ahí, presente, dando vueltas en su mente. Segovia, como la mayoría de las personas, iría a través de la carretera hacia la siguiente zona poblada, o en su defecto iría por un desvío, es decir por donde mismo iba él, pero no estaba ahí, y parecía no estar en ninguna parte. ¿Que pasaba con ese hombre, que había de él que no sabía y que ahora lo hacía desaparecer frente a sus ojos?
En ese momento el sueño amenazaba su cuerpo, pero no iba a dormirse, estaba entrenado para no dormir si era necesario, y se quedaría en la ruta, rastreando, porque sabía que estaba ahí, y no podía tardarse tanto en encontrarlo, solo tenía que ser más preciso, y todo terminaría.


Por ti eternamente Capítulo 9: Sin aliento



Cuando miró por la ventanilla de la puerta trasera, Víctor se quedó inmóvil ante lo que estaba viendo. Una sombra humana se acercaba directamente al furgón, desde la parte de atrás y avanzando lentamente. Volteó hacia el niño y nuevamente hacia la ventanilla, y de inmediato hacia la parte delantera del vehículo, cuyo motor estaba apagado.

-Dios mío - murmuró asustado - viene para acá...

Por desgracia no podía simplemente acercarse adelante y encender el vehículo, porque había tenido la mala idea de estacionarlo entre árboles, por lo que tendría que maniobrar bastante para  salir de ahí. La sombra seguía acercándose, no podía simplemente quedarse ahí esperando, tenía que hacer algo.

A gatas por el suelo tomó al bebé en sus brazos y lo ubicó en un rincón seguro.

-No hagas ruido.

Sintiendo un sudor frío en la espalda, con todos los músculos contraídos por el nerviosismo. Pero en ese momento pensó que tal vez quie fuera que se acercaba no tenía por qué saber quien era él, podía muy bien ser un simple lugareño.

-No te muevas, todo va a estar bien.

Pero él mismo no se sentía muy animado con lo que se escuchaba susurrar. Haciendo acopio de valor, abrió la puerta trasera lo justo para bajar, y dejando entreabierto alzó la voz con la mayor seguridad de la que fué capaz.

-¡No se acerque!

Su grito casi se perdió en el vacío de la tarde, pero tuvo algún efecto porque la sombra se detuvo a algunos metros de distancia.

-Discúlpame hijo, no quise molestar.

La voz se escuchaba amable, pero aún no estaba tranquilo.

-¿Que es lo que quiere?
-¿Puedo acercarme?
-¡No!
-De acuerdo - exclamó impasible - no voy a hacerte daño, es sólo que iba camino a la Iglesia, y como vi las luces del auto y empieza a caer la tarde, pensé que podrían necesitar ayuda.

¿Iglesia?

-¿Quien es usted?

La voz sonó casi divertida.

-Lo lamento, no lo dije. Soy el padre Osvaldo, de la Iglesia que está a poco camino de aquí.

Esa respuesta era lo último que se esperaba, no supo qué decir. ¿Que  hacía un sacerdote a esa hora en la mitad de la nada?

-Acérquese un poco.

La sombra se volvió persona cuando el hombre se acercó a paso lento. Efectivamente era un sacerdote, con sotana y alzacuello.

-¿Que hace aquí?
-Vengo del otro pueblo - explicó amablemente - estaba acompañando a una familia que tiene uno de sus miembros enfermo. Y tú, ¿estás bien, necesitas ayuda?

Por Dios que la necesitaba. El sacerdote era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de cabello cano muy corto, bien afeitado, de aspecto saludable y contextura media; se acercó un poco más, mirándolo con ojos claros y una media sonrisa.

-Estoy bien, solo estoy pasando la tarde aquí.
-¿Y donde vas a pasar la noche?

Parecía estar leyéndole la mente; Víctor se sentía incómodo en esa situación, pero de alguna manera no podía mostrar rechazo hacia el sacerdote. No era especialmente religioso, pero la prescencia y la actitud desinteresada de ese hombre le provocaban confianza.

-Estoy pensando en eso.
-Pues no te queda mucho tiempo para decidirlo hijo - comentó livianamente - porque la tarde está empezando a refrescar y por éstos lados las noches a veces son heladas. Tú no eres de por aquí.

Eso se le notaba a distancia.

-No, solo estoy de paso.
-Siendo así - asintió como mostrando satisfacción por sus propios comentarios - creo que lo más conveniente es que me acompañes, a menos que quieras pasar la noche a la intemperie. Puedo darte alojamiento en la Iglesia.

Víctor miró hacia el furgón y nuevamente hacia el sacerdote; no estaba helado, pero la perspectiva de pasar la noche con el niño en plena pradera no era muy alentadora, y considerando que tenía dinero limitado, bien podía servirle ahorrarse alojamiento, al menos por una noche.


                                      2


Armendáriz estaba detenido en un semáforo abriendo una bebida negra cuando sonó su teléfono celular.

-¿Que pasa Gómez?
-Acabamos de recibir la información, tenemos datos de donde podría estar Segovia.

Dejó la bebida a un lado y reinició la marcha.

-Dame los datos.
-Según lo que vimos en las cámaras de seguridad, el tipo entregó todas sus cosas a un hombre que reduce especies legalmente, pero no se fué con ellos.
-Dime que lo rastrearon.
-Ya hablamos con él jefe - comentó la otra voz con un dejo de satisfacción en la voz - nos dijo que el hombre estaba muy nervioso y apurado por deshacerse de todo y nos dió señas del que les hizo el contacto, aunque por supuesto no tenía el nombre completo, así que estamos localizándolo ahora mismo. Pero en el lugar no había ningún bebé.

Eso era extraño, o preocupante, o ambas cosas.

-¿Algo más?
-Si, una llamada de un anónimo que dijo que lo vió ésta mañana en los alrededores de una urgencia, hay alguien haciendo preguntas en ese sitio. Y dos de personas que dicen haber visto a un hombre joven con un bebé, una en la zona  oriente y la otra por la zona sur, ambas son poco claras, estamos investigando igualmente.

La zona sur de la Capital, un tipo vendiendo todas sus pertenencias, un bebé desaparecido, todo tenía el mismo acento.

-¿Que parte de la zona sur?
-Espere...hacia la salida antigua de Los ermitaños.
-Cualquier otro dato me llaman, tengo que cortar.

En su carrera siempre había tomado el riesgo de seguir su instinto, y en esos momentos algo le decía que el tipo estaba tratando de salir de la ciudad por uno de los accesos sur, era la forma más discreta si querías hacerlo rápido, pero no podías hacerlo en transporte público, necesitabas un vehículo particular; si había vendido efectivamente todas sus cosas, perfectamente podía haber comprado algún auto barato, pero automotoras de mala reputación había demasiadas y la tarde ya estaba avanzando, llevaba todo el día moviendo a su equipo y  aún estaba con la sensación de dar vueltas sin sentido.

-¿Que ocurre?
-Buena nueva - explicó Gómez saltándose los saludos - tenemos una llamada del hombre que le vendió a Segovia el vehículo con el que pretende escapar.

La noticia, por una vez en la vida, estaba ayudándolos.

-¿Dónde fué?
-Por Miguel Antares.

Estaba equivocado por sólo algunas cuadras. Y lo mejor es que estaba relativamente cerca de esa zona, podía llegar en quince minutos, pero la pregunta realmente importante es hacia qué punto había ido él después de tomar el vehículo.

-Manden a algunos de ustedes para allá, establezcan un punto de control en ese sitio y hagan lo usual, preguntas y revisar el área. Nos encontramos por allá.

Cortó. Mientras avanzaba veía el mapa en la pequeña pantalla del gps del automóvil; excelente, por esa salida sólo podías seguir dos alternativas para salir de la ciudad hacia la siguiente región, y ambos caminos eran semi rurales, de modo que no había forma de esconderse, no demasiado. No tardaría mucho en dar con él, pero lo que más le preocupaba no era el hombre, sino el hecho de tener un testimonio, aún siendo preliminar, de una persona que habría interactuado con él luego de la desaparición del bebé, sin haber visto a un bebé. Por el momento no quería pensar en lo que eso significaba.


                                   3


Romina dejó los binoculares a un lado en el asiento del copiloto.

-Parece que van a detenerse.
-Están en algo.

La camioneta seguía detenida en una esquina; habían seguido a Armendáriz a prudente distancia, pero aún a pesar de llevar todo el día tras su pista no tenían noticias satisfactorias.

-Entrevistar a la familia de la madre no fué mucho avance en realidad, pero seguro que tendremos que mantener el ojo ahí. Pero nos falta el amigo, es increíble que la gente en éstos tiempos no se sepa el apellido de las personas ni donde trabajan.

Álvaro se pasó nerviosamente las manos por la cabeza.

-Romina, éste puede ser realmente un buen caso, siento que va a ser un gran golpe.
-Escucha ésto, última hora mandó un periodista y dos noticieros también, pero los demás aún están esperando a tener alguna información adicional porque no quieren arriesgarse.
-Es cierto, varios quedaron bastante mal cuando ocurrió lo del secuestro del contador que resultó ser auto - secuestro.

Ella volvió a tomar los binoculares; tenían que seguir pendientes a ver hacia adónde seguían sus objetivos.

-Excelente, acaba de llegarme un mensaje de "¿Reportaje a fondo" y dice que si conseguimos algo contundente, nos hace el contacto con el editor de la revista "Crónica nacional" para un centro de revista.

Álvaro se mostró disconforme mientras se preparaba para arrancar nuevamente.

-¿Y solo eso?
-¿Que más querías?
-Una portada, por lo menos, estamos autofinanciándonos en ésto.
-Álvaro por favor; está bien que nos hayamos especializado en reportajes de seguimientos en éste tiempo, pero sabes que en éste mundo es difícil hacerse un espacio. Por lo pronto roguemos que el globo no se desinfle, y si hacemos un buen seguimiento seremos los primeros, eso nos dará muchos créditos.


                                   4


El sacerdote se había ofrecido a llevar consigo al Víctor, pero él prefirió mantenerlo consigo mientras conducía; habían hablado casi durante el corto trayecto, y aunque al principio se había sentido un poco invadido, la actitud natural y bondadosa del hombre le había dado confianza; la calle por la que iban remataba algunos metros después en una Iglesia modesta pero muy bien conservada.

-Entonces llegaste aquí para buscar la forma de salir de la capital.
-Si, era la única forma que se me ocurrió.

Dejó las llaves en el encendido y ambos bajaron del furgón. En sus brazos Ariel comenzaba a dormirse; mejor, ya estaba muy entrada la tarde.

-Ésta es la Iglesia de la que te hablé.

Se acercaron a un costado de la Iglesia, donde había una edificación pequeña que correspondía a la casa del sacerdote. Dentro, encontró una sala modestamente arreglada, con dos puertas que seguramente eran las de la habitación y la cocina; el sacerdote le señaló el sofá mientras encendía la luz.

-Siéntate.
-Gracias.
-Puedes pasar la noche aquí - le dijo mientras dejaba las llaves en un mesón cerca de la puerta - no es el mejor alojamiento pero es mejor que pasar la noche en la calle y con un bebé tan pequeño.
-Se lo agradezco mucho.

Víctor se sentó con el bebé en los brazos; el sofá se sentía cálido y acogedor en comparación con el furgón, una diferencia para mejor luego de todo lo que había pasado.

-¿Tienes hambre?
-No.
-Pero te ves un poco pálido, puedo servirte un poco de café si quieres.
-Gracias.
-Vengo en un minuto.

El sacerdote se internó en la cocina, dejando la puerta entreabierta para poder seguir el curso de la conversación; la luz en la sala estaba tenue, y aunque no parecía haber calefacción, estaba tibio, o tal vez la diferencia era que afuera ya corría viento y no se estaba percatando. De pronto sentía pesados los párpados.

-¿Porqué no recurriste a una Iglesia en primer lugar?
-No lo sé - respondió lentamente - estaba muy asustado. Le prometí a Magdalena, a la madre de Ariel, que iba a mantenerlo a salvo, y luego ocurrió lo de la llamada y lo de la noticia, decían que había un secuestro, no supe que hacer, solo intentaba hacer lo mejor.

El sacerdote se sentó frente a él en una silla, hablando en voz muy baja, como si no quisiera interrumpir su descanso.

-Debiste pedir ayuda, siempre la puedes encontrar en un lugar como éste. Tu café estará listo muy pronto, pero te ves muy cansado, tal vez deberías recostarte un poco.

Víctor tenía los ojos entrecerrados, sin mirar exactamente al hombre frente a él, aunque en realidad parecía que no estaba mirando a ninguna parte. La tranquilidad lo hacía sentirse cómodo en cierto modo, y la voz del sacerdote era calma, del tipo de voz que te hace sentir como con un amigo de toda la vida. El hombre mayor se puso de pie mientras tanto.

-Descansa, yo ahora voy a cerrar la Iglesia y vuelvo. Duerme hijo mío, tienes que descansar.

Se quedó solo con el niño en sus brazos. La Iglesia se sentía tan acogedora en esos momentos, era como el lugar perfecto para pasar la noche después de lo que había sucedido antes, y más calmado, sentía que necesitaba dormir; se recostó sobre el lado izquierdo con el bebé abrazado y apoyó la cabeza en uno de los brazos del sofá, sintiendo como el cuerpo comenzaba a agradecer la superficie cálida y suave, mientras el pequeño dormía profundamente después de un día en el que también había pasado por muchas cosas.

-Debí cantarte una canción de cuna - susurró con los ojos cerrados - pero no me sé ninguna...¿Que te cantaría tu madre? Tenía una voz bonita, especial...creo que debería inventarte una canción de cuna...

Sus pensamientos vagaban por la oscuridad; allí parecía haber encontrado una repentina tranquilidad, un acogedor sitio donde descansar y reponer las fuerzas, sin pensar por el momento en lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Sintió la voz del sacerdote acompañada de sus pasos lentos, continuando con la conversación de antes, pero no se sentía con ganas de hablar, sólo quería descansar.

-Debes estar cansado.
-Si...
-¿Crees que debías huír con el bebé?
-No tuve otra opción...

Un breve silencio. Tenía sueño, cada vez más sueño, y la voz tan melodiosa ayudaba a esa sensación.

-¿Porque huiste?
-Se lo prometí a Magdalena, le dije que protegería a su hijo.
-Pero has estado corriendo peligros, quizás ésto no es lo mejor.
-Las cosas siempre pueden ser mejores.
-¿Quieres lo mejor para él?
-Si...quiero lo mejor para él, estoy...solo estoy haciendo lo mejor que puedo...
-Estoy seguro de eso...es sólo que tal vez...su madre quería que estuviera seguro...con su familia...

Casi lo admitió, pero algo en su interior le dijo que las cosas no estaban bien, que había algo incorrecto en las palabras. Entonces abrió los ojos lentamente, y se encontró con las manos del hombre mayor, acercándose lentamente al bebé que dormía en sus brazos. De pronto la figura del sacerdote se veía imponente, pero amenazante.

-¿Que hace?
-No te asustes.

Cubrió al bebé con los brazos y se incorporó torpemente, enfrentando al hombre con la mirada, mientras su mente comprendía todo.

-Usted...
-¿Tú quieres hacer lo mejor para él, ¿no es así?

Su corazón azotó violentamente contra el pecho.

-¿Qué es lo que hizo?

Se levantó con el bebé en sus brazos sintiendo el pulso acelerado; tenía que salir de ahí.

-Usted me engañó ¿Porqué?
-No te engañé - replicó impasible - aquí estarán seguros.

Rodeó al sacerdote y se acercó a la puerta, pero estaba cerrada.

-No puede encerrarme. Déjeme salir de aquí.
-Sólo quiero ayudarte, eso es lo mismo que dijiste.
-¡Déjeme salir!

Pero el otro hombre no parecía alterarse, más bien lo miraba como se mira a una persona enferma o que tiene alguna alteración mental. ¿En eso se había convertido para él, en un loco? El sacerdote se acercó a él.

-Lo tendré mientras te tranquilizas.
-¡No se acerque!

Estaba acorralado entre la puerta que debería dejarlo salir, una repisera y el hombre que continuaba acercándose.

-Puedes apretarlo y hacerle daño.
-Le dije que no se acercara - replicó nerviosamente - ¿Porqué me hizo ésto? Yo confié en usted.
-Hiciste lo correcto, puedes confiar en mi.

Podía echar abajo la puerta, pero no con el niño en brazos, pero tampoco podía dejarlo sin arriesgarse a que el otro hombre lo tomara. Arriesgándose, dejó al niño sobre la repisera y empujó al sacerdote hacia un costado, para darse espacio y poder quitarle las llaves.

-¡Deme las llaves!

Pero para su sorpresa el hombre mostraba una agilidad sorprendente, y esquivándolo fué directo hacia el niño, que ya se había despertado y comenzaba a llorar asustado.

-¡No!

En un intento desesperado, Víctor se abalanzó sobre el otro y forcejeó con él, hasta que logró quitarle las llaves, pero todavía tenía que mantenerlo lejos de la puerta y del niño para poder salir.

-¡Aléjese!
-¡No lo hagas!

Valientemente empujó al sacerdote, que cayó sobre el sofá; con eso tuvo el tiempo suficiente de recuperar el niño y abrir la puerta, saliendo a toda velocidad hacia el furgón.

-¡No!

Las llaves no estaban en el encendido. Mientras el bebé lloraba sin cesar, Víctor tuvo que dejarlo en el asiento del piloto, para volver a la casa que estaba al lado de la Iglesia.

-¡Devuélvame las llaves!

Pero justo en la puerta de la casa, algo lo golpeó en un brazo.

-¡Aaah!

El sacerdote apareció en el umbral con un bastón en las manos y volvió a alzarlo, pero el joven reaccionó a tiempo y lo empujó contra la pared.

-¡Entrégueme las llaves!
-¡Estás arriesgando al niño, vas a matarlo!
-¡Cállese!

Con un esfuerzo más logró quitarle las llaves del furgón, tras lo cual volvió a toda carrera al furgón y emprendió la marcha, en medio de los gritos inútiles del sacerdote tratando de detenerlo y los llantos desesperados del bebé.