Por ti eternamente Capítulo 9: Sin aliento



Cuando miró por la ventanilla de la puerta trasera, Víctor se quedó inmóvil ante lo que estaba viendo. Una sombra humana se acercaba directamente al furgón, desde la parte de atrás y avanzando lentamente. Volteó hacia el niño y nuevamente hacia la ventanilla, y de inmediato hacia la parte delantera del vehículo, cuyo motor estaba apagado.

-Dios mío - murmuró asustado - viene para acá...

Por desgracia no podía simplemente acercarse adelante y encender el vehículo, porque había tenido la mala idea de estacionarlo entre árboles, por lo que tendría que maniobrar bastante para  salir de ahí. La sombra seguía acercándose, no podía simplemente quedarse ahí esperando, tenía que hacer algo.

A gatas por el suelo tomó al bebé en sus brazos y lo ubicó en un rincón seguro.

-No hagas ruido.

Sintiendo un sudor frío en la espalda, con todos los músculos contraídos por el nerviosismo. Pero en ese momento pensó que tal vez quie fuera que se acercaba no tenía por qué saber quien era él, podía muy bien ser un simple lugareño.

-No te muevas, todo va a estar bien.

Pero él mismo no se sentía muy animado con lo que se escuchaba susurrar. Haciendo acopio de valor, abrió la puerta trasera lo justo para bajar, y dejando entreabierto alzó la voz con la mayor seguridad de la que fué capaz.

-¡No se acerque!

Su grito casi se perdió en el vacío de la tarde, pero tuvo algún efecto porque la sombra se detuvo a algunos metros de distancia.

-Discúlpame hijo, no quise molestar.

La voz se escuchaba amable, pero aún no estaba tranquilo.

-¿Que es lo que quiere?
-¿Puedo acercarme?
-¡No!
-De acuerdo - exclamó impasible - no voy a hacerte daño, es sólo que iba camino a la Iglesia, y como vi las luces del auto y empieza a caer la tarde, pensé que podrían necesitar ayuda.

¿Iglesia?

-¿Quien es usted?

La voz sonó casi divertida.

-Lo lamento, no lo dije. Soy el padre Osvaldo, de la Iglesia que está a poco camino de aquí.

Esa respuesta era lo último que se esperaba, no supo qué decir. ¿Que  hacía un sacerdote a esa hora en la mitad de la nada?

-Acérquese un poco.

La sombra se volvió persona cuando el hombre se acercó a paso lento. Efectivamente era un sacerdote, con sotana y alzacuello.

-¿Que hace aquí?
-Vengo del otro pueblo - explicó amablemente - estaba acompañando a una familia que tiene uno de sus miembros enfermo. Y tú, ¿estás bien, necesitas ayuda?

Por Dios que la necesitaba. El sacerdote era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de cabello cano muy corto, bien afeitado, de aspecto saludable y contextura media; se acercó un poco más, mirándolo con ojos claros y una media sonrisa.

-Estoy bien, solo estoy pasando la tarde aquí.
-¿Y donde vas a pasar la noche?

Parecía estar leyéndole la mente; Víctor se sentía incómodo en esa situación, pero de alguna manera no podía mostrar rechazo hacia el sacerdote. No era especialmente religioso, pero la prescencia y la actitud desinteresada de ese hombre le provocaban confianza.

-Estoy pensando en eso.
-Pues no te queda mucho tiempo para decidirlo hijo - comentó livianamente - porque la tarde está empezando a refrescar y por éstos lados las noches a veces son heladas. Tú no eres de por aquí.

Eso se le notaba a distancia.

-No, solo estoy de paso.
-Siendo así - asintió como mostrando satisfacción por sus propios comentarios - creo que lo más conveniente es que me acompañes, a menos que quieras pasar la noche a la intemperie. Puedo darte alojamiento en la Iglesia.

Víctor miró hacia el furgón y nuevamente hacia el sacerdote; no estaba helado, pero la perspectiva de pasar la noche con el niño en plena pradera no era muy alentadora, y considerando que tenía dinero limitado, bien podía servirle ahorrarse alojamiento, al menos por una noche.


                                      2


Armendáriz estaba detenido en un semáforo abriendo una bebida negra cuando sonó su teléfono celular.

-¿Que pasa Gómez?
-Acabamos de recibir la información, tenemos datos de donde podría estar Segovia.

Dejó la bebida a un lado y reinició la marcha.

-Dame los datos.
-Según lo que vimos en las cámaras de seguridad, el tipo entregó todas sus cosas a un hombre que reduce especies legalmente, pero no se fué con ellos.
-Dime que lo rastrearon.
-Ya hablamos con él jefe - comentó la otra voz con un dejo de satisfacción en la voz - nos dijo que el hombre estaba muy nervioso y apurado por deshacerse de todo y nos dió señas del que les hizo el contacto, aunque por supuesto no tenía el nombre completo, así que estamos localizándolo ahora mismo. Pero en el lugar no había ningún bebé.

Eso era extraño, o preocupante, o ambas cosas.

-¿Algo más?
-Si, una llamada de un anónimo que dijo que lo vió ésta mañana en los alrededores de una urgencia, hay alguien haciendo preguntas en ese sitio. Y dos de personas que dicen haber visto a un hombre joven con un bebé, una en la zona  oriente y la otra por la zona sur, ambas son poco claras, estamos investigando igualmente.

La zona sur de la Capital, un tipo vendiendo todas sus pertenencias, un bebé desaparecido, todo tenía el mismo acento.

-¿Que parte de la zona sur?
-Espere...hacia la salida antigua de Los ermitaños.
-Cualquier otro dato me llaman, tengo que cortar.

En su carrera siempre había tomado el riesgo de seguir su instinto, y en esos momentos algo le decía que el tipo estaba tratando de salir de la ciudad por uno de los accesos sur, era la forma más discreta si querías hacerlo rápido, pero no podías hacerlo en transporte público, necesitabas un vehículo particular; si había vendido efectivamente todas sus cosas, perfectamente podía haber comprado algún auto barato, pero automotoras de mala reputación había demasiadas y la tarde ya estaba avanzando, llevaba todo el día moviendo a su equipo y  aún estaba con la sensación de dar vueltas sin sentido.

-¿Que ocurre?
-Buena nueva - explicó Gómez saltándose los saludos - tenemos una llamada del hombre que le vendió a Segovia el vehículo con el que pretende escapar.

La noticia, por una vez en la vida, estaba ayudándolos.

-¿Dónde fué?
-Por Miguel Antares.

Estaba equivocado por sólo algunas cuadras. Y lo mejor es que estaba relativamente cerca de esa zona, podía llegar en quince minutos, pero la pregunta realmente importante es hacia qué punto había ido él después de tomar el vehículo.

-Manden a algunos de ustedes para allá, establezcan un punto de control en ese sitio y hagan lo usual, preguntas y revisar el área. Nos encontramos por allá.

Cortó. Mientras avanzaba veía el mapa en la pequeña pantalla del gps del automóvil; excelente, por esa salida sólo podías seguir dos alternativas para salir de la ciudad hacia la siguiente región, y ambos caminos eran semi rurales, de modo que no había forma de esconderse, no demasiado. No tardaría mucho en dar con él, pero lo que más le preocupaba no era el hombre, sino el hecho de tener un testimonio, aún siendo preliminar, de una persona que habría interactuado con él luego de la desaparición del bebé, sin haber visto a un bebé. Por el momento no quería pensar en lo que eso significaba.


                                   3


Romina dejó los binoculares a un lado en el asiento del copiloto.

-Parece que van a detenerse.
-Están en algo.

La camioneta seguía detenida en una esquina; habían seguido a Armendáriz a prudente distancia, pero aún a pesar de llevar todo el día tras su pista no tenían noticias satisfactorias.

-Entrevistar a la familia de la madre no fué mucho avance en realidad, pero seguro que tendremos que mantener el ojo ahí. Pero nos falta el amigo, es increíble que la gente en éstos tiempos no se sepa el apellido de las personas ni donde trabajan.

Álvaro se pasó nerviosamente las manos por la cabeza.

-Romina, éste puede ser realmente un buen caso, siento que va a ser un gran golpe.
-Escucha ésto, última hora mandó un periodista y dos noticieros también, pero los demás aún están esperando a tener alguna información adicional porque no quieren arriesgarse.
-Es cierto, varios quedaron bastante mal cuando ocurrió lo del secuestro del contador que resultó ser auto - secuestro.

Ella volvió a tomar los binoculares; tenían que seguir pendientes a ver hacia adónde seguían sus objetivos.

-Excelente, acaba de llegarme un mensaje de "¿Reportaje a fondo" y dice que si conseguimos algo contundente, nos hace el contacto con el editor de la revista "Crónica nacional" para un centro de revista.

Álvaro se mostró disconforme mientras se preparaba para arrancar nuevamente.

-¿Y solo eso?
-¿Que más querías?
-Una portada, por lo menos, estamos autofinanciándonos en ésto.
-Álvaro por favor; está bien que nos hayamos especializado en reportajes de seguimientos en éste tiempo, pero sabes que en éste mundo es difícil hacerse un espacio. Por lo pronto roguemos que el globo no se desinfle, y si hacemos un buen seguimiento seremos los primeros, eso nos dará muchos créditos.


                                   4


El sacerdote se había ofrecido a llevar consigo al Víctor, pero él prefirió mantenerlo consigo mientras conducía; habían hablado casi durante el corto trayecto, y aunque al principio se había sentido un poco invadido, la actitud natural y bondadosa del hombre le había dado confianza; la calle por la que iban remataba algunos metros después en una Iglesia modesta pero muy bien conservada.

-Entonces llegaste aquí para buscar la forma de salir de la capital.
-Si, era la única forma que se me ocurrió.

Dejó las llaves en el encendido y ambos bajaron del furgón. En sus brazos Ariel comenzaba a dormirse; mejor, ya estaba muy entrada la tarde.

-Ésta es la Iglesia de la que te hablé.

Se acercaron a un costado de la Iglesia, donde había una edificación pequeña que correspondía a la casa del sacerdote. Dentro, encontró una sala modestamente arreglada, con dos puertas que seguramente eran las de la habitación y la cocina; el sacerdote le señaló el sofá mientras encendía la luz.

-Siéntate.
-Gracias.
-Puedes pasar la noche aquí - le dijo mientras dejaba las llaves en un mesón cerca de la puerta - no es el mejor alojamiento pero es mejor que pasar la noche en la calle y con un bebé tan pequeño.
-Se lo agradezco mucho.

Víctor se sentó con el bebé en los brazos; el sofá se sentía cálido y acogedor en comparación con el furgón, una diferencia para mejor luego de todo lo que había pasado.

-¿Tienes hambre?
-No.
-Pero te ves un poco pálido, puedo servirte un poco de café si quieres.
-Gracias.
-Vengo en un minuto.

El sacerdote se internó en la cocina, dejando la puerta entreabierta para poder seguir el curso de la conversación; la luz en la sala estaba tenue, y aunque no parecía haber calefacción, estaba tibio, o tal vez la diferencia era que afuera ya corría viento y no se estaba percatando. De pronto sentía pesados los párpados.

-¿Porqué no recurriste a una Iglesia en primer lugar?
-No lo sé - respondió lentamente - estaba muy asustado. Le prometí a Magdalena, a la madre de Ariel, que iba a mantenerlo a salvo, y luego ocurrió lo de la llamada y lo de la noticia, decían que había un secuestro, no supe que hacer, solo intentaba hacer lo mejor.

El sacerdote se sentó frente a él en una silla, hablando en voz muy baja, como si no quisiera interrumpir su descanso.

-Debiste pedir ayuda, siempre la puedes encontrar en un lugar como éste. Tu café estará listo muy pronto, pero te ves muy cansado, tal vez deberías recostarte un poco.

Víctor tenía los ojos entrecerrados, sin mirar exactamente al hombre frente a él, aunque en realidad parecía que no estaba mirando a ninguna parte. La tranquilidad lo hacía sentirse cómodo en cierto modo, y la voz del sacerdote era calma, del tipo de voz que te hace sentir como con un amigo de toda la vida. El hombre mayor se puso de pie mientras tanto.

-Descansa, yo ahora voy a cerrar la Iglesia y vuelvo. Duerme hijo mío, tienes que descansar.

Se quedó solo con el niño en sus brazos. La Iglesia se sentía tan acogedora en esos momentos, era como el lugar perfecto para pasar la noche después de lo que había sucedido antes, y más calmado, sentía que necesitaba dormir; se recostó sobre el lado izquierdo con el bebé abrazado y apoyó la cabeza en uno de los brazos del sofá, sintiendo como el cuerpo comenzaba a agradecer la superficie cálida y suave, mientras el pequeño dormía profundamente después de un día en el que también había pasado por muchas cosas.

-Debí cantarte una canción de cuna - susurró con los ojos cerrados - pero no me sé ninguna...¿Que te cantaría tu madre? Tenía una voz bonita, especial...creo que debería inventarte una canción de cuna...

Sus pensamientos vagaban por la oscuridad; allí parecía haber encontrado una repentina tranquilidad, un acogedor sitio donde descansar y reponer las fuerzas, sin pensar por el momento en lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Sintió la voz del sacerdote acompañada de sus pasos lentos, continuando con la conversación de antes, pero no se sentía con ganas de hablar, sólo quería descansar.

-Debes estar cansado.
-Si...
-¿Crees que debías huír con el bebé?
-No tuve otra opción...

Un breve silencio. Tenía sueño, cada vez más sueño, y la voz tan melodiosa ayudaba a esa sensación.

-¿Porque huiste?
-Se lo prometí a Magdalena, le dije que protegería a su hijo.
-Pero has estado corriendo peligros, quizás ésto no es lo mejor.
-Las cosas siempre pueden ser mejores.
-¿Quieres lo mejor para él?
-Si...quiero lo mejor para él, estoy...solo estoy haciendo lo mejor que puedo...
-Estoy seguro de eso...es sólo que tal vez...su madre quería que estuviera seguro...con su familia...

Casi lo admitió, pero algo en su interior le dijo que las cosas no estaban bien, que había algo incorrecto en las palabras. Entonces abrió los ojos lentamente, y se encontró con las manos del hombre mayor, acercándose lentamente al bebé que dormía en sus brazos. De pronto la figura del sacerdote se veía imponente, pero amenazante.

-¿Que hace?
-No te asustes.

Cubrió al bebé con los brazos y se incorporó torpemente, enfrentando al hombre con la mirada, mientras su mente comprendía todo.

-Usted...
-¿Tú quieres hacer lo mejor para él, ¿no es así?

Su corazón azotó violentamente contra el pecho.

-¿Qué es lo que hizo?

Se levantó con el bebé en sus brazos sintiendo el pulso acelerado; tenía que salir de ahí.

-Usted me engañó ¿Porqué?
-No te engañé - replicó impasible - aquí estarán seguros.

Rodeó al sacerdote y se acercó a la puerta, pero estaba cerrada.

-No puede encerrarme. Déjeme salir de aquí.
-Sólo quiero ayudarte, eso es lo mismo que dijiste.
-¡Déjeme salir!

Pero el otro hombre no parecía alterarse, más bien lo miraba como se mira a una persona enferma o que tiene alguna alteración mental. ¿En eso se había convertido para él, en un loco? El sacerdote se acercó a él.

-Lo tendré mientras te tranquilizas.
-¡No se acerque!

Estaba acorralado entre la puerta que debería dejarlo salir, una repisera y el hombre que continuaba acercándose.

-Puedes apretarlo y hacerle daño.
-Le dije que no se acercara - replicó nerviosamente - ¿Porqué me hizo ésto? Yo confié en usted.
-Hiciste lo correcto, puedes confiar en mi.

Podía echar abajo la puerta, pero no con el niño en brazos, pero tampoco podía dejarlo sin arriesgarse a que el otro hombre lo tomara. Arriesgándose, dejó al niño sobre la repisera y empujó al sacerdote hacia un costado, para darse espacio y poder quitarle las llaves.

-¡Deme las llaves!

Pero para su sorpresa el hombre mostraba una agilidad sorprendente, y esquivándolo fué directo hacia el niño, que ya se había despertado y comenzaba a llorar asustado.

-¡No!

En un intento desesperado, Víctor se abalanzó sobre el otro y forcejeó con él, hasta que logró quitarle las llaves, pero todavía tenía que mantenerlo lejos de la puerta y del niño para poder salir.

-¡Aléjese!
-¡No lo hagas!

Valientemente empujó al sacerdote, que cayó sobre el sofá; con eso tuvo el tiempo suficiente de recuperar el niño y abrir la puerta, saliendo a toda velocidad hacia el furgón.

-¡No!

Las llaves no estaban en el encendido. Mientras el bebé lloraba sin cesar, Víctor tuvo que dejarlo en el asiento del piloto, para volver a la casa que estaba al lado de la Iglesia.

-¡Devuélvame las llaves!

Pero justo en la puerta de la casa, algo lo golpeó en un brazo.

-¡Aaah!

El sacerdote apareció en el umbral con un bastón en las manos y volvió a alzarlo, pero el joven reaccionó a tiempo y lo empujó contra la pared.

-¡Entrégueme las llaves!
-¡Estás arriesgando al niño, vas a matarlo!
-¡Cállese!

Con un esfuerzo más logró quitarle las llaves del furgón, tras lo cual volvió a toda carrera al furgón y emprendió la marcha, en medio de los gritos inútiles del sacerdote tratando de detenerlo y los llantos desesperados del bebé.


Por ti eternamente Capítulo 8: Verdades a medias



-Hoy día Ariel, es Viernes Nueve de Mayo. Mira, las semanas tienen siete días, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, viernes, Sábado y Domingo. Los meses tiene cuatro semanas, pero no son tan exactos porque varios tienen treinta días, algunos treinta y uno, e incluso hay un mes que tiene veintiocho o vientinueve, dependiendo del caso. Cuando tú te duermes en la noche y está oscuro y después despiertas con Sol, es porque pasaste a un nuevo día. Por ejemplo, tú y yo ya nos conocemos casi dos días.

Llevaba un par de horas de viaje, algo más tranquilo de tener un poco del control de la situación; viró a la izquierda y unos momentos después sintió que el bebé comenzaba a sollozar.

-¿Que pasa Ariel? ¿Estás incómodo?

Acercó una mano al pequeño, que se removía incómodo, mientras los sollozos aumentaban de volumen.

-Espera, no puedo parar ahora, espera un momento...

Los sollozos del pequeño aumentaban de volumen, de modo que optó por aumentar la velocidad; ya estaba en una zona semi urbana, por lo que no le costó encontrar un terreno vacío al costado del camino. Al estacionarse miró la hora y comprendió.

-Ay Dios mío, pero cómo no vas a estar molesto, si son más de las doce y no te he dado tu leche...espera, espera un poco por favor.

Alargó el brazo hacia atrás, tomó el bolso y comenzó a reunir lo necesario para preparar la leche. Mientras abría el termo donde mantenía agua caliente seguía hablando, aunque no sabía con claridad si era para tranquilizar al pequeño o a si mismo.

-Estoy preparándolo ¿ves? ya va a estar, solo dame un momento más, creo que lo mejor es que programe algunas alarmas para que no te pases de tus horas, al menos mientras consigo establecerme en alguna parte y todo se normaliza...ya está, ya está lista, lo lamento, estaba pensando en cualquier cosa, ya sabes que los adultos no comemos tan seguido...

Tomó al bebé en sus brazos y le acercó la mamadera, con lo que calmó sus llantos inmediatamente; pero pensándolo mejor, abrió la puerta del copiloto y se sentó allí con el bebé, para que a ambos les diera un poco de la luz del sol de la mañana.

-Está bueno...si, lo mejor es que programe la alarma, pero ya ves que en un instante estás comiendo. Aquí ya está empezando la zona rural, es decir que empieza el campo, mira, ya no hay tanto cemento, hay árboles y mucho más sol, éstas zonas son bonitas. Ahora que lo pienso, no he comido nada desde anoche, yo también tengo hambre...

Realmente la tensión lo tenía en otro mundo, porque solo al pensar en comer es que había notado el vacío en el estómago y la necesidad de alimentarse. Algunos metros más atrás había un almacén o algo por el estilo, tendría que devolverse y comprar algo para él, principalmente para no perder tiempo después; también necesitaría un mapa, porque sus escasos conocimientos de la zona en donde estaba ya se terminaban. Tan pronto como terminó de alimentar al bebé, volvió al asiento del piloto y se dispuso a reanudar la marcha, pero se detuvo.

-Tal vez no sea buena idea.

No le pareció recomendable pasar por un lugar con el bebé en sus brazos. Había escuchado en las noticias todo lo posible, y con una denuncia por secuestro, todo llamaría la atención a su alrededor. Emprendió la marcha lentamente, y estacionó el vehículo a prudente distancia del almacén que había visto, pero dejó al pequeño en el asiento del copiloto.

-Espera aquí, voy a comprar algunas cosas porque aunque no lo creas no se me ocurrió comer. Voy por algo de fruta, a ver si es que hay comida preparada, una bebida que muero por una bebida, y vuelvo en un momento.

Descendió del vehículo y caminó rápido hacia el almacén, donde esperaba en el mesón una mujer de cierta edad leyendo un periódico.

-Buenos días.
-Buenos días joven - saludó ella amablemente - dígame que necesita.
-Necesito varias cosas, comida en realidad.

Ella dejó el periódico en el mesón; suerte, aún no había ninguna noticia impresa.

-¿Va de día de campo?
-Si - respondió automáticamente - mi familia ya llegó, yo fuí a buscar el vehículo para que volvamos a la tarde, pero estoy un poco perdido porque siempre es mi papá el que conduce.
-Eso es normal, la gente se pierde un poco por aquí. ¿Que va a necesitar?
-¿Usted vende comida preparada?

La mujer se trasladó hacia un costado.

-Si, tengo rollos de carne, ensaladas, sandwich, oiga, ¿pero la familia no trajo nada?

No se suponía que empezara a dar explicaciones, pero ya que lo había hecho, quería al menos pasar por un citadino perdido más que por alguien que llamara la atención.

-No trajeron nada, porque se vinieron en la camioneta de un vecino que es amigo nuestro, y yo quedé a cargo de traer el furgón y comprar la comida, ya sabe lo que pasa cuando el papá empieza con lo de ser responsable y todo eso...

Sonrió esperando sonar creíble, pero al menos a ella no le sonó extraño.

-Eso es bueno, así se maneja mejor. Saque un mapa de esa esquina.
-Gracias. Voy a querer algunos rollos de carne, unos cuatro sandwich, bebidas, y algunas ensaladas.
-Son buenos para comer.
-Si, y eso que somos solo cinco.

Pagó y cargó las bolsas, ahora realmente ansioso de comer algo; la mujer le hizo un gesto con la mano.

-Váyase con cuidado joven, a la vuelta del sauce el camino está bastante malo.
-Muchas gracias.

Salió y volvió rápidamente al vehículo, sorprendido de la facilidad con la que Ariel se quedaba quieto y en silencio, a la vez que volvía a mirarlo fijamente como parecía ser su costumbre.

-Ya volví. Mira, ya tengo algo para comer, así que vamos a movernos un poco y voy a buscar un lugar tranquilo para almorzar, realmente necesito comer.

Dejó toda la compra junto con los bolsos en la parte de atrás, abrió una bebida personal y se la tomó de un trago, agradeciendo el frío líquido y el sabor refrescante a esa hora, aunque seguía con hambre. Reinició la marcha.


                                     2


Ignacio Armendáriz era un hombre alto, que casi llegaba al metro noventa de estatura, de figura imponente, cuerpo musculoso trabajado por años de ejercicio, rasgos duros en un rostro de piel morena y ojos oscuros de aguda mirada, que usaba el cabello prácticamente rapado. Se le conocía por tener un carácter inquebrantable, y a sus treinta y siete años tenía una fama de policía duro y fuerte, aunque siempre bastante callado y pensativo, una combinación algo extraña. Había entrado al cuerpo de policía siendo muy joven, y ahí se había forjado, haciendo uso de todas sus capacidades para convertirse en un verdadero sabueso, especializado en alcanzar su meta de detener a los criminales a los que se le encargaba. Esa mañana de Viernes entró en la oficina del comandante Véliz, un hombre delgado, de pasados los cincuenta años, que aún mantenía su aspecto de autoridad y sabiduría.

-Buenos días comandante.
-Armendáriz - le pasó una carpeta roja - ya tienes un nuevo caso.

Comenzó a revisar el contenido mientras el otro hombre permanecía sentado con los brazos cruzados.

-Ahí están los datos del caso y la información que tenemos hasta el momento. Estarás a cargo del caso del secuestro del menor.

Armendáriz lo miró con las cejas levantadas.

-¿Un menor desaparecido? Señor, no parece la clase de caso que yo...
-Es un secuestro - lo cortó el otro oficial - el menor está efectivamente desaparecido, la denuncia ya está hecha y hay un sospechoso apuntado por la familia de la madre, un hombre que extrañamente desapareció del mapa ayer, justo cuando se conoció la desaparición del infante y la muerte de la madre.

El otro oficial había escuchado algunos datos, pero no con detalle.

-Señor, ésta es la unidad de reos fugados y delincuentes peligrosos, pero por lo que veo aquí éste tipo ni siquiera tiene una multa de tránsito.
-Eso es irrelevante - explicó su superior con calma - el tipo es hasta ahora el único sospechoso de tener a un bebé de cinco meses de vida con él, y sabes que se podría prestar para una serie de cosas.
-Pero eso es de delitos sexuales.
-No, es tú caso - sentenció el comandante algo hastiado - por algo te lo estoy diciendo. Tú sabes muy bien que delitos sexuales no opera como nosotros, si le pasan un caso en el que no hay ninguna prueba, van a tener que seguir sus procedimientos y eso toma tiempo. recuerda que hace dos años pasó algo parecido con ese monstruo que se llevó a la niña de dos años, y sabes que la asesinó después de hacerle cosas horribles.

Armendáriz se cruzó de brazos.

-El tipo es un hijo de perra.

El comandante lo miró con el ceño fruncido.

-Lo siento señor. ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Habla.
-Son órdenes de arriba ¿verdad?
-No exactamente, y aunque lo fuera, eso no lo hace menos importante.
-Lo sé señor, es solo que me llama la atención que precisamente...
-No quiero que nada te llame la atención - lo cortó el otro oficial - lo que quiero es que organices a gente de tu confianza y registren ésta ciudad para encontrar a ese hombre, pero principalmente al pequeño. Y quiero que sea lo más pronto posible.

Se miraron fijo sin hablar durante unos momentos. Armendáriz no acostumbraba a cuestionar las órdenes de un superior, mucho menos de alguien como Véliz que solo le inspiraba respeto y confianza, pero de todos modos le llamaba la atención que un caso como ese estuviera en sus manos en esos momentos. Pensó que posiblemente la familia de la madre hubiera hablado con las personas correctas, o que algún personaje de muy arriba estuviera preocupado por la imagen de la institución luego de ciertos escándalos financieros tiempo atrás, pero ya había estirado demasiado la confianza con su comandante.

-Señor, reuniré a mi gente ahora mismo, pero necesitaré algunas cosas.
-Dile eso a Martinez.
-Señor - continuó con decisión - según éstos datos, el tipo no puede estar muy lejos, es geográficamente imposible. Le prometo que voy a recuperar a ese pequeño.


                                     3

Víctor estacionó el furgón a un costado del camino, lo suficientemente lejos de la vista de quien pasara por esa vía sin prestar mucha atención; abrió la puerta trasera se acomodó con el bebé en su regazo; su cuerpo luchaba por algo de alimento, así que no esperó más y sacó de una de las bolsas uno de los rollos de carne, el que desenvolvió al instante. Solo sentir el aroma de la comida despertó todos sus sentidos, y lo hizo comer ansiosamente, prácticamente devorando la pieza de comida tibia, sazonada y aromática.

-Dios, que hambre tenía...

Se terminó el rollo de carne en un par de mordidas, y sacó otro de inmediato, el que comenzó a comer con un poco más de calma; en eso notó que el bebé en sus brazos lo miraba ansiosamente.

-¿Que ocurre? ¿Quieres comer? Pero si tú eres muy chico todavía, no tienes ni dientes.

Pero lo seguía mirando, de modo que Víctor sacó del rollo de carne un trozo de zanahoria y se lo acercó a los labios.


-A ver, prueba ésto...mira, parece que te gusta, es zanahoria, y tiene el sabor del jugo de la carne...no vas a poder comer, pero parece que te gusta el sabor, vas a ser bueno para comer más adelante.

Dejó el rollo de carne a un lado, y acomodó al bebé en su regazo para que quedara mirando hacia el prado.

-¿Ves? Ésto es un prado...hay muchas plantas y animales, y también hay árboles. En un lugar como éste me gustaría vivir...nada de ésto tiene sentido, estoy escapando contigo en un furgón destartalado, estoy saliendo de la ciudad y no sé adonde voy a ir. Me siento tan inseguro, pero me gustaría que tú pudieras sentirte seguro conmigo porque eso es lo que quería Magdalena...

Se quedó en silencio unos instantes, y sintió que repentinamente el reposo, la aparente calma y los nervios comienzan a jugarle una mala pasada. A lo lejos unas aves vuelan raso, bajo el Sol del mediodía, mientras un hombre comienza a sentirse verdaderamente asustado y solo.

-Yo...no lo sé, solo quisiera que las cosas hubieran sido distintas...me habría gustado...no sé, es extraño, pero ahora siento que habría querido de verdad poder acompañar a Magdalena, no solo por ti, sino que porque ella realmente no merecía pasar por todas esas cosas sola. La echo de menos porque ella era una gran mujer, y la prueba es que te crió sola y a pesar de todo, y la echo de menos porque estoy seguro de que ella habría sabido mejor que yo que hacer. Ahora estoy tan asustado, pero no es por haber dejado todo lo que tenía, porque siento que esas cosas no son importantes, es porque...porque todo pasó tan de prisa y yo solo trataba de hacer lo que debía hacer, pero no sé si estoy haciendo lo correcto. No sé lo que que va a suceder, solo sé quiero mantenerte a salvo, y que  me habría gustado enamorarme de Magdalena, para que ella no nos dejara solos.

Sintió la presión en el pecho, la emoción fluyendo al escucharse a si mismo plantear un panorama que era aún peor de lo que sonaba, pero se obligó a mantener la calma; no podía perder el norte, no podía dejar que las emociones lo superaran, porque había algo importante, preservar la tranquilidad y la seguridad del bebé.


                                      4

Arturo estaba recluído en su habitación, pero no había dormido nada en toda la noche; el día anterior su amigo Víctor le había pedido ayuda para poder vender todas sus pertenencias, pero después de un rato había desaparecido por completo, no contestaba el celular y además aparecía desconectado en las redes sociales.

-Es increíble.

Volvió a ver la noticia en el ordenador, donde salía un periodista hablando de una denuncia hecha por presunto secuestro de un niño de cinco meses de vida. Y luego decía que extraoficialmente la identidad del principal y único sospechoso era la misma que la de su amigo.

-¿Que significa ésto Víctor? ¿Que hiciste?

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido, pero él mismo estaba involucrado; por eso no había dormido en toda la noche, desde que al volver a la casa de Víctor no lo encontrara. Por esos azares del destino no se toparon con nadie del pasaje cuando sacaron todo de la casa, y cuando él regresó tampoco, de modo que nadie de muy cerca podía asegurar que hubiera estado ahí, y si lo hacía, bien podía decir que no sabía nada y que no lo había visto.

-Dios santo...

Pero pensar de esa manera no le daba seguridad alguna. Que su amigo decidiera vender todas sus pertenencias de la noche a la mañana podía ser extraño, pero tampoco era un delito, sobre todo si considerabas que Víctor no tenía familia, por lo que no estaba atado como él u otras personas; además cualquiera podía querer un cambio de vida. Pero luego estaba lo otro, los momentos en que estuvo acompañándolo y lo extraño que estaba, con tanto nerviosismo y sin decirle nada. Tenía al cuello la cadena que le había pedido y por la que no había esperado ¿como podía ser que él, precisamente él, hubiera secuestrado a un bebé?

-No, no puede ser...

Arturo estaba angustiado, sentía que en cualquier momento la policía iba a aparecer en su casa a exigirle explicaciones. Siempre podía decir justo la verdad, que Víctor no le había dicho nada y que desconocía su paradero, pero al final, su amistad era más fuerte, y se resistía a hacer cualquier cosa que pudiera significar entregarlo, al menos mientras no tuviera la confirmación. Sin embargo lo sabía, en algún momento la policía llamaría a su puerta, y tendría que hablar, pero hasta ese momento, trataría de mantenerse al margen, y de seguir creyendo que Víctor no era capaz de hacer nada malo, por muy malo que pareciera.


                                       5


Armendáriz estaba hablando con la dueña de la pieza que hasta hacía poco habitaba su objetivo, pero internamente estaba sorprendido de no haber encontrado nada. La habitación estaba vacía, y solo quedaban algunas prendas de ropa vieja y cosas inútiles, claramente el tipo había decidido salir con todo, pero eso no le ayudaba a completar el panorama.

-¿Entonces usted no vió nada?

La mujer estaba claramente irritada, aunque no se notaba muy bien cual era el motivo.

-Nada señor, nada. Yo en la mañana no estaba, y usted ve, por aquí la gente es muy tranquila, incluso poca gente sale, pero cuando volví me di cuenta que la puerta estaba entreabierta y me acerqué, imagínese como quedé cuando vi que la pieza estaba vacía.
-Debe haber sido una sorpresa.
-Claro. Fui a hablar con los vecinos, pero nadie había visto nada, solo una señora, de la casa de afuera dijo que pasó un camión, pero no sé más.

Comenzaba a parecerle lógico que lo hubieran dejado a cargo del caso.

-¿Que clase de persona es Segovia?

La mujer dudó. Claro, no quería quedar mal diciendo lo que pensaba de él, pero tampoco tenía pruebas de nada.

-Mire, yo nunca lo aprobé, es de esas cosas que uno siente.
-¿Lo vió en alguna actitud extraña?
-No - titubeó tratando de darle sustancia a sus sopechas - le podría decir que no pasaba mucho aquí, supongo que se iba para el Boulevard del Centro comercial como muchos jóvenes o con su amigo, ese tal Arturo, le dije lo mismo a los periodistas que estuvieron hace un rato aquí.

Los periodistas se le habían adelantado, eso no era buena señal, porque las pruebas o los testimonios de los testigos pueden cambiar ante las preguntas insidiosas de ellos.

-¿Sabe algo de ese amigo, lo vió por aquí?
-Pasaba seguido por aquí, supongo que lo venía a buscar para ir a alguna de sus fiestas, ¿porque, cree que tiene algo que ver con lo que están diciendo en las noticias también?

Armendáriz frunció el ceño.

-Solo estoy reuniendo información, por favor dígame si sabe como encontrar a ese amigo del que me habla.
-No lo sé, pero podría preguntar por el centro comercial, creo que trabaja ahí en alguna tienda.
-Muchas gracias - le pasó una tarjeta - escuche, si recuerda cualquier dato adicional, llame a éste número, no se preocupe si es por cobrar, la atenderé de inmediato, recuerde que es muy importante.

Volvió sobre sus pasos hacia la casa que la mujer le había indicado para conseguir más información. ¿Acaso había subestimado el caso? Le parecía improbable que una persona común y corriente desapareciera de la noche a la mañana y llevándose todas sus cosas, lo que indicaba que probablemente las sospechas del comandante Véliz eran fundadas y ahí había algo más. Tenía que apurarse y bloquear el paso de los periodistas, y ordenar a su equipo. Marcó un número en su celular para pedir que buscaran los registros de las cámaras de seguridad de las avenidas más cercanas, a ver si por ahí tenía suerte.


                                    6


Álvaro conducía velozmente mientras Romina finalizaba una llamada.

-No me vas a creer lo que acabo de confirmar.
-¿Que?
-Adivina a quien pusieron en el caso del niño.
-Supongo que a Martínez de la º14.
-¡No! ¡A Armendáriz!

Él detuvo violentamente la camioneta en un semáforo.

-¡Oye más cuidado!
-Lo siento, pero es que no me lo creo, el gorilote es de reos fugados o peligrosos, ¿Que hace en éste caso?

Reanudaron la marcha para tomar el acceso al centro comercial.

-Tal vez hay algo que no sabemos.
-¿Como qué?
-No lo sé, también estoy sorprendida, tal vez la familia les dijo algo adicional o éste tipo estaba en seguimiento, algo que no aparezca en los informes oficiales.
-Puede ser, pero eso significa que si está el gorilote, tenemos que apurarnos al máximo porque ese tipo es un sabueso, recuerda lo que pasó hace seis meses.

Ella encendió una grabadora portátil y se la guardó en un bolsillo de la chaqueta.

-Malas noticias Álvaro, mira.

El automóvil conducido por Armendáriz pasó a toda máquina hacia el centro comercial.

-Diablos, éste tipo nos está pisando los talones.
-Deténlo - dijo ella bajándose mientras se estacionaban - deténlo lo más que puedas, voy a subir por el otro ascensor.

Álvaro se bajó a toda carrera de la camioneta y logró interceptar al policía cuando éste bajaba de su auto.

-Oficial Armendáriz, que oportuno encontrarlo, quisiera hacerle unas preguntas.

El policía se mantuvo imperturbable.

-¿Que se te ofrece?
-Solo unas preguntas, supe que está en el caso del menor desaparecido.
-No estoy en ningún caso.
-¿Que piensa del secuestro del menor?

Armendáriz había tenido problemas con los periodistas habitualmente en su carrera, pero en ese momento no le convenía discutir ni tampoco dejar pista alguna de lo que estaba haciendo, aunque evidentemente ese estaba tras la misma pista que él, y seguramente no estaba solo.

-Sería un delito grave.
-¿Cuales van a ser sus pasos a partir de ahora para encontrarlo?
-La división encargada se hará cargo.
-Pero seguramente le han pedido ayuda, ¿estaría dispuesto a colaborar?
-Todo policía está dispuesto a ayudar en cualquier caso si se le solicita.

Llegó al ascensor. Tenía la impresión de haber visto a una periodista subir al otro ascensor del estacionamiento, necesitaba apurarse.

-¿Maneja información privilegiada acerca de éste terrible caso que pueda ayudar a resolverlo?
-No estoy en ningún caso, por lo tanto no manejo ninguna clase de información.
-Pero ahora mismo está en un automóvil institucional.
-Desde luego, estoy en mi hora de almuerzo, tengo permiso de desplazarme en auto institucional para una situacíon así.

Y con un hábil movimiento entró al ascensor dejando a Álvaro afuera. Tenía que conseguir la información precisa mientras su gente conseguía informes, pero lo que estaba claro es que ese caso tenía muchos elementos que lo hacían especial, por decir de alguna manera.

                                  7


La noche se apoderaba de los alrededores, mientras una sombra se internaba en la parte trasera de un vehículo.

-¿Lo ves? Ya estoy de vuelta, solo me tardé dos minutos, eso es porque yo no uso pañales como tú.

Tomó una botella con agua, se lavó las manos con jabón, enjuagó la botella y se secó con una toalla pequeña. Se subió y cerró la puerta; daban más de las siete de la tarde, estaba en un lugar tranquilo y hacía buen clima, pero no podía quedarse ahí toda la noche, tenía que pensar en un plan.

-Ah, pero aquí no hay luz. Espera, voy a hacer un cambio, ya vas a ver.

Buscó en la guantera y encontró un destornillador, con el que sacó una de las dos pequeñas ampolletas del techo de adelante, y en unos momentos la instaló atrás.

-Listo, ahora tenemos luz, para que veas de las cosas que aprende uno en la vida.

Se recostó junto al bebé, que continuaba mirándolo fijamente, con esos ojos grandes y brillantes.

-¿Porqué será que me miras tanto? ¿Creerás que soy feo, o estarás preguntándote qué es lo que pretendo hacer ahora qjue estamos en la mitad de la nada? Espero que algún día puedas decirme por qué me miras tanto.

Se sorprendió a si mismo hablando cordialmente con el bebé, a diferencia de lo que había pasado hasta entonces, donde le hablaba para tranquilizarlo, o realmente para tranquilizarse a si mismo. Casi se sentía tranquilo, quieto junto con el bebé, mientras pensaba que tendría que reiniciar el viaje para encontrar alguna posada donde pasar la noche; había visto en el mapa que a no mucha distancia había algún pueblo, ahí tendría que encontrar la forma de alojarse sin llamar mucho la atención.

-Mejor me levanto un poco o me voy a quedar dormido...

Tocó suavemente sus mejillas.

-Estás tibio, que bueno que...

De pronto se quedó callado. Algo no estaba bien, algo estaba despertando su atención, y arrodillado dentro del furgón, el hombre aguzó el oído. Un ruido extraño, algo afuera lo estaba incomodando.

-No hagas ruido - susurró levantándose - voy a ver que pasa.

Iba a abrir la puerta trasera, pero optó por acercarse y mirar por la ventanilla. Y cuando lo hizo, su corazón casi se detuvo.