Maldita secundaria Capítulo 3: Enajenados




Precisamente en ese momento en el patio aparecieron tres compañeros de curso.

—Y al diablo con las apariencias — murmuró Leticia.

Sin embargo Fernando se quedó mirando al trío que se acercaba, y notó algo que llamó su atención.

—Esperen, hay algo raro en esos tres.

Lorena también se dio cuenta.

—Es cierto, se ven como... ay por Dios...

No alcanzó a decir más, y uno de los tres arrojó una piedra de considerable tamaño, que Fernando esquivó por muy poco. Aún los separaban varios metros, pero comenzaron a avanzar a paso mucho más rápido, y por cierto, amenazante.

— ¡Deténganse!

Dani avanzó valientemente con las manos alzadas, pero no hubo reacción, solo le sirvió para sujetar las manos de uno de ellos que intentaba golpearlo.

—Espera por favor.

Ninguno de los tres parecía hacer caso. Sin esperar más, Hernán se enfrentó al más corpulento de los tres, mientras que Fernando, sin tener más alternativa, se enfrentó al tercero de ellos; durante segundos interminables las escaramuzas se expandieron por el patio, hasta que Fernando se descuidó y fue derribado por un golpe.

— ¡Fernando!

Leticia no lo pensó dos veces y se lanzó sobre el enajenado que quedaba libre.

— ¡Ten cuidado!

Sin mucho valor pero decididas, las demás chicas también se unieron a la pelea, Soledad ayudando a Dani y Carolina y Lorena a Leticia, aunque ninguna estaba consiguiendo mucho más que detener momentáneamente a los que los atacaban. El primero en tener éxito fue Hernán, que asestó un puñetazo y derribó a su contrincante; al mismo tiempo, Lorena fue lanzada a un costado.

— ¡No!

Fernando intervino, y levantándose furioso por el golpe que había recibido, lo devolvió a su contrincante, dando cuenta de él. Un poco más allá Dani había caído, pero antes que el joven pudiera golpear a Soledad, Hernán le dio un golpe en la nuca y lo hizo caer. Después de eso ayudó a Dani a volver a su silla.

—Gracias.
— ¿Están todos bien?
—Sí.

Lorena trataba de calmar su respiración, pero en su voz se delataba el nerviosismo.

—Eso es de lo que nos advirtió el señor Del real —dijo atropelladamente— él nos dijo que las personas iban a volverse violentas, y eso es lo que está pasando.
—Parecían enajenados.
—Lo más probable es que lo sean.

Fernando estaba sacudiéndose la ropa.

—Y bastante que lo son, pero ésto está sucediendo mucho más rápido de lo que pensé.
—Concuerdo contigo, pero ¿qué vamos a hacer ahora?

Dani suspiró.

—La verdad no me esperaba algo como ésto ahora, pero no hay mucho que podamos hacer, van a despertar en cualquier momento, así que solo podemos hacer una cosa: irnos a la sala y hacer como si nada.

Carolina suspiró.

—Es la verdad, pero si cuando despierten se acuerdan de algo, vamos a estar metidos en un gran problema.
—Nada menos —reflexionó Dani— pero sea como sea, hay que tener cuidado y no estar en lugares apartados como éste, y estar muy atentos.

Poco después el grupo confirmó que las cosas estaban en orden, por extraño que a ellos mismos les pareciera; ninguno de los tres jóvenes que los habían atacado mostró la más mínima seña de recordar lo que había sucedido. Sin embargo, Dani se sentía intranquilo, pero luchaba interiormente por mantenerse en su centro, y en esos momentos en la sala era el centro de la atención mientras faltaban pocos minutos para que comenzara la siguiente clase.

—...Y entonces él me dice: "pero si tenemos mucha sal, no hay problema"

Risas. En esos momentos uno de los estudiantes de un curso menor apareció agitado y hablando atropelladamente.

— ¡Ocurrió un accidente, la sala de computación está cerrada con todo el curso dentro!

Y sin esperar más siguió su camino hacia la sala que estaba en el mismo edificio, un piso más abajo. Inmediatamente el curso comenzó a salir, seguidos por Dani.

— ¿Por qué se quedan ahí?

Leticia se masajeaba el cuello.

— ¿Qué? Ya tuvimos mucha acción por hoy, la verdad no tengo ganas de ir a chismear.

El joven la miró fijamente.

— ¿Qué? ¿No creerás que...?
—Tenemos que ir a ver.
—Oye no exageres —comentó Hernán— solo es una sala cerrada, deben haber roto la llave.
—Me sorprende mucho que tú digas algo como eso con las revistas que lees.
—De acuerdo, te entiendo, pero si supuestamente hay una fuerza espectral aprisionando el lugar, claramente no la vamos a poder derribar.
—Ya pensaremos en algo, ahora vamos a ver, por favor.

Momentos después el grupo estaba en el pasillo, pero se encontraba abarrotado de curiosos.

—Esto es imposible —dijo Fernando en voz baja— con toda ésta gente dando vueltas no podemos ni acercarnos.
—Se escuchan algunos gritos —comentó Carolina— deben estar asustados si no pueden salir.

En ese momento entre la gente apareció el inspector Vergara. Por alguna extraña razón parecía no prestarle atención a las decenas de estudiantes que abarrotaban el pasillo.

— ¿Que sucedió inspector?

Vergara los miró con el ceño fruncido.

—Al parecer se atascó la cerradura de la sala, no es nada grave y ya se llamó a un cerrajero, pero por lo que pasó en la mañana todo el mundo está sensible a los hechos fuera de lo común.

Se alejó en silencio.

—Es el hijo.
— ¿Qué?

Todos miraron a Lorena.

—He estado pensando en lo que pasó y creo que descubrí lo que pasa: un hecho es la consecuencia del otro. Hace rato nos agredieron, ahora una sala está misteriosamente cerrada.
— ¿Y?
—Si tienes miedo tal vez te querrías encerrar —explicó Carolina entendiendo— tiene mucho sentido.

Fernando se cruzó de brazos.

—Está bien, pongamos que tienen razón y es eso, no veo como nos ayuda a solucionarlo.
—Yo sí. Leí en un libro que se puede calmar a una persona que está teniendo pesadillas si mientras duerme alguien le transmite calma.
—Pero los espíritus no duermen.
—Ese no es el punto Fernando.
— ¡Ya entendí!
—Cállate Dani...

El aludido bajó la voz.

—Es verdad, lo siento. Chicas, tienen toda la razón, tenemos que llegar a esa sala y hablarle, explicarle que ahora todo está bien y que no debe tener miedo.

Fernando suspiró.

—Te diría que es lo más descabellado que he oído, pero no es así. Vamos.

Soledad suspiró. Si las cosas iban a seguir así, entonces les esperaban días muy difíciles. Por lo pronto iba a hablarle a una puerta esperando que eso la hiciera abrirse.



Próximo capítulo: La amistad no existe

Maldita secundaria Capítulo 2: Si necesitas un héroe, buscalo.

Capítulo 2: Si necesitas un héroe, búscalo

Secundaria Santa Sofía del Ángel
2 de Octubre, por la noche.

—Éste lugar es tétrico de noche —comentó Lorena en voz baja— y nunca había entrado así, en éstas condiciones.
—No es gratuito que nos tomáramos todas éstas molestias —explicó Adriano— es necesario venir de noche.

Siguieron caminando en silencio. Por la mañana, cuando él les relató la tragedia que había ocurrido allí seis años antes y como los siete estaban relacionados con eso, los jóvenes le pidieron una prueba de que lo que decía era verdad, aunque en ningún caso se esperaban que el hombre les diera una respuesta positiva; ahora estaban entrando a hurtadillas en los terrenos de la secundaria.

—Fue una mala idea venir aquí —dijo Hernán— todo ésto es una mala idea.
—Tranquilízate —susurró Dani— no nos vamos a desangrar por esperar un poco más.

Siguieron en silencio a través del estacionamiento, hasta llegar a la puerta de la bodega que permanecía cerrada firmemente, y que era terreno prohibido y misterioso para todos los estudiantes menos ahora para ellos. Adriano sacó de uno de sus bolsillos el manojo de llaves, y con cuidado buscó las tres que correspondían a un candado y dos complejas cerraduras; cuando terminó de abrir, el impacto para todos no fue tan grande como en la mañana, pero la destrucción que en ese cuarto quemado había no dejaba de impresionar. Lorena volvió a sentirse estremecida.

—Por favor entren.

Dani se animó en primer lugar, y los otros seis lo siguieron lentamente al interior mientras el hombre mayor encendía las luces.
Con el ceño fruncido y los músculos de la cara contraídos, Del Real alzó la voz nuevamente hacia los jóvenes.

—Muchachos, necesito pedirles que guarden silencio; voy a tratar de comunicarme con mi hijo, pero eso solo resultará si él está dispuesto.

Leticia se llevó las manos a la cara. ¿Por qué tenían que estar en medio de algo así? Ahora pensaba que pedirle una prueba a Adriano había sido una estupidez.
Dani sujetó la mano de Soledad, para infundirle ánimos en un momento como ese, cuando la joven se sentía desfallecer por los nervios.

"Papá..."

Al principio solo pareció un sonido del aire, quizás producto de la imaginación de todos, pero la voz volvió a escucharse, lo que hizo que automáticamente las miradas de los adolescentes fueran a parar a Adriano; al hombre se le veía casi en trance, con la vista perdida, apretando los puños para contener el enorme flujo de emociones que lo embargaba. Fernando contuvo la respiración, sin saber si asombrarse u horrorizarse por lo que estaba sucediendo. ¡Realmente estaban escuchando la voz de un muerto!

—Hijo —murmuró el hombre con voz temblorosa— soy yo, estoy aquí...

La tensión estaba al máximo en esos momentos. Leticia volvió a sentir náuseas, sabía que era una reacción común en ella cuando estaba sometida a mucho stress, pero en ese momento no solo le ocurría eso, también tenía deseos de escapar de ese sitio, correr sin mirar atrás, pero no estaba segura de que su cuerpo le respondiera.

"Papá..."

Fernando sentía lo mismo que en la primera bajada de una montaña rusa: el estómago quedando arriba mientras el cuerpo bajaba, solo que no era nada divertido; la voz se escuchaba alrededor de ellos, de igual modo que los sonidos estéreo de las salas de cine, pero era irreal, porque al mismo tiempo que se escuchaba en todas partes, no estaba en ninguna de ellas, y era como una brisa que circundaba al tiempo que no había viento ni movimiento en el interior de la bodega. Hernán miró en todas direcciones buscando el origen de la voz, pero a la vez comprendía que era inútil, la voz estaba y no estaba, era como algo metido en su cabeza, más suave que los pensamientos, más fuerte que la nada.

—Hijo mío, aquí están las personas que necesitas, son ellos... ellos son los que pueden ayudarte como yo... como yo no puedo...

La voz de Adriano se escuchaba quebrada y lejana, pero los adolescentes no estaban prestándole atención. Lorena estaba saturada de sensaciones, porque a la vez se sentía asustada por lo que estaba viviendo, y tenía mucha compasión por la tragedia que aún vivían padre e hijo. Adriano del Real en ningún momento había mentido, ni siquiera exagerado, estaban en el lugar mismo donde murieron personas, y en esos instantes estaban estableciendo contacto con un espíritu, que por lo que ella sabía, probablemente estaba atrapado entre este mundo y el otro como se los dijera su padre por la mañana.

"Ayúdame"

Dani sintió que se le helaba la sangre; Carolina escuchó esa voz de una manera distinta, no a su alrededor como antes, sino dentro de su cabeza, como un pensamiento o un recuerdo muy potente; Soledad no soltaba la mano de Dani, porque sentía que si lo hacía iba a desmayarse.
De pronto todo concluyó, y la bodega quedó en absoluto silencio, sin que ninguno atinara a moverse o a hacer algo; la sensación y la voz se habían esfumado. Adriano, con la cabeza dándole vueltas y luchando contra su tristeza, se volteó hacia los demás, sin sorprenderse al verlos a todos completamente anonadados.

—Esa es la prueba que me habían pedido. Ya conocen a mi hijo.

Momentos después, los ocho estaban fuera de la bodega que ya estaba cerrada, en medio de la en ese momento vacía playa de estacionamiento. Leticia se llevó las manos a la cabeza.

— ¡Esto es lo peor que nos podía pasar! Y tú Dani diciendo que había que conservar la calma y que no podía pasar nada malo.
—No hablen tan fuerte —intervino Lorena— traten de respirar profundo, hay que calmarse después de lo que vimos.
—Ésto es impresionante —comentó Fernando aún sin salir de su asombro— parece que estuviéramos grabando para el programa ''Personas del ayer'' la voz estaba en mi cabeza, en mi cabeza.
—En la de todos —comentó Dani— yo también lo sentí de la misma forma, jamás había experimentado algo similar.
—Es lo mínimo —agregó Leticia— ¿Qué va a pasar ahora, volaremos por el aire?

Dani respiró profundo, y acercó la silla de ruedas a Adriano, intentando adoptar un tono de voz más conciliador. Tenía el corazón en la mano, pero en ese momento estaba consciente de que la persona que más sufría era él y no ellos siete, por mucho que estuvieran involucrados.

—Señor. ¿Usted siempre se comunica con su hijo?
—No Dani —respondió el hombre en voz baja — solo pasa en algunas ocasiones, y tenía el presentimiento de que ocurriría ahora, por eso los traje hasta acá. Y supongo que también, en cierto modo, Matías quiso manifestarles de alguna manera su presencia.
—Y lo logró con creces —comentó Lorena enjugándose el sudor de la frente— por lo menos yo tenía bastantes dudas, pero después de ésta experiencia, no puedo decir que sea mentira.

Adriano los miró con ojos brillantes.

—Muchachos, sé que todo lo que están viviendo es algo completamente fuera de lo común, y seguramente deben estar odiándome por la verdad en la que los estoy involucrando, pero les prometo que no haría nada de ésto si hubiera alguna alternativa, pero después de éstos seis años, realmente no hay nada más que pueda hacer, y creo que lo que ha ocurrido, la forma en que Matías me expresó que necesitaba su ayuda, la de ustedes en particular, me hace pensar que por fin hay una posibilidad de salvar su alma, y también de proteger a todos.
—No se ponga mal —le aconsejó Dani— entendemos que no está haciendo nada de ésto a propósito. Vamos a hacer todo lo posible por ayudarlos, a los dos.
—Eres muy amable Dani.

Leticia resopló un par de veces antes de hablar.

—Estamos en medio de una película de fantasmas. Oiga, y ya que estamos en ésto, según lo que nos dijo, por aquí empezaron a pasar cosas extrañas, pero siempre serán voces fantasmales ¿O no?
—No estoy muy seguro, no lo creo —respondió algo dubitativo— es decir, guiándome por las cosas que pasaron aquí cuando estaba funcionando el instituto, tendríamos que asumir que no. Las manifestaciones casi siempre pasan inadvertidas desde el punto de vista sobrenatural, pero si van a ocurrir cosas. Lo primero que creo que va a ocurrir son accidentes menores, básicamente cosas triviales que a nadie le parecerán raras, a menos claro que a alguna persona se le ocurriera atar cabos, me refiero a caídas inexplicables, muebles rotos, puertas cerradas y esas cosas, aunque suene absurdo es como en las películas de fantasmas. Lo siguiente que puede pasar es que las manifestaciones suban de nivel, y comiencen a afectar a algunas personas, que creo son las más débiles de carácter o que se encuentren vulnerables, y éstas personas se volverán agresivas, no sé si directamente contra ustedes o contra alguien más, pero eso pasará con casi toda seguridad. Aquí hay dos cosas importantes, la primera de ellas es que la agresividad será evidente porque no es natural, no es como si te enojaras y ya; lo otro es que éste es un estado definitivamente fuera de lo normal, así que aunque les parezca increíble, una vez que pase el efecto, las personas no recordarán nada de lo que haya pasado o que hayan dicho.

Hizo una pausa en la que paseó la mirada por los rostros de cada uno de ellos; resultaba insólito estar hablando de hechos pasados que no podía demostrar.

— ¿Cree que eso será todo?
—Básicamente sí; lo que tendrían que hacer es estar atentos a lo que pueda suceder, y hacer lo posible por evitar que las cosas salgan a la vista.

Eso último hizo que Fernando cayera en un detalle.

— ¿Por qué es tan importante que nadie se entere de lo que está pasando?
— ¿Es una broma? —lo interrumpió Leticia ásperamente— creí que ya había quedado claro que no se puede saber que hay un grupo de espíritus invadiendo la secundaria.
—No estoy preguntando eso Leticia. Lo que me llama la atención es que él nos ha dicho en más de una ocasión que hay que guardar muy bien el secreto.

Adriano asintió.

—Fernando tiene razón. El motivo por el que es necesario guardar el secreto, es que por alguna razón que no he podido identificar, cuando éstos hechos comienzan a ser conocidos por otras personas, las situaciones extraordinarias se vuelven mucho más peligrosas, es por eso que en el pasado cuando ocurrió en primer lugar, terminé por perder el control. Además tienen que tener en cuenta que éstos hechos abarcan los últimos tres meses del año, por lo que ya por éstos momentos deberían comenzar si es que no ha empezado ya.

Comenzaron a caminar hacia el exterior luego de que Adriano cerrara muy bien la bodega.

—Muchachos, quiero agradecerles nuevamente por lo que están haciendo.
—No es que tengamos muchas alternativas —dijo Hernán de mala gana— estamos atrapados.
—Hernán por favor...
—No Dani, tiene razón —intervino Adriano en voz baja— es totalmente comprensible tu molestia Hernán, y te pido disculpas por ello, solo puedo decir que si no tuvieran éste aviso, quizás las cosas serían más difíciles para ustedes y al menos tienen la posibilidad de defenderse y hacer algo en vez de ser solamente víctimas como puede serlo cualquier persona en ésta secundaria. Mientras éste sitio estuvo en mi poder hice lo posible por controlar los sucesos, y muchas veces fallé o no pude contener las consecuencias, pero ahora mismo no puedo hacer mucho más, solo pedirles que me ayuden con lo que está a punto de suceder, y recordarles que deben extremar cualquier medida de precaución. Por otra parte, si necesitan de mi ayuda, ya sea para hablar, o por lo que sea en que pueda asistirlos, quiero que tengan mi número de teléfono, y que podrán encontrarme a cualquier hora, no quiero que crean que estaré desligándome de algo así.

En esos momentos llegaron a la puerta del estacionamiento y salieron sigilosamente. Se despidieron brevemente, y Adriano del Real se alejó caminando lentamente.

— ¿Qué hora es?
—Un cuarto para la una Sole —respondió Dani— y pensar que entramos a las ocho...
—Noo, a las nueve —dijo Leticia con energía— después de todo lo que hemos estado viviendo, lo mínimo que nos merecemos es entrar un poco más tarde; además empezamos con lenguaje, seguro que no hay nada importante.
—Leticia, eso es chantaje.
—No es chantaje, lo leí en un libro —replicó ella sonriendo— si tienes algo con que negociar, hazlo, y así todos salimos ganando, San Luis no puede decirnos nada.
— ¿En qué libro salía algo así?

La joven meneó la cabeza.

—Es uno de ciencia ficción. Uno de los personajes tenía información muy importante y la usaba para negociar y sacaban muchos beneficios.
— ¿Y qué pasaba después?
—Se confiaban y terminaban cayendo en una trampa mortal.

Se hizo un breve silencio y Soledad miró al cielo.

—De antología el consejo. ¿Por qué no dejan de hacer planes absurdos y nos vamos todos a dormir?
— ¿Absurdos? —exclamó Leticia— a ti te podrán parecer absurdos porque vives a tres cuadras de éste sitio.
—Son cuatro, y no es mi culpa que tus padres quieran que hagas un tour por toda la ciudad para estudiar.
—Ya, ya, por favor —intervino Dani— no vamos a llegar a ninguna parte con discusiones como ésta, eso es seguro. Tenemos que tratar de llevar ésta responsabilidad en paz, Adriano del Real ya nos lo dijo y tiene razón.
—Si, si, como sea —murmuró Hernán— si van a ponerse de acuerdo háganlo ya.

Sala de música.
Al día siguiente, nueve cincuenta de la mañana.

—Bien —murmuró Carolina— la verdad es que la cosa no está tan mal considerando que era nada menos que Carvajal quien estaba recibiendo a los atrasados.

La joven sacó de su mochila un bolsito celeste, y de él un espejo pequeño, con el que comenzó a examinar su imagen antes de maquillarse. A su lado se sentó Lorena, con un pequeño bolso y también sacó un espejo.
A un costado de la sala, Dani cobijaba a Soledad, que dormitaba apoyada en su hombro. Cerca de la ventana, Hernán leía en silencio un libro, y más hacia el centro, Leticia cabeceaba mientras Fernando estiraba los brazos luchando por no dormirse.

—Cielos —dijo Leticia— dormité bien éste rato. ¿Qué hora es?
—Nueve cincuenta. Diez minutos más y nos vamos a clases. Debo tener una cara horrible.

Hernán levantó la cara del libro con las cejas levantadas.

—Sí, es cierto, no eres nada sin tu delineador.

Pero Fernando no le prestó atención.

—Anoche aparte no podía dormir, y en la mañana salí tan apurado que ni traje alguna crema para mejorar mi piel.

Leticia comenzó a leer una revista de mecánica automotriz, pero el interés de Hernán estaba creciendo.

— ¿Qué quieres decir con mejorar, sacar el estuche de maquillaje?

Fernando lo miró directamente. No era reacio a los enfrentamientos, y en ese momento no estaba precisamente de ánimo para nada.

—No, me refiero a no tener la cara de puerta de perrera que tienes tú.
—Bah, ni que fueras miss mundo, por último en ellas lo entiendo.

Pero Leticia no.

— ¿Y por qué en ellas si?
—Pues porque son mujeres y las mujeres se maquillan y se sacan las cejas y esas cosas.

La joven dejó la revista.

— ¿Te parece que yo estoy maquillada y esas cosas?
—No...
— ¿Y entonces?
— ¿Entonces que, cual es el punto?

Fernando y Leticia cruzaron miradas cómplices.

—Creo que él tiene un problema de conceptos.
—Si...
— ¿De qué están hablando?
—Pues de que yo soy mujer Hernán por Dios —exclamó ella exaltada— no me digas que no lo habías notado.
—Claro que si niñita, pero eso no tiene nada que ver, es como lo que dicen de las excepciones de las reglas, siempre tiene que haber alguien, o solo mírense ustedes dos.
—Escúchame...

Pero un ruido extraño los interrumpió en el exterior de la sala.

— ¿Qué fue eso? —Murmuró Dani— fue muy raro.
— ¿Que, ah? —balbuceó Soledad incorporándose— ¿Qué pasa?

Lorena y Carolina dejaron la sesión de maquillaje.

—Eso sonó muy feo.
— ¿Que nos importa? —dijo Fernando encogiéndose de hombros— de todos modos Carvajal nos confinó a ésta sala, si salimos se va a enfurecer.

Silencio.

—Oh, no, no creerán que...
— ¿Los fantasmas?

Nuevamente silencio.

—Por Dios, creí que por lo menos nos dejarían un par de días, pero es mejor que vayamos a ver antes que quedarnos aquí.
—Si Carvajal está volando por los cielos a mí no me importaría.
—Mejor vamos a ver —opinó Dani acercándose a la puerta— ésta sala está en un tercer piso, así que desde aquí podemos ver todo lo que pasa en el patio.

El grupo salió apresuradamente al pasillo, y Leticia llegó en primer lugar.

— ¡Oohh!
— ¿Que pasa Leticia?

Fernando también llegó al borde del pasillo y se asombró al ver la escena; en la construcción que los enfrentaba había una joven de primer año, colgando de cabeza de la reja de protección del balcón del segundo piso, enredada en alguna prenda y ante los ojos y gritos de los estudiantes que aumentaban.
Un profesor trataba de llegar hasta la niña a través del pasillo, pero estaba fuera de su alcance.

—Esa niña se va a caer —exclamó Lorena horrorizada— tenemos que hacer algo.
— ¿Tenemos? —preguntó Leticia— oh, ya entendí, un fantasma podría haberla arrojado por el balcón, de acuerdo.

Dani comenzó a desplazarse hacia la bajada.

—No van a poder alcanzarla, está demasiado lejos y estos pisos son muy altos. Se me ocurre una idea, Hernán, Fernando, traigan colchonetas del gimnasio, los demás vengan conmigo.

Momentos después el grupo luchaba por pasar entre un mar de estudiantes que miraban la escena desde el patio; aunque los gritos de Leticia los ayudaban, aún estaban tardando demasiado. Un poco después consiguieron llegar bastante cerca del punto bajo el que la niña colgaba y gritaba desesperada, pero el inspector Arela, un hombre corpulento y de aspecto bonachón los detuvo.

—No se acerquen por favor, necesitamos espacio para poder ayudar ahora.
—Inspector, escúcheme.
—Por favor aléjense.
—No, escúcheme inspector —exclamó Dani— mire hacia allá.

Precisamente el rapado y Fernando aparecieron con colchonetas sobre sus cabezas, y las muchachas comenzaron a apartar a los otros estudiantes, además de que el inspector entendió la idea y los dejó intervenir. Sin embargo el trabajo del inspector y del grupo estaba difícil, ya que los estudiantes estaban sobreexcitados viendo la escena y no escuchaban lo que se les decía. Entre el desorden y el desconcierto, alguien empujó la silla de ruedas y con ella a Dani al suelo.

— ¡Dani!

Paralelamente Hernán arrojó con fuerza una de las colchonetas, que el inspector alcanzó mientras Fernando se abría paso entre el bullicio; sin embargo las cosas se complicaron más cuando la prenda de la que pendía la niña se soltó un poco más, y los gritos aumentaron.

— ¡Aléjense, Dani se cayó! —gritó Soledad luchando por levantar a su amigo— ¡Quítense de aquí, Dani!

Justo a tiempo Fernando llegó bajo la niña, y con ayuda de la colchoneta que llevaba y el inspector, lograron atajar a la muchachita en el preciso instante en que se soltaba finalmente. El inspector Arela tomó a la niña entre sus brazos y la abrazó para consolarla y calmar sus desesperados llantos. Al mismo tiempo, el director San Luis remeció al ambiente cuando su voz se dejó escuchar por sobre el griterío a través de un megáfono.

— ¡Jóvenes! Atención por favor, les habla su director, silencio por favor.

El bullicio decreció.

—Atención a todos. Quiero pedirles que se calmen; ha ocurrido un lamentable accidente, por suerte con buenos resultados. Ahora quiero pedirles a todos y cada uno que vuelvan a sus aulas en calma y que dejen a los docentes ocuparse de todo.

Fernando y Soledad lograron levantar a Dani.

— ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, no fue nada. Volvamos a la sala de música antes que las cosas se nos compliquen más todavía.

Poco después, todos estaban en la sala de Matemáticas, minutos antes del segundo recreo; Fernando y Leticia conversaban sobre lo que había pasado hace poco.

—Que tremendo estar compartiendo con los demás hasta fin de año. ¿Tú crees que lo que sucedió habrá sido solo un accidente o...?
—Shht. Habla más bajo. Pero no lo sé, aunque reconozco que es raro, muy raro.

Mientras tanto Dani intentaba estudiar.

— ¿Por qué la profesora tenía que salir justo ahora? Necesito silencio.
—Dani, ya terminamos los ejercicios.
—Claro que no, porque me quedan cuatro ejercicios para terminar la tarea y quiero descansar un poco.

Soledad lo miró con los ojos entrecerrados, sorprendida de nuevo de las capacidades de su amigo.

—Allá va otra vez el genio, deberías calmarte un poco, acabamos de pasar por una experiencia muy fuerte.

Mientras tanto Jaime, un corpulento joven, encaraba a Leticia y Fernando.

—Les anticipo que ya se sabe.
— ¿Qué cosa?
— ¿Cómo que cosa? Ya todos se dieron cuenta que extrañamente ustedes están cambiando de amistades, los vieron con ese grupo tan raro.

Los otros dos se miraron sorprendidos; ambos sabían que en algún momento iba a suceder, pero hicieron la farsa de no entender de qué les hablaban.

—Estábamos castigados todos juntos, sería bien raro estar separados.
—Yo no lo creo —dijo el otro joven aguzando la vista— porque no solo fue eso, también llegaron como héroes a salvar a la que se cayó por el balcón, y no los castigaron para hacer eso, seguro que no.

Poco después los siete se reunieron en el patio trasero.

—Hay que tener más cuidado — comentó Dani — creo que han habido sospechas de nosotros.

Fernando se cruzó de brazos.

— ¿Qué esperabas? Apenas nos habíamos hablado durante todo el año, y de un día para otro nos mandan juntos a la oficina del director, nos castigan juntos, y aparte vamos todos juntos a salvar a la bendita niña esa.

Hernán se encogió de hombros.

—De todos modos no veo cual es tanta la preocupación.
—Que tú no tengas amigos no significa que los demás tampoco.
—No veo como eso los está ayudando.
—En cualquier caso —intervino Dani bajando los ánimos— lo de no parecer tan unidos ahora es por una razón más importante, para que nadie descubra lo que está pasando, recuerden que Adriano lo dijo.

De pronto, tres compañeros aparecieron en el patio trasero. Los siete quedaron en silencio, asombrados.

—Diablos —murmuró Leticia en voz baja— ahora sí que nada de lo que hemos hecho sirve de nada.

Pero algo no estaba sucediendo como de costumbre. Dani aguzó la vista mientras los otros tres aún no estaban demasiado cerca, y fue el primero en notar que había algo sumamente extraño.

—Esperen, algo no está bien aquí.
— ¿De qué están hablando?
—Miren con atención. No están bien, les sucede algo a esos tres.

Hernán también se fijó en lo que decía Dani. Y entonces lo descubrió: no solo se trataba de la actitud amenazante al caminar, también había algo más, una mirada fuera de lo común, un comportamiento corporal extraño.

—No puede ser —dijo Lorena— ellos son... Dani, creo que éstas personas no son quienes creemos.

Se tapó la boca con las manos al decirlo; estaba viendo y sintiendo algo que había leído en los libros, pero de lo que jamás pensó poder ver.

—Nos están mirando de un modo muy extraño —dijo Soledad con nerviosismo— ¿Qué es lo que quieren aquí?
—No son nuestros compañeros de estudios —dijo Dani resueltamente— muchachos, creo que tenemos una visita del más allá.





Próximo capítulo: Enajenados

Maldita secundaria Capítulo 1: Faltan tres meses

Maldita secundaria


 Capítulo 1: Faltan tres meses: Primera parte


Secundaria Santa Sofía del Ángel
Martes 2 de Octubre
Sala de lenguaje. Tercer año

El ruido se apoderaba de la sala durante la tercera hora de clases mientras la profesora aún no llegaba. Santa Sofía del Ángel era una secundaria que llevaba poco tiempo en funcionamiento, era su primer año, y desde un principio el establecimiento había cosechado buenas críticas, tanto por su excelente infraestructura  como por un muy buen modelo de enseñanza. Cuando estaba acercándose el fin del año escolar, todo funcionaba en el establecimiento con total naturalidad, y desde luego los grupos  ya estaban armados y nada dentro de los salones parecía indicar que el Santa Sofía tenía muy poco tiempo como tal; a esto contribuyó desde el inicio una fuerte inversión que se notaba también en el plantel académico, la mayoría de ellos profesores con amplia trayectoria.
Adelante estaba Dani, robusto y fuerte, de piel trigueña, cabello castaño y rasgos agraciados, de sonrisa encantadora y gestos amigables y sinceros; junto a su silla de ruedas estaba Soledad, su mejor amiga, alta, muy delgada y de aspecto frágil, de piel blanca y melena oscura; se habían hecho amigos el primer día, aunque él resultaba siempre tan encantador que no era difícil que las personas empatizaran al poco de conocerlo. La joven bostezaba por el cansancio.

—Ay Dani, estoy muerta; recién está empezando Octubre y la cosa se está poniendo difícil con los estudios.

Dani mientras tanto sacaba de su mochila un texto de estudios.

—Tienes razón, aunque para ser sinceros, todavía no empiezan los exámenes. Imagínate que anoche tuve que ponerme a estudiar en mi casa.

Soledad lo miró con falso rencor. Dani tenía una gran facilidad para los estudios, tanto que habitualmente era señalado como una promesa profesional, aunque él no le daba importancia a esos elogios.

—Mira, para ti tal vez eso sea así, pero las personas normales siempre nos vemos en la obligación de estudiar afuera de éstas cuatro paredes.
—Ay, ni que yo fuera un fenómeno —se defendió él— lo que ocurre es que yo soy ordenadito aquí, y así tengo más tiempo libre cuando salimos de clase, es la mejor forma de que mi vida ande sobre ruedas.

Soledad hizo una pausa y suspiró.

—Como sea, ya están por llegar los exámenes finales, prométeme que no me vas a abandonar.
—Tranquila, te lo prometo.

A un costado de la sala, dos amigas conversaban animadamente; Lorena era de figura grande y corpulenta, de rostro muy agraciado, ojos claros y cabello largo castaño, el que lucía orgullosa con reflejos color violeta; junto a ella estaba sentada Carolina, de baja estatura, delgada, de cabello castaño rizado y actitud fresca y muy femenina.

— ¿Cómo me quedó?

Lorena se sacudió el cabello mientras su amiga la observaba.

—Cielos amiga, te quedó súper. Cuando me dijiste por teléfono que habías usado ese color, pensé que te quedaría horrendo, pero por lo que veo es solo un reflejo, se te ve muy bien.
—Gracias.

Carolina golpeó suavemente la mesa.

—Casi se me olvida, pero te juro que no me lo vas a creer: mi mamá te invitó a tomar el té uno de éstos días.

Lorena se llevó las manos a la boca.

— ¿Qué?
—Te lo prometo.
—Pero si tu mamá me odia Caro. Incluso recuerdo muy bien cuando te dijo ''No me gusta para nada esa amiga tuya tan espiritual" como si yo no estuviera presente.

Pero la otra joven sonrió. Eran amigas desde hacía tiempo y le importaba mucho que su familia no se interpusiera, aunque a veces sus padres eran un poco anticuados; de verdad Lorena tenía un estilo diferente, sabía de cosas sobrenaturales y de la suerte y ese tipo de temas, pero pensar que era una especie de hippie que la arrastraría al desastre era demasiado.

—Lo que pasa es que todo sucede por algo; todo empezó hace unos días cuando por accidente mi madre tiró a la basura un diario de vida que dejé olvidado, y me aproveché de esa situación, así que le hice un escándalo, y le dije que me había roto el corazón —mentira— y así fue como una cosa llevó a la otra, y para contentarse conmigo el otro día me dijo ''Un día de éstos podrías invitar a tu amiga a tomar el té''
—Es increíble.
—Lo mismo digo. Ahora eso sí, hay que aprovechar muy bien la ocasión, ya estoy harta de que no podamos compartir tranquilas por  mi mamá.

Al fondo de la sala estaba Fernando, de figura estilizada y elegante, atractivo y con el cabello negro con un osado corte, junto a Leticia, más baja que él, de rostro común y poco agraciado, cabello lacio, piel pecosa y actitud fuerte y decidida.

—Deberías haberme contado.
— ¿Qué cosa?
—No te hagas la loca que nadie me lo contó, te vi y no me lo contaste.
—No sé de lo que estás hablando.

Fernando se sacudió el cabello con las puntas de los dedos.

—Te vi en el centro comercial con ese rubio, te tenía muy atrapada.

La joven sonrió y se encogió de hombros.

—Ah, era eso. Fernando, pero eso fue solo una cosa que se dio en el momento. No era para escribir un libro ni algo por el estilo.
— ¿Y qué, te propuso algo?
—No, si te digo que fue una cosa del momento. ¿Y a ti te ha salido algo?

Fernando sonrió encantadoramente.

—Ay, el problema es que aquí hay muy poco material de donde elegir, tienes que considerar que no somos tantos. Pero por ahora estoy tranquilo, el año entrante seré un todavía más apuesto joven de cuarto y ahí espero que las chicas de tercero me persigan.

Rieron, pero Leticia miró hacia el otro lado del fondo de la sala; ahí, sentado sobre una mesa, solo, estaba Hernán, corpulento y fuerte, de facciones duras, piel morena y cabeza rapada, concentrado leyendo un comic de Futuro final.

—Oye, pero parece que no todos pueden decir lo mismo.
— ¿Por qué lo dices?
—Por ese Hernán, es extraño —comentó en voz baja— mira, yo entiendo que éste es el primer año en que todos estamos aquí, pero ya está por terminar el año y sigue allí todo autista con las revistas, si apenas ha hablado por algún trabajo, pero nada más.

Fernando levantó las cejas.

— ¿Pero es que no lo sabes?
— ¿Qué?
—Es un rumor —se acercó en tono de secreto— pero dicen que su familia lo obligó a terminar la secundaria en diurna aunque ya está pasado de edad.
—Se le nota que está pasado.
—Claro Leticia, y debe ser humillante que todos estén mirándote y hablando de ti todo el tiempo.
—Debe ser tremendo.

Fernando le dedicó una mirada suspicaz.

—Noto unas miraditas extrañas...
—Por supuesto que no, solo estoy diciendo la verdad.

De pronto se abrió la puerta y entró de inmediato en inspector Vergara, un hombre de más de cincuenta, alto, de porte altanero, de piel blanca pecosa, mirada fría e impecablemente vestido de traje. Cuando entró, en la sala se hizo el silencio. Vergara no era un hombre agresivo ni mucho menos, era sabido por todos que era justo en el trato, aunque si era muy estricto con los estudiantes y detestaba los escándalos juveniles y ese tipo de cosas; nada se le escapaba a la vista, ni siquiera en los descansos, por eso al verlo en sala todos reaccionaron de la misma manera, algunos siendo más precavidos incluso y guardando discretamente los teléfonos celulares por si decidía pasar entre las mesas.

—Buenos días.

Para el momento en que los estudiantes respondieron el saludo en un coro respetuoso, todos estaban en sus puestos por arte de magia. El inspector paseó la mirada por el curso.

—La profesora Martínez va a llegar pronto.

Lorena miró extrañada a Carolina.

— ¿Que estará pasando? —murmuró en voz baja— nunca se aparece por algo tan sencillo.

El inspector volvió a alzar la voz.

—El director San Luis está en su oficina, esperando a las personas que voy a nombrar.

Se hizo un silencio aún más solemne; el director era un hombre bastante amable, por lo que saber que llamaba a alguien era símbolo de problemas, sobre todo si enviaba a ese inspector.

—Leticia Zamora, Fernando San Martín, Lorena Avad, Carolina Guzmán, Hernán Guerra, Soledad Gamez... y Daniel Rodas.

Sin esperar, Vergara salió y dejó la puerta entreabierta; de inmediato todas las miradas se volcaron en los siete a los que habían llamado, pero especialmente hacia Dani, quien no solo era popular por sus excelentes calificaciones y actitud gentil, sino también por pertenecer al reducido grupo de estudiantes que no causaba problemas. De ningún tipo. El primero en reaccionar fue el propio Dani.

—Dani. Me llamo Dani, no Daniel, todavía quedan listas equivocadas por aquí, pero me pregunto que habrá pasado ¿atropellé a alguien?

Se escucharon algunas risas nerviosas, pero Soledad lo reprendió mientras se ponía de pie.

—Dani, no es momento para bromas, nos acaban de llamar de la oficina del director.

Pero él no estaba alterado.

—No creo que sea un escándalo estudiantil o algo así.
— ¿Y eso por qué?
—Solo tienes que ver a los que nos llamaron: Fernando es muy popular, Leticia su amiga, tú y yo que estamos como en el grupo de los tranquilos, Carolina y Lorena que no pueden ser más sanas, y Hernán, que más allá de callado, no es ni problemático ni nada parecido. A lo que quiero llegar es a que si fuera algo grave llamarían a otros.

Quitó el seguro de la silla y se acercó a la puerta, pero antes de salir se dirigió a los demás.

— ¿Alguien podría tomar apuntes por mí?

Varios rieron mientras los siete comenzaban a salir.
Momentos después, el grupo avanzaba lentamente por el pasillo hacia la dirección y ninguno excepto Dani se veía animado. La oficina se encontraba en la sección delantera de la secundaria, al final de un pasillo en el segundo piso, por lo que no era un sitio muy visitado.

—Creo que lo estamos haciendo demasiado difícil.

Nadie le contestó.

—Está bien, reconozco que nos vamos a perder Lenguaje. Reconozco que nos citaron a la oficina del director y Vergara agregó mucho dramatismo a la escena, pero vamos a hablar con el director, ésto no es la Inquisición.

Soledad suspiró. Más atrás, Leticia iba más irritada que preocupada.

—No lo entiendo, ésto no tiene ningún sentido.
—Ésto va a bajar nuestros niveles de popularidad —comentó Fernando— además mira a tu alrededor, éste grupo es muy extraño.
—Es un fenómeno, deben estar haciéndonos trizas por nuestras juntas.

Leticia hizo una mueca de desprecio. Más adelante Soledad puso los ojos en blanco.

—Que desagradable; pero tiene razón en algo ¿por qué ellos?


Más atrás Carolina caminaba muda, Pero Lorena se frotaba los antebrazos.

Se me erizan los pelos —dijo en voz baja — el ambiente está muy cargado y nosotros también. Tengo un mal presentimiento amiga, te lo juro.

Sin embargo la voz de Hernán se alzó entre los otros; el joven pasó entre ellos con mal gesto.

— ¿Por qué no se callan de una vez? Quítense de mi camino.

Pasó entre los demás, apartando a todos de su paso, incluso a la silla de ruedas de Dani, para llegar primero a la puerta de la oficina.

— ¡Ten más cuidado! —le gritó Soledad— fíjate en lo que haces.
—Déjalo —intervino Dani con calma— estoy bien, no te alteres.

Soledad protestó algo más, pero Dani logró calmarla. Mientras tanto, Hernán llegó hasta la puerta de la oficina del director, mirando fijamente el letrero color bronce con su nombre. Antes que pudiera llamar, la puerta se abrió, y ante los siete apareció Vergara nuevamente. Formal, silencioso, frío, aunque casi podría decirse que también triunfante.

—Pasen, el director los espera.

Soledad evitó la mirada del inspector, no solo por lo que estaba ocurriendo, sino porque siempre le había tenido algo de miedo. Era un pésimo momento para que ocurriera algo así, solo faltando tres meses para que finalizara el año, y además de todo, en la secundaria era sabido que los asuntos comunes los veían los inspectores, el director solo se ocupaba de asuntos de verdad graves. La fría y calculada mirada del inspector terminó de cargar el ambiente, haciendo que todos se sintieran aún más presionados. Uno a uno entraron en la oficina, hasta que todos estuvieron dentro y prácticamente alineados. La oficina del director era un lugar muy limpio y espacioso, sin decoraciones grandilocuentes, solo mostrando algunos diplomas en las paredes y un único cuadro, donde se veía a San Luis más joven y formando parte del cuerpo de Bomberos; el director era un hombre de más de sesenta años, de figura grande y maciza, escaso cabello cano, ojos oscuros y rasgos endurecidos por los años de trabajo, pero que tenía una actitud amable y generosa, que era conocida por todos. Vestido de gris, elegante y sobrio, permanecía sentado tras el escritorio con un abrecartas entre las manos. Paseó la mirada por cada uno de los siete, y en seguida miró a Vergara, que todavía no salía del lugar.

—Muchas gracias Javier, puede retirarse.

Los ojos de Vergara brillaron por un instante, pero de inmediato asintió y salió lenta y silenciosamente. Unos momentos después los siete quedaron solos frente al director. El silencio era incómodo para todos, de modo que el hombre mayor dejó a un lado el abrecartas con forma de sable, y se puso de pie, aunque a pesar de lo que todos podían esperar, el hombre mayor no se veía molesto o irritado, más bien parecía preocupado.

—Muchachos. Les agradezco que estén aquí.

Hizo una pausa, que dejó claro que nada de lo que hubieran pensado era lo correcto; lo que fuera que estaba pasando era difícil para él.

—Lamento tener que interrumpirlos, saben que detesto hacerlo, pero ocurrió algo importante y no puedo esperar noventa minutos hasta el primer recreo. Les pido por favor que me escuchen con mucha atención.

Rápidamente las miradas de los siete se entrecruzaron; aunque habían tenido rencillas anteriores y la mayoría no se llevaban, todos estaban en ese momento en una situación similar, y por un instante las diferencias se borraron, ante la duda y la sorpresa. ¿Qué podía ser tan importante como para que los llamara el director en persona, y con tal tono de urgencia? ¿Por qué se veía preocupado en vez de alterado o severo?

—A primera hora de hoy, vino  a verme Adriano del Real.

El nombre le recordaba algo a Fernando, pero no sabía exactamente qué era.

—Por si no lo saben, éste señor fue dueño del terreno y de la construcción en la que estamos, por más de treinta años. Del Real pasó por una crisis económica, y a pesar de que hizo desesperados intentos, finalmente tuvo que aceptar la realidad, y para evitar un remate miserable, aceptó la oferta y se lo vendió a la sociedad Miramar, que construyó casi todos éstos edificios.

Leticia frunció el ceño. Era sabido que la sociedad Miramar había sido la benefactora que ayudó en la creación de la secundaria, de ahí que se convirtiera tan rápido en una institución de calidad, pero nada de eso parecía tener sentido.

—En agosto del año pasado se inició la remodelación del lugar, ya que como saben, antes de la crisis fue un instituto técnico; en fin, aunque para Agosto del año pasado ya no debería estar involucrado, éste hombre se las ingenió para mantenerse en las instalaciones hasta principios de Enero de éste año.
—Director —intervino Dani— disculpe pero ¿qué tiene que ver todo ésto con nosotros?

San Luis hizo una pausa muy breve, y siguió sin dar respuesta directa a la pregunta, aunque no estaba precisamente ignorándolo.

—A eso voy. Necesitaba explicarles todo para que entiendan lo que les diré ahora.

Lorena sintió escalofríos. Siempre había tenido una capacidad fuera de lo normal para percibir cosas, y en esos momentos sentía que lo único que quería, era no escuchar lo que iban a decirle.

—Una vez que Del Real salió definitivamente de aquí, personalmente me sentí aliviado; él no es una mala persona, de hecho tengo una muy buena impresión de él como hombre, pero tiene una sensibilidad exagerada y por lo mismo creo que no es apropiado para los negocios. En resumidas cuentas, para él el instituto era toda su vida, y cuando lo perdió, resultó destruido emocionalmente, y ahora cree que todavía mantiene un lazo de algún tipo con éste lugar.

Carolina no entendía lo que estaba pasando ¿por qué les estaba contando todo eso?

—Adriano del Real está aquí, y necesita hablar con ustedes siete.

Fernando ahogó una exclamación solo porque no quería más problemas de los que supuestamente iban a tener, pero ya recordaba cual era el motivo por el que ese nombre le parecía familiar: había toda clase de historias de su locura, no era simplemente un viejecito inocente.

—Director, ¿nos está pidiendo que vayamos a hablar con ese loco?
—Fernando, no hables así.
—Pero si usted mismo lo dijo.
—Escúchame. Adriano del Real no es una persona peligrosa, solo... necesito que muestren un poco de generosidad y hablen con él, nada más que eso.

Lorena intervino con un hilo de voz. No era eso, no se trataba de ese tema había algo más y podía sentirlo cada vez con más fuerza.

—Director, díganos qué es lo que está pasando.
—Por favor —replicó el hombre con voz suplicante— muchachos, ésta es una situación fuera de lo común, y les prometo que no recurriría a ustedes si no fuera absolutamente necesario, pero él necesita hablar con ustedes, es solo eso.
— ¿Pero por qué con nosotros? ¿Cómo es que sabe quiénes somos?

El director vio que estaba perdiendo la batalla,  pero no podía perder más tiempo.

—Eso es irrelevante. escuchen, les daré el resto del día libre y me aseguraré de que tengan toda la información de las materias del día de hoy. Esta secundaria necesita que todo siga funcionando en paz, y lo único que les pido es que hagan algo por todos nosotros. Por favor, Carolina, Dani, Hernán, Fernando, Lorena, Soledad, Leticia, ayúdenme en ésto.

Dani suspiró.

—Está bien.


Faltan tres meses: Segunda parte


Poco después, los siete estaban caminando lentamente en la parte delantera de la secundaria, a poca distancia de los estacionamientos.

—El director dijo que teníamos que ir hacia la bodega cerrada.
— ¿Y cómo es que nunca la habíamos visto antes? —preguntó Fernando— ni idea tenía que existía esa bodega.

Leticia resopló.

— ¿Cuantas veces vamos hacia esos lugares? Por acá esta la sala de los profesores, el comedor de los profesores, así que al menos yo no soy fan de hacer éste tipo de visitas.
—Supongo que tienes razón.

Siguieron caminando, hasta que vieron a la persona que los había citado. Adriano del Real era un hombre de alrededor de cincuenta años, de contextura delgada, que lucía el cabello cano bastante corto, y el rostro marcado por numerosas arrugas que lo hacían lucir mayor de lo que era, aunque también tenía una expresión compungida, como lo anticipara San Luis. En absoluto lucía amenazante.

—Buenos días muchachos.
—Buenos días —saludó Dani cortésmente— estamos aquí porque el director nos dijo que necesitaba hablar con nosotros.
—Eso es verdad —respondió Del Real en voz baja— les agradezco que estén aquí, de veras.

Para Leticia la situación ya era demasiado extraña.

—Señor, no queremos ser groseros, pero nosotros no lo conocemos, y todavía no sabemos por qué es que quiere hablarnos. Háganos un favor a todos y diga de una vez qué quiere de nosotros.

Efectivamente, el hombre no se veía para nada amenazante, y de hecho, a Carolina le inspiró algo de tristeza. Del Real respiró hondo.

—No quisiera estar aquí ni molestarlos, pero la verdad es que no tengo alternativa, y ustedes son los únicos que pueden ayudarme... a mí y a toda la secundaria.
— ¿Que trata de decir?
—A pesar de lo que puedan haber escuchado o lo que el propio director les haya dicho, no estoy aquí por razones monetarias ni tampoco he enloquecido; la razón por la que estoy hablando con ustedes es que ésta secundaria corre un grave peligro.

Fernando lo miró con las cejas levantadas.

— ¿Un peligro? Y usted nos viene a salvar.
—No, si pudiera lo haría encantado, pero no puedo. Aunque se trata de mi hijo, no puedo ayudarlo, pero ustedes si pueden, es por eso que vine a pedirles que nos ayuden a todos.

Leticia alzó las manos.

—Espérese un momento, ésto está llegando demasiado lejos. Por lo menos yo no estoy para escuchar ésta clase de tonterías ¿La secundaria en peligro? ¿Ayudar a su hijo? Si su hijo está en algún problema, ayúdelo usted, que para eso es su padre.
—Mi hijo está muerto.

Leticia se quedó muda de asombro; los demás tampoco supieron cómo reaccionar. Del Real hizo una pausa, evidentemente todo aquello estaba siendo mucho más duro para él que para los jóvenes.

—Comprendo que para ustedes sea difícil de entender de lo que les estoy hablando, y si les explico todo de inmediato se convencerán de que estoy loco, por eso es que le pedí al director que los citara aquí. Hay algo que tienen que ver en ésta bodega.

Carolina comenzó a temblar. Todo eso parecía sacado de una película.

— ¿Qué es lo que quiere de nosotros?
—Por favor síganme.

Extrajo un juego de llaves de su bolsillo, y con ellas abrió uno a uno los varios candados que sellaban la pequeña construcción; en total, la vieja construcción tenía unos cincuenta metros cuadrados, hecha de ladrillo y concreto, y se notaba que era parte de la infraestructura original del sitio. Una vez que abrió la puerta, el hombre entró lentamente, pidiéndoles que entraran también.

—Esto da miedo —susurró Soledad hacia Dani sin reponerse del impacto— ¿Nos irá a hacer algo?
—Ay por favor Sole —la reprendió Dani en voz baja— somos siete y él es uno, tenemos a Hernán, mira, está echando fuego por los ojos, y además ¿qué es lo peor que podría pasar, que tenga un fantasma escondido ahí dentro?

Cuando entraron a la bodega, se encontraron un panorama completamente desolador: el lugar estaba desierto, con las paredes, el techo y el suelo totalmente ennegrecidos por lo que claramente había sido un incendio feroz. Sobre el suelo habían además, restos de diversos objetos esparcidos y pegados al suelo, adornos o libros a medio destruir, fundidos con el concreto, como inventos demenciales. El hombre se quedó parado al centro del lugar, en el que sin embargo no había olor a humo ni nada parecido, claramente lo que hubiese sucedido allí era de tiempos anteriores a la secundaria.

—Aquí —comenzó Del Real en voz baja— fue donde murió mi hijo. Su nombre era Matías.

Soledad ahogó una exclamación de horror.

—No puede ser... nos está diciendo que su hijo... ¿murió aquí?
—Así es —respondió el hombre con la voz cortada por la emoción— pero las cosas son más complicadas de lo que parecen. Hace seis años ocurrió un hecho que cambió las vidas de todos, justo cuando el instituto que estaba aquí estaba pasando por su mejor momento. Mi hijo Matías fue secuestrado por un grupo de delincuentes, los que se escondieron con él aquí y comenzaron a hacer exigencias. Como comprenderán, hice todo lo posible por ayudarlo, pero esos hombres desquiciados estaban pidiendo más dinero del que yo disponía, así que, con las negociaciones de la policía estancadas y mi hijo en peligro, lo arriesgué todo y conseguí más dinero hipotecando éstas instalaciones. Todo parecía a punto de resolverse de la mejor manera, pero sucedió algo inesperado: un accidente en la instalación eléctrica de ésta bodega produjo una chispa, que inició un incendio.

Soledad se llevó las manos a la boca.

—No puede ser...
—El fuego se esparció por la red interna de paredes y techo, con lo que todos quedaron encerrados por las llamas. Nadie pudo hacer nada a tiempo, y tanto los seis delincuentes como mi hijo murieron. Aquí.

Lorena no daba crédito a lo que oía. Pero a la vez, algo en su interior le decía que eso no era todo; el hombre estaba hablando de un conjunto de muertes trágicas, en lo que parecía una secuencia de película de horror más que el relato de un hombre frágil a la vista.

—Señor Del Real... lo... lo lamentamos mucho... de verdad...
—Gracias —replicó el hombre— era necesario que lo supieran, porque lo que está a punto de ocurrir en éstas instalaciones está directamente relacionado con lo que pasó en ésta bodega en donde murió mi hijo. Cuando pasó todo ésto, me refugié en el trabajo del instituto, que era también uno de los grandes sueños de Matías, con lo que descuidé parte de mis obligaciones, producto de la tristeza de su pérdida; en resumidas cuentas, me jugué el instituto, y terminé perdiéndolo, pero aunque se trataba de algo doloroso, hubo una razón más importante por la que me preocupaba perder el control de éste lugar, y es que el año antepasado, a fines de año, comenzaron a ocurrir cosas extrañas. Personas se volvían agresivas sin razón, y sucedían cosas raras como destrucción de material o de objetos. Así se empezó a esparcir el rumor de que ocurrían hechos sobrenaturales, y yo decidí intervenir.

Lorena cerró los ojos. Ya sabía lo que iba a oír.

—Contacté personas entendidas, y en secreto hice investigar éste lugar; el resultado fue estremecedor, porque el espíritu de mi hijo está aquí, en una especie de limbo, dentro de éstas instalaciones, perdido en el miedo que lo invadió antes de morir, y lo peor es que los secuestradores también quedaron vagando por aquí. Por eso es que ocurrían cosas extrañas y sin razón, porque los espíritus de ellos están aquí, encerrados, prisioneros del estado en que quedaron antes de morir, esos hombres en un frenesí de agresión y locura, y mi pobre Matías aterrorizado, encerrado queriendo escapar pero sin lograrlo.

Leticia sintió que la cabeza le daba vueltas.

—Horrorizado por éstas revelaciones, pedí ayuda para el alma de mi hijo, para lograr su descanso y a la vez el de los otros espíritus, pero nada de lo que intentaron las personas que contraté funcionó. Una mujer muy sabia me dijo que estaba desperdiciando mi dinero, porque lo que necesitaba aquí no era un exorcismo, era un medio para encontrar la paz de mi hijo, porque él estaba atrapado por un miedo distinto del miedo a la muerte, y mientras yo no supiera de qué se trataba, jamás podría terminar con todo ésto.

Dani sentía escalofríos solo de imaginar lo que estaba sintiendo ese hombre.

—Lo que me dejaba en un callejón sin salida. Mi hijo había muerto de un modo trágico dentro de éstas paredes, pero su real terror era por otra causa, y esa causa era la que lo mantenía a él y a sus secuestradores atrapados en un punto medio entre éste mundo y el otro, por lo que los extraños sucesos no terminarían fácilmente. Me dediqué entonces a evitar los sucesos lo más que podía, pero no fui capaz de disimular todo, y a la larga el instituto se fue a pique por los rumores, y a eso se sumaron las deudas que me hundieron. Perdí el instituto, y al quedar en poder de la sociedad benefactora que construyó la secundaria, supe que las cosas sólo podían empeorar. Hice todo lo que pude, pero no lo logré, y ahora estamos en ésta situación.

Hernán frunció el ceño.

— ¿Por qué nos llamó a nosotros, por qué nos está contando todo ésto?

Del Real sonrió débilmente.

—Porque mi hijo los necesita. El fue quien me hizo saber quiénes eran las personas que podían ayudarlo.
— ¡Pero si ni siquiera lo conocemos! —estalló Leticia— dígame cómo puede el espíritu de su hijo saber algo de nosotros.
—No lo sé, durante meses he estado buscando alguna razón en particular,  y no la encuentro. Solo sé que él los necesita, y que se ha dado una oportunidad única de poner fin a todo lo malo que sigue aquí.

Carolina habló con un hilo de voz.

—Señor Del Real... ¿qué es lo que quiere que hagamos?
—Las cosas van a ponerse complicadas aquí —explicó el hombre con la voz tensa por el esfuerzo que hacía por mantenerse entero— no sé por qué motivo, pero en torno a éstas fechas comenzarán a ver hechos y actitudes extrañas. No se sorprenderán de reconocer las cosas que les he relatado antes, así que por un lado tienen que estar muy atentos, porque al haber tantas personas, estarán en riesgo. Y lo más importante que he venido a pedirles, es que encuentren la forma de salvar a mi hijo. De alguna manera él necesita de su ayuda, porque sabe que ustedes siete pueden ayudarlo.

Fernando tenía naúseas.

—San Luis sabe ésto. Nos engañó para que viniéramos aquí.
—Soy responsable de eso, no su director —explicó Adriano resueltamente— su director trató de impedir éste encuentro a toda costa, pero cuando él mismo experimentó uno de los primeros sucesos, vio que no tenía salida; por favor no lo culpen a él. Necesito pedirles que me ayuden con ésto, se los pido por Matías, por sus compañeros de secundaria y para que los problemas terminen. Y necesitamos también, que no se lo digan a nadie.

Dani intervino, y por primera vez su voz demostraba inseguridad y temor.

—Señor Del Real... ¿Cómo es que su hijo le hizo saber que nos necesitaba a nosotros en particular?

El hombre lo miró con los ojos brillantes.

—En ocasiones cuando estoy aquí, por las noches, puedo escuchar a mi Matías. Él me lo dijo.

Media hora más tarde, los siete estaban en las afueras de la secundaria, reunidos en la plaza más cercana, en medio de un ambiente de total tensión.

—No puedo creer que estamos tomando todo ésto como una real posibilidad —dijo Leticia— es una completa locura.

Dani estaba al centro de todos con un ordenador portátil sobre las piernas.

—La información en éstos tiempos es sumamente importante —dijo resueltamente— y estuve buscando lo que Del Real nos dijo. Y la verdad es que si vamos a los hechos históricos, todo lo que nos dijo fue exactamente como lo dijo, el secuestro, la prensa, la policía, el incendio y la tragedia.
—Yo había escuchado algo de eso, aunque no soy bueno para las noticias —dijo Fernando— supongo que por eso a la sociedad que puso el dinero para esta secundaria no le fue muy difícil comprar el terreno y eso, dicen que esas cosas hacen que bajen los precios.
—Es increíble —comentó Soledad— quiere decir que estamos en medio de una actividad paranormal. ¿Por qué no simplemente cierran la secundaria y ya?

Dani la miró y suspiró.

—No seas inocente, no habría forma de explicarle a más de doscientas familias que una secundaria que lleva alrededor de un año funcionando va a cerrar. ¿Qué les van a decir? Nadie puede hablar de ésto, y francamente nadie lo creería.
—Comprendo por qué es que Del Real perdió el instituto, está loco —dijo a su vez Fernando— viendo como está ahora que han pasado seis años, seguro que nadie le creía ni lo que rezaba en esos momentos.
—Fernando...
—No lo digo con mal tono —se defendió el otro— pero es la verdad.

Lorena aún estaba superada por las emociones. Independiente de lo que estaba sucediendo, lo que había sentido en ese lugar era completamente escalofriante, mucho más de cualquier otra sensación. A ella no le cabía duda de que estaban sucediendo cosas fuera de lo normal.

—En ese lugar hay una cantidad de energía impresionante.
— ¿Tú crees?
—Tal vez me tomen por loca —dijo resignada a la posibilidad— pero me doy cuenta de ese tipo de cosas. Y jamás había sentido algo parecido. Creo en todo lo que nos dijo ese señor, realmente están pasando cosas muy malas a nuestro alrededor.
—De todas maneras tenemos que tomar una decisión —opinó Dani— le pedimos un tiempo para responderle, pero la verdad es que si estamos en algo así, muy bien puede ser que no tengamos mucho de donde elegir.
—Y ni pensar en un cambio —comentó Carolina— a éstas alturas del año sería imposible.

Fernando forzó una risa breve.

—No me gusta reconocerlo, pero si ésto es verdad, y tenemos muchas pruebas de que si, lo más probable es que no tenemos alternativa. Sobre todo si el viejo cumple con lo que le pedimos de darnos algún tipo de prueba.
—Y yo creo que al final fue peor pedirle pruebas de ésto.
—Solo serán tres meses —ironizó Leticia por su parte— ¿qué tan malo puede ser? solo nos han pedido que ayudemos a un espíritu que sufre a encontrar la paz sin tener absolutamente idea de lo que estamos haciendo, con la amenaza de espíritus agresivos por la secundaria, y sin reprobar los exámenes.

Lorena la miró reprobándola.

—No hables de ese modo, no juegues con éstas cosas.
— ¿Y me puedes decir quien se preocupa de nosotros? Mira en lo que estamos metidos ¡Esto es el colmo!
—Eso no tiene importancia —terció Dani— yo opino que ya que las cosas están así, no hay salidas, de todos modos estamos inmersos en la secundaria y si es así, entonces podemos hacer algo al respecto ¿Que dices Soledad?
—Estoy contigo Dani. Ahora solo tenemos que esperar que Del Real en serio nos demuestre lo que nos ha dicho, pero no sé si quiero que llegue ese momento.
—Tendremos que afrontarlo —comentó Lorena abrazándose a su amiga Carolina para infundirse fuerzas— es lo único que podemos hacer.
—Si pasamos el año va a ser un milagro Fernando.
—Es verdad Leticia. Nos espera el día más largo de la historia.
—Y yo pensé que al menos aquí iba a poder estar tranquilo —masculló Hernán enfurecido— pero no podré estar en paz. Maldita secundaria.




Próximo capítulo: Si necesitas un héroe, búscalo

Nuevos proyectos

Quiero agradecer a los seguidores de La traición de Adán en la web.

Desde ésta ventana quiero también conectar con mis otras publicaciones, en Facebook tengo la página http://www.facebook.com/LaTraicionDeAdan donde están todos los capítulos de ésta primera novela.

También quiero utilizar la ventana bloggera para enlazar con la nueva publicación, la nueva novela Maldita secundaria, que también tiene su página en Facebook en el siguiente enlace http://www.facebook.com/MalditaSecundaria?ref=hl

Además he comenzado mis comentarios y publicaciones como escritor en Twitter, donde soy @lopezescritor, desde esa ventana de hasta 140 caracteres estaré anunciando lo nuevo de Maldita secundaria y comentando sobre libros y temas de interés.

Dentro de poco éste blog estará actualizado para ir a la par con las actualizaciones de Facebook y Twitter