La traición de Adán Capitulo 29: Una sola direccion




–Me iré. Ya no puedo seguir quedándome aquí.

Las cosas se habían salido de control. Ya no se trataba de encontrarla, porque eso lo había hecho. Se trataba de que ya no seguiría con eso, no soportaba estar con el juego del gato y el ratón.

–No permitiré que arruine mi vida. Si me encontró aquí, entonces me iré tan lejos como donde no pueda encontrarme.

No, definitivamente no entraría en ese juego. Ella estaba ahí, a solo un palmo de distancia, tenía que llegar a ella de una vez. Pero no, nuevamente se le escapaba, con esa misma actitud caprichosa que había tenido cuando era más joven, mirándolo con esos ojos tan intensos y seduciéndolo, pero a la vez burlándose y huyendo; no lo permitiría más, ahora estarían juntos, y ella jamás volvería a escapar. Sería su Eva y de nadie más.

–Ya llegamos.

Julio Cisternas volvió de sus pensamientos y bajó del vehículo; estaba en una zona residencial, a muy poca distancia de la carretera que salía de la ciudad, un territorio antiguo, marcado por el tiempo que había establecido allí a la gente y a sus casas en el silencio y la calma, al menos aparente. El hombre pasaba la cincuentena, pero los años de trabajo en el campo le habían conferido un físico imponente, y aún alejado de esas labores, se mantenía como un hombre grande y de miembros fuertes. El taxi en el que iba Eva se había detenido solo momentos antes, ignorando por completo al vehículo común en el que iba él. Iba a escapar, iba a subirse a un vehículo que la llevaría oculta junto a ese hombre que la poseía ahora, pero no por mucho tiempo más. Caminó a paso firme, viró en la siguiente esquina y la vio caminando algunos metros más adelante; ocultó tras un vehículo estacionado, el hombrón vio como ella tomaba en la siguiente esquina a la izquierda, y aguzando el oído, le pareció sentir un motor ronronear no muy lejos de ahí. Apuró el paso, y entonces la vio, acercándose a una van, encontrándose con el mismo hombre al que había visto besar en la cafetería el día anterior. El hombre la enfrentaba por algún motivo y ella trataba de acercarse. ¿Pelea de amantes? No duraría, no le daría oportunidad a ese tipo de poseerla nuevamente.

– ¡Eva!

Su grito atronó en la silenciosa calle, e hizo que los dos voltearan sorprendidos. No había más tiempo, esta vez ella no volvería a burlarse de él.

– ¿Quién es ese tipo? –le preguntó Samuel a Eva sin comprender– ¿qué significa esto?

Había descubierto los planes de Adán de huir del país junto con ella, y creía haber llegado en el momento preciso a intervenir y arruinar sus planes, pero la mirada fría de Eva y ese extraño hombre acercándose lo hicieron dudar. Demasiado tarde entendió que las cosas no eran lo que parecían.

– ¡Que has hecho!

La tomó fuertemente por los hombros, pero para ese momento el hombrón estaba muy cerca de ellos, y lo empujó a un costado; hábilmente Eva se quitó del camino, lo que le dejó el camino libre a Cisternas para lo siguiente.

–No lo vas a hacer Eva... ni tú ni él se burlarán de mí.

Eva retrocedió hacia la van que la esperaba a poca distancia; algo había salido mal, aún no sabía qué, pero la mirada desquiciada de ese hombre le advirtió que el plan que habían trazado con Adán había sido un error. En el vehículo a una cuadra de distancia, Adán soltó el volante y se dispuso a bajar, presintiendo también que las cosas habían salido de control, pero todo sucedió muy rápido. Cisternas extrajo un arma de su bolsillo, y con una expresión colérica en el rostro apuntó a Samuel, que reaccionó por instinto a correr justo en dirección a donde iba Eva a toda velocidad.

– ¡No me dispares! ¡No dispares! ¡No dispares!

En medio de los gritos de horror de Samuel, Adán regresó al volante y arrancó el motor, dispuesto a sacar de ahí a Eva antes que las cosas se pusieran peor de lo que estaban. Cisternas no esperó más y disparó.

– ¡No!

Samuel cayó fulminado por el disparo, pero el hombre no se detuvo y volvió a apuntar.

– ¡Eva!

Adán presionó con todas sus fuerzas el acelerador y enseguida el freno, sacando chispas del pavimento mientras el vehículo se sacudía; Eva aprovechó la cercanía para arrojarse al interior por la puerta lateral, pero Cisternas los había alcanzado y trató de subir también a la van detrás de ella. Sin pensarlo dos veces, Adán volvió a presionar el acelerador, y giró el volante con fuerza, sacudiendo nuevamente el vehículo en una maniobra muy arriesgada para una calle tan estrecha; consiguió girar la van en 180 grados, aplastando al hombre contra una muralla. Eva aprovechó para empujarlo, y de inmediato arrancaron el vehículo a toda velocidad, perdiéndose por las calles mientras los vecinos del sector comenzaban a salir, alarmados por los gritos y los disparos.
Poco después, Adán había dejado la van oculta en una bodega, y junto con Eva habían vuelto en el mismo anonimato en el que habían salido de un departamento alquilado en una zona apartada; la idea original había sido salir de ahí en secreto para despertar las sospechas de las personas indicadas, pero ahora se hacía vital volver para tramar una coartada. Eva estaba fuera de sí, y realmente Adán estaba muy cerca del límite.

–Es un desastre Adán, ¿has visto lo que hicimos?
–Eva, tienes que tranquilizarte.
– ¡No me digas que me tranquilice! –gritó ella con desesperación– no me digas lo que tengo que hacer Adán Valdovinos, no después de la catástrofe que causamos.
–Aún no sabemos con claridad lo que pasó.

Eva se acercó a él y lo empujó con fuerza, transmitiéndole una corriente eléctrica que explicaba muy bien su estado.

–Por supuesto que sabemos lo que pasó Adán, no hay ningún tipo de interpretación para esto: somos asesinos.

Adán la fulminó con la mirada.

–Cállate, eso no es cierto.
–Claro que sí, todo esto es nuestra culpa. Somos culpables de lo que le ha pasado a esos hombres, tú y yo tenemos esa responsabilidad.
– ¡Ellos eran una amenaza para nosotros y lo sabes! –gritó él de vuelta, pero estaba sintiendo el peso de las palabras de ella– lo único que podíamos hacer era defendernos.
–Eso no cambia el resultado –replicó ella lúgubremente– ahora también tenemos eso en la conciencia.

Adán sabía que estaban en la situación más compleja que pudieron haber ideado, pero no iba a rendirse, tenía que haber una forma de salir adelante.

–Puedo vivir con eso –dijo decidido– puedo sobrellevarlo, prefiero eso a que te ocurra algo, o que no estemos juntos.

Se miraron fijamente. Habían tantas cosas que sabían el uno del otro, tanto en común, una conexión tan fuerte a nivel físico y sensorial que resultaba insoportable la sola idea de estar separados, pero una situación como la que enfrentaban los ponía al límite, enfrentando el amor y la unión que tenían con lo más básico de sus instintos, lo que los llevaba a sobrevivir a costa de cualquier cosa.

–Tenemos que salir de aquí e investigar en que va todo –dijo al fin Eva, sin calmarse pero obligándose a mantenerse en su centro– además necesitaremos una coartada para este tiempo.
–Por el momento sabemos que es difícil que nos localicen en ese lugar, tomamos precauciones para empezar.
–Salgamos de este lugar entonces.

Por la noche recién se emitió una noticia más o menos completa con respecto a los hechos ocurridos antes; la información era escasa y confusa, pero algo sorprendió a Adán mientras estaba en su departamento: ninguno de los dos involucrados estaba muerto. Samuel había recibido el disparo en el pecho, pero en una zona no vital, así que estaba entubado en ciudados intensivos con pronóstico reservado, lo que significaba que habían bastantes posibilidades de que las cosas empeoraran para él; Cisternas en tanto, tenía múltiples heridas provocadas por el que los medios informaban como choque, y varios órganos comprometidos, lo que indicaba que también estaba fuera de combate por el momento.
Eso podía ser bueno desde un punto de vista moral, pero multiplicaba los riesgos prácticos, porque había dos testigos vitales que aun podían arruinar todos sus planes. Habían decidido con Eva mantenerse alejados de momento y siempre visibles, de modo de evitar cualquier sospecha en el entorno; por el momento nadie podía relacionarlos con esos hechos, pero eventualmente alguien podía decir alguna referencia del pasado de Cisternas, o haber visto a Samuel con algún misterioso conocido, y eso llevaría a que quisieran investigar. Tenía planeado algún tipo de enfrentamiento entre Cisternas y Samuel para poder hacer intervenir a la policía y anularlos momentáneamente, inclusive exponer alguna historia inventada que surgiera como verdad oculta, algo de abuso o de drogas para causarles más problemas mientras ganaban más tiempo y podían armar algo más, pero no se imaginó una balacera con todas esas consecuencias. Eva tenía razón, la situación era catastrófica, más todavía porque se encontraban en un punto ciego donde todo podía complicarse aún más en varias direcciones, y además de eso estaba atado de manos momentáneamente.
Solo tenía una alternativa, y esa era seguir adelante sin detenerse. El producto de sus inversiones en la galería ya estaba seguro en una cuenta en el extranjero, y las ganancias por Boulevard y por Hotel estaban dirigidas a otra cuenta, lo que lo protegía ante cualquier eventualidad; no se lo había preguntado, pero lo más probable es que Eva estuviera protegiéndose de un modo similar. Por un lado agradecía haber salido ileso tanto él cómo Eva, pero por otro, estaba sumido en una incertidumbre total, obligado a permanecer firme ante cualquier circunstancia.

Eva estaba momentáneamente recluida en su habitación de hotel, luchando por volver a ser la de siempre; las cosas habían pasado los límites, y lo peor es que ni siquiera podía darse por satisfecha, porque aún tenía que esperar los resultados de los tratamientos a los que estaban siendo sometidos tanto Cisternas como Samuel. Por el momento estaba a salvo, protegida, pero a la vez enfrentada a un mar de incertidumbres; muy a su pesar, trasladó todos sus bienes, las inversiones y ganancias a una cuenta en el extranjero, para protegerse ante cualquier eventualidad. ¿Acaso tendría que escapar dado el caso? Era una mala perspectiva, pero definitivamente preferible a la de encontrarse cara a cara con la policía. Adán tenía razón, debía aprender a sobrellevar lo que había hecho, y no rendirse, porque solo así podría cumplir con sus objetivos, y precisamente en esos momentos el trabajo en Hotel ya le estaba reportando tanto beneficios como interesantes utilidades, que no estaba dispuesta a perder.

Una semana más tarde, las cosas seguían en las mismas condiciones, excepto que tanto Eva como Adán habían regresado a su vida de costumbre, haciendo oídos sordos a cualquier posible peligro mientras este no fuera explícito, aunque en secreto mantenían los ojos puestos en los servicios de urgencia ante cualquier movimiento fuera de lo común. Y lo más tenso es que todo seguía igual.

–Adán, ya tenemos firmado el último permiso, empezamos a trabajar en la zona de construcción hoy mismo.
–Excelente, creí que íbamos a tener que esperar hasta Febrero pero al fin estamos autorizados. Las empresas de maquinarias, la asignación de obreros, los tiempos fuera de horario, las estructuras, los acabados, las obras gruesas, los equipos, está todo definido.

Estaban solos en una de las oficinas de la constructora, después de las seis, afinando los últimos detalles. Sabían que Bernarda estaría en júbilo al saber la buena nueva.

–Ahora viene lo más pesado, la coordinación de todo, porque hasta ahora luce bien en el papel – comentó Eva mirando los detallados planos– me parece un diseño fuerte y sin puntos débiles, creo que la primera impresión será fundamental en los clientes.
–Es cierto, ya de entrada los túneles exclusivos con los decorados especiales y las rutas hacia los estacionamientos modulares son interesantes, además el Hotel cumple con todo lo que se necesita para ser de gran categoría. ¿Sabes qué? Creo que el segundo punto fuerte es la sala de recepción.
–Si es tan impresionante como la sugerimos, entonces si será un gran punto fuerte. Ahora tenemos que avisarle a Bernarda y prepararnos para que nos arrastre a una de sus alcoholizadas celebraciones.
–Es un precio aceptable por ésto –comentó Adán– además lo necesitamos después de todo el trabajo al que hemos estado sometidos. Solo mira la hora, casi dan las siete y ni siquiera hemos almorzado. Propongo que dejemos que Bernarda pague el almuerzo–cena y nos desentendemos de detalles.
–Estoy de acuerdo, hagamos eso.

Adán marcó el número de Bernarda; Eva sabía muy bien que tenían el acuerdo de no mencionar el más mínimo detalle personal durante horas de trabajo, pero sentía en él la irritación y el cansancio por la espera. Ella también estaba nerviosa mientras pasaban los días.

Esteban estaba en su departamento cuando recibió la llamada de F, su misterioso informante al que solo había visto un par de veces y del que no tenía ningún dato; contestó esperando alguna novedad.

–Hola.
– ¿Has visto las noticias? –le preguntó de golpe– ¿eso de que hay dos heridos en un incidente confuso casi a las afueras de la ciudad?

Esteban se quedó un momento sin saber que decir, pero al fin recordó.

–Sí, la vi. ¿Por qué me estás preguntando esto?
–Uno de los dos involucrados, Samuel Benavente, es un genio de la informática; no lo conozco personalmente, pero en este mundo siempre terminas sabiendo algo del resto, y este tipo se inmiscuyó en una serie de asuntos que te van a interesar: estuvo rastreando datos para Adán Valdovinos.
– ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
–No lo entenderías si te explico cómo rastreo a las personas, pero Samuel recibió un par de visitas de Valdovinos antes que la galería de Carmen Basaure fuera inaugurada, y recientemente ellos dos y Eva San Román estuvieron juntos en una cafetería, justo antes del incidente que mandó a nuestro genio a urgencias.

Esteban no entendía nada.

–Cielos, no sé qué decir, ni siquiera entiendo cómo llegaste a eso.
–En parte gracias a las cámaras de seguridad, el resto es ingenio.
–Te creo. Pero tienes razón, me interesa pero no lo comprendo del todo; por lo que imagino, Valdovinos podría necesitar los servicios de Benavente para poder hacer investigaciones o... claro, la forma en que sabotearon nuestro correo.
–Es una posibilidad.
–Por lo que se ha dicho en las noticias, este hecho es confuso y se piensa que hay más involucrados, así que perfectamente... oh, Dios, estoy pensando que Valdovinos podría haber querido deshacerse de él por algún motivo.
–Como tener información.
–No es muy alentador para ti.
–Por eso es que nadie sabe nada de mí, y por suerte soy del tipo físico que con un cambio de cabello y ropa me vuelvo irreconocible; voy a tratar de conseguir más información, aunque estando otro genio en medio puede ser más complicado, pero te digo esto Esteban: me caes bien, este consejo es gratis, cuídate de este tipo, porque tengo la sensación de que a su alrededor siempre hay alguien que sale perjudicado.


Próximo episodio: Deseo en ausencia



La traición de Adán Capitulo 28: Verdades absolutas



La noche del cuatro de Enero terminó siendo trascendental para Eva y Adán; ambos, por separado, llegaron a la conclusión de que no podían seguir ocultándose cosas, así que al reunirse en el cuarto de hotel de Eva optaron por hablar con toda sinceridad. Adán le contó su pasado en el hogar de infantes, y Eva de su paso fallido por el matrimonio en el campo, aunque ambos dejaron detalles sin decir: Eva no habló de las insinuaciones que había obviado, y Adán no mencionó su identidad original; de algún modo ambos habían sellado parte de su pasado de manera definitiva, y extendieron el límite de la confianza hasta el máximo que  se permitieron, hasta el punto en que creyeron entregar y recibir el ciento por ciento. Lo más gratificante para ambos fue que nada pareció cambiar o arruinarse, más bien la unión entre los dos se volvió más intensa y completa; cerca del amanecer compartían plácidamente la cama, aunque en realidad sus pensamientos estaban lejos de ser calmos.

–Estuve pensando en todo esto –dijo ella– y creo que puede haber algo que nos beneficie.
– ¿Algo como qué?
–Que quienes nos están amenazando no saben de la existencia de la otra persona.

Adán inspiró profundamente.

–Samuel es un genio de la informática, es seguro que ya sabe que tenemos una relación, así que ese elemento no es ningún beneficio.
–No me refería a eso. Pero piensa en esto: quien me persigue es peligroso y seguramente pretende actuar muy pronto, mientras que quien te acosa es pasivo, pretende conseguir beneficios a largo plazo.

Adán recordó la expresión de Samuel. Que irónico, antes había usado su encanto para conseguir cosas incluso de hombres, siempre sin entregar nada a cambio, y la única vez que había estado dispuesto a cualquier cosa, había sido rechazado.

– ¿Y eso cómo nos ayuda?
–Hagamos que se encuentren –explicó ella lentamente, aun pensando– no quiero ensuciarme las manos, pero ellos ya las tienen manchadas, usemos eso en su contra, convirtamos a cada uno en rival del otro.

Adán guardó silencio. Si Cisternas llegaba a saber de la existencia de un hombre en la vida de Eva, bien podía querer eliminarlo de su camino y en cuanto a Samuel, si explotaba su capacidad de investigación y  sobretodo sus deseos de venganza, bien podía ser una buena idea.

–Creo que tienes razón. No lo había pensado, pero tendríamos que actuar ahora mismo, para no darle tiempo a ninguno de los dos de descubrir el plan.
–Lo que tiene que ver con Cienfuegos es sencillo –comentó Eva– basta con que crea que tengo una relación con Samuel, pero no sé muy bien cómo hacer que él  encaje.
–Samuel es curioso, dejemos que crea que me iré escapando del país, y que me llevo conmigo mi dinero; después solo hay  que hacer  que las cosas coincidan.
–Me parece perfecto. Eso quiere decir que tenemos que poner en  funcionamiento el plan ahora mismo, cuando comience el día.

Eva se sintió un poco más tranquila, ya teniendo algo en mente para defenderse y continuar adelante; por su parte Adán trabajaba en la forma de lograr que todo se diera en su favor.

Micaela estaba en su departamento cuando sonó su teléfono celular; era muy temprano, pero el sonido era el tono de Esteban, así que significaba algo  importante.

–Dime.
–Acabo de comprobarlo –dijo Esteban bastante  excitado– F me llamó, la empresa de armado de estructuras que contrató Bernarda Solar hace dos años está instalada en el país, está dentro de las concursantes para el Hotel del Aeropuerto y ya tiene varios negocios más chicos.

Micaela aún dormía un poco, pero no encontró nada llamativo.

–Perdona, pero no veo que es lo tan importante. Ya habíamos dicho que era probable que eso pasara.
–Eso no es lo importante. Se trata de con quien están haciendo negocios. El restaurante de Pilar tiene instalaciones fabricadas por esa empresa, y un ejecutivo al servicio de Bernarda estuvo sumamente interesado en comprar, aunque lo rechazaron de inmediato.

¿Bernarda tratando de comprar el restaurante de Pilar? ¿Y una empresa suya detrás de parte de la construcción del inmueble? Eso activó los radares de Micaela.

–Espera. ¿Hiciste toda esa investigación por mí?
–Eso es lo que hacen los amigos.
–Eres el mejor hombre del mundo –replicó ella  con la voz quebrada– te lo juro que eres el mejor.
–Espero que muchas otras mujeres también lo descubran –comentó Esteban livianamente– pero si te sigo lo suficiente en tus conjeturas sobre Bernarda, puede ser algo preocupante.
–Lo es. Aquí hay algo muy extraño, no es casual que ocurra una cosa como esta. Muchísimas gracias Esteban, eres el mejor, ahora solo tengo que encontrar la forma de advertirle a Pilar sobre lo que está pasando.

Esa misma mañana Micaela fue al restaurante Morlacos; había oído de él, pero era realmente bonito. No tuvo necesidad de llegar a la administración porque se topó con Margarita antes, y la amiga de Pilar estaba claramente en modo defensivo.

–Margarita, necesito hablar con Pilar.

La otra sacudió su cabello y le dedicó una mirada de rechazo.

–No está.
–Escucha, es importante, sé que debe estar aquí.
–Pilar no está. No para ti.

No estaba llegando a ninguna parte. Decidió no entrar en conflictos.

–Margarita, es importante, por favor, necesito hablar con ella ahora mismo.
– ¿Es  molesto cuando no quieren escucharte, verdad? –atacó directamente– espero que sepas lo que se siente.
–No quiero discutir contigo, necesito hablar de algo urgente, esto no se trata de Pilar y yo.
–Al parecer ese es el problema, que no se trata de Pilar. ¿Tienes alguna idea de lo que ha pasado, de lo que ha sufrido mi amiga por ti? Se supone que está librándose de ti, así que no sé qué es lo que quieres ahora.

Micaela se quedó sin palabras un instante. Pilar, que había escuchado la última parte, decidió intervenir.

–Margarita, voy a hablar con ella.
– ¿Qué? –la mujer se sorprendió al verla– pero Pilar...
–Estaré bien, te lo prometo.

Margarita se rindió y se alejó. Pilar enfrentó a Micaela, aunque sin acercarse.

–Lamento venir a molestarte –empezó torpemente– pero descubrí que Bernarda intentó comprar tu restaurante.
–Le dije que no está en venta –replicó Pilar enfática– y se terminó el asunto. ¿Por qué estás aquí?
–Porque descubrí algo más. Una empresa perteneciente a Bernarda, una creadora de estructuras, trabajó aquí, es decir que tiene parte en la construcción de este lugar.
– ¿Y eso que tiene que ver contigo? Es decir, dime cuáles son tus verdaderas motivaciones.
–Es porque me parece muy sospechoso el interés tan repentino en comprar tu restaurante por parte de ella, y el hecho de que una empresa suya esté involucrada me da mala espina, me hace sentir que tiene malas intenciones.
–No veo qué podría hacer en mi contra.
–Pero yo si –afirmó Micaela con fuerza– Bernarda es capaz de cualquier cosa y eso lo sabes. ¿Qué tal si quiere hacerte algún daño por todo lo que pasó antes?

El argumento tenía peso. En ese momento Pilar recordó lo que sintió cuando la llamaron por teléfono, y como es que amenazó a Bernarda Solar por precaución.

–Escúchame –siguió Micaela– sé que estas enojada conmigo y tienes toda la razón del mundo, pero quiero que pongas atención en esto porque es importante para ti. Sé muy bien que Bernarda no tiene límites, y aunque estoy tratando de hacer algo en su contra para evitar que siga haciéndole  mal a todos, no  sé cuánto me voy a tardar, por eso quiero que te protejas. Lo último que quiero es que salgas más perjudicada, ya te hice demasiado daño.

Tenía los ojos inundados en lágrimas. Estaba siendo sincera al máximo, y solo rogaba que entre  la rabia, esa mujer que la había querido pudiera reaccionar a tiempo.

–Gracias por la información –replicó Pilar al fin– lo tendré en cuenta.
–Por favor hazlo. No te  confíes, Bernarda puede ser muy peligrosa pero también es astuta.
–Lo sé. Ahora tengo cosas que hacer.

Se dio media vuelta y entró en su oficina, seguida a los pocos momentos por Margarita. Micaela le dedicó una mirada al lugar mientras salía, estaba muy bien decorado y se olía la buena comida; pero algo no estaba bien, había algo, indefinido aún, pero que no terminaba de gustarle, o tal vez solo era la sensación de peligro que representaba la figura de Bernarda. Dentro de la oficina, Margarita estaba al borde de la desesperación.

–No lo entiendo, la tenía controlada, no tenías por qué aparecer.
–Está bien Margarita –replicó  Pilar tratando de calmarla– las cosas son distintas ahora, tengo que enfrentarla en algún momento o nunca sabré si estoy preparada.
–Igual no era el momento.
–Quizás sí.

Se quedó un momento pensando, lo que detonó las alarmas de su amiga.

– ¿Por qué tienes esa cara?
–Micaela me dijo algo que me llamó mucho la atención. La empresa de armado de estructuras que  trabajo aquí es propiedad de Bernarda Solar.

La otra mujer se quedó un momento en blanco; no hizo conjeturas en voz alta, pero vaya sí que las había hecho.

–Estas tratando de decirme que... ay por Dios... eso significa que ella ¿podría estar tramando algo en nuestra contra?
–No lo sé. Pero de todos modos es raro, no creo que sea una coincidencia que esa empresa justo haya trabajado aquí.
–Pero claro que no es coincidencia –dijo Margarita con tono lúgubre– sabemos lo que  es capaz de hacer ella, pero aun no veo porque... oh por Dios, oh por Dios...
– ¿Qué?
–Ella quiere vengarse de ti, es por eso que lo hizo.
–Pero ya me arruinó la vida, no hay forma de que... a menos que... claro –descubrió al fin– por eso es que la empresa trabajó aquí. No puede hacerme nada, a menos que me ataque a través del restaurante. Lo compra o lo destruye. Margarita, tenemos que conseguir un equipo que haga una evaluación de la construcción y de los materiales de este lugar, temo que pueda haber algo que esté muy mal.

Luna estaba disfrutando de una sesión de belleza en uno de los centros de tratamiento del Boulevard. Estaba contenta con su trabajo y con lo que se venía para el Hotel, pero recientemente había  descubierto una nueva atracción: Adán. Ese hombre era increíblemente atractivo, tenía un excelente físico hasta donde había visto hasta ahora, era bello de rasgos, visiblemente apasionado, fuerte, inteligente y exitoso, pero además de todo eso tenía un ingrediente adicional, y es que estaba completamente enamorado de una mujer; al principio creyó que era algo a la distancia, pero recientemente descubrió que esa mujer era nada menos que Eva San Román, la ejecutiva perfecta contratada por Bernarda. Estaba claro que tenían un romance de máximo secreto, aunque aún no sabía bien el motivo, es decir, casi parecían la pareja perfecta, por lo que no veía algún motivo evidente. Claro que  también estaba la opción más obvia, y es que mantuvieran en secreto el romance para poder sacar beneficios por separado de los negocios y trabajos en los que estaban involucrados. Muy interesante, pero más lo era algo que había visto desde el principio, ese deseo reprimido en  él cuando la veía; seguramente con Eva tenían sexo espectacular y todo eso, pero lo que Luna veía en la mirada de Adán hacia ella era otra cosa, algo que nunca podría encontrar en ninguna otra parte, era deseo en estado puro, ganas de tomar y entregar el cuerpo a lo salvaje, a lo prohibido y oscuro, porque ese hombre seguro que podía tener a la mujer que quisiera y cuando quisiera, menos a ella cuando estaba con la otra.
A menos que Luna hiciera algo al respecto.

Adán ya había dado el importante paso para cumplir con su objetivo de sacar de su camino a los nuevos obstáculos que tenía. Usando direcciones de correo falsas e identidades inventadas, consiguió a través de Internet pasajes para él y otra persona, directo a un país en el Norte del continente europeo, con lo que esperaba que Samuel picara de inmediato. Acto seguido lo llamó por teléfono y lo citó en una cafetería en el barrio bohemio de la ciudad.
Para cuando Samuel llegó al lugar indicado, se encontró con Adán en compañía de Eva San Román, de quien desde luego sabía, pero a quien no tenía considerada en sus planes.

–Siéntate Samuel. Te presento a Eva, ella está colaborando conmigo en algunos negocios.

Samuel se sentó frente a ellos con una expresión inescrutable en el rostro. Ambos se veían tan confiados, tan seguros.

–Samuel, estoy preocupado por un asunto personal y necesito que hagamos un cambio en el acuerdo que tenemos. Disculpa, es de la oficina.

Se levantó y contestó el celular, dejando solos en la mesa a Eva frente  a Samuel. La mujer lo miró evaluándolo.

–Adán no me dijo que además de inteligente eras atractivo.
–Imagino que no.
– ¿Y nunca has pensado en que puedes utilizar algo más que tu cerebro en la vida?
– ¿A qué te refieres?

Eva se puso de pie, rodeó la mesa, y lenta y sutilmente se acercó a Samuel que la miraba sin comprender; pronto el acercamiento fue tanto que sus rostros estaban peligrosamente cerca.

–Ese  perfume es exclusivo. Me encanta.
– ¿Qué es lo que quieres?
–Dímelo tú.

Y con gracia, lentamente, acercó aún más su rostro, rozando con sus labios los de él, dejando que la respiración y la sorpresa hicieran el resto, una mano en el hombro en la posición adecuada bastaba para completar la escena. No hubo respuesta.
Eva volvió a sentarse sin un ápice de insatisfacción, más bien parecía divertirse con la situación.

–Estás en el lugar equivocado preciosa.
–No puedes culparme por intentarlo –dijo ella con voz susurrante– en la vida todo se trata de posibilidades.
–Lo sé.

En ese momento volvió Adán, y Eva recuperó su apariencia fría de antes.

–Eva, el contrato con la operadora de máquinas se cayó, tendremos que buscar otra ahora mismo.
–Lo tendré en cuenta.
–Volviendo a lo nuestro  Samuel, me incomoda seguir tus pasos en el acuerdo que tenemos. Ahora mismo estoy con muchos ojos sobre mí y no quiero levantar sospechas, pero una cantidad considerable de dinero saliendo de mis cuentas en estos tiempos puede acarrearnos problemas.
–Supuse que tenías resuelta una coartada.
–No fue así, no desde que el Hotel depende de mí desde antes de comenzar a funcionar; en términos técnicos, soy auditable desde que firmé el contrato.

La mente de Samuel trabajaba a toda velocidad.

–La mayoría de las veces suceden cosas similares, así que no hay mayor motivo para que te preocupes.
–Si lo hay, desde que un hombre se suicidó en medio de la galería de Carmen Basaure. Ahora estoy indirectamente involucrado y lo peor es que el suicidio dejo una serie de interrogantes, de modo que cualquier cosa extraña que ocurra puede ser vista u oída. De todos modos tengo un plan alternativo, porque retiré mis inversiones relacionadas con  esa galería, así que pondré ese dinero en una cuenta de uso compartido, a la que tendrás acceso directo tú o quien tú dispongas. El modo de operar de la cuenta es que por contrato solo se podrá disponer de una cantidad específica de dinero cada cierto tramo de tiempo, así que no será sospecha que el dinero sea retirado por ti o por mí porque la cuenta está  pensada para eso.
–Me parece lógico, aunque desde luego delegaré el acceso a otra persona por motivos de seguridad. De todos modos podríamos haber hablado esto por teléfono.

Adán sonrió espléndidamente.

–No voy a arriesgarme de ninguna manera. En el sobre que tienes en el bolsillo están los datos que necesitas, solo tienes que seguir el procedimiento a través de internet y tendrás acceso a la cuenta; lo único que necesito es que me estregues una dirección de correo electrónico segura a través de la que nos podamos comunicar.

Samuel sacó de  su bolsillo el sobre que Eva había depositado sin que él lo notara. Se dejó el contenido y apuntó en el reverso del sobre una dirección de un apartado creado por él, a través de la cual podía inmiscuirse en la vida de Adán con solo un clic. Le entregó el sobre al otro, quien se lo guardó sin leerlo.

–Sigue las instrucciones al pie de la letra. Y ten ciudado con lo que haces.
–Descuida –comentó él obviando la amenaza velada– tengo muy clara la situación en la que estoy. Ahora nos vamos.

Eva se alejó primero, mientras los dos hombres se ponían de pie.

–No me traiciones Adán, sabes que puedo hacer muchas cosas en tu contra.
–No voy a traicionarte Samu –replicó el otro usando su antiguo trato amistoso– tengo demasiadas cosas de que ocuparme como para perder tiempo en una pelea en la que no soy el más fuerte. Nos veremos.

Samuel volvió a sentarse mientras Adán se desvanecía entre la gente. Que estuviera tratando de huir del país era comprensible, sobre todo si intentaba distraerlo  con el asunto de la cuenta, pero no se saldría con la suya. De momento lo tendría vigilado, y tan pronto como cometiera el error, tendría un argumento más con el que controlarlo, y esta vez por completo.



Próximo episodio: Una sola dirección



La traición de Adán Capítulo 27: Dos balas



Eva estaba en su oficina muy temprano por la mañana; ya había comenzado el mes de Enero y la parte previa de los trabajos estaba andando rápidamente, los permisos y contratos estaban en trámite y ya dentro de poco se comenzaría la intervención en el terreno en donde estaría el Hotel. Recibió entonces comunicación de su secretaria.

–Señorita San Román, al teléfono está Méndez.
–Páseme la llamada. Gracias.

Ya estaba ansiosa por recibir la llamada del detective privado, no podía sacarse de la cabeza la idea del peligro que representaba en esos momentos cualquier tipo de amenaza; tomó el auricular y saludó.

–Buenos días.
–Hola preciosa.

Sintió que se le contraían todos los músculos de la cara en una mueca de espanto; era él, usando el nombre del detective privado. No alcanzó a hablar cuando la melodiosa voz volvió a oírse.

–Es tu culpa. Lo que está pasando en este momento es tu culpa.

Cortó. Lívida, Eva dejó el auricular sobre el escritorio, pero en vez de sentarse tomó el mando remoto del televisor de su oficina y lo encendió, sintonizando el canal de noticias; con horror vio como en ese preciso instante se mostraba la secuencia mientras un periodista relataba los hechos: un vehículo a toda velocidad por la carretera se estrellaba contra un camión al pasar sin detenerse una luz roja. Mientras se mostraba el video, que claramente pertenecía a un ciudadano que había grabado con el celular, en pantalla aparecía la fotografía de la víctima fatal,  identificado como Mijaíl Macrura. Era el detective que había contratado, y estaba muerto. Mientras hablaba un oficial de policía volvieron a pasar el video, y pudo entenderlo: no había sido un accidente, el detective iba siguiendo a alguien en su vehículo, iba siguiendo al automóvil barato y pasado de época que iba justo adelante.
Sonó su teléfono celular, y Eva lanzó un grito de miedo. Era Adán. No podía contestarle, no en ese momento, de modo que cortó y apagó el celular momentáneamente; estaba ahí, en alguna parte, pero estaba ahí, y ya no podía poner distancia entre ellos nuevamente.
Entonces, Eva recordó el pasado, y se sintió nuevamente en medio de la situación que había originado la desgracia que la acechaba sin cesar. Julio Cisternas era un próspero administrador de terrenos en el campo, precisamente en una zona cercana a la casa hogar en donde ella se había criado; un lugar decadente y sucio, presentado a las autoridades como un hogar de esfuerzo, pero que en realidad era sobrellevado por los dirigentes en un régimen estricto como en época de guerra, donde los jóvenes eran lo mismo que prisioneros y trabajadores, dedicados por obligación a realizar las labores que eran necesarias, pero para las que no se les entregaba siquiera lo mínimo, y a cambio de las que recibían menos comida que la indicada. Ella era parte de ese grupo, pero desde siempre supo que eso no era para ella, había algo más afuera de esas paredes y tenía que conocerlo; todos decían que  cumplir los dieciocho era la libertad porque podía irse, pero Eva no podía esperar tanto, no cuando tenía trece y ya estaba desesperada por huir. Debía salir de ese sitio a como diera lugar, y no podía hacerlo sola, así que buscó y buscó, hasta que dio con el objetivo perfecto, un matrimonio sin hijos. Comenzó el acercamiento con bastante facilidad, se hizo de la confianza y amistad de la esposa, y sin adelantarse a los hechos, dejó que su inteligencia terminara el trabajo que sus bellos ojos habían comenzado. Sabía que tenía un efecto en las personas, de modo que cuando ya los tenía en sus manos, dejó que ellos se sintieran como su familia, calculando las palabras y los hechos para que, sin decirlo ella misma, pasaran a considerarla como una hija. Pasaron varios meses en los que estaba cada vez menos en el hogar y más con el matrimonio, más con buena comida y menos hambrienta, pero hubo algo que no pudo calcular con anticipación, y eso  comenzó a pasar, la mirada del marido se modificaba, aunque eran solo destellos, nada más una impresión momentánea. Hizo caso omiso, ignoró las señales, y obsesionada por salir del hogar cinco años antes de lo presupuestado, siguió adelante con la familia a la que estaba decidida a integrarse. Pero el castigo por su soberbia y ceguera estaba muy cerca, porque de la noche a la mañana las miradas con fugaces segundas intenciones se convirtieron en realidad, y el hasta entonces agradable posible padre se volvió en el acosador con perversas intenciones; todo estaba en su contra, pero Eva no se rindió, y aprovechó las oscuras intenciones de él en su favor, para montar un espectáculo en el que a fin de cuentas ella quedó como la víctima absoluta. El matrimonio se quebró, y aunque la esposa jamás creyó que la joven tuviera responsabilidad alguna, tampoco podía seguir cerca de ella, porque su existencia le recordaba como el hombre al que había amado se había convertido en un monstruo. Esa parte del plan falló por completo, pero al menos consiguió en su beneficio una cantidad de dinero en una cuenta bancaria y una beca en un internado, fruto de una combinación de amor maternal y culpa. Jamás volvió a saber de ninguno de los dos, aprovechó la estancia en el internado para pulirse y adquirir el máximo de los conocimientos que ese lugar podía entregarle, y una vez que salió era otra, una jovencita hermosa, inteligente, culta, propia y vivaz, capaz de llegar tan lejos como quisiera. Utilizando una sutil mezcla de encanto y capacidad, se hizo de los contactos necesarios entre miembros de una universidad, ingresó y logró viajar, cultivándose aún más y logrando un ascenso meteórico que muchas otras solo podían imaginar, y que muchas lograrían a lo máximo a los cuarenta, mientras ella no tenía treinta y ya lo estaba logrando; pero el fantasma de ese hombre nunca se fue en realidad, solo había estado buscándola incesantemente, hasta encontrarse con ella en esa ciudad finalmente. Tuvo una aterradora idea, buscó ciertos datos en la red, y comprobó lo que a esas alturas era una especie de profecía críptica: la ex esposa de Julio Cisternas se había suicidado hacía un par de años.
Se sentó ante su escritorio tratando de calmarse. Había llegado demasiado lejos, pero había fallado estruendosamente tanto en escapar como en encontrar un método para alejarlo, y ese hombre estaba loco, ya no importaba si lo estaba por ella, por la ruina o por sus propios demonios, pero lo cierto es que lo estaba, y la siguiente víctima de su locura después del detective, seguramente sería ella.
A menos que hiciera algo al respecto.

Adán viajaba a toda velocidad en su automóvil rumbo a la galería de arte de Carmen Basaure; dejó a un lado el teléfono celular, extrañado de que Eva no solo le cortara, sino que además apagara su dispositivo. Eso no era normal, podía ser muestra de algún peligro, pero sabía que no era de importancia vital o ella se lo habría dicho.
¿Se lo habría dicho?
Recordó la amenaza y el chantaje de Samuel, y se sintió incómodo ante una ficticia escena en donde Eva se preguntaba si él sería absolutamente sincero con ella. Pero no era lo mismo, la situación son Samuel le exigía secreto, por un lado para no arriesgarla a ella, y por otro para tener libertad de acción a la hora de quitarlo de su camino.
Para el momento en que llegó a la galería de arte, la policía ya se le había adelantado y tenía acordonado el sector.

–Oficial, soy Adán Valdovinos, hablamos por teléfono.

El policía a cargo era un tipo cincuentón, de los que han hecho su carrera en las calles. Era demasiado duro para que algo lo impresionara.

–Qué bueno que llegó pronto. El hombre se llamaba Bastián Donoso, estaba con visa de turista, y básicamente se voló la cabeza de un disparo en medio de la galería.

Adán supo al instante que aquel acto de locura había sido cometido en un lugar específico, justo frente a El regreso al paraíso, así que no necesitaba verlo.

– ¿Saben cómo entró?
–Sí, forzó la entrada con una ganzúa. El servicio de alarma funcionó, pero el vehículo de vigilancia no tuvo tiempo de llegar, el hombre se suicidó casi al momento de entrar en el lugar. ¿Sabe quién es este hombre o si tiene alguna relación con la galería o con la señora Basaure?

Adán respondió  con total seguridad.

–El nombre me es desconocido por completo. ¿Tiene alguna fotografía?
–Sí, pero dudo que quiera verla. Aunque tengo su identificación, vea.

Le exhibió un sobre de plástico hermético dentro del que había una tarjeta de identificación. El hombre era prácticamente de treinta y algo, muy atractivo, moreno y de mirada penetrante, eso solo era parte de lo que había atraído  a Carmen.

–No lo he visto, además tampoco es una persona que Carmen haya siquiera mencionado en el pasado. Me pregunto si la pintura habrá tenido algo que ver en esto.
– ¿Por qué lo dice?
–La pintura central de la muestra –explicó Adán para darle sustento  a su argumento– es un cuadro doble, que al mirarlo produce un efecto tridimensional, es decir la persona ve como si estuviera dentro de la pintura, y fue calificada como un espectáculo tormentoso para los sentidos, quizás en determinadas personas pueda provocar un efecto incorrecto.

El policía pareció entrar en sintonía.

–Explíqueme un poco más.
–La idea del cuadro es provocar sensaciones reales, es decir trascender del simple gusto, y se logró. Sin embargo... oficial, yo he visto muchas cosas en mi vida, supongo que entiende  a lo que me refiero.
–Sí.
–Y pues... este cuadro  era perturbador. Pero no sé si a una persona que ya estuviese perturbada podía causarle algún efecto más allá de un simple estremecimiento.
– ¿Está tratando de decir que la pintura podría provocar el suicidio de alguien con las facultades psicológicas perturbadas?
–No lo digo, me pregunto si es una posibilidad.
–El hombre está muerto en el centro de la galería –reflexionó el policía– y su sangre salpicó dos cuadros, se refiere a esos dos.
–Si están exactamente en el centro de la galería y en Angulo de menos de 180 grados, sí.
–Entonces si son esos cuadros. Nunca lo he visto, pero he escuchado de gente que ha enloquecido por personas, objetos, canciones, artistas y actrices, supongo que resulta posible, así que lo agregare a las vías de investigación. ¿Tiene como ubicar a la señora Basaure?
–Esta fuera del país en un viaje de introspección, así que esta desconectada del mundo. ¿Cree que es necesario contarle?

El policía lo miró perplejo.

–Hay un muerto en su galería, y su sangre está en sus cuadros.

Adán se dio cuenta muy tarde de que estaba siendo demasiado frio.

–Lo entiendo, a lo que me  refiero es a si ella es relevante para la investigación.
–Claro. De momento no, ya que no estaba en el país al momento de la muerte de Donoso, pero si le recomiendo que la localice, a la larga la necesitaremos.
–Desde luego. Oficial,  necesito pedirle dos cosas.
–Dígame.
–Lo primero, es que haga lo posible por evitar los detalles escabrosos, la carrera de Carmen depende mucho de eso; sé que es imposible evitar que la noticia se sepa, pero al menos quisiera protegerla lo más posible.
–Haré lo que pueda.
–Lo otro que necesito pedirle es que me contacte a cualquier hora si necesita algún dato, o tiene alguna noticia relevante sobre la investigación; mientras la artista está en el extranjero soy yo quien es responsable de ese tipo de gestiones.
–De acuerdo, estaremos en contacto entonces  ante cualquier situación. Ahora como comprenderá el sitio está acordonado, nadie puede entrar. Si necesita alguna documentación podré buscarla para usted mañana. Tengo trabajo pendiente.
–Gracias oficial.
–Una cosa más.

El oficial lo miró muy fijo, tratando de identificar cualquier rasgo que delatara alguna verdad oculta.

–Le escucho.
–Donoso efectuó dos disparos con esa arma, pero en el lugar solo hemos encontrado huella de una bala. ¿Eso le dice algo?

Entonces Bastián Donoso era el culpable del ataque en la fallida primera inauguración de la galería. No tenía sentido ocultarlo, solo generaría sospechas innecesarias.

–Sí, me dice y a la vez no. Hay un expediente abierto por un ataque a bala realizado aquí mismo, aunque sin heridos, si lo revisa tal vez haya una relación.
–Lo revisaré de inmediato. Buenas tardes.

Si el policía quería encontrar un caso interesante ya tenía uno, pensó Adán, pero la real pregunta era qué tan secreto había sido el romance entre ese hombre y Carmen, porque si se llegaba a establecer alguna conexión entre ellos, las cosas podrían complicarse; tenía que retirar su inversión en las obras de Carmen de inmediato, antes que la noticia se hiciera pública y sus obras se convirtieran en basura maldita. Donoso había disparado una vez antes, y si sus conjeturas  eran correctas, el disparo al cuadro no era accidental, él quería dispararle a la pintura, solo que no podía saber cuál de las dos era la correcta. Si había  sido amante de ella en un pasado distante, tenía que haber un motivo para que se matara de esa forma tan explícita, queriendo decir algo. ¡Claro! Lo que había planteado en un principio como una distracción para la policía podía ser correcto, ¿o acaso no había sido ella quien dijo que en medio del apasionado romance había extremado los detalles de la pintura? Bien podía ser que Donoso también sintió aquello, y al encontrarla más de una década después, le envió el cuadro envuelto en misterio, pero  mostrando un mensaje de paz y amor, que luego se vería trastocado; primero ella usufructuaba de la obra en vez de conservarla como un secreto de amor, y después de la locura de él, en donde destruía el cuadro, la artista hacía otro que demostraba no amor, sino odio y tormento. Ingredientes especiales para cometer una locura. Ahora vendría la investigación de la policía. ¿Qué diría o haría la  inocente Pilar? Tal vez ese era el momento que esperaba para dar el siguiente paso, oculta hasta ahora en las sombras y el silencio. Emprendió nuevamente el viaje en su  automóvil, pensando en que era una buena oportunidad para apartarse de todo eso definitivamente, dejando el capítulo de Carmen Basaure en el pasado y enfocándose en su éxito con Boulevard y el Hotel que venía, y solo tenía que ocuparse de una molestia antes de continuar. Volvió a marcar el número de Eva.

–Dime.
– ¿Estás bien?
–Estoy saliendo de la ciudad para ocuparme de unos asuntos.

No estaba bien; él tampoco, era un mal momento para hablar.

–Yo también estoy atareado. Nos veremos más tarde.
–Sí, veámonos en mi hotel.
–Espero el momento.

Cortó. Aparcó el auto a un costado, con el teléfono celular aún en la mano; algo no estaba bien con Eva, así como a él mismo le ocurrían cosas, pero sentirlo así en esos momentos era muy complejo, también sorprendente. Recién en ese momento reflexionó, y se dio cuenta de que lo que le ocultaba a ella no solo era por seguridad, sino que además había una cuota de desconfianza, no porque ella quisiera perjudicarlo, sino por temor a que algo saliera mal, a que la información una vez transmitida tuviera fisuras y por lo tanto alguien a quien culpar después. Eva lo era todo, era la persona perfecta para él, la única, pero ni siquiera ese amor sobrenatural era más fuerte que sus ansias de supervivencia. Y había tanto en juego.
Sentado en su automóvil, Adán pensó en estas cosas, y pensó también que si así era, bien podía estar ocurriendo lo mismo del otro lado; era un riesgo de quiebre, algo impensable, porque la gente normal con romances débiles quebraban, pero ellos, que estaban conectados hasta el alma, que se habían entregado por entero y más allá de la razón, no podían romper, no podían separarse o de lo contrario, algo así los destruiría. Y por primera vez en mucho tiempo, quizás en toda su vida, Adán no supo qué hacer.


Próximo episodio: Verdades absolutas


La traición de Adán Capítulo 26: Destino decidido



–Al fin llegaste Samuel.

Samuel llegó al lugar de encuentro, un restaurante italiano que a esa hora estaba relativamente vacío; quienes lo esperaban parecían impacientes.

–Lo lamento, estaba ocupado. Miguel, Sofía, es un gusto venir con buenas noticias.

Sofía estaba algo nerviosa, pero Miguel la había tranquilizado diciéndole que la mejor parte de todo es que no estaban cometiendo delito alguno.

–Cuéntanos que has descubierto.

Samuel sonrió.

–Hay bastante que contar; primero, tengo confirmada una sospecha anterior, Adán mantiene una relación con Eva San Román, la gerente de proyectos de la constructora Del Mar.

Sofía frunció el ceño. Así que finalmente tenía razón al pensar que todo lo que él le había dicho no era más que una mentira.

–Me imagino que se traen algo entre manos.
–Eso es seguro; ella compró algunas acciones de las obras de arte de Carmen Basaure apenas llegó al país, y él tiene algunas de la constructora desde casi el mismo momento en que empezó a trabajar como gerente del Boulevard, así que lo más probable es que tengan pensado aprovechar sus conocimientos de la empresa para sacar jugosos dividendos; por supuesto que están protegidos porque las acciones no están directamente a su nombre.
–Pero entonces podríamos revelarlo, eso les causaría problemas.
–Sí y no –comentó Samuel– no es tan sencillo y demasiadas cosas pueden salir mal al hacer una denuncia como esa, pero es un buen antecedente. En todo caso conozco a Adán Valdovinos y sé que sus planes van mucho más allá de unas simples acciones, quiere más y ahí es donde tenemos que atacar.

Miguel estaba ansioso por vengarse, pero sabía que aún tenía que seguir siendo paciente; sentada a su lado estaba la recompensa.

– ¿A qué te refieres con que quiere más?
–Mi sospecha es que pretende adueñarse de algo, realizar algún traspaso a su nombre o algo así, y el proyecto del que es gerente, es decir el Hotel en el Aeropuerto, va a ser el indicado, porque ahí está junto a Eva San Román y además comienza desde los cimientos; solo necesito un poco más de tiempo y paciencia. Pero lo que les dije no es todo, hay otra cosa que me parece muy relevante: Bernarda Solar, la nueva accionista mayoritaria de la Constructora, también tiene algunos secretos, y estoy cerca de descubrir cómo es que se quedó con la mayor parte de unas acciones que no estaban en venta, así que cuando lo confirme estoy seguro de que tendremos más cosas interesantes que agregar a esta historia.
–Espero que tengas razón –comento Sofía– ya estoy cansándome de esperar los resultados. Adán  no puede ser tan brillante de no haber dejado cabos sueltos.

Samuel se sacudió el cabello; Adán si había dejado cabos sueltos, pero eso era otro cuento, por el momento tenía la fórmula perfecta para sacar dividendos de ambas partes, sin olvidarse de su venganza personal en contra de Adán.

–Nadie es tan brillante cuando depende de otros, y él necesita a mucha gente que colabore con él o que sean sus víctimas.

Sofía apretó  los puños. Claro, ahora veía con claridad que solo había sido un trozo de camino, pero en su momento no era tan evidente, porque Adán llegó a ella por accidente cuando ya tenía un buen trabajo, pero después de ser su novio tuvo acceso directo a un mundo un poco más exclusivo, donde usó sus estrategias para terminar trabajando para Carmen Basaure y comenzar su ascenso. Seguro que San Román era su siguiente escalón, pero a ella no la envidiaba, más bien deseaba que fuera más inteligente que él y lograra hacerle algún tipo de daño, o al menos distraerlo lo suficiente como para evitar que se diera cuenta de su presencia.

–Quiero estar presente.
– ¿Qué?
–Me refiero al momento –respondió ella con convicción– quiero estar allí, cuando Adán caiga. No me importa que sea específicamente lo que logremos, pero quiero estar viéndolo a los ojos cuando caiga, quiero que me vea decirle con la mirada que eso es por lo que me hizo, porque herirme no es gratis como siempre creyó.

Miguel sonrió.

–Vas a estar Sofía. Tú y yo vamos a estar ahí, juntos viéndolo desplomarse, te lo aseguro.

Pilar estaba en casa de Margarita decidiendo qué iban a hacer en la celebración de año nuevo.

–Ay amiga, y yo que pensé que a mi amado le iba a parecer fatal lo de trabajar para estas fiestas, y me sale con que quiere  una reserva para todos sus amigos de trabajo.
–Excelente, eso quiere decir que no tendrás que vigilarlo.

Las dos rieron alegremente, mientras Margarita servía café para ambas.

–Estoy tan contenta con el éxito que ha tenido el Morlacos –comentó– es como si hubiéramos nacido para hacer este restaurante, ¿no  crees?
–Es verdad, yo tampoco creí que funcionara tan bien: imagínalo, ahora atendiendo a tiempo completo, y con reservas copadas para fin de ciclo. Es estupendo.
–Y las ganancias amiga. Oh, hay un vestido que creí que nunca podría comprar y ahora solo tengo problemas de tiempo para ir por él; a todo esto, supongo que sabes que te tengo en mi exclusiva lista de invitados a la celebración de  Navidad.
– ¿Pero en qué momento mujer?
–A la hora de almuerzo por supuesto –contestó Margarita como si fuera obvio– perfectamente nos podemos escapar, yo dejo todo adelantado y tú... tú eres la jefa, así que está todo listo.
–Te lo agradezco...

Pero su amiga la interrumpió haciéndola callar.

–Shhhtt. Ni siquiera pienses en inventar alguna excusa Pilar, estás  con nosotros en el almuerzo y se terminó el tema.

Pilar asintió agradecida; tener no solo a Margarita sino que a su familia como la propia era más de lo que podía esperar de la vida. De pronto sonó su teléfono móvil.

–Hola –saludó rápidamente– sí, soy yo... así es... ¿disculpe?... no, no es así... ¿de parte de quien llama? disculpe, le han dado información equivocada, mi restaurante no está en venta.

Margarita dejó el café en la mesa y miró fijamente a Pilar, sin saber muy bien qué pasaba, aunque ya había notado el cambio en su expresión.

– ¿Qué pasó?
–Algo está mal en todo ésto. Me acaba de llamar un ejecutivo para concertar una cita.
– ¿Y qué te dijo?
–Que quieren comprar el Morlacos.
–Pero eso no es nada malo mujer.
–Yo creo que sí. Porque la empresa  a la que representaba ese hombre es propiedad de Bernarda Solar.
– ¡La madre de Micaela! –exclamó Margarita escandalizada– eso sí que es raro, aunque también podría ser una coincidencia o un error.

Pilar bebió un trago largo de café; debía tener demasiado ciudado.

–No es un error. Esa mujer actúa premeditadamente, es seguro que esto lo hace sabiéndolo muy bien. Fue un error quedarme como titular.
–Ya pero... –se interrumpió. Iba a decir que no era para tanto, pero la experiencia decía otra cosa, y entonces su lado egoísta comenzó a advertirle– amiga, creo que tienes razón, pero no podemos quedarnos así nada más, hay que investigar por si acaso al menos.

Investigar había dado frutos antes, pero ahora necesitaba algo más.

–No Margarita; esta vez voy a hacer algo más directo.

Momentos después Bernarda estaba contestándole la llamada.

–Hola.
–Usted está hablando con Pilar –sucedió un incómodo silencio– sé que sabe quién soy, así que no se quede callada.
–Buenas tardes Pilar.
–La llamé por un tema y espero no tener que repetirlo. El restaurante Morlacos es mío, no trate de interferir de ninguna manera.

Bernarda había acusado el golpe muy lentamente, pero reaccionó.

–No pretendo  interferir ni nada por el estilo. Simplemente pretendo hacer buenas inversiones.
–Sus únicas inversiones son mentir y envenenar todo lo que la rodea –replicó la joven ácidamente– pero quiero que le quede claro que no soy la estúpida que era antes, ahora no permitiré que se me acerque.
– ¿Y por qué no? –preguntó la otra– puedo hacer una oferta interesante y además de seguir haciendo lo mismo, ganarás mucho dinero.
–Mi restaurante no está en venta. Y tenga cuidado con lo que hace, porque si me amenaza o hace cualquier cosa en mi contra, voy a empezar a hablar de lo que se dé usted, y créame que le va a parecer muy asqueroso escuchar de boca de los demás decir que es un pedazo de basura.
–Te lo estás tomando muy personal querida...
–Sí, me lo estoy tomando personal porque esto es personal; ni usted ni nadie se van a interponer en mis proyectos personales. Tenga ciudado, porque su dinero no puede contra los rumores, y solo necesito hablar con las personas indicadas para que su fama de gran persona y empresaria se vea amenazada por la verdad. Recuerde que estuve en su casa Bernarda, y recuerdos visuales no son lo único que tengo.

Cortó. Del otro lado de la conexión Bernarda dejó el teléfono sobre su escritorio y arrojó violentamente un vaso contra la pared, el que fue a destrozarse en mil pedazos.

– ¡Mocosa insolente, cómo te atreves a amenazarme! Qué es lo que te robaste de mi casa, ¿qué es lo que tienes en mi contra?

Volvió a sentarse, luchando por calmarse. Sabía que no estaba oyéndola, pero deseó tenerla frente a si y sacudirla hasta hacerla llorar para obligarla a contarle todo. No podía soportarlo, ella no era nada, ni su propia madre la quería, ¿cómo podía simplemente creer que era rival para ella, para Bernarda Solar? Muchos con más recursos se habían interpuesto en sus planes, pero no importaba lo que pasara, el resultado siempre era el mismo, se salía con la suya; cuando descubrió que esa idiota tenía un restaurante decidió quitarla del camino, y ahora las cosas tomaban ese cariz tan extraño. Bien podía ser una amenaza sin fundamento, pero también podía ser verdad, y no podía arriesgarse a ningún escándalo mientras tenía el éxito del Boulevard y comenzaba a armar el Hotel; tendría que esperar un poco más para eliminarla, pero vaya que lo haría, y entonces ella se tendría que comer todas sus amenazas.

Por otro lado, el detective que había contratado Eva estaba avanzando en sus investigaciones; Mijaíl Macrura era un nombre demasiado recordable como para usarlo en su trabajo, así que iba variando entre los nombres y apellidos que tuvieran más individuos en el país, de modo que seguía siendo nadie, lo más importante en su trabajo. El acosador de Eva San Román era un caso especial, porque en primer lugar no era reciente y en segundo era alguien con quien había un vínculo en cierto modo voluntario; hombre de 53 años, administrador de propiedades rurales, separado, sin hijos, sin un domicilio comprobable, con ciertos recursos y perdidamente enamorado de la mujer. No era difícil imaginar cómo es que alguien se puede interesar o incluso enamorar de alguien como Eva San Román, estaba de más decir que era atractiva, bellísima, interesante, inteligente y educada por decir solo algunos de los atributos que tenía, lo que llamaba la atención del caso es que alguien como ella llegara a tener contacto directo con alguien como él. Tenía como costumbre no investigar los aspectos oscuros de sus clientes siempre que estos no tuvieran que ver directamente con el caso, así se evitaba emitir juicios o perder el norte, al fin y al cabo que en términos fríos, el cliente era el bueno y quien le persiguiera o acosara terminaba siendo el malo, al menos para él.
Sabía que ese hombre estaba en la ciudad, había llamado por teléfono al antiguo número de ella, le había enviado un sobre con un mechón de sus cabellos claramente de hacía algunos años y era lo suficientemente peligroso como para que ella temiera por su vida si daba con su paradero exacto; había sido un error romper la tarjeta y bloquear el número antiguo de la mujer, ya que con el habría podido tomar muchos datos, pero por otro lado había algo importante de donde sacar información, es decir del sobre que ella había recibido. A simple vista era algo común y que se vende en cualquier sitio, pero un conocido que trabajaba en papelería lo revisó y le dijo que esos sobres los vendían las librerías o bazares de barrio, porque estaban descontinuados y solo ahí podían quedarles; actualmente en las librerías de prestigio vendían unos sobres iguales, pero que según el entendido eran de una calidad inferior y eso se notaba en como reaccionaba el papel ante la presión o la fricción. Así que el administrador estaba alojándose en una zona residencial relativamente antigua donde tenía  a la mano un bazar típico de barrio, y podía deducir que estaba en un hostal porque si no tenía domicilio conocido hacía mucho tiempo, era improbable que tuviera vivienda propia. Que pudiera enviar el sobre indicaba que sabía dónde trabajaba en general pero no en particular, y que tampoco sabía dónde alojaba, tema que se hacía más difícil para él porque ella estaba en un hotel. Pero solo era cuestión de tiempo para que la alcanzara, y Eva San Román era una profesional exitosa que no podía permitirse escándalos de ningún tipo, menos aún si estos involucraban a alguien potencialmente peligroso.
Ya había reducido los sitios de búsqueda, porque si el acosador pretendía dar con el paradero de ella, lo lógico es que estuviera en un lugar barato y con buen y rápido acceso al centro de la ciudad y también a las salidas vía carretera, tanto para escapar como para llevársela si es que ese fuera su objetivo final; en el trabajo que tenía encargado sabía que acercarse al tipo y asustarlo sería inútil, así que lo que debía hacer era fabricar una situación que lo expusiera ante la ley, de preferencia algo llamativo que lo hiciera ser público al menos momentáneamente, y desde luego que si armaba todo bien, dejarlo en la cárcel sería un broche de oro.


Próximo episodio: Dos balas