La traición de Adán Capítulo 10: Presentación





Lo primero que hizo Carmen la noche anterior a la inauguración fue ir a la galería, donde como esperaba, encontró aun a Adán, aunque era el único pues había despachado a todo el personal.

– Adán, quiero ver el cuadro.

Ahí estaba la gran oportunidad, el momento perfecto en que el hombre daría el golpe indicado. Se había preparado para esa instancia y como siempre sabía muy bien qué decir.

– Carmen, hay algo más importante que debes ver; conseguí el segundo cuadro.

La artista asintió con cautela.

– Eso me tranquiliza momentáneamente, pero no ayuda con la amenaza que significa Bastián Donoso ahora mismo.
– Lo sé, pero algo me dice que no tendremos ningún escándalo o ya habría pasado algo. De todos modos eso aún no es lo más importante, descubrí algo que es lo primordial.

Caminaron juntos al taller, desde donde el hombre extrajo los dos cuadros escondidos, pero los mantuvo cubiertos aún.

– Necesito saber si estás totalmente repuesta de lo que te pasó.
– Claro que sí. ¿No me ves?  Fue un malestar nada más, estaba ansiosa y preocupada cuando estabas fuera y comencé a maldecir y protestar, me sentía abrumada y supongo que me subió la presión, pero eso es todo.
– De acuerdo, porque necesito que estés bien para lo que vas a ver, descubrí algo importante para ti.
– No le des más vueltas.

Estaba como de costumbre. Adán celebró la buena salud de la artista, pero tenía claro que lo que pasara de ahí en adelante sería dado en gran parte por el azar, todo dependía de la reacción de Carmen. Ya no podía esperar más, así que dispuso los cuadros en el ángulo perfecto, los descubrió, y se ubicó a un lado de ellos para que ella pudiera verlos en toda su magnitud.

– Oh...

La artista emitió una ahogada exclamación, pero se quedó inmóvil sentada en el taburete a dos metros de distancia de las obras, muda de admiración ante el efecto. Adán estaba concentrado en su reacción, pero no pudo evitar desviar la mirada hacia lo que estaba viendo. Al colocar las pinturas una al lado de la otra en cierto ángulo, la conjunción de formas y colores engañaban a la vista, haciendo que la obra cobrara vida; en la imagen seguía estando el hombre perfecto, separándose de las raíces de la Tierra y elevándose hacia un cielo magnifico, repleto de colores y formas que evocaban la paz y la armonía eternas, y con la presencia de ambas pinturas, cada milímetro de tela se veía no solo en relieve, sino que además en movimiento, haciendo que el espectador viera un cuadro vivo, donde las nubes en el cielo tenían una textura que casi podía tocarse, las hojas de las plantas se mecían suavemente, y parecía que la turgente piel del hombre casi podía tocarse. La creación de la tecnología mostraba imágenes en tercera dimensión con muchos avances, mientras que la mano humana y los colores reales habían dado origen a una maravilla que jamás dejaría de impresionar, tal era el encanto hipnótico de El regreso al paraíso.

– Adán –exclamó Carmen con un hilo de voz– esto es... impresionante.

Adán guardó silencio.

– Yo... nunca creí que lo vería hecho realidad...

¿Qué? Adán se quedó de una pieza. ¨ Hecho realidad¨ no era lo que esperaba oír.

– No te entiendo Carmen.

Ella se puso de pie, auténticamente maravillada, y por primera vez desde que la conocía, Adán tuvo la oportunidad de ver a la verdadera Carmen Basaure, sin arrebatos de ira, sin magnificencias, sin artilugios, y así, era como una niña pequeña, en cuyos ojos se veía con claridad la impresión y la fantasía.

– Tenías razón en lo que me dijiste Adán, esto es mucho más grande que el Regreso al paraíso, es la culminación de todo lo que siempre he buscado; Bastián no pretendió chantajearme, esto es un regalo.

Nada de eso tenía sentido. Adán decidió tomar el camino más directo.

– Sigo sin entender, dime de que estás hablando.
– El Regreso al paraíso es la obra de mi vida Adán, te lo dije desde un principio, es el motivo por el que he hecho todo en mi vida. En la época en que me involucré con Bastián estaba en pleno proceso artístico, tratando de descubrir mi verdadero norte y propósito; así fue como logré dar con la idea que compartí con él, y luego de eso dediqué años a tratar de plasmar mis ideas en el lienzo, pero siempre hubo algo más, la necesidad de llegar a un nuevo nivel; sentía frustración porque las obras de arte son tan relativas como el público que las ve, y quería conseguir un efecto único, algo que perdurara más allá de las personas o los puntos de vista. Hablé tanto con ese hombre –siguió con auténtica añoranza– que llegué a pensar que él debía ser el protagonista de mi obra y quien me ayudaría a terminarla, pero al final no fue así, y me dediqué a terminar la pintura sin creer que lograría esto, desgasté pinceles y lienzos sin fin y nunca lo logré, pero ese hombre hizo la otra mitad de mi obra, y consiguió esto, un nivel de detalle tan perfecto como el enfoque, como si mis pensamientos guiaran su mano. Adán, esto es lo que siempre quise, una obra viva, y por fin la tengo frente a mí, por fin tengo una imagen que no puede olvidarse.

Después de su declamación reaccionó y volvió a su centro, a ser la misma de siempre.

– Sé que tienes ambiciones Adán, lo entiendo y lo valoro, por eso es que quiero recompensarte por tu apoyo, por lo que has hecho por mí, y por traerme esta maravilla.
– Carmen, yo no...
– No, es lo justo. No puedes seguir siendo solo un asistente, siempre has estado por sobre eso, ahora mucho más. Voy a aprovechar la inauguración para presentarte como mi asesor artístico.

Esa vez el hombre no disimuló la sorpresa al escuchar las palabras de la pintora. Ser asesor artístico de alguien era llegar a otro nivel, volverse realmente mucho más que un asistente, porque como muy bien lo sabía, en el mundo del arte un asesor era la persona que llevaba la agenda y los tiempos, la única persona válida para conectar el atribulado espíritu del artista con el mundo exterior y ayudarle a plasmar sus ideas al tiempo que hacía que el común de la gente pudiera conectar con el resultado de su obra.

– No sé qué decirte Carmen, es un honor lo que me ofreces. Te lo agradezco mucho.
– No tienes que agradecerlo –replicó ella– es lo que te mereces, además te abre el campo laboral porque mucha gente querrá trabajar contigo. Lo único que te pido a cambio es que mantengas el secreto del origen del segundo cuadro.

Adán se mostraba verdaderamente sorprendido y agradecido. Fantástico.

– Nadie nunca lo sabrá.
– Excelente, entonces creo que tendrás que mandar a imprimir tarjetas de presentación. Ahora hay que disponer todo, tú encárgate de los últimos detalles, yo debo hacer algo.
– ¿Qué?
– Descubrir la frecuencia exacta de los cuadros. Para poder repetirlo.

La última jornada  antes de la inauguración  de la galería pasó en total calma, entre algo similar a letargo previo a acontecimientos importantes, y Pilar no sabía si se trataba de la calma antes de la tormenta. Estaba recluida en el hotel donde se había hospedado, arreglándose para estar presentable ante el evento, pero recordó que tenía que hablar con Adán para evitar que hiciera de su presencia un espectáculo, iría porque en realidad ansiaba estar presente, pero de ningún modo pretendía figurar allí ante las cámaras y los medios. Optó por un sencillo vestido negro con cuello alto con transparencias, largo hasta la rodilla, tacones a juego, el cabello recogido con elegancia y accesorios mínimos. Ya daban las seis de la tarde, faltaba muy poco.
Todo estaba dispuesto para la flamante inauguración de la galería de arte, los medios especializados estaban citados a las siete y media, el público a las siete cuarenta y cinco, por lo que a las siete en punto Adán ya tenía todo dispuesto. Estaba vestido con un hermoso traje negro de diseñador, con elegantes líneas grises que resaltaban su porte, colleras de plata y un osado arete de diamante que le daba un toque moderno; estaba seguro de su aspecto, sabía la impresión que iba a causar en todos a su alrededor, y esa noche más que cualquier otra tenía que destacar, ser el complemento perfecto para la galería y verse como el asesor artístico que desde el día anterior era. Tenía todo organizado, el personal de banquetera estaba dispuesto, el taller cerrado, la colección de arte dispuesta con perfección milimétrica en el gran salón, cada obra cubierta aún por sedas, y la terraza previa a la galería acordonada y con guardias, con el podio con micrófono listo y el sitial de honor para la obra máxima también dispuesto, listo para maravillar a todos, aunque los dos cuadros se quedarían aun en el taller bajo llave hasta el último instante. Ya era la hora.

– ¿Y cómo me veo?
– Cielos, pareces una estrella de cine.

Esteban no disimuló su sorpresa y encanto al ver a Micaela vestida para el evento; a ella en realidad no le gustaba el estilo modelito,  pero cuando tenía un evento de gala salía su lado perverso y se convertía en otra, solo para tentar a los hombres que jamás podrían tenerla y para provocar envidia en las mujeres, y era una estupenda terapia. Esteban por su parte no desmerecía, estaba de un azul eléctrico impresionante, sin corbata y ensenando el pecho fibroso como si de un galán latino se tratase, algo muy osado pero totalmente en su estilo y acorde con el evento.

– Tú estás muy guapo.
– Gracias. Y si ya estás lista, nos vamos.
– Por supuesto que no estoy lista –sonrió ella– nunca estoy lista a la hora, tengo que repasar mi brillo de labios y tomar mi carterita.

Los dos rieron.
En tanto, Eva San Román estaba lista para ir al evento al que estaba invitada. Era una mujer de 24 años, de figura impresionante en todo sentido, esbelta, de miembros marcados por el ejercicio aunque fina y elegante de movimientos, de cabello castaño largo hasta más abajo de los hombros, con movimiento y estilo, rostro proporcionado y hermoso, brillantes ojos color miel y actitud segura de sí misma. Había estado el último tiempo fuera del país terminando su perfeccionamiento en ciencias de negocios, la que había terminado como sobresaliente, y ahora volvía para hacerse cargo de un puesto importante en la Constructora Del mar y Alzarrieta, como encargada integral del servicio; por azares del tránsito aéreo llego al país a media tarde, con el tiempo justo para arreglarse y asistir a una gala artística por la inauguración de una galería de arte. Ya había terminado con el atuendo, un estilo sencillo en un vestido largo en tonos verdes, un regalo de un diseñador amigo, aretes de brillantes, una pulsera a juego, y estaba revisando su carterita de mano cuando tocaron al timbre de la habitación de su hotel. Era Bernardo Céspedes, hijo del dueño de la empresa en donde iba a comenzar labores, anfitrión en su llegada al país y gerente de proyectos nuevos, un hombre joven de aspecto rígido y militar, muy fuerte y grande.

– Buenas noches Eva.
– Gracias por venir a buscarme –respondió ella acercándose a la puerta– ahora salgamos para llegar a tiempo.

Ya le había parecido que él se volvía más rígido en su compañía, y notablemente más escueto, pero ya no la sorprendían esas actitudes; en la universidad siempre era lo mismo, hasta con los profesores, e incluso sus amigas la criticaban por no sacar provecho de ello; era verdad que en algunas ocasiones lo hacía, pero por regla general quería lograr las cosas en base a su capacidad.

Un presentador estaba amenizando la jornada, entregando a los medios de prensa algunos datos de la trayectoria de Carmen Basaure, mientras los invitados que estaban llegando eran recibidos por copas de licor y aperitivos, junto a delicadas réplicas en miniatura de diferentes obras de la pintora; Adán deambulaba de un lado a otro con gracia y estilo, saludando a todo mundo, haciendo comentarios ante lo que le decían todos, prestando atención a cada detalle del entorno y la realización mientras demostraba interés por todos los invitados que no le quitaban los ojos de encima, especialmente las mujeres. Sabía que Carmen y los espectaculares dos cuadros le quitarían protagonismo, pero solo para resaltarlo aún más cuando la artista diera públicamente los habituales parabienes y felicitaciones, destacándolo como su asesor artístico. Las cosas estaban dando nuevamente un giro, ahora en su favor, y solo faltaba que la autora y su misteriosa obra cumbre se presentaran. Divisó en un costado a Pilar, dispuesta a pasar desapercibida como se lo había propuesto, a varios funcionarios de Gobierno, empresarios, damas de alta sociedad, una exquisita mezcla para sus proyectos, alrededor de doscientas personas seleccionadas con pinzas para provocar y para conseguir impacto en distintas esferas, de modo que al día siguiente fuera el tema obligado en los lugares importantes. Carmen apareció por un costado de los telones de fondo dispuestos para la ocasión, vestida con una túnica bordada a mano y traída directamente de Senegal, con finísimos decorados en hilos dorados que dibujaban sobre un fondo azul un cielo estrellado, traje ideal para la jornada. El presentador la anunció, hubo un respetable y sobrio aplauso, y en seguida el propio Adán se escabulló por un costado junto a dos trabajadores. Les ordenó a los dos hombres que tomaran los dos atriles cubiertos con seda desde el taller, y con ciudado los llevaron al frente de la galería, para ubicarlos delante del telón de fondo y poder exhibirlos.

– Les agradezco la espera  –comentó cordialmente el presentador – ahora quiero hablarles un poco del presente de nuestra anfitriona, de nuestra amiga Carmen Basaure.

Carmen y Adán quedaron a un costado, a distancia prudente de los fotógrafos, mientras las miradas comenzaban a centrarse en las dos obras cubiertas de seda.
Y en ese momento la paz de la noche fue fulminada por un estruendo que cambió todo.
Un disparo venido de un punto ciego atravesó una de las dos obras, terminando por impactar contra los muros de la galería. Algunas mujeres soltaron gritos de miedo.



Próximo episodio: La única

La traición de Adán Capítulo 9: El segundo engaño




Adán salió lentamente de la habitación de Carmen, y por una vez agradeció que Pilar reaccionara como la supuesta hija sufriente y se retirara al baño para recomponerse.

–Diablos.

Si antes creía que las cosas estaban complicadas, pues en esos instantes todo era una maraña. Definitivamente no podía seguir estando entre todos y aparentando estar del lado de todos. Tenía que tomar una decisión, y el tiempo del que disponía no era mucho. Tomó su celular y llamó al abogado Izurieta.

– ¿Qué?

Desde luego que se sorprendió al escuchar la noticia, pero como buen zorro viejo, reaccionó en segundos.

– No hagas nada hasta que yo esté allí.
– Aún no sabe que se lo dije.
– Yo me encargo de los ataques de histeria de Carmen – replicó el abogado – estaré allí en cinco minutos.

Así fue. Cinco minutos más tarde, Izurieta estaba presente en la clínica con cara de pocos amigos; por suerte Pilar aun no aparecía.

– ¿Por qué no me llamaste de inmediato?

Obviamente Adán estaba perdiendo puntos, pero ya tenía pensado como recuperarlos.

– Porque estoy con Pilar a mi lado. ¿Qué cree que iba a decir ella si sabía que yo estaba en comunicación directa con usted cuando según sus propias instrucciones debe parecer que estoy del lado de ella?

Izurieta lo miró fijamente.

– Estoy hecho un manojo de nervios con todo esto, Pilar me monta un espectáculo, Carmen y ella hablan como si nada de lo que usted me dijo hubiera pasado, tengo que hacer y deshacer los planes sobre la marcha y además Carmen me pide que la saque de aquí.
– Está bien, está bien, sé que estás bajo presión, todos estamos igual – se disculpó en su estilo – Ahora déjame hablar con Carmen a solas, tú encárgate de entretener a Pilar con cualquier excusa mientras veo si logro hacerla razonar.

Magnifico, ahora volvían a sacarlo de escena, pero no tenía ningún argumento válido en esos momentos, así que se dedicó a esperar a Pilar y luego hacerla perder algo de tiempo. Unos minutos más tarde ambos se reunieron con el abogado en la cafetería de la clínica.

– Pilar, tu madre quiere salir de aquí ahora mismo y necesito que no te opongas.

La joven se mostró sorprendida.

– Me imaginaba eso ¿Y cuál es su argumento?
– Que se siente bien, y estoy casi seguro de que cuando la examinen, los especialistas no van a tener dudas de esto. Ella es muy fuerte.
– ¿Y que se supone que va a pasar después?
– Por lo pronto acompañarla con Adán a su departamento, yo voy a encargarme de los asuntos de la clínica.

Pilar asintió resignada, y eso llamo la atención de Adán. ¿Ese era entonces su nuevo plan, verse como la sufrida hija de Carmen y apoyarla mientras preparaba la siguiente puñalada? ¿O había algo allí, en esa historia madre–hija que ni él ni el zorro de Izurieta sabían?

Casi a las seis de la tarde, los tres llegaron al departamento de Carmen, que estaba ubicado en el barrio más progresista y de moda de la ciudad. El departamento, por supuesto, estaba plagado de obras de arte de la propia Carmen, pero con un gusto que rozaba en lo minimalista. Claramente no había sido decorado por ella, porque más que una vitrina suya, parecía un elegante pero momentáneo asentamiento.

– ¿Qué piensas hacer mamá?
– Prepararme para mi inauguración por supuesto. A propósito ¿Por qué sigues aquí Adán? Supongo que con todo lo que paso debes estar retrasado, y solo falta muy poco.

Adán la observaba en silencio: se veía notablemente mejor, casi podía decirse que estaba como de costumbre, excepto por la ropa desarreglada y el hecho de verla sentada en vez de paseando de un lado a otro como lo haría en una situación así.

– Solo quería asegurarme de que estás bien.
– Claro que estoy bien Adán, no me he muerto, todavía.

Agregó un dejo sarcástico al final de la oración. Ni él ni Pilar acusó el golpe.

– Entonces me retiro. Sabes que por cualquier cosa estoy en línea directa.
– Estaremos en contacto.

Adán salió del departamento, dejando a madre e hija solas.
Pilar se sentó; que extraño, se sentía como una extraña en la casa de su propia madre, y ella misma no ayudaba mucho con eso.

– ¿Por qué volviste?

Pilar volvió a sentir el cuerpo rígido ante la amenazadora voz de su madre. Entonces lo del hospital solo había sido un momento de debilidad de alguien que en comparación con ella era demasiado fuerte.

– Ya te lo dije, volví solo para estar un tiempo; además quería visitar tu inauguración, ver de qué se trataba tu obra, en vivo y en directo, nada más. Después las cosas se sucedieron muy rápido, solo hice lo que se me ocurrió que sería lo más adecuado.
– Quiero dejarte claro que nada de lo que has hecho ahora cambia nada de lo que paso antes. Solo quería que supieras que valoro lo que hiciste por la galería.

La actitud de Carmen era por lo demás contradictoria, pero Pilar volvió a sujetarse de un clavo ardiendo, es decir a la pequeña porción de su madre que estaba cerca de ella.

– Lo que no entiendo es que es lo que está sucediendo con la galería de arte, me refiero a porque te alegra que y detuviera la inauguración que estaba en manos de Adán cuando fuiste tú misma quien lo autorizó a hacerlo.

Carmen se puso de pie resueltamente, pero eso no había ocultado del todo que fuera tomada por sorpresa por la pregunta de su hija.

– Eso no es de tu incumbencia.
– Pero al menos dime que es lo que pasó.

Carmen guió sus pasos a raves de la sala. Por una parte seguía desconfiando de su hija y no creía ni una palabra de lo que le había dicho, pero por otro lado, le serviría mucho más tenerla cerca para poder vigilarla.

– Las cosas cambiaron en el último tiempo.
– ¿Es algo que tiene que ver con él?
– Adán no tiene nada que ver con esto, él es mi colaborador más importante, de hecho ha sido fundamental en el armado de la galería.
–Entonces hay algo que se interpone o de lo contrario no estarías tan nerviosa.

Carmen dio con el punto.

– Es la verdad. Hay algo que se interpone, y por eso es que creí que se trataba de ti, como te darás cuenta las cosas confluyeron.
– Pero mamá, ya te dije que yo no...
– Eso no importa ahora –la interrumpió con tono más firme– lo que importa es que la inauguración de mi galería es muy pronto y ya que estas aquí me podrías ayudar.

Pilar esbozó una sonrisa nerviosa.

– Solo dilo.
–Necesito contactar a la directora de la revista Obra maestra, se ha negado a darme una cita y asumo que no va a ir a mi inaugura con; necesito que ella también esté, no puedo tener ausencias.
– Hablaré con ella lo más pronto posible.
– Muy bien, ahora déjame sola, necesito prepararme para todo lo que hace falta.
–Está bien.

Pilar salió del departamento de Carmen sin saber muy bien que pensar ¿En qué torbellino se había convertido todo?

Mientras tanto, Micaela estaba ordenando algunas cosas en su departamento, mientras le daba la impresión de que nunca terminaría. En eso tocaron el timbre.

– Que puntual.
– Hola.

Esteban entró al departamento en una tenida casi tan informal como a ella: Micaela estaba de buzo y zapatillas, él llegaba con polo y jeans, el cabello revuelto y un aspecto de total descuido que lo hacía mucho más real que la ciudada tenida de oficina.

– Cielos, cuando dijiste que estabas ordenando un poco te quedaste corta.
– Te dije que estaba recién llegando al país.
– Pues entonces empecemos de una vez.

Pasados algunos momentos ya se había roto el hielo y ambos movían cajas mientras bromeaban.

– ¿Así que rockeas? eso explica porque parece que estas dentro de una cárcel cuando estas de traje y corbata.

Esteban rió.

– Lo mismo digo. Oye y hablando de cosas que no son muy agradables pero que de todas maneras hay que hacer, esta noche tengo un evento del que no puedo escapar y no tengo quien me acompañe ¿Qué dices?

Micaela trataba de mover una gran caja, pero tuvo que dejarlo en manos de él.

– ¿Ahora estás invitándome a salir?
– No, es solo que el evento es de la empresa y no puedo decir que no, así que me aburriré solo y una amiga me serviría muchísimo.
– ¿De qué se trata?
– La inauguraciones la galería de arte de Carmen Basaure, es una artista conocida, supongo que te suena el nombre.

A Micaela se le cayó de las manos una caja que por suerte solo contenía papeles.

– ¿Que fue algo que dije o qué?

Micaela se demoró algunos segundos en recoger la caja, y aprovechó de recogerse el cabello para darse tiempo de recuperarse ¿Que acaso la estaban persiguiendo?

– ¿Estás bien?
– Claro –replicó ella mecánicamente– ¿Y tu empresa que tiene que ver con la galería de arte?
– Casi nada, es solo que ya sabes, el negocio inmobiliario tiene muchas implicancias y creo que es porque el dueño de las instalaciones de la galería es amigo de nuestro jefe máximo. Así que ¿qué dices?

¿Que podía decir? ¿Que no podía ir porque estaba peligrosamente relacionada con la gente de la galería y porque era el último lugar al que quería ir? Ya había decidido extirparse todo lo que tuviera que ver con Pilar, pero terminar en la inauguración de la galería de arte de su madre no estaba entre sus primeras opciones.

– ¿A qué hora es?
– Mañana a las ocho.
– No es exactamente lo que considero un gran evento, pero es que no tengo como decirte que no cuando estas siendo tan lindo en ayudarme.
– Mira, para terminar de convencerte te ofrezco unas cervezas luego del evento.

Micaela suspiró.

– Hecho.

Mientras tanto, Adán estaba llegando a la galería de arte de Carmen para retomar sus labores. Estaba cansado, pero principalmente preocupado, aunque suponiendo por el momento que las cosas estaban bien.

Faltaba un día y poco más de una hora para la inauguración, tenía en su poder nuevamente el control del trabajo en la galería, y sabía que tenía muy bien aleccionado al personal para que cumplieran sus órdenes.
No estaba acostumbrado a sentir fascinación por los objetos, pero desde que había visto los dos cuadros había sentido la necesidad de volver a ver el efecto de ambos a la vez.
Luego de una breve incursión en la puerta secreta del taller, concluyó que todo estaba bien, pero justo en ese momento se le ocurrió que tal vez Carmen no tuviera pensado desde un principio decirle cuales eran los motivos de su ataque, o que historia se tejía entre ella y su hija, y si era así ¿No estaba quedando fuera de la jugada?
No.
Podía hacer algo deleznable, pero que le permitiría tener el control no solo de la galería, sino que también del futuro curso de los acontecimientos: espiaría a Carmen Basaure.





Próximo episodio: Presentación 

La traición de Adán Capítulo 8: El primer engaño




Pilar había terminado de almorzar cuando recibió la llamada. Era Adán.

– Voy para allá.
– Estoy llegando a tu hotel, te llevo.
– De acuerdo.

Por supuesto que se trataba de algo inesperado, Pilar sentía que se le apretaban todos los músculos del cuerpo, eso se convertía justo en lo peor que podía esperarse en esos momentos.

– Sube.

Pilar subió al automóvil de Adán, que se mostraba tan reservado y contenido como ella.

– ¿Que te dijeron?
– Solamente llamaron para decirme que Carmen sufrió una complicación; lo que no entiendo es porque no te llamaron a ti, creí que ya lo sabías.

A Pilar eso le sonaba extraño también, pero si estaba segura de algo, era que en ese momento no le interesaba en absoluto, y mucho menos lo que tuviese que ver con Micaela, la galería de arte o el abogado Izurieta: su madre estaba complicada y debía estar con ella.
Llegaron a la clínica Santa Augusta por una entrada lateral, donde los retuvieron unos guardias.

– Buenos días, necesitamos sus identificaciones.

Ese procedimiento estaba demorándolos. Pilar estaba impaciente.

– Por favor, mi madre esta grave, necesito entrar a verla.

El guardia consultó una información en su pantalla y luego se comunicó por interno.

– Señorita, no puedo dejarla pasar.
– ¿Qué?
– Usted tiene pendiente una citación con un tribunal, por seguridad no puedo dejarla entrar. Voy a llamar al jefe de seguridad de la clínica.

Pilar se quedó de una pieza al oír semejante comentario, pero Adán intervino en el acto.

–Escuche, la madre de ella esta aquí, es una paciente importante de la clínica. Soy asesor de Carmen Basaure, me haré cargo de lo que sea mientras tanto, su hija no va a ir a ninguna parte.

El guardia cayó bajo el influjo de sus palabras.

– Veré lo que puedo hacer ¿Quién me dijo que es la paciente?
– Carmen Basaure.
– Pues la cosa va aun peor  –comentó el guardia– porque esa paciente ni siquiera esta aquí.

Pilar se sintió helada por dentro ¿Que estaba sucediendo? No entendía nada, ni lo de su madre ni lo de esa supuesta orden de un tribunal ¿Que estaba sucediendo? Por un momento pensó en salir del auto y arrojarse al interior de la clínica, solo para ver a su madre, solo para estar junto a ella aunque jamás se lo agradeciera. Pero era ridículo, no llegaría ni a la puerta.
Diez minutos después, Pilar estaba en el cuartel móvil de la policía afuera de la clínica, hablando desesperada con una oficial que parecía dispuesta a escucharla pero no a apurar nada por ella, mientras Adán entraba a la clínica, directamente a la nueva habitación en donde estaba trasladada Carmen. Ahí estaba, aun dormida, completamente inconsciente, a merced de lo que sucediera a su alrededor ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo las cosas se hubieran complicado tanto? Pero parecía que todo empezaba a arreglarse, y no solo eso, sin que además Adán empezaba a contar con Izurieta entre sus aliados, y eso en el futuro le serviría.
Se acercó a la camilla en donde reposaba la artista. Al principio, cuando la conoció, creyó que ella lo pretendía como hombre, cosa que no lo sorprendió dado que habitualmente provocaba ese efecto, y más aún en muchas mujeres mayores que él aunque ellas mismas no lo quisieran reconocer.  Sin embargo las cosas tomaron un cariz más personal, y el terminó convirtiéndose en su mano derecha, su asesor más cercano, y aunque en ocasiones seguía pareciendo que ella lo deseaba, quizás para Carmen no fuese tan importante o solo usaba ese deseo como inspiración, al fin de cuentas ella era una mujer temperamental y como artista sus acciones no se interpretaban del mismo modo que el resto de la gente.
En silencio se acercó aún más, y quedó a centímetros de la camilla, con la vista un poco perdida en la nada mientras escuchaba lejanamente el sonido de las máquinas; Carmen le agradecería todo, y él una vez más seria el héroe, un paso más para cumplir con sus objetivos, porque despejar el camino para permitir la inauguración de la galería era solo una pequeña estación en esa travesía.
Y de pronto la mano de Carmen tocó la suya.
Se quedó congelado, sintiendo la piel fría tocando la suya, y bajó la mirada lentamente, con la mente como pocas veces nublada por la sorpresa, pero ordenándose contener las emociones superficiales para mantener la expresión de siempre. Para cuando la vio, se encontró con un rostro pálido y algo demacrado, con ojos entreabiertos que lo miraban fijamente.
Estaba viva, y despierta.

– ¿Puedes escucharme Carmen?

Ella asintió lenta y pesadamente.

– Estás en la clínica, sufriste un ataque al corazón, pero vas a ponerte bien.

Carmen asintió lentamente, demostrando que entendía.

– Escúchame, debes descansar ahora, yo voy a llamar a tu doctor para que te revise.

Y para su nueva sorpresa, la artista negó con los ojos. Una tensa pausa, un leve gesto que parecía decirle que se acercara. No estaba completamente claro, pero por las dudas se acercó, quedando a milímetros de ella.

– ¿Donde... está el... cuadro?

Apenas se le escuchaba.

– En un lugar seguro, y oculto. No te preocupes, la inauguración está en curso, recuerda que es hoy, y será tu éxito.

Ella hizo una pausa. Adán estaba debatiéndose entre lo que tenía y lo que debía hacer; sabía que tenía que llamar a una enfermera, y escuchaba con claridad como las máquinas conectadas a Carmen anunciaban alteraciones, pero sabía que tan pronto hacerlo, tendría que salir de ahí y ya no sabría lo que fuese que ella iba a decirle, y el aun no sabía que era lo que le había provocado el infarto.

– Mi... hija...
– ¿Qué pasa con ella?
– Búscala... tengo que verla...

Ahí estaba el riesgo ¿Podía arriesgarla a decirle lo de Pilar? ¿O le diría algo que podía matarla?

–  Ella está aquí. Vino para acompañarte.

Pasó un instante, y Carmen sigue viéndose exactamente igual que antes. Genial, ahora no le molestaba su presencia.

– Llámala, tengo que verla ahora mismo.

Carmen estaba pidiéndole que le trajera a Pilar, la misma que estaba tratando de detener la inauguración y a quien el mismo en confabulación con Izurieta estaban deteniendo. Todo era una paradoja.

– Hablaré con ella.
– Y... no le digas a nadie... que estoy despierta... hasta que la vea a ella...

Después de eso cerró los ojos, pero solo como muestra de cansancio luego del esfuerzo que había realizado.
Adán salió de la habitación pensando en el punto de conflicto en el que se encontraba y que se agregaba a todo lo demás. Estaba del lado de Carmen en todo lo que se refería a la galería y al duplicado del cuadro, con Izurieta al planificar algo en contra de Pilar, por lo que estaba en contra de Pilar al hacer lo posible por detenerla, y de pronto estaba entre todo, sabiendo que acercar a su madre lo pondría en contra del abogado pero a favor de ella, reunirlas podría alejarla de Carmen  si madre e hija decidían superar sus conflictos, y no hacer nada era lo más cercano a hundirse por completo.
Pero Adán no había nacido para terminar derrotado por sus propias dudas.
Tenía que contar con el factor tiempo–espacio para acomodar las cosas en su favor. Usó uno de los teléfonos de la clínica  para llamar al abogado y comprobar que aún estaba allí; luego salió de la clínica a toda velocidad a buscar a Pilar, y consiguió apresurar el procedimiento para sacarla de allí. Finalmente logró sacarla del retén, pero ella estaba más preocupada que antes.

– No puedo creerlo, esto sucede en el peor momento ¿Dónde estabas?
– Ocurrió algo, por eso me ausenté –replicó él con tono de confianza – tu madre despertó.

Momentos después estaban llegando a la habitación, pero Carmen fue categórica y lo dejó por fuera, ya que quería hablar a solas con su hija y por una vez, nada de lo que él dijo sirvió para hacerla cambiar de opinión.

– Mamá...

Pilar sabía que la voz le temblaba tanto como las manos. Hacía ocho meses que no veía a su madre, había abandonado el país por motivos demasiado dolorosos, estaba de vuelta de un modo tormentoso, y además tenía que enfrentarse a su madre.
Baldosas blancas, maquinas relucientes, muerte alrededor, y la mirada penetrante y fuerte de Carmen Basaure. Pilar tragó saliva, era realmente increíble que con en esas circunstancias ella la mirara así, sin cariño, solo con esa fuerza impenetrable que desde niña le había enseñado a temer; no importaba su estado, su carácter no había minado un ápice.

– ¿Qué haces en el país?

La pregunta directa, el susurro sin contemplaciones.

– No debería preocuparte por eso –respondió la joven para ganar tiempo– debes recuperarte.
– ¿Viniste a arruinarme la vida otra vez? ¿Es eso?

Apenas se le escuchaba, pero era como estar oyendo sus gritos atronadores ocho meses atrás. Pilar se sentía encogida ¿Por qué no podía simplemente estar ahí y dejarse atender?

– Mamá, solo estoy aquí preocupada por ti, ¿de acuerdo?
– ¿Justo ahora? claro, justo ahora que estoy en camilla y con mi galería a punto de inaugurarse.

Desde luego, Carmen Basaure, genio y figura, jamás dejaría de atender su bendito arte, ahí estaba primero que cualquier otra cosa.

– No quería intervenir, ni siquiera pretendía verte... pero Adán me dijo lo que había sucedido y tuve que venir; además él iba a inaugurar la galería sin ti, y yo pensé...
– ¿Qué?

La exclamación le sacó a Carmen mas energía de la que tenía en ese momento; Pilar sintió que se le tensaban todos los músculos del cuerpo.

– Es que Adán...
– ¿Qué hizo?
– Él dijo que cumplía tus órdenes, dijo que lo autorizaste a trabajar igual que siempre aun si no estabas. Hay un documento que lo autoriza, tú lo firmaste.

Hubo una pausa en la que evidentemente la artista estaba midiendo la situación, evaluando hasta donde podía estirar la cuerda.

– ¿Y qué hiciste tú?
–Hablé con el abogado  replicó Pilar agarrándose de un clavo ardiendo – y le exigí que detuviera todo porque tú no permitirías que la obra se inaugurara sin ti. Después vine para acá.

Carmen hizo una nueva pausa, hasta que finalmente habló con decisión.

– Lo hiciste bien. Ahora llama a Adán y espera afuera.

La joven obedeció en silencio y salió, haciéndole nada más un gesto al hombre para que entrara. Mientras tanto él sabía que debía cuidar muy bien sus actos y palabras porque había una conversación que no había escuchado y estaba obligado a protegerse. Siguió con la misma actitud de siempre, completamente seguro de sus actos y movimientos, sabiendo que era lo que tenía que decir y cómo actuar; la mirada de Carmen había recuperado casi toda su fuerza habitual, aunque aún la voz delataba lo que le había sucedido hacia poco.
Pero cuando habló en voz baja, lo hizo con total seguridad.

– Acércate.
– Te escucho.
– Sácame de aquí.



Próximo episodio: El segundo engaño

La traición de Adán Capítulo 7: Paso a paso




Adán no estaba acostumbrado a preocuparse por motivos de trabajo, pero la verdad es que ese Martes ya se encontraba frente a algo que amenazaba con complicarse aún más. La repentina visita de Pilar le había abierto un espectro de imagen mucho más complejo de lo que él mismo había supuesto en un principio.
Y le bastó solo una llamada para comprobar que las cosas estaban realmente en riesgo.

– Buenos días abogado.
– Adán, me leíste el pensamiento  –replicó Izurieta saltándose las formalidades– estaba a punto de llamarte, por la visita que acabo de tener.

Pilar.

– ¿A qué se refiere? –preguntó con un tono de voz perfectamente creíble.

El abogado se escuchaba nervioso.

–Supongo que estás en la galería.
–Claro, estoy trabajando a toda máquina con lo de los preparativos.
–Excelente, estoy a cinco minutos.

Y cortó sin siquiera despedirse. Excelente, la pequeñita Pilar se le había adelantado, ese era un punto en su favor que Adán tenía que darle además de que era totalmente inmune a sus encantos; pero en un caso como ese, estaba obligado a tener el pulso más firme que nunca, o se iba a arrepentir.

–Pase abogado.

Lo recibió en el taller de Carmen igual que a su hija, pero en esa ocasión se ubicó junto a una de las obras más etéreas y hermosas de la artista. Izurieta estaba en efecto muy inquieto,  y al igual que al teléfono, fue directo al punto.

– Adán, tenemos un grave problema entre manos.
– ¿Que sucede?
– Pilar quiere que suspenda la inauguración de la galería, y tiene en su poder información que me hace creer que puede hacerlo.

Adán no pudo evitar que su sorpresa resultara sincera ¿Información?

– Creo que no lo entiendo, es decir, no puede ser, ella estuvo aquí hace poco y me confirmó su presencia en la inauguración, estaba preocupada desde luego, pero en ningún momento insinuó algo como esto.

El abogado adoptó un tono de voz mucho más confidencial, que de cualquier manera tenía más de un significado.

–Adán, no te dejes engañar por Pilar.
–No lo entiendo.
–Para decirte esto, estoy confiando mucho en ti, así que espero el máximo de confidencialidad. Tal vez su apariencia no lo demuestre, pero Pilar es una mujer de mucho cuidado, cosa que lamento decir porque es hija de Carmen que es una clienta importante, pero también es mi amiga.

Adán se puso de pie dramáticamente.

– Abogado, no creo que sea pertinente que hable de esa manera de la hija de Carmen, está insinuando algo grave.

Eso provocó el efecto que esperaba.

– Sólo te lo digo porque confío en ti, por eso te pido confidencialidad. Además sé que Carmen confía en ti, o de lo contrario no dejaría en tus manos su trabajo de manera temporal, ella es mi amiga y sé que si le preguntaras, te diría cosas aún peores que las que te dije yo.

Adán volvió a sentarse, preocupado.

– Lo escucho.
– Pilar no es lo que aparenta, pero todo lo que tiene que ver con eso sucedió desde antes que tú conocieras a Carmen. Supongo que te has preguntado en algún momento porque es que ella no habla de su hija.
– Pensé que se trataba de algo personal, por eso jamás se me ocurrió preguntarle.

Izurieta asintió.

– Tuviste razón. Mira, las cosas son realmente complejas, pero voy a resumirlo. Pilar vendió una colección completa de arte de Carmen, sin su autorización, a una sociedad comercial que la utilizó para instalarse en el  país. Me refiero  a la galería Cielo.

En esa ocasión Adán se quedó realmente de una pieza. Galería Cielo era una marca impuesta en el mercado hacía años, pero había tomado impulso con una muestra propia y anónima estrenada hace siete meses, es decir poco antes que él comenzara su trabajo con Carmen. Cielo, a diferencia de Carmen Basare, era una galería integral que reunía diversas muestras de arte, dentro de las cuales por supuesto hay pinturas. Cielo en particular, que fue el nombre que se le asignó a la muestra anónima, era una reunión de expresiones, colores y detalles realmente exquisita, sorprendente, incluso inspiradora. La muestra, en cada cuadro tenía las características casi perfectas, para convertirse en la niña bonita de los medios involucrados, que no cesaron en elogios y alabanzas. Cielo fue considerada por los medios la muestra más influyente de la ciudad, se convirtió en el comentario obligado por su rentabilidad, por el efecto que provocaba en el público, por los comentarios de los obnubilados estudiantes de arte, además de la intriga que significaba ser anónima.
¿Y era de Carmen Basaure? ¿Y Pilar la había vendido sin su autorización?

– No puedo creerlo.
– Es lógico si consideramos que trabajas con Carmen y me juego la cabeza a que jamás te mencionó esto.
– Es que ni siquiera se me habría pasado  por la mente.
– Aún te faltan muchas cosas por aprender  – comentó el abogado – y todo esto es porque existen personas como Pilar que pueden cometer traiciones enormes, sin siquiera preocuparse por ello.

Adán estaba elaborando un plano mental mientras tanto, pero necesitaba más información y estaba trabajando a toda máquina.

– Espere, usted dijo que Pilar tiene información que le permitiría detener la inauguración de la galería ¿A qué se refiere?
– A eso voy, pero tenía que decirte esto  para que comprendieras lo demás. Carmen sufrió un ataque de un desconocido hace un tiempo, incluso antes de que ocurriera lo de Pilar. Ésta persona intentó realizar algunas operaciones bancarias suplantándola, pero afortunadamente todo fue detenido a tiempo.
– Pero no se resolvió por completo.
– Piensas rápido, eso me agrada. Así es, pudimos tomar precauciones a tiempo, pero la gente que encargué de descubrir de quien se trataba, no pudo dar con el origen, lo que significaba que el cualquier momento una situación como esa podía repetirse; desde luego que Carmen estaba preocupada, así que decidió redactar junto conmigo el documento en donde especifica que cualquier cosa que se relacione con ella, es decir sus operaciones en la bolsa, movimientos de dinero y todo lo relativo a sus obras, debe ser autorizado y supervisado directamente por ella. Seguramente te estarás preguntando porqué en éste tiempo jamás supiste de la existencia de eso, y la respuesta es simple: según el acuerdo que hicimos Carmen y yo, sería letra muerta mientras ella estuviera de cuerpo presente y trabajando como de costumbre. El punto es que si ella estaba a mano del teléfono para comprobar cualquier cosa, sería absurdo aplicar el documento, no así si estaba enferma, perdida en alguno de sus viajes o algo por el estilo.
– Pero usted dijo que el documento era secreto.
–Lo era, y por lo que te conté antes, se me figuraba completamente imposible que ella pudiera saberlo. De hecho la propia Carmen, luego de aquel acto deleznable, me recalcó que había que impedir a toda costa que algo como eso se repitiera otra vez.

Adán trabajaba a toda máquina, pero eso empezaba a ser harina de otro costal.

– Lo que no entiendo es como es que Pilar  pudo hacer algo tan grande como vender esa obra de Carmen sin que nadie la detuviera, sin su autorización y además existiendo el documento del que me habla.

Izurieta lo miró detenidamente; estaba evaluando hasta donde podía confiar en él, y vio que el elástico aún podía estirarse más.

– Recuerda que te dije que el documento era secreto y solo se haría efectivo en ciertas circunstancias y si Carmen no se encontraba en condiciones, y resulta que ella estaba en perfectas condiciones. Además Pilar se aprovechó del temperamento de Carmen para conseguir lo que consiguió; es complicado, pero básicamente le sacó una firma que le dio el poder para vender la colección Cielo, cosa que hizo de inmediato y bajo un contrato de confidencialidad, con lo que se protegió por completo.

Adán recordó la conversación que había tenido con Carmen exactamente antes de que comenzara  todo el asunto de los dos cuadros. No tenía que preguntarle a Carmen cual era la razón de que en esa época no luchara por demostrar que las obras eran suyas y porque es que no había comenzado ninguna acción judicial, y la razón de esto es que más allá de que estaba involucrada su propia hija, había algo mucho más importante. Si ella, la afamada Carmen Basaure, se atrevía a poner en juego su trayectoria acusando a quien fuera de robarle la obra, bien podría ganar o perder, pero eso no dejaría de afectarla en su reputación, porque eventualmente alguien muy bien  podría decir que todo el caso era el de una artista de ciertos años que viéndose en decadencia o ensombrecida por otra muestra de arte, tratara de manera desesperada de recuperarse. Conociendo el enorme ego de Carmen, ella jamás se arriesgaría a algo como eso.
Cielos Pilar, la jugada perfecta, la traición a tu madre, los millones en tu cuenta corriente, un contrato de confidencialidad, saliendo a divertirse  por el mundo y sabiendo que nadie nunca iba a poder tocarla. Notable Pilar, realmente notable.

– Déjeme ver si entiendo –replicó al fin Adán con tono lúgubre– Pilar sabe de algún modo de la existencia de éste documento secreto de Carmen, y quiere suspender la inauguración de la galería, cosa que a usted le preocupa porque tiene antecedentes de que Pilar es capaz de cualquier cosa. Y ahora puede ponerlo entre la espada y la pared porque sabe que si pone en público el primer documento, complicará todo mucho más.
– Estás en lo cierto. De hecho esa es la  amenaza que me hizo.
– ¿Se atrevió a amenazarlo?
– Así sin más. Como verás, ella tiene las cartas en su favor, y para eso, me indica que intervenga la sociedad que le está vendiendo la galería a Carmen.

Adán sí sabía de eso. El edifico en que se encontraba la galería era de una sociedad inmobiliaria, que luego de ver ciertos aspectos decidió vendérsela a ella, pero eso aún estaba en proceso, faltaban una serie de trámites legales, lo que significaba que Izurieta podría poner cualquier excusa absurda que hiciera necesario, por ejemplo, realizar alguna medición o cierre temporal de la galería. Y eso sería un gran golpe.

– Entiendo todo lo que me explica, de hecho me parece... no sé cómo explicarlo, es horrible la actitud de Pilar, pero no sé de qué manera yo podría ayudar si es que ella se atrevió a amenazarlo a usted.
– Precisamente porque tú eres un factor con el que ella no cuenta; ella debe considerarte una molestia porque seguramente no se esperaba que alguien inteligente y fiel estuviera de lado de Carmen, pero no se debe imaginar que seas una amenaza real. Así las cosas, mi plan es que tú intervengas para desestabilizarla y permitirnos continuar con lo de la galería sin problemas.
– No me imagino como podría.
– Pero yo sí. En realidad, y considerando que el tiempo se nos viene encima, ahora no importa cómo es que Pilar supo del documento de acreditación de Carmen, y ni siquiera me importa porque diablos es que está tan interesada en detener la inauguración, lo que me importa es que consigamos sacar adelante la muestra, porque tan pronto como lo esté, si ella tiene cualquier otro plan, tendrá que esperar a un momento en donde no se delate. Y la idea es que Carmen tenga una grave recaída.
– ¿Qué?
– Hasta ahora el tema de Carmen se ha mantenido alejado de los medios, pero el punto es hacerle creer a la hija que la madre está muy grave, lo que la va a obligar a mantener las apariencias y acudir en su visita, dejando de lado sus planes; para esto puedo hacer algunos simples movimientos, y tu parte consiste en acompañarla como sea al lugar de los hechos, mientras yo recurro a otras artimañas para dejarla entrampada.

El viejo era más zorro de lo que Adán se había imaginado, pero su plan tenía sentido.

– ¿Y qué hará usted?

– Confundir su identidad con la de otra persona para que la policía la detenga y la enrede en un asunto por horas, mientras nosotros celebramos con champaña la inauguración de la muestra de arte. Pero necesito saber si es que  estás dispuesto a jugártelo todo por Carmen.

Adán asintió enérgicamente.

– Haré lo que usted diga abogado, sé que Carmen confía en usted.

Mientras tanto, Micaela se enfrentaba a un problema más en sus planes en la llegada al país. Las cosas se habían vuelto duras, de hecho había tenido pesadillas toda la noche ¿cómo es que podía tener tan mala suerte?
No importaba. Era aun relativamente temprano, estaba agotada por esos sueños en donde estaba aún durmiendo, con Pilar a su lado, y su madre de pie junto a ellas diciéndole con tono lúgubre esas palabras que todavía rondaban por su mente: lo lamento hija, jamás imaginé que ella estaba detrás de todo esto. Lo lamento.
Lo lamento.
Eso en ese momento estaba entre las cosas que menos le importaban. Era cierto que la aparición de Pilar en esos momentos le producía nauseas, pero fuese como fuese, las cosas seguro que pasaban por algo, y si habían coincidido, no tenía más opción que tomar las riendas con mano firme y terminar con todo.
Casi daba risa que ella y Pilar estuvieran en el país de vuelta al mismo tiempo, a poco de inaugurarse  la galería de Carmen Basaure, y además topándose cerca de la torre, de aquella torre. Ni modo, también tenía problemas más terrenales, y el más urgente era conseguir un trabajo, porque si bien arreglar sus problemas con el banco le llevaría relativamente poco tiempo, estaba claro que no se quedaría más de un par de horas por allí, y en ese sentido mantenerse inactiva sería contraproducente. La entrevista que tenía en esos momentos era en la oficina de diseño ejecutivo de la constructora Del mar y Alzarrieta. Quien la recibió era nada menos que el gerente de proyectos. Cielos, ahí era alguien, no como en el extranjero.

– Buenos días Micaela, soy Esteban Méndez, es un placer.

Micaela estaba sobria, distinta de lo usual, con un traje dos piezas negro y violeta, con el cabello peinado simplemente hacia atrás y atado con un lazo violeta; elegante y aplicando el estilo de ''menos es más''

– Gracias por recibirme Esteban.
– Me sorprende que estés aquí, tenía entendido que estabas en el extranjero.
– Volví hace poco, y ya sabes lo que dicen, si es por trabajar, no me voy a quedar de brazos cruzados. ¿Tienes algo para mí?

El ejecutivo era alto, increíblemente delgado, blanco, de cabello negro refulgente, de mirada penetrante. Un tipo elegante que tenía en su apariencia algo que no encajaba con el lugar, al igual que ella.

– Para alguien de tu fama y experiencia seguro que sí. Acabo de poner la primera piedra –es un eufemismo – en un proyecto, y me encantaría que participaras en él; se trata de la remodelación del boulevard del parque Centenario, y en eso te necesito como encargada de proyecto en terreno. Básicamente te necesito de mala, ladrando órdenes y asegurándote de que todo va al pie del calendario, además de evaluar las pistas de trabajo y todos esos menesteres.

–Así que no encontraste a nadie que quisiera ser asesinado.

Esteban sonrió satisfecho.

– Es del tipo de trabajo ingrato, ya sabes, pero eres apropiada para eso ¿Que dices?
– Que tienes razón en todo. Si tienes la proyección de dinero ahí en tu escritorio y casualmente un contrato, cerramos ahora mismo.

Poco después y con un contrato firmado, ambos salieron del edificio.

– Ya que estamos afuera y que somos socios, pensé que podríamos tomarnos un  café y charlar.

¿Acaso estaba flirteando con ella?

–Pues no sé si sea bueno, imagina lo que dirían tus colaboradores.
– En éste momento no estoy trabajando, y además no me importa lo que digan, nadie puede mandarme ¿Que dices?

Como cambiaban las cosas. Micaela aceptó, pensando en que nada podía perder excepto un poco de tiempo, y por otra parte resultaba un poco divertido estar en medio de una situación como esa.  Minutos después estaban sentados en un café temático, pero con dos whiskies.

– ¿Y bien? esta es la parte en donde me dices que es lo que realmente estás haciendo en el país por éstas fechas.

Micaela lo miró fijamente. Estaba pensando divertirse un poco a costas de él, pero por lo visto Esteban escondía algunos secretillos.

– ¿Quién eres Esteban?

– Un tipo más inteligente de lo que parezco, y sobre todo muy bien informado. Sé que eres hija de Bernarda Solar, la famosa empresaria, pero que tus logros siempre han estado llevados por tu propia mano, por eso es que en vez de trabajar para ella en alguna de sus múltiples empresas, te hiciste una experta en administración de personal, proyectos y diseño integral. Eres una mujer joven, inteligente, capaz, que de la noche a la mañana cierra su oficina y se larga a empezar de cero en el extranjero, y vuelve ocho meses después, buscando trabajo. Disculpa si considero extraño ésto.

Pensaba rápido y bien. Interesante.

– Cualquiera diría que has estado investigándome.

Pero el rió alegremente.

– ¿Qué?
– De acuerdo, me doy por vencido, tú definitivamente no te acuerdas de mí.
– ¿Acordarme?
– Mira, sé que no soy exactamente el tipo de hombre inolvidable, pero creí que estabas disimulando o algo, pero ahora estoy convencido que de verdad no me recuerdas. Tú me mandaste al diablo cuando traté de trabajar contigo hace poco más de un año, y ahora que, humildemente lo digo, los papeles están invertidos, me estoy permitiendo el placer de acosarte con preguntas.

Sólo entonces lo recordó. Claro, pero en ese tiempo él tenía una apariencia distinta, el cabello más claro y largo, era más corpulento y definitivamente tenía otro estilo.

– ¿Estás tratando de decirme que me contrataste como venganza por no haber querido trabajar contigo la vez anterior?

Él sonrió.

– No, te contraté porque eres una profesional de buen nombre y sé que lo harás aún mejor de lo que crees. Y también te contraté esperando que nos conozcamos más, y por ejemplo, ser amigos.
– ¿Estás coqueteando conmigo?
– En cierto modo, pero debo decepcionarte porque estoy ocupado.
– Me rompes el corazón.
 –Estoy seguro de eso.

Micaela se reclinó en el asiento. Ah, se trataba de eso, pero a ella por lo menos le resultaba bastante lógico no recordarlo, porque en esos tiempos ella estaba cargada de trabajo. Era una situación extraña, pero le serviría tener alguien con quien conversar además del trabajo.

– Te rechacé porque tenía muchas cosas en mente. De hecho mi salida del país no fue tan sorpresiva de todos modos.
– Eso me tranquiliza, viví semanas pensando que la conocida Micaela Riveros me ignoraba porque era un mal ejemplar de ejecutivo. Pero así fue como redoblé mis esfuerzos, y subí algunos niveles hasta estar donde estoy ahora.
– Espero que no estés resentido.
– Para nada. Incluso diría que me sirvió para esforzarme más aún. Debes reconocer que tuve una entrada muy teatral, así que creo que eso me suma puntos.
– ¿Y quieres ser amigo mío a causa de eso?
– Por extraño que te suene, sí. Y si en el camino te parezco horrible, aún seré tu jefe, y por lo demás tendrás que trabajar conmigo por los siguientes dos meses, así que seguro que tendremos que llevarnos bien.

Micaela bebió de su copa lentamente.

– Eres muy extraño.
–Ya lo sé.
–Pero eso me agrada. Cielos, nunca me habían pedido amistad, pero acepto.

Se hizo un silencio, y luego ambos rieron.

– Esto está dentro de las cosas más extrañas que he escuchado, pero me parece bien. Solo que tendrás que asegurarme que además del trabajo, tendremos jornadas como ésta en el futuro.




Próximo episodio:  El primer engaño