La traición de Adán Capítulo 5: A ciencia cierta




Adán estaba consciente de que la inauguración de la galería de arte era al día subsiguiente; daban las diez de la noche, por lo que faltaban menos de 48 horas para el gran momento. Y tenía demasiadas cosas en mente.
La aparición de Pilar en el cuadro había complicado todo de un modo violento, aunque también se alejaba de cierta manera de lo que se le pasara por la mente, porque ella se veía diferente a las fotos, al menos cuando la mirabas con detención. Y no se trataba de la angustia que pudiese experimentar por una madre enferma, sino que había algo más. Seguramente había otra tristeza en la vida de esa mujer, y eso la hacía mostrarse más insegura. Pilar era como un avecilla frágil y atormentada ¿Seria por eso que no estaba en el país y Carmen evitaba hablar de ella de un modo concreto?
Al menos podía tener la tranquilidad de que Pilar solo sería un problema pasivo mientras  tanto, ya que no parecía del tipo de persona que aparece de improviso y ante la gravedad de una madre para poner todo de cabeza. Debía arreglárselas para que la ceremonia de inauguración pareciera pensada exclusivamente para homenajear a Carmen sin delatar nada de lo que estaba ocultando, además de aprovechar la presencia de la hija para realzar el contenido del mensaje implícito sin ser especifico. Pilar debería estar agradecida, y sin embargo se limitó a darle las gracias, pero no con el sentimiento que esperaba, sino más bien como alguien que se quita de encima un peso que no es capaz de cargar. Mejor que estuviera así, y hospedada en el hotel San Martín.
La galería estaba en perfectas condiciones, solo faltaba comenzar el siguiente día con el bullicio de los trabajadores realizando las ultimas instalaciones. La misión de Adán entonces seria programar cada centímetro de tela, cada trabajador y cada copa, hasta conseguir que el reloj funcionara a la perfección, dejando a todos atónitos con su funcionamiento aun sin que lo puedan llegar a comprender del todo.
También tenía que decidir qué es lo que haría con los dos cuadros, y ahí radicaba el principal problema. El cuadro principal de la muestra, la obra cumbre de Carmen Basaure como artista y que aún estaba envuelta en misterio, el objeto más codiciado, tenía un duplicado, no un clon sino un doble, una imagen fantasmal que parecía reproducirlo desde otro ángulo, mirado a través de otros ojos, o quizás a través de los mismos ojos, pero de otra manera, en otro tiempo, en otro sitio.
Supuestamente Bastián Donoso había pintado ese cuadro a través de los últimos quince años desde que Carmen se lo explicara durante sus amoríos, y ahora él suponía que otra persona quería hacer público El regreso al paraíso, de modo que chantajeaba a esa persona con el doble del cuadro sin saber que el regreso había sido pintado por la misma persona a quien él había amado.
Un momento.
Carmen lo había engañado, o al menos le había ocultado parte de la verdad crucial en todo este asunto, y como pocas veces, Adán no había caído en un detalle que a estas alturas era primordial. El regreso al paraíso era una obra secreta hasta el momento, porque ella había mantenido oculta su existencia en imágenes, remitiéndose a solo dar un par de escuetas entrevistas a medios muy especializados, lo que quería decir que Bastián Donoso no podía simplemente haber dado por accidente con ella ni aparecer de pronto en el panorama nacional, Bastián seguramente estaba en el país hacia tiempo o de otro modo solo podría haber realizado el intento de chantaje sabiendo quien era Carmen, y según la nota, no había muestras de que lo supiera. Eso quería decir que tras todo eso había algo más, y eso explicaría en cierto modo que a pesar de robarse el cuadro del departamento vacío aun no hubiera noticias ni nada extraño al respecto. De cualquier manera, ya era extraño que Adán se hubiera encontrado con un departamento vacío y sin ningún tipo de vigilancia, con la puerta abierta, dispuesto para robar la obra casi como si esa persona tuviera que salir apresuradamente de ahí, y más aún que luego del robo no se presentaran mensajes de correo haciendo alguna amenaza por la desaparición del cuadro. Eso significaba que tenía que preocuparse por lo que pasara al día siguiente durante la ceremonia. Lo único bueno de todo era que los medios no sabían cuál era la características específicas del cuadro, por lo que en caso de verse obligado a ocultarlo, aun el resto de la obra serviría para encubrir momentáneamente la ausencia de esa obra.
La obra cumbre de Carmen, la exposición de arte, la galería, Pilar, Carmen, el manejo de los medios, el destino del Regreso al paraíso, las acciones del abogado Izurieta.
Todo estaba en sus manos.
Como opciones tenía el éxito o el fracaso rotundo, pero Adán no había nacido para fracasar.
Fue nuevamente a la galería, y aunque a el mismo le pareció extraño, se sintió algo paranoico, de modo que se ocupó de verificar que todo estuviera como antes de salir, y por precaución extra cerró todas las puertas, desconecto los teléfonos y apagó las luces, todas menos la del taller de Carmen.
Ahí, disimulada a la perfección, había una puerta, que nadie que no supiera podría descubrir, porque incluso a tacto daba la apariencia de ser parte de la pared, tanto por peso como por forma. Inclusive al golpear se sentía como el resto de las paredes. Adán descorrió un costado, presionó, y pudo deslizar con lentitud la pesada puerta que daba paso a una habitación muy pequeña, en donde con suerte cabría una persona de baja estatura. En el interior de paredes desnudas no había nada, salvo por dos cuadros, ambos envueltos con telas blancas. En el silencio espectral de esa pequeña sala, el hombre descubrió ambas obras, las que quedaron prácticamente enfrentadas, una  a la izquierda y la otra a la derecha, ambas orientadas a él, como un enorme libro abierto justo por la mitad, hojas desplegadas a punto de rozarse. Y lo que vio en ese momento le hizo decidir cuáles serían sus acciones. Dentro de dos días, la galería de arte de Carmen Basaure sería inaugurada, y no solo se trataría de un éxito, sino que a partir de ese momento, nadie podría quedar indiferente. A partir de ese momento y gracias a él, nada en el mundo del arte volvería a ser lo mismo.
Pilar se había hospedado en el hotel San Martín simplemente porque era el primero que se le había cruzado en el camino. Estaba exhausta, porque ver a su madre en esas condiciones no solo le había dejado claro que estaría obligada  a verla y a quedarse más tiempo del que pudiera llegar a haber imaginado en un principio, sino que además haría que las cosas fueran más dolorosas. No estaba de vuelta para resolver nada en las sombras, tenía que volver para hacerse cargo.
Ese Adán Valdovinos era un tipo realmente poco común, eso Pilar lo notó a pesar del estado mental en que la dejó la noticia entregada así tan de golpe. No solo se trataba de su evidente atractivo físico, sino que transmitía algo, era como ese tipo de persona que la ves y sabes que nació para hacer bien cualquier cosa que se le ponga por delante. Eficiente, directo, sensible, inteligente, educado, cercano, practico, lógico, perfecto. Demasiado perfecto, pero para ella eso solo habría tenido algún otro significado si no se encontrara en esas condiciones; por lo menos podía decir que era un bálsamo que él se ocupara de una situación tan embarazosa cuando no había nadie más disponible.
Un momento.
Sentada en la cama del hotel aún con el equipaje dentro de la maleta, Pilar recordó que la inauguración de la galería de arte de su madre estaba a menos de dos días de ocurrir, alrededor de las siete de la tarde. Y en ese momento recordó las palabras que había escuchado como en sueños, mientras ambos se dirigían a la clínica.

–No te preocupes Pilar, todo está bajo control, te lo aseguro...Carmen me dejó instrucciones precisas de continuar con todo...

Eso quería decir que no estaba suspendido, que el evento iba a realizarse de todos modos ¡Pero era una completa locura! Cinco minutos después, comprobó que sus temores eran ciertos. Adán le había explicado, con un tacto que estaba a un milímetro del trato que se le da a una estúpida, que la muestra de arte seguiría su curso sin alteraciones por orden expresa de Carmen. Eso significaba que en esos momentos las decisiones pasaban por completo por las manos de Valdovinos. Cualquier otra persona se habría sentido ofendida por verse desplazada en autoridad en un caso como ese, pero en vez de eso, a Pilar le pareció demasiado extraño y bien orquestado que su madre tuviera un ataque justo antes de la exposición y cuando había una instrucción expresa que lo favorecía a él en todo. Tal vez fuera débil y cobarde, pero gracias a Dios Pilar no era tonta, y la capacidad de detectar cosas extrañas por suerte la conservaba intacta. Estaba cansada y era tarde, pero la joven tenía que pensar con claridad; no contaba con mucha información reciente, pero conocía bien a su madre, y sabía que además de ser una persona temperamental, era una mujer que amaba su trabajo, quizás más que a las cosas o a cualquier persona, y lo amaba tanto que no dejaría de presenciar un evento tan importante para ella solo porque algo se interponía en su camino. El sentimiento y su vanidad desmedida se lo impedirían.
¿Por qué entonces tendría esa urgencia por inaugurar, porque un interés tan profundo por mantener el curso de las cosas incluso dejándose ella misma en segundo plano?
Mientras tanto, esa noche, Sofía estaba sola en su departamento hasta  que llegó Miguel dispuesto a consolarla. Miguel era un hombre joven, de 27 años, de figura bien proporcionada, moreno, guapo, saludable y atractivo, que bien podía conseguir a cualquier mujer que quisiera. Pero no había sido el caso de Sofía. Se conocían desde la secundaria, y todo había indicado que serían una linda pareja, pero de pronto apareció en el mapa Adán Valdovinos y todo cambió del cielo a la tierra. De pronto Sofía empezó a orbitar en torno a él, como una patética luna que no tendría luz sin la facilitada por el astro rey ni movimiento sin la gravedad propia de su existencia. Y el resto del universo desapareció para ella. Cualquier persona, incluyendo al propio Miguel aunque no quisiera reconocerlo a viva voz, tendría que decir que Adán era un tipo especial, endiabladamente atractivo, seguro y perfecto en todos los aspectos, un muñequito de tienda de carne y hueso. Demasiado perfecto, pero se notaba a la legua que ella no le interesaba, que solo le decía palabras bonitas para mantenerse entretenido sin tener que esforzarse, pero aunque a ella se lo gritaran en el oído, no se daría por enterada. Para Miguel había un tema de orgullo personal, como no, pero también la deseaba como mujer, la quería para sí y no se resignaba a dejar todo tan sencillamente, por eso es que cuando la muchacha lo llamó desconsolada, supo que al fin había llegado su oportunidad.
Miguel sirvió un par de whiskies suaves mientras ella le contaba todos los detalles, completamente devastada.

– ¿Te das cuenta? Solo me dijo que lo perdonara, y eso fue todo. Yo no pude hablar más.

En una escena como es aprovecharse de ella seria relativamente sencillo, pero lo que él quería era logros y venganza a largo plazo, y para eso tendría que actuar con la cabeza fría y dejar los instintos para otro momento.

–Tienes que ser fuerte, esto es algo que debes superar.
–No sé cómo hacerlo.
–Mira – se sentó frente a ella para captar algo de su atención– sé que es difícil de entender, pero quizás en este momento tengas que tomar una decisión muy importante.

Sofía lo miró sin entender.

–No sé de qué hablas.
–Escúchame. Sé que estás dolida porque Adán te abandonó, pero la verdad es que eso ya pasó y no puedes cambiarlo, a menos que decidas olvidar tu nivel y tu dignidad y arrastrarte patéticamente ante él.

La idea claramente había cruzado por la mente de la joven, pero su crianza aún la mantenía a raya en ese sentido.

–Pero...
–Ni lo pienses. Sencillamente es que Adán tiene otros planes, y tú no estás ni vas a estar involucrada en ellos desde ahora. Nunca más volverás a ser parte de su vida.
–Lo dices como si supieras algo.
–No se trata de eso. ¿No te das cuenta del momento en el que ocurre esto?
– ¿A qué te refieres?
–Adán está a punto de inaugurar junto a Carmen Basaure una importantísima galería de arte; he descubierto algo que seguramente tú sabes mejor que yo, y es que ella está muy bien considerada en los círculos comerciales, y tan pronto como los medios expongan su obra, todos los involucrados van a verse beneficiados y sus vidas podrían dar un vuelco. Lo que quiero decir es que Adán está buscando algo más, quizás alguna artista famosa o la dueña de algún museo que este inundada en dinero, y si esos son sus planes, pues tú no le sirves.

Sofía lo miró incrédula.

–Eso es ridículo, el jamás sacó provecho de nuestra relación.
– ¿Por qué no te pedía dinero? Vamos, hay muchas otras formas de sacar provecho, como por ejemplo acompañarte a todos los sitios, dejar que el mundo sepa de su buen gusto, su inteligencia y sus contactos, eso te crea conexiones y los conocidos pueden valer oro, esa es una frase de tu padre. Hay que reconocer que fue inteligente para hacer las cosas, pero tú misma me dijiste que hace días se mostraba lejano e indiferente.
–Pensé que era por el trabajo.
–Eso, o era una indirecta. Escucha Sofía, si de verdad valoras tu integridad y tu dignidad, lo primero que debes hacer es tenerte respeto y recuperarte. Yo te prometo que voy a estar contigo para todo lo que necesites, y cuando sea el momento, actuaremos, no puedes dejar que Adán te haga daño sin recibir nada a cambio.

En realidad, la muchacha no estaba convencida de nada, solo estaba destrozada por lo que le había sucedido, porque creía que estarían juntos por siempre, que Adán la amaba o que al menos estaba empezando a amarla. ¿Acaso se trataba solo de una ilusión? quizás Miguel tuviera razón, pero resultaba tan difícil convencerse de eso y a la vez parecía tener sentido... el punto es que Adán era el único hombre que conseguía hacer que el mundo se detuviera por completo.
En dos días, sería la inauguración de la galería. La artista había confiado tanto en el como todos los que le rodeaban, y seguramente ahora él estaba a un paso de conseguir aún más de lo que ya tenía ¿cuál sería su límite entonces? Ir a hacer un escándalo en medio de la inauguración no era su estilo, Sofía podía estar dolida, pero tenía muy claro su buen nombre y apellido, una mujer de buena familia no se expone de esa forma. Pero por lo visto Adán quería para él algo que ella, con su apellido y origen no era compatible, o quizás se trataba de que no era suficiente.
No iba a permitir que todo eso la destruyera. De algún modo le demostraría a Adán Valdovinos que no era tan simple dejarla y burlarse de su amor. Por el momento solo quería llorar, pero ya llegaría su  turno, en eso Miguel estaba en lo cierto.

Para cuando Micaela llegó al departamento que había alquilado por teléfono mientras regresaba a la capital, eran más de las tres de la tarde y estaba agotada. Se dio una ducha, se tendió en la cama, y se quedó profundamente dormida. Despertó a las once de la noche, sudada, aturdida y hambrienta. Hacía bastante que no dormía tanto, seguro que era por el cambio de clima, y la energía que había empleado luchando contra la tristeza. Era fuerte, pero a veces el cuerpo te pasa la cuenta. Desfallecía de hambre, así que se dio una ducha y salió del agua justo para recibir una pizza doble queso con extra carne y botones con salsa barbacoa, una receta que seguro habría hecho desmayarse al chef del barco en el que había viajado; se sentó en la cama con su pizza, preparando mentalmente los planes, cuando se le ocurrió encender el televisor y buscar en los canales del cable. Y ahí vio la noticia.
Era una ironía demasiado grande que la galería de arte de Carmen Basaure, la madre de Pilar, estuviera a punto de ser inaugurada ¿que las coincidencias de ese tipo solo ocurrían en las películas? resultaba molesto para la digestión.
Al menos saber de ese evento le aseguraba algo, y es que otra coincidencia, la de toparse con Pilar en la ciudad, era del todo improbable.
Improbable, pero no imposible.
La posibilidad era muy, pero muy remota, mal que mal Pilar hacía ocho meses había hecho algo monstruoso, y una de las primeras personas que celebraron su partida fue la misma Carmen ¿por qué iba a volver justo en un momento como ese para arruinarle la fiesta otra vez?
En fin se dijo, no era su tema en esos momentos, ya no. Solo lo tendría en cuenta para no terminar cruzándose con la pintora en algún estúpido accidente.  Lo que haría a partir de mañana sería un tanto extraño, y quizás podría definirlo como un camino de exorcismo, un deambular por las calles en donde estaban aún vivos todos esos recuerdos. Y el primer lugar al que iría sería la Torre del nuevo extremo. Si pasaba esa prueba, lo demás sería mucho más fácil.





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La traición de Adán Capítulo 4: Mariposas



¿Sabes para que vuelan las mariposas?

Cuando Micaela escuchó el aviso por altavoz de que el viaje del barco había terminado, no se movió del cómodo camarote que la había albergado la mayor parte del tiempo durante el viaje.
Se trataba de una mujer de 26 años, de figura espléndida por su estatura cercana al metro setenta y cinco y su cuerpo fuerte y vigoroso; tenía brazos largos, piernas fuertes por el nado y la bicicleta, y toda su estructura demostraba que era una joven saludable aun cuando no hubiera hecho nada de ejercicio mientras duraba el viaje de regreso al país.
Un viaje de placer.
Sin embargo, la joven de cabello castaño oscuro y que lo mantenía corto hasta los hombros, siempre rebelde y con un corte osado e irregular, no había hecho ese viaje por placer. Ni el anterior. Micaela estaba huyendo, y aunque le molestara, ella misma debía reconocérselo. Llevaba ocho meses escapando, desde esa tarde horrible cuando su vida había sido arruinada ¿O ella misma la había arruinado al fijarse en esa persona, al amar a esa persona?
Daba lo mismo.
Era una mañana cálida cuando llegó a puerto, cargando un morral al hombro y tirando de una maleta; ocho meses de huir, ocho meses de simular que se había ido al extranjero a culturizarse, y de engañarse a sí misma, porque  por mucho que de verdad estuviera trabajando, en realidad lo que hacía era huir. Y lo que más rabia le daba era que escapaba porque le dolía, porque a estas alturas la traición y el amor eran lo mismo, porque venían de la misma persona, y ante eso no tenía defensa. Y por supuesto que las vueltas del destino la habían obligado a volver, porque hace un par de semanas un conflicto del banco en donde tenía su dinero y las firmas con las que trabajaba requerían su presencia, que irónico que en un mundo cada vez más globalizado y tecnologizado, tuviera que regresar al país para hacer trámites que no se podían hacer por correo electrónico o video llamada.
Daba lo mismo.
De por sí ya no era alentador estar de regreso en el país, así que tomó un crucero para tratar de engañarse y creer que se relajaría y llegaría con ánimos al menos de no deprimirse. Tenía un bronceado saludable y había descansado. No había resultado, pero esa mentalidad depresiva no era efectiva, quizás se había desatado en ella porque estaba en un estado diferente al habitual, cuando con la presión del trabajo hacían que la adrenalina funcionara en lugar de los sentimientos. Así que Micaela decidió tener todo finiquitado ese mismo día, ir directamente al banco, solucionar los problemas, dejar la cuenta enlazada con sus cuentas en el extranjero para no tener que volver, y tomar el primer avión que encontrara de regreso a Europa.
Fue entonces cuando, de pie junto a un semáforo, esperando cruzar, la vio. Inocente, frágil, pero poderosa por su delicadeza y hermosura, una mariposa de considerable tamaño, reposando sobre una hoja, ajena a lo que pasaba por la mente de la joven en esos momentos. No era igual, pero sí muy parecida a una de las que aparecían en esa pintura que nunca olvidaría, esa que de algún modo ejemplificaba todo lo que le había pasado después. Y la pregunta volvió a aparecer en su mente, tal como si la escuchara en esos momentos, la pregunta que definió tantas dudas.
¿Sabes para que vuelan las mariposas?
Ella había tenido una mariposa, una tan hermosa y frágil como no lo creyó posible, y en su momento pensó que estaría para siempre, pero al final la traición fue la respuesta a la pregunta, y los hechos finalmente la habían arruinado. Pilar Basaure. Su mariposa, ese ser tan frágil que resultó ser un engaño ¿En qué parte de la historia se había trastocado en alguien así?
Pensar en Pilar seguía haciéndole mal, principalmente porque aunque eso la hiciera retorcerse de rabia, la amaba. La amaba y la odiaba por hacerle lo que le hizo. Al menos tenía la opción de sufrir en paz, sin que nadie más que una imagen fantasmal la perturbara, porque sabía que Pilar no estaba en el país, pues ella también había huido hacia ocho meses atrás, cuando quizás por remordimientos había tomado sus cosas para salir y nunca volver. Esa había sido la última noticia que había tenido de ella.
Micaela subió al taxi abrazando el morral que siempre cargaba consigo, con la vista perdida en el horizonte, sin mirar nada más que su pasado, donde de un día para otro la felicidad se había convertido en dolor; tenía que solucionar sus problemas financieros, y ya que estaba en un sitio tan decisivo, podía aprovechar la oportunidad y hacerse cargo de algo más. Ya no iba a huir. Volvería, no a ver a Pilar, pero si volvería, a los lugares que las vieron, volvería a los recuerdos y al sufrimiento, y conseguiría extirpársela de una vez por todas. Micaela se juró a sí misma, esa mañana, que ya no seguiría más escapando, se sacaría a esa mujer del recuerdo, y con fuerza se juró que el odio la llevaría  a destruir el sentimiento, hasta que llegara un punto en que solo quedara vacío. Después podría empezar de nuevo.
Mientras tanto en la capital, Pilar entraba en la habitación donde seguía bajo seguimiento su madre, Carmen Basaure.

– ¿Mamá?

Lo dijo en un tono de voz muy bajito, casi hablando consigo misma, casi por costumbre de cuando era pequeña y quería entrar al taller de su madre, y ella la reprendía por interrumpir su concentración. La noticia la había golpeado, principalmente porque aún estando consciente del paso de los años, seguía viendo a su madre como la mujer fuerte, temperamental y de voluntad  inalterable que siempre había visto. Demasiado fuerte como para estar en riesgo de morir. Y sin embargo ahí estaba, entubada, conectada, inconsciente e indefensa. La única persona que tenía como familia era ella, alguien demasiado cobarde y débil como para hacerse cargo del algo así, o de la galería de arte, o de decisiones difíciles. De modo inconsciente, cuando estaba ahí sola en frente de su madre gravemente afectada, Pilar pensó automáticamente en quien podía necesitar en ese instante, y la imagen de Micaela apareció frente a ella, haciendo que las lágrimas brotaran de sus ojos sin poder contenerlas. ¿Cómo tendría fuerzas para enfrentar una desgracia como esa, cuando ni siquiera podía recordar a Micaela sin llorar?
Estaba sola, pero no como cuando había llegado al país y pensaba visitar la galería y ver la alegría de su madre, aún sin ser vista, ahora estaba sola frente a lo desconocido, y sabiendo que no tenía más opción que seguir aunque no lo quisiera.
Fuera de la habitación, Adán Valdovinos descansaba sentado con los brazos cruzados, con la apariencia perfecta y lozana de siempre, aunque interiormente estaba preocupado ¿Porqué la hija de Carmen tenía que llegar al país justo en ese momento?
Y además de todo se la había topado como por accidente en la calle. Ella no lo conocía, pero él ya había investigado lo suficiente como para reconocerla, y aunque desde luego no quería involucrarla porque se convertía en un nuevo contratiempo, no podía mantenerla al margen, porque eventualmente se enteraría de todo y él no podía dejarse perjudicar de ese modo. Así que tuvo que acercarse a ella, presentarse y lanzarle en la cara el mal momento de Carmen, para convertirse en el apoyo también de la hija y mantener de alguna manera el control de todo.



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La traición de Adán Capítulo 3: Las decisiones



Eran más de las siete y media de la tarde de un día que Adán no se esperaba siguiera ese curso, y aunque ya había decidido reunirse con Sofía, antes de eso llamó al abogado de Carmen.

Ramón Izurieta era el tipo de hombre que ya había hecho todo lo que le interesaba en la vida, y debido a eso puede darse el lujo de trabajar cuando quiere, para quien quiere y además según las condiciones que quiere. Y una artista de renombre como Carmen siempre podía necesitar un abogado por las dudas.
Para su sorpresa, el abogado lo citó inmediatamente en su oficina.
El despacho de Ramón Izurieta era una lujosa oficina en el séptimo piso del edificio del Consorcio Verassategui, en el sector alto de la ciudad. Paredes finamente decoradas, cuadros abstractos, luces invisibles, flores frescas en puntos estratégicos, una vista impresionante de la capital y una placa del Gobierno por su invaluable aporte a la comunidad eran solo parte de los gustos que el doctorado podía darse. Una secretaria tan escultural como una reina de belleza lo saludó cordialmente y lo hizo pasar a una oficina que hacía que la ropa elegante y cara de Adán pareciera de segunda mano.

—Buenas tardes Adán, siéntate.

Adán no era de intimidarse por todo aquello, pero si aceptó, al menos en su interior, que envidiaba un poco a Izurieta.
Por tener todo eso.
Pero no lo envidiaba tanto. El conseguiría todo eso y muchísimo más, y mucho más joven.

— ¿Cómo está Carmen? —preguntó sentándose tras el lujoso escritorio— hace días que no hablo con ella.

Adán ya había preparado todo, así que adoptó la actitud perfecta, y le relató al abogado la parte que le interesaba contarle.
Que Carmen le había hecho un encargo, al cual desde luego él fue inmediatamente, y que tras volver, la encontró inconsciente, resaltando por supuesto sus sospechas acerca de una posible tercera persona involucrada. También mencionó su alerta por el próximo estreno de la nueva obra en la galería, aunque desde luego evitó deliberadamente los detalles que se referían al Regreso al paraíso.
Izurieta escuchaba. Y cuando habló, lo hizo con tono resuelto y decidido.

—Esto es una sorpresa, pero como de costumbre, Carmen parece tocada por ese sexto sentido del que tanto se habla  de los artistas, aunque esté mal que un hombre de leyes como yo lo diga.
— ¿Qué quiere decir?
—Carmen me dejó hace cierto tiempo un instructivo orientado al caso en que a ella le pasara algo antes de poder inaugurar la galería o inclusive más allá de esa fecha; en su momento le dije que era una exageración, pero de todos modos lo redacté y desde luego, tiene validez legal.

Adán no movía un musculo. Si alguien hubiese querido descifrar su expresión en ese momento, no habría tenido éxito, tal era su capacidad de ocultar lo necesario. Por dentro estaba el límite entre la sorpresa, la emoción y la angustia.

—Eso podría querer decir que ella presentía algo —comentó Adán para darse tiempo— pero dudo que haya previsto ese ataque.

El abogado esbozó una sonrisa melancólica.

—Es irrelevante que ella haya sufrido una caída o ese mismo ataque, Carmen no fue específica en ese sentido. Espera.

Izurieta se puso de pie y fue hasta uno de sus elegantes archivadores de metal cromado, desde donde sacó una carpeta de plástico común. Una vez de nuevo en su asiento, leyó el apartado del documento que quería resaltar, dando a entender que se trataba de las palabras de Carmen en persona.

''Ante cualquier eventualidad que me impida estar a la cabeza de la realización del trabajo relacionado con la galería en general y con la exposición ''Regreso'' en particular, tanto los plazos como los planes deben seguirse al pie de la letra y encabezados por Adán Valdovinos hasta que yo pueda reintegrarme. Confío total y plenamente en él para todas las decisiones de estos asuntos. ‘‘

Adán se había quedado de una pieza. Sabía muy bien que se había ganado la confianza de la persona difícil y temperamental que era Carmen Basaure en parte porque siempre realizaba un trabajo de joyería en la galería y el trato con ella que había realizado. Sin embargo, nunca había creído que ella llegara a confiar lo suficiente en él como para dejar semejante instrucción por escrito. La artista estaba completamente en sus manos.

—Supongo que no tengo que explicarte lo que eso significa.

Adán hizo una mueca.

—Me parece impresionante, por decir lo menos, la confianza que Carmen me tiene, es.... emocionante. Pero eso no me ayuda con lo que está pasando con ella ni con las sospechas que le dije que tengo de que hay alguien más involucrado.
El golpe perfecto, así el abogado tendría la imagen de Adán que él quería. El abogado siguió con el lado práctico.

—Si vamos al tema de Carmen, es adecuado que me comunique con la clínica en este momento, para darles instrucciones.
— ¿A qué se refiere?
—A que voy a pedirles que mantengan el nombre de Carmen en secreto para que nadie se entere que está allí, estoy seguro de que ella lo que menos quiere en esto es publicidad. Con respecto a tus sospechas, por el momento no podemos hacer nada.
—Pero si no hacemos algo esa pista va a enfriarse y luego no podremos dar con el paradero de esa persona.
—Si es verdad que existe.

Adán se mostró ligeramente alterado.

—Sea como sea, necesitamos investigar ese asunto, podría tratarse de alguien que quisiera hacerle daño a Carmen y después podría intentarlo de nuevo.

El abogado mostró como respuesta una actitud serena y sabia que muchos demostraban ante los jóvenes.

—Eso puede solucionarse con un detective privado y te aseguro que voy a contactar a uno bueno para que lo averigüe, pero el tema debe tratarse con mucha discreción porque como te darás cuenta, un escándalo de cualquier tipo en estos momentos arruinaría la exposición que es el sueño de Carmen.

El joven guardó silencio. Había conseguido mucho más de lo que esperaba desde el principio de esa cita, pero por otra parte se había apresurado en su actuación, porque la existencia de un detective merodeando por la galería donde él tenía ocultos los dos cuadros y cuando había un chantaje y una especie de robo involucrados era un riesgo innecesario ¡Y el mismo lo había provocado!
Tenía que pensar más en las consecuencias de sus palabras cuando hablaba con alguien como Izurieta.

—Por lo pronto te recomiendo que vayas a dormir, descanses y te prepares, porque solo te queda mañana para tener la exposición lista para el público y te has quedado completamente solo. Mientras tanto estaremos en contacto.

Sin embargo tenía que prestar atención a otro asunto, y para eso volvió a su auto, y fue rápidamente al departamento de Sofía. Ella era una bonita mujer de 23 años, de figura proporcionada con curvas suficientes, rostro armonioso, mirada dulce de ojos claros y actitud correcta. Ella era la perfecta modelo, o la recepcionista del hotel de lujo, o la señorita de la alta sociedad; en realidad provenía de una buena familia, pero lo relevante es que Sofía no era ninguna de esas mujeres, sencillamente porque le faltaba ese toque especial que hace resaltar a las personas. Era correcta aun cuando ocultara parte de su personalidad, porque había crecido en un entorno que le había enseñado a ser lo que se le pidiera, de modo que cuando encontrara al hombre que iba a ser el necesario y además le daría la vida adecuada, ella pudiera adaptarse a la vida y fuera perfecta para ella. Adán sabía todo de ella pero jamás se lo había dicho, y esa noche ni siquiera necesitaría decírselo para dar a la relación que mantenía el corte definitivo.

—Hola Adán.

Adán entró en el departamento a paso seguro, pero sin decir ni una sola palabra. Eso era más que suficiente para dar a entender que las cosas no estaban como siempre, y la mirada intrigada de ella dio cuenta de que lo había notado.

— ¿Qué sucede?

El rostro de él se veía contraído.

—Sofía, es necesario que hagamos algo. Debes terminar conmigo.

La joven no habría reaccionado peor si le hubieran dicho en su cara que toda su familia había muerto en un trágico accidente. Se quedó muda, de pie entre la puerta del departamento y el, mirándolo con esa clásica mezcla de fascinación habitual y sorpresa. El hombre guardó silencio el tiempo necesario para dar a entender que las cosas iban en serio.

—Sé que todo esto debe ser muy extraño para ti, y debes estar preguntándote cual es la razón para que yo me aparezca de pronto en tu casa a hablarte de esta manera. Y la verdad es que hemos estado separados bastante durante estas semanas, tanto por culpa de mi trabajo como por el trabajo que tienes, y la realidad es que en estos días he entendido que nosotros no podemos estar juntos.

Sofía seguía inmóvil, mirándolo con una expresión corporal que, ideada o no, le daba una apariencia de víctima indefensa que hacía que las cosas parecieran más difíciles.

—Nuestros proyectos de vida son diferentes, y es básicamente por esto que no podemos seguir. Continuar contigo es ser extremadamente egoísta, porque me convierte en el tipo que quiere a la mujer a su orden y opinión, para servirle o servirlo, pero al que le da lo mismo lo que quiera hacer ella. No puedo hacerte esto, eres demasiado buena en todo sentido como para esclavizarte sin que me importe nada más, y en estos días he notado que tu relación conmigo se ha convertido en un intento continuo de mantener tu vida completa mientras te adaptas a la mía. Te estoy haciendo mal, y sé que en el futuro te haré daño.

La joven dio un respingo muy leve cuando él terminó, como si dejar de escucharlo la hubiera bajado de donde sea que estuviese mientras tanto. Despierta Sofía, di algo.

—Ah —murmuró ella estupefacta— déjame ver si entiendo, dices que debemos terminar ¿por qué eres perjudicial para mí?

Adán suspiró mientras ella empezaba a luchar contra las lágrimas.

—No lo sé Sofía, no preparé un discurso para esto, te estoy mostrando mis sentimientos. Es difícil para mi ver que estoy haciéndote daño, pero lo que veo es que cada día que pasa yo sigo con mi trabajo y mis proyectos, que son básicamente de desarrollo personal a través de viajes, negocios y mucho trabajo, mientras que tu proyecto de vida, la vida familiar que has pensado y que te mereces, se aleja de ti; veo como suspiras cuando ves parejas con hijos, como te piensas lo que dicen tus padres sobre iniciar una vida de pareja o como crear cimientos firmes, sé que eso es lo que quieres, pero es imposible que lo consigas conmigo, porque lo que yo busco está detrás de una puerta que me lleva muy lejos de todo eso. A largo plazo me gustaría llegar a ese punto, pero sabes muy bien que por todo lo que viví cuando era un niño, no dejaré de hacer lo que tengo planeado mientras sea joven y tenga tiempo, entonces me digo ¿Obligo a Sofía a esperarme? No puedo, no tengo derecho a hacer que cuando las cosas se cumplan, yo me aparezca a decirte que todo está bien y tú tengas cuarenta años o más y se te hayan pasado las ganas o tu cariño por mí se haya convertido en rencor. Es difícil para mí, pero es la verdad, y tú también lo sabes. Tienes que dejarme.

''Tienes que dejarme'' era el golpe definitivo, las palabras que dejaban todo en manos de ella, porque él jamás había hablado de sus propias necesidades como una prioridad, sino que como de costumbre, cediendo su lugar al de ella por preferencia. Y Sofía, aun luchando por contener las lágrimas, entendió algo con total claridad: Adán era capaz de hacer muchas cosas, entre ellas, y quizás la mejor que podía hacer, manejar las situaciones y las palabras de modo de transformar todo en algo diferente, como en esta extraña situación en que de un momento a otro dejaba todo en sus manos, con la sensación de que terminar sería un favor solo por el bien de ella, porque a él todo eso le hacía sufrir. Se le pasaron por la mente mil cosas que decirle, pero no pudo articular ninguna de ellas, porque cada  cosa que pensaba sonaba ridícula o fuera de lugar, así que se limitó a mantener el silencio y la poca compostura que le quedaba. El pasó a su lado lenta y dolidamente y abrió la puerta.

—Perdóname.

Mientras Adán salía del departamento en donde dejaba a una desconsolada Sofía, en el aeropuerto una mujer bajaba del avión solamente con el equipaje de mano; no le gustaba viajar cargada, y de todos modos no pretendía quedarse mucho tiempo en el país.
Pilar era una mujer de 26 años, de contextura y apariencia más bien débil, por su cuerpo menudo, piel pálida por naturaleza y el cabello largo hasta los hombros y lacio, peinado simplemente hacia atrás. Los rasgos de su rostro eran más bien armoniosos, pero a la vez simples, con labios delgados, ojos oscuros sombreados por permanentes ojeras y una expresión calma que parecía mezclada con cansancio.
Sabía que faltaba un día para la inauguración de la exposición de Carmen Basaure, y aunque seguramente no se verían ni mucho menos hablarían, Pilar sentía que tenía que estar allí, aunque fuera escondida entre las sombras, viendo la exposición de la obra más importante en la carrera artística de su madre.



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La traición de Adán Capítulo 2: Adiós a Sofía



Habían pasado más de dos horas desde que Adán llego a la clínica Santa Augusta.

— ¿Algún familiar de la señora Carmen Basaure?

Adán se puso de pie y se acercó a un doctor que como mucho tendría treinta años; era delgado y casi de su estatura, nada especial por su apariencia, pero transmitía una seguridad en sí mismo que lo hacía totalmente inmune al porte y gracia de Adán. Este estaba acostumbrado a que todos a su alrededor reaccionaran con interés, simpatía o atracción hacia él, pero el doctor podía contarse entre los pocos que ignoraban sus características.

—Buenas tardes, soy Adán Valdovinos.
— ¿Y usted es?
—Soy el asistente personal de Carmen.
—Necesito a algún familiar de ella.

Adán meneó la cabeza con gesto preocupado.

—Carmen se encuentra sola en el país en estos momentos, así que soy la persona más cercana que tiene.

El doctor asintió, aunque claramente no estaba satisfecho con esa explicación.

—Señor Valdovinos, me temo que tendrá que ponerse en contacto con algún familiar de la señora Basaure.
— ¿Cómo está ella?

—Grave —replicó el doctor con perfecto tono profesional– sufrió un ataque al corazón y en estos momentos se encuentra en coma inducido; habitualmente no es necesario, pero por las características médicas de ella  es necesario. Ahora necesitamos estabilizarla y luego ver como evoluciona.

Adán escuchaba atentamente, pero desde ya estaba analizando fríamente la situación. Según donde había encontrado a Carmen, lo más probable es que hubiera sufrido el ataque en presencia de los cuadros mientras él trataba de encontrarla. ¿Pero por qué si ella ya sabía de la existencia de la segunda obra y además era idea suya recuperarla?

— ¿Puedo verla?
—En este momento es imposible, tiene que entender que esta grave y además está en una etapa crucial del tratamiento. ¿Tiene ella algún familiar?

Esa pregunta era porque ante formalidades técnicas necesitaban a alguien directo, así que en realidad estaba de ciudado.

—Tiene una hija, pero en realidad no sé si podría dar con su paradero.
—Le recomiendo que lo haga. Permiso.

El doctor volvió a su rutina, y Adán se quedó pensando en lo que estaba pasando en esos mismos momentos. Nunca le habían gustado los hospitales, pero no por las razones que al resto de la gente, por el miedo a la muerte y ese tipo de cosas, le desagradaban porque le recordaban la única etapa de su vida en que había sido vulnerable, en que no tenía la fuerza ni la capacidad de controlar su vida o lo que le rodeara. Y no se trataba de un hospital, sino de un sitio diferente, pero con algo similar.
Algo en el aire.
Esa sensación de que el tiempo no pasa, que las malditas manecillas del reloj se detendrán para siempre, en vida, dejándote ahí, observando.

—Diablos.

Eso definitivamente no estaba en sus planes, pero si había sucedido, tenía que tratar de solucionarlo lo antes posible y recuperar el control de la situación. Carmen tenía una hija, pero entre ellas había un conflicto que Adán desconocía al igual que su paradero. ¿Qué iba a pasar con la exposición? Tenía que inaugurarse dentro de dos días, las invitaciones estaban entregadas, los medios especializados estaban pendientes del estreno del gran trabajo de una de las artistas más importantes del continente, que exponía luego de cinco años de silencio en ese sentido. Y parecía estar de manos atadas.
De cualquier manera no podía hacer nada en la clínica. Dejó indicado su número, y se aseguró de que las enfermeras de esa sección supieran de su existencia, así que después de algunas breves conversaciones estaba seguro que ante cualquier hecho, tendría una llamada inmediata y sin que el doctor siquiera se enterara.
Su departamento no estaba lejos de la clínica, pero optó por regresar a la galería de arte. Desde luego que estaba vacía, los asistentes iban solamente cuando se les llamaba para hacer algún arreglo o limpieza, y mientras la galería no estuviera operativa, los trabajadores contratados aún no entraban en funcionamiento. Cuando entró, dejó cerrado con llave para asegurarse.
De nuevo en el taller de Carmen, en el sitio donde la había encontrado inconsciente y tan cerca de la muerte, Adán se hizo una pregunta crucial ¿Y si los cuadros no tuvieran nada que ver con el ataque que la artista había sufrido?

Se sentó junto al atril donde esa mañana la propia artista había estado  hablando con él. La galería de arte de Carmen era, mirada desde arriba, un rectángulo dividido en seis secciones. La recepción era un rectángulo en el extremo más cercano a la calle; hacia un costado estaba la sala de exposiciones, que era lo más grande del lugar, un sitio abierto con techo y paredes adaptados para poder incluir y modificar paredes a modo de pasillos según como la exposición de turno lo requiriera, además de los correspondientes baños y una salita con salida de aire y ventilación particular como sala de fumadores. El taller era un poco más pequeño que la sala de exposiciones, con calefacción e iluminación controlada desde un panel interno para el confort de la artista. Al fondo de la construcción estaban ubicados la sala para el personal externo, el baño agregado y la sala de aseo.
El taller de Carmen tenía una puerta de conexión directa y con llave con la sala de exposiciones y otra con la recepción, era la única sección de la galería que tenía esa característica,  por razones de seguridad y tranquilidad,  así Carmen podía bien entrar y salir de la galería, trabajar en el taller o revisar lo que necesitara en la sala de exposiciones sin ser molestada, aún cuando por ejemplo hubieran trabajadores en la parte exterior o atrás y nadie se acercaría a ella si no lo quería.

—Oh, Dios...

Adán se maldijo por no haber pensado en eso antes. Si Carmen estaba en la sala de exhibiciones cuando él llegó por la recepción, perfectamente podría haber estado acompañada por alguien que salió por un lado mientras él llegaba al taller por otro.
La persona.
La razón del ataque de Carmen.
Y si se preguntaba cuál era la razón por la que ella, en caso de estar sufriendo un ataque por los motivos que fuese, se arrastraría hacia el taller, era sencilla: ahí había un teléfono con el que habría podido pedir ayuda.
Se puso de pie y comenzó a caminar nerviosamente por el taller, sin poder quitar de su mente ambas imágenes, la de Carmen desmayada, y la de él mismo escondiendo en el taller los dos cuadros mientras llegaban los equipos de emergencia. Si además de todo existía la posibilidad de que alguien desconocido estuviera involucrado, sin contar las demás implicaciones, realmente podía estar en un problema.
En ese momento sonó su teléfono celular, era Sofía.

—Hola amor, ¿cómo estás?

Si bien Adán mantenía la relación con ella desde hacía un tiempo, y la muchacha era educada, bonita y gentil, así como dedicada en la cama, no era realmente algo de importancia para él, solo lo mantenía entretenido en los ratos libres aunque ella misma no lo supiera.

—Ocupado.

Habitualmente ella le habría hecho algún comentario amable y se habría despedido, pero extraña e inoportunamente, en esa ocasión no fue así.

— ¿En serio? Pensé que ya te habrías desocupado.

Adán sopesó la situación, y en ese momento recordó que la había dejado en espera antes, pero por un lado no tenía tiempo de ocuparse de ella, y por otro, Sofía era la última persona que podía enterarse del algo como eso. Ya había tenido suficientes problemas en mantener el ataque de Carmen como algo secreto, si en ese momento se seguía inmiscuyendo gente, las cosas terminarían por escapar de su control.

—No lo estoy, de hecho estaré ocupado mucho tiempo más.
—Adán, me gustaría que nos viéramos.

Estaba usando el mismo tono inocente y sumiso con el que él se había sentido atraído en primer lugar. Pero no.

—Sofía, de verdad estoy ocupado.

Ella iba a decir algo, pero el tono cortante de él consiguió silenciarla. Pero seguía ahí.

—Tengo que cortarte.

No esperó respuesta y cortó. Sofía, la inocente y amante niña de buena vida que siempre estaba para él. Si llegaba a enterarse el algo, quisiera o no ella misma, en diez minutos la información terminaría filtrándose a algún medio, y dado como estaban las cosas, resultaba imposible seguir exponiéndose. Pero por otra parte, ella había estado diferente el día de hoy; siempre era correcta, educada, de buen ver, sumisa, encantadora, gentil, pero nadie en este mundo tiene un solo plano de personalidad, y el lado oscuro de ella podía despertar su curiosidad y hacerla acercarse a la galería por ejemplo. Tenía que hacer algo que anulara su interferencia de inmediato, así que marco su número en el celular.

—Dime.

El tono de voz indiferente de ella era tan falso que no podía disimular su interés.

—Sofía, más tarde necesito decirte algo que es importante. Cuando me desocupe voy a llamarte.
—Te espero.

Cortó nuevamente, pero en esa ocasión apagó el celular. Seguro había logrado que ella se interesara, y la mantendría  a raya mientras hacía un espacio en sus quehaceres y se reunía con ella.
La decisión estaba tomada, iba a deshacerse de Sofía esa misma noche.






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