La traición de Adán Capítulo 13: Trampas de seda



Pilar estaba bastante deprimida ese viernes; las cosas estaban resultando peores, si eso era posible, ya que su madre había decidido encerrarse en su taller, obcecada en terminar su obra destruida en la fallida inauguración de la galería, lo que significaba que no saldría de allí hasta que lo consiguiera; no se sentía ofendida por esa dedicación extrema al cuadro, sino por la actitud de ella, y por lo visto no importaba cuánto tiempo pasara, siempre iba a ser lo mismo. Desde niña, siempre se supo en segundo lugar, desplazada, porque su madre, la artista, tenía algo más importante que hacer, porque el arte era perfecto y lo único a quien se le debía dedicar toda la atención.
Esto provocó que Pilar se obsesionara con su madre, y desde entonces vivió en función de eso, de lograr captar la atención que le había sido negada, y todo tenía que ver con lo mismo, con conseguir destacar en algo que le diera la atención de la gran Carmen Basaure; y cuando creyó estar consiguiéndolo, sucedió la desgracia de hacía ocho meses, pero lo más doloroso de todo fue que, a fin de cuentas, la ira de su madre no era por la supuesta acción de su hija, sino por el daño que su maravillosa obra sufriera, por perjudicar su carrera y  su futuro. A veces Pilar se preguntaba qué era en realidad lo que Carmen Basaure quería en la vida, cuál era su real objetivo en todo eso, y en muchas ocasiones la respuesta que aparecía en su mente era que ella, en resumidas cuentas, lo que ansiaba ver en sus obras era a ella misma admirándose continuamente.
No había sido tan ingenua como para pensar que iban a pasar tiempo juntas o algo por el estilo, pero había decidido quedarse al verla enferma y ahora estaba como siempre, sola. Demasiado como siempre. Pero tampoco podía estar las 24 horas del día sufriendo por temas que estaban fuera de su control, así que decidió hacer algo de vida real por su cuenta y salió a dar una vuelta. No había terminado de bajar en el ascensor cuando la llamaron por teléfono.

–Hola.
– ¿Aun me reconoces la voz, amiga?
– ¡Margarita! –exclamó sorprendida– qué gusto escucharte.

Veinte minutos después se abrazaban emocionadas, en un pequeño local de comida vegetariana que frecuentaban en el centro antiguo de la ciudad, años atrás; Margarita había sido su amiga y mutua confidente toda la infancia, y había sido duro separarse cuando ella fue a otro país a estudiar; aunque habían mantenido contacto por la red, verse de nuevo era toda una sorpresa.

–Creí que estabas en el extranjero.
—Volví hace un tiempo y vine para quedarme; pero eres tú la que sorprende, estaba convencida de que estabas en el extranjero, mujer.

Margarita era una mujer alta, voluminosa, y, según sus propias palabras, feliz de ser talla grande; de cabello rizado oscuro y actitud amigable, resultaba llamativa a primera vista, pero cualquiera que tratara con ella comprobaría de inmediato que era muy sencilla en su actuar.

—Llevo aquí solo un par de días –replicó, sonriendo— ¿Y tú?
–Volví el año pasado, ya terminé mis estudios así que me establecí de vuelta y estoy haciendo clases en el instituto Buenaventura.
– ¿Qué no es de beneficencia?
–No Pilar, a menos que estemos hablando de la beneficencia de los dueños, claro. Y tú en qué andas por aquí, llegué a pensar que no volverías.

Pilar le contó brevemente la historia del ataque de su madre. Su amiga reaccionó escandalizada.

–Discúlpame amiga, pero nunca voy a poder entender cómo es posible que una madre puede tratar así a su propia hija.
–Sabes que tiene motivos por lo que pasó hace ocho meses.

Margarita hizo un ademán con las manos, como despejando el ambiente.

–Eso es puro humo amiga, ya te lo dije antes. Una madre le cree primero a su hija que a nadie, no importa lo que le digan o lo que pase, pero ella parece que esperaba un motivo para maltratarte.
–Margarita...
–Es la verdad, lo siento mucho. Además, por favor —agregó, con una mirada de dulzura—, tú no eres capaz de matar ni una mosca, es ridículo pensar que podrías urdir un plan para robarle a tu madre su colección de arte, engañar a todos, incluida esa persona, venderla y luego, como si todo eso fuera poco, quedarte ahí mirando a la cara de medio mundo como si nada.

Pilar sabía que no era culpable de nada de eso.

–Pero tenían pruebas.
– ¡Al diablo las pruebas!
–Baja la voz.
–Está bien –se disculpó en voz más baja–; mira Pilar, tu problema es que siempre te has preocupado más del resto que de ti misma, siempre has estado concentrada en el otro lado de la moneda. ¿Te acuerdas cuando había esas escuelas de verano y querías ir a acampar? Podíamos organizar todo, pero ahí salías tú con que no, que mejor danza o historia del teatro porque eso te haría más culta, pero era para representar algo.

Era agobiante y a la vez muy grato estar con Margarita, porque de ella no tenía desconfianza, y era de la clase de amigas que irán contigo al infierno y de vuelta.

–Y qué consigues con eso –le preguntó, apuntándola–, sufrir, porque te dejas en último lugar, ¿o acaso no te regañé cuando me contaste por chat lo que pasó hace ocho meses?
–Sí, pero...

Margarita siguió hablando, respondiendo con vehemencia a su pregunta retórica.

–Sí, claro que lo hice. Apuesto que ni siquiera has pedido explicaciones, o tratado de averiguar cómo diablos es que terminaste metida en ese embrollo, pero te digo que las cosas no pasan así nada más, nunca se olvidan y tú jamás podrás sacarte esa tristeza que tienes si no te armas de valor y dices ¨basta, hasta aquí¨ y se lo dices bien claro a todo el mundo.

Viniendo de ella y dicho con semejante pasión, parecía muy sencillo, pero Pilar recordaba a la perfección lo difícil que había sido enfrentarse al abogado con anterioridad ¿Cómo iba a sacar fuerzas para más?

–Sabes que no soy una persona conflictiva.
–Pues vas a tener que empezar a serlo ahora, o nunca lo serás. Ya vas a ver, me vas a contar todos los detalles escabrosos, y juntas vamos a poner las cosas en su lugar.

Pilar no sabía si era algo del destino volver a encontrarse con su amiga de toda la vida, mucho menos si en realidad tendría algún sentido escarbar en el pasado y remover los recuerdos, pero sabía que no tenía alternativa, porque a Margarita nadie le sacaba una idea de la cabeza; la parte buena es que era gratificante estar en su compañía, porque de su parte no había cuestionamientos y además se sentía igual que siempre, ahí los años separadas no contaban en absoluto.

— Gracias por tu amistad.
— No tienes nada que agradecer –replicó con una gran sonrisa—. Ahora lo que necesitamos es tiempo para que me cuestes todo, y más de este jugo de aloe, porque necesitamos hidratarnos.

2


Micaela estaba despierta desde las seis de la mañana, y salió del departamento en su tenida de trabajo en terreno, pantalones cargo, botines, una camisa sencilla y el cabello atado simplemente; fue de inmediato a la obra que tenía que supervisar, la remodelación del Boulevard del centro comercial Plaza Centenario, donde la esperaban sus trabajadores.

– ¡Llegó la jefa!

Sorprendentemente, el grupo de trabajadores la recibió con toda alegría, aunque después supo que el encargado que creyeron tener era un viejo feo y cascarrabias, por lo que la mejora de la visual incidió notablemente en su estado de ánimo; sin embargo, a poco conversar con el equipo de trabajo, supo que la mayoría se conocían desde antes, y se trataba de hombres que tenían un buen sentido del humor, que al mismo tiempo sabían hacer su trabajo, pero estaban descontentos con ciertos aspectos de su anterior encargado, de modo que dedicó algo de tiempo a interiorizarse en todo lo que había sucedido antes de su llegada.
 Las obras estaban en una etapa inicial, por lo que todo lo que debía ser demolido estaba eliminado y había que comenzar con las mediciones y los cálculos, una parte en donde a veces por dejación o por apurar los plazos se dejaban detalles sin terminar. Estaba revisando los planos con el capataz y bromeando un poco cuando apareció una mujer joven, de traje ejecutivo, a quien juzgó de inmediato como bonita, y con cara de disgusto.

–Buenos días.
–Hola –saludó Micaela–, y tú eres...

La otra la miró de arriba a abajo. Tenía claro que ese proyecto era complicado porque la empresa había escogido un muy mal equipo de trabajo, así que tendría que vigilarlos de cerca, muy de cerca.

–Eva San Román, responsable del proyecto, estoy aquí para comprobar si es que hay avances en los trabajos, pero parece ser que no.

Esteban no le había dicho nada de eso, pero claramente ella tenía un cargo sobre él; por suerte ya estaba enterada de varios detalles.

–Micaela Riveros –respondió, sin saludarla–, estoy a cargo de la supervisión en terreno. ¿Cuál es el problema?

La otra mujer pareció sorprenderse de su respuesta tan sencilla y natural. ¿Creía que por ser bonita podía decir lo que quisiera?

–El problema es que el proyecto está atrasado un siete por ciento según el detalle que tengo, y en la constructora nos gusta que se cumplan los plazos.

Le entregó un informe, que Micaela hojeó sin darle mucho interés; el capataz y los obreros estaban en absoluto silencio mientras tanto. Mejor.

–Este informe es bonito –comentó la trigueña, dejando la carpeta sobre un mesón–, pero le falta información.
–Ese es el cronograma de avance del proyecto.

Micaela le dedicó una mirada algo divertida; ya había conocido ejecutivas así: mujeres inteligentes y capaces, pero que desconocían por completo lo que pasa en la realidad de una obra, las que sólo ven números.

–Es una proyección –la corrigió con calma–; aquí no dice en ninguna parte que hace siete días el trabajo quedó detenido porque la maquinaria que arrendaron para una obra gruesa estaba defectuosa; no dice que desde arriba le dijeron a mi capataz que tenía que esperar medio día para que llegara la otra, aunque al final fue un día completo. Es sólo un ejemplo, pero es muy claro.

Eva imaginaba que encontraría mil excusas en ese lugar, aunque no se esperaba a esa encargada en terreno.

–Tengo claro que puede haber imprevistos en el camino –explicó Eva, con amabilidad–, pero la misión del encargado en terreno es que los tiempos se optimicen y se trabaje, en vez de reír.

El capataz hizo una mueca, pero no dijo nada, sabía que él y sus trabajadores eran la parte delgada de la cuerda, pero Micaela no se dejaba intimidar.

– ¿Tú nunca has trabajado en terreno verdad?
– ¿Qué?
–Eso creí –comentó Micaela, livianamente–, yo sí, así que te explicaré: la esclavitud fue abolida porque no funcionaba, lo que se usa es que la empresa nos de todo lo que necesitamos para trabajar, y que nosotros nos hagamos cargo de hacer el trabajo lo mejor posible. Si como Responsable —remarcó la palabra, dándole una importancia exagerada—, puedes asegurarme que no nos vamos a quedar sin materiales y que no me enviarán equipos defectuosos, ya sabes, ese tipo de cosas, entonces yo te puedo asegurar que cumpliremos con los plazos para terminar esta remodelación. ¿Qué dices?

Eva frunció el ceño. Era extraño, habitualmente tenía mucho mejor efecto en las personas, aunque impusiera su autoridad. Este proyecto de remodelación era un foco importante dentro de los que tenía a su cargo, y al estar ahí le parecía que las cosas no tenían buen rumbo, sin contar con que ya había investigado, y el capataz era conocido por hacer un trabajo bueno, pero de forma irresponsable. En ese mundo los equipos tienden a ser como su líder, y si agregaba a esta sorpresiva encargada en terreno que se creía abogada, preveía problemas.

–Por fortuna mi trabajo no es hacer tratos –comentó, con condescendencia–, esto se trata simplemente de hacer el trabajo que corresponde, así que te pido por favor que te dediques a hacer lo que te ordenan en tu contrato. Vine para asegurarme de que todo vaya en orden, ahora sé muy bien cuáles son los puntos débiles en la maquinaria.

Los ojos de Micaela relampaguearon.

–Es un bonito juego de palabras, rima con la maquinaria en mal estado que nos enviaron hace un tiempo; te felicito por recordarlo tan bien.
–Tengo una excelente memoria –la sonrisa que le dedicó era por completo una amenaza.
–Te aseguro que puedo hacer cosas que no se te van a olvidar.
–No lo creo.

Micaela replicó a eso en voz baja; esa era una pelea personal, no de trabajo.

–Pareces linda –reflexionó, con las cejas levantadas—, pero no tan experimentada como tú misma crees. Me pregunto qué va a pasarte cuando te des cuenta que con tu título y tu cargo, no basta –y agregó, en voz alta, para que todos pudieran oír—. Muchas gracias por venir, querida, estaremos en contacto.

Sonrió espléndidamente, mientras que Eva optó por no acusar el golpe, al menos por el momento. Se despidió de forma escueta, aunque cortés, y se fue. Unos momentos después los trabajadores estallaron en vítores.
Eva salió del sector de la remodelación haciendo oídos sordos a los gritos y aplausos que se escuchaban a lo lejos; si alguien le hubiese advertido que habría una revolucionaria como encargada en terreno, habría usado otra estrategia, pero ya estaba hecho y no podía lamentarse, quien lo haría sería esa tal Micaela Riveros; dentro de poco tendría que darse su  lugar, porque no podía permitirse el lujo de tener inconvenientes con su trabajo.
Sin embargo, eso podía esperar, pues tenía que reunirse con el abogado para hacer todo el papeleo que necesitaba para poder hacerse cargo de la sociedad que manejaría a la galería de arte, en donde supuestamente inauguraría Carmen Basaure, debía conocer bien ese ambiente, y manejar cada palabra con sumo cuidado, ya que los artistas y sus relacionados pueden ser muy quisquillosos.
Según lo que le contó Adán, el abogado le había dicho abiertamente que creía que ahí había un tema de celos o venganza, y aunque le pareció una locura, después de pensarlo un poco llegó a la conclusión de que podía tener razón. Si eso era al menos probable, resultaba mucho más sensato investigar y anular cualquier riesgo, porque ese incidente podía servir para generar expectativas, pero un segundo sería ya un síntoma y significaría todo lo contrario.

En tanto, Adán llegó al exclusivo restaurant De Constantino, un hermoso lugar con decorados rústicos en el que se atendía solo a clientes seleccionados. En recepción una asistente le indicó con ojos brillantes de admiración, pero un correcto tono, cuál era su mesa.
Todo en la mesa elegida parecía preparado para impresionar: ubicada precisamente al lado de la enorme ventana que daba al jardín interior, poblado de hermosos colores, y en donde esperaba sentada y muy sonriente una mujer de cincuenta y pocos, imponente de actitud y aspecto; se notaba a simple vista que era alta y de buena salud, se le veía generosa de curvas para su edad, bastante atractiva, de mirada felina, cabello castaño muy claro y una tenida semi formal con camisa blanca y pantalón; en cualquier otra mujer ese atuendo se habría visto un poco exagerado, pero lucía tan satisfecha de sí misma que conseguía que su estilo personal resultara agradable a la vista. Le sonrió sin levantarse del asiento.

–Buenos días Adán, me alegra que estés aquí, siéntate conmigo.
–Buenos días.

Él también sonrió, usando como de costumbre su enorme encanto; la mujer pareció complacida.

–Eres muchísimo más guapo de lo que te ves en los periódicos, y ya en esas fotos te ves muy bien –comentó, con una sonrisa que acompañó a una mirada que evaluó todo su cuerpo antes que él se sentara—. Perdóname por ser tan sincera, pero no puedo callarme cuando veo algo hermoso, supongo que por eso todo lo que hago tiene que ver con lo mismo.
–Está elogiándome más de lo que merezco –replicó él, con tono natural–, a fin de cuentas, soy un tipo común.

Un garzón apareció con dos copas y sirvió una a cada uno. Bernarda sonrió.

–Dos cosas –explicó, tomando la copa con dedos adornados por anillos con brillantes—, la primera, me tratas de tú y la segunda, tú y yo sabemos que no eres un tipo común, tienes demasiadas cualidades como para serlo, y solo estoy hablando de lo que veo, porque estoy seguro de que cuando te conozca, veré todavía más. Bebe con tranquilidad, es un trago de fantasía sin alcohol, aquí lo preparan exclusivamente para mí, así que podemos beber y manejar sin problemas.

Ambos bebieron, y mientras probaba el delicioso contenido de la copa, el hombre de 24 años observó el entorno y también a Bernarda; ella era una leona, se sabía poderosa y dueña de sí misma, de su espacio y  quizás del de los demás; siempre atenta, siempre adelantándose a todo, como con la puesta en escena, los tragos y lo que le decía: no estaba adulándolo, estaba planteando la situación porque sabía que era así, porque desde su lado ella era algo como él, un animal diseñado para liderar al resto, y si era así, quería hablar con él porque ya conocía algo de su historia y antecedentes, cosa que él no tuvo la precaución de hacer. Estaba en desventaja, pero no lo suficiente como para sentirse intimidado.

–Es delicioso.
–Desde luego, es una receta exclusiva del restaurant que hicieron para mí, como te decía, ahora ya es más conocida. Pero te cité aquí para hablar de trabajo en realidad, aunque no me molesta la vista. Iré al grano, Adán, quiero que trabajes para mí en mi nuevo proyecto en la galería Cielo.

Adán frunció el ceño.

–Trabajar en Cielo es completamente imposible, sabes que trabajo con Carmen Basaure.
–Lo tengo claro, pero lo has dicho bien, trabajas para Carmen, no para la galería, y una de las muchas cosas que nos diferencian es que yo trabajo con entes, no con artistas, por lo que trabajar para mí como gerente administrativo no perjudica que seas asesor artístico de ella, a Carmen la ayudas con su arte, a mí con mis negocios.

Adán se tomó una pausa; no solo era una impresión, era además cierto que ella sabía muy bien qué decir y estaba informada, pero. ¿Por qué él?

–Te estarás preguntando por qué tengo este súbito interés en ti para trabajar –dijo ella, como si leyera su mente—, y la verdad es que eres de los ejecutivos del entorno más indicados para lo que estoy buscando. Trabajaste para la revista Capital humano, estuviste en el equipo creativo de la desaparecida productora Tasajos, hiciste un par de asesorías para estrellas de televisión y ahora trabajas con Carmen, es notable cómo te desempeñas, y pareces tener un olfato maestro para los negocios.
–Trabajo lo mejor posible.

Ella ladeó un poco la cabeza, cono despreciando la muestra fe sencillez, pero no dijo nada al respecto.

–Lo sé, por eso te quiero conmigo, porque mi anterior administrador se conformó con que mi galería tuviera un buen nombre, y por eso lo despedí. Quiero que el mundo caiga ante los encantos de mis obras, y sé que tú encontrarás la forma.

Adán sabía que era una gran oportunidad que llegaba en un mal momento, porque en esos instantes no podía dejar a Carmen, no tan cerca de conseguir lo que quería, no en medio de un trance y con el riesgo de quedar como traidor.

–Es interesante esta propuesta, pero no puedo aceptar, tengo ocupado todo mi tiempo con mi trabajo actual y no voy a dejarlo.
–Lo dejarás –sentenció ella, con toda tranquilidad–, cuando veas esto.

Le pasó un escrito, que era básicamente un acuerdo precontractual con una cantidad de ceros que, incluso viniendo de ella, lo sorprendió.

– ¿Por qué esta cantidad?
–Porque no puedes rechazarla, claro –explicó Bernarda, como si fuera obvio–, y porque dejarás de trabajar con Carmen dentro de muy poco.
– ¿Qué te hace pensar eso?

Bernarda bebió otro trago. Estaba disfrutando de la escena casi tanto como de la vista.

–Carmen y yo llevamos demasiados años dentro del mundo del arte; no somos amigas y nunca lo seremos, porque para ella el arte es una forma de vivir, y para mí es un trabajo y un negocio del cual vivir, pero no ser amigas no quiere decir que no la conozca al menos un poco. Ella es temperamental, tiene fuego en el alma, y por ahora está tranquila porque no ha terminado su trabajo, pero cuando lo haga, se aislará o se perderá en algún sitio. Lo sé, porque siempre es así.

La forma en que había conocido a Bastián Donoso hacia quince años, el desapego por su hija, el departamento que parecía habitación de hotel, su excesivo interés por terminar el segundo cuadro. Por supuesto, estaba de paso, Carmen siempre estaba de paso, que tuviera domicilio fijo en el país no quería decir que siempre estuviera ahí, para permanecer estaba su obra, el único amor que jamás la abandonaría. Había considerado el trabajo con Carmen como algo importante, pero pasajero porque pretendía conseguir a través de nuevos niveles, no había pensado en que el propio trabajo podía abandonarlo antes a él, y mucho menos que sucediera sin ninguna clase de aviso.

–Esto es un acuerdo precontractual por ese motivo –asintió, mirándola fijo; la sonrisa había desaparecido de su rostro, pero conservaba la tranquilidad necesaria para hablar con cautela y cortesía–, quieres tener asegurada la siguiente etapa.

Bernarda asintió con lentitud; era evidente que estaba disfrutando con todo lo que estaba pasando.

–Y tú, tienes asegurada esa cifra –comentó, luego de beber un trago–, veo que estamos hablando el mismo lenguaje, me parece completamente fantástico. Por el momento no tengo prisa porque comiences, sí porque me asegures que lo harás, así que solo necesito que firmes, y por el espacio con la fecha, no lo hay, todo depende de ti.

Adán no tenía la costumbre de ser tomado por sorpresa, y de golpe, se había llevado dos: estar en una evidente desventaja informativa en comparación con la empresaria, y tener la certeza de que su trabajo con Carmen, y los beneficios indirectos que esto traía, podía terminar de un momento a otro; asoció todo lo relacionado con la artista con su temperamento y ocupación, y descuidó el elemento de caos que podría llevar eso a otro nivel.

–Es interesante para mí —replicó, con lentitud—, pero nada te asegura el tiempo, no sabes si tal vez la artista cambia de genio y me necesita a su lado por mucho más.
–Es verdad, nadie me lo asegura, pero no me importa, esta es una jugada que no me voy a quedar sin hacer. ¿Te arriesgas a hacer la jugada conmigo?


Próximo capítulo: Cosas elementales










La traición de Adán Capítulo 18: Paraíso sin retorno



Faltaban solo un par de horas para la inauguración de la Galería de arte, y Adán fue al departamento de Carmen ante su llamada; había estado preocupado por su absoluto silencio y ausencia esa jornada, pero tuvo que dedicarse a ultimar todos los detalles del evento, por lo que no tuvo oportunidad de pensar a qué podía deberse aquella reclusión. Quería pensar que era una especie de introspección previa a la presentación en público, pero estaba seguro de que la verdad sería otra.

—Adán, después de la inauguración me voy del país.
— ¿Qué?

Adán la miró fijamente; había pasado en la última jornada algo que él desconocía, estaba seguro de eso, y ella no se lo diría, no en ese momento al menos. O quizás nunca lo diría, pero lo concreto, era que algo ya no seguía siendo igual.

—Así es, me voy, así que te quedarás a cargo de todo.
— ¿Y por qué te vas? ¿qué pasará con la galería?
—La galería puede sostenerse a sí misma, no me necesita aquí, además —replicó, con fuerza—, tú estarás ocupándote de los negocios, porque esto será un éxito; por mi parte debo iniciar un viaje, quiero buscar mi siguiente inspiración, algo que supere la majestuosidad del Regreso al paraíso.

Adán se quedó un momento en silencio, sabiendo que eso tenía que ver con algo más, muy probablemente con Pilar. Tendría que investigar a prisa, pero por otro lado, no le venía mal que Carmen se fuera, de hecho esa era una de las escenas más ventajosas para el inicio de su nuevo proyecto.

—No sé qué decir. Por un lado me alegro que tengas nuevas inspiraciones, pero será extraño que no estés, la galería quedara huérfana.

Carmen parecía estar pensando en cualquier cosa menos en eso, así que no le tomó importancia; tampoco tuvo la deferencia de aparentar que estaba de acuerdo con eso.

—Adán, es de suma importancia que la galería sea un éxito.
—Lo será —replicó él,— la gente quedará impactada con el Regreso al paraíso. A propósito, tú y yo seguiremos en contacto. ¿O no?
—Yo te llamaré si te necesito para algo en particular, por lo demás está todo en tus manos, así que eres libre de tomar tus decisiones; ahora ve a arreglarte para la inauguración.

La forma de despacharlo era muy elocuente, de modo que a Adán no le quedó más alternativa que salir de ahí. Tendría que programar todo con sumo cuidado, para que en ausencia de la pintora, la galería funcionara sin problemas, mientras él dedicaba su atención al proyecto de Bernarda Solar.

2


Micaela estaba en su departamento, con la segunda cerveza de la tarde y completamente deprimida cuando tocaron a la puerta. Esteban entró vestido de gala y la miró sorprendido.

— ¿Dónde has estado? Llevo todo el día buscándote, me tienes loco, y además mírate, estás en buzo cuando deberías estar lista para acompañarme de nuevo a la galería de arte.
—No voy a ir.
— ¿Y se puede saber por qué?

Micaela no había querido hablar con nadie, y no tenía claro si quería contarle o no a su nuevo amigo lo de Pilar. Pero tampoco le había dicho lo otro, así que decidió comenzar por ahí.

—Eva San Román está detrás del robo de nuestras cuentas de correo.

Esteban tuvo la amabilidad de no hacer aspavientos por su aspecto desaliñado, ni por la declaración de ella ; terminó de entrar y cerró la puerta, mientras Micaela se sentaba ante la mesa de la sala. Le dedicó una larga mirada antes de hablar, y cuando lo hizo, fue con suma cautela.

—No puedo decir que me sorprenda. ¿Cómo lo supiste?
—Estuve investigando —replicó ella, con evasivas—, van a despedirte, y a mí contigo.



—Es muy posible, pero eso no nos priva de ir allá y beber gratis.
—No iré, ve tú. No estoy de humor.

Esteban bebió un trago de cerveza.

—Pero tú no estás así por el trabajo, hay algo más en todo esto.
—Es verdad.
—Hagamos algo entonces —comentó Esteban, sonriendo con ternura—, cuéntame que es lo que ocurre, desahógate conmigo porque parece que estás desmoronándote.

Micaela sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.

—No es eso, es que... se suponía que estaba rehaciendo mi vida, que ya había quedado atrás y ahora todo es diferente, porque...

No pudo seguir hablando, sintió que se le iba el aire del cuerpo; Esteban la abrazó.

—Tranquila. Oye, tú puedes confiar en mí, así que sácalo, di todo lo que estás pensando, vas a ver que soy un muy buen paño de lágrimas.

3



Poco después de la inauguración, la galería rebosaba de gente, y el personal iba de un lado a otro sirviendo tragos a todos los asistentes; tal como Adán lo había previsto, el misterioso hecho del disparo había centrado todas las miradas en ellos, de modo que para la inauguración todos los medios especializados confirmaron su asistencia de inmediato, e incluso se agregaron un par de revistas de sociedad con la excusa de retratar a varios de los asistentes. El hombre llevaba un traje azul petróleo confeccionado de forma exclusiva, y lucía siempre perfecto, sonriente y atento a cualquier comentario o pregunta, sin despegar los ojos del personal, y de cada detalle; se paseaba por entre los invitados sabiendo que muchas de las miradas estaban sobre él por su porte y gracia, y además, porque su manejo de la situación anterior había sido brillante, y esa prestancia y cercanía natural no se pasaban por alto. Carmen apareció a su lado con un sencillo vestido en colores verdes que mezclaba distintas tonalidades, y se quedó junto a él mientras el anfitrión, ubicado estratégicamente delante de los cuadros centrales aún cubiertos, hacía las presentaciones finales.

—Damas y caballeros, la espera terminó; tengo el honor de presentarle a cada uno la obra más importante en la carrera de Carmen Basaure hasta ahora, El regreso al paraíso.

El silencio se apoderó del lugar, y el anfitrión se hizo a un lado para permitir que las asistentes quitaran las oscuras sedas que tapaban las obras; Adán miró otra vez la obra y vio de nuevo el mismo efecto, la sensación tormentosa y angustiante que había sustituido a la paz y armonía de la obra anterior. Luego miró en sentido contrario, y entre los disparos incesantes de las cámaras de los periodistas, vio como los rostros de los asistentes quedaban invadidos por el asombro; estaba funcionando, el efecto casi mágico de los dos cuadros ubicados a una distancia y en un ángulo específico invadía a cada uno de sus espectadores, expandiendo el silencio y las murmuraciones de asombro. Una a una las asistentes descubrieron el resto de los cuadros de la galería, pero nada podía contrarrestar el efecto único del lienzo que parecía moverse por sí solo, mostrando una escena que muchos esperarían de una creación digital, pero no de la mano humana. Una crítica de arte, que estaba muy cerca de Adán, escribía a toda velocidad en un bloc sus primeras impresiones. ¨Completamente desconcertante, la afamada Carmen Basaure ha logrado crear frente a nuestros ojos una ilusión que mezcla cielo e infierno, algo que solo creímos que era posible en la pantalla de un cine. Ahora el dolor del averno y la paz del paraíso están entre nosotros.¨  Era más o menos lo que se esperaba de una crítica, aunque creía que a rasgos generales hablarían de Regreso como una obra innovadora aunque tortuosa.
Volcó su interés en Carmen, que respondía a las preguntas de algunos reporteros.

—Quiero decir que este es un gran paso para mí —estaba diciendo—, y espero que todos puedan verlo así. En el desarrollo artístico siempre estoy buscando más.

Carmen sabía muy bien cómo enfrentar las cámaras y periodistas; muy distinta de la mujer terca, apasionada y explosiva que era en un ambiente privado, cuando se trataba de una entrevista, lucía como una persona reposada, amable y cercana.

— ¿Cómo enfrentó el desafortunado incidente de la primera oportunidad?
—Solo un incidente menor — sonrió, amablemente —, pero gracias a mi asesor artístico, todo sigue en su camino correcto.

Una periodista dio con el punto. Una suerte, porque eso significaba que la información relacionada con él estaría corriendo con mucha rapidez.

—El asesor artístico es una figura conocida en Europa, pero no mucho en este país. Según lo que se sabe, no es sencillo alcanzar este cargo, y tampoco es fácil enfrentar los desafíos que trae consigo. ¿Qué la llevó a contar con uno?
—La necesidad de enfocar mi trabajo al público —replicó ella, con seguridad—, que es el importante aquí; no me sirve crear algo interesante si nadie va a verlo, y en la comunicación con el público Adán Valdovinos ha sido fundamental, pues me permite a la vez encontrar el camino hacia los sentimientos de mi público, y expresar lo que quiero en mi obra.

¨Expresar lo que quiero¨ ya no tenía el mismo sentido que antes, aunque quizás conllevaba el sentido más práctico del presente de Carmen: una mujer atormentada tratando de alcanzar algo que jamás consigue tocar. Comprobó que Pilar no había llegado, lo que confirmaba sus sospechas respecto a la sorpresiva decisión de la artista de salir del país, pero no aportaba mayores detalles; podía suponer que tuvieron un enfrentamiento, pero después de ver la actitud fría de la madre, parecía improbable que la hija tuviera el poder de obligarla a escapar de forma tan abrupta ¿O sólo se trataba de su forma de ser, que Bernarda describió poco antes?
Poco después, cuando la atención de todos estaba repartida por la galería, tuvo la oportunidad de dirigir su atención, al fin, a ver llegar a Eva. Hasta el último momento ella no le había asegurado asistir, ya que estaba ocupada con algunos asuntos de trabajo, pero finalmente se acercó; estaba más hermosa aún, si era posible, con un vestido negro largo, que destacaba por un cinto de cristales que resaltaba su esbelta figura; aunque notó de inmediato que llegaba sin Céspedes como compañía.

—Me alegra que estés aquí.
—A mí también —replicó ella, sonriendo —, aunque estoy sorprendida con lo de la obra, dijiste que era perturbadora, pero no creí que tanto.
—Lo es —comentó Adán—, pero al menos no puedo decir que pasará desapercibida; más tarde tenemos que hablar.
—De acuerdo, ve a mi hotel —replicó Eva, en voz baja.
—Tan pronto salga de aquí.

Eva se mezcló con los invitados. Ahora había logrado la inauguración, solo le bastaba despedir a Carmen en el aeropuerto para empezar su nuevo proyecto con Bernarda Solar.

4


En tanto, Bernarda estaba en su lujoso departamento disfrutando de una copa de champagne mientras escuchaba una alegre sinfonía. Aunque sonara extraño, la inauguración de Carmen Basaure le convenía progresivamente más en la medida que tuviera más éxito, pues así sería más exitosa ella con el nuevo proyecto de Cielo; a los medios les encantaba crear rivalidades, y en algunos se mencionaba “el otro polo del arte” en alusión a la nueva galería, y el relativo desgaste de la suya, que ya tenía cierto tiempo. Pues bien, ahora el enemigo más antiguo iba a regresar por todo lo alto. Tenía a Luna, a Adán Valdovinos, y también a la constructora Del mar y Alzarrieta en sus manos, de modo que las piezas estaban en donde las necesitaba; ya había comprobado que Carmen tenía hecha una reserva en una aerolínea, qué predecible para ser una artista. Solo había una molestia, y es que tenía que cambiar cerraduras y asignar algún tipo de protección a sus propiedades, porque, aunque no era un riesgo real, Micaela sí podía ser una molestia, y era algo que podía suprimirse con facilidad. No podía provocarle daño alguno, pero si tenía pensado destruir sus estatuillas, perfectamente podía querer atacar su galería o lo que fuera.
Bebió otro trago de champagne, y marcó el número del móvil de Luna; la chica respondió a los pocos segundos , escuchándose una mezcla de alegres voces y música de fondo.

—Bernarda.
—Parece que ya tienes un grupo de admiradores a tus pies — observó, con una risilla — . Eres sorprendente.
— Sólo salí a tomar un poco de aire, no quería aburrirme en el departamento. Por cierto, el chico que cuida el jardín es un sueño, sólo que es algo tímido.

Bernarda lo sabía; siempre procuraba que en sus instalaciones hubiera una combinación de gente madura , con experiencia, y jóvenes vitales y atractivos que distrajeran la vista.

—Bueno, pues muy pronto vas a conocer a alguien que no es finido en absoluto; te envié su perfil, puedes mirar tobo lo que gustes.

Luna vio el perfil en el móvil; Bernarda había escogido una Foto en donde e/ hombre estaba en la playa, a pleno sol, con un bañador azul que dejaba poco a la imaginación.

—Es guapo — admitió, sonriendo — y y tiene un físico trabajado.
—Guapo es poco para lo que es — la mujer hizo una mueca de placer — , y te aseguro que en persona se ve mucho mejor. Adán es su nombre, y es mi nueva contratación estrella: ustedes van a trabajar juntos.

Luna sabía identificar los sutiles mensajes que Bernarda incorporaba en todo lo que decía; si le estaba mostrando una foto de ese hombre, poniendo de manifiesto su atractivo, eso quería decir que él sabía usar ese atractivo como un arma, al igual que ella. La empresaria contrataba a alguien peligroso, y para hacerle frente, traía a alguien de quien estaba segura poder contar con su lealtad. Sería un trabajo interesante, faltaba saber si se trataría de un desafío o algo muy sencillo de ejecutar.


4


Pilar despertó de pronto en la noche; estaba agitada y con el rostro bañado en lágrimas; así que había estado llorando durante el sueño, obviamente por los recuerdos de su enfrentamiento con Micaela. A fin de cuentas, tenía que afectarle en algún momento, si sea como fuere se había enfrentado a ella, a la única mujer que había amado; en esos momentos le dijo todo lo que sentía, la rabia y el dolor que tenía guardado hacía ocho meses y contando, pero además de eso se encontró con algo sorpresivo, la súplica de Micaela por su perdón; había supuesto que lo negaría o que estaría obstinada en su pensamiento inicial, pero su actitud y las pruebas que le llevó habían resultado inapelables. Por un lado, al recordarlo, se sentía angustiada de verla así, pero por otro, no dejaba de tener rabia por todas las humillaciones pasadas. No sabía qué era lo que podía ocurrir después, pero sí tenía claro que no quería a Micaela ni a nadie de los involucrados en su vida, se quedaría en el país para reconstruir la vida que le habían quitado y esa era una decisión en la que no iba a dar pie atrás.
Se levantó y fue hasta el refrigerador para tomar un poco de agua fría; haciendo un recuento, incluso en el lapso de tiempo que estuvo fuera del país, toda su vida siguió congelada, y estuvo girando en torno a otras personas. Trabajó en la recepción de un hotel, y luego en relaciones públicas, cargo que desempeñaba con una sorprendente facilidad, pues la gente, en su mayoría, se sentía cómoda y en confianza al momento de verla; de alguna forma, incluso sin notarlo, estaba tratando de contentar y ayudar a otros, como si de alguna forma eso pudiera suplir lo que fue incapaz de lograr cuando todo se destruyó en su vida. Incluso su regreso, en un principio por un periodo breve, había sido impulsado por el deseo de acompañar a su madre, a la misma que la había negado y despreciado como hija. Ahora estaba de vuelta, y se sentía golpeada y cansada, pero al mismo tiempo, llena de una nueva energía; cuando llamó a su jefe en el hotel pal explicarle que no volvería, él fue muy amable, le agradeció su trabajo incansable, y la felicitó por tomar una decisión valiente que lo obligaba a empezar otro vez de cero en muy poco tiempo. No estaba segura de que fuera una decisión valiente, pero se merecía la oportunidad de rehacer su vida en donde ella quisiera, no en un sitio al que llegara por estar huyendo.


5


Adán llegó al hotel y fue recibido por Eva, que ya estaba preparada con un hermoso camisón de seda blanca; se besaron con ardor tan pronto cerraron la puerta.

—Ya lo conseguí —comentó ella, triunfante—, mañana ya no tendré que preocuparme por el gerente de proyectos.
—Fantástico, pero eso quiere decir que lo despediste hoy, porque no estaba en la inauguración.
—Tal vez lo está presintiendo, pero aún no, lo despediré mañana. Lo demás ya está cubierto.

Adán comenzó a desnudarse mientras Eva servía whisky para ambos.

—Genial, tienes dos problemas resueltos, y yo dentro de los próximos días comienzo a trabajar como administrador en el nuevo proyecto de Bernarda Solar, me contactó hace algunos días por la expansión de la galería Cielo, y ahora que termino con Carmen Basaure, es la oportunidad perfecta.

Eva frunció el ceño. Eso era una sorpresa que no estaba prevista.

— ¿Bernarda Solar?
—Sí.
—Es accionista mayoritaria en la constructora —replicó ella, alcanzándole una copa mientras evaluaba su cuerpo—; de hecho estuvo en la última reunión de directorio.
—Así que se trataba de eso —comentó Adán, sonriendo—, ese es el nuevo proyecto, seguro quiere una constructora de proporciones para sus planes, eso quiere decir que de un modo u otro trabajaremos unidos.

Volvieron a besarse.

—Y mientras estemos unidos no hay nada más que importe.
—Es verdad. Ahora celebremos, quiero hacer el amor contigo.
—No tengo ningún reparo.

Eva se despojó del camisón, dejaron las copas con las que habían brindado a un lado y se enfrascaron nuevamente en el juego del amor, donde sabían que cada caricia era deliciosa como la primera, y cada nueva sensación era incomparable. Éxito profesional, amor, placer, dos personas fuera de lo común unidas por sus propios deseos, no había nada mejor todavía para ellos.




Próximo capítulo: Cielo infinito

La traición de Adán Capítulo 19: Cielo infinito




Carmen tomó el primer avión una vez amaneció, tras la exitosa jornada de inauguración de la galería de arte, dejando a Adán como encargado del funcionamiento de ésta. Esa misma mañana comenzaron las visitas, y las cuentas comenzaron a marcar esperanzadores números, aunque por el lado de la crítica, esta era tan conflictiva como la obra  en sí, pues se resaltaba el delicado y detallista estilo de la autora, llegando a catalogar su trazo como maestro, pero en contraposición se mencionaba el carácter inquietante y tormentoso del resultado; todos tenían razón, pero ya nada se podía hacer al respecto, por el momento lo importante era sacar los mayores dividendos de la galería, eso haría que su inversión tuviera éxito aun si en el futuro Regreso terminaba destruyendo a su creadora. Esta era una posibilidad concreta, que en caso de cumplirse, llevaría la obra a una categoría especial, a convertirse en lo último que una mujer talentosa había sido capaz de crear, antes de apagarse por completo, quizás atormentada por un trabajo sublime, pero que opacaba los siguientes, demostrado su incapacidad para superarlo; muchos artistas veían cómo su trayectoria entraba en declive, cuando una de sus obras pasaba a ocupar un sitio especial dentro del mundo al que pertenecido, tan polémico, controvertido o amado, que ni si quiera su propio autor podía alcanzar. Después venía el conflicto, entre tratar de sacar el máximo provecho de ello, hasta que no quedara nada, o convertirse en enemigo de su propia creación.
El lunes siguiente, el hombre de 24 años se reunió con Bernarda Solar para firmar un importante contrato.

—Me alegra que estemos comenzando bien —celebró ella, sonriente—, estoy segura de que todo irá sobre ruedas.

Adán continuaba leyendo los detalles del contrato. La suma era apreciable, de modo que sólo debía saber de forma concreta cuáles serían sus ocupaciones.

—A propósito, supe que ahora eres dueña de la constructora Del Mar.

Bernarda sonrió; una jugada inteligente, en el momento preciso. Por lo visto, Adán jamás descansaba cuando se trataba de investigar y tener información en su poder.

—No soy la dueña, la gente es tan exagerada, solo soy accionista.
—Mayoritaria.
—Pero accionista al fin.
—Te doy el punto —coincidió él, tomando lápiz—, y ya que estamos en esta etapa, quiero comenzar con algo que me importa mucho, es decir el proyecto en sí.

La mujer se sacudió el cabello y le enseñó un bosquejo de su proyecto, que él reconoció al instante.

—Esta es la cara que tendrá el Boulevard del centro comercial Plaza Centenario cuando terminen con él. Será un paseo para los sentidos, pues ahí tendré la galería Cielo, restaurantes, spas, centros de masajes, terapistas, expertos en sanaciones alternativas y todo lo que está relacionado, me refiero a la combinación entre un centro para vacacionar, una ida al museo más vanguardista y un paso por los lugares de encuentro más prestigiosos, todo reunido en un solo sitio; nadie jamás ha intentado algo así, por eso es que será un éxito.

Eva estaba dirigiendo aquel y otros proyectos para la constructora, lo que significaba que estaría informado de manera directa de lo que Bernarda no quisiera decirle, y además de eso, ambos podrían sellar ese lugar con su marca, dejando una clave o un aspecto único que solo ellos dos pudieran entender y que les daría un control total de todo. Jugueteó con el lápiz unos momentos más.

—Es un proyecto sumamente ambicioso.
—Por eso te dije que esto es llegar a otro nivel; haré que la mejor gente trabaje conmigo, por eso es que te quiero aquí. Además, tengo a otras personas, solo tenemos que comenzar.

Adán la miró fijamente y vio que Bernarda sería una gran aliada en sus proyectos. Firmó el contrato y se quedó con una copia.

—Excelente, puedes cobrar tu primer cheque este jueves. Ahora tenemos un almuerzo a las dos, con el equipo que he seleccionado, aunque por supuesto podrás hacer modificaciones; quiero que te hagas cargo de todo lo más pronto posible.
—No tengo reparos —comentó él—, por lo que veo me estás dando mucha autoridad.
—Casi toda, porque la única persona sobre ti soy yo, pero me cansa estar en reuniones cuando hay tantas cosas mejores que hacer, además que claro, tengo varios otros negocios.

Adán guardó silencio unos momentos. Lo tenía en sus manos, y podría hacer lo que se propusiera de ahí en adelante, no tenía más que pedir lo que quisiera. Usando las palabras adecuadas, y manejando a todos a su alrededor, estaba seguro de poder controlar ese proyecto, y ganar aún más en un futuro cercano.

2


Pilar y Margarita se reunieron en la oficina de Martín Zamora, un joven y entusiasta asesor que era amigo del marido de Margarita. Después de conversarlo, Pilar ya había tomado una decisión, y cuanto antes se pusiera manos a la obra, tanto mejor.

—Así que esa es la idea, Martín —dijo, cuanto terminó de relatar su idea—, ya tienes el estado de la cuenta de la que puedo echar mano, necesito que me digas si es posible comenzar el proyecto del restaurante.

Martín era delgado y esbelto, de rasgos angulosos y vivaces ojos claros que contrastaban con su piel morena; era rápido de pensamiento, y había estado realizando cálculos desde el primer momento. El hombre sonrió.

— ¿Si es posible? Pilar, ¿tienes alguna idea de cuánto dinero es el que tienes en esta cuenta?
—Pues sí, pero...
— ¡Claro que es posible! —sonrió ampliamente—. Esto es más dinero del que necesitas, de hecho, te podrías comprar un edificio completo de cuatro pisos en un muy buen barrio y aun te alcanzaría para poner el restaurante.
— ¿En serio?

El asesor apoyó los codos en su escritorio y entrelazó los dedos, mirándola seriamente.

—Sobradamente, incluso te alcanza para mis honorarios. Como sea, voy a asesorarte en esto, pero quiero definir quién va a hacer qué.
—La verdad no soy muy buena para los negocios, así que te dejo toda la logística del tema, con Margarita nos ocuparemos de la temática y todo lo interno.

Martín trabajaba rápido y ya tenía algunas proyecciones en la pantalla.

—Miren —señaló, volteando la pantalla hacia ellas—, me parece que tu propuesta de instalarse en el sector de la remodelación Mistral es muy buena, sobre todo porque ese conjunto de edificios extraños está tomando impulso nuevamente, y eso que muchos lo dieron por muerto hace diez años —agregó para sí—, así que si todo funciona bien, podrías convertir tu restaurante en el centro del éxito de allí.
Ahora, tengo una propuesta, y es invertir un monto equivalente a la mitad del capital inicial que invertirás en el restaurante en fondos seguros, así ante cualquier eventualidad tendrás un respaldo, y de todos modos la rentabilidad es mayor que los intereses que te genera ese dinero quieto ahí.
—Me parece una buena idea —comentó Margarita, asintiendo—, además recuerda lo que te dije, tienes que sacar provecho de ese dinero.

Pilar se lo pensó un momento y al fin decidió.

—De acuerdo, apoyo tu idea; lo que sí, quiero la instalación para el restaurante esta misma semana, así que veamos ahora mismo cuáles son las opciones.
—Esa actitud me gusta, nos vamos a llevar de maravilla. Acompáñenme ahora mismo, vamos a la oficina de un amigo que es corredor de propiedades y vemos qué es lo que podemos conseguir.
Mientras bajaban en el ascensor, Margarita se mostraba muy entusiasmada con lo que estaba sucediendo.

—Me gusta ver ese cambio en ti; te noto con más energía, más decidida.
—Estoy haciendo el esfuerzo, amiga — replicó, luego de un suspiro —. Todo esto es muy extraño para mí, no se me había pasado por la mente la idea de comprar o arrastrar un inmueble para poner un restaurante, mucho menos dirigir gente, pero eso es algo para empezar a sentirme cómoda aquí. Quiero dejar de sentirme como una extranjera.

Su amiga le dedicó una gran sonrisa.

—Esa es la actitud que quiero ver en ti. Y me encantó esa decisión que mostraste, de comenzar ahora mismo.
— ¿Pero no te causaré problemas con tu trabajo?
—Para nada. Además, como soy amiga de la dueña, puedo organizar mil propios horarios ¿no crees?

3


Esteban estaba en su departamento, saliendo de la ducha; se sentía extraño estando sin trabajo, ya que como lo había pronosticado, Eva San Román lo había despedido. Desde luego que tuvo que indemnizarlo, así que tenía una interesante suma de dinero en la cuenta corriente, y como era ordenado en gastos y todo lo que tuviese que ver con responsabilidad, sabía que podía tomarse un tiempo, pero de todos modos, la sensación de estar en su cosa, sin preocuparse por horario, y citas, era muy extraña, sobre todo después de trabajar por años de forma continua, dejando espacio solo para las vacaciones; se había llevado todas sus cosas y sus archivos más por orgullo que por otra cosa, porque sabía que Eva ya había conseguido copiar todo lo importante, y por eso no lo necesitaba más. Estaba dando vueltas a esos pensamientos cuando tocaron el timbre.

—Micaela, qué sorpresa —dijo al abrir.

La joven estaba haciendo esfuerzos por animarse después de todo lo que había pasado; quedar sin trabajo cerca de una semana de entrar, y además vivir otras experiencias, era duro, pero algo tenía que hacer al respecto. Lo miró de arriba a abajo, con las cejas levantadas.

— ¿Y tú recibes a todas tus visitas en esa facha? Estás prácticamente desnudo.

De hecho, él llevaba solo una pequeña toalla a la cintura.

—Oh, lo lamento, pero pasa mientras me visto. ¿Y cómo van esos ánimos?
—Más o menos —replicó ella—, igual es extraño haber sido despedida después de tan poco, y además ser indemnizada, por un lado el dinero me viene bien, pero por otro me frustra haber perdido contra esa desgraciada de Eva San Román.
—La mujer es brillante —comentó Esteban—, lo tenía todo planeado desde el principio, me sentí como en medio de una cinta de suspenso en algunos momentos.

Micaela prendió el televisor; estaban pasando un documental de animales cazadores.

—Y podría seguir siéndolo. Si mal no recuerdo dijiste que tenías un amigo que es informático.

El hombre apareció en la sala, ya vestido; la miró fijamente.

— ¿En qué estás pensando? ¿En venganza?
—Sí —respondió la joven, livianamente—; la gente como ella tiende a dejar una huella de destrucción a su paso, pero siempre son daños menores, a gente que no se puede defender, o personas que no pueden probar nada. Yo digo que podemos desenmascararla, nada más que eso.
—Reconozco que la idea me parece muy atractiva, pero eso nos pone, como dicen en las películas, en el otro lado.

Micaela pensó en su madre; en la empresaria poderosa y exitosa, en la mujer temida y respetada.

—Esteban, la única forma de luchar contra este tipo de gente es ser más inteligentes que ellos, y también más malvados si lo quieres decir así. No puede ser todo tan perfecto, no puede ser que ellos siempre ganen.

Él se sentó junto a ella y la abrazó con un gesto acogedor y tierno.

—Esto también es por tu madre.
—Ella también está involucrada —respondió, en voz baja—, y ahora van a ser aliadas, eso quiere decir que Bernarda Solar encontró a su heredera, no quiero ver a esta ciudad bajo el poder de esas dos.
—Puede ser que tengas razón. Oye, ¿y cómo has estado?
—Bien.
—Vamos, no me digas mentiras. Te estoy preguntando porque sé que no estás de maravillas, quiero apoyarte porque eres mi amiga, pero tienes que ayudarme siendo sincera. Lo que me contaste de tu discusión con tu ex— novia y lo que descubriste es para angustiar a cualquiera.

Esteban había dado una verdadera prueba de amistad en esos momentos, mostrándose comprensivo y fuerte, dispuesto a escucharla y acompañarla, pero también a ayudarla a ponerse de pie otra vez. Su compañía y consejo habían sido una ayuda invaluable.

—Es cierto —replicó Micaela en voz baja—, pero no hay mucho que pueda hacer. Tengo rabia con mi madre por mentirme, rabia conmigo misma por haber desconfiado de Pilar y por haber sido tan tonta, pero una gran parte de la culpa es mía, no puedo simplemente decir que no me importa. Además, ya ha pasado tiempo, me gustaría lograr que ella me perdone por todo lo que le dije, pero por otra parte, está en su derecho de no querer verme ni en pintura, al fin y al cabo, perdonar no es una exigencia.
— ¿La amas?

La pregunta que no se había hecho con total honestidad en todo ese tiempo, porque en el fondo, sabía que dar una respuesta la patria en un punto vulnerable. Prefirió mentirse y volcar la frustración y tristeza en rabia, y eso era un segundo acto de ceguera; no podía permitirse un tercero.

—Si —respondió resueltamente—, durante este tiempo lo negué y quise convertir todo en odio, pero al final la verdad es que la amo. Supongo que por eso también es que quiero hacer algo en contra de Eva y de Bernarda, porque de cierta manera es una forma de recompensar algo de lo mal que hice.

Esteban guardó silencio unos momentos. Le había sorprendido un poco saber toda la verdad, pero eso no cambiaba su amistad por Micaela, de hecho la hacía más fuerte; ahora sabía que tenían que luchar por ese objetivo común.

—Está bien, voy a ayudarte, de alguna forma, yo también tengo algo en contra de Eva San Román, no me viene mal algo de acción al respecto. Hagámoslo entonces, vamos a ser justicieros, a ver hasta qué parte conseguimos llegar.

4


El almuerzo con los ejecutivos del Proyecto Cielo había sido largo y provechoso, ya que Adán había entrado en conocimiento de los ejecutivos, y comenzó a tomar de manera real su nuevo puesto; el equipo estaba compuesto por profesionales de alto nivel, lo que haría pensar que estarían por sobre Adán que no ostentaba títulos, pero el cargo y además su personalidad magnética hacían evidente los motivos por los que se encontraría al mando desde ese momento.
El hombre hizo una parada rápida en el departamento, y fue ahí que se topó con una nueva sorpresa: una segunda nota dentro de un sobre diminuto, y en su interior el mismo tipo de mensaje ¨Ya sé quién eres¨
Recibir por segunda vez la misma advertencia delataba que no se trataba de un hecho fortuito, pero eso no ayudaba en nada. Había descartado cualquier actitud que acusara el golpe, como empezar a hacer preguntas en conserjería o cosas similares, pero en el momento de su vida en que estaba, era necesario saber quién estaba detrás de esas amenazas. Marcó en su teléfono el número de Samuel, el informático al que había recurrido en primer lugar para descubrir el origen del segundo cuadro, pero para su sorpresa se lo encontró fuera de servicio.

—Esto es extraño —dijo para sí—. Necesito saber por qué no me contesta, pero creo que ya no debo seguir así.

Optó por no hacer más conjeturas y salir directo al departamento del otro, decidido a sacarle algo de información pero al mismo tiempo, tomando la decisión de no continuar ese contacto; Samuel le había sido útil, pero ya no podía actuar de forma dependiente. Lo mejor sería hacerse del tiempo para aprender lo más rápido posible todo lo necesario para espiar y husmear en las redes; con ese elemento a su favor, podría hacer muchas cosas. Cuando llegó al edificio, se encontró con otra desagradable sorpresa.

—El joven del departamento se fue hace una semana —le comentó el conserje del edificio— tomó sus cosas y se largó, fue durante la tarde, y no dejó referencias ni números, de hecho nadie sabía nada, parece que fue alguna emergencia.

Y dada en un muy mal momento. Adán sentía que algo no estaba bien, y lo atribuyó a que posiblemente a Samuel lo habían descubierto en algún ilícito virtual y por eso el apuro por desaparecer; tendría que buscar otros métodos de investigación, lo que confirmaba sus pensamientos previos. Sin antecedentes ni pistas, volvió al departamento, pero en vez de entrar se quedó en el auto, a media cuadra del edificio. La zona no era muy transitada al ser un sector residencial y bien acomodado, así que algún desconocido podía ser advertido con facilidad, pero investigar algo así era trabajo detectivesco que tomaba tiempo del que no disponía; sin embargo vio que el sistema de cámaras de seguridad del edificio de enfrente apuntaba al suyo, con lo que podía hacer un seguimiento, sobre todo considerando que en esta ocasión el lapso de su ausencia era mucho menor, solo tenía que descubrir quién había pasado por allí entre las siete y treinta y las cuatro, y después descubrir si todo eso era nada más que un alarde, o si de verdad alguien había conseguido remover los cimientos de su pasado.

5


Eva estaba en el edificio de la Constructora Del Mar y Alzarrieta cuando recibió una comunicación de su secretaria.

—Señorita San Román, hay un hombre que quiere hablar con usted y ha insistido mucho.
— ¿Quién es?
—Solo dijo su nombre de pila, dice que usted lo conoce. Se llama Mario.

No era una buena señal que ese hombre quisiera hablar con ella; respiró hondo y replicó, con su usual amabilidad.

—Comunícalo.

Esperó unos instantes. Era extraño que la llamara con tanta urgencia cuando su trabajo ya había terminado.

—Diga.
—Soy yo, ¿me reconoce?
—Sí, dime por qué llamas tan insistentemente.

La voz se escuchaba nerviosa del otro lado de la línea.

—Descubrí algo preocupante, pero voy a necesitar más dinero.
— ¿De qué se trata?

El hombre no habló. Por lo visto ya había comprendido el lenguaje que era necesario utilizar si estaba hablando con ella.

—Te pagaré Mario, ahora dime qué es lo que descubriste.
— ¿Alguien además de usted tiene acceso a su información o a lo que recibió de mí?
—Nadie. ¿Por qué?
—Porque cuando estaba eliminando las cuentas de correo que creé para enviarle los datos que tomé —replicó siendo claro, pero sin usar palabras concretas—, descubrí que alguien hizo un rastreo. La están espiando.

Eva se quedó un momento sin habla, mientras las imágenes aparecían en su mente; casi podía ver a la persona tras el ordenador, en la noche, mirando fijo la pantalla mientras trataba de darle alcance, aunque fuera en el mundo virtual. No podía ser, no después de tanto tiempo, no después de poner años, tierra y tantas otras cosas de por medio; tal vez era solo parte de las fracasadas medidas de seguridad de Esteban, pero también podía haber algo más, y no podía descuidarse. Se echó el cabello hacia atrás en un gesto de nerviosismo, pero controló la voz a la perfección.

—Tendrás lo que corresponde. Tan pronto tengas cualquier otra información avísame, tendrás nuevas recompensas si descubres algo más. Apunta el número donde puedes encontrarme directamente y a cualquier hora.
—Como usted diga.
—Escucha bien esto —agregó, deslizando un toque de amenaza en su voz—. Es probable que la pista desaparezca, si esto pasa, me llamas a ese número, no importa la hora que sea; con nadie debes hablar de esto.
—Lo en tiendo bien —replicó la voz del hombre—. Señorita, después de esto, no puedo seguir con eso, agradezco la paga, pero ya me estoy arriesgando mucho, y no quiero que alguien descuba lo que hice.

Eva sintió ganas de reír. En comparación con lo que podía llegar a enfrentar ella, que los compañeros de trabajo de ese obrero descubrieran que estaba espiando en las oficinas de los ejecutivos era un simple juego de niños.

—Está bien, todo va a quedar hasta aquí; solo asegúrate de que no quede ninguna prueba de tu trabajo. Y sobre lo otro, no lo olvides.

Le dio rápidamente el número y colgó. No podía ser, no después de tanto esfuerzo por dejar todo atrás; ahora era una mujer exitosa, estaba consiguiendo todo lo que se merecía, por lo que no cabía lugar para los errores.


Próximo capítulo: Dueños de todo

Contracorazón Capítulo 11: Un día de descanso



Rafael había decidido dormir hasta más tarde el último domingo del mes, pero poco después de las ocho de la mañana, alguien tocaba el timbre en su departamento.

—Rayos.

Balbuceó una maldición mientras intentaba encontrar el móvil en el velador; sintió que tenía demasiado sueño, aunque eran las ocho y diez de la mañana, y se debatió largos segundos entre ignorar al visitante y salir a ver qué podía estar sucediendo.
Insistieron en tocar.

— ¡Ya voy! —gritó con hartazgo.

Se cubrió la cabeza con las sábanas y esperó a que el timbre no volviera a sonar, pero lo hizo; resignado, salió de la cama y se puso unos pantaloncillos, caminando hacia la puerta sin poder quitarse el sueño.

—Ya voy.

Se dijo que si era una tontería iba a estar de mal humor toda la mañana; tratando de calmarse, abrió la puerta sin haber visto antes por la mirilla, y se quedó de una pieza al ver de quien se trataba.

— ¿Papá?

El hombre lo miraba con una expresión calmada, con una media sonrisa, pero el ceño un poco fruncido.

—Hola, hijo.

La casa de sus padres no estaba en la ciudad, y ellos salían de su zona muy pocas veces; no eran citadinos, y vivían a un ritmo distinto del resto del mundo.

—Pero ¿Cómo? ¿Qué?
— ¿Me vas a dejar pasar o no? —exclamó el hombre—, estas cosas pesan un poco.

Aún sin salir de su asombro, Rafael se movió un paso, permitiendo que el hombre entrara; su padre era un poco más bajo que él, de contextura fuerte, ancho de espalda, firme y saludable a sus sesenta años. El cabello cano muy bien arreglado y los ojos color castaña le daban un aspecto un tanto serio, aunque se trataba de alguien con un muy buen sentido del humor; obedeciendo a una de sus costumbres, se dio el tiempo de dejar las cosas que traía consigo en la mesita de centro antes de contestar cualquier pregunta. Rafael revoleó los ojos y cerró la puerta.

—Bien ¿Qué me decías?
—Papá ¿Qué haces aquí? No es que me moleste, pero no me avisaste ¿Mamá no vino contigo? ¿Todo está bien?

Su padre le dedicó una mirada entre divertida y condescendiente.

—Sí, hijo, todo está bien.
—Pero no me avisaste que venías —recalcó el joven.
—Si, bueno —hizo una mueca divertida—, lo que ocurre es que hoy antes de salir le mandé un mensaje a Magdalena, pero olvidé enviarte uno.

Rafael lo miró con los ojos muy abiertos y las cejas levantadas.

— ¿Lo olvidaste? Papá, sólo tienes dos hijos ¿y olvidaste a uno de los dos?
—Dicho así suena muy feo —el hombre mayor extendió los brazos—, mejor ven acá y saluda a tu padre.
—Me voy a vestir.
—No seas ridículo —lo corrigió su progenitor—, te cambié los pañales, no me voy a poner quisquilloso ahora porque estás en calzoncillos; además aquí hace bastante calor. Ven acá.

Tomó su cara con ambas manos, le dio un sonoro beso en la mejilla, y luego le dio un abrazo apretado, que Rafael devolvió de la misma forma; por un momento se sintió igual que cuando era un niño, en una época donde el abrazo de mamá o papá eran el fin de todos los problemas, y el principio de cualquier cosa mejor.

—Qué bueno verte, papá.
—Yo también me alegro, hijo.

Se sentó en el sofá, aflojando un poco el botón del cuello de la camisa.

—Vine a la ciudad porque tenía que comprar unas cosas: encontré en la internet una tienda que vende insumos para jardinería, y como eran buenos precios, hicimos el acuerdo.
—Te las estás arreglando bien con internet.
—Es mucho más fácil —declaró su padre—, estamos más acostumbrados.

Pasando por alto que no le había avisado de su visita, era una grata sorpresa tenerlo ahí.

— ¿Tomaste desayuno?
—Por supuesto, antes de salir —replicó su padre.
— ¿Quieres un café o algo?
—Podría ser un café, no estaría mal.

El joven se puso de pie resueltamente.

—Papá, me estoy levantando recién ¿Te parece si pones a calentar el agua mientras me ordeno un poco?
—Está bien, sólo dime dónde están las cosas en tu departamento.

Rafael le dio las indicaciones a su padre y fue al baño a refrescarse, y se quedó en pantalones cortos y una remera. Para cuando volvió a la sala, se encontró con que su padre ya estaba ubicado frente al televisor, divirtiéndose con el mando a distancia.

—No es igual que el control de mi tele —reflexionó, oprimiendo algunos botones—, pero ya entendí, aquí va subiendo.
—Sí, es más o menos así.
— ¿No tienes contratado el canal del deporte?
—El especial no, no me gusta el futbol —le recordó—, pero el canal de deportes regular está dentro del plan.

Fue a la cocina y sirvió café para ambos, con sólo una de azúcar para su progenitor y dos para él; sacó algo de pan y mermelada, omitiendo el queso para no invitar a las quejas por consumir “alimentos plásticos” y no naturales. Había pensado en decirle que se sentara con él en la mesa de la cocina, pero dado que ya estaba concentrado en la televisión, decidió reacomodar las compras de su padre y poner lo del desayuno en la mesita, sentándose junto a él.

—Espero que no me ignores por estar viendo el fútbol.
—No, además no están pasando partidos de la liga europea —replicó su padre—. ¿Cómo va todo?

Rafael le contó sobre el ascenso en el trabajo y los cambios que eso le traería, aunque omitió los problemas con su antiguo jefe y un compañero para no revivir esa mala experiencia.

—Entonces te vas a cambiar de aquí.
—Sí, eso quiero —dio un mordisco al pan y tragó rápido—, quiero un departamento un poco más grande.
—Y con aire acondicionado —observó el mayor—, aquí hace mucho calor.
—Y en el invierno hace frío —comentó, asintiendo—, supongo que estoy un poco acostumbrado ya, pero si tendré el dinero, quiero algo mejor.

Su padre le dedicó una mirada seria.

— ¿Vas a volver a arrendar un departamento como cuando estabas de novio con ese muchacho?

Había reprimido el tono, pero de todos modos se notaba su molestia al respecto. Cuando Rafael terminó con Arturo, fue imposible ocultar el hecho porque tenía que decirles de su cambio de domicilio, pero intentó maquillar su estado de ánimo cuando sus padres le exigieron que los fuera a ver para comprobar que seguía vivo; su madre lo consoló y procuró apoyarlo en todo, pero fue su padre quien más se enfadó con el asunto. Consideraba una ofensa la actitud de Arturo y nunca lo había perdonado por eso.

—No, esta vez quiero algo propio, estuve ahornando para eso —explicó, con cautela—, quiero un buen departamento, no muy lejos de aquí, un poco más grande.
—Si necesitas un aval, aquí estamos.
—Gracias papá —le sonrió—, lo que estoy pensando es buscar una buena alternativa y hacer los primeros pagos para empezar, según mis cálculos con el aumento de sueldo podría cambiarme en febrero.
—Te queda muy poco tiempo entonces —observó su padre— ¿Te sientes contento con tu nuevo trabajo?
—Sí, estoy muy contento, siento que las cosas van a salir bien con este cambio; además me gusta mi trabajo, quiero demostrar que se puede ser el encargado de la tienda, pero no tomar distancia del público ni de mis compañeros de trabajo.

Su padre lo miró con cariño.

—Siempre eres tan idealista.
— ¿Por qué lo dices? —preguntó Rafael.
—Porque quieres conseguir cosas que son muy difíciles, o que la mayoría de la gente no hace.

En eso tenía bastante razón, pero Rafael sintió ganas de debatir un poco al respecto; independiente de ser un adulto, quería disponer de un consejo o una opinión de su padre para mantener el horizonte amplio.

— ¿Crees que no se puede ser un buen jefe y trabajar junto con la gente?
—Usualmente las personas no son así —reflexionó su padre.
—Pero tú me has contado de un jefe que era una muy buena persona contigo y tus compañeros —apuntó el joven.
—Esos eran otros tiempos, ustedes ni siquiera habían nacido; el mundo actualmente es mucho más de competencia, de tratar de estar por sobre los demás. Pero no digo que esté mal —aclaró—, es tu forma de ser, no vas a cambiar, sólo digo que sería bueno que tengas cuidado, porque puede que tú tengas las mejores intenciones, pero los demás no. No te confíes demasiado.

Aunque no se trataba de eso de un modo concreto, las palabras de su padre tenían mucho sentido con el conflicto que había ocurrido algún tiempo atrás en su trabajo; seguramente no habría podido evitar que sucediera, pero con algo más de atención, al menos no se habría llevado una sorpresa tan grande.

—Gracias por eso. ¿Cómo está mamá?
—Bien, ahora no habría venido, aunque esto estuviese planeado desde antes, porque está muy ocupada con su nuevo proyecto.

Su madre había jubilado un par de años atrás, pero eso no significó que dejara de estar ocupada; Rafael la recordaba de siempre yendo de un lado a otro, y en la comunidad era conocida por saber de manualidades, primeros auxilios, arte, moda y muchas otras cosas.

—Cuando hablamos no me dijo nada —observó el más joven— ¿Qué está haciendo ahora?
—Dando clases para que aprendan a hacer esas cosas redondas ¿Cómo se llaman? Mandalas, eso es. Ya tiene un grupo de estudiantes, y no lo hace gratis, lo está haciendo como un servicio prestado a la municipalidad.
—Eso es fantástico, de verdad.

Después de terminar el café, Rafael retiró lo del desayuno y volvió a sentarse con su padre; el hombre le dedicó una mirada curiosa.

— ¿Y?
— ¿Y qué? —preguntó el hijo a su vez.
— ¿Hay novio nuevo?

El moreno miró al techo, sonriendo; se le hizo muy gracioso que muchos hombres y mujeres pagarían por ver esa clase de interés de su padre, mientras que a él se le hacia un poco bochornoso.

—No papá, no hay novio.
— ¿Por qué no?

El hijo cambió de lugar y se sentó junto a él, mirándolo con cariño.

—Porque no ha aparecido; también por que estoy muy ocupado, antes hacía turnos extra, luego vino lo del cambio de trabajo, he tenido poco lugar para salir y esas cosas.
—Pero ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, todo está bien.
— ¿Y has salido a divertirte? —agregó, con una evidente sonrisa maliciosa— Ya sabes, nada serio, pero eres joven y fuerte, no te vas a quedar así nada más.

Rafael soltó una risa nerviosa; llegar a escuchar a su padre preguntarle si tenía aventuras o no era un regalo del destino.

—Últimamente no —repuso, sintiéndose algo avergonzado—, también he estado ocupado para eso.
— ¿Todo está funcionando bien? —preguntó con una ceja levantada.
— ¡Papá!
—Vamos, es una pregunta de padre, estoy preocupado por tu salud.
—Está bien, está bien —concedió Rafael—, te aseguro que todo mi cuerpo funciona bien, en serio.
—Deberías salir más.

Eso era un gran consejo, y el joven supo interpretarlo así.

—Lo voy a hacer papá, gracias por preocuparte tanto por mí.
—Es lo mínimo que tiene que hacer un padre —reflexionó el hombre mayor—, además, si es de estos temas es mejor que lo hablemos cuando estamos solos, porque tu madre saldría con que el amor y todo eso —y agregó con picardía en los ojos—, y yo digo que eso está muy bien, pero mientras encuentras el amor, nada impide que salgas a divertirte ¿No es así?

Rafael miró la honesta expresión de su padre y recordó cómo él le contó en más de una ocasión la forma en que conocer a su madre había cambiado su vida por completo; decía que su horizonte era muy estrecho, y que desde que la conoció se había ampliado por completo. Tener la posibilidad de vivir esos momentos lo hacía muy afortunado.

—Tienes razón, me estás dando un gran consejo; lo voy a tomar en cuenta y bueno, tengo que decir que la próxima semana voy a salir a un bar con un amigo, así que es un avance.
— ¡Muy bien! —celebró su padre— Me gusta esa actitud; además, ahora que tienes un cargo puedes hacerlo con más comodidad porque hay más presupuesto.
—Es cierto. ¿Te quedas a almorzar?
—No, hijo, tengo que estar en el terminal de autobús a mediodía, y antes de eso tengo que pasar donde Magdalena y comprar unas cosas más.

Apagó el televisor y se puso de pie con decisión.

—Así que creo que lo mejor es que me prepare para salir ya.
— ¿Te importa si te acompaño? —preguntó Rafael, poniéndose también de pie.
—Cómo crees, es tu día de descanso.
—Pero quiero hacerlo.

Su progenitor se debatió un instante entre una escena y otra; al final llegó a una conclusión.

—Mira, más de las nueve, estaré en una hora en casa de tu hermana, no tiene sentido sacarte de tu casa para eso. Sólo promete que cuanto puedas irás a vernos por un fin de semana completo.
—Te lo prometo.

La sorpresiva visita de su padre había hecho un gran efecto en Rafael; después que se despidieron, se quedó con una sensación agradable, como si su compañía fuera la confirmación de que las cosas estaban comenzando a ir mejor, y que seguirían así en el futuro.
A veces extrañaba la vida en la casa paterna: mamá llegando del trabajo a ocuparse de algo, papá tratando de ver el futbol cada que pudiera, el olor de la cena por la tarde, preparada a medios por ambos, o con participación de todos; los fines de semana de aseo y películas, las tardes de domingo de conversar en familia y los días festivos de no programar alarmas para dormir hasta tarde. Pero su vida estaba en la ciudad y con los proyectos que tenía, por lo que su decisión de ir a vivir solo era la más sensata; con el tiempo lo había comprobado, y ver a sus padres cada cierto tiempo siempre era una buena noticia.
Se quedó sentado frente al televisor apagado, pensando en todas esas cosas.

2


Faltaba tan poco para que las cosas cambiaran para ellos.
Había estado muy nervioso durante toda la jornada anterior, y esa mañana era mucho más; intentaba decirse que todo estaría bien, pero en el fondo, sentía como si esa decisión fuera un punto de riesgo en vez de lo contrario. Sabía que no era por ellos, sino por el mundo que constantemente los amenazaba alrededor, como si a cada momento los ojos y los oídos de todos se intentaran colar por las rendijas.
A veces tenía miedo.
Cuando era más joven, sus padres comentaban acerca de un caso sucedido a un vecino del lugar, que había caído en desgracia por esa causa; él sólo lo recordaba como un señor bastante callado y poco sociable, pero ¿Cómo no sentirse lejos de la sociedad, si de la noche a la mañana la sociedad se convertía en un enemigo visible y al mismo tiempo imposible de identificar?
Lo que menos quería en la vida era ser responsable de causarle algún tipo de sufrimiento; luchaba por estar siempre atento a todo, dispuesto a evitar que quedaran en la línea de peligro.
Todo era gritos y confusión ¿Qué era ese terrible dolor en su interior? Olor a azufre, un calor más allá de lo humano, y la sensación de una angustia que jamás se iría. No, no podía ser, no podía permitir que sucediera ¿Por qué estaba sucediendo eso? Era injusto que tuvieran que pasar por algo así, que quedaran atrapados entre el dolor y el sufrimiento, sin tener oportunidad de escapar; todo lo que había intentado se estaba desmoronando, y poco a poco las cenizas cubrían su cuerpo, como un manto silencioso y gris. El frio lo había cubierto por completo, ya no podía luchar, sólo aferrarse a lo único que le quedaba, el deseo absoluto de no perderlo.

Rafael despertó de pronto, sobresaltado.
El sueño de la mañana le había jugado una mala pasada, y tras la visita de su padre, se había quedado dormido sin darse cuenta; bostezó y se estiró, un poco atontado por la sorpresa. Pero recordaba muy bien que había estado soñando, aunque extrañamente no podía alcanzar los recuerdos específicos; se quedó pensando en esto, y tras unos largos momentos comprendió que ya había sentido algo así antes.

—Qué sueño tan raro.

Se puso de pie y fue a la cocina a tomar un poco de gaseosa; en su interior subsistía esa sensación de angustia, algo como un dolor que era antiguo, conocido, pero que a la vez no sabía qué era. En otra ocasión, no muchos días atrás, experimentó algo parecido ¿Cuándo fue? Hizo un esfuerzo por recordar, pero sólo sabía que se trataba de algo que le pasó con anterioridad, nada más.
Decidió dejar ese tema de lado al no poder descifrarlo, y se ocupó en hacer aseo y ordenar un poco; tal vez más tarde viera una película.
De pronto notó que llevaba un rato bastante largo en esa dinámica, que se volvió obsesiva sin percibirlo; limpió a fondo los muebles de la cocina, cambió cosas de lugar, y tuvo que detenerse al ver que estaba actuando como un maniático ¿Qué le estaba pasando? Se sentó ante la mesa vacía de la cocina, y en silencio intentó entender lo que sucedía, y entonces recordó que en dos ocasiones había sentido algo parecido: la primera fue cuando Martin y él se dieron un abrazo cuando celebraban sus nuevos planes, y la segunda cuando hablaba con él por teléfono. Entonces sólo había sido coincidencia, porque ahora ni siquiera habían hablado por mensaje; se suponía que debía haber pasado todo el estrés de las situaciones que ocurrieron en el trabajo ¿Por qué persistía ese sentimiento, y por qué era en momentos espaciados? No era como ningún estado en el que se hubiera sentido antes, porque no se trataba de una sola sensación, era como una amalgama con distintas facetas: la primera vez fue una mezcla de emoción y dolor, la segunda era angustia, y la más reciente era dolor y miedo.
Lo que más le llamaba la atención de todo eso era experimentar ese algo inexplicable que le decía que eso ya era conocido, que no era algo ajeno; como si se tratara de una conexión que no podía identificar, pero seguía en el mismo sitio, jalando hacia ese punto. Si recordaba un momento triste de su vida, era capaz de evocar sensaciones muy similares, lo mismo con emociones más alegres; sonreía de forma casi espontánea al regresar a un bello momento, y sabia que se debía a estar reviviendo algo con lo que tenía una conexión.
¿Cómo podía, entonces, sentir que había una conexión con algo, pero no saber de qué se trataba?
Se preguntó si estaría pasando por alguna clase de crisis de la edad, pero lo descartó de inmediato: la edad para él era irrelevante, e incluso en ocasiones se sentía de edades diferentes a la que tenia, dependiendo de cada caso. A veces se sentía como si perteneciera a otra época, cuando se decía que debía ser precavido y cuidadoso, o le costaba hablar de conquistas y romances; en otras, se sentía muy joven como para no asumir un desafío, y se sorprendía de ver chicos de cinco o seis años menos con temor o falta de energía para iniciar algún proyecto.
No, no era un tema de la edad, era otra cosa, pero le resultaba imposible adivinar qué. De todos modos, se dijo, debía tener alguna explicación, y si no era por cercanía con Martin, de seguro tenía otra causa, pero se negaba a creer que algo tan fuerte no tuviera motivo alguno.

—No es un recuerdo —se repitió en voz alta—, pero significa algo, tiene que ser algo.

De algo estuvo seguro: la incógnita le producía angustia, y tendría que controlarla o eso iba a arruinarle el día. Procuraría estar ocupado, ya fuera con deberes o haciendo algo que fuera divertido, pero no quería angustiarse por algo que no tenía solución de momento.


Próximo capitulo: Planes interrumpidos