No vayas a casa Capítulo 6: Observa, calla, y hazlo




Que ganaran dos a uno fue por una ingeniosa artimaña de Iris; la película que estaban viendo era de aventuras espaciales, pero desde luego, estaba protagonizada por una chica, bastante común, junto a un apuesto galán moreno y lleno de músculos que ella siempre veía en todas las películas en las que saliera. Era probablemente el único hombre al que ella deseaba más que a su propio esposo, con la diferencia de que a ese jamás lo conocería. Vicente recordaba que cuando recién se conocieron, y el mentado actor era un jovencito del mundo cinematográfico, ella aceptó su invitación al cine con la condición de ver una película sonsa de amor donde él sufría por una chica que se iba de viaje o algo así; ni siquiera lo recordaba, excepto que estuvieron de la mano toda la cinta y que no sucedió nada más. Tantos años después, con el sujeto convertido en una versión adulta y fuerte de sí mismo, las cosas seguían igual, aunque por suerte en esa cinta, al ser de corte fantástico familiar, se aseguraba no tener que verlo desnudo.

—Oh cielos...

Murmuró por lo bajo mientras el argumento de persecusiones obligaba a que el sujeto quedara herido en una costilla, por lo que, en medio del escape, se detenían en un sitio y ella curaba su herida, para lo que desde luego tenía que sacarse la camiseta y quedar en ángulo perfecto para que la luz iluminara sus pectorales; en una ocasión, discutiendo, aunque desde luego en tono de broma, Vicente le dijo a su esposa que no era ninguna gracia que ese tipo tuviera tan buen físico, si se trataba de su trabajo y era parte de las exigencias del mundo del cine. Él no tenía que estar ocho horas ante un escritorio todos los días; pero Iris le contestó, con esa clásica falta de vergüenza que se apodera de las mujeres cuando se trata de los príncipes encantados, que no se trataba de la cantidad de músculos, sino de su encanto y carisma, y de sus ojos y esos labios como para besar. En la noche le diría que estaba lesionado en un costado, a ver si se tomaba la molestia de acercarse al menos. Ahora venía el momento en que, superada la herida, quedaban mirándose fijo, con las miradas vibrantes brillando entre ellos.

— ¡Por Dios, va a llegar el ejército de Faraón y los va a matar!

Benjamín hizo esa exclamación con la más natural exasperación, y que era la misma que se apoderaba de Vicente en esas forzadas escenas; ambos estallaron en risas, y hasta Iris se sonrió. Por suerte, un ruido hizo que los personajes volvieran a la acción y continuara la cinta; Vicente extendió la palma, y la chocó con la de su hijo, mientras ambos tomaban papas snack del cuenco que reposaba en el sofá de la sala.

—Ese es mi hijo, así me gusta.
—Lo sé, lo sé.

La mañana había pasado en calma; ese día se habían dedicado casi de forma exclusiva a comer, de modo que al mediodía estaban haciéndolo más por costumbre de acompañar una película con algo.

¿A quién elegiría Sergio?

Si estaba a punto de poner en marcha una empresa de ese tamaño, resultaba evidente que iba a necesitar a alguien experto en despacho, que fuera capaz de gestionar el paso de los productos, conocer a fondo el funcionamiento y los requerimientos de cada cliente.

Joaquín.

No. ¿O sí? Joaquín estaba en informática y era el experto en eso, pero desde luego que conocía el funcionamiento de la empresa; es más, era él quien lo reemplazaba durante las vacaciones. Joaquín era un hombre inteligente, tal vez no el más apropiado en situaciones de estrés, pero era aplicado y carismático. Sería una buena opción, una que él escogería si estuviera en un caso similar; pero Joaquín se lo diría, hablaría al respecto con él. Eran amigos hace tiempo, y de hecho él era prácticamente su mejor amigo, no tenían secretos ni nada que ocultarse; no, la idea era absurda, si en determinado caso Sergio, o quien fuese, le ofreciera a uno de los dos una jugosa oferta, el primero en saberlo sería el otro, sería tema de conversación en el próximo momento que tuvieran disponible, o se escaparían al café para hablarlo de forma urgente si fuera necesario.
¿Se lo diría él si la situación en la que estuviera pensando fuera otra?
Poco antes se planteaba la posibilidad de ser tentado por una atractiva oferta; Sergio, a todas luces, estaba tramando algo sin hacerlo de la manera más pública, lo que significaba que de seguro intentaría mantener el asunto bajo secreto para evitarse malos ratos ¿Y si le pidiera silencio? ¿Qué pasaría si, legado el momento, hablara con él y le pidiera máxima discreción, para evitar los típicos roces y malos entendidos, acaso él mismo no lo consideraría oportuno y comprensible? Guardar ese secreto ante su mejor amigo era algo improbable, pero por otra parte, si el buen trato era para uno y no para los dos, ¿Afectaría eso la confianza? Tal vez debería decírselo antes en vez de que quedara en secreto, o al menos él lo veía así; pero eso no significaba que su amigo pensara lo mismo, sobre todo siendo un hombre que no estaba acostumbrado a pasar por situaciones de tensión. Sin ir más lejos, ante el suceso de Abel en la oficina, se mostró bastante alterado, cuando en realidad no se trataba de algo que pudiera afectarlo de forma directa; o eso era lo que Vicente pensaba en esos momentos ¿Qué pasaría si un evento como ese, llevado a los mayores sobre los que especulaban antes, causara algún contratiempo en su contratación? Eso explicaría el silencio pero, sea como fuere, no se trataba de algo que fuera a dejar pasar. tenía que saber, tenía que investigar. Aprovechó que detuvieron la película mientras Benjamín iba al baño para tomar el móvil del bolsillo y escribirle un mensaje en el chat directo a su amigo.
«Cómo va tu fin de semana»
«Tranquilo hasta ahora, aunque muero de aburrimiento. Centro comercial.»

La esposa de Joaquín tenía una marcada tendencia a las compras, todas las que él satisfacía sin preguntar; de alguna manera era su forma de entenderse.

«Entretenido»
«Más tarde tendrá que ser entretenido»
«Te debe faltar dinero en ocasiones»

La señal de que estaba escribiendo, pero luego dejaba de hacerlo, para mantener un largo rato sin contestar, detonó la alarma; Joaquín era de palabra fácil con él; aunque por otro lado, podía estar distraído con su queridísima esposa.

«Sé ordenarme, gracias a Dios»
«Te haría falta un nuevo empleo y más dinero»
«¿A quién no? Te dejo, debo cargar unas cajas»

En seguida apareció desconectado; en ese momento, Vicente pensó que en todos esos momentos de charla distendida, Joaquín sabía qué contestar, seguía los chistes incluso si estaba ocupado con su esposa. Pero no en ese momento en particular.

— ¿En qué piensas?
—Hace tiempo que no me junto con Joaquín, estábamos ahblando.
—Ah.

Tenía que averiguar más acerca de lo que estaba pasando pero ¿Cómo? Se le ocurió que existía una forma, bastante poco decente la verdad, pero que sería infalible para descubrir si su amigo estaba o no involucrado en el próximo negocio de Sergio, o se trataba de un simple malentendido.


2


En todos los años que llevaba trabajando en la Tech-live, nunca había usado esa llave,y en realidad resultaba innecesario del todo; el día sábado y domingo la empresa funcionaba hasta la una treinta de la tarde, después de lo cual no quedaba nadie en el interior, sólo activado el sistema de alarma, del cual él poseía la clave. Después del almuerzo en familia, se excusó para salir por un breve periodo, y contando en su favor con que ya había tenido que hacerlo antes por motivos de trabajo, no tuvo mayores dificultades; para cuando llegó al frontis de la empresa, efectivamente no había nadie, de modo que pudo echar mano del manojo de llaves que traía consigo y entrar por la puerta principal. Un instante después apagó la alarma con la contraseña, y encendió el panel central de luces en el techo, con lo que se iluminó el pasillo central. La Tech-live era un edificio de dos pisos, rectangular, con la cara principal orientada hacia el oriente, detrás de una pequeña plaza privada de estacionamiento; tenía una placa con el nombre, en metal gris opaco, a la izquierda de la puerta de entrada, y lo único llamativo en el frontis era la ventana puerta que estaba a un costado de la entrada, en donde lucía un gráfico con el nombre y símbolo de la empresa, una escalera que llevaba a un depósito de herramientas, símbolo abstracto en general pero que tenía más carácter que muchos de los más actuales, que perdían concepto por ser demasiado innovadores. Tras la ventana estaba el panel de luces, de modo que desde el exterior no podía ver hacia adentro y viceversa, pero quedaba una hendija en la parte superior, casi tocando el techo, la que filtraba algo de luz en las tardes. Inmediatamente después se encontraba el mesón de recepción, a la derecha el baño para visitas, a la izquierda la sala de artículos de aseo, y seguía un pasillo largo y amplio, con oficinas a ambos lados, las que eran todas iguales excepto por la de Sergio y su padre, al principio del pasillo, ambas del lado izquierdo. Después estaba la oficina de Joaquín, contabilidad, ventas, y la suya de despacho, tras lo cual el lugar se ampliaba y se tenía acceso a los dos salones bodega; buscó entre el manojo, y encontró la llave de la oficina de Sergio, pero se sorprendió encontrando la puerta abierta. En realidad no había mayor necesidad de que estuviera resguardada teniendo sistema interno de alarmas, y por otra parte, el dinero y documentos de valor estaban en contabilidad; entró en el silencio del lugar y encendió la luz, temiendo de forma absurda que eso pudiera llamara la atención de alguien, y se quedó un momento quieto, a dos pasos de la puerta, pensando.
"Aún puedo salir de aquí y olvidarme de esta locura."
Pero no se fue. Se dijo que, ahora que por decisión definitiva había eliminado a las aventuras sexuales de su vida, estaba en riesgo de tener demasiado espacio mental para estar realizando elucubraciones absurdas, que lo mejor sería concentrarse en su familia y de paso, fomentar un poco más la vida social, o las amistades.
Pero era una amistad lo que lo había llevado hasta ese sitio.
Decidió que, aunque desde luego nadie iba a entrar o descubrirlo en la situación en la que estaba, no era necesario quedarse de forma indefinida, así que optó por hacer lo que tenía en mente, sin dar pie atrás. Encendió el ordenador de Sergio, sin contemplar si tenía o no una contraseña, y esperó con paciencia hasta que apareció el protector de pantalla de inicio, donde desde luego se pedía una contraseña de usuario; no se le ocurría cuál podía ser, pero al echar un vistazo a las cosas sobre el escritorio, encontró una nota adhesiva en la base de la pantalla, con un número escrito en él ¿Sería tan sencillo? Lo probó ingresando el código en el teclado, y para su sorpresa, funcionó. Esperaba abrir el navegador y poder extraer del historial alguna información útil, pero para su nueva sorpresa, se encontró con que las últimas páginas utilizadas cargaban de forma automática, sin necesidad de explorar nada.
Perfecto.
O no tanto, debía tener cuidado de dejar las páginas en el mismo orden en que habían sido usadas ¿Quién se supone que era, un espía? Decidió seguir ese razonamiento de todos modos, y en una primera instancia pasar de una página a otra; a Sergio le gustaba mirar mujeres de senos grandes en lencería, y por lo visto era una afición habitual en él. Fuera de eso, estaba su perfil de usuario activado en redes sociales, por lo que las conversaciones también podían verse; en una ventana secundaria ingresó a la sección Mensajes, y comenzó a navegar por los distintos usuarios: cinco días atrás, podía ver la conversación con Joaquín. Ya no había vuelta atrás.

«Ya estamos en las etapas finales. Recuerda que te pido discresión, es fundamental para iniciar el proyecto»
«No se preocupe, esto está guardado bajo siete llaves»

Eso no le decía mucho, excepto alimentar aún más sus sospechas. Retrocedió en la conversación, ayudado por la referencia de la inscripción de la nueva sociedad comercial cuatro meses atrás. Y entonces lo encontró. Sacó un par de fotos con el móvil, verificó que quedaran guardadas en la galería, cerró la ventana extra en el navegador y apagó todo.


3


Si bien Joaquín no era su único amigo, sí era con el que más hablaba, debido a que trabajaban en el mismo sitio; decidió llamar a Juan Miguel, quien como de costumbre contestó el teléfono al primer tono. Su voz era fuerte, transmitía carácter y como siempre, hablaba a toda velocidad.

—Vicente, estaba pensando en llamarte el fin de semana pasado para que me acompañaras a un evento pero me llamó Macarena, la chica de la que te hablé, es increíble, está en un curso de pilates y no sabes lo bien que le ha hecho físicamente.

Juan Miguel tenía una capacidad impresionante para continuar las conversaciones como si nunca se hubieran interrumpido, aun si se trataba de una que estuviera separada por más de dos meses como en su caso; de alguna manera no entendía que la persona con la que hablaba no recordara exactamente de qué se trataba lo que decía. Vicente sabía que si no lo interrumpía, podía seguir hablando todo el día.

—Sí, no te preocupes, sabes que no soy rencoroso; ¿estás ocupado ahora mismo?
—Estoy saliendo de la instalación de la muestra de arte en el boulevard del centro comercial Plaza, empezamos mañana y todos están vueltos locos, lo bueno es que la organización desde luego es perfecta. Ahora voy a nada un rato ¿Por qué no me acompañas?
—Me parece buena idea —replicó Vicente para evitar que el otro siguiera hablando, aunque en realidad no tenía mucha convicción sobre la actividad física en esos momentos— ¿Dónde es que nadas?
—Ahora me cambié, estoy en el club de natación de Fernanda Moreno, es amiga de mi hermana y sabes que eso trae muchos beneficios ¿Estás en auto cierto? Sólo tienes que ir hacia el sector de Los castrenses, entras por el costado derecho, yo estaré llegando en diez.

El sector Los castrenses era conocido en el último tiempo por haberse convertido en el nuevo lugar favorito de las nuevas estrellas de la televisión; a poca distancia del antiguo centro comercial Miranda, se trataba de varias manzanas reconstruidas desde el suelo hasta el techo, donde el "borde exterior" eran tiendas más conocidas y un hotel boutique, y conforme se internaba por las calles, había tiendas más exclusivas, gimnasios, pistas de baile, restaurantes caros y otras cosas. El diseño de las calles hacía que todas ellas confluyeran hacia una plaza céntrica, decorada con una gran escultura de hierro hecha por la hija de un militar muerto en un heroico acto muchos años atrás, de ahí el nombre de la plaza y de todo el lugar; lejos del heroismo, se trataba ahora de un centro algo frecuentado por periodistas de farándula, pero en general bastante tranquilo. Vicente encontró el club al mismo tiempo que la motocicleta azul de Juan Miguel se estacionaba a dos lugares del que él había escogido; como era de esperarse en él, descendió rápido, hizo un barrido visual y lo ubicó, caminando hacia él con paso decidido. Era un hombre alto, que se acercaba al 1.90 de estatura, musculoso gracias al ejercicio, y vestía siempre de colores muy llamativos: en ese momento usaba una sudadera fucsia con pantalones deportivos blancos y zapatillas, más el bolso al hombro de color rojo; incluso con esa fiesta de colores encima no se veía mal, quizás debido a su actitud o a que era de piel morena y eso disminuía el efecto sobre su figura. Vicente extendió la mano para saludarlo, pero el otro se acercó y le dio un efusivo abrazo; había olvidado que Juan Miguel era también muy efusivo en su trato con las personas.

—Qué gusto verte amigo, hace tiempo que no nos veíamos.
—También es un gusto —imposibilitado de soltarse, le dio unas palmadas en la espalda—.
—Me encanta verte, hay que juntarse más seguido; vamos, todavía no son las tres, tendremos el agua sólo para nosotros.

Sin decir más entró en el club, que pese al sitio en donde estaba, tenía una entrada muy sencilla, con puertas cristaleras anchas que daban a una recepción minimalista en colores verdes y tierra. El muchacho en el mesón de recepción sonrió al verlos.

—Buenas tardes, bienvenido. Buenas tardes Juan Miguel.
—Hola, mira, vengo con mi amigo, este es Vicente, ¿podrías darme una llave para él? Creo que sólo viene por el momento aunque tal vez se entusiasme y termine inscrito, ya sabes que uno viene una vez y queda encantado con los servicios.

Al parecer el muchacho estaba bien entrenado, ya que asintió con naturalidad, y tomó una llave de un panel a su espalda; tras despedirse y caminar por un pasillo muy iluminado, llegaron a la zona de camarines, en donde Juan Miguel tenía un casillero con su nombre. Vicente encontró el suyo a poca distancia mientras el otro se sentaba y abría el bolso.

— ¿Cómo va todo? Iris debe estar maravillosa como siempre ¿Sabes que la vi hace un par de semanas? Fue en el evento de lanzamiento del edificio Don Eleodoro, yo estaba muy cerca preparando la instalación para el lanzamiento del disco, se veía guapa como siempre ¿Benjamín tiene siete verdad? Está en esa edad en que adoras a los chicos, pero de momento no sé si quiero involucrarme tanto.

Mientras hablaba sacó un bañador del bolso y se lo arrojó: verde oscuro, eso era casi negro en su paleta de colores, pero le venía bien y era bueno que reaccionara a prestarle algo antes de pasar por el embarazoso momento. Comenzaron a cambiarse al tiempo que el musculoso no dejaba de hablar, aunque en realidad mencionaba hechos concretos; Vicente sintió algo de pudor por no recordar de inmediato la inauguración del mencionado edificio, siendo un evento importante para Iris ya que el arquitecto había sido maestro suyo.

— ¿hace cuánto que no nadas?
—No lo recuerdo.
—Por eso es que hay que hacerlo muy seguido.

Se volteó hacia Vicente, con una de sus típicas miradas de diagnóstico; era de los pocos aficionados al deporte que no estaban todo el tiempo criticando al resto por no estar en la misma condición que él. Junto a él, Vicente parecía escuálido, y tuvo una involuntaria sensación de enderezar la postura física mientras el otro se veía muy parecido a los luchadores de la ficción televisiva, bronceado y con los músculos grandes y marcados; lo que resultaba más chocante es que tenía la misma edad que él, pero se veía de treinta años a lo sumo, luciendo incluso más joven que él, que por costumbre cuidaba estar en forma y en el peso correcto.

—Has estado trotando —dijo como una apreciación clínica—, hace un tiempo fuiste a la maratón de la ciudad, ese esfuerzo es lo que me gusta.
—Por favor, terminé medio muerto —replicó Vicente guardando su ropa en el casillero—, no es como para sentirse orgulloso.
—Por supuesto que lo es, tú lo hiciste y es eso lo que importa; por todas partes hay deportistas entrenados que se retiran, yo lo veo todo el tiempo. Pero tú no eres un deportista de profesión, fuiste a un evento y no te quedaste solo para la fotografía, me gusta esa fuerza, vamos al agua ¿no habías estado tenso últimamente? Te noto poco relajado.

La idea de hablar del tema que acababa de descubrir le parecía en esos momentos un poco fuera de lugar, de  modo que optó por salir de ahí de momento.

—Más bien es difícil asumir mis treinta y siete mientras tú todavía pareces un chiquillo.

Ambos rieron mientras llegaban a la piscina, que como Juan Miguel anunció, estaba vacía. Se trataba de una piscina de competición de cincuenta metros, con ocho carriles y una iluminación perfecta; la temperatura dentro del recinto también era ideal, y sólo de entrada ya invitaba a relajarse.

—Pensé que sería una piscina recreativa.
—Está preparada para competición pero por lo general está dispuesta para recreación —explicó el otro mientras se estiraba—, pasa que mañana van a hacer una competencia y cuando eso pasa, disponen las corcheras la jornada anterior; deberíamos hacer una carrera al menos.

Al levantar la pierna izquierda, para llevar la rodilla al pecho, sintió un leve pinchazo; no tenía ninguna lesión, a menos que se hubiera golpeado con algo al levantarse dormido de la cama la noche pasada. No tenía importancia.

—Quieres humillarme.
—No digas tonterías. Vamos, no te demores.

Se arrojó en un clavado simple de frente, mientras Vicente optaba por sentarse y luego sumergirse; la sensación del cuerpo flotando fue exquisita, agregado a eso la temperatura, que permitía sentirse a gusto de inmediato. Hizo un poco de movimiento para acostumbrarse, al tiempo que el otro hombre salía de un breve buceo.

—Tengo que aprovechar de relajarme hoy porque la próxima semana estaré como un loco entre dos eventos: tengo la presentación de un libro y la organización de una fiesta de adolescentes de la alta sociedad.

Juan Miguel era productor de eventos y trabajaba en terreno en cada una de sus producciones; con el nivel de energía que tenía, no era de extrañar que su opinión fuera que el trabajo solamente prospera a buen ver del dueño.

—Esas fiestas son cada vez más comunes.
—Y la forma en que gastan dinero; en una, que era la inocente celebración de título de unas chicas, llevaron hasta strippers, yo vi entrar a cuatro pero uno se perdió en alguna parte. También el gasto en alcohol es increíble, nadie creería que pueden llegar a tomar tanto, nosotros a su edad éramos unos ángeles la verdad; supongo que escuchaste del nacimiento de la hija de la modelo, pues resulta que tengo agendada la fiesta del bautizo dentro de un par de semanas ¿Acaso crees que un bebé de un mes va a notar la diferencia entre flores de color blanco puro y blanco seda? Pues no, pero la madre sí y al parecer todos sus invitados, es increíble. Vamos.

Se posicionaron en el punto de partida, Juan Miguel dio el vamos con un potente grito, y ambos comenzaron la carrera; durante un par de minutos, mientras braceaba con ímpetu y medía la fuerza para mantener un ritmo constante, no cansarse en extremo al principio y tener energías hasta el final, Vicente se olvidó de todo, vació su mente y solo se concentró en lo que estaba haciendo, en impulsarse en el nado y llegar lo más lejos. Era imposible que le ganara a su amigo, pero al menos no iba a quedarse por el intento, y mucho menos darse por vencido. A intervalos regulares surgía a tomar aire, sintiendo el peso y el movimiento del agua a su alrededor; se movía con gracia, usando la fuerza de sus largas extremidades para pasar entre la masa transparente, usando ese peso como un resorte. Por un momento, dando un breve vistazo a lo que tenía por delante, le pareció que la vista estaba demasiado lejos, pero no se rindió, y siguió aguantando y soltando la respiración, adelantando los brazos, manteniendo firmes los músculos y procurando que el movimiento fuera constante; no te rindas, puedes hacer esto. Llegando al otro lado, giró el cuerpo, y se impulsó con todas sus fuerzas en la pared de la construcción, dejando por una milésima de segundo que su cuerpo descansara, y en seguida regresando a la acción, sin pensar en nada más.
Llegando al extremo en el que habían empezado, Vicente comprobó con cierto orgullo que, pese a haber perdido, lo cual se esperaba, la diferencia no había sido humillante: Juan Miguel le había sacado medio cuerpo.

—Muy bien, me tuviste contra las cuerdas.

No respondió por unos momentos; estaba muy cansado, más de lo que se esperaba ¿De verdad se había esforzado tanto? Es cierto que tenía un marcado sentido de la competencia, pero en una acción relativamente breve, la descarga de adrenalina era más fuerte que en otras situaciones, y se sentía muy bien. Sí, tal vez le haría bien volver a nadar más seguido.

—Hice mi mejor esfuerzo.
—Así veo.

Se apoyaron en la tirante cuerda de corcheros que separaban cada carril de competición, flotando con tranquilidad después de la carrera.

—Al parecer me va a gustar nadar más seguido, es como si hubiera olvidado lo bien que se siente.
—Te lo dije, por eso es que cuando me llamaste, me dije que tenías que venir; además, como tienen toda la idea de ser un club exclusivo y eso, se esfuerzan por mantener buenas condiciones en todo sentido, es amplio y se pasa muy bien; también hay un solárium, no en camilla sino que es una sala, es espectacular para tomar algo de sol sin tener que estar metido dentro de una sandwichera; no me has contado cómo va lo de tu trabajo.

Juan Miguel resultaba agotador, ya que pasaba de un tema a otro y volvía a ellos con una rapidez fascinante, y jamás olvidaba nada; lo mejor era enfrentar el tema, al fin que para eso había tomado la decisión.

—No estoy muy seguro de cómo va el trabajo ahora mismo.
—Eso quiere decir que pasó algo, porque tu trabajo siempre es la niña de tus ojos; incluso en una ocasión dijiste que no tenías pensado salir de ahí a menos que fuera con los pies por delante.
—Sí, lo que ocurre es que —decidió no darle más vueltas al asunto—, se trata de algo que acaba de pasar; supe, de manera no oficial, que Sergio está haciendo todo lo necesario para comenzar una nueva sociedad comercial del mismo giro que su padre; asumo que hay algún conflicto familiar de por medio, pero lo que principalmente me está molestando es que descubrí que un amigo está en el medio de todo esto, y no me lo dijo.
— ¿Qué amigo?
—Joaquín.
—El de informática, al que lo manda la esposa —recordó el otro a la velocidad del rayo—, sé de quién me hablas, lo que no entiendo es por qué te molesta.

Nada de preguntarle detalles de cómo supo, ni a qué se refería con esa forma "no oficial" sino que directo al grano, al centro del asunto.

—Me molesta porque es mi amigo, se supone que debería confiar en mí.
—No estoy tan seguro de que sea tu amigo, o que estemos hablando de lo mismo —replicó el otro sin inflexión en la voz. No se estaba comprometiendo, sino dando una opinión acerca de algo según su punto de vista—, yo hablo de amistad de verdad.
—Juan Miguel, conozco a Joaquín desde hace once años, estuvo en el bautizo de Benjamín, tenemos confianza en todo...
—Es el que te encubre para que vayas a acostarte con otras mujeres sin que Iris lo descubra —lo cortó el otro con una sonrisa que iba entre lo condescendiente y lo crítico—, tu alcahuete, no me estás hablando de amistad; yo soy tu amigo, conmigo fuiste a pescar a Los tronos cuando nos perdimos, yo lloré contigo cuando me dejó Camila, estuve en tu casa cuando ganaste ese bono hace dos años; te estoy hablando de amistad, no de cotidianidad. Entiendo que se lleven bien, se nota que tienen confianza porque no te encubriría si no fuera así: es tu amigo del trabajo pero ¿Es tu amigo fuera del trabajo? No estoy diciendo que él tenga algún tipo de culpa si supo algo y no te lo dijo, es que no le corresponde, no tiene por qué.

Mientras Juan Miguel hablaba, Vicente recordaba una a una las escenas que le mencionaba, contrastándolas con los momentos que compartía con Joaquín. Hablaban todos los días en el trabajo, se entendían bien, tenían buen humor  juntos, y claro, estaba eso de que lo encubría. Pero él no figuraba en su vida fuera del trabajo; estaba más presente que Juan Miguel, o que Fernando, pero eso en realidad sólo era una especie de distractor de lo que significaba en el fondo. Las palabras de Juan Miguel eran claras y desprovistas de intención, pero tenía razón en lo que decía; existían distintos niveles de amistad, y el hecho de haber juzgado mal a una de ellas significaba que su malestar no era justificado, o al menos no del todo.

— ¿Y entonces qué fue lo que pasó?
—Joaquín fue contactado por Sergio, él le ha propuesto que sea el encargado de la zona de despacho de productos en su nueva empresa, lo sé.

Se interrumpió sólo un segundo; sintió algo parecido al pudor por decirle a Juan Miguel que había entrado a hurtadillas a la oficina de su jefe, pero decidió continuar siendo sincero al cien porciento.

—Entré a la oficina de Sergio, y estuve husmeando en su ordenador, por eso es que tengo información tan concreta.

Juan Miguel no demostró el más mínimo signo de censura en su rostro; de igual modo, su tono de voz fue sincero y transparente como siempre.

—Eso te sirvió para estar preparado; lo que quiero saber es cuál es el conflicto que tienes. Está bien, él no te dijo sobre este asunto pero, tú tienes tu trabajo, siempre me has dicho que no quieres moverte de ahí ¿O temes que se vaya de la lengua con tus secretitos?
—No tendría pruebas si quisiera hacerlo —replicó pensativo—, pero...es que tengo una sensación, mira, lo que ocurre es que no pueden haber dos empresas de este rubro en la misma ciudad, significa que una de las dos va a morir.
—Y estás pensando que él se queda con el mejor negocio porque el hijo vendrá con ideas nueves, y —comentó comenzando a moverse— se quedará con la mejor parte, mientras que tu trabajo estable quedará en riesgo, o podrías hasta perderlo.

Eso era en resumen lo que le preocupaba; el acertado comentario de su amigo lo hizo pensar en que, en efecto, lo que más lo atemorizaba era la pérdida de seguridad, de enfrentarse a algo que no conocía, o poner en riesgo la estabilidad que se mantenía hace tantos años. Siguieron nadando a lo largo del corredor, aunque ahora sólo desplazándose para poder mantener el hilo de la conversación.

—No sé muy bien si me molesta ese riesgo, o que no me hayan considerado a mí, supongo que también hay algo de amor propio herido en esto.
—Siempre lo hay —dijo Juan Miguel—, pero si mal no recuerdo Joaquín te ha reemplazado, lo que significa que sabe desde hace tiempo cuál es tu trabajo y por lo tanto puede hacerlo ¿Quieres seguir en tu trabajo o jugar tus cartas en el nuevo?
—No entiendo.
—Vamos —dijo el otro con una sonrisa—, esto también es parte del asunto; llevas más de una década trabajando en el mismo sitio y de la misma forma, admito que no es lo mío pero lo entiendo, hay algo en la seguridad que te hace sentir bien, y ahora aparece este proyecto que no conocías y te quedas pensando en que si será o  no buena idea, y ya que tu trabajo de todas maneras está en riesgo por lo mismo que me acabas de comentar, tal vez quieres, no lo sé, simplemente probar o piensas que él  no te dijo nada porque la oferta es muy buena para rechazarla y te gustaría ser tú quién la recibiera ¿qué tendría de malo?
—Está bien, admito que me gustaría conocer esa oferta, además que una nueva oportunidad me serviría para muchas cosas.
—Un proyecto familiar —intervino como si adivinara sus pensamientos—, como cuando me dijiste que te gustaría tener una segunda vivienda para poder arrendarla y usar ese dinero para el futuro de Benjamín o para un fondo de diversos usos, es una idea buena ¿No te lo he dicho verdad? Cuando firmé el contrato por la instalación y la puesta en marcha del canal de arte, eso no estaba en mis planes y tenía el dinero bien invertido, de modo que guardé esa suma y compré un automóvil, un taxi para uso privado: toda la ganancia del uso de ese vehículo va a un fondo especial, hago como si no existiera, y pretendo usarlo en algo a futuro, aunque todavía no sé qué; aunque es buena idea, quizás si compro un departamento, sabes que el negocio de las propiedades nunca pasa de moda.

No, Iris era la muestra viviente de ello; sin embargo, no estaba alejado de la realidad, puesto que ella misma en determinado momento había dicho que no podía estar en el negocio de la venta directa para siempre, y existía un nicho poco explotado en el país, que se refería al manejo profesional de propiedades unitarias. Sí, existían muchos corredores de propiedades, de edificios y lotes gigantes, así como administradores, pero quien poseía una o dos viviendas no tenía más opción que dejarla en manos de una gran empresa que sacaba una tajada proporcional igual que en lotes más grandes, o hacerse cargo en persona, con todo el cansancio y tiempo que ello implicaba utilizar.

“Vicente”

Miró de forma repentina hacia atrás.

— ¿Qué pasa hombre?

No había nadie más que ellos dos en la piscina; estaban a un par de braceadas del mismo punto en donde habían partido la competencia, unos minutos atrás. El agua se mecía con suavidad, entregando movimientos ondulantes que reflejaban la abundante luz que provenía del techo.

—Nada, es que…

“Vicente…no vayas a casa”




Próximo capítulo: No es lo que crees

No vayas a casa Capítulo 5: ¿Por qué?




La confusión inicial hizo que se sumiera en un estado de sopor; fue como si su cabeza se desconectara del cuerpo, y los pensamientos mismos siguieran un curso distinto a la realidad. Todo eso estaba sucediendo, pero a otra persona, no a él, y su cuerpo seguía siendo un cascarón vacío que no sentía, y al mismo tiempo se estremecía de dolor y angustia.
La golpiza en la cárcel fue mucho más intensa de lo que él mismo hubiese podido decir en otras circunstancias, pero pasó de la misma forma impersonal y ajena que todo lo que había pasado en el transcurso hasta llegar a ese sitio; los hombres del lugar, enardecidos por el horrendo crimen, gritando consignas de justicia en un recinto que estaba habilitado y cercado con altas púas y cámaras de seguridad para asegurar que se cumplieran los dictámenes de la ley, se abalanzaron sobre él, pero a diferencia de lo que, de seguro, ocurría en otras situaciones, no escucharon súplicas ni llantos, ni se vieron enfrentados a la más mínima resistencia. En cambio, tuvieron carta libre para tomarlo entre sus manos y descargar su furia, en golpes controlados pero fuertes; sabían que, en cierto sitio, el ojo vigilante de los gendarmes estaba sobre ellos, y que si se pasaban de la raya, les quitarían el juguete nuevo, de modo que actuaron con furia controlada, dejando en claro qué era lo que opinaban de él, pero sin actuar más allá. Incluso la primera noche pareció tranquila, tendido sobre un camastro sucio, con gritos y groserías resonando en los oídos hasta que perdió el conocimiento.
El segundo día fue de una calma extraña, no advertida pero sí real; cuando cierto número de sujetos entraron en la celda, aún era como si todo eso estuviera pasándole a alguien más, como si los golpes no pudieran dañarlo más, y es que en realidad no podían, porque en su interior ya tenía todo el dolor y la ruptura posible, no quedaba sitio para nada más. Aunque sí lo hubo: las voces altas de ofensa, mancillando el honor del pequeño, con acusaciones obscenas en contra del padre hicieron que algo se removiera en su interior, lo suficiente para luchar contra los golpes y tratar de erguirse, no por defenderse de forma personal, sino por enfrentar algo que manchaba todavía más los recuerdos que conservaba en su poder; aceptaba los golpes y sabía que no podía ni tenía el derecho de negarse a ellos, pero la obscenidad estaba fuera de ello porque dañaba algo que era de verdad puro, algo que ni la muerte podía lacerar.
Pero las murmuraciones a lo largo de la noche anterior habían surtido efecto, y al no haber nada en un hombre golpeado y humillado que pudiese defender una verdad imposible de demostrar a pesar de ser cierta, las acciones vinieron después; el ataque físico fue una invasión, los hombres sometiéndolo boca abajo contra el colchón del camastro fue una nueva humillación, que de alguna manera retorcida convertía en real lo que antes eran sólo palabras. En ese momento sí luchó por liberarse, pero la fuerza de esas manos era más intensa, e imposible de contrarrestar sólo por él. Las manos lo sujetaron a la cama, se convirtieron en prensas sobre la cabeza, oprimiendo la cara contra la tela sucia y mal oliente del colchón, mientras otras eran sogas alrededor del cuello, asfixiando y soltando en espasmos que le recordaban de forma pavorosa el horror vivido en ese cuarto al principio de todo aquello; otras manos en tanto rasgaron la ropa que cubría su cuerpo, acercándolo a un nuevo nivel de humillación, habitación cerrada, una reja abierta, oídos atentos a los rugidos del justiciero montado sobre él.

"Te voy a hacer a ti, lo mismo que le hiciste a tu hijo; vas a sentir lo mismo todas las veces que yo quiera, las veces que los demás quieran. Tú, rubiecito hijo de puta, vas a ser mi puta, hasta que yo quiera."

El hombre era fuerte, sus manos presionaron de forma adicional su cara contra la cama, mientras el susurro salía de su boca con un aliento cargado de odio, y de un aroma a combustible fruto de las mezclas prohibidas de la cárcel; alguien terminó de exponer su cuerpo mientras dos, tres o más personas lo sujetaban, en medio de un silencio que era la antesala y la espera de lo que iba a suceder. En un sitio como ese, donde la justicia había reunido a personas que estaban fuera de ella, la justicia propia era como un látigo en manos de un tirano, guiado por las ansias de saciar una sed que jamás sería satisfecha. Algo en su interior se activó, un sentimiento primigenio de auto preservación, que iba más allá de los sentimientos; su instinto hizo que contrajera los músculos, que intentara evitar lo inevitable, resistir las manos que separaban sus piernas ahora desnudas. La lógica diría que ante esa presión, ante la amenaza y la evidente fuerza física superior, debería rendirse, dejar que el cuerpo se relajara, para disminuir lo más posible los daños que sin duda le serían inflingidos; pero, en esa situación, lo que más pudo fue un sentimiento incontrolable de autopreservación. Sintió más manos obligándolo a adoptar una posición cómoda para el que estaba sobre él, y cerró los ojos.

— ¿Qué sucede Vicente?

Estuvo mucho tiempo mirándola sin verla; Iris estaba arrodillada frente a él, con una evidente expresión de preocupación en el rostro. Pero sus ojos reflejaban una auténtica preocupación, no rabia, ni desprecio; ni siquiera tristeza.
Le llevó bastante comprender que lo que había sucedido era una pesadilla; eran las cuatro y media de la mañana del sábado, el día siguiente del funeral de Dana, y él no había estado en la habitación de su hijo; no, Benjamín no tenía ningún contratiempo, estaba durmiendo como un ángel sin preocupaciones.

— ¿No vas a decirme qué fue lo que soñaste?

Según el relato de Iris, había soltado un par de gritos unos minutos antes, y saltado de la cama, para ir a arrinconarse en una esquina de la habitación, sollozando como un poseso y hablando una serie de incoherencias casi ininteligibles; no había pasado nada raro, de ninguna clase, ni siquiera un ruido fuera de lo común. Sin ser capaz en un principio de decir lo que pasaba, y tampoco de ponerse de pie y salir de ahí por su propio pie para comprobarlo, le pidió a su esposa que fuera a cerciorarse en persona de que no pasaba nada malo con su hijo; ella accedió sin poner reparos, entendiendo que eso contribuiría a su tranquilidad.
Vicente estaba entonces sentado en el suelo; sentía un calor desmedido, con el sudor pegado al cuerpo, los pantaloncillos y la sudadera adheridos al cuerpo. Se tocó los brazos, sorprendiéndose de encontrarlos fríos, sin embargo seguía sintiendo calor. Estaba despierto, todo lo demás había sido una horrible pesadilla ¿Pero qué clase de sueño podía durar tanto y ser tan detallado como para hacerle creer que era real? Mientras pasaban los segundos, y miraba a su alrededor como si todavía existiera la posibilidad de regresar a esa fantasía retorcida que su sub conciente había generado, se preguntó qué debía decirle a Iris ¿Por qué se sentía tan sucio? No se trataba sólo del aspecto físico, ya que estaba sudado como si después de correr mucho tiempo se hubiese enfriado, sino de algo interior, como si lo que soñó tuviera algún significado, como si de alguna forma pudiese ser real: ser el responsable de la muerte de su hijo, de forma tan culpable como no intencional, ser encarcelado, destruir su vida, la de su hijo, la de su esposa, ser golpeado y violado en una cárcel en donde estaría de por vida. Sintió que no podía decirle a Iris que el sueño se trataba de eso, que de alguna manera sonaría mal, aunque en la confusión del despertar tan reciente no entendía por él; mientras ella volvía a entrar al cuarto, mirándolo con cariño aunque con una obvia expresión de sueño, decidió que no podía hablar del tema sin saber bien qué era lo que le pasaba, y a la vez que no podía evadir la situación después de ese espectáculo.

— ¿Y bien?
— ¿Está bien?
—Claro que está bien, no se ha despertado ¿Era eso lo que te preocupaba?

Esa pregunta le dio la oportunidad perfecta para dar una vuelta a la situación y desviar la atención. Se incorporó con lentitud: le dolían los músculos igual que después de hacer ejercicio.

—Sí, pensé que con mis gritos lo había despertado.

Iris sonrió, acercándose.

—No gritaste cariño; cuando saltaste de la cama, fue tan brusco que me despertaste. No sé por qué, pero por una milésima de segundo pensé que era un terremoto, pero a ti no te asustan, así que si hubiera sido uno, no te habrías despertado primero.

Sin embargo su mirada sí era expectante. No quería decirlo porque lo veía frágil, pero quería saber qué era lo que pasaba por la mente de su esposo como para ponerlo así.

—Pensé que estaba gritando; es decir, en el sueño gritaba.
— ¿Ah sí?
—Intentaba gritar —explicó con lentitud, no podía sonar apresurado—. Nunca había soñado algo así: estaba en una isla muy pequeña, en donde podías ver todo el contorno, y de pronto subía el mar y yo no sabía nadar, así que gritaba y trataba de no ahogarme.

Mientras hablaba, recuperó totalmente la conciencia, y se dio cuenta de que no estaba inventando una mentira, sino modificando algo que había escuchado antes; el principal problema es que eso que había escuchado, provenía de labios de ella. Hizo una pausa muy breve, sabiendo que disponía de tan sólo un instante para corregir eso y no delatarse.

—Cuando soñaste algo parecido me dijiste que habías investigado su significado ¿Verdad?

Por suerte el sueño de Iris era acerca dela inundación de una casa en la que ella estaba, y no habían gritos de por medio. No conseguía recordar lo que ella le comentó luego, pero sí recordaba que eso sucedió de forma muy reciente, entre el segundo y el tercer fracaso en la venta de la galería de arte, cuando estaba pasando por un mal momento.

—Sí, se trata de estar preocupado por una situación que no puedes controlar —dijo ella de forma tentativa—, pero no me has dicho que esté sucediendo algo fuera de lo común.

No, no servía de nada relacionarlo con la muerte de Dana; tenía que existir otro método, alguna información a la que echar mano para poder salir del paso. Necesitaba meterse a la ducha con desesperación, pero no lo haría mientras Iris pudiese sospechar que su sueño no tenía que ver con lo que estaba diciendo; se le ocurrió acudir a algo que, en efecto, le causaba una preocupación, aunque no era por definición algo que significara un problema grave. Pero era lo único que se le ocurría.

—No te lo dije porque tenía la mente puesta en lo de Dana, pero descubrí por accidente algo que me está preocupando bastante.

Iris se sentó en el borde de la cama; su expresión era serena pero serie, lo que quería decir que estaba atenta a lo que iba a escuchar; pasado ese escollo, debía darle sustento a sus palabras.

—Estaba en la oficina de Sergio, hablando de ciertos asuntos de trabajo, y de pronto lo llamaron por teléfono; la verdad no sé por qué lo hice, pero me asomé  a la pantalla de su ordenador mientras él estaba hablando afuera de la oficina.

Iris no reaccionó de ninguna manera ante esa infantil declaración, y permaneció mirándolo fijo.

—Sergio está ultimando los detalles para poner en práctica una nueva sociedad comercial, del mismo rubro de la empresa.

Fue extraño, pero al decirlo, por primera vez tomó conciencia de lo que estaba diciendo; por todos los cielos, sí era un hecho importante y sí tenía que ver con él. Recordaba que se dijo que probablemente había alguna rencilla dentro de la familia, motivo por el cual Sergio quisiera no sólo despegar del nido, sino que además entrar a la competencia con su padre. Se dijo que tal vez la empresa fuese a plantear un monopolio, pero en realidad era ridículo, el mercado no daba para eso; relacionado con el rubro de los suministros que ellos manejaban, se trataba de una empresa grande y otras muy pequeñas, no de dos grandes o un monopolio, y estaba claro por el capital indicado en la página, que no iba a ser una empresa reducida. Iris al parecer estaba pensando lo mismo.

—Cielos, eso no me lo esperaba ¿Qué te dijo Sergio?
—No sabe que lo sé —replicó él—. Es decir, la información es pública desde que se apunta en el Registro nacional de empresas, pero cualquier persona que no lo sepa debería revisar el registro de forma manual y encontrar los datos para saberlo, así que no es sencillo; de cualquier manera, no hay muchas opciones, lo más probable es que...
—Haya un quiebre en esa familia.

Las palabras de Iris fueron dichas  con un tono cuidado: no estaba haciendo un acusación ni iniciando una alarma, sólo confirmaba un hecho; el principal asunto era que, de ocurrir en realidad, la estabilidad del trabajo que Vicente tenía hace doce años era, de un momento a otro, impredecible.

—Sé que suena raro, es decir, no entiendo por qué una cosa como esa me podría hacer tener sueños.
—No creo que se trate de eso en particular —dijo ella ladeando un poco la cabeza—. Quizás es la unión de varias cosas, es decir el trabajo, lo que descubriste, y el funeral del que vienes; aunque te hayas mostrado tranquilo, hay algo que te afecta en eso, sea como sea, ella era tu amiga, y fue una persona importante para ti.

Que hubiera dirigido la conversación hacia ese punto no era casualidad; tenían pendiente hablar de ese asunto, o al menos existía la necesidad de decir algunas cosas, pero de verdad no se sentía de humor para hacerlo en esos momentos. Lo mejor era concederle la razón, que de una u otra forma la tenía, y salir de ese asunto.

—Sí, creo que tienes razón, eso explica mejor lo que pasa. ¿Te importa si te dejo un momento? Necesito darme una ducha antes de volver a dormir.
—Aquí te espero.

Salió de la habitación a paso lento. A pesar de que el baño estaba a la derecha, tuvo que tomar el riesgo de ir a la izquierda y entrar en el cuarto de Benjamín. Pero no pudo llegar más allá del umbral: desde ahí, gracias a la tenue iluminación de esa habitación, podía verlo con claridad, tendido de espalda sobre la cama; tenía una tendencia a estirarse un poco en diagonal, con los pies hacia la puerta, y pudo ver con total claridad cómo respiraba en calma, ajeno a los sueños de su padre: Benjamín nunca tenía pesadillas. Durante un momento se debatió entre permanecer ahí o entrar y abrazarlo, pero persistía en su interior esa sensación de suciedad, de modo que optó por salir y entrar al cuarto de baño, cerrando tras sí. Se despojó de la ropa, la arrojó en el cesto de la ropa sucia y se metió en la bañera, otra gran idea de su esposa: era una ducha grande con tina, y esta tenía un asiento interior a un costado, del lado de la pared, dispuesto de  tal forma que, en caso de quererlo, la persona podía tenderse o sentarse a un lado sin que resultara incómodo. Abrió la ducha, la reguló en agua tibia, y se sentó a un costado, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo, empapando la cabeza y deslizándose por la piel que seguía sintiendo fría; tenía la vista perdida en el fondo blanco, hasta que un momento después la fijó en sus muslos y acercó los dedos con lentitud. No había ninguna marca, en la parte interna cerca de los testículos, pero era casi como si todavía sintiera la presión, los dedos marcando la zona mientras los hombres lo obligaban a someterse al líder de la banda. Esas cosas pasaban en realidad, o al menos era lo que siempre se murmuraba acerca de lo que pasaba en los recintos penitenciarios; efectivamente, a pesar de ser delincuentes, tenían un tipo de ética, por lo que los abusadores eran castigados de la misma forma en que cometían el delito que los llevó ahí, mientras que por otra parte, un gran número de hombres solos, privados no solamente de libertad sino también de los placeres de la vida y de la intimidad, cambiaban su forma de comportarse, o tomaban lo que querían de quien estuviera a la mano. Se tocó los muslos, quizás esperando sentir la marca de la presión, pero por supuesto no había nada, seguía siendo el mismo que antes, y su cuerpo no había experimentado ninguna modificación.

2

Mientras los días laborables eran bastante vertiginosos, el sábado era el día de la familia en la casa. Jacinta descansaba esa jornada, de modo que el matrimonio aprovechaba el tiempo con Benjamín y tenía una rutina relajada, sin tener que fijarse en horarios y obligaciones; el sábado no había despertadores, y el pequeño lo sabía muy bien, aprovechando de dormir hasta más tarde.
Vicente abrió los ojos y se revolvió en la cama, volteando hacia la izquierda para ver la hora en el reloj que reposaba sobre el velador: ocho cuarenta. Se trataba de un récord, considerando que ambos estaban acostumbrados a levantarse temprano, pero por otra parte, gracias a los malos sueños, no era tanta la diferencia en cantidad de horas dormido. Sin embargo estaba descansado y relajado; se tendió de espalda, notando que tenía una fuerte erección y a su esposa al lado, sonrió mirando al techo y recordando las pocas veces que tenían esa oportunidad, la de dedicarse tiempo mientras la luz del día entraba por las ventanas: en el caso de la habitación, entraba a través de una ventana alargada en la pared de la derecha, ubicada en un ángulo perfecto para darles luz natural y evitar la oscuridad total en las tardes. Volteó hacia Iris, que reposaba boca arriba, con la cabeza un poco ladeada; dormía a sus anchas la mayoría del tiempo, incluso en esa noche después de la desafortunada intervención de él, un poco torcida la postura; se acostó boca abajo, contemplando el rostro relajado, bajando por el mentón y llegando al cuello, pero desvió la vista hacia el costado, donde, bajo la suave tela de la camisola, podía ver el pliegue al lado del seno, hacia las costillas; sintiendo un estremecimiento de placer, rozó con los nudillos esa zona, acercándose un poco, procurando ser suave y gentil para no despertarla de forma brusca. Le gustaba tomarla del torso, por las costillas, no para hacerle cosquillas, sino para sostenerla a poca distancia de él y poder mirarla; Iris se removió un poco y el brazo izquierdo, que estaba sobre el vientre, cayó al costado, de modo que Vicente se acercó más, para tocar la mano con el miembro. Se quedó así, sin moverse, durante unos segundos, esperando que su cercanía y la respiración acompasada, cerca del rostro, la hicieran despertar.

—Mi amor...

Ella abrió los ojos y se quedó mirándolo, somnolienta, durante unos instantes; estaba dormitando desde antes, así que al sentirlo cerca, sonrió y acercó el rostro para darle un beso en los labios.

— ¿Cómo amaneciste?
—Bien —repuso él, cariñoso—, estoy bien.

Ella volteó hacia él y se dejó abrazar; se besaron apasionadamente, mientras él la rodeaba con los brazos, presionando con suavidad pero sin friccionar aun, esperando que ella tomara la iniciativa. Sintió que los pechos de ella comenzaban a tornarse más cálidos y a endurecerse con lentitud, y justo en ese momento, tocaron a la puerta.

— ¿Mami?

Benjamín había escogido esa mañana para despertar temprano; Vicente siguió mirando a su esposa con complicidad, sonriendo en silencio. Benjamín ya estaba educado en que no podía entrar al cuarto de sus padres sin tocar, a menos que fuera una emergencia.

—Cariño...
—Dile que siga durmiendo, es temprano —dijo él haciendo un poco de presión—, lo recompensaremos luego.
—Vicente.

Pero sonreía; estaba a un paso de convencerla.

—Haré mi omelette secreta, sabes que le encanta.
—Me encanta que hagas esa omelette —dijo ella en un susurro—, pero tenemos que dedicarle un poco más de tiempo, es sábado.
—Amor...
—Vamos, sabes que es así.

Se soltó con ternura, dándole un leve beso en la nariz; con las ansias íntimas desechadas, no le quedó otra alternativa que ver cómo ella saltaba del lecho y abría la puerta del cuarto; Benjamín lucía adorable con el cabello desordenado, en su pijama blanco, y con una evidente cara de sueño.

— ¿Qué ocurre cielo?
—Hola mamá, hola papá. Tengo mucha hambre.

Iris le dio un beso en la frente y volteó hacia la cama, sonriendo.

— ¿Así que tienes hambre?
—No —corrigió él con seriedad. Siempre puntualizaba las expresiones tomándoselo muy a pecho—. Tengo mucha hambre.

Hizo un gesto amplio con los brazos, como para graficar la cantidad de hambre que tenía; Iris usó con sabiduría esas palabras.

—Así que hoy te despertaste temprano porque tenías mucha hambre.
—Sí.
— ¿Sabes algo? Papá podría hacer su omelette secreta en el desayuno.
— ¿La harás? —dijo el pequeño con los ojos muy abiertos—. La otra evz dijiste que ibas a hacerla pero no la hiciste.

La otra vez era hace varios meses, un día en que se cortó el suministro de gas y fueron a comer a un restaurante; pero Benjamín tenía muy buena memoria para las promesas.

—Sí, hoy va a hacerla —replicó su madre con alegría—, ha dicho que sí, así que la hará ¿Qué te parece si vas a hacerla ahora mismo cariño?

Lo miró durante un momento sin captar cuál era el motivo por el que Vicente estaba sentado en la cama, aún cubierto por la sábana; después hizo la conexión y decidió salir del paso.

—Benjamín, papá irá ahora mismo, ahora por favor ve a vestirte y lávate cara y manos, nos vemos abajo.
—Está bien.

benjamín se metió al baño mientras Vicente se ponía de pie, aún físicamente emocionado pero con la mente ya en otro sitio.

—Gracias, no tenía muy claro cómo salir del paso.
— ¿Qué te pasa? —dijo ella con tono alegre— Ya hemos hablado de eso, tienes que normalizar la situación; te metes a la piscina y a la tina con él, te ha visto desnudo suficientes veces como para saber cómo es el cuerpo de un hombre adulto.

La verdad, no era momento para hablar de eso, pero no por ese motivo; se puso unos pantalones deportivos holgados y una camiseta.

—Dije que trabajaría esa parte, no me presiones; al menos en la escuela les enseñan anatomía del cuerpo humano, es un avance.

La cocina era una habitación separada del resto de la casa, y se llegaba a ella por una puerta en la sala; espaciosa, cuadrada, tenía la mesa al centro con sus cuatro sillas oficiales, y toda la indumentaria propia alrededor, formando una muralla en tonos metalizados y blancos, excepto por la pared que daba al oriente, al patio trasero, por donde la luz entraba a raudales. Vicente separó los ingredientes para cocinar mientras sus dos acompañantes disponían de los cubiertos sobre la mesa, con Benjamín hablando animadamente.

—Entonces Jimmy K fue hacia el espacio con Dogo, y rescataron a la princesa Eiffel de las garras del malvado Stanton Korv, pero él escapó, así que creo que volverá.

Sí, siempre lo hacía. Esa serie resultaba bastante vertiginosa, y usaba un concepto clásico de las aventuras de niños comunes con poderes u objetos mágicos a disposición, que vivían emocionantes aventuras de todo tipo; la mayor parte de ellas no tenían mucho sentido, pero al mismo tiempo habían varias sub lecturas que los adultos podían entender, como que la princesa en cuestión era alta y usaba una sombrilla en punta, teniendo el nombre de una afamada torre, o que el protagonista tenía un nombre que se abreviaba como el de un presidente de los Estados unidos.

—Jimmy K vive demasiadas aventuras, apuesto que llega a casa y no tiene ganas de hacer nada.
—No, no hace nada —se rio—, su mamá siempre lo regaña por eso.

El sonido del aceite a punto en la sartén era música para los estómagos hambrientos un sábado por la noche, y recién en ese momento se dio cuenta del hambre que tenía; quizás producto del mal sueño y ese abrupto despertar, es que se había intensificado esa sensación, pero lo más agradable de todo es que no era más que un sueño, un muy al sueño.

“¿Qué significa?”
De alguna manera, el sueño volvió a hacerse presente, pero gracias al cielo, no de forma visual, sino a través de lo que quería decir con eso. No podía imaginar a qué se debía, pero si Iris ya le había comentado en una ocasión que su sueño tenía un significado, lo más probable es que este también lo tuviera.
“¿Qué significa?”
No era sencillo concentrarse en el desayuno cuando esa idea seguía en su mente; terminó de servir la omelette, y se disponía a sentarse, pero optó por salir de la cocina.

— ¿Qué sucede?
—Olvidé algo, vuelvo en un instante.

Subió las escaleras corriendo; era ridículo, podía averiguarlo más tarde. O tal vez no, siendo sábado, era probable que estuvieran juntos la mayor parte del día, de modo que no podría saber nada al respecto y la pregunta seguiría vagando en su cabeza; de acuerdo, sólo saber el significado, luego vería con más detalle, o lo analizaría en caso de ser necesario.
Los sueños significan algo en nuestra vida conciente, decía el encabezado del texto. Nos hablan de cómo estamos en nuestro yo interior, nos dicen las cosas por las que tememos, o las que queremos cambiar de alguna manera; es bueno atender a esas cosas que vemos y recordamos al amanecer, porque pueden ser indicativo de que está sucediéndonos algo importante. Avanzó por el buscador, hasta que encontró el resultado de la búsqueda: soñar con matar accidentalmente no significa que quieras acabar con la vida de esa persona, es un signo de estrés. Eso no era ninguna novedad, era obvio que no quería matar a su propio hijo; después decía que esa muerte accidental de un ser querido era muestra de que estaba pasando por una situación de estrés, que existía algo que no podía controlar, o que temía que esa persona sufriera algún perjuicio por su inacción ante un hecho concreto.

—Entonces es eso…

Tan sólo un día antes estaba a un milímetro de que su esposa supiera que él se estaba encamando con otra mujer, y durante bastante tiempo estuvo pensando que su matrimonio y la vida en familia se habían acabado para siempre; Benjamín viviendo con uno de ellos, preparando las incómodas visitas dominicales, teniendo que hacer acuerdos, con la tensión lógica. Todo había quedado en nada, y él mismo se prometió dejar esa locura de las aventuras y dedicarse a su familia por entero, ya que era esa la fuerza que lo guiaba, claro que estaba sometido a una situación de estrés, sólo que la noticia de la muerte de Dana puso sus ojos en otro sitio, y le impidió terminar con esa etapa de la forma correcta.
Sintiéndose mucho más tranquilo, bajó a la cocina otra vez, decidido a disfrutar de su día de descanso sin ninguna otra preocupación que cuál película iban a ver más tarde.

—Cariño, te trajiste el móvil.

Tenían un acuerdo de dejar los móviles de lado al menos durante el desayuno, aunque con sonido para atender alguna emergencia; con la tranquilidad mental de estar entendiendo a qué se debía el sueño, lo bajó consigo sin darse cuenta.

“Tienes que saber más”

Lo de la empresa seguía siendo un tema importante. Se guardó el móvil en el bolsillo mientras se sentaba a comer, pensando en las implicancias del asunto empresarial en el que, de un modo indirecto, estaba involucrado. ¿Qué ventajas o desventajas podía significar para él? De momento no se le ocurría nada concreto, pero no dejaba de ser llamativo, sobre todo porque, en efecto, tal y como lo dijo en la noche, sentía que su trabajo ya no era algo tan seguro. ¡Claro! Si se iba a realizar una segmentación, o si el padre y el hijo iban a  volverse rivales, eso desde luego que iba a afectar el funcionamiento de la empresa y el suyo propio ¿De dónde sacaba personal una empresa que recién estaba comenzando? De una empresa ya establecida, y no existía mejor opción en la ciudad que la Tech-live; una empresa con tantos años en el negocio era la indicada ¿Acaso por eso Sergio estaba tan ocupado de no generar ruido con el asunto de Abel? Había hablado con él de ese tema, pidiendo su consejo ¿Y si no se tratara sólo de eso, si además estuviera pensando en él como un allegado para su nueva empresa? Se preguntó en dónde estarían sus lealtades, considerando que trabajaba, hasta ese momento para ambos, y además una pugna por su cargo podría ser beneficiosa. El hijo podría ofrecerle dinero, mucho más que el que ganaba hasta ese momento, o quizás dinero y la tranquilidad de no trabajar los sábados ni siquiera en emergencias ¿Sería eso suficiente?

—Cariño ¿me pasas la pimienta?

La pimienta estaba al alcance de ambos. Iris lo miró con el ceño un poco fruncido, aunque disimulando. Claro, estaba demasiado concentrado en sus divagaciones y se estaba notando.

—Por supuesto, aquí tienes.

Murmuró una disculpa mientras seguía comiendo. No era ambicioso en extremo, pero eso no cambiaba el hecho de que una oferta comercial apetecible sería bien recibida, y permitiría que lograran varias cosas que hasta ese momento tenían pendientes, como poner un capital grande para la universidad de Benjamín o invertir para la vejez. Hasta hace un par de días consideraba que irse de su trabajo era una locura después de doce años, pero en ese momento no estaba tan seguro de que lo fuera; al fin y al cabo, conocía a Sergio, sabía su forma de trabajar, por lo que no era novedad, y de hecho sería una gran oportunidad de crecimiento.

—Está delicioso papá, muchas gracias.

Benjamín le sonrió mientras le daba las gracias, a lo que Vicente respondió con un sonoro beso dado al aire, en su dirección; tenía la sensación de que esa forma de hablar tan pulcra que había usado provenía de una caricatura ¿Cuál sería? Descubrió hace cierto tiempo que resultaba muy educativo conocer estos detalles, ya que lo mantenían al tanto de todo lo que pasaba, y hacían que conociera a su hijo de una mejor forma: desde esas insoportables marionetas de animales de colores fluorescentes de cuando tenía dos años, hasta las aventuras de Jummy K, todo era una fuente de conocimiento, que por una parte le permitía conocer más de los gustos de su hijo, pero también tener establecido un cronograma de su evolución; quería saber a ciencia cierta qué cosas eran importantes para él.
Un momento.
Sergio conocía a la gente con la que trabajaba.
Era el tipo de jefe que te conoce, que sabe tu nombre y se preocupa por tener información sobre ti; el que te pregunta por los miembros de tu familia, no con la pregunta tipo, sino con nombre, el que, si te enfermabas, te llamaba por teléfono. Pero también era el que conocía el terreno, que estudiaba la posibilidad de alguien para un cargo, más allá de las competencias que tuviera ese hombre o mujer. Cuando Joaquín pasó a informática hace tiempo, se reunió varias veces con él, y hablaron de una serie de temas, ya sea de la empresa como de asuntos triviales, tras lo cual tomó la decisión de entrevistarlo de manera oficial y ponerlo en el cargo que quería. Después de eso su antecesor se fue de la empresa ¿Qué significaba?

“No estoy considerado”

Estaba bebiendo café a sorbos lentos para justificar su nuevo silencio, mientras Iris estaba ocupada contando las gotas de ese nuevo endulzante natural para su té de la mañana; Sergio estaba pensando en una nueva empresa del mismo rubro, pero Vicente no estaba contemplado en ella ¿Cómo…?

“Es ridículo”

Casi se rio en voz alta; no podía sentir celos acerca de algo que ni siquiera tenía ciencia cierta de que iba a suceder, y que hasta ese momento no eran más que una sucesión de deducciones. Pero estas deducciones estaban basadas en hechos concretos, no se trataba de cualquier cosa; se trataba de la empresa en la que trabajaba hace más de una década, a la que le dedicaba tiempo y esfuerzo, incluso desde un punto de vista personal, para que las cosas salieran a la perfección. ¿Y no estaba tan siquiera contemplado como candidato a ocupar un puesto en esa empresa, cuando sí le pedían la opinión para analizar posibles conflictos internos?

“Esto no está bien. Tengo que saber exactamente qué es lo que está sucediendo.”



Próximo capítulo: Observa, calla, y hazlo

No vayas a casa Capítulo 4: ¿Dónde estás?




"Vicente"

De una manera que no podía explicar, las palabras seguían presentes en su mente. Era como si algo en su memoria lo llamara de forma persistente, insistiendo en que prestara atención.
El viaje en automóvil hasta el Centro de cuidado a personas con afecciones dependientes fue corto y sin sobresaltos; era una vieja casona muy bien mantenida, que se ubicaba en las afueras de la ciudad, camino de la zona costera; rodeada de campo, parecía casi una casa de veraneo, aunque la verdad era que la mayoría de los que iban a ese sitio, jamás salían. La jornada de viernes era iluminada aunque no cálida; Vicente optó por ir con un traje negro con el detalle de una camisa azul ultramarino, un color que según recordaba y a menos que le fallara la memoria, a ella le gustaba.

—Muchas gracias por venir.

La ceremonia fúnebre se realizó en un pequeño cementerio a poca distancia de la casa; casi era como un campo muy bien cuidado, al que se llegaba después de seguir un camino secundario a la carretera. En cierto modo le sirvió estar poco tiempo en la casa y salir de nuevo en automóvil hacia el cementerio, ya que tuvo tiempo de pensar en lo que, durante todo el día, se había negado. ¿Qué hacía él ahí? Resultaba bastante difícil identificar sus sentimientos, cuando solo un día antes descubrió, a través de la muerte de Dana, que no se trataba de lo que él creía, que de una forma u otra estaba aferrado a la figura ya desvanecida de una muchacha que había dejado de ver tantos años atrás; las personas crecían, maduraban y por supuesto cambiaban, se trataba de procesos naturales en el ser humano, tanto de niños como su hijo, sobre el que estaba viendo cambios y avances de forma continua, como de las personas mayores, y él se perdió mucho tiempo de la vida de Dana. Al fin llegó a la conclusión de que no existía una forma “correcta” de despedirse de ella, y que lo mejor que podía hacer era saludar respetuosamente al recuerdo de la chica que conoció, al mismo tiempo que deseaba que la mujer fallecida pudiese descansar en paz. El padre era un hombre joven, que incluso se veía más joven que él, pero que transmitía una seguridad y paz sorprendente, inclusive para alguien no tan apegado a la religión como él; lo saludó con un fuerte apretón de manos, mirándolo a los ojos con una mezcla difícil de explicar de tranquilidad y cariño, a pesar de no haberlo visto nunca antes. La ceremonia fue corta, y llena de un sentimiento de calma, guiado por las inteligentes palabras del hombre que explicaba que esto, la vida que conocemos, no es más que un paso en una ruta mucho más larga, que continúa después aunque ahora mismo no podamos comprobarlo. Instó a todos a pensar en el futuro, decidir con sabiduría las acciones que se realizarían, y a rezar para que el alma de Dana encontrara la paz y el descanso en este largo camino; casi fue esperanzador, pero quizás entre sus propias conjeturas, el viento del campo y lo que escuchó, consiguió sentirse tranquilo al respecto. Con la perspectiva de conciliar el recuerdo de Dana con la mujer que había terminado siendo, resultaba correcto hacer ese cierre para una etapa de la vida que al mismo tiempo los había separado, y vuelto a unir.
Una vez que estuvo de nuevo en ruta, de regreso a la ciudad y tras unas breves despedidas en la casa, marcó en el móvil el número de Iris en el marcado rápido. No contestó.

— ¿Qué sucede?

Bajó un poco la velocidad para mirar la pantalla del dispositivo, que reposaba sobre un adaptador en la consola del carro: no tenía señal. Le pareció extraño que sucediera, ya que en las ocasiones anteriores de visita sí tenía señal, pero por otro lado, el viaje sería corto; al fin era viernes, el fin de semana tendría que ser tranquilo, aunque era muy probable que el sábado temprano tuviera que ir a la empresa a revisar algún asunto breve, cosa que ocurría casi todos los fines de semana. A fin de cuentas él era el encargado de despacho, y aunque por contrato trabajaba de lunes a viernes, si se trataba de un asunto que no pudiera gestionar por teléfono, prefería ir en persona a dejar que alguien revolviera las existencias o firmara una guía de despacho incorrecta, que después le provocaría más trabajo al llegar el lunes.

2

Cuando abrió los ojos, se sentía muy descansado, aunque desde luego era de noche; tendido de espalda, mirando al techo, se preguntó durante una fracción de segundo qué hora sería, en medio de esa habitación en penumbras. No acostumbraba despertar en la noche sin un motivo concreto ¿Se debería quizás a un efecto posterior a la ceremonia fúnebre? En su llegada comentó el asunto con Iris, y se sorprendió al verse a sí mismo tan tranquilo, encontrando en su mente el lugar correcto para la situación que había ocurrido: Dana ahora descansaba en paz, su sufrimiento y enajenación habían terminado, y él había tenido una posibilidad que pocas veces tenía el ser humano, la de sanar algo del dolor de una persona que quiso, después de perder el contacto por tanto tiempo. No se sentía como un filántropo ni nada por el estilo, lo suyo iba por el lado de restaurar algo de lo perdido ¿Quién podría haber imaginado que el destino de Dana iba a ser ese? Incluso con el brutal cambio en su vida, no parecía posible, y sin embargo algo la había empujado hacia un sitio desde donde no pudo volver; por lo menos no pasó los últimos tiempos en la calle, abandonada y sola.
Un momento.
Seguía quieto, tendido de espaldas, sin moverse ni un solo centímetro, con la vista fija al frente. Esa no era su habitación.
Intentó moverse, pero se encontró con que estaba por completo inmóvil.

— ¿Qué sucede?

Escuchaba su voz en su mente, pero no podía verbalizar las palabras ¿Dónde estaba, qué estaba pasando? Sintió que apretaba los puños y todos los músculos de su cuerpo se tensaban, como intentando soltarse de amarras invisibles que lo mantenían prisionero, pero no funcionó, seguía atado, hasta con la cabeza sujeta, mirando fijo al techo que no reconocía, al que no era del blanco albino de su cuarto.

—Estoy soñando.

Escuchó dentro de su cabeza las palabras, como dichas por alguien más con su misma voz, y trató de calmarse; esto es como cuando te estás quedando dormido y sientes que caes profundo, como si te precipitaras a un abismo. Piensa, es un efecto que está haciendo tu mente, no puedes moverte porque estás durmiendo. Estás durmiendo en tu cuarto, junto a Iris; deja de preocuparte, cálmate y relaja el cuerpo, todo está bien.
Pasaron algunos segundos más de incertidumbre, hasta que al fin se soltó de las amarras invisibles, sintiendo cómo todo el cuerpo se relajaba; está bien, se dijo, sólo sigue durmiendo.

— ¿Dónde estoy?

Pero al sentirse liberado, la tranquilidad física no se traspasó a su mente; recordando que estaba durmiendo, se dijo que era lo mismo que cuando una persona sentía que se caía, y que por lo tanto, sólo debía controlar esa sensación, hasta borrarla. Tenía que decirle a su cuerpo que se moviera ¡Eso es! Tenía que moverse, y al cambiar de posición, tomaría conciencia de que eso no era más que un sueño absurdo, y podría seguir descansando. Miró a la izquierda, y aun entre la penumbra, sus ojos encontraron un afiche enmarcado: un super héroe infantil, muy colorido, con un traje con luces de neón enfrentando a un enemigo.

— ¿Qué?

Volteó la cabeza en sentido contrario ¿Por qué estaba soñando de esa manera? Mientras giraba la cabeza, a una velocidad que a él mismo le parecía enloquecedora, por su lentitud, reconoció el techo más oscuro que el de su cuarto: por supuesto, en ese techo él pegó diferentes figuras, como parte de la decoración. Tenía que voltear a la derecha, saber de forma concreta que lo que estaba sucediendo era algo en específico, pero…

—No…

Otra vez tenía los miembros agarrotados, como si un calambre se extendiera por todo su cuerpo; intentó con angustia moverse, hacer algo para que el movimiento fuera más rápido, pero le resultaba imposible incluso girar los ojos, como si los tuviera fijos de algún modo que no llegaba a identificar.

—No…no, no…

Un instante después quiso, y al mismo tiempo no quiso moverse; deseó con un temor irrefrenable que su cabeza dejara de voltear a la derecha, que sus ojos, ya acostumbrados a la penumbra, no vieran lo que estaban a punto de ver.
Tenía los pies adormecidos.
La cama de Benjamín era más pequeña que la de un adulto; medía casi un metro y medio, por lo que, si alguien de su estatura se tendía en ella, los pies quedarían por fuera. Estar mucho tiempo quieto sobre una superficie, puede generar adormecimiento de zonas del cuerpo, ya que se produce una interrupción en el correcto flujo sanguíneo, sobre todo a las extremidades.


—No…por favor…

Cuando al fin su cabeza terminó de girar hacia la derecha, sus ojos lo vieron, y Vicente pudo sentir dentro de sí como si algo se rompiese.

—Por Dios, no…no…

Quería gritar o moverse, pero otra vez estaba presa de esa sensación, que en esos momentos actuaba como una verdadera tortura; no podía gritar, ni moverse, en esos momentos no era más que una cáscara vacía, desprovista de todo sentimiento y toda reacción: por eso es que su cuerpo estaba entumecido, porque se había enfriado junto con su mente al ver el espectáculo que sus ojos no podían asimilar, ni su cerebro entender.

—Por favor no…

Benjamín estaba junto a él.
Su pequeño cuerpo estaba tendido de espalda, la cobija de color azul con figuras de Jimmy K, uno de sus tantos dibujos animados de la televisión a los que admiraba, cubriendo hasta la cintura; el torso, cubierto con el pijama blanco, mostraba el brazo izquierdo muy pegado al cuerpo, mientras el derecho estaba doblado, con la mano llevada hacia la cara.

—Dios, no…por favor no, mi niño…

Sentía que la respiración se cortaba y regresaba en espasmos regulares, como una válvula que era manejada por alguien más; su vista se encontró entonces con la de él, y vio sus ojos muy abiertos, fijos en los suyos, traspasándole un terror indescriptible, el mismo que, sin duda, había experimentado poco antes ¿Cuánto tiempo había pasado? Necesitaba tocarlo, necesitaba saber a ciencia cierta que…pero era un sueño, estaba durmiendo, se lo dijo en repetidas oportunidades cuando abrió los ojos.

—No puede ser…

Por primera vez escuchó su propia voz, saliendo al fin de su garganta, articulada por sus adormecidas cuerdas vocales, como un ahogado gemido, ininteligible incluso para sus oídos; estaba hablando, estaba recuperando la capacidad de moverse y de hablar, sólo para encontrarse petrificado por la escena que estaba presenciando, solo en la noche.
Los ojos de Benjamín, muy abiertos, fijos al frente pero sin ver, despojados del brillo y la alegría que lo caracterizaba, desprovistos de la inteligencia que tanto lo hacía crecer a él como padre.
¿Padre? Una palabra horrenda en esos momentos ¿Qué clase de monstruo podía haber hecho algo como eso? Su vista entonces se hizo un poco más clara, y también pudo tenderse de costado, más como una forma de arrastrarse hacia él, necesitando tocarlo pero sin tener el coraje para hacerlo; tenía la boca entreabierta, con un hilo de sangre marcando su inmaculada piel, cayendo sobre la almohada hundida bajo su cabecita.

—No…por Dios, no, no, no, no, no…

La almohada estaba manchada de sangre bajo la cara, una mancha roja que se veía oscura y nítida sobre el blanco de la tela; Vicente estaba temblando, lo supo tan sólo un momento después de ver el rastro rojo extendido bajo su carita, mientras su cerebro procesaba los datos, mientras su cabeza comprendía la demencial situación y mutaba la imagen de su hijo, por la de un cuerpo inerte, a sólo centímetros de él.

—Hijo…

Cuando habló otra vez, su resoplido movió de forma tenue los cabellos de la frente del pequeño; el cuarto siempre había tenido un tipo de iluminación especial en que la oscuridad no era completa durante la noche, y ahora que aún no era de madrugada, esa luz hacía convertirse en espectros hasta los más pequeños pliegues de la tela. Vio su mano izquierda levantarse hacia el diminuto cuerpo, y por un interminable segundo contempló los pliegues de las articulaciones de los dedos, remarcados por la luz oscura, convirtiendo su extremidad en la de alguien más, algo que no podía reconocer; en ese momento sintió la tibieza en el pecho, y de pronto estaba llevando ambas manos hacia el centro, directo sobre el esternón, tocando la tela de su propia camiseta, empapada.
Pero no se trataba de sudor, su cuerpo estaba tan frío en ese instante, que no podía secretar ningún tipo de fluido; supo con una atroz claridad lo que estaba tocando y quiso cerrar los ojos, pero era imposible, parecía condenado a ver todo, con lujo de detalles: despegó las manos del pecho, y al contemplar las palmas, las vio manchadas, del mismo color de la tela de la almohada bajo la cabeza del pequeño.

—Oh por Dios… ¿Qué he hecho?

Un cuerpo adulto podía pesar entre setenta y cinco y noventa y cinco kilos en promedio; él a sus treinta y siete años pesaba ochenta, muchos de los cuales eran masa muscular, debido al ejercicio. Los músculos son más fuertes que la grasa. Ochenta kilos de peso inmóvil son más de lo que el cuerpo de un niño de siete años, que pesa una cuarta parte de eso, puede soportar.
No, no era posible.
Durante un momento, su vista tuvo en frente a sus manos manchadas, con la muestra en ellas del camino recorrido por la sangre, mientras de fondo, el cuerpo inmóvil, tan frío y quieto como una figura de cera, seguía estando allí. Jamás volvería a moverse, nunca otra vez reiría ni correría por la casa, ni lo escucharía llamarlo o enfadarse; estaba tan quieto, que más que la sangre o la irreal expresión de su rostro, fue esa quietud lo que hizo que Vicente experimentara un terror sin límites. Por un motivo que no alcanzaba a comprender, había entrado  a la habitación de su hijo, junto a la suya, y se había acostado en su cama ¿Qué tan preocupante podría ser algo como eso? Un gesto de cariño propio de un padre, pero un verdadero padre, un auténtico padre, no haría eso. Un padre de verdad habría tomado una precaución, habría puesto una almohada entre ellos, o siquiera tenido el sentido común de acompañar a su hijo en el sueño a prudente distancia.
El peso de su cuerpo, dormido, había matado a su hijo.

—No… ¡Nooooo!

Por fin la voz emergió de su garganta, desgarrando las vías e inundando sus propios oídos. Pero no fue un grito, fue una exhalación de aire que cubrió con sus manos, un gemido de dolor y de angustia sin precedentes que laceraba su boca y los tejidos internos, mientras con los dedos oprimía su cara, tapando la vía, clavando las uñas en la piel, sin sentir el gesto que hacía, pero siendo tan brutalmente consciente del calor de la sangre que impregnaba su rostro. El grito persistía, era como una fuerza que emanaba de su ser, algo que no podía controlar, así como no podía controlar nada en su cuerpo; al mismo tiempo sintió que presionaba con los brazos su torso, clavando los codos contra las costillas mientras los pulmones seguían expulsando aire. El sudor se extendía por su cuerpo, al mismo tiempo que sentía cómo los músculos del estómago, oprimidos por el esfuerzo del grito, se contracturaban más y más; pero nada de eso se igualaba a lo que estaba viendo, esa imagen lo perseguiría por siempre, hasta el fin de sus días.
Había matado a su hijo.
Su hijo, ya no era más Benjamín, ahora sólo era un cuerpo, una masa tendida sobre una cama que ya no le pertenecía, empapado en sangre producto de la presión por intentar liberarse ¿Habría gritado? ¿Habría intentado, con sus pequeños pulmones, dar voces, pedir ayuda, habría suplicado a papá que lo dejara respirar? ¿Cuánto, en el nombre del cielo, habría durado esa agonía? Una de sus manos estaba llevada al cuello, lo que significaba sólo una cosa: había sentido el terror de quedarse sin aire. Ahí, en el sitio más acogedor para él de su casa, en el lugar en donde se sentía libre y a gusto, algo que era mucho más grande y fuerte había llegado a aplastarlo, a cubrir sus salidas y oscurecer de forma definitiva el cielo, borrando de su vista cualquier héroe de niñez, cualquier imagen gentil; no fue durante el sueño, ni siquiera existió para él ese mezquino consuelo, porque se despertó, y sin duda supo que estaba ocurriendo algo malo. De seguro intentó gritar, sin saber que, al hacerlo, se condenaba con más rapidez, sin comprender, en su infantil pero auténtica desesperación, que al gritar, al hacer esfuerzo por liberarse, y mover el cuerpo inmóvil sobre él, estaba gastando con más rapidez el escaso aire en sus pulmones, que a cada intento, a cada esfuerzo, agotaba con más rapidez la llama de su vida ¿Qué habrá dicho? ¿Lo habrá escuchado él, en sueños, sin comprender lo que estaba pasando, o sólo siguió tendido boca abajo, ignorante de todo suceso, sin percibir la desesperación? ¿No sintió nada, ni sus manitos forcejeando, ni sus gritos ahogados contra su pecho, ni siquiera los temblores convulsivos de su cuerpo cuando el final se sobrevenía?
¿Por qué? ¿Por qué había hecho algo como eso, cómo había sido capaz de trastocar un momento de amor y ternura en una pesadilla como esa?
No sabía si seguía gritando o se trataba del eco dentro de su cabeza, pero ese sonido, el de su propia voz desgarrándose, no se iría jamás, lo seguiría escuchando pasase lo que pasase; no estaba durmiendo, había despertado en el mismo momento en el que creyó hacerlo, y ante eso, nada era más real que la sangre que con sus manos había tocado y que ahora se mezclaba con el sudor de su rostro; la mandíbula seguía desencajada, como una mueca terrorífica, los dedos entumecidos, la palma izquierda sobre la boca, la derecha sobre ella, ambas cubriendo y a la vez presionando contra la cara, cada dedo marcando la piel.
Benjamín estaba muerto, y la vida de Vicente terminaba en ese preciso instante.




Próximo capítulo: ¿Por qué?

Broken spark Capítulo 15: Bestia, nunca más




Optimus, Rattrap. Dinobot y Rhinox continuaban su camino hacia el punto en donde estaban los discos dorados, cuando los sensores del rinoceronte detectaron algo.

—Esperen un momento, debemos deternernos.
—Nos detuvimos ya antes —murmuró Ratrap—. Oh, está bien, sólo dime qué sucede ahora.

El avance del grupo había sido más lento, ya que Rhinox tenía más facilidad de desplazarse en modo robot, pero aun así, esto le impedía actuar con la rapidez necesaria. Pero lo perdido en movilidad estaba compensado con los sentidos, que incluso después de los acontecimientos pasados, seguían al máximo.

—Alguien está muy cerca de nosotros.
— ¿Detectaste una nueva vaina stasis?
—No lo creo, el comportamiento de esta forma de energía es... su forma de desplazarse es...
— ¿Qué pasa?

Rhinox extrajo del interior de su coraza, de forma instintiva, el cañón rotor, y apuntó hacia arriba, por sobre las cabezas de los otros; sin embargo no disparó.

—Tranquilo grandulón, no tengo intenciones de atacarlos.

Blackaracnia se acercó al grupo a paso lento; los había localizado de forma reciente ¿estaría cometiendo un nuevo error al confiar?

—¿Quien eres?
—Alguien que sabe lo que está pasando en este mundo y quiere hacer algo al respecto, al menos para salvarse —replicó ella paseando la vista por el grupo—. Veo que van hacia esa zona.

Indicó el punto en donde la masa de energía plateada continuaba expandiéndose en todas direcciones; Optimus supuso que sabía más de lo que ellos.

—Tenemos que detener esa fuente de energía que está atacando la zona, antes que sea tarde ¿Tienes alguna idea?

La imagen de Silverbolt carcomido por esa fuerza, agonizando, pidiendo que ella terminara con su sufrimiento, pasó a toda velocidad por su mente.

—Esa fuerza fue desatada por Airazor y Tigreton, pero tengo la sensación de que no lo hicieron por maldad.
— ¿A qué te refieres?

La araña tomó entre sus tenazas una rama rota que reposaba sobre el suelo; la contempló un instante en silencio antes de hablar.

—Tigreton no son malos. No lo eran.
—Estás hablando del felino que amenazó a Megatron ¿verdad?

No, al parecer no se había equivocado; pero de todos modos tenía el presentimiento de que, hiciera lo que hiciera, las cosas no saldrían bien. Pero llegada a ese punto, prefería luchar que simplemente esconderse, de alguna manera se lo debía a Silverbolt, y a los demás, estuvieran donde estuviesen en esos momentos.

—Tigreton y Airazor querían salvar este mundo —repuso como si eso resolviera la incógnita—. No tenían malas intenciones, pero fueron traicionados por sus propias creencias.

Dinobot iba a decir algo, pero Optimus lo detuvo con un gesto; lo que fuera, podía esperar, mientras descubrían de qué se trataban en realidad las palabras de la araña.

— ¿A qué te refieres?
—Para ellos, este planeta era más suyo que Cybertron. No sé por qué fue de esa forma, pero lo cierto es que apartaron de sus mentes los recuerdos del pozo del allspark, y la esencia que nos hace lo que somos como seres biomecánicos. Por eso, cuando despertaron aquí, comenzaron un camino, el de fundirse con el entorno y la naturaleza que consideraban parte de sí mismos, y por consiguiente, quisieron protegerlo de ustedes, los invasores.

En eso tenían razón, pensó Optimus. Ellos eran invasores en un territorio que no les correspondía, pero no todos eran culpables. O al menos no de la misma manera.

—Cuando encontraron los discos dorados después de esa abominable tormenta, también encontraron a otros como nosotros, tan confundidos como lo estaba yo al momento de salir de la vaina, y nos aleccionaron en lo de ser una bestia por sobre todo; nos recordaban que no debíamos olvidar transformarnos, pero que eso era sólo un arma, un método para poder enfrentar los peligros que ustedes representaron para la naturaleza, que estaba sufriendo. Y cuando usaron los discos, pensaron que esa energía purificaría el planeta de los seres malignos, pero no pudieron entender que el poder de esos objetos ya había sido corrompido desde antes, por lo que aquello que debía ser bueno, se convirtió en eso.

Todos desviaron la mirada hacia la fuente de energía, que como un manto continuaba su lento pero amenazador avance.

— ¿Qué ocurrió con todos los demás? —preguntó Optimus— ¿Por qué nos buscaste?
—Espero que estén muertos —repuso ella con seriedad—, porque si no lo están, lo que les puede haber sucedido es peor que cualquier pesadilla que puedan imaginar. Esa cosa es una marabunta, que es capaz de carcomer y destrozar cualquier cosa que no sea originaria de este planeta. Lo que vi, al único que vi, había sido convertido en un esqueleto humeante, una masa de circuitos y spark que no podía morir, pero tampoco vivir.

Rattrap ahogó una exclamación de espanto, al comprobar que, en verdad, eso era peor de lo que podía imaginar.

—Vi a Megatron en compañía de otro, van en la misma dirección que ustedes pero desde otro punto; él piensa que puede utilizar la energía en su favor.
—Ya lo hizo antes —replicó Optimus en voz baja—, lo hizo provocando esa tormenta; si ahora logra apoderarse de los discos, nadie lo detendrá.
—Ni él ni nadie puede detener esto —dijo ella de modo definitivo—. El que se acerque será comido por esa fuerza, como si de un árbol se tratase, por obra de hormigas asesinas; pero aunque no sea así, esa fuerza debe ser destruida. Por esto es que estoy aquí, porque soy la única que sabe el punto exacto en donde están ubicado el centro mismo de esa fuerza, pero no puedo llegar por mis medios.

Optimus sabía que él sí. Y estaba dispuesto a hacerlo.

—Estamos tratando de detener a Megatron porque sabemos el peligro que representa. No sólo para nosotros y este planeta, sino para toda la vida en el espacio; si él está yendo en la misma dirección, significa que conoce un modo de utilizar esos símbolos, y no lo permitiré. Por las vidas de quienes habitan en este planeta, y los que están por venir.


2


Prepárate Tarantulas, falta muy poco.

El camino de Megatron y su, hasta es momento único aliado, había sido rápido y silencioso; la masa de energía plateada que flotaba en el cielo estaba cada vez más cerca, y aunque ambos podían percibir con sus sensores esa presencia, sabían también que estaban a salvo, de momento.

—Megatron, el peligro está aumentando.
—Lo sé, pero sé también cómo manejar esto.

Tarantula suponía que se debía a su reciente experiencia con el disco dorado, pero desconocía de qué se trataba, y el líder predacon había evitado toda información al respecto, por lo que su relato iba desde que consiguió los discos hasta que los perdió por el ataque de la otra fuerza energética.

—Mis radares están fuera de control —dijo el arácnido pasando a modo robot—. A partir de este punto no puedo identificar o registrar datos de nada que suceda.

Megatron se detuvo de forma abrupta, pasando también a modo robot; lo enfrentó, mirando con serenidad a quien hablaba con nerviosismo.

—Escucha Tarantula...

No pudo terminar la frase, ya que un ruido a lo lejos alertó sus sentidos; ambos voltearon en la dirección indicada, pero resultaba difícil identificar desde dónde provenía.

—Hay alguien cerca...

Las palabras de Megatron fueron más un murmullo que otra cosa; estaba seguro de que alguien estaba por ahí pero ¿De verdad habían sobrevivido los más tercos de todos? Un instante después vio, a no mucha distancia, a un grupo comandado por Optimus primal.

—No te muevas Megatron —exclamó Optimus de forma amenazante—. Este es el fin de tu camino.

El líder predacon alzó las manos en gesto defensivo.

—No vengo a pelear contigo, Optimus, ni con ninguno de tus...amigos.

Pero Optimus no bajó los cañones de los brazos.

—Sé lo que pretendes, ya he visto de lo que eres capaz.

Tarantulas se movía inquieto tras Megatron, pero este estaba por completo en calma.

—Lo que viví con los discos dorados poco tiempo atrás es la muestra de lo que esa energía puede hacer —se señaló a sí mismo—. Esta coraza transmetálica no sólo es una muestra del cambio físico, también hay un cambio interno en mí; he aprendido que no podemos sobrevivir mientras esa fuente de energía esté funcionando. Hay algo corrupto en ella, algo que nos destruirá para siempre.

Ninguno de los otros pudo disimular su sorpresa ante esas palabras, ni siquiera Tarantula; pero en su interior, el arácnido supo que lo más seguro era seguir el plan de Megatron, al menos hasta que supiera cuál era el mejor camino a seguir.

—No es sencillo creerte, y lo sabes.
—No tienes que creer en mis palabras, Optimus —replicó Megatron en voz baja, desviando la vista hacia el horizonte que brillaba con ese extraño color—. Hay cosas más grandes que nosotros, hasta yo entiendo eso; mis afanes de poder y de conquista he cometido muchos crímenes, pero cuando entiendes que la destrucción no va a dejar nada que conquistar, tu punto de vista cambia por completo. Esa energía desplegada por lo que en un momento fueron los discos dorados está corrupta, y su principal enemigo somos nosotros, no este planeta; está haciendo una acción de limpieza como si fuéramos un virus, y mientras no tengamos los medios para huir de la superficie de este cuerpo celeste, estamos condenados a muerte.

Las palabras de Megatron eran exactamente lo mismo que Optimus había deducido, y lo que Blackaracnia les dijo poco después de hablar de lo ocurrido con Tigreton y Airazor; pero aun así, tratándose de Megatron, podía ser una treta, y no existía margen de error en esta ocasión.

—Todo lo que dices suena bastante correcto Megatron, pero nada nos asegura que no sigas teniendo las mismas intenciones que antes.
—Lo que dice el valeroso líder es cierto —exclamó Rattrap, aunque desde un punto seguro tras él—, no podemos confiar en ti después de todo lo que has hecho, de lo que nos has hecho

Dinobot, sin embargo, tenía otros pensamientos al respecto, y así lo dejó ver.

—Estamos perdiendo demasiado tiempo Optimus. Que vengan con nosotros.

Durante un instante, hasta Megatron se quedó sorprendido con lo que estaba escuchando. Optimus bajó casi de forma inconciente los cañones, mientras volteaba hacia el saurio.

—Dinobot, sabes que él puede...
—Sé lo que es capaz de hacer, ya hablamos de eso; a lo que quiero llegar es a que no podemos desperdiciar nuestro tiempo en él, ni en tratar de eliminarlo. Megatron se ha propuesto llegar hasta el mismo punto que nosotros, y lo hará con o sin nuestra ayuda.

El líder predacon aguardó en silencio hasta escuhar cada una de las palabras; al hablar él, no cambió ni un ápice en el sentido de su discurso original.

—Dinobot tiene razón en lo que dice, pero también hay algo más: nuestro instinto de supervivencia es mayor a cualquier otra cosa, y no pretendo morir aquí, como seguramente ustedes tampoco. Así que, si están de acuerdo, continuemos.

El grupo continuó el avance en una tensa calma; Blackracnia había sentido un rechazo hacia Megatron desde el momento de verlo, pero tenía conciencia de que su presencia no podía ser evitada sin una fatal pérdida de tiempo. Dinobot se mostraba extrañamente sereno y silencioso, mientras Rattrap no dejaba de quejarse por cualquier cosa insignificante que sucediera; por su parte, Rhinox aguardaba a que el momento en que su presencia fuera más necesaria que en ese trayecto, ajeno al sonido sordo del avanzar de Tarantula, que intentaba mantener distancia, y a su modo, planear algo en su contra tras el fallido ataque en la derruida base decepticon. Optimus y Megatron, en tanto, dirigían la marcha, mirando al frente, avanzando casi como si se tratara de dos casuales componentes líderes de un equipo que trabajaba unido.

—La coraza transmetálica no es suficiente para enfrentar esa energía —reflexionó el saurio hacia Optimus—. Pero sé que al menos puedo resistir lo suficiente para acercarme, y puedo volar.
—También puedo volar, y de seguro más rápido que tú —replicó Optimus de forma reservada—, pero lo que importa no es tanto el acercamiento sino la forma en que vamos a enfrentar esta situación. Tú estuviste ahí, es tu responsabilidad que los discos se hayan trastocado en lo que ahora son ¿Acaso sabes cómo resolver este enigma?

No, no lo sabía, y esa era quizás la más riesgosa y a la vez más acertada apuesta que estaba haciendo en esos momentos.

—No es sencillo explicar lo que sucedió ahí dentro, no —dijo de forma ausente—, y no puedo perder tiempo divagando acerca de eso. Pero ese poder se resguardaba por sí solo, es un tipo de energía básica, que no puede ser manipulada de forma tan sencilla.
—Por eso fracasaste.

El saurio evadió el tema, para evitar terminar hablando del amigo de su enemigo que ahora estaba muerto.

—Sí, por eso fracasé. Pero alcancé a entender algo de todo esto, y es que más que destruirlos, los discos dorados deben ser separados; en un punto al centro de todo eso, ambos discos están envueltos en un espiral de energía pura, desde donde emiten esa forma plateada que vemos cada vez más cerca.

Blackaracnia sabía el punto exacto en donde eso estaba sucediendo, pero conforme avanzaba el tiempo, comenzaba a temer que su predicción acerca del destino de Airazor y los demás fuese demasiado alentadora; la muerte era una perspectiva demasiado tranquilizadora para quien estuviera más cerca de lo necesario de aquella energía, hacia la que se dirigían. Sin embargo, no podía decirlo sin dañar la misión, y con ello el destino de todos, incluso el suyo; tendría que estar más alerta aún, por si las cosas cambiaban de rumbo de forma drástica.

—No va a importar tanto la fuerza, sino la forma —sentenció Optimus ignorando sus presentimientos de malos augurios—, es primordial que estemos enfocados en esto; Megatron, si tratas de hacer cualquier cosa en contra de lo que en necesario, no dudaré en acabar contigo. No habrá advertencias.

El otro no pareció intimidado ni preocupado por la abierta amenaza, más bien se veía confiado.

—Una advertencia sana que sin duda demuestra que estamos en el lugar correcto. Ya se puede sentir la energía de esa fuerza en el aire. ¿Lo percibes?

Tanto Tarantula como Rhinox comenzaron a realizar análisis de espectro mientras el grupo se detenía; sobre ellos, en el cielo, el manto metalizado ya estaba a pocos cientos de metros, por lo que las variaciones en los campos electromagnéticos se podía sentir incluso sin utilizar sensores especiales. Se trataba de una especie de nube compacta que abarcaba desde el suelo hasta varias decenas de metros de altura; estaba avanzando, de forma lenta pero inexorable, expandiendo el diámetro original.

—Esperen un momento —dijo Rattrap—, no podemos entrar, esa cosa nos comería en un instante.

Dinobot probó con un disparo directo de sus lásers oculares; se hizo un agujero en la masa de energía, pero al cabo de un par de segundos volvió a su forma original.

—Parece que eso no sirvió de mucho lagartija.
—Te equivocas roedor —replicó Dinobot con calma—, lo que demuestra es que necesitamos configurar una frecuencia de disparo específica para que funcione.

Rhinox ya se había adelantado a este experimento, y estaba haciendo una serie de cálculos, basado en la percepción que le brindaban sus sensores internos; Tarantula estaba realizando los mismos análisis.

—Tenemos que generar un tipo de fuerza densa, que permita abrir un túnel por el que podamos pasar; para destruirlo, tenemos que llegar a su centro.
—No, eso no funcionaría —replicó Rhinox—, porque nosotros producimos la energía que esa cosa está buscando para absorver, es lo que Blackaracnia nos dijo que había sucedido antes, y debido a las altas concentraciones de energía de esa masa, se nos pegaría como una sanguijuela.

Tarantula realizó algunos análisis más, comprobando que la opinión del otro era correcta.

— ¿Y entonces qué propones?
—Tenemos que usar lásers de baja frecuencia, para generar una distorsión física en la masa energética.

El resto observaba, mientras el debate entre los científicos continuaba. Optimus no podía dejar de estar pendiente de Megatron, y a la vez preguntarse por qué es que se demostraba tan colaborativo ¿El miedo sería un factor decisivo?

—Tarantula, di cuál sería el rango correcto de baja frecuencia: hay que usarlo ahora mismo.

El otro asintió sin decir nada; ambos científicos intercambiaron datos bajo la atenta mirada de sus respectivos líderes, mientras a no mucha distancia, la masa de energía continuaba acercándose. Blackaracnia estaba cada vez más nerviosa ¿Sería de verdad prudente no mencionar lo que podía suceder? Sentía que Megatron sólo fingía, que en cualquier momento iba a atacar, de modo que siguió alerta, esperando estar equivocada. Poco después los dos científicos llegaron a un acuerdo, y todos programaron sus lásers para la frecuencia indicada: a partir de ese momento no podían cometer error alguno.

—Escuchen bien —dijo Optimus con decisión—avanzaremos por tierra en una formación cerrada, Megatron y yo a la cabeza, Blackaracnia y Tarantula a nuestro lado, Rhinox al centro, y Dinobot y Rattrap a la retaguardia. Según las instrucciones, tenemos que liberar el láser de baja frecuencia en ráfagas lentas y espaciadas, de modo que una segunda tome el rumbo de la primera, para generar una oleada.

Todos se mostraron de acuerdo; sin embargo, Optimus se sentía obligado a preguntar si alguien quería desertar, aunque nadie lo hizo.

— ¿Quién diría que las cosas llegarían a este punto? —dijo Megatron mientras avanzaban hacia la masa de energía—. De alguna manera siento que esto tenía que ser así.
—No evadas el hecho de que nada de esto habría pasado si no fuera por tu causa.
—No pretendo hacerlo; pero, sin embargo, Optimus, me gustaría que al menos en lo que a esta misión corresponde, pudieras confiar en mí.

Ninguno de los dos dijo nada, mientras el grupo se acercaba en formación cerrada hacia la nube de energía; después de una mínima resistencia, los lásers hicieron el efecto deseado, generando una especie de túnel a través del cual podían ingresar. Al interior, privados de la claridad del día y de la visión de otra cosa que no fuera una confusa nube de materia, el silencio era aterrador.

—No sé qué tan grande pueda ser tu amor por la vida, aunque sea por la propia, como para arriesgar perder lo que puede ser una fuente de energía para tus planes.
—Todos nosotros venimos equipados con un instinto similar, en ese sentido. Además, como dije hace poco, si este planeta es destruido o nosotros somos consumidos, no habrá nada que conquistar.

Iba a decir algo más, pero un extraño sonido llamó su atención en otra dirección; de pronto, entre la bruma plateada que formaba una inestable pared, se vieron varias figuras caminando de forma errática hacia ellos.

—Se suponía que los animales de este lugar escapaban de esa forma de energía —comentó Rattrap— ¿cómo puede ser que…?

Blackaracnia entendió entonces lo que estaba sucediendo, un segundo antes que sus ópticos lo vieran, y dio la voz de alarma.

—Son las otras bestias!
— ¿Qué, pero cómo?

De entre la pared de bruma, pudieron ver aparecer a Airazor, Tigreton, Depthcharge, Cobra  y Rampage, aunque sólo eran espectros de lo que habían sido tan sólo un par de horas antes. Con horror, los demás vieron sus cuerpos destrozados, corroídos por el agente externo que, como un ácido, había destruido la mayor parte de la coraza externa, dejando a la vista los circuitos, sin embargo de lo cual, esta misma fuerza los mantenía en un estado de no-muerte, donde se movían y eran capaces de detectar a otros seres, hacia los que avanzaban con mortífera decisión, dispuestos a destruirlos.

—En el nombre de todos los primes…
— ¿Pero qué demonios es esto?

Blackaracnia no pudo evitar un instante de debilidad, ante el recuerdo de Silverbolt pidiéndole que lo matara para terminar con su sufrimiento. Pero eso había sido unos minutos después de ser infectado por esa fuerza, de modo que aun tenía dentro de él un poco de la conciencia original. Estos seres estaban mucho más allá de eso.

— ¡Son zombies! —exclamó con fuerza— La energía los atrapó y los ha corrompido.

Notaron que los zombies estaban alrededor de ellos; existían leyendas acerca de los zombies, criaturas que, tras morir, eran reanimadas con algún tipo de energía muy poderosa, lo que reconstruía en parte los cuerpos, pero no devolvía el spark, por lo que os seres se convertían en devoradores de cuerpos, una innombrable forma de vida que intentaba absorber de otras como la suya la esencia, en busca del retorno que jamás iba a ocurrir.

—No se ven muy amables —dijo Rattrap mientras se acercaban a ellos—. No parece que quieran conversar ¿Qué hacemos?
—No tenemos alternativa —sentenció Optimus—. Hay que destruirlos.
— ¿Estás seguro?
—Sí, lo estoy. No importa que veamos que parecen ser como nosotros, ellos no son más bestias ni Transformers; la única forma de terminar con su sufrimiento es destruir esos cuerpos, que tienen una chispa infectada. Al destruirlos, liberaremos la spark y podremos continuar.

El grupo preparó armas, pero al mismo tiempo no podían dejar de lanzar las ráfagas a la pared de niebla plateada.

—Esperen, no podemos dejar de disparar las ráfagas de baja frecuencia, pero esas no le hacen nada a los zombies.

Optimus y Megatron tuvieron la misma idea.

—Ustedes continúen el avance en formación cerrada; nosotros nos encargaremos de ellos.

Durante frenéticos minutos, los dos líderes se enfrentaron a los zombies, usando todo su poder; la batalla fue encarnizada, pero tras varios intentos y usando todos los poderes que tenían, consiguieron derribar a Tigreton y Airazor, cuyos cuerpos, una vez destrozados, se disolvieron sobre el suelo, dejando a la spark salir de ese sitio, libre de la infección que hasta entonces la había controlado. Sin embargo estaban perdiendo mucho tiempo en mantener alejados a los demás, algo que Megatron tuvo que solucionar disparando una ráfaga de lásers muy potente, que los hizo retroceder y mantener a salvo al resto.

—Rayos.

El costo fue que la nube se volvió inestable ante el despliegue de rayos y misiles, con lo que los intentos de los otros se volvían a cada segundo menos efectivos. Megatron despedazó a Cobra de un disparo certero, quedando sólo Rampage y Deptcharge pare eliminar, al mismo tiempo los que a todas luces eran los más fuertes del grupo.

—Estamos corriendo mucho riesgo luchando a distancia —dijo Megatron—.
—Sólo nos queda luchar cuerpo a cuerpo, y esperar que no nos infecten —replicó Optimus pensando en lo mismo en ese instante—. No te descuides.

Ambos líderes, perfectamente sincronizados, se arrojaron contra los rivales, consiguiendo derribar a ambos; sin embargo, los zombies realizaron un cambio en su forma de ataque, se replegaron y quedaron de pie a poca distancia del grupo, bloqueando el paso.

— ¿Qué es lo que está sucediendo?

Rhinox sabía que las cosas iban de una forma distinta al plan, pero en esos momentos estaba perdiendo la capacidad de analizar todos los eventos sin el factor visual.

—Algo cambió en ellos —replicó Rattrap—. Es como si estuvieran defendiendo algo ¡Claro! La fuente de energía está justo detrás de ellos ¡Me oyes Optimus!

Ambos líderes lo habían escuchado. Sin otra alternativa, dispararon con todo su poder en contra de los zombies, quienes en vez de contra atacar, recibieron el impacto de forma directa.

— ¿Se rindieron?
—Oh no…

Demasiado tarde, Optimus entendió que los zombies habían buscado eso; al recibir los impactos de energía, sus cuerpos estallaron, haciendo colapsar el delicado equilibrio de la nube de energía que los envolvía a todos. De pronto, todo se convirtió en un mar de energía, que se precipitó hacia ellos con el poder de un caudal sin freno.

— ¡Nooo!

La nube de energía se transformó en un mar plateado, que en vez de dispersarse, se convirtió en un remolino, confluyendo hacia el centro. Precedido por un disparo de gran poder, Optimus surgió en vuelo, llevando junto consigo a los otros cuatro, mientras a muy poca distancia, Megatron salía, con Tarantula colgando de su costado.

—Quítate idiota, harás que pierda el equilibrio.
—No me dejes caer Megatron ¡Megatron!

El saurio se liberó de Tarantula, que cayó sin poderlo evitar sobre el mar de energía; su cuerpo se disolvió en medio de ese gran poder, en medio de un destello y un grito desgarrador. Optimus en tanto, logró esquivar algunos choros de esa extraña agua, pero sabía que el poder no era suficiente para sostener a los otros cuatro en vuelo. La distancia que los separaba del borde era demasiada, no llegaría hasta ese sitio.

— ¡Megatron!

El otro volaba con mucha más facilidad al no llevar carga consigo, e hizo un gesto de despedida mientras hablaba.

—Lo siento Optimus, pero yo no soy uno de tus allegados.

Sin embargo, Blackaracnia y Dinobot actuaron a un tiempo, interrumpiendo su escape. En un espectacular salto, Dinobot logró caer sobre Megatron, mientras la araña lanzaba tela sobre él; uniendo los esfuerzos de ambos, consiguieron someterlo y obligar a que siguiera sus movimientos.

—Sueltenme.
—Eso ni lo pienses Megatron —exclamó Dinobot—, no te dejaré huir ahora que puedes servirnos.

Aun en contra de su voluntad, Megatron y los demás sobrevolaron durante unos instantes más la masa de energía; los discos dorados al fin estaban a la vista, en el centro del gran remolino.

— ¿Puedes verlo —exclamó Rhinox— ¿Están bajo nosotros verdad?
—Sí —replicó Optimus, exhausto—, sólo tengo que hacer un disparo acertado.

No, no podrá hacerlo con Rattrap y yo a cuestas, pensó Rhinox. De pronto tuvo certeza total de lo que tenía que hacer, y actuando antes que alguien pudiera hacer otro cambio, se soltó del gorila, arrojándose al vacío.

— ¡No Rhinox!

El grito de Optimus se escuchó como un bálsamo, a lo lejos. Extrayendo sus cañones giratorios, Rhinox los programó en modo de autodestrucción, dejándolos otra vez dentro de su coraza. Sintió los gritos de sus amigos mientras caía, estaba bien, ellos lograrían vivir.
La caída inevitable del robot ciego fue más perfecta que la de uno que hubiese visto el blanco al que apuntaba; un instante después, la explosión en el centro del remolino hizo que colapsara nuevamente, produciéndose un efecto inesperado: el torrente de energía cambió de curso durante una milésima de segundo, antes de generar una enorme explosión que arrojó a todos por los aires.

— ¡No, los discos!

Con los discos destruidos, la energía perdió el centro que la había estado conduciendo hasta ese momento: un rayo rojo de gran poder fue despedido hacia el cielo, quedando como une nueva nube, esta vez en la atmósfera.
Aprovechando la distracción, Megatron consiguió soltarse de las ataduras, disparando potentes rayos que derribaron a sus captores; mientras ambos caían, decidió concentrarse en eliminar al mayor número posible de enemigos, y se lanzó en picada contra Dinobot.

—Ya no tienes nada Megatron.
—Aún puedo tener tu spark —replicó el otro, lleno de furia—, la usaré como un faro para que todos sepan quién es el predacon más poderoso de todos.

La superficie sobre la que se había esparcido la nube de energía se veía ahora como un desierto, con la tierra reseca y resquebrajada, y sólo los restos de los cuerpos de las otras bestias esparcidos por el lugar. Dinobot y Megatron cayeron engarzados en una fuerte pelea, de la que se levantó el líder predacon, victorioso.

—No importa cuánto lo intenten, el resultado sigue siendo el mismo.
—Te equivocas.

Aunque herido,  Dinobot se levantó nuevamente, y en un instante el líder predacon se vio rodeado por él, Rattrap, Blackaracnia y Optimus, todos apuntando de forma directa.

—Es tu fin Megatron.
—Te equivocas de nuevo Optimus —replicó el otro, erguido de satisfacción— ¿Acaso tu experto nunca te explicó que las explosiones pueden generar consecuencias?

Por un momento nadie dijo nada, luego fue demasiado tarde; la energía que antes había subido en una vorágine de poder, descendió sobre ellos, específicamente sobre el predacon, que había calculado el punto exacto mientras se lanzaba en picada. Envuelto en un poder nunca antes visto, Megatron se sintió todopoderoso, y desplegó rayos de poder en todas direcciones, dispuesto a terminar con ese enfrentamiento de manera definitiva.

—Todos ustedes caerán, ante mi gran poder.

Optimus entendió que Megatron había adquirido un poder con el que nadie podría lidiar; su batalla había sido en vano, lo único que quedaba era tratar de salvar las vidas posibles.

—Rattrap, Dinobot, Blackaracnia, escuchen, deben alejarse de aquí ahora mismo.

Rattrap aun estaba en shock por el sacrificio de Rhinox, por lo que escuchar esa orden le sonó ridículo.

— ¿Estás loco? Ese demente todavía está aquí, tenemos que…
—No, no tienen —replicó Optimus. Su voz era serena, a pesar de las circunstancias—. No existe forma de derrotarlo en este planeta, pero aún con ese poder, sigue atrapado aquí; ustedes, los que quedan, deben huir, encontrar los restos de las naves y salir de este planeta; de vuelta en Cybertron, podrán dar aviso de lo que está pasando.
—Pero Optimus…
—Obedezcan mi orden, es la única manera. Megatron quiere eliminarnos no sólo porque seamos una molestia, sino porque al hacerlo, nadie podrá prever sus planes en los confines de las estrellas. El sacrificio de Rhinox, y todas las muertes no deben ser en vano.

Sin esperar más volteó hacia el enemigo, y corrió hacia él, dispuesto a todo con tal de detenerlo el tiempo suficiente. Rattrap tomó la decisipon de acatar las pordenes por primera vez.

—Eres el ser más repugnante por tener la razón en los momentos equivocados.

Sin esperar más corrió en sentido contrario. Mientras tanto, Megatron disparó rayos en contra de quienes escapaban, pero fueron detenidos por ataques de Optimus.

—Optimus, has venido hasta aquí para morir.

El líder maximal no dijo nada. Activando su capacidad de vuelo, sobrevoló al poderoso rial, viendo con impotencia cómo sus armas no le causaban el menor efecto. Al menos el otro parecía que no podía volar.

—No importa si te alejas ahora —exclamó al enemigo lleno de poder—, puedo alcanzarte de todas maneras.

Por sorpresa, usó la energía que emanaba como un  látigo, con el que atrapó a Optimus, haciéndolo estrellarse contra el suelo.
No, no puedo terminar así, se dijo Optimus luchando por liberarse. No ha terminado, no puedo permitirlo.
Sin embargo, la energía estaba quemando su cuerpo de la misma manera que antes lo había hecho con Airazor y los demás; su cuerpo no resistiría mucho, al igual que las fuerzas en su interior.

—No lo entiendes, ahora he absorbido una forma refinada de la misma fuente de energía que produjeron los discos.
—Esa energía va a consumirte como a los otros.
—No, porque esto era lo que tenía que volver a la superficie del planeta; ahora que los discos se han ido, este poder es más puro que antes ¡Ya puedo sentir la fuerza de la naturaleza, la dominaré por completo!

Mientras volvía a azotar a Optimus contra el suelo, lanzó poderosos rayos, los que derribaron a Rattrap y a Blackaracnia.

— ¡No!

Sus cuerpos humeantes quedaron tirados a unos cuantos cientos de metros del punto de la batalla; Megatron se quedó de pie en modo robot, a muy poca distancia de Optimus, usando la energía que emanaba de él como una extensión de su brazo derecho. Con esa extremidad lo aplastó contra el suelo.

—Ya no queda nadie que pueda vencerme.
—Te equivocas de nuevo.

Dinobot había regresado, desobedeciendo las órdenes de Optimus; en una maniobra arriesgada, se arrojó contra Megatron, clavando en el óptico derecho el filo de su arma. Desprevenido por el ataque, Megatron no pudo contrarrestar ese golpe con el campo de fuerza, sintiendo cómo el ojo explotaba, causando una explosión y una fuga de energía.

— ¡Maldito, pagarás por eso!

Lleno de rabia, Megatron usó el otro brazo y su extensión de energía para envolver a Dinobot con él, aplastándolo también contra el suelo; todavía tenía que aprender  a manejar con detalle ese nuevo poder, pero de momento era suficiente.

—Los aplastaré a ambos como los insectos que son ¡Ríndanse ante el poderoso Megatron!

Optimus vio que el cuerpo de Dinobot comenzaba a colapsar por la descarga de fuerza sobre él, pero al mismo tiempo descubrió que su acción había tenido resultado: la fuerza que actuaba como coraza estaba fugándose por la entrada del óptico dañado ¡Era su única oportunidad!

—Esta vez no voy a fallar, ni me inclinaré ante ti.

Concentró todo su poder en el cañón del brazo izquierdo, sabiendo que sería la última oportunidad que tendría en esa batalla. El rayo entró por la abertura del óptico, explotando poco después; la coraza energética que había envuelto a Megatron se disolvió, cayendo como rocío sobre la tierra: en efecto, todo ese poder era el que había sido tomado por la acción combinada de los dos discos dorados, de modo que al estar sin control, regresó a su origen.

—Dinobot.

El líder predacon se desplomó ya sin el poder que u instante antes presumía; Optimus, en tanto, se arrastró hacia el cuerpo de Dinobot, demasiado dañado ya para poder ser salvado.

— ¿Lo lograste?
—Sí Dinobot. Lo siento, debí poder derrotarlo antes.
—Si conseguiste eliminarlo, entonces el trabajo está bien hecho —resolvió el otro, en voz baja—. Fui un elemento de peligro para todos, me alegra haber podido hacer algo por ustedes.
—Hiciste más de lo que crees; has salvado la vida de todos los que viven en este planeta.

Por un momento ninguno de los dos habló. Dinobot cerró los ojos, demasiado cansado para seguir.

—Eso está bien…Optimus…

No pudo seguir hablando. Un disparo en el centro del pecho terminó de forma acelerada con su vida.

— ¡No!

Horrorizado, Optimus volteó, encontrándose con Megatron, todavía de pie. El líder predacon lucía una herida grave en el óptico, además de una serie de daños en todo el cuerpo, pero al haber estado usando el poder del rayo en vez del suyo propio, había llegado hasta ese punto con reservas suficientes.

—No, no es posible…
—Sí, sí lo es —dijo el otro con voz alegre—. En tu afán de preocuparte de los tuyos, desperdiciaste la única oportunidad de eliminarme, justo cuando la tuviste entre las manos.

El gorila desplegó los cañones, pero ninguno de ellos funcionó; en efecto, había gastado toda su energía en ese último disparo, y en esos momentos se encontraba demasiado agotado para seguir peleando. No pudo evitar que el otro apuntara directo a su pecho.

—Habría esperado una eternidad por un placer como este. Adiós Optimus.

En un intento desesperado, el gorila se aferró al brazo de su rival, intentando bloquear la salida del arma y volver el disparo también en su contra, pero falló. Un momento después, Optimus primal caía, sin vida, de espalda sobre el reseco suelo de la superficie del planeta.

—La guerra de las bestias al fin concluye —dijo Megatron, hablando solo—. Y en este planeta existe una cantidad tan grande de energon, que es sólo cuestión de tiempo para que pueda construir mi reinado. Mi reino en el universo tendrá su centro en este cuerpo celeste.

Su voz se vio interrumpida por un sonido sordo, y una explosión que atravesó su pecho, desde la espalda.

—Es imposible, no queda nadie…no hay nadie que pueda oponerse a mí…

Pero ante su sorpresa, sí quedaba alguien. Un zombie que nadie había previsto, estaba ahí, detrás de él, y había atravesado su maltrecho cuerpo con uno de sus brazos, atrapando entre sus garras la spark del líder predacon. Herido de muerte, Megatron luchó por sobrevivir, pero en esa ocasión, sus intentos fueron inútiles; despojado de la spark, cayó de bruces, como un humeante cuerpo más sobre el desierto.

—Waspinator tiene un regalo…

La voz deformada de Waspinator se dejó oír con un eco monstruoso; afectado por la onda de energía, su resurgimiento después de haber sido destruido por Megatron lo llevó a u sólo objetivo: recuperar la vida que su líder le había arrebatado. Y el cuerpo de Waspinator, destrozado pero aún completo, sintió el calor de la spark, la acunó entre sus garras, y clavó en ella sus colmillos, preparado para absorber de la forma que fuese el elixir de vida.



Fin