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Por ti eternamente Capítulo 3: Única opción
Tan pronto como salió de la casa en donde había encontrado a Magdalena, un poderoso sentimiento de inseguridad se apoderó de Víctor. Parecía como si todo lo que pasara fuera una película, una fantasía en la que estaba atrapado sin poder hacer nada más que seguir participando, una situación excepcional en la que nada estaba bien, y donde parecía que todos podían estar observándolo. Con el bebé en sus brazos y muy bien envuelto en las cobijas, el hombre caminó varias cuadras en la dirección contraria por donde había llegado, sin poder sacarse de la cabeza las palabras de Magdalena, y la amenaza de la familia De la Torre como un ojo amenazante muy cerca de él.
Algunas cuadras después se subió a un taxi, pero descendió a cierta distancia de su casa, sin tener muy claro que hacer; a fin de cuentas tenía un bebé en sus manos, y la posibilidad de que alguien lo viera con él era incómoda y desagradable. Caminando a paso rápido entró en el pasaje y se metió a su cuarto, sorprendiéndose de no haber topado con nadie en el trayecto, pero cuando se encontró en lo que consideraba la seguridad de su privacidad, comenzó a sentirse más angustiado.
-Ésto no puede estar pasando...
Se sentó en la cama y dejó al bebé sobre las cobijas; seguía estando muy quieto, y aunque estaba despierto, no hacía mas que respirar y mirarlo, muy fijamente con esos impresionantes ojos castaños que había heredado de su madre, casi como si quisiera conocerlo, como si estuviera estudiando su cara y sus rasgos.
-Tengo que ir a buscar a Magdalena.
Que ella le hubiera dicho con tanta propiedad que confiaba en él para hacerse cargo de Ariel era un peso que comenzaba a sentir sobre los hombros, pero aún en esos momentos no procesaba todo lo que estaba pasando; Magdalena estaba muy enferma, pero seguramente había algo que se podía hacer, además, el peligro que ella temía de su familia no era directo si era él quien tenía al bebé, lo que les daría tiempo para conseguir ayuda. De primera, lo importante era llevarla a algún centro asistencial, para que se hicieran cargo de estabilizarla. Pero obviamente no podía hacerse cargo del bebé y de ella a la vez, eso lo sabía desde el principio.
-Voy a tener que salir...
Sabía que estaba muy nervioso, pero al menos tenía algo en su favor, y es que cuando más joven había trabajado de canguro, así que sabía todo lo necesario del cuidado de un bebé o un niño, desde los alimentos hasta como detectar determinadas reacciones, y en ese momento Ariel estaba totalmente tranquilo, lo que le daba un tiempo en su favor.
Aunque no estaba muy convencido, acomodó al bebé justo en medio de la cama, y armó a su alrededor con las cobijas una estructura que lo mantuviera quieto, ligeramente ladeado y con la cabeza en ángulo para mantenerlo estable y con las vías despejadas. Tomó algo de dinero de entre sus cosas, pero se detuvo y puso música ambiental en el minicomponente, a un volumen suficiente para no molestar al bebé, pero suficiente también para que cubriera los llantos si es que los había.
-Volveré pronto, pórtate bien.
El bebé lo miró fijamente, pero no pareció alterado por quedarse en la cama, seguramente porque con la enfermedad de la madre estaba acostumbrado a permanecer sobre el lecho. Encomendándose a si mismo a todos los santos, Victor salió a toda velocidad y se subió a un taxi y comenzó el viaje, sabiendo que se tardaría aproximadamente ocho minutos en llegar. Luego tendría que rogar no tardarse demasiado en sacar a Magdalena de ese sitio en donde estaba.
Mientras Víctor hacía esos planes, Magdalena yacía sola sobre la cama, respirando lenta y cansadamente. De pronto su celular anunció una llamada, y con algo de dificultad lo alcanzó; era un número desconocido, pero sabía de quien se trataba, y no contestaría.
-Víctor...
Sus murmuraciones apenas se escuchaban en sus propios oídos; apagó el celular, sabiendo que le había entregado su hijo a su padre en el momento preciso, porque los hombres de su padre ya la habían localizado. Que tan cerca estarían? Ya no importaba.
-Víctor - murmuró como hablando con él - te confío a Ariel para que cuides de él; solo puedo confiar en ti, y mi corazón de madre me dice que harás lo correcto. Adiós Víctor.
Cerró los ojos, y ya no sentía más preocupación; no podía estar equivocada, el hombre al que había conocido antes y que era el padre de Ariel no era ni por lejos perfecto, y claramente era joven como ella, pero algo en su interior le decía insistentemente que había tomado la decisión correcta, porque alguien que se estremece en un abrazo como el que le dió, alguien que puede sintonizar con lo realmente importante a pesar de todo lo demás, es realmente la persona indicada para criar a un niño.
La joven madre se quedó muy quieta, orgullosa de su hijo y tranquila con su decisión, y con los ojos cerrados esperó el momento, en que tuviera que dormir.
Víctor se bajó del taxi a un par de cuadras del sitio en donde estaba la casa donde poco antes encontrara a Magdalena, y mientras caminaba en esa dirección sacó del bolsillo el celular para llamarla; pero cambió de opinión, porque le pareció absurdo llamarla. Antes de girar en una esquina se le cayó el celular, y tuvo que detenerse a recogerlo, cuando escuchó unas voces del otro lado de la esquina.
-Y que se supone que vamos a hacer?
-Tenemos que llamar a Don Fernando, hay que decirle ahora mismo.
-Ese hombre se va a poner como una fiera cuando le digamos que encontramos a la señorita Magdalena muerta en esa casa.
Muerta? Víctor sintió que se le helaba la sangre.
-Es verdad, pero hay que decirle ya mismo, después veremos como reacciona.
Los dos hombres se alejaron, justo en la dirección en donde estaba la casa donde había encontrado a Magdalena; Víctor se puso de pie dificultuosamente, con las manos temblorosas, sin poder creer nada de lo que estaba sucediendo. Como podía estar muerta? Es cierto que estaba enferma, pero demostraba tanta fuerza al hablar de su hijo, y de como estuvo dispuesta a todo para ponerlo a salvo de...
-Oh por Dios...
Se tapó la boca con las manos para no dar un grito de espanto. Como no lo había entendido, como no se había dado cuenta de lo que en realidad estaba pasando.
-Dios mío...
Ni daba crédito a su ingenuidad. Magdalena le había mentido, o le había dicho algo que no era totalmente cierto al menos; estaba encargándole a su hijo, pero no era por su familia o la enfermedad, o al menos esos no eran el motivo principal. Cuando le encargó al bebé, ella sabía que su muerte estaba cerca, muchísimo más cerca de lo que se veía y de lo que ella misma dijera, porque la estaba viviendo, no era una exageración decir que no quería que su hijo presenciara la muerte.
Estaba estupefacto, no podía creer lo que estaba pasando, pero de pronto reaccionó y supo que tenía que salir de allí lo más pronto posible; giró en dirección contraria, y caminó a toda velocidad, tenía que salir de ahí, tenía que alejarse de ese sitio y no volver, y lo más importante de todo, tenía que volver a su cuarto, y tomar una decisión muy importante.
2
Víctor volvió en pocos minutos al cuarto, sin poder terminar de procesar nada de lo que estaba pasando; todo parecía una pesadilla, en la que estaba irremediablemente involucrado, pero ahora no tenía más opción que vivir, y decidir lo que iba a hacer.
-Que voy a hacer?
Se sentó en la cama junto al bebé, y se quedó mirándolo detenidamente. El pequeño estaba prácticamente en la misma posición de antes, y se encontró con su mirada penetrante buscando la suya.
-Tengo que hacer algo, no puedo seguir así...
Lo primero que asomó en su mente fué la idea más inmediata, llamar a la policía y advertirles de lo que había ocurrido, creyendo que seguramente ellos tomarían la mejor decisión. Pero un momento después reaccionó, y recordó lo que la propia Magdalena le había dicho; no solo eso, el recuerdo de las palabras de esos hombres hablando de su muerte, la realidad de su muerte, todo se conjugaba para hacerle entender poco a poco la realidad.
No podía llamar a la policía sin perder a Ariel en el intento, y nuevamente apareció en su mente la imagen de Magdalena pidiéndole que le asegurara que cuidaría a su hijo. Él mismo no sabía muy bien como es que no había salido corriendo, ni tampoco porqué es que seguía involucrado, sin huir como de seguro haría cualquiera en su lugar. Tomó al bebé en sus brazos y lo liberó de las cobijas que lo envolvían; llevaba un trajecito celeste de dos partes, y lentamente, con sumo cuidado, levantó la tela para ver la piel. Ahí estaba, un lunar rojo alargado, increíblemente similar al suyo, que delataba la verdad en las palabras de Magdalena.
-Cielo santo, no puedo creerlo...
Era su hijo tal como ella lo había dicho, y se sintió culpable por haber dudado de sus palabras, pero comprobar con esa prueba que el bebé realmente llevaba su sangre no facilitaba las cosas, al contrario, las hacía muchísimo más complicadas.
-Así que te llamas Ariel...
Sostuvo al pequeño frente a si, mientras él lo miraba nuevamente, con esos profundos ojos color castaña, como si estuviera analizándolo, o queriendo decirle algo.
-Te llamas Ariel...yo soy Víctor, soy...
Pero no pudo decirlo. Era una tontería porque en su mente ya lo tenía claro, pero igualmente no pudo exteriorizarlo, solo pudo quedarse mirando al bebé mientras éste parecía querer escudriñar su alma a través de los ojos.
Tenía que tomar una decisión que iba a definir su vida.
No podía simplemente aparecer con un bebé de la nada, por mucho que fuera su hijo; existía Servicios infantiles, y tan pronto como alguien descubriera al pequeño, los tendría a ellos y a la policía encima, pero tampoco tenía ningún plan, no había nada que se le ocurriera, y desde luego no tenía familia en ninguna parte como para recurrir a ese tipo de salida momentánea. Ya lo tenía decidido, conservaría al pequeño ahí durante la tarde, y luego decidiría con más calma que hacer, pero lo que tenía claro, al menos en su mente, es que no iba a entregar al niño a la primera.
-Magdalena tenía razón - murmuró lentamente - tú no deberias vivir en un entorno como el de su familia, y si se lo prometí, no puedo fallarle, además que tú eres...
Se quedó un momento sin palabras, la música ambiental aún se dejaba escuchar, pero él no podía oír nada, solo sabía que todo había cambiado del cielo a la tierra en menos de un día, y que todas esas sorpresas y cambios lo hacían sentir sacudido, con una sensación total de vacío en el estómago.
-No sé que es lo que va a pasar, ni tampoco sé si ésta es la decisión correcta, pero le hice una promesa a tu madre y haré lo posible por cumplirla.
Volvió a envolver al bebé en las cobijas, sintiendo el ritmo del corazón acelerado y la respiración entrecortada. A partir de ese momento no sabía lo que iba a pasar y sentía miedo de todo, pero algo en su interior pujaba por hacerlo cumplir la promesa que había hecho a una madre desesperada.
Por ti eternamente Capítulo 2: Todo o nada
Víctor estaba en la habitación vacía, enfrentando a Magdalena, aún sin poder creer nada de lo que estaba viendo ni escuchando.
-Estás diciendo que tu familia es la familia De la Torre?
-Supongo que entenderás porqué nunca lo había mencionado - repuso ella predicamento - desde siempre he huido de la huella de mi familia, pero cuando descubrí todo ésto las cosas se complicaron.
Víctor necesitaba sentarse, respirar, gritar, hacer cualquier cosa menos seguir allí, pero no podía, no podía moverse ni reaccionar, la sorpresa lo tenía fascinado, estúpidamente quieto frente a una mujer mortalmente enferma, sin poder hacer nada más.
-Cuando supe que estaba embarazada también supe que mi vida había cambiado para siempre, incluso antes de descubrir el cáncer; mi padre llegó a éste país de la mano de mi abuelo, y desde muy joven se involucró en distintos delitos, y con los contactos que tenía no le fué difícil formar el pequeño imperio que tiene ahora, con el que maneja los negocios, el movimiento de armas y tráfico en varias zonas de la Capital.
Él lo sabía de igual manera que cualquier persona medianamente informada, la familia De la Torre tenía contactos importantes, y se sabía que manejaban a Dealers y traficantes menores, pero de manera oficial solo era una familia de mucho dinero, que tenía inversiones en el exterior y en campos en el sur, lo que obviamente indicaba que además de lavado de dinero, había mucha manipulación de información. Y Magdalena era parte de esa familia.
-Dijiste que siempre tratabas de apartarte de tu familia, eso quiere decir que...
-Era inevitable que se enteraran de mi embarazo - replicó lentamente - pero aún así tenía la posibilidad de mantenerme al margen, pero saber que estaba enferma haría que quisieran quitarme al bebé, y eso no podía permitirlo.
Guardó silencio unos momentos, producto del cansancio que evidentemente le provocaba hablar; Víctor sentía el corazón oprimido.
-Y entonces que hiciste?
-Tuve que desaparecer - explicó ella - la única forma era desaparecer, aunque por fortuna tenía dinero en mi poder como para hacerlo. Al principio no sabía muy bien que hacer, pero fuí ingenua, porque creí que bastaba con dejar de frecuentar los sitios de siempre y no fué así.
-Entonces tu familia empezó a buscarte.
-Por eso me deshice de mi número, pero eso no era suficiente; gracias al dinero que tenía pude estar trasladándome de un sitio a otro, pero conforme pasaba el tiempo, la enfermedad avanzaba y todo se hacía mas complejo. Como comprenderás tuve que abandonar los tratamientos, porque de quedarme o estar pasando regularmente, haría demasiado fácil que me encontraran, y además la enfermedad estaba muy avanzada como para poder hacer algo al respecto.
Víctor trataba de plantearse la situación, pero aunque estaba viendo el estado en que estaba ella, le resultaba difícil imaginarla tratando de ocultarse de su propia familia, enferma y además embarazada.
-Magdalena...murmuró lentamente - dijiste que estabas tratando de sacar adelante tu embarazo, pero no me has dicho que sucedió después.
-Llegó un momento en que empecé a sentirme invalidada, todo lo que hacía me significaba un gran esfuerzo, los dolores eran frecuentes y a menudo intensos, y en uno de los esporádicos exámenes que me hice, la doctora me dijo que la situación era extrema, si quería salvar mi vida o al menos prolongarla, tenía que interrumpir el embarazo a como diera lugar.
Entonces eso explicaba en que había terminado todo; pero antes que pudiera decir algo más, Magdalena se le adelantó, hablando entre sola y con él, pero con mucha más determinación que antes.
-Te parecerá una locura, pero en ese momento, cuando me dijeron que debía detener el embarazo, fué la única vez que sentí auténtico miedo; ese fué el momento en que decidí que mi bebé iba a vivir, que viviría a costa de lo que fuera, y así fué.
Él no dijo nada, pero al escucharla comprendió lo equivocado que estaba al pensar que el bebé no había sobrevivido, y al dejar de pensar y comenzar a ver a su alrededor, descubrió que lo que inicialmente había creido solo eran algunas prendas de ropa apiladas, era mucho más.
-Oh, por Dios...
No pudo evitar la sorpresa; si no hubiera estado aún sujeto de la puerta, seguramente se habría caído de la impresión. Entre las impecables cobijas había un bebé, durmiendo o al menos reposando plácidamente, sin darse cuenta de nada de lo que ocurría a su alrededor.
-Ese...es tu bebé - murmuró sin dar crédito a lo que estaba viendo - es tu hijo...
Después se acercó torpemente, rompiendo al final la distancia que los separaba, y que parecía mucho más que algunos meses, parecía una vida completa, que los hubiera puesto por capricho en el mismo lugar. Sintiendo todavía el cuerpo lívido, Víctor se sentó en la cama junto a ella, e incluso ante su sorpresa, al verla de cerca, entre la apariencia enferma y la piel pálida, y tras las arrugas producidas por la delgadez y los dolores, seguía estando la misma mujer fuerte que él había conocido.
-Se llama Ariel - dijo ella con los ojos brillantes de orgullo - tiene cinco meses.
-Pero - dijo él en voz baja - porque me llamaste a mi en particular?
-Porque tú eres el padre de mi hijo.
A la sorpresa anterior se le sumó un nuevo golpe; estuvo a punto de decir "no puede ser" pero automáticamente su lado lógico le dijo que si, que mientras estuvieron saliendo, en alguna que otra ocasión no se habían cuidado, lo que hacía perfectamente posible que ese bebé fuera suyo. Y además, sacando una simple cuenta podía hacer calzar las fechas con espantosa facilidad. Pero aún en el estado en que estaba, Magdalena identificó con la rapidez del rayo la desconfianza en sus ojos.
-Magdalena...
-No esperaba que me creyeras - le replicó con entereza - pero para bien o para mal, es la verdad, e incluso hay una prueba de ello. Tiene el mismo lunar rojo en la cadera que tienes tú.
Inconscientemente se llevó la mano al costado. Cuando era niño, lo habían examinado por causa de ese lunar, y el resultado fué que era benigno, no representaba riesgo alguno, pero era hereditario, por lo que cualquier miembro de su familia podía también tenerlo.
-Magdalena, yo...
-No pensaba decírtelo desde el principio - lo interrumpió ella con fuerza - cuando estuvimos saliendo sé que no nos cuidamos en varias ocasiones, así que simplemente estaba asumiendo mi responsabilidad en el asunto; pero la enfermedad hizo que volviera a pensar muchas cosas, y entre ello, en lo que podía pasarme a mí, pero mucho más importante que eso, lo que pudiera pasarle a mi hijo.
Se detuvo unos momentos, claramente estaba haciendo un gran esfuerzo, pero no estaba dispuesta a detenerse, no todavía.
-Si el embarazo no estaba en mis planes, el cáncer estaba totalmente fuera de control; pero lo hice, y bastante bien creo, pero en el último tiempo entendí que mi tiempo había llegado. Estoy muriendo Víctor, y por eso tuve que llamarte, porque no tengo nadie más a quien recurrir.
A pesar de sentirse abrumado por todo lo que estaba oyendo y prescenciando, al ver la mirada en los ojos de Magdalena, Víctor sintió como por un momento se olvidaba de todo, y como asomaba en su ser un nuevo estremecimiento, que no era más que admiración por una mujer indefensa y sola, que en vez de preocuparse por sí misma, estaba luchando como una leona por proteger a su hijo. Entonces rompió definitivamente la distancia que los separaba, y con el máximo de cuidado la tomó en sus brazos y la abrazó, tiernamente, acunando su cuerpo cansado, sintiendo como su propio corazón azotaba su pecho, invadiéndolo tanto de temor como de angustia, haciendolo temblar con la respiración entrecortada.
-Debiste habérmelo dicho - murmuró conmocionado - yo nunca imaginé que podías estar pasando por algo así. Tal vez no sea el tipo más comprometido del mundo, pero algo habríamos hecho, no debiste pasar por todo ésto, no debiste hacerlo tú sola.
-Ahora eso ya no importa.
-Claro que importa. Tú no te lo mereces.
-No estamos para esas declaraciones - replicó ella lentamente - perdóname Víctor, no quería involucrarte en ésto.
Ambos guardaron silencio durante unos instantes, aún abrazados, quietos en medio de esa habitación vacía en un lugar olvidado, abrazados como jamás antes lo habían hecho, con todos los sentimientos a flor de piel, entregados a sus temores y angustias más profundas, que por una fatal coincidencia del destino los volvía a unir en las peores circunstancias posibles. Ella se soltó de él y quedó sentada en la cama, mirándolo fijamente.
-Te llamé porque eres la única persona que queda Víctor, eres el único en quien puedo confiar, y eres su padre. Debo pedirte que te lleves a Ariel.
Eso fué un golpe aún peor que todos los que había sentido antes.
-Que? Pero porque, que quieres decir?
-No puedo negar la realidad, y ahora estoy en un punto en que no puedo seguir; estoy muriendo, y sé que ya no hay nada que pueda hacer. Últimamente había luchado por mantenerme a flote, por darle todo lo que necesitaba y su alimento, pero estoy conciente de que ya no puedo más. No me quedan más fuerzas.
Hizo una nueva pausa, pero en sus ojos seguía estando el mismo fuego, la misma decisión que la había llevado a contactarlo.
-En éstas condiciones ya no puedo hacerme cargo de él; durante éste tiempo he estado cambiando de sitio para que mi familia no me encuentre, pero últimamente ya no tengo energías para desplazarme; es solo cuestión de tiempo para que mi familia o los hombres de mi padre me encuentren, y cuando lo hagan, se quedarán con Ariel.
Ahora lo entendía todo; de alguna manera en ese momento comprendía, en ese instante supo porqué había contestado la llamada, y porqué estaba ahí.
-No puedo permitir que mi hijo crezca en el mismo mundo en que crecí yo, en medio de la delincuencia, rodeado siempre de peligro, mostrando una imagen que no es, viviendo una vida falsa mientras que alrededor sabes que puede pasar lo peor en cualquier momento. No puedo permitirlo, pero ésta vez la enfermedad me supera, por eso es que te ruego que te hagas cargo de él.
Víctor tomó en sus manos el bultito que era el bebé. Dentro de las suaves cobijas el pequeño se veía completamente relajado, durmiendo con los ojos semicerrados, abstraído de todo lo que estaba pasando a su alrededor.
-Tiene tus ojos.
-Y tiene tus labios.
-Se ve tan tranquilo - siguió mirándolo con ojos vidriosos - se llama Ariel, verdad?
-Si, ese era el nombre de mi bisabuelo. El fué un hombre de mucho esfuerzo, siempre luchó por lograr todo con una vida honrada, y fué el último miembro de mi familia en lograrlo.
-Es decir que lo llamaste así para darle una buena estrella.
-Si, y creo que la tiene, porque a pesar de todo es sano y fuerte, y además tiene un gran carácter.
El bultito casi no pesaba en sus manos, pero su significado se hacía enorme en sus hombros.
-Magdalena, yo no sé si voy a poder hacerlo...
-Víctor...
-Todo ésto es tan repentino, y yo solo soy un hombre, no sé si podré cuidar de otra persona, mucho menos de un niño...
-Puedes sentir el latido de su corazón?
Obligándose a callar, el hombre se quedó con el bebé muy cerca de su cuerpo, y sintió como el estómago le daba un vuelo al notar el vigoroso latido del corazón contra su pecho.
-Si, lo siento.
-Entonces no necesito nada más.
-Que quieres decir?
-Ser padre no es algo que vaya en la sangre - murmuró ella lentamente - es algo que se siente, y cuando necesites encontrar el camino, sentir el latido de su corazón te guiará.
Víctor volvió a mirarla a los ojos; era una extraña mezcla, la esencia de la mujer que había conocido, junto a la fuerza y la decisión de una madre. Pero en ella había algún tipo de paz, una tranquilidad que no se escuchara antes por teléfono, ni tampoco en los minutos que habían hablado.
-Tienes que irte.
-No, no puedo - exclamó él - no puedo simplemente irme, tengo que llevarte conmigo.
-No seas iluso, no te sería de ninguna ayuda - replicó ella con determinación - además, no quiero que mi hijo vea muerte, ni siquiera la mía. Estaré lista para lo que suceda, solo necesito saber si puedo confiar en ti, si te harás cargo de Ariel.
Víctor sentía que la sangre se le congelaba; no podía pensar con claridad, no podía hacerse la idea de lo que ella estaba insinuando, ni tampoco reaccionar de ninguna manera. Pero ahí, en ese lugar tan frío y seco, no pudo responder de otra manera.
-Lo haré. Me haré cargo de Ariel, te lo prometo.
Ella sólo asintió, y se quedó muy quieta, mirando con nostalgia a su hijo; parecía dormitar, seguramente por el esfuerzo que había hecho. Víctor se acercó a ella con nerviosismo, temiendo lo peor, pero ella seguía ahí, solo descansando, solo con una media sonrisa al saber que dejaba a su hijo con quien esperaba fuera la persona indicada. Él se puso de pie con dificultad, pero volvió a sentarse junto a ella, susurrando muy bajito para no incomodarla.
-Dejaré a Ariel en un lugar seguro, y volveré a buscarte, para que alguien te atienda. Espérame Magdalena.
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