Maldita secundaria Capítulo 10: Toda la verdad



Martes 16 Octubre
Sala de juegos Milenio

Dani entró a la Sala de juegos y se encontró con Hernán al fondo; juntos entraron en un reservado para juegos de estrategias.

—No sabía que jugabas.
—Cuando era más chico jugaba bastante, ahora me aburre. Pero no es para jugar.
—No te preocupes, de todas maneras me van mucho más los de disparos.

Quedaron un momento en silencio, pero Dani optó por romper el silencio con una sonrisa espléndida.

— ¿Y bien? ¿Cómo empezamos?
— ¿Qué es lo que quieres saber?
—Por qué es que tienes todas esas heridas.

Hernán se debatía entre decirle la verdad y continuar en silencio, pero había algo inexplicable en su interior que le decía que las cosas no eran tan sencillas.

—Te lo diré si me dices por qué es que estás haciendo ésto. No te creo que sea por amistad.
— ¿Y por qué no? No hay ninguna razón para que yo no quiera ser tu amigo.
—No tengo amigos.
—Lo noté, pero por alguna razón siento que todo está relacionado.

Guardó silencio, pero ya era tarde y sabía que había hablado más de la cuenta.

—Es por lo de los espíritus.
—Hernán...
— ¿Qué, tuviste una revelación o algo así?
—No te pongas a la defensiva.
—Entonces no te hagas el buen samaritano conmigo, no seas deshonesto.
—No estoy siendo deshonesto, esto no solo se trata de una cosa, todo tiene que ver. Mira, hay algo que necesito saber, pero si estoy hablando contigo es también porque me interesas, no comprendo porque te resulta tan difícil creerme.

Hernán frunció el ceño.

—No tengo la costumbre de creer en las buenas intenciones de las personas.
— ¿Y por eso es que te metes en peleas callejeras?

El rapado lo miró sorprendido por lo que acababa de escuchar. Dani se arriesgó a continuar.

—Cuando te vi con esos golpes me acordé de cuando llegaste con una mano herida, y no me parecería extraño que hubieras tenido alguna pelea, considerando que de nosotros eres por lejos el más fuerte y jamás le haces el quite a un enfrentamiento.
—Cállate.
—Pero algo no concuerda, y me refiero a que me parece improbable que alguien como tú sea golpeado tanto, así que creo que hay algo que falta, algo que no quieres decir.
— ¡Que te calles!

Hernán golpeó la muralla para hacerlo callar. El joven de la silla se sintió auténticamente asustado, aunque más que por su seguridad, porque hubiera cometido un gran error.

—Dime cómo es que sabes esas cosas.
—No las sé —respondió lentamente— solo he mirado con atención, y como te dije, me preocupas.

Por primera vez desde que lo conocía, Dani vio a Hernán un poco más real, un paso más allá de lo que se veía de él a simple vista.

—Todas las heridas no son por lo mismo, en eso tienes razón; en lo de las peleas también. Pelear me sirve para descargar la rabia que tengo.

Dani se quedó un momento sin aire.

—No... me estás diciendo que...
—Cuando peleo puede ser que me golpeen, pero no así.
—Pero no siempre respondes los golpes.

El rapado se sentó frente a él.

—No. No cuando es mi padrastro el que golpea.

La conversación había llegado demasiado lejos, pero aunque estaba sintiendo  escalofríos por lo que estaba oyendo, también supo que eso no era todo, y se enfrentó a la negativa de preguntar, que al final tuvo que vencer cuando apareció otra pregunta en su mente.

—Tú repetiste el tercer año, tienes edad para hacer un curso de dos años en uno, pero volviste a hacer tercero como los demás. ¿Por qué?
—Él me obliga.
—Y tu mamá no hace nada, por los golpes y...

Se quedó sin palabras; estaba comenzando a comprender. Hernán se resignó a continuar.

—Cuando mi padre murió hace tres años, dejó dicho en el testamento que el dinero estaría bajo el control de ella o algún tutor que designara, y entre varias  condiciones, una es que  tengo que terminar la secundaria  por el conducto regular, no en una nocturna o algo así. El tipo que se casó con mi madre la quiere, o está lo suficientemente interesado en el dinero como para tratarla bien y cuidarla, pero no puede disponer totalmente del dinero mientras  yo esté en el camino, y estaré en el camino mientras no termine la secundaria. Cuando la termine seré mayor de edad, ya no seré carga y ellos podrán vivir tranquilos.

El padrastro de Hernán lo golpeaba por no poder deshacerse de él; pero eso aún no explicaba porque ella  no hacía nada al respecto.

— ¿Que enfermedad tiene?
—Algo al corazón. Está con tratamientos, no le pasará nada, pero cualquier disgusto o emoción fuerte sería demasiado. No puedo matarla.

Dani hizo lo posible por recuperarse de la sorpresa; esos  eran los demonios de Hernán, esa era una de las siete razones de Matías.

—Oh, Hernán, no sabes cuánto lo...
—Oye, para —lo apuntó con un dedo— no me compadezcas, no soporto que me tengan lástima, sabes de lo que estoy hablando.
—Tienes razón, lo lamento. ¿Y qué vas a hacer cuando salgas  de la secundaria?
—Irme. Es la única solución; además siempre he sido conflictivo, ella estará más tranquila mientras más lejos me tenga y le diré algo clásico, que quiero ser independiente. ¿Estás contento?

Dani lo miró con auténtico cariño.

—No. No estoy contento, pero te agradezco que hayas tenido confianza en mí. Y no sé si estés interesado, pero más allá de los espíritus y todo por lo que estamos pasando, yo de verdad quiero ser tu amigo.

El otro no respondió a eso.

— ¿Y qué es lo tuyo?
—Estuviste ahí, sabes cuales son mis miedos y traumas. Hernán, solo una cosa más: aunque no te pueda ayudar, quiero que sepas que estoy aquí para ti.

Más tarde, Dani se reunió con Carolina en el café Misol. Era un lugar pequeño y bonito, y expedía un agradable olor a galletas caseras.

—Me preocupé cuando me llamaste Dani. Los demás deben estar retrasados.
—No lo están —respondió Dani con una sonrisa espléndida— ésta vez solo somos tú y yo.

Carolina se sentó frente a él y lo miró lentamente. Sonrió como excusa.

— ¿Por qué me citaste aquí?

Dani estaba resuelto a resolver todo lo más pronto posible; Hernán había sido el paso más difícil y lo sabía, pero por otro lado era claro que él no iba a hablar de la charla con los demás. Desde Carolina sería más complicado.

—Hay algo que me preocupa de ti, por eso es que te cité, porque necesito saber qué pasa.

Por un segundo vio como ella se sonrojaba ligeramente, pero se recompuso.

—No te entiendo.
—Es eso —respondió con naturalidad— me preocupas, quiero ayudarte si puedo, y si no, al menos quiero escucharte y darte mi apoyo. Es lo menos que puedo hacer después de lo que tú hiciste por mí.

Se miraron fijo unos momentos.

—Pero Dani, yo no hice....
—Ni digas que no, yo sé que sí. Gracias a ti estoy bien, porque tú hiciste lo mejor para evitar que me hicieran daño. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de ti.

Eso fue más que suficiente; claramente Carolina necesitaba hablar.

—Las últimas épocas han sido duras.
—Debes sentirte muy presionada.
—A veces quiero llegar a casa, sentarme con mamá y abrazarla, y decirle lo nerviosa que estoy, o al menos mentirle y decirle que los estudios están muy pesados, pero no puedo.

"No puedo" no concordaba con la idea de mentirle.

— ¿Y por qué no puedes?
—Se trata de mi hermana menor. Tiene ocho años, y está en tratamiento por un grave accidente que tuvo hace tiempo. Falta muy poco para que termine, y va a curarse, pero mientras tanto, ella requiere toda la atención de los dos.
—Lo que te deja a ti sola.

Carolina lo miró de un modo extraño.

—Sí. Mi hermana está avanzando rápidamente en el tratamiento, y casi recuperó todo el movimiento de su cuerpo; se supone que en tres o cuatro meses ya estará bien del todo. Habitualmente no me afecta lo que pasa, además que amo a mi hermana, es solo que...

Dani terminó la frase por ella.

—Es que ésta vez te sientes superada, y quisieras ser tú la prioridad.
—Sí. Honestamente eso es lo que siento, pero se hace más complicado sentir esas cosas cuando amas a tu familia y sabes cuales son las prioridades.

Dani asintió; en su caso no tenía hermanos, pero entendía perfectamente el concepto.

— ¿Sabes lo que creo? Que no deberías sentirte culpable.
— ¿Por qué piensas eso?
—Porque lo que estás pasando es parte de la vida; a veces simplemente las cosas no son como queremos, pero por otra parte, eso te puede servir para apoyarte en personas que te rodean.

Carolina respiró profundamente.

—Todo ésto es un poco sorprendente, pero te lo agradezco mucho, no había podido hablar con nadie sobre ésta situación.
— ¿Pero por qué no? Lorena es tu amiga.

Carolina sonrió.

—No es un tema del que pueda hablar con ella; pero eso es algo que tienes que saber por ti mismo, no me corresponde a mí hablarlo. Es verdad que somos amigas, pero por eso mismo es que estoy cuidando nuestra amistad, sobretodo en momentos como éste.

Lo había descubierto; Carolina sabía que no estaba conversando con ella porque si, pero había decidido seguirle el juego.

—Carolina, quiero que sepas que estoy aquí si necesitas conversar de cualquier cosa.
—Lo sé, y te lo agradezco Dani, sé que lo dices sinceramente; yo también te quiero ofrecer mi apoyo en lo que necesites.

Se miraron fijo durante unos segundos; Dani decidió dejar las cosas así, y sintió que podía confiar en Carolina mucho más de lo que había pensado en un principio. En ese momento su teléfono anunció una llamada.

—Es Lorena.
—Qué extraño.

Poco después Dani se reunió con Lorena a poca distancia de donde había estado conversando con Carolina. La joven se veía notablemente alterada.

—Me preocupé por tu llamada Lorena, ¿ocurrió algo?

La joven lo miró fijamente.

—He estado pensando es ésto desde antes que tuvieras el accidente, pero por todas las cosas que pasaron tuve que posponerlo.
—Y eso tiene que ver con los espíritus.

Lorena estaba nerviosa; algo le decía que había llegado el momento de dejar atrás todos sus miedos e inseguridades, y enfrentar derechamente todo lo que estaba pasando.

—Si, tiene que ver con los espíritus. Dani, necesito que prestes mucha atención a lo que voy a decirte.
—Te escucho.

Lorena tomó aire, preparándose para hablar de algo que a todas luces le resultaba complejo enfrentar.

—Cuando tenía seis años, mi hermano menor...
—Tenía entendido que eres hija única.
—No siempre fue así.

Dani contuvo la respiración. De alguna manera, Lorena ya sabía que esa conversación iba  a tener lugar, y la llamada que recibió de ella cuando estaba con Carolina no había sido casual.

—Mi hermano menor murió, una noche tuvo una obstrucción y nada se pudo hacer.
—Lo lamento, no quise ser imprudente.
—Está bien, no tenías por qué saberlo. De cualquier manera no te llamé para hablar de eso, sino de algo que pasó esa noche. De pronto, simplemente desperté muy asustada, porque había tenido un sueño, en donde mi hermanito tenía un accidente; mientras lograba contener las lágrimas, escuché a mi madre llorar a dos cuartos de distancia, y a mi padre gritar. Después supe que en ese momento trataban de reanimar a mi hermano, y de apurar a los servicios de urgencia. Lo que quiero decir es que, a pesar de que era pequeña, tuve un sueño que predijo lo que iba a pasar, y eso nunca más abandonó mi mente.
—Y entonces...
—Entonces cuando crecí, decidí investigar los fenómenos de la mente, no es porque sí que sé algunas cosas del comportamiento de la gente o de las energías.

Las cosas comenzaban a tener un nuevo sentido. El joven respiró profundamente.

—Tú sabías que yo había llamado a Carolina.
—Lo supuse después de las cosas que dijiste cuando te recuperaste; te sorprenderías de las cosas que uno aprende de la vida estudiando lo que no se ve, como la energía o lo que pasa entre sueños. Y por eso es que supe que tenía que hablar contigo.
—No sé cómo agradecerte por la confianza que estás teniendo conmigo —dijo olvidándose por un momento de todo lo demás— es muy importante, de verdad.
—Lo sé Dani; pero la verdad es que hay algo más, lo más importante de todo lo que tengo que decirte.
—Puedes decírmelo.
—Dani, de alguna forma siento que estamos acercándonos a algo; las cosas que han pasado no son porque si, tiene que haber algún motivo, y lo que creo es que estamos acercándonos a un momento decisivo.

Dani no estaba seguro de querer escuchar la respuesta, pero ya no podía echar pie atrás.

— ¿Crees que nos estamos acercando al momento en que todo va a resolverse?
—No. La sensación que tengo es que está a punto de pasar algo importante; las cosas no pasan porque si, todo lo que hemos vivido nos está llevando a una parte, a un sitio en donde tal vez todo va a cambiar, o donde tendremos que tomar alguna decisión. Lo importante aquí es que necesito tu ayuda.

Dani la miró lentamente, a todas luces sus presentimientos iban mucho más allá de lo que quería decir, pero sabía que si se guardaba algo, debía tener un motivo importante. Y él también estaba guardando información.

—Sabes que puedes contar conmigo, así que si hay algo que pueda hacer, solo dilo.
—Está bien. Dani, si en algún momento descubro algo, de la manera que sea, aunque no tenga sentido, por favor ayúdame, haz que sigamos el curso que tenemos que seguir.

El joven asintió enérgicamente.

—Cuentas con todo mi apoyo; te prometo que si en cualquier momento pasa algo, estaré ahí para ayudarte, y sin cuestionamientos.



Próximo capítulo: Elige para sobrevivir

Maldita secundaria Capítulo 9: El fin del secreto



Lunes 15 de Octubre
Jardín de casa de Dani

Adriano del Real estaba en el jardín de la casa junto a los seis. Hacía más de veinte minutos que le habían entregado la silla de ruedas a los padres de Dani, pero ellos les habían pedido privacidad para entregársela.

—No aguanto estos nervios —dijo Soledad— casi llevamos media hora aquí afuera y no se escucha ni un ruido.

Adriano también comenzaba a preocuparse.

—Hay que tener paciencia, todo ha sido muy fuerte para ellos.
—Es una suerte que hayan podido conseguir la silla —comentó Carolina— usted si tenía contactos que lo ayudaron.
—Eso es cierto, pero yo solo hice el contacto inicial, fue su director quien convenció al empresario de donar la silla y los implementos.

Hernán se llevó las manos a la nuca.

—De pronto ésto no está resultando.
—No empieces...
—Para cómo nos ha ido últimamente sería lo más lógico.
—Precisamente por eso es que le conseguimos la silla —replicó Fernando— es tan sencillo como que la use.
—No es tan sencillo por lo visto, o no llevarían todo éste tiempo ahí.

Leticia revoleó los ojos.

—No empiecen con sus discusiones, ahora no.

Del real intervino calmando los ánimos.

—Muchachos, no hay que angustiarse, es natural que después de lo que ha pasado, sea difícil para él recuperarse; dejemos que las cosas sigan su curso, por ahora solo podemos esperar.

Se hizo el silencio en el grupo, con todos ansiosos de ver los resultados de lo que habían hecho con tanta esperanza. Pasaron algunos minutos de tensa espera, hasta que la puerta se abrió sorpresivamente y una figura apareció en el umbral.

— ¡Dani!

Sonriente, el joven se dejó ver sentado sobre una silla cromada y reluciente; ajustándose los guantes se impulsó al amplio jardín, y unos metros después se detuvo, accionando una palanca escondida en la silla, que hizo que las ruedas dejaran de moverse. Acto seguido desenganchó, y valiéndose de sus fuertes brazos giró para quedar enfrentándolos a todos.

— ¡Miren ésto, estoy vivo de nuevo!

Eufórico, Dani volvió a moverse, y con movimientos de precisión circense, retrocedió, avanzó y se impulsó para hacer giros en dos ruedas.

— ¡Que les parece ésto! ¡Soy un acróbata, soy un acróbata!

Todos lo miraban atónitos, pero aún tenía una sorpresa más, e hizo equilibrio en una rueda, con más facilidad que otra persona se pararía en un pie. Se detuvo, y Soledad estalló en lágrimas, abrazándolo superada por la emoción.

—Dani, estoy tan contenta de ver que ahora estés bien. Creí que nunca te iba a volver a ver como siempre.
—Qué bueno que estás bien —dijo Lorena— estábamos preocupados.
—Te echábamos de menos —comentó Carolina visiblemente emocionada— que alegría.
—Te ves genial —dijo Fernando sonriendo— que bueno.
—Y la silla te hace ver estupendo —Leticia le hizo un gesto positivo— volviste con todo.

Dani estaba radiante, y miró a todos uno a uno con cariño.

—Muchas gracias. A todos, a usted también Señor del Real.
—No tienes nada que agradecer, eres muy importante para ellos, para todos.

El joven sonrió.

—De todos modos se lo agradezco a todos; pero díganme, ¿de dónde sacaron estás ruedas?
—Fue obra del señor Del real y del director San Luis.
—Pero fue idea de ustedes —repuso Adriano— ustedes presionaron para conseguirlo.

Dani estaba casi fuera de si de alegría por volver a sentirse completo, pero además le alegraba ver como los demás estaban comenzando a entender. En eso aparecieron en el umbral los padres de Dani. Ambos se veían cansados, pero alegres.

—No tengo palabras para agradecer lo que hicieron.
—No tiene nada que agradecer —replicó Del real— su hijo lo merece.

La madre de Dani tenía muchas preguntas, sobre por qué ese desconocido estaba tan íntimamente involucrado en todo eso y varias otras cosas, pero se había comprometido a esperar, y además por el momento la felicidad que veía en su hijo era más importante que todo.

—Muchachos, yo...
—Ni lo mencione —la interrumpió Fernando sonriendo— todo está bien.
—Eso suena como que hay algo de lo que todavía no me he enterado —dijo Dani— pero después lo veremos con más calma, ahora lo importante es que estoy bien de nuevo; escuchen —continuó mucho más serio — el accidente fue totalmente inesperado para mí, y supongo que por eso me afectó tanto. Estaba, pero a la vez no estaba, era como estar encerrado.
—No es necesario que des explicaciones — dijo Leticia.

Pero él negó con la cabeza.

—No son explicaciones, lo digo porque siento que es importante que ustedes lo sepan, porque son los que estuvieron más involucrados y no me abandonaron.

Percibió la mirada de alerta en Carolina, pero sabía muy bien de qué hablar y de que no.

—Tienen que saberlo. Tienen que saber que estaba asustado, y quedé encerrado en mí mismo, así que era algo que estaba fuera de mi control. Pero me trajeron estás ruedas maravillosas, y con eso me ayudaron a volver a ser el de siempre, ésto —señaló la silla— fue el puente que me trajo de vuelta.

Ni dijo más, pero percibió como los demás iban entendiendo poco a poco el mensaje.

—Ahora les voy a pedir algo: necesito descansar, estoy agotado y quiero que mis papis me cuiden, mañana vuelvo a clases.
—Tienes razón —dijo Adriano— por ahora terminamos.
—Si, nos vemos mañana donde siempre.
—Exacto Lorena. Otra vez gracias a todos, y mañana lleguen temprano porque tenemos mucho de que conversar.

Martes 16 de Octubre
Calle Orlando Vidal

Dani le había pedido a su padre que lo dejara en una calle cercana a la plaza Las flores  y logró convencerlo diciéndole que quería practicar un poco más con la silla. La sorpresa se la llevó unos minutos después cuando, a una cuadra de la plaza  vio a Hernán caminando lentamente.

—Hola.
—Hola.

Hernán no lo tomó en cuenta, pero tampoco apuró el paso.

—Oye, gracias por el apoyo.
—De nada.

Dani se detuvo, haciendo que el otro se detuviera también.

—Creo que deberías hacer algo con eso antes que alguien más lo vea.

Señaló su costado, donde una huella de sangre estaba traspasando la camisa.

—Demonios.
—Déjame ayudarte.
—Puedo hacerlo solo.

Dani no se inmutó.

—Probablemente  pero no antes que alguien te vea.

Hernán dudó un momento, pero se dio por vencido y se sentó en una cerca muy baja y sacó de la mochila unas vendas. Al quitarse la camisa Dani vio con espanto  que el golpe que sangraba era una especie de moretón, pero no era el único, había muchos otros golpes de distinto tipo y antigüedad.

—Cielos Hernán, ¿qué es lo que...?
—No hagas preguntas —le contestó el otro secamente— no es tu asunto.
—Claro que sí, me preocupa verte así.

Hernán se envolvió la herida con gasas y rodeó el costado con la venda; Dani se acercó para ajustarla.

—Más apretado, no quiero que se caiga en clase.
—Está bien. Pero dime que ocurrió por favor.
—No es asunto tuyo, ya te lo dije, además esto nunca ha...

Se cortó, pero Dani alcanzó a entender lo que no quería decir.

— ¿Estás diciendo que no es primera vez que estás así?  Ya lo suponía, mira esas marcas.
—Deja de hacer preguntas, ya te dije que no es tu asunto.

Dani apretó la venda más de la cuenta y lo dejó un momento sin aire, pero inmediatamente lo soltó. El rapado lo miró con el ceño fruncido.

—Eso era innecesario.
—Entonces dime que pasa, estoy preocupado por ti. Y no me digas que no es mi asunto porque si lo es, igual que fue tu asunto estar pendiente de mi cuando tuve el accidente.
— ¿Por qué tienes que salir con esas cosas?
—Porque es la verdad. Y no te voy a dejar en paz, no hasta que confíes en mí aunque sea un poco; tú me salvaste Hernán, evitaste que el accidente fuera mucho más grave, no puedo creer que solo haya violencia y soledad en ti.

Hernán sacó de la mochila una camisa limpia y se vistió; durante un instante le dedicó una mirada enigmática.

—No vas a dejarlo.
—No.

Se miraron fijo unos segundos. Dani sabía lo que tenía que hacer.

—Te lo diré si me juras que no se lo dirás a nadie.
—Te lo juro.
—A nadie Dani. Ni a tu madre.

El otro sonrió.

—Extrañamente me está resultando muy sencillo mentir últimamente. Te lo juro,  de mi boca no saldrá una palabra.
—Te creo. Después de clase, estaré en la cuadra donde está la sala de juegos Milenio.

No dijo nada más y siguió hacia la plaza. Mientras Dani llegaba aparecieron los demás.

— ¿Ahora llegan juntos?
—Si, secuestré a Hernán ayer, acabo de liberarlo.

Todos se miraron unos segundos, y rieron nerviosamente; Hernán sacó una revista.

—Volviendo a lo nuestro —dijo Leticia con una falsa sonrisa— creo que tenemos que hablar de muchas cosas.

Dani sonrió espléndidamente.

—Lo lamento mucho pero Soledad  ya me puso al tanto de todo lo que pasó en mi ausencia.
—Tanto mejor —comentó Fernando— porque estoy muerto de sueño y quiero ir al punto. Lorena, es tu turno.

La aludida miró a todos uno por uno. Ya había preparado lo que iba a decir, pero igualmente se sintió un poco sofocada.

—Creo que descubrí algo muy importante; dentro de todo lo que hemos estado pasando, hace poco, y a propósito de lo que ocurrió en la calle, nos dimos cuenta de que no habíamos estado comprometidos realmente con ésta misión, y eso hizo que el poder de los enajenados se desatara por completo; pero hay algo más, y creo que es parte vital de la solución del conflicto: tenemos que ayudar  a Matías a que encuentre la paz, a que deje de tener miedo y se libere, pero para eso, primero tenemos que salvarnos nosotros mismos.

Dani había llegado también a conclusiones similares.

—Creo que tienes razón, pero ese es un asunto bastante personal; todos tenemos nuestros demonios, y necesitamos enfrentarlos para poder darle al espíritu de Matías la paz que necesita.

Miró a todos, y vio en sus ojos como esas palabras habían llegado a ellos. Pero él mismo sabía también algo más, y para que funcionara, aún debía callar.




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Maldita secundaria Capítulo 8: Intentos inútiles



Viernes 12 Octubre
Alrededores de la secundaria.

Los seis se reunieron a poca distancia de la Secundaria. Después de la nefasta experiencia del día anterior, los ánimos de todos estaban bastante decaídos, de modo que por insistencia de Soledad no se reunieron en la plaza Las flores, y evitaron el sector donde había tenido lugar el ataque a Dani.

—Nos espera un día muy largo.
—Mejor dicho —comentó Leticia— hay que ver qué diablos es lo que pasa hoy, ayer ya fue extraño sentirse en medio de la casa de los espíritus.

Lorena suspiró. Tenía algunas cosas en mente, pero no era el momento de hablar.

—Hay que prestar atención, ahora mismo podría pasar cualquier cosa.
—Estuve pensando en algo —comentó Soledad— creo que tendríamos que hacer algo por Dani.

Fernando se rió sarcásticamente.

—Perdóname pero su madre casi nos echó a patadas de la urgencia, no veo cómo podríamos ayudar.
—No se trata tanto de ir a ofrecer ayuda como de hacer algo. Soy amiga de él y aunque no debería estar hablando de esas cosas, sé que sus padres no tienen los recursos para comprarle una silla rápidamente. Esas cosas son caras.

Hernán la miró lentamente, y habló despacio, tratando de no sonar agresivo.

—Si estás tratando de decir que podemos comprarle una silla, es imposible, jamás tendríamos el dinero.
—Nosotros no, pero el señor Del real y el director tal vez sí.

Todos se quedaron mirándola asombrados. Leticia silbó alegremente.

—Soledad, me sorprendes, esperaba ese tipo de actitud de alguien como yo, no de ti. ¿Y cuándo propones ir a chantajearlos?
—No estoy proponiendo chantajear a nadie Leticia, además tampoco tenemos nada con que hacerlo por si es eso en lo que estás pensando. Lo que se me ocurre es hablar con el director y decirle la situación, a ver cómo nos ayuda.
—Considerando como estuvieron los ánimos ayer —replicó Leticia— no creo que nos vaya muy bien, pero siempre podemos intentar.

Se apuraron y entraron en la secundaria, y fueron inmediatamente al tercer piso del primer edificio, hacia donde había sido trasladada la oficina del director luego del supuesto incendio de la jornada pasada un piso más abajo. San Luis los recibió tan pronto llamaron; se veía demacrado y cansado, pero claramente estaba haciendo un esfuerzo por hablar con ellos.

—Buenos días.

Los seis saludaron. Carolina pensó que era una mala idea, pero Fernando decidió tomar la palabra.

—Director, estamos preocupados por Dani después de lo que pasó ayer.
—Está en su casa —replicó de modo cortante— y bajo el cuidado de sus padres.
—Lo sabemos —intervino Soledad— lo que nos preocupa es que Dani se quedó sin silla.
—No voy a expulsarlo si eso es lo que les preocupa. Faltan minutos para que empiecen las clases, vayan a sus salas.

Con eso estaba dando por terminada la reunión, pero Hernán no estaba dispuesto a quedarse así nada más.

— ¿Oiga que le pasa?
—Cállate Hernán.
—No me hagas callar Fernando. Director, usted también es parte de todo ésto, no puede ser que no le importe.

El director se puso de pie, pero Hernán no se intimidó.

—Vayan a su sala.
—No, usted no se va a hacer el desentendido. Estamos en problemas, Dani está en problemas y necesita una silla nueva, necesita que alguien lo ayude.

Se hizo un tenso silencio en la oficina. Leticia pensó que por lo menos se iban a ganar un castigo, pero para su sorpresa, la expresión de San Luis se suavizó y habló con un tono de voz mucho más calmo.

—Según lo que sé, está recuperándose. Sus padres tienen algunas dificultades económicas, seguramente no podrán comprarle una silla.

Soledad se había dado cuenta de que la actitud de San Luis era extraña, pero parecía estar volviendo a su centro.

—Tenemos que ayudarlo Director.
—Sí, hay que ayudar a ese muchacho. Vayan a clase, los tendré informados durante el día.
—Director...
—Vayan a clase —interrumpió volviendo a sentarse— por favor, hablaré con ustedes después.

Lorena advirtió que había hecho un gran esfuerzo por dominarse; se veía cansado, pero lo último que les dijo había sido honesto y sensato.

—Gracias director. Vamos, vamos a la sala.

Salieron rápidamente. Mientras bajaban por la escalera, Fernando no se pudo guardar un comentario.

—Estuviste de lujo Hernán.
—Cállate.
—Lo digo en serio, lo pusiste entre la espada y la pared. Una más y nos castigaban a todos, pero funcionó.

Hernán se guardó los comentarios.

—Mejor preocúpate de Del real, ya que estás tan contento aprovecha esa energía y convéncelo de que nos ayude también.
—Es buena idea —comentó Leticia sonriente— por hablar demasiado y no hacer nada te lo ganaste.
—Eres un ejemplo de amistad —hizo una mueca— pero supongo que está bien, si no lo logro yo, probablemente estemos perdidos.

Sala de artes
11:45

Fernando, Lorena y Carolina estaban en total penumbra en sala, con solo un foco iluminando en dirección a la blanca muralla, donde se veían aumentadas las sombras de sus manos.

—Ésto no nos lleva a ninguna parte.

Seguían intentando hacer con las manos una figura que representara algo, pero las cosas no iban muy bien.

—Deja quieta esa mano Fernando —lo reprendió Lorena— mira, creo que si subes esos dos dedos... no, esos otros...
—Cielos, ésto no está resultando y no tengo paciencia hoy.
— ¡Fernando!

El atractivo joven se apartó del grupo.

—Lo siento, podríamos tomarnos un minuto.
—No tenemos un minuto, casi termina la hora. Oh, si solo hubiera hecho ese taller de sombras chinas en la otra secundaria.

Fernando resopló sorprendido.

— ¿Hacían talleres de sombras chinas?
—Si, era extraprogramática pero no la tomé. Espera, creo que si ajusto la luz ésto puede mejorar un poco.

Se acercó a la fuente de luz, que era un foco a metro y medio en la pared junto a la puerta y se dispuso a ajustarlo, pero antes de poder hacer algo, la puerta se abrió con fuerza.

— ¡Buu!
— ¡Aaahhh!

Lorena reaccionó automáticamente, y junto con el grito lanzó el foco hacia la puerta, dándole directo en la cabeza a un chico de primer año, que se desplomó en el suelo dentro de la sala.

—Ay Dios mío.
—Lorena —exclamó Fernando acercándose— mira lo que hiciste, le diste con el foco, está desmayado.

Fernando recogió al jovencito y lo sentó en una silla, mientras Carolina devolvía el foco a su sitio.

—Me gritó —se defendió Lorena cerrando la puerta— con todo lo que pasa es natural que me haya asustado.
—Como sea, hay que sacarlo de aquí —dijo Carolina abriendo sigilosamente la puerta— no sería bueno que... oh cielo santo.
— ¿Que pasa ahora?
—Vergara viene para acá.

Fernando hizo una mueca.

—Creo que estamos entre la espada y la pared. Voto por decir la verdad.

No tuvieron tiempo de decidir nada más, cuando el inspector Vergara entró llenando de luz el lugar en penumbras.

— ¿Que hacen jóvenes?

Ayúdenos —exclamó Fernando dramáticamente— éste niño acaba de entrar y se desmayó.

El inspector se acercó a la silla en donde estaba recostado el jovencito, pero precisamente en ese momento llegó Leticia corriendo y muy agitada.

— ¡Fernando!

Pero se quedó inmóvil al ver a Vergara.

— ¿Pero qué es esto? — exclamó molesto el inspector — esa no es manera de comportarse señorita, ni que hubiera visto un fantasma.

Carolina y Lorena se acercaron disimuladamente a la puerta; Leticia hizo una mueca.

— ¿Fantasma? Como cree, solo vengo porque tengo que decirles que... la clase va a empezar... y tenemos un trabajo.

Por un momento parecía que el hombre se había olvidado del desmayado.

—Me parece bien que sea responsable, pero tiene que controlarse.
—Como usted diga.
—Bien.
—Bien.
—Ahora por favor aproveche algo de esa energía y vaya a la enfermería a buscar ayuda para éste joven.
—Nosotros vamos con ella —dijo Carolina agarrándose a un clavo ardiendo— volvemos en seguida.
—Ustedes van a irse a su sala ahora mismo.
—Por supuesto, nos vamos en seguida.

Mientras tanto, en los jardines a un costado de los edificios, Soledad y Hernán estaban trepándose a un árbol mientras seis enajenados los amenazaban desde abajo.

—Demonios, y eso que dijimos que teníamos que estar alerta.
—Nos tomaron por sorpresa, lo reconozco —dijo Soledad viendo que ya no podían subir más— hasta la mañana el ambiente seguía cargado y de pronto ésto.

Hernán sacó una rama y con ella trataba de alejar a los enajenados, pero eran demasiados y las cosas se estaban complicando.

— ¿Dónde están los demás?
—No los veo.
—Diablos, estamos perdidos.

Alejó a uno de una patada, pero se estaban subiendo al árbol y definitivamente había sido mala idea correr en esa dirección por estar en desventaja. Estaba tratando de calcular si podría lanzarse y darle espacio a Soledad, pero parecía muy improbable. En eso la chica gritó eufórica.

— ¡Ahí vienen los demás, estamos salvados!

Los otros se acercaron preparados. Llevaban planchas de madera de casi un metro de largo, flexibles, y con ellas golpearon a los enajenados, haciéndolos caer rapidamente.

— ¡Lo lograron!

Hernán se bajó de un salto mientras Fernando ayudaba a Soledad a bajar.

— ¿Que los retrasó?
—Vergara —replicó Lorena dejando de lado su improvisada arma— ahora tenemos que volver antes que se note que aún no llegamos a la sala.

Pero Carolina tenía también algunas otras preocupaciones.

—Esperen. ¿Qué vamos a hacer para explicar lo del chico de primer año?
—La sala estaba oscura —dijo Fernando encogiéndose de hombros— así que mantenemos la versión de que se desmayó y punto. No creo que quiera vérselas con Vergara y contar que hace pitanzas en clase.

Última hora de clase.
Sala de fotografía.

Los seis estaban en la sala trabajando en silencio, intentando terminar un trabajo.

—Demonios —protestó Leticia— ésta me quedó corrida. No vamos a terminar nunca.
—Cálmate, todavía tenemos tiempo.

Soledad era quien estaba más cerca de terminar el revelado de las fotos.

—Ya estamos pasando a la etapa de que se nos olviden las cosas —se lamentó— ni se me pasó por la mente que teníamos este trabajo.
—Voy a tener una nota horrible —se lamentó Lorena a su vez— lo que menos necesito son más problemas; en fin, terminemos con ésto, quiero irme a casa, entre lo de los enajenados en los jardines y el incidente con los otros en el segundo recreo...

Carolina dejó por un momento su trabajo.

—Oigan... ¿no les parece raro que Matías no se haya manifestado hoy, pero si los secuestradores?

Se hizo un breve silencio; Hernán miró a su alrededor y recordó que estaban solos en una sala, pero cuando lo hizo era demasiado tarde. La puerta de la sala hizo un sonoro clic.

—Si, tienes razón, era muy extraño.

Leticia se abalanzó sobre la puerta, pero ya era demasiado tarde.

—No puede ser, estamos encerrados.
—Pero ya sabemos cómo solucionarlo —dijo Fernando sin mucha convicción— solo hay que...
—Abrir la puerta todos juntos —lo interrumpió Lorena pesadamente— pero como recordarás, Dani no está aquí.

Soledad se acercó a la puerta; era extraño sentir como una especie de suave corriente de aire impedía mover la puerta o girar el pomo. Si, de verdad les hacía falta Dani.

—No podemos quedarnos aquí, tiene que haber alguna forma. Probemos de todos modos.

Se reunieron en torno al pomo de la puerta, pero no se produjo ningún cambio; Hernán pateó la puerta, impotente.

—Diablos, nos la haces bastante difícil para querer nuestra ayuda.

Lorena estaba preocupada por lo que estaba pasando, pero recordó algo en lo que había estado pensando desde antes.

—No podemos ayudar si no nos ayudamos nosotros mismos.
— ¿De qué hablas?

Lorena se dejó llevar por un impulso, y habló sinceramente, sin pensar en lo que pudieran decir los demás.

—Matías, somos nosotros. Te necesitamos, necesitamos que nos digas como ayudarte; no te hemos abandonado, seguimos aquí.

Al principio no pasó nada, pero unos momentos después la puerta cedió, y todos se quedaron mirándola sorprendidos.

— ¿Cómo hiciste eso?
—No hay tiempo de explicarlo —replicó abriendo la puerta— tomen las fotos y salgamos, hay que contactar a Adriano del Real.

Más tarde, luego de salir de clases, los seis se reunieron con Adriano del Real en la plaza Las flores.

—Y esa es nuestra idea —explicó Lorena ansiosa— necesitamos a Dani de vuelta, pero no solo se trata de eso; él necesita volver, y necesita a Matías igual que él a nosotros.

Del real no se veía tan animado como ella esperaba.

—Entiendo tu propuesta Lorena, es solo que no hay nada más que pueda hacer ahora.
— ¿Qué quiere decir?
— ¿El director San Luis no habló con ustedes?

Se miraron sorprendidos. No recordaban que tenían que hablar con él.

—Lo olvidamos.
—Él no. Y le dije que no tenía dinero como para ayudarlo con ese asunto, pero que si podía hablar con algunas personas que conozco; después de la forma en que perdí éste lugar, es difícil, pero espero que alguna de las personas a las que contacté recuerden los buenos tiempos y quieran ayudarnos. Por ahora solo hay que esperar.

Los jóvenes se miraron unos a otros, por una parte angustiados y por otra ansiosos, pero Del real tenía algunas dudas.

—Lorena, dijiste que ésto no era solo por Matías, ¿a qué te referías?
—He estado pensando en lo que pasó —replicó decidida— y recordé lo que hablamos. Es cierto que nos dimos cuenta de que habíamos sido egoístas, y que en parte lo que pasó era nuestra culpa, pero no solo es eso; Dani fue el único antes de ese suceso que estaba realmente interesado en ayudar, y por eso lo atacaron a él con tanta rabia, porque era el más cercano al espíritu de su hijo. Ahora han habido cambios, ataques simultáneos, hoy también pasaron cosas y es porque el poder de los secuestradores es más fuerte, y el miedo del espíritu de su hijo también. Necesitamos unirnos de verdad, y solo así Matías tendrá el valor de ayudarnos.

Leticia estaba sorprendida de lo elocuente que estaba siendo Lorena, pero por otra parte lo que decía tenía bastante sentido.

— ¿Estás tratando de decir que para conseguir nuestro objetivo solo basta con que tengamos la voluntad de hacerlo?
—No. Estoy diciendo que cuando estemos todos juntos y podamos dejar de lado nuestras diferencias y lo egoístas que hemos sido, ahí podremos comenzar a hacer algo más de lo que hemos logrado hasta ahora.



Próximo capítulo: El fin del secreto

Maldita secundaria Capítulo 7: El paso de los días




Plaza las flores.
Jueves 11 De Octubre

Los seis integrantes del grupo que quedaban se reunieron a poca distancia de la Secundaria, y por primera vez desde que había comenzado todo el asunto de los espíritus, todos llegaron dispuestos a hacer algo al respecto.

—Estuve investigando un poco más —dijo Fernando— y por suerte, fuera de los chismes, en sured no hay nada de qué preocuparse, aunque igual tendremos encima el temita de los compañeros.

Lorena suspiró.

—Francamente a estas alturas ya me da lo mismo si la gente nos ve juntos o no.
—Estoy de acuerdo —comentó Leticia— yo más bien me preocuparía por cómo diablos le vamos a hacer si pasa algo, ahora todo llama la atención.
—Yo tengo una idea —comentó Soledad— podríamos mantenernos en los recreos y en los cambios de sala en el mismo radio pero no juntos, así nadie se quedará solo y podremos cubrir más espacio a la vez.

Carolina asintió con algo de energía.

—Me parece sensato, así nos evitamos problemas adicionales.
—A todo ésto —comentó Fernando— ¿a ustedes también les llegó una carga de dinero misteriosa a sus teléfonos?

Todos dijeron que sí.

—Debe haber sido el señor Del real —dijo Lorena— dijo que nos iba a ayudar como pudiera, y estar comunicados es muy útil.
—Por lo menos a mí me viene genial —dijo Leticia resueltamente— no voy a negarlo.
—Al menos tenemos para llamar por cualquier cosa, pero no hay que apartarse ni quedarse solos.

Hernán se hizo sonar los dedos.

—Entonces seguimos con la idea de golpear al enajenado que se nos atraviese.
—Sí, pero igual hay que tener cuidado —comentó Fernando— porque hasta ahora nadie ha quedado con secuelas pero tampoco es la idea probar hasta donde podemos llegar.
—Eso ya lo sé.

Soledad suspiró pensando en la falta que les hacía Dani.

—Es mejor que vayamos ahora, no quiero además un castigo de Carvajal.
—Es cierto.

Se separaron para llamar aunque fuera un poco menos la atención de quienes pudieran estar alrededor, pero el panorama que se encontraron al llegar a la Secundaria fue por completo inesperado, y además derribó todos los planes que tenían pensado aplicar.

—Esto es imposible —dijo Fernando totalmente perplejo mientras los demás se le unían en la entrada— ¿ustedes también lo perciben?
—Si, y es muy fuerte —dijo Lorena— hay una energía muy fuerte, es más fuerte que todo lo que se había sentido antes aquí.
—Fíjate en lo más evidente —la regañó Leticia— mira a la gente a nuestro alrededor.

Efectivamente, tan pronto estuvieron en el interior, notaron que algo había hecho efecto en las personas; aparentemente todo estaba como de costumbre, pero la actitud de las personas había cambiado, y para mal; cada estudiante y maestro se veía cansado y malhumorado, pero tal como lo dijera Lorena, la energía que se sentía en el ambiente era pesada y deprimente, justo el tipo de atmósfera que menos necesitaban en un momento como ese.

—Dios, ¿será que están enajenados?

Fernando tranquilizó a Carolina.

—No lo creo. Yo más bien diría que están... no sé cómo decirlo...
—Están afectados —dijo Lorena— no puedo creerlo. No estoy segura, pero tengo la sensación de que lo mismo que antes le pasaba a las víctimas de los espíritus, ahora se ha... expandido.
—No me gusta cómo suena eso —dijo Leticia— si tienes razón en lo que estás diciendo, quiere decir que ante cualquier cosa moriremos aplastados por una turba.

Pero Hernán estaba siendo más práctico.

—Ustedes especulan mucho.

Se acercó a una niña de primero que pasaba por ahí. Después de un momento volvió con ellos.

— ¿Qué pasó?
—Le pregunté la hora y casi me mordió —replicó el rapado— pero nada más. Creo que no hay que preocuparse porque no parecen querer matarnos como los otros.
—Tanto mejor —comentó Fernando— estoy de acuerdo.

Los dos se miraron extrañados.

—Y ahora estamos de acuerdo, voy a tener pesadillas.
—Ni lo digas, yo ya necesito un analgésico.

Soledad decidió saltarse las ironías.

— ¿Qué es lo que se supone que vamos a hacer?
—Por ahora hacernos los locos.
—Si, y estar muy atentos a todo lo que pueda pasar.

Soledad estaba en su casa esa tarde cuando su madre fue a su habitación.

—Hija.
—Dime mamá.

Su madre la miraba con ternura, sabía que estaba pasando por un mal momento.

—Sé lo que pasó con Dani. Todos los padres lo sabemos. Debes estar preocupada.

Soledad sentía ganas de decirle toda la verdad, contarle aquello en lo que estaba involucrada, pero sabía muy bien que no podía hacerlo, porque eso perjudicaría todos sus intentos junto a los demás.

—Si mamá, estoy preocupada por él.
—Es lógico, son muy amigos.

No era de eso de lo que pretendía hablar. La joven suspiró.

—Es cierto. Pero todo eso tú ya lo sabes.

Su madre se saltó ese comentario.

—Quiero saber qué es lo que pasa hija. Y no me digas "nada" porque se nota que algo te sucede; tampoco puede ser por lo de Dani, estás así desde antes de su accidente.

Soledad sabía que en algún momento iba a pasar algo así; no había podido disimular todas las lesiones que había sufrido en los días recientes, pero entre ella y sus padres había un acuerdo tácito de no hablar de ese tema.

—Este año está resultando mucho más difícil de lo que me esperaba.
— ¿En qué sentido?
—La presión de los estudios —replicó frunciendo el ceño— siento que estoy perdida y no sé adónde ir.

Su madre podía conservar sus dudas, pero sabía que Soledad no acostumbraba mentir.

—Solo estás en tercer año, y sabes que hay muchas cosas que aún tienen que pasar. Tienes que prepararte para el próximo año.
—Puede ser, pero de todos modos me siento un poco superada. Además ocurrió lo de Dani y estoy preocupada por él, no quiero que le pase nada malo.

Estaba segura de desviar la atención con eso, pero mencionar a Dani fue un error.

—Escuché cosas fuertes, hay gente que dice que fue un intento de asalto.
—Fue un accidente, a la silla se le soltó el freno.
—Eso no explica que sus padres estén tan preocupados de que el tema no se sepa.
—A ninguno de ellos les gusta la victimización, supongo que es por eso.
—Puede ser. Soledad, quiero que me prometas que si te pasa algo malo, lo que sea, vas a confiar en mí.

Desde luego que iban a llegar a ese punto, pero no podía, de verdad no podía.

—Te prometo que si me meto en cualquier cosa peligrosa te lo diré.

Dicho de esa manera era verdad, de modo que su madre le creyó al mirarla a los ojos.

Mientras tanto, Fernando salía de su cuarto para tomar algo del refrigerador, y se topó con su padre en la cocina, aunque a todas luces había ido allí a propósito. Eran tan distintos, el atractivo y moderno, su padre clásico y serio.

— ¿Tuviste alguna pelea en la secundaria?

Era inevitable que se lo preguntara; había cuidado la cara con éxito, pero tenía golpes o rasmilladuras en los brazos, no podía culparlo a él y a mamá de sospechar de sus actos.

—No, no he tenido peleas. Si lo preguntas por los brazos, es porque estoy practicando algo de lucha con un compañero.
—Tú practicando lucha —replicó su padre perplejo— es una broma.

Sabía que lo quería, pero cuando hablaban de ciertos temas ninguno de los dos bajaba la guardia. Su padre no olvidaba los problemas que había causado en el pasado, Fernando jamás iba a olvidar su reacción ante esos hechos.

— ¿Y por qué tendría que ser una broma? Que tenga estilo no significa que no me guste el ejercicio, además te ahorro el gimnasio.
—Claro. Que yo sepa no hay clases extraprogramáticas éste semestre.
—No son clases, practico con un compañero experto.
— ¿Cuál?
—Hernán —respondió detestando tener que recurrir a él— nos está poniendo en forma a varios del curso, y tengo algunos ratos libres entre clases.

Se miraron fijo. Decir que Hernán les hacía clases de lucha era estirar demasiado la verdad, pero solo esa mentira podía sustentarse en algo si su padre insistía en preguntar o averiguar.

—Ten cuidado.
—Te prometo no llegar con huesos rotos.

Lorena estaba en su habitación leyendo un poco antes de dormir. En eso tocó su madre, una mujer corpulenta y de actitud cariñosa y la miró tiernamente desde el umbral.

—Te amo.
—Yo también mamá.
—Sabes que prefiero preguntarte antes de hacerme ideas.

Eso era bueno, pero después de todo lo que había pasado no estaba con energías.

— ¿Qué ocurre?
—He oído cosas sobre la Secundaria —replicó lentamente— al parecer la gente cree que se está volviendo inseguro.

¿Qué era lo mejor que podía hacer en ese caso? Decidió optar por lo más sano y enfrentar la situación.

—Supongo que lo dices por los accidentes de hoy.
—Las noticias vuelan Lorena. Y me preocupa que pueda ser peligroso, no te cambiamos de lugar de estudios para que termines otra vez en un mal lugar.

Fue extraño, pero Lorena sintió como una voz de alarma se detonaba en su interior. No, no podía irse de ahí aunque quisiera escapar, tenía que resolver sus asuntos con los espíritus primero.

—No hay de qué preocuparse mamá. Es cierto que hay accidentes, pero la Secundaria sigue siendo tan segura como de costumbre. Es el mejor lugar que pudieron elegir para que haga éstos últimos dos años.
—Me alegra que te guste, sabes que me preocupo por ti y no quiero que nada te distraiga de tus deberes en los estudios, sobre todo ahora que vienen los exámenes de fin de año; es muy importante que tengas ésta base para que el próximo año sea perfecto.

Lorena sonrió.

—Para mí también es muy importante que todo resulte bien.

Mientras tanto, Carolina estaba terminando de imprimir información para un trabajo pendiente de la Secundaria en la sala de su casa, cuando vio a su padre salir de la cocina en bata.

— ¿Qué haces despierta a ésta hora?
—Se me olvidó imprimir ésto y es para mañana.
—Es casi la una de la mañana, no te acuestes tarde. Mañana tienes clases, no te hará bien andar con sueño.
—No te preocupes, termino ésto y me acuesto.

Miró a su padre. Era un hombre joven y fuerte, pero era imposible no ver las ojeras. Habían tenido una semana especialmente dura, no era la única que tenía problemas.

—Tú tampoco te acuestes tarde.
—Claro. Hasta mañana hija.

Subió al segundo piso. Carolina suspiró, sintiéndose culpable por esconderle cosas como lo que pasaba en la Secundaria, y a la vez aliviada por no darle más problemas a ambos. Necesitaba descansar.



Próximo capítulo: Intentos inputiles