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Maldita secundaria capítulo 14: Cambios inesperados



Sala de libros
Lunes 22 Octubre

—Disculpen el retraso —dijo Teresa entrando— pero ya llegué.

Alberto se acercó a uno de los libreros.

—Me encantó la idea de tener ésta base de operaciones acá, es un lugar simple y no muy visitado.
—Sí, es cierto...

Dani no alcanzó a decir nada más, cuando sintió como el pomo de la puerta giraba lentamente.

—Se suponía que la dejé con pestillo —susurró Teresa.
—Nunca se me ocurrió probar desde afuera —se excusó Dani— pero podemos hacer lo del otro día.

Rápidamente repartieron libros, un segundo antes que apareciera el inspector Vergara en la sala. El hombre les dedicó una de sus habituales miradas autoritarias.

—Buenos días.
—Buenos días inspector —lo saludó Dani con una sonrisa espléndida— ¿ya es hora de clase?
—Faltan cuatro minutos —replicó el otro con una expresión indescifrable en el rostro— ¿a qué se dedican?
—Estamos preparándonos —respondió Teresa tratando de sonar creíble— ya está finalizando el año, así que adelantamos para los exámenes del año entrante y para el futuro.
—Debe ser una preparación muy exhaustiva si además de todo incluye textos de energía nuclear.

Dani sabía que desde tiempo Vergara estaba tras ellos; Teresa respondió con más convicción de la que realmente sentía.

—Es importante porque tiene que ver con lo que pretendo estudiar.
—Qué interesante, coménteme más.

Alberto, que estaba casi fuera de vista del inspector golpeó los dientes unos con otros para que ella entendiera el mensaje.

—Se trata de una carrera muy importante.
—Lo imagino.
—Y ésta área —señaló el libro— tiene que ver con comida.
—No veo de qué manera.

Alberto contuvo un ataque de risa; casi sin moverse estaba tratando de transmitir en mensaje, de modo que puso cara de dolor e hizo lo que él consideraba un disimulado gesto de taladro con un dedo.

—Claro, porque cuando no se cuida el cuerpo después de la comida puede haber graves consecuencias, así que esta carrera es importante en la medicina, quiero estudiar radiología para exámenes.

Alberto se tragó un suspiro de alivio mientras Leticia tiraba al suelo su libro para desviar la atención.

—Ay que tonta, se me cayó.
—Trate de no sufrir por eso —replicó el inspector saliendo— no se tarden en ingresar a clase.

Fernando se asomó a la puerta unos segundos después.

—Ya se fue.
—Déjenme adivinar —comentó Alberto— Vergara es uno de los problemas extra de los que tenemos que ocuparnos.
—Y tiene una increíble capacidad para aparecer en los lugares incorrectos —comentó Leticia— pero no sólo está él, Carvajal también es un problema.
—Y al final no hemos avanzado mucho —se quejó Fernando.
— ¿Como que no? —se escandalizó Alberto— ya nos pusimos de acuerdo, tenemos algunas luces de lo que deberíamos hacer y ya quedamos en que no hay que estar solos. Propongo entonces que hagamos patrullajes periódicos, es la única forma de saber si es que se teje algo con los espíritus.

Primer recreo
Sala de química

—Es una ironía que se te haya quedado un libro justo en ésta sala después de la escenita de más temprano.

Teresa tomó el libro y se acercó a la puerta.

—Gracias por acompañarme, ahora vamos a ver si es que está pasando algo en el patio.

Alberto se acercó a la ventana.

—Qué extraño, tenía la sensación de que hoy iba a ocurrir algo como para recibirnos, pero parece que las cosas están calmadas.

En eso una silla se elevó por los aires y voló directo hacia Teresa.

— ¡Nooo!

Mientras, Dani y Soledad estaban caminando por el último patio.

—Oye Dani, ¿tú crees que los nuevos sean realmente de ayuda?
—Espero que sí, aunque a decir verdad, ellos se han tomado las cosas mejor que nosotros al principio.

Soledad sacó el teléfono celular de su bolsillo.

—Creo que lo mejor es que veamos cómo van los demás. Ay no...
— ¿Qué pasa?
—Mira, no hay señal.
—Ah, pero no te preocupes, llama desde el mío... —dijo él sin darle importancia— que extraño, tampoco tiene señal.

Se miraron, llegando ambos a la misma conclusión.

— ¿Crees que sea por los espíritus?
—Prefiero salir de dudas —dijo poniéndose los guantes— adelántate y trata de encontrar a alguien más, enseguida te alcanzo.

En tanto, en la sala de química, Teresa estaba aprisionada contra la puerta por una silla que le atrapaba la cabeza entre las patas. Aún tenía espacio para respirar, pero la fuerza que estaba moviendo la silla estaba haciendo más presión contra la madera; mientras tanto Fernando trataba de quitar la silla.

—La próxima vez que diga que las cosas van bien, alguien que me golpee.

Fernando en tanto luchaba inútilmente por mover la silla.

—Deja de hablar y ayúdame.
—Lo más probable es que eso lo esté haciendo Matías, así que si se trata de energía, lo que tenemos que hacer es que se consuma de alguna manera...
—Alberto, lo que sea que vayas a hacer, hazlo ya.
—Si, está bien, mi culpa, solo tengo que hacer ésto...

Se acercó a un mechero y lo encendió, pero sorprendentemente la llama que salió del mechero casi llegaba al techo y era muy superior a lo que en realidad podía salir de ahí.

— ¡Pero que estás haciendo, nos vas a quemar vivos a los tres!

El propio Alberto retrocedió extrañado ante el resultado, que claramente no era el que se esperaba.

—Alberto, ayúdame con algo que no nos mate a todos.

Alberto sacó el celular y se acercó a la ventana para marcar mientras Fernando intentaba sin resultados quitar la silla, que ya comenzaba a hacer marcas en la puerta.

—Hola.
—Luciana, ¿estás sola?
—Si, ¿por qué?
—Estamos en química, ¡auxilio!

Luciana se apuró hacia el pasillo donde estaba la sala de química, pero la voz de Alberto la detuvo antes de tocar el pomo de la puerta.

— ¿Luciana?
—Soy yo.
—Estamos en problemas aquí, tienes que evitar que la gente se acerque a la puerta hasta que lo solucionemos.
— ¿Pero qué quieres que...?

Iba a decir algo más, pero volteó y vio que la maestra Santelices iba con un grupo de estudiantes. No supo qué hacer, pero con toda la gente ahí, hizo lo único que se le ocurrió y fingió un espectacular desmayo. Una vez en el suelo se quedó muy quieta, y sintió como se le acercaban, pero vio que en vez de aproximarse a ella, la maestra iba hacia la puerta.

— ¡Noo!

Se abalanzó sobre la maestra, que por milagro consiguió mantenerse equilibrada con ella prácticamente abrazada a sus piernas.

—Maestra... ¿qué pasó?
—Iba a buscar unas sales, pero por lo visto ya estás mejor, te llevaré a la sala para que te sientes.
— ¡No!
— ¿Por qué no?

Luciana hizo que la mujer se le acercara más.

— ¿Caí en alguna posición indigna?

La mujer la miró con infinita condescendencia.

—No. Ahora no se preocupe y acompáñeme a la sala.
— ¿Pero y no me va a acompañar a la enfermería? No me siento muy bien.
—Supongo que podría mandarla con uno de los chicos.
— ¿Solo con uno, no va a ir usted?
—No la veo tan mal como para necesitarme a mí y a todo un curso.
—Pues no pero...

Precisamente en ese momento la puerta de la sala se abrió, y salieron los chicos acompañando a Teresa que se cubría el cuello con las manos.

En tanto, en el primer patio, Soledad se encontró con Hernán.

—Hernán, ¿has visto a alguien más?
—No, ¿por qué, qué pasó ahora?
—No hay señal en los celulares, y con Dani creemos que puede ser algo de los espíritus.

Hernán comprobó en su móvil que no había señal.

—Diablos, revisa por acá, yo iré a la parte de adelante.
—Está bien.

El rapado se alejó a paso rápido hacia adelante, mientras Soledad se acercaba a las escaleras, pero Carolina y Lorena aparecieron bajando atropelladamente.

— ¡Baja, aléjate!

Solo alcanzaron a llegar abajo, cuando una voz las interrumpió.

— ¡Señoritas! ¿Qué es lo que...?

La inspectora Carvajal iba a decirles algo más, pero su expresión mutó en una mueca de espanto; acto seguido cayó desmayada. Las chicas voltearon hacia la escalera, y se toparon casi frente a ellas con dos enajenados.

—Diablos, estamos en problemas.

Pero antes que pudiera pasar nada más, por los altavoces se emitió un agudo sonido que parecía una falla de audio. Las chicas se taparon los oídos con el ruido, pero cuando volvieron a mirar, lo dos enajenados estaban de pie frente  a ellas, cabizbajos y totalmente inmóviles.

—Qué extraño, no se mueven.
—A lo mejor el ruido los afectó, puede ser parecido a los golpes en la cabeza.

Soledad volteó para mirar a la inspectora Carvajal que seguía tendida en el suelo.

—Tenemos que ayudar a la inspectora.
—Yo ni lo intentaría —dijo Carolina— si esos dos estaban así, es probable que hayan más, dejémosla ahí y vamos a ver qué pasa  con los demás.

Por otro lado, Hernán estaba en el segundo piso del primer edificio cuando sonaron los altavoces, y se sorprendió al encontrar a dos de ellos de pie e inmóviles frente a una puerta.

— ¿Y a éstos dos que les pasa?

Iba a devolverse por el pasillo cuando pensó que en realidad, fuera de cualquier situación, era extraño que los dos estuvieran frente a la puerta de esa salita, así que los rodeó y se acercó.

— ¿Hay alguien ahí?

Se sintió un poco ridículo hablándole a una puerta al lado de dos zombies, pero al cabo de un rato sintió ruido adentro.

— ¿Hay alguien? Es Hernán.

La puerta se abrió y salió Leticia.

— ¿Estás bien?
—Si, ¿y a esos que les pasó?
—Seguro fue por el sonido, ahora vamos.

Abajo, en el pasillo junto al segundo patio, se encontraron Soledad, Carolina y Lorena con Teresa, Alberto, Luciana y Fernando, y al poco regresó Dani y Leticia con Hernán.

— ¿Escucharon eso? —comentó Luciana— ese ruido de los altavoces sí que fue raro.
—Pero la buena noticia es que parece que eso afecta a los enajenados —dijo Leticia— así que tendríamos que irnos a las salas.

Alberto chasqueó los dedos.

—Sería genial poder haber grabado ese sonido, la frecuencia seguramente es muy anormal y eso nos ayudaría a defendernos en cualquier situación peligrosa.

Los demás lo estaban mirando muy fijamente.

—Está bien, de acuerdo, solo era una hipótesis.

Hernán se apoyó en una muralla.

— ¿Qué les pasó a ustedes?
—Teresa estuvo en riesgo pero logramos salir adelante —explicó Fernando— aunque ahora la puerta de química tiene algunas marcas.
— ¿Qué pasó?
—Una silla salió disparada y la atrapó.
—Cielos.
—Es un milagro que no me haya pasado nada grave —dijo la aludida con voz ahogada— me asusté mucho.
—Suerte que lograron salir de esa —comentó Lorena— debe haber sido difícil.
—Puse un afiche, pero luego habrá que ver que hacer para cubrirlo —dijo Alberto— o no sé cómo vamos a explicar que la puerta tiene marcas casi como agujeros en ella.

En ese momento los altavoces volvieron a emitir el intenso y agudo sonido de antes; todos se taparon los oídos, pero Hernán gruñó irritado ya que estaba precisamente debajo de un parlante.

—Diablos, voy a quedar sordo.
—Es mejor que nos vayamos a las salas antes que nos vean afuera —comentó Dani— el recreo ya terminó.

Pero el rapado comenzó a caminar hacia el otro extremo del patio, directo a una pequeña bodega.

—Luego los alcanzo.
—Ten cuidado —dijo Dani.

Alberto iba a decir algo, pero Dani le hizo un gesto con la mano.

—Ah, es decir que...
—No te hagas ideas Alberto, Hernán es...

Iba a decir algo más, pero se quedó quieto mirando hacia adonde había ido el rapado; el inconveniente con los altavoces podía muy bien no ser normal, pero fuera de eso, en esa bodega había una toma de energía, un puente que conectaba los motores con las edificaciones de atrás. De pronto miró a Lorena, y vio en ella la misma expresión, ella estaba pensando lo mismo.

—Fernando, ve por Hernán.
—Está bien pero...
— ¡Ahora!

Fernando apuró el paso; Dani nunca subía la voz, así que si lo había hecho era porque pasaba algo malo.

—Hernán.

El otro estaba muy cerca de la bodega; en ese momento recordó que había reclamado por el sonido, eso significaba que podía tener los oídos tapados.

— ¡Hernán!

Aún no escuchaba. Fernando comenzó a correr hacia él, pero parecía demasiado lejos, y con el corazón oprimido volvió a gritar mientras gesticulaba desesperadamente.

— ¡Hernán! ¡Quítate de ahí! ¡Hernán!

Después fue demasiado tarde. La bodega hizo una explosión sumamente ruidosa que lanzó al rapado al suelo.



Próximo capítulo: Última oportunidad

Maldita secundaria capítulo 13: Sin casualidades



Alrededores de la secundaria
Jueves 18 Octubre
Después de las once de la noche

Alberto, Luciana y Teresa insistieron en tener alguna prueba de todo lo que se les había dicho, de modo que el grupo se contactó   con Adriano del Real para visitar la bodega nuevamente, aunque esa noche se mostró sumamente reservado,  y se limitó a abrir la bodega y dejar que el grupo viviera la experiencia.
Poco después de salir, Del real se despidió escuetamente del grupo y se retiró, dejando a los demás encargados de las reacciones de los nuevos. Mientras el grupo caminaba aún sin rumbo fijo, Fernando recordó como era estar nuevamente en el interior de esa bodega y lo que sintió la primera vez que estuvo, y entendió lo que era para los demás vivir esa escena.
Los tres se lo tomaron de manera distinta, a Teresa le impactó profundamente el sufrimiento por el que pasó Matías, Luciana se mostró bastante asustada, mientras que Alberto se quedó en silencio, analizando cada detalle de lo ocurrido. Cuando Leticia consideró que ya había pasado suficiente tiempo intervino.

—Bien, ahora ya pasaron por la gran experiencia, así que supongo que no les quedan dudas.

Teresa aún no salía de su asombro.

—No puedo creer todavía que haya pasado todo ésto, es sencillamente impresionante.
—Es cierto —comentó Luciana— realmente la voz estaba en nuestras cabezas, era como escuchar tus propios pensamientos.

Dani asintió.

—Para nosotros también fue impactante en su momento, incluso sigue siéndolo ahora.
—Pobre Matías —dijo Teresa— no me imagino lo que debe haber sufrido.

Pero Alberto intervino fríamente.

—Ese es el problema, que en realidad no lo sabemos.
— ¿Que dices?
—Mírenlo desde un punto de vista más técnico; estuve haciendo algunas investigaciones superficiales durante el día, y entendí que cuando el espíritu de una persona permanece en la tierra es por algún motivo, pero aunque nos dijeron que era por temor o por la forma en que había muerto, no lo sabemos con seguridad. No se ofendan muchachos, pero creo que con todo lo que han vivido ustedes fueron el primer filtro en ésta situación y ahora las cosas podrían seguir un curso más lógico.

Fernando lo miró con las cejas alzadas.

—Parece que te lo estás tomando sorprendentemente bien.
—Por supuesto que no, pero no hay muchas alternativas llegados a este punto. Lo que si me parece importante es que sepamos si estamos todos de acuerdo en jugarnos, yo diría la vida, por ayudar a solucionar ésta situación.

Teresa aún no se reponía del impacto, pero ya había tomado la decisión.

—Después de escuchar esa voz, claro que voy a ayudar, no sé como pero lo haré.

Alberto miró a Luciana.

— ¿Y tú que harás?
— ¿Cómo que qué haré ?—le respondió como si la estuviera insultando— ¿nunca has visto películas de fantasmas? Ahí los protagonistas nunca escapan hasta que consiguen solucionar la situación en la que están.
—Creo que eso es un sí. Bien, entonces ya estamos todos de acuerdo, pero es tarde, propongo que nos juntemos mañana antes de clase en mi casa, para que podamos planear bien lo que vamos a hacer.

El grupo dedicó algunos momentos a intercambiar  números de teléfono, y quedaron de acuerdo en reunirse al día siguiente.

Viernes 19 Octubre
Alrededores casa Alberto

Los diez se reunieron cerca de la casa de Alberto por la mañana.

—Gracias por venir. Ahora vamos a mi cuarto, ahí podremos hablar con más calma.
— ¿Estás seguro de que vamos a entrar todos ahí?

El más pequeño del grupo sonrió.

—Ya verás.

Poco después los diez entraron en el cuarto de Alberto, que estaba precedido por una sala escritorio muy ordenada, con libreros que casi llegaban al techo, un escritorio y una mesita de centro con algunos puf alrededor. El grupo se dividió por el lugar mientras Luciana se sentaba ante el escritorio como si fuera un trono.

—Es un lugar agradable.
—Gracias —dijo Alberto marcando cada sílaba— es mi estudio como se darán cuenta.
—Vaya —comentó Leticia— creo que ésto explica por qué te dicen cerebrito.
—Tienes una habitación muy bonita —dijo Dani— mira cuántos libros.

El aludido se encogió de hombros.

—De todos modos no es gratis, a cambio de ésto no puedo bajar ni una décima las notas, así que me gustaría saber ahora cómo es que voy a seguir lidiando con todo.

En ese momento entró la madre de Alberto, una mujer de aspecto alegre, de rizado cabello rojizo, que contrastaba tanto con la habitación como con su hijo; llevaba en las manos una bandeja repleta de dulces de todos colores y formas.

—Hola a todos.
—Mamá, como estás, ellos son los compañeros de los que te hablé, Dani, Hernán, Fernando, Leticia, Soledad, Lorena y Carolina, y ya te había hablado de Teresa y Luciana.

Ella se veía claramente contenta de tener visitas en su casa.

—Si por supuesto, hola chicos, les quería hacer una atención, éstos dulces son mi especialidad, prueben con toda confianza.
—Gracias por tu aporte mamá, es tan lindo de tu parte, ahora los disfrutaremos y veremos el tema de los estudios, ya sabes que estamos en un período importante.
—Por supuesto.
—Así que nos dedicaremos a eso, gracias, te amo.
—De nada cielo.
—Gracias.
—Oh, por nada.

Se miraron un momento sin hablar; Alberto no hizo el más mínimo gesto de irritación.

—Entonces vamos a organizar la clase para no salir tarde.
—Estupendo.
—Hablamos luego.
—Claro.

Logró despedirla y cerró la puerta. Luciana indicó la bandeja de dulces.

—Probaré uno.

Lo dijo como si estuviera determinado que era ella quien tenía  que probarlos en primer lugar. Alberto decidió pasar por alto esa parte y le ofreció un dulce, después de lo que dejó la bandeja en la mesita.

—Están riquísimos —comentó Fernando— voy a tomar dos más.
—Tu mamá tiene muy buena mano para éstas cosas —comentó Soledad— están deliciosos.

Hernán se acercó a una de las bibliotecas mientras los demás conversaban acerca de los dulces y tomó un ejemplar empastado de ella. En la portada se veía un grupo de jóvenes con actitud desafiante y con gemas en las manos.

—Tienes Sten mor.
— ¿Qué? Ah, sí, es buenísima.
—No sabía que estuviera en el país.
— ¿Bromeas? Tuve que pedírsela a un tío que fue de viaje y aún no se la pago, aunque no la he terminado, tuve que dejarlo por un tiempo y quedé en la parte donde conocen a la primera maestra.
—Para que llegue hasta el fin del mundo falta bastante.
—Si, aunque reconozco que fue ataque de ansiedad pedirla ¿Viste la reseña en la web?
—Empecé por ahí, vi lo del argumento y todo pero tenerla en físico es diferente.

Luciana tosió disimuladamente.

—Deberíamos hablar del tema de los fantasmas.
—Cierto, tienes razón, lo siento, mi culpa —dijo Alberto sonriendo— hablando de eso, estuve haciendo algunas investigaciones anoche, y creo que lo más importante es que las cosas deberían estar relacionadas de algún modo.
—Habíamos pensado en eso —comentó Carolina— de hecho, hubieron algunas cosas que han cambiado desde que ustedes quedaron involucrados, así que aún tenemos que investigar.
—Lo más importante es que hay que descubrir varias cosas —siguió Alberto— porque por un lado tiene que haber un motivo para que nosotros estemos metidos, y además eso debería coincidir con lo que los involucra a ustedes, además que tenemos la investigación de la muerte de Matías.

Luciana le dedicó una mirada divertida.

—Estuviste planeando algo como ésto toda tu vida, ¿verdad?

Alberto iba a decir algo, pero Leticia se le adelantó.

—Seguro que eso es mejor que estar posando para la foto todo el día.
—No viene de la mejor parte el consejo.
—Esperen, esperen —intervino Dani con tono conciliador— ya he pasado por la etapa de las peleas y eso no lleva a ninguna parte. Sé  que estamos sometidos a mucho estrés, pero tenemos que calmarnos y colaborar en ésto.

Leticia se encogió de hombros quitándole toda importancia a Luciana. Alberto revoleó los ojos.

—Bueno. El tema sería que nos informaran un poco de qué es lo que ha pasado en éste tiempo, dijeron que hay cosas que no sabemos.

Fernando se tragó un bocadito blanco.

—Sí, es cierto; mira, lo vamos a hacer sencillo: el espíritu de Matías está asustado, y por eso se esconde, es decir tiende a provocar que las salas se cierren o se muevan objetos, pero por lo general no es peligroso.
—Cierto —comentó Soledad— los que sí son peligrosos son los espíritus de los secuestradores, porque se meten en el cuerpo de la gente y la vuelven muy agresiva.
—Eso explicaría por qué han habido tantas situaciones como de peleas extrañas —dijo Teresa— pero en ese caso ¿qué hacen?

Hernán se apoyó contra una pared.

—Cuando están poseídas, las personas no saben lo que pasa, y hasta son invulnerables, así que como tienen más fuerza no es muy lógico enfrentarse con ellos, resulta mejor darles un buen golpe en la cabeza y con eso se termina el asunto.

Luciana lo miró con las cejas levantadas.

—Tú eres el encargado de los golpes, ¿no es así?

Hernán giró lentamente la cabeza hacia ella, pero antes de decir algo, Carolina intervino hablando con el mismo tono de siempre, pero con toda claridad.

—Luciana, te recomiendo que te tomes más en serio todo ésto, porque si un día aparece un enajenado, no le va a importar tu belleza y te va a atacar de todas maneras.

Hernán decidió no participar en la discusión, pero internamente se asombró de la fuerza que Carolina estaba demostrando en el último tiempo.

—Bien, volviendo al tema —intervino Alberto haciéndose el desentendido— hay que tener cuidado con las posesiones, y también estar muy atentos de cualquier hecho extraño que ocurra.
—Es importante también —agregó Dani— no quedarse solos, por lo general hemos tenido malas experiencias en situaciones así.
—Lo que me llama la atención es... ay rayos, piensen rápido.

En tres pasos Alberto se lanzó hacia una de las bibliotecas y arrojó libros en todas direcciones, y en dos pasos más estuvo a punto en la puerta para abrir antes que entrara su madre.

—Ay cariño, me sentiste los pasos.
—Si mamá, dime.
—Ay, solo quería saber cómo iba todo con los estudios.
—Muy bien mamá, estamos estudiando bastante.
—Y tus compañeros no trajeron libros.
—Eso no es problema —respondió mientras todos ponían cara de circunstancia— nos podemos nutrir con lo que hay aquí.
—Qué bueno, si yo sabía que toda esa inversión serviría para algo. ¿Les ofrezco algo para beber?
—Estoy preparado mamá, traje refrescos.
—Me alegro.
—Mamá.
—Dime cielo.
—Necesitamos algo de espacio.
—Ay por supuesto, que les rinda.

Salió mientras Alberto volvía a cerrar.

—Faltó poco.
—Está muy entusiasmada.
—Ya te dije que no acostumbro tener visitas, pero volviendo otra vez al tema, hay algo que me parece súper importante hacer además de sobrevivir a los espíritus, y es descubrir algunas cosas del pasado de Matías; creo que ahí es donde tal vez podamos descubrir algo.

Soledad tomó otro bocadito de la bandeja.

— ¿Y cómo podríamos averiguar algo así?
—A la antigua. Podemos preguntarle.



Próximo capítulo: Cambios inesperados

Maldita secundaria capítulo 12: Sin temor



Jueves 18 Octubre
Plaza las flores

Los siete se reunieron en la plaza temprano antes de clases, en medio de un total ambiente de nerviosismo.

— ¿Crees que ésto sea buena idea?

Dani había dormido muy poco pensando en las consecuencias de todo lo que había pasado el día anterior, y aunque tendía a ser optimista, en esa ocasión no estaba seguro de sus propias decisiones.

—No, no creo que sea buena idea. Pero no tenemos alternativa, ya hablamos de eso.

Carolina se sentía mentalmente agotada.

—La señal que dejamos en la red debería funcionar; si aparecen aquí significa que tenemos razón.
—Lo que no me alegra especialmente —comentó Leticia— ahora mismo siento que caminamos hacia el abismo.

Fernando trató de sonar divertido, pero no lo consiguió.

—Que yo sepa estábamos cayendo en un abismo desde hace rato. Propongo que los dejemos  hablar en primer lugar.
—Ahí vienen.

Todos voltearon ante la advertencia de Hernán; por una de las calles laterales caminaban tres jóvenes del otro tercer año de la secundaria, una chica alta y de contextura fuerte, de cabello corto oscuro, otra, más baja de estatura, de figura voluptuosa, rasgos muy agraciados y cabello largo rubio, que a todas luces no encajaba en el uniforme de colegiala, y un chico, de rasgos bastante infantiles, pequeño y menudo de estatura, que perfectamente pasaba por uno de primer año, aunque su mirada y expresión era inteligente y vivaz. Soledad apretó los puños.

—Buenos días a todos. Es un enorme placer conocerlos a todos.

Quedaron enfrentados por un momento, Dani al frente de los suyos, el menudo joven al frente, a pocos metros de distancia y con cientos de preguntas reuniéndolos y a la vez separándolos.

—Hola.
—Si, hola, es un gusto conocerlos. Dani, Lorena, Hernán, Soledad, Carolina, Leticia, Fernando.

Se hizo un silencio; ninguno esperaba que la información fuera tanta.

—Nos presentamos, mi colega rubia es Luciana, mi otra colega es Teresa, y yo soy Alberto. Vi el mensaje que dejaron en Sured, así que aunque lo lamento porque tenía preparada una entrada espectacular, me parece genial que nos conozcamos. Ya era hora.

Soledad miró de uno en uno a los otros; Luciana estaba luchando contra sus propios nervios, de la misma manera que ella tiempo atrás. Que lejos parecían esos momentos.

—Esta situación es extraña, pero no los voy a privar de los detalles —dijo Alberto adueñándose de la escena— porque todo comenzó el Miércoles de la semana pasada, o al menos eso creíamos. Hasta que repentinamente fui atacado a última hora por cuatro chicos del cuarto año, nada excepcional dirán ustedes, excepto que en primera me cayeron a golpes sin ningún motivo, segunda, que parecían almas que se las lleva el diablo, y tercera, que cuando fui a hablar con los inspectores, nadie me prestó atención y todo el mundo parecía muy molesto por alguna causa. Reconozco que soy un poco paranoico, así que como ocurrió eso tan raro, decidí hacer algunas investigaciones porque pensé que había algún deporte nuevo como golpear gente o algo así. Y cuál es mi sorpresa al descubrir que Luciana quedó misteriosamente encerrada en el laboratorio de química, sin que la puerta estuviera cerrada ni nada por el estilo, y aparte mientras en la sala había un experimento que podía ser muy peligroso; a ella tampoco nadie la escuchó.

Leticia miró a Teresa; era una joven de contextura grande y fuerte, pero su actitud era totalmente opuesta a eso; era frágil y estaba asustada.

—Yo no presté atención al principio —dijo Luciana— y de hecho, tampoco tomé en cuenta a Alberto, aunque si me pareció muy raro como al día siguiente todos en la secundaria, incluso nuestros compañeros y los profesores, se comportaban de un modo muy extraño.

Fernando se sentía incómodo en esa situación, estaban prácticamente entregándose después de tanto proteger el secreto, y aún no sabían si estaban haciendo lo correcto o no.

—Pero yo seguí insistiendo —continuó Alberto— porque resulta ser que no lograba hacer encajar las piezas y me encantan los rompecabezas. Así que investigué, y caí en la cuenta de que desde hacía un tiempo se repetían hechos como ese, accidentes, agresiones y sucesos inexplicables.

Lorena estaba cada vez más convencida de que estaban haciendo lo correcto; todo lo que estaba pasando los llevaba allí.

—Este tipo de cosas siempre tienen un patrón común —explicó Alberto— y entre preguntas y averiguaciones, supe que si había algo en común: ustedes siete.

Hernán miró a Dani y a Lorena, que eran los únicos del grupo que se veían resueltos; él mismo tenía dudas, no quería arriesgarse a perder todo el esfuerzo por el que habían pasado.

—Un accidente ahí, un ataque allá, nada tenía sentido real por sí solo, pero el punto en común es que estaban involucrados todos ustedes, o algunos. Nunca nadie más. Y además, por favor, deben ser los estudiantes con la mayor cantidad de permisos autorizados y visitas a la enfermería de toda la secundaria, y aunque aún eso sería poco importante, solo bastaba unir datos para ver que las visitas a la Señorita Bastías y los permisos siempre estaban después de algún hecho fuera de lo común.

Teresa le tocó un hombro al pequeño.

—No le des más largas.

Alberto se removió un poco incómodo, claramente estaba siendo difícil para él, por mucho que estuviera dramatizando con tanto detalle; para él era necesario poner las cosas en contexto.

—Alguna pelea sin sentido —continuó con fuerza— y estaban ustedes. Un accidente raro e inexplicable, y estaban ustedes, y solamente ustedes, siempre. Llegué a creer que estaban detrás de alguna maquinación o broma macabra, hasta que Teresa me dijo algo que lo cambió todo.

La aludida intervino hablando en voz baja, aunque eso no disimulaba su nerviosismo.

—Ésto pasó el Viernes —explicó lentamente— tuve un sueño muy extraño, y tengo que explicarles que nosotros tres no teníamos ningún tipo de relación antes de eso; en el sueño estaba yo junto con Luciana y Alberto, en una extraña versión de los jardines de la secundaria, pero no solo estábamos nosotros, también había otra persona, un muchacho.

Carolina contuvo la respiración. Antes de escuchar el resto, ya sabía de qué se trataba.

— ¿Un muchacho?
—Sí. No podía ver su cara, pero si podía escuchar su voz, aunque esa voz no se parecía a nada que haya escuchado antes.

Soledad se sintió por un momento transportada a una escena pasada, pero a una real, no a una que fuese parte de un sueño.

—Solo dijo una cosa, pero fue muy claro: dijo "Ayúdenme"

Leticia nunca se mareaba, pero al oír eso se sintió auténticamente mal.

—Lo más inquietante de todo no fue eso, sino lo que vi después; después de esa extraña escena, vi a alguien más.

Dani supo en ese momento que habían tomado la decisión correcta.

— ¿A quién viste?
—A ustedes siete.

Lorena tragó saliva; esa era una visión mucho más clara que cualquiera de las intuiciones que ella misma había tenido hasta ese momento, pero al menos no dejaba lugar a dudas de que la compleja decisión que tomaran antes era la correcta. Alberto tomó la palabra.

—Teresa nos reunió a los tres y nos contó el sueño, y yo aproveché para contar lo que había estado descubriendo sobre ustedes, y por loco que parezca, todo parece tener mucho más sentido cuando juntas unas cosas con otras.
—Alberto...
—Van a escucharme ahora —sentenció Alberto con decisión— la única razón por la que no hice un escándalo de todo ésto es porque Teresa insistió en que teníamos que darles el beneficio de la duda, pero es la única vez que lo haré. Quiero, es decir,  queremos saber ahora mismo que es lo que está pasando, queremos saber qué es lo que han estado haciendo en ésta secundaria.

Antes que nadie pudiera hablar, Hernán soltó un bufido.

—Estás equivocado muchachito. Tú no quieres saber.
—Cállate Hernán.
— ¿Acaso querías saber tú Fernando? —lo enfrentó con mala expresión— no te hagas el héroe ahora.
—Y tú no lo compliques más.

Dani elevó su voz por sobre las de los demás.

—Basta. Por favor basta, lo dos. Teresa, Luciana, Alberto, ésto es... estamos metidos en algo, eso es verdad, pero las cosas son mucho más complicadas de lo que ustedes se imaginan.

Alberto sonrió con las cejas alzadas.

—No sé muy bien que es lo que nos estamos imaginando, de por medio hay agresiones, sucesos paranormales  y algo así como sueños proféticos. Hablen de una vez.

Dani respiró profundo.

—Tienes razón al decir que está pasando algo en la secundaria, pero no es algo que nosotros estemos haciendo. Es algo que está pasándonos. A todos nosotros.

Luciana miró a todos de uno en uno; estaba claro que no tenían absolutamente nada en común, al igual que ella con Teresa y Alberto. ¿Porque habían estado pasando esas cosas tan extrañas que los relacionaban a todos? Por un momento pensó que quizás no quería saber la respuesta.

— ¿Y qué es lo que está pasando?
—De alguna manera el sueño que tuvo Teresa lo explica todo —dijo Dani lentamente— tanto para ustedes como para nosotros; el chico que viste en tu sueño se llama Matías, y es el espíritu de un muchacho que murió trágicamente hace seis años.

Luciana no pudo contener una exclamación.

— ¿Qué estás diciendo?
—Es verdad —respondió Lorena— hace seis años un grupo de hombres secuestró a Matías, pero algo salió muy mal, y todos murieron dentro de lo que ahora es la secundaria.
— ¡No puede ser! — exclamó Teresa horrorizada — lo que estás diciendo es horrible.

Dani asintió.

—Lo sabemos. Pero aunque es horrible y muy difícil de entender, lo que estamos diciendo es cierto. La razón por la que han pasado todas las cosas de las que nos hablan y muchas más, es que los espíritus de los secuestradores de Matías y el del propio Matías están atrapados en la secundaria, porque hay algo que los ata aquí, y hasta el día de hoy nadie sabe que es. Y la razón por la que nosotros estamos involucrados es que Matías nos necesita para ayudarlo a liberarse y descansar en paz.

Alberto se rió a voz fuerte, aunque su risa denotaba un dejo de locura.

— ¿Me estás diciendo que a alguien se le ocurrió construir una secundaria en un sitio que está infestado de espíritus?
—Infestado es un término un poco fuerte.
— ¿Fuerte? —exclamó Luciana— ¿fuerte? No tienes idea de las cosas fuertes que se me están pasando por la cabeza en estos momentos.
—Cálmate —la interrumpió Alberto— todavía hay muchas cosas que hablar.
— ¡No me digas que me calme! —gritó fuera de si— ésto es un insulto, es una completa locura. Cuando nosotros tres hablamos de éste asunto supusimos varias cosas pero no ésto. Dime una cosa —apuntó a Dani— dime cómo es que tenemos que creer esa monstruosidad así como así, nosotros también podríamos pensar que ustedes están detrás de todo ésto.

Leticia avanzó un paso, pero Fernando la contuvo.

—Mira princesita, no hables de las cosas que no sabes.
—Sin embargo tiene sentido —intervino Alberto fríamente— y reconozco que soy culpable de no haber previsto que ustedes siete estuvieran detrás de alguna cosa así, lo más lejos que llegué es hasta las sectas que hacen brujería.
—Es bastante más complicado que la brujería —explicó Dani— y como te dije, el sueño lo explica todo. No tienes que creernos, pero si de verdad quieren saber qué es lo que está sucediendo, podemos demostrarlo, porque hay pruebas.

Teresa sintió un nudo en la garganta.

— ¿Qué clase de pruebas?
—Hay un lugar en la secundaria en donde nos comunicamos con el espíritu de Matías —respondió Lorena— a través de ese sitio nos comunicamos con él, y así Matías nos pidió nuestra ayuda.
— ¿Por qué? —exclamó Teresa— dime por qué ustedes están metidos en esto, por qué nosotros.

Dani se tomó un instante para responder; ahora se veía a si mismo en ellos, ahora entendía qué tan fuerte era pasar por toda esa situación, y lo peor es que después de todo lo ocurrido no solo seguían sin llegar a una solución, sino que además los problemas parecían aumentar.

—No sabemos la respuesta. Pero si hay algo que creemos, y es que ustedes están involucrados, porque Matías los necesita a ustedes igual que a nosotros.

Sucedió un breve silencio, en el que todos quedaron enfrentándose, debatiéndose entre lo que tenían que hacer y lo que debían, entre lo que el impulso dictaba y aquello que parecía imposible.

—Ésto es una locura absoluta —dijo Luciana temblando— están hablando de muertos como si se tratara de cualquier cosa, no debimos venir aquí ni seguir tus ideas Alberto.
— ¿Y qué propones? —exclamó Fernando— si tanto piensan que somos responsables de lo que les pasó o de sus sueños, entonces vayan a hablar con el director, hablen con quien quieran.
— ¡Fernando!
—Es la verdad Leticia, ya no estamos para éstas cosas, no después de todo lo que hemos pasado. Pero tienen que saber que todo lo que ha pasado no es nada en comparación con lo que habría ocurrido si nosotros no hubiéramos estado ahí para controlar la situación, y todo ésto es tan difícil para nosotros como para ustedes.
—Fernando, para —lo detuvo Dani— ellos no son nuestros enemigos.
—Lo sé.
—Muchachos, la única forma sensata de solucionar todas las dudas es que hagan lo mismo que hicimos nosotros cuando nos enteramos de lo que pasaba a nuestro alrededor; ir al sitio donde nos comunicamos con Matías.

Pero Alberto no replicó a eso, sino que a otro tema que lo mantenía inquieto desde el principio.

—Ustedes descubrieron que nosotros los estábamos vigilando, o que estábamos investigando sobre lo que hacían, y también dijeron que han estado... evitando —procuró remarcar las sílabas— que pasen cosas peores.
—Si —replicó Dani sabiendo que venía algo más— es muy peligroso que la gente se entere de ésto, pero ahora que ustedes están involucrados, ya sabemos que son necesarios.
—Y por eso nos lo dijeron.
—No teníamos alternativa, ya han pasado demasiadas cosas como para arriesgarnos a que el asunto se haga público y todo se vuelva a salir de control.

Alberto siguió en voz mucho más baja, aunque sus palabras fueron perfectamente audibles.

—Entonces es una trampa.

Eso fue suficiente para Hernán, que se acercó amenazante al otro; por un milímetro Dani alcanzó a interponerse entre ambos.

—Hernán.
—No te atrevas a decir algo como eso, ¿qué te crees que estamos de fiesta?
—No nos hables de ese modo —lo increpó Luciana— más bien fíjate en la locura de la que están hablando, no puedes esperar que celebremos ésta sarta de aberraciones.
—Basta, cállense todos —exclamó Alberto por sobre las voces de los demás— no quise acusarlos de nada, al menos no todavía. Pero creo que tienes razón, la única forma de resolver todas éstas dudas es hacer lo que tú dices; hay que hablar con ese espíritu que nos metió en todo ésto.

Teresa volvió a ver pasar frente a sus ojos las cosas que había soñado hacía poco, y aunque le resultaba difícil convencerse de lo que estaban planteándole, el recuerdo del sueño la hacía creer en esa posibilidad mucho más de lo que quisiera.

—Alberto tiene razón. Si llegamos hasta aquí, no podemos abandonar, tiene que haber alguna razón para que estemos aquí, para que hayamos acordado venir, y yo sé que ustedes sienten igual que yo que toda ésta locura no es tan imposible.

Luciana mantuvo el suspenso un momento más, pero finalmente se rindió.

—Tendremos que hacerlo. Es la única forma.



Próximo capítulo: Sin casualidades

Maldita secundaria capítulo 11: Elige para sobrevivir



Miércoles 17 Octubre

—Gracias por venir.
—No lo agradezcas, mejor explícanos que es lo que está pasando.

Los tres estaban reunidos en una sala, minutos antes de que comenzaran las clases. La juvenil voz masculina respondió en voz baja.

—Tengo serias razones para creer que hay una respuesta para lo que nos pasó el otro día.

Una de las dos voces femeninas habló, dejando notar su nerviosismo.

— ¿Cómo lo averiguaste?
—Prefiero no adelantarlo, pero necesito que me ayuden en algo antes de hablar.

La otra voz femenina intervino.

— ¿Qué quieres?
—Es sencillo. Tenemos que descubrir si esas personas están involucradas, y la única forma es seguirlos. Hoy es el día.

Secundaria Santa Sofía.
Inicio tercera hora de clases
Sala de Lenguaje

La sala aún era un absoluto caos sin la presencia de la maestra; Soledad se acercó a Dani muy preocupada.

—Dani, tengo que contarte algo.
— ¿Qué pasa, por qué tienes esa cara?

La chica miró en derredor, y aunque no había nadie exactamente cerca, igualmente habló en voz baja.

—Creo que está pasando algo extraño.
— ¿Por qué lo dices?
—Tengo la sensación de que alguien me ha estado siguiendo.

Dani la miró sorprendido.

— ¿Qué?

Iba a decir algo más, pero la alarma de evacuación sonó precisamente en esos momentos. El ruido generalizado fue reemplazado por una confusión total, y algunos gritos desesperados de los más alarmistas.

—Por favor estudiantes —exclamó el inspector Vergara parándose en el umbral de la puerta— no se alarmen. Permanezcan en sus puestos.

Carolina frunció el ceño. Vergara estaba actuando como de costumbre, excepto que no estaba aplicando el procedimiento de emergencias que ya había aplicado en los ensayos. Fernando se deslizó hacia el resto mientras el nerviosismo cundía.

—Aquí pasa algo raro, no se escucha al director por el altavoz.
—Porque probablemente no sea una alerta oficial —comentó Leticia— de pronto se trata de los espíritus.
—Habla más bajo —la reprendió Fernando— pero te encuentro razón.
—Yo me preocuparía más por lo que está pasando afuera —intervino Soledad— porque con Vergara ahí no podemos salir a ver qué es lo que está pasando. Ahora mismo alguien podría estar en riesgo.

Solo en ese momento Lorena comprendió que era lo que la había estado molestando durante todo ese tiempo; desde lo de Dani, sabía que algo no estaba bien, que algo además de los espíritus había evolucionado, y al escuchar a Soledad, lo comprendió. Miró alarmada a Dani.

—Dani, hay que salir de la sala ahora mismo. Tengo un mal presentimiento.

El joven la miró con los ojos muy abiertos; el mensaje había sido transmitido con toda claridad.

—Si, tienes razón, pero no se me ocurre nada, si alguien tiene alguna sugerencia...

En ese momento la alarma de evacuación dejó de sonar, y el inspector se apartó un poco para darle paso al maestro. Lorena miró desesperadamente a la puerta, y aplicó lo único que se le ocurrió, dejándose caer desvanecida en los brazos de Fernando.

— ¡Ayúdenme por favor, acaba de desmayarse!

Fernando dramatizó la escena subiendo el tono de voz, con lo que llamó la atención de todos. Dani le dio un codazo a Soledad.

—Desmáyate, que esperas.

Ella iba a replicar algo, pero se rindió y puso los ojos en blanco, tras lo cual se dejó caer en sus brazos.

— ¡Soledad!

Vergara se acercó al grupo ante las miradas de todos los compañeros. Por un momento Leticia creyó que los había descubierto, pero el hombre se limitó a mirarlos muy fijamente.

—Acompañen a éstas dos señoritas a la enfermería.

Rápidamente los restantes cinco se las ingeniaron para parecer necesarios en llevarlas fuera; sin embargo tuvieron que seguir fingiendo por el pasillo hasta la escalera al notar la insistente mirada del inspector.

—Las cosas deben estar realmente movidas como para que Vergara no sospechara de ti —le dijo Fernando a Hernán— parece que su nivel de sorpresa está muy arriba.

Hernán hizo una mueca.

—Supongo que estaba distraído destapándose los oídos después de tus gritos —replicó el otro— ahora si nos concentramos, debería haber un lugar adonde ir a investigar, no va a pasar mucho tiempo hasta que nos descubran.

Se reunieron con Dani abajo.

—Escuchen, hay que comprobar lo de la alarma y eso es en la parte de atrás, pero me preocupa el director.

En ese momento el altavoz se escuchó encender, y la fuerte y serena voz del director quebró el silencio del patio.

—Estudiantes, por favor manténganse dentro de sus salas, la alarma que escucharon fue solo un defecto del sistema, no hay alarma ni ningún motivo de evacuación. Por favor continúen con sus estudios.

Leticia hizo una mueca.

—Genial, salimos de la sala por nada.

Pero Lorena sorprendió a todos ahogando un grito.

— ¡No puede ser!
— ¿Qué pasa, qué? —exclamó Fernando mirando en todas direcciones— ¿que viste?

La joven se veía devastada, pero a todas luces era la única que sabía de qué hablaba.

—Lorena, dime en que piensas.
—La alarma de evacuación —dijo— el motivo por el que pasó ésto, la verdad de todo ésto es...

Todos se reunieron a su alrededor.

— ¿De qué estás hablando?
—Esto no pasó por casualidad —repuso aun procesando lo que estaba pasando por su mente— muchachos, la alarma de evacuación no tiene nada que ver con el espíritu de Matías ni con los de los secuestradores. Es una trampa.

Soledad sintió que le caía un peso encima.

—No puede ser, dime por qué estás diciendo algo así.
—No hay tiempo para eso, tenemos que ir a la enfermería; hay que tratar que parezca que salimos por esa razón.

Comenzaron a caminar nerviosamente hacia la parte delantera de la secundaria, con todos atendiendo a lo que nerviosamente decía Lorena.

—Seguramente ya es muy tarde, pero hagamos pantalla de todas maneras.
— ¿Pero de qué estás hablando?
— ¿Acaso no les parece muy raro que después del ataque a Dani y al Director no haya pasado nada más?

Fernando ahogó una risa burlona.

—No, no me pareció raro, fue una bendición o habríamos terminado todos hospitalizados.
—Estoy hablando en serio Fernando. Todo lo que pasó fue en la mañana, ¿por qué no iba a haber algún otro ataque si los espíritus de los secuestradores estaban desatados?
—N—no lo sé, ya habían descargado todo su poder sobre nosotros.
—O sobre alguien más —intervino Carolina— ¿es eso lo que tratas de decir?
—Después durante el día no estuvimos aquí, ¿cómo podríamos saberlo? Y después las cosas quedaron en ese estado tan extraño, cualquiera pensaría que se trataba de algo nuevo, pero nunca nos preguntamos si pasó o no algo más.

En eso llegaron a la enfermería. La señorita Bastías abrió la puerta y los miró fijamente.

—Buenos días.

La enfermera era una mujer corpulenta y fuerte, de carácter fuerte pero afable, y que siempre parecía tener razón en cada diagnóstico gratuito o en los orígenes que imaginaba de los malestares de los estudiantes.

—Ustedes están volviéndose clientes frecuentes de ésta enfermería —dijo poniendo los brazos en jarras— ¿qué ocurrió ahora?
—Dos compañeras con dolores de cabeza —dijo Fernando entrando con decisión— seguramente es por lo de la alarma.

Lorena y Soledad se sentaron con cara de circunstancia frente a la enfermera, que hizo algunos testeos de rutina como evaluar el pulso y revisar el iris.

—Es un poco de estrés —sentenció acercándose a su escritorio— cuando dejen de involucrarse tanto en cosas sin importancia como una simple alarma éstas cosas dejarán de pasar.
—Seguramente está teniendo mucho trabajo últimamente.

La señorita Bastías miró a Dani con la misma expresión embelesada de casi todas las maestras.

—Si mi vida, desde hace un tiempo en ésta secundaria pasa cada accidente más extraño que el anterior, y además parece que la mala suerte persigue a las mismas personas, ustedes son la muestra de ello.

Dedicó un momento a rellenar un informe; todos miraron alarmados a Lorena, quien después de un instante le hizo un gesto a Dani.

—Tal vez es por la presión del fin de año, todos estamos nerviosos y torpes.
—Nada de actividades fuertes, hoy según el horario no tienen clase de deporte, y un analgésico —sentenció guardando la ficha en la repisa que correspondía a los terceros, y que extrañamente era la que estaba más llena de todas— puede ser cariño, ustedes los jóvenes tienen tanta energía que a veces eso los supera. Pero supongo que está bien, al menos las peleas no han aumentado, aunque si los accidentes.
— ¿Algún día más pesado que el otro?
—Claro cielo, el Miércoles; mi enfermería parecía hospital de campaña, entre ustedes, y más tarde la chica que quedó encerrada en el laboratorio de química con un experimento peligroso, la que cayó desmayada, el pobre al que golpearon entre varios... bueno, pero ya está bien de tanta palabrería, vuelvan a sus salas, y tu cariño, me debes una visita, estoy preocupada.

Dani se acercó a la puerta con los demás.

—Muchas gracias, pero estoy bien; le prometo que para fin de mes estaré por aquí.
—O quizás antes.

Los dejó y cerró la puerta. Otra vez todos se reunieron en torno a Lorena.

— ¿Quieres explicarnos de una vez por todas qué diablos está pasando?
—Lo que suponía es verdad. Todo ésto de la alarma fue una trampa, alguien nos descubrió.

Todos se quedaron en silencio ante las palabras Lorena.

—No puede ser, debe haber otra explicación.
—Yo al menos no la encuentro. Esos tres estudiantes, los que mencionó la señorita Bastías, lo que les pasó fue justamente después de que salimos de la secundaria, cuando no podíamos hacer nada por ayudar. Y justamente ahora alguien acciona la alarma misteriosamente cuando estábamos atrapados en la sala. Como si lo hubieran planeado.

Fernando tragó saliva.

—Y no ha pasado nada fuera de lo común.
—No, no puede ser —dijo Dani sin mucha convicción— no puede pasarnos ésto justo ahora, no ahora que estamos tan cerca...
—Esperen, esperen —intervino Hernán— antes de desesperarse, hay que saber si de verdad tienen razón o no.
—Y que quieres que haga —le espetó Fernando— no puedo ir a preguntar por ahí: oye, ¿tu descubriste que somos un grupo que pelea contra espíritus del más allá?
—No digas tonterías, sé que te cuesta pero controla lo que dices.
—Aunque tal vez no sea mala idea.
— ¿Que, enloqueciste?

Dani suspiró profundamente.

—Probablemente, pero todos estamos un poco locos ya; vamos a la biblioteca.
— ¿Y con qué excusa?
—Francamente Leticia, ya me da igual.

Minutos después los siete estaban en la biblioteca ante uno de los ordenadores.

—No puedo seguir esperando —se quejó Soledad— ¿crees que podrás hacer algo Leticia?

Leticia estaba tratando de entrar en el servidor del sitio sured.

—No es difícil, sobre todo porque no quiero meterme a las salas de chat, solo quiero saber si... Ay por todos los cielos...

Encontró un grupo de conversación cerrado que llamó su atención. Para entrar se necesitaba una clave, y se le ocurrió escribir "siete" "espiritus" y falló, pero descubrió que era una palabra de seis letras.

— ¿Que puede ser?
—Oculto; es lo que somos ¿o no?

Leticia probó y funcionó. Claramente habían borrado los mensajes más antiguos, pero la última línea que quedaba era muy clara: vamos a descubrir lo que esconden esos siete. A Soledad se le vino el mundo encima.

— ¿No puede ser, pero cómo?
—Es bastante lógico si lo pensamos —dijo Leticia pesadamente— hemos estado todo este tiempo llamando la atención en medio de los disturbios que pasan en ésta secundaria, y ahora que Lorena lo dice, dejamos de lado el lugar ese día, porque claramente no estábamos para hacernos cargo.
—Y los espíritus siguieron provocando cosas —intervino Fernando— pero la pregunta no es qué pasó, la pregunta es por qué ellos tres en particular están tras nuestros pasos.

Dani se removió incómodo.

—No, no es eso, es más complicado aún.
— ¿Que dices?
—Adriano del Real nos lo dijo —explicó sin terminar de convencerse— nadie tenía que saber lo que pasaba o las cosas se pondrían peores, y ustedes mismos me dijeron que luego del accidente aquí todo cambió. Perfectamente puede tratarse de eso.

Fernando tuvo que sentarse.

— ¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora? Esto no tiene sentido, si se supone que hay más gente enterada, deberían haber cambiado las cosas y no es así.

Pero él mismo no estaba muy convencido de eso, y la duda ya se había esparcido por todo el grupo; Dani habló en voz más baja.

—Lorena, ¿era ésto lo que temías?
—No, pero es lo único que tiene sentido ahora.

El silencio de la biblioteca estaba haciéndose cada vez más insoportable; de pronto había ocurrido algo más inesperado que todo lo anterior, y la incertidumbre era un componente que ninguno de ellos se esperaba.

—Estamos expuestos. Si alguno de ellos habla, la noticia correrá como pólvora y estaremos metidos en problemas peores.

Dani estaba inmóvil ante los demás.

—Lo sé.

Hernán resopló.

—Todo lo que hemos hecho está en peligro. Esas personas pueden arruinarlo todo.

Fernando odiaba estar de acuerdo con él, pero tenía la razón.

—Las personas que saben que estamos metidos en ésto pueden querer investigar por su propia seguridad o por las razones que sea, pero igual son un peligro.
—Desde un principio —comentó Lorena nerviosamente— sabíamos que si más personas se enteraban de ésto las cosas se saldrían de control.

Soledad suspiró.

—Estamos atrapados. Si ésto de verdad es así, el riesgo es mucho mayor que antes, puede pasar cualquier cosa.
—No solo eso —agregó Leticia— también está en peligro la gente de la Secundaria.
—Eso también lo sé.

Carolina sabía muy bien a lo que se exponían.

—Hay que tomar una decisión ahora. ¿Qué vamos a hacer?

Dani respondió resueltamente.

—No hay salida. Tendremos que decirles toda la verdad.



Próximo capítulo: Sin temor

Maldita secundaria capítulo 10: Toda la verdad



Martes 16 Octubre
Sala de juegos Milenio

Dani entró a la Sala de juegos y se encontró con Hernán al fondo; juntos entraron en un reservado para juegos de estrategias.

—No sabía que jugabas.
—Cuando era más chico jugaba bastante, ahora me aburre. Pero no es para jugar.
—No te preocupes, de todas maneras me van mucho más los de disparos.

Quedaron un momento en silencio, pero Dani optó por romper el silencio con una sonrisa espléndida.

— ¿Y bien? ¿Cómo empezamos?
— ¿Qué es lo que quieres saber?
—Por qué es que tienes todas esas heridas.

Hernán se debatía entre decirle la verdad y continuar en silencio, pero había algo inexplicable en su interior que le decía que las cosas no eran tan sencillas.

—Te lo diré si me dices por qué es que estás haciendo ésto. No te creo que sea por amistad.
— ¿Y por qué no? No hay ninguna razón para que yo no quiera ser tu amigo.
—No tengo amigos.
—Lo noté, pero por alguna razón siento que todo está relacionado.

Guardó silencio, pero ya era tarde y sabía que había hablado más de la cuenta.

—Es por lo de los espíritus.
—Hernán...
— ¿Qué, tuviste una revelación o algo así?
—No te pongas a la defensiva.
—Entonces no te hagas el buen samaritano conmigo, no seas deshonesto.
—No estoy siendo deshonesto, esto no solo se trata de una cosa, todo tiene que ver. Mira, hay algo que necesito saber, pero si estoy hablando contigo es también porque me interesas, no comprendo porque te resulta tan difícil creerme.

Hernán frunció el ceño.

—No tengo la costumbre de creer en las buenas intenciones de las personas.
— ¿Y por eso es que te metes en peleas callejeras?

El rapado lo miró sorprendido por lo que acababa de escuchar. Dani se arriesgó a continuar.

—Cuando te vi con esos golpes me acordé de cuando llegaste con una mano herida, y no me parecería extraño que hubieras tenido alguna pelea, considerando que de nosotros eres por lejos el más fuerte y jamás le haces el quite a un enfrentamiento.
—Cállate.
—Pero algo no concuerda, y me refiero a que me parece improbable que alguien como tú sea golpeado tanto, así que creo que hay algo que falta, algo que no quieres decir.
— ¡Que te calles!

Hernán golpeó la muralla para hacerlo callar. El joven de la silla se sintió auténticamente asustado, aunque más que por su seguridad, porque hubiera cometido un gran error.

—Dime cómo es que sabes esas cosas.
—No las sé —respondió lentamente— solo he mirado con atención, y como te dije, me preocupas.

Por primera vez desde que lo conocía, Dani vio a Hernán un poco más real, un paso más allá de lo que se veía de él a simple vista.

—Todas las heridas no son por lo mismo, en eso tienes razón; en lo de las peleas también. Pelear me sirve para descargar la rabia que tengo.

Dani se quedó un momento sin aire.

—No... me estás diciendo que...
—Cuando peleo puede ser que me golpeen, pero no así.
—Pero no siempre respondes los golpes.

El rapado se sentó frente a él.

—No. No cuando es mi padrastro el que golpea.

La conversación había llegado demasiado lejos, pero aunque estaba sintiendo  escalofríos por lo que estaba oyendo, también supo que eso no era todo, y se enfrentó a la negativa de preguntar, que al final tuvo que vencer cuando apareció otra pregunta en su mente.

—Tú repetiste el tercer año, tienes edad para hacer un curso de dos años en uno, pero volviste a hacer tercero como los demás. ¿Por qué?
—Él me obliga.
—Y tu mamá no hace nada, por los golpes y...

Se quedó sin palabras; estaba comenzando a comprender. Hernán se resignó a continuar.

—Cuando mi padre murió hace tres años, dejó dicho en el testamento que el dinero estaría bajo el control de ella o algún tutor que designara, y entre varias  condiciones, una es que  tengo que terminar la secundaria  por el conducto regular, no en una nocturna o algo así. El tipo que se casó con mi madre la quiere, o está lo suficientemente interesado en el dinero como para tratarla bien y cuidarla, pero no puede disponer totalmente del dinero mientras  yo esté en el camino, y estaré en el camino mientras no termine la secundaria. Cuando la termine seré mayor de edad, ya no seré carga y ellos podrán vivir tranquilos.

El padrastro de Hernán lo golpeaba por no poder deshacerse de él; pero eso aún no explicaba porque ella  no hacía nada al respecto.

— ¿Que enfermedad tiene?
—Algo al corazón. Está con tratamientos, no le pasará nada, pero cualquier disgusto o emoción fuerte sería demasiado. No puedo matarla.

Dani hizo lo posible por recuperarse de la sorpresa; esos  eran los demonios de Hernán, esa era una de las siete razones de Matías.

—Oh, Hernán, no sabes cuánto lo...
—Oye, para —lo apuntó con un dedo— no me compadezcas, no soporto que me tengan lástima, sabes de lo que estoy hablando.
—Tienes razón, lo lamento. ¿Y qué vas a hacer cuando salgas  de la secundaria?
—Irme. Es la única solución; además siempre he sido conflictivo, ella estará más tranquila mientras más lejos me tenga y le diré algo clásico, que quiero ser independiente. ¿Estás contento?

Dani lo miró con auténtico cariño.

—No. No estoy contento, pero te agradezco que hayas tenido confianza en mí. Y no sé si estés interesado, pero más allá de los espíritus y todo por lo que estamos pasando, yo de verdad quiero ser tu amigo.

El otro no respondió a eso.

— ¿Y qué es lo tuyo?
—Estuviste ahí, sabes cuales son mis miedos y traumas. Hernán, solo una cosa más: aunque no te pueda ayudar, quiero que sepas que estoy aquí para ti.

Más tarde, Dani se reunió con Carolina en el café Misol. Era un lugar pequeño y bonito, y expedía un agradable olor a galletas caseras.

—Me preocupé cuando me llamaste Dani. Los demás deben estar retrasados.
—No lo están —respondió Dani con una sonrisa espléndida— ésta vez solo somos tú y yo.

Carolina se sentó frente a él y lo miró lentamente. Sonrió como excusa.

— ¿Por qué me citaste aquí?

Dani estaba resuelto a resolver todo lo más pronto posible; Hernán había sido el paso más difícil y lo sabía, pero por otro lado era claro que él no iba a hablar de la charla con los demás. Desde Carolina sería más complicado.

—Hay algo que me preocupa de ti, por eso es que te cité, porque necesito saber qué pasa.

Por un segundo vio como ella se sonrojaba ligeramente, pero se recompuso.

—No te entiendo.
—Es eso —respondió con naturalidad— me preocupas, quiero ayudarte si puedo, y si no, al menos quiero escucharte y darte mi apoyo. Es lo menos que puedo hacer después de lo que tú hiciste por mí.

Se miraron fijo unos momentos.

—Pero Dani, yo no hice....
—Ni digas que no, yo sé que sí. Gracias a ti estoy bien, porque tú hiciste lo mejor para evitar que me hicieran daño. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de ti.

Eso fue más que suficiente; claramente Carolina necesitaba hablar.

—Las últimas épocas han sido duras.
—Debes sentirte muy presionada.
—A veces quiero llegar a casa, sentarme con mamá y abrazarla, y decirle lo nerviosa que estoy, o al menos mentirle y decirle que los estudios están muy pesados, pero no puedo.

"No puedo" no concordaba con la idea de mentirle.

— ¿Y por qué no puedes?
—Se trata de mi hermana menor. Tiene ocho años, y está en tratamiento por un grave accidente que tuvo hace tiempo. Falta muy poco para que termine, y va a curarse, pero mientras tanto, ella requiere toda la atención de los dos.
—Lo que te deja a ti sola.

Carolina lo miró de un modo extraño.

—Sí. Mi hermana está avanzando rápidamente en el tratamiento, y casi recuperó todo el movimiento de su cuerpo; se supone que en tres o cuatro meses ya estará bien del todo. Habitualmente no me afecta lo que pasa, además que amo a mi hermana, es solo que...

Dani terminó la frase por ella.

—Es que ésta vez te sientes superada, y quisieras ser tú la prioridad.
—Sí. Honestamente eso es lo que siento, pero se hace más complicado sentir esas cosas cuando amas a tu familia y sabes cuales son las prioridades.

Dani asintió; en su caso no tenía hermanos, pero entendía perfectamente el concepto.

— ¿Sabes lo que creo? Que no deberías sentirte culpable.
— ¿Por qué piensas eso?
—Porque lo que estás pasando es parte de la vida; a veces simplemente las cosas no son como queremos, pero por otra parte, eso te puede servir para apoyarte en personas que te rodean.

Carolina respiró profundamente.

—Todo ésto es un poco sorprendente, pero te lo agradezco mucho, no había podido hablar con nadie sobre ésta situación.
— ¿Pero por qué no? Lorena es tu amiga.

Carolina sonrió.

—No es un tema del que pueda hablar con ella; pero eso es algo que tienes que saber por ti mismo, no me corresponde a mí hablarlo. Es verdad que somos amigas, pero por eso mismo es que estoy cuidando nuestra amistad, sobretodo en momentos como éste.

Lo había descubierto; Carolina sabía que no estaba conversando con ella porque si, pero había decidido seguirle el juego.

—Carolina, quiero que sepas que estoy aquí si necesitas conversar de cualquier cosa.
—Lo sé, y te lo agradezco Dani, sé que lo dices sinceramente; yo también te quiero ofrecer mi apoyo en lo que necesites.

Se miraron fijo durante unos segundos; Dani decidió dejar las cosas así, y sintió que podía confiar en Carolina mucho más de lo que había pensado en un principio. En ese momento su teléfono anunció una llamada.

—Es Lorena.
—Qué extraño.

Poco después Dani se reunió con Lorena a poca distancia de donde había estado conversando con Carolina. La joven se veía notablemente alterada.

—Me preocupé por tu llamada Lorena, ¿ocurrió algo?

La joven lo miró fijamente.

—He estado pensando es ésto desde antes que tuvieras el accidente, pero por todas las cosas que pasaron tuve que posponerlo.
—Y eso tiene que ver con los espíritus.

Lorena estaba nerviosa; algo le decía que había llegado el momento de dejar atrás todos sus miedos e inseguridades, y enfrentar derechamente todo lo que estaba pasando.

—Si, tiene que ver con los espíritus. Dani, necesito que prestes mucha atención a lo que voy a decirte.
—Te escucho.

Lorena tomó aire, preparándose para hablar de algo que a todas luces le resultaba complejo enfrentar.

—Cuando tenía seis años, mi hermano menor...
—Tenía entendido que eres hija única.
—No siempre fue así.

Dani contuvo la respiración. De alguna manera, Lorena ya sabía que esa conversación iba  a tener lugar, y la llamada que recibió de ella cuando estaba con Carolina no había sido casual.

—Mi hermano menor murió, una noche tuvo una obstrucción y nada se pudo hacer.
—Lo lamento, no quise ser imprudente.
—Está bien, no tenías por qué saberlo. De cualquier manera no te llamé para hablar de eso, sino de algo que pasó esa noche. De pronto, simplemente desperté muy asustada, porque había tenido un sueño, en donde mi hermanito tenía un accidente; mientras lograba contener las lágrimas, escuché a mi madre llorar a dos cuartos de distancia, y a mi padre gritar. Después supe que en ese momento trataban de reanimar a mi hermano, y de apurar a los servicios de urgencia. Lo que quiero decir es que, a pesar de que era pequeña, tuve un sueño que predijo lo que iba a pasar, y eso nunca más abandonó mi mente.
—Y entonces...
—Entonces cuando crecí, decidí investigar los fenómenos de la mente, no es porque sí que sé algunas cosas del comportamiento de la gente o de las energías.

Las cosas comenzaban a tener un nuevo sentido. El joven respiró profundamente.

—Tú sabías que yo había llamado a Carolina.
—Lo supuse después de las cosas que dijiste cuando te recuperaste; te sorprenderías de las cosas que uno aprende de la vida estudiando lo que no se ve, como la energía o lo que pasa entre sueños. Y por eso es que supe que tenía que hablar contigo.
—No sé cómo agradecerte por la confianza que estás teniendo conmigo —dijo olvidándose por un momento de todo lo demás— es muy importante, de verdad.
—Lo sé Dani; pero la verdad es que hay algo más, lo más importante de todo lo que tengo que decirte.
—Puedes decírmelo.
—Dani, de alguna forma siento que estamos acercándonos a algo; las cosas que han pasado no son porque si, tiene que haber algún motivo, y lo que creo es que estamos acercándonos a un momento decisivo.

Dani no estaba seguro de querer escuchar la respuesta, pero ya no podía echar pie atrás.

— ¿Crees que nos estamos acercando al momento en que todo va a resolverse?
—No. La sensación que tengo es que está a punto de pasar algo importante; las cosas no pasan porque si, todo lo que hemos vivido nos está llevando a una parte, a un sitio en donde tal vez todo va a cambiar, o donde tendremos que tomar alguna decisión. Lo importante aquí es que necesito tu ayuda.

Dani la miró lentamente, a todas luces sus presentimientos iban mucho más allá de lo que quería decir, pero sabía que si se guardaba algo, debía tener un motivo importante. Y él también estaba guardando información.

—Sabes que puedes contar conmigo, así que si hay algo que pueda hacer, solo dilo.
—Está bien. Dani, si en algún momento descubro algo, de la manera que sea, aunque no tenga sentido, por favor ayúdame, haz que sigamos el curso que tenemos que seguir.

El joven asintió enérgicamente.

—Cuentas con todo mi apoyo; te prometo que si en cualquier momento pasa algo, estaré ahí para ayudarte, y sin cuestionamientos.



Próximo capítulo: Elige para sobrevivir

Maldita secundaria capítulo 9: El fin del secreto



Lunes 15 de Octubre
Jardín de casa de Dani

Adriano del Real estaba en el jardín de la casa junto a los seis. Hacía más de veinte minutos que le habían entregado la silla de ruedas a los padres de Dani, pero ellos les habían pedido privacidad para entregársela.

—No aguanto estos nervios —dijo Soledad— casi llevamos media hora aquí afuera y no se escucha ni un ruido.

Adriano también comenzaba a preocuparse.

—Hay que tener paciencia, todo ha sido muy fuerte para ellos.
—Es una suerte que hayan podido conseguir la silla —comentó Carolina— usted si tenía contactos que lo ayudaron.
—Eso es cierto, pero yo solo hice el contacto inicial, fue su director quien convenció al empresario de donar la silla y los implementos.

Hernán se llevó las manos a la nuca.

—De pronto ésto no está resultando.
—No empieces...
—Para cómo nos ha ido últimamente sería lo más lógico.
—Precisamente por eso es que le conseguimos la silla —replicó Fernando— es tan sencillo como que la use.
—No es tan sencillo por lo visto, o no llevarían todo éste tiempo ahí.

Leticia revoleó los ojos.

—No empiecen con sus discusiones, ahora no.

Del real intervino calmando los ánimos.

—Muchachos, no hay que angustiarse, es natural que después de lo que ha pasado, sea difícil para él recuperarse; dejemos que las cosas sigan su curso, por ahora solo podemos esperar.

Se hizo el silencio en el grupo, con todos ansiosos de ver los resultados de lo que habían hecho con tanta esperanza. Pasaron algunos minutos de tensa espera, hasta que la puerta se abrió sorpresivamente y una figura apareció en el umbral.

— ¡Dani!

Sonriente, el joven se dejó ver sentado sobre una silla cromada y reluciente; ajustándose los guantes se impulsó al amplio jardín, y unos metros después se detuvo, accionando una palanca escondida en la silla, que hizo que las ruedas dejaran de moverse. Acto seguido desenganchó, y valiéndose de sus fuertes brazos giró para quedar enfrentándolos a todos.

— ¡Miren ésto, estoy vivo de nuevo!

Eufórico, Dani volvió a moverse, y con movimientos de precisión circense, retrocedió, avanzó y se impulsó para hacer giros en dos ruedas.

— ¡Que les parece ésto! ¡Soy un acróbata, soy un acróbata!

Todos lo miraban atónitos, pero aún tenía una sorpresa más, e hizo equilibrio en una rueda, con más facilidad que otra persona se pararía en un pie. Se detuvo, y Soledad estalló en lágrimas, abrazándolo superada por la emoción.

—Dani, estoy tan contenta de ver que ahora estés bien. Creí que nunca te iba a volver a ver como siempre.
—Qué bueno que estás bien —dijo Lorena— estábamos preocupados.
—Te echábamos de menos —comentó Carolina visiblemente emocionada— que alegría.
—Te ves genial —dijo Fernando sonriendo— que bueno.
—Y la silla te hace ver estupendo —Leticia le hizo un gesto positivo— volviste con todo.

Dani estaba radiante, y miró a todos uno a uno con cariño.

—Muchas gracias. A todos, a usted también Señor del Real.
—No tienes nada que agradecer, eres muy importante para ellos, para todos.

El joven sonrió.

—De todos modos se lo agradezco a todos; pero díganme, ¿de dónde sacaron estás ruedas?
—Fue obra del señor Del real y del director San Luis.
—Pero fue idea de ustedes —repuso Adriano— ustedes presionaron para conseguirlo.

Dani estaba casi fuera de si de alegría por volver a sentirse completo, pero además le alegraba ver como los demás estaban comenzando a entender. En eso aparecieron en el umbral los padres de Dani. Ambos se veían cansados, pero alegres.

—No tengo palabras para agradecer lo que hicieron.
—No tiene nada que agradecer —replicó Del real— su hijo lo merece.

La madre de Dani tenía muchas preguntas, sobre por qué ese desconocido estaba tan íntimamente involucrado en todo eso y varias otras cosas, pero se había comprometido a esperar, y además por el momento la felicidad que veía en su hijo era más importante que todo.

—Muchachos, yo...
—Ni lo mencione —la interrumpió Fernando sonriendo— todo está bien.
—Eso suena como que hay algo de lo que todavía no me he enterado —dijo Dani— pero después lo veremos con más calma, ahora lo importante es que estoy bien de nuevo; escuchen —continuó mucho más serio — el accidente fue totalmente inesperado para mí, y supongo que por eso me afectó tanto. Estaba, pero a la vez no estaba, era como estar encerrado.
—No es necesario que des explicaciones — dijo Leticia.

Pero él negó con la cabeza.

—No son explicaciones, lo digo porque siento que es importante que ustedes lo sepan, porque son los que estuvieron más involucrados y no me abandonaron.

Percibió la mirada de alerta en Carolina, pero sabía muy bien de qué hablar y de que no.

—Tienen que saberlo. Tienen que saber que estaba asustado, y quedé encerrado en mí mismo, así que era algo que estaba fuera de mi control. Pero me trajeron estás ruedas maravillosas, y con eso me ayudaron a volver a ser el de siempre, ésto —señaló la silla— fue el puente que me trajo de vuelta.

Ni dijo más, pero percibió como los demás iban entendiendo poco a poco el mensaje.

—Ahora les voy a pedir algo: necesito descansar, estoy agotado y quiero que mis papis me cuiden, mañana vuelvo a clases.
—Tienes razón —dijo Adriano— por ahora terminamos.
—Si, nos vemos mañana donde siempre.
—Exacto Lorena. Otra vez gracias a todos, y mañana lleguen temprano porque tenemos mucho de que conversar.

Martes 16 de Octubre
Calle Orlando Vidal

Dani le había pedido a su padre que lo dejara en una calle cercana a la plaza Las flores  y logró convencerlo diciéndole que quería practicar un poco más con la silla. La sorpresa se la llevó unos minutos después cuando, a una cuadra de la plaza  vio a Hernán caminando lentamente.

—Hola.
—Hola.

Hernán no lo tomó en cuenta, pero tampoco apuró el paso.

—Oye, gracias por el apoyo.
—De nada.

Dani se detuvo, haciendo que el otro se detuviera también.

—Creo que deberías hacer algo con eso antes que alguien más lo vea.

Señaló su costado, donde una huella de sangre estaba traspasando la camisa.

—Demonios.
—Déjame ayudarte.
—Puedo hacerlo solo.

Dani no se inmutó.

—Probablemente  pero no antes que alguien te vea.

Hernán dudó un momento, pero se dio por vencido y se sentó en una cerca muy baja y sacó de la mochila unas vendas. Al quitarse la camisa Dani vio con espanto  que el golpe que sangraba era una especie de moretón, pero no era el único, había muchos otros golpes de distinto tipo y antigüedad.

—Cielos Hernán, ¿qué es lo que...?
—No hagas preguntas —le contestó el otro secamente— no es tu asunto.
—Claro que sí, me preocupa verte así.

Hernán se envolvió la herida con gasas y rodeó el costado con la venda; Dani se acercó para ajustarla.

—Más apretado, no quiero que se caiga en clase.
—Está bien. Pero dime que ocurrió por favor.
—No es asunto tuyo, ya te lo dije, además esto nunca ha...

Se cortó, pero Dani alcanzó a entender lo que no quería decir.

— ¿Estás diciendo que no es primera vez que estás así?  Ya lo suponía, mira esas marcas.
—Deja de hacer preguntas, ya te dije que no es tu asunto.

Dani apretó la venda más de la cuenta y lo dejó un momento sin aire, pero inmediatamente lo soltó. El rapado lo miró con el ceño fruncido.

—Eso era innecesario.
—Entonces dime que pasa, estoy preocupado por ti. Y no me digas que no es mi asunto porque si lo es, igual que fue tu asunto estar pendiente de mi cuando tuve el accidente.
— ¿Por qué tienes que salir con esas cosas?
—Porque es la verdad. Y no te voy a dejar en paz, no hasta que confíes en mí aunque sea un poco; tú me salvaste Hernán, evitaste que el accidente fuera mucho más grave, no puedo creer que solo haya violencia y soledad en ti.

Hernán sacó de la mochila una camisa limpia y se vistió; durante un instante le dedicó una mirada enigmática.

—No vas a dejarlo.
—No.

Se miraron fijo unos segundos. Dani sabía lo que tenía que hacer.

—Te lo diré si me juras que no se lo dirás a nadie.
—Te lo juro.
—A nadie Dani. Ni a tu madre.

El otro sonrió.

—Extrañamente me está resultando muy sencillo mentir últimamente. Te lo juro,  de mi boca no saldrá una palabra.
—Te creo. Después de clase, estaré en la cuadra donde está la sala de juegos Milenio.

No dijo nada más y siguió hacia la plaza. Mientras Dani llegaba aparecieron los demás.

— ¿Ahora llegan juntos?
—Si, secuestré a Hernán ayer, acabo de liberarlo.

Todos se miraron unos segundos, y rieron nerviosamente; Hernán sacó una revista.

—Volviendo a lo nuestro —dijo Leticia con una falsa sonrisa— creo que tenemos que hablar de muchas cosas.

Dani sonrió espléndidamente.

—Lo lamento mucho pero Soledad  ya me puso al tanto de todo lo que pasó en mi ausencia.
—Tanto mejor —comentó Fernando— porque estoy muerto de sueño y quiero ir al punto. Lorena, es tu turno.

La aludida miró a todos uno por uno. Ya había preparado lo que iba a decir, pero igualmente se sintió un poco sofocada.

—Creo que descubrí algo muy importante; dentro de todo lo que hemos estado pasando, hace poco, y a propósito de lo que ocurrió en la calle, nos dimos cuenta de que no habíamos estado comprometidos realmente con ésta misión, y eso hizo que el poder de los enajenados se desatara por completo; pero hay algo más, y creo que es parte vital de la solución del conflicto: tenemos que ayudar  a Matías a que encuentre la paz, a que deje de tener miedo y se libere, pero para eso, primero tenemos que salvarnos nosotros mismos.

Dani había llegado también a conclusiones similares.

—Creo que tienes razón, pero ese es un asunto bastante personal; todos tenemos nuestros demonios, y necesitamos enfrentarlos para poder darle al espíritu de Matías la paz que necesita.

Miró a todos, y vio en sus ojos como esas palabras habían llegado a ellos. Pero él mismo sabía también algo más, y para que funcionara, aún debía callar.



Próximo capítulo: Toda la verdad

Maldita secundaria capítulo 8: Intentos inútiles



Viernes 12 Octubre
Alrededores de la secundaria.

Los seis se reunieron a poca distancia de la Secundaria. Después de la nefasta experiencia del día anterior, los ánimos de todos estaban bastante decaídos, de modo que por insistencia de Soledad no se reunieron en la plaza Las flores, y evitaron el sector donde había tenido lugar el ataque a Dani.

—Nos espera un día muy largo.
—Mejor dicho —comentó Leticia— hay que ver qué diablos es lo que pasa hoy, ayer ya fue extraño sentirse en medio de la casa de los espíritus.

Lorena suspiró. Tenía algunas cosas en mente, pero no era el momento de hablar.

—Hay que prestar atención, ahora mismo podría pasar cualquier cosa.
—Estuve pensando en algo —comentó Soledad— creo que tendríamos que hacer algo por Dani.

Fernando se rió sarcásticamente.

—Perdóname pero su madre casi nos echó a patadas de la urgencia, no veo cómo podríamos ayudar.
—No se trata tanto de ir a ofrecer ayuda como de hacer algo. Soy amiga de él y aunque no debería estar hablando de esas cosas, sé que sus padres no tienen los recursos para comprarle una silla rápidamente. Esas cosas son caras.

Hernán la miró lentamente, y habló despacio, tratando de no sonar agresivo.

—Si estás tratando de decir que podemos comprarle una silla, es imposible, jamás tendríamos el dinero.
—Nosotros no, pero el señor Del real y el director tal vez sí.

Todos se quedaron mirándola asombrados. Leticia silbó alegremente.

—Soledad, me sorprendes, esperaba ese tipo de actitud de alguien como yo, no de ti. ¿Y cuándo propones ir a chantajearlos?
—No estoy proponiendo chantajear a nadie Leticia, además tampoco tenemos nada con que hacerlo por si es eso en lo que estás pensando. Lo que se me ocurre es hablar con el director y decirle la situación, a ver cómo nos ayuda.
—Considerando como estuvieron los ánimos ayer —replicó Leticia— no creo que nos vaya muy bien, pero siempre podemos intentar.

Se apuraron y entraron en la secundaria, y fueron inmediatamente al tercer piso del primer edificio, hacia donde había sido trasladada la oficina del director luego del supuesto incendio de la jornada pasada un piso más abajo. San Luis los recibió tan pronto llamaron; se veía demacrado y cansado, pero claramente estaba haciendo un esfuerzo por hablar con ellos.

—Buenos días.

Los seis saludaron. Carolina pensó que era una mala idea, pero Fernando decidió tomar la palabra.

—Director, estamos preocupados por Dani después de lo que pasó ayer.
—Está en su casa —replicó de modo cortante— y bajo el cuidado de sus padres.
—Lo sabemos —intervino Soledad— lo que nos preocupa es que Dani se quedó sin silla.
—No voy a expulsarlo si eso es lo que les preocupa. Faltan minutos para que empiecen las clases, vayan a sus salas.

Con eso estaba dando por terminada la reunión, pero Hernán no estaba dispuesto a quedarse así nada más.

— ¿Oiga que le pasa?
—Cállate Hernán.
—No me hagas callar Fernando. Director, usted también es parte de todo ésto, no puede ser que no le importe.

El director se puso de pie, pero Hernán no se intimidó.

—Vayan a su sala.
—No, usted no se va a hacer el desentendido. Estamos en problemas, Dani está en problemas y necesita una silla nueva, necesita que alguien lo ayude.

Se hizo un tenso silencio en la oficina. Leticia pensó que por lo menos se iban a ganar un castigo, pero para su sorpresa, la expresión de San Luis se suavizó y habló con un tono de voz mucho más calmo.

—Según lo que sé, está recuperándose. Sus padres tienen algunas dificultades económicas, seguramente no podrán comprarle una silla.

Soledad se había dado cuenta de que la actitud de San Luis era extraña, pero parecía estar volviendo a su centro.

—Tenemos que ayudarlo Director.
—Sí, hay que ayudar a ese muchacho. Vayan a clase, los tendré informados durante el día.
—Director...
—Vayan a clase —interrumpió volviendo a sentarse— por favor, hablaré con ustedes después.

Lorena advirtió que había hecho un gran esfuerzo por dominarse; se veía cansado, pero lo último que les dijo había sido honesto y sensato.

—Gracias director. Vamos, vamos a la sala.

Salieron rápidamente. Mientras bajaban por la escalera, Fernando no se pudo guardar un comentario.

—Estuviste de lujo Hernán.
—Cállate.
—Lo digo en serio, lo pusiste entre la espada y la pared. Una más y nos castigaban a todos, pero funcionó.

Hernán se guardó los comentarios.

—Mejor preocúpate de Del real, ya que estás tan contento aprovecha esa energía y convéncelo de que nos ayude también.
—Es buena idea —comentó Leticia sonriente— por hablar demasiado y no hacer nada te lo ganaste.
—Eres un ejemplo de amistad —hizo una mueca— pero supongo que está bien, si no lo logro yo, probablemente estemos perdidos.

Sala de artes
11:45

Fernando, Lorena y Carolina estaban en total penumbra en sala, con solo un foco iluminando en dirección a la blanca muralla, donde se veían aumentadas las sombras de sus manos.

—Ésto no nos lleva a ninguna parte.

Seguían intentando hacer con las manos una figura que representara algo, pero las cosas no iban muy bien.

—Deja quieta esa mano Fernando —lo reprendió Lorena— mira, creo que si subes esos dos dedos... no, esos otros...
—Cielos, ésto no está resultando y no tengo paciencia hoy.
— ¡Fernando!

El atractivo joven se apartó del grupo.

—Lo siento, podríamos tomarnos un minuto.
—No tenemos un minuto, casi termina la hora. Oh, si solo hubiera hecho ese taller de sombras chinas en la otra secundaria.

Fernando resopló sorprendido.

— ¿Hacían talleres de sombras chinas?
—Si, era extraprogramática pero no la tomé. Espera, creo que si ajusto la luz ésto puede mejorar un poco.

Se acercó a la fuente de luz, que era un foco a metro y medio en la pared junto a la puerta y se dispuso a ajustarlo, pero antes de poder hacer algo, la puerta se abrió con fuerza.

— ¡Buu!
— ¡Aaahhh!

Lorena reaccionó automáticamente, y junto con el grito lanzó el foco hacia la puerta, dándole directo en la cabeza a un chico de primer año, que se desplomó en el suelo dentro de la sala.

—Ay Dios mío.
—Lorena —exclamó Fernando acercándose— mira lo que hiciste, le diste con el foco, está desmayado.

Fernando recogió al jovencito y lo sentó en una silla, mientras Carolina devolvía el foco a su sitio.

—Me gritó —se defendió Lorena cerrando la puerta— con todo lo que pasa es natural que me haya asustado.
—Como sea, hay que sacarlo de aquí —dijo Carolina abriendo sigilosamente la puerta— no sería bueno que... oh cielo santo.
— ¿Que pasa ahora?
—Vergara viene para acá.

Fernando hizo una mueca.

—Creo que estamos entre la espada y la pared. Voto por decir la verdad.

No tuvieron tiempo de decidir nada más, cuando el inspector Vergara entró llenando de luz el lugar en penumbras.

— ¿Que hacen jóvenes?

Ayúdenos —exclamó Fernando dramáticamente— éste niño acaba de entrar y se desmayó.

El inspector se acercó a la silla en donde estaba recostado el jovencito, pero precisamente en ese momento llegó Leticia corriendo y muy agitada.

— ¡Fernando!

Pero se quedó inmóvil al ver a Vergara.

— ¿Pero qué es esto? — exclamó molesto el inspector — esa no es manera de comportarse señorita, ni que hubiera visto un fantasma.

Carolina y Lorena se acercaron disimuladamente a la puerta; Leticia hizo una mueca.

— ¿Fantasma? Como cree, solo vengo porque tengo que decirles que... la clase va a empezar... y tenemos un trabajo.

Por un momento parecía que el hombre se había olvidado del desmayado.

—Me parece bien que sea responsable, pero tiene que controlarse.
—Como usted diga.
—Bien.
—Bien.
—Ahora por favor aproveche algo de esa energía y vaya a la enfermería a buscar ayuda para éste joven.
—Nosotros vamos con ella —dijo Carolina agarrándose a un clavo ardiendo— volvemos en seguida.
—Ustedes van a irse a su sala ahora mismo.
—Por supuesto, nos vamos en seguida.

Mientras tanto, en los jardines a un costado de los edificios, Soledad y Hernán estaban trepándose a un árbol mientras seis enajenados los amenazaban desde abajo.

—Demonios, y eso que dijimos que teníamos que estar alerta.
—Nos tomaron por sorpresa, lo reconozco —dijo Soledad viendo que ya no podían subir más— hasta la mañana el ambiente seguía cargado y de pronto ésto.

Hernán sacó una rama y con ella trataba de alejar a los enajenados, pero eran demasiados y las cosas se estaban complicando.

— ¿Dónde están los demás?
—No los veo.
—Diablos, estamos perdidos.

Alejó a uno de una patada, pero se estaban subiendo al árbol y definitivamente había sido mala idea correr en esa dirección por estar en desventaja. Estaba tratando de calcular si podría lanzarse y darle espacio a Soledad, pero parecía muy improbable. En eso la chica gritó eufórica.

— ¡Ahí vienen los demás, estamos salvados!

Los otros se acercaron preparados. Llevaban planchas de madera de casi un metro de largo, flexibles, y con ellas golpearon a los enajenados, haciéndolos caer rapidamente.

— ¡Lo lograron!

Hernán se bajó de un salto mientras Fernando ayudaba a Soledad a bajar.

— ¿Que los retrasó?
—Vergara —replicó Lorena dejando de lado su improvisada arma— ahora tenemos que volver antes que se note que aún no llegamos a la sala.

Pero Carolina tenía también algunas otras preocupaciones.

—Esperen. ¿Qué vamos a hacer para explicar lo del chico de primer año?
—La sala estaba oscura —dijo Fernando encogiéndose de hombros— así que mantenemos la versión de que se desmayó y punto. No creo que quiera vérselas con Vergara y contar que hace pitanzas en clase.

Última hora de clase.
Sala de fotografía.

Los seis estaban en la sala trabajando en silencio, intentando terminar un trabajo.

—Demonios —protestó Leticia— ésta me quedó corrida. No vamos a terminar nunca.
—Cálmate, todavía tenemos tiempo.

Soledad era quien estaba más cerca de terminar el revelado de las fotos.

—Ya estamos pasando a la etapa de que se nos olviden las cosas —se lamentó— ni se me pasó por la mente que teníamos este trabajo.
—Voy a tener una nota horrible —se lamentó Lorena a su vez— lo que menos necesito son más problemas; en fin, terminemos con ésto, quiero irme a casa, entre lo de los enajenados en los jardines y el incidente con los otros en el segundo recreo...

Carolina dejó por un momento su trabajo.

—Oigan... ¿no les parece raro que Matías no se haya manifestado hoy, pero si los secuestradores?

Se hizo un breve silencio; Hernán miró a su alrededor y recordó que estaban solos en una sala, pero cuando lo hizo era demasiado tarde. La puerta de la sala hizo un sonoro clic.

—Si, tienes razón, era muy extraño.

Leticia se abalanzó sobre la puerta, pero ya era demasiado tarde.

—No puede ser, estamos encerrados.
—Pero ya sabemos cómo solucionarlo —dijo Fernando sin mucha convicción— solo hay que...
—Abrir la puerta todos juntos —lo interrumpió Lorena pesadamente— pero como recordarás, Dani no está aquí.

Soledad se acercó a la puerta; era extraño sentir como una especie de suave corriente de aire impedía mover la puerta o girar el pomo. Si, de verdad les hacía falta Dani.

—No podemos quedarnos aquí, tiene que haber alguna forma. Probemos de todos modos.

Se reunieron en torno al pomo de la puerta, pero no se produjo ningún cambio; Hernán pateó la puerta, impotente.

—Diablos, nos la haces bastante difícil para querer nuestra ayuda.

Lorena estaba preocupada por lo que estaba pasando, pero recordó algo en lo que había estado pensando desde antes.

—No podemos ayudar si no nos ayudamos nosotros mismos.
— ¿De qué hablas?

Lorena se dejó llevar por un impulso, y habló sinceramente, sin pensar en lo que pudieran decir los demás.

—Matías, somos nosotros. Te necesitamos, necesitamos que nos digas como ayudarte; no te hemos abandonado, seguimos aquí.

Al principio no pasó nada, pero unos momentos después la puerta cedió, y todos se quedaron mirándola sorprendidos.

— ¿Cómo hiciste eso?
—No hay tiempo de explicarlo —replicó abriendo la puerta— tomen las fotos y salgamos, hay que contactar a Adriano del Real.

Más tarde, luego de salir de clases, los seis se reunieron con Adriano del Real en la plaza Las flores.

—Y esa es nuestra idea —explicó Lorena ansiosa— necesitamos a Dani de vuelta, pero no solo se trata de eso; él necesita volver, y necesita a Matías igual que él a nosotros.

Del real no se veía tan animado como ella esperaba.

—Entiendo tu propuesta Lorena, es solo que no hay nada más que pueda hacer ahora.
— ¿Qué quiere decir?
— ¿El director San Luis no habló con ustedes?

Se miraron sorprendidos. No recordaban que tenían que hablar con él.

—Lo olvidamos.
—Él no. Y le dije que no tenía dinero como para ayudarlo con ese asunto, pero que si podía hablar con algunas personas que conozco; después de la forma en que perdí éste lugar, es difícil, pero espero que alguna de las personas a las que contacté recuerden los buenos tiempos y quieran ayudarnos. Por ahora solo hay que esperar.

Los jóvenes se miraron unos a otros, por una parte angustiados y por otra ansiosos, pero Del real tenía algunas dudas.

—Lorena, dijiste que ésto no era solo por Matías, ¿a qué te referías?
—He estado pensando en lo que pasó —replicó decidida— y recordé lo que hablamos. Es cierto que nos dimos cuenta de que habíamos sido egoístas, y que en parte lo que pasó era nuestra culpa, pero no solo es eso; Dani fue el único antes de ese suceso que estaba realmente interesado en ayudar, y por eso lo atacaron a él con tanta rabia, porque era el más cercano al espíritu de su hijo. Ahora han habido cambios, ataques simultáneos, hoy también pasaron cosas y es porque el poder de los secuestradores es más fuerte, y el miedo del espíritu de su hijo también. Necesitamos unirnos de verdad, y solo así Matías tendrá el valor de ayudarnos.

Leticia estaba sorprendida de lo elocuente que estaba siendo Lorena, pero por otra parte lo que decía tenía bastante sentido.

— ¿Estás tratando de decir que para conseguir nuestro objetivo solo basta con que tengamos la voluntad de hacerlo?
—No. Estoy diciendo que cuando estemos todos juntos y podamos dejar de lado nuestras diferencias y lo egoístas que hemos sido, ahí podremos comenzar a hacer algo más de lo que hemos logrado hasta ahora.



Próximo capítulo: El fin del secreto