La traición de Adán capítulo 19: Cielo infinito



Carmen tomó el primer avión una vez amaneció tras la exitosa jornada de inauguración de la galería de arte, dejando a Adán como encargado del funcionamiento de ésta. Esa misma mañana comenzaron las visitas, y las cuentas comenzaron a marcar esperanzadores números, aunque por el lado de la crítica, esta era tan conflictiva como la obra  en sí, pues se resaltaba el delicado y detallista estilo de la autora, llegando a catalogar su trazo como maestro, pero en contraposición se mencionaba el carácter inquietante y tormentoso del resultado; todos tenían razón, pero ya nada se podía hacer al respecto, por el momento lo importante era sacar los mayores dividendos de la galería, eso haría que su inversión tuviera éxito aun si en el futuro Regreso terminaba destruyendo a su creadora si esta no podía superarlo. El Lunes siguiente el hombre de 24 años se reunió con Bernarda Solar para firmar un suculento contrato.

–Me alegra que estemos comenzando bien –celebró ella sonriente– estoy segura de que todo irá sobre ruedas.

Adán continuaba leyendo el contrato.

–A propósito, supe que ahora eres dueña de la constructora Del Mar.

Bernarda sonrió.

–No soy la dueña, la gente es tan exagerada, solo soy accionista.
–Mayoritaria.
–Pero accionista al fin.
–Te doy el punto –coincidió él tomando lápiz– y ya que estamos en ésta etapa, quiero comenzar con algo que me importa mucho, es decir el proyecto en sí.

La mujer se sacudió el cabello y le enseñó un bosquejo de su proyecto, que el reconoció al instante.

–Esta es la cara que tendrá el Boulevard del centro comercial Plaza  Centenario cuando terminen con él. Será un paseo para los sentidos, pues ahí tendré la galería Cielo, restaurantes, spas, centros de masajes, terapistas, expertos en sanaciones alternativas y todo lo que está relacionado, me refiero a la combinación entre un centro para vacacionar, una ida al museo más vanguardista y un paso por los lugares de encuentro más prestigiosos, todo reunido en un solo sitio; nadie jamás ha intentado algo así, por eso es que será un éxito.

Eva estaba dirigiendo aquel y otros proyectos para la constructora, lo que significaba que estaría informado de manera directa de lo que Bernarda no quisiera decirle, y además de eso, ambos podrían sellar ese lugar con su marca, dejando una clave o un aspecto único que solo ellos dos pudieran entender y que les daría un control total de todo. Jugueteó con el lápiz unos momentos más.

–Es un proyecto sumamente ambicioso.
–Por eso te dije que esto es llegar a otro nivel; haré que la mejor gente trabaje conmigo, por eso es que te quiero aquí. Además tengo a otras personas, solo tenemos que comenzar.

Adán la miró fijamente y vio que Bernarda sería una gran aliada en sus proyectos. Firmó el contrato y se quedó con una copia.

–Excelente, puedes cobrar tu primer cheque este jueves. Ahora tenemos un almuerzo a las dos, con el equipo que he seleccionado, aunque por supuesto podrás hacer modificaciones; quiero que te hagas cargo de todo lo más pronto posible.
–No tengo reparos –comentó él– por lo que veo me estás dando mucha autoridad.
–Casi toda, porque la única persona sobre ti soy yo, pero me cansa estar en reuniones cuando hay tantas cosas mejores que hacer, además que claro, tengo varios otros negocios.

Adán guardó silencio unos momentos. Lo tenía en sus manos, y podría hacer lo que se propusiera de ahí en adelante, no tenía más que pedir por el momento.

Pilar y Margarita se reunieron en la oficina de Martín Zamora, un joven y entusiasta asesor que era amigo del marido de Margarita.

–Así que esa es la idea Martín, ya tienes el estado de la cuenta de la que puedo echar mano,  necesito que me digas si es posible comenzar el proyecto del restaurante.

Martín era delgado y esbelto, de rasgos angulosos y vivaces ojos claros que contrastaban con su piel morena. El hombre sonrió.

– ¿Si es posible? Pilar, ¿tienes alguna idea de cuánto dinero es el que tienes en esta cuenta?
–Pues sí pero...
– ¡Claro que es posible! –sonrió ampliamente– esto es más dinero del que necesitas, de hecho te podrías comprar un edificio completo en un muy buen barrio y aun te alcanzaría para poner el restaurante.
– ¿En serio?
–Sobradamente, incluso te alcanza para mis honorarios. Como sea, voy  a asesorarte en esto, pero quiero definir quién va a hacer que.
–La verdad no soy muy buena para los negocios, así que te dejo toda la logística del tema, con Margarita nos ocuparemos de la temática y todo lo interno.

Martín trabajaba rápido y ya tenía algunas  proyecciones en la pantalla.

–Miren, me parece que tu propuesta de instalarse en el sector de la remodelación Mistral es muy buena, sobre todo porque ese conjunto de edificios extraños está tomando impulso nuevamente, y eso que muchos lo dieron por muerto hace diez años, así que si todo funciona bien podrías convertir tu restaurante en el centro del éxito de allí.
Ahora, tengo una propuesta, y es invertir un monto equivalente a la mitad del capital inicial que invertirás en el restaurante en fondos seguros, así ante cualquier eventualidad tendrás un respaldo y de todos modos la rentabilidad es mayor que los intereses que te genera ese dinero quieto ahí.
–Me parece una buena idea –comentó Margarita rápidamente– además recuerda lo que te dije, tienes que sacar provecho de ese dinero.

Pilar se lo pensó un momento y al fin decidió.

–De acuerdo, apoyo tu idea; lo que sí, quiero la instalación para el restaurante esta misma semana, así que veamos ahora mismo cuales son las opciones.
–Esa actitud me gusta, nos vamos a llevar de maravilla. Acompáñenme ahora mismo, vamos a la oficina de un amigo que es corredor de propiedades y vemos que es lo que podemos conseguir.

Mientras tanto, Esteban estaba solo en su departamento saliendo de la ducha; se sentía extraño estando sin trabajo, ya que como lo había pronosticado, Eva San Román lo había despedido. Desde luego que tuvo que indemnizarlo, así que tenía una interesante suma de dinero en la cuenta corriente y como era ordenado sabía que podía tomarse un tiempo, pero igual todo era nuevo después de años trabajando continuamente; se había llevado todas sus cosas y sus archivos más por orgullo que por otra cosa, porque sabía que Eva ya había conseguido copiar todo lo importante y por eso no lo necesitaba más. Estaba en esos pensamientos cuando tocaron el timbre.

–Micaela, que sorpresa.

La joven estaba haciendo esfuerzos por animarse y lo miró de arriba a abajo.

– ¿Y tú recibes a todas tus visitas en esa facha? Estás prácticamente desnudo.

De hecho él llevaba solo una toalla a la cintura.

–Oh, lo lamento, pero pasa mientras me visto. ¿Y cómo van esos ánimos?
–Más o menos –replicó ella– igual es extraño haber sido despedida después de tan poco y además ser indemnizada, por un lado el dinero me viene bien, pero por otro me frustra haber perdido contra esa desgraciada de Eva San Román.
–La mujer es brillante –comentó Esteban– lo tenía todo planeado desde el principio, me sentí como en medio de una cinta de suspenso en algunos momentos.

Micaela prendió el televisor; estaban pasando un documental de animales cazadores.

–Y podría seguir siéndolo. Si mal no recuerdo dijiste que tenías un amigo que es informático.

El hombre apareció en la sala, ya vestido y mirándola fijamente.

– ¿En qué estás pensando? ¿En venganza?
–Si –respondió la joven livianamente– la gente como ella tiende a dejar una huella de destrucción a su paso, pero siempre son daños menores, a gente que no se puede defender, o personas que no pueden probar nada. Yo digo que podemos desenmascararla, nada más que eso.
–Reconozco que la idea me parece muy atractiva, pero eso nos pone, como dicen en las películas, en el otro lado.

Micaela pensó en su madre.

–Esteban, la única forma de luchar contra este tipo de gente es ser más inteligentes que ellos, y también más malvados si lo quieres decir así. No puede ser todo tan perfecto, no puede ser que ellos siempre ganen.

Él se sentó junto a ella y la abrazó.

–Esto también es por tu madre.
–Ella también está involucrada –respondió lúgubremente– y ahora van a ser aliadas, eso quiere decir que Bernarda Solar encontró a su heredera, no quiero ver a esta ciudad bajo el poder de esas dos.
–Puede ser que tengas razón. Oye, ¿y cómo has estado?
–Bien.
–Vamos, no me digas mentiras. Te estoy preguntando porque sé que no estás de maravillas, quiero apoyarte porque eres mi amiga, pero tienes que ayudarme siendo sincera. Lo que me contaste de tu discusión con tu ex– novia y lo que descubriste es para angustiar a cualquiera.
–Es cierto –replicó Micaela en voz baja– pero no hay mucho  que pueda hacer. Tengo rabia con mi madre por mentirme, rabia conmigo misma por haber desconfiado de Pilar y por haber sido tan tonta, pero una gran parte de la culpa es mía, no puedo simplemente decir que no me importa. Además ya ha pasado tiempo, me gustaría lograr que ella me perdone por todo lo que le dije, pero por otra parte está en su derecho de no querer verme ni en pintura, al fin y al cabo perdonar no es una exigencia.
– ¿La amas?
–Si –respondió resueltamente– durante este tiempo lo negué y quise convertir todo en odio, pero al final la verdad es que la amo. Supongo que por eso también es que quiero hacer algo en contra de Eva y de Bernarda, porque de cierta manera es una forma de recompensar algo de lo mal que hice.

Esteban guardó silencio unos momentos. Le había sorprendido un poco saber toda la verdad, pero eso no cambiaba su amistad por Micaela, de hecho la hacía más fuerte; ahora sabía que tenían que luchar por ese objetivo común.

–Está bien, voy a ayudarte, al final que ya tengo también algo en contra de Eva San Román, no me viene mal algo de acción al respecto. Hagámoslo entonces, vamos a ser justicieros, a ver hasta que parte conseguimos llegar.

El almuerzo con los ejecutivos del Proyecto Cielo había sido largo y provechoso, ya que Adán había entrado en conocimiento de los ejecutivos, y comenzó a tomar de manera real su nuevo puesto; el equipo estaba compuesto por profesionales de alto nivel, lo que haría pensar que estarían por sobre Adán que no ostentaba títulos, pero el cargo y además su personalidad magnética hacían evidente los motivos por los que se encontraría al mando desde ese momento.
El hombre hizo una parada rápida en el departamento, y fue ahí que se topó con una nueva sorpresa: una segunda nota dentro de un sobre diminuto, y en su interior el mismo tipo de mensaje ¨Ya sé quién eres¨
Recibir por segunda vez la misma advertencia delataba  que no se trataba de un hecho fortuito, pero eso no ayudaba en nada. Había descartado cualquier actitud que acusara el golpe, como empezar a hacer preguntas en conserjería o cosas similares, pero en el momento de su vida en que estaba, era necesario saber quién estaba detrás de esas amenazas. Marcó en su teléfono el número de Samuel, el informático al que había recurrido en primer lugar para descubrir el origen del segundo cuadro, pero para su sorpresa se lo encontró fuera de servicio.

–Esto es extraño –dijo para si– no me imagino que...

Optó por no hacer más conjeturas y salir directo al departamento del otro, ya que tenía tiempo aún, pero se encontró con otra desagradable sorpresa.

–El joven del departamento se fué hace una semana –le comentó el conserje del edificio– tomó sus cosas y se largó, fué durante la tarde, y no dejó referencias ni números, de hecho nadie sabía nada, parece que fué alguna emergencia.

Y dada en un muy mal momento. Adán sentía que algo no estaba bien, y lo atribuyó a que posiblemente a Samuel lo habían descubierto en algún ilícito virtual y por eso el apuro por desaparecer; tendría que buscar otros métodos de investigación. Sin antecedentes ni pistas, volvió al departamento, pero en vez de entrar se quedó en el auto, a media cuadra del edificio. La zona no era muy transitada al ser un sector residencial y bien acomodado, así que algún desconocido podía ser advertido con facilidad, pero investigar algo así era trabajo detectivesco que tomaba tiempo del que no disponía; sin embargo vió que el sistema de cámaras de seguridad del edificio de enfrente apuntaba al suyo, con lo que podía hacer un seguimiento, sobre todo considerando que en esta ocasión el lapso de su ausencia era mucho menor, solo tenía que descubrir quien había pasado por allí entre las siete y treinta y las cuatro, y después descubrir si todo eso era nada más que un alarde, o si de verdad alguien había conseguido remover los cimientos de su pasado.

Eva estaba en el edificio de la Constructora Del Mar y Alzarrieta cuando recibió una comunicación de su secretaria.

–Señorita San Román, hay un hombre que quiere hablar con usted y ha insistido mucho.
– ¿Quién es?
–Solo dijo su nombre de pila, dice que usted lo conoce. Se llama Mario.
–Comunícalo.

Esperó unos instantes. Era extraño que la llamara con tanta urgencia cuando su trabajo ya había terminado.

–Diga.
–Soy yo, ¿me reconoce?
–Sí, dime por qué llamas tan insistentemente.

La voz se escuchaba nerviosa del otro lado de la línea.

–Descubrí algo preocupante, pero voy a necesitar más dinero.
– ¿De qué se trata?

El hombre no habló. Por lo visto ya había comprendido el lenguaje.

–Te pagaré Mario, ahora dime qué es lo que descubriste.
– ¿Alguien además de usted tiene acceso a su información o a lo que recibió de mí?
–Nadie. ¿Por qué?
–Porque cuando estaba eliminando las cuentas de correo que creé para enviarle los datos que tomé –replicó siendo claro pero sin palabras concretas– descubrí que alguien hizo un rastreo. La están espiando.

Eva se quedó un momento sin habla mientras las imágenes aparecían en su mente; casi podía ver a la persona tras el ordenador, en la noche, mirando fijo la pantalla mientras trataba de darle alcance aunque fuera en el mundo virtual. No podía ser, no después de tanto tiempo, no después de poner años, tierra y tantas otras cosas de por medio; tal vez era solo parte de las fracasadas medidas de seguridad de Esteban, pero también podía haber algo más y no podía descuidarse. Se echó el cabello hacia atrás en un gesto de nerviosismo, pero controló la voz a la perfección.

–Tendrás lo que corresponde. Tan pronto tengas cualquier otra información avísame, tendrás nuevas recompensas si descubres algo más. Apunta el número donde puedes encontrarme directamente y a cualquier hora.

Le dio rápidamente el número y colgó. No podía ser, no después de tanto esfuerzo por dejar todo atrás; ahora era una mujer exitosa, estaba consiguiendo todo lo que se merecía, por lo que no cabía lugar para los errores.




Próximo episodio: Dueños de todo

Por ti, eternamente Capítulo 5: De la mano de la ley



—Víctor, ¿qué te pasa?

Cuando su amigo Arturo lo removió, Víctor reaccionó y trató de poner la mayor expresión de tranquilidad.

—Lo siento, estaba distraído. Vamos.

Acompañaron al reducidor y al musculoso hasta el cuarto que ocupaba, y con la carpeta en sus manos el de cabello largo le echó una mirada al interior.

— ¿Y entonces qué es lo que se va?
—Todo.
— ¿Cómo todo?
—Todo —explicó como si fuera lo más normal del mundo—, necesito pagar unas deudas, así que es mi única salida.

Arturo hizo una mueca.

—Bueno, mientras tanto yo voy a ir al baño.
— ¡No!

Víctor lo sujetó. Si alguien se acercaba a esa parte estaba perdido.

— ¿Qué te pasa?
—No me dejes solo —le susurró para parecer convincente—, quédate aquí.
—Está bien, si tampoco es urgente.

Unos minutos después el tipo musculoso salía con un armario al hombro como si no tuviera ningún peso; solo había unos bolsos con ropa y pocas cosas más en el suelo.

—Bueno, bueno, aquí tienes lo que acordamos —le alcanzó un fajo de billetes—, fue un placer hacer negocios contigo, si tienes cualquier necesidad solo tienes que buscarme.
—Gracias, eso haré.

El tipo musculoso cerró la puerta trasera del camión y se apeó, tras lo cual el vehículo se fue; Arturo dio un silbido.

—Qué fuerte amigo, tienes una importante cantidad de dinero, pero estás en la calle.

No habían más sonidos alrededor, era un día extraño en el que por suerte no se había topado con nadie del barrio, ideal para pasar desapercibido por el momento, pero no podía confiar en la suerte para siempre; tenía que salir de ahí ya mismo.

—No importa, ya tendré cosas nuevas. Ahora sólo necesito pedirte una cosa más, y es que me prestes la cadenita que te dejé hace un tiempo.
—No tienes que pedirla, es tuya. Oye —lo miró fijamente—, dime qué está pasando, yo soy tu amigo, te prometo que no te voy a juzgar ni le voy a decir a nadie.

Víctor guardó silencio un momento; deseaba tanto hablar con alguien de lo que estaba pasando, soltar algo de toda esa energía que tenía en su interior, poder confiar en alguien que le diera un consejo o al menos lo escuchara, pero ya se sentía muy paranoico como para agregar más tensión, así que respiró hondo y se forzó a mantener la calma.

—Arturo te prometo que te voy a decir la verdad, pero tienes que darme tiempo; ayúdame con lo de la cadena, yo voy a separar la ropa y a lo que vuelvas hablamos, en serio.

No podía seguir perdiendo el tiempo así, estaba estirando demasiado la cuerda, y era realmente un milagro que el bebé no hubiera hecho ningún ruido en todo ese tiempo, aunque por cierto llamaba la atención que Magdalena tuviera razón en decir que era muy tranquilo.

—Está bien, voy y vuelvo en un rato, pero no me puedes dar más largas, cuando llegue me cuentas todo.
—Te lo prometo.

Arturo se fue rápidamente, seguramente estaba decidido a saber toda la verdad, pero Víctor tenía que traicionar su amistad con los planes que tenía.
Tan pronto como su amigo se fue, entró en el cuarto, tratando de ignorar la enorme diferencia entre su cuarto antes y después de la visita del reducidor de especies, porque luego de su llegada había quedado solo con algo de ropa y pocas cosas más. De inmediato entró en el baño y se encontró con el bebé prácticamente en la misma posición en la que lo había dejado en el armarito, despierto y buscando su mirada con sus penetrantes ojos; era un milagro que no hubiera hecho el más mínimo ruido, pero aunque hasta ese momento había tenido suerte, no podía seguir así, tenía que moverse sin tardanza.

—De acuerdo, ahora vamos a tener que salir de aquí lo más rápido posible.

Después se lo pensó y llegó a la conclusión de que había dejado demasiada ropa en los bolsos, y que no tenía absolutamente nada para el bebé; pero tenía dinero resultado de haber vendido todas sus cosas, así que podía hacer algo, pero lo que no podía hacer de ninguna manera era quedarse ahí, porque mientras más se quedaba, más aumentaba su sensación de vacío, y por lo tanto su inseguridad. Y de alguna manera sabía que si salía, no iba a volver.

                             2              

Claudio había estado haciendo una serie de investigaciones antes de entrar nuevamente en la oficina de Fernando de la Torre.

—Permiso.
—Pasa.

De la Torre seguía bastante exaltado, pero se estaba forzando a mantener la calma mientras se llegaba a algún punto donde tuviera que decidir un paso a seguir.

— ¿Qué noticias hay?
—Se están encargando de la señorita Magdalena para poder hacer el velorio correspondiente, pero vine porque tengo información nueva y me parece importante que usted lo sepa.

De la Torre sabía que su asistente se presentaba de esa manera porque había algo que debía saberse.

—Habla.
—Estuve hablando con un conocido en la compañía telefónica, y me entregó un reporte de los últimos movimientos de la línea y también los históricos.
—Eso quiere decir que ya sabes con quien se estuvo comunicando.

Claudio suspiró antes de continuar; había algo en eso, en las jugadas que estaban haciendo, que le decía que no era normal, que algo no terminaba de tener sentido.

—Aún me falta el nombre, que lo voy a tener dentro de poco, pero hay un número al que ella se contactó en último lugar, lo llamé y claramente se asustó, tengo serias razones para pensar que se trata del hombre que tiene a su nieto.
—Es decir que ya sabes que es un hombre.
—Sí, pero lo que me llama la atención no es eso, sino que en el historial del número antiguo de la señorita Magdalena también aparece ese número, con muchas llamadas hace cierto tiempo, poco antes que ella quedara embarazada.

Eso fue como si a De la Torre le aplicaran corriente en la espalda; se puso de pie con los ojos muy abiertos.

— ¿Qué es lo que estás suponiendo Claudio?
—Que hay motivos para creer que ese hombre fuera el padre de la criatura.

De la Torre hizo una pausa; no era difícil imaginar que las cosas eran distintas si su asistente tenía razón, pero eso cambiaba la forma, no el fondo.

—Averigua lo más posible acerca de ese tipo, envía a tu gente a buscarlo y encuéntrenlo sin perder tiempo, pero ya te dije que no quiero que llamen la atención.
—Señor, si mis sospechas son ciertas y el niño estuviera en poder del padre...
—Magdalena hizo muchas cosas incorrectas —lo cortó De la Torre—, alejarse de su familia, ponernos en riesgo, amenazarme y huir con mi nieto, pero no voy a permitir que por un capricho suyo mi nieto termine en cualquier parte. Mi nieto debe estar con los de su sangre, no con un extraño, así que vamos a seguir con lo que habíamos hablado; además, todo el mundo tiene su precio, y si no lo tiene, para algo le pago al abogado todo ese dinero, tiene que servir cuando lo necesito. Mi nieto va a vivir conmigo y con su familia, a cualquier costo.

El asistente aún tenía algunas dudas, seguía creyendo que necesitaban algo más, pero precisamente en ese instante recibió una llamada telefónica.

— ¿Hola? Si, por supuesto... estupendo... si, luego hablamos.

Cortó y devolvió la mirada a su patrón, que lo contemplaba con cierta intriga.

— ¿Que pasó ahora?
—Ya tengo la información que necesitaba señor —explicó lentamente—, el tipo del teléfono que estuvo en contacto con la señorita Magdalena se llama Víctor Segovia Hurtado, y me acaban de enviar todos sus datos; en unos minutos mi gente estará en su casa y en su trabajo, y recuperaremos a su nieto, creo que será mucho más rápido después de todo.

De la Torre suspiró.

—Hasta no ver no creer. Date prisa.

Mientras tanto, en la Fiscalía el fiscal Mendoza tomaba el auricular para llamar a un número directo.

— ¿Hola? Artirreaga, qué gusto hablar contigo... sí, tenemos pendiente un juego de tenis para vengarme por la humillante derrota de la última vez... sí, pero ahora te llamo porque necesito tu ayuda. Si, eres un viejo zorro, sigues teniendo el mismo olfato de siempre; asigna a alguien de tu departamento, sé que es apresurado, pero lo necesitamos, la desaparición de un menor siempre hace que la sociedad se sienta insegura y es un crimen grave. Por favor, sabes lo que pasó hace dos años... gracias, sabía que ibas a entender... no, no es necesario, hazlo tan pronto se confirmen las primeras investigaciones, me refiero a que cuando logremos tener una imagen clara y un sitio o un nombre, puedas llamar de inmediato a un oficial y asignarlo... exacto, no podemos dar pie a errores. Gracias.

Colgó y se quedó en su escritorio; siempre había un filtro, un montón de ojos y oídos que estaban pendientes, y avisaban de cualquier denuncia de determinadas características, con lo que la información se dirigía a los puntos indicados y antes incluso que terminaran ciertos procedimientos oficiales. La desaparición de un menor era un caso importante, y si efectivamente las cosas eran tan malas como pintaban, había que dar un golpe y encontrar al menor, para devolverlo con su familia lo más pronto posible.



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