La traición de Adán capítulo 14: Cosas elementales



Despunto el alba de aquel Domingo y en el departamento estaban Eva y Adán abrazados reposando en la cama. Realmente parecía perfecto todo lo que sucediera entre ellos, hacer el amor era una nueva experiencia  a  cada momento, en la que las caricias eran precisas y quemaban con el placer máximo para los dos, pero no solo el sexo era fantástico, también lo era el después, el quedarse abrazados, siendo mecidos por el compás de sus corazones.

–Siento que pasamos muy poco tiempo juntos.
–Son cosas del trabajo –comentó ella en voz baja– no podemos estar siempre juntos, además a veces no hace falta.
– Tienes razón.

Rieron cómplices. Adán se incorporó hasta quedar sentado, Eva se cobijó en su regazo.

–Las  cosas van muy rápido en la Constructora –comentó ella sacudiéndose el cabello– solo me preocupa el Boulevard.
–Creí que lo habías solucionado.
–Intenté convencer a Esteban de sacar a la encargada en terreno, pero me soltó un discurso sobre las jerarquías y que aunque yo sea su jefa no puedo decidir con quién él trabaja, según él esa mujer es perfecta para el puesto.
–Si ese hombre molesta tu trabajo, despídelo.
–No tengo ningún argumento sólido para hacerlo.
–Pero igual es un inconveniente que no necesitas, eso es más que suficiente. Si te deshaces de él tendrás cientos esperando por su puesto.
–He estado buscando a quien lo reemplace, pero primero debo respaldar los archivos de los proyectos.
– ¿Por qué, crees que los va a destruir?
–No soy su persona favorita, y si lo despido está en su derecho de sentirse ofendido y  querer llevarse su trabajo para que nadie saque provecho de él. De todos modos ya me estoy encargando de eso, tengo a una persona protegiendo la información más vital.
–Me alegro, así no tienes que preocuparte de detalles como ese; ya estoy preparando algo en que  desarrollar algunas ideas, quiero darle forma para contarte.

Se besaron apasionadamente.

–Sabía que te traías algo, cuéntame cuando lo tengas listo. ¿Y has sabido algo de la hija de tu artista?
–Nada, está haciendo vida común por lo que veo, pero necesito averiguar más sobre ella, aún me parece un peligro que esté rondándonos.
–Tienes razón. Adán,  por lo que me has dicho es un riesgo latente.


Micaela y Esteban estaban tomando desayuno en el departamento de ella, aunque él había insistido en preparar unos huevos con carne que se suponía levantaban muertos; el concierto de Replicantes al que habían ido resultó intenso, justo la descarga de adrenalina que la joven necesitaba para sentirse más animada. Respiró el apetitoso aroma mientras servía café.

–Y al final el concierto fue mucho mejor de lo que esperé, fue buena idea ir.
–Un logro más en mi lista, genial.
–Huele bien.
–Te  lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante una mesita alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad, y lo estaba logrando a pasos agigantados.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.
– ¿Estás loca? –rió el– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Lo sacó de su mochila y leyó en él con atención.

–Qué extraño.
– ¿Qué ocurre?
–No lo sé, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.
–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.
–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo– es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.
–Oh, pero seguro que puede ser después, es Domingo.
–Claro, pero te digo para que me acuerdes.

Mientras, Bernarda estaba ya levantada y tomando desayuno en su lujoso departamento cuando llamaron por citófono.

–Diga.
–La señorita Arriaga está aquí.
–Dígale que pase. Adela, recoge todo por favor.
–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando unas flores artificiales pero muy bonitas de adorno, y luego desapareció; a los momentos Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, y era en realidad un conjunto de atractivo y juventud, tanto por su enigmática mirada como por sus movimientos que en cualquier instante parecían  a punto de iniciar una danza como por su voz ligeramente ronca y armoniosa.

–Que gusto volver a verte Bernarda.
–Lo mismo digo Luna –respondió la otra haciéndola pasar– estas aún más encantadora de lo que te recordaba.
–Gracias, y tu tan poderosa mujer. Que hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

Bernarda rió, y ambas se sentaron cómodamente en sillas  altas en el balcón.

–Ya tengo una automotora. En realidad esta vez te necesito para una temporada, así que primero tengo que saber si es que te puedes quedar un par de meses al menos.
–Estoy libre – comentó la joven – así que si me necesitas, te ayudo encantada, sabes que siempre estaré en deuda contigo.

La dueña sirvió bebidas frías para las dos.

–Dentro de poco comienzo un nuevo proyecto de exhibición, algo así como la galería Cielo pero llegando  a un nuevo nivel, y quiero que tú seas la relacionadora pública, algo así como el rostro de la campaña. Eres la mujer perfecta para eso, así que lo único que necesitas es ser tan bella como solo tú sabes serlo.

Luna sonrió. Apreciaba los elogios casi tanto como los ceros, y con Bernarda ambas cosas siempre estaban relacionadas.

–Solo dime por dónde empezar.
–Todavía no. Por ahora te quedarás en uno de mis departamentos, te iré entregando la información que necesites y cuando el tren empiece a avanzar, te llamaré.
–Excelente, no tengo objeciones. Haremos un gran trabajo juntas, igual que en Inglaterra hace dos años.
–Será mejor Luna. Infinitamente mejor.

Esteban no trabajaba los días Domingo, pero  estaba frente al ordenador, cuando recordó su conversación con Micaela por la mañana, y por curiosidad ingresó a su cuenta de correo con la que trabajaba, para confirmar la información de seguridad rutinaria que esperaba. Entonces se quedó helado al ver que todas las carpetas de su correo habían desaparecido, y solo quedaban los correos no leídos en bandeja de entrada. Sintió que se le paralizaba el pulso, ahí tenía datos, informes y conversaciones importantes, no podía ser que simplemente desaparecieran de un día para otro.

–No puede ser –dijo en voz alta– no están, los correos no están...

En eso notó que el indicador de mayúsculas no estaba apagado. ¿Cómo podía haber entrado a su cuenta digitando la contraseña en mayúsculas si él mismo la había configurado para minúsculas? Al instante una idea horrible apareció en su mente, y sin cerrar esa ventana abrió otra para la segunda cuenta que tenía. No pudo entrar.

–Oh... Dios...

Cerró la cuenta de correo, volvió a ingresar y comprobó con horror que realmente solo entraba la contraseña con mayúsculas; tomó el  teléfono y llamó a Micaela.

–Dime que tienes una idea para la cena y me transporto allá.
–Tengo un problema grave –replicó él saltándose los saludos– alguien saboteó mi correo, perdí toda la información.

Quince minutos después ella ya estaba en el departamento, tratando de poner paños fríos a la escena que tenía angustiado a su nuevo amigo.

–Tengo datos muy importantes ahí, no sé cómo es que pasó esto...
– ¿Y tenías respaldado algo?
–Los proyectos terminados o lo que haya reenviado es posible, pero hay cosas que no... Oh,  por todos los cielos...
– ¿Qué?
–La remodelación –respondió con preocupación– los planos de la remodelación estaban ahí.
–Me los enviaste así que...

Pero ella misma se quedó callada ante la duda que de repente surgió en su mente: lo dudaba, pero no se quedaría con la duda, así que ingresó a su cuenta propia; la contraseña también había cambiado.

–Maldita sea –protestó el– esto es sabotaje, es sabotaje, quieren arruinarme.

Pero la joven estaba entrando en otra cuenta.

–Tranquilízate. Mira, tengo todos los correos que me enviaste en esta otra cuenta.
– ¿Qué? ¿Pero cómo lo...?
–Tengo siempre la precaución –respondió ella evadiendo las verdaderas razones– esta otra cuenta no está a mi nombre así que sería difícil que alguien acceda con facilidad, pero tienes razón, están saboteando el proyecto.

La imagen de Eva San Román pasó por su mente mientras descargaba todos los archivos adjuntos, pero aunque le cayera mal no tenía ningún motivo para...

–Fue Eva.
– ¿Que estás diciendo Esteban?
–Fue Eva, esto es obra suya –replico él con voz lúgubre– quiere sacarme del proyecto, y como no tiene argumentos, está tratando de hacer cosas adicionales.
–Eso es ridículo –dijo Micaela– ella es la responsable legal del proyecto, si no te quiere ahí simplemente te despide.

Esteban no le había dicho de la escena en que Eva le exigía sacarla del trabajo, y no se lo diría tampoco, aunque sabía muy bien que si él mismo era despedido los días de Micaela estaban contados en la constructora.

–Tenemos que resguardar toda la información y cambiar las contraseñas, y mañana tendremos montañas de trabajo, pero no vamos a denunciar esto.
– ¿Y porque no?
–Porque denunciar es poner sobre aviso al que lo hizo.
–Que sigamos trabajando como si nada también.
–Sí, pero le quitamos importancia, le hacemos creer que no nos hizo daño, así se va a confiar.

Micaela lo miró con el ceño fruncido.

–Se va a confiar y luego se meterá con nuestras cuentas de banco y los impuestos, eso lo leí en un libro.
–Tal vez sea mucha paranoia, pero eso se puede prevenir también por las dudas. Tengo un primo que tiene un amigo que es informático, lo llamo ahora mismo y él sabrá como rastrear al que nos está perjudicando.

Por otro lado, Adán estaba disfrutando de unos momentos de tranquilidad en su departamento y evaluaba lo que iba a pasar desde el Lunes en adelante: ya tenía firmado el preacuerdo con Bernarda Solar por una cifra sumamente atractiva, y comenzaría a trabajar con ella tan pronto como terminara con Carmen, aunque al respecto tenía algunas dudas, porque ella seguía encerrada pintando. De pronto sentía urgencia por ver el segundo cuadro terminado, por ver renacer aquel efecto mágico frente a sus ojos, pero en su mente igual permanecía la duda sobre el desarrollo de la obra, porque nadie le podía asegurar que la pintora realmente pudiera recrear el efecto. No, era absurdo, lo haría, y cuando ya no lo necesitara, estaría listo para emprender vuelo hacia su nuevo proyecto, con el que conseguiría gran parte de sus objetivos a corto plazo, es decir dinero, una buena posición y contactos, todo junto a la importante empresaria Bernarda Solar y su red de negocios; había estado investigando un poco, y ella no solo era la dueña de la Galería Cielo, también lo era de una automotora, una cadena de cafés temáticos, un par de edificios y una productora, todo eso sin contar las acciones. Sabía que usando bien sus cartas tendría a su favor el siguiente escalón en su ascenso, no había motivos para preocuparse.
Hasta que cayó en un detalle que había pasado por alto en su departamento, quizás porque aún estaba embelesado con el aroma de Eva, o porque no estaba pasando mucho por el departamento, pero sí había algo distinto. Miró en derredor y lo descubrió, un pequeño sobre blanco a pocos centímetros de la puerta, seguro había pasado sobre él sin notarlo, pero no admitían vendedores ni publicidad en el edificio; tomó el sobre un poco extrañado, y extrajo  una tarjeta con una sola frase escrita en imprenta con letras negras. El texto era escaso, aunque poderoso por su significado.

¨Dejaste un cabo suelto. Ya sé quién eres¨




Próximo episodio: Confusión

Maldita secundaria capítulo 19: Nunca más



Miércoles 24
Clínica Santa Próxima, por la tarde

Tan pronto como se enteraron de la noticia de Luciana, todos fueron directamente a la clínica, pero no pudieron pasar de recepción, y nadie les dio ninguna respuesta. Alberto estaba empezando a colapsar.

—Ésto ya lo habíamos vivido antes —reclamó Alberto— ahora díganme que no tengo razón en lo de la influencia de los espíritus en nosotros.
—Aún no sabemos qué le pasa, puede que esté simplemente enferma.
—No es eso, no es eso, y lo peor es que si estoy en lo cierto no podré, no podré...

Dani lo interrumpió a tiempo.

—Basta. Alberto, estás demasiado nervioso, Fernando, por favor llévalo a la cafetería y dale un té.

El aludido se llevó a Alberto medio a la fuerza hacia la cafetería. Mientras tanto, el grupo se quedó un momento en silencio, a la espera. Después de un par de minutos apareció un hombre alto y bien parecido, vestido elegantemente, pero que en su rostro mostraba cansancio y preocupación.

— ¿Ustedes son amigos de mi hija?

Dani se adelantó.

—Si, somos amigos de Luciana. ¿Cómo está ella?
—No se sabe con seguridad, le están haciendo exámenes.
— ¿Podemos verla?

El hombre iba a responder algo, pero se contuvo y respiró profundamente.

—Nadie puede verla, ni siquiera nosotros la hemos visto; no es normal que haya desmayado de esa manera.
— ¿Quiere decir que ella no tiene algún problema de salud o algo así?
—Luciana tiene una excelente salud —respondió el padre algo sorprendido— es una característica de nuestra familia. Lo lamento, pero ahora no van a conseguir nada aquí, es mejor que se vayan a sus casas.

Teresa intervino preocupada.

—Señor, disculpe, pero queremos que Luciana sepa que estamos preocupados por ella. Cuando pueda verla, hable con ella, aunque esté dormida, yo sé que de todos modos puede escuchar y sentir; dígale que estamos aquí, que sus compañeros de la secundaria estamos preocupados, que tenemos fe en ella.

El hombre apretó los puños; claramente estaba haciendo un esfuerzo por mantenerse entero frente a los demás.

—Lo haré. Muchas gracias por venir.

Se retiró de la sala de espera, dejando al grupo más conmovido que antes; Leticia hizo una mueca.

—La verdad es que estoy pensando que las cosas pueden ponerse bravas; cuando Alberto lo sepa, se va a querer morir.

Cafetería, momentos después.

— ¡Ay, ahora que lo sé, me quiero morir!

El pequeño se llevó dramáticamente las manos a la cabeza mientras estaba sentado ante una de las mesas de la cafetería.

—Cálmate, por lo menos tampoco es tan grave.
— ¿Cómo qué no? Justo ahora que estamos tan cerca, tan cerca, y la necesitamos a ella.

Tenemos que ser todos, o ninguno. Las palabras volvieron a la mente de Dani al instante.

—Por ahora no tiene sentido que nos torturemos, hay que esperar los resultados de los exámenes, y mientras tanto, rogar que no sea nada grave.
—Y ésto no es todo —agregó Fernando— Adriano del Real está inubicable, no sé por qué no contesta el celular.

Teresa estaba con la mente más en Luciana, pero igual estaba pendiente de todo lo que ocurría.

—Dijeron que cuando lo conocimos no se veía muy bien.
—Es un decir —replicó Fernando— nunca ha estado muy bien que digamos, pero...

Se quedó en silencio al pensar en lo que eso podía significar.

—Esperen, ¿no creerán que él también...?
—Eso sí que sería un golpe fuerte —dijo Soledad— y la verdad es que con lo de Luciana tiendo a estar más sensible a ese asunto.

En ese momento apareció en la cafetería Del real, y efectivamente se le veía más demacrado aún, si eso era posible. Al principio no reaccionó, pero luego de un momento se acercó muy sorprendido.

—Muchachos, ¿qué hacen aquí, qué ocurre?
—Buenas tardes señor Del Real —lo saludó Dani— estamos aquí porque una amiga está un poco enferma, y queríamos comunicarnos con usted porque han pasado algunas cosas, no sabíamos que estaba aquí.

Del Real los guió hacia el exterior para que pudieran hablar con más tranquilidad.

—Me sentido un poco mal, pero no se ocupen de eso, explíquenme que pasa en la secundaria.

A Lorena ya le parecía que Adriano del Real podría estar sospechando de lo que pasaba en la secundaria, eso sería una muestra de que las cosas realmente habían cambiado mucho en el último tiempo.

— Señor Del Real, disculpe, pero hay algo de lo que tenemos que hablar; necesitamos que nos acompañe a la bodega en la secundaria, lo más pronto posible.
— ¿Y por qué, que ocurrió?

Lorena miró alarmada al más pequeño, pero el hombre mayor interpretó la mirada y se adelantó.

—No tienen que preocuparse por mí. Díganme que es lo que sucede.
—Aún no lo podemos confirmar, pero tenemos la sospecha de que algo cambió, y es posible que la fuente de energía de donde proviene Matías, haya cambiado de posición.

Nadie dijo nada por unos momentos; Del Real no pareció tan sorprendido como alterado.

— ¿Qué tratan de decir? ¿Qué pasó, donde está mi hijo?
—No tenemos nada claro —se adelantó Dani— pero han cambiado muchas cosas y necesitamos confirmar ese asunto.
—Eso no es todo —intervino Alberto atropelladamente— hay algo más, ahora descubrimos...
—Que lo necesitamos en buenas condiciones —lo interrumpió Dani— y la verdad es que desde la otra vez lo vemos distinto, nos preocupa que esté sometido a mucho estrés o que no se esté cuidando como corresponde.

Alberto logró captar el mensaje y se quedó callado; por fortuna Del Real entró en sintonía con la preocupación de Dani y el resto y no notó el cambio de tema.

—La verdad es que hace unos días me he estado sintiendo mal, he tenido sueños horrendos y me siento muy cansado e irritable; en ésta clínica trabaja un viejo conocido mío, así que vine a chequearme, y me dijeron que efectivamente estoy con bastante estrés, pero —continuó con más fuerza— eso no es importante. Si pueden, iremos ésta misma noche a la secundaria.

Miércoles 24
Estacionamiento de la secundaria
Por la noche

Hernán, Fernando y Leticia fueron los primeros en llegar al lugar.

—Ya se nos está haciendo costumbre hacer ésto —comentó Fernando— lo que me pregunto es como es que nunca nadie nos ha descubierto.
—Tampoco vamos a decir que el nochero hace rondas como loco —comentó Leticia con una risita— además que estos barrios son tan tranquilos que parece difícil que alguien venga a robar.

Hernán volvió a mirar la hora.

— ¿Dónde diablos están los demás?

Justo en ese momento se dejaron ver Soledad junto a Dani, y más atrás Teresa, Carolina, Lorena y Alberto. Casi junto apareció Del Real.

—Qué bueno que ya estamos todos. Ahora entremos.

El grupo volvió a ingresar a la secundaria por los estacionamientos, y en completo silencio caminaron hasta la bodega que seguía siendo el último vestigio tanto de la edificación original como de la existencia física de Matías; sin decir palabra, aunque con manos temblorosas, Adriano abrió la puerta y entró, en primer lugar, al sitio en donde antes los jóvenes habían entrado en contacto con el espíritu sufriente del hijo del hombre mayor, pero esa vez, las cosas fueron diferentes.

—Matías...

Si bien físicamente el interior de la bodega seguía mostrando la destrucción provocada por el fuego años atrás, en esa noche no existió señal de ningún tipo, ni nadie escuchó nada en su mente; realmente parecía que el espíritu se había ido.

—Ésto no puede ser —murmuró Adriano totalmente incrédulo— todo es distinto ahora, no puedo sentir ningún tipo de fuerza, pero a la vez sigo sintiendo la misma angustia, el mismo dolor de siempre.

Se quedó de pie, solo en medio de la bodega destruida, desconcertado, sintiéndose más solo y más dolorido que nunca, con la esencia de su hijo perdida y un grupo de jóvenes que perfectamente podrían ser él, pero que jamás lo serían. Alberto le hizo un gesto a Dani y a Lorena, y éstos asintieron.

—Señor Del Real, nosotros creemos...

Iba a decir algo más, pero no tuvo tiempo. El hombre de aspecto enfermizo se tambaleó sin sentido y se desplomó; solo Fernando y Alberto estaban lo suficientemente cerca, y lo sujetaron para evitar que se estrellara contra el suelo.

— ¡Señor!
— ¡Ayúdenme!

Con ayuda de Hernán sacaron a Del Real de la bodega y lo sentaron en un banquito a un costado.

—No puede ser, él también...
—No creo que sea eso —intervino Soledad— solo parece atontado, tal vez fue demasiada sorpresa para él.
—No debimos traerlo.
—Hay que llamar a una ambulancia.

Leticia hizo un amplio gesto mostrando donde estaban.

—Claro, podemos aprovechar de decirles que pasen al estacionamiento.
—Calma, calma —intervino Dani— llevémoslo afuera, de todos modos tendremos que llamar a una ambulancia.

Mientras lo llevaban en andas hacia el exterior, Del Real reaccionó.

—La bodega...
—Tranquilícese, conseguiremos ayuda.
—No, no.

El hombre logró pararse y detuvo el avance del grupo; se veía despierto, pero no mucho más repuesto.

—Hay que cerrar la bodega.
—Ya lo hicimos —lo tranquilizó Soledad— y tenemos las llaves, no se preocupe por favor.
—No van a llamar a nadie —sentenció enfrentando a los jóvenes— estoy bien, solo quiero que me ayuden a entender que es lo que está pasando, y ésta me oculten vez no nada.

Todos estaban dudando, incluso Alberto que era el más decidido a descubrir la verdad. Lorena se mostró más comprensiva.

—No se trata de ocultarle cosas, pero... es que usted no luce bien de salud.
—No queremos que le pase algo.

El hombre inspiró profundamente; no quería sonar agresivo, pero de todas formas su voz sonó más dura de lo que esperaba.

—Sobreviví a la muerte de mi hijo, puedo con ésto.

Nadie replicó a esas palabras, pero el hombre mayor pudo ver como había hecho efecto en todos ellos.

—Lo lamento.
—Señor...

Percibió las miradas entre varios de ellos, pero estaba decidido, no iba a dejar que las cosas pasaran así nada más, tenía que saber.

—Hablen por favor. No teman por mí.
—Tenemos una teoría —comenzó Lorena— creemos que cuando las cosas se nos fueron de las manos, Matías pidió más ayuda y por eso se vieron involucrados Alberto, Luciana y Teresa, pero al mismo tiempo las energías cambiaron de ubicación.
— ¿Y qué piensan al respecto?
—Creemos —explicó Alberto— que la fuente de energía de Matías cambió de ubicación porque nosotros estamos más cerca de descubrir cuál es el motivo por el que permanece atrapado aquí.

La mirada del hombre pareció iluminarse por unos momentos, pero se contuvo.

—Explícate.
—Llegamos a la conclusión de que hay alguien, una persona a quien Matías amaba, además de usted, por quien estaba preocupado o angustiado al momento de morir, y creemos que tenemos que encontrar a esa persona para que él pueda estar tranquilo. Claro que las cosas se nos complican un poco porque ya sabe, los adolescentes no acostumbramos a decirle ciertas cosas a nuestros padres.

Del Real no pareció ofenderse por la explicación.

—Lo que dices tiene bastante sentido, excepto que sería muy extraño que, quien fuera esa persona, no diera ninguna señal cuando ocurrió todo, la noticia salió hasta en los diarios.
—Es cierto, eso es extraño —consintió Dani— pero es algo que de todos modos tenemos que resolver, o de lo contrario nunca lo sabremos con seguridad. Matías está aquí, está un poco más libre, estamos seguros de que eso tiene que tener un significado importante.

En ese momento el hombre tomó una decisión.

—Ahora es tarde; vayan a sus casas, mañana nos reuniremos para hacer algo distinto, tomaré cosas de mi hijo, recuerdos y ese tipo de cosas. Las he visto mil veces, pero ustedes son jóvenes, quizás vean algo que yo no puedo ver.

Jueves 25
Segundo recreo

—Las cosas sí que han cambiado —comentó Teresa— desde ayer no ha pasado nada, ni enajenados ni manifestaciones de ningún tipo.
—Es cierto —dijo Soledad— y no hay noticias de Luciana, me comuniqué con la clínica y después de mucho insistir me dijeron que sigue en observación.
—Seguramente Matías tenía una novia oculta —sugirió Alberto— o un novio...
—Deja de complicar las cosas —lo reprendió Teresa— ésto no nos lleva a ninguna parte, además si es verdad que tenemos que estar todos en ésto, lo de Luciana no solo es preocupante sino que nos expone más aún.
—Lo bueno es que como decías, no hay que preocuparse tanto por lo de los enajenados, cualquiera diría que estamos en una secundaria común y corriente.

Dani también estaba preocupado.

—Me pregunto dónde estará Matías.

Lorena casi dio un salto cuando gritó asombrada.

— ¡Ya lo sé!
—Baja la voz.
—Es cierto, lo lamento. Chicos, creo que sé dónde está Matías.
— ¿Donde?
—En el cuerpo de Luciana.

Todos se quedaron varios segundos sin articular palabra, hasta que al final Hernán soltó un bufido.

— ¿Que no se supone que los que se meten en el cuerpo de la gente son los secuestradores?
—Espera, antes que eso —intervino Alberto fríamente— ¿por qué crees eso, volviste a soñar o a ver algo?
—No — respondió la aludida — pero que Matías no se haya metido en el cuerpo de alguien no significa que eso no pueda pasar; recuerden que nosotros mismos concluimos que las cosas habían cambiado y las fuerzas se habían movido, perfectamente Matías puede haber encontrado un punto de fuga y terminar en Luciana.
—Técnicamente eso puede pasar, según lo que he leído un espíritu puede hacer conexión de muchas maneras y la prueba de que eso pasa somos nosotros. Un momento. Acabo de recordar algo; Dani, Carolina, Lorena, ustedes estuvieron investigándonos sobre traumas y esas cosas. ¿Cuál es el trauma de Luciana?

Carolina se encogió de hombros.

—No lo sabemos. Cuando estábamos investigando no la pudimos encontrar y después las cosas pasaron muy rápido.

Leticia hizo una mueca.

—No puedo creer que ahora sea la princesita quien tenga la clave de todo, siempre pensé que sería una de ustedes dos.

Lorena sonrió sencillamente ante el comentario saltándose la pregunta; prefería no preguntar si eso era un elogio o no.

—Por el momento todo son especulaciones, creo que lo primero es descubrir lo que nos traiga el padre de Matías, y después tratar de resolver el misterio.

Jueves 25
Plaza Las flores. Por la tarde

Adriano Del Real se reunió con el grupo después de clase; llevaba consigo un maletín, y se veía notablemente alterado.

—Disculpen si estoy algo extraño, pero es difícil revivir de golpe ciertas cosas.
—No se preocupe, lo entendemos.

El hombre hizo un esfuerzo por mostrarse más sereno, y se sentó con el maletín sobre las piernas; de él sacó un cuaderno.

—Matías escribía cosas en sus cuadernos de clase, y éste es de historia del arte, una de las asignaturas que más le gustaban. Durante mucho tiempo revisé los datos, pedí que otras personas vieran si había algún mensaje oculto, pero nada funcionó.

Alberto iba a abalanzarse sobre el cuaderno, pero Lorena le lanzó una mirada de advertencia.

—Con su permiso.

Tomó el cuaderno y comenzó a hojearlo ante las miradas de los demás; durante unos segundos permaneció en silencio, pero al cabo de unos momentos dejó de revisar y levantó la vista.

—Aquí hay algo mal.
— ¿Por qué lo dices?
—Mira, en ésta parte está tomando apuntes sobre Temis, pero la información no concuerda, porque en lo de la descendencia habla de que tuvo  varias hijas ¿te acuerdas?
—Creo que si —respondió Dani— eran Horas, Eunomia, Irene y... ¿cómo se llamaba?
—Dice —replicó Alberto— Dice es la cuarta hermana.

Teresa cruzó miradas de interrogación con los demás.

—Ni me mires —se defendió Fernando— yo me perdí en el nombre de los apuntes.
—Eso es lo que está mal, aquí mencionan a una tal Riela, pero en ninguna parte de la mitología sale mencionada, aparte según todos los textos habían cuatro hijas, no cinco.
— ¿Estás tratando de decir que...?
—Si — replicó Alberto decidido — creo que Riela es un nombre clave, no una mitología.

Adriano Del Real mientras tanto trataba de hacer memoria.

—Yo en alguna ocasión tuve la sospecha de que mi hijo tenía una novia, o que estaba interesado en alguien, pero nunca me dijo algo concreto.

Leticia frunció el ceño.

— ¿No les parece que es obvio lo que hay que hacer? Tenemos que buscar en los registros de estudiantes de su secundaria, díganos cual es.
—Es la Martín de Salustre.
—Tenemos que llamar al director —dijo Dani— seguramente él podrá conseguir esa información. Hay que rogar que esa niña sea de la secundaria, porque si es de otra parte, las cosas quedarán igual que ahora.



Próximo capítulo: Noche de estudios