La última herida Capítulo 15: Pistas equivocadas




Después de unos minutos Matilde había conseguido sacar de sus manos la mayor parte de las manchas que tenía: se había lavado la cara y atado el cabello a la altura de la nuca, aunque no podía hacer mucho con respecto a las manchas que tenía la ropa. Sabía con más claridad que tenía que recuperar su número celular e ir a ver a Patricia, los golpes y la herida en la pierna no le parecían tan relevantes en ese momento; salió del baño tratando de mostrarse más tranquila y contenida, y le pidió al hombre que la acompañara hasta la calle donde abordó un taxi. Por suerte el taxista, si es que notó el estado en que se encontraba no dijo nada y le permitió estar tranquila mientras regresaban a su departamento. Subió rápidamente intentando no pensar en nada, fue a su habitación y se cambió de ropa, ya tendría tiempo para darse una ducha que le hiciera sentir que podía quitarse del cuerpo aquella sensación de aceite, oscuridad y encierro que la había aterrorizado antes: se puso unos pantalones de vestir con una camisa y una chaqueta encima y unos zapatos cómodos; volcó todo el contenido del bolso en una mochila que usaba muy de vez en cuando pero que le sería más útil en un momento como éste en que necesitaba sentirse cómoda.
Por suerte conservaba consigo todos los documentos, de modo que el siguiente problema que tenía era ocuparse de recuperar su número celular.
Un momento.
Si Antonio había estado acechándola todo el tiempo, si la forma en que había tratado de matarla no era más que la culminación de todo lo que había hecho antes por acercarse a ella ¿Cómo sabía que podía confiar en las otras personas que la rodeaban? No, no podía desconfiar de Soraya y Eliana, ellas eran sus amigas y no simplemente alguien que había aparecido de la noche a la mañana. Pero si no debía desconfiar de sus amigas tal vez sí debería hacerlo de las personas que la rodeaban; al llegar a su edificio el conserje no se encontraba en la entrada, podría ser una casualidad pero quizás sería mejor que él no la viera al momento de salir: decidió bajar por la escalera que daba al estacionamiento trasero y rápidamente desapareció por la siguiente esquina. Está bien, Antonio había tratado de matarla y probablemente según sus propias conjeturas después de haber estado inmiscuyéndose en su vida, pero ella misma había llegado a la conclusión de que no era buena idea ir a la policía porque su versión era completamente inverosímil, no habían pruebas ni testigos y algo en su interior le decía que si llegaban a encontrarlo y preguntarle, él lo negaría todo con la misma facilidad con que le había mentido, y eso si es que en primer lugar alguien lograba encontrarlo. Alejándose un poco más del edificio y siguiendo una ruta que nunca seguía, la joven se encontró a pocas cuadras con una pequeña tienda de oportunidades y compro un teléfono celular en efectivo; puso en su interior la tarjeta de su estropeado teléfono, pero mientras caminaba se detuvo un momento más a pensar si era buena idea o no encenderlo, tal vez estaba pensando tonterías producto de lo que se veía en las películas de acción, pero si Antonio había estado espiándola tal vez tenía una forma de rastrear su número si es que ella lo volvía a poner en funcionamiento. ¿Volvería a terminar el trabajo pendiente si descubría que ella estaba viva? De todas maneras necesitaba la agenda del teléfono y estar preparada para comunicarse en determinado caso, así que optó por  la alternativa que se le ocurrió y encendió el celular dejándolo en modo avión; se sentó en el banquito de una parada de autobús y sacó de su bolso un lápiz y una pequeña libreta donde apuntó el número de Soraya el de Eliana, el de sus padres y también los números de emergencia de la clínica en donde Patricia estaba internada, aunque de momento no le pareció prudente llamar. Había comenzado a preocuparse de la posibilidad que estuvieran persiguiéndola, pero tal vez el lugar en donde había sido arrojado por Antonio hiciera más improbable qué alguien creyera que podía escapar.


2


Soraya entró en la pequeña oficina de la doctora Miranda y se sentó ante su escritorio.

– ¿Se le ocurrió llamar a la policía?
–No, no lo hice, como le dije antes puede ser que todo esto no sean más que figuraciones mías y no quiero que Matilde se enoje conmigo si es que todo es un mal entendido.
–Pero usted sabe que todo esto es extraño –dijo la doctora– mire, como profesional he visto casos en los que una persona afectada por quemaduras abandona el tratamiento que está siguiendo, mientras que hay otras que optan por tratamientos más costosos en otros centros, o incluso medicina alternativa. Por lo general los profesionales de la salud creen que la medicina alternativa es bastante inútil pero yo no lo creo, pienso que puede ser un buen complemento, pero las heridas que sufrió Patricia no son superficiales. Estuve averiguando y ella no fue registrada en ningún centro médico público o privado, sé que no debería estar investigando porque es antiético, pero luego de la conversación que tuve con su hermana quedé muy preocupada.

Soraya frunció el ceño.

– ¿A qué conversación se refiere? –dijo Soraya.
–Poco después de que se me informara que Patricia había dejado el tratamiento me comuniqué con Matilde y le pregunté qué era lo que había ocurrido; también le dije que quería ver a Patricia pero no me lo permitieron, además Matilde se mostró muy reservada con respecto al tema, no quiso decirme qué tratamiento estaban siguiendo ni tampoco dónde, sólo se limitó a asegurarme que había sido una decisión familiar y que el nuevo tratamiento estaba dando buenos resultados.

Soraya llevaba pensando los últimos minutos en eso mismo, en que Patricia había desaparecido misteriosamente ¿después de haber estado completamente desaparecida en realidad? Porque después de salir de la urgencia nadie la había visto, sólo sabía de lo que pasaba con ella a través de su hermana. La doctora Miranda le dedicó una mirada inquisitiva.

– ¿Usted sabe dónde estaba realizando ese tratamiento?

–No, no lo sé, pero usted dijo que antes había estado investigando si Patricia había sido ingresada en alguna clínica, podría volver a revisar la información ahora.

Romina Miranda era una mujer que por lo general se llevaba por sus instintos y eso la había hecho una profesional cercana a sus pacientes pero en situaciones como ésta le hacía arrepentirse ya que quedaba directamente relacionada con algún caso. Su preocupación constante por la forma en que Patricia fue retirada del tratamiento no había disminuido con el paso de los días, y saber por medio de la amiga de su paciente que se había suscitado una emergencia para ella no era más que la culminación de sus temores. En su ordenador ingresó al sistema informático que le permitía ingresar a distintas bases de datos; en realidad las clínicas mantenían en contacto y realizaban intercambio de información de la misma manera que las aseguradoras, por lo tanto no era difícil entender que los datos se encontraban en un punto intermedio aun cuando ésto no se supiera de manera oficial. Muy bien podría ser un delito que ella ingresara a esos sistemas utilizando una clave que se había conseguido años antes, pero también es cierto que gracias a esa clave y al acceso a esta información había podido salvarle la vida a un niño hacía tiempo. Ingresó el nombre de Patricia en el sistema y un momento después en control emergencia a la cual se refirió Soraya anteriormente.

–Aquí está el registro de los datos de Patricia –dijo la doctora al cabo de un momento– dentro de la información de la urgencia de una clínica privada, se trata de la clínica Arces.

No quedaba lejos de ahí, pensó Soraya.

–Doctora ¿puede ver alguna otra información?
–Solo puedo ver el registro de urgencias, probablemente de cuando fue ingresada durante esta madrugada; generalmente por temas de comodidad el resto de los informes se realizan a mano y son ingresados cada cierta cantidad de horas, pero al ser un registro interno de la clínica es improbable que lo pueda ver desde aquí.
–Entonces voy a ir a esa clínica –dijo Soraya decidida– no me puedo quedar tranquila mientras no sepa qué es lo que está sucediendo.
–Espere –dijo Romina– voy a acompañarla.
– ¿Está segura?
–Sí, lo estoy, además en el caso que a usted le nieguen la información yo tengo forma de acceder a ella.
–No perdemos nada con investigar –dijo Soraya– pero si en el camino descubrimos que en realidad es un error ambas vamos a quedar en ridículo.


Salieron de la oficina de la doctora caminando rápidamente hacia la salida.

–Hola ¿y tú qué haces aquí?

Soraya miró hacia un costado, de dónde provenía la voz la voz. Hizo un gesto de saludo.

–Hola, qué sorpresa.

Antonio sonrió ampliamente y se acercó a ella.

–Vine a buscar el resultado de los exámenes de una tía ¿y tú estás bien, tienes algún problema de salud?

Soraya pasó la vista de la doctora a Antonio y de vuelta a la profesional; ésta los miraba fijamente pero sin hacer ningún gesto.

–Vine a tomar desayuno con mi amiga –dijo señalando a la doctora– hace tiempo que no nos vemos y siempre es bueno mantener el contacto.
–Entonces era eso –dijo de él– por un momento me había preocupado. Y cuéntame cómo están Matilde y Patricia.
–Bien por lo que supe –respondió ella– hace un par de días que no hablamos, Matilde está con mucho trabajo y Patricia con lo de la recuperación.
–Por supuesto –dijo él frunciendo el ceño– yo voy a ir a ver lo de mis exámenes, que tengas un buen día.
–Gracias, igual para ti.

Las dos mujeres continuaron caminando hacia la salida del centro médico.

–Ese hombre es amigo suyo.
–Sí respondió Soraya dubitativa– qué extraño, no recuerdo que me haya dicho que tenía una tía viviendo aquí en la ciudad.

Le había parecido muy extraño encontrarse con Antonio en ese lugar y precisamente en un momento como ese; desde la salida del instituto no se habían vuelto a ver y ahora se lo encontraba por casualidad dentro de un centro médico cuando su mejor amiga y la hermana de ésta estaban desaparecidas. Claro, y ella había mentido de manera instintiva. ¿Qué les pasaba a todos?

–Mi auto está a un costado en el estacionamiento –dijo la doctora interrumpiendo sus pensamientos– llegaremos a nuestro destino en unos minutos.



3


Aún no era medio día cuando Matilde llegó a la urgencia de la clínica privada en dónde estaba internada Patricia desde la madrugada, y preguntó en recepción por el doctor Medel. La mujer de la recepción no le prestó mayor atención pero consultó los datos en el ordenador.

–El doctor Medel se retiró temprano en la mañana.
– ¿Qué? Pero no es posible, me dijo que iba estar aquí.
–Según la información que tengo –dijo la recepcionista– anunció que tenía una emergencia personal y se retiró.

Matilde no se esperaba algo como eso, pero aún necesitaba saber qué estaba pasando con su hermana y saber en qué estado se encontraba.

–Disculpe, necesito saber que doctor está viendo el estado de una paciente.
– ¿Quién es ella?
–Es Patricia Andrade, ingresó en la madrugada.

La recepcionista ingresó la información en el ordenador y después de unos momentos quedó mirándola fijamente.
– ¿Qué nombre me dijo?
–Patricia Andrade.

La mujer de la recepción frunció el ceño.

– ¿Está segura señorita? Porque no tengo registro de ninguna persona con ese nombre que haya ingresado en esta urgencia.


4


No dijo ni una palabra, solo salió de la urgencia lo más rápido que pudo.

–Por Dios, por Dios…

Estaba muerta, estaba muerta.

–Por Dios, no puede ser…

Ni siquiera podía llorar, pero en ese momento estaba completamente segura de lo que estaba ocurriendo era eso, no importaba por qué ni las circunstancias, Patricia estaba muerta igual que debería estarlo ella. Antonio había ido a matarla para deshacerse de ella mientras alguien más eliminaba a su hermana del mapa ¿El doctor Medel?

–Dios….

Estaba entrando en pánico. Desde el momento en que logró salir del túnel del ascensor estaba pensando en qué pasaba, pero su primera preocupación era Patricia, reunirse con ella y saber en qué estado se encontraba, y ella misma había ingresado y hablado con el doctor Medel.
Un doctor que pese a su escepticismo había decidido darle algo de crédito y ayudarla.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
Ella había puesto en manos de un asesino a su hermana cuando no podía defenderse, mientras iba de voluntad propia a ponerse en las manos de otra, y poco a poco las cosas comenzaban a encajar, el departamento, la llamada, las casualidades, todo parecía tener sentido y era cada vez más horrible conforme lo pensaba, porque seguramente su relación con la Clínica Cuerpos imposibles y el extraño ataque que sufriera Patricia durante la noche estaban relacionados ¿Alguien quería hacer desaparecer toda la información? ¿Acaso ella y su hermana no eran más que una molestia en el camino para alguien a quien no podían identificar?
Sentía que todo su cuerpo comenzaba a temblar, estaba más sola de lo que jamás podría haber imaginado ¿Qué iba a hacer?
Mientras caminaba apresuradamente a través del estacionamiento volteó un momento hacia la urgencia ¿debería llamar a la policía al menos para denunciar la desaparición de su hermana, del cuerpo de su hermana? ¿O hacer algo así simplemente daría prisa a un trabajo que probablemente estaba inconcluso?
Una mano se posó sobre su hombro.

– ¡Noo!

Soraya trató de acercarse, pero la joven reaccionó apartándose mientras gritaba.

– ¡No se me acerque!
–Matilde, soy yo.
– ¡No, no!

La doctora se acercó a Matilde, y al verla descontrolada optó por darle una bofetada, que consiguió controlar sus gritos.

–Cálmese por favor.

Durante un momento la joven no pareció reconocer a ninguna de las dos, pero después reaccionó y estalló en llanto mientras se arrojaba a los brazos de Soraya.

–La mataron, la mataron, estoy segura de que la mataron….

Soraya la cobijó en sus brazos al tiempo que la consolaba.

–Tranquila, estoy aquí amiga, tienes que calmarte, no entiendo nada de lo que dices.

La doctora Miranda sabía que algo estaba realmente mal, pero entes de entrar en una clínica donde aparentemente había ocurrido algo importante quería tener algo más de información. Matilde estaba saliendo muy lentamente del estado de shock en el que se encontraba.

–La hicieron desaparecer, ellos lo hicieron, sé que ellos lo hicieron…

No estaban llegando a ninguna parte. Soraya tuvo que apartarse de ella, y con el corazón oprimido, mirarla fijo y hablar fuerte y claro.

–Matilde, ahora tienes que calmarte y decirme qué diablos está pasando. Deja de llorar.

La joven la miró durante unos segundos, y conteniendo las lágrimas a la fuerza logró hablar con más claridad.

–No está. Patricia no está en la urgencia, desapareció y dicen que nunca fue ingresada, y el doctor Medel tampoco está.

La doctora sintió que se le revolvía el estómago ¿Podría tener eso que ver con un antiguo caso que recordaba? Si era así, las cosas serían realmente graves.

– ¿Eso es lo que le dijeron?

Matilde apenas podía contener las lágrimas.

–Estoy segura de que la mataron. Soraya, la mataron.
– ¿Pero por qué dices eso? Tal vez es un error, o la trasladaron.
– ¡No! No es un error, tiene que ser obra de la misma gente, él debe estar detrás de todo esto.
– ¿De qué estás hablando?

Hasta ese momento no había tomado en realidad el peso de la situación en la que se encontraba, pero el exteriorizarlo, sintió el real peligro que se había cernido sobre ella y que quizás estaba punto de volver. Al principio, encerrada en ese horrendo lugar había tenido miedo, pero también estaba aturdida, y la confusión había cegado sus sentidos de la misma manera que la oscuridad lo había hecho con sus ojos, y luego, al conseguir escapar, se había obligado a pensar con claridad, enfrentando una situación por completo nueva, en donde no sabía en quien podía confiar. Aún así creyó que aquel acto horrible de parte de alguien a quien creyó conocer era algo superado, o tan siquiera asumido, pero la verdad es que, probablemente de igual manera que el día en que Patricia había tenido el accidente, Matilde solo se había concentrado en lo que tenía que hacer, en la forma de mantenerse activa cuando la situación lo requería. Patricia había sufrido un ataque, todo rastro de la clínica Cuerpos imposibles se había desvanecido en el aire, y cuando pretendía, o mejor dicho creía haber encontrado una vía de escape, alguna forma de volver a encauzar las cosas, la sorpresa atacaba de nuevo. La información que le entregaron en la urgencia de la clínica había colmado su capacidad, y tembló solo de recordar el nombre de quien unas cuantas horas antes habría pensado que era un buen amigo.

–Antonio…
– ¿Qué pasa con Antonio?

Tenía que decirlo, tenía que exteriorizarlo para poder controlarse, o seguiría llorando igual o peor que si estuviera aun encerrada en ese túnel.

–Él trató de matarme.



Próximo episodio: Carrera contra la muerte