Maldita secundaria capítulo 6: Completamente perdidos




Luego de los desafortunados hechos ocurridos con los enajenados, el grupo se vio en la obligación de hacer pública una gran parte de lo que había pasado; tanto el director como los restantes seis integrantes del grupo terminaron en la enfermería, junto con las dos estudiantes víctimas de espíritus que tras el ataque en el pasillo fuera de la oficina quedaron con problemas respiratorios producto del químico del extintor de incendios. Por suerte los otros tres jóvenes no quedaron con secuelas, y las niñas no recordaban exactamente por qué estaban en ese sitio al momento del incidente, de modo que la versión del director acerca de un amago de incendio terminó por ser la oficial. Dani en tanto fue llevado de inmediato a urgencias al encontrarse en estado de shock.
Alrededor de las once de la mañana el grupo estaba en una plaza alejada de la secundaria, junto a Adriano del Real. El hombre, que ya por naturaleza tenía una figura enfermiza y avejentada, estaba aún más conmocionado ante los hechos que los jóvenes estaban relatando.

—Los enajenados arrojaron a Dani calle abajo —siguió Carolina— y Hernán consiguió rescatarlo, pero la silla cayó y terminó destruida por una camioneta.
—Dios santo...
—Ahí las cosas se complicaron más, porque Dani colapsó y nos vimos obligados a llamar a urgencias.

Adriano miraba uno por uno a los jóvenes; todos tenían algún tipo de lesión, ya fueran golpes, cortes o rasmilladuras; no se había pasado por la mente que las cosas llegaran hasta ese punto.

—Es decir que se vio involucrada más gente.
—Era inevitable, no podíamos hacernos cargo solos —explicó Lorena— aunque como nosotros tres estábamos ahí, nos pusimos de acuerdo y dijimos que íbamos juntos y vimos como a Dani le fallaban los frenos de la silla y perdía el equilibrio, así que supuestamente lo ayudamos pero no pudimos salvar la silla.
— ¿Y qué ocurrió con los muchachos que estaban atacándolos?

Carolina respondió.

—Descubrimos que la única forma de detenerlos es golpearlos en la cabeza, pero las personas no quedan con secuelas y ni siquiera recuerdan nada, así que no tuvimos que preocuparnos por eso al menos.

Adriano inspiró profundamente.

—Dijiste que un vehículo aplastó a la silla de ruedas de Dani. ¿Qué dijo el conductor, hablaron con él?
—Si, además que él llamó a la policía mientras urgencias se llevaba a Dani.
—Dejamos a Dani en la ambulancia y volvimos a la Secundaria, pero no sabíamos que era lo que estaba ocurriendo adentro, de hecho nunca antes había habido dos hechos simultáneos.

El hombre mayor se puso de pie repentinamente.

— ¿Me estás diciendo que tuvieron presencias en dos sitios al mismo tiempo?

Fernando se abrazaba las costillas mientras intervenía.

—En realidad podríamos decir que fueron tres.
— ¿Qué?
— ¿No había pasado cuando éste sitio lo controlaba usted? —se extrañó Soledad— a nosotros nos tomó por sorpresa, pero creí que usted no nos lo había dicho.

Si Adriano del Real estaba preocupado, esa revelación lo alarmó mucho más.

—Sería un estúpido completo si les ocultara información. Pero por favor díganme que fue lo que pasó en ese momento, se los ruego.

Leticia estaba irritada con Del real, pero saber que él mismo desconocía algunos detalles cambió su forma de ver las cosas en esos momentos.

—Mientras ellos tenían esos problemas, Soledad descubrió que pasaba algo extraño en la oficina del director, así que fuimos hacia allá. El director estaba en su oficina, atrapado por su escritorio que lo aplastaba contra la pared.
—Eso quiere decir que podría haber sido mi hijo...
—Nosotros pensamos lo mismo —replicó Fernando— de hecho las cosas se pusieron peores cuando intenté entrar por la fuerza y la puerta de la oficina me atrapó.
— ¿Y qué hicieron?
—Leticia echó abajo la puerta con un hacha.
— ¿Qué?

La aludida se encogió de hombros quitándole dramatismo a la escena que seguramente ya se estaban imaginando los demás.

—Fue lo único que se me ocurrió. En todo caso la cosa no fue tan así, tampoco tengo fuerza como para hacer algo como eso: cuando golpeé la puerta con el hacha, fue como si la fuerza que estaba ahí —su hijo asumo— saliera despedida, y nos arrojó a todos en todas direcciones.
—Fue horrible —terció Soledad— fue como si estallara una bomba. Y lo peor es que un minuto después aparecieron dos enajenadas más y nos atacaron.
—Esa fue la parte más fácil, pero nos hizo perder tiempo y no pudimos salir de ahí,  aparte que Fernando estaba golpeado y era imposible que no hubieran escuchado el ruido adentro. Al final al director se le ocurrió un plan de última hora y le prendió fuego a su oficina.
— ¿Que hizo qué?
—No fue un incendio propiamente tal, pero habíamos usado un hacha y un extintor, así que él dijo que se culparía de todo y diría que nosotros tres y las dos víctimas habíamos ido a ayudar, y como ellas no recordaban nada, creyeron todo.

Carolina respiró profundamente. Contar las dos historias juntas hacía que las cosas fueran aún peores.

—Después de eso nos reunimos en la secundaria en la enfermería, y decidimos llamarlo a usted porque claramente las cosas se nos fueron de las manos. Lo lamento.

Adriano del Real parecía haber envejecido durante el tiempo que escuchó a los jóvenes.

—No tienes nada porque pedir disculpas. Ustedes seis, es decir los siete, han hecho muchísimo más de lo que cualquier persona habría hecho, se han expuesto a todo tipo de riesgos y eso es más grande que cualquier error que pudieran cometer. Lo que pasó hoy es algo fuera de lo común, y el hecho de saber que pueden ocurrir cosas como ésta después del tiempo que ha pasado es sumamente preocupante.

Soledad intervino en sus cavilaciones.

—El director nos dio el día libre después de lo que pasó. Queremos ir a urgencias a ver a Dani.

Urgencia de clínica Cordillera. Mediodía.

Adriano del Real se quedó en el estacionamiento mientras los seis fueron al sector de urgencias; de inmediato vieron a los padres de Dani sentados a un costado de la máquina de café, cerca de la recepción. Soledad les habló en voz baja.

—Señora Camila.

El padre de Dani era un hombre corpulento y de aspecto bastante juvenil, mientras que su madre era de figura pequeña y delicada, de rasgos muy agraciados, los que claramente había heredado su hijo. Ambos se veían muy consternados.

—Hola Soledad.
—Queríamos saber si podemos ver a Dani.

La madre se puso de pie resueltamente; podía verse la angustia en su actitud y reflejada en los ojos rojos por el llanto, pero también había una dosis de decisión notable.

—No, no pueden verlo.
—Cariño —intervino él— no seas dura con ellos.

Fernando temió por un momento que ellos tuvieran en su poder más información de la que suponían.

—Seré dura mientras mi hijo esté hospitalizado en éste lugar.

Soledad conocía a la madre de Dani, y se sintió sumamente impactada al verla en ese estado; estaba protegiendo a su hijo, no importaba de que.

—Solo queríamos saber de él —intervino Lorena con tono conciliador— estamos preocupados.
—Es bueno que estén preocupados —replicó con una mirada que echaba fuego— es bueno que alguien entienda que a mi hijo le está pasando algo.
—Querida —volvió a intervenir el padre— éstos niños no tienen la culpa del accidente de Dani.
—Por lo que sabemos —replicó ella fieramente—durante los últimos días mi hijo no es el mismo de siempre, algo ocurre con él y sabes que tengo razón.
—Eso no tiene nada que ver, además lo de hoy fue un accidente.

Pero ella continuó, implacable.

—No fue un accidente, Dani estaba a dos cuadras de donde lo dejaste en la mañana. ¿Por qué estaba ahí, por accidente?
—Querida...
—Nadie va a ver a Dani, no mientras yo no sepa en que anda metido. No permitiré que nadie se le acerque.

Los seis salieron de la urgencia caminando lentamente.

—Esto es un desastre —dijo Fernando— no me explico cómo es que llegamos a éste punto. Ya estábamos haciéndonos una idea de cómo pasaban las cosas, y ahora todo cambió totalmente.

Se quedaron detenidos y en silencio, hasta que la voz de Hernán los sorprendió.

—Esto es nuestra culpa. Nosotros hicimos ésto.

Fernando lo miró con las cejas levantadas.

— ¿Y a ti que te pasa ahora? No me digas que no entendiste que hemos estado tratando de ayudar.

Sin embargo la actitud de Hernán no era agresiva, más bien se veía afectado. Por primera vez no estaba discutiendo con nadie.

—Es nuestra culpa. Nosotros lo hicimos, somos responsables de lo que pasó.
—Estás delirando.
— ¿Que no te das cuenta? Del real nos lo advirtió maldita sea, hasta la voz de Matías nos habló dentro de nuestras cabezas: necesitaban nuestra ayuda, y no pudimos dársela.

Leticia se espantó con esas palabras.

— ¿Por qué dices eso? ¿Qué esperabas encontrar la solución a ése acertijo en una revista acaso?

El rapado frunció el ceño pero no respondió a esa pregunta.

— ¿De verdad lo intentamos? —Preguntó con fuerza— después que vi a Dani tirado en el suelo, me quedé pensando en todo lo que ha pasado y lo que hemos hecho. En éste tiempo, Dani es el único que estuvo ocupado de tratar de hacer algo al respecto, mientras que los demás solo nos dedicamos a protestar y a lamentarnos. Hasta ayer, las cosas estaban más o menos equilibradas, pero a medida que nos fuimos peleando más y más, solo aumentamos el miedo de Matías y el poder de los espíritus de los secuestradores.
—Tiene razón —comentó Soledad horrorizada—realmente nosotros ayudamos a que pasara ésto, Hernán está en lo cierto. No sé cómo es que no me di cuenta.

Se hizo un largo silencio en el grupo; con las palabras de Hernán todos terminaron por ver la realidad, comprendiendo solo entonces la magnitud de sus actos. Adriano del Real había estado escuchando toda la conversación del grupo y se acercó a los seis.

—Muchachos. Sé que han sido días muy duros para ustedes, si quieren abandonar todo ésto...
—De ninguna manera —replicó Hernán— no voy a escapar ahora.
—Cometimos un grave error —dijo Fernando— pero eso no quiere decir que se haya terminado. Tenemos que volver a la Secundaria y hacer lo posible por evitar que ocurran más desastres.
—Se lo debemos a Dani.
—Y además lo prometimos.
—No vamos a dejar de intentarlo.
—Además tenemos que armarnos de valor —dijo Soledad— porque la silla de Dani quedó destruida y sus padres no tienen dinero para comprarle otra, al menos no pronto.

Adriano sonrió débilmente.

—Muchas gracias muchachos. Yo también voy a hacer lo que esté en mis manos para ayudarlos a ustedes, no los dejaré solos; de alguna manera les daré ayuda.

Mientras tanto, en el interior de la urgencia, el doctor Mendoza estaba hablando con los padres de Dani.

— ¿Cómo está mi hijo doctor?

Mendoza se veía tranquilo como profesional, pero como hombre estaba afligido.

—Dani está en un estado muy complejo.
— ¿Qué quiere decir?
—El accidente que sufrió no le provocó tantos daños físicos en realidad; tiene algunos golpes y rasmilladuras, pero lo más grave es su estado mental, porque sufrió un shock muy grave. He sido doctor de Dani desde que tuvo el accidente y por ese motivo es que tengo conocimientos al respecto. Cuando sucedió el choque en el que sus piernas resultaron dañadas tan gravemente, Dani tuvo una reacción que yo como profesional nunca había visto, y que es poco común en la medicina; él asimiló con facilidad la pérdida de las piernas, y procesó el uso de la silla como una evolución natural de los acontecimientos en su vida, es decir que la incorporó mentalmente a su cuerpo. No era casual que habitualmente dijera "mis ruedas" con la misma propiedad que el resto de las personas dice " mis piernas" Esto significa que sufrir ese accidente, y además perder físicamente la silla como me dijeron, seguramente fue para él un golpe psicológico mucho más fuerte que el anterior; en otras palabras, ésta invalidez ha sido más traumática para Dani que la primera.

La madre de Dani estaba al borde de las lágrimas, pero se contuvo. No era momento para llorar.

— ¿Se va a recuperar?
—Dani es un chico muy fuerte, más que la mayoría de su edad, pero ahora mismo está en un estado muy delicado, porque ante el dolor de ésta pérdida se encerró en sí mismo, por eso es que no reacciona a los estímulos y continúa en el estado en que lo vieron; ustedes y sus amigos deben acompañarlo y apoyarlo lo más posible, pero para que salga de la coraza en la que se ha encerrado, el primer paso lo debe dar él.

El padre de Dani abrazó a su esposa.

— ¿Va a darlo de alta?
—Puedo mantenerlo hoy y un par de días más aquí, pero no me parece recomendable que siga internado porque eso podría fomentar su estado. Además no puedo hacer mucho más por él. Si les da más tranquilidad puedo darlo de alta mañana.
—No, nos lo llevaremos a casa ésta misma tarde, cuando terminemos el papeleo —repuso la madre del joven— allá podremos atenderlo y cuidarlo mejor.

La tarde que siguió a esa jornada fue oscura y deprimente para todos. Soledad llegó a su casa obligada a pasar por los interrogatorios de su madre, pero lo afrontó con calma y apegándose a la versión que antes hablara con los demás, y que había pasado a ser la oficial. De cualquier manera sabía que al día siguiente los rumores serían la principal fuente de trabajo en la Secundaria, así que mientras más pronto dijera todo menos sospechoso sería. Cuando se conectó a la red por la noche recibió una llamada de Fernando.

— ¿Que sucede?
— ¿Estás conectada?
—Sí.
—Entra a sured, los demás ya están conectados.

Soledad suspiró. Sured era una red social a la que pertenecían muchos de los estudiantes de la Secundaria Santa Sofía, y que había sido creada para darle espacio a los chismes, además del lógico tráfico de información entre los diversos niveles. La publicación que encabezaba la página ese día hablaba directamente de los hechos en los que todos estaban involucrados.

"Se volvió loco el director?"

—Oh por Dios...

Pero eso no era todo; la segunda publicación más visitada del día era totalmente sensacionalista. "¿Porque ocultan el asalto al chico de la silla y lo hacen pasar por accidente?"
Estaba viendo eso cuando le llegó una solicitud de charla privada. En el grupo de charla estaban los demás.

Leticia —Ahora salimos en las noticias.
Fernando —Por lo menos nadie nos ha mencionado como responsables de nada.
Carolina — ¿No te das cuenta de lo que significa ésto?
Fernando —Si, hoy sí que hicimos espectáculo.
Carolina —No, ahora tenemos una secundaria con cientos de periodistas en potencia.
Hernán —Ella tiene razón. No iremos ni al baño sin testigos.
Soledad —Si sucede algo como lo que ya sabemos, tendremos que estar demasiado atentos.
Lorena — ¿Alguien ha sabido algo de él?
Fernando —Llamé a la urgencia, lo dieron de alta, supongo que está en su casa.
Leticia — ¿Hablaste con la familia tú que eres amiga?
Soledad — ¿Enloqueciste? No quieren ver a nadie, fueron muy claros en la urgencia.
Lorena —Hay que esperar.



Próximo capítulo: El paso de los días

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