Maldita secundaria Capítulo 5: Cada vez peor



Fuera de la Secundaria
Miércoles 10

Leticia estaba apoyada en la muralla viendo como los demás entraban a clase, pero aún le quedaban un par de minutos y estaba escuchando un compilado clásico de primera; además no tenía muchas ganas de entrar a clase después de todo lo que había pasado antes; extrañamente, después de toda la presión y los sucesos paranormales de la semana anterior, el Lunes y el Martes habían pasado en total calma; no es que se hubieran olvidado de todo lo que les rodeaba, sino que simplemente no hubo de qué preocuparse, porque misteriosamente no volvieron a demostrarse los espíritus; y el ambiente entre los siete estaba mucho peor desde la última discusión. En eso vio llegar a Fernando.

—Hola.
—Hola.

Ellos dos tampoco habían arreglado las cosas.

—Leticia.
— ¿Qué quieres?
—Que hablemos —replicó sonriendo sinceramente— oye, sé que las cosas han estado complicadas, pero tú y yo somos amigos, incluso desde antes de entrar a ésta secundaria éste año, no podemos estar peleados por algo en lo que ni tú ni yo tenemos la culpa.

Se miraron fijamente un rato.

—No uses la mirada de galán conmigo, eso te funciona con las que no te conocen.
—Ya sé que no, pero eres mi amiga y no quiero perderte.

Leticia suspiró.

—Yo tampoco quiero perder tu amistad.

Mientras tanto, Lorena paseaba por los estacionamientos cuando se topó con Carolina, que parecía muy ansiosa.

—Hola.
—Hola amiga tenemos que hablar, es urgente.

Lorena respiró profundo. Había echado de menos a su amiga durante el fin de semana en que se habían distanciado.

—Tienes razón, tenemos mucho de qué hablar. No me gusta que estemos peleadas.
—Es verdad, pero no quiero hablar de eso contigo, es sobre todo lo que ha estado pasando últimamente.
— ¿A qué te refieres?
—A lo de los espíritus —replicó decidida— estuve pensando mucho en ésto durante el fin de semana. Creo que hay algo importante que pasamos por alto.

Mientras las dos amigas hablaban, Soledad estaba en el primer patio cuando escuchó el sonido del timbre, y el consecuente movimiento de estudiantes y maestros por los pasillos. Durante el fin de semana había estado confinada en su casa estudiando y haciendo trabajos para los que no había tenido tiempo ni ganas en la semana, así que no era mucho lo que habían hablado con Dani, y a pesar de que no estaban enojados propiamente tal, si sentía la necesidad de hablar con él y aclarar las cosas, entender por parte de ambos que su amistad no tiene que verse afectada por las cosas por las que están pasando. Un momento. Ya habían anunciado el inicio de la jornada, y Dani aún no llegaba, eso era muy extraño viniendo de él. Es cierto que solo sería un atraso leve, pero él era muy estricto con los horarios, y como lo dejaba su padre, la posibilidad de llegar atrasado disminuía muchísimo.

—Ay no...

Recién después de pasar por esos momentos pensó que podía haber algo mal, y marcó el número de su amigo. Fuera de área. Y no solo eso, también había otra cosa fuera de lo común, el director no había dado su habitual saludo a los estudiantes de cada mañana. Después de ese momento pasaron dos cosas casi a la vez: el altavoz por donde se escuchaba la voz del director todos los días emitió un sonido extraño y similar a un golpe antes de bloquearse nuevamente, y el teléfono celular de Soledad mostró una llamada de Hernán.

—Llama a los demás— dijo apresuradamente, se notaba que estaba agitado— unos tipos se están llevando a Dani.

Soledad sintió que se quedaba sin aire.
— ¿Qué?
—Se lo llevan —replicó él con fuerza— están llevándoselo por la calle Molinos, van hacia Consistorial.

Cortó el llamado. Soledad reaccionó y caminó hacia la salida, pero estaba bloqueada por la inspectora Carvajal. ¡Iba a retrasarla! Pero estaba segura de que Fernando y Leticia aún estaban afuera, de modo que tuvo que cambiar de planes y comenzó a correr hacia las escaleras que conducían a la oficina del director.

—Fernando— le dijo por teléfono mientras corría hacia la oficina del director— ¿dónde estás?

Lo vio con Leticia a poca distancia y echó una maldición por lo bajo.

— ¿Qué pasa?
— ¿Dónde están Carolina y Lorena?
—Las vi afuera por el lado de los estacionamientos.

Enfilaron hacia la escalera que conducía al segundo piso, donde estaba la oficina del director, aunque los otros dos no entendían que pasaba. Soledad marcó el número de Carolina.

— ¿Dónde están?
— ¿Qué pasa?
—Atacaron a Dani, vayan a Molinos con Consistorial ahora mismo, Hernán va para allá.

No esperó respuesta y cortó. En eso llegaron a la segunda planta.

— ¿Qué es lo que está pasando Soledad?
— ¿Que no escucharon ese ruido por el altavoz? Estoy segura de que algo le pasó al director.

Estaba temblando de pies a cabeza.

— ¿Y  Dani?
—Alguien lo atacó, los demás fueron a ayudar.
—Va a estar bien, no te preocupes.

Fernando se adelantó hacia la oficina del director y trató de abrir.

—Maldición, está cerrada y se escuchan ruidos adentro.

Mientras, en la calle, las dos amigas avanzaban a toda la velocidad que podían; el cruce de las calles Molinos y Consistorial estaba a solo dos cuadras de la Secundaria, pero después de la alarmante llamada de Soledad toda distancia parecía mucha. Cuando estaban cerca de la esquina vieron pasar a un par de jóvenes que arrastraban la silla de Dani al mismo tiempo que trataban de inmovilizarlo, pero él se defendía muy bien sacudiendo los brazos.

— ¡Dani!
— ¡No se acerquen!

Su voz se escuchaba agitada y nerviosa, se notaba aún a la distancia que estaba enfrentándose con todas sus fuerzas. Un momento después vieron a Hernán forcejeando con un tercer sujeto. Las chicas corrieron hacia la silla para tratar de rescatar a Dani, pero sorpresivamente uno de ellos volteó y las enfrentó; claramente estaba enajenado.

— ¡Cuidado!

Mientras eso sucedía afuera, Fernando aporreó la puerta tratando de abrirla.

— ¡Director!

Se escucharon unos quejidos y movimiento de muebles en el interior, y aunque la puerta estaba entreabierta, no podía abrirse. Los tres se unieron tratando de abrir la puerta, pero aunque estaban empujando con toda su fuerza, no parecía haber diferencia.

— ¡Maldita sea, empujen más fuerte!

Hicieron un nuevo esfuerzo, y lograron abrir un poco la puerta, tras lo cual el joven empezó a introducirse en la oficina para poder empujar la puerta desde dentro, pero repentinamente la fuerza que estaba haciendo presión aumentó, aprisionándolo por la cintura.

—¡Aahhh!!
— ¡Fernando!
—Trata de salir —exclamó Soledad luchando por mover la puerta—  ¡empuja!

—No puedo —se quejó a gritos— me está apretando, ¡no puedo moverme!

Al mismo tiempo que dentro de la secundaria Soledad y Leticia trataban de liberar a Fernando, en la calle Carolina caía al suelo por causa de un golpe del enajenado.

— ¡No! ¡Carolina!

Guiada más por la adrenalina del momento que por otra cosa, Lorena se arrojó contra el enajenado golpeando hasta donde podía, pero el otro no pareció afectado y se dispuso a golpearla de regreso. En ese momento apareció Hernán y lo empujó hacia un costado, deteniéndolo momentáneamente.

— ¡Ve por Dani!
—Pero...

El rapado se las había ingeniado para mantener a raya a los dos enajenados, pero el tercero estaba consiguiendo llevarse a Dani.

—No pierdas tiempo, ¡te voy a alcanzar!

Dejando a Hernán enzarzado en esa pelea y tratando de no pensar en Carolina que estaba en el suelo, Lorena comenzó a correr hacia la calle por la que se estaban llevando a Dani; paralelamente, el joven trataba de liberarse, pero al estar el otro empujando la silla, resultaba muy difícil intervenir. Por desgracia, no tenía puestos los guantes, de modo que tampoco podía tratar de detener las ruedas sin desgarrarse las manos y aun así eso no le aseguraba conseguir su objetivo.

—Escúchame, tienes que calmarte, no eres tú el que está haciendo ésto.

Sus palabras no hacían el más mínimo efecto; en ese instante notó que por la calle que iban tomaba un descenso bastante pronunciado, lo suficiente para que la silla se desplazara por si sola. ¡Pensaba arrojarlo calle abajo!

Dentro de la secundaria, todos los esfuerzos de Soledad y Leticia estaban siendo inútiles.

—Maldición, la puerta no cede.
—Ayúdenme...

Por la presión de la puerta contra su cuerpo, Fernando comenzó a perder el conocimiento, y Leticia entró en pánico.

— ¡Fernando no te duermas!

Pero él ya no estaba reaccionando. De pronto Leticia dejó de luchar con la puerta, y desesperada miró en todas direcciones buscando algo que pudiera ayudarla. No podía permitirlo, no iba a dejar que siguieran haciendo eso, tenía que encontrar alguna forma de ayudar.

— ¿Adónde vas?

Dejándose llevar por el impulso de la adrenalina, Leticia rompió la puerta de vidrio de la caja de incendios con su mochila, y sacó el hacha de allí.

— ¡Quítate!

Soledad apenas alcanzó a reaccionar, y se apartó justo a tiempo para que la otra joven descargara un golpe con todas sus fuerzas. El filo del hacha dio de lleno en la mirilla de la puerta, y el impacto hizo que se produjera un ruido muy potente, después de lo cual la puerta estalló, lanzando a los tres en todas direcciones.

Por otra parte, Lorena seguía de cerca al enajenado, pero sentía que las fuerzas estaban abandonando su cuerpo; no era de hacer ejercicios y el cuerpo estaba pasando la cuenta, el dolor se esparcía por todos los músculos, sabía muy bien que no podía seguir corriendo por más tiempo. Le daba miedo cualquier tipo de enfrentamiento físico, pero en esos momentos sabía que tenía que ayudar a Dani, así que haciendo acopio de valor hizo un último esfuerzo y sujetó al enajenado.

— ¡Déjalo!

El enajenado trató de liberarse de ella y empujar la silla a la vez, momento que Dani aprovechó para detener las ruedas. Sin embargo, precisamente regresó uno de los otros dos enajenados y se abalanzó hacia el grupo con furia; en tanto Hernán, que había logrado noquear al primero de ellos, corría a toda velocidad para alcanzar al que se le había escapado, sabiendo que ahora estaban mucho más fuertes y resistentes que antes. Vio con espanto que el que se le había escapado le asestó un golpe en la cara a Dani, dejándolo medio aturdido y dejando espacio para que el otro escapara con la silla.

— ¡Déjalo! —le gritó a Lorena al verla en peligro— ¡ve por Dani!

Lorena se alejó, pero tropezó, aunque eso sirvió para hacer tropezar también al enajenado que estaba casi sobre ella, el que por suerte cayó de cabeza, quedando inmóvil en el suelo. Solo quedaba uno, y en esos momentos Hernán quedó solo en la carrera; no lo pensó dos veces, atacó por un costado al enajenado y consiguió hacer que soltara la silla, pero en ese momento era demasiado tarde, ya habían sobrepasado el cruce y la silla de Dani se acercaba peligrosamente al declive.

Mientras sucedía eso en la calle, dentro del pasillo del segundo piso del primer edificio había un completo caos: trozos de la madera de la puerta por todas partes, Fernando tirado en el suelo y las chicas recién poniéndose de pie.

—Eso fue horrible.
—Lo lamento Soledad pero...
—Ni lo menciones —dijo la otra joven entrando en la oficina— director ¿se encuentra bien?

El director San Luis estaba semisentado en el suelo, apartando dificultosamente su escritorio; el armatoste había estado presionándolo contra la muralla de igual forma que a Fernando contra la puerta, pero al menos en ese momento la fuerza sobrenatural había desaparecido.

—Estoy bien Soledad —repuso pesadamente— es mejor que te ocupes de Fernando.

Leticia se arrodilló junto a su amigo y lo tomó en sus brazos.

—Contéstame... Fernando...
—Estoy bien —respondió él con un hilo de voz— pero esa cosa me dejó sin aire...

Soledad miró alrededor y pensó automáticamente en cómo iban a explicar todo eso.

—Tenemos que llevarlos a la enfermería.
— ¿Y que se supone que les vamos a decir?
—No lo sé, pero los dos pueden tener heridas internas, no nos podemos arriesgar.

El director, que estaba aún semisentado habló, aunque su voz aún era débil. Estaba tan adolorido como asustado por lo que acababa de pasar, a fin de cuentas no era cualquier cosa que los muebles comenzaran a moverse por sí mismos, pero incluso con todo eso seguía siendo el único adulto allí.

—Traigan a la señorita Bastías.
— ¿Qué? Pero no podemos, como vamos a...

El hombre levantó pesadamente una mano para pedir silencio. No estaba en condiciones de discutir.

—No importa lo que haya pasado Leticia, de todos modos tienen que revisarnos. Además éste es mi territorio y puedo manejar cualquier situación mucho mejor desde aquí. Vayan por favor.

Soledad inspiró profundamente un par de veces antes ir de vuelta hacia el pasillo; aún no procesaba bien todo lo que había pasado, pero quizás era mejor así, porque de lo contrario habría perdido el control tiempo atrás. Se acercó rápidamente a la escalera para ir a la enfermería, pero una figura apareció sorpresivamente.

—Leticia...

No tuvo oportunidad de advertirle, cuando estuvo demasiado cerca de dos muchachas de segundo, que evidentemente estaban enajenadas. La que estaba más próxima a ella la arrojó violentamente contra la pared.

Hernán se adelantó un paso, pero el enajenado que quedaba aún estaba en su camino, y lo golpeó con fiereza; Dani estaba aturdido, sin darse cuenta de que la silla había sido empujada más allá del cruce y comenzaba a ganar velocidad en el declive.

— ¡Dani!

Gritó impotente, hizo un nuevo esfuerzo y logró golpear efectivamente al que lo estaba agrediendo, pero la silla estaba demasiado lejos. De la nada apareció Carolina, cojeando y con el rostro manchado de sangre; la joven estaba al límite de su fuerza física, y casi sin aliento consiguió alcanzar la silla, pero la pierna que tenía lesionada la hizo perder el equilibrio y cayó exhausta, aunque pudo sujetarse de una de las agarraderas del vehículo, y con eso disminuyó su velocidad antes de soltarse y quedar tendida en el suelo ya sin aire. Hernán vio el esfuerzo que habían hecho las dos chicas, y sacó fuerzas para emprender nuevamente la carrera.

— ¡Dani despierta!

Pero el otro seguía sin reaccionar; el rapado siguió corriendo, en esos momentos sentía el dolor por los golpes que había recibido, pero no podía detenerse, la calle ya estaba en franco declive y el esfuerzo que había hecho Carolina por detener la silla no podía perderse. Hernán hizo un esfuerzo supremo y logró ir corriendo a la par de la silla con Dani en ella, pero supo que no podría sujetarla y también a él, la fuerza se lo llevaría por delante ¿Cuánto podía faltar para el cruce? La única forma era sacarlo de encima de las ruedas.

Leticia escuchó el débil grito de Soledad y sus alarmas se activaron de nuevo; se puso de pie y salió al pasillo rápidamente, solo para descubrir el error de no tomar precauciones: se topó cara a cara con las dos jóvenes enajenadas, y le fue imposible esquivarlas, cuando una de ellas la empujó violentamente. Desprevenida, Leticia trastabilló caminando torpemente hacia atrás, resbaló y cayó de espaldas.

—¡¡Noo!!

Una de ellas se dispuso a golpearla con un trozo de madera que había tomado del piso; Leticia pensó que era su fin, pero se escuchó un grito.

— ¡Cierra los ojos!

No había tiempo para hacer preguntas, Leticia se encogió en si misma, cubriendo su cara con las manos y los brazos; un momento después sintió un sonido sordo y ahogado, y sobre ella algo parecido a polvillo, junto con un olor muy extraño. ¡El extintor de incendios! Trató de cubrirse lo más posible para no respirar el químico que estaba siendo lanzado en todas direcciones, y esperó algunos segundos más. Se hizo silencio. Cuando le pareció que ya todo había terminado, abrió lentamente los ojos y se vio a ella misma, el suelo y las paredes cubiertos del polvillo grisáceo del extintor. Las dos enajenadas estaban tendidas en el suelo, por suerte inconscientes, y Soledad estaba sentada en el suelo, exhausta.

Mientras tanto, en la calle, Hernán vio claramente que era su única oportunidad de detener el avance ya incontrolable de la silla, y sin dudar se arrojó sobre Dani, abrazándose a su cuerpo; con el peso de ambos la silla se volcó, pasando por sobre los dos, saliéndose totalmente de control, y rodando por la pendiente a toda velocidad hasta el siguiente cruce, donde una camioneta de gran tamaño la embistió, aplastándola por completo. Arrodillado en el suelo, Hernán aún tenía a Dani en sus brazos y trataba de despertarlo.

—Dani, reacciona por favor.
—Estoy bien —murmuró dejándose sostener por Hernán— estoy bien, en serio.

En ese momento Carolina y Lorena llegaron apoyadas la una en la otra, y Dani, aunque había quedado aturdido, se había dado cuenta de la última parte y sabía que habían caído. Abrió los ojos para ubicarse en el espacio, vio a Hernán,  a Lorena y Carolina, todos se veían golpeados y cansados, pero además de eso, estaban mirándolo fijamente. Desplazó la mirada hacia un costado y otro, y en cierto punto entendió por qué lo habían estado mirando de esa forma; vio la esquina siguiente, a la vez tan lejos y tan horriblemente cerca, la silla aplastada y retorcida bajo los neumáticos, y todo terminó para él.

—Dani.
—Suéltame.

Pero Hernán trató de contenerlo.

—Dani, oye...
—Suéltame.

El primer intento fue débil, pero la siguiente reacción fue mucho más violenta.

— ¡Suéltame, déjame, déjame en paz!

Con una renovada y furiosa fuerza, Dani se liberó de Hernán y lo empujó hacia un costado, y valiéndose de sus fuertes brazos y manos, se arrastró por el concreto en dirección a donde había ocurrido el choque, mientras los otros tres miraban paralizados la escena. Dani avanzó un par de dolorosos metros más, entrando en pánico, pero negándose a abandonar su esfuerzo, impulsándose aún más, sin sentir como se rasgaba la piel de los brazos y los dedos, intentando alcanzar la silla, tratando de salvar una distancia imposible; cuando finalmente no pudo seguir avanzando, Dani estalló en un desgarrador llanto que se llevó toda la fuerza de su ser. Hernán golpeó el suelo impotente.

—Maldición.
—Una vez —dijo Lorena con voz temblorosa— Dani dijo que nunca se había sentido distinto al resto por estar en una silla, que para él las ruedas eran lo mismo que para nosotros las piernas. Ahora no puedo imaginar que se siente que te arranquen las piernas.




Próximo capítulo: Completamente perdidos

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