Maldita secundaria Capítulo 1: Faltan tres meses

Maldita secundaria


 Capítulo 1: Faltan tres meses: Primera parte


Secundaria Santa Sofía del Ángel
Martes 2 de Octubre
Sala de lenguaje. Tercer año

El ruido se apoderaba de la sala durante la tercera hora de clases mientras la profesora aún no llegaba. Santa Sofía del Ángel era una secundaria que llevaba poco tiempo en funcionamiento, era su primer año, y desde un principio el establecimiento había cosechado buenas críticas, tanto por su excelente infraestructura  como por un muy buen modelo de enseñanza. Cuando estaba acercándose el fin del año escolar, todo funcionaba en el establecimiento con total naturalidad, y desde luego los grupos  ya estaban armados y nada dentro de los salones parecía indicar que el Santa Sofía tenía muy poco tiempo como tal; a esto contribuyó desde el inicio una fuerte inversión que se notaba también en el plantel académico, la mayoría de ellos profesores con amplia trayectoria.
Adelante estaba Dani, robusto y fuerte, de piel trigueña, cabello castaño y rasgos agraciados, de sonrisa encantadora y gestos amigables y sinceros; junto a su silla de ruedas estaba Soledad, su mejor amiga, alta, muy delgada y de aspecto frágil, de piel blanca y melena oscura; se habían hecho amigos el primer día, aunque él resultaba siempre tan encantador que no era difícil que las personas empatizaran al poco de conocerlo. La joven bostezaba por el cansancio.

—Ay Dani, estoy muerta; recién está empezando Octubre y la cosa se está poniendo difícil con los estudios.

Dani mientras tanto sacaba de su mochila un texto de estudios.

—Tienes razón, aunque para ser sinceros, todavía no empiezan los exámenes. Imagínate que anoche tuve que ponerme a estudiar en mi casa.

Soledad lo miró con falso rencor. Dani tenía una gran facilidad para los estudios, tanto que habitualmente era señalado como una promesa profesional, aunque él no le daba importancia a esos elogios.

—Mira, para ti tal vez eso sea así, pero las personas normales siempre nos vemos en la obligación de estudiar afuera de éstas cuatro paredes.
—Ay, ni que yo fuera un fenómeno —se defendió él— lo que ocurre es que yo soy ordenadito aquí, y así tengo más tiempo libre cuando salimos de clase, es la mejor forma de que mi vida ande sobre ruedas.

Soledad hizo una pausa y suspiró.

—Como sea, ya están por llegar los exámenes finales, prométeme que no me vas a abandonar.
—Tranquila, te lo prometo.

A un costado de la sala, dos amigas conversaban animadamente; Lorena era de figura grande y corpulenta, de rostro muy agraciado, ojos claros y cabello largo castaño, el que lucía orgullosa con reflejos color violeta; junto a ella estaba sentada Carolina, de baja estatura, delgada, de cabello castaño rizado y actitud fresca y muy femenina.

— ¿Cómo me quedó?

Lorena se sacudió el cabello mientras su amiga la observaba.

—Cielos amiga, te quedó súper. Cuando me dijiste por teléfono que habías usado ese color, pensé que te quedaría horrendo, pero por lo que veo es solo un reflejo, se te ve muy bien.
—Gracias.

Carolina golpeó suavemente la mesa.

—Casi se me olvida, pero te juro que no me lo vas a creer: mi mamá te invitó a tomar el té uno de éstos días.

Lorena se llevó las manos a la boca.

— ¿Qué?
—Te lo prometo.
—Pero si tu mamá me odia Caro. Incluso recuerdo muy bien cuando te dijo ''No me gusta para nada esa amiga tuya tan espiritual" como si yo no estuviera presente.

Pero la otra joven sonrió. Eran amigas desde hacía tiempo y le importaba mucho que su familia no se interpusiera, aunque a veces sus padres eran un poco anticuados; de verdad Lorena tenía un estilo diferente, sabía de cosas sobrenaturales y de la suerte y ese tipo de temas, pero pensar que era una especie de hippie que la arrastraría al desastre era demasiado.

—Lo que pasa es que todo sucede por algo; todo empezó hace unos días cuando por accidente mi madre tiró a la basura un diario de vida que dejé olvidado, y me aproveché de esa situación, así que le hice un escándalo, y le dije que me había roto el corazón —mentira— y así fue como una cosa llevó a la otra, y para contentarse conmigo el otro día me dijo ''Un día de éstos podrías invitar a tu amiga a tomar el té''
—Es increíble.
—Lo mismo digo. Ahora eso sí, hay que aprovechar muy bien la ocasión, ya estoy harta de que no podamos compartir tranquilas por  mi mamá.

Al fondo de la sala estaba Fernando, de figura estilizada y elegante, atractivo y con el cabello negro con un osado corte, junto a Leticia, más baja que él, de rostro común y poco agraciado, cabello lacio, piel pecosa y actitud fuerte y decidida.

—Deberías haberme contado.
— ¿Qué cosa?
—No te hagas la loca que nadie me lo contó, te vi y no me lo contaste.
—No sé de lo que estás hablando.

Fernando se sacudió el cabello con las puntas de los dedos.

—Te vi en el centro comercial con ese rubio, te tenía muy atrapada.

La joven sonrió y se encogió de hombros.

—Ah, era eso. Fernando, pero eso fue solo una cosa que se dio en el momento. No era para escribir un libro ni algo por el estilo.
— ¿Y qué, te propuso algo?
—No, si te digo que fue una cosa del momento. ¿Y a ti te ha salido algo?

Fernando sonrió encantadoramente.

—Ay, el problema es que aquí hay muy poco material de donde elegir, tienes que considerar que no somos tantos. Pero por ahora estoy tranquilo, el año entrante seré un todavía más apuesto joven de cuarto y ahí espero que las chicas de tercero me persigan.

Rieron, pero Leticia miró hacia el otro lado del fondo de la sala; ahí, sentado sobre una mesa, solo, estaba Hernán, corpulento y fuerte, de facciones duras, piel morena y cabeza rapada, concentrado leyendo un comic de Futuro final.

—Oye, pero parece que no todos pueden decir lo mismo.
— ¿Por qué lo dices?
—Por ese Hernán, es extraño —comentó en voz baja— mira, yo entiendo que éste es el primer año en que todos estamos aquí, pero ya está por terminar el año y sigue allí todo autista con las revistas, si apenas ha hablado por algún trabajo, pero nada más.

Fernando levantó las cejas.

— ¿Pero es que no lo sabes?
— ¿Qué?
—Es un rumor —se acercó en tono de secreto— pero dicen que su familia lo obligó a terminar la secundaria en diurna aunque ya está pasado de edad.
—Se le nota que está pasado.
—Claro Leticia, y debe ser humillante que todos estén mirándote y hablando de ti todo el tiempo.
—Debe ser tremendo.

Fernando le dedicó una mirada suspicaz.

—Noto unas miraditas extrañas...
—Por supuesto que no, solo estoy diciendo la verdad.

De pronto se abrió la puerta y entró de inmediato en inspector Vergara, un hombre de más de cincuenta, alto, de porte altanero, de piel blanca pecosa, mirada fría e impecablemente vestido de traje. Cuando entró, en la sala se hizo el silencio. Vergara no era un hombre agresivo ni mucho menos, era sabido por todos que era justo en el trato, aunque si era muy estricto con los estudiantes y detestaba los escándalos juveniles y ese tipo de cosas; nada se le escapaba a la vista, ni siquiera en los descansos, por eso al verlo en sala todos reaccionaron de la misma manera, algunos siendo más precavidos incluso y guardando discretamente los teléfonos celulares por si decidía pasar entre las mesas.

—Buenos días.

Para el momento en que los estudiantes respondieron el saludo en un coro respetuoso, todos estaban en sus puestos por arte de magia. El inspector paseó la mirada por el curso.

—La profesora Martínez va a llegar pronto.

Lorena miró extrañada a Carolina.

— ¿Que estará pasando? —murmuró en voz baja— nunca se aparece por algo tan sencillo.

El inspector volvió a alzar la voz.

—El director San Luis está en su oficina, esperando a las personas que voy a nombrar.

Se hizo un silencio aún más solemne; el director era un hombre bastante amable, por lo que saber que llamaba a alguien era símbolo de problemas, sobre todo si enviaba a ese inspector.

—Leticia Zamora, Fernando San Martín, Lorena Avad, Carolina Guzmán, Hernán Guerra, Soledad Gamez... y Daniel Rodas.

Sin esperar, Vergara salió y dejó la puerta entreabierta; de inmediato todas las miradas se volcaron en los siete a los que habían llamado, pero especialmente hacia Dani, quien no solo era popular por sus excelentes calificaciones y actitud gentil, sino también por pertenecer al reducido grupo de estudiantes que no causaba problemas. De ningún tipo. El primero en reaccionar fue el propio Dani.

—Dani. Me llamo Dani, no Daniel, todavía quedan listas equivocadas por aquí, pero me pregunto que habrá pasado ¿atropellé a alguien?

Se escucharon algunas risas nerviosas, pero Soledad lo reprendió mientras se ponía de pie.

—Dani, no es momento para bromas, nos acaban de llamar de la oficina del director.

Pero él no estaba alterado.

—No creo que sea un escándalo estudiantil o algo así.
— ¿Y eso por qué?
—Solo tienes que ver a los que nos llamaron: Fernando es muy popular, Leticia su amiga, tú y yo que estamos como en el grupo de los tranquilos, Carolina y Lorena que no pueden ser más sanas, y Hernán, que más allá de callado, no es ni problemático ni nada parecido. A lo que quiero llegar es a que si fuera algo grave llamarían a otros.

Quitó el seguro de la silla y se acercó a la puerta, pero antes de salir se dirigió a los demás.

— ¿Alguien podría tomar apuntes por mí?

Varios rieron mientras los siete comenzaban a salir.
Momentos después, el grupo avanzaba lentamente por el pasillo hacia la dirección y ninguno excepto Dani se veía animado. La oficina se encontraba en la sección delantera de la secundaria, al final de un pasillo en el segundo piso, por lo que no era un sitio muy visitado.

—Creo que lo estamos haciendo demasiado difícil.

Nadie le contestó.

—Está bien, reconozco que nos vamos a perder Lenguaje. Reconozco que nos citaron a la oficina del director y Vergara agregó mucho dramatismo a la escena, pero vamos a hablar con el director, ésto no es la Inquisición.

Soledad suspiró. Más atrás, Leticia iba más irritada que preocupada.

—No lo entiendo, ésto no tiene ningún sentido.
—Ésto va a bajar nuestros niveles de popularidad —comentó Fernando— además mira a tu alrededor, éste grupo es muy extraño.
—Es un fenómeno, deben estar haciéndonos trizas por nuestras juntas.

Leticia hizo una mueca de desprecio. Más adelante Soledad puso los ojos en blanco.

—Que desagradable; pero tiene razón en algo ¿por qué ellos?


Más atrás Carolina caminaba muda, Pero Lorena se frotaba los antebrazos.

Se me erizan los pelos —dijo en voz baja — el ambiente está muy cargado y nosotros también. Tengo un mal presentimiento amiga, te lo juro.

Sin embargo la voz de Hernán se alzó entre los otros; el joven pasó entre ellos con mal gesto.

— ¿Por qué no se callan de una vez? Quítense de mi camino.

Pasó entre los demás, apartando a todos de su paso, incluso a la silla de ruedas de Dani, para llegar primero a la puerta de la oficina.

— ¡Ten más cuidado! —le gritó Soledad— fíjate en lo que haces.
—Déjalo —intervino Dani con calma— estoy bien, no te alteres.

Soledad protestó algo más, pero Dani logró calmarla. Mientras tanto, Hernán llegó hasta la puerta de la oficina del director, mirando fijamente el letrero color bronce con su nombre. Antes que pudiera llamar, la puerta se abrió, y ante los siete apareció Vergara nuevamente. Formal, silencioso, frío, aunque casi podría decirse que también triunfante.

—Pasen, el director los espera.

Soledad evitó la mirada del inspector, no solo por lo que estaba ocurriendo, sino porque siempre le había tenido algo de miedo. Era un pésimo momento para que ocurriera algo así, solo faltando tres meses para que finalizara el año, y además de todo, en la secundaria era sabido que los asuntos comunes los veían los inspectores, el director solo se ocupaba de asuntos de verdad graves. La fría y calculada mirada del inspector terminó de cargar el ambiente, haciendo que todos se sintieran aún más presionados. Uno a uno entraron en la oficina, hasta que todos estuvieron dentro y prácticamente alineados. La oficina del director era un lugar muy limpio y espacioso, sin decoraciones grandilocuentes, solo mostrando algunos diplomas en las paredes y un único cuadro, donde se veía a San Luis más joven y formando parte del cuerpo de Bomberos; el director era un hombre de más de sesenta años, de figura grande y maciza, escaso cabello cano, ojos oscuros y rasgos endurecidos por los años de trabajo, pero que tenía una actitud amable y generosa, que era conocida por todos. Vestido de gris, elegante y sobrio, permanecía sentado tras el escritorio con un abrecartas entre las manos. Paseó la mirada por cada uno de los siete, y en seguida miró a Vergara, que todavía no salía del lugar.

—Muchas gracias Javier, puede retirarse.

Los ojos de Vergara brillaron por un instante, pero de inmediato asintió y salió lenta y silenciosamente. Unos momentos después los siete quedaron solos frente al director. El silencio era incómodo para todos, de modo que el hombre mayor dejó a un lado el abrecartas con forma de sable, y se puso de pie, aunque a pesar de lo que todos podían esperar, el hombre mayor no se veía molesto o irritado, más bien parecía preocupado.

—Muchachos. Les agradezco que estén aquí.

Hizo una pausa, que dejó claro que nada de lo que hubieran pensado era lo correcto; lo que fuera que estaba pasando era difícil para él.

—Lamento tener que interrumpirlos, saben que detesto hacerlo, pero ocurrió algo importante y no puedo esperar noventa minutos hasta el primer recreo. Les pido por favor que me escuchen con mucha atención.

Rápidamente las miradas de los siete se entrecruzaron; aunque habían tenido rencillas anteriores y la mayoría no se llevaban, todos estaban en ese momento en una situación similar, y por un instante las diferencias se borraron, ante la duda y la sorpresa. ¿Qué podía ser tan importante como para que los llamara el director en persona, y con tal tono de urgencia? ¿Por qué se veía preocupado en vez de alterado o severo?

—A primera hora de hoy, vino  a verme Adriano del Real.

El nombre le recordaba algo a Fernando, pero no sabía exactamente qué era.

—Por si no lo saben, éste señor fue dueño del terreno y de la construcción en la que estamos, por más de treinta años. Del Real pasó por una crisis económica, y a pesar de que hizo desesperados intentos, finalmente tuvo que aceptar la realidad, y para evitar un remate miserable, aceptó la oferta y se lo vendió a la sociedad Miramar, que construyó casi todos éstos edificios.

Leticia frunció el ceño. Era sabido que la sociedad Miramar había sido la benefactora que ayudó en la creación de la secundaria, de ahí que se convirtiera tan rápido en una institución de calidad, pero nada de eso parecía tener sentido.

—En agosto del año pasado se inició la remodelación del lugar, ya que como saben, antes de la crisis fue un instituto técnico; en fin, aunque para Agosto del año pasado ya no debería estar involucrado, éste hombre se las ingenió para mantenerse en las instalaciones hasta principios de Enero de éste año.
—Director —intervino Dani— disculpe pero ¿qué tiene que ver todo ésto con nosotros?

San Luis hizo una pausa muy breve, y siguió sin dar respuesta directa a la pregunta, aunque no estaba precisamente ignorándolo.

—A eso voy. Necesitaba explicarles todo para que entiendan lo que les diré ahora.

Lorena sintió escalofríos. Siempre había tenido una capacidad fuera de lo normal para percibir cosas, y en esos momentos sentía que lo único que quería, era no escuchar lo que iban a decirle.

—Una vez que Del Real salió definitivamente de aquí, personalmente me sentí aliviado; él no es una mala persona, de hecho tengo una muy buena impresión de él como hombre, pero tiene una sensibilidad exagerada y por lo mismo creo que no es apropiado para los negocios. En resumidas cuentas, para él el instituto era toda su vida, y cuando lo perdió, resultó destruido emocionalmente, y ahora cree que todavía mantiene un lazo de algún tipo con éste lugar.

Carolina no entendía lo que estaba pasando ¿por qué les estaba contando todo eso?

—Adriano del Real está aquí, y necesita hablar con ustedes siete.

Fernando ahogó una exclamación solo porque no quería más problemas de los que supuestamente iban a tener, pero ya recordaba cual era el motivo por el que ese nombre le parecía familiar: había toda clase de historias de su locura, no era simplemente un viejecito inocente.

—Director, ¿nos está pidiendo que vayamos a hablar con ese loco?
—Fernando, no hables así.
—Pero si usted mismo lo dijo.
—Escúchame. Adriano del Real no es una persona peligrosa, solo... necesito que muestren un poco de generosidad y hablen con él, nada más que eso.

Lorena intervino con un hilo de voz. No era eso, no se trataba de ese tema había algo más y podía sentirlo cada vez con más fuerza.

—Director, díganos qué es lo que está pasando.
—Por favor —replicó el hombre con voz suplicante— muchachos, ésta es una situación fuera de lo común, y les prometo que no recurriría a ustedes si no fuera absolutamente necesario, pero él necesita hablar con ustedes, es solo eso.
— ¿Pero por qué con nosotros? ¿Cómo es que sabe quiénes somos?

El director vio que estaba perdiendo la batalla,  pero no podía perder más tiempo.

—Eso es irrelevante. escuchen, les daré el resto del día libre y me aseguraré de que tengan toda la información de las materias del día de hoy. Esta secundaria necesita que todo siga funcionando en paz, y lo único que les pido es que hagan algo por todos nosotros. Por favor, Carolina, Dani, Hernán, Fernando, Lorena, Soledad, Leticia, ayúdenme en ésto.

Dani suspiró.

—Está bien.


Faltan tres meses: Segunda parte


Poco después, los siete estaban caminando lentamente en la parte delantera de la secundaria, a poca distancia de los estacionamientos.

—El director dijo que teníamos que ir hacia la bodega cerrada.
— ¿Y cómo es que nunca la habíamos visto antes? —preguntó Fernando— ni idea tenía que existía esa bodega.

Leticia resopló.

— ¿Cuantas veces vamos hacia esos lugares? Por acá esta la sala de los profesores, el comedor de los profesores, así que al menos yo no soy fan de hacer éste tipo de visitas.
—Supongo que tienes razón.

Siguieron caminando, hasta que vieron a la persona que los había citado. Adriano del Real era un hombre de alrededor de cincuenta años, de contextura delgada, que lucía el cabello cano bastante corto, y el rostro marcado por numerosas arrugas que lo hacían lucir mayor de lo que era, aunque también tenía una expresión compungida, como lo anticipara San Luis. En absoluto lucía amenazante.

—Buenos días muchachos.
—Buenos días —saludó Dani cortésmente— estamos aquí porque el director nos dijo que necesitaba hablar con nosotros.
—Eso es verdad —respondió Del Real en voz baja— les agradezco que estén aquí, de veras.

Para Leticia la situación ya era demasiado extraña.

—Señor, no queremos ser groseros, pero nosotros no lo conocemos, y todavía no sabemos por qué es que quiere hablarnos. Háganos un favor a todos y diga de una vez qué quiere de nosotros.

Efectivamente, el hombre no se veía para nada amenazante, y de hecho, a Carolina le inspiró algo de tristeza. Del Real respiró hondo.

—No quisiera estar aquí ni molestarlos, pero la verdad es que no tengo alternativa, y ustedes son los únicos que pueden ayudarme... a mí y a toda la secundaria.
— ¿Que trata de decir?
—A pesar de lo que puedan haber escuchado o lo que el propio director les haya dicho, no estoy aquí por razones monetarias ni tampoco he enloquecido; la razón por la que estoy hablando con ustedes es que ésta secundaria corre un grave peligro.

Fernando lo miró con las cejas levantadas.

— ¿Un peligro? Y usted nos viene a salvar.
—No, si pudiera lo haría encantado, pero no puedo. Aunque se trata de mi hijo, no puedo ayudarlo, pero ustedes si pueden, es por eso que vine a pedirles que nos ayuden a todos.

Leticia alzó las manos.

—Espérese un momento, ésto está llegando demasiado lejos. Por lo menos yo no estoy para escuchar ésta clase de tonterías ¿La secundaria en peligro? ¿Ayudar a su hijo? Si su hijo está en algún problema, ayúdelo usted, que para eso es su padre.
—Mi hijo está muerto.

Leticia se quedó muda de asombro; los demás tampoco supieron cómo reaccionar. Del Real hizo una pausa, evidentemente todo aquello estaba siendo mucho más duro para él que para los jóvenes.

—Comprendo que para ustedes sea difícil de entender de lo que les estoy hablando, y si les explico todo de inmediato se convencerán de que estoy loco, por eso es que le pedí al director que los citara aquí. Hay algo que tienen que ver en ésta bodega.

Carolina comenzó a temblar. Todo eso parecía sacado de una película.

— ¿Qué es lo que quiere de nosotros?
—Por favor síganme.

Extrajo un juego de llaves de su bolsillo, y con ellas abrió uno a uno los varios candados que sellaban la pequeña construcción; en total, la vieja construcción tenía unos cincuenta metros cuadrados, hecha de ladrillo y concreto, y se notaba que era parte de la infraestructura original del sitio. Una vez que abrió la puerta, el hombre entró lentamente, pidiéndoles que entraran también.

—Esto da miedo —susurró Soledad hacia Dani sin reponerse del impacto— ¿Nos irá a hacer algo?
—Ay por favor Sole —la reprendió Dani en voz baja— somos siete y él es uno, tenemos a Hernán, mira, está echando fuego por los ojos, y además ¿qué es lo peor que podría pasar, que tenga un fantasma escondido ahí dentro?

Cuando entraron a la bodega, se encontraron un panorama completamente desolador: el lugar estaba desierto, con las paredes, el techo y el suelo totalmente ennegrecidos por lo que claramente había sido un incendio feroz. Sobre el suelo habían además, restos de diversos objetos esparcidos y pegados al suelo, adornos o libros a medio destruir, fundidos con el concreto, como inventos demenciales. El hombre se quedó parado al centro del lugar, en el que sin embargo no había olor a humo ni nada parecido, claramente lo que hubiese sucedido allí era de tiempos anteriores a la secundaria.

—Aquí —comenzó Del Real en voz baja— fue donde murió mi hijo. Su nombre era Matías.

Soledad ahogó una exclamación de horror.

—No puede ser... nos está diciendo que su hijo... ¿murió aquí?
—Así es —respondió el hombre con la voz cortada por la emoción— pero las cosas son más complicadas de lo que parecen. Hace seis años ocurrió un hecho que cambió las vidas de todos, justo cuando el instituto que estaba aquí estaba pasando por su mejor momento. Mi hijo Matías fue secuestrado por un grupo de delincuentes, los que se escondieron con él aquí y comenzaron a hacer exigencias. Como comprenderán, hice todo lo posible por ayudarlo, pero esos hombres desquiciados estaban pidiendo más dinero del que yo disponía, así que, con las negociaciones de la policía estancadas y mi hijo en peligro, lo arriesgué todo y conseguí más dinero hipotecando éstas instalaciones. Todo parecía a punto de resolverse de la mejor manera, pero sucedió algo inesperado: un accidente en la instalación eléctrica de ésta bodega produjo una chispa, que inició un incendio.

Soledad se llevó las manos a la boca.

—No puede ser...
—El fuego se esparció por la red interna de paredes y techo, con lo que todos quedaron encerrados por las llamas. Nadie pudo hacer nada a tiempo, y tanto los seis delincuentes como mi hijo murieron. Aquí.

Lorena no daba crédito a lo que oía. Pero a la vez, algo en su interior le decía que eso no era todo; el hombre estaba hablando de un conjunto de muertes trágicas, en lo que parecía una secuencia de película de horror más que el relato de un hombre frágil a la vista.

—Señor Del Real... lo... lo lamentamos mucho... de verdad...
—Gracias —replicó el hombre— era necesario que lo supieran, porque lo que está a punto de ocurrir en éstas instalaciones está directamente relacionado con lo que pasó en ésta bodega en donde murió mi hijo. Cuando pasó todo ésto, me refugié en el trabajo del instituto, que era también uno de los grandes sueños de Matías, con lo que descuidé parte de mis obligaciones, producto de la tristeza de su pérdida; en resumidas cuentas, me jugué el instituto, y terminé perdiéndolo, pero aunque se trataba de algo doloroso, hubo una razón más importante por la que me preocupaba perder el control de éste lugar, y es que el año antepasado, a fines de año, comenzaron a ocurrir cosas extrañas. Personas se volvían agresivas sin razón, y sucedían cosas raras como destrucción de material o de objetos. Así se empezó a esparcir el rumor de que ocurrían hechos sobrenaturales, y yo decidí intervenir.

Lorena cerró los ojos. Ya sabía lo que iba a oír.

—Contacté personas entendidas, y en secreto hice investigar éste lugar; el resultado fue estremecedor, porque el espíritu de mi hijo está aquí, en una especie de limbo, dentro de éstas instalaciones, perdido en el miedo que lo invadió antes de morir, y lo peor es que los secuestradores también quedaron vagando por aquí. Por eso es que ocurrían cosas extrañas y sin razón, porque los espíritus de ellos están aquí, encerrados, prisioneros del estado en que quedaron antes de morir, esos hombres en un frenesí de agresión y locura, y mi pobre Matías aterrorizado, encerrado queriendo escapar pero sin lograrlo.

Leticia sintió que la cabeza le daba vueltas.

—Horrorizado por éstas revelaciones, pedí ayuda para el alma de mi hijo, para lograr su descanso y a la vez el de los otros espíritus, pero nada de lo que intentaron las personas que contraté funcionó. Una mujer muy sabia me dijo que estaba desperdiciando mi dinero, porque lo que necesitaba aquí no era un exorcismo, era un medio para encontrar la paz de mi hijo, porque él estaba atrapado por un miedo distinto del miedo a la muerte, y mientras yo no supiera de qué se trataba, jamás podría terminar con todo ésto.

Dani sentía escalofríos solo de imaginar lo que estaba sintiendo ese hombre.

—Lo que me dejaba en un callejón sin salida. Mi hijo había muerto de un modo trágico dentro de éstas paredes, pero su real terror era por otra causa, y esa causa era la que lo mantenía a él y a sus secuestradores atrapados en un punto medio entre éste mundo y el otro, por lo que los extraños sucesos no terminarían fácilmente. Me dediqué entonces a evitar los sucesos lo más que podía, pero no fui capaz de disimular todo, y a la larga el instituto se fue a pique por los rumores, y a eso se sumaron las deudas que me hundieron. Perdí el instituto, y al quedar en poder de la sociedad benefactora que construyó la secundaria, supe que las cosas sólo podían empeorar. Hice todo lo que pude, pero no lo logré, y ahora estamos en ésta situación.

Hernán frunció el ceño.

— ¿Por qué nos llamó a nosotros, por qué nos está contando todo ésto?

Del Real sonrió débilmente.

—Porque mi hijo los necesita. El fue quien me hizo saber quiénes eran las personas que podían ayudarlo.
— ¡Pero si ni siquiera lo conocemos! —estalló Leticia— dígame cómo puede el espíritu de su hijo saber algo de nosotros.
—No lo sé, durante meses he estado buscando alguna razón en particular,  y no la encuentro. Solo sé que él los necesita, y que se ha dado una oportunidad única de poner fin a todo lo malo que sigue aquí.

Carolina habló con un hilo de voz.

—Señor Del Real... ¿qué es lo que quiere que hagamos?
—Las cosas van a ponerse complicadas aquí —explicó el hombre con la voz tensa por el esfuerzo que hacía por mantenerse entero— no sé por qué motivo, pero en torno a éstas fechas comenzarán a ver hechos y actitudes extrañas. No se sorprenderán de reconocer las cosas que les he relatado antes, así que por un lado tienen que estar muy atentos, porque al haber tantas personas, estarán en riesgo. Y lo más importante que he venido a pedirles, es que encuentren la forma de salvar a mi hijo. De alguna manera él necesita de su ayuda, porque sabe que ustedes siete pueden ayudarlo.

Fernando tenía naúseas.

—San Luis sabe ésto. Nos engañó para que viniéramos aquí.
—Soy responsable de eso, no su director —explicó Adriano resueltamente— su director trató de impedir éste encuentro a toda costa, pero cuando él mismo experimentó uno de los primeros sucesos, vio que no tenía salida; por favor no lo culpen a él. Necesito pedirles que me ayuden con ésto, se los pido por Matías, por sus compañeros de secundaria y para que los problemas terminen. Y necesitamos también, que no se lo digan a nadie.

Dani intervino, y por primera vez su voz demostraba inseguridad y temor.

—Señor Del Real... ¿Cómo es que su hijo le hizo saber que nos necesitaba a nosotros en particular?

El hombre lo miró con los ojos brillantes.

—En ocasiones cuando estoy aquí, por las noches, puedo escuchar a mi Matías. Él me lo dijo.

Media hora más tarde, los siete estaban en las afueras de la secundaria, reunidos en la plaza más cercana, en medio de un ambiente de total tensión.

—No puedo creer que estamos tomando todo ésto como una real posibilidad —dijo Leticia— es una completa locura.

Dani estaba al centro de todos con un ordenador portátil sobre las piernas.

—La información en éstos tiempos es sumamente importante —dijo resueltamente— y estuve buscando lo que Del Real nos dijo. Y la verdad es que si vamos a los hechos históricos, todo lo que nos dijo fue exactamente como lo dijo, el secuestro, la prensa, la policía, el incendio y la tragedia.
—Yo había escuchado algo de eso, aunque no soy bueno para las noticias —dijo Fernando— supongo que por eso a la sociedad que puso el dinero para esta secundaria no le fue muy difícil comprar el terreno y eso, dicen que esas cosas hacen que bajen los precios.
—Es increíble —comentó Soledad— quiere decir que estamos en medio de una actividad paranormal. ¿Por qué no simplemente cierran la secundaria y ya?

Dani la miró y suspiró.

—No seas inocente, no habría forma de explicarle a más de doscientas familias que una secundaria que lleva alrededor de un año funcionando va a cerrar. ¿Qué les van a decir? Nadie puede hablar de ésto, y francamente nadie lo creería.
—Comprendo por qué es que Del Real perdió el instituto, está loco —dijo a su vez Fernando— viendo como está ahora que han pasado seis años, seguro que nadie le creía ni lo que rezaba en esos momentos.
—Fernando...
—No lo digo con mal tono —se defendió el otro— pero es la verdad.

Lorena aún estaba superada por las emociones. Independiente de lo que estaba sucediendo, lo que había sentido en ese lugar era completamente escalofriante, mucho más de cualquier otra sensación. A ella no le cabía duda de que estaban sucediendo cosas fuera de lo normal.

—En ese lugar hay una cantidad de energía impresionante.
— ¿Tú crees?
—Tal vez me tomen por loca —dijo resignada a la posibilidad— pero me doy cuenta de ese tipo de cosas. Y jamás había sentido algo parecido. Creo en todo lo que nos dijo ese señor, realmente están pasando cosas muy malas a nuestro alrededor.
—De todas maneras tenemos que tomar una decisión —opinó Dani— le pedimos un tiempo para responderle, pero la verdad es que si estamos en algo así, muy bien puede ser que no tengamos mucho de donde elegir.
—Y ni pensar en un cambio —comentó Carolina— a éstas alturas del año sería imposible.

Fernando forzó una risa breve.

—No me gusta reconocerlo, pero si ésto es verdad, y tenemos muchas pruebas de que si, lo más probable es que no tenemos alternativa. Sobre todo si el viejo cumple con lo que le pedimos de darnos algún tipo de prueba.
—Y yo creo que al final fue peor pedirle pruebas de ésto.
—Solo serán tres meses —ironizó Leticia por su parte— ¿qué tan malo puede ser? solo nos han pedido que ayudemos a un espíritu que sufre a encontrar la paz sin tener absolutamente idea de lo que estamos haciendo, con la amenaza de espíritus agresivos por la secundaria, y sin reprobar los exámenes.

Lorena la miró reprobándola.

—No hables de ese modo, no juegues con éstas cosas.
— ¿Y me puedes decir quien se preocupa de nosotros? Mira en lo que estamos metidos ¡Esto es el colmo!
—Eso no tiene importancia —terció Dani— yo opino que ya que las cosas están así, no hay salidas, de todos modos estamos inmersos en la secundaria y si es así, entonces podemos hacer algo al respecto ¿Que dices Soledad?
—Estoy contigo Dani. Ahora solo tenemos que esperar que Del Real en serio nos demuestre lo que nos ha dicho, pero no sé si quiero que llegue ese momento.
—Tendremos que afrontarlo —comentó Lorena abrazándose a su amiga Carolina para infundirse fuerzas— es lo único que podemos hacer.
—Si pasamos el año va a ser un milagro Fernando.
—Es verdad Leticia. Nos espera el día más largo de la historia.
—Y yo pensé que al menos aquí iba a poder estar tranquilo —masculló Hernán enfurecido— pero no podré estar en paz. Maldita secundaria.




Próximo capítulo: Si necesitas un héroe, búscalo

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