La traición de Adán Capítulo 14: Cosas elementales



Despuntó el alba de aquel Domingo y en el departamento estaban Eva y Adán, abrazados reposando en la cama. Realmente parecía perfecto todo lo que sucediera entre ellos, hacer el amor era una nueva experiencia a cada momento, en la que las caricias eran precisas y quemaban con el placer máximo para los dos; pero no solo el sexo era fantástico, también lo era el después, el quedarse abrazados, siendo mecidos por el compás de sus corazones, hablando con alguien a quien conocían tan poco tiempo, pero tanto en experiencias.

–Siento que pasamos muy poco tiempo juntos.
–Son cosas del trabajo –comentó ella en voz baja–, no podemos estar siempre juntos, además a veces no hace falta.
–Tienes razón.

Rieron, cómplices. Adán se incorporó hasta quedar sentado, Eva se cobijó en su regazo.

–Las cosas van muy rápido en la Constructora –comentó ella, sacudiéndose el cabello–, solo me preocupa el Boulevard.
–Creí que lo habías solucionado.

Eva frunció el ceño; esperaba poder dar un final limpio y rápido a esa historia, pero contra sus pronósticos, no fue así.

–Intenté convencer a Esteban de sacar a la encargada en terreno, pero me soltó un discurso sobre las jerarquías, y dijo que aunque yo sea su jefa no puedo decidir con quién él trabaja, según él esa mujer es perfecta para el puesto.
–Si ese hombre molesta tu trabajo, elimínalo.

Estaba segura de terminar haciéndolo, pero no iba despedirse de él sin antes dejar en claro que era ella quien tenía la última palabra.

–No tengo ningún argumento sólido para hacerlo.
–Pero igual es un inconveniente que no necesitas, eso es más que suficiente —comentó, mientras entrelazaban los dedos—. Si te deshaces de él tendrás cientos esperando por su puesto.
–He estado buscando a quien lo reemplace, pero primero debo respaldar los archivos de los proyectos.
– ¿Por qué, crees que los va a destruir?
–No soy su persona favorita, y si lo despido está en su derecho de sentirse ofendido y querer llevarse su trabajo para que nadie saque provecho de él. De todos modos, ya me estoy encargando de eso, tengo a una persona protegiendo la información más vital.
–Me alegro, así no tienes que preocuparte de detalles como ese; ya estoy preparando algo en qué desarrollar algunas ideas, quiero darle forma para contarte.

Se besaron apasionadamente; esa electricidad, la sensación de estar por completo en la otra persona era algo que no tenía precio.

–Sabía que te traías algo, cuéntame cuando lo tengas listo. ¿Y has sabido algo de la hija de tu artista?
–Nada, está haciendo vida común por lo que veo, pero necesito averiguar más sobre ella, aún me parece un peligro que esté rondándonos.
–Tienes razón. Adán, por lo que me has dicho, ella es un riesgo latente.


2


Micaela y Esteban estaban tomando desayuno en el departamento de ella, y aunque la chica se ofreció a encargar algo preparado, él había insistido en preparar unos huevos con carne que se suponía levantaban muertos; el concierto de Replicantes al que habían ido resultó intenso, justo la descarga de adrenalina que la joven necesitaba para sentirse más animada. Respiró el apetitoso aroma mientras servía café.

–Y al final, el concierto fue mucho mejor de lo que esperé, fue buena idea ir.
–Un logro más en mi lista, genial –dijo él desde la cocina.

Micaela terminó de poner la mesa mientras Esteban llegaba con los platos con la humeante preparación.

–Huele bien.
–Te lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más, si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante la mesa alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable, y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad; lo estaba logrando a pasos agigantados. Ella probó un bocado, y se deleitó un momento con el sabor de la preparación; si bien, a simple vista parecían unos huevos revueltos con carne picada, al probar, comprobó que tenía algunos ingredientes extra, y un toque de sazón perfecto.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.
– ¿Estás loca? –rio él– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Se puso de pie y lo sacó de su mochila, leyendo en él, con atención.

–Qué extraño.
– ¿Qué ocurre?
–No lo sé replicó, con el ceño fruncido—, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.
–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.
–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo–, es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad –se encogió de hombros, restando importancia al asunto—, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.

Micaela hizo una exagerada mueca de frustración al escuchar esas palabras.

–Oh, pero seguro que puede ser después, es domingo y he dormido muy poco después del concierto.
–Claro –dijo él, sonriendo—, pero te digo para que me acuerdes.



Mientras tanto, la actividad no cesaba en el lujoso departamento de Bernarda Solar; estaba en la sala de sol disfrutando de un desayuno ligero, cuando la criada tocó a la puerta de cristal.

—Señora Bernarda, disculpe. El conserje llamó para avisar que la señorita con la que tiene cita viene subiendo.
—Perfecto, puntual como me gusta. Adela, recoge todo por favor.
–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella, recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando en su reemplazo un florero de cristal azul, con un hermoso ramo de flores en él, desapareciendo de vista un momento después. Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a su invitada, a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, pero en ella había una mezcla que hacía imposible saber si tenía antepasados europeos, asiáticos, hindúes o caribeños, pues de todos ellos parecía tener al menos un rasgo, pero al mismo tiempo no era por completo ninguno; al mismo tiempo lucía como una modelo de ropa alternativa, y una sensual actriz o bailarina, esto último resaltado por una expresión corporal que era muy similar a la cadencia de una inexistente música. Sonrió de forma espléndida y saludó a su anfitriona con un delicado beso en cada mejilla.

–Qué gusto volver a verte, Bernarda.
–Lo mismo digo, Luna –respondió la dueña de casa, haciéndola pasar–, estas aún más encantadora de lo que te recordaba.

La morena entró en la sala del departamento, dando una rápida mirada a la decoración, que aprobó con una nueva sonrisa.

–Gracias, y tú, te ves divina, tan poderosa mujer. Qué hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

Bernarda rio, y ambas se sentaron cómodamente en sillas altas en el balcón, a un costado de la sala de sol.

–Ya tengo una automotora. En realidad, esta vez te necesito para una temporada, así que primero tengo que saber si es que te puedes quedar un par de meses, al menos.
–Estoy libre –comentó la joven–, así que si me necesitas, te ayudo encantada, sabes que siempre estaré en deuda contigo.

La dueña abrió el mini bar y sirvió bebidas frías para las dos.

–Dentro de poco —explicó, con más seriedad—, comienzo un nuevo proyecto de exhibición, algo así como la galería Cielo pero llegando a un nuevo nivel, y quiero que tú seas la persona que consiga atraer a todo el público que sea posible, algo así como el rostro de la campaña. Eres la mujer perfecta para eso, así que lo único que necesitas es ser tan bella como solo tú sabes serlo.

Luna sonrió. Apreciaba los elogios casi tanto como los ceros, y con Bernarda ambas cosas siempre estaban relacionadas; la historia que las unía era fuerte, y aunque de una mujer como ella jamás se podía hablar de una amistad propiamente tal, la lealtad y el cumplimiento de objetivos a cambio de una buena suma de dinero era el perfecto equivalente. Además, Bernarda era generosa con quienes trabajaban como ella quería, y Luna tenía una gran capacidad de adaptación.

–Solo dime por dónde empezar.
–Todavía no. Por ahora te quedarás en uno de mis departamentos, te iré entregando la información que necesites, y cuando el tren empiece a avanzar, te llamaré.

La chica se dio un momento para beber del exquisito trago, mientras analizaba lo que había oído; eso quería decir que lo de captar público era relevaste, pero lo que de verdad tenía importancia era algo más, una situación o una persona a quien Bernarda estaba analizando, antes de decidir el ataque definitivo.

–Excelente, no tengo objeciones. Haremos un gran trabajo juntas, igual que en Inglaterra hace dos años.
–Será mejor Luna. Infinitamente mejor.

2


Esteban no trabajaba los días domingo, pero estaba frente al ordenador, cuando recordó su conversación con Micaela por la mañana, y por curiosidad ingresó a su cuenta de correo con la que trabajaba, para confirmar la información de seguridad rutinaria que esperaba. Entonces se quedó helado al ver que todas las carpetas de su correo habían desaparecido, y solo quedaban los no leídos en bandeja de entrada. Sintió que se le paralizaba el pulso, porque al ser corporativo, ahí tenía datos, informes y conversaciones importantes, no podía ser que simplemente desaparecieran de un día para otro.

–No puede ser –dijo en voz alta–, no están, los correos no están...

En ese momento de confusión, notó que el indicador de mayúsculas no estaba apagado. ¿Cómo podía haber entrado a su cuenta digitando la contraseña en mayúsculas si él mismo la había configurado para minúsculas? Al instante, una idea horrible apareció en su mente, y sin cerrar esa ventana abrió otra para la segunda cuenta que tenía. No pudo entrar.

–Oh... Dios...

Cerró la cuenta de correo, volvió a ingresar y comprobó con horror que realmente solo entraba la contraseña con mayúsculas; tomó el teléfono y llamó a Micaela.

–Dime que tienes una idea para la cena y me transporto allá —dijo ella, alegremente—. Salí a comprar algo así que estoy muy cerca de tu departamento.
–Tengo un problema grave –replicó él, saltándose los saludos–, alguien saboteó mi correo, perdí toda la información.

Cinco minutos después ella ya estaba en el departamento, tratando de poner paños fríos a la escena que tenía angustiado a su nuevo amigo.

–Tengo datos muy importantes ahí, no sé cómo es que pudo pasar esto...

Esteban estaba pálido, y aún desconcertado por lo que estaba sucediendo.

– ¿Y tenías respaldado algo?
–Los proyectos terminados —replicó, ido—, o lo que haya reenviado, supongo que es posible, pero hay cosas que no... Oh, por todos los cielos...
– ¿Qué?
–La remodelación –respondió con preocupación, mirándola con ojos muy abiertos por la preocupación–, los planos de la remodelación estaban ahí.
–No te preocupes por eso, me los enviaste así que...

Pero ella misma se quedó callada ante la duda que de repente surgió en su mente; parecía imposible, pero hizo una conexión que no se le había ocurrido antes, y para despejar esa incógnita, ingresó a su cuenta propia; la contraseña también había cambiado.

–Maldita sea –protestó él–, esto es sabotaje, es sabotaje, quieren arruinarme.

Pero la joven estaba entrando en otra cuenta.

–Tranquilízate. Mira, tengo todos los correos que me enviaste en esta otra cuenta.
– ¿Qué? ¿Pero cómo lo...?

Desde que ocurrió todo lo relacionado con Pilar, Micaela había tomado una serie de medidas de protección, llevada por una paranoia casi incontrolable.

–Tengo siempre la precaución –respondió ella, evadiendo las verdaderas razones–, esta otra cuenta no está a mi nombre, así que sería difícil que alguien acceda de la misma forma que a la oficial; pero lo que acabas de decir tiene mucho sentido, están saboteando el proyecto.

La imagen de Eva San Román pasó por su mente mientras descargaba todos los archivos adjuntos, pero aunque no se agradaban mutuamente y su contacto había sido más bien rudo, no tenía ningún motivo para llegar hasta ese nivel.

–Fue Eva.
– ¿Que estás diciendo?
–Fue Eva, esto es obra suya –replico él, con voz lúgubre–, quiere sacarme del proyecto, y como no tiene argumentos, está tratando de hacer cosas adicionales.
–Eso es ridículo –dijo Micaela–, ella es la responsable legal del proyecto, si no te quiere ahí, simplemente te despide.

Esteban no le había dicho de la escena en que Eva le exigía sacarla del trabajo, y no se lo diría tampoco, aunque sabía muy bien que si él mismo era despedido, los días de Micaela estaban contados en la constructora. Toda la sorpresa y agrado que experimentó al ver a la nueva ejecutiva se desvaneció cuando comprendió que ella estaba tratando de manipularlo con palabras elegantes y muy bien usadas; si bien no estaba usando la clásica estrategia de la sensualidad, lo que hacía era lo mismo, pero de un modo mucho más sofisticado, y él detestaba que trataran de controlar sus decisiones, de modo que llevó la conversación a un frío término.

–Tenemos que resguardar toda la información y cambiar las contraseñas, y mañana tendremos montañas de trabajo, pero no vamos a denunciar esto.
– ¿Y por qué no?
–Porque denunciar —respondió él, con determinación—, es poner sobre aviso al que lo hizo. Lo que te estoy proponiendo es que sigamos trabajando como si nada de esto hubiera pasado.

Micaela lo miró, sorprendida por su actitud. En un instante había recuperado la calma, y estaba decidido a no dejarse vencer con facilidad.

— Entiendo dónde quieres llegar, pero también es peligroso.
–Sí, pero le quitamos importancia, le hacemos creer que no nos hizo daño, se va a confiar. Y cuando las personas se confían, cometen errores.

Micaela lo miró con el ceño fruncido.

–Puede ser, pero También puede que decida ir mucho más allá, y trate de meterse con nuestras cuentas de banco y los impuestos, eso lo leí en un libro.
–Que se haya metido con nuestras cuentas de correo no significa necesariamente que sea un hacker profesional, Tal vez es sólo alguien con cierta experiencia; pero tu sugerencia es buena, quizás debamos prevenir eso también, por las dudas. Tengo un primo que tiene un amigo que es informático, lo llamo ahora mismo, y él sabrá como rastrear al que nos está perjudicando.

3


Adán estaba disfrutando de unos momentos de tranquilidad en su departamento, y evaluaba lo que iba a pasar desde el lunes en adelante: ya tenía firmado el preacuerdo con Bernarda Solar por una cifra sumamente atractiva, y comenzaría a trabajar con ella tan pronto como terminara con Carmen, aunque al respecto de la fecha en que eso sucedería, tenía algunas dudas, porque ella seguía encerrada pintando. Bernarda no había querido adelantar más acerca de cuál era exactamente el proyecto para el que lo tenía considerado, pero tras revisar la información legal relacionada con ella, podía esperar un cargo importante, o estar a la cabeza de algo nuevo, lo que por un lado explicaría su insistencia en contratarlo, y por otro, aseguraba un futuro luminoso.
De pronto, sentía urgencia por ver el segundo cuadro terminado, por ver renacer aquel efecto mágico frente a sus ojos, pero en su mente permanecía la duda sobre el desarrollo de la obra, porque nadie le podía asegurar que la pintora realmente pudiera recrear el efecto, y no era Carmen la autora completa de esa maravilla; desde la lógica, entendía la desesperación de la artista al ver destruido el segundo cuadro, y a la vez, sabía que toda esa historia del amante del pasado era una influencia adicional al panorama, una de la que no sabía si lograría efectos positivos o negativos.
No, era absurdo, lo haría, y cuando ya no lo necesitara, estaría lista para emprender vuelo hacia su nuevo proyecto, lo que lo dejaría libre para entrar de lleno en su nueva ocupación y conseguir gran parte de sus objetivos a corto plazo, es decir dinero, una buena posición y contactos, todo junto a la importante empresaria Bernarda Solar y su red de negocios; había estado investigando un poco, y ella no solo era la dueña de la Galería Cielo, también lo era de una automotora, una cadena de cafés temáticos, un par de edificios y una productora, todo eso sin contar las acciones. Sabía que usando bien sus cartas tendría a su favor el siguiente escalón en su ascenso, no había motivos para preocuparse.
Hasta que cayó en un detalle que había pasado por alto en su departamento, quizás porque aún estaba embelesado con el aroma de Eva, o porque no estaba pasando mucho por el departamento, pero sí había algo distinto. Miró en derredor y lo descubrió, un pequeño sobre blanco a pocos centímetros de la puerta, seguro había pasado sobre él sin notarlo, pero no admitían vendedores ni publicidad en el edificio, lo que hacía extraña su presencia; tomó el sobre, con el ceño fruncido, y extrajo una tarjeta con una sola frase escrita en imprenta, con letras negras. El texto era escaso, aunque poderoso por su significado.

«Dejaste un cabo suelto. Ya sé quién eres»


Próximo capítulo: Confusión



Contracorazón Capítulo 13: Desde el pasado




La noche en la urgencia había sido larga, silenciosa y angustiante, pero sin novedades. Magdalena accedió a ir a la cafetería del lugar, pero no quiso comer ni tomar algo, sólo se quedó sentada ante la mesa, mirando al frente, con la vista un poco desenfocada y sin pronunciar palabra.
Rafael entendió que nada conseguiría intentando hacerla hablar, por lo que optó por guardar silencio y acompañarla tras asegurarse de pedir que le avisaran de cualquier novedad. Se vio en la obligación de llamar a los padres de Mariano para informarles, y trató de minimizar el efecto de sus palabras, sabiendo que eso no daría resultado; estaban muy tensos cuando llegaron, y se quedaron junto con ellos en la cafetería.
A las cuatro de la mañana una enfermera les dijo que Mariano había superado la cirugía y que había sido trasladado a cuidados intensivos; en ese momento la emoción de Magdalena afloró, pero tuvo un increíble aplomo para expresarse.

— ¿Puede entrar alguien a verlo?
—Solo una persona —advirtió la enfermera—, y sólo por un minuto.

Rafael sintió un estremecimiento al ver el generoso acto de su hermana menor; sin dudarlo, hizo un gesto hacia los padres de Mariano.

—Tiene que ir uno de ustedes.
—Pero Magdalena, tú... —murmuró la madre de Mariano, conmovida.

Haciendo un gran esfuerzo, la chica les dedicó una cariñosa sonrisa, que era por completo honesta.

—No es una pregunta; Mariano se está recuperando ¡Los necesita a ustedes primero! Vamos, tienen que decidir ahora.

El padre de Mariano le hizo un gesto de asentimiento a su esposa, y esta acompañó a la enfermera hacia la habitación correspondiente.

—Rafael, creo que tenías razón —dijo la chica—, me hace falta un té.
—Yo te lo traigo, hija —intervino el padre de Mariano—, vuelvo en un momento.

Ambos hermanos esperaron a que el hombre desapareciera de vista, y sólo en ese momento Rafael habló.

—Lo que hiciste fue muy bonito —comentó en voz baja—, es un gran gesto.
—Es lo correcto.

Apenas pudo pronunciar estas palabras y rompió en llanto, pero en esa ocasión fue distinto que cuando recién ocurrió el ataque; esa vez fue un llanto ahogado, profundo, que tenía que ver más con pérdida que con desesperación, porque estaba haciendo un sacrificio en pos de un bien mayor, a costa de su propia tranquilidad. Estaba postergándose para que el hombre al que amaba tuviera la compañía de su madre. Rafael la abrazó, y por largos segundos se mantuvieron ahí, entre paredes asépticas y el movimiento incesante de otras emergencias alrededor. Después de un momento, ella se separó de él y se secó las lágrimas, respirando fuerte y repetidas veces para tratar de calmarse.

—Voy a mojarme la cara —dijo con algo de dificultad—, vuelvo en seguida.
—Te espero aquí —replicó Rafael.

Magdalena alcanzó a entrar en el baño justo un segundo antes que la madre de Mariano regresara de la habitación; la mujer se veía angustiada, pero contenida.

— ¿Cómo está? —le preguntó Rafael al verla.
—Dormido —replicó ella—. Dicen que salió bien de la cirugía, pero hay que esperar a que evolucione.
—Mariano es fuerte, se va a poner bien.

Magdalena volvió más repuesta, y pocos momentos después el padre de Mariano. Los tres se quedaron muy juntos, hablando de lo que su madre había visto en esa habitación.

La madrugada siguió sin mayores novedades; Rafael fue al baño a refrescarse, y luego a la cafetería por otro café de mala calidad. En realidad, no tenía sueño ni sentía ganas de consumir cafeína, pero realizar esa acción le permitía sentir que estaba haciendo algo, manteniéndose en movimiento. A las seis treinta, cuando iba de salida de la cafetería, se topó con Martín.

—Martín ¿Qué haces aquí?
—Obviamente te vine a ver, eso es lo que hacen los amigos.

Rafael no pudo evitar sentir una oleada de emoción ante las palabras de Martín; en esos momentos lo necesitaba mucho.

—No sabes cuánto te agradezco que hayas venido, pero no era necesario que vinieras tan temprano, me voy a sentir culpable.
—Vine porque quise —replicó Martín—, así que no te puedes sentir culpable por nada. Cuéntame cómo va todo.

Rafael le contó lo que había pasado en su ausencia.

—Escucha, traje el auto, había pensado que si quieres podemos ir a tu departamento para que te des una ducha o algo.

Rafael pensó en la madre de Mariano, que había llegado a la urgencia con un bolso de mano, el que discretamente le había pasado a Magdalena como una muestra de solidaridad femenina y preocupación, para que pudiera mantenerse en buenas condiciones. Estaba algo sudado, y definitivamente la ropa que traía no era la apropiada para pasar una noche en vela.

—No lo había pensado, es sólo que me da un poco de nervios de dejar sola a mi hermana.
—Pero dijiste que les avisarían de cualquier cambio, y que por el momento tendrían que esperar el reporte de las siete y media; no creo que nos tardemos mucho.

Rafael se lo pensó un momento y decidió que era una buena opción. Después de decirle a su hermana que se ausentaría un rato, salieron rápido en el vehículo que el trigueño mantenía aún en su poder; más tarde en su departamento, Rafael agradeció la ducha y se vistió rápido para salir.

—Estoy listo —exclamó saliendo del baño.
—Perfecto, bajamos ahora ¿Te sientes mejor?
—Sí, me ayudó mucho esa ducha, en serio —replicó volviendo a la sala—, gracias de nuevo.

Martín le alcanzó la chaqueta mientras se ponía de pie.

—Deja de darme las gracias.
—Es lo justo —dijo el moreno— ¿Te acuerdas cuando me dijiste que las cosas que más importan al final son los detalles, esas cosas que a veces se pasan por alto? Tú me apoyaste anoche, pero lo de ahora es algo diferente, porque pensaste en mí más allá de un tema puntual. Sé que estoy sonando un poco cursi, pero de verdad te lo agradezco, vale mucho esto para mí.

Martín le sonrió, un poco avergonzado.

—Sí, sonó un poco cursi.
—No importa. Gracias, pero no por esto; por tu amistad.

Salieron del departamento y regresaron al auto, empezando el trayecto de regreso a la urgencia; minutos más tarde estaban estacionándose en el lugar indicado para ello en el centro de salud.

—Gracias por traerme —dijo cuando se estacionaron—, ahora vuelve a casa y descansa.
— ¿Estás seguro? —preguntó el trigueño.
—Sí, seguro. Me ayudaste más que suficiente, y tienes que devolver ese auto; a todo esto, tengo que hacer algo.

No dijo lo que había hecho hasta que estuvo terminado, anticipando que Martín pudiera negarse.

—Te hice una transferencia de dinero para la gasolina, así no tendrás problema.
—No tenías que molestarte —replicó el otro.
—Yo digo que sí. Además, las cuentas claras conservan la amistad ¿No es así?
—En eso tienes razón —admitió el trigueño—, lo voy a dejar con gasolina antes de devolverlo. Llama por cualquier cosa ¿está bien?
—De acuerdo, eso haré.

Se despidió de Martín y regresó a la urgencia con una agradable sensación; dentro de todo lo que había pasado, la ayuda y compañía de un amigo como él resultaba fundamental, y la agradecía de todo corazón.
En el interior de la urgencia todo seguía igual; después de las ocho de la mañana les dieron noticia sobre Mariano, anunciando que había pasado bien la noche, y que había sido trasladado a una camilla en la sección de cuidados intermedios, a la espera de su evolución. A las diez de la mañana se esperaba que hubiera un comunicado, y en efecto, un doctor los llamó para entregar un informe.

—Doctor ¿Cómo está Mariano? —preguntó Magdalena con un tono reprimido de ansiedad.
—Fuera de peligro —explicó el profesional.

El alivio de todos fue evidente al escuchar esta noticia; Magdalena, sin embargo, todavía se mostraba cautelosa.

— ¿Se va a poner bien entonces?
—Hasta el momento, todo ha avanzado de buena manera, es un hombre fuerte.
—Perdón, es que hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde que ocurrió todo esto —comentó ella con seriedad—; no sé si es una idea mía, pero no sé cómo explicar que Mariano haya perdido el conocimiento tan pronto, creí que era por la sangre, y eso me asustó mucho.
—En realidad, la pérdida de conciencia es por un golpe, no por la herida.

El rostro de Magdalena se mostró confundido.

—No me di cuenta de que lo habían golpeado, todo fue tan rápido.
—Es un golpe en la nuca —advirtió el profesional.
—Probablemente fue cuando lo acorralaron —se aventuró Rafael—, por eso no pudiste verlo.
—En cualquier caso —comentó el doctor—, es probable que esa pérdida de conciencia junto a la acción rápida en la herida haya ayudado, ya que no hubo gran pérdida de sangre a pesar de lo que parece, y muy poco riesgo de absorción de oxígeno. Tendrá que permanecer en observación durante algunas horas, pero el diagnóstico es muy positivo.
—Qué alegría.
— ¿Podemos verlo? —preguntó ella, ya sin casi poder contener la emoción.
—Sí —replicó el médico—, pero debe ser breve; está dormido por efecto de los sedantes; pueden entrar dos personas a la vez.

Mientras los padres de Mariano entraban a la habitación, Rafael se dedicó a su hermana, que debido a esta nueva noticia estaba otra vez más nerviosa.

—Escucha, tienes que estar tranquila.
—Lo sé —replicó ella—, aunque esté dormido, sé que puede sentirme.

Poco después, los hermanos entraron a la habitación, en donde una única camilla albergaba a Mariano; el hombre estaba conectado a la máquina que medía su ritmo cardiaco con un sonido agudo y rítmico.

—Mi negrito —susurró ella, inclinándose sobre su rostro dormido—, todo va a estar bien, estoy segura; yo te voy a cuidar, y después esto sólo será un mal recuerdo.

Le dio un tierno beso en la frente, y con dedos sorprendentemente firmes acarició su rostro, dedicándole una intensa mirada de amor; después murmuró algo solo para ellos, y salió de la habitación en compañía de su hermano.

— ¿Cómo te sientes ahora? —le preguntó él cuando salieron.
—Más tranquila —repuso ella—, verlo hace que todo sea más real, necesitaba estar con él, sentir su respiración.
—Tal vez deberías tomar un descanso —aconsejó él—; ir a casa a cambiarte, reposar un poco.
—Todavía no —concluyó ella—, cuando despierte lo pensaré ¿De acuerdo?


2


Alrededor del mediodía Mariano despertó y Magdalena pudo hablar con él, para su completa tranquilidad; aún estaba bajo los efectos de sedantes, pero pudo comunicarse y hablar un poco, de modo que la familia pudo darse un respiro de todo el estrés que había pasado con anterioridad.
Rafael le había pedido las llaves de la casa a su hermana y fue a buscar un cambio de ropa para ella, y armó un bolso pequeño con elementos que ella podría necesitar ya que se oponía a dejar la urgencia hasta ese momento. No pudo evitar quedarse un instante viendo la gran caja blanca que contenía el vestido de su hermano, y preguntarse qué habría pasado de ser un ataque con peores consecuencias; parecía que Magdalena y Mariano se conocían de toda la vida, e imaginar que uno de los dos no estuviera creaba un panorama imposible de imaginar.
Tras tomar lo necesario, fue a su departamento a comer algo rápido, y también porque necesitaba algo de actividad para no sentirse inútil. Cuando entró a su hogar, fue hasta su cuarto y abrió la caja del broche que había comprado para regalárselo a su hermana antes de su matrimonio; se quedó contemplando la estructura de metal fundido, y por un momento se perdió en los incontables destellos que debían adornar a la felicidad de Magdalena en un día tan importante para ella. Todo había cambiado de forma tan abrupta, y a punto estuvo de suceder algo mucho peor ¿Cómo evitar algo como eso? Los caminos que seguía el destino eran muchos, incontables, y ellos no podían anticipar lo que iba a pasar; días atrás, la óptica de ese fin de semana era de diversión y descanso, y por causa de un hecho imprevisto, todo había cambiado por completo.
Era imposible saber lo que iba a pasar en futuro.

“No podemos saber lo que va a pasar después”

Nunca había escuchado esa voz, pero la conocía; había algo en el acento, en cómo se expresaba, que le daba confianza y tranquilidad. Nunca la había escuchado, pero la conocía.

“Solo tenemos que ser fuertes y tener cuidado.”
“Tengo miedo de lo que pueda suceder.”

De una forma inexplicable, también lo sentía; no sabia por qué, pero escuchar esa voz hablar de su miedo era experimentarlo también, más que como una transferencia, como una identificación pura y completa. Lo que te ocurre, me ocurre a mí también.

“Yo también tengo miedo.”
“A veces actúas como si no lo tuvieras.”

Era cierto; pero no se trataba de negación, sino de otro enfoque para los mismos asuntos: ante un peligro sin cuerpo, actuaba con tranquilidad, ante un evento sin fecha concreta, actuaba con determinación. Eso le daba tranquilidad.

“Discúlpame; pero también tengo miedo, es algo que también me pasa. Es sólo que tenemos que enfrentarlo. Tú sabes que es difícil y yo lo sé, pero podemos hacerlo.”

No podía culparle por su sentimiento de inseguridad; también le pasaba, y en ocasiones se preguntaba si realmente tendrían un futuro ¿Cómo saberlo? La única opción era enfrentarse a lo que viniera, y tratar de hacer lo mejor posible.

“Sólo quiero que seamos felices.”

La esperanza estaba en su voz, y así pudo sentirla; sí, él también quería eso, pero había otro sentimiento, que se imponía incluso a uno tan fuerte y transparente como ese. Un sentimiento puro y poderoso, que se imponía a todo lo demás; cuando se enfrentaba a una dificultad, o sentía que sus fuerzas no eran suficientes, aquella sensación lo hacía regresar a su centro. Sí, quería que ambos fueran felices, pero además…

Rafael despertó desconcertado; las horas en vela y el silencio del departamento habían traicionado a sus sentidos, y se había quedado dormido, sentado en el sofá, con la pequeña caja con el broche en las manos.

—Cielos.

Confirmó la hora en su móvil y vio que había estado dormido casi veinte minutos. Bastante tiempo para ser inesperado, pero poco considerando que no había dormido nada en más de veinticuatro horas.
¿Qué clase de sueño había sido ese?
Se despertó con una extraña sensación que no podía explicarse; no recordaba lo que sucedió en el sueño, pero se trataba de algo intenso, una mezcla de sentimientos que no por ser desconocida resultaba ajena. Era como si aquello que soñó fuera el espejo de algún sentimiento antiguo, tanto que no podía precisarlo, pero a la vez tan fuerte como para no desaparecer, y permanecer de forma indeleble.

—Qué extraño.

Pensó en almorzar, pero después de haber comido algo liviano no sentía apetito; se tomó un café cargado y tomó el bolso que tenía listo para su hermana, disponiéndose a salir de inmediato en dirección a la urgencia.

3


Por la tarde de un largo día, Mariano ya estaba más recuperado de la anestesia y pudo hablar con algo de comodidad, de modo que fue posible convencer a Magdalena de ir a casa a cenar y dormir un poco, mientras sus padres se quedaban en la urgencia; Rafael la acompañó, y la chica se quedó dormida a poco de haber llegado. Poco después de las nueve regresaron a la urgencia y pudieron hablar con él, lo que sin duda ayudó al estado de ánimo de la chica; fue el propio Mariano quien la convenció de ir a casa y pasar la noche en su cama en vez de en la sala de espera, y a juzgar por su aspecto, estaba débil y cansado, pero lo suficientemente bien como para resultar convincente en sus palabras.
Finalmente, la familia accedió, y ya que de todos modos no habría posibilidad de verlo durante la noche, descansar en un sitio conocido y cómodo era la mejor opción para poder comenzar el siguiente día con una dosis de energía. De vuelta en su departamento, se dio una ducha y decidió comer algo antes de dormir una noche que esperaba fuera más tranquila que la anterior. Estaba en eso cuando recibió una llamaba de Martín.

— ¿Cómo va todo?

Y a habían hablado del asunto durante el día, y Rafael le había dado la buena nueva del inicio de la recuperación de Mariano.

—Bastante mejor, por lo que se ve —replicó mientras encendía el fuego en la cocina—, Mariano está mejorando, así que por esta noche decidimos ir a casa.
— ¿Convenciste a tu hermana? —preguntó Martín.
—En realidad fue el propio Mariano quien lo hizo; es fuerte y quiere que Magdalena esté bien, creo que por eso lo dijo. Además, las visitas son en el día, no tiene sentido que nos quedemos allá; por el momento ella estará mejor con sus suegros acompañándola. Nos dijeron que es probable que mañana temprano lo den de alta.

Martín hizo una pregunta que a Rafael también se le había pasado por la mente.

— ¿Crees que ella sea capaz de pasar toda la noche en casa y no ir a la urgencia?
—No estoy seguro de eso —replicó el moreno—, pero estoy seguro de que la madre de Mariano ya pensó en eso y va a estar atenta por cualquier cosa.

Había decidido saltear unos filetes de pollo con verduras y especias, y acompañarlos con papas chips para no tener mucho trabajo por delante. El aroma de las especias al contacto con el aceite en el sartén le hizo notar lo ansioso que estaba por comer algo más producido que un sándwich.

—Entonces estás tranquilo ¿Estás en casa?
—Sí, voy a comer algo ¿Tú? —preguntó Rafael.
—Me bajó el cariño familiar y vine a casa de mis padres —explicó con ligereza—, así que estamos preparando algo para cenar también; hasta Carlos está ayudando.

El hermano menor de Martín intervino en la conversación.

—Dile lo que te dije.
—Deja de espiar mis conversaciones —lo reprendió Martín del otro lado de la conexión, aunque se notaba que no estaba hablando en serio—. Carlos dice que te invita a almorzar con nosotros un fin de semana; sé que ya lo había dicho antes pero ahora es oficial.

Al parecer el cambio en el muchacho era algo definitivo y para mejor, y Rafael se sintió muy contento, más que por la invitación en particular, porque el hermano de su amigo mostraba un comportamiento sensato; eso sería un alivio para Martín.

—Muchas gracias por la invitación, será un placer acompañarlos entonces.
—Pero le dije que tenías algunos problemas ahora mismo, así que la fecha va a quedar pendiente —comentó el trigueño del otro lado de la conexión—. Espero que no te sientas obligado.
—Para nada —replicó Rafael—, me parece un excelente panorama, y va a ser un placer poder compartir con tu hermano y tus padres.

La invitación era un gran gesto para él, y se sintió contento de saber que iba a conocer al núcleo familiar de Martín; por otro lado, tener la oportunidad de conversar con su hermano menor y asegurarse que no hubiera alguna clase de mal entendido luego del tenso momento en el que se conocieron era una excelente opción.
Después de finalizar la llamada, pudo cenar, y se dio cuenta de que estaba rendido; al día siguiente iría a primera hora a la urgencia, ya que de ir todo bien, Mariano podría ser enviado a su casa dentro de la jornada y quería estar presente para ayudar en lo que pudiera.
Entró a su cuarto, se quitó la remera y se sentó en la cama, cansado y con mucho sueño; las luces de la habitación jugaban a las escondidas con él, y poco a poco su percepción de todo se fue volviendo borrosa, hasta que cerró los ojos y cayó de espalda.

“A veces tengo miedo de lo que pueda pasar si nos descubren.”

Podía sentir su miedo, y cuando lo sentía, él también temblaba por dentro.

“Todo va a estar bien.”

Sabía que era una respuesta demasiado segura para una situación que no lo era; a nivel social, una relación como la de ellos sería objeto de burlas y ataques, tanto en el entorno cercano como en general. Él mismo había visto despidos sin motivo, en lugares de trabajo donde no querían "gente como ellos'
¿Y a nivel cercano? De seguro la vida de sus familias se volvería mucho más complicada, ya que amigos y conocidos reaccionarían con mal gesto ante una persona como él, y aquellos a los que no le importaría o estarían de acuerdo serían callados por el temor de resultar también perjudicados.

“No quiero sonar fatalista —le estaba diciendo—, pero me preocupa todo esto. No quiero que pienses que me arrepiento, es sólo que es tan difícil vivir escondidos todo el tiempo.”

Se suponía que ese día debían estar celebrando, pero eventualmente la conversación tomó ese rumbo; el constante secreto y aparentar que eran amigos resultaba agotador. Eran dos hombres que sólo querían ser felices y amarse, pero tenían que comportarse como criminales.

“Lo sé, para mí también es difícil. Pero piensa en esto, estamos juntos hace más de un año, y hasta ahora todo ha resultado; sólo hay que tener paciencia y ser cuidadosos.”

Su primer aniversario; oficialmente se conocían desde hace más tiempo, pero establecieron esa fecha como el inicio de su relación Y en ese momento estaban juntos, en ese cuarto, sentados uno frente al otro, mirándose de una forma que reservaban únicamente para los momentos de intimidad.

“Quiero que lo nuestro siga funcionando.”
“Yo también, y estoy seguro de que podemos hacerlo funcionar.”

Se miraron más de cerca, y supo a través de esa mirada que, a pesar de lo difícil que era enfrentar todo lo que les pasaba, la amistad y el amor existente entre ambos era tan firme como siempre. Supo que mientras estuvieran juntos podrían seguir en contra de todo.

Rafael despertó de golpe, incorporándose en la cama, por completo despierto.

— ¿Qué fue eso?

Recordaba el sueño; por primera vez en años, había despertado recordando un sueño, poro no se trataba de algo normal. No era un sueño normal.

— ¿Por qué me siento así?

Su pregunta quedó flotando en el silencio de la habitación; notó que estaba cansado y con el cuerpo adolorido, como si al dormir estuviera tenso. Pero no sólo era algo físico, también había una sensación interna, una angustia que era ajena a él, como un sentimiento que podía percibir en su interior pero que no estaba experimentando; recordó entonces que ya lo había sentido antes, en dos ocasiones, y que cada vez que pasaba era más doloroso que la anterior.
La primera vez fue cuando por casualidad sucedió estando en medio de una conversación con Martín, y entonces era una mezcla de un sentimiento cálido y angustia. Después, en otra ocasión, fue sólo dolor, como si hubiera una explicación en frente de sus ojos, pero no fuera capaz de alanzarla.
Y ahora, el sueño.

—Esto no puede estar bien.

No sabía si sus palabras eran retórica ante la forma brusca de despertarse, o por el contenido del sueño; se sentía más cansado que antes de llegar al departamento, con una sensación de angustia que, en esa ocasión, era demasiado intensa para evadirla. El sueño también hacía su parte, dando vueltas en su cabeza como una película que se repetía a alta velocidad; era como si fuera algo que estaba viviendo en ese momento, reviviendo cada instante, cada sensación.
Pero esa conversación nunca había tenido lugar. Y sin embargo era tan real, tan palpable ¿Era posible experimentar sensaciones ajenas? Sabía cuál era su vida y las cosas que había vivido, y ninguna de ellas era como eso. Un sentimiento ajeno, pero de alguna forma conocido; se preguntó por qué estaba sucediendo todo eso, y se dijo que no podía asociarlo al cansancio o al estrés de lo sucedido a Mariano. Tenía que ser algo más, pero no lograba dar con una potencial respuesta.
Se levantó con algo de dificultad, y sacó de un mueble una libreta de notas y un lápiz, y decidió escribir lo que había soñado, antes que el vívido recuerdo se esfumara de su mente.

— ¿Por qué?

La pregunta surgió espontánea en sus labios al ver que había escrito en primera persona sin pensarlo; pero a la vez, lo que estaba escribiendo se le hacía ajeno ¿Cómo podía sentir como suyo algo que sabía no lo era? No era un simple sueño, pero no era recuerdo.
No podía ser un recuerdo, era imposible que lo fuera.

—No puede ser.

Dejó de escribir cuando descubrió que antes ya había ocurrido algo muy similar a ese sueño; sólo unas horas antes, se quedó semi dormido cuando pasó rápido por el departamento, y aunque no recordaba nada de ese lapso de tiempo, sí recordaba muy bien que despertó con una sensación muy similar a esta. ¿O había sucedido en más de una ocasión? Angustia, un sentimiento de pérdida, la visión de algo que era extremadamente importante, pero que no podía explicar ni clasificar; alguien que era muy importante para él, y una fuerza en su interior que hacía sentido en dos direcciones a la vez: por un lado, miedo de que las cosas salieran mal, y por otro, el imperioso deseo de proteger y conseguir que todo funcionara.


Próximo capitulo: Verdad incomprensible