Sten mor preludios: Capítulo 01: Oiren



Tash—han
Hace seis meses


—Oiren, ven aquí por favor.
—Ahora voy papá.

La casa siempre estaba en movimiento. Oiren vivía en la casa de sus padres, junto a sus tres hermanos, los abuelos paternos, y la esposa e hijos de su hermano mayor. Además, el negocio familiar, una tienda de abarrotes y diversos productos siempre tenía visitas y era necesario estar al pendiente. Sin embargo, él casi nunca atendía público, y su responsabilidad al respecto quedaba en labores internas como preparar los envases para algunos productos, separar otros y tener las listas adecuadas para hacer las compras necesarias cada mes; era el más listo para los números y el orden de modo que resultaba útil y práctico. Y así no tenía que estar expuesto a la gente todo el tiempo.

—Ayúdame un momento, aquí. Sabrina dejó caer estos recipientes y las piedras se mezclaron.

Había una pequeña sala entre la sala de la casa y el salón de venta en la parte delantera; usualmente lo utilizaban para tratar cualquier asunto que no quisiera ser visto u oído por los extraños pero que no ameritaba entrar en territorio familiar. En el suelo alfombrado había un gran número de piedras pequeñas, brillantes, desperdigadas por todas partes, y sobre un mesón a la derecha estaban las cajas de donde provenían.

— ¿Hay alguien esperando por ellas?
—No, las tiró por accidente.
—Entiendo, ahora mismo las dejo como corresponde.
—Estupendo.

Mientras su padre volvía a la parte delantera de la casa, reclamando algo sobre el personal descuidado y la juventud, el joven se trasladó al mesón y se dispuso a separar las pequeñas piedras en las cajas individuales.
Oiren sonrió ante la habitual queja de su progenitor, y se dispuso a separar las piedras; se trataba de dos clases muy similares en apariencia, pero que tenían objetivos diferentes. Mientras que el citrino era un tipo de cuarzo utilizado para infundir en las personas la alegría de vivir, la crisoprasa ayudaba en estado de alta tensión; en la tienda vendían pequeñas piedras de distintos tipos, que estaban almacenadas en cajas de madera natural sellada por el exterior y cubiertas de una tela especial por el interior, separadas por tipo, y que eran vendidas en pequeñas porciones a los clientes que las necesitaban por razones esotéricas. Eso a Oiren no le importaba, pero sí había una conexión entre las piedras y él, ya que las conocía con detalle y podía identificarlas con facilidad. Era de los pocas cosas para las que lo necesitaban al de forma exclusiva.

— ¿Qué haces?
—Separo citrino de crisoprasa.
—Entretenido.
— ¿Quieres que vaya? Puedo hacerlo allá.
—No, sabes que a papá no le gusta que nadie se lleve trabajo al cuarto.

La voz provenía de un diminuto intercomunicador con forma de elefante de caricatura, que siempre llevaba prendido al pecho, desde que era un niño. El otro estaba en la habitación de Ismael, su hermano mayor por cinco años.

—Para un ojo no entendido —dijo con tono académico—, es fácil confundir. Yo veo que el citrino es de un color amarillento y la crisoprasa, en tanto, es más bien verde, de una tonalidad clara y acuosa. Los cristales y piedras que se comercializan en este establecimiento han sido mezclados con una solución de color blanco, por lo que la diferencia de tono es más sutil; sin embargo, alguien con conocimientos ve los colores con claridad, como si fuera verde y rojo. Y, ya está listo.
— ¿Ya los separaste?
—Así es.

Un instante después apareció su padre en la sala, con una expresión indescifrable en el rostro.

—Baja la voz por favor; los clientes pueden pensar que estás delirando mientras los atendemos.
—Lo...lo siento papá —replicó Oiren con voz apagada—. Ya...ya están listas, aquí tienes.
—Gracias. Voy a volver adelante.
—Sí papá.

El hombre volvió a desaparecer, y el joven quedó solo en la sala, con las manos vacías.

—Oiren.
—Sí.
—Ven por favor.

El muchacho suspiró y fue a paso vivo hasta la última habitación de la casa, una que tenía acceso propio, era más espaciosa que los demás y era casi independiente en todo sentido. En la gran cama, al centro y oponiéndose a la puerta, reposaba Ismael; a pesar de que la expresión en su rostro era tan calma como siempre, Oiren no pudo dejar de notar un cambio. Él era el único que los notaba.

— ¿Te sientes mal, necesitas algo?
— ¿Papá te estaba maltratando, te dijo algo incorrecto?

Eran tan distintos. Oiren era más bien bajo para ser hombre, tenía una estructura física ancha y voluminosa, siempre estaba algo excedido de peso aunque luchaba por evitarlo, y tenía ese cabello oscuro y ensortijado; Ismael en tanto, lucía tan delgado, casi esquelético, con esa piel blanca frágil que parecía a punto de romperse, la frente amplia, los pómulos sobresalientes en el rostro demacrado y ojeroso, que sin embargo mostraba esos ojos color miel, brillantes y llenos de vida. La crueldad estaba en que Ismael había nacido con una enfermedad  degenerativa incurable, que dañó sus articulaciones y parte de su sistema nervioso desde que era un bebé, dejándolo inmovilizado e indefenso por completo; Oiren, que tenía cinco años menos que él lo había visto siempre así, experimentando el crecimiento propio mientras el de su hermano parecía agrandar junto con el cuerpo las trágicas consecuencias de una enfermedad que la ciencia aún no podía curar. Recientemente había visto informes de la sociedad médica internacional, que hablaban de una posible cura dentro de veinte años. Ismael era el inteligente, el fuerte, pero era por completo dependiente, y jamás podría moverse.

—No, no me maltrató.

Desde la cama, Ismael entornó los ojos.

—No me mientas Oiren, dejaste el comunicador con paso de audio.

Oiren siempre llevaba el comunicador; desde pequeño había sido una muestra de unión, la más férrea existente entre los cuatro hermanos; él era los ojos y oídos en la casa o en el exterior, Ismael era la fuerza y la orientación, la sabiduría para enfrentar los desafíos.

—Oh, pero no lo dijo con mala intención; es porque adelante se escucha todo y los clientes son muy quisquillosos.
— ¿No me estás mintiendo?
—Claro que no.

Sonrió, y su hermano también lo hizo; en su caso, los gestos del rostro eran más limitados, pero Oiren los identificaba con la misma facilidad que si fueran mucho más evidentes. El joven se acercó a una de las paredes para enderezar el afiche de "Solaria" una de las bandas favoritas de su hermano.

—Creo que en algún momento tendré que descubrir por qué es que este afiche se tuerce.
—La semana pasada cambiaste el soporte.
—Sí —replicó encogiéndose de hombros—, y medí que la distancia del pin fuera la correcta pero aún se mueve. Después lo revisaré.
—Oiren, siéntate aquí por favor.

El muchacho así lo hizo; debido a la construcción de la cama, Ismael estaba en una posición semi sentado, teniendo los soportes suficientes para que su cabeza se mantuviera recta y pudiera mirarlo a los ojos. No era una postura natural, pero él lo había querido así, decía que si iba a estar quieto, al menos quería ver de frente a la vida.

—Quiero saber si el próximo año vas a estudiar.
—No he pensado en eso en realidad. Además es sólo octubre, falta mucho para eso.
—No falta tanto; Oiren, tienes 21 años, y ya has postergado dos veces iniciar una nueva etapa en tu educación.

El joven se removió, incómodo.

—No lo estoy postergando.
—Sí, lo haces. Pero quieres estudiar y tienes talento ¡Mira todo lo que sabes sobre piedras y minerales! Y no sólo eso, aprendes y memorizas muchas cosas, y te sientes a gusto con eso.
—Pero eso no significa que...

La voz de su hermano prosiguió; el tono de voz que utilizaba era siempre monocorde debido al esfuerzo por hablar, pero incluso con eso, se entendía la intención con claridad.

—Quiero saber qué es lo que está deteniéndote.

Oiren sonrió muy incómodo ante las palabras que escuchaba; Ismael siempre tenía la facultad de hablar exactamente de los asuntos como eran. E incluso de ir más allá de lo evidente.

—Nada me detiene...
— ¿Es por mí?

El joven no pudo hablar durante unos segundos. Al final resultaba extraño que, de los dos, fuera Ismael el más fuerte.

—Yo... no quiero alejarme de ti.
—Pero se trata de tu futuro —dijo con intensidad—, es algo que tú quieres. Escucha, puede que el resto de la familia haya decidido dedicarse al comercio, pero esto no es lo que tú quieres. Tu futuro está en un centro de estudios, un sitio donde puedas desarrollar todo tu potencial.

Oiren sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas; el año anterior había estado viendo las páginas de distintos institutos, incluso de una universidad, pero dejó de lado esa opción cuando concluyó que el precio por estudiar era mucho más alto de lo que esperaba. Por otro lado, ni siquiera sabía qué opinarían sus padres, y había sido especialmente cuidadoso con respecto a no permitir que los demás intuyeran que algo le sucedía, pero mentirle a Ismael con la conexión que tenían era casi imposible.

—Yo... creo que aún no estoy preparado para enfrentar ese desafío.
—Eso no es cierto.
—Pero sabes lo tímido que soy; tengo dificultades para interactuar con las personas, y ese limitante me preocupa.
—Estás poniendo excusas donde no las hay. Oiren, estar estudiando en otro sitio será maravilloso.
—Pero...

Él se negaba de forma constante a hablar del tema, a pesar de que para su hermano era algo natural; Ismael tenía 26 años, lo que en cifras para la enfermedad que padecía, significaba que tenía cinco, quizás diez años disponibles, a lo sumo. De hecho, según los innumerables estudios que había leído a lo largo de los años, más del sesenta por ciento de los afectados por el mismo mal ni siquiera llegaban a los veintidós.

—No quiero irme —admitió en voz baja—; si comienzo a estudiar ahora, tendré que irme de casa por un tiempo y no... no...

No fue capaz de decirlo. Pero Ismael sí pudo, y habló con aplomo, pronunciando las palabras con serenidad.

— ¿Temes que pueda morir mientras tú no estás aquí?

Escucharlo mencionar aquello hizo que el muchacho diera un respingo, atenazado por un repentino temor. Sin embargo, las palabras no terminaron ahí.

—Mi hermanito –dijo con ternura—; escucha, ese temor que tienes es irracional ¡Podría suceder en cualquier momento! Podrías estar en la tienda del centro comprando suministros, o de visita en alguna parte por otro motivo.
—Ismael no sigas.
—O, podría suceder mientras duermes.

Con los ojos inundados en lágrimas, Oiren levantó la vista del suelo y miró directo a los ojos de su hermano. Esos ojos tan brillantes y expresivos, aquellos en los que se había visto y aprendido tanto, y que ahora lo miraban con un cariño tan grande que casi dolía.

—La muerte también es parte de la vida. Y esto que tenemos en el aliento es el tiempo, no puedes simplemente desperdiciarlo; yo estoy encerrado en este cuerpo, pero no puedo permitir que nadie más esté encerrado por mi causa. Es cierto que eres joven y te falta confianza en ti mismo, pero eso no lo conseguirás aquí en mi habitación.
—Ismael...
—Tampoco lo conseguirás atendiendo el negocio de la familia, eso no es para ti; lo que quieres hacer es estudiar, aprender y crecer ¿Acaso crees que nunca he visto cómo se transforma tu mirada cuando vemos los programas que muestran las instalaciones de las universidades en Torre de piedra? Si no aprovechas eso estarás condenándote a una existencia contraria a lo que quieres, y eso es una mala actitud que no espero de ti.

Nunca había hablado con tanta claridad respecto a esos temas; Oiren quiso decirle que no debía preocuparse por él, pero lo cierto es que en su interior pugnaban ambos sentimientos, el deseo de cumplir sus sueños, y el de no abandonar a su hermano. Quería ser fuerte, pero sólo deseaba que su hermano pudiera estar ahí para siempre.

—Lo siento. Sé que lo que dices es por mi bien, pero es muy difícil para mí.
—No debería serlo tanto; Oiren, mientras seas honesto contigo mismo y no abandones lo que es correcto, yo siempre estaré contigo.

Se miraron durante un largo rato sin hablar; de alguna manera la voz y las palabras consiguieron calmar su nerviosismo, y las lágrimas no llegaron a brotar de los ojos. Al fin, después de un extenso silencio, Ismael supo que ya era el momento de hablar.

— ¿Vas a pensar en lo que te dije?
—Yo...
—Por favor. Sabes que es la mejor decisión.

Se sintió ante la fuerte mirada de su hermano, y asintió, hablando en voz baja.

—De acuerdo, te prometo que lo voy a pensar.
—Esa es una mejor respuesta —replicó con una sonrisa—, pero tampoco te tomes esto a la ligera porque en muy poco tiempo tendrás que ponerte manos a la obra y comenzar tu postulación.
—Sí, está bien.

Se puso de pie, algo más animado, y volvió a mirar el afiche del que habían estado hablando unos momentos antes; entonces lo descubrió.

—Ya sé por qué es que el afiche se tuerce en la pared —dijo con cierto asombro—, no lo había notado antes.
—Entonces no me hagas esperar más y dilo.
—Este marco está hecho en un alto porcentaje de mica.
— ¿Y qué es eso?
—Es un tipo de mineral; en la antigüedad era valioso en la construcción de motores mecánicos, pero actualmente no tiene mayor valor, por lo que no es extraño que esté involucrada en la fabricación de objetos de soporte como cuadros o bases de distinto tipo, ya que es barato y no se estropea por los cambios de temperatura.

Ismael hizo una breve pausa de análisis.

—Entonces es como esos objetos antiguos de alunina.
—Algo parecido; el punto es que cuando se trabaja con este material, es muy frecuente que los productores lo mezclen con otros compuestos como amiantina para conseguir mayor limpieza de corte o una cierta flexibilidad, además de abaratar costos por supuesto, pero la amiantina es más ligera por centímetro cuadrado que la mica, por lo que si no se ha realizado una mezcla y distribución apropiada antes de hacer el molde, las cantidades de mica enlazadas en un punto pueden ser mayores y como consecuencia, el cuadro pesa más de un lado que del otro.

Volteó hacia la cama, con el afiche en sus manos; la vocalista del grupo estaba en el centro de la imagen, ataviada con una túnica larga, blanca y vaporosa, mientras los dos hombres, uno rubio y delgado, y otro de aspecto más rudo y que llevaba una suerte de media máscara robótica estaban a sus costados, mirando fijo al frente. Ismael le sonrió.

— ¿Ves lo capaz que eres?
—Gracias por confiar en mí.
—La confianza no tiene nada que ver en esto; es lo que veo en ti, sólo tienes que tener más confianza, la suficiente para poder comenzar a estudiar, y luego verás que todo irá sobre ruedas.



Próximo capítulo: Aziare. Darius