No vayas a casa: Capítulo 7: No es lo que crees



¿Qué te sucede hombre?

Vicente se llevó la mano a los ojos, y los cerró durante un momento mientras se reía en voz baja.

— ¿De qué te estás riendo?
—De nada, es que el agua está tan buena, estoy tan relajado que siento como si alguien me estuviera invitando a quedarme aquí durante todo el día.

Juan Miguel se rió estruendosamente al tiempo que golpeaba la superficie del agua. Tener la razón se contaba entre las cosas que lo hacían divertirse mucho.

—Te lo dije. Te dije que este lugar te iba a encantar y que después de venir ibas a hacerte cliente habitual ¿vas a solicitar un pase por el día o una membresía anual?
—Vamos, no es eso; eso no quiere, es sólo que… al diablo, puede ser que tengas razón. Después de todo, no he estado tan tranquilo como quisiera ¿qué mal me puede hacer? Por supuesto no es ahora cuando me voy a quedar todo el día, pero supongo que tienes razón cuando me dices que es una buena idea; podría venir una vez a la semana o cada dos. Aunque en realidad se supone que en este momento estoy resolviendo un asunto en la empresa, no creo que pueda hacerlo todos los fines de semana.

Juan Miguel hizo un gesto de desprecio con las manos, como si estuviera eliminando algo imaginario que estorbara en la superficie del agua.

—En ese caso, lo que tienes que hacer es escaparte durante la semana —comentó su amigo— ¿sabes algo? Tienes que tratar de dejar de hacerte problemas por situaciones tan sencillas; apuesto que Iris no te pregunta si te parece bien que vaya o no a arreglarse el cabello o a hacerse algo en las uñas ¿verdad? ¿te has preguntado la cantidad de cosas que las mujeres hacen por sí mismas mientras que nosotros nos vamos a cortar el cabello en 5 minutos y nos afeitamos? No estoy diciendo que te conviertas en uno de esos ridículos modelos de televisión con la piel de muñeca y las cejas perfiladas, sólo hazlo y ya.

Pensándolo bien, en los últimos dos días había experimentado muchos cambios emocionales y por otra parte, si quería continuar con su vida según estas nuevas ideas, no le haría mal un poco de cuidado personal.

—Está bien, tienes razón, encontraré la manera de venir a nadar un rato aunque sea una vez cada dos semanas.
—Me gusta esa actitud, es lo correcto. Ahora me parece que deberíamos dejar de estar quietos aquí ¿no crees?

Sin esperar más se zambulló, lo que Vicente interpretó de inmediato como un desafío; inspiró con fuerza y se sumergió también, pudiendo ver la silueta de su amigo en el agua, impulsándose hasta el fondo de la piscina. Ambos nadaron por el fondo durante varios segundos, realizando una competencia de resistencia en lugar de la de velocidad anterior; en este caso se trataba de cuál de los dos podía llegar más lejos conteniendo la respiración. Para su sorpresa, Juan Miguel se rindió antes que él y regresó a la superficie.
 Vicente en tanto se tomó el lujo de avanzar un par de metros más; estaba empezando a sentir el cansancio, la falta de oxígeno que causaba una especie de presión en la cabeza y hacía más lentos sus movimientos. Con el triunfo en el bolsillo regresó arriba impulsándose con lentitud, hasta que regresó a flote y volvió a respirar. Juan Miguel estaba a cierta distancia, sonriendo pero con un evidente síntoma de agotamiento.

— ¿Qué pasó? Te rendiste muy rápido.
—No alcancé a respirar lo suficiente antes de meterme —replicó el otro con naturalidad—. Me salió el tiro por la culata ¿sabes? que creo que por ahora es suficiente de agua. Acompáñame a la sala del sol.

Nadaron de forma relajada hasta la orilla y se acercaron al panel en donde colgaban las toallas y batas.

—Parece que sólo faltan las camareras en traje de baño.
—Ni lo pienses, esto se convertiría en un burdel para gente con dinero ya hay uno a unas cuantas manzanas de aquí. Además, no es ese el tipo de relajación de la que te hablaba cuando estábamos en el agua.
—Lo sé, es sólo una broma.

Caminaron por un pasillo lateral hasta llegar a una puerta, a cuya izquierda había un tarjetero y un casillero metálico en dónde se podían colocar las tarjetas de forma ordenada.

—En la semana o cuando hay más gente hay un chico aquí vigilando que respetemos las horas; como ahora no hay nadie no está. Tú sólo tomas tu tarjeta y la pones en la hora que te parece más necesaria si está libre, ahora por ejemplo no hay nadie, si te fijas.

Sacó del tarjetero una ficha con su nombre y la puso en la hora correspondiente; la sala que había detrás de la puerta era mucho más grande de lo que parecía: se trataba de un salón cuadrado con paredes que parecían desnudas, pero que al ver de cerca explicaba por sí mismo el concepto de sala de bronceado. Los tubos de rayos ultravioleta se encontraban distribuidos por las murallas y también el techo, detrás de una lámina que probablemente era aleación de vidrio que permitiera que la luz pasara sin que aumentara la temperatura en la superficie; habían grandes taburetes de lo que parecía ser imitación de madera de nogal, mientras que al centro se encontraba un pequeño bar refrigerado acompañado de vasos acrílicos y unas píldoras de colores dispuestas en un recipiente.

—Son hidratantes —dijo Juan Miguel como si adivinara en dónde había ido a parar su mirada— son el reemplazo de un buen trago o de una bebida isotónica, ya sabes que hay personas que les gusta nadar pero odian tomar cualquier cosa que no contenga alcohol. ¿Me acompañas?
—No, creo que esta vez voy a pasar del sol; quiero volver a casa antes que Iris comience a sospechar que mi visita excepcional al trabajo es algo más que eso.
— ¿No le has dicho lo de Joaquín? —preguntó el otro mientras se sentaba secándose el cabello— Sabes que eso no es buena idea ¿verdad?
—No, ella  no sabe, no quiero que sepa la forma en que me enteré de todo esto, digamos que no es la manera más alta santa y preferiría mantenerla al margen, al menos hasta que tenga una total claridad sobre lo que voy a hacer.
— ¿No vas a hablar con él?
— ¿Para qué? —replicó Vicente—, es decir no tendría ningún sentido, todo esto ya está finiquitado.

Tal vez en realidad no lo estuviera; hasta este momento, al menos si dependía de la información que consiguió del ordenador de Sergio, no existía ningún trato concreto, es decir todavía no había un contrato firmado. ¿Sería posible que las cosas cambiaran? De alguna manera había estado torturándose con la posibilidad de que su fuente de trabajo estuviera en riesgo por causa de la situación que se estaba suscitando entre el padre y el hijo; sin embargo ¿Qué pasaría si él pudiese intervenir? Tenía las capacidades y sabía que podía enfrentar un nuevo desafío, así que tal vez no sería malo explorar la posibilidad de hacer algo al respecto. ¿Y si sólo se tratara de hablar con él? Quizás estaba complicándose la vida más de lo necesario, de la misma manera que su amigo acababa de decírselo.

—Te veré de nuevo por aquí.
—Lo más probable es que sí, pero ahora me voy, quiero pasar la tarde en familia y además tengo mucho en qué pensar.
—Ya sabes que estoy aquí si me necesitas.
—Lo sé. Oye ¿quieres que te devuelva esto?
— ¿El bañador? No seas ridículo, es tuyo, tengo tanta ropa que podría vestir a un equipo de fútbol completo.

Después de despedirse de su amigo y vestirse, Vicente salió del club de nado mucho más tranquilo y relajado; el viaje a casa y le pareció bastante rápido, acompañado de la música que ponían en las emisoras de radio. Llegó a la conclusión de que estaba en un punto en que tenía que tomar una decisión: continuar con su trabajo normal como si nada estuviera sucediendo, esperando en silencio el momento en que sucediera lo que sea que fuese a suceder, o por el contrario tomar las riendas de la situación y elegir entre la ocupación que tenía y la posibilidad de empezar un nuevo rumbo laboral. No quería comentarle a su esposa la forma en que había confirmado la participación de Joaquín en todo eso, ya que de alguna manera lo hacía sentirse culpable, como si el hecho de descubrir un acto que en potencia era criticable desde un punto de vista moral, se convirtiera en un punto criticable por el método utilizado; de acuerdo se dijo ¿qué hago?

Estacionó el auto en el aparcadero a la derecha de la construcción y descendió, ocupada su mente aún en estos pensamientos.

“Llámalo por teléfono”

Programó la alarma del auto con el mando a distancia, un poco ido, con la vista perdida en un punto entre el vehículo y la casa ¿por qué esperar hasta el lunes? Decidió no aguardar más y marcó en el móvil el número de Sergio, quien contestó al tercer tono.

—Hola.
—Sergio, soy yo, Vicente; me preguntaba si podíamos hablar sobre un asunto, se trata de trabajo por supuesto.

La voz del otro lado de la conexión, que había saludado con amabilidad y ligereza, hizo una pausa muy breve, casi imperceptible, pero que fue suficiente para que se notara el cambio en el tono.

— ¿Sucedió algo en la empresa?
—No es algo que haya sucedido, sino algo que va a suceder, pero creo que no es correcto hablarlo por teléfono.

Una nueva pausa, esta vez un poco más extensa ¿Estaría analizando la situación, habría supuesto ya que había sido descubierto? Aunque a él mismo le pareció extraño, estaba muy tranquilo en ese momento: se sintió dueño de la situación, como si de alguna manera supiera por anticipado cuál iba a ser la respuesta que escucharía del otro lado de la conexión.

—Tengo una tarde muy ocupada-
— ¿En verdad?
—En este momento estoy almorzando en el restaurant italiano de Plaza las Heras, estaré 20 minutos más aquí.

Estaría hasta las cuatro, y a buena velocidad en auto podía llegar en 10 minutos, tiempo más que suficiente.
Ni siquiera se tomó la molestia de avisar, sólo subió de regreso al auto y emprendió la marcha; poco tiempo después no le costó encontrar la mesa ante la cual estaba sentado Sergio en la terraza: tenía ante el un plato de pasta casi por terminar junto con un vaso de refresco. La expresión de su rostro era seria y determinada, bastante lejos de la continua amabilidad que lo caracterizaba en la empresa; se saludaron con un fuerte apretón de manos, tras lo cual Vicente se sentó en la silla desocupada y se aclaró la garganta.

—No voy a quitarle mucho tiempo. Sólo quiero saber si es que hay una plaza disponible para mí en su nueva empresa.

Aparentemente Sergio ya se esperaba algo como eso, ya que su expresión severa no cambió, ni pareció sorprendido o alterado.

— ¿Cómo fue que te enteraste?

No se lo había dicho a Juan Miguel, pero decidió recurrir a él como culpable del manejo de esa información; al tratarse de un empresario independiente, las posibilidades de que estuviera familiarizado con los sitios de registro y dominio de nuevas empresas era mucho más elevado.

—Un amigo mío es empresario independiente —dijo con total seguridad—, estábamos charlando y me comentaba de uno de sus nuevos emprendimientos cuando me pregunto por qué no le había contado de mi nuevo empleo, y como le dije que no sabía de lo que estaba hablando me mostró el registro de la nueva empresa: su nombre y el de su padre es conocido, así que él pensó que se trataba de la misma persona con la que yo había trabajado durante tantos años. Revisé por mí mismo el registro en línea y comprobé que esta nueva empresa es un proyecto suyo.
—Y quieres trabajar conmigo.
—No veo por qué no, quiero decir, es evidente que usted tiene ideas nuevas y un proyecto ambicioso, así que me dije ¿por qué no? Tal vez en este nuevo proyecto usted puede necesitar a alguien joven, con fuerza y carácter.

Durante un momento pensó que el otro iba a hacer algún tipo de recriminación, un juicio de valor o alguna frase conocida como “piensas traicionar a mi padre” sin embargo mientras su actitud continuaba siendo serena y controlada, su voz  expresó algo que Vicente no esperaba escuchar de inmediato.

—Entonces es eso ¿Y no piensas que puede ser arriesgado dejar de tu trabajo de tanto tiempo por un proyecto que apenas está comenzando?
—Pienso que esa pregunta usted ya se la hizo. Siendo honestos no creo que haya invertido dinero y esfuerzo sin tener la seguridad de que el proyecto va a funcionar; si quiere tener una empresa de este rubro que pueda funcionar de una forma correcta y resultando más eficiente que la que ya existe, necesita tener a la mejor gente con usted. Conozco los métodos de despacho, el comportamiento de los clientes y soy eficiente a la hora de tomar decisiones, si tiene a alguien mejor que yo y con más experiencia sólo dígamelo, hemos tenido una buena relación laboral durante más de 10 años, podemos mantener la cordialidad trabajando en sitios separados o ser colaboradores en una empresa con horizontes muy ambiciosos.

Fue extraño porque no había pensado en nada de lo que dijo durante el viaje, sólo se concentró en conducir bien y seguía tan tranquilo como al momento de llamarlo; todo eso era una situación sorpresiva provocada por él mismo, pero ante la cual se comportaba como si se tratara de un plan previamente trazado.

—Una vez que esta empresa comience a funcionar —dijo el otro hombre sin inflexión en la voz—, ya no habrá vuelta atrás, y esta ciudad no es tan grande en realidad, así que no podrían existir…

Vicente levantó las manos para evitar que siguiera hablando; algo le dijo que era mejor dejar el ciertos temas en silencio. Si Sergio estaba a punto de cortar toda relación con su padre de poco serviría entrar en el asunto como si se tratara de una terapia de familia.

—No es necesario que hablemos de cosas que no tienen que ver con el trabajo —sentenció con tranquilidad—, cuando uno comienza un proyecto el anterior ya está terminado, no hay necesidad de continuar preocupándose por eso, así que qué tal si nos concentramos en esto ¿Necesita mi ayuda?
—Es evidente que eres el mejor en este campo, aunque reconozco que me sorprende un poco tu decisión, no pareces el tipo de hombre que deja la seguridad con mucha facilidad.
—Eso es porque tal vez antes no se había presentado la oportunidad.
—Este lunes a primera hora —dijo Sergio pasando a otro tema—, voy a recibir una serie de contratos de parte de mi abogado; si firmas cualquier documento no habrá vuelta atrás.
—Ya le dije que…
—No estoy hablando de ti sino de las personas que trabajan alrededor tuyo; si dices que esto es sólo un asunto laboral, entonces espero que no haya algún tipo de problema sentimental de por medio.
—Le aseguro que no lo habrá.
—Puedo enviarte esta tarde un borrador de un contrato.
—Eso sería fantástico.

Cuando llegó por segunda vez a la casa se encontró con Benjamín jugando en el patio trasero mientras Iris leía, sentada en la mecedora colgante.

—Hola hijo.
—Hola.

Estaba jugando con unos bloques de plástico que le había regalado 2 años atrás. A diferencia de los que él mismo había tenido cuando niño, éstos tenían imanes por dentro, lo que permitía armar estructuras que desafiaban a la gravedad, aunque el grado de dificultad estaba dado por encontrar en cada pieza el polo positivo y el negativo; fue extraño porque cuando se lo regaló, el pequeño no le prestó la menor atención, hasta que dos años más tarde lo encontró en una de sus cajas y se convirtió en un pasatiempo habitual: cada tanto se ponía a jugar con ellos, y resultaba muy interesante ver el nivel de concentración que utilizaba en ello, ignorando por completo a sus padres incluso.

— ¿Cómo te fue —dijo ella con aire distraído mientras dejaba un momento a un lado el libro—, tenías mucho trabajo pendiente?
—Casi nada —dijo él después de darle un beso en los labios—, habría llegado antes pero me tomé un rato para hacer otra cosa: fui a nadar con Juan Miguel.

Iris hizo un asentimiento mientras esbozaba una sonrisa: siempre le había agradado él.

—Vaya, no sabía que tenías ese plan.
—Yo tampoco, se me ocurrió en el momento. En realidad lo llamé para que nos tomáramos un café y me dijo que lo acompañara a nadar, así que me pareció buena idea. Está yendo al club de nado de Fernanda Moreno.
—Como siempre tiene buen gusto —repuso ella—. Ese club está muy bien cotizado, tengo una amiga que va bastante seguido y dice que es un lujo.
—Deberías ir comentó él de forma liviana—, a lo mejor no soy el más entendido en el asunto, pero me da la sensación de que está muy bien construido, es espacioso y muy moderno. ¿Qué estás leyendo?
—Las llaves de la calle de Ruth Rendell; nada más lo estoy comenzando, pero me encanta la forma en que esta autora describe los escenarios. Es como si yo fuera a dedicarme a la literatura después del trabajo que tengo, y estuviera aplicando mis conocimientos.
—Entonces debes amarla —dijo él.

Se sentía tranquilo y relajado después del nado, y mucho más calmado después de su fugaz reunión con Sergio: quería contarle a Iris pero decidió que lo mejor era esperar hasta que las cosas se concretaran.
Finalmente cuando pasó el fin de semana y la jornada del lunes pudo sentirse más tranquilo y llegar a casa con una nueva buena; no obstante tuvo que esperar hasta que Benjamín estuviera durmiendo y ambos ya se encontraran en el cuarto.

—Amor, hay algo que tengo que decirte —comenzó sin rodeos—, voy a tener un nuevo trabajo en un par de semanas más: comenzaré a trabajar en la nueva empresa de Sergio.

Iris estaba sentada en su lado de la cama y al escuchar estas palabras se quedó muy quieta, mirándolo con una expresión que por momentos fue indescifrable; a lo largo de tan sólo un segundo pudo ver en su rostro sorpresa, curiosidad, extrañeza y un asomo de incredulidad. Por suerte en ningún momento vivo enfado o enojo. No todavía.

—No entiendo.
—Mira, para ser sincero no conozco los detalles porque él no los ha querido comentar, todo lo que sé es que él pretende y de hecho ya tiene casi listo el funcionamiento de una nueva empresa de importación y distribución de suministros para la pequeña y mediana industria, y desde luego necesita a alguien que se encargue de gestionar los despachos y soy el más indicado para eso, así que ya tengo el contrato en mis manos y sólo es cuestión de tiempo para que comencemos a trabajar.

Durante un momento la mirada de Iris se perdió, como si entre lo que estaba escuchando hubiese surgido un tema que distrajera su atención.

— ¿Cuándo fue que ya cerraste este trato con él? No me lo habías dicho.
—No te lo dije porque no sabía que él iba a llamarme —replicó él. Seguía manteniéndose firme en su decisión de no mencionar la forma exacta en la que había accedido a la información, aunque por suerte existían otros datos de los cuales tomarse para que no se notara—. Todo esto fue muy sorpresivo para mí ¿Recuerdas cuando te dije que había descubierto por accidente todo este asunto de la nueva empresa? Pues nada, sólo me quedé esperando a ver qué era lo que sucedía, decidí que no tenía sentido ponerme nervioso por causa de algo que obviamente no podía controlar. El sábado cuando volví de haber ido a nadar con Juan Miguel hablamos por teléfono, tuvimos una reunión muy rápido, por eso fue que vine y salí de inmediato; desde luego él necesita a una persona muy capacitada para comenzar en este negocio y es por eso que…
—Vicente no estoy hablando de eso —replicó ella como si fuera obvio—, cuando me comentaste lo que habías descubierto por accidente en su oficina, me imaginé que existía la posibilidad de que en algún momento él te contactara para tratar de contratarte, lo que no entiendo es por qué, es decir cómo es que firmaste un contrato así, con tanta facilidad.

Aunque a primera vista pudiese parecerlo, no se trataba de una crítica o un reclamo por no haberle dicho acerca de ese asunto; lo que en realidad le estaba diciendo era que no tenía mucho sentido dejar a una empresa en la que llevaba doce años trabajando de un momento a otro. Por suerte estaba preparado para eso y ya tenía claro su argumento.

—En el momento no fue fácil —explicó con calma—, pero el contrato que tengo es exactamente lo que quería, y va a funcionar de forma espléndida.
— ¿Por qué es tan bueno?
—Sergio me ofrece un 50% más del salario que estoy ganando en este momento, con un trabajo que es de lunes a viernes sin excepción y además con un contrato por un año para comenzar; y lo que es lo mejor de todo, una cláusula que me protege ante eventualidades, por lo que incluso si este proyecto fracasa tengo un respaldo legal durante todo ese tiempo ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

La expresión de Iris se había vuelto indeciso indescifrable.

—Sí, que vas a ganar más dinero.
—No amor, no es eso; es decir por supuesto que se trata de un aumento de sueldo, pero lo más importante es que esta es una oportunidad para nosotros.
— ¿A qué te refieres?
—Sólo Piénsalo —dijo él con más entusiasmo—, teniendo un salario un 50% más elevado y asegurado durante un año, para empezar tenemos la posibilidad de hacer cosas que tenemos en mente hace mucho tiempo.
—No estoy muy segura de que sea momento para hacer proyectos cuando acabas de comenzar en un trabajo.
—Este es el momento perfecto para hacerlo —mientras hablaba, el entusiasmo que se generaba en su interior comenzó a aflorar, y comprendió que no se trataba sólo de un asunto laboral; había mucho más en juego—. Escucha, considerando el salario que voy a tener a partir de ahora puedes dejar tu trabajo, piensa lo que sería eso. Podrías poner en práctica ese negocio que has estado pensando hace tanto tiempo, el área de compra y venta de propiedades es definitivamente lo tuyo y desde hace mucho has dicho que te gustaría iniciar un proyecto propio, dedicarte a estas mismas transacciones llevando tu propio negocio trabajando con particulares ¿No has pensado que la llamada de esa mujer puede ser una especie de señal, algo que te diga que ya es el momento de confiar en ti, de no postergar, de aprovechar la oportunidad? Teniendo una entrada de dinero mayor puedes dedicarte a eso sin presiones, y además sabes que significa que si yo dispongo de los fines de semana y las tardes de forma fija puedes atender tus proyectos de forma más confiada, incluso descansar en la medida de que lo necesites.

El rostro de Iris hasta ese momento serio había ido cambiando a una expresión mucho más amable; no alcanzaba a esbozar una sonrisa pero estaba más cerca de hacerlo, lo que significaba que su entusiasmo y honestidad a la hora de explicarle cuáles eran sus motivaciones estaba surtiendo efecto.

— ¿De verdad crees que es el momento indicado para hacer eso?
—Amor, es el momento perfecto; sólo me gustaría que pudieras ver esto de la misma manera en que lo estoy viendo yo. Tenías razón cuando me dijiste que estaba sometido a algún tipo de estrés, y de alguna manera no lo supe ver, pero ahora quiero, es decir necesito que hagamos esto, que hagas esto, siento que esta es la oportunidad de comenzar desde cero, al menos en algunos puntos.

En el fondo quería decirle que de verdad había abandonado esa costumbre de buscar sexo en otra parte como si se tratara de un juego, y que quería que ella también lo hiciera, es decir que volcaran sus intereses sexuales al mismo punto en donde estaban los intereses sentimentales; pero sabía que, al no ser esto posible, tenía que apelar a todo lo demás. Y en verdad quería que eso funcionara, pretendía poner todo de su parte no solo para que el nuevo empleo saliera adelante, sino para que cualquier fisura que en el pasado pudiese haber amenazado su relación, desapareciera para siempre.

—Lo que estás diciendo es muy lindo de tu parte, no sé qué decir.
—Dime que me apoyas; di que te apoyas a ti misma, que vas a darte los ánimos de salir de tu trabajo. Podemos hacer esto, puedo hacerme más cargo que ahora de los asuntos de la casa y de Benjamín, y tú puedes iniciar ese negocio personal con tranquilidad, porque estaremos respaldados; podemos hacerlo juntos, yo quiero que tú lo hagas, necesito que esta familia, y lo que hay entre nosotros, sea mucho más.

Iris no respondió por un momento, pero sonrió; estaba hecho, había sembrado en ella la intriga, el interés por saber si de verdad eso podía hacerse realidad. Se acercó y le dio un beso, el que ella respondió con una suavidad y ternura imposible de creer, como si en ese suave roce de sus labios estuviera agradeciendo la forma desinteresada de comprometerse con ella. Sintió que la abrupta decisión de intervenir en los planes del hijo del dueño de su futuro ex trabajo, era el principio de algo muy importante, y bueno.



Próximo capítulo: Sube

No vayas a casa Capítulo 6: Observa, calla, y hazlo




Que ganaran dos a uno fue por una ingeniosa artimaña de Iris; la película que estaban viendo era de aventuras espaciales, pero desde luego, estaba protagonizada por una chica, bastante común, junto a un apuesto galán moreno y lleno de músculos que ella siempre veía en todas las películas en las que saliera. Era probablemente el único hombre al que ella deseaba más que a su propio esposo, con la diferencia de que a ese jamás lo conocería. Vicente recordaba que cuando recién se conocieron, y el mentado actor era un jovencito del mundo cinematográfico, ella aceptó su invitación al cine con la condición de ver una película sonsa de amor donde él sufría por una chica que se iba de viaje o algo así; ni siquiera lo recordaba, excepto que estuvieron de la mano toda la cinta y que no sucedió nada más. Tantos años después, con el sujeto convertido en una versión adulta y fuerte de sí mismo, las cosas seguían igual, aunque por suerte en esa cinta, al ser de corte fantástico familiar, se aseguraba no tener que verlo desnudo.

—Oh cielos...

Murmuró por lo bajo mientras el argumento de persecusiones obligaba a que el sujeto quedara herido en una costilla, por lo que, en medio del escape, se detenían en un sitio y ella curaba su herida, para lo que desde luego tenía que sacarse la camiseta y quedar en ángulo perfecto para que la luz iluminara sus pectorales; en una ocasión, discutiendo, aunque desde luego en tono de broma, Vicente le dijo a su esposa que no era ninguna gracia que ese tipo tuviera tan buen físico, si se trataba de su trabajo y era parte de las exigencias del mundo del cine. Él no tenía que estar ocho horas ante un escritorio todos los días; pero Iris le contestó, con esa clásica falta de vergüenza que se apodera de las mujeres cuando se trata de los príncipes encantados, que no se trataba de la cantidad de músculos, sino de su encanto y carisma, y de sus ojos y esos labios como para besar. En la noche le diría que estaba lesionado en un costado, a ver si se tomaba la molestia de acercarse al menos. Ahora venía el momento en que, superada la herida, quedaban mirándose fijo, con las miradas vibrantes brillando entre ellos.

— ¡Por Dios, va a llegar el ejército de Faraón y los va a matar!

Benjamín hizo esa exclamación con la más natural exasperación, y que era la misma que se apoderaba de Vicente en esas forzadas escenas; ambos estallaron en risas, y hasta Iris se sonrió. Por suerte, un ruido hizo que los personajes volvieran a la acción y continuara la cinta; Vicente extendió la palma, y la chocó con la de su hijo, mientras ambos tomaban papas snack del cuenco que reposaba en el sofá de la sala.

—Ese es mi hijo, así me gusta.
—Lo sé, lo sé.

La mañana había pasado en calma; ese día se habían dedicado casi de forma exclusiva a comer, de modo que al mediodía estaban haciéndolo más por costumbre de acompañar una película con algo.

¿A quién elegiría Sergio?

Si estaba a punto de poner en marcha una empresa de ese tamaño, resultaba evidente que iba a necesitar a alguien experto en despacho, que fuera capaz de gestionar el paso de los productos, conocer a fondo el funcionamiento y los requerimientos de cada cliente.

Joaquín.

No. ¿O sí? Joaquín estaba en informática y era el experto en eso, pero desde luego que conocía el funcionamiento de la empresa; es más, era él quien lo reemplazaba durante las vacaciones. Joaquín era un hombre inteligente, tal vez no el más apropiado en situaciones de estrés, pero era aplicado y carismático. Sería una buena opción, una que él escogería si estuviera en un caso similar; pero Joaquín se lo diría, hablaría al respecto con él. Eran amigos hace tiempo, y de hecho él era prácticamente su mejor amigo, no tenían secretos ni nada que ocultarse; no, la idea era absurda, si en determinado caso Sergio, o quien fuese, le ofreciera a uno de los dos una jugosa oferta, el primero en saberlo sería el otro, sería tema de conversación en el próximo momento que tuvieran disponible, o se escaparían al café para hablarlo de forma urgente si fuera necesario.
¿Se lo diría él si la situación en la que estuviera pensando fuera otra?
Poco antes se planteaba la posibilidad de ser tentado por una atractiva oferta; Sergio, a todas luces, estaba tramando algo sin hacerlo de la manera más pública, lo que significaba que de seguro intentaría mantener el asunto bajo secreto para evitarse malos ratos ¿Y si le pidiera silencio? ¿Qué pasaría si, legado el momento, hablara con él y le pidiera máxima discreción, para evitar los típicos roces y malos entendidos, acaso él mismo no lo consideraría oportuno y comprensible? Guardar ese secreto ante su mejor amigo era algo improbable, pero por otra parte, si el buen trato era para uno y no para los dos, ¿Afectaría eso la confianza? Tal vez debería decírselo antes en vez de que quedara en secreto, o al menos él lo veía así; pero eso no significaba que su amigo pensara lo mismo, sobre todo siendo un hombre que no estaba acostumbrado a pasar por situaciones de tensión. Sin ir más lejos, ante el suceso de Abel en la oficina, se mostró bastante alterado, cuando en realidad no se trataba de algo que pudiera afectarlo de forma directa; o eso era lo que Vicente pensaba en esos momentos ¿Qué pasaría si un evento como ese, llevado a los mayores sobre los que especulaban antes, causara algún contratiempo en su contratación? Eso explicaría el silencio pero, sea como fuere, no se trataba de algo que fuera a dejar pasar. tenía que saber, tenía que investigar. Aprovechó que detuvieron la película mientras Benjamín iba al baño para tomar el móvil del bolsillo y escribirle un mensaje en el chat directo a su amigo.
«Cómo va tu fin de semana»
«Tranquilo hasta ahora, aunque muero de aburrimiento. Centro comercial.»

La esposa de Joaquín tenía una marcada tendencia a las compras, todas las que él satisfacía sin preguntar; de alguna manera era su forma de entenderse.

«Entretenido»
«Más tarde tendrá que ser entretenido»
«Te debe faltar dinero en ocasiones»

La señal de que estaba escribiendo, pero luego dejaba de hacerlo, para mantener un largo rato sin contestar, detonó la alarma; Joaquín era de palabra fácil con él; aunque por otro lado, podía estar distraído con su queridísima esposa.

«Sé ordenarme, gracias a Dios»
«Te haría falta un nuevo empleo y más dinero»
«¿A quién no? Te dejo, debo cargar unas cajas»

En seguida apareció desconectado; en ese momento, Vicente pensó que en todos esos momentos de charla distendida, Joaquín sabía qué contestar, seguía los chistes incluso si estaba ocupado con su esposa. Pero no en ese momento en particular.

— ¿En qué piensas?
—Hace tiempo que no me junto con Joaquín, estábamos ahblando.
—Ah.

Tenía que averiguar más acerca de lo que estaba pasando pero ¿Cómo? Se le ocurió que existía una forma, bastante poco decente la verdad, pero que sería infalible para descubrir si su amigo estaba o no involucrado en el próximo negocio de Sergio, o se trataba de un simple malentendido.


2


En todos los años que llevaba trabajando en la Tech-live, nunca había usado esa llave,y en realidad resultaba innecesario del todo; el día sábado y domingo la empresa funcionaba hasta la una treinta de la tarde, después de lo cual no quedaba nadie en el interior, sólo activado el sistema de alarma, del cual él poseía la clave. Después del almuerzo en familia, se excusó para salir por un breve periodo, y contando en su favor con que ya había tenido que hacerlo antes por motivos de trabajo, no tuvo mayores dificultades; para cuando llegó al frontis de la empresa, efectivamente no había nadie, de modo que pudo echar mano del manojo de llaves que traía consigo y entrar por la puerta principal. Un instante después apagó la alarma con la contraseña, y encendió el panel central de luces en el techo, con lo que se iluminó el pasillo central. La Tech-live era un edificio de dos pisos, rectangular, con la cara principal orientada hacia el oriente, detrás de una pequeña plaza privada de estacionamiento; tenía una placa con el nombre, en metal gris opaco, a la izquierda de la puerta de entrada, y lo único llamativo en el frontis era la ventana puerta que estaba a un costado de la entrada, en donde lucía un gráfico con el nombre y símbolo de la empresa, una escalera que llevaba a un depósito de herramientas, símbolo abstracto en general pero que tenía más carácter que muchos de los más actuales, que perdían concepto por ser demasiado innovadores. Tras la ventana estaba el panel de luces, de modo que desde el exterior no podía ver hacia adentro y viceversa, pero quedaba una hendija en la parte superior, casi tocando el techo, la que filtraba algo de luz en las tardes. Inmediatamente después se encontraba el mesón de recepción, a la derecha el baño para visitas, a la izquierda la sala de artículos de aseo, y seguía un pasillo largo y amplio, con oficinas a ambos lados, las que eran todas iguales excepto por la de Sergio y su padre, al principio del pasillo, ambas del lado izquierdo. Después estaba la oficina de Joaquín, contabilidad, ventas, y la suya de despacho, tras lo cual el lugar se ampliaba y se tenía acceso a los dos salones bodega; buscó entre el manojo, y encontró la llave de la oficina de Sergio, pero se sorprendió encontrando la puerta abierta. En realidad no había mayor necesidad de que estuviera resguardada teniendo sistema interno de alarmas, y por otra parte, el dinero y documentos de valor estaban en contabilidad; entró en el silencio del lugar y encendió la luz, temiendo de forma absurda que eso pudiera llamara la atención de alguien, y se quedó un momento quieto, a dos pasos de la puerta, pensando.
"Aún puedo salir de aquí y olvidarme de esta locura."
Pero no se fue. Se dijo que, ahora que por decisión definitiva había eliminado a las aventuras sexuales de su vida, estaba en riesgo de tener demasiado espacio mental para estar realizando elucubraciones absurdas, que lo mejor sería concentrarse en su familia y de paso, fomentar un poco más la vida social, o las amistades.
Pero era una amistad lo que lo había llevado hasta ese sitio.
Decidió que, aunque desde luego nadie iba a entrar o descubrirlo en la situación en la que estaba, no era necesario quedarse de forma indefinida, así que optó por hacer lo que tenía en mente, sin dar pie atrás. Encendió el ordenador de Sergio, sin contemplar si tenía o no una contraseña, y esperó con paciencia hasta que apareció el protector de pantalla de inicio, donde desde luego se pedía una contraseña de usuario; no se le ocurría cuál podía ser, pero al echar un vistazo a las cosas sobre el escritorio, encontró una nota adhesiva en la base de la pantalla, con un número escrito en él ¿Sería tan sencillo? Lo probó ingresando el código en el teclado, y para su sorpresa, funcionó. Esperaba abrir el navegador y poder extraer del historial alguna información útil, pero para su nueva sorpresa, se encontró con que las últimas páginas utilizadas cargaban de forma automática, sin necesidad de explorar nada.
Perfecto.
O no tanto, debía tener cuidado de dejar las páginas en el mismo orden en que habían sido usadas ¿Quién se supone que era, un espía? Decidió seguir ese razonamiento de todos modos, y en una primera instancia pasar de una página a otra; a Sergio le gustaba mirar mujeres de senos grandes en lencería, y por lo visto era una afición habitual en él. Fuera de eso, estaba su perfil de usuario activado en redes sociales, por lo que las conversaciones también podían verse; en una ventana secundaria ingresó a la sección Mensajes, y comenzó a navegar por los distintos usuarios: cinco días atrás, podía ver la conversación con Joaquín. Ya no había vuelta atrás.

«Ya estamos en las etapas finales. Recuerda que te pido discresión, es fundamental para iniciar el proyecto»
«No se preocupe, esto está guardado bajo siete llaves»

Eso no le decía mucho, excepto alimentar aún más sus sospechas. Retrocedió en la conversación, ayudado por la referencia de la inscripción de la nueva sociedad comercial cuatro meses atrás. Y entonces lo encontró. Sacó un par de fotos con el móvil, verificó que quedaran guardadas en la galería, cerró la ventana extra en el navegador y apagó todo.


3


Si bien Joaquín no era su único amigo, sí era con el que más hablaba, debido a que trabajaban en el mismo sitio; decidió llamar a Juan Miguel, quien como de costumbre contestó el teléfono al primer tono. Su voz era fuerte, transmitía carácter y como siempre, hablaba a toda velocidad.

—Vicente, estaba pensando en llamarte el fin de semana pasado para que me acompañaras a un evento pero me llamó Macarena, la chica de la que te hablé, es increíble, está en un curso de pilates y no sabes lo bien que le ha hecho físicamente.

Juan Miguel tenía una capacidad impresionante para continuar las conversaciones como si nunca se hubieran interrumpido, aun si se trataba de una que estuviera separada por más de dos meses como en su caso; de alguna manera no entendía que la persona con la que hablaba no recordara exactamente de qué se trataba lo que decía. Vicente sabía que si no lo interrumpía, podía seguir hablando todo el día.

—Sí, no te preocupes, sabes que no soy rencoroso; ¿estás ocupado ahora mismo?
—Estoy saliendo de la instalación de la muestra de arte en el boulevard del centro comercial Plaza, empezamos mañana y todos están vueltos locos, lo bueno es que la organización desde luego es perfecta. Ahora voy a nada un rato ¿Por qué no me acompañas?
—Me parece buena idea —replicó Vicente para evitar que el otro siguiera hablando, aunque en realidad no tenía mucha convicción sobre la actividad física en esos momentos— ¿Dónde es que nadas?
—Ahora me cambié, estoy en el club de natación de Fernanda Moreno, es amiga de mi hermana y sabes que eso trae muchos beneficios ¿Estás en auto cierto? Sólo tienes que ir hacia el sector de Los castrenses, entras por el costado derecho, yo estaré llegando en diez.

El sector Los castrenses era conocido en el último tiempo por haberse convertido en el nuevo lugar favorito de las nuevas estrellas de la televisión; a poca distancia del antiguo centro comercial Miranda, se trataba de varias manzanas reconstruidas desde el suelo hasta el techo, donde el "borde exterior" eran tiendas más conocidas y un hotel boutique, y conforme se internaba por las calles, había tiendas más exclusivas, gimnasios, pistas de baile, restaurantes caros y otras cosas. El diseño de las calles hacía que todas ellas confluyeran hacia una plaza céntrica, decorada con una gran escultura de hierro hecha por la hija de un militar muerto en un heroico acto muchos años atrás, de ahí el nombre de la plaza y de todo el lugar; lejos del heroismo, se trataba ahora de un centro algo frecuentado por periodistas de farándula, pero en general bastante tranquilo. Vicente encontró el club al mismo tiempo que la motocicleta azul de Juan Miguel se estacionaba a dos lugares del que él había escogido; como era de esperarse en él, descendió rápido, hizo un barrido visual y lo ubicó, caminando hacia él con paso decidido. Era un hombre alto, que se acercaba al 1.90 de estatura, musculoso gracias al ejercicio, y vestía siempre de colores muy llamativos: en ese momento usaba una sudadera fucsia con pantalones deportivos blancos y zapatillas, más el bolso al hombro de color rojo; incluso con esa fiesta de colores encima no se veía mal, quizás debido a su actitud o a que era de piel morena y eso disminuía el efecto sobre su figura. Vicente extendió la mano para saludarlo, pero el otro se acercó y le dio un efusivo abrazo; había olvidado que Juan Miguel era también muy efusivo en su trato con las personas.

—Qué gusto verte amigo, hace tiempo que no nos veíamos.
—También es un gusto —imposibilitado de soltarse, le dio unas palmadas en la espalda—.
—Me encanta verte, hay que juntarse más seguido; vamos, todavía no son las tres, tendremos el agua sólo para nosotros.

Sin decir más entró en el club, que pese al sitio en donde estaba, tenía una entrada muy sencilla, con puertas cristaleras anchas que daban a una recepción minimalista en colores verdes y tierra. El muchacho en el mesón de recepción sonrió al verlos.

—Buenas tardes, bienvenido. Buenas tardes Juan Miguel.
—Hola, mira, vengo con mi amigo, este es Vicente, ¿podrías darme una llave para él? Creo que sólo viene por el momento aunque tal vez se entusiasme y termine inscrito, ya sabes que uno viene una vez y queda encantado con los servicios.

Al parecer el muchacho estaba bien entrenado, ya que asintió con naturalidad, y tomó una llave de un panel a su espalda; tras despedirse y caminar por un pasillo muy iluminado, llegaron a la zona de camarines, en donde Juan Miguel tenía un casillero con su nombre. Vicente encontró el suyo a poca distancia mientras el otro se sentaba y abría el bolso.

— ¿Cómo va todo? Iris debe estar maravillosa como siempre ¿Sabes que la vi hace un par de semanas? Fue en el evento de lanzamiento del edificio Don Eleodoro, yo estaba muy cerca preparando la instalación para el lanzamiento del disco, se veía guapa como siempre ¿Benjamín tiene siete verdad? Está en esa edad en que adoras a los chicos, pero de momento no sé si quiero involucrarme tanto.

Mientras hablaba sacó un bañador del bolso y se lo arrojó: verde oscuro, eso era casi negro en su paleta de colores, pero le venía bien y era bueno que reaccionara a prestarle algo antes de pasar por el embarazoso momento. Comenzaron a cambiarse al tiempo que el musculoso no dejaba de hablar, aunque en realidad mencionaba hechos concretos; Vicente sintió algo de pudor por no recordar de inmediato la inauguración del mencionado edificio, siendo un evento importante para Iris ya que el arquitecto había sido maestro suyo.

— ¿hace cuánto que no nadas?
—No lo recuerdo.
—Por eso es que hay que hacerlo muy seguido.

Se volteó hacia Vicente, con una de sus típicas miradas de diagnóstico; era de los pocos aficionados al deporte que no estaban todo el tiempo criticando al resto por no estar en la misma condición que él. Junto a él, Vicente parecía escuálido, y tuvo una involuntaria sensación de enderezar la postura física mientras el otro se veía muy parecido a los luchadores de la ficción televisiva, bronceado y con los músculos grandes y marcados; lo que resultaba más chocante es que tenía la misma edad que él, pero se veía de treinta años a lo sumo, luciendo incluso más joven que él, que por costumbre cuidaba estar en forma y en el peso correcto.

—Has estado trotando —dijo como una apreciación clínica—, hace un tiempo fuiste a la maratón de la ciudad, ese esfuerzo es lo que me gusta.
—Por favor, terminé medio muerto —replicó Vicente guardando su ropa en el casillero—, no es como para sentirse orgulloso.
—Por supuesto que lo es, tú lo hiciste y es eso lo que importa; por todas partes hay deportistas entrenados que se retiran, yo lo veo todo el tiempo. Pero tú no eres un deportista de profesión, fuiste a un evento y no te quedaste solo para la fotografía, me gusta esa fuerza, vamos al agua ¿no habías estado tenso últimamente? Te noto poco relajado.

La idea de hablar del tema que acababa de descubrir le parecía en esos momentos un poco fuera de lugar, de  modo que optó por salir de ahí de momento.

—Más bien es difícil asumir mis treinta y siete mientras tú todavía pareces un chiquillo.

Ambos rieron mientras llegaban a la piscina, que como Juan Miguel anunció, estaba vacía. Se trataba de una piscina de competición de cincuenta metros, con ocho carriles y una iluminación perfecta; la temperatura dentro del recinto también era ideal, y sólo de entrada ya invitaba a relajarse.

—Pensé que sería una piscina recreativa.
—Está preparada para competición pero por lo general está dispuesta para recreación —explicó el otro mientras se estiraba—, pasa que mañana van a hacer una competencia y cuando eso pasa, disponen las corcheras la jornada anterior; deberíamos hacer una carrera al menos.

Al levantar la pierna izquierda, para llevar la rodilla al pecho, sintió un leve pinchazo; no tenía ninguna lesión, a menos que se hubiera golpeado con algo al levantarse dormido de la cama la noche pasada. No tenía importancia.

—Quieres humillarme.
—No digas tonterías. Vamos, no te demores.

Se arrojó en un clavado simple de frente, mientras Vicente optaba por sentarse y luego sumergirse; la sensación del cuerpo flotando fue exquisita, agregado a eso la temperatura, que permitía sentirse a gusto de inmediato. Hizo un poco de movimiento para acostumbrarse, al tiempo que el otro hombre salía de un breve buceo.

—Tengo que aprovechar de relajarme hoy porque la próxima semana estaré como un loco entre dos eventos: tengo la presentación de un libro y la organización de una fiesta de adolescentes de la alta sociedad.

Juan Miguel era productor de eventos y trabajaba en terreno en cada una de sus producciones; con el nivel de energía que tenía, no era de extrañar que su opinión fuera que el trabajo solamente prospera a buen ver del dueño.

—Esas fiestas son cada vez más comunes.
—Y la forma en que gastan dinero; en una, que era la inocente celebración de título de unas chicas, llevaron hasta strippers, yo vi entrar a cuatro pero uno se perdió en alguna parte. También el gasto en alcohol es increíble, nadie creería que pueden llegar a tomar tanto, nosotros a su edad éramos unos ángeles la verdad; supongo que escuchaste del nacimiento de la hija de la modelo, pues resulta que tengo agendada la fiesta del bautizo dentro de un par de semanas ¿Acaso crees que un bebé de un mes va a notar la diferencia entre flores de color blanco puro y blanco seda? Pues no, pero la madre sí y al parecer todos sus invitados, es increíble. Vamos.

Se posicionaron en el punto de partida, Juan Miguel dio el vamos con un potente grito, y ambos comenzaron la carrera; durante un par de minutos, mientras braceaba con ímpetu y medía la fuerza para mantener un ritmo constante, no cansarse en extremo al principio y tener energías hasta el final, Vicente se olvidó de todo, vació su mente y solo se concentró en lo que estaba haciendo, en impulsarse en el nado y llegar lo más lejos. Era imposible que le ganara a su amigo, pero al menos no iba a quedarse por el intento, y mucho menos darse por vencido. A intervalos regulares surgía a tomar aire, sintiendo el peso y el movimiento del agua a su alrededor; se movía con gracia, usando la fuerza de sus largas extremidades para pasar entre la masa transparente, usando ese peso como un resorte. Por un momento, dando un breve vistazo a lo que tenía por delante, le pareció que la vista estaba demasiado lejos, pero no se rindió, y siguió aguantando y soltando la respiración, adelantando los brazos, manteniendo firmes los músculos y procurando que el movimiento fuera constante; no te rindas, puedes hacer esto. Llegando al otro lado, giró el cuerpo, y se impulsó con todas sus fuerzas en la pared de la construcción, dejando por una milésima de segundo que su cuerpo descansara, y en seguida regresando a la acción, sin pensar en nada más.
Llegando al extremo en el que habían empezado, Vicente comprobó con cierto orgullo que, pese a haber perdido, lo cual se esperaba, la diferencia no había sido humillante: Juan Miguel le había sacado medio cuerpo.

—Muy bien, me tuviste contra las cuerdas.

No respondió por unos momentos; estaba muy cansado, más de lo que se esperaba ¿De verdad se había esforzado tanto? Es cierto que tenía un marcado sentido de la competencia, pero en una acción relativamente breve, la descarga de adrenalina era más fuerte que en otras situaciones, y se sentía muy bien. Sí, tal vez le haría bien volver a nadar más seguido.

—Hice mi mejor esfuerzo.
—Así veo.

Se apoyaron en la tirante cuerda de corcheros que separaban cada carril de competición, flotando con tranquilidad después de la carrera.

—Al parecer me va a gustar nadar más seguido, es como si hubiera olvidado lo bien que se siente.
—Te lo dije, por eso es que cuando me llamaste, me dije que tenías que venir; además, como tienen toda la idea de ser un club exclusivo y eso, se esfuerzan por mantener buenas condiciones en todo sentido, es amplio y se pasa muy bien; también hay un solárium, no en camilla sino que es una sala, es espectacular para tomar algo de sol sin tener que estar metido dentro de una sandwichera; no me has contado cómo va lo de tu trabajo.

Juan Miguel resultaba agotador, ya que pasaba de un tema a otro y volvía a ellos con una rapidez fascinante, y jamás olvidaba nada; lo mejor era enfrentar el tema, al fin que para eso había tomado la decisión.

—No estoy muy seguro de cómo va el trabajo ahora mismo.
—Eso quiere decir que pasó algo, porque tu trabajo siempre es la niña de tus ojos; incluso en una ocasión dijiste que no tenías pensado salir de ahí a menos que fuera con los pies por delante.
—Sí, lo que ocurre es que —decidió no darle más vueltas al asunto—, se trata de algo que acaba de pasar; supe, de manera no oficial, que Sergio está haciendo todo lo necesario para comenzar una nueva sociedad comercial del mismo giro que su padre; asumo que hay algún conflicto familiar de por medio, pero lo que principalmente me está molestando es que descubrí que un amigo está en el medio de todo esto, y no me lo dijo.
— ¿Qué amigo?
—Joaquín.
—El de informática, al que lo manda la esposa —recordó el otro a la velocidad del rayo—, sé de quién me hablas, lo que no entiendo es por qué te molesta.

Nada de preguntarle detalles de cómo supo, ni a qué se refería con esa forma "no oficial" sino que directo al grano, al centro del asunto.

—Me molesta porque es mi amigo, se supone que debería confiar en mí.
—No estoy tan seguro de que sea tu amigo, o que estemos hablando de lo mismo —replicó el otro sin inflexión en la voz. No se estaba comprometiendo, sino dando una opinión acerca de algo según su punto de vista—, yo hablo de amistad de verdad.
—Juan Miguel, conozco a Joaquín desde hace once años, estuvo en el bautizo de Benjamín, tenemos confianza en todo...
—Es el que te encubre para que vayas a acostarte con otras mujeres sin que Iris lo descubra —lo cortó el otro con una sonrisa que iba entre lo condescendiente y lo crítico—, tu alcahuete, no me estás hablando de amistad; yo soy tu amigo, conmigo fuiste a pescar a Los tronos cuando nos perdimos, yo lloré contigo cuando me dejó Camila, estuve en tu casa cuando ganaste ese bono hace dos años; te estoy hablando de amistad, no de cotidianidad. Entiendo que se lleven bien, se nota que tienen confianza porque no te encubriría si no fuera así: es tu amigo del trabajo pero ¿Es tu amigo fuera del trabajo? No estoy diciendo que él tenga algún tipo de culpa si supo algo y no te lo dijo, es que no le corresponde, no tiene por qué.

Mientras Juan Miguel hablaba, Vicente recordaba una a una las escenas que le mencionaba, contrastándolas con los momentos que compartía con Joaquín. Hablaban todos los días en el trabajo, se entendían bien, tenían buen humor  juntos, y claro, estaba eso de que lo encubría. Pero él no figuraba en su vida fuera del trabajo; estaba más presente que Juan Miguel, o que Fernando, pero eso en realidad sólo era una especie de distractor de lo que significaba en el fondo. Las palabras de Juan Miguel eran claras y desprovistas de intención, pero tenía razón en lo que decía; existían distintos niveles de amistad, y el hecho de haber juzgado mal a una de ellas significaba que su malestar no era justificado, o al menos no del todo.

— ¿Y entonces qué fue lo que pasó?
—Joaquín fue contactado por Sergio, él le ha propuesto que sea el encargado de la zona de despacho de productos en su nueva empresa, lo sé.

Se interrumpió sólo un segundo; sintió algo parecido al pudor por decirle a Juan Miguel que había entrado a hurtadillas a la oficina de su jefe, pero decidió continuar siendo sincero al cien porciento.

—Entré a la oficina de Sergio, y estuve husmeando en su ordenador, por eso es que tengo información tan concreta.

Juan Miguel no demostró el más mínimo signo de censura en su rostro; de igual modo, su tono de voz fue sincero y transparente como siempre.

—Eso te sirvió para estar preparado; lo que quiero saber es cuál es el conflicto que tienes. Está bien, él no te dijo sobre este asunto pero, tú tienes tu trabajo, siempre me has dicho que no quieres moverte de ahí ¿O temes que se vaya de la lengua con tus secretitos?
—No tendría pruebas si quisiera hacerlo —replicó pensativo—, pero...es que tengo una sensación, mira, lo que ocurre es que no pueden haber dos empresas de este rubro en la misma ciudad, significa que una de las dos va a morir.
—Y estás pensando que él se queda con el mejor negocio porque el hijo vendrá con ideas nueves, y —comentó comenzando a moverse— se quedará con la mejor parte, mientras que tu trabajo estable quedará en riesgo, o podrías hasta perderlo.

Eso era en resumen lo que le preocupaba; el acertado comentario de su amigo lo hizo pensar en que, en efecto, lo que más lo atemorizaba era la pérdida de seguridad, de enfrentarse a algo que no conocía, o poner en riesgo la estabilidad que se mantenía hace tantos años. Siguieron nadando a lo largo del corredor, aunque ahora sólo desplazándose para poder mantener el hilo de la conversación.

—No sé muy bien si me molesta ese riesgo, o que no me hayan considerado a mí, supongo que también hay algo de amor propio herido en esto.
—Siempre lo hay —dijo Juan Miguel—, pero si mal no recuerdo Joaquín te ha reemplazado, lo que significa que sabe desde hace tiempo cuál es tu trabajo y por lo tanto puede hacerlo ¿Quieres seguir en tu trabajo o jugar tus cartas en el nuevo?
—No entiendo.
—Vamos —dijo el otro con una sonrisa—, esto también es parte del asunto; llevas más de una década trabajando en el mismo sitio y de la misma forma, admito que no es lo mío pero lo entiendo, hay algo en la seguridad que te hace sentir bien, y ahora aparece este proyecto que no conocías y te quedas pensando en que si será o  no buena idea, y ya que tu trabajo de todas maneras está en riesgo por lo mismo que me acabas de comentar, tal vez quieres, no lo sé, simplemente probar o piensas que él  no te dijo nada porque la oferta es muy buena para rechazarla y te gustaría ser tú quién la recibiera ¿qué tendría de malo?
—Está bien, admito que me gustaría conocer esa oferta, además que una nueva oportunidad me serviría para muchas cosas.
—Un proyecto familiar —intervino como si adivinara sus pensamientos—, como cuando me dijiste que te gustaría tener una segunda vivienda para poder arrendarla y usar ese dinero para el futuro de Benjamín o para un fondo de diversos usos, es una idea buena ¿No te lo he dicho verdad? Cuando firmé el contrato por la instalación y la puesta en marcha del canal de arte, eso no estaba en mis planes y tenía el dinero bien invertido, de modo que guardé esa suma y compré un automóvil, un taxi para uso privado: toda la ganancia del uso de ese vehículo va a un fondo especial, hago como si no existiera, y pretendo usarlo en algo a futuro, aunque todavía no sé qué; aunque es buena idea, quizás si compro un departamento, sabes que el negocio de las propiedades nunca pasa de moda.

No, Iris era la muestra viviente de ello; sin embargo, no estaba alejado de la realidad, puesto que ella misma en determinado momento había dicho que no podía estar en el negocio de la venta directa para siempre, y existía un nicho poco explotado en el país, que se refería al manejo profesional de propiedades unitarias. Sí, existían muchos corredores de propiedades, de edificios y lotes gigantes, así como administradores, pero quien poseía una o dos viviendas no tenía más opción que dejarla en manos de una gran empresa que sacaba una tajada proporcional igual que en lotes más grandes, o hacerse cargo en persona, con todo el cansancio y tiempo que ello implicaba utilizar.

“Vicente”

Miró de forma repentina hacia atrás.

— ¿Qué pasa hombre?

No había nadie más que ellos dos en la piscina; estaban a un par de braceadas del mismo punto en donde habían partido la competencia, unos minutos atrás. El agua se mecía con suavidad, entregando movimientos ondulantes que reflejaban la abundante luz que provenía del techo.

—Nada, es que…

“Vicente…no vayas a casa”




Próximo capítulo: No es lo que crees