Broken spark Capítulo12: Sincronía





Airazor, Tigreton y Silverbolt terminaron su viaje cuando ya estaba bastante entrada la noche y la luna resplandecía en el cielo, haciendo olvidar los estragos que la tormenta de energía causó en el lugar algunas horas antes; el sitio acordado para el descenso fue un claro al interior de un bosque muy tupido, en un punto intermedio entre la zona nevada vigilada por Tigreton y el territorio de Airazor.

—Este lugar es muy hermoso.
—Es un ejemplo de cómo la vida sigue y suma día a día —explicó Tigreton—, y es lo que tenemos que preservar.

En ese momento la aguda visión de Airazor detectó algo a cierta distancia.

—Blackaracnia ha llegado, y al parecer no viene sola.

Silverbolt volteó en la dirección que indicaba Airazor, pero no vio nada; creyendo por un momento que podría tratarse de un error, miró al águila, pero ella mantenía su serena mirada en la misma dirección ¿Acaso podía ver algo que él no? Después de un largo rato, el follaje en los árboles se removió, pero aún no podía ver nada; la voz, suave y sigilosa, era distinta a lo que se esperaba de ella pero ¿qué era lo que esperaba?

— ¿Es seguro, madre, padre?
—No temas hija —dijo Tigreton con tranquilidad—. Estás en confianza.

Por primera vez la araña se dejó ver entre las ramas, desplazándose como si flotara o no necesitara utilizar sus múltiples extremidades para hacerlo. Después de permanecer unos instantes quieta, mirando a los que la enfrentaban, se convirtió a robot, revelando su figura sugerente y de movimientos sinuosos, y la mirada aguda que se dirigió de forma directa a él.

—Parece que hay noticias.
—Así es, y es u gran momento —comentó Airazor—. Queremos que conozcas a Silverbolt, acaba de unirse a nosotros.

Ambos se miraron en silencio, estudiándose con detención, Blackarachnia observando con curiosa atención, Silverbolt cautivado por la extraña y a la vez innegable belleza de la fémina; después de unos instantes de silencio, él también se convirtió a robot y se inclinó, poniendo una rodilla en tierra, sin dejar de mirarla directo a los ojos.

—Eres como una aparición frente a mi, Blackarachnia, estoy encantado.

Ella desvió la mirada hacia los otros dos, un poco divertida por la ceremoniosidad con la que se expresaba Silverbolt.

—Es un gusto supongo.
—Tigreton dijo que eras única en tu especie y tuvo razón; resultas apabullante a la vista.

Ella no respondió, algo confundida por la forma de hablar de él; cambió de tema de inmediato.

—He encontrado a un nuevo hermano para nosotros.
—Eso es maravilloso —comentó Airazor—. Precisamente estábamos hablando de la necesidad de encontrar a los otros que están perdidos en este planeta.
—Lo he traído.

Blackarachnia guió al resto del grupo entre los matorrales y árboles contiguos al terreno en donde se encontraron: una vaina stasis figuraba colgada de la tela de araña, lo que demostraba que ella la había arrastrado hasta ese sitio.

— ¿Sabes si escaneó algo?
—No desde que la encontré —repuso ella—, no ha hecho nada en absoluto, así que pensé que lo mejor era que ustedes decidieran qué hacer.

Tigreton y Airazor se acercaron a la vaina y la descolgaron con lentitud, sin mencionar que ninguno de los dos sabía con exactitud la forma en que funcionaban las vainas; sabían que debían realizar un análisis del terreno en busca de una forma con la que realizar la modificación corporal y, a través de ello, adquirir un modo alterno. Por suerte, al momento de dejarla sobre el suelo, la vaina mostró una reacción, y el escáner analizó el terreno; después de unos momentos la tapa de la vaina se abrió y emergió de ella una forma nueva.


2


Rhinox estaba confundido acerca de las señales que identificaba a su alrededor, ahora que la tormenta había terminado; llevaba bastante tiempo en el mismo sitio, identificando ruinas y escombros, sin poder avanzar pero al mismo tiempo detectando unos niveles que no conseguía establecer con claridad.
Cuando sus sensores auditivos descubrieron un murmullo, se puso en alerta.
Cerca de él había algo, o alguien, que emitía un lastimero sonido ¿De qué podría tratarse? No era un animal de la zona ¿o tal vez uno herido? Le parecía extraño, ya que en uno de sus primeros estudios había concluido que las formas de vida tenían un avanzado sentido de la supervivencia, y ante desastres naturales tendían a esconderse en sitios seguros, por lo que estar en descampado ante una tormenta de semejantes dimensiones, y que se extendió por bastante tiempo, no era esperable que estuvieran en el exterior, y la tormenta terminó de forma abrupta, sin consecuencias.

— ¿Quién está ahí?

Por un momento se sintió angustiado: se trataba de uno de ellos; no lo supo por los informes de los sensores, simplemente lo supo, y algo en su interior le dijo que así era. La pregunta crucial que surgió en su mente, y que hacía lucir de verdad estúpida su acción de hablar en voz alta era ¿Maximal o Predacon? No lograba determinar el punto exacto de dónde venía la débil señal y el murmullo, y estando ciego, no tenía las mejores opciones de descubrir mucho más. De pronto una mano lo sujetó de una pierna.

—Ahh...ahh...

Algo extraño en la voz: no la reconocía, ni de sus aliados ni de los enemigos. Eso podía significar que fuese uno de los robots despertados desde las vainas stasis, y por ende un peligro potencial que desconocía por completo.

— ¿Estás bien?

No se movió, y en cambio, se inclinó para poder alcanzar la mano; con lentitud descubrió que el cuerpo estaba sepultado bajo una pila de escombros. Comenzó a removerlos siguiendo el contorno del brazo, y al cabo de unos momentos la figura cobró un poco más de libertad y empezó a sacudirse, lo que facilitó que entre ambos pudieran liberarse.

—En el nombre de los Primes ¿Qué te sucedió Rhinox?

El aludido se puso de pie, confundido.

— ¿Quién eres?

Optimus observó con detenimiento a su amigo; tenía una serie de heridas menores en el cuerpo, pero lo que resultaba de verdad preocupante era la lesión en el rostro; entonces supuso que, durante la tormenta generada por la demencial acción de Megatron, el científico hubiese sido tocado por un rayo que quemó sus ópticos.

—Lo lamento amigo mío, no lo noté a primera instancia.
— ¿Optimus?
—Sí viejo amigo, soy yo.
— ¿Qué te sucedió?

Se refería a la voz. Optimus miró sus manos, comprendiendo a primera vista cuál era la diferencia fundamental; en el instante de la tormenta, luego de la caída de Cheetah, fue alcanzado de lleno por un rayo, después de lo cual perdió el conocimiento, llegando a creer que iba a morir por causa de la descarga. Ahora podía ver en sí mismo, y detectarlo a través de los sistemas internos, que no sólo estaba vivo, también había cambiado: su coraza se había vuelto transmetálica, incorporando la tecnología cybertroniana de origen tanto al modo robot como al alterno. Su sistema indicaba también que los niveles de rango, fuerza, precisón y potencia de tiro eran mayores que antes, lo que significaba una inesperada, pero oportuna evolución.

—Fui cambiado por la energía del disco.
— ¿A qué te refieres?
— ¿Dónde estuviste después del ataque? —repuso el líder, pero de inmediato reformuló—. Lo siento viejo amigo, nunca quise...
—No es necesario que lo expliques —lo interrumpió Rhinox—. Entendí lo que pasó en ese mismo instante, cuando Dinobot los contagió con el veneno; pero al mismo tiempo supe que intentaste resistir lo más posible y evitar hacernos daño.

Claro que lo había intentado, pero era demasiado tarde para algunos.

—Lo intenté, pero fallé, y ahora todo es peor.
—Dime qué sucedió exactamente.

Sucedió un silencio, que el científico pudo identificar con toda claridad. Lo lamentó en su interior, pero en realidad las cosas habían llegado muy lejos como para quedarse así.

—Escucha Optimus, puede que esté ciego, pero no he perdido el resto de mis facultades. Sé que esa tormenta no es de origen natural, y puedo deducir que las cosas van de mal en peor. Soy tu amigo y seguidor, no me dejes en las sombras.

Optimus sintió un profundo respeto por Rhinox, y decidió actuar de acuerdo con eso. Ya sabía lo que estaba sucediendo en otro sitio.

—Megatron encontró un segundo disco dorado en las profundidades de una cueva bajo el territorio en donde estaba su nave,y lo utilizó para convertirse en un gigante de energía: eso es lo que provocó la tormenta. Rattrap abandonó la batalla y perdió las ganas de vivir, y Cheetah...fue afectado por la onda energética y realizó el máximo acto de heroismo, sacrificándose para detener a Megatron. Pero murió en el intento. No queda nadie más Rhinox, y ahora mismo es muy posible que Megatron siga con vida, teniendo en su poder alguno de los dos discos, habiendo evolucionado a lo transmetálico, o incluso ambos, con lo que la amenaza que representa es de un nivel incalculable. He fracasado como líder de este grupo.

Rhinox preveía la muerte de Cheetah, pero saber que ya era una realidad no disminuía la tristeza por ello. Sin embargo, las opciones seguían siendo las mismas.

—No has fracasado Optimus, has estado enfrentado a situaciones que superan los recursos que tienes; cualquier otro habría sido derrotado, pero tú sigues aquí.
—Resulta difícil enfrentar lo que ha sucedido, y las responsabilidades que me corresponden; inclusive tu estado es culpa mía, te empujé a eso y es mi fracaso.
—No, no lo es —insistió Rhinox—. Mientras estemos aquí y podamos continuar, no has fracasado.

Una voz interrumpió a ambos. Destilaba fuerza y seguridad.

—Lo que dice es cierto, Optimus. No has fracasado, y tampoco estás solo.


3


Megatron surgió de entre los escombros, y se encontró cerca de un lago; caminando con lentitud, aún reponiéndose de la experiencia vivida poco antes. Después de experimentar todo ese poder, la sensación de pérdida era desconcertante, pero al mismo tiempo sentía que las cosas no habían regresado al punto de origen ¿Qué era lo que cambiaba? Mirando alrededor comprobó los resultados del despliegue de energía: escombros, zonas humeantes, y nada de actividad alrededor; a todas luces estaba a bastante distancia del sitio en donde había emergido y luchado con esa forma de energía maximal, pero lo que de verdad parecía preocupante era que ya no tenía consigo el disco dorado, y no había la más mínima seña del segundo disco, el que permitió que
adquiriera aquel poder.
Sin embargo, a pesar de la derrota, se encontraba en buenas condiciones, y se sentía extraño, distinto ¿De qué podría tratarse? Al acercarse al lago vio su reflejo en la superficie del agua, y entendió qué era lo que afectaba a su cuerpo, y que lo hacía sentir diferente.

—Una coraza transmetálica —dijo apreciando su nueva apariencia, refulgente aun entre la oscuridad de la incipiente noche—. Entonces, no he perdido la guerra, he iniciado una nueva etapa. Con este poder, mis objetivos están más cerca que antes.

La risa de Megatron se escuchó en el vacío de la noche, y a cierta distancia, alguien lo escuchó y supo que no era el único cuyo cuerpo había cambiado.



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La última herida Capítulo 27: La segunda mujer - Capítulo 28: Historial médico



Estaba comenzando la tarde cuando Cristian y Matilde llegaron a una zona al sur habitado de la ciudad en el auto de la doctora Miranda. De camino habían conseguido ropa de cambio para ella y de civil para él, porque según las palabras del policía, los ayudaba un poco a no ser reconocidos con tanta facilidad ya que en la unidad la habían visto con su atuendo y él desde luego que con uniforme llamaba demasiado la atención. En ese momento ambos llevaban ropa deportiva de colores pastel, la joven se hizo un recogido en el cabello y lo ató con una liga, y él se cubrió la cabeza con un jockey y los ojos con lentes ahumados.

—Por suerte éste auto no es llamativo.

La idea del policía era montar guardia en las cercanías del lugar donde se encontraban los galpones Ictur, que por lo que explicó eran las bodegas abandonadas de una desaparecida empresa y por lo tanto muy buen lugar para todo tipo de delitos. Matilde jamás había estado cerca de ese sitio.

— ¿Usted cree que de resultado?
—El sector tiene varias formas de llegar, pero aquí confluyen las vías más importantes; de todos modos no sé qué es lo que estoy buscando, así que solo queda mirar. De todos modos dejé una pista en la unidad, y mi auto está escondido. Dijo que tenía su celular en modo avión.
—Sí, no me atrevo a conectarlo de nuevo porque creo que Antonio nos encontró a través de los teléfonos.

El policía asintió.

—Es posible, no muy sencillo pero posible, sobre todo para alguien con conocimientos como él; de momento también dejé mi celular fuera de red. Espere un momento.

Usó su radio para llamar a alguna parte, dijo un par de cosas, y se quedó escuchando bastante rato. Después dio las gracias y cortó.

—Estamos en el lugar incorrecto.
— ¿A qué se refiere?
—Acabo de comunicarme a una de las unidades que informan de eventos donde sea necesaria ayuda, y me dicen que se dio un aviso hace casi una hora por un tiroteo, pero fue cancelado.
— ¿Y eso qué significa?
—Que alguien esconde algo porque fue cancelado por los oficiales que llegaron al lugar —dijo poniendo el motor en marcha—, y fue en las cercanías de un sector industrial a no mucha distancia de aquí.

Dirigió el auto hacia otra vía.

— ¿Y por qué es tan extraño?
—Porque los sectores industriales no son área de tiroteos y ese tipo de situaciones, por lo general son muchas calles largas y rectas, con murallas o cercos altos, prácticamente no hay casas ni sitios que robar o donde esconderse. Y fue cancelado muy pocos minutos después, es muy extraño.

A Matilde no le parecía más extraño que todo lo demás, pero decidió seguir confiando en el hombre que estaba ayudándola en esos momentos. Minutos después llegaron a destino, una calle que como el resto de las anteriores solo tenía murallas con algunas puertas tras las cuales se veían extraños edificios y maquinarias y nada de gente en las veredas.

—Por desgracia no puedo conseguir la dirección sin decir mi rango y eso los pondría sobre alerta, pero el oficial con el que hablé me dijo que se había dado aviso en la calle del reloj, que es esta.

Avanzó a baja velocidad por una calle interminable donde cada edificio, por distinto que fuera a los habitacionales, lucía muy parecido a los otros. Poco después se detuvo junto a una entrada de vehículos.

—Aquí.
— ¿Cómo lo sabe?
—Porque el aviso incluía vehículos. Por lo que se ve, es parte trasera de la industria de la torre alta. Ponga atención por favor.
—Pero...

El hombre no esperó y bajó decididamente del auto, se acercó a la puerta y abrió. Desapareció de vista, y justo cuando Matilde estaba comenzando a asustarse por alguna nueva sorpresa, reapareció con la boca cubierta con una mano, cerró y volvió al vehículo.

— ¿Qué ocurre?

Estaba pálido y tosía de forma intermitente; un momento después tuvo aire suficiente para respirar.

— ¿Qué ocurrió?
—Estoy seguro de haber encontrado el lugar, y hubo heridos; arrojaron un producto químico para hacer desaparecer la sangre del piso, se ve muy poco porque  ha tenido tiempo de hacer efecto, pero no habrá pruebas médicas que puedan identificar eso.

Sonaba como a todo lo relacionado con la clínica.

— ¿Y qué puede haber pasado?
—Imposible saberlo, pero tal vez tuvieron algún problema o algo inesperado, tal vez algún delincuente, no lo sé, solo puedo rogar que les haya salido algo mal.

También podía significar que Patricia había empeorado. En ese momento se le ocurrió una idea y conectó su celular a la red móvil. De manera instantánea anunció mensajes y llamadas perdidas, pero antes de poder revisarlas vio una llamada entrante.

— ¿Hola?
—Hasta que te encuentro —dijo Lorena rápidamente—, Céspedes está buscándote hace horas, y no es el único.
—Choqué el auto.
— ¿Qué?
—Se me cortaron los frenos y me di contra un poste, estoy en la urgencia del San Agustín, por eso no tenía el teléfono operativo. Pero estoy bien, solo un par de golpes en la cara. ¿Qué necesita Céspedes tan urgente?
—Suerte que no fue grave —replicó ella—, dice que le llegó información de tu caso, algo sobre el doctor y que probablemente lo iban a encontrar, avisó a tu unidad y como no estabas fue Mendoza.
— ¿Sitio?
—Te envié un mensaje con los datos. Además llamó el mismo Mendoza queriendo saber de ti, aunque no me dijo por qué.
—Gracias, salgo ahora mismo a ver de qué se trata. Por favor dile a Céspedes que salgo en seguida de la urgencia y retomo lo que estábamos hablando.
—De acuerdo.

Cortó.

—Algo está mal —le dijo mientras revisaba los mensajes en el celular—, cielos, el mensaje de Céspedes dice que encontraron una nota de despedida del doctor en la urgencia donde tenía a Patricia, pero mi gente no encontró nada extraño en su departamento.
—Van a matarlo, o ya lo hicieron —dijo Matilde de manera automática—, seguramente lo encontraron de alguna manera, o siempre estuvieron conectados, y ahora ya no les sirve.
—No es eso, no puede ser. Mendoza me dice que le llegó un soplo de movimientos extraños y un vehículo como el que usted me describió en otra parte, y es posterior a lo otro. Quieren llevarme a otra parte. Tengo otro mensaje diciendo que hay una pista. No hay nada de los galpones, creo que algo cambió mientras estábamos de camino, algo que hizo que Céspedes se pusiera nervioso porque él jamás contacta a nadie por temas rutinarios si no está a cargo de un caso, los casos de su unidad los lleva otro.

Miró a la joven y vio el temor en sus ojos: temía por su hermana, pero él estaba pensando en otra cosa.

—Su hermana no está muerta.
—No podemos saberlo.
—Sí, podemos —dijo él con convicción—, recuerde lo que dijo Antonio, lo que quieren eliminar es a su hermana, mientras haya movimiento significa que no lo han hecho. Es más, creo que no está en poder de ellos como le dije antes.
—Pero si realmente es así, eso no concuerda con la nota de despedida que dijo que había aparecido.
—Puede ser que ella esté en otro sitio. Primero debo salir de dudas sobre la nota.

Volvió al teléfono y marcó un número. La llamada fue breve.

—Está muerto, acaban de encontrarlo baleado en una calle de la periferia, coincide con la foto que tenemos de él, aunque está sin documentos. Y estaba solo.


2


Se dio cuenta que estaba en la periferia de la ciudad, hacia el sur, y que había estado en una de las zonas industriales por las que alguna vez había hecho algún patrullaje. Pero siguió conduciendo, solo con la tranquilidad de saber dónde estaba, porque lo demás dentro de su cabeza seguía siendo lo mismo. Seguía aterrada y sin saber cómo actuar. Finalmente condujo hacia el oriente, de regreso a la civilización, pero detuvo la marcha en un terreno deshabitado junto al inicio de la carretera urbana. Apagó el motor, y lloró. Lloró como una niña asustada, rogando en su mente por el abrazo de su madre, por el consuelo de su padre, por tener la vida que siempre había tenido, no eso que era en aquel momento. Cuando se cansó de llorar se secó las lágrimas, respiró profundamente y decidió que ya era suficiente; la mujer en el espejo era ella y al mismo tiempo no lo era, se parecía a esos experimentos visuales que hacen en la televisión en los programas de chismes. Su perfil, la nariz, el arco de las cejas, los ojos, eran los mismos de siempre, pero para comenzar los labios eran diferentes, los pómulos parecían mucho más pronunciados, los párpados los de alguien más joven, y la frente más lisa. También la piel era diferente, aunque no podía asegurar de qué forma. Nada de eso había pasado durante el tratamiento ¿Tendría que ver la píldora que ingirió por accidente? ¿Dónde había despertado, quiénes eran esos delincuentes con los que se enfrentó, dónde estaba Matilde? Eran demasiadas preguntas y no tenía respuestas, pero no solo eso, también tenía mucho miedo. A pesar de no tener la más remota idea de lo que pasaba, no podía alejar de su mente las palabras de ese hombre "Nos darán el dinero" significaba una transacción, algo además del ataque que había sufrido, y no saberlo la exponía mucho más. La lógica le decía que debía ir a la unidad en primer lugar a buscar ayuda y algunas respuestas, pero sentía que no era lo correcto, no sin saber más, quizás mientras estuvo inconsciente escuchó algo que, si bien no recordaba con claridad, hacía eco en su cerebro.

—Tranquila Patricia.

Ya había superado el momento de las lágrimas. Se miró fijamente en el retrovisor e hizo un esfuerzo por verse de un modo más frío. No parecía ella a primera vista, con unos momentos alguien que la conociera se daría cuenta, o como mínimo dudaría. Revisó las cosas que había sacado de la bodega en donde estuvo encerrada; dinero suficiente para comer dado el caso, y para comprar ropa en alguna tienda de ocasión, tarjetas con diversos nombres de hombre y mujer, muy probable robadas en una de las billeteras, una identificación y otros documentos en la otra. Roberto Medel ¿Doctor? Una tarjeta con número de teléfono y número de oficina particular ¿Por qué un doctor estaba junto a un delincuente en circunstancias tan poco usuales? Ahora pensaba que había cometido un grave error al huir de ahí, pero desde un punto de vista objetivo era lo correcto ya que el riesgo era grande. Separó el dinero, la tarjeta e identificación del doctor como las cosas útiles en una de las dos, y todo lo demás en la otra. Contaba con dos armas en total, y las mantendría a mano por si eran necesarias, pero ya tenía algo por dónde empezar, averiguar quién era ese hombre; también tenía que averiguar qué había pasado con su hermana, pero no estaba preparada para ir por ella mientras no se sintiera al menos un poco segura en el espacio, y consigo misma.


3



Para el momento en que llegó a la urgencia en donde estaba internado Antonio, el oficial Mayorga iba de uniforme y pidió un breve reporte: sin novedad. Entró a hablar con Antonio.

—Buenas, de nuevo.

El hombre lo miró con atención.

— ¿Qué hace aquí? No me diga que todavía no se convence de mis palabras.

El policía acercó una silla y se sentó junto a él.

—Necesito que me ayude.

Antonio rio alegremente ante lo que escuchaba.

—Usted bromea conmigo oficial, eso no es bueno.
—Estoy hablando en serio.
— ¿Está asustado? —dijo Antonio sonriendo—, no puedo ayudarlo, ahora solo soy un hombre herido y condenado a muerte, no tengo utilidad para nadie, ni para mí mismo. Pero usted puede ayudarse, solo tiene que dejar de ayudar a Matilde, y eso lo va a sacar de la línea de fuego de inmediato.

Mayorga lo miraba muy fijo. El hombre estaba convencido de lo que decía, y, Dios lo perdonara, pero lo que iba a hacer era lo único que se le ocurría para luchar contra un poder desconocido. Su vida como policía estaba terminada después de dar el paso que seguía, pero si lograba su objetivo, tal vez valdría la pena.

—Dejar de ayudar a Matilde no servirá.
—Eso es lo que quiere la gente de la clínica. Escuche, a Matilde la quieren eliminar porque es una molestia y porque sabe más de la cuenta, y a Patricia, ya sabe por qué.
—El doctor que se llevó a Patricia está muerto. Lo asesinaron a balazos.

En esa ocasión Antonio no se demostró sorprendido como cuando poco antes le habían dicho que el profesional se había llevado a la mujer.

—Entonces lo encontraron bastante rápido. Si viene a tratar de hacerme sentir mal por la muerte de Patricia se equivoca, ya ni siquiera lamento lo que me pasa a mí.
—Patricia sigue desaparecida.

En ese momento sí que se mostró sorprendido; Mayorga hizo una pausa lo suficientemente larga para que el otro pudiera pensar en las consecuencias de lo que estaba sucediendo.

— ¿Qué quiere?
—Su ayuda, ya se lo dije.
—No puedo ayudarlo.
—Puede, trabajó con ellos, aunque me diga que no sabe nada ni puede contactarlos, sí puede reconocer su forma de trabajar, han pasado cosas que usted mismo sabe no tienen relación con ellos.

Antonio se lo pensó un momento.

—Traté de matar a Matilde, iba a matar a Patricia, no hay forma de creer que ella quiere mi ayuda.
—Yo le estoy pidiendo ayuda, no ella. Y lo hago porque puedo ofrecerle algo que ella no.
— ¿Protección?
—Una salida —dijo entregándose a su destino—, si me ayuda, si consigo mi misión, lo ayudaré a escapar.

Ambos guardaron silencio un momento, evaluando las palabras del otro. Antonio frunció el ceño, pensativo.

—No se burle de mí.
—No estoy bromeando.
—Pasaron más cosas de las que me ha dicho ¿verdad? —dijo suspicazmente—, es personal, y está desesperado igual que yo.
—Es verdad —replicó el policía con valor—, ahora es un asunto personal, por eso me estoy jugando la cabeza en esto. Usted está muy seguro de su destino, me dijo que está muerto porque la gente de la clínica va a eliminarlo por fallar en deshacerse de ellas.
—Es verdad.
—Pero no pueden matarlo si no sabe dónde está. Ayúdeme y yo lo ayudo a escapar, después solo tiene que poner tanta tierra de por medio como pueda, y jamás volver.

El hombre en la camilla guardó silencio; era una situación que no se había planteado que ocurriera.

— ¿Cómo puedo saber que en realidad va a hacerlo?

No podía decirle que desconfiaba de sus propios compañeros de trabajo porque eso le daría un arma innecesaria.

—Porque no le estoy hablando de pedir una orden al fiscal, le estoy hablando de sacarlo de aquí y hacer lo que tengamos que hacer. No tengo tiempo para perder.

El otro se sabía perdido de todas formas, de modo que tomó la opción.

—Le creo. Dígame específicamente qué puede garantizarme y qué quiere.
—Quiero que me diga todo lo que sabe, que me enseñe a saber quiénes pueden estar del lado de ellos y a identificar sus actos. Y se lo dije, puedo sacarlo del país. Pero nada más.
—No puedo darle garantías de tener éxito.
—Intentarlo es más que dejar las cosas como están —replicó el policía—, ahora decida, no voy a darle otra oportunidad.
—Está bien, lo que diga, voy a ayudarlo con lo que me dice. A estas alturas supongo que su gente ya pasó por mi departamento, pero no encontraron un ordenador.
—Efectivamente.
—Lo supuse, no tenía nada importante pero deben haberlo sustraído por precaución. Necesito un ordenador, calmantes para el dolor, y claro, si no morimos en el intento, también necesito que me saque del país. Y sobre no volver, créame que si usted logra sacarme, jamás volveré.


4


Con ropa normal se sentía bastante más segura. Patricia dejó el auto en un estacionamiento, compró ropa barata en una tienda de oportunidades y llevó el vehículo a un sector residencial donde no hubieran cámaras de fiscalización de tránsito, tras lo cual entró a un baño público y se cambió, quedando con una blusa y pantalón sencillos, el cabello atado y lentes oscuros. Las cosas que llevaba consigo las puso en un bolso que se llevó cruzado, con lo que completó una apariencia más común. Confiaba en haber borrado las huellas del auto con bastante eficiencia por si era encontrado por la policía y periciado, y se había desecho de las tarjetas de crédito y de los teléfonos que encontró, tras lo cual compró un número para tener en caso de necesitarlo. Pretendía ir a la oficina particular del doctor Medel, pero se encontró con un operativo en el edificio y por seguridad prefirió mantenerse al margen. Sin embargo en los reportes no había nada de tiroteos o heridos en el sector donde se encontraba.

—Esto no puede ser.

Necesitaba saber si Matilde estaba bien, y a pesar de saber que no era el momento correcto, llamó a su número, aunque lo encontró fuera de área. Un doctor involucrado en su secuestro o lo que fuera ¿Qué podía estar sucediendo en realidad? Sintió más miedo por Matilde, pero a la vez no encontrar nada en el obituario y tampoco noticias trágicas al respecto le dio algo de tranquilidad. Pero en realidad era el día siguiente del último que recordaba, era Lunes por la tarde y seguramente muchas operaciones podían estar llevándose a cabo o siendo verificadas por la prensa en esos momentos, de modo que no podía saberlo. Tenía que ir a la unidad, y al mismo tiempo sentía que no debía hacerlo. Además ¿Cómo iba a explicar su cambio físico si ni ella misma sabía que le estaba pasando a su cuerpo? Tendría que recurrir a un soplón para descubrir qué pasaba, pero ser otra persona podía complicar todo.



Capítulo 28: Historial médico


Mientras los policías de la unidad a la que pertenecía Cristian Mayorga continuaban con las operaciones encomendadas anteriormente por él, y se hacían cargo de investigar la pista filtrada, también tuvieron que agregar la búsqueda de Antonio luego de su fuga del centro de urgencias donde había estado confinado. Cristian sabía que había dado un paso sin vuelta atrás al ayudar a la fuga a un delincuente, pero al mismo tiempo se sentía tranquilo con su conciencia al tener la seguridad de tomar la decisión correcta. Para enfrentarse a la corrupción al interior del cuerpo de policía, de momento encarnado en el comandante Céspedes, necesitaba armas que la ley no iba a darle; acordó con Matilde no mencionar nada al respecto, y que ella y Antonio no mantendrían contacto de ningún tipo durante el trabajo que iban a hacer. Entraron en un centro de internet, donde Antonio buscó con habilidad científica la información que necesitaba.

—Esta lista —le dijo poniendo en sus manos un pendrive—, es de las personas conocidas que han estado en la clínica, es bastante improbable que alguien de ellos sepa algo acerca de lo que estamos hablando, pero a usted le puede servir como arma para hacer alguna amenaza si llega el caso.
—Entiendo.
—Ahora, como le dije antes, no sé quiénes están en la cabeza de la clínica, pero puedo decirle que quien me dio las órdenes es algo así como un agente de seguridad de ellos, que es escocés y que vive en éste país bajo un nombre falso, Elías Jordán. Sobre la clínica no hay mucho que decir, pero si va a buscarlos, vea qué clase de permisos de funcionamiento hay recientes. Desde luego que es manipulado, pero algo de eso va a llamar su atención cuando lo vea físicamente.

Cristian asintió.

— ¿Tengo alguna forma de saber quién está del lado de la clínica?

Antonio sonrió.

—Eso es lo mismo que saber quién podría enfermar mañana. No se sabe, pero son muchísimos más de los que cree, se lo aseguro. Hay muchos a los que solo se les pide que observen, como a los policías o médicos, otros tenemos un poco más de mala suerte si sabe de lo que hablo. Pero claro, puede eliminar a cualquier persona que tenga un historial médico digamos, extraño, enfermedades o heridas sanadas sin huellas, accidentes seguidos de largos periodos de reposo aislado o viajes inexplicables, ya que muy probablemente son parte de los pacientes sino de los secuaces.
— ¿Pero eso significa que cada persona tratada es vigilada?
—Directamente no, pero ya sabe, el tratamiento es largo y mientras se realiza se averigua donde trabaja o estudia y los familiares que tiene, y a través de eso se busca a la persona más cercana que pueda estar al pendiente.
—Entonces ese hombre llamado Vicente fue enviado por la gente de la clínica.
—No lo sé —negó con la cabeza—, es posible que por ser policía hayan decidido agregar alguna vigilancia adicional, pero con tan pocos datos no puedo decir de quien se trata.

Mayorga se guardó el pendrive en el bolsillo.

— ¿Que más hay en el dispositivo?
—La base de datos de personas tratadas que tengo, los registros de permisos ingresados por instalaciones de gran tamaño, los lugares en donde sé que estuvo la clínica, y los datos de que dispongo de las personas que sé que trabajan para la clínica, que son básicamente Elías Jordán, un par de trabajadores de centros médicos que consiguen medicamentos e informes si son necesarios y algunas otras personas.
—Usted estaba rastreando el teléfono de la doctora Miranda.
—El de Eliana, no sabía quién era la doctora.
— ¿Se usa ese sistema en el servicio de seguridad de la clínica?
—Sí, pero solo funciona en áreas pequeñas y conociendo el número en cuestión y estableciendo una comunicación primero.
— ¿Usted tiene una copia de ese programa?

El otro negó otra vez.

—Quise copiarlo, pero la codificación era extremadamente difícil y no pude hacerlo, además nunca pensé que fuera necesario hasta que era demasiado tarde. Estaba en mi ordenador portátil, por lo tanto ahora que no está no tenemos nada.
—Pero si no se establece comunicación con el número, no pueden seguirlo.
—Pueden —replicó Antonio—, pero el rastreo es lento y no tan preciso. Los teléfonos que tienen están ingresados en la base de datos del programa, por eso establecen una especie de línea invisible para poder seguir.
—Entonces no contestar llamadas ayuda.
—Solo si sabe de quien no contestarlas oficial. Pero si no sabe quién es y quien no, es lo mismo que tener las manos atadas nuevamente.

El panorama era a la vez más claro y aterrador; de verdad cualquier persona de las que trataba a diario podía ser parte de esa agrupación, pero viéndolo desde otro punto de vista ¿No habría hecho lo mismo él de ser necesario? ¿No lo había hecho Matilde sin ninguna mala intención? La gente que manejaba la clínica aprovechaba el dolor de las personas para mantener su negocio, y funcionaba increíblemente bien. Antonio pareció leerle la mente.

—Usted cree que yo soy un criminal sin perdón por lo que hice y está haciendo esto solo porque está desesperado.
—No he dicho que usted no tenga perdón.
—Pero lo piensa.
—No me corresponde a mi decidir eso —replicó el oficial—, por lo demás no tengo la autoridad moral para hacerlo; pero sí puedo decir que me enseñaron que toda persona puede redimirse de sus malos actos.

El otro mantuvo la sonrisa, pero estaba hablando seriamente.

—Está hablando como un policía. O como un párroco. Escuche, las cosas en éste mundo no son blanco o negro, no son policías contra ladrones, hay demasiados puntos intermedios.
— ¿Y su punto es?
—Que soy un criminal imperdonable solo desde un punto de vista opuesto a la situación que viví; nunca le hice daño a nadie en mi vida hasta que tuve que decidir entre la vida y la muerte.
—Y decidió la muerte de otros.
— ¿Porque no quiero que me maten? ¿porque no quería quedar deformado para siempre? tenga cuidado con lo que dice porque esos mismos argumentos son los que salvan vidas todos los días en circunstancias "legales" y lo sabe. Un doctor que elige operar a un paciente de alto riesgo está optando entre la vida y la muerte, y si falla habrá matado a una persona y jamás sabremos si tal vez habría vivido de no ser intervenido. Ustedes asesinan criminales para proteger personas, y siguen siendo asesinatos aunque después se descubra que dispararon contra la persona equivocada.

Cristian apretó los puños. De una u otra manera él había llegado hasta el punto que lo conflictuaba tanto en esos momentos.

—Lo que plantea es que todos podemos traspasar los límites, pero es distinto hacer algo por una circunstancia que tomar la decisión conscientemente. Usted decidió atentar contra la vida de Matilde.
—Porque  no hacerlo era morir, no me diga que lo correcto era morir en su lugar porque eso corresponde solo a los que se las dan de héroes; la naturaleza del ser humano es tratar de sobrevivir a toda costa, por eso es que un sitio como la Clínica puede subsistir, porque siempre habrá gente que quiere mantenerse vigente, del modo que sea. Cuando me enviaron a averiguar quién había hecho llegar la invitación a Matilde no tenía motivos para matarla, pero al saber que las cosas tomaron otro rumbo, no me dieron opción, solo conseguí mantenerme vivo por coincidencias de la vida, entre las que se encuentra usted por supuesto. De lo contrario estaría muerto, y esa posibilidad aún es muy alta, usted no puede derrotar a la gente de la clínica, nadie puede hacerlo.

El oficial se guardó sus comentarios.

—No veo la vida de esa forma, es demasiado derrotista, yo siempre creo que las personas pueden hacer cosas buenas, o cambiar el destino cuando es adverso.
—Matilde lo intentó y los resultados no son los mejores.
—Cometió un error, pero no lo hizo para dañar a nadie. Y recuerde que nada de eso pasaría si no existiera ese tratamiento que realiza la clínica, que por mucho que parezca el descubrimiento del siglo, oculta algo mortífero en su interior y por eso mismo es que hay tantos interesados hasta en matar por ello.
—Los descubrimientos científicos son cuestionables siempre, lo que pretende la clínica se consigue, solo mire los resultados de las personas que incluí en esa lista; lo diferente es el medio para llegar a ello, y la forma de mantener el secreto.

El policía decidió dejar la discusión con Antonio viendo que no había forma de llegar a un punto de entendimiento; lo que podía ver con claridad era que los criminales como los que dirigían la clínica tenían éxito porque existía gente desesperada como Matilde, y personas sin escrúpulos como Antonio dispuestos a mantenerlos a salvo.


2


Tomando el riesgo de ser descubierta o vista por alguien, Patricia encontró a uno de los soplones con los que trabajaba habitualmente; tuvo que entregarle algo de dinero y usar algunas amenazas para que se convenciera de su identidad a pesar de verla con el rostro tapado por un pañuelo, ya que era la única forma que tenía de ponerse al día. Poco después la información que estaba recibiendo era estremecedora.

—Tu hermana está bien, aunque parece que por poco, trataron de matarla.
— ¿Qué sabes al respecto?

El hombre con el que hablaba era un sin techo que escuchaba y veía según la conveniencia.

—Un hombre le disparó a un vehículo donde iba ella y otras personas, no sé claramente sin son dos o tres más. Mayorga de la Oriente cinco se hizo cargo, pero algo le pasó después.

Mayorga. Patricia lo recordaba bien, aunque había pasado tiempo.

— ¿Por qué?
—Porque la gente de su unidad fue a investigar el tema del tiroteo, según escuché al tipo lo detuvieron pero se fugó, y Mayorga está inubicable, Mendoza está a cargo y todos están como locos, pero no solo ahí.
— ¿Dónde más?
—Céspedes está haciendo muchas preguntas y tiene mucha gente en las calles, pero están buscando a más gente aparte de ellos dos. Primero, te están buscando a ti preciosa.

A ella. No podía demostrar fragilidad en esos momentos.

—Sé que me están buscando, no te estoy peguntando por mí.
—Está bien, no te alteres —replicó el hombre—, solo digo que dos policías desaparecidos el mismo día es un poco extraño ¿No?
—Ve al grano.
—Como quieras. Pues eso, tu hermana, Mayorga, el tipo que la atacó a ella y hasta hace un rato a un doctor, pero apareció muerto.

Entonces el operativo policial en el edificio donde trabajaba debe haber sido para buscar pruebas, pero no parecía una escena de crimen.

— ¿Y a ese por qué lo buscaban?

El hombre la miró con las cejas alzadas mientras se cruzaba de brazos.

—Nadie habla de eso, lo que significa que es tema interno de la policía, qué sé yo, te mató a ti o a alguno de los tuyos, eso es lo único que explica que se muevan tanto y estén tan angustiados.
— ¿Cómo lo mataron?
—Apareció muerto a tiros en una zona pobre hacia allá —indicó al sur poniente—, es todo lo que sé.

No era en la dirección donde había despertado ella, y definitivamente no era ella la responsable de los disparos.

— ¿Algún otro operativo, tiroteo, asalto importante?
—Nada que yo sepa preciosa, pero tú desde dentro podrías averiguar mucho más, supongo.

La policía estaba buscando a ambas, al hombre que las había atacado y a Mayorga. Nada de eso tenía sentido ¿En qué momento de su inconciencia había pasado a estar desaparecida?

—No hables de mí, espero que lo tengas claro.
—No lo haré —dijo él sonriendo—, no tengo intención de tener problemas contigo, así que simplemente no he visto tu rostro, lo que claro, es verdad.
—Volveré por más información, así que ten los ojos abiertos.
—Considéralo un hecho.

Se alejó con muchas preguntas en la mente. Desde el momento de despertar que tenía muchas cosas en la cabeza, como cuando tenía un sueño y no podía recordarlo, pero la sensación seguía allí. Era algo completamente indefinible, no podía decir de qué se trataba, pero hablaba mucho de eso haber despertado alerta aunque no supiera lo que ocurría. Matilde estaba desaparecida, pero eso no quería decir nada en especial, ya que a la vez estaba inubicable el responsable del ataque y un oficial a cargo. Mayorga era un excelente oficial con un alto sentido del deber, si se había hecho cargo del caso del ataque a Matilde las cosas deberían haber salido bien, pero estaba claro que no era así ¿Y qué hacía Céspedes enviando gente a hacer nada? Él estaba en labores administrativas, de modo que era muy raro que estuviera tan presente. Había algo que estaba amenazando al cuerpo de policía o a un policía en particular, eso tenía sentido con lo demás, y podría pensar que era por su propia desaparición en el caso de su unidad, pero no explicaba lo otro, tenía en las manos muchas cosas que no encajaban y ninguna herramienta excepto darse a conocer. Pero su sub consciente seguía diciéndole que no era lo correcto, y a decir verdad la muerte del médico que estaba en ese galpón en otro sitio le daba la razón, todo eso sin contar con la misteriosa desaparición de los otros hombres.


3


Desplazarse junto a Antonio con la pierna entablillada era bastante difícil, pero se acomodó con relativa comodidad en la parte trasera del auto; el policía y Matilde habían acordado que ella no hablaría delante de él, haciendo vista ciega de su presencia. La joven seguía sintiéndose insegura con su antiguo amigo cerca, pero sabía que no tenían otra opción, y con el día comenzando su última etapa las cosas se ponían cuesta arriba.

—Según usted —le dijo a Antonio mientras conducía—, la muerte del doctor parece algo hecho por la clínica pero que él se llevara a Patricia no ¿Por qué?
—Por lo mismo que le dije antes, a ellos lo que principalmente les interesa es mantener un secreto, y van a aumentar la cantidad de muertos solo en caso de ser necesario ¿por qué no me dice qué es lo que pasa dentro de la policía que está tan nervioso?
—Porque eso no le incumbe. Continúe.
—Está bien. Le estaba diciendo que ellos quieren mantener el anonimato, y eso se consigue con menos muertes, no más. Si el doctor hubiera estado trabajando con la gente de la clínica, él habría terminado con Patricia, era una oportunidad perfecta, y seguro que con un motivo médico.

Matilde recordó las palabras del policía más temprano, cuando le dijo que no tenía sentido que se llevaran a Patricia si querían matarla. El problema entonces se trasladaba a los motivos del doctor, pero al estar muerto no había nada que hacer.

—Es decir según usted si Patricia estuviera muerta ya se sabría.
—Claro, con eso se terminan los problemas de ellos.

Matilde tenía ganas de echarle nuevamente las manos al cuello, pero el policía puso una mano sobre la suya en el regazo, a tiempo para calmarla. Se mantuvo en silencio.

— ¿No le parece muy extraño que la gente de la clínica se deshaga del doctor pero no de Patricia?
—Lo único que se me ocurre es que ella no estaba con él en ese momento y lo callaron.

Ya había pensado en eso y no era un buen panorama porque volvía a poner a la hermana de Matilde en un punto invisible en el mapa ¿Y si terminaba en manos de gente de la clínica?

—Espere un momento, usted dijo que interrumpir el tratamiento de la clínica podía ser mortal ¿Qué síntomas puede experimentar el paciente?
—No soy doctor como para decirlo con claridad, pero lo primero que debería pasar es desorientación o dificultad de concentración porque el sistema nervioso estaría siendo afectado. Hasta donde pude documentarme, otros síntomas pueden ser hiperactividad e insomnio.

Una persona así sería difícil de controlar sin medicamentos. Cristian supo de inmediato que las probabilidades se reducían a dos, una en caso de ser delincuentes los que tuvieran a Patricia, y una en caso de ser ella quien hubiera escapado por alguna razón. Viró en la siguiente esquina.



Próximo capítulo: La verdad junto a ti