La última herida Capítulo 17: Personas que caminan - Capítulo 18: La persona perfecta




Soraya había conseguido sacarle la información a Matilde entre sollozos, pero ya tenía una idea más o menos clara de lo que estaba sucediendo, y efectivamente era peor que cualquiera de las cosas que se había imaginado mientras trataba de descubrir alguna pista.

—Y entonces lograste salir de ahí, es un milagro que estés viva mujer.

Matilde luchaba con las lágrimas; dicho de esa manera, las cosas parecían a cada minuto más horribles que antes, y la doctora no aparecía.

—No sabía qué hacer, estaba tan asustada, y cuando salí de ese sitio lo primero que pensé es que si él sabe cosas de internet, perfectamente podría rastrearme, o tal vez lo estaba haciendo desde antes y yo... sé que todo es una locura.
—No, no lo es.

Aunque a ella sí le parecía que lo era, pero después de lo que había escuchado, podía dejar espacio para la duda.

—Escucha, hiciste lo correcto al dejar apagado el teléfono, si ese loco de Antonio hizo eso puede ser capaz de cualquier cosa. Mira, lo importante es que  estás bien, y que esperemos a que la doctora salga de ahí.
—Tengo tanto miedo por Patricia...
—Tranquilízate, mira...

Soraya se quedó con las palabras en la boca. En el retrovisor estaba viendo a Antonio caminando hacia la urgencia.

—Dios mío...

Matilde recorrió el curso de su mirada y vio con espanto como el hombre que hasta unas horas antes creía era su amigo estaba entrando en la urgencia.

—No puede ser, Soraya, tiene que haberme seguido de alguna manera.

Soraya tenía la piel helada; se veía tan normal, tan como siempre ¿Y era un asesino? No podía decirle a su amiga que poco antes se había encontrado "casualmente" con ese mismo hombre, eso solo la pondría peor, aunque la perspectiva de verlo en ese sitio era aterradora. No había tiempo para pensar, mientras no supieran qué pasaba, era mejor mantenerse lejos.

—No lo creo, si te hubiera seguido vendría para acá ¿No crees? creo que más bien vino a lo mismo que nosotras, tengo que llamar a la doctora.

Marcó el número agradeciendo haberle dicho a la mujer que se lo dijera mientras iban en el auto, y ambas esperaron la respuesta. Por fortuna la doctora respondió, aunque su tono era parecido a la incomodidad.

— ¿Qué sucede?
—Ocurrió algo, Antonio está entrando en la urgencia en este momento.
—Demonios, es el mismo hombre que la saludó antes ¿No? no pueden quedarse ahí.
—No podemos irnos...
—Escuche —la cortó firmemente—, Patricia está bien, pero si ese hombre descubre que Matilde está en este sitio puede ponerse peligroso, salgan de ahí ahora mismo.
— ¿Está segura que está bien?
—La estoy viendo ahora mismo. Espérenme en el Boulevard del Parque Centenario, iré tan pronto pueda y por favor, tengan cuidado.
—Está bien.

Soraya cortó y se pasó las manos por el cabello, dejándolo más revuelto de lo que estaba antes. Matilde había captado que estaban hablando de su hermana y la miraba ansiosamente.

— ¿Qué pasó con Patricia?
—La doctora dice que está bien.
— ¡Tengo que ir a verla!

Soraya alcanzó por la mínima a sujetarla y mantenerla dentro del vehículo; nunca había visto a su amiga tan nerviosa y angustiada, ni siquiera cuando había pasado lo del accidente, pero probablemente el ataque de Antonio la había superado.

— ¡No Matilde!
— ¡Tengo que ir por ella!
— ¡Que no ves que Antonio acaba de entrar! Escucha, tenemos que salir de aquí.
— ¡No puedo dejarla de nuevo!
—No vas a dejarla —exclamó Soraya por sobre sus gritos—, escúchame porque es muy importante, la doctora está ahí adentro y dice que tu hermana está bien. No está muerta. Antonio entró hace un momento, tal vez le dicen lo mismo que a ti, espera, espera.

Ambas se quedaron quietas mirando por el retrovisor; Antonio había salido de la urgencia, pero ésta vez su actitud era distinta: daba pasos cortos de un lado a otro mientras se tomaba la cabeza con una mano y mantenía el celular en la otra, al parecer en una conversación bastante fuerte porque se lo veía hablar mucho y con los ojos muy abiertos.

—Tenemos que irnos.
—Pero...

Matilde estaba temblando de pies a cabeza; saber que Antonio había tratado de matarla era muy distinto a verlo ahí ¿Por qué se vería en ese estado? Soraya encendió el motor.

—Está demasiado cerca, tenemos que irnos.
—Está bien, está bien.
—Recuéstate, que no te vea.

Soraya también estaba nerviosa y tenía el pulso a mil, pero desde siempre había podido enfrentar con la mente clara las emergencias, y sabía que en ese momento tenía que ser fuerte. Por suerte al sacar el vehículo no tenía que girar, de modo que valiéndose del retrovisor lateral y con cuidado de no mirar en la dirección equivocada, logró sacar el vehículo mientras Antonio continuaba hablando sin parar ante la portada de la urgencia. Un momento después el vehículo salió del estacionamiento con el rumbo que la doctora había indicado.


2


—No puedo creerlo.

Una vez que cortó la llamada, Romina volvió a sentirse absorta en lo que estaba mirando; sabía que era incorrecto, pero se había dedicado a la medicina por varias razones y una de ellas había sido el interés por la investigación, por descubrir nuevas aristas y campos en los cuales nutrirse de nuevos conocimientos. A pesar de haberse especializado en tratamientos sicológicos derivados de traumas o heridas, el campo de la cirugía no le era ajeno, y constantemente estaba revisando las publicaciones oficiales de los centros avanzados de Europa o Estados unidos en el área. Y lo que estaba viendo en esos momentos no lo había visto en su vida.

— ¿Lo ves? —dijo el doctor apuntándola con dedos ligeros— no estaba hablando de más. Romina, lo que está sucediendo aquí no es algo normal.
—No, no lo es.

Volvió a mirar la fotografía que Medel había sacado una hora antes, y el cambio era sorprendente.

—Espera un momento, dijiste que la habías traído aquí porque pensaste que podía estar en peligro ¿Ocurrió algo que no me hayas dicho?

Por suerte el hombre parecía resignado a decirle todo, pero también había una nota de alteración en su actitud.

—Dijiste que Matilde te había contado ¿te parece poco?
—Por supuesto que no —replicó ella maldiciéndose por no haber hecho más preguntas—, pero ella no sabía que pretendías ocultar a su hermana, hiciste desaparecer los informes o algo parecido.

Medel se alejó un par de pasos dentro de la habitación tan bien iluminada, donde la luz hacía contraste con sus rasgos cansados y alterados. Justo como aquella vez.

—Cuando Matilde me contó todo eso de la clínica y el tratamiento, al principio pensé que eran fantasías suyas, o que un charlatán se las había ingeniado para sacarle dinero, pero luego vi los exámenes y las modificaciones en la piel de Patricia, y pensé que las cosas tal vez iban mucho más allá; recordé esos rumores que circulan hace años, lo de la clínica misteriosa.

Romina también había pensado en eso al ver a Patricia, pero las cosas no parecían tener sentido, al menos no como ella lo veía.

—No lo creo, no tiene sentido.
—Por favor, no puedes negar la evidencia científica, estás viendo a la paciente —dijo él con firmeza—, sabes que en los círculos médicos existe hace años un rumor de una clínica especial, un conjunto de médicos que realizan tratamientos especiales, cosas fuera de lo común.
—Pero esos mismos rumores dicen que es la medicina de los poderosos —replicó ella aun sin dar crédito a esas palabras—, Matilde y su hermana son mujeres comunes y corrientes.
—O eso es lo que nosotros creemos. ¿Qué pasaría si llegado el momento apareciera alguna herencia, un familiar rico que quisiera ayudarlas? Esas cosas pasan y lo sabes. Ahora bien, esto es lo que creo que pasó: Todo iba bien con el tratamiento, pero anoche Patricia tiene ese ataque...
—Exacto, tiene un ataque, ¿por qué?
—Matilde tampoco sospecha nada —dijo él—, pero tiene que haber pasado algo diferente que detonó esa reacción, y creo que por ese motivo esa supuesta clínica despareció, porque alguien quiere cubrirse las espaldas.

Tenía sentido, pero la presencia de Antonio merodeando por los hospitales y la actitud de Medel eran un problema adicional.

— ¿Adónde quieres llegar?
—Solo hay que tomar algunas muestras adicionales —dijo el hombre con energía— necesitamos hacer exámenes y pruebas, con eso podemos descubrir qué tipo de tratamiento se utilizó, podríamos realizar un logro gigantesco.

Sí, estaba actuando justo como la vez anterior; Romina lo fulminó con la mirada.

— ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
—Desde luego que sí.
—No, no te das cuenta —replicó ella en voz más alta—, es una persona, en este momento se encuentra sin conocimiento y el estado de su piel parece cambiar segundo a segundo ¿Y quieres hacer exámenes?

Medel le devolvió la mirada.

—No me digas ahora que el caso no despierta tu curiosidad.
—No se trata de eso ¿Que acaso vas a empezar con lo mismo de hace siete años?
— ¡Ya te dije que eso está en el pasado!
—Al mirarte eso no es lo que pareciera, no puedes pretender hacer exámenes sobre una persona que probablemente se encuentre en peligro mortal, y no me digas que es para buscar una cura porque no te creo. ¿Qué es lo que piensas, que vas a hacerte rico como aquella vez?
—Eso es diferente.
—Era tráfico de órganos, no me hagas recordarte que ibas a intervenir a pacientes jóvenes para hacer una venta.

Medel golpeó una pared con el puño, pero la mujer no se intimidó.

—Basta, te dije que eso se terminó. Detuve esa locura, y si el culpable no fue a la cárcel y escapó del país no es mi culpa. Desde entonces he vivido para la profesión, soportando la presión de que tú y mi ex mujer estén vigilando cada cosa que hago, no soy un maldito criminal.
— ¡Entonces no te comportes como si lo fueras! —exclamó ella— tenemos que proteger a Patricia y mantenerla a salvo mientras logramos averiguar algo más, no te actúes como si quisieras pasar por sobre ese hecho.
— ¿Qué es lo que quieres que haga entonces?
—Por ahora que te quedes aquí y verifiques que no empeore. Y que no hagas nada que pueda ponerla en peligro. Yo voy a conseguir un medio para sacarla de aquí y llevarla a un lugar seguro.
— ¿Dónde pretendes llevarla?
—No lo sé, aun no pienso en eso.
—Espera ¿quién era ese hombre del que hablabas por teléfono?

Era una pregunta que había estado rondando en su mente; el hombre había estado casi sobre sus pasos, seguro eso porque estaban tras la misma pista, pero quizás no sabía que ella estaba involucrada de momento, al menos no mientras no la viera de nuevo el mismo día; y no podía saber si se lo iba a encontrar o no, además que no estaba segura de poder reconocerlo. Saldría por una salida para personal.

—Creo que es verdad que hay más gente involucrada en esto ¿crees que es seguro estar aquí?
—Sí, el lugar está en mantención, no hay motivo para que se acerque un civil.
— ¿Dijiste que te retirabas verdad?
—Sí.

Era agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tenía otra opción mientras no tuviera un poco más de información y un lugar seguro para las hermanas.

—Supongo que eso te mantendrá a resguardo por mientras. Roberto, prométeme que no vas a hacer ninguna tontería.

El doctor se acercó a ella y la miró a los ojos.

—He estado tratando todo este tiempo de demostrar que cambié, no lo voy a estropear justo ahora. Además —continuó esbozando una débil sonrisa—, no puedo ir a ninguna parte, no sin tu ayuda.
—Está bien, mantén el celular encendido, te llamaré apenas tenga noticias.


3


El Boulevard del Parque Centenario era un punto importante dentro de los sitios más visitados de la ciudad. Entre sus decenas de tiendas había de todo tipo de venta de ropa, restaurantes, tiendas temáticas y espacios dedicados al arte y el cuidado personal, y habitualmente era muy visitado tanto por turistas como por familias. Soraya estacionó el auto de la doctora una esquina cerca de la salida a la calle Claro de luna, para poder salir rápido si era el caso, y era bastante fuerte estar pensando de ese modo, estaba paranoica; por suerte Matilde ya estaba un poco más tranquila.

— ¿No ha llamado aún?
—No. Tenemos que esperar.

¿En qué momento su vida se había vuelto una película de acción? Decidió calmarse ella también para no entrar en pánico y concentrarse en seguir indagando en lo que pasaba con su amiga.

—Dime algo, ¿tus padres saben lo que está pasando? Me refiero a lo que acaba de pasar.
—No, no lo saben —replicó Matilde con cansancio—,  cuando mi hermana tuvo el ataque intenté comunicarme, pero las líneas están cortadas, así que no lo saben; y ahora creo que lo mejor es que no sepan nada, no sé qué haría si les pasara algo.
—No pienses en eso ahora. ¿Cómo fue que llegaron a lo de ese tratamiento del que me hablaste?

Matilde le había dicho varias cosas, pero aún no llegaban a la génesis del conflicto, y realmente empezaba a dudar que fuera realmente esa.

— ¿Recuerdas cuando estábamos en la urgencia y salí muy angustiada?
—Sí.
—Lo que pasó es que... ahora siento que todo es tan ridículo, o increíble, ni siquiera sé cómo explicarlo. En una calle cercana vi a una mujer, la modelo Miranda Arévalo.
—Si...
—Ella estaba muy extraña, lloraba y decía cosas sin sentido. La verdad es que no hice nada, solo me acerqué a ella tratando de pensar si podía ayudarla en algo o no, ni siquiera la reconocí; lo que sucede es que después, el día que fui a la entrevista para el trabajo, me encontré casualmente con ella y me dio una tarjeta, dijo que en el sitio que indicaba podían ayudar a mi hermana, que había visto las noticias. Fui a ese sitio, y había todo un sistema, atendieron a mi hermana y dijeron que tenían un tratamiento nuevo, que podían devolverle todo lo que había perdido con las quemaduras.

La historia sonaba a cada segundo más insólita. ¿Por qué alguien creería en la palabra de una desconocida para confiar en un tratamiento del cual aparentemente no había ningún tipo de información? Porque tal vez cuando estás desesperado por el sufrimiento de alguien a quien amas, puedes confiar en lo que sea. Soraya sintió un escalofrío.

—Y tomaron esa opción.
—Sí. Soraya, no dijimos nada porque nos hicieron firmar un contrato de confidencialidad, para que no reveláramos el tratamiento, dijeron que teníamos que mantener el secreto.
—No tienes que darme explicaciones cariño, hiciste lo que creías que era correcto en ese momento, pero dime que sucedió después con Patricia, por qué la mantuvieron tan escondida.

Matilde suspiró.

—Eso era parte del tratamiento. Tenía que guardar reposo, y además mantenerse lejos del sol; además no podíamos dejar que nadie la viera, no habría forma de explicar los resultados.
— ¿A qué te refieres?
—Estaba regresando el tiempo —respondió Matilde con una triste sonrisa en el rostro—, pasaban los días y se veía cada vez mejor, su piel se restauraba, era como si el tiempo corriera hacia atrás. La iban a buscar, la llevaban a la clínica y le hacían tratamientos, ella al principio estaba desconfiada, pero con el paso de los días los resultados la fueron animando. Y de pronto sufrió ese ataque.

Se quedó un momento sin palabras, recordando la creciente alegría y confianza de su hermana, y como eso había cambiado de manera tan drástica en tan poco tiempo. Las cosas no solo habían ido de mal en peor, también faltaban tantas cosas, el cariño y comprensión de sus padres, la sensación de seguridad que perdiera con el ataque, la confianza que en ese momento parecía reducida a Soraya y a la doctora.

—Dijiste que "todo había desaparecido"
—Cuando tuvo el ataque intenté encontrarlos pero —su sonrisa esta vez fue de desconcierto—, no había nada. La clínica no estaba en el lugar en donde se suponía que debía estar, solo había un edificio, y la oficina donde fui en primer lugar tampoco estaba, solo era otro edificio más. Por eso llamé a Antonio, porque pensé que él podría ayudarme a encontrar a Miranda Arévalo, pero se reunió conmigo para tratar de matarme, no viste su mirada, la forma en que me miró antes de empujarme en ese túnel de ascensor, es como si nunca hubiera visto a sus ojos antes.

Soraya escuchaba y trataba de reducir la cara de sorpresa, aunque era bastante difícil. Pero mientras escuchaba, también pensaba en Antonio en el centro de tratamiento, saludándola como si nada, poniendo sonrisas y hablando de una tía imaginaria cuando hacía poco se había desecho según él de Matilde ¿Habría tratado de matarla también a ella si hubiera sabido que ella sospechaba algo? Al verlo se había sentido confundida, pero si no hubiera visto a la doctora ¿Habría querido hablar con él para tratar de buscar apoyo como antes lo había hecho Matilde? A esas alturas todo era cosa de posibilidades.

—Entonces lo que es posible es que Antonio esté involucrado con la gente de la clínica —reflexionó en voz alta—, pero no me explico por qué, o mejor dicho cómo, si la primera vez que lo viste fue en la urgencia cuando aún no pasaba lo de esa modelo.

Matilde también le había estado dando vueltas al asunto. Y aunque con miedo y angustia, ya sentía que podía ordenar algunas ideas, la primera de ellas respecto de ese hombre que de pronto se convirtiera en un monstruo. Al final no se trataba de algo tan complejo, la verdad estaba ahí, en alguna calle, entre todas esas personas de la ciudad que como Antonio parecían ser las mismas de siempre.

—Dijiste que se encontraron con Antonio de camino a la urgencia.
—Sí.
—Lo que creo —dijo con más fuerza— es que la clave está en eso. En saber por qué estaba ahí.




Capítulo 18: La persona perfecta


Cuando la doctora Miranda llegó al punto donde habían acordado encontrarse con Soraya, probablemente ella estaba más nerviosa incluso que Matilde. Durante el viaje había estado pensando en todo lo que había visto, el cambio de Patricia, y las implicancias que podía tener un caso como ese, incluso más allá de lo que había dicho Roberto Medel. Subió al asiento del conductor que Soraya había desocupado para cambiarse al asiento trasero; la mirada anhelante de Matilde solo iba a complicar las cosas, pero no podía mentirle, estaba obligada a decirle lo que había visto.

— ¿Cómo está mi hermana doctora?
—Está bien.
— ¿Por qué me la negaron, por qué motivo me dijeron que no estaba allí?

Romina suspiró profundo. Aún no podía dejar completamente de lado el tema del pasado de Medel, pero de momento era indispensable poner las cosas en claro.

—El doctor Medel la ocultó porque pensó que podría estar en peligro.
—Y parece que no se equivocaba —intervino Soraya en voz baja—, pero me pregunto por qué es que él sospechaba algo así.
—Por todo lo que le dijo Matilde anteriormente —replicó la doctora—, y además porque usted no regresó de inmediato como le había dicho. Considerando eso, y además que su hermana ha tenido algunos cambios.

El corazón de Matilde dio un vuelco.

— ¿Qué le pasó?
—Es difícil de explicar —repuso la doctora con seriedad—, en primer lugar debo decirle que a nivel sistémico su hermana no ha experimentado cambios, es decir que sigue inconsciente en una especie de letargo parecido a un sueño profundo, pero ha... cambiado.
— ¿A qué se refiere?
—Aún no sabemos qué clase de procedimiento es el que se realizó en su hermana y mucho menos qué provocó la falla, pero creo que el proceso se ha excedido en su forma original, o al menos eso es lo que opinamos Medel y yo.

Matilde sintió otra vez miedo de preguntar ¿Qué quería decir con exceso?

—Dígame a qué se refiere.
—Las heridas han desaparecido —explicó la mujer tratando de mantener la calma ante un hecho que ella misma no lograba entender del todo—, todas las marcas en su piel han desaparecido por completo, como si jamás hubiese sufrido quemaduras de ningún tipo, pero esto va más allá. La piel de su hermana, su fisiología está cambiando.
—No comprendo.
—Aparentemente está siendo afectada por algún cambio que no podemos determinar, pero la forma de su piel, su rostro... comienza a ser diferente. Como si su cara estuviera empezando a ser la de otra persona.


2


Roberto Medel sabía que su incursión en el mundo de la medicina se debía a un interés mayormente económico, y al hecho de tener antepasados directos relacionados con el medio; desde un principio había confiado en poder labrarse una carrera exitosa y consolidar sus ingresos y un determinado estilo de vida, pero el exceso de confianza destruyó sus planes cuando se vio involucrado en el maldito asunto del tráfico de órganos. Su esposa y Romina, quien era su amiga desde la universidad, habían sido muy duras con él, y desde entonces se había dedicado en su mayoría a atender a pacientes complejos y hacer guardias en servicios de urgencia, lo que lo dejaba con poco tiempo para trabajar en su consulta y hacerse de un capital con el que poder largarse. Sabía que ellas tenían razón, de hecho él mismo se espantaba de solo recordar que había estado cerca de intervenir a personas con el objetivo de extraer órganos, pero no por eso iba a estar pagando eternamente; el objetivo podía cumplirse, pero se estaba tardando demasiado y la opción que se había dado con Patricia Andrade era una oportunidad que no iba a repetirse bajo ningún término.  Para cuando recibió la llamada de Romina ya casi tenía todas las muestras que necesitaba.

— ¿Cómo se encuentra?
—Sin novedad —respondió él—, espero que estés buscando un sitio donde llevarla.
—Estoy con su hermana ahora, en unos minutos te llamo para informarte. Ten mucha precaución.
—Lo haré.

Aún tenía tiempo para realizar unas muestras más, pero lamentaba no disponer de tiempo para poder realizar otro tipo de exámenes que sin duda serían más efectivos. Pero no podía sacarla de allí solo y no iba a exponerse cuando existía la posibilidad de tener un negocio gigantesco entre las manos. Si con las muestras de sangre, pelo, piel y las diversas pruebas conseguía al menos un atisbo del impresionante tratamiento que eliminara del rostro de la paciente cualquier herida, entonces tendría en sus manos el método para conseguir todo lo que quería. Incluso podría ofrecerse a ayudar en el traslado y después, Matilde había confiado en él y eso sería útil si Romina trataba de oponerse.


3


Matilde sentía que todo volvía a dar vueltas a su alrededor; lo que escuchaba no tenía el más mínimo sentido.

— ¿A qué se refiere con eso?
—Por desgracia no lo sé con claridad, pero lo que usted me dijo sobre ese hombre complica todo. ¿Las vio?

Soraya negó enérgicamente.

—Estoy segura que no, cuando lo vi la llamé de inmediato, pero alcanzamos a ver que entraba y salía; estábamos diciendo que pensamos a él le dijeron lo mismo que a Matilde, es decir que su hermana no estaba allí.
—Es probable ya que el doctor la ocultó después que usted no apareció en la mañana. Matilde, es muy importante que me diga todo lo que sabe, palabra por palabra.

Pero la joven no estaba segura aun.

— ¿Y qué pasa con Antonio?
—No lo sé, salí por una puerta de personal para evitar algún peligro, supuse que a ese hombre le parecería extraño verme de nuevo el mismo día en dos centros diferentes, además no estoy segura de reconocerlo. Tenemos que sacar a su hermana de ahí lo más pronto posible pero primero necesito la mayor cantidad de información que pueda darme, estoy segura de que puede haber algo más en esto.

Matilde se obligó a respirar más tranquila, y solo en ese momento recordó algo que desde el principio había quedado completamente fuera de su mente, o al menos lo suficiente como para que no le pareciera extraño.

— ¡Oh por Dios!
— ¿Qué pasa?

Era algo muy extraño si se ponía a pensar en ello, pero con todas las cosas que habían sucedido quedaba relegado a un último plano; por eso es que durante la mañana después de salir de ese túnel tuvo la sensación persistente de echar algo en falta.

—Vicente...
— ¿Qué Vicente?

No daba crédito a lo que estaba pensando ¿Acaso sería posible?

—No puede ser, creo que las cosas podrían ser mucho peores de lo que me imaginaba.
—Explíquese por favor.
—Patricia iba a salir —explicó lentamente, intentando recomponer en su mente esos últimos momentos normales con su hermana—, pero no conmigo, tenía una cita con un hombre, se llama Vicente.
— ¿Y eso qué tiene de raro?

No estaba explicando con claridad porque las cosas aún estaban mezcladas en su mente; pero por supuesto, eso había ocurrido, y era una más de las interrogantes que contaba en toda esa locura.

—Patricia iba a salir, incluso estaba arreglada para esa cita —continuó haciendo un esfuerzo por recordar con exactitud—, y sufrió ese ataque horrible. Pero cuando sucedió, Vicente estaba del otro lado de la puerta, había llegado justo en ese momento; cuando vi a mi hermana en ese estado corrí a pedirle ayuda, le dije que necesitaba su ayuda, y dijo que tenía su automóvil afuera. Pero nunca más lo vi.
—Puede ser que se haya asustado con la escena —dijo Soraya tentativamente.
—Eso es lo más atemorizante —replicó Matilde con voz lúgubre—, Soraya conoció a ese hombre mientras estaba en tratamiento, dijo que él también lo estaba.

La doctora estaba atando cabos con rapidez, pero seguía sin estar segura completamente. Decidió no demostrar tanta sorpresa como lo ameritaba la información que estaba escuchando.

— ¿Hay algo más que crea que haya olvidado acerca de esos hechos?
—No, eso es todo... las píldoras, las píldoras desaparecieron ¿cree que pueda haber sido él mismo?
—Siendo honesta, no sé muy bien qué pensar, pero es una posibilidad, usted dijo que se llamaba Vicente pero no me dijo su apellido.
—Patricia no me lo dijo, solo recuerdo que me comentaba que tenía una herida en la espalda y que tenía una empresa o era un gerente de algo, no lo recuerdo bien.
— ¿Recuerda cómo era?

Matilde se lo pensó por un momento, pero lo que estaba sucediendo con su hermana era infinitamente más importante que cualquier otra cosa, por lo que no tenía una imagen clara.

—No lo sé, es... treinta y algo supongo, moreno, de cabello corto, parecía llevar una tenida cara; lo único que recuerdo es que tenía los ojos de un color muy especial, castaño pero no como el castaño común, quizás más claro.

Sabía que no era mucha información. Pero recordó lo que había estado hablando antes con su amiga.

—Doctora, estaba hablando con Soraya y creemos que debe haber algo importante en la urgencia en donde internaron a mi hermana en primer lugar, porque Antonio estaba cerca de ese sitio.
—Son demasiados puntos en común para poder analizarlos todos —replicó la profesional—, el problema es que él parece bastante asiduo a los centros de salud, y haberlo visto como me dicen ustedes es sumamente preocupante; pero ahora mismo es importante sacar a su hermana de donde está.

Matilde asintió con energía.

—Es lo que más quiero, pero ¿Donde? Temo por ella, temo que Antonio esté buscándola para intentar matarla como lo hizo conmigo.

Eso la hizo pensar en algo más.

—Matilde, no es posible que ese hombre piense por mucho tiempo más que usted está muerta. Si lo que pretendía era matarla, tarde o temprano debe volver al sitio a comprobarlo o a hacer alguna otra cosa para averiguar la verdad, y si eso pasa, las cosas pueden ponerse peores; mientras tanto tenemos que ganar tiempo y sacar a su hermana para llevarla a un lugar seguro.

Soraya dio un brinco cuando su teléfono celular anunció una llamada.

—Diablos. Es Antonio.

Matilde sintió como el miedo volvía a su cuerpo, pero por fortuna la doctora reaccionó con frialdad.

—Ya sabe que usted está involucrada, o lo supone y quiere eliminar opciones.
— ¿Qué hago?
—No le conteste, no por ahora, solo lo pondrá sobre aviso.
—No puede ser, si estamos en lo cierto que estaba rastreando el celular de Matilde, también puede rastrear el mío, no pensé en eso.

Durante un momento nadie en el automóvil dijo nada, mientras el celular de Soraya anunciaba una llamada con un tono alegre que nada demostraba de la situación por la que estaban pasando; después de unos instantes la llamada cesó.

—Cielos, apenas puedo respirar.
— ¿Qué vamos a hacer?
—Tendremos que volver a ese sitio para sacar a su hermana, no hay otra alternativa. Pero antes pasaremos a buscar algo.



4


Antonio cortó la llamada. Tenía los ojos inyectados en sangre.

—Maldita sea. Maldita sea, maldita sea.

Estaba pensando demasiado lento; Soraya y esa doctora estaban metidas en eso, no tenía considerado que alguien estuviera sospechando tan pronto ¿Acaso Matilde había hablado con ella antes que con él? Eso tenía sentido, pero no solucionaba su problema.

—Maldita, maldita seas.

Incluso después de muerta seguía dando problemas. Se suponía que al deshacerse de ella todo iba a terminar, y él podría volver a su vida de siempre. Pero ahora la otra estaba desaparecida, y esa entrometida de Soraya y esa mujer que estaba con ella estaban en medio, estaba seguro. Había estado tan cerca, podría haber inventado cualquier cosa para acompañarlas o por último seguirlas, pero pasó ese detalle por alto y eso le estaba pasando la cuenta. Su celular volvió a anunciar una llamada.

— ¿Qué avances hay?
—Estoy en eso.

La voz rasposa del otro lado de la conexión podía ser tan fría que escucharla en un momento como ese resultaba abrumador.

—Dijiste lo mismo más temprano.
—Lo sé.
—Esa mujer no puede vivir —dijo la voz con la misma frialdad que acostumbraba—, la única forma de eliminar las pruebas que lleva encima es matarla, las pruebas morirán con ella.
—Estoy consciente, voy a arreglarlo.
—Eso espero.

La voz cortó.

— ¡Maldición!

Solo una más. Patricia terminaría de irse al otro mundo y con ella, sus problemas. Marcó un número.

— ¿Hola?
—Hola —saludó con alegría—. Eliana, espero que estés bien, me gustaría que nos viéramos ¿te parece?

A ella desde luego le iba a parecer extraño algo así.

—Estoy un poco apurada en realidad con el trabajo.
—Pero estoy seguro que tienes un minuto para mí —dijo él seriamente—, hay un tema importante que me gustaría hablar. Se trata de Matilde.



Próximo capítulo: Sigue caminando

Broken spark Capítulo 8: En las profundidades



Terrorsaur se asomó al agujero en la tierra por donde había caído Cheetah, y supo que ese era el único momento que tendría en su favor. A través de decenas de metros de túnel, más abajo, no se veía nada.

“Está bien, creo que es el momento preciso de hacer mi jugada.”

Sabía que Megatron le pediría informe de lo sucedido, luego de su súbito y absurdo interés por los nuevos aliados, de modo que se convirtió a robot y descendió flotando por el túnel por el que cayera momentos antes el maximal. No se escuchaba nada.

—Oye ¿estás bien?

Su voz retumbó en las paredes de piedra sólida del lugar. Bajó otros cincuenta metros, pero llegado a cierto punto, el túnel natural en la tierra se hacía muy estrecho y lleno de protuberancias de algún tipo de mineral muy resistente. No podría bajar por ahí sin hacerse graves heridas, que era lo que seguramente le estaría pasando a ese felino tras caer.

—Si puedes escucharme —gritó hacia abajo—, quédate tranquilo, traeré ayuda de Tarantulas apenas pueda, para que te saque de este foso. Rayos —gritó alarmado tras chocar con un saliente—, no puedo descender por aquí sin herirme, espera ahí y no te muevas.

Dicho eso salió del lugar, teniendo precaución de dejar caer el grabador que Megatron le había entregado; así podría volver por él más tarde y argumentar que había caído por accidente, tal como su propia voz evidenciaba de forma indirecta en la grabación. De vuelta en modo alterno, voló a toda velocidad hacia el punto en donde tenía escondido el energon rojo, y se quedó contemplando su belleza y gran poder con admiración por unos segundos. Era mucha la tentación de utilizarlo, podría derrocar a Megatron con unos cuantos golpes y apropiarse del mando predacon, pero si se confiaba, tendría problemas, sobre todo con el grupo de nuevos que andaban rondando por las instalaciones. De pronto se miró a sí mismo y descubrió con asombro que las lesiones que le habían sido inflingidas por Tigreton habían desaparecido ¿Qué misterioso arte lo había logrado?

—Claro, el energon…

No sabía que ese tipo de energon tuviera propiedades regenerativas, pero el hecho de que las tuviera significaba que tenía aún más en su poder para cumplir con sus objetivos.
Pero la vaina en la que pretendía guardar en energon para su protección estaba desaparecida, y con la amenaza de ese loco del tigre por ahí, no le convenía ir de un lado a otro con esa carga tan valiosa; al fin decidió usar un poco de esa misma fuente de energía para trasladarla a un sitio seguro

—Ya sé en qué lugar estará seguro…

2

El tiempo necesario para que la temperatura descendiera ya estaba llegando a su fin, y con ello la espera a la que los tres habían estado condenados. Hasta entonces se desplazaban de un lado a otro, tanto Optimus como Rattrap, mientras que Dinobot permanecía en un sorprendente silencio y quietud, de pie mirando sin ver el casco humeante de la nave que los tarjera hasta esa superficie.

—Creo que ya podemos entrar —dijo Rattrap—, pero no sé si quiero ver lo que nos vamos a encontrar más allá de la entrada.
—De nada vale preocuparse de más —replicó Optimus—, entremos de una vez.

Tan pronto como empezaron a caminar hacia la nave, Dinobot se puso en movimiento otra vez. En esos momentos resultaba más propicio entrar en los restos de la nave, ya que aunque la temperatura aún era elevada, sus corazas alternas les permitían aislar la temperatura de un modo similar a que lo hacían con el energon en ese planeta.
El interior de la nave era un auténtico desastre; entraron por un pasillo que antes era el que conducía al puente de mando, y que ahora estaba derruido en varias partes, dejando ver a través del techo los niveles superiores; el silencio que llenaba el lugar después del ataque era interrumpido cada tanto por algún circuito que echaba chispas en la pared, intentando sin éxito transportar la energía en un ambiente que se encontraba en penumbras y sin las habituales acciones automáticas a las que estaban acostumbrados. Cuando llegaron al puente vieron que este estaba por completo destrozado, la bóveda estaba aturada de partes metálicas provenientes del techo, que no había soportado la presión de los objetos en la planta superior.

—Qué extraño ¿qué hay arriba que pudo caer de esta manera?
—Arriba nada importante, pero en un nivel superior había una plataforma para respuestos. Lo más probable —observó Dinobot con tono distraído—, es que las vigas que soportan esa parte hayan cedido.

Rattrap no estaba tan seguro.

—Escucha, sé que no he estado antes en esta nave, pero el fuego se propaga hacia arriba cuando hay una explosión.
— ¿A qué te refieres?
—Sólo mira lo que hemos presenciado desde que entramos: se nota que algo explotó adentro, en el primer nivel ¿por qué se cae una planta que está dos niveles más arriba pero no lo que está sobre nuestras cabezas?

El laboratorio de Tarantula.

—Admito que tu razonamiento tiene lógica, pero no conoces la nave como yo; si esa sección se vino abajo, es por un motivo importante. Dinobot ¡Aterroriozar!

Cambió a modo robot sin dar más comentarios, y comenzó a caminar hacia un pasillo lateral. Optimus y Rattrap lo siguieron de inmediato.

— ¿Qué es lo que pasa?
—En esta dirección está una zona muy importante de la nave, si se vino abajo, es porque hay algo detrás de todo esto, y no se trata sólo de un ataque.

Los otros no estaban entendiendo, pero lo cierto es que Dinobot aún no tenía un plan para decir en esos momentos; no podía librarse de ellos, era imperativo llegar primero al laboratorio y diseñar una excusa plausible para que no sospecharan.

—Oye lagartija, vas demasiado rápido ¿no me vas a decir que crees que hay otra bomba en este lugar?

Eso le dio la idea. Tendría la posibilidad de buscar con calma en ese maldito laboratorio aún a ojos vistas de los demás.

—No es una bomba —exclamó mientras se mantenía más delante de los otros dos—, pero puede ser muy peligroso. Adónde vamos es parte importante, es una bodega de armas que está conectada con la zona de repuestos pesados que cayó por el techo de la bóveda central; si mis sospechas son ciertas, los maximales se nos adelantaron luego de escapar, y consiguieron infiltrarse de alguna manera, no para atacar, sino para conseguir armamento de alto poder.
— ¿Algo como qué?
—Como un arma de rayos de energon puro, diseñada por Tarantula. Este planeta, con su sobrecarga de energon, sería el lugar perfecto para probarla.

Durante un momento Optimus no dijo nada; Dinobot les llevaba distancia, era evidente que su alarma era genuina.

—Entonces crees que el agujero en el techo lo pudieron hacer con esa arma.

Estaba tratando de desbaratar su teoría; eso significaba que el simio estaba sospechando de su lealtad a la causa predacon. Era una ironía que el líder del bando enemigo pretendiera convertirse en el principal protector de los deseos de Megatron en su ausencia.

—Eso es ridículo —contestó sin disminuir el avance—, dentro de la nave jamás hubo tal cantidad de energon. Lo que creo que pasó es que utilizaron la bomba para hacer el mayor daño posible, y desviar la atención de Megatron, Terrorsaur y Tarantula a algo más urgente que el robo de tecnología. Pero algo salió mal, o quizás sólo trataron de aprovechar la oportunidad para hacer dos cosas a la vez.

Esa teoría se sostenía por la mínima, pero mientras no encontraran en el laboratorio alguna prueba de lo contrario, soportaría.

—Si usaron el explosivo para distraer, entonces nuestro líder puede estar vivo.
—Debe estarlo —aseguró Optimus a Rattrap—. Tiene que estarlo.

Pasaron algunos momentos de veloz caminata de ambos, siguiendo los pasos, casi carrera, de Dinobot; este, durante un momento pensó en derribar un muro, pero la distancia era demasiado corta y podría fallar por mucho. Pensando de forma ciega en conseguir lo único a lo que podía aferrarse en ese momento, el robot llegó hasta la puerta del laboratorio de Tarantula, y se abalanzó al interior, contando en su mente cada uno de los pasos que separaban a los otros dos de la puerta. Estarían ahí en tan sólo un instante. Utilizó sus sentidos al máximo, miró en todas direcciones, y cuando encontró lo que buscaba, se apresuró a abrir un gabinete en la pared de las dimensiones apropiadas, y depositó el arma que estaba en su interior en el contiguo, alcanzando a cerrarlo en silencio una milésima de segundo antes que los dos entraran.

—Mis sospechas eran ciertas —aseguró con el rostro fijo en los dos—, se llevaron un arma.

Optimus contempló el gabinete vacío durante un instante.

—Lo que había aquí era un arma grande ¿cómo sabes que se trata de eso que mencionaste?
—Porque la probé por órdenes de Megatron.
—Dijiste que no había energon suficiente en esta nave para usarla.

Dinobot hizo un ademán de desechar el comentario del gorila.

—Lo que dices es una tontería ¿acaso crees que probaríamos un arma así con su carga completa? Escucha, según e diseño de Tarantula, bastaba un poco de energon líquido, tan sólo algunas gotas, para poder hacer agujeros en las paredes.
—Esperen un momento —intervino Rattrap—, todo esto suena alarmante, pero aún no encotramos a Megatron.
—Está vivo, eso es seguro —comentó Dinobot—. Lo que creo que pasó es que se anticipó a la bomba y se puso a salvo.
— ¿Cómo?
—Yendo hacia abajo.

Arriesgando todo, caminó con decisión hacia la salida de ese laboratorio; para su tranquilidad, los otros dos lo siguieron. Ahora tenía un nuevo problema, y este era evitar encontrar a Megatron o escapar antes que apareciera, porque tan sólo al verlo, Optimus querría confirmar toda la información, y desde ese momento su vida se contaría en clics, no en ciclos.

3

Cheetah recuperó el movimiento unos momentos después de estrellarse contra el suelo; sin más opciones, había tomado la decisión de hacerse el herido dejándose caer en un socavón, pero subestimó la profundidad del sitio, y un instantes después estaba cayendo de forma inexorable, chocando con los salientes de los muros del estrecho túnel. Por un momento pensó que estaría cayendo de forma indefinida, impotente ante el descenso, luchando sin éxito por sujetarse de algo; de pronto la oscuridad total en la que estaba sumido dio paso al impacto contra el suelo, y la demostración empírica de que los felinos no siempre caen de pie.

 —Rayos.

Pasó a modo robot e iluminó sus ojos para tener alguna noción de en dónde estaba, pero sólo se encontró con que sobre su cabeza había un túnel lo suficientemente largo como para no ver la luz a nivel de suelo. En el fondo en el que se encontraba, de forma paradójica, no había salientes de ningún tipo y esa parte se ensanchaba en exceso, lo que hacía el ascenso muy difícil. A todos lados sólo pared, ni un túnel o acceso lateral. Clavó los dedos en la piedra y comenzó a subir en escalada, encajando pies y garras con todas sus fuerzas, pero conforme subía, la piedra se hacía más y más lisa, hasta que se encontró a alrededor de veinte metros de distancia de los primeros salientes, pero sin poder continuar por causa de la roca, que se había vuelto más dura y lisa, casi impenetrable. Volvió a bajar y evaluó por unos momentos hacer algunos disparos a baja potencia; era eso o morir ahí.
Sin embargo comprobó al instante que era muy mala idea. El disparo que hizo rebotó en la piedra, y comenzó una alarmante ruta de rebotes en las paredes cónicas del túnel, y la piedra lisa hacía efecto de espejo, por lo que el rayo silbaba con fuerza cada vez mayor, en un sentido y otro, por momentos ascendente, al siguiente en ángulo opuesto. Y en un instante, el disparo al fin se incrustó en la roca, dejando un débil rastro humeante que apenas era visible desde su posición.

—Demonios, eso no sirvió de nada.

No funcionaba, y aumentar la intensidad podía ser muy peligroso. ¿Qué iba a hacer? Estaba perdiendo un tiempo demasiado valioso, mientras Terrorsaur estaba afuera con carta libre para hacer lo que quisiera, incluso ir a decirle a Megatron cualquier cosa respecto de él, desbaratando su débil argucia de ser un predacon.

— ¿Qué es eso?

Un sonido ahogado lo hizo volver otra vez la vista arriba; aumentando el espectro lumínico de sus ojos, se esforzó por ver con más claridad, y lo que vio y escuchó lo dejó sin palabras. La piedra, en el punto donde finalmente había terminado el disparo, se estaba resquebrajando a muy alta velocidad, pero eso no concordaba con el nivel de fuerza desplegada, y la roca era en efecto muy resistente ¿Qué podía ejercer tan rápida acción? La respuesta vino un momento después, cuando los trozos de muro comenzaron a saltar en distintas direcciones, siendo empujados por la fuerza incontenible de un chorro de agua.

3

Dinobot continuaba avanzando a paso firme, algunos metros por delante de los otros dos, pero ya sin caminar con tanta vehemencia; necesitaba pensar en algo, pero en esos momentos su mente estaba poblada de muchas ideas que, según o que sabía, no eran necesariamente suyas.

— ¿Ya falta poco?

Sí, de hecho faltaba poco para llegar a las puertas inferiores de la nave, donde según él Megatron podría haberse ocultado del poder devastador de la bomba;  se acercó a una puerta esperando tener que accionarla de forma manual como las otras, pero para su sorpresa, y la de los otros, esta se deslizó de manera automática. Dio un paso al frente y la puerta se cerró, dejándolo apartado del resto.

—Oye maldito saurio, abre la puerta.
—El control está de tu lado, no del mío —exclamó con severidad—, seguramente está estropeado, deben abrir ahora.

Sin embargo esperaba que se tardaran un poco al menos. Extrajo el objeto que había tenido oculto hasta entonces, un dispositivo que escondía dos tipos de fusiones energéticas líquidas, una de color ámbar y la otra amarillo encendido. La primera de ellas estaba rotulada con un símbolo de peligro extremo, y bajo el apelativo de “veneno esclavo”

—Entonces se trataba de eso…

Megatron no había ordenado a Tarantula formular un método para convertir maximales en predacons, sino a cualquier robot en sirvientes ciegos a sus órdenes. Y de seguro que la codificación de aquella fórmula incluía algo más específico, como ideas preconcebidas sobre qué y de qué manera hacerlo. Por eso es que él había tomado esas decisiones, por eso es que a su llegada a la base maximal, después de ofrecerse en sacrificio, logró estar cerca de ellos lo suficiente como para aplicar el veneno dispuesto en un pequeño dardo.
—Todo este tiempo he estado bajo tus órdenes Megatron —murmuró en voz baja, tomando conciencia de lo que estaba sucediendo en realidad—, me has manipulado para que yo sea un sirviente más de ti, y de tus macabros juegos de poder y de codicia. Pero ya no más. Jamás volveré a servir a ningún amo.

Al fin la puerta se abrió, y las miradas de los dos sirvientes del líder predacon se encontraron con la de Dinobot.

4

Cheetah pensó que el torrente de agua iba a impulsarlo hacia la superficie, pero las cosas sucedieron justo de la forma contraria ¡Estaba en las puertas de un río subterráneo!
Sin poderlo evitar, fue arrastrado entre el oleaje, que lo llevaba dando tumbos contra las estrechas paredes de la desgarrada roca, repitiendo la acción anterior, pero con mucha más fuerza y sin darle oportunidad a contenerse de ninguna manera. Se aseguró de sujetar con todas sus fuerzas el arma, pero sin nada de qué agarrarse y el techo cayendo a pedazos a medida que la fuerza del agua lo destrozaba, sólo le quedó rogar a los ancestros no encontrarse con un muro de piedra lo bastante resistente como para aplastarlo de forma definitiva.
El agua era una fuerza imparable; al provenir de un río subterráneo, estaba sometida a mucha más presión que en la superficie, pero por desgracia no podía precisar si estaba ascendiendo o bajando más, el movimiento y los continuos golpes de un lado a otro le impedían tomar algún tipo de cálculo al respecto. Después de un tiempo que le pareció eterno, al fin desembocó en una especie de cueva subterránea, en donde el  cauce de agua tuvo espacio para perder fuerza y tomar ruta por un río que tenía paso por ese sitio. Cheetah salió despedido, pero tuvo tiempo de recuperar el control de sus movimientos, y se quedó a un lado para no ser arrastrado otra vez.

— ¿Qué rayos es esto?

La cueva era como una gran bóveda, muy alta, traspasada por un túnel de agua en donde la tercera abertura había conducido el agua. El silencio era sobrecogedor, y junto con la extraña luz negra que iluminaba de forma fantasmagórica las paredes, parecía dar vida propia al sitio. En el centro de la cueva con forma de cúpula, una serie de piedras con forma de bloques rectangulares estaban dispuestas en crómlech, rodeando el seno de lo que parecía un lago. Se acercó a mirar el centro en donde el agua formaba una laguna temporal antes de proseguir con su recorrido, y se quedó embobado con el sorprendente juego de colores que surgían de la nada.



Próximo capítulo: El fin de la guerra