Por ti, eternamente Capítulo 19: En las manos de la muerte




A pesar de que la noticia de la desaparición de un menor a manos de un hombre ya era de conocimiento público,  los acontecimientos ocurridos esa mañana en la cercanía del pueblo de Santa Marta cambiaron todo el panorama. Alguien filtró la noticia, y todos los medios de prensa se volcaron a terreno para conseguir cualquier clase de imagen o dato que les sirviera para profundizar la noticia.
Aun sabiendo que era inútil tratar de esconder la realidad, el oficial Ignacio Armendáriz ordenó a todo su equipo acordonar el sector, cortar la única vía de acceso y solicitó inmediatamente más oficiales para poder comenzar con el rastreo y las entrevistas a todo aquel que hubiera estado involucrado o fuese testigo de cualquiera de los tres hechos que tuvieran lugar de manera casi simultánea; sin embargo y a pesar de estas rápidas precauciones, para cuando todo el sector estaba cerrado las radios emitían sendos informes sobre el escándalo de la carretera y los canales de televisión ponían al aire segmentos extra de noticias comunicando los hechos,  informando a medida que sus periodistas en terreno trataban de conseguir más datos.

—Marianne ¿Dónde están los periodistas y ese otro hombre del accidente?
—Los llevaron al centro de urgencias, al parecer todos están fuera de peligro señor. Envié oficiales junto con ellos para evitar que los periodistas los acosen y además para que estén pendientes cuando podamos interrogarlos; también tomamos la grabadora, la cámara y el bloc de notas que encontramos en el lugar del accidente  y conservamos los teléfonos celulares de los 3.

Armendáriz respiraba dolor.

— ¿Y los otros dos?
—Están en la unidad médica del pueblo, tan pronto llegue el transporte los llevarán a la capital, no están tan grave pero su estado es de cuidado, sobre todo por lo que ocurrió ahí.
—Muchas gracias Marianne.

Ignacio estaba desolado, no podía entender cómo era posible que después de todos los esfuerzos que él y su equipo habían realizado, las cosas al final habían terminado tan mal; tenía en sus manos la investigación más desastrosa de toda su carrera y no sólo eso, ni siquiera tenía claro cuál había sido específicamente el trágico final, pero sí sabía que ya lo había manchado a él, a la familia De la Torre y a la policía.

—Señor.

Se acercó Andrade, uno de los oficiales que estuvo cerca del lugar donde desapareció Segovia.

—Tenemos la mochila, al parecer era lo único que cargaba consigo en esos momentos, por lo visto la dejó antes del momento en que...

El oficial era muy eficiente, pero era joven y lo que había visto, aunque tal vez no lo traumatizaría, si lo había afectado, por lo tanto era difícil para él enfrentar la parte más cruda de toda la trayectoria que como equipo habían realizado hasta ese terrible punto final.

—Revisen la mochila —replicó Armendáriz en voz baja—, y continúen rastreando la zona, si dejó la mochila puede haber dejado algo más.

Se alejó del grupo de vuelta al incipiente bosque donde había visto por segunda vez a Segovia. No podía creer aún que había estado tan cerca, a sólo unos metros de él, y que una serie de circunstancias los había separado de esa manera. Sabía también que no podía culpar a su equipo de lo que había pasado finalmente, a fin de cuentas él mismo los había llamado temiendo lo peor,  sospechando que los últimos hechos habían desencadenado en Segovia el tipo de carácter que lo haría reaccionar de manera violenta y desatada como en un principio había esperado alcanzar a evitar. Cuando se encontró cara a cara con Segovia la primera vez, vio en él, al mismo tiempo dos tipos de personas distintas, por un lado había visto lo que le dijera de él su superior, lo que presagiaba lo que había hecho y la denuncia de la familia de la fallecida madre, con aquellas veladas segundas intenciones, lo que al mismo tiempo pudiera interpretarse como miedo a decir algo de lo que no se tienen pruebas, como también intención de causar un efecto más rápido. Pero también vio un hombre joven, más joven que él, con aspecto de muchacho, nada más un muchacho asustado, temeroso de lo que pudiera pasarle. Sabía por experiencia y por estudios que en muchos casos los sujetos con algún tipo de trastorno mental pueden adquirir comportamientos distintos a sus objetivos, y que por lo general son personas atractivas ante los demás o que provocan simpatía a través de una actitud amable o lastimera, pero independientemente de lo que pudiese haber visto en Segovia, tenía muy claro que lo principal en el caso que tenía entre manos era recuperar al bebé y ponerlo a resguardo para que no siguiera expuesto a cualquier tipo de peligro. En lo personal,  creía que Segovia era más un trastornado que un criminal, pero lo que ocurriera con él, como en todos los casos que había tomado antes era algo que no dependía de él sino de las autoridades; siendo honesto consigo mismo había cometido un error al subestimar lo que ese individuo pudiera hacer, con lo que había arriesgado la integridad del menor. En esa ocasión el resultado había sido perder momentáneamente la pista del niño, su automóvil y el respeto de oficiales a cargo, pero lo que más le preocupaba no era su integridad física o lo que los demás pudieran pensar de él, lo preocupante era visualizar a través de los resultados una cara de Segovia que le era desconocida. ¿O tal vez sólo era instinto de supervivencia? Sacó una lección de esa ineficiencia, aprendió de su error y se propuso corregirlo capturando a Segovia, y  devolviendo al niño con su familia, que era el lugar de donde nunca debió haber salido. Sin embargo y a pesar de las precauciones que como policía habían tomado, otros factores se vieron involucrados, el más preocupante de ellos era la presencia de esos dos periodistas, por un lado porque eran lo bastante astutos como para estar adelante incluso de Segovia, y por otro porque eso mismo podía significar que lo hubieran ayudado desde el principio; el choque, por irónico que suene, había puesto al descubierto esta nueva faceta oculta, pero el siguiente paso había definido sus actos. La escena en la que se encontró superaba todo lo que había esperado que pasara, pero aun así el objetivo principal seguía siendo el mismo, recuperar al bebé, aunque desde luego la tarea se tornaba desesperada considerando el último hecho de violencia.
Lo último que vio de Segovia no había sido ni una fiera ni un hombre trastornado, había visto a un hombre herido, a punto de estallar, y cuando todo parecía llegar a su fin el azar había conjugado varios elementos en un horrible panorama. La reacción instintiva de Segovia, de huir y protegerse era esperable al ver en su trayectoria a oficiales armados, pero lo que ni él ni los oficiales ni el propio Armendáriz podrían predecir era el traicionero barranco, que como una trampa tragó entre sus ramas tanto al hombre fugitivo como al pequeño que llevaba entre sus brazos.

En ese momento sonó su teléfono celular.

—Señor —dijo en voz baja.
— ¿Qué es lo que está pasando Armendáriz por Dios? Necesito una explicación de esto ahora mismo, toda la prensa está lanzando información de manera irresponsable, las cosas que dicen son atemorizantes.
—Lo sé señor.
—Entonces dime qué es lo que pasa.
—Se trata de Segovia y el niño señor.
— ¿Qué ocurrió?
—Sufrieron un accidente.

Por un momento no pudo hablar.

— ¿Qué pasó? No te quedes callado.
—Cayeron por un barranco señor. Aún no sabemos cuál es la profundidad pero mi gente está trabajando en el sitio del suceso para definir la distancia y encontrarlos.
—Encontrar los cuerpos —lo corrigió fríamente su superior del otro lado de la línea—, eso es lo que me quieres decir; nuestra gente ahora va a buscar dos cadáveres.
—Señor no tenemos la seguridad de que ellos...
—Armendáriz —lo interrumpió su superior con tono autoritario—, están en medio de un bosque en una zona prácticamente  inhabitada, me dices que el hombre cayó a un precipicio y un segundo después insinúas que no tienes seguridad de que esté muerto ¿Cuál es la profundidad del precipicio?
—Lo estamos investigando.
—Que lo estén investigando indica que es lo suficientemente profundo como para que alguien muera si cae en él, y aunque el hombre estuviera vivo, las posibilidades de que el niño también lo esté son ínfimas, y sólo estoy haciendo el cálculo basándome en lo que acabas de decirme; pero tú estás ahí, lo debes tener más claro que yo. Escucha Armendáriz, no te niegues a los hechos. Debo tener un informe completo en una hora.

Su superior cortó el teléfono y Armendáriz volvió a guardar el celular en su bolsillo. Era cierto, tenía que hacer frente a la realidad y reconocer que las posibilidades de encontrar con vida a Segovia y el pequeño Ariel de la Torre eran ínfimas, pero al mismo tiempo sabía con total claridad que su trabajo ahí no estaría completo hasta que tuviera una respuesta absoluta a esa interrogante. Y para eso necesitaba encontrar sea como fuere a Víctor Segovia.



2

Arturo estaba en su habitación viendo las noticias de última hora y sentía que no soportaba continuar enterándose de lo que sucedía en el exterior.

—Esto no puede estar pasando por Dios.

La información era confusa, pero en lo que los medios no se equivocaban era en decir que algo muy malo había pasado durante la persecución de la policía sobre Víctor.

El mismo se sentía muy confuso desde la última vez que había hablado con Víctor. Las cosas se había sucedido una tras otra, y él había seguido ávidamente cada detalle, cada nuevo rumor, como si en cierto modo estuviera corriendo tras la policía y los periodistas, esperando ver una luz de esperanza en un camino que a cada momento se veía más turbio y oscuro; luego sólo algunos momentos de silencio, ninguna información nueva que fuera relevante al respecto, y de pronto todo se había sucedido. Entre las muchas noticias que no le importaban había dado con el caso del choque en la carretera, muy cerca del pueblo de Santa Marta, y luego estaba lo de las redes sociales, ésta noticia no oficial tan cerca, y toda la policía movilizada porque al parecer habían encontrado una pista. Su primera impresión fue sospechar, pero luego un nuevo rumor más estremecedor que los anteriores se filtró con rapidez, la clase de noticia en donde nadie se atreve a desmentir ni confirmar nada, pero queda claro de qué se trata. En su mente el temor surgió de inmediato, creyendo que la policía finalmente había encontrado a Víctor, pero amenazando con develar algo horrible que había pasado. Los más arriesgados decían que la policía había tenido que abatir a Víctor a balazos, mientras otros decían que lo habían capturado y se encontraba retenido bajo reserva máxima, mientras el niño era devuelto a las autoridades pertinentes. Había pasado más de una hora y aún no había ninguna información oficial, solo una policía de apellido Carrizo había declarado de forma muy escueta que la investigación había enfrentado algunos contratiempos y que se estaba analizando un sector cercano al sitio del accidente en la carretera porque habían pistas más relevantes, pero no dijo nada más y eso a fin de cuentas era lo mismo que los rumores que estaban haciendo por internet.
A cada segundo parecía haber alguna nueva interrogante o cuestión que preguntarse, porque no sólo no sabía en donde estaba Víctor, tampoco por qué la cosas pasaban de esa manera,  qué estaba investigando la policía en ese lugar, porqué alguien filtraría la noticia de un accidente trágico, porqué motivo la policía había cercado el sector cerca del accidente en la carretera, qué más había ocurrido, qué era lo que estaban ocultando, y lo más importante de todo, por qué los policías no decían nada, por qué en la única captura de pantalla que había, de la entrevista a Carrizo, los oficiales se veían tan afligidos. Arturo sentía que estaba volviéndose loco, necesitaba una respuesta y sabía que en algún momento los efectivos tendrían que decir lo que estaban ocultando. A la vez quería saber la información y tenía un miedo absoluto de escucharla.

3

Armendáriz estaba aún en el sitio acordonado cuándo Bárbara Carrizo se acercó a él.

—Ignacio.
— ¿Qué pasa?
—Esos malditos carroñeros de los periodistas no se van a mover de aquí, pero lo que no me explico es quién pudo filtrar la noticia; estoy segura que ninguno de ellos lo haría.

El policía miró hacia los árboles donde esos hombres y mujeres a su cargo continuaban el rastreo minucioso que él mismo les había encargado. No, él tampoco creía que uno de ellos pudiera hacerlo.

—No lo sé, pero me preocupa que están filtrando información, sobre todo cuando no tiene nada que ver con la realidad. Ni siquiera nosotros sabemos exactamente qué es lo que pasó.

Se quedó unos momentos en silencio, recordando las palabras de su superior; realmente, en el fondo, estaba negándose a la posibilidad de que Segovia hubiera muerto, y mucho más a que el pequeño Ariel estuviera muerto. ¿Cómo podía ser, cómo podía haber terminado todo en esa horrible tragedia? Tenía que buscar la respuesta, y no estaría tranquilo hasta que lo viera con sus propios ojos.

4

Gladys estaba en su casa escuchando con atención las noticias que iban saliendo una tras otra en la radio. No podía creer lo que oía, había un estremecimiento en lo profundo de su alma tan sólo de imaginar que las cosas que estaban diciendo de Víctor hubieran provocado una desgracia. La prensa hablaba tanto de una desgracia ¿Por qué hablaban de un accidente? ¿que acaso ese policía y Víctor habían tenido un nuevo enfrentamiento?  No podía imaginar que a ese pobre muchacho le hubiera sucedido algo grave, pero lo cierto es que ese policía grandote estaba persiguiéndolo y aparentemente en la policía tenían algún tipo de prueba, en su contra. ¿Por qué no simplemente escuchaban? Era tan sencillo como verlo, conversar con él y ver la relación que tenía el pequeño con Víctor para entender que entre ellos dos no había nada malo; había demasiada gente confundida, equivocada, y de seguro también habían muchas personas tratando de hacerles daño, aunque no se imaginaba porqué.

—Por Dios —dijo en voz alta con la garganta apretada, temblando ante las posibilidades que se dibujaban en su mente—, por Dios, que ese muchacho y su hijo  estén bien.

5

Álvaro despertó recostado en una camilla en un centro de urgencias; cuando abrió los ojos lo primero que vio fue la cara de la enfermera que estaba revisando su estado de salud.

— ¿Cómo se siente?
— ¿Dónde estoy?

La enfermera lo miró con la comprensión clásica de quien ha visto ya de todo.

—En el centro de urgencias, tuvo un accidente.
— ¿Dónde… dónde está Romina? ella estaba conmigo.
—Su esposa se encuentra bien, ustedes dos tuvieron mucha suerte. Sufrieron traumatismos y algunos cortes pero por lo que dijeron del choque pudo haber sido mucho peor.

En ese momento recordó lo que había sucedido; Víctor Segovia estaba junto con ellos en la camioneta, le habían hecho una serie de preguntas, él descendió del vehículo para continuar su viaje y ellos habían tomado la decisión de decirle a la policía en donde estaba él, pero el otro vehículo se estrelló con ellos; sintió el golpe, su cabeza se estrelló contra el parabrisas y perdió el conocimiento.

—Necesito verla —dijo tratando de incorporarse,  pero en ese momento los golpes de los que hablaba la enfermera lo detuvieron, dejándolo recostado.
—Le dije que habían tenido suerte —lo reprendió ella—, pero de todas maneras debe guardar reposo.
—Necesito ver a Romina.
—Podrá verla después; ahora, tiene que descansar.

La enfermera iba a retirarse de la habitación, pero una nueva pregunta surgió en la mente de Álvaro.

—Señorita, en el lugar...en el lugar en donde fue el accidente... usted sabe si ocurrió algo más ¿qué pasó con la policía?

La mujer se quedó detenida y lo miró lentamente, decidiendo qué era lo que tenía que decir, pero al final consideró justo hablarle de algo que él de todos modos sabría.

—Mire, las cosas por aquí están muy complicadas, la policía no quiere decir nada, todos están muy nerviosos,   tienen cortado el tránsito, nadie puede ir hacia el otro pueblo ni de allá para acá, pero lo que sí está claro es que pasó algo grave.

Segovia, se dijo Álvaro mentalmente.

—Usted... usted sabe si en las noticias han dicho algo... del caso del niño desaparecido.

La enfermera frunció el ceño.

— ¿Quién es usted?
—Soy periodista.
—Ah, claro, es periodista, eso significa que usted debería ser más que yo.

Por lo visto la noticia de su trabajo la había violentado, pero él estaba acostumbrado a esa reacción en las personas.

—Dígame si sabe algo, si hicieron algo mientras nosotros estábamos aquí.
—Nadie sabe nada —replicó ella en voz baja—, pero escuché... la gente comenta, dicen por ahí que estaba cerca en el otro pueblo, y dicen que el lugar en donde los encontraron a ustedes hubo otro accidente, y parece que hay un muerto.

                                           


Próximo capítulo: Pistas ciegas

Broken spark Capítulo 2: Una nueva apariencia. Segunda parte



La conversación que se había estado desarrollando entre los maximales quedó interrumpida ante las palabras de Optimus.

—Esos eran gritos de alguien a quien estaban torturando, y estaba gritando mi nombre.

Rattrap se encogió de hombros quitándole importancia al asunto.

—Por favor, todos los maximales estamos aquí, es obvio que se trata de una trampa para atraerte.
—No lo creo —replicó Optimus—. Hay algo en esa voz… no puedo creer que sea fingida; vamos a ir a investigar.
— ¿Vamos?
—Sí, vamos; somos un equipo y no nos vamos a separar.

Cheetah se mostró entusiasmado con la idea de salir de los alrededores de la nave

—Excelente, qué bueno que vamos a hacer algo, sería una buena oportunidad para estirar los miembros y probar cuál es mi verdadera velocidad.
—Ni lo pienses —lo interrumpió el líder—, mientras no sepamos con exactitud qué es lo que causó esos gritos nadie va a moverse solo; concuerdo en que puede tratarse de una trampa, pero también puede ser algo mucho peor. Avanzaremos en formación cerrada, con cuidado.

2

Dinobot se sentía bastante contento con el resultado de su trabajo; contempló la forma en que las cadenas que había robado desde la nave mantenían el cuerpo de Scorponok fuertemente sujeto, asegurando tanto el aguijón como las tenazas, para evitar que pudiera liberarse o atacar.

—Eres un maldito demente.

Scorponok apenas pudo balbucear estas palabras, acosado por el dolor que sus terminales nerviosas revelaban segundo a segundo luego de la tortura a la que había sido sometido.

—Parece que tus emisores de audio aún no están dañados —dijo Dinobot, susurrante, con un tono divertido.

Desvió la mirada hacia un costado en donde, sobre el suelo del prado, se encontraban las ocho patas del escorpión desperdigadas, inertes, excepto la última que había arrancado, que todavía hacía algunos movimientos estentóreos, producto de la energía residual.

—Me alegra que aún puedes gritar —continuó con tono divertido—, vamos a ver qué tanto podemos llamar la atención de Optimus.

En sus manos tenía una cuchilla de energía, y se acercó con ella para volver al realizar el trabajo.

—No —exclamó el otro con terror—, no te me acerques.

Dinobot soltó una risa macabra.

—Como si fuera hacerte caso, sólo porque lo dices.

3

Rinox avanzaba en modo bestia, con Optimus en su espalda y Rattrap y Cheetah escoltándolos. El Prado ante los ojos de ellos se extendía sin mucho movimiento.

—Esto es extraño —comentó Cheetah—, estamos en un lugar donde abundan las formas de vida animales, pero en este lugar no hay movimiento alguno.
—Eso confirma que esto es una mala idea.
—No Rattrap —replicó el líder—, lo que confirma es que los gritos que escuchamos no son fingidos; ya falta poco dense prisa.

Unos cuantos minutos después se internaron en una zona boscosa de plantas frondosas y árboles altos con Optimus al frente; caminaron entre los árboles, en silencio, analizando cada característica del paisaje y considerando las fluctuaciones que percibían alrededor.

—Debe ser por aquí cerca —comentó Cheetah—, da la impresión que todos los animales de este bosque se escondieron entre lo más profundo.

Nadie dijo nada durante unos momentos; el silencio era espectral.

—No es normal que en medio de un ambiente de flora y fauna haya tanto silencio. Parece…
—Una tumba.

La voz de Dinobot sorprendió a todos, al mismo tiempo que el grupo entraba en un claro del bosque. Atado con cadenas a los troncos de gruesos árboles, el cuerpo de Scorponok permanecía suspendido como un grotesco trofeo, la cabeza pendiendo apenas de unos cuantos cables, el torso cortado a lo largo por la mitad, las patas del escorpión y el extremo del aguijón esparcidos por el suelo.

—Esto es… no puedo creer lo que estoy viendo.

Los cuatro se quedaron mudos de asombro ante el dantesco espectáculo que se extendía ante sus visores ópticos; un momento después apareció ante ellos el velocirraptor caminando con toda tranquilidad.

—Veo que te has presentado, líder de los maximales. Mi nombre es Dinobot y he abandonado el grupo liderado por Megatron. Necesitamos hablar.

4

Waspinator había visto cuál era el destino del avance de Scorponok y decidió seguirlo desde cierta distancia; no pretendía esforzarse mucho en su labor, de modo que resultaba más sencillo seguir al otro y aprovechar su capacidad de vuelo para adelantarse en caso de tener buenos resultados. Tan pronto como vio que Scorponok caía en la trampa de Dinobot se mantuvo en las alturas y atento a lo que pudiese suceder; en un principio pensó que el velocirraptor sería derrotado, sin embargo no sólo hacía gala de una gran fuerza, sino que además la utilizaba con gran inteligencia, por lo que luego de algunos instantes de encarnizada batalla consiguió golpear de manera efectiva a su rival y atarlo a unos árboles con poderosas cadenas.

—Waspinator le avisará a Megatron.

Cuando se escuchó el primer grito de dolor y el llamado al líder de los maximales, Waspinator ya se encontraba a cierta distancia de ese lugar volando a toda prisa.

—Está sucediendo algo muy malo —se dijo mientras superaba unos roqueríos y elevaba el vuelo para pasar por sobre una elevación del terreno—, Waspinator no se enfrentará a ese lunático.
—Waspinator ¿A dónde vas?

La voz de Megatron lo sorprendió; suspendido en el aire miró en ambas direcciones hasta que encontró al Tiranosaurio, en la parte más alta de un risco cercano. Voló hacia él y se mantuvo flotando nerviosamente frente a su objetivo.

—Waspinator iba a buscarte poderoso líder.
—Les dije con toda claridad que debían ir a buscar a los maximales.

Su interlocutor continuaba aleteando mientras hablaba con un sentimiento de angustia.

—Sucedió algo Megatron y se trata de algo muy grave.
—De que podría tratarse…
—Dinobot se adelantó a los predacons y fue en dirección al lugar en donde se estrellaron los maximales.

Megatron guardó silencio durante unos momentos, sin tratar de seguir con la mirada Waspinator.

—Eso cambiaría un poco mi percepción acerca de él pero no me parece que sea algo malo para nosotros.
—Lo es poderoso líder, porque Dinobot capturó a Scorponok y comenzó a torturarlo, escuché que lo obligaba a gritar pidiendo ayuda a los maximales.

Megatron se convirtió a robot y guardó silencio durante unos momentos, sonriendo mientras Waspinator seguía el movimiento constante y hablaba sin parar.

—Los predacons estamos en peligro, estamos en peligro.

Megatron le hizo un gesto para que guardara silencio.

—Escucha Waspinator, sólo escúchame: según lo que sé, la especie nativa de la cual copiaste tu apariencia actual es muy rápida de movimientos; según los informes de la computadora tus aleteos son muy rápidos.

Waspinator lo miró sin comprender.

—No sé a qué te refieres.
—Nada en especial —murmuró Megatron—, es solo que resulta divertido que alguien que se mueve tan rápido no demuestre la misma habilidad para otras tareas.

Haciendo gala de una agilidad sorprendente, el líder de los predacons capturó Waspinator con el brazo de la mandíbula, y antes que éste pudiera reaccionar, utilizó el brazo que tenía libre para arrancarle las alas.

— ¡Qué estás haciendo! —aulló de dolor y terror su subalterno— ¡porque me haces esto!

Megatron no respondió, y con un nuevo movimiento muy veloz del brazo libre tomó la cabeza y la retorció hasta que escuchó cómo se cortaban las terminales nerviosas y se destrozaban los conductos de energía que iban desde el cuello; el cuerpo de Waspinator quedó colgando, inerte en la mandíbula del Tiranosaurio, la cabeza pendiendo como una fruta seca de la rama de un árbol. El líder de los predacons lo observó durante un momento, divertido.

—Es una lástima que hayas tenido que convertirte en un daño colateral —comentó como si el otro aún pudiera escucharlo—, pero lo cierto es que ahora todo va de acuerdo al plan, y para el momento en que los demás lleguen hasta los maximales, se habrá producido un cambio que me va a permitir cumplir con mis objetivos.

Sonrió y arrojó el cuerpo de Waspinator, el que dio algunos tumbos sobre las rocas para luego rodar el risco hasta perderse de vista; de inmediato se transformó a tiranosaurio y re emprendió la marcha.

5

—Eres un monstruo Dinobot —exclamó Rattrap con furia extrayendo de su coraza una de sus armas.

Dinobot no reaccionó ante la amenaza armada, y continuó mirando al líder del grupo, ignorando a los demás.

—Lo asesinaste —sentenció Optimus con voz templada—, lo torturaste y luego acabaste con su vida sin contemplaciones.
—Eso es lo que pretendía hacer él con alguno de ustedes —respondió el velocirraptor—, y es también lo que Megatron pretende hacer con quien sea, por eso es que te llamé.

Optimus había entendido que tanto Rattrap como Cheetah estaban muy alterados por la situación, pero no quería provocar un enfrentamiento armado sin saber cuáles eran los verdaderos planes del reptil; presintió que se escondía algo detrás de ese cruel espectáculo.

— ¿Qué es lo que te propones?
—Como te dije, he abandonado a los predacons y pienso que podemos hacer un trato que nos sea conveniente a todos.
—Nadie quiere hacer tratos contigo asquerosos saurio.
—Cállate Rattrap. Dime a qué trato te refieres.
—Es bueno que hablemos las cosas tal como son. Megatron tiene en su poder el disco dorado con información muy importante que va a permitirle iniciar una nueva era de guerra entre los cybertronianos;  tu nave siguió a la nuestra para detenerlo y nadie conoce a los predacons tan bien como yo.

Optimus procesaba cada palabra que escuchaba; sabía muy bien lo que iba a escuchar.

—Después de montar este espectáculo resulta difícil pensar que quieres aliarte con nosotros.
—Sin embargo el espectáculo del cual tú y tus compañeros reniegan es necesario a la hora de planear algo en contra de Megatron te estoy demostrando que estoy dispuesto a todo con tal de detenerlo.
— ¿Y qué es lo que ganas tú?
—La gloria de cybertron —respondió el velocirraptor—, te ayudo a detener los planes de Megatron, y me convierto en un héroe.


6

Megatron y sus subordinados se reunieron a cierta distancia del barranco que se interponía entre la nave y ellos
—Y no hay rastro de los maximales —dijo Terrorsaur—, tenemos una oportunidad perfecta para destruir su nave.
—No —replicó Tarántula—, estuve analizando el sector y los maximales instalaron un campo de energía alrededor de la nave, tengo la impresión de que se trata de un campo energético que refleja los ataques que recibe. Tardaría mucho en desactivarlo.
—Quiero las cabezas de los maximales encima de una bandeja —dijo Megatron—, pero al parecer ellos se nos han adelantado.
— ¿Lo dices por Scorponok y Waspinator?
—Por supuesto, es extraño que no hayan aparecido. Sin embargo, no haremos algo tan inútil como intentar destruir su nave mientras ellos nos exterminan uno por uno, haremos esto de otra manera… los esperaremos aquí.



Próximo capítulo: Frecuencia óptima