La traición de Adán capítulo 31: Venganza de cristal




Adán estaba contento con sus nuevos descubrimientos: en el último tiempo y a propósito de los hechos que involucraban a Samuel, había concluido que no era recomendable confiar determinados asuntos a terceros, pero como de todos modos tenía que estar al pendiente de todo, optó por el camino más sencillo, es decir involucrarse personalmente; siempre había manejado los conceptos medios de la informática, pero desde que se le hizo necesario, estudió por su cuenta, y haciendo gala de su increíble capacidad de estudio, se convirtió en poco tiempo en un experto, lo que en primer lugar le sirvió para hacer más seguras sus cuentas personales y también para poder borrar los historiales que pudieran perjudicarlo, de modo que estaba mucho más a salvo que antes, y desde luego que la historia de su verdadero origen había muerto junto con Samuel.
Investigando los detalles de todo lo que estaba pasando en esos instantes, el hombre de 24 años terminó por descubrir información que podría serle sumamente útil en determinado momento: la verdad de lo que había ocurrido en Londres hacía dos años atrás, sacada de informes económicos, de prensa y de algunos comentarios, y esa verdad era sumamente llamativa.

–Qué interesante Bernarda... sigues sorprendiendo como siempre.

Dos años atrás la Administradora de Bernarda Solar estaba a cargo de un proyecto importante en Inglaterra, algo parecido a Boulevard pero más enfocado al comercio que a la familia. Todo parecía ir sobre ruedas, hasta que hubo un grave accidente puso todo de cabeza: se descubrió entonces una gravísima falla en los armados de la empresa fabricante e instaladora de estructuras, con lo que el consorcio dueño del proyecto amenazó con hacer válidas las pólizas de garantía, lo que habría destruido a Bernarda. Todo parecía perdido, hasta que apareció Luna Arriaga y comenzó a tratar directamente con los dueños, con excelentes resultados. Finalmente la empresa fabricante terminó siendo sindicada como la única responsable, y para evitarse una demanda millonaria, liquidó todos sus activos, dejando a su personal, desde el dueño, Vladimir Aruse, hasta el último trabajador en la calle. Inmediatamente después se contrató a otra empresa fabricante e instaladora, llamada Biel Asís, la que aceptó el proyecto a pesar del riesgo, y además lo hizo cobrando precios excesivamente bajos, con lo que se obtuvo como resultado que el proyecto fuese terminado.
Así que de ese modo lo había hecho.
Como él lo veía, las cosas estaban bastante claras, ya que Bernarda era en realidad la responsable de todo; seguramente habían tenido alguna especie de problema con Aruse, y viendo contratos de por medio, la empresaria optó por el medio más sencillo, que era nada menos que el sabotaje, y ahora tenía a una empresa suya pero que aparentaba no serlo a cargo de sus propios proyectos, ganaba por todos lados y como de costumbre, eliminaba del camino a sus enemigos.
No era muy distinto de como el mismo procedería en caso de ser necesario, pero si bien eso supuestamente debería alegrarlo por encontrarse en terreno conocido, la verdad es que le provocaba más preocupaciones que otra cosa.
Estaba amarrado con un contrato millonario a Boulevard y con otro al Hotel, a pesar de ni siquiera haber comenzado a trabajar allí, y aunque en ganancias estaba muy bien posicionado, eso también podía significar que estaba atrapado en esos proyectos. Bernarda Solar era una empresaria generosa con los que estaban de su lado, pero claramente se libraba de la peor manera de quienes estaban en su contra. ¿Qué pasaría entonces cuando él fuera un obstáculo en su camino a conseguir tenerlo todo? Tenía que armar un plan de contingencia, no solo proteger su dinero, sino que también idear un modo de escape, una fórmula para evitar que cuando llegara el momento, los designios de la señora Solar lo quitaran del camino igual que a otros. Y tenía muy poco tiempo para hacer.

Micaela estaba llegando a su casa después del trabajo esa misma tarde. Estaba cansada, pero más que todo ansiosa por tener resultados de las investigaciones que habían estado haciendo junto con F. Últimamente tenía la sensación de que cada vez que conocían algo nuevo, se le quitaba más todavía la sorpresa hacia lo que su querida madre pudiera hacer, pero aun así no avanzaban nada. Le parecía imposible que ella siempre consiguiera eliminar tan bien las pruebas de su culpabilidad.
Tomó el celular y llamó a Esteban, pensando en tomar algo juntos y tratar de escapar un poco de la extraña rutina de trabajo e investigación, pero se sorprendió al escucharlo hablar en voz muy baja y con apuro.

– ¿Interrumpo algo?
–No exactamente –comentó el aún en voz baja– pero es un mal momento para que hablemos, estoy en medio del Salón de la innovación y construcción, está a punto de empezar una reunión muy importante.

Micaela terminó de entrar y se sentó ante el computador.

–No entiendo nada de lo que dices.
–Míralo en internet, vine para conseguir hacer los contactos necesarios y volver al ruedo, no quiero seguir haciendo inventarios toda mi vida. Te llamo luego, va a empezar la reunión de las siete cuarenta, deséame suerte.

Pero no le dio tiempo a hacerlo y cortó. Micaela se quedó con la duda, así que encendió el computador y buscó la información; claro, el Salón de la Innovación, era un evento importante, en el que no solo las empresas buscaban hacerse un espacio, también los ejecutivos, que si hablaban con las personas correctas podían hacerse de algún contrato.
Por curiosidad revisó algunas fotos del lugar, estaba muy bien ambientado por supuesto, pero todo cambió cuando vio la lista de invitados, y brillando entre ellos a nada menos que a Bernarda Solar. Por supuesto, como se lo iba a perder. Sin prestar mucha atención a lo que hacía, se desplazó por los asistentes y expositores, y le llamó particularmente la atención una empresa llamada Biel Asís. ¿Por qué le sonaba conocido ese nombre? Se puso de pie y comenzó a caminar hacia el baño para darse una ducha, pensando que probablemente era una empresa de las que tenían trato con la constructora Del Mar en el tiempo que alcanzó a trabajar con ellos; estaba cansada, quería relajarse un poco.

–No es...

Algo llamó su atención, y volvió a la pantalla del ordenador. Ese nombre no era parte de ninguna nómina presente en su época en la Constructora.

–Oh por Dios...

Biel Asís.
El nombre de la empresa que había trabajado con Bernarda en Reino Unido. Y con Pilar en su restaurante estando a un paso de causar un grave accidente. Nada de eso tenía sentido. Volvió a revisar la galería de imágenes de la exposición, con la respiración agitada por un presentimiento, hasta que dio  con la foto que al mismo tiempo esperaba, y no quería ver.

–Cielo santo...

Seguía sin tener sentido, pero sabía a ciencia cierta que algo estaba horriblemente mal en ese lugar.
Y vio en la lista de invitados a Bernarda Solar. Esteban había dicho que empezaría una reunión. ¿Dónde diablos estaba el programa para ese día? Al fin, después de tensos segundos, lo encontró, la reunión de las siete cuarenta en la primera explanada interior. Bajo un gran armado parte de las muestras de las compañías expositoras. Tomó el celular y marcó el número de Esteban, pero no le contestó; sin esperar más le envió un mensaje urgente a su casilla directa, esperó algunos segundos y volvió a llamar.

– ¿Qué pasa? –preguntó el en voz baja– estoy labrando mi futuro.

Micaela fue directo al punto.

– ¿La reunión es en la primera explanada?
– ¿Qué?
–Contéstame.
–S–sí, ¿por qué quieres saberlo?

Sintió que el corazón le daba un vuelco.

–Esteban, tienes que salir de ahí de inmediato.

Su amigo se mostraba algo confundido por lo que escuchaba, pero su relajo era más desesperante todavía.

– ¿Que te ocurre? No me voy a salir, esta oportunidad es única para...
– ¡Cállate y escúchame! –gritó fuera de si– Esteban, ¿confías en mí?

Solo entonces él pareció entender que algo estaba fuera de orden.

– ¿Qué pasa?
–Contéstame.
–Sí. Eres mi amiga, claro que confío en ti.
–Entonces –siguió con la voz temblorosa, los ojos llenándose de lágrimas– por lo que más quieras, sal de ahí ahora mismo; no me hagas preguntas, solo sal de ahí... te lo suplico.

Del otro lado de la conexión, Esteban miró hacia donde estaban los asistentes a la charla, y entre ellos divisó a Bernarda Solar. Solo entonces los ruegos de Micaela cobraron algún tipo de sentido, y  aunque seguía sin comprender que ocurría, decidió entregarse a sus palabras y obedecer.

–Está bien. Escucha, voy caminando hacia la salida ahora mismo.
–Por favor apresúrate.

Mientras Esteban salía a toda prisa, Bernarda estaba cómodamente ubicada en primera fila junto a otros exitosos empresarios, lista a presenciar la exposición de expertos y visionarios en la innovación, de la que por supuesto ella era parte importante. Todo estaba en calma y orden, hasta que las cosas cambiaron bruscamente; sobre el escenario apareció un hombre con un control remoto en las manos.

– ¡Bernarda!!

Su grito hizo que todas las miradas se dividieran entre ella y el hombre; de primera se sintió sorprendida, pero luego reconoció con horror que se trataba de Vladimir Aruse.

–Oh no...

Se puso de pie, lívida, sin reaccionar hasta lo siguiente; Aruse accionó el mando a distancia, y aunque a primera vista no ocurría nada, el extranjero pareció satisfecho, y tras dedicarle una mirada de odio, desapareció tan abruptamente como había aparecido. Solo entonces las piezas parecieron encajar, cuando un ruido ahogado de trizaduras se dejó oír en la explanada, y la mujer miró hacia arriba, donde una enorme estructura parte de la exposición comenzó a tambalearse. La empresaria llamó a su guardia para que la ayudara a salir, mientras algunas voces en el lugar comenzaban a advertir del peligro. Segundos después todo fue caos.

Más tarde en su departamento, Micaela abrazó emocionada a Esteban, aliviada de verlo sano y salvo.

–Estás bien cielos. Estaba tan preocupada, la noticia ya está en todas partes.

Esteban aún se veía nervioso por la situación.

–Yo todavía no puedo creerlo, ¿cómo fue que descubriste que iba a pasar algo así?

Se sentaron mientras en las noticias informaban del accidente en el Salón de la innovación y construcción, de las decenas de heridos y los millonarios daños.

–Fue intuición femenina. Cuando revisé imágenes del Salón, porque no tenía idea de lo que me hablabas, por casualidad vi la lista de expositores, y reconocí a la empresa que casi destruye el restaurante de Pilar. No sé cómo explicarlo Esteban, pero en cuanto vi esa información, supe que iba a ocurrir alguna desgracia.
–Me salvaste la vida –se admiró él– pude haber terminado muy mal; cuando  venía para acá escuché que hay un par de heridos graves pero ningún muerto.

Ya estaban más tranquilos, así que se enfocaron en sus conjeturas.

–Eso es una suerte. Lo que me preocupa Esteban, es que nada de esto tiene ningún sentido, no comprendo en primer lugar porque Bernarda quiere adueñarse del restaurante que a la vez pretende sabotear, y en segundo, mucho menos comprendo por qué resulta destruida una estructura de una empresa de su propiedad, en un evento de tal magnitud, no veo cómo puede sacar algún beneficio de una desgracia como esta.

Esteban reflexionó unos momentos.

– ¿Sabes algo? Quizás estamos enfocando las cosas de la manera equivocada. ¿Por qué todo tiene que ser culpa de ella?

Micaela lo miró sorprendida.

–Porque habitualmente lo es. Ella tiene la tendencia de dejar damnificados a su paso.
–Concuerdo contigo, pero, ¿y si esta vez no fuera así?
–No te entiendo.
–Tú y yo hemos estado tratando de buscar algún método para denunciar a Bernarda Solar en algún ilícito, demostrarle al mundo quien es para detenerla y evitar que le haga mal a otros como ya nos lo hizo. ¿Qué tal si no somos los únicos?

La joven se quedó un momento en silencio, pero todo parecía concordar.

–No lo había pensado desde esa óptica. ¿Dices que alguien podría estar  saboteando a las empresas de ella para perjudicarla?
–Eso explicaría lo del restaurante.
–Quizás tengas razón. Pero si es así... espera un momento.
– ¿Qué?
–Claro –se sorprendió a si misma por no haber hecho antes la relación– por supuesto, siempre ha estado allí, creo que tienes razón. Esta es tercera vez que ocurre algo parecido, y hay factores que se repiten: Bernarda, la empresa fabricante de estructuras y las consecuencias inesperadas, solo que ahora los papeles se invierten. Esta vez alguien está atacándola a ella, y a gran escala.
–Tiene demasiado sentido, pero por otra parte, si tenemos razón, quiere decir que quien está tratando de vengarse de ella no tiene límites.
–Es cierto. Me pregunto si habrá llegado el momento de la caída de Bernarda Solar.



Próximo episodio: Planes desesperados


Por ti, eternamente Capítulo 16: La noticia principal



Tan pronto como salió de la pensión, Víctor se apresuró hacia el extremo contrario del pueblo en el que había pasado la noche; nuevamente sentía que todos estaban observándolo, aunque el hecho de haber salido temprano en la mañana de la pensión hacía que hubiera menos gente por las callecitas de un lugar que ya no le parecía tan acogedor y calmo como antes. Encontró un pequeño grupo de buses de transporte por zona y subió al primero que encontró, afortunadamente con un poco de tranquilidad por no resultar demasiado llamativo, seguramente porque por esos lados había mucha más gente rara o que viviera en las calles. Al subir al bus y acomodarse lo mejor posible en el pequeño asiento con la mochila, los dos bolsos y el bebé en sus brazos, se sintió un poco más tranquilo, aunque entonces comenzó la molestia del bebé, que, cubierto por la cobija que lo disimulaba, estaba incómodo y evidentemente acalorado.

— ¿Qué pasa bebé? —murmuró con disimulo— no puedo descubrirte ahora...

El pequeño se removía incómodo, sofocado por el calor, pero aunque había solo un par de personas en el vehículo y no estaban en asientos contiguos, sentía que cualquier cosa que hiciera llamaría la atención. Pero Ariel seguía moviéndose, y la perspectiva de algún llanto en un bus en movimiento con la amenaza de la policía en camino a la pensión que dejara solo momentos antes era muy preocupante.

—Espera, por favor espera...

Ya estaba muy nervioso y esa escena no estaba ayudando en nada, así que, sentado hacia la ventana, abrió la de corredera y se volteó hacia el exterior, descubriendo al bebé para que su torso quedara expuesto; la reacción del pequeño fue instantánea.

— ¿Ves? —susurró sonriéndole— solo estamos desplazándonos un poco. Sé que hace calor y que estás sofocado, pero en un rato más vamos a bajar, espera un poco por favor.



2

Romina detuvo la camioneta mientras Álvaro corría a subir al asiento del copiloto.

—Apresúrate, el bus acaba de irse.

Álvaro se subió mientras ella reiniciaba la marcha;  llevaban muy poca distancia del bus, y estaban obligados a guardarla para evitar delatarse, pero justo cuando estaban tomando la misma ruta del bus, un obstáculo apareció en el camino.

—Diablos, es el gorila, desvíate ahora.

Romina hizo un giro y se ocultó en una esquina al borde del pueblo, muy cerca de donde iniciaba una nueva vía; lo que pasó fue la camioneta institucional con Armendáriz en el asiento del copiloto hablando enérgicamente por teléfono.

—Maldición, no sé en qué momento se adelantó.
— ¿Habrá descubierto que Segovia va en el bus?

Romina le quitó de las manos la cámara fotográfica.

—No lo creo, probablemente solo es una coincidencia, pero si va en esa dirección es posible que se le ocurra investigar en los medios de transporte, así que no podemos quedar fuera.

Estaba revisando de manera distraída las fotos mientras hablaba; no las veía en realidad, sabía muy bien que en un trabajo como ese solo veinte de cada cien fotos servía de algo, pero era lo necesario y además muchas veces las fotos sacadas al azar revelaban cosas que las sacadas a propósito no podían. Mientras la camioneta comenzaba lentamente la marcha, la mujer se quedó mirando una imagen que le llamó la atención y decidió acercarla con el zoom.

—Qué raro...
— ¿Qué pasa?

En la foto se veía el lateral del bus en donde iba Segovia, pero la foto, si bien era perfecta porque a pesar del ángulo lo mostraba, enseñaba también algo que no se esperaba.

—No lo sé, es solo que...
— ¿Qué?
—Ésta foto —dijo sin poder quitarle los ojos de encima a la imagen—, es tan extraña. Lo que veo aquí Álvaro...
— ¿Qué? Dilo de una vez.
—Es que en la foto...se ve un padre con su hijo en brazos.

Álvaro no respondió por unos momentos, pero cuando lo hizo, parecía tan enfocado en el caso como antes.

—Se supone que eso es lo que esos tipos pretenden, ¿O no?
—Sí, lo sé, también estaba en los cursos de sicología del delito, recuerda que estudiamos juntos —replicó ella más livianamente— es solo que verlo así me hace pensar que definitivamente no podemos perderle la pista, porque si lo hacemos es probable que después empiece a mezclarse con la multitud.

Él se lo pensó un momento.

—Sí, creo que tienes razón, lo que puede ocurrir es que el niño se acostumbre, al final es pequeño y es más sencillo; espero que todo resulte bien.

 3

Dos oficiales de policía estaban dentro de la cabaña de Gladys, y aunque el lugar resultaba a todas luces acogedor, la actitud de ella no lo era.

—Señora, necesitamos su cooperación, se trata de un caso muy serio.

Pero ella estaba más alterada de lo que cualquiera de los dos podía esperar; y no solo estaba alterada, la preocupación la invadía también, y no era por ella misma por quien temía.

—No sé qué es lo que ustedes pretenden ahora mismo.
—Señora —le explicó la mujer policía—, escuche, el hombre que estuvo aquí cometió al menos un delito, usted lo vio con ese niño en sus brazos.
—Es su hijo.
—No, no lo es, se lo llevó de los brazos de su madre.
—Sí, si es su hijo —replicó obstinadamente la mujer—, ustedes no lo vieron, no tienen idea de lo que están hablando, ni ustedes ni ese policía bruto que estuvo aquí.

El hombre intervino para tratar de convencerla.

—Escuche señora Gladys, ese hombre.
—Se llama Víctor.
—Víctor —concedió él para no desviar la atención—, obviamente le dijo que el niño era su hijo, no es la primera persona a quien se lo dice, él está convencido de que lo es.

Pero esas palabras solo consiguieron alterarla más; la mujer se puso de pie de manera orgullosa y fulminó a ambos con la mirada.

— ¿Y quién les dijo que él me había dicho alguna cosa?
—Escuche señora...
—No, escuchen ustedes. Pueden ir a decirle a todo el mundo lo que quieran, pero ustedes no han visto a Víctor, ustedes no han hablado con él. Víctor es un buen hombre, y nadie tuvo que decirme que ese niño es su hijo, porque eso es algo que se ve, no se dice.

La policía parecía dar por perdida la situación.

— ¿Le dijo ese hombre adonde pensaba ir?
—No, y lo mejor es que no me lo haya dicho, porque está claro que ustedes no lo quieren ayudar. Pero quiero que le digan a ese bruto que estuvo aquí antes que está totalmente ciego, y que si no reacciona va a cometer un grave error. Víctor es el padre de ese niño y solo quiere mantenerlo a salvo, pero todos ustedes lo están empujando justo en la dirección contraria.

4

Víctor vio como el bus, después de un  viaje relativamente corto, llegaba a una zona industrial, pero como vio la terminal muy cerca, decidió bajar antes de llamar la atención más de lo que lo había hecho hasta el momento. Desconocía totalmente el lugar en donde estaba, pero sabía con bastante seguridad que seguía alejándose hacia el sureste, así que lo mejor que podía hacer era seguir en esa dirección; por suerte el pequeño se había calmado durante el corto viaje, pero él mismo no estaba tranquilo, necesitaba poner distancia entre el sitio de donde venía.

—Espero encontrar algo por aquí.

Las zonas industriales como esa muchas veces tenían servicios de buses que iban hacia diferentes destinos, así que solo tenía que armarse de paciencia y encontrar uno, por lo que comenzó a caminar a un costado del camino rural, lo más cerca de los árboles y matorrales que serían lo único que podría protegerlo si alguien se acercaba, aunque afortunadamente todavía podía contar con que era temprano.

Mientras Víctor hacía esto, Romina estacionó la camioneta a varias decenas de metros de distancia, en un recodo que los mantenía protegidos de la vista de Segovia.

—Excelente Álvaro, estamos a la delantera del gorilote, y pensar que estuvo tan cerca igual que esos tipos.

Pero en esos momentos él no se mostraba tan optimista.

—Pero estamos tan cerca, esto me preocupa.
— ¿Qué quieres decir?

Álvaro no la miraba a ella, miraba con el lente de la cámara en dirección a Segovia y el camino por donde seguía.

— ¿Qué pasaría si esos tipos que te amenazaron fueran amigos de Segovia? Tal vez escaparían con él. ¿Y si lo agarra la policía así por sorpresa como la vez anterior, pero ésta  vez sí lo atrapan?
—Es parte de la crónica.

Pero él sonrió, un poco divertido; generalmente era ella quien hacía las conjeturas más allá de lo normal.

— ¿No te das cuenta? Nuestra crónica termina si Armendáriz lo atrapa, y si esos tipos lo ayudan, será empezar de nuevo las persecuciones.

En ese momento ella comprendió el punto.

—Nos va a faltar el contrapunto.
—Exacto. ¿Y si lo hacemos nosotros?
—No lo sé, no estoy segura de que sea buena idea, sabes que lo de intervenir en el objeto del reportaje es siempre muy complicado.
—Lo sé —replicó él volteando a mirarla—, pero no me digas que no te prende la idea de tener las declaraciones exclusivas del secuestrador.
—Por supuesto que sí. Además —fantaseó con la vista perdida en el techo de la camioneta—, esa declaración nos servirá en cualquier caso, esa exclusiva será oro puro.

Álvaro abrió la puerta del copiloto para bajar.

—Sabía que entenderías; ahora vamos antes que alguien aparezca.

 5   

Víctor iba caminando por el costado de la ruta de cemento estropeado hacia la zona industrial; no era un lugar especialmente bonito, pero eso reducía la cantidad de gente que podía verlo, de modo que era una buena opción por el momento.

—Ya vamos a llegar bebé, vamos a buscar un nuevo lugar para nosotros.

Ariel se mostraba otra vez tranquilo en sus brazos, un poco menos sofocado que antes. De pronto sintió el sonido de un motor a su espalda y se le volvió a oprimir el corazón.

—Oh, no puede ser...

No contaba con que alguien se acercara faltando tan pocos metros para llegar a las calles iniciales de la zona industrial; aún no se veía ningún vehículo, pero el motor estaba cerca y tenía muy claro que no había puesto aún demasiada distancia. Preocupado porque pudiera estar expuesto, decidió internarse entre los matorrales, al menos hasta saber claramente de que se trataba, o por lo menos ver al vehículo pasar, sabía que no era mucho pero al menos lo tranquilizaría un poco.

—Vamos a quedarnos un momento por aquí —dijo en voz baja—, no te muevas por favor.

El bebé seguía tranquilo en sus brazos; de cuclillas  tras unos matorrales de más de un metro de alto, el hombre esperó a que el sonido se hiciera más intenso y apareciera algo a su vista, pero después de varios segundos seguía sin pasar nada.

— ¿Habrá sido un bus en sentido contrario?

No alcanzó a preguntarse nada más. Una voz a su espalda lo hizo dar prácticamente un salto.

—Víctor Segovia.
— ¡Oh!

Se puso de pie y volteó asustado; a poca distancia de él había dos personas, una mujer de cabello largo, de mirada aguda y rasgos bastante agraciados, y un hombre de cabello muy corto, de piel llena de pecas y el mismo tipo de mirada fulminante que ella.

— ¿Que quieren?
—No te asustes, sólo queremos hablar contigo.

Estaba atrapado, y esos dos habían aparecido de la nada. ¡Claro! Ese era el sonido de motor, y estaban tan cerca que no tenía por donde huir. Pero no podía pasar eso, no podía ser tan sencillo después de lo que había pasado.

—No se acerquen.

Eso resultaría absurdo si es que ellos eran policías de civil, aunque no tenían facha de serlo. Además se mostraban muy tranquilos.

—Tranquilízate —dijo el hombre en voz baja—, no queremos hacerte ningún daño, solo queremos hablar.
—Déjenme en paz por favor.
—Escucha, no somos policías si es eso en lo que estás pensando —intervino la mujer—, somos periodistas.

¿Periodistas? El hombre le enseñó la cámara profesional colgando de su cuello y una tarjeta de identificación, la que a tres metros de distancia claramente no podía ver con todo detalle pero que parecía ser de algún sindicato o algo parecido; pero sea como fuere, eso no cambiaba su situación, necesitaba alejarse y no veía cómo.

— ¿Qué es lo que quieren?
—Hemos estado siguiendo tu pista —le dijo ella en voz baja—, y queremos hacer un reportaje sobre lo que está pasando ahora mismo contigo.
— ¿Un reportaje? —repitió tontamente— ¿Por qué estarían haciendo un reportaje de mí? no lo entiendo.

Álvaro iba a acercarse un paso más, pero Romina lo detuvo; lo mejor era tomarse todo con demasiada calma, tenían que ser precavidos.

—Solo queremos hablar contigo.

La reacción de Víctor fue bastante sorprendente, se rió nerviosamente de ellos, sin acercarse y manteniéndose inmóvil, con ese extraño atuendo con el que lo habían visto, que ocultaba la carga en la espalda y el bebé en sus brazos.

— ¿Hablar conmigo? ¿Quién podría querer hablar conmigo? la policía está persiguiéndome, tuve que escapar pero al parecer todos creen que soy una especie de monstruo.

Tenía una idea bastante clara de lo que pasaba a su alrededor, eso haría más interesante el reportaje.

—Precisamente por eso —replicó ella sin titubear—, creemos que es justo que tú entregues tu versión de los hechos, para que la gente sepa.

Víctor se quedó un momento sin palabras; no había pensado, ya a esas alturas, que alguien pudiera ir a decirle algo así, o que alguien quisiera escucharlo, sobretodo asumiendo que la noticia de su enfrentamiento con el policía ya era pública como su desaparición.

— ¿Por qué ...? Es decir, no lo entiendo, dime por qué tendría que confiar en ustedes, podrían estar tratando de detenerme.
—La policía está muy cerca sin que nosotros hayamos hecho nada.
— ¿Qué?
—Álvaro —lo reprendió ella tratando de sonar más empática—, no digas eso, es descortés. Escucha Víctor, nosotros somos periodistas, nuestro trabajo no es entregarte a las autoridades, es contar las cosas que pasan. Sabemos lo que pasó con Armendáriz, es decir por qué tienes esas heridas en la cara, pero aunque ya hay bastante información en los medios e hicieron una denuncia, nadie sabe nada, nadie sabe por qué hiciste esto.

Todo eso tenía sentido, y mucho más si pensaba en su propio plan de alejarse un poco mientras conseguía un abogado que lo ayudara a explicar todo sin exponerse a la Familia De la Torre.

—Sé que dicen que tengo horribles intenciones, pero es mentira.
—Entonces dinos la verdad —lo instó Romina mirándolo con ojos brillantes de emoción contenida—, cuéntanos tu verdad, y te aseguramos que cuando salga el reportaje no cambiaremos nada.

Álvaro intervino para no quedar mal.

—Mira, creemos que tienes mucho que decir, pero no es un buen lugar para hablar, la policía anda cerca. ¿Hacia dónde vas?

Víctor aún no estaba seguro de lo que estaba pasando, había tomado muchas malas decisiones, pero realmente no parecía tener muchas mejores opciones de seguir a pie y sabiendo que la dueña de la pensión lo había delatado.

—Necesito alejarme de aquí —respondió con evasivas—, pero no conozco el lugar y perdí el mapa.
—Tenemos un mapa —replicó Álvaro—, y un vehículo. Mira, si no quieres decirnos adónde vas está bien, podemos llevarte un trecho mientras nos cuentas todo, y luego seguirás tu camino.
—Te prometemos que no vamos a decirle a nadie donde estás —complementó Romina sonriendo—, será como si nunca hubieras estado en nuestra camioneta.

Subir a un vehículo con otras dos personas desconocidas no era la mejor idea, pero ella pareció adelantarse a los hechos y le enseñó el mando a distancia que desbloqueaba las puertas.

—Si quieres te dejo las llaves. Así tú decides cuando quieres detenerte, y bajar.

Varios minutos después, la camioneta, conducida por Álvaro, había sobrepasado la zona industrial donde Víctor había bajado del bus y se desplazaba a velocidad media por la carretera; dentro del vehículo, ninguno de los dos periodistas podía evitar posar los ojos, aunque fuera un momento, en el hombre que permanecía sentado en el asiento del copiloto con el bebé en sus brazos.

—Creo que con lo que nos dijiste es suficiente —comentó Romina revisando sus notas—, tengo una idea bastante clara.
—Soy inocente.
—Entiendo a lo que te refieres —dijo la mujer sin comprometerse a nada—, pero debes entender que tu versión de los hechos es bastante inverosímil.

Víctor miró por la ventana; los prados que se extendían a los lados y el inicio de esos bosques podía ser un lugar paradisíaco, pero al estar en la situación en que estaba, todo resultaba muy desesperanzador.

—Sé que no es fácil, supongo que yo mismo no me creería, pero es la verdad.
—Es difícil cuando piensas que si ese niño es tu hijo, deberías haber ido a la policía en primer lugar; con un simple examen de Adn todo se resolvería.
—No es tan sencillo, no después de que me llamó ese hombre del que te hablé amenazándome; me asusté, no sabía qué hacer, y Magdalena me pidió que lo mantuviera alejado de su familia, porque tienen negocios sucios, ella me lo dijo. Si me atrapan, no sé lo que me pueda pasar, pero no creo que sea nada bueno y además me quitarán a Ariel.

Ariel. Lo decía con tanta confianza que nadie creería que era un demente; Álvaro pensaba que sería tan sencillo, solo una llamada y todo terminaría, pero por otra parte eso los comprometería, y necesitaban la mayor independencia posible para poder armar el reportaje. Luego de eso su carrera daría un vuelco.

—Por lo pronto lo importante es que tenemos la información —intervino Álvaro—, estamos en conversaciones con varios medios para publicar un reportaje, y la idea es que tu declaración sea lo más importante, nos comprometemos a decir todo  lo que nos has dicho ahora.
—Gracias.
—Ahora —siguió Romina—, creo que ya estamos cerca... sí, mira, luego de ese giro hay una zona poblada, desde ahí podrás decidir adonde ir.
—Por favor no me delaten.
—No lo haremos, puedes confiar en nosotros. Oh, espera, a la entrada de ésta zona hay un puesto de vigilancia de la policía zonal, creo que lo mejor es que hagas un rodeo.

Le enseñó la referencia en el mapa; Víctor agradeció internamente esa advertencia, al menos parecía buena decisión haber subido al vehículo con ellos para poner un poco de distancia, pero sea como fuere, ellos estaban tras una noticia y no para ayudarlo, así que lo mejor que podía hacer era bajar pronto y alejarse; mientras les relataba todo lo que había sucedido, pensaba que no solo tenía que separarse de los periodistas, sino que además poner toda la distancia posible, porque si ellos lo habían estado siguiendo, era una suerte increíble que la policía no lo hubiera atrapado de nuevo, y después de esa espantosa pelea no quería volver a encontrarse con Armendáriz.

—Toma —dijo pasándole las llaves del vehículo a Álvaro—, lo mejor es que baje ahora, tengo que seguir. Por favor no me delaten.
—No lo haremos.

La camioneta se detuvo y Víctor bajó rápidamente con el bebé otra vez cubierto en sus brazos; Álvaro dejó estacionada la camioneta a un costado de la vía mientras Romina miraba al hombre caminar hacia la maleza y los árboles.

—Me pregunto si esto es correcto.
— ¿Estás loca? Tenemos algo que ningún medio tiene.
—No me refiero a eso —replicó ella—, me refiero a dejarlo ir así... solo es una llamada, tenemos tarjetas de prepago, nadie sabrá que fuimos nosotros.

Álvaro suspiró; a él también le hacía sentido algo así, pero mantenía sus dudas al respecto.

—Pero es que sabes que si avisamos lo van a agarrar, ésta zona es menos compleja que la anterior, se nos va a acabar el reportaje.

Romina lo miró fijamente.

— ¿Podrías tú con el cargo de conciencia? Hasta ahora en niño está bien, pero no sabemos hasta cuándo.
—Tienes razón, entonces los llamamos como anónimo. De todos modos sabemos que contamos con un material de primera para publicar, será perfecto.


No pudo decir nada más. En ese momento una van que avanzaba por la carretera en sentido contrario aceleró al máximo, se desvió y chocó a la camioneta; el sonido de los metales se mezcló con el chirrido de los neumáticos, mientras la fuerza del golpe impulsaba a la camioneta de los periodistas fuera de la vía, dejándola volteada de costado.


Próximo capítulo: Ojo de cazador