La traición de Adán capítulo 27: Dos balas



Eva estaba en su oficina muy temprano por la mañana; ya había comenzado el mes de Enero y la parte previa de los trabajos estaba andando rápidamente, los permisos y contratos estaban en trámite y ya dentro de poco se comenzaría la intervención en el terreno en donde estaría el Hotel. Recibió entonces comunicación de su secretaria.

–Señorita San Román, al teléfono está Méndez.
–Páseme la llamada. Gracias.

Ya estaba ansiosa por recibir la llamada del detective privado, no podía sacarse de la cabeza la idea del peligro que representaba en esos momentos cualquier tipo de amenaza; tomó el auricular y saludó.

–Buenos días.
–Hola preciosa.

Sintió que se le contraían todos los músculos de la cara en una mueca de espanto; era él, usando el nombre del detective privado. No alcanzó a hablar cuando la melodiosa voz volvió a oírse.

–Es tu culpa. Lo que está pasando en este momento es tu culpa.

Cortó. Lívida, Eva dejó el auricular sobre el escritorio, pero en vez de sentarse tomó el mando remoto del televisor de su oficina y lo encendió, sintonizando el canal de noticias; con horror vio como en ese preciso instante se mostraba la secuencia mientras un periodista relataba los hechos: un vehículo a toda velocidad por la carretera se estrellaba contra un camión al pasar sin detenerse una luz roja. Mientras se mostraba el video, que claramente pertenecía a un ciudadano que había grabado con el celular, en pantalla aparecía la fotografía de la víctima fatal,  identificado como Mijaíl Macrura. Era el detective que había contratado, y estaba muerto. Mientras hablaba un oficial de policía volvieron a pasar el video, y pudo entenderlo: no había sido un accidente, el detective iba siguiendo a alguien en su vehículo, iba siguiendo al automóvil barato y pasado de época que iba justo adelante.
Sonó su teléfono celular, y Eva lanzó un grito de miedo. Era Adán. No podía contestarle, no en ese momento, de modo que cortó y apagó el celular momentáneamente; estaba ahí, en alguna parte, pero estaba ahí, y ya no podía poner distancia entre ellos nuevamente.
Entonces, Eva recordó el pasado, y se sintió nuevamente en medio de la situación que había originado la desgracia que la acechaba sin cesar. Julio Cisternas era un próspero administrador de terrenos en el campo, precisamente en una zona cercana a la casa hogar en donde ella se había criado; un lugar decadente y sucio, presentado a las autoridades como un hogar de esfuerzo, pero que en realidad era sobrellevado por los dirigentes en un régimen estricto como en época de guerra, donde los jóvenes eran lo mismo que prisioneros y trabajadores, dedicados por obligación a realizar las labores que eran necesarias, pero para las que no se les entregaba siquiera lo mínimo, y a cambio de las que recibían menos comida que la indicada. Ella era parte de ese grupo, pero desde siempre supo que eso no era para ella, había algo más afuera de esas paredes y tenía que conocerlo; todos decían que  cumplir los dieciocho era la libertad porque podía irse, pero Eva no podía esperar tanto, no cuando tenía trece y ya estaba desesperada por huir. Debía salir de ese sitio a como diera lugar, y no podía hacerlo sola, así que buscó y buscó, hasta que dio con el objetivo perfecto, un matrimonio sin hijos. Comenzó el acercamiento con bastante facilidad, se hizo de la confianza y amistad de la esposa, y sin adelantarse a los hechos, dejó que su inteligencia terminara el trabajo que sus bellos ojos habían comenzado. Sabía que tenía un efecto en las personas, de modo que cuando ya los tenía en sus manos, dejó que ellos se sintieran como su familia, calculando las palabras y los hechos para que, sin decirlo ella misma, pasaran a considerarla como una hija. Pasaron varios meses en los que estaba cada vez menos en el hogar y más con el matrimonio, más con buena comida y menos hambrienta, pero hubo algo que no pudo calcular con anticipación, y eso  comenzó a pasar, la mirada del marido se modificaba, aunque eran solo destellos, nada más una impresión momentánea. Hizo caso omiso, ignoró las señales, y obsesionada por salir del hogar cinco años antes de lo presupuestado, siguió adelante con la familia a la que estaba decidida a integrarse. Pero el castigo por su soberbia y ceguera estaba muy cerca, porque de la noche a la mañana las miradas con fugaces segundas intenciones se convirtieron en realidad, y el hasta entonces agradable posible padre se volvió en el acosador con perversas intenciones; todo estaba en su contra, pero Eva no se rindió, y aprovechó las oscuras intenciones de él en su favor, para montar un espectáculo en el que a fin de cuentas ella quedó como la víctima absoluta. El matrimonio se quebró, y aunque la esposa jamás creyó que la joven tuviera responsabilidad alguna, tampoco podía seguir cerca de ella, porque su existencia le recordaba como el hombre al que había amado se había convertido en un monstruo. Esa parte del plan falló por completo, pero al menos consiguió en su beneficio una cantidad de dinero en una cuenta bancaria y una beca en un internado, fruto de una combinación de amor maternal y culpa. Jamás volvió a saber de ninguno de los dos, aprovechó la estancia en el internado para pulirse y adquirir el máximo de los conocimientos que ese lugar podía entregarle, y una vez que salió era otra, una jovencita hermosa, inteligente, culta, propia y vivaz, capaz de llegar tan lejos como quisiera. Utilizando una sutil mezcla de encanto y capacidad, se hizo de los contactos necesarios entre miembros de una universidad, ingresó y logró viajar, cultivándose aún más y logrando un ascenso meteórico que muchas otras solo podían imaginar, y que muchas lograrían a lo máximo a los cuarenta, mientras ella no tenía treinta y ya lo estaba logrando; pero el fantasma de ese hombre nunca se fue en realidad, solo había estado buscándola incesantemente, hasta encontrarse con ella en esa ciudad finalmente. Tuvo una aterradora idea, buscó ciertos datos en la red, y comprobó lo que a esas alturas era una especie de profecía críptica: la ex esposa de Julio Cisternas se había suicidado hacía un par de años.
Se sentó ante su escritorio tratando de calmarse. Había llegado demasiado lejos, pero había fallado estruendosamente tanto en escapar como en encontrar un método para alejarlo, y ese hombre estaba loco, ya no importaba si lo estaba por ella, por la ruina o por sus propios demonios, pero lo cierto es que lo estaba, y la siguiente víctima de su locura después del detective, seguramente sería ella.
A menos que hiciera algo al respecto.

Adán viajaba a toda velocidad en su automóvil rumbo a la galería de arte de Carmen Basaure; dejó a un lado el teléfono celular, extrañado de que Eva no solo le cortara, sino que además apagara su dispositivo. Eso no era normal, podía ser muestra de algún peligro, pero sabía que no era de importancia vital o ella se lo habría dicho.
¿Se lo habría dicho?
Recordó la amenaza y el chantaje de Samuel, y se sintió incómodo ante una ficticia escena en donde Eva se preguntaba si él sería absolutamente sincero con ella. Pero no era lo mismo, la situación son Samuel le exigía secreto, por un lado para no arriesgarla a ella, y por otro para tener libertad de acción a la hora de quitarlo de su camino.
Para el momento en que llegó a la galería de arte, la policía ya se le había adelantado y tenía acordonado el sector.

–Oficial, soy Adán Valdovinos, hablamos por teléfono.

El policía a cargo era un tipo cincuentón, de los que han hecho su carrera en las calles. Era demasiado duro para que algo lo impresionara.

–Qué bueno que llegó pronto. El hombre se llamaba Bastián Donoso, estaba con visa de turista, y básicamente se voló la cabeza de un disparo en medio de la galería.

Adán supo al instante que aquel acto de locura había sido cometido en un lugar específico, justo frente a El regreso al paraíso, así que no necesitaba verlo.

– ¿Saben cómo entró?
–Sí, forzó la entrada con una ganzúa. El servicio de alarma funcionó, pero el vehículo de vigilancia no tuvo tiempo de llegar, el hombre se suicidó casi al momento de entrar en el lugar. ¿Sabe quién es este hombre o si tiene alguna relación con la galería o con la señora Basaure?

Adán respondió  con total seguridad.

–El nombre me es desconocido por completo. ¿Tiene alguna fotografía?
–Sí, pero dudo que quiera verla. Aunque tengo su identificación, vea.

Le exhibió un sobre de plástico hermético dentro del que había una tarjeta de identificación. El hombre era prácticamente de treinta y algo, muy atractivo, moreno y de mirada penetrante, eso solo era parte de lo que había atraído  a Carmen.

–No lo he visto, además tampoco es una persona que Carmen haya siquiera mencionado en el pasado. Me pregunto si la pintura habrá tenido algo que ver en esto.
– ¿Por qué lo dice?
–La pintura central de la muestra –explicó Adán para darle sustento  a su argumento– es un cuadro doble, que al mirarlo produce un efecto tridimensional, es decir la persona ve como si estuviera dentro de la pintura, y fue calificada como un espectáculo tormentoso para los sentidos, quizás en determinadas personas pueda provocar un efecto incorrecto.

El policía pareció entrar en sintonía.

–Explíqueme un poco más.
–La idea del cuadro es provocar sensaciones reales, es decir trascender del simple gusto, y se logró. Sin embargo... oficial, yo he visto muchas cosas en mi vida, supongo que entiende  a lo que me refiero.
–Sí.
–Y pues... este cuadro  era perturbador. Pero no sé si a una persona que ya estuviese perturbada podía causarle algún efecto más allá de un simple estremecimiento.
– ¿Está tratando de decir que la pintura podría provocar el suicidio de alguien con las facultades psicológicas perturbadas?
–No lo digo, me pregunto si es una posibilidad.
–El hombre está muerto en el centro de la galería –reflexionó el policía– y su sangre salpicó dos cuadros, se refiere a esos dos.
–Si están exactamente en el centro de la galería y en Angulo de menos de 180 grados, sí.
–Entonces si son esos cuadros. Nunca lo he visto, pero he escuchado de gente que ha enloquecido por personas, objetos, canciones, artistas y actrices, supongo que resulta posible, así que lo agregare a las vías de investigación. ¿Tiene como ubicar a la señora Basaure?
–Esta fuera del país en un viaje de introspección, así que esta desconectada del mundo. ¿Cree que es necesario contarle?

El policía lo miró perplejo.

–Hay un muerto en su galería, y su sangre está en sus cuadros.

Adán se dio cuenta muy tarde de que estaba siendo demasiado frio.

–Lo entiendo, a lo que me  refiero es a si ella es relevante para la investigación.
–Claro. De momento no, ya que no estaba en el país al momento de la muerte de Donoso, pero si le recomiendo que la localice, a la larga la necesitaremos.
–Desde luego. Oficial,  necesito pedirle dos cosas.
–Dígame.
–Lo primero, es que haga lo posible por evitar los detalles escabrosos, la carrera de Carmen depende mucho de eso; sé que es imposible evitar que la noticia se sepa, pero al menos quisiera protegerla lo más posible.
–Haré lo que pueda.
–Lo otro que necesito pedirle es que me contacte a cualquier hora si necesita algún dato, o tiene alguna noticia relevante sobre la investigación; mientras la artista está en el extranjero soy yo quien es responsable de ese tipo de gestiones.
–De acuerdo, estaremos en contacto entonces  ante cualquier situación. Ahora como comprenderá el sitio está acordonado, nadie puede entrar. Si necesita alguna documentación podré buscarla para usted mañana. Tengo trabajo pendiente.
–Gracias oficial.
–Una cosa más.

El oficial lo miró muy fijo, tratando de identificar cualquier rasgo que delatara alguna verdad oculta.

–Le escucho.
–Donoso efectuó dos disparos con esa arma, pero en el lugar solo hemos encontrado huella de una bala. ¿Eso le dice algo?

Entonces Bastián Donoso era el culpable del ataque en la fallida primera inauguración de la galería. No tenía sentido ocultarlo, solo generaría sospechas innecesarias.

–Sí, me dice y a la vez no. Hay un expediente abierto por un ataque a bala realizado aquí mismo, aunque sin heridos, si lo revisa tal vez haya una relación.
–Lo revisaré de inmediato. Buenas tardes.

Si el policía quería encontrar un caso interesante ya tenía uno, pensó Adán, pero la real pregunta era qué tan secreto había sido el romance entre ese hombre y Carmen, porque si se llegaba a establecer alguna conexión entre ellos, las cosas podrían complicarse; tenía que retirar su inversión en las obras de Carmen de inmediato, antes que la noticia se hiciera pública y sus obras se convirtieran en basura maldita. Donoso había disparado una vez antes, y si sus conjeturas  eran correctas, el disparo al cuadro no era accidental, él quería dispararle a la pintura, solo que no podía saber cuál de las dos era la correcta. Si había  sido amante de ella en un pasado distante, tenía que haber un motivo para que se matara de esa forma tan explícita, queriendo decir algo. ¡Claro! Lo que había planteado en un principio como una distracción para la policía podía ser correcto, ¿o acaso no había sido ella quien dijo que en medio del apasionado romance había extremado los detalles de la pintura? Bien podía ser que Donoso también sintió aquello, y al encontrarla más de una década después, le envió el cuadro envuelto en misterio, pero  mostrando un mensaje de paz y amor, que luego se vería trastocado; primero ella usufructuaba de la obra en vez de conservarla como un secreto de amor, y después de la locura de él, en donde destruía el cuadro, la artista hacía otro que demostraba no amor, sino odio y tormento. Ingredientes especiales para cometer una locura. Ahora vendría la investigación de la policía. ¿Qué diría o haría la  inocente Pilar? Tal vez ese era el momento que esperaba para dar el siguiente paso, oculta hasta ahora en las sombras y el silencio. Emprendió nuevamente el viaje en su  automóvil, pensando en que era una buena oportunidad para apartarse de todo eso definitivamente, dejando el capítulo de Carmen Basaure en el pasado y enfocándose en su éxito con Boulevard y el Hotel que venía, y solo tenía que ocuparse de una molestia antes de continuar. Volvió a marcar el número de Eva.

–Dime.
– ¿Estás bien?
–Estoy saliendo de la ciudad para ocuparme de unos asuntos.

No estaba bien; él tampoco, era un mal momento para hablar.

–Yo también estoy atareado. Nos veremos más tarde.
–Sí, veámonos en mi hotel.
–Espero el momento.

Cortó. Aparcó el auto a un costado, con el teléfono celular aún en la mano; algo no estaba bien con Eva, así como a él mismo le ocurrían cosas, pero sentirlo así en esos momentos era muy complejo, también sorprendente. Recién en ese momento reflexionó, y se dio cuenta de que lo que le ocultaba a ella no solo era por seguridad, sino que además había una cuota de desconfianza, no porque ella quisiera perjudicarlo, sino por temor a que algo saliera mal, a que la información una vez transmitida tuviera fisuras y por lo tanto alguien a quien culpar después. Eva lo era todo, era la persona perfecta para él, la única, pero ni siquiera ese amor sobrenatural era más fuerte que sus ansias de supervivencia. Y había tanto en juego.
Sentado en su automóvil, Adán pensó en estas cosas, y pensó también que si así era, bien podía estar ocurriendo lo mismo del otro lado; era un riesgo de quiebre, algo impensable, porque la gente normal con romances débiles quebraban, pero ellos, que estaban conectados hasta el alma, que se habían entregado por entero y más allá de la razón, no podían romper, no podían separarse o de lo contrario, algo así los destruiría. Y por primera vez en mucho tiempo, quizás en toda su vida, Adán no supo qué hacer.





Próximo episodio: Verdades absolutas

Por ti, eternamente Capítulo 12: Disparos y sangre



Ariel aún dormía mientras Víctor seguía hablando con Gladys en su casa. La mañana se estaba acercando con rapidez, pero en esos momentos se sentía tranquilo a pesar de todo, ya que la mujer demostraba seguridad y confianza en él, algo que no estaba percibiendo mucho en el último tiempo. Había podido cargar el teléfono celular en la batería que ella tenía en la casa, y después del café y comer algo de pan casero se sentía mucho más calmado.

—No sé cómo agradecerle...
—Ya, ya —lo cortó ella con un gesto de la mano— no te enredes en esas cosas. Ahora vamos a buscar tus recipientes para que cargues agua caliente, la vas a necesitar para el resto del viaje.

Salieron lentamente al sol de la mañana.

—Señora Gladys ¿Por qué vive aquí?
—Porque el lugar me quedó cuando mi esposo murió hace años.
—Pero es un lugar tan solo...
—Me gusta la soledad —replicó ella con tranquilidad— además la ciudad no es lo mío, aunque desde luego que es útil cuando tengo que ir a comprar cosas que no se dan en el campo, pero todas esas máquinas y el ruido son algo que no quiero para mí.

Tomó un hacha de junto a la puerta y siguieron hasta el furgón, donde Víctor tomó los termos y las botellas de bebida vacías con el fin de llenarlas de agua fría.

—Ya sabes en donde está el agua, llena esas botellas mientras voy al costado, después ven conmigo.
—Está bien.

Mientras se devolvía a la casita, Víctor se extrañaba de la tranquilidad que estaba encontrando en un lugar tan impensado como ese; pero no podía engañarse, eso solo era pasajero, tenía que terminar de recargar y salir de ahí lo más pronto posible. Ya había decidido, con la mente más despejada, que lo que haría sería esconderse hasta que las cosas se calmaran un poco, contactar un abogado y enfrentar todo lo que estaba pasando. Sabía que sería muy difícil y que en primer lugar querrían quitarle al bebé, pero podía exigir un examen de adn y eso le daría puntos en su favor, aparte que no tenía que presentarse de manera directa, también podía acordar con el abogado que lo representara mientras seguía oculto, había visto casos en las noticias de personas que hacían eso por su seguridad. Una vez dentro de la casa reemplazó el agua de los termos por agua recién hervida, lavó las botellas de bebida y las llenó con agua fría, cargando todo de vuelta al furgón; un momento después volvió a la casa, y tomó a Ariel de una de las sillas, volviendo con él en brazos al exterior. Gladys estaba cortando leña con una facilidad sorprendente.

—No me mires así —dijo sonriendo— esto no es tanto un trabajo de fuerza, es costumbre.
—Usted tiene muchas sorpresas.
—No digas tonterías. Ahora no te quedes ahí, ayúdame a dejar la leña en esa bodega, puedes dejar al bebé en una de las repisas de dentro.

Víctor obedeció y entró en la bodega, donde dejó al bebé sobre una repisa a la izquierda de la entrada. Iba a salir cuando sintió el sonido de un motor.

— ¿Qué es eso?

No era el motor del furgón; iba a salir pero la voz de Gladys lo hizo quedarse inmóvil.

— ¡Oiga!
—Buenos días señora —saludó una voz correcta pero autoritaria— necesito hacerle unas preguntas.
—Esto es territorio privado —replicó ella firmemente— salga de aquí.

Estaba al lado del bebé, a muy poca distancia de la puerta, y sintió que su corazón se oprimía; el suelo era de tierra, lo que ahogó sus pasos, pero en ese lugar tan pequeño solo podía quedarse ahí, inmóvil. ¿Había crujido o no la madera al dejar sobre ella al pequeño?

—Soy el oficial Armendáriz, estoy buscando a una persona.

¡Un policía! Tenía que salir de ahí de inmediato, no podía quedarse, pero estaba encerrado en una bodega de paredes de madera de unos cuantos metros cuadrados, con una única vía de escape que conducía en línea recta al sitio en donde estaba Gladys y ese hombre.

—Tranquilícese señora, estoy realizando un procedimiento de rutina.

Con el cuerpo pegado a la pared junto a la puerta de la pequeña bodega, Víctor estaba inmóvil, sintiendo que sólo lo separaban del policía unos cuantos metros y un saliente del umbral que no tenía más de treinta centímetros de ancho. La voz se acercaba, si entraba ahí, no habría donde esconderse. Unos segundos de silencio, y Víctor sintió los pasos del policía, casi junto a él, a tan solo una delgada muralla de distancia, avanzando hacia la bodega. Un momento después la mano del policía apareció en el borde de madera y los dedos se posaron sobre el borde, un anticipo de su entrada, a punto de rozarlo, todavía sin saber de forma concreta si en el interior había o no alguien; el joven contuvo la respiración, mirando con pánico la mano que estaba casi tocándolo.

— ¡No se mueva!

La voz de la mujer se escuchó fuerte y totalmente decidida en el exterior, y la mano se quitó del borde de madera, los pasos volviéndose sobre sí mismos. Afuera, el policía volteó hacia Gladys, que lo apuntaba con el fusil.


—Señora, baje esa arma.
—Le dije que saliera de aquí, éste es territorio privado.
—Señora —continuó él como si no le importara la amenaza del arma, tratando de controlar la situación— soy policía, ésta es mi placa y estoy realizando una investigación.
—No puedo saber si es verdadera o no, hay muchos delincuentes vestidos de policías dando vueltas por ahí.

Armendáriz sin embargo estaba mirando en dirección al furgón, y decidió jugar una carta que por lo general funcionaba.

—Estoy buscando al propietario de ese furgón.
—Me está viendo, si puedo manejar un fusil, un vehículo es pan comido.
— ¿De verdad? —dijo él con un dejo de duda— ¿Lo tiene hace mucho?
—Se lo compré a un hombre que estaba de paso, ahora no me haga repetirlo, salga de mi propiedad.
—Señora, estoy buscando a un prófugo de la justicia, es un delito protegerlo así que...
— ¡Ya le dije que salga de mi propiedad! No me importa si dice que es policía, soy una mujer mayor, vivo sola y si me amenazan dispararé, salga de aquí ahora mismo, la próxima vez lo diré con un disparo.

Armendáriz se rindió, y optó por volver sobre sus pasos hacia el automóvil que lo esperaba a cierta distancia. Gladys lo vio regresar al vehículo, y saliendo del territorio, comenzar un rodeo por el norte.

—Víctor —murmuró con la vista fija— sal ahora.

Se encontraron en el umbral de la puerta de la bodega; Víctor tenía en sus brazos al bebé, que por suerte seguía durmiendo sin enterarse de nada.

—Está rodeando mi granja, quiere estar en punto de vista desde el norte, seguro que vuelve con más gente, tienes que irte ahora mismo.
—Gracias, no sé cómo agradecerle, pero no debió arriesgarse.
—No hables tonterías, ese tipo es una bestia, no me gustó para nada. Escucha, tienes que irte por ese lado —apuntó hacia unos árboles— parece cerrado, pero el furgón pasará bien, luego encontrarás un camino en la maleza, si sigues por ahí cortarás camino, pero tienes que ir a toda máquina.

Subió rápido al vehículo, dejó a Ariel en el asiento del copiloto y encendió. De inmediato apuró la marcha, enfilando hacia los árboles que le había indicado su salvadora, pero sabía que el policía ya había detectado el movimiento; con el ruido y la velocidad el pequeño se despertó, pero no parecía nervioso, al menos no todavía.

—Tranquilo bebé, todo está bien, todo está bien...

Ni el mismo se convencía de sus palabras e iba conduciendo con el corazón oprimido, pero de verdad la decisión de Gladys había sido la acertada, porque de seguro, los compañeros de ese policía estaban por ahí, mucho más cerca de lo que quería imaginar.
Siguiendo las instrucciones de la mujer, Víctor dirigió el vehículo a través de los árboles, encontrándose con un sendero por el que podía avanzar. Tenía que seguir al sur, y luego tomar por la planicie, de modo que presionó el acelerador mientras intentaba calmar al bebé. Mirando por el retrovisor no vio a nadie, y eso lo calmó un poco, tenía que poner la mayor distancia posible entre ese hombre y él.

Los siguientes minutos fueron de angustia para Víctor; conduciendo a toda velocidad esperaba traspasar la planicie lo más pronto posible, pero el furgón no daba más de sesenta o algo así, lo que significaba que no estaba avanzando realmente muy rápido. Con temor vio que a la izquierda, aunque aún más atrás, se divisaba el automóvil a toda marcha, ese vehículo podía alcanzar más velocidad que el que estaba conduciendo, y se trataba de un factor que no podía controlar.

—No puede ser, no puede ser...

Mientras tanto, Armendáriz iba en su automóvil con la vista fija en el furgón; había interpretado mal las señales, creyó que podría encerrarlo, pero el tipo lo sorprendió y se escapó por un entramado de árboles que desde luego no podía haber visto desde antes, lo que lo hizo ganar tiempo; ahora estaba cerca, pero las cosas no terminaban, no iba a detenerse hasta atraparlo.

El furgón llegó a una sección de la carretera, donde pudo tomar un poco más de velocidad, pero no era demasiada la diferencia. En el horizonte al sur solo se veía algo de bosque y la carretera, la única opción que tenía era seguir y seguir.

—Vamos, vamos... por favor...

Tenía el pie en el acelerador a fondo, conduciendo con las manos aferradas al volante,  tratando de convencerse de que todo iba a resultar, que podría sacarle la distancia suficiente al policía y salir de su vista, porque solo necesitaba eso, solo necesitaba  alejarse de él.
Pero el auto del policía iba a gran velocidad, y poco a poco se acercaba al furgón, disminuyendo cada vez más la distancia entre ellos; después de unos momentos el automóvil gris casi iba a su lado.

—No... no... no...

Mirando de reojo, vio la mirada penetrante del policía, su expresión dura y escuchó su voz atronando en la vía.

— ¡Detente ahora!

En una maniobra estudiada, el policía atravesó el auto en el camino del furgón; Víctor trató de esquivarlo, pero no tuvo posibilidad y se vio obligado a frenar. Con el brazo izquierdo sujetó al niño que se movía incómodo en el asiento, y trató de seguir, pero para ese momento el hombrón ya había saltado del auto y se acercaba a la puerta del conductor.

— ¡No!

Hizo un intento de volver a avanzar, pero Armendáriz abrió con violencia la puerta y lo jaló de un brazo.

— ¡No!

Armendáriz tenía como prioridad sacar al sujeto del vehículo y alejarlo del pequeño, claramente era la única forma de preservar su seguridad, sobre todo cuando el tipo acababa de hacer una carrera loca alejándose de la ciudad. Con un tirón más logró sacarlo del asiento, pero Víctor se sujetó de la puerta y el espejo retrovisor.

— ¡Suéltame!
— ¡Baja del vehículo!

No quería usar violencia si no era necesario, pero en esos momentos el otro estaba oponiendo resistencia.

— ¡Déjame!
— ¡No opongas resistencia!

El policía trató de alejarlo de nuevo, pero Víctor seguía sujeto; el espejo retrovisor se soltó, y en un acto desesperado, el joven golpeó al policía en el pecho, consiguiendo soltarse por un instante. De inmediato se acercó otra vez al furgón, pero Armendáriz, viendo que la situación se complicaba, optó por sacar su revólver.

— ¡Alto o disparo!

Víctor se quedó a medio subir del furgón, volteado hacia el policía, mirando espantado el arma que lo apuntaba. Adentro el niño lloraba asustado por los gritos.

—No puedes dispararme, no hice nada.
—Te estás resistiendo al arresto —replicó el policía, implacable— y estás siendo buscado por el rapto de ese niño. Ahora baja del vehículo con las manos en alto.

Pero Víctor sentía palpitar en la cabeza un golpe fruto del forcejeo con el policía; algo en su interior le decía que no podía rendirse, no aún.

—Ven a buscarme.
—No lo hagas más difícil Segovia...

Pero el joven se arrojó al interior del furgón donde aún gemía el pequeño y lo tomó en sus brazos. Armendáriz se acercó un poco más, pero no podía arriesgarse a provocarle algún daño.

—No te acerques. No voy a permitir que se lo lleven —exclamó haciendo acopio de valor—. Ariel es mi hijo, le prometí a Magdalena que lo iba a mantener a salvo y lejos de su familia.

El policía decidió tomar otra estrategia.

—Está bien, está bien, solo cálmate, ¿quieres? mira, vamos a calmarnos los dos, voy a dejar mi arma en el suelo, ninguno de los dos quiere hacerle daño a ese niño.
—No voy a hacerle ningún daño, pero ustedes están equivocados, la familia De la Torre está detrás de esto.
—Está bien, tienes razón, solo déjame ayudarte a...
— ¡No te acerques!

Estaba muy alterado, pero Armendáriz había pasado por decenas de situaciones como esa. Solo necesitaba calmarlo un poco, acercarse un paso más, y tendría todo controlado. El hombre tenía al bebé tomado principalmente con el brazo izquierdo, sabía cómo atacar para separarlo del niño.

—No estoy acercándome, tenemos que calmarnos los dos, estamos muy alterados.
—No estoy alterado, estoy asustado —replicó Víctor presa de los nervios—, todo está de cabeza ahora, y lo único que quiero es que alguien me escuche. Ese hombre me amenazó, por eso tuve que esconderme, porque en cualquier momento podían hacerme algo, y si se llevan a Ariel estará en peligro con...

No pudo seguir hablando, porque el policía lo sorprendió con un ágil movimiento; con un gesto estudiado se acercó y a la vez alargó los brazos, quitándole al niño de las manos.

— ¡No!

Pero el movimiento del policía fue perfecto, le permitió tomar al bebé con una mano, mientras con la otra apartó a Víctor, empujándolo con fuerza.

— ¡Ariel!

Con nada más que un instante disponible, Armendáriz dejó con increíble suavidad al niño sobre el capó de su auto, y de inmediato se volvió hacia su objetivo, que en ese instante trataba de llegar a él. Se inició un forcejeo entre ambos, donde Víctor estaba en obvia desventaja física, pero se movía tanto que el policía no conseguía sujetarlo.

— ¡Quédate quieto!
— ¡Suéltame!

Armendáriz no estaba dispuesto a perder más tiempo, de modo que golpeó sin piedad al joven en el torso, con el objetivo de dejarlo sin aliento y dominarlo por completo. Pero cuando casi tenía la situación controlada, el otro lo sorprendió y se sacudió violentamente, logrando soltarse de su captor.

— ¡Segovia!

Sin aliento y medio de rodillas, Víctor avanzó con torpeza hacia la parte posterior del furgón; los golpes que había recibido lo dejaron sin aliento y no podía moverse más rápido, pero la descarga de adrenalina era tal que no podía detenerse así sin más. Armendáriz recogió su arma del suelo y disparó a uno de los neumáticos traseros, reventándolo y haciendo gritar de terror al joven.

— ¡Alto!

El grito sonó aterrador y potente en sus oídos, pero el joven abrió la puerta trasera del vehículo; en la sombra vio la figura gigante e imponente del policía, a una mínima distancia, cerrando todas las opciones, en esos momentos estaba atrapado y todo iba a terminar. Lo siguiente ocurrió sin pensar, solo una reacción automática ante el peligro mortal que estaba a su espalda. Estiró la mano al interior del furgón, sujetó algo sólido y se giró, lanzando un golpe directo al lugar de donde se originaba la sombra.

Dos gritos desgarradores se escucharon en el lugar, al mismo tiempo que la explosión de un disparo.



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