Por ti, eternamente Capítulo 11: Huellas extraviadas





Cuando amaneció, Víctor aún no había dormido; ya era la mañana del Sábado, y sentía que no había hecho mucho, aunque de todos modos sabía que sí había algún avance. La comunicación con Arturo a través de la red lo había preocupado y animado a la vez, porque tener una impresión más completa de lo que ocurría a su alrededor era impactante, y tener noción de que al menos su mejor amigo estaba apoyándolo era esperanzador. Revitalizado por haber tenido comunicación con alguien, volvió al furgón y reinició la marcha, desviándose al Oriente un poco más, esperando no toparse con nadie ya que había dejado la carretera. Daban más de las ocho de la mañana cuando se encontró con una sorpresa, una casa en medio de algo parecido a una granja, algo que por cierto no salía en los mapas.

— ¿Qué es eso?

Alcanzó una botella de bebida y bebió un trago largo; no pretendía quedarse dormido por ningún motivo, necesitaba permanecer despierto y atento a todo, al menos hasta que llegara a la siguiente zona poblada, donde pretendía reabastecerse y comprar algunas cosas que no había considerado en su momento. La casa era relativamente pequeña, de madera aunque de construcción bastante sólida para estar en la mitad de la nada. Estacionó el furgón a cierta distancia y bajó del vehículo para tomar un poco de aire, aunque en realidad estaba evaluando si acercarse o no; era un relativo peligro, pero por otro lado podía contar con que la gente del lugar no estuviera informada como en la ciudad.

—Me pregunto si estará vacía...

Se alejó unos pasos del furgón en donde Ariel dormía aún, pensando que tal vez no fuera tan mala idea; la casa estaba a algunos metros, y viéndolo bien, al lado había una pequeña construcción, del tipo de las que se usan para almacenar verduras o guardar provisiones.

—Buenos días.

Dio un respingo al escuchar la voz a muy poca distancia suya, y se volteó a la izquierda; lo primero que vio fue un arma apuntándole a la cara.


2


La camioneta de Álvaro y Romina iba rápidamente por la carretera al sur; pendiente de los binoculares en la derecha y del volante en la izquierda, el hombre se mantenía firme a pesar del sueño.

—Despierta.

Romina, en el asiento del copiloto se removió; habían estado turnándose durante la noche para hacer el seguimiento del policía.

— ¿Qué pasa, lo encontraste? Préstame los binoculares.
—Te dije que lo iba a encontrar —replicó él satisfecho— ¿Quieres ver el mapa? Estoy un poco perdido.

Siguieron avanzando al sur. Habían tenido complicaciones, pero hasta el momento eran menores; ella desplegó el mapa junto a él.

—Estamos a poca distancia de Las águilas, el siguiente pueblo; por éste camino deberíamos llegar en poco tiempo, pero creo que Armendáriz no va para allá, se va a desviar otra vez de la carretera.

Álvaro detuvo la camioneta y cambiaron posiciones.


—Estoy cansado.
—Deberías hacer más ejercicio —comentó ella sonriendo mientras se estiraba— yo estoy bien, y que no se te olvide que estamos en la mejor parte. Ahí lo veo, se está desviando hacia la meseta que está hacia el Oriente.

Sabía que esa parte de la carretera estaba más arriba que el sector por donde iba el automóvil del policía, por lo que ellos tenían mejor vista que él.

—Anoche debe haber presentido que lo estaban siguiendo y por eso se quitó del camino por un rato, pero ahora seguro que va tras la pista.
—Pero eso quiere decir que tendría que estar muy cerca —comentó ella—, creo que deberíamos ir pensando en el nombre del reportaje porque...oh...
— ¿Qué?
—Nada.
—Conozco ese "oh" dime qué pasa.

Ella dejó los binoculares y tomó una hoja en la que garrapateó algo.


—Éste es el panorama —le dijo enseñándole el dibujo— Armendáriz va directo hacia ese sector de campo; hay una casa y algo  como una granja pequeña, y más atrás hay una elevación del terreno.
—Y ahí hay algo —dijo él tratando de adelantarse— algo importante.
—Puede ser —replicó ella— veo un vehículo, un furgón.



3


— ¡Oh por dios!

Víctor dio un salto al ver que un arma estaba apuntándole a la cara.

— ¡Señora por favor no me apunte!

Una mujer de más de cincuenta años, de baja estatura pero de contextura fuerte y actitud recia estaba apuntándole con un fusil, con el dedo puesto en el gatillo.

— ¿Qué haces tú aquí? Éste es mi territorio y mi casa, te puedo apuntar todo lo que quiera.

Siguió apuntándole totalmente decidida; Víctor levantó las manos presa de gran nerviosismo.

—No estoy buscando problemas, se lo prometo, no sabía que era propiedad privada.
—Traspasaste mi cerca.
—Pero si no hay ninguna cerca —se defendió tratando de sonar convincente— vi la casa pero no tengo malas intenciones, se lo prometo.

La mujer quitó la mirada de él y miró hacia atrás de su objetivo, con lo que él mismo giró la cabeza lentamente. En efecto, atrás, a cierta distancia había una cerca de madera, pero estaba tirada en el suelo y no se veía con facilidad por el pasto; de hecho el furgón estaba estacionado a pocos metros y él de seguro había pasado caminando sobre ella sin percatarse. La mujer bajó el fusil.

—Debe haberse caído durante la noche.
—Creí que iba a decir que yo la había tirado.
—Está hacia afuera —explicó como si fuera obvio— tendrías que haber jalado de ella y no pareces tener fuerza como para hacer eso.

Era una mujer muy perceptiva, pero una vez que bajó el arma ya no se veía tan amenazante; más bien parecía una buena persona.

—Disculpa por asustarte, pero cuando una es una mujer sola tiene que saber cómo defenderse.
—Tiene razón, pero discúlpeme por haber entrado en su terreno.

La mujer se le acercó sonriendo con gesto amisoto; tenía que volver al furgón y sacarlos a él y a Ariel de ahí.

—No pareces un mal tipo; pero tienes cara de sueño, mejor entra y te sirvo un café.

Víctor negó lentamente con la cabeza.

—Muchas gracias, pero no puedo, tengo mucha prisa.
—Vamos, no seas desconfiado; te apunté con un arma pero no lo hice con maldad, es solo para defenderme.

Ya había pasado un gran susto por confiarse de una persona, pero por otro lado el ofrecimiento de un café caliente a esa hora de la mañana sonaba tentador, y no había usado del agua de los termos para dejarla para la comida, leche y limpieza del bebé mientras encontraba donde reponer suministros. Y además, a pesar incluso de que todavía estaba nervioso por haberse sentido amenazado por el fusil, de alguna manera no podía sentir desconfianza de ella. Se acercaron al furgón, donde la mujer vio alarmada por la ventanilla del conductor.

— ¡Tienes un bebé!
—Lo que ocurre es que yo...
— ¡Y andas a la intemperie en pleno amanecer!
—Yo...
—De ninguna manera te puedes ir —sentenció con la misma decisión que antes— se te ve en la cara que no puedes conducir, y está frío, tienes que darle de comer y tú necesitas un café bien fuerte.
—Pero...
—No quiero excusas —lo apuntó con el dedo— entras ahora mismo, voy a poner a calentar el agua y ya vas a ver cómo te vas a sentir mejor, y no me discutas o voy a tener que hacerte entrar con el fusil. Vamos, vamos, no pierdas tiempo.

Dio media vuelta y caminó hacia la casa. Víctor respiró varias veces, esperando no equivocarse otra vez, y tomó al bebé envuelto en cobijas, para seguirla a paso rápido.

—Pasa, siéntate ahí.

El interior de la casa era modesto pero muy acogedor, daba realmente la misma sensación de las  series de televisión ambientadas en zonas rurales, con adornos en los muebles y chimenea, aunque ahora estaba apagada; la vigorosa señora puso agua en un hervidor metálico.

—Todavía no me presento. Soy Gladys.
—Mucho gusto.
—Y dime, ¿por qué andas por estos lados, estás perdido?
—Un poco —replicó él— la verdad es que estoy tratando de llegar a Las águilas, pero no estoy muy seguro de que sea el camino correcto, no quiero usar la carretera.

La mujer preparó dos tazones mientras el agua hervía. Ariel aún dormía en sus brazos, seguramente más tranquilo y relajado cuando se sentía la tibieza del lugar. Víctor sintió que el estómago se le contraía.

—No estás tan perdido, pero si un poco; mira, desde aquí tienes que tomar hacia el sur directo desde donde dejaste el furgón, a poca distancia vas a encontrar una planicie y desde ahí solo tienes que seguir la ruta vieja, porque la ruta a Las águilas está cortada.
— ¿Cortada?
—Sí, están haciendo unos trabajos. Mira, es como si hicieras una letra S desde aquí, es cierto que es más largo pero si llegas directo por el camino nuevo te vas a quedar atrapado en el desastre que tienen. Oye, y el pequeño ¿es tu hijo?

No supo que contestar durante un momento, no sabía si podía o no confiar en ella, a pesar de estar en su casa, se sentía repitiendo la escena de la Iglesia, de hecho ¿Qué estaba haciendo ahí?

— ¿Qué pasa muchacho? —dijo de pronto ella, acercándose con el tazón con café— ¿por qué tienes esa cara?
—Lo que sucede es que yo...las cosas son complicadas.

No pudo seguir hablando; de pronto sentía la necesidad de salir de ese sitio, de volver a la seguridad del furgón, en donde podía huir en cualquier dirección como la última vez. Miró al pequeño en sus brazos, admirándose de la tranquilidad con la que dormía; un niño de esa edad no podía estar en peligro, esas cosas no tenían que ocurrir.

—Eres tú ¿verdad?

Dio un respingo en el asiento, levantando la mirada del bebé hacia Gladys; pero ella mantenía la misma expresión de antes, no se veía amenazante ni asustada, y el fusil seguía a un costado, suficientemente lejos de ella.

—No sé de lo que está hablando.
—Estás en mi casa —replicó ella con un dejo de hastío— estoy siendo hospitalaria contigo, no seas deshonesto, no me mientas en mi cara.

Hacía muchos años que no escuchaba un reto como ese, era casi como el de una madre a un hijo que está comportándose de manera incorrecta, y para su propia sorpresa se sintió avergonzado por lo que estaba ocultando.

—Lo lamento, es que todo es tan complicado ahora...
—Supongo que sí, la noticia está en la radio —explicó ella señalando un aparato de radio sobre un mueble— lo que no me explico es cómo es que te metiste en todo esto.

Víctor se puso de pie.

—Yo tampoco lo sé muy bien, pero ahora mismo la policía está buscándome, no creo que sea buena idea quedarme. Además no quiero ser una molestia.
—Pero si no lo eres —dijo ella livianamente— no estás aquí a la fuerza, yo te invité. Ahora siéntate, si no quieres hablar del tema no importa, lo que quiero es que me contestes la pregunta que te hice. ¿Es tu hijo?

No valía la pena seguir mintiendo. Optó por sentarse y bebió del café, que su cuerpo agradeció con fervor en los primeros tragos.

—Sí, es mi hijo.
—Te creo —repuso de manera simple, sonriendo—, parece tener muy buena salud.
— ¿Me cree? —la interrumpió sorprendido— pero me acaba de decir que la noticia está en la radio, no puede creerme solo porque yo se lo digo.

Gladys lo miró con infinito cariño, tanto que lo hizo sentirse avergonzado otra vez.

—Escucha muchacho, hay cosas que no tienen nada que ver con las noticias, son las cosas que se ven, las que pasan a nuestro alrededor; te veo con ese niño en los brazos, veo la forma en que lo miras, la tranquilidad de él y para mi es suficiente, no me importa lo que puedan estar diciendo.
—Para la gente no parece ser tan evidente.
—Eso es porque la gente se cree todo lo que está por fuera, no ven nada más —le respondió sencillamente—. Vivir en el campo me ha ayudado en muchos aspectos, y uno de ellos es que aprendí a ver las cosas como deben ser. Estoy segura de que tú solo cometiste varios errores.

Víctor terminó de beberse el café con más ansias de las que esperaba. Se sentía más tranquilo, derribando la última barrera de desconfianza que sentía por ella, porque con tal sinceridad las cosas simplemente no podían tener otro rumbo.

—No creo que sea bueno que le diga demasiado, no quiero meterla en problemas.
—Es muy amable de tu parte.
—Pero lo que sí puedo decirle es que Magdalena, la madre de Ariel, me pidió que lo cuidara, y que lo mantuviera lejos de su familia, porque ellos tienen negocios sucios; iba a ir a la policía, pero me amenazaron, y después las cosas empezaron a pasar una tras otra.
—Eso es lo malo —comentó ella más para sí que para él—, a  veces simplemente las cosas no salen como lo esperas.


 4

                               
Fernando de la Torre estaba en la sala de su casa, paseando de un lado al otro, caminando sin destino. En ese momento apareció su esposa en pijama y con cara de sueño.

— ¿Qué pasa Fernando, por qué estás despierto a ésta hora?
—No deberías estar levantada Ingrid.
—Tú tampoco.
—Estoy preocupado por mi nieto. Ya debería haber alguna novedad.

Ella lo abrazó cariñosamente por la espalda.

—Tus hombres ya salieron a buscarlo y la policía también está en eso, debe ser cosa de horas para que lo encuentren. Magdalena cometió un error al alejarse de nosotros.
—Todo ese puritanismo por nada ¡Somos su familia! Teníamos un enemigo aquí, y lo peor es que ni siquiera sé hasta adonde puede haber llegado.

Ella se soltó de él y lo miró a los ojos.

— ¿Qué quieres decir?
—Que es posible que Magdalena le haya dicho algunas cosas sobre la familia a ese tipo.
—Pero Magdalena podría haber dicho cualquier cosa, es su palabra contra la tuya.

Pero Fernando seguía intranquilo.

—No se trata de eso. Ella podría haber llegado más lejos.
— ¿Estás tratando de decir que ella podría haberle entregado alguna prueba?
—Todavía no puedo saberlo. Que entre sus cosas no hubiera nada no significa que siempre haya sido así.

Ingrid había captado el sentido de sus palabras, y como él, estaba preocupada por lo que pudiera suceder.

—Si pudo pasar algo así, es más necesario que hagamos algo, hay que recuperar al niño y silenciar a Segovia.

Fernando dio una mirada a la sala de la casa, tan silenciosa como durante toda la noche.

— ¿Planeas deshacerte de él?
—Por ahora no, lo que más nos conviene es ayudar a la policía mientras tanto.
— ¿Y si resulta que no tiene nada?
—Entonces a nadie le va a importar que alguien lo haga a un lado.

La pareja se abrazó en silencio.


5  


Cuando sonó el timbre en la entrada de la casa a las ocho de la mañana, Arturo dio un salto de la cama y se asomó por la ventana, sin dejarse ver.

—Maldición.

El momento al fin había llegado. La policía estaba afuera, y venían a preguntarle por el correo que le había enviado a Víctor o por la ayuda que le había dado para vender todas sus cosas; sea lo que fuere, no era nada bueno, pero lo tenía asumido. Esperó a que tocaran por segunda vez y se asomó por la cortina, mirando para abajo con una expresión que esperó fuera de confusión o extrañeza, o ambas. Abajo dos oficiales, una mujer y un hombre lo miraban fijamente, y ella le hizo señas de que bajara. Asintió sin mostrar otro gesto en su rostro.

Desde que hablara con Víctor se sentía más paranoico que antes si era posible, pero habían pasado solo un par de horas desde que se comunicó por internet, así que creía que era improbable que supieran que habían hablado, por lo menos momentáneamente, además que había navegado en esa ocasión en modo incógnito; desde luego todo eso eran solo parches, la verdad era algo que tendría que enfrentar en esos momentos.

—Tranquilo Arturo —se dijo mientras bajaba la escalera—, tranquilo, tranquilo...

Había decidido quedarse en pijama, a fin de cuentas si se suponía no sabía a qué venía la policía, no tenía sentido vestirse. Mientras abría agradeció que sus padres tuvieran el sueño tan pesado.

—Buenos días.
—Buenos días, ¿usted es Arturo Fuentes?

Lo miraban sin expresión, pero a la vez con la clásica autoridad que les enseñaban a tener.

—Sí, soy yo.
—Necesitamos hablar con usted sobre Víctor Segovia ¿podemos pasar?
—No —repuso resueltamente— ¿Qué sucede con él?

La mujer intervino; estaba pasando por alto su altanería, al menos de momento.

—Tenemos entendido que usted es amigo de él.
—Así es.
— ¿Y no le parece extraño que haya desaparecido como lo hizo? —no lo dejó responder— ¿ha hablado con él en el último tiempo?
—Eso quisiera —respondió siendo auténtico—, pero no hemos hablado desde que desapareció.
— ¿Que sabe de su desaparición?

Arturo ya tenía preparadas todas las respuestas, se había pasado horas repitiendo frente al espejo las cosas que podía decir, imaginando preguntas ácidas como en los juicios. Tenía que parecer natural, tenía que parecer que realmente no sabía nada de Víctor, que estaba preocupado por él pero que confiaba en su amigo a pesar de no tener ninguna información de él. Y sabía que no iba a sonar convincente, pero si podía mantener los argumentos al menos eso le daría tiempo.

—Sé que desapareció. Lo último que supe es que la dueña de su cuarto estaba como loca porque se había ido.
—Pero usted le envió un correo hace poco.

Eso lo sorprendió, pero se repuso a tiempo para no sonar demasiado culpable.

—Claro que  le envié un correo, soy su amigo y estoy preocupado por él.
— ¿Le contestó?
—Todavía no.
— ¿Cree que lo hará?

Esa pregunta en realidad no se la esperaba. ¿Cómo no se le había pasado por la mente algo tan básico? Optó por ser sincero con la respuesta y jugarse todo a la espontaneidad.

—A éstas alturas no sé muy bien qué pensar —respondió—, se supone que nada de eso debería pasar, quiero decir, Víctor es un buen tipo, pero ahora todo es demasiado extraño.
—Necesitamos una declaración al respecto.

Estaba arriesgándose, pero no quería que sus padres supieran que estaba al menos remotamente involucrado. No aún.


—Si me esperan tres minutos aquí afuera puedo acompañarlos a la unidad.



Próximo capítulo: Disparos y sangre

La otra matrix Capítulo 10: Una jornada normal



La corte de los despreciados
En el aposento de Aldren , el pequeño  dron de cuidado personal se acercó nuevamente a ella, pero la líder lo descartó otra vez con un movimiento de la mano; a todas vistas ofendido, el diminuto androide se elevó con lentitud y se ocultó en un resquicio en el techo.

—Aldren ¿Por qué hay que cambiar la órbita de la corte, qué fue lo qué te sucedió, qué significan esas heridas?
—El banco de rocas espaciales donde se ubicaba la amatista estelar no era objetivo sólo mío, también lo era de alguien más. Me encontré con Arciagan.
— ¡Qué! —exclamó Heavythread—. Después de todo este tiempo… Ahora entiendo por qué decidiste eso, el banco de rocas espaciales está aproximadamente en curso de la órbita de la corte.
—Sin embargo no es el único problema que tenemos —replicó ella acercándose a la puerta—, ven acá, no voy a rogarte.

Los tres se quedaron detenidos en el umbral mientras el pequeño dron recapacitaba; descendió con lentitud y se posó en el hombro derecho de ella; después de eso salieron al pasillo, donde otro transformer los estaba esperando. Se trataba de un robot de un vivo color azul y con placas protectoras en los hombros y piernas que esperaba inmóvil la salida de Aldren y los demás.

—Filence, qué bueno que estás aquí, este es el muchacho del que vas a hacerte cargo, quiero que seas su guardia personal hasta que pueda ocuparme de él.

El otro hizo un asentimiento imperceptible y se quedó al lado de SoulBreaker.
Después de dejarlo junto a su nuevo guardia en uno de los salones centrales, Aldren y Heavythread continuaron caminando por un pasillo.

—Dime qué fue lo que sucedió con la amatista estelar. ¿Acaso Arciagan se quedó con ella?
—Sucedió algo más preocupante —dijo Aldren—, un accidente provocó la creación de un arrecife estelar. Y cómo sabes, hay varios días de maduración hasta que podamos intervenir y sacar los trozos desde el interior; sin embargo la cercanía de ella me hace temer que alguien pueda amenazar la seguridad de la corte, lo mejor que podemos hacer es cambiar el curso y ponernos a salvo.
—Sabes que es peligroso cambiar el curso de la corte sin consultar los planos numéricos de Alfan, no sabemos lo que podemos encontrar en el camino.
—Tendré que asumir el riesgo respondió ella.

Soulbreaker No sabía muy bien qué hacer, de modo que trató de entablar conversación con Filence.

—Así que… tú vas a ser mi guardaespaldas ¿Cierto?

El otro no respondió, aunque algo en su inexpresivo rostro lo hizo sentir incómodo, como si fuera incorrecto hablar en un momento como ese. Se preguntó cuál sería la capacidad especial de su acompañante.

2

El ojo púrpura del cíclope se mantenía posado impertérrito sobre ella, pero Arciagan se recuperó rápido de la impresión inicial.

—Debiste decirme que lo tenías aquí, por un momento pensé que se trataba de Shockwave.

Spektre continuaba preocupado por ella; sin embargo verla hacer una conclusión tan rápida como siempre lo tranquilizó un poco.

—Estoy haciéndole una revisión de rutina.

Los ojos de la ladycon brillaron; Arciagan sabía que el clon de Shockwave había sido desechado por este tiempo atrás; sin embargo Spektre lo había sustraído de la planta de ensamblaje adonde se le envió para su desmantelamiento, para utilizarlo como un arma futura. Posteriormente, utilizando los conocimientos numéricos de él y la experticia en batalla de ella, comenzaron a producir mejoras en el clon hasta llegar a convertirlo en una auténtica máquina de batalla. De momento no habían necesitado usar lo.

— ¿Sabés una cosa? —comentó con un tono de voz melodioso—, creo que es una excelente idea que se encuentre a punto de funcionamiento, tengo la oportunidad perfecta para probar su verdadero poder.

Se hizo una pausa, en la que él comprendió que su compañera tenía una idea que, de seguro, tenía que ver con sus planes anteriores y de los que aún no sabía nada.

— ¿Y entonces vas a decirme qué fue lo que sucedió?
—Por supuesto cariño —replicó ella mirándolo directamente—, estoy segura de que te va a encantar esta historia.

3

El curso de desplazamiento de la corte de los despreciados fue cambiado con facilidad tras las órdenes de Aldren, y todo pareció volver a la tranquilidad con bastante rapidez. Un par de horas más tarde, Filence acompañó a Soulbreaker hacia el puente de mando de la corte: se trataba de una gran sala ubicada en el extremo opuesto a la plataforma de aterrizaje donde había llegado en primer lugar.
A pesar de lo que había supuesto al momento de aterrizar allí, la corte no era un asteroide perfectamente redondo, se asemejaba más a un óvalo inexacto, del cual el puente de mando era una especie de cabina. Por lo que le explicó Heavythread cuando llegaron al puente y mientras esperaban a la líder, desde el punto de vista del puente de mando, a continuación se encontraban los salones técnicos, y de armas en los extremos superior e inferior, bajo los cuales se encontraban los aposentos de los distintos habitantes, el cuarto de máquinas, el reactor central que había reparado, y hacia el final, la plataforma de despegue, el bar, la zona de esparcimiento y entrenamiento. En el lugar al que llegaron había una veintena de transformers, entre ellos a los que Soulbreaker ya conocía. Aldren apareció por un costado y enfrentó al grupo.

—Gracias por reunirse aquí conmigo —dijo con un tono afable—. Cómo sabrán, he decidido cambiar el curso de desplazamiento de la corte; esto lo hice por nuestra seguridad. De todas maneras espero que podamos retomar el curso que teníamos planificado desde antes; además de esto, hay un nuevo integrante entre nosotros, o eso es lo que me parece.

Soulbreaker ya se había estado temiendo algo como eso; sin querer llamar la atención asintió con un gesto mínimo y trató de ignorar que todas las miradas estaban sobre él.

—Soulbreaker —dijo ella con un tono autoritario, aunque no duro—, fuiste traído aquí por uno de nuestros amigos, porque él cree que este es el lugar correcto para ti. Ahora me gustaría saber qué es lo que piensas tú.

Después que Heavythread lo presentara con ella, lo que él esperaba era algún tipo de entrevista privada y no algo parecido a un espectáculo de circo, pero no quiso quejarse después de la buena acogida que había tenido por parte de todos.

—La verdad no sé qué es lo que quieres…
—Lo que quiero —dijo ella adelantándose a sus palabras—, es que nos cuentes lo que te pasó, es decir cuál es el motivo por el que terminaste encerrado en dónde estabas.

Se dio a sí mismo un momento para asimilar la realidad de su pasado y comenzó a hablar.

—Entiendo… yo les contaré mi historia…
—No —dijo ella con energía—, no queremos que nos cuentes una historia. Escucha, lo primero que deben haber hecho contigo en ese lugar es convencerte de que tenías una historia que contar, pero yo sé que en el fondo de tu ser, sabes que esa historia en realidad es lo que te ocurrió.
—Disculpa, pero no entiendo a lo que te refieres.
— ¿Sabes por qué la mayoría de nosotros estamos aquí? Es porque hemos sido rechazados, porque no encajamos con lo que la sociedad espera de nosotros. ¿Acaso crees que alguien entre los Autobots le creyó a Undertow cuando les dijo que él fue un escudero de los Caballeros de Cybertron? Por supuesto que no. Consideraron que eso era una historia, algo que él se había inventado dentro de su cabeza hasta convencerse de que eso era real, y lo mismo ocurrió con muchos de nosotros. Hay algo que debes entender: en este universo no importa lo que suceda, no importa lo que otros te digan, o cuántos puedan estar en tu contra, la verdad siempre es la verdad y tienes que luchar con todas tus fuerzas para defenderla y mantenerla a salvo en ti.

Escuchar que alguien que apenas lo conocía una confianza de ese tipo hizo que Soulbreaker se sintiera conmovido, mucho más que cuando lo celebraron por reparar el reactor, y entendió que no necesitaba alabanzas, sólo necesitaba que creyeran en él, es decir tener algo sólido sobre lo que sustentar sus pensamientos.

Más tarde, cuando terminó de relatar los hechos en los que se había visto envuelto hasta la aparición de Hevaythread, descubrió que todos a su alrededor lo observaban en un silencio absoluto, y hasta la líder se mantenía respetuosamente inmóvil y atenta a sus palabras.

—Tu vida no ha sido fácil —dijo Aldren una vez que él terminó de hablar—, para mí este es un lugar apropiado para que puedas comenzar una nueva vida, y las puertas de la corte están abiertas para que te quedes, pero la decisión final es tuya. ¿Qué vas hacer?

Soulbreaker miró alrededor, y a pesar de que apenas había intercambiado pocas palabras con Heavythread, Aldren, Chainrack, Underslow y Undertow, se sentía en confianza, como si todos ellos estuvieran dispuestos a conocerlo.

—Sí —dijo al fin—, quiero quedarme.

4

Cybertron. Mientras tanto.

El espacio parecía convertirse en un torbellino negro que succionaba todo alrededor; no podía realizar sus labores como tenía que realizarlas, estaba atrapado en algo que no podía explicar y sabía que eso estaba poniendo en riesgo a todos los Autobots.

—Rodimus ¿me estás escuchando?
—Tú estabas allí en ese momento.

Ultramagnus no respondió, sin embargo mantuvo la mirada del líder de los autobots.

—Desde ayer te he visto muy extraño ¿acaso se trata de eso?

Estaban hablando sobre los acontecimientos del asteroide de tratamiento médico, sin embargo los pensamientos de Rodimus se encontraban bastante lejos de allí.

—Ciertamente —dijo tratando de retomar el hilo de sus propias palabras— la desaparición de Heartfire desde el Helios-4 es preocupante, demuestra que nuestros estándares de seguridad no son tan altos como creíamos. Es preocupante —puntualizó.

Ultra magnus se había dado cuenta de que el líder no era el mismo de siempre, o tal vez debería decir que no actuaba con la seguridad que su cargo y el objeto que llevaba en su pecho harían suponer; sin embargo y de manera coincidente con la aparición de la copia de la Matrix en poder de Heartfire, a quien él mismo había llevado ante su presencia, su actuar se había vuelto más cambiante e inestable: parecía abstraído, en muchas ocasiones perdía el hilo de sus pensamientos o lucía extraño y perdido. A ojos de los demás no parecía estar sucediendo nada, pero eso era gracias a que sus apariciones en público se habían reducido al máximo; sólo los miembros de la Muralla Autobot y los comandantes intercambiaban opiniones o alternaban con él.

—En tu informe dijiste que no viste nada especial.

Ultramagnus sabía que ese momento iba a llegar, y estaba preparado para ello. Cuando vio a HeartFire salir de esa habitación, estaba por casualidad en un punto estratégico tras un recodo, y en una milésima de segundo comprendió que se encontraba en una especie de punto ciego, donde las cámaras nunca captarían el ángulo exacto de su punto de vista, ya que avanzaba caminando muy despacio y cabizbajo. ¿Cómo podía imaginar que justo el día en que, corroído por la culpa había tomado la decisión de visitar al muchacho, éste iba a encontrar una manera de escapar del asteroide médico? No pudo explicárselo en ese momento y tampoco después cuando le dio mil vueltas al asunto, pero en su interior supo dos cosas: la primera de ellas es que el muchacho estaba escapando, y la segunda, que su lugar estaba fuera de allí y no encerrado bajo vigilancia y tratamiento. Se prometió a sí mismo conservar ese secreto inexplicable, asegurar que en realidad no lo había visto, hecho que se vio confirmado por los reportes de las cámaras de seguridad que mostraban cómo, por arte de milagro, el sujeto evadido salía de la zona de trabajo que le había sido asignada, y esquivaba con precisión milimétrica a cualquier otro autobot hasta conseguir salir por uno de los compartimientos a través de los cuales se arrojaban ciertos desperdicios. Ultramagnus sabía que de acuerdo al protocolo había hecho algo incorrecto, pero lo cierto es que jamás se había sentido más satisfecho haciendo algo que no era lo que debía hacer.

— ¿Qué es lo que te molesta Rodimus? —preguntó sin inflexión en la voz— ¿te molesta que ese muchacho haya podido escapar, o que yo no haya podido detenerlo?

No era una acusación, pero el comandante necesitaba saber cuál era la opinión del líder: si le decía que desconfiaba de él por lo que había sucedido anteriormente, presentaría su dimisión al cargo de manera inmediata. Aunque en su interior se prometió nunca revelar lo que de verdad había sucedido, sentía que se lo debía a ese muchacho, después de entregarlo a las autoridades por el motivo que fuese. Sin embargo sus palabras parecieron devolver a Rodimus al presente.

—No. De ninguna manera —afirmó con vehemencia—, es imposible que piense que tienes algo que ver en esto, sé a la perfección que si hubiera estado en tus manos, habrías impedido que se escapara, pero no estaba bajo tu control.
—Entonces dime de qué se trata, confía en mí.

Rodimus se pregunto qué haría Optimus en su lugar. ¿Se habría sentido también él confundido y absorbido por esa extraña e indefinible sensación? a veces sentía como si la Matrix fuera a disolverse en su pecho, para nunca volver a aparecer.

—Me preocupa que sucedan cosas como ésta porque demuestran que no estamos seguros ante un potencial ataque, y es un hecho que Galvatron planea algo, sus tropas han estado demasiado tranquilas y Unicron demasiado inmóvil en el espacio.
—Pondremos más énfasis en mejorar las políticas de seguridad.

Rodimus no contestó.

5

A pesar de la multitud que presenció los hechos, Soulbreaker pasó a convertirse en noticia vieja con gran rapidez, y a los pocos minutos ya era como si llevara bastante tiempo en La corte. Después de la reunión, varios se trasladaron al bar, que era atendido por la alegre Usleazy, una minicon que dominaba el lugar con su voz y sus amplios conocimientos de todo.

—Aldren, hay algo que quiero preguntarte.
—Dime.
— ¿Cuáles son mis ocupaciones? Me refiero a qué es lo que debo hacer en este lugar.

Aldren se mostraba muy relajada y tranquila en el bar, comportándose como cualquiera de ellos en vez de mostrarse como la líder de gran carácter que era unos minutos antes.

—Esto no es Cybertron Soulbreaker.
—No entiendo.

Ella dio un trago de energon.

—Aquí muchos de nosotros podemos hacer algo útil, aunque no todos. Mira, si sirves para algo, bienvenido seas, pero esto no funciona como una milicia o todas esas cosas que conoces; me interesa que este lugar funcione porque no hay hogar que se mantenga solo, pero creemos que cada uno puede organizar su rutina como mejor le parezca y hacer lo que quiera por ayudar al resto y a La corte.
—Lo que ella está tratando de decir —intervino Usleazy—, es que no hay obligaciones impuestas. Yo estoy en el bar porque me hace sentir bien, este es mi medioambiente. ¿para qué sirves tú?

Soulbreaker asintió, animado.

—Soy bueno con los cables —explicó—. Y parece que no tienen un técnico aquí, así que puedo ayudar.
— ¿Pero es eso lo que te gusta hacer?
—Como dijiste, me siento en mi ambiente cuando estoy reparando cables y haciendo conexiones.

Usleazy hizo aparecer de un estante un vaso de energon y lo deslizó por una canaleta, hasta que llegó a las manos de un sujeto a varios metros de distancia.

—Entonces creo que está decidido cariño. Y ya que estás en eso ¿por qué no revisas las luces de esa tarima? Hace días que está parpadeando y mi bar no puede lucir mal.
—También podrías ayudarme con las luces de mi cuarto —intervino Chainrack apareciendo por un costado—, sé que brillo con este color de fuselaje, pero no me gusta estar a oscuras.
—Está bien, está bien, sólo no me presionen.

Se sentía tan bien en ese lugar que le parecía imposible que todo lo ocurrido antes estuviera tan sólo a unos meses de distancia; sin embargo, aún faltaba algo más.

—Escuchen, parece que vamos a tener un atardecer.

Alguien dio ese inexplicable aviso, el que hizo que varios en el bar se dirigieran a una de las salidas. Aldren le hizo un gesto para que la acompañara.

—Estoy segura de que Heavythread te dijo que este es el mejor lugar del universo. Ahora vas a saber por qué; vas a conocer nuestro Promontorio.

Soulbreaker la siguió en silencio mientras se desplazaban al exterior. Caminando por un pasillo corto y algo oscuro, llegaron a un costado del asteroide, casi al lado de la plataforma de aterrizaje que ya conocía; en el lugar no había nada, excepto un promontorio hecho de metal con una vista de 180° que permitía ver el universo como si se tratara del horizonte en un planeta.

— ¿Qué es lo que vamos a ver aquí?

De inmediato entendió que la pregunta estaba de más, alguien dijo que se trataba de un atardecer. En Cybertron, se podían ver dependiendo de la ubicación y la cantidad de luz, y una vez en La tierra, los pudo apreciar un poco mejor gracias a que la estrela que brillaba en ese sistema solar era muy brillante. Sin embargo, nunca le habían parecido especialmente interesantes, de modo que no comprendió cuál era el motivo del alboroto.

—Cállate y observa.
— ¿Crees que lo veremos Aldren? —dijo alguien a un lado.
—Hay una estrella en ángulo correcto —replicó ella con tono de reflexión—, así que sólo hay que esperar.

Durante un rato no sucedió nada; cuando ya se estaba preguntando si todo eso no sería tal vez un ritual extraño, sucedió.
Y se quedó sin palabras.
La luz de la estrella a cientos de kilómetros en el espacio, con determinada inclinación respecto del asteroide, hizo que su luz atravesara el espacio, hasta iluminar la superficie despejada en la que se encontraban. Los haces de luz reflejaron  en el metal del promontorio, y en ese instante, Soulbreaker comprendió que no se trataba de simple metal, sino de una aleación especial con cristales espejo; por una reacción química básica, la luz se disparó en una dirección y otra, rebotando en cada uno de los espejos infinitas veces, provocando cientos de miles de diminutas auroras luminiscentes que parecían danzar al compás del suave movimiento del asteroide. Al ver aquel espectáculo de luces, al mismo tiempo tan sencillo y magnífico, Soulbreaker se sintió despejado y tranquilo, igual que si hubiera tenido una larga recarga de energía, como si todos los problemas que había dejado atrás estuvieran realmente atrás. No olvidados, pero sí pasando a ser parte de una vida anterior, una donde la copia de la matrix, las intrigas y la internación en el centro de tratamiento mental formaban una historia que ya no le pertenecía. Había encontrado un hogar en La corte.

—Heavythread tenía razón —dijo emocionado—, este es el mejor lugar del universo.



Próximo capítulo: Navegando hacia el hielo