La traición de Adán capítulo 26: Destino decidido



–Al fin llegaste Samuel.

Samuel llegó al lugar de encuentro, un restaurante italiano que a esa hora estaba relativamente vacío; quienes lo esperaban parecían impacientes.

–Lo lamento, estaba ocupado. Miguel, Sofía, es un gusto venir con buenas noticias.

Sofía estaba algo nerviosa, pero Miguel la había tranquilizado diciéndole que la mejor parte de todo es que no estaban cometiendo delito alguno.

–Cuéntanos que has descubierto.

Samuel sonrió.

–Hay bastante que contar; primero, tengo confirmada una sospecha anterior, Adán mantiene una relación con Eva San Román, la gerente de proyectos de la constructora Del Mar.

Sofía frunció el ceño. Así que finalmente tenía razón al pensar que todo lo que él le había dicho no era más que una mentira.

–Me imagino que se traen algo entre manos.
–Eso es seguro; ella compró algunas acciones de las obras de arte de Carmen Basaure apenas llegó al país, y él tiene algunas de la constructora desde casi el mismo momento en que empezó a trabajar como gerente del Boulevard, así que lo más probable es que tengan pensado aprovechar sus conocimientos de la empresa para sacar jugosos dividendos; por supuesto que están protegidos porque las acciones no están directamente a su nombre.
–Pero entonces podríamos revelarlo, eso les causaría problemas.
–Sí y no –comentó Samuel– no es tan sencillo y demasiadas cosas pueden salir mal al hacer una denuncia como esa, pero es un buen antecedente. En todo caso conozco a Adán Valdovinos y sé que sus planes van mucho más allá de unas simples acciones, quiere más y ahí es donde tenemos que atacar.

Miguel estaba ansioso por vengarse, pero sabía que aún tenía que seguir siendo paciente; sentada a su lado estaba la recompensa.

– ¿A qué te refieres con que quiere más?
–Mi sospecha es que pretende adueñarse de algo, realizar algún traspaso a su nombre o algo así, y el proyecto del que es gerente, es decir el Hotel en el Aeropuerto, va a ser el indicado, porque ahí está junto a Eva San Román y además comienza desde los cimientos; solo necesito un poco más de tiempo y paciencia. Pero lo que les dije no es todo, hay otra cosa que me parece muy relevante: Bernarda Solar, la nueva accionista mayoritaria de la Constructora, también tiene algunos secretos, y estoy cerca de descubrir cómo es que se quedó con la mayor parte de unas acciones que no estaban en venta, así que cuando lo confirme estoy seguro de que tendremos más cosas interesantes que agregar a esta historia.
–Espero que tengas razón –comento Sofía– ya estoy cansándome de esperar los resultados. Adán  no puede ser tan brillante de no haber dejado cabos sueltos.

Samuel se sacudió el cabello; Adán si había dejado cabos sueltos, pero eso era otro cuento, por el momento tenía la fórmula perfecta para sacar dividendos de ambas partes, sin olvidarse de su venganza personal en contra de Adán.

–Nadie es tan brillante cuando depende de otros, y él necesita a mucha gente que colabore con él o que sean sus víctimas.

Sofía apretó  los puños. Claro, ahora veía con claridad que solo había sido un trozo de camino, pero en su momento no era tan evidente, porque Adán llegó a ella por accidente cuando ya tenía un buen trabajo, pero después de ser su novio tuvo acceso directo a un mundo un poco más exclusivo, donde usó sus estrategias para terminar trabajando para Carmen Basaure y comenzar su ascenso. Seguro que San Román era su siguiente escalón, pero a ella no la envidiaba, más bien deseaba que fuera más inteligente que él y lograra hacerle algún tipo de daño, o al menos distraerlo lo suficiente como para evitar que se diera cuenta de su presencia.

–Quiero estar presente.
– ¿Qué?
–Me refiero al momento –respondió ella con convicción– quiero estar allí, cuando Adán caiga. No me importa que sea específicamente lo que logremos, pero quiero estar viéndolo a los ojos cuando caiga, quiero que me vea decirle con la mirada que eso es por lo que me hizo, porque herirme no es gratis como siempre creyó.

Miguel sonrió.

–Vas a estar Sofía. Tú y yo vamos a estar ahí, juntos viéndolo desplomarse, te lo aseguro.

Pilar estaba en casa de Margarita decidiendo qué iban a hacer en la celebración de año nuevo.

–Ay amiga, y yo que pensé que a mi amado le iba a parecer fatal lo de trabajar para estas fiestas, y me sale con que quiere  una reserva para todos sus amigos de trabajo.
–Excelente, eso quiere decir que no tendrás que vigilarlo.

Las dos rieron alegremente, mientras Margarita servía café para ambas.

–Estoy tan contenta con el éxito que ha tenido el Morlacos –comentó– es como si hubiéramos nacido para hacer este restaurante, ¿no  crees?
–Es verdad, yo tampoco creí que funcionara tan bien: imagínalo, ahora atendiendo a tiempo completo, y con reservas copadas para fin de ciclo. Es estupendo.
–Y las ganancias amiga. Oh, hay un vestido que creí que nunca podría comprar y ahora solo tengo problemas de tiempo para ir por él; a todo esto, supongo que sabes que te tengo en mi exclusiva lista de invitados a la celebración de  Navidad.
– ¿Pero en qué momento mujer?
–A la hora de almuerzo por supuesto –contestó Margarita como si fuera obvio– perfectamente nos podemos escapar, yo dejo todo adelantado y tú... tú eres la jefa, así que está todo listo.
–Te lo agradezco...

Pero su amiga la interrumpió haciéndola callar.

–Shhhtt. Ni siquiera pienses en inventar alguna excusa Pilar, estás  con nosotros en el almuerzo y se terminó el tema.

Pilar asintió agradecida; tener no solo a Margarita sino que a su familia como la propia era más de lo que podía esperar de la vida. De pronto sonó su teléfono móvil.

–Hola –saludó rápidamente– sí, soy yo... así es... ¿disculpe?... no, no es así... ¿de parte de quien llama? disculpe, le han dado información equivocada, mi restaurante no está en venta.

Margarita dejó el café en la mesa y miró fijamente a Pilar, sin saber muy bien qué pasaba, aunque ya había notado el cambio en su expresión.

– ¿Qué pasó?
–Algo está mal en todo ésto. Me acaba de llamar un ejecutivo para concertar una cita.
– ¿Y qué te dijo?
–Que quieren comprar el Morlacos.
–Pero eso no es nada malo mujer.
–Yo creo que sí. Porque la empresa  a la que representaba ese hombre es propiedad de Bernarda Solar.
– ¡La madre de Micaela! –exclamó Margarita escandalizada– eso sí que es raro, aunque también podría ser una coincidencia o un error.

Pilar bebió un trago largo de café; debía tener demasiado ciudado.

–No es un error. Esa mujer actúa premeditadamente, es seguro que esto lo hace sabiéndolo muy bien. Fue un error quedarme como titular.
–Ya pero... –se interrumpió. Iba a decir que no era para tanto, pero la experiencia decía otra cosa, y entonces su lado egoísta comenzó a advertirle– amiga, creo que tienes razón, pero no podemos quedarnos así nada más, hay que investigar por si acaso al menos.

Investigar había dado frutos antes, pero ahora necesitaba algo más.

–No Margarita; esta vez voy a hacer algo más directo.

Momentos después Bernarda estaba contestándole la llamada.

–Hola.
–Usted está hablando con Pilar –sucedió un incómodo silencio– sé que sabe quién soy, así que no se quede callada.
–Buenas tardes Pilar.
–La llamé por un tema y espero no tener que repetirlo. El restaurante Morlacos es mío, no trate de interferir de ninguna manera.

Bernarda había acusado el golpe muy lentamente, pero reaccionó.

–No pretendo  interferir ni nada por el estilo. Simplemente pretendo hacer buenas inversiones.
–Sus únicas inversiones son mentir y envenenar todo lo que la rodea –replicó la joven ácidamente– pero quiero que le quede claro que no soy la estúpida que era antes, ahora no permitiré que se me acerque.
– ¿Y por qué no? –preguntó la otra– puedo hacer una oferta interesante y además de seguir haciendo lo mismo, ganarás mucho dinero.
–Mi restaurante no está en venta. Y tenga cuidado con lo que hace, porque si me amenaza o hace cualquier cosa en mi contra, voy a empezar a hablar de lo que se dé usted, y créame que le va a parecer muy asqueroso escuchar de boca de los demás decir que es un pedazo de basura.
–Te lo estás tomando muy personal querida...
–Sí, me lo estoy tomando personal porque esto es personal; ni usted ni nadie se van a interponer en mis proyectos personales. Tenga ciudado, porque su dinero no puede contra los rumores, y solo necesito hablar con las personas indicadas para que su fama de gran persona y empresaria se vea amenazada por la verdad. Recuerde que estuve en su casa Bernarda, y recuerdos visuales no son lo único que tengo.

Cortó. Del otro lado de la conexión Bernarda dejó el teléfono sobre su escritorio y arrojó violentamente un vaso contra la pared, el que fue a destrozarse en mil pedazos.

– ¡Mocosa insolente, cómo te atreves a amenazarme! Qué es lo que te robaste de mi casa, ¿qué es lo que tienes en mi contra?

Volvió a sentarse, luchando por calmarse. Sabía que no estaba oyéndola, pero deseó tenerla frente a si y sacudirla hasta hacerla llorar para obligarla a contarle todo. No podía soportarlo, ella no era nada, ni su propia madre la quería, ¿cómo podía simplemente creer que era rival para ella, para Bernarda Solar? Muchos con más recursos se habían interpuesto en sus planes, pero no importaba lo que pasara, el resultado siempre era el mismo, se salía con la suya; cuando descubrió que esa idiota tenía un restaurante decidió quitarla del camino, y ahora las cosas tomaban ese cariz tan extraño. Bien podía ser una amenaza sin fundamento, pero también podía ser verdad, y no podía arriesgarse a ningún escándalo mientras tenía el éxito del Boulevard y comenzaba a armar el Hotel; tendría que esperar un poco más para eliminarla, pero vaya que lo haría, y entonces ella se tendría que comer todas sus amenazas.

Por otro lado, el detective que había contratado Eva estaba avanzando en sus investigaciones; Mijaíl Macrura era un nombre demasiado recordable como para usarlo en su trabajo, así que iba variando entre los nombres y apellidos que tuvieran más individuos en el país, de modo que seguía siendo nadie, lo más importante en su trabajo. El acosador de Eva San Román era un caso especial, porque en primer lugar no era reciente y en segundo era alguien con quien había un vínculo en cierto modo voluntario; hombre de 53 años, administrador de propiedades rurales, separado, sin hijos, sin un domicilio comprobable, con ciertos recursos y perdidamente enamorado de la mujer. No era difícil imaginar cómo es que alguien se puede interesar o incluso enamorar de alguien como Eva San Román, estaba de más decir que era atractiva, bellísima, interesante, inteligente y educada por decir solo algunos de los atributos que tenía, lo que llamaba la atención del caso es que alguien como ella llegara a tener contacto directo con alguien como él. Tenía como costumbre no investigar los aspectos oscuros de sus clientes siempre que estos no tuvieran que ver directamente con el caso, así se evitaba emitir juicios o perder el norte, al fin y al cabo que en términos fríos, el cliente era el bueno y quien le persiguiera o acosara terminaba siendo el malo, al menos para él.
Sabía que ese hombre estaba en la ciudad, había llamado por teléfono al antiguo número de ella, le había enviado un sobre con un mechón de sus cabellos claramente de hacía algunos años y era lo suficientemente peligroso como para que ella temiera por su vida si daba con su paradero exacto; había sido un error romper la tarjeta y bloquear el número antiguo de la mujer, ya que con el habría podido tomar muchos datos, pero por otro lado había algo importante de donde sacar información, es decir del sobre que ella había recibido. A simple vista era algo común y que se vende en cualquier sitio, pero un conocido que trabajaba en papelería lo revisó y le dijo que esos sobres los vendían las librerías o bazares de barrio, porque estaban descontinuados y solo ahí podían quedarles; actualmente en las librerías de prestigio vendían unos sobres iguales, pero que según el entendido eran de una calidad inferior y eso se notaba en como reaccionaba el papel ante la presión o la fricción. Así que el administrador estaba alojándose en una zona residencial relativamente antigua donde tenía  a la mano un bazar típico de barrio, y podía deducir que estaba en un hostal porque si no tenía domicilio conocido hacía mucho tiempo, era improbable que tuviera vivienda propia. Que pudiera enviar el sobre indicaba que sabía dónde trabajaba en general pero no en particular, y que tampoco sabía dónde alojaba, tema que se hacía más difícil para él porque ella estaba en un hotel. Pero solo era cuestión de tiempo para que la alcanzara, y Eva San Román era una profesional exitosa que no podía permitirse escándalos de ningún tipo, menos aún si estos involucraban a alguien potencialmente peligroso.
Ya había reducido los sitios de búsqueda, porque si el acosador pretendía dar con el paradero de ella, lo lógico es que estuviera en un lugar barato y con buen y rápido acceso al centro de la ciudad y también a las salidas vía carretera, tanto para escapar como para llevársela si es que ese fuera su objetivo final; en el trabajo que tenía encargado sabía que acercarse al tipo y asustarlo sería inútil, así que lo que debía hacer era fabricar una situación que lo expusiera ante la ley, de preferencia algo llamativo que lo hiciera ser público al menos momentáneamente, y desde luego que si armaba todo bien, dejarlo en la cárcel sería un broche de oro.






Próximo episodio: Dos balas

Por ti, eternamente Capítulo 10: Buscando el olvido



Víctor conducía a velocidad moderada hacia el sur por una carretera totalmente desierta mientras comenzaba a caer la noche; no sabía ninguna canción de cuna, pero había inventado una, y tarareaba lentamente, en voz baja, sin detenerse, solo repitiendo lo mismo que había ideado.

—En el pueblo...de San Vicente...le cantaban...a los inocentes...para que sueñen...con ternura...y descansen...sus almas puras...en el pueblo...

Ahogó lentamente la voz. A su lado Ariel se había dormido al fin, agotado.

—Al fin se durmió.

Había estado llorando sin detenerse desde su escape de la Iglesia, pero no pudo tomarlo en sus brazos para calmarlo, estaba demasiado alterado y además sentía que debía seguir avanzando sin parar, manteniendo apenas el curso del vehículo con sus temblorosas manos; pasó mucho tiempo hasta que se calmó un poco, pero seguía inquieto, sin llorar pero inquieto, así que optó por cantarle esa canción de cuna inventada, tratando de tranquilizarlo, aunque al mismo tiempo intentaba calmarse a sí mismo. La carretera se extendía negra y solitaria a su vista, solo removida de momento por las débiles luces de los faros. Vio la hora en el reloj, y se sorprendió al ver que casi daban las once de la noche ¿en qué momento? Pero claro, habían pasado cosas que lo habían hecho perder la noción del tiempo. Sentía dolor en el brazo por el golpe que había recibido del sacerdote, pero más le dolía la traición, porque había confiado en ese hombre que se suponía debía apoyarlo y darle cobijo, pero simplemente lo había engañado con palabras dulces. Lo más seguro es que él ya había escuchado la noticia, y descubriendo que se trataba de la misma persona, se decidió por la fórmula más sencilla: utilizar la cercanía que se había provocado para intentar...

—Oh, por Dios...

La frase quedó bailando en sus labios. El sacerdote le dijo que iba a cerrar la Iglesia, pero en realidad sacó las llaves del furgón para evitar que se fuera del lugar, pero tardó demasiado considerando que el vehículo estaba cerca de la puerta.
¡La policía!

Ahogó una exclamación justo a tiempo para no asustar al bebé. Claro, la razón por la que se había tardado más era para llamar a la policía, lo que significaba que en ese mismo momento podían estar siguiéndolo; miró por el retrovisor, y se encontró con la misma carretera vacía por la que ya había pasado antes, pero eso no lo calmaba. Estaba procesando la información demasiado lento, y eso no lo ayudaba, pero ¿qué podía hacer? Si empezaba a pensar de esa manera, podía creer que la policía no necesariamente lo estaba siguiendo, ¿Para qué? podía estarlo esperando en la siguiente zona poblada. Aparcó el vehículo a un costado de la carretera, necesitaba ver el mapa para tomar una decisión más sensata que la última que había tomado.


2


Armendáriz estaba entrevistando al sacerdote mientras su equipo se alejaba a paso lento y cuidado explorando las cercanías de la Iglesia; la llamada de ese lugar solo confirmaba sus sospechas, aunque sí tenía que reconocer que el tipo se movía rápido.

— ¿Se encuentra bien?

El sacerdote asintió mientras el policía miraba alrededor.

— ¿Qué sucedió?
—Traté de ayudarlo —explicó despacio— me di cuenta de quién era mientras me contaba cómo había salido de la ciudad, pero yo quería ayudarlo de alguna manera.
—Me estaba contando que llegaron hasta aquí sin problemas.
—Sí, y le ofrecí un techo para alojar; pero se notaba en su actitud que no estaba bien,  actuaba muy extraño. Me golpeó, y luego se fue.
— ¿Cómo fue el enfrentamiento?
—Me arrojó al suelo. Yo traté de detenerlo, pero me golpeó con mi bastón y luego se fue en el furgón en el que lo encontré al principio, con el niño con él.

El sacerdote hizo una pausa mientras Armendáriz miraba alrededor otra vez; si tan solo Segovia no hubiera huido. Pero al menos saber que el niño estaba con él confirmaba todas las sospechas iniciales, y además lo dejaba en un buen pie para encontrarlo.

— ¿Qué clase de persona le pareció que era Segovia?
—Parecía perturbado —explicó el otro hombre— traté de explicarle que podía hacerle daño al bebé, pero no me escuchó.
— ¿Y el bebé?
—Estaba tranquilo al principio, luego cuando se lo llevó lloraba mucho, aunque en ningún momento pude acercarme a él.
—Escuche padre, un equipo médico viene en camino para constatar lesiones; tengo que retirarme.
—Muchas gracias.

Regresó al automóvil  paso vivo. Por las dudas tenía a su equipo revisando la zona más cercana, pero si Segovia había escapado en esas condiciones era improbable que estuviera cerca aún. Al frente se extendía la única dirección, una carretera hacia la siguiente zona poblada, al sur, por lo que era lógico pensar que el tipo hubiera tomado ese camino; pero nada en ese caso era lógico, partiendo por la desaparición del niño, de modo que no necesariamente tenía que haber ido en esa dirección. Era obvio que devolverse era entregarse, pero si miraba alrededor, podía deducir que al Poniente no podía ir, porque era demasiado escarpado y dejar el vehículo no era opción, al menos no todavía. Pero sí podía ir al Oriente, un furgón podía resistir esos movimientos, al menos lo suficiente como para evitar la principal entrada a la siguiente zona poblada; agradeció tener un vehículo que parecía de ciudad, pero que estaba adaptado para terrenos diversos.

—Demonios.

Mirando el mapa, ya en el auto, descubrió que al sur, casi en línea recta estaba la siguiente zona poblada, y que efectivamente la planicie al Oriente daba bastantes posibilidades de desplazamiento, aunque por fuerza tenías que volver a las cercanías del siguiente pueblo para poder seguir, porque una antigua zona industrial impedía el paso. Por el momento dejaría a los demás trabajando en la zona, esperando que sus presentimientos estuvieran en lo cierto y el caso terminara lo más pronto posible.


Mientras tanto, la camioneta donde iban Álvaro y Romina seguía detenida a un costado de la carretera, a prudente distancia del sector de la Iglesia.

—No debimos quedarnos aquí, el equipo de Armendáriz lleva diez minutos de adelanto.
—Calma.
—Ya veo lo que sucedió, mira, Segovia se refugia en la Iglesia o amenaza al cura, luego escapa, pero él ve hacia dónde va y por eso llama a la policía.
—Es probable.
—Esas camionetas —continuó Álvaro— son rápidas, nos vamos a perder la exclusiva, ahora mismo deben estar a un paso de atraparlo.
—Cálmate Álvaro por Dios —lo interrumpió ella firmemente—, pareces un niño. Escucha, Armendáriz siempre lleva la investigación personalmente, ¿no es así?

Él respiró profundo.

—Es cierto.
—Entonces las cosas cambian un poco; mira, esto es lo que creo: Segovia habla con el cura, y le dice algo importante, recuerda que los desequilibrados hablan en los momentos más inesperados.
—Romina, el secreto de confesión es un secreto, no lo pueden entregar; incluso recuerda ese caso en Escocia donde el sacerdote no pudo revelarlo y el asesino huyó finalmente.
—El punto no es el secreto, sino lo que puede significar. Imagina que el tipo habla algo, o da alguna pista de algo, y por eso es que Armendáriz se queda para investigar. Ahora te apuesto a que el gorilote va en otra dirección, de eso estoy segura.   

Él se revolvió el cabello.

—Está bien, de acuerdo, las cosas están pasando como tú dices. Entonces se supone que él va por la pista mayor.
—Así es colega —sonrió divertida—, así que por el momento sólo tenemos que esperar, y los resultados se verán después, ya vas a ver como ese gorila nos lleva al centro del caso.


3


La madrugada ya comenzaba en la lejanía de las montañas, con un aire frío que por fortuna no era tan fuerte como se lo habría esperado anteriormente. Víctor se vio obligado a detener el avance del furgón, exhausto después de horas continuas de viaje, cuando notó que ya no podía continuar manteniendo el curso del manejo. Deseaba descansar, pero en esos momentos era imposible.

—Cielos...

Faltaba poco más de veinte minutos para las cinco de la mañana, realmente en el volante se perdía la noción del tiempo, pero estaba muy cansado y con sueño.
Había mantenido las ventanas cerradas para evitar que el viento entrara, por lo que además se sentía sofocado; en medio de la relativa oscuridad salió rápido para disfrutar de un poco del viento de la madrugada, que se sentía refrescante en comparación con lo de antes, aunque desde luego que el sueño aún persistía, era como si el peligro y los enfrentamientos anteriores se hubieran convertido en sueño.

— ¿Y ahora qué hago?

Miró en todas direcciones, pero a donde quiera que mirara era lo mismo; ¿estaría avanzando realmente hacia el oriente como se lo había propuesto?

—Cálmate Víctor —siguió  hablando consigo mismo — vas en la dirección correcta, el Norte es en esa dirección, por lo tanto vas al Oriente. El único problema es que sigo sin ver nada.

Había tratado de seguir el mapa, según el cual desviándose hacia el oriente debería llegar a la siguiente zona poblada por una vía antigua, con lo que podría salir de la vista de todos.
A lo lejos, un poco hacia el norte, divisó una sombra en movimiento, y aguzó la vista para ver con más claridad. Parecía un auto, aunque no iba en su dirección, pero de todas maneras eso parecía preocupante. Por mayor preocupación, decidió apagar las luces del furgón, quedándose momentáneamente en la oscuridad, aunque esto no duraría mucho, muy pronto el día ya estaría sobre él y no podía seguir al descubierto.

—Dios, qué sueño tengo...

El viento frío de la madrugada lo había refrescado, pero aún no lo suficiente como para estar completamente despierto; de todos modos entró en el vehículo, donde en el asiento del copiloto Ariel dormía con una inusitada calma. Encendió el celular y conectó el dispositivo a internet; se sorprendió al ver que tenía señal, aunque era débil, pero le permitía navegar de todos modos. No había entrado a sus redes sociales y tampoco pensaba hacerlo, desde un principio supo que eso sería delatarse, aunque de todos modos no podía negar que sentía muchos deseos de saber qué era lo que estaba sucediendo en el resto del mundo. Pero tenía una dirección de correo electrónico, así que después de mucho titubear, optó por ingresar. Tenía decenas de correos electrónicos, increíblemente la menor parte eran publicidad, quizás unos cinco o seis. El resto era de remitentes anónimos, casi todos con asunto "Comunicar urgente" o "Solicitamos se comunique" Eran remitentes y mensajes aterradores, pero por ningún motivo iba a abrir ninguno de ellos, básicamente porque no quería angustiarse aún más. Cuando estaba a punto de cerrar el correo, un mensaje en particular llamó su atención, uno que era de Arturo.

—Un correo de Arturo...

Se le oprimió el corazón. Arturo, su mejor amigo, el mismo que sin saber lo había ayudado a salir de la ciudad, pero ¿acaso no estaría él también metido en problemas gracias a él? No había pensado en eso hasta el momento, pero de verdad, si lo estaban buscando a él, era muy probable que también hubieran hablado con Arturo y con quienes lo conocieran. Dudó un momento, pero al fin decidió abrirlo. El mensaje distaba bastante de ser lo que se había imaginado en los momentos previos.

"Víctor.
        Estoy devastado con la noticia que acabo de ver en las noticias. ¿Qué pasó, por qué desapareciste de esa forma? Viejo, no entiendo nada, no sé qué es lo que está pasando ¿Qué van a decir en tu trabajo? ¿Qué van a decir tus  amigos? Por favor, no importa lo que esté pasando, yo sé que puedes arreglarlo, solo tienes que volver y te ayudarán en lo que sea necesario. Los que te queremos vamos a estar contigo, te apoyaremos en todo, pero no desaparezcas, no hagas esto.”

Se quedó un momento releyendo el correo; era muy extraño, principalmente porque no era el tipo de escritura o la forma de hablar de Arturo. Parecía escrito por alguien más ¿sería eso posible? Ya estaba arrepintiéndose de haber leído el correo y de entrar al mismo en primer lugar, pero luego se calmó un poco. El correo era extraño, sí, pero no se comprometía a nada, era como...como si supiera que alguien más podía leerlo; claro, se trataba de eso, Arturo, donde estuviera, aún con sus mentiras y con todo lo que seguramente estaba pasando, aún estaba de su lado. Entonces recordó cuando estaban estudiando y se pasaban datos en los exámenes, escribiéndolos como si no significaran nada. ¡Eso era! estaba hablando en clave. Volvió a leer el correo, y comenzó a interpretarlo; lo primero relevante es que le estaba diciendo que no se comunicara con nadie, ni con sus amigos, por eso hacía esa pregunta, y luego hablaba sobre volver y mencionar que lo ayudarían, eso podía referirse a que ya era público que lo estaban buscando. Y, por último, al final hablaba en plural, sobre las personas que lo querían, pero no tenía sentido si antes le advertía que no hablara con nadie. A menos que no estuviera hablando de eso.

— ¿Que puede ser?

Se quedó mirando unos momentos más el correo, tratando de descifrar el mensaje, intentando entender lo que su amigo quería decirle, hasta que creyó comprender. Desaparezcas no era un término que Arturo usara habitualmente, menos incluso que el resto del correo, era lo más importante, era una petición, le pedía que se comunicara con él. ¿Pero cómo iba a comunicarse? No podía llamarlo, si estaba en lo cierto y lo estaban rastreando, no podía simplemente llamar, lo ubicarían de alguna manera. Pero internet no era tan sencillo de rastrear, por eso es que podía usarlo, al menos de momento. Entonces recordó que cuando estudiaban, usaban un sitio de internet para comunicarse, en una época donde las redes sociales aún estaban en pañales y era relativamente escaso el acceso. Rogando que su presentimiento fuera el correcto, ingresó al sitio, y se identificó; en su fuero interno sintió un estremecimiento, habían pasado años, pero aún recordaba el usuario, una palabra absurda como Máquina, y la clave terror, algo que no tenía sentido ahora mismo, aunque sí lo tenía en sus mentes en esa época, por lo que tenía sentido que se comunicara por ahí ya que no sería sencillo identificarlo. Para su sorpresa el usuario funcionaba, así que buscó el chat interno, y se encontró con un mensaje de Engrane, es decir Arturo.

— ¿Eres tú?
—Si —escribió rápidamente—, qué sorpresa.

Sentía un nudo en el estómago, hablar, aunque fuera por internet con Arturo era más fuerte de lo que podría haberse esperado.

—Creí que nunca ibas a escribir, estoy con los nervios de punta.
— ¿La policía ya habló contigo?
— ¿Crees que eso es necesario? —le preguntó el interlocutor— todo el mundo lo sabe, ya es noticia oficial, dime qué diablos fue lo que hiciste.
—No es lo que parece, de verdad, no estoy haciendo nada malo.

Durante unos angustiosos momentos no apareció ningún mensaje de regreso.

—No te estaría escribiendo si no creyera en ti.
—Gracias.
—Pero no es fácil creer en ti cuando me mentiste, saliste sin avisar, vendiste todas tus cosas y te robaste un bebé.

Al leer esas palabras sonaba muchísimo peor de lo que parecía, así que eso le daba al menos una dimensión de lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior.

—Sé que parece extraño, pero no es nada malo. El bebé es mi hijo.
— ¿Qué?
—Es en serio, es hijo de ella y mío.
— ¿Y entonces por qué estás desaparecido? Si es tu hijo simplemente ve a la policía y di toda la verdad.

Dicho así parecía muy fácil.

—No puedo.
— ¿Por qué no?
—Porque la familia es de delincuentes, son una mafia, ya me llamaron para amenazarme.
—Pero con mayor razón ve a la policía.

Y estaría muerto o en la cárcel para el momento en que lo hiciera.

—Mira, no puedo, nadie me va a creer, tengo miedo, ellos me amenazaron, tienes que creerme.
—Te creo, pero no sé, se supone que la policía te ayude, ellos pueden probar que es tu hijo.
— ¿Pero cuando? No sé lo que me pueda pasar, podrían hacerme algo.

Otra vez el silencio. Claro, Arturo estaba midiendo los hechos, decidiendo si debía continuar o no.

— ¿Dónde estás?
—No puedo decírtelo.
— ¿Qué vas a hacer?
—Por ahora estar lejos de todo. Después voy a ver como consigo arreglar las cosas.
—Está bien, pero tienes que saber que la policía está buscándote, todos están pendientes.
—Necesito saber si estás conmigo.
— ¿Bromeas? Claro que sí, por algo soy tu amigo, si dices que es tu hijo lo es, solo necesito saber que vas a arreglarlo, que vas a aparecer y a decir toda la verdad.
—Lo haré.
—No vuelvas a entrar a éste sitio ni a tus redes, deben estar rastreándote.
— ¿Qué vas a hacer?
—Esperar a que la policía venga a buscarme, les diré que te fuiste y que no sé dónde estás.
—Gracias.
—No me lo agradezcas tanto, solo cuídate. Y vuelve.

Enseguida apareció desconectado. Por seguridad se desconectó también, con las letras de Arturo grabadas en la mente ¿Realmente las cosas se habían torcido tanto en el último tiempo? Pensar que podía ir a la policía era sencillo, pero esa voz amable amenazándolo le había dicho muchas cosas más de las que se escuchaban; de alguna manera sabía que si volvía, le quitarían a Ariel, y después de eso, lo que pasara con él en la cárcel era algo que solo se había imaginado por reportajes en la televisión, y era demasiado crudo como para exponerse.



 4



Armendáriz estaba detenido en su automóvil en medio de la nada, en medio de la noche y en medio de una serie de sentimientos que no se esperaba. En su carrera se había guiado exitosamente por su instinto, pero en esos momentos las cosas no estaban ocurriendo como se lo esperaba desde un principio, había algo mal.
Entonces recibió una llamada de Marianne, una de sus oficiales.

—Marianne.
—Señor, tengo algunas noticias.
— ¿Qué ocurrió?
—Estuvimos revisando la información de la gente cercana a Segovia, y hay un correo sospechoso, creo que es un mensaje en clave.
—No pierdan tiempo en descifrarlo, busquen a la persona que la envió y entrevístenla.

Cortó, pero de inmediato recibió otra llamada.

—Señor, soy Méndez.

Su corazón ni siquiera se agitó; sabía que no tendría buenas noticias.

— ¿Que hay?
—Ya estamos en la zona adonde se supone que tendría que estar Segovia. No hay rastros de él.
—Dejen dos puntos fijos y los demás regresen por la carretera, después los contacto.
—Está bien señor.

Cortó y se quedó mirando la carretera; tenía un presentimiento, algo que podía parecer tonto de su parte, pero de todas maneras estaba ahí, presente, dando vueltas en su mente. Segovia, como la mayoría de las personas, iría a través de la carretera hacia la siguiente zona poblada, o en su defecto iría por un desvío, es decir por donde mismo iba él, pero no estaba ahí, y parecía no estar en ninguna parte. ¿Qué pasaba con ese hombre, que había de él que no sabía y que ahora lo hacía desaparecer frente a sus ojos?

En ese momento el sueño amenazaba su cuerpo, pero no iba a dormirse, estaba entrenado para no dormir si era necesario, y se quedaría en la ruta, rastreando, porque sabía que estaba ahí, y no podía tardarse tanto en encontrarlo, solo tenía que ser más preciso, y todo terminaría.



Próximo capítulo: Huellas extraviadas