La otra matrix Capítulo 8: Antigua enemistad


“Fue un hecho fortuito.
Desde el primer momento sentí que algo no estaba bien en esa situación, pero me obligué a pensar que se trataba de un sentimiento de culpa a modo de reflejo por mi implicancia en ese asunto.
Sin embargo en ningún momento dejé de pensar en lo que había sucedido; de manera constante me obligué a realizar mis labores y me aboqué a ellas con entereza y precisión, procurando dar siempre lo máximo de mí para ayudar al resto.
Pero seguía sintiéndome culpable.
Al final tuve que reconocer que no podía estar tranquilo en mis jornadas, por causa de ese sentimiento, de modo que hice un espacio en mi apretada agenda y fui hasta ese lugar. Debido al cargo que ostentaba podría haber accionado la alarma con un mando a distancia, y sin que quedara prueba de ello, por lo tanto nadie nunca habría sabido que yo habría dado el aviso. No accioné la alarma. Me quedé mirando a prudente distancia, oculto tras un recodo del pasillo mientras sucedía, y más tarde, cuando se dio el aviso, me mostré tan sorprendido como el resto; no actúe, mentí y oculté, y sin embargo en mucho tiempo no me había sentido tan tranquilo conmigo mismo.”

Asteroide Helios 4

— ¿Vienes muy seguido a este asteroide?

Soulbreaker y Heavythread habían salido de la sala donde el primero se desempeñaba hasta ese momento y en esos momentos avanzaban con sigilo través de una ruta que el intruso había propuesto.

— He venido un par de veces para conseguir algunos suministros —explicó en voz baja.
—Poder volverte invisible es muy útil para ti.

Heavythread estaba consciente de ello, pero no podía extender el escudo hacia Soulbreaker, por lo que era imperativo salir del asteroide lo más pronto posible, de lo contrario los guardias o médicos del lugar terminarían por descubrir que sus estrictas reglas habían sido vulneradas.

—En este momento no estoy seguro de si es útil o no; démonos prisa.

Se escabulleron por unos ductos y dentro de pocos minutos ya se encontraban en el borde exterior del asteroide; Soulbreaker, que ya estaba más liberado de los efectos de los tranquilizantes a los que había estado sometido se hizo una pregunta básica.

—Espera un momento ¿cómo vamos a salir de aquí?
—Nos vamos a acercar a uno de esos canales de desechos de desperdicios, y nos dejaremos arrastrar por uno del tamaño suficiente para ocultarte; luego, cuando estemos lo suficientemente lejos vas a usar uno de mis propulsores portátiles para impulsarte en el espacio.

Soulbreaker miró hacia el espacio infinito que se extendía ante sus sensores ópticos: por primera vez estaba a punto de hacer un viaje para alejarse sin querer volver.

— ¿A dónde vamos?

La imagen de Aldren regañándolo por sus actos aún flotaba en la mente de Heavythread.

—Prefiero no decirte adónde vamos mientras no salgamos con éxito de aquí.

Tuvieron que esperar cerca de cincuenta minutos, pero una vez que los desechos del asteroide fueron lanzados al espacio fue muy sencillo tomarse de un trozo grande de metal y dejarse llevar por el movimiento del espacio; los desechos de ese asteroide eran arrojados para que luego un equipo de limpieza espacial los recogiera y procesara, a fin de reciclarlos. Sin embargo los dos viajeros se desprendieron, y utilizando los propulsores portátiles de Heavythread emprendieron viaje, alejándose del cinturón de asteroides. Viajaron mucho más allá de lo que Soulbreaker había conocido alguna vez, alejándose de lo que vagamente recordaba en los mapas.

—Gracias al cielo que tuvimos un viaje tranquilo —dijo Heavythread—, por suerte no nos topamos con nadie que pudiera causarnos problemas.

De pronto en el espacio, Soulbreaker pudo vislumbrar cuál era su punto de destino: era un asteroide bastante más pequeño que el médico de donde provenía, de manufactura artesanal, de modo que en su constitución se veían contornos irregulares y salientes metálicos de distinto tipo; a ojos de cualquier viajante se trataría de un montón de chatarra espacial, y según le indicó Heavythread mientras disminuían la velocidad para acercarse, esa era una de las mejores características que tenía.

—Este es mi hogar —le dijo—, seguro que nunca habías visto algo parecido.

El espectáculo que presentaba el extraño asteroide era a lo menos pintoresco, pero el shock que le produjo a Soulbreaker ver una construcción así después de meses encerrado en ese centro tan perfecto y bien ordenado fue positivo en vez de confuso.
Los viajeros descendieron en una pequeña plataforma de aterrizaje iluminada por los contornos de manera un tanto difusa e irregular, y Soulbreaker comprobó que el lugar tenía gravedad propia.

—No sabía que existiera este lugar.
—Muy pocos lo saben —replicó Heavythread—, y es lo mejor que nos puede pasar
—Estás hablando en plural.
—Claro que estoy hablando en plural —dijo el otro—, no vivo solo aquí, somos muchos, al menos más de los que puedes contar con los dedos de tu mano.

Una vez sobre la plataforma, Soulbreaker pudo ver que lo que desde lejos parecía un montón de chatarra dispuesta al azar, era en realidad un complejo mecánico artesanal, pero totalmente funcional; reconoció distintas aleaciones de metal y a cierta distancia, pudo ver restos del fuselaje de una nave que había sido adaptado a la superficie.

— ¿Qué lugar es éste?
—Este lugar —respondió el otro sin disimular su orgullo—, es La corte de los despreciados.

Soulbreaker jamás había escuchado ese nombre, pero se le antojó muy llamativo.
Iba a preguntar algo al respecto, cuando apareció frente a ellos un transformer de muy pequeña estatura, con cañones a la espalda; el color verde traslucente de parte de su cuerpo reflejaba las luces del espacio con tanta viveza como se expresaba al hablar.

—Heavythread ¿qué es lo que está haciendo él aquí, quién es?

El aludido levantó las manos en gesto defensivo.

—Escucha Underslow, estoy preparado para una avalancha de preguntas, será más rápido si las contesto todas de manera directa a Aldren.

El otro reflexionó a la velocidad de la luz antes de hablar.

—Es una mala idea que lo hayas traído sin preguntarle a ella, ya sabes cómo se pone cuando alguien no obedece a sus órdenes más estrictas.
—Sé que es una mala idea, pero es una situación que no puede esperar. Ahora dime dónde está.
—No está en la corte —respondió el otro con total seguridad—, salió hace unas horas diciendo que tenía que encontrar unos cristales de amatista estelar.

Heavythread se quedó perplejo durante unos momentos, mientras Soulbreaker observaba la escena sin intervenir; al parecer Aldren era alguien de reglas muy estrictas, aunque eso no concordaba con el aspecto del ambiente en el que estaba.

—Rayos —dijo Heavythread es un muy mal momento para que el Aldren se ausente— ¿no dejó dicho en qué dirección iba?
—Nunca lo dice y lo sabes, pero apuesto a que si fue tras la amatista estelar no se trata de un simple juego.

La amatista estelar era un mineral de alta estima, ya que tenía varios usos en la industria; sus cristales podían fundirse para generar energía de alta calidad y las rocas nativas podían moldearse en filos de armas o refuerzos de fuselaje, además de ser un excelente conductor de energía láser. Sin embargo este mineral era escaso, y los yacimientos en distintas zonas del universo eran buscados con asiduidad por ambos bandos.

—Tendremos que esperarla —dijo Heavythread— de momento no podemos hacer más.
— ¿Qué tratas de decir? —exclamó Underslow muy sorprendido—. Sin la autorización del Aldren no podemos dejar que él se quede aquí, es peligroso.

Soulbreaker iba a decir algo, pero Heavythread lo interrumpió, vehemente.

—Él no puede hacerle daño a nadie, ni siquiera está armado, me lo traje de Helios 4 y estoy seguro que el Aldren prefiere que esté aquí a que lo dejé vagando en el espacio.
— ¿Y eso por qué?

El tanque iba a responder, pero un estridente sonido interrumpió la conversación. Era una especie de alarma, aunque el timbre utilizado resultaba casi cómico en vez de demostrar urgencia.

— ¿Qué es eso?

Alguien apareció a toda carrera en la plataforma de aterrizaje, se trataba de un robot de Underslow, de un vibrante color amarillo y que gesticulaba desesperado.

— ¡Llamen a Aldren, hay que evacuar la corte!
— ¿Por qué gritas así Chainrack? —gritó Heavythread por sobre sus gritos— ¿Fuiste tú quine activó la alarma?

El otro llegó hasta ellos presa de la desesperación.

—El reactor de energía central está fallando de nuevo. ¡Es una falla total! Hay que evacuar ahora mismo La corte o todos moriremos sin poderlo evitar.

Los otros dos se miraron, claramente alarmados.

—Espera, se supone que estaba funcionando bien.
—Te digo que está fallando ¡Todos lo vieron! Está echando más chispas que la última vez.
—Demonios, si está pasando eso, volará en pedazos en cualquier momento —reflexionó Heavythread a la rápida—. ¿Dónde están todos?
—Por todas partes, tienen que ayudarme a reunirlos o morirán.

Estaba claro que las cosas se estaban poniendo graves, pero Soulbreaker intervino sin poderlo evitar.

— ¿Qué le pasa al reactor?
—Funciona mal hace tiempo —explicó el tanque mientras avanzaba hacia el interior— el cableado es antiguo y defectuoso, tendremos que abandonar la corte o será una tragedia.

Cableado. Soulbreaker sintió, por primera vez en mucho tiempo, que se emocionaba por algo.

— ¿Hay que reparar el cableado que transmite la energía del reactor?
—Sí.
—Puedo repararlo —dijo exultante—. Llévame al lugar, puedo repararlo.

Por un momento, Los otros tres lo miraron entre confundidos y sorprendidos.

—Soulbreaker, no tenemos tiempo que perder.
—Entonces no lo pierdas, llévame al lugar, te aseguro que puedo arreglarlo.

Durante un eterno segundo, el otro no respondió.

—Si te equivocas, no sólo moriremos nosotros, sino que todos en este asteroide.

Como si hubiera despertado al fin del letargo en el que había estado sumido, Soulbreaker supo que eso era exactamente lo que debía hacer.

—No te defraudaré.

Corrieron a toda velocidad, integrándose en los pasillos del interior del asteroide sin fijarse en nada más; un par de minutos después entraron en la cámara donde se alojaba el reactor de energía que hacía funcionar todo el lugar. Se quedó mirando el artefacto, que, en efecto, expulsaba chispas y temblaba por el exceso de carga energética mal distribuida.

—Es un reactor A-336 de segunda generación, con un sistema de inyección Sui-hol 21 y con cableado sacado de un sistema de transmisión V-9, de tercera generación. Esta tecnología es de la época de las tuercas.

Heavythread soltó un bufido, ofendido a pesar de lo tenso que estaba por la situación.

—Disculpa por no tener lo más avanzado.
—No, no es eso.

Claro que no; sintió un chispazo de dolor por recordar que había estudiado eso en la academia, pero fue compensado por la satisfacción de saber que tenía un mapa instantáneo en su mente.

— ¿Y entonces qué?
—Lo conozco —explicó con alegría—. Lo conozco como el filamento de una bombilla.

Sin poder controlar la emoción, pero a la vez concentrado al máximo en desarrollar en pocos minutos una tarea que normalmente le llevaría bastante más, el robot fue solicitando herramientas una tras otra, y entrando en el campo de peligro del reactor sin demostrar temor. Sin prestar atención a las microcorrientes que saltaban en todas direcciones, a la alza de energía y presión circundante y las incesantes alarmas del propio reactor, el robot se abocó a liberar la presión extra, redirigir la energía a cableado secundario, disminuir la fricción y recalibrar los medidores de niveles, una acción tras otra, sin tan siquiera detenerse a comprobar los resultados de cada acción, tan seguro estaba de hacer lo correcto. En medio de los reiterados sonidos y retumbos dentro del gran aparato, y que se extendían por toda la cámara, Heavythread no dijo una sola palabra, y se dedicó a ayudar en todo lo que pudiera a su improvisado técnico, aunque sin poder dejar de sorprenderse de la prestancia que demostraba, manejando cada herramienta como si las conociera desde siempre; en La corte no había un técnico especializado, pero él reconocía a un experto en algo cuando lo veía, y ese autobot sacado de Helios 4 era capaz de rebobinar un carrete secundario con la mano a res milímetros de la corriente viva del reactor, sin que eso lo hiciera dudar o tan siquiera desviar la vista en esa dirección, de manera preventiva. Lo que en un principio parecía una tarea arrojada y sumamente peligrosa, con el pasar de los minutos se volvió una tarea dedicada y precisa, que no admitía errores porque quien realizaba los actos no dudaba ni demostraba propensión a cometerlos. Chainrack y Underslow habían llegado a la cámara poco después, junto con otros habitantes del lugar, con lo que se formó un pequeño público del prodigio técnico que Soulbreaker estaba realizando, todos en silencio, sin atreverse a formular palabra, con tal de no intervenir. Tras una agonía de espera de casi diez minutos, la señal luminosa de alarma por sobrecarga de la cámara del reactor se apagó.

— ¡Lo hiciste! —gritó Heavythread lleno de alegría— ¡Salvaste a La corte, nos salvaste a todos!

Todos los demás estallaron en gritos de alivio y alegría, pero el propio autor de esto no se mostró conmocionado, sino aliviado; nunca había dudado en poder hacerlo.

— ¡Eres maravilloso, salvaste este armatoste y a todos nosotros ¡Es sensacional!
—No hice nada especial —replicó Soulbreaker sencillamente—. Esto es lo que hago, soy bueno en esto.

Chainrack también estaba lleno de alegría.

— ¿Bueno? ¿Bueno? Eres un prodigio, nos salvaste la vida y la de nuestro hogar. ¡Aldren va a estar tan contenta!

Soulbreaker contempló el reactor y 0escuchó, entre los gritos de alegría de todos, como el aparato ronroneaba con suavidad ahora que funcionaba de manera correcta. Jamás en toda su existencia se había sentido tan completo al hacer su trabajo; recordaba cómo le gustaba ser meticuloso y preciso, pero en esos momentos no se trataba sólo de eso, se trataba de hacer una diferencia, que más allá de salvar a alguien, era la forma en que entendía el mundo a su alrededor. Se sentía satisfecho, ahí en su ambiente.

2

Aldren volaba a toda velocidad por el espacio; la fembot lucía su modo alterno como un jet alargado de refulgente color azul metálico y negro, que como un bólido atravesaba las estrellas. El descubrimiento de un yacimiento de esmeraldas espaciales era importante, y les permitiría funcionar durante un tiempo con más autonomía, y poner a descansar ese dichoso reactor que fallaba cada vez más, acaso dejando incluso la opción de desmontarlo y conseguir nuevas partes. Desde hacía meses que ese reactor consumía más energía de la necesaria, y con el peligro constante del reinicio de la guerra entre autobots y decepticons, resultaba fundamental hacerse de ese yacimiento para poder funcionar mejor.
Sus pensamientos en el vuelo, sin embargo, se vieron interrumpidos por un rayo rojo que, a cierta distancia, describía una curva hacia el mismo punto al que se dirigía ella.

—No es posible, no ahora…

Lo que anticipó en su mente se hizo realidad con abrumadora fuerza unos instantes después; Arciagan, convertida también en un jet, apareció disparando lásers de precisión, dispuesta a destruirla.

— ¡Maldita!
—Hola querida amiga

Ambas cruzaron sin conseguir hacerse daño, pero preparando una curva cerrada con el objetivo de enfrentarse de nuevo; la distancia entre ambos era mínima cuando se enfrentaron otra vez.

—Nos volvemos a encontrar ¿Quieres que te destruya otra vez?
—No voy a permitir que te salgas con la tuya.

Los disparos de ambas fueron hábilmente bloqueados por la otra, con precisión milimétrica. Envueltas en un haz de luz por la velocidad a la que se desplazaban, como bólidos de poder, las féminas describieron arcos imposibles en el espacio, surcando la negrura en espirales, ángulos y vértices que sólo los guerreros más experimentados podrían realizar, sin dar un centímetro de ventaja a la otra. Luego, como si ambas presintieran la siguiente jugada de la otra, pasaron a modo robot, trenzándose en un intercambio de golpes de todo tipo, y bloqueos expertos. Las cuchillas en los brazos de Arciagan chocaron con los afilados alerones de Aldren, y los golpes se sucedieron con aún más violencia, las rivales luchaban a muerte por derrotar a su contrincante.
Aldren había deducido en un segundo que la malvada ladycon tenía la misma información que ella acerca del yacimiento de amatista estelar en un cordón de asteroides a muy poca distancia, y no estaba dispuesta a cederlo; por su parte, Arciagan se había sorprendido de encontrar a una antigua rival, pero no pretendía rendirse ante una batalla, y menos si se trataba de alguien a quien quería eliminar desde hace tiempo.

—Ríndete, no puedes ganar.
—Ya estás oxidada, no creas que no se te nota.

Otra vez las enemigas se enzarzaron en una ardua batalla, que no daba tregua; utilizando toda su velocidad y pericia en combate, los siguientes segundos fueron intensos, pero el enfrentamiento no se decantaba por ninguna de las dos, por lo que el más mínimo error sería lo que determinaría quién tendría la victoria.


3

Poco después de salvar el reactor central del asteroide, Soulbreaker y los demás salieron de la cámara y se trasladaron a un salón a no muchos pasillos de distancia. El lugar era algo parecido a un casino en donde reinaba un agradable desorden.

—Estamos salvados gracias a este sujeto —exclamó Heavythread llamando la atención de la decena de otros robots—. Y sé que Aldren va a enfadarse porque lo traje sin su conocimiento, pero las noticias son demasiado buenas, así que me preocuparé por eso después.
— ¿Dónde aprendiste esas cosas? —preguntó uno.
—Es mi especialidad, soy técnico en cableado y conexiones —explicó el aludido en voz baja, algo incómodo por el exceso de atención sobre él—. ¿No tienen a alguien encargado de esto?
—Todo indica que ya lo tenemos —replicó Heavythread con alegría—. Escucha, tienes que quedarte aquí, te aseguro que en La corte vas a sentirte como en tu casa.

Recién en ese momento, Soulbreaker tuvo la oportunidad de preguntar lo que tenía en mente desde su llegada.

—Todavía no me has dicho qué es La corte.
—La corte de los despreciados —rectificó el tanque con orgullo—. Este lugar que ves a tu alrededor, es el sitio donde vamos a parar los que no tenemos lugar entre las filas de los “oficiales”.
— ¿Quieres decir que son desertores de los autobots?
—No. Son los despreciados tanto de autobots como de decepticons.



Próximo capítulo: Nuevo hogar

La traición de Adán capítulo 22: Pequeños triunfos



Pilar estaba en su habitación de hotel: eran las diez de la mañana y recién estaba tomando desayuno, pero era comprensible porque había estado hasta las once treinta en el restaurante Morlacos; la semana había sido sumamente agotadora, prácticamente se trasladó a vivir durante esos días, pero las cosas habían funcionado mucho mejor de lo que se esperaba, de modo que tenía cuentas alegres para una inauguración y ya estaba contando con la primera clientela estable. El restaurante abría sus puertas a las doce del día para tener preparada la hora de almuerzo, y desde ahí no paraban hasta casi  la media noche, por lo que siendo un sector con mucha población de estudiantes ya se estaba corriendo la voz tanto para el almuerzo como para la hora del trago. Si bien era verdad que no había sido un éxito arrasador, las ventas eran constantes y eso era un excelente inicio de trabajo. Estaba cansada, pero satisfecha con su trabajo hasta el momento, además que la gente le estaba respondiendo muy bien y Margarita realmente se había vuelto fundamental en todo eso. Emocionalmente no tenía muy claro cómo se sentía, pero por el momento prefería seguir ocupada con el trabajo  y los nuevos proyectos. Sonó su teléfono celular.

–Pilar, espero que estés despierta.
–Sirviéndome el desayuno en el casino, ¿ocurrió algo amiga?

La voz del otro lado de la conexión se escuchaba emocionada.

–Tengo una solicitud para una reserva de sesenta personas para mañana.
–Estupendo, no hay reservas así que podemos hacernos cargo.
–Es un desayuno.

Se quedó con la taza de café en el aire mientras hablaba; eso sí que estaba fuera de sus planes.

–Margarita, abrimos a las doce.
–Lo sé, por eso te estoy llamando. Podemos decir que no, o podemos arreglarlo.
–Pero para eso tendríamos que llamar a todos y... espera... son sesenta personas, es muy bueno para dejarlo pasar. A ver, dame unos minutos para llamar a los que pueda y te confirmo.

Margarita seguía sonando alegre, pero también con un dejo de urgencia.

–Esperan la respuesta en diez minutos, necesito que te des prisa.

Pilar dejó el desayuno y se arrojó al ascensor mientras sacaba cuentas mentales.

–Amiga, supongo que podrás.
–Por supuesto, de eso no te preocupes. Ahora te dejo, llámame lo más pronto que puedas para coordinar; mira, es una reunión de un equipo de consultoras de belleza, si resulta las podemos amarrar para otras reuniones.
–Excelente, te llamo en cinco minutos.

Cortó y entró a su habitación; de inmediato tomó la agenda y ubicó el número de Manuel, el chef más antiguo y que ejercía un liderazgo sobre los otros. Si lo convencía a él seguro también lo lograría con los demás.

Micaela estaba en el departamento de Esteban para su desayuno de día Sábado. Tocó a la puerta, y casi al instante abrió una chica que no podía tener más de veintitrés o veinticuatro, con el cabello mojado y en tenida deportiva.

–Hola.
–Hola –saludó Micaela tratando de no poner caras– ¿podrías decirle a Esteban que llegué?

La chica la miró como si la conociera.

–Claro. Esteban, tu hermana ya llegó.
–Dile que pase linda, ahora salgo de la ducha.

La joven la dejó entrar.

–Ustedes dos son parecidos, tienen el mismo tipo de ojos.
–Si –respondió automáticamente– es de lo poco que tenemos en común.
–Hola –saludó Esteban desde su habitación– ya estoy. Ahora si –apareció sonriente– las voy a presentar oficialmente. Paula, mi hermana Micaela, hermanita, Paula, mi amiga.

La aludida sonrió coqueta, parecía que el termino de amiga le resultaba divertido. Micaela optó por seguir la corriente.

–Disculpa por interrumpir, pero el bruto éste no me avisó que iba a estar acompañado, pude haber venido para el almuerzo.

Lo miró reprochándolo, pero la mujer no se complicó.

–Ah, pero no te preocupes, Esteban me dijo que tenían la costumbre del desayuno los Sábados, y de todas formas yo me tengo que ir porque en media hora tengo que estar con mi grupo de la universidad haciendo un trabajo. Estudio diseño ¿sabes?
–Que bien, yo trabajo en el rubro de la construcción, y los expertos en ese campo  siempre faltan, así que si eres ingeniosa te van a llamar muchísimo.
–Eso espero.

La joven se despidió de ambos y salió. Cuando quedaron solos Micaela encaró a su amigo.

– ¿Hermana?
– ¿Que esperabas que dijera? No hay mujer en el mundo que no ponga cara rara si un hombre le dice que tiene una amiga.
–Yo no pondría ninguna cara.
–Está bien, ninguna excepto tú. Además no quería arruinarlo con desconfianzas.
–Así que lo mejor es mentirle –comentó ella sentándose– eres divertido, pero lo que no entiendo es por qué no hiciste un simple cambio de planes.

Esteban sirvió refrescos para ambos.

–Porque se te quedó ese arete que está encima, tuve que improvisar; además es lindo y de cualquier manera me deja espacio para divertirme, no puedo estar llorando eternamente por ti.
–No empieces con esas bromas.
–Está bien, está bien. Oye, mientras veo lo del desayuno, te quería contar que para esta tarde tendremos algunas novedades. Mi amigo me dijo que fuéramos a buscar la información, ya sabes que por seguridad es mejor no hablarlo por teléfono.

Ya era hora. Micaela estaba sintiéndose cada vez más irritada al ver como el Boulevard en el que trabajaban su madre y Eva San Román tenía cada vez más éxito; tenía que hacer algo pronto.

–Espero que sea algo bueno para que podamos comenzar a tramar algo, ya me tiene de los nervios la espera.
–Tranquila, solo  tendrás que esperar a esta tarde y tendremos al menos la primera pista. Había pensado en contactar a los trabajadores despedidos de la obra.

Micaela pensó en el obrero comprado por Eva para extraer la información. Ni a Esteban le había dicho, y prefería mantenerlo así, como información solo de último recurso.

–Mejor no, es más seguro mientras menos gente lo sepa. Ahora tomemos desayuno por amor de Dios, muero de hambre.

Pilar y Margarita se reunieron con la mayoría del personal del restaurante poco antes de las doce. La joven ya había hablado con quien debía.

–Gracias por llegar antes. Chicos, la cosa es simple, tenemos el desayuno para mañana temprano, lo pago en mano como horas extra, y si empieza a funcionar, extendemos el horario del Morlacos desde las ocho. Quiero saber si están dispuestos a hacer más horas extra.
–Lo estuvimos conversando –repuso el líder del grupo– si es por un día a la semana puede ser que hagamos horas extra, pero si va a abrir más temprano ahí va a tener que contratar más gente.

Pilar ya lo había considerado.

–Lo sé, pero al principio no me quiero arriesgar tanto, llevamos muy poco tiempo funcionando. De partida este grupo del desayuno es dos veces al mes, y sería solo eso, pero como es constante necesito saber si puedo contar con ustedes.

Todos parecieron de acuerdo.

–Genial, entonces nos veremos mañana a las siete treinta y como les dije, el trabajo extra lo pago en el momento y si alguien sabe rezar, que lo haga para que este grupo se quede aquí y nos vaya mejor. Gracias por venir un poco antes, ahora esperemos que todo salga bien.

Llegó la tarde y Micaela y Esteban se reunieron con F, el amigo que no dió ningún otro detalle suyo.

–Me diste un trabajo interesante Esteban.
– ¿Por qué, descubriste algo?
–No.

Micaela sintió que sus esperanzas se diluían.

– ¿Pero entonces qué tiene de interesante?
–Eso amiga, que esto no es natural, alguien metió las manos para que el historial de Eva San Román sea limpio y transparente, y si te digo que metieron las manos es que lo hicieron hondo; pero no lo suficiente, hay una fisura, y es que he podido rastrear su existencia solo hasta los quince años porque fue ahí cuando se supone que llegó al país.

Esteban frunció el ceño.

– ¿Se supone?
–Es nacional, ella nació aquí según sus registros, pero no sé dónde, ni cuando se fue o hacia donde, tampoco sé cuándo volvió, lo saqué por conclusión al descubrir sus registros, lo que significa que no solo hay algo raro en ella, sino que también en lo que la rodea.
–Es un fantasma.
–Exacto –replicó poéticamente– es un fantasma de sí misma, Eva San Román no es nadie y a la vez es alguien, es algo parecido a una representación teatral de sí misma, donde puedes ver como sólida la estructura, pero tras el parlamento no hay nada más que hojas escritas, ni pasado, ni hechos, solamente lo que puedes ver.

Micaela se quedó pensando en la explicación que les había dado F. Que Eva fuera una farsa era algo que se esperaba, pero no de manera tan literal, porque al ser así, tomaba un cariz completamente distinto; eso podría explicar esa confianza, esa actitud implacable, ese trato superior, porque si no tienes nada que esconder, simplemente no hay temores. Por eso los sacó del proyecto, porque en su vida todo estaba preparado y dispuesto y ellos no solo eran prescindibles, sino que además no eran parte de sus planes.

– ¿Qué piensas?
–F, hazme un favor, ten muchísimo ciudado, no dejes que te descubran mientras estés investigando, es primordial que llegues a la verdad sin que te atrapen.
–Soy indetectable.
–Entonces hazlo aún mejor, creo que esta mujer puede ser un peligro y no quiero que te arriesgues; por favor redobla tus medidas.

F se lo pensó un momento y  al final habló.

–Sí, tienes razón, la verdad es que de primera me había parecido que esto era divertido como desafío, pero también tiene otra cara, es mejor que no nos arriesguemos; pero les prometo algo: voy a descubrir quién es esta mujer, parece que no va a ser fácil, pero lo voy a hacer.
–Gracias F –intervino Esteban– yo confío en ti, estaremos esperando los resultados.

El otro los despidió, y los amigos salieron rápido del edificio en donde vivía; Esteban se mostraba un poco decepcionado.

–Y al final todavía no tenemos nada.
–Al contrario, tenemos mucho.
– ¿A qué te refieres?
–Mira –replicó ella decidida– saber que esta mujer es falsa ya es un triunfo, porque  quiere decir que no estaba equivocada en desconfiar de ella; es el tipo de colaborador especial para mi madre.
–Pero ella llegó antes que tu madre.
–Por lo que sabemos, podría ser algo diferente, pero aunque fuera así, Bernarda tiene un rastreador de personas así, de hecho ya tiene consigo a Luna, esa morena que apareció en todas partes haciendo publicidad del Boulevard. Se conocieron hace tiempo, y esa Luna le debe algún tipo de favor a Bernarda porque la idolatra, y  aparece cuando la llama, de hecho la última vez que supe de ella fue hace como dos temporadas, en Londres. Bernarda estaba perdiendo una  negociación y Luna apareció a seducir a los ejecutivos. Al final ganaron.

Esteban ya no se sorprendía de escuchar a su amiga hablar así de su madre, pero si le llamó la atención otra cosa.

–Sí, creo que tienes razón, pero ahora que lo dices, acabo de notar algo raro.
– ¿Qué es?
–Vi en las noticias las imágenes de la inauguración de algo de Boulevard, y ahí estaba Adán Valdovinos, ¿lo recuerdas?
–Para nada.
–El modelo de revistas que estaba encargándose de todo en la inauguración de la galería de arte de Carmen Basaure cuando ocurrió el disparo.
– ¿Estás seguro?
–Claro, un hombre así de atractivo no pasa por alto ni para los otros hombres, eso te lo aseguro. Si estaba ahí quiere decir que está trabajando para la competencia, ¿o no?

En ese momento a la joven le pareció que su amigo estaba dando con el punto. No hablaban de cualquier competencia, hablaban de que un colaborador de Carmen Basaure se iba a trabajar con Bernarda Solar, quien había tramado la forma de quedarse con una colección de la pintora tiempo atrás; ¿lo sabría Carmen mientras estaba de viaje, o se toparía con la sorpresa a su regreso?

No era un secreto que las dos eran algo así como rivales, una exponiendo sus obras magnificas, la otra haciendo negocios impresionantes con otras obras, y siempre parecía que el mundo no era lo suficientemente grande para las dos. Era una información importante. ¿Estaba ese hombre traicionando  a una mujer por otra, o estaba en medio de un juego más importante? Tenía que investigar.





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