La otra matrix Capítulo 4: Escape a las estrellas



De haber estado en un lugar con atmósfera, de seguro habrían podido esquivar el misil que se acercaba a ellos; sin embargo la plataforma en donde se encontraban junto a la nave sólo contaba con la gravedad suficiente para que las máquinas pudieran permanecer sobre ella, de modo que la explosión fue potente y los tomó muy de cerca.

— ¡Sujétate muchacho!

Rápido de movimientos como era de esperarse, Ultramagnus se sujetó del extremo de un ala que había salido disparada y alcanzó a tomar a Soulbreaker de una pierna.

— ¡Qué diablos es lo que está pasando! —dijo Ultramagnus como si no notara que la onda expansiva continuaba arrastrándolos lejos de Traon—, alguien nos ataca.
—Se supone que estamos en tregua.

 Ultramagnus no respondió a la pregunta de Soulbreaker.

—Comando ¿Pueden escucharme? Perceptor ¿Estás ahí?

Unos momentos después ambos flotaban sobre el trozo de ala de nave mientras Traon se dibujaba a cierta distancia con el extremo humeante en donde había impactado el misil; sin embargo no daba la sensación de haberse iniciado una alerta por ataque. ¿Entonces Perceptor estaba vivo? Sabiendo que se encontraba en la batalla de ciudad autobot, Soulbreaker había recurrido a su nombre pensando que estaba muerto pero en realidad nunca había revisado con detalle los registros de la nave de Slimdeam.

—Lo siento —gritó alguien a cierta distancia—, fue mi culpa ¿Se encuentran bien?
—Tau, eres tú.

Quién se acercaba era un autobot de grandes dimensiones que casi doblaba en altura a Ultramagnus y que arrastraba tras de sí una especie de extraña nave para unos cinco ocupantes.

—Lo lamento Ultramagnus, este cacharro que me enviaron a buscar está descompuesto, el misil se disparó solo.
—Está bien, no te preocupes, sé que lo que estás haciendo es importante —dijo Ultramagnus en voz baja—, dentro de esos cacharros hay herramientas y maquinaria muy importante.

Regresaron a la plataforma desde donde habían salido despedidos unos momentos antes mientras unos robots reparaban los daños.

— ¿Y quién es tu amigo?
—Él es Heartfire —replicó Ultramagnus.
—No te había visto antes —dijo Tau.
—Era parte de un grupo de exploración —respondió Heartfire con evasivas—, estuve fuera durante mucho tiempo.
—Parece que elegiste un mal momento para volver —dijo Tau con liviandad—,  así que exploración ¿Y quién era tu Superior?

No tenía alternativa, sólo existía un autobot del cual estaba completamente seguro de su muerte.

—Digamos que no era mi jefe directo pero… Wheeljack.

Ultramagnus se lo quedó mirando en silencio, como si estuviera experimentando el sufrimiento de reflotar los hechos ocurridos en ciudad autobot; Soulbreaker sabía que no podía continuar mintiendo de manera indefinida, pero mientras no supiera lo que ocurría con Ultramagnus y su degradación y pudiera acercarse al nuevo líder de una manera segura, no tenía más opción. Sin embargo lo que dijo Tau lo dejó sin palabras.

—Así que trabajabas con Wheeljack ¿cierto? Pues qué raro porque, aquí tengo la lista completa de los exploradores y científicos que estaban trabajando con él, y tu nombre no aparece en ella.


2


El escudo deflector que hacía invisible a Runflight no duraba mucho tiempo, pero su efecto era tan poderoso que ni siquiera los radares de campo más eficientes podían detectarlo; oculto como una sombra descendió en los alrededores de Luna Solire, y exploró una a una las plataformas de estacionamiento. Entre las diversas naves de los visitantes descubrió que una de ellas, que se encontraba bastante alejada de las otras era la cápsula en que ese misterioso autobot había escapado anteriormente. Podría destruirla en ese instante tanto como abrirla por la fuerza para saber exactamente lo que había en su interior, pero eso sólo lo haría perder tiempo y su manto invisible desaparecería; en cambio hizo algo mucho más sencillo y movió la cápsula hasta dejarla obstaculizando el movimiento de otra nave más grande, tras lo cual esperó oculto durante unos minutos. Tal como esperaba, un robot salió del bar que se ubicaba al costado de la plataforma de estacionamiento y al ver el desorden regresó al interior, apareciendo nuevamente acompañado de un grandote que cargaba una cajas llenas de infusiones de distintos colores.

—Cielos —dijo el grandote—, ese tonto de Heartfire debe haber dejado su chatarra sin ajustar a la base y por eso se movió, cuando vuelva con los suministros lo haré pulir toda esta zona para que aprenda.

 Runflight esperó unos momentos y volvió a elevar el vuelo en silencio; ya sabía el nombre del autobot al que seguía, y si había salido a buscar suministros para un bar sólo podía tener un destino: Traon. Las cosas se volvían mucho más sencillas de lo que creía.

3

Tau sujetó a Soulbreaker por los hombros en un movimiento muy rápido para su gran tamaño; aunque Ultramagnus no parecía sorprendido ni irritado, más bien se veía sorprendido.

—Llegaste hasta aquí diciendo mentiras —exclamó Tau de muy mal humor—, ahora lo mejor que puedes hacer es decirnos exactamente quién eres.
—Espera, no soy un enemigo.
—A estas alturas puedo esperar cualquier cosa.
—Espera Tau, no seas tan duro con él — intervino Ultramagnus con una inescrutable expresión en el rostro—, tal vez sólo está asustado por la guerra y no sabe en quién confiar, al igual que nosotros.
—No lo creo.
—De todas maneras debes darle una oportunidad. Muchacho, dinos quién eres realmente, puedes confiar.

Soulbreaker estaba acorralado, que lo descubrieran mintiendo significaba que podían acusarlo de ser un criminal o un traidor, pero en medio del espacio y cerca de ese pequeño asteroide de suministros podía haber demasiados sensores auditivos que no deberían escuchar la información que él tenía que entregar. En el último momento se le ocurrió una salida alternativa.

—Escuchen, no pretendo causar ningún problema, sólo vine aquí a buscar suministros, estoy trabajando en el bar de Ricochet y no quiero tener problemas ni con él ni con nadie.
—Podrías haber dicho eso desde un principio —dijo Tau—, pero tu historia no me parece convincente, sobre todo porque en esos lados cualquiera podría estar trabajando y eso no habla bien de él. Vas a tener que acompañarme a la base autobot; los guardianes dirán si es que tu historia es correcta o no, y si puedes seguir con tu camino.

¡Pensaban encarcelarlo! Si ese autobot se lo llevaba al recinto donde estaban los guardianes Autobots, sus posibilidades de encontrar al nuevo líder se reducían demasiado.

— ¡Espera! No hagas eso, perderé mucho tiempo y van a despedirme; sólo deja que me lleve los suministros. Ultramagnus, ayúdame, sólo mírame no soy una amenaza.

El débil nexo que se había establecido entre ambos en la conversación previa era lo único que podía ayudarlo; si conseguía convencerlo, estaría obligado a decirle la verdad, pero por alguna razón no lograba confiar en Tau.

—Tau, escucha yo puedo vigilar que él se lleve los suministros y se vaya inmediatamente, no es necesario que gastes tu tiempo

El otro le dedicó una mirada larga antes de responder con tono perfectamente marcial.

—Lo siento Ultramagnus, pero tú no tienes jerarquía aquí y lo sabes; la orden de los guardianes es que cualquier autobot quien no esté registrado o resulte sospechoso debe llevarse ante su presencia, y que cualquiera que figure en las listas o se encuentre perdido debe reunirse en los puntos indicados.

Se hizo un tenso momento de silencio, en el que Ultramagnus estaba luchando por mantenerse en el lugar que aparentemente le correspondía ahora, aunque por lo visto no se encontraba cómodo con la falta de poder o autoridad.

—No estoy desafiando las órdenes —dijo con un tono de voz frío y distante—, simplemente me parece que hay que administrar los escasos recursos que tenemos de un modo más eficiente. En este asteroide ya terminé mi misión de registrar y notificar a todos los autobots que estaban presentes, ahora voy en retirada y tu misión principal es trasladar esa nave al depósito donde los técnicos están realizando su trabajo, por lo que es más útil que lo acompañe yo a que  tú te desvíes de tu ruta. Desde luego puedes hacer lo que te plazca ya que te corresponde, pero si me permites llevar a este muchacho al destino que indicó, me aseguraré de que vaya al sitio al que corresponde, y desde luego, cualquier cosa que salga mal puedes decir que es mi culpa.


Tau finalmente accedió y asintió, restándole importancia a las palabras de Ultramagnus.

—De acuerdo, no perderé más tiempo aquí, sólo procura no cometer ningún error.

Ultramagnus y Soulbreaker se alejaron buscando una nave en la que salir del asteroide, pero unos cuantos metros después el primero enfrentó al segundo.

—Escucha, no nos vamos a mover un solo milímetro de aquí hasta que me digas la verdad; sé que mentiste y qué estás ocultando algo.

Soulbreaker estaba intimidado por la actitud de Ultramagnus, pero no pudo menos que reconocer en él al gran héroe del que todos habían hablado y que estaba muy lejos del puesto de carcelero al que alguien lo había confinado.

—Ultramagnus, tienes razón en lo que estás diciendo mentí sobre mi identidad y el motivo por el cual estoy aquí, pero dije la verdad sobre lo que sé de ti y necesito que me ayudes, sé que eres el único que puede hacerlo.
— ¿Qué fue lo que hiciste?
—No es lo que hice Ultramagnus, es lo que tengo conmigo. En esta caja que tengo culta hay un dispositivo que encontré en las ruinas de ciudad autobot, y que Optimus dejó olvidada durante el enfrentamiento con los decepticons.

Ultramagnus dio un paso atrás, sin comprender lo que estaba escuchando pero a todas luces confundido.

—Tú no estabas en ciudad autobot, no puedes saber si Optimus dejó abandonado algún objeto ahí.

No podía decirle su verdadero nombre, pero sólo tenía una opción en esos instantes.

—Ultramagnus, sé que lo que estoy diciendo no tiene mucho sentido pero no puedo decir más en un lugar expuesto como éste, tenemos que estar en un sitio seguro porque el objeto de Prime que tengo en mi poder emite una frecuencia de energía única, y si es expuesta en un sitio como éste puede ser detectada por los decepticons aunque no se encuentren cerca.
—No te entiendo. ¿Qué es lo qué..?

Soulbreaker había dicho todo lo que era capaz de decir en un lugar abierto como ese.

—No puedo decirlo, escucha, no soy un guerrero y estoy aterrado con lo que está pasando, sólo sé que no puedo hablar de lo que pasa en público, siento que en cualquier momento alguien del bando enemigo puede descubrirlo.

Mientras hablaba, indicó su pecho y el pecho del propio Ultramagnus asintiendo, como si estuviera leyendo su mente, aunque en realidad no tenía la más remota idea de lo que el otro estaba pensando.

— ¿Acaso estás hablando de…?
—Por favor, por lo que más quieras, no puedo seguir hablando aquí.
—Escucha, si estás planeando llegar hasta los altos mandos con alguna intriga no voy a ser yo el que te lleve junto con ellos, hemos pasado por demasiadas penurias como para exponerme junto a alguien a quien ni siquiera conozco.
—No me creas —dijo Soulbreaker con tono desafiante—, pero no me abandones, déjame probar que tengo razón en lo que te estoy diciendo; vamos a un sitio de máxima seguridad que tú elijas, con paredes blindadas que eviten que la energía de este objeto se transmita, y cuando lo veas tú mismo querrás llevarlo con los altos mandos.


4

Runflight sostenía entre sus manos del cuello a un autobot desarmado y herido, aunque éste lo miraba desafiante.

—Maldito decepticon, vas a pagar por esto…

El mercenario había llegado a tiempo para ver a una misteriosa nave, que desde la plataforma se elevó para tomar una ruta distinta a las que emprendían todas las otras naves desde Traon. Los autobots eran tan predecibles.

—Siendo honesto, no creo que eso suceda.
—No estaba solo, ellos tarde o temprano descubrirán lo que has hecho, y tú y tu escoria pagará por romper la tregua.

Runflight soltó una risa ahogada, burlona; eso sólo era un bocadillo que hacía más entretenido el viaje pero, si lo había descubierto ¿qué más podía hacer él?

—La tregua es sólo una pantomima entre bots y cons, mientras encuentran la mejor forma de poder volver a matarse entre ellos. Pero no te distraigas, este momento es nuestro, sólo nuestro.
—No conseguirás que te pida compasión; si quieres matarme, hazlo ya.

Le gustaría divertirse más tiempo con él, pero no podía perder más tiempo en su misión; su instinto le decía que si el famoso Ultramagnus estaba en compañía de ese autobot fugitivo, todo era en realidad mucho más importante de lo que se imaginaba.

—Decir que quiero matarte es casi ofensivo muchacho; primero deberías tener en cuenta que tú fuiste el que se quedó retrasado de tus amigos cuando ellos se fueron ¿cómo fue lo que dijiste? Ah sí: “Hagan lo que quieran, yo me iré por mi cuenta.”

El otro quedó sin palabras, pero tuvo suficiente valor para sostener su mirada. El mercenario, sin soltarlo del cuello, lo miró con fascinación.

—No creo que ellos te busquen, o al menos no todavía. Pero como te decía, no quiero matarte. Sólo quiero… tu corazón…

Se escuchó un grito de terror, mientras el mercenario clavaba sus afiladas garras en su pecho, hasta llegar al punto donde se alojaba la chispa; la risa de Runflight se dejó oir como un susurro en el espacio, cuando el decepticon gozaba de un inolvidable momento de dicha, sintiendo cómo la vida escapaba del cuerpo de su víctima y de alguna forma, tal vez sólo en su mente, esa energía vital se impregnaba en su ser, haciéndolo más poderoso e invencible.

5

La pequeña nave en que Ultramagnus y Soulbreaker viajaban era de tecnología obsoleta, aunque se movía ligera y rápida en el espacio. Los primeros minutos habían sido de tenso silencio, luego el poderoso autobot se dedicó a verificar los radares de espectro espacial para evitar que los descubrieran o se toparan con alguien.

—El asteroide al que vamos no se encuentra a mucha distancia, está abandonado porque su tecnología es anterior incluso a esta nave, pero tiene una bóveda a prueba de fugas.

Soulbreaker no dijo nada.

—Escucha, yo… No sé lo que sucede contigo, ni siquiera sé por qué estoy haciendo esto, pero cuando dijiste que necesitabas ayuda yo… Es sólo que siento que tengo que hacer esto.
—Lo entiendo.
— ¿Lo entiendes? —exclamó con escepticismo— si es así entonces podrías explicarlo, porque yo mismo no sé lo que me sucede, es como si ahora mismo estuviera viendo el motivo por el que…
— ¿Por el que te degradaron?

Ultramagnus no respondió, y volvió a sumirse en el silencio. Soulbreaker estaba pensando que su suerte era, muy buena por conseguir que Ultramagnus le creyera sus débiles  argumentos, y muy mala por exponerlo a ciertas cosas de la vida autobot que no conocía; por momentos le parecía que todo alrededor era mucho peor una vez que volvió a vivir.
Algunos minutos después, la nave se estacionó en un pequeño asteroide mecánico abandonado. La bóveda en el interior efectivamente estaba sellada, y ofrecía el tipo de aislamiento que protegería el contenido de la caja. Sin esperar más, Soulbreaker la abrió, y la réplica de la matrix de liderazgo emitió un único aunque potente rayo de luz traslúcida, que iluminó como un faro cada una de las paredes y rincones de la habitación; Ultramagnus se quedó sin palabras ante el fantástico hecho, sin poder creer que ante él hubiera un objeto como ese.

—Es imposible, el registro es… la frecuencia de energía de este objeto es…
—La misma de la matrix de liderazgo, lo sé —replicó Soulbreaker— ¿entiendes ahora por qué estoy tan asustado, por qué no podía simplemente hablar en medio de la nada?

Ultramagnus parecía a punto de sufrir un colapso.

—Es imposible, la energía de la matrix no puede, no hay forma de replicarla.
—No sé lo que está pasando, sólo que encontré esto, y obviamente es importante; estaba en las ruinas de Ciudad autobot, lo encontré casi por accidente y…

El antiguo comandante autobot lo miró, fijo a los ojos.

—Esto podría explicar muchas cosas.

En esa ocasión fue Soulbreaker quien no dio crédito a lo que oía.

— ¿Qué?
—No hay tiempo para explicarlo, pero hiciste lo correcto. La importancia de este objeto es incalculable, debemos llevársela a Rodimus lo antes posible, aunque para eso tenga que pasar a La muralla autobot.

Comenzaron a caminar hacia la puerta, mientras Soulbreaker volvía a guardar el objeto en la caja.

— ¿Qué es eso de La muralla?
—Es un cuerpo de defensa establecido tras los acontecimientos de la muerte de Optimus. No soy querido por ellos, pero tendremos que encontrar una manera de acercarnos sin hacer público este asunto.
— ¿Pero no puedes llevarlo tú solo, o dar un aviso para que nos escolten?

Ultramagnus se encogió de hombros.

—Eso sería una tontería, el riesgo es demasiado grande, ya has pasado por demasiado con ese objeto en tu poder, es un milagro que no te haya pasado algo.

Tan pronto como abrió la compuerta del recinto, un poderoso gas nebuloso se esparció a toda velocidad, envolviendo a ambos; un instante después, Soulbreaker sintió el filo de una hoja cortando la placa del brazo derecho donde estaba oculta la caja y trató de moverse o pedir ayuda, pero antes que sucediera algo más, un haz de luz blanca brillante se esparció cubriendo todo, al punto de sumir el lugar en una atmósfera incandescente, sin movimiento, sin sonido, y sin sombras.



Próximo capítulo: En manos equivocadas

Por ti, eternamente Capítulo 2: Todo o nada



Víctor estaba en la  habitación vacía, enfrentando a Magdalena, aún sin poder creer nada de lo que estaba viendo ni escuchando.

— ¿Estás diciendo que tu familia es la familia De la Torre?
—Supongo que entenderás por qué nunca lo había mencionado —repuso ella pesadamente— desde siempre he huido de la huella de mi familia, pero cuando descubrí todo esto las cosas se complicaron.

Víctor necesitaba sentarse, respirar, gritar, hacer cualquier cosa menos seguir allí; pero no podía, no podía moverse ni reaccionar, la sorpresa lo tenía fascinado, estúpidamente quieto frente a una mujer mortalmente enferma, sin poder hacer nada más.

—Cuando supe que estaba embarazada también supe que mi vida había cambiado para siempre, incluso antes de descubrir el cáncer; mi padre llegó a éste país de la mano de mi abuelo, y desde muy joven se involucró en distintos delitos, y con los contactos que tenía no le fue difícil formar el pequeño imperio que tiene ahora, con el que maneja los negocios, el movimiento de armas y tráfico en varias zonas de la Capital.

Él lo sabía de igual manera que cualquier persona medianamente informada, la familia De la Torre tenía contactos importantes, y se sabía que manejaban a Dealers y traficantes menores, pero de manera oficial solo era una familia de mucho dinero, que tenía inversiones en el exterior y en campos en el sur, lo que obviamente indicaba que además de lavado de dinero, había mucha manipulación de información. Y Magdalena era parte de esa familia.

—Dijiste que siempre tratabas de alejarte de tu familia, eso quiere decir que...
—Era inevitable que se enteraran de mi embarazo —replicó lentamente— pero aun así tenía la posibilidad de mantenerme al margen, pero saber que estaba enferma haría que quisieran quitarme al bebé, y eso no podía permitirlo.

Guardó silencio unos momentos, producto del cansancio que evidentemente le provocaba hablar; Víctor sentía el corazón oprimido.

— ¿Y entonces qué hiciste?
—Tuve que desaparecer —explicó ella— la única forma era desaparecer, aunque por fortuna tenía dinero en mi poder como para hacerlo. Al principio no sabía muy bien qué hacer, pero fui ingenua, porque creí que bastaba con dejar de frecuentar los sitios de siempre y no fue así.
—Entonces tu familia empezó a buscarte.
—Por eso me deshice de mi número, pero eso no era suficiente; gracias al dinero que tenía pude estar trasladándome de un sitio a otro, pero conforme pasaba el tiempo, la enfermedad avanzaba y todo se hacía más complejo. Como comprenderás tuve que abandonar los tratamientos, porque de quedarme o estar pasando regularmente, haría demasiado fácil que me encontraran, y además la enfermedad estaba muy avanzada como para poder hacer algo al respecto.

Víctor trataba de plantearse la situación, pero aunque estaba viendo el estado en que estaba ella, le resultaba difícil imaginarla tratando de ocultarse de su propia familia, enferma y además embarazada.

—Magdalena...  —murmuró lentamente— dijiste que estabas tratando de sacar adelante tu embarazo, pero no me has dicho que sucedió después.
—Llegó un momento en que empecé a sentirme invalidada, todo lo que hacía me significaba un gran esfuerzo, los dolores eran frecuentes y a menudo intensos, y en uno de los esporádicos exámenes que me hice, la doctora me dijo que la situación era extrema, si quería salvar mi vida o al menos prolongarla, tenía que interrumpir el embarazo a como diera lugar.

Entonces eso explicaba en qué había terminado todo; pero antes que pudiera decir algo más, Magdalena se le adelantó, hablando entre sola y con él, pero con mucha más determinación que antes.

—Te parecerá una locura, pero en ese momento, cuando me dijeron que debía detener el embarazo, fue la única vez que sentí auténtico miedo; ese fue el momento en que decidí que mi bebé iba a vivir, que viviría a costa de lo que fuera, y así fue.

Él no dijo nada, pero al escucharla comprendió lo equivocado que estaba al pensar que el bebé no había sobrevivido, y al dejar de pensar y comenzar a ver a su alrededor, descubrió que lo que inicialmente había creído solo eran algunas prendas de ropa apiladas, era mucho más.

—Oh, por Dios...

No pudo evitar la sorpresa; si no hubiera estado aún sujeto de la puerta, seguramente se habría caído de la impresión. Entre las impecables cobijas había un bebé, durmiendo o al menos reposando plácidamente, sin darse cuenta de nada de lo que ocurría a su alrededor.

—Ese...es tu bebé —murmuró sin dar crédito a lo que estaba viendo— es tu hijo...

Después se acercó torpemente, rompiendo al final la distancia que los separaba, y que parecía mucho más que algunos meses, parecía una vida completa, que los hubiera puesto por capricho en el mismo lugar. Sintiendo todavía el cuerpo lívido, Víctor se sentó en la cama junto a ella, e incluso ante su sorpresa, al verla de cerca, entre la apariencia enferma y la piel pálida, y tras las arrugas producidas por la delgadez y los dolores, seguía estando la misma mujer fuerte que él había conocido.

—Se llama Ariel —dijo ella con los ojos brillantes de orgullo— tiene cinco meses.
—Pero —dijo él en voz baja— ¿por qué me llamaste a mi en particular?
—Porque tú eres el padre de mi hijo.

A la sorpresa anterior se le sumó un nuevo golpe; estuvo a punto de decir "no puede ser" pero automáticamente su lado lógico le dijo que si, que mientras estuvieron saliendo, en alguna que otra ocasión no se habían cuidado, lo que hacía perfectamente posible que ese bebé fuera suyo. Y además, sacando una simple cuenta podía hacer calzar las fechas con espantosa facilidad. Pero aún en el estado en que estaba, Magdalena identificó con la rapidez del rayo la desconfianza en sus ojos.

—Magdalena...
—No esperaba que me creyeras —le replicó con entereza— pero para bien o para mal, es la verdad, e incluso hay una prueba de ello. Tiene el mismo lunar rojo en la cadera que tienes tú.

Inconscientemente se llevó la mano al costado. Cuando era niño, lo habían examinado por causa de ese lunar, y el resultado fue que era benigno, no representaba riesgo alguno, pero era hereditario, por lo que cualquier miembro de su familia, en caso de tenerla, podía también tenerlo.

—Magdalena, yo...
—No pensaba decírtelo desde el principio — lo interrumpió ella con fuerza — cuando estuvimos saliendo sé que no nos cuidamos en varias ocasiones, así que simplemente estaba asumiendo mi responsabilidad en el asunto; pero la enfermedad hizo que volviera a pensar muchas cosas, y entre ello, en lo que podía pasarme a mí, pero mucho más importante que eso, lo que pudiera pasarle a mi hijo.

Se detuvo unos momentos, claramente estaba haciendo un gran esfuerzo, pero no estaba dispuesta a detenerse, no todavía.

—Si el embarazo no estaba en mis planes, el cáncer estaba totalmente fuera de control; pero lo hice, y bastante bien creo, pero en el último tiempo entendí que mi tiempo había llegado. Estoy muriendo Víctor, y por eso tuve que llamarte, porque no tengo nadie más a quien recurrir.

A pesar de sentirse abrumado por todo lo que estaba oyendo y presenciando, al ver la mirada en los ojos de Magdalena, Víctor sintió como por un momento se olvidaba de todo, y como asomaba en su ser un nuevo estremecimiento, que no era más que admiración por una mujer indefensa y sola, que en vez de preocuparse por sí misma, estaba luchando como una leona por proteger a su hijo. Entonces rompió definitivamente la distancia que los separaba, y con el máximo de cuidado la tomó en sus brazos y la abrazó, tiernamente, acunando su cuerpo cansado, sintiendo como su propio corazón azotaba su pecho, invadiéndolo tanto de temor como de angustia, haciéndolo temblar con la respiración entrecortada.

—Debiste habérmelo dicho —murmuró conmocionado— yo nunca imaginé que podías estar pasando por algo así. Tal vez no sea el tipo más comprometido del mundo, pero algo habríamos hecho, no debiste pasar por todo esto, no debiste hacerlo tú sola.
—Ahora eso ya no importa.
—Claro que importa. Tú no te lo mereces.
—No estamos para esas cosas —replicó ella lentamente— perdóname Víctor, no quería involucrarte en esto.

Ambos guardaron silencio durante unos instantes, aún abrazados, quietos en medio de esa habitación vacía en un lugar olvidado, abrazados como jamás antes lo habían hecho, con todos los sentimientos a flor de piel, entregados a sus temores y angustias más profundas, que por una fatal coincidencia del destino los volvía a unir en las peores circunstancias posibles. Ella se soltó de él y quedó sentada en la cama, mirándolo fijamente.

—Te llamé porque eres la única persona que queda Víctor, eres el único en quien puedo confiar, y eres su padre. Debo pedirte que te lleves a Ariel.

Eso fue un golpe aún peor que todos los que había sentido antes.

— ¿Qué? ¿Pero por qué, qué quieres decir?
—No puedo negar la realidad, y ahora estoy en un punto en que no puedo seguir; estoy muriendo, y sé que ya no hay nada que pueda hacer. Últimamente había luchado por mantenerme a flote, por darle todo lo que necesitaba y su alimento, pero estoy consciente de que ya no puedo más. No me quedan más fuerzas.

Hizo una nueva pausa, pero en sus ojos seguía estando el mismo fuego, la misma decisión que la había llevado a contactarlo.

—En éstas condiciones ya no puedo hacerme cargo de él; durante éste tiempo he estado cambiando de sitio para que mi familia no me encuentre, pero últimamente ya no tengo energías para desplazarme; es solo cuestión de tiempo para que mi familia o los hombres de mi padre me encuentren, y cuando lo hagan, se quedarán con Ariel.

Ahora lo entendía todo; de alguna manera en ese momento comprendía por qué había contestado la llamada, y por qué estaba ahí.

—No puedo permitir que mi hijo crezca en el mismo mundo en que crecí yo, en medio de la delincuencia, rodeado siempre de peligro, mostrando una imagen que no es, viviendo una vida falsa mientras que alrededor sabes que puede pasar lo peor en cualquier momento. No puedo permitirlo, pero ésta vez la enfermedad me supera, por eso es que te ruego que te hagas cargo de él.

Víctor tomó en sus  manos el bultito que era el bebé. Dentro de las suaves cobijas el pequeño se veía completamente relajado, durmiendo con los ojos semicerrados, abstraído de todo lo que estaba pasando a su alrededor.

—Tiene tus ojos.
—Y tiene tus labios.
—Se ve tan tranquilo — siguió mirándolo con ojos vidriosos — se llama Ariel, ¿verdad?
—Sí, ese era el nombre de mi bisabuelo. Él fue un hombre de mucho esfuerzo, siempre luchó por lograr todo con una vida honrada, y fue el último miembro de mi familia en lograrlo.
—Es decir que lo llamaste así para darle una buena estrella.
—Sí, y creo que la tiene, porque a pesar de todo es sano y fuerte, y además tiene un gran carácter.

El bultito casi no pesaba en sus manos, pero su significado se hacía enorme en sus hombros.

—Magdalena, yo no sé si voy a poder hacerlo...
—Víctor...
—Todo esto es tan repentino, y yo solo soy un hombre, no sé si podré cuidar de otra persona, mucho menos de un niño...
— ¿Puedes sentir el latido de su corazón?

Obligándose a callar, el hombre se quedó con el bebé muy cerca de su cuerpo, y sintió cómo el estómago le daba un vuelo al notar el vigoroso latido del corazón contra su pecho.

—Sí, lo siento.
—Entonces no necesito nada más.
— ¿Qué quieres decir?
—Ser padre no es algo que vaya en la sangre —murmuró ella lentamente— es algo que se siente, y cuando necesites encontrar el camino, él mismo es quien te va a ayudar.

Víctor volvió a mirarla a los ojos; era una extraña mezcla, la esencia de la mujer que había conocido, junto a la fuerza y la decisión de una madre. Pero en ella había algún tipo de paz, una tranquilidad que no se escuchara antes por teléfono, ni tampoco en los minutos que habían hablado.

—Tienes que irte. Sé que mi padre envió gente a buscarme, es solo cuestión de tiempo que me encuentren.
—No, no puedo —exclamó él— no puedo simplemente irme, tengo que llevarte conmigo.
—No seas iluso, no te sería de ninguna ayuda —replicó ella con determinación— además, no quiero que mi hijo vea muerte, ni siquiera la mía. Estaré lista para lo que suceda, solo necesito saber si puedo confiar en ti, si te harás cargo de Ariel.

Víctor sentía que la sangre se le congelaba; no podía pensar con claridad, no podía hacerse la idea de lo que ella estaba insinuando, ni tampoco reaccionar de ninguna manera. Pero ahí, en ese lugar tan frío y seco, no pudo responder de otra manera.

—Lo haré. Me haré cargo de Ariel, te lo prometo.

Ella sólo asintió, y se quedó muy quieta, mirando con nostalgia a su hijo; parecía dormitar, seguramente por el esfuerzo que había hecho. Víctor se acercó a ella con nerviosismo, temiendo lo peor, pero ella seguía ahí, solo descansando, solo con una media sonrisa al saber que dejaba a su hijo con quien esperaba fuera la persona indicada. Él se puso de pie con dificultad, pero volvió a sentarse junto a ella, susurrando muy bajito para no incomodarla.

—Dejaré a Ariel en un lugar seguro, y volveré a buscarte, para que alguien te atienda. Espérame Magdalena.



Próximo capítulo: Única opción