Maldita secundaria capítulo 17: Respuestas absolutas



Miércoles 24
Plaza las flores

Los diez se reunieron por la mañana ante la petición de Alberto.

—Alberto, ¿qué pasa, por qué nos llamaste con tanta urgencia?

El más pequeño respondió con seguridad.

—Muchachos, creo que tenemos un problema con Matías, y al parecer eso podría explicar las cosas extrañas que han estado pasando.
— ¿A qué te refieres?

Lorena miró a Dani, transmitiéndole la urgencia que ella misma sentía ante lo que la había hecho llamar a Hernán la noche anterior.

—Anoche estuve haciendo algunas investigaciones en la bodega, y creo que hay algo que cambió mucho más de lo que nos habíamos imaginado. No puedo estar seguro, pero tengo serias razones para creer que la energía que se apodera de la bodega, es decir Matías, ya no está ahí.

Fernando se cruzó de brazos.

—Diría que me sorprende, pero creo que a éstas alturas es muy difícil que eso pase.
—En todo caso tendría sentido —comentó Leticia— eso explicaría lo de la luz y esas cosas.
— ¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

Alberto meneó la cabeza.

—Desde un principio había estado pensando en el tema de la energía, y de acuerdo con lo que me contaron, me pareció muy extraño que de pronto los hechos fueran tan distintos, así que creí que era bueno analizarlo, pero por ahora es difícil estar seguros, tenemos que hablar con Adriano del Real para que nos permita entrar en la bodega y comprobarlo.

Dani asintió.

—Tendremos que llamarlo, aunque no sé si nos conteste, cuando lo llamé para comentarle lo de ustedes, me escuchó pero no estaba bien, me dijo que estaba un poco enfermo.
—Habrá que ver ese asunto —dijo Lorena— en el sueño que tuve, todo indicaba que había algo importante en la bodega, tal vez se trate de eso.

Carolina iba a decir algo, pero un movimiento en la calle la distrajo.

—No puede ser...
— ¿Que...? Oh no —se lamentó Leticia mirando en la misma dirección— miren, es Vergara.
—No puede ser, debe haber estado escuchando todo. ¿Qué vamos a hacer ahora?

Fernando reaccionó primero.

—Diablos, estoy llamando al director y no me contesta, ¿qué vamos a hacer?
—Hernán, trata de encontrar al director antes que Vergara —dijo Dani poniéndose los guantes— es imperativo evitar que lo que sea que haya escuchado de nosotros lo divulgue.

Hernán se fue hacia la secundaria a toda carrera, mientras Dani y los demás lo seguían. Poco después el grupo llegó a la puerta de la secundaria, pero el rapado no daba señales de vida y la entrada estaba bloqueada por la inspectora Carvajal.

—Inspectora, necesitamos entrar.

La mujer estaba claramente alterada, pero se contuvo al verlos.

—Esperen un momento por favor.
—Pero aún no estamos atrasados —sonrió Luciana para aparentar— sólo queremos...
—Esperen aquí —replicó Carvajal secamente— no intervengan jóvenes.

Se miraron alarmados; por la mente de Soledad pasó la alarmante idea de que Vergara le hubiera dicho algo de lo que escuchara de ellos en la plaza, pero tampoco podían hacer ningún aspaviento. Al poco se sintió el sonido de la alarma de incendios.

—Ese debe ser Matías —murmuró Alberto— tenemos que entrar ahora mismo.
—Aunque no tiene porqué ser él —comentó Leticia— también podría ser Hernán.
—Esperemos que sea así.

Momentos después la alarma se apagó, y la voz del maestro Grajales se escuchó por el altavoz anunciando que el sonido de la alarma era accidental y llamando a la calma. Precisamente en esos momentos apareció San Luis en la puerta, pero del inspector aún no había rastro.

—Inspectora, por favor abra la puerta, éstos jóvenes tienen que entrar.  Y usted señor Mendoza —le dijo al auxiliar— quédese atento, en poco tiempo debe llegar la empresa de seguridad a ver qué ocurre con el sistema de alarma.

Hizo entrar al grupo y los llevó a un costado.

—Vayan a clase por favor.
—Pero director...
—Ahora tengo problemas más importantes que ustedes —replicó alejándose— vayan a clase ahora mismo.

Y se fue en dirección a su oficina, dejando solo al grupo.

—Genial, ahora no sabemos qué es lo que pasa.
—Vergara debe estar en la oficina del director —dijo Alberto nerviosamente— ¿qué vamos a hacer?
—Ya habíamos pasado antes por ésto —comentó Fernando— y la última vez que alguien se enteró de todo terminamos bastante mal.

En eso apareció Hernán.

— ¿Tú lo hiciste?
—Claro, pero cuando entré Vergara estaba en el pasillo del director.
—Hay que ir a la oficina del director —intervino Alberto al borde de un ataque— hay que hacer algo, quemar un edificio, lo que sea...
—Cállate Alberto, estás delirando —le espetó Leticia— además de todos modos llegamos tarde, si Vergara realmente nos escuchó ya tenemos un problema, no podemos causar otro más.
—Esperen, esperen —intervino Dani para calmar los ánimos— estamos haciendo demasiadas conjeturas, pero al final estamos más confundidos. Hay que tratar de estar tranquilos y esperar a que San Luis aparezca y ver qué ocurrió.

Fernando dio un bufido.

—Más bien yo diría que hay que empezar a prepararse para que empiecen los problemas de nuevo, en cualquier momento aparece un escritorio volando por los aires.

Carolina hizo una mueca de sufrimiento.

—Creo que lo que viene es bastante más peligroso.

Vergara había bajado y caminaba directo a ellos.

— ¿Qué hacemos?
—Negarlo hasta el final —respondió Fernando— mentiremos aunque nos estén expulsando, no pienso perder todo el esfuerzo que hemos hecho.

Luciana se cruzó de brazos.

—Si realmente él escuchó todo, o lo más importante de lo que hablamos, no va a servir de mucho mentir, pero a éstas alturas da lo mismo.

El inspector finalmente llegó ante los diez, pero extrañamente no parecía enfadado ni alterado como antes.

—Muchachos, que bueno que los encuentro.

Dani lo enfrentó sin alterarse.

—Inspector.
—Quiero disculparme con ustedes.

Ni Dani ni los demás pudieron disimular la sorpresa al escuchar esas palabras; era como escuchar a la inspectora Carvajal cantar música tropical. Lorena intervino en voz baja.

—Disculpe, creo que no entiendo.

El inspector suspiró brevemente; era el mismo hombre estricto de antes, pero ahora había en él una tranquilidad que los jóvenes no habían visto antes.

—Si lo saben; hasta ahora he sido muy inflexible con ustedes, pero entiendo por lo que han estado pasando. Quiero que sepan que cuentan con mi apoyo, que en primer lugar, si necesitan espacio haré lo que esté en mis manos, y en segundo, si en determinado caso es necesario darles aviso de algo, lo haré discretamente. Permiso.

No dijo nada más, dio media vuelta y se fue hacia el primer edificio, dejando a todos absolutamente perplejos; al cabo de unos momentos Leticia dio un silbido.

—Aunque suene extraño decirlo, esa es una de las cosas que no me esperaba.
—Para mí está entre las primeras cinco —comentó Soledad— eso fue impresionante.
—Pero si es así —intervino Teresa— para que haya tenido ese cambio el director tiene que haberle dicho algo ¿le habrá dicho todo?

Lorena se sentía mucho más tranquila para su propia sorpresa.

—Propongo que dejemos ésto así.
— ¿Qué?
—Nada va a cambiar, no tiene sentido tratar de averiguar ¿no creen? Además tenemos el problema de que las cosas por aquí pueden haber vuelto a cambiar, sería mejor hacerse cargo de eso.

Teresa asintió.

—En eso tienes razón. Vamos a clase, demos gracias que Vergara no vino a matarnos y esperemos a ver qué sucede durante el día.

Segundo recreo

Dani y Alberto estaban caminando por el último patio cuando el más pequeño decidió que ya estaban suficientemente solos.

—Ya, ahora nadie nos está mirando, dime de qué se trata.
— ¿A qué te refieres?

Alberto sonrió.

—Dani, lamentablemente soy demasiado inteligente como para que me engañes con algo así, noté que organizaste todo para que saliéramos juntos a patrullar.

Dani sonrió.

—Tienes razón Alberto, pero necesito que guardes el secreto, no puedes hablar de ésto.
—Tienes mi palabra, dime qué ocurre.

Dani suspiró.

—Te parecerá extraño, hay algo que necesito saber pero no te puedo decir todavía por qué motivo.
—Eso es malo de tu parte, ahora ya tengo curiosidad. Dime.
—Necesito saber si es que hay algo que te atormenta, algún dolor o trauma que no te deje vivir en paz.

El otro se mostró sorprendido, pero reaccionó bien.

—La verdad es que si hay algo, y es básicamente lo que estás viendo ahora mismo.
—No te entiendo.
—Siempre he sido un tipo inteligente, y por lo mismo me he dedicado a estudiar de todo, no solo para la escuela, y estoy orgulloso de eso, pero por lo mismo es que hay cosas que sé que pueden pasar, y el temita de los cambios hormonales es algo que me viene persiguiendo hace tiempo, porque no quiero que llegar a la adultez me cambie, o me haga perder mi inteligencia.

Dani asintió.

—Te entiendo, pero no puedes saberlo, perfectamente puede ser que solo... crezcas y nada más.
—Mentalmente lo sé, pero no dentro de mí, por eso es que me sigue persiguiendo; inconscientemente siento el temor de que un día me voy a despertar y ésto —se apuntó la cabeza— ya no sea lo mismo. Supongo que seguiré así hasta que compruebe en los actos lo que pase.

Dani sonrió.

—Gracias por confiar en mi Alberto. Quiero que sepas que puedes contar conmigo, no solo en lo que tiene que ver con los espíritus, también en todo.
—Eres casi demasiado bueno para ser verdad, pero no me cambies el tema, dime que tiene que ver ésto con lo de Matías.

Aún tenía que comprobar algo más, pero ya estaba casi seguro. Sería pronto.

—Si todo resulta como creo Alberto, ésta misma tarde.



Próximo capítulo: Las razones de Matías

La otra matrix Capítulo 2: Destello de realidad




Soulbreaker no podía creer lo que estaba viendo en este preciso instante; presa de distintas emociones el autobot depositó la caja transparente en el suelo con extremo cuidado, quedando observándola sin saber qué pensar, habiéndose olvidado por completo de las dudas e interrogantes que tenía unos momentos antes.

—Me pregunto cómo voy a catalogar en los registros de lo que acabo de ver — dijo Slimdeam con su clásica voz apagada.
—Esto es imposible —dijo Soulbraker sin salir de su asombro—, es la matrix de liderazgo, esto es demasiado extraño.

Slimdeam murmuró algo pero Soulbraker no le hizo caso y utilizó el pequeño escáner de su brazo para registrar el objeto que tenía frente a él.

—No lo entiendo…
—Por supuesto que no es la matrix de liderazgo —dijo Slimdeam en voz baja—, la energía que expele ese objeto es algo que tú y yo, o cualquier cibertroniano podría reconocer con toda facilidad.
—Pero de todas maneras está emitiendo señal de energía —dijo Soulbraker.

Seguía sin comprender por qué motivo Wheeljack ocultaría en uno de sus brazos la mitad de un control remoto cuya otra parte se encontraba en el brazo de Windcharger, y por qué motivo ese control una vez armado activaba el compartimiento en donde se encontraba ese extraño objeto. ¿Por qué en primer lugar había un objeto igual a la matrix de liderazgo oculto en una de las torres de ciudad autobot?

—No lo entiendo Slimdeam —dijo Soulbreaker—, no comprendo por qué vinimos a encontrar este objeto aquí, o mejor dicho por qué los demás lo habrían dejado abandonado en este sitio después de la guerra.

Se produjo un incómodo silencio para ambos; alrededor la muerte y la desolación parecían más enigmáticas que antes.

—Le estás haciendo esas preguntas al autobot equivocado —dijo el cronista con su amargura habitual—, no tengo respuestas para este tipo de dudas.

 Soulbreaker se puso de pie y lo enfrentó, mirándolo fijo; de pronto se dio cuenta que durante los años en que había vivido en Cybertron realmente había visto a Slimdeam durante muy pocas ocasiones a pesar de lo cual lo recordaba bien porque era una personalidad bastante llamativa. Siempre apuntando en su tableta todos los datos que creyera necesarios, siempre cabizbajo y con los ojos oscurecidos, mirando en todas direcciones, no sólo observando sino también desconfiando o renegando de lo que pasaba cerca de él. ¿Durante cuánto tiempo habría vivido entre las calles de Cybertron, durante cuánto tiempo habría deambulando de un sitio a otro registrando las historias ajenas? Un autobot de baja estatura, sin armas visibles en contraste con él, alto y esbelto, con las placas reforzadas en los brazos, el pecho angular, los discos magnéticos en las extremidades, si hasta parecían creados de diferente manera, Soulbreaker como un potencial guerrero, el otro sólo como un ser mecanizado funcional. Solo, siempre solo.

—Slimdeam ¿puedo hacerte una pregunta?

El otro sólo se limitó a asentir.

—Según lo que sé eres un cronista casi desde siempre, pero tengo la impresión de jamás haberte visto satisfecho o contento por algo, incluso según lo que recuerdo de cuando te vi cientos de años atrás en Cybertron, antes de la guerra. ¿Qué es lo que te sucede, por qué es que siempre te comportas así? Entiendo que cuando ves muerte y desolación como lo que está sucediendo ahora mismo nadie puede estar contento, pero en tu caso es como si algo te hubiera marcado para siempre.

Slimdeam no pareció molesto con la pregunta; sin embargo, cuando le contestó su tono de voz era extrañamente honesto y calmo.

—Te diré una cosa aunque tal vez no lo entiendas. Cuando has vivido tantos años y has visto tantas cosas como yo, comienzas a perder la fe en la raza a la cual perteneces y en algún momento comprendes que no es tan sencillo como hacer algo y cambiar el destino del universo, o hacer que todo vuelva a estar bien; ni siquiera los Primes pueden hacerlo.

A Soulbreaker le pareció muy extraño que su tono de voz fuera tan tranquilo, cuando lo que estaba diciendo le sonaba completamente a derrota y angustia; pero al mismo tiempo pensó que quizás el cronista había vivido algunas cosas que no estaba dispuesto a contarle.

—Entonces es eso —dijo finalmente—, has perdido la fe.

El otro soltó un sarcástico bufido.

—La fe —respondió de forma críptica—, no tiene nada que ver en esto.

Soulbreaker iba a decir algo más, pero un sonido a lo lejos interrumpió la conversación de ambos.

— ¿Qué es eso? —dijo el autobot.
—Creo que han comenzado los problemas —dijo Slimdeam—. Toma esa caja y sígueme, tienes que salir de aquí.


2


Unos momentos después los dos iban corriendo hacia cierto lugar que Slimdeam le había indicado.

—Espera Slimdeam, dime qué es lo que está sucediendo, qué es ese ruido.

Sin embargo él sabía perfectamente que se trataba de naves acercándose. ¿Quié podía ser?

—Ese sonido que estás escuchando son los barredores de los decepticons.
— ¿Barredores? —repitió de forma estúpida.

—Sí, esos carroñeros que aparecen después de cada una de las batallas a comer los restos de los enemigos caídos e incluso de sus propios camaradas.
—Pero nosotros estamos vivos y los barredores no tienen un gran poder, ¿por qué estamos escapando de esta manera, qué es lo que me estás ocultando?

El otro soltó un gruñido nada disimulado de desaprobación.

—De verdad me pregunto cómo es que pudiste convertirte en un técnico tan avanzado y que fue transferido incluso las tareas de ciudad autobot, si no eres capaz de darte cuenta de cosas tan sencillas —dijo el otro malhumorado—, está claro que lo que encontraste en este dispositivo es un objeto importante, o no estaría oculto con tantas medidas de seguridad a su alrededor; además la energía que hay en su interior, aunque es mínima, corresponde a la misma frecuencia de la energía que hay dentro de la matrix de liderazgo.

Al escanear el dispositivo, Soulbraker había comprobado que tenía energía en su interior, pero no conocía la frecuencia de la energía de la matrix.

—Antes que me preguntes cómo es que conozco la frecuencia exacta de la energía de la matrix de liderazgo —continuó Slimdeam implacable—, lo sé porque la tengo en mis registros desde hace bastante tiempo. Puede que los barredores no sean muy poderosos y que tampoco ataquen a seres vivientes, pero si descubren cualquier rastro de la matrix, los decepticon serán avisados y nos sería imposible salir del planeta.

En ese momento Soulbreaker entendió a lo que se refería Slimdeam; sea lo que fuere el dispositivo, era evidente que se trataba de algo importante, lo que significaba que debía ser alejado de los enemigos y puesto en manos de Hot rod o de cualquiera que tuviera la responsabilidad suficiente para tomar una decisión al respecto. Tal vez se trataba de un arma diseñada por Wheeljack y que con su muerte no había sido entregada a los que debían manejarla.

—Cerca de aquí está la cápsula en la que llegué a la Tierra —dijo Slimdeam—, no es muy avanzada y tarda en cargar pero nos servirá para poder salir de aquí.
—Espera un momento —dijo Soulbreaker—, hay algo que quiero hacer antes de irme.

Los regaños de Slimdeam fueron inútiles; Soulbreaker se desvió del camino que llevaban y fue directamente al mismo punto en donde estaban entre otros los cadáveres de Wheeljack y Windcharger y se arrodilló junto al primero de ellos; en esos momentos no podía olvidar esa extraña conversación a tan sólo unas horas.

— ¿Qué pasó Jackie?

¿Por qué Wheeljack le había dicho a él en específico que al día siguiente fuera a revisar exactamente el sector en dónde estaba oculta esa copia de la matrix? Los segundos pasaban mientras el autobot esperaba inútil a que el silencio del cadáver pudiera entregarle alguna respuesta.

—Ya no puedes encontrar nada más aquí —dijo Slimdeam nerviosamente—, tenemos que irnos de una vez por todas.
—Está bien —respondió Soulbreaker—, lo lamento, es sólo que me gustaría haber podido resolver esto desde antes.

Ambos continuaron avanzando muy rápido y en un incómodo silencio; poco después se internaron en unos pasillos subterráneos, uno de los cuales conducía a una antigua pista de lanzamiento.

—Date prisa —dijo el cronista—, mi cápsula de vuelo no se encuentra muy lejos.

Mientras la cápsula comenzaba dibujarse a unos cuantos cientos de metros de distancia, el sonido de vuelo que los había estado persiguiendo se intensificó hasta convertirse en una especie de zumbido que resonaba con eco sordo en los pasillos. Al ver que las paredes a su alrededor se estremecían Soulbreaker volteó mientras corría, justo en el momento en que vio un rayo láser derribando a Slimdeam.

— ¿Estás bien?

Sin embargo el otro se puso de pie inmediatamente, sólo tenía una herida en un hombro.

—No te detengas —le dijo dándole un empujón—, esto no es lo que pensaba…

El rayo que había sido disparado con gran precisión confirmaba que los barredores no estaban solos y que al mando de ellos había un decepticon, probablemente un francotirador. La cápsula estaba resguardada tras una muralla de cristal a prueba de rayos que Slimdeam desbloqueó al ingresar un código en el teclado en la pared al costado: al instante apareció en el contador la señal de los 30 segundos faltantes para que la cápsula encendiera el motor y pudiera comenzar el vuelo.

—Se están acercando rápido —dijo Soulbreaker—, voy a detenerlos mientras…

Pero no pudo decir más. Un nuevo rayo dio de forma certera en el umbral de la puerta protectora, dejando la cápsula expuesta a que el francotirador pudiera destruirla en unos segundos.

—Cumple con tu misión muchacho.

De manera repentina Slimdeam empujó a Soulbraker al interior de la cápsula y selló la puerta desde afuera, tras lo cual corrió a toda velocidad hacia el grupo de barredores que avanzaba a hacia ellos.

— ¡Slimdeam qué estás haciendo, déjame salir!

Los barredores avanzaban en una formación muy cerrada, pero de entre ellos se adelantó un decepticon convertido en modo robot: se trataba de Runflight, un mercenario muy astuto y sagaz que había descubierto inmediatamente que había algo extraño en esa cápsula y los autobots que trataban de escapar.

—Eviten que esa cápsula levante el vuelo, a toda costa.

Soulbreaker forcejeaba con todas sus fuerzas, viendo impotente como el cronista corría y ya se encontraba a tan solo unos metros de los enemigos, mientras el contador se acercaba peligrosamente a cero.

— ¡Slimdeam no hagas eso! ¡No lo hagas por favor!

La puerta de la vieja nave había sido sellada con láser por el cronista, por lo tanto desde dentro no podía ser abierta a no ser que la destruyera por completo, y eso le tomaría un par de minutos que en ese instante era toda una eternidad. Un nuevo rayo disparado por Runflight atravesó una de las piernas de Slimdeam, pero este volvió a ponerse de pie con asombrosa rapidez. Con horror, Soulbreaker comprendió que el otro estaba dándole el tiempo que necesitaba para poder huir del planeta con el valioso objeto.

— ¡Noo, Slimdeam, no, no nooo!

El viejo cronista se arrojó sin miedo al enjambre de barredores que se abalanzaba sobre él, como si de pronto hubiera olvidado su costumbre de atacar solamente cuerpos inertes; mientras la cápsula se elevaba de manera inexorable hacia el espacio, el autobot pudo ver, entre sus gritos y los golpes que lanzaba contra la puerta, cómo el viejo hacía un giro digno de un guerrero de primer nivel para derribar a uno de sus enemigos. Pudo ver su actitud, fiera y aguerrida, y sus ojos brillando por primera vez, al tiempo que se entregaba a la muerte cumpliendo con su misión. Entre rayos que fallaron por una distancia mínima, la cápsula se elevó por los aires, abandonando suelo terrestre y a un cronista en medio de un mar de barredores que finalmente se comerían sus restos cuando su energía se agotara, o sus heridas fueron demasiado graves; cuando Soulbreaker se cansó de gritar y aporrear las paredes de la pequeña nave, quedó sentado en el suelo, la espalda apoyada contra la superficie de frio metal, con la vista y los oídos cerrados, intentando en su desesperación escapar de la horrible agonía que lo aquejaba. ¿Quién era él en esos momentos? Habría dado cualquier cosa por poder ser un cronista como Slimdeam, y poder dejar un registro de esa gloriosa batalla en la que salvó una vida, pero sólo era un técnico al que sus capacidades le servían de nada. En la historia, todos alababan a los grandes héroes, que con sus mazos y sus brillantes fuselajes surcaban los cielos enfrentando a los rivales, pero los que realmente sustentaban la historia, con su vida y sus cuerpos eran los más insignificantes, aquellos a los que los registros ignoraban por no ser fuente de inspiración suficiente; se trataba de seres como Slimdeam, un autobot amargado y solitario, que sin embargo había comprendido mucho mejor que él que era primordial poner a salvo el objeto. Pero todo eso era su culpa, si él no hubiera tardado en quedarse a mirar el cuerpo de Wheeljack, quizás ambos habrían escapado, ahora era demasiado tarde para salvarlo.

—Lo siento Slimdeam…

Sus memorias servirían de poco para retratar el heroísmo y la furia con que el viejo había enfrentado al rival, y la forma en que en sus ojos se dibujara el brillo del auténtico guerrero; en caso de sobrevivir a los barredores o a ese decepticon que se encontraba con ellos, sería difícil que pudiera transmitir lo visto de la manera correcta. Jamás imaginó que ser responsable de una vida, o de una muerte, pesaría tanto.


Algunas horas después, Soulbreaker hizo lo posible por recuperarse e ingresó el nuevo curso en la computadora de la cápsula, sin poder divisar perseguidores. Sabía que Hot rod lideraba a los autobots luego de la muerte de Optimus y que estaban de forma provisional en el espacio en medio de una tensa tregua con los decepticons, pero eso no lo ayudaba a definir dónde estaban y en la nave no encontró otro tipo de registro; optó por dirigirse a Luna Solire, un asteroide mecánico a dos marcas estelares del sistema solar, es decir a nueve horas a velocidad estelar. Mientras tanto sólo podía esperar.


3


Aún en la Tierra, entre los restos de cuidad autobot, Runflight establecía comunicación con alguien en Cybertron.

—Te digo que no he encontrado nada.
—Estaban construyendo algo, no puede ser de otra manera.
—Eso ya me lo dijiste.
—Entonces has algo y encuentra lo que sea que hayan hecho, es necesario, lo que te estoy pagando es mucho.
—Está bien, haré lo que sea necesario.

La comunicación se cortó. A su llegada a la Tierra, Runflight tomó a la ligera el trabajo por el que le habían pagado, pero al ver a esos autobots escapar tan apresuradamente, supo al instante que era cierto ¿Qué era lo que el otro se llevó al espacio? Los barredores sólo sabían comer y eso era útil para sus planes, no tendría que preocuparse porque alguien dijera lo que él había visto; de momento era mucho más conveniente seguir la pista en el espacio de esa cápsula, y ver si el objeto le era más valioso a él que la paga ofrecida.



Próximo capítulo: Falta de liderazgo.