La otra matrix Capítulo 2: Destello de realidad




Soulbreaker no podía creer lo que estaba viendo en este preciso instante; presa de distintas emociones el autobot depositó la caja transparente en el suelo con extremo cuidado, quedando observándola sin saber qué pensar, habiéndose olvidado por completo de las dudas e interrogantes que tenía unos momentos antes.

—Me pregunto cómo voy a catalogar en los registros de lo que acabo de ver — dijo Slimdeam con su clásica voz apagada.
—Esto es imposible —dijo Soulbraker sin salir de su asombro—, es la matrix de liderazgo, esto es demasiado extraño.

Slimdeam murmuró algo pero Soulbraker no le hizo caso y utilizó el pequeño escáner de su brazo para registrar el objeto que tenía frente a él.

—No lo entiendo…
—Por supuesto que no es la matrix de liderazgo —dijo Slimdeam en voz baja—, la energía que expele ese objeto es algo que tú y yo, o cualquier cibertroniano podría reconocer con toda facilidad.
—Pero de todas maneras está emitiendo señal de energía —dijo Soulbraker.

Seguía sin comprender por qué motivo Wheeljack ocultaría en uno de sus brazos la mitad de un control remoto cuya otra parte se encontraba en el brazo de Windcharger, y por qué motivo ese control una vez armado activaba el compartimiento en donde se encontraba ese extraño objeto. ¿Por qué en primer lugar había un objeto igual a la matrix de liderazgo oculto en una de las torres de ciudad autobot?

—No lo entiendo Slimdeam —dijo Soulbreaker—, no comprendo por qué vinimos a encontrar este objeto aquí, o mejor dicho por qué los demás lo habrían dejado abandonado en este sitio después de la guerra.

Se produjo un incómodo silencio para ambos; alrededor la muerte y la desolación parecían más enigmáticas que antes.

—Le estás haciendo esas preguntas al autobot equivocado —dijo el cronista con su amargura habitual—, no tengo respuestas para este tipo de dudas.

 Soulbreaker se puso de pie y lo enfrentó, mirándolo fijo; de pronto se dio cuenta que durante los años en que había vivido en Cybertron realmente había visto a Slimdeam durante muy pocas ocasiones a pesar de lo cual lo recordaba bien porque era una personalidad bastante llamativa. Siempre apuntando en su tableta todos los datos que creyera necesarios, siempre cabizbajo y con los ojos oscurecidos, mirando en todas direcciones, no sólo observando sino también desconfiando o renegando de lo que pasaba cerca de él. ¿Durante cuánto tiempo habría vivido entre las calles de Cybertron, durante cuánto tiempo habría deambulando de un sitio a otro registrando las historias ajenas? Un autobot de baja estatura, sin armas visibles en contraste con él, alto y esbelto, con las placas reforzadas en los brazos, el pecho angular, los discos magnéticos en las extremidades, si hasta parecían creados de diferente manera, Soulbreaker como un potencial guerrero, el otro sólo como un ser mecanizado funcional. Solo, siempre solo.

—Slimdeam ¿puedo hacerte una pregunta?

El otro sólo se limitó a asentir.

—Según lo que sé eres un cronista casi desde siempre, pero tengo la impresión de jamás haberte visto satisfecho o contento por algo, incluso según lo que recuerdo de cuando te vi cientos de años atrás en Cybertron, antes de la guerra. ¿Qué es lo que te sucede, por qué es que siempre te comportas así? Entiendo que cuando ves muerte y desolación como lo que está sucediendo ahora mismo nadie puede estar contento, pero en tu caso es como si algo te hubiera marcado para siempre.

Slimdeam no pareció molesto con la pregunta; sin embargo, cuando le contestó su tono de voz era extrañamente honesto y calmo.

—Te diré una cosa aunque tal vez no lo entiendas. Cuando has vivido tantos años y has visto tantas cosas como yo, comienzas a perder la fe en la raza a la cual perteneces y en algún momento comprendes que no es tan sencillo como hacer algo y cambiar el destino del universo, o hacer que todo vuelva a estar bien; ni siquiera los Primes pueden hacerlo.

A Soulbreaker le pareció muy extraño que su tono de voz fuera tan tranquilo, cuando lo que estaba diciendo le sonaba completamente a derrota y angustia; pero al mismo tiempo pensó que quizás el cronista había vivido algunas cosas que no estaba dispuesto a contarle.

—Entonces es eso —dijo finalmente—, has perdido la fe.

El otro soltó un sarcástico bufido.

—La fe —respondió de forma críptica—, no tiene nada que ver en esto.

Soulbreaker iba a decir algo más, pero un sonido a lo lejos interrumpió la conversación de ambos.

— ¿Qué es eso? —dijo el autobot.
—Creo que han comenzado los problemas —dijo Slimdeam—. Toma esa caja y sígueme, tienes que salir de aquí.


2


Unos momentos después los dos iban corriendo hacia cierto lugar que Slimdeam le había indicado.

—Espera Slimdeam, dime qué es lo que está sucediendo, qué es ese ruido.

Sin embargo él sabía perfectamente que se trataba de naves acercándose. ¿Quié podía ser?

—Ese sonido que estás escuchando son los barredores de los decepticons.
— ¿Barredores? —repitió de forma estúpida.

—Sí, esos carroñeros que aparecen después de cada una de las batallas a comer los restos de los enemigos caídos e incluso de sus propios camaradas.
—Pero nosotros estamos vivos y los barredores no tienen un gran poder, ¿por qué estamos escapando de esta manera, qué es lo que me estás ocultando?

El otro soltó un gruñido nada disimulado de desaprobación.

—De verdad me pregunto cómo es que pudiste convertirte en un técnico tan avanzado y que fue transferido incluso las tareas de ciudad autobot, si no eres capaz de darte cuenta de cosas tan sencillas —dijo el otro malhumorado—, está claro que lo que encontraste en este dispositivo es un objeto importante, o no estaría oculto con tantas medidas de seguridad a su alrededor; además la energía que hay en su interior, aunque es mínima, corresponde a la misma frecuencia de la energía que hay dentro de la matrix de liderazgo.

Al escanear el dispositivo, Soulbraker había comprobado que tenía energía en su interior, pero no conocía la frecuencia de la energía de la matrix.

—Antes que me preguntes cómo es que conozco la frecuencia exacta de la energía de la matrix de liderazgo —continuó Slimdeam implacable—, lo sé porque la tengo en mis registros desde hace bastante tiempo. Puede que los barredores no sean muy poderosos y que tampoco ataquen a seres vivientes, pero si descubren cualquier rastro de la matrix, los decepticon serán avisados y nos sería imposible salir del planeta.

En ese momento Soulbreaker entendió a lo que se refería Slimdeam; sea lo que fuere el dispositivo, era evidente que se trataba de algo importante, lo que significaba que debía ser alejado de los enemigos y puesto en manos de Hot rod o de cualquiera que tuviera la responsabilidad suficiente para tomar una decisión al respecto. Tal vez se trataba de un arma diseñada por Wheeljack y que con su muerte no había sido entregada a los que debían manejarla.

—Cerca de aquí está la cápsula en la que llegué a la Tierra —dijo Slimdeam—, no es muy avanzada y tarda en cargar pero nos servirá para poder salir de aquí.
—Espera un momento —dijo Soulbreaker—, hay algo que quiero hacer antes de irme.

Los regaños de Slimdeam fueron inútiles; Soulbreaker se desvió del camino que llevaban y fue directamente al mismo punto en donde estaban entre otros los cadáveres de Wheeljack y Windcharger y se arrodilló junto al primero de ellos; en esos momentos no podía olvidar esa extraña conversación a tan sólo unas horas.

— ¿Qué pasó Jackie?

¿Por qué Wheeljack le había dicho a él en específico que al día siguiente fuera a revisar exactamente el sector en dónde estaba oculta esa copia de la matrix? Los segundos pasaban mientras el autobot esperaba inútil a que el silencio del cadáver pudiera entregarle alguna respuesta.

—Ya no puedes encontrar nada más aquí —dijo Slimdeam nerviosamente—, tenemos que irnos de una vez por todas.
—Está bien —respondió Soulbreaker—, lo lamento, es sólo que me gustaría haber podido resolver esto desde antes.

Ambos continuaron avanzando muy rápido y en un incómodo silencio; poco después se internaron en unos pasillos subterráneos, uno de los cuales conducía a una antigua pista de lanzamiento.

—Date prisa —dijo el cronista—, mi cápsula de vuelo no se encuentra muy lejos.

Mientras la cápsula comenzaba dibujarse a unos cuantos cientos de metros de distancia, el sonido de vuelo que los había estado persiguiendo se intensificó hasta convertirse en una especie de zumbido que resonaba con eco sordo en los pasillos. Al ver que las paredes a su alrededor se estremecían Soulbreaker volteó mientras corría, justo en el momento en que vio un rayo láser derribando a Slimdeam.

— ¿Estás bien?

Sin embargo el otro se puso de pie inmediatamente, sólo tenía una herida en un hombro.

—No te detengas —le dijo dándole un empujón—, esto no es lo que pensaba…

El rayo que había sido disparado con gran precisión confirmaba que los barredores no estaban solos y que al mando de ellos había un decepticon, probablemente un francotirador. La cápsula estaba resguardada tras una muralla de cristal a prueba de rayos que Slimdeam desbloqueó al ingresar un código en el teclado en la pared al costado: al instante apareció en el contador la señal de los 30 segundos faltantes para que la cápsula encendiera el motor y pudiera comenzar el vuelo.

—Se están acercando rápido —dijo Soulbreaker—, voy a detenerlos mientras…

Pero no pudo decir más. Un nuevo rayo dio de forma certera en el umbral de la puerta protectora, dejando la cápsula expuesta a que el francotirador pudiera destruirla en unos segundos.

—Cumple con tu misión muchacho.

De manera repentina Slimdeam empujó a Soulbraker al interior de la cápsula y selló la puerta desde afuera, tras lo cual corrió a toda velocidad hacia el grupo de barredores que avanzaba a hacia ellos.

— ¡Slimdeam qué estás haciendo, déjame salir!

Los barredores avanzaban en una formación muy cerrada, pero de entre ellos se adelantó un decepticon convertido en modo robot: se trataba de Runflight, un mercenario muy astuto y sagaz que había descubierto inmediatamente que había algo extraño en esa cápsula y los autobots que trataban de escapar.

—Eviten que esa cápsula levante el vuelo, a toda costa.

Soulbreaker forcejeaba con todas sus fuerzas, viendo impotente como el cronista corría y ya se encontraba a tan solo unos metros de los enemigos, mientras el contador se acercaba peligrosamente a cero.

— ¡Slimdeam no hagas eso! ¡No lo hagas por favor!

La puerta de la vieja nave había sido sellada con láser por el cronista, por lo tanto desde dentro no podía ser abierta a no ser que la destruyera por completo, y eso le tomaría un par de minutos que en ese instante era toda una eternidad. Un nuevo rayo disparado por Runflight atravesó una de las piernas de Slimdeam, pero este volvió a ponerse de pie con asombrosa rapidez. Con horror, Soulbreaker comprendió que el otro estaba dándole el tiempo que necesitaba para poder huir del planeta con el valioso objeto.

— ¡Noo, Slimdeam, no, no nooo!

El viejo cronista se arrojó sin miedo al enjambre de barredores que se abalanzaba sobre él, como si de pronto hubiera olvidado su costumbre de atacar solamente cuerpos inertes; mientras la cápsula se elevaba de manera inexorable hacia el espacio, el autobot pudo ver, entre sus gritos y los golpes que lanzaba contra la puerta, cómo el viejo hacía un giro digno de un guerrero de primer nivel para derribar a uno de sus enemigos. Pudo ver su actitud, fiera y aguerrida, y sus ojos brillando por primera vez, al tiempo que se entregaba a la muerte cumpliendo con su misión. Entre rayos que fallaron por una distancia mínima, la cápsula se elevó por los aires, abandonando suelo terrestre y a un cronista en medio de un mar de barredores que finalmente se comerían sus restos cuando su energía se agotara, o sus heridas fueron demasiado graves; cuando Soulbreaker se cansó de gritar y aporrear las paredes de la pequeña nave, quedó sentado en el suelo, la espalda apoyada contra la superficie de frio metal, con la vista y los oídos cerrados, intentando en su desesperación escapar de la horrible agonía que lo aquejaba. ¿Quién era él en esos momentos? Habría dado cualquier cosa por poder ser un cronista como Slimdeam, y poder dejar un registro de esa gloriosa batalla en la que salvó una vida, pero sólo era un técnico al que sus capacidades le servían de nada. En la historia, todos alababan a los grandes héroes, que con sus mazos y sus brillantes fuselajes surcaban los cielos enfrentando a los rivales, pero los que realmente sustentaban la historia, con su vida y sus cuerpos eran los más insignificantes, aquellos a los que los registros ignoraban por no ser fuente de inspiración suficiente; se trataba de seres como Slimdeam, un autobot amargado y solitario, que sin embargo había comprendido mucho mejor que él que era primordial poner a salvo el objeto. Pero todo eso era su culpa, si él no hubiera tardado en quedarse a mirar el cuerpo de Wheeljack, quizás ambos habrían escapado, ahora era demasiado tarde para salvarlo.

—Lo siento Slimdeam…

Sus memorias servirían de poco para retratar el heroísmo y la furia con que el viejo había enfrentado al rival, y la forma en que en sus ojos se dibujara el brillo del auténtico guerrero; en caso de sobrevivir a los barredores o a ese decepticon que se encontraba con ellos, sería difícil que pudiera transmitir lo visto de la manera correcta. Jamás imaginó que ser responsable de una vida, o de una muerte, pesaría tanto.


Algunas horas después, Soulbreaker hizo lo posible por recuperarse e ingresó el nuevo curso en la computadora de la cápsula, sin poder divisar perseguidores. Sabía que Hot rod lideraba a los autobots luego de la muerte de Optimus y que estaban de forma provisional en el espacio en medio de una tensa tregua con los decepticons, pero eso no lo ayudaba a definir dónde estaban y en la nave no encontró otro tipo de registro; optó por dirigirse a Luna Solire, un asteroide mecánico a dos marcas estelares del sistema solar, es decir a nueve horas a velocidad estelar. Mientras tanto sólo podía esperar.


3


Aún en la Tierra, entre los restos de cuidad autobot, Runflight establecía comunicación con alguien en Cybertron.

—Te digo que no he encontrado nada.
—Estaban construyendo algo, no puede ser de otra manera.
—Eso ya me lo dijiste.
—Entonces has algo y encuentra lo que sea que hayan hecho, es necesario, lo que te estoy pagando es mucho.
—Está bien, haré lo que sea necesario.

La comunicación se cortó. A su llegada a la Tierra, Runflight tomó a la ligera el trabajo por el que le habían pagado, pero al ver a esos autobots escapar tan apresuradamente, supo al instante que era cierto ¿Qué era lo que el otro se llevó al espacio? Los barredores sólo sabían comer y eso era útil para sus planes, no tendría que preocuparse porque alguien dijera lo que él había visto; de momento era mucho más conveniente seguir la pista en el espacio de esa cápsula, y ver si el objeto le era más valioso a él que la paga ofrecida.



Próximo capítulo: Falta de liderazgo.

Maldita secundaria capítulo 16: Encuentros



Martes 23 Octubre

Alberto cerró la puerta de golpe.

—Cielos, ésto es lo... no, no voy a decir nada, absolutamente nada.

Fernando estaba tomando en sus brazos a la desmayada Teresa.

—Deja y hablar y ayúdame.
—No puede ser —dijo Carolina mirando por la ventana— los maestros están haciendo que todos vuelvan a las salas.
—No importa, sólo hay que salir sin llamar la atención.
— ¿Cómo salimos con una desmayada sin llamar la atención?
—No lo sé, solo aparenten que todo va bien, no vamos a resistir seguir llamando la atención tan seguido.

Poco después Teresa estaba en la enfermería y los demás se reunieron en la recepción.

— ¿Señorita Bastías, que tiene nuestra amiga?

La enfermera estaba muy seria, y tomó el teléfono marcando velozmente el número.

—Hola. Gabriela, necesito tu ayuda, tengo un caso acá en la secundaria, necesito que me envíes una ambulancia ahora mismo.

Dani y los demás se miraron alarmados.

—No me importa lo que diga tu jefe, déjame a ese viejo a mí, tengo un posible shock. De acuerdo, dile al chofer que entre por... si, por esa calle... cinco minutos, genial, gracias.

Cortó y se puso de pie.

—Vayan a clase, a Teresa la van a recoger ahora mismo.
—Pero díganos que es lo que le pasa.
—Eso lo tienen que decir los médicos —sentenció la señorita Bastías— pero no creo que sea un simple desmayo. Ustedes dos —indicó a Leticia y a Luciana— son sus amigas, acompáñenla a la ambulancia, los demás vuelvan a clase.

Y sin más los dejó por fuera de la oficina. Alberto comenzó a entrar en pánico.

—Ésto es tremendo, espero que esté bien.
— ¿Bien Carolina? —se escandalizó el más pequeño— ¿no se dan cuenta? El estado en el que está Teresa podría ser obra de los espíritus, ahora no sabemos cómo atacan; hay que ir a urgencias.
—No podemos saberlo —terció Dani— además, por lo mismo, si están pasando cosas, no podemos dejar sola la secundaria. Hay que esperar a que las chicas nos den alguna novedad, y mientras tanto estar atentos a lo que pueda pasar aquí.

Más tarde, Leticia y Luciana estaban en la sala de espera de la urgencia, aún sin novedades.

—Oye —dijo Luciana después de bastante rato de silencio— lamento lo del otro día, no quería ser agresiva.
—No tiene importancia —replicó Leticia— de todos modos ninguna de las dos ha sido amable.

En eso llegaron los demás.

— ¿Tienen alguna novedad?

Leticia se cruzó de brazos.

—Los padres de Teresa llegaron y se encerraron con un doctor en una oficina y aún no salen, así que no pinta muy bien que digamos.

Soledad se sentó a un costado.

—Ésto es muy preocupante, incluso tiendo a creer en lo que decía Alberto, ya ha pasado bastante rato y no hay noticias, yo esperaba que para cuando llegáramos ya estuviera bien.
—No hay que hacer conjeturas —intervino Dani con cautela— por lo menos no ha pasado nada más grave, ya saben que las noticias malas son las que vuelan; además no pasó nada en la secundaria, eso también es distinto.

En ese momento apareció Teresa acompañada de sus padres, y a pesar de lo que todos podían esperar, se veía muy tranquila; la joven se apartó de sus padres y caminó hacia el grupo.

—Teresa, estábamos muy preocupados —le dijo Carolina— ¿qué te pasó?
—Nada grave, disculpen por haberlos preocupado.

Hizo una pausa.

—Escuchen, hay algo de lo que no les he hablado; hace un tiempo me detectaron cáncer.
— ¿Qué?
—Así es; pero no es grave, es decir, en su momento lo fue, mis padres lo pasaron bastante mal, pero afortunadamente la enfermedad fue detectada a tiempo.
—Pero si se resolvió —le preguntó Soledad— ¿entonces qué pasó?
—Después que terminé el tratamiento, me prescribieron una serie de medicamentos, y tengo que ser rigurosa con eso para mantenerme estable, así me evito problemas, pero con todo lo que ha estado pasando me descompensé y por eso terminé aquí.

Dani no dijo nada, pero estar en esa situación le recordó otras escenas de antes; por supuesto, había algo que habían dejado pasar, y que él personalmente no había retomado, pero estaba casi seguro.

—Teresa, me alegro que estés bien.
—Muchas gracias Lorena.

Alberto consideró que ya la pausa había sido suficiente e intervino.

—Chicos, no es por ser alarmista, pero aunque lo de Teresa no haya sido nada de lo de los espíritus, sospecho que igual hay algo que pasa en ese sentido.

Fernando lo miró sorprendido.

— ¿Y en qué te basas?
—Me baso —respondió lentamente— en que por alguna razón, desde que nosotros estamos involucrados, han cambiado las cosas; por ejemplo, hay sistemas eléctricos afectados, mobiliario que ataca a las personas, ¿por qué no iba a haber algo que nos afectara directamente? Al fin y al cabo ustedes mismos nos dijeron que los espíritus de los secuestradores los agredían, y está claro que no todo sigue como antes.

Lorena y Dani se miraron.

— ¿Tú dices como si ahora pudieran hacer que tuviéramos problemas de salud?
—Sí.
—Es posible Alberto, pero la verdad es que todo es tan reciente que no lo podemos saber; de todos modos hay que estar pendientes.
—Si —comentó Dani— hay que tener todos los factores en cuenta; Teresa, me alegro de que finalmente todo esté bien, pero no debes descuidarte, sobre todo por todo lo que estamos pasando.

Alberto no dijo nada. Había una teoría que estaba creando en su mente, pero aún necesitaba tiempo para madurar la idea y ver si estaba en lo cierto.

Alrededores de la secundaria
Por la noche

Alberto estaba cerca de la puerta del estacionamiento, preparado para entrar; estaba más nervioso en esa ocasión que cuando habían entrado con los demás a la bodega, quizás porque estaba solo y había una enorme cantidad de cosas que podían salir mal.

—Bien —susurró para si— no es tan terrible, voy a entrar...

En ese momento alguien se deslizó por la vereda hacia él.

—Rayos.

No tenía donde esconderse y francamente no pasaba desapercibido; pero unos momentos después comprobó que era Hernán.

— ¿Y tú que haces aquí?

El rapado lo miró de arriba a abajo.

—Es divertido que tú me preguntes eso.
—Si, cierto, yo estoy entrando, tengo que hacer unas averiguaciones, ¿y tú?
—Evitando que te mates en el intento, entremos por ese lado, no por acá.

Entraron por un costado y caminaron silenciosamente hacia la bodega.

—Por cierto, ¿cómo es que Dani supo que yo estaba aquí?
—Dani no sabe que estoy aquí —respondió el rapado— ésto es culpa de Lorena, por lo visto empezó de nuevo con lo de las visiones, porque me llamó, parece que fui el primero al que encontró.

Eso pareció escandalizar al más pequeño en vez de tranquilizarlo.

— ¿Quieres decir que los demás vienen para acá?
—Claro que no, le dije que no era necesario. Ahora dime que hacemos acá a ésta hora.

Alberto sacó de un bolsillo un aparato electrónico y lo acercó a la puerta de la bodega.

—Ésta maquinita detecta las variaciones de la energía —siempre supe que las clases de electrónica servirían para algo— y quiero usarla para descubrir si aquí continúa pasando lo mismo.
— ¿Y cómo pretendes entrar sin las llaves?

Alberto fingió un estremecimiento.

—Por ahora no es necesario entrar, la energía que corresponde a Matías y a los secuestradores es tan fuerte en ésta zona que no es necesario.

Hernán se cruzó de brazos mientras el más pequeño registraba el área.

—Creo que tenemos un problema —resolvió apagando la máquina— porque mi invento no registra nada.
—  ¿Y entonces?
—Mañana a primera a hora tenemos que hablar con los demás, hay que hablar de algo importante, creo que Matías está perdido.



Próximo capítulo: Respuestas absolutas