Maldita secundaria capítulo 14: Cambios inesperados



Sala de libros
Lunes 22 Octubre

—Disculpen el retraso —dijo Teresa entrando— pero ya llegué.

Alberto se acercó a uno de los libreros.

—Me encantó la idea de tener ésta base de operaciones acá, es un lugar simple y no muy visitado.
—Sí, es cierto...

Dani no alcanzó a decir nada más, cuando sintió como el pomo de la puerta giraba lentamente.

—Se suponía que la dejé con pestillo —susurró Teresa.
—Nunca se me ocurrió probar desde afuera —se excusó Dani— pero podemos hacer lo del otro día.

Rápidamente repartieron libros, un segundo antes que apareciera el inspector Vergara en la sala. El hombre les dedicó una de sus habituales miradas autoritarias.

—Buenos días.
—Buenos días inspector —lo saludó Dani con una sonrisa espléndida— ¿ya es hora de clase?
—Faltan cuatro minutos —replicó el otro con una expresión indescifrable en el rostro— ¿a qué se dedican?
—Estamos preparándonos —respondió Teresa tratando de sonar creíble— ya está finalizando el año, así que adelantamos para los exámenes del año entrante y para el futuro.
—Debe ser una preparación muy exhaustiva si además de todo incluye textos de energía nuclear.

Dani sabía que desde tiempo Vergara estaba tras ellos; Teresa respondió con más convicción de la que realmente sentía.

—Es importante porque tiene que ver con lo que pretendo estudiar.
—Qué interesante, coménteme más.

Alberto, que estaba casi fuera de vista del inspector golpeó los dientes unos con otros para que ella entendiera el mensaje.

—Se trata de una carrera muy importante.
—Lo imagino.
—Y ésta área —señaló el libro— tiene que ver con comida.
—No veo de qué manera.

Alberto contuvo un ataque de risa; casi sin moverse estaba tratando de transmitir en mensaje, de modo que puso cara de dolor e hizo lo que él consideraba un disimulado gesto de taladro con un dedo.

—Claro, porque cuando no se cuida el cuerpo después de la comida puede haber graves consecuencias, así que esta carrera es importante en la medicina, quiero estudiar radiología para exámenes.

Alberto se tragó un suspiro de alivio mientras Leticia tiraba al suelo su libro para desviar la atención.

—Ay que tonta, se me cayó.
—Trate de no sufrir por eso —replicó el inspector saliendo— no se tarden en ingresar a clase.

Fernando se asomó a la puerta unos segundos después.

—Ya se fue.
—Déjenme adivinar —comentó Alberto— Vergara es uno de los problemas extra de los que tenemos que ocuparnos.
—Y tiene una increíble capacidad para aparecer en los lugares incorrectos —comentó Leticia— pero no sólo está él, Carvajal también es un problema.
—Y al final no hemos avanzado mucho —se quejó Fernando.
— ¿Como que no? —se escandalizó Alberto— ya nos pusimos de acuerdo, tenemos algunas luces de lo que deberíamos hacer y ya quedamos en que no hay que estar solos. Propongo entonces que hagamos patrullajes periódicos, es la única forma de saber si es que se teje algo con los espíritus.

Primer recreo
Sala de química

—Es una ironía que se te haya quedado un libro justo en ésta sala después de la escenita de más temprano.

Teresa tomó el libro y se acercó a la puerta.

—Gracias por acompañarme, ahora vamos a ver si es que está pasando algo en el patio.

Alberto se acercó a la ventana.

—Qué extraño, tenía la sensación de que hoy iba a ocurrir algo como para recibirnos, pero parece que las cosas están calmadas.

En eso una silla se elevó por los aires y voló directo hacia Teresa.

— ¡Nooo!

Mientras, Dani y Soledad estaban caminando por el último patio.

—Oye Dani, ¿tú crees que los nuevos sean realmente de ayuda?
—Espero que sí, aunque a decir verdad, ellos se han tomado las cosas mejor que nosotros al principio.

Soledad sacó el teléfono celular de su bolsillo.

—Creo que lo mejor es que veamos cómo van los demás. Ay no...
— ¿Qué pasa?
—Mira, no hay señal.
—Ah, pero no te preocupes, llama desde el mío... —dijo él sin darle importancia— que extraño, tampoco tiene señal.

Se miraron, llegando ambos a la misma conclusión.

— ¿Crees que sea por los espíritus?
—Prefiero salir de dudas —dijo poniéndose los guantes— adelántate y trata de encontrar a alguien más, enseguida te alcanzo.

En tanto, en la sala de química, Teresa estaba aprisionada contra la puerta por una silla que le atrapaba la cabeza entre las patas. Aún tenía espacio para respirar, pero la fuerza que estaba moviendo la silla estaba haciendo más presión contra la madera; mientras tanto Fernando trataba de quitar la silla.

—La próxima vez que diga que las cosas van bien, alguien que me golpee.

Fernando en tanto luchaba inútilmente por mover la silla.

—Deja de hablar y ayúdame.
—Lo más probable es que eso lo esté haciendo Matías, así que si se trata de energía, lo que tenemos que hacer es que se consuma de alguna manera...
—Alberto, lo que sea que vayas a hacer, hazlo ya.
—Si, está bien, mi culpa, solo tengo que hacer ésto...

Se acercó a un mechero y lo encendió, pero sorprendentemente la llama que salió del mechero casi llegaba al techo y era muy superior a lo que en realidad podía salir de ahí.

— ¡Pero que estás haciendo, nos vas a quemar vivos a los tres!

El propio Alberto retrocedió extrañado ante el resultado, que claramente no era el que se esperaba.

—Alberto, ayúdame con algo que no nos mate a todos.

Alberto sacó el celular y se acercó a la ventana para marcar mientras Fernando intentaba sin resultados quitar la silla, que ya comenzaba a hacer marcas en la puerta.

—Hola.
—Luciana, ¿estás sola?
—Si, ¿por qué?
—Estamos en química, ¡auxilio!

Luciana se apuró hacia el pasillo donde estaba la sala de química, pero la voz de Alberto la detuvo antes de tocar el pomo de la puerta.

— ¿Luciana?
—Soy yo.
—Estamos en problemas aquí, tienes que evitar que la gente se acerque a la puerta hasta que lo solucionemos.
— ¿Pero qué quieres que...?

Iba a decir algo más, pero volteó y vio que la maestra Santelices iba con un grupo de estudiantes. No supo qué hacer, pero con toda la gente ahí, hizo lo único que se le ocurrió y fingió un espectacular desmayo. Una vez en el suelo se quedó muy quieta, y sintió como se le acercaban, pero vio que en vez de aproximarse a ella, la maestra iba hacia la puerta.

— ¡Noo!

Se abalanzó sobre la maestra, que por milagro consiguió mantenerse equilibrada con ella prácticamente abrazada a sus piernas.

—Maestra... ¿qué pasó?
—Iba a buscar unas sales, pero por lo visto ya estás mejor, te llevaré a la sala para que te sientes.
— ¡No!
— ¿Por qué no?

Luciana hizo que la mujer se le acercara más.

— ¿Caí en alguna posición indigna?

La mujer la miró con infinita condescendencia.

—No. Ahora no se preocupe y acompáñeme a la sala.
— ¿Pero y no me va a acompañar a la enfermería? No me siento muy bien.
—Supongo que podría mandarla con uno de los chicos.
— ¿Solo con uno, no va a ir usted?
—No la veo tan mal como para necesitarme a mí y a todo un curso.
—Pues no pero...

Precisamente en ese momento la puerta de la sala se abrió, y salieron los chicos acompañando a Teresa que se cubría el cuello con las manos.

En tanto, en el primer patio, Soledad se encontró con Hernán.

—Hernán, ¿has visto a alguien más?
—No, ¿por qué, qué pasó ahora?
—No hay señal en los celulares, y con Dani creemos que puede ser algo de los espíritus.

Hernán comprobó en su móvil que no había señal.

—Diablos, revisa por acá, yo iré a la parte de adelante.
—Está bien.

El rapado se alejó a paso rápido hacia adelante, mientras Soledad se acercaba a las escaleras, pero Carolina y Lorena aparecieron bajando atropelladamente.

— ¡Baja, aléjate!

Solo alcanzaron a llegar abajo, cuando una voz las interrumpió.

— ¡Señoritas! ¿Qué es lo que...?

La inspectora Carvajal iba a decirles algo más, pero su expresión mutó en una mueca de espanto; acto seguido cayó desmayada. Las chicas voltearon hacia la escalera, y se toparon casi frente a ellas con dos enajenados.

—Diablos, estamos en problemas.

Pero antes que pudiera pasar nada más, por los altavoces se emitió un agudo sonido que parecía una falla de audio. Las chicas se taparon los oídos con el ruido, pero cuando volvieron a mirar, lo dos enajenados estaban de pie frente  a ellas, cabizbajos y totalmente inmóviles.

—Qué extraño, no se mueven.
—A lo mejor el ruido los afectó, puede ser parecido a los golpes en la cabeza.

Soledad volteó para mirar a la inspectora Carvajal que seguía tendida en el suelo.

—Tenemos que ayudar a la inspectora.
—Yo ni lo intentaría —dijo Carolina— si esos dos estaban así, es probable que hayan más, dejémosla ahí y vamos a ver qué pasa  con los demás.

Por otro lado, Hernán estaba en el segundo piso del primer edificio cuando sonaron los altavoces, y se sorprendió al encontrar a dos de ellos de pie e inmóviles frente a una puerta.

— ¿Y a éstos dos que les pasa?

Iba a devolverse por el pasillo cuando pensó que en realidad, fuera de cualquier situación, era extraño que los dos estuvieran frente a la puerta de esa salita, así que los rodeó y se acercó.

— ¿Hay alguien ahí?

Se sintió un poco ridículo hablándole a una puerta al lado de dos zombies, pero al cabo de un rato sintió ruido adentro.

— ¿Hay alguien? Es Hernán.

La puerta se abrió y salió Leticia.

— ¿Estás bien?
—Si, ¿y a esos que les pasó?
—Seguro fue por el sonido, ahora vamos.

Abajo, en el pasillo junto al segundo patio, se encontraron Soledad, Carolina y Lorena con Teresa, Alberto, Luciana y Fernando, y al poco regresó Dani y Leticia con Hernán.

— ¿Escucharon eso? —comentó Luciana— ese ruido de los altavoces sí que fue raro.
—Pero la buena noticia es que parece que eso afecta a los enajenados —dijo Leticia— así que tendríamos que irnos a las salas.

Alberto chasqueó los dedos.

—Sería genial poder haber grabado ese sonido, la frecuencia seguramente es muy anormal y eso nos ayudaría a defendernos en cualquier situación peligrosa.

Los demás lo estaban mirando muy fijamente.

—Está bien, de acuerdo, solo era una hipótesis.

Hernán se apoyó en una muralla.

— ¿Qué les pasó a ustedes?
—Teresa estuvo en riesgo pero logramos salir adelante —explicó Fernando— aunque ahora la puerta de química tiene algunas marcas.
— ¿Qué pasó?
—Una silla salió disparada y la atrapó.
—Cielos.
—Es un milagro que no me haya pasado nada grave —dijo la aludida con voz ahogada— me asusté mucho.
—Suerte que lograron salir de esa —comentó Lorena— debe haber sido difícil.
—Puse un afiche, pero luego habrá que ver que hacer para cubrirlo —dijo Alberto— o no sé cómo vamos a explicar que la puerta tiene marcas casi como agujeros en ella.

En ese momento los altavoces volvieron a emitir el intenso y agudo sonido de antes; todos se taparon los oídos, pero Hernán gruñó irritado ya que estaba precisamente debajo de un parlante.

—Diablos, voy a quedar sordo.
—Es mejor que nos vayamos a las salas antes que nos vean afuera —comentó Dani— el recreo ya terminó.

Pero el rapado comenzó a caminar hacia el otro extremo del patio, directo a una pequeña bodega.

—Luego los alcanzo.
—Ten cuidado —dijo Dani.

Alberto iba a decir algo, pero Dani le hizo un gesto con la mano.

—Ah, es decir que...
—No te hagas ideas Alberto, Hernán es...

Iba a decir algo más, pero se quedó quieto mirando hacia adonde había ido el rapado; el inconveniente con los altavoces podía muy bien no ser normal, pero fuera de eso, en esa bodega había una toma de energía, un puente que conectaba los motores con las edificaciones de atrás. De pronto miró a Lorena, y vio en ella la misma expresión, ella estaba pensando lo mismo.

—Fernando, ve por Hernán.
—Está bien pero...
— ¡Ahora!

Fernando apuró el paso; Dani nunca subía la voz, así que si lo había hecho era porque pasaba algo malo.

—Hernán.

El otro estaba muy cerca de la bodega; en ese momento recordó que había reclamado por el sonido, eso significaba que podía tener los oídos tapados.

— ¡Hernán!

Aún no escuchaba. Fernando comenzó a correr hacia él, pero parecía demasiado lejos, y con el corazón oprimido volvió a gritar mientras gesticulaba desesperadamente.

— ¡Hernán! ¡Quítate de ahí! ¡Hernán!

Después fue demasiado tarde. La bodega hizo una explosión sumamente ruidosa que lanzó al rapado al suelo.



Próximo capítulo: Última oportunidad

La traición de Adán capítulo 11: La única




Todo se convirtió en un infierno en tan solo pocos segundos. El balazo que había atravesado uno de los dos cuadros provocó miedo y algunos casos de histeria, además de detonar los flashes de los periodistas ávidos de nueva información; Adán reaccionó de inmediato, ordenó al jefe de guardias que se llevara a Carmen al interior de la galería, pero no fue fácil porque ella intentó acercarse a las obras.

– Suéltame.
– Venga conmigo, es por su propia seguridad.

El jefe de guardias se llevó casi arrastrando a la artista al interior de la sala, mientras la confusión y el pánico cundía en el lugar; todo se estaba yendo al diablo, pero no iba a perder el control, así que levantó la voz por sobre el barullo y los sollozos que comenzaban.

– Escúchenme, ha ocurrido un lamentable accidente, pero no hay ningún peligro, no hay heridos. Por favor sigan las instrucciones del equipo de guardias, si cualquiera de ustedes o sus acompañantes necesita asistencia por el stress del momento no dude en pedirla, esta organización corre con cualquier gasto involucrado. Si tienen preguntas pueden hablar conmigo, mi nombre es Adán Valdovinos.

Sus palabras surtieron el efecto deseado y la mayoría de los asistentes a la gala volvieron a su centro, aunque desde luego el nerviosismo continuaba y era evidente que la inauguración ya estaba suspendida. Una dama de la que no recordaba apellido se le acercó temblorosa.

– Muchacho, tengo la garganta seca con este susto, podrías hacer algo.
– Desde luego –respondió tomándole una mano con coqueta dulzura– déjelo todo en mis manos.

La mujer sonrió nerviosa, y Adán le encargó al personal de banquetería que ofrecieran agua mineral, tragos suaves e infusiones frías a discreción, mientras las voces de los periodistas no paraban de insistir. Miró en todas direcciones, Pilar estaba entrando a la galería, los invitados importantes aún permanecían, solo se habían ido unos pocos, ahora el alcohol y la curiosidad habían reemplazado al miedo anterior y eso podía ser aún más peligroso. El jefe de los guardias volvió.

– Una asistente de enfermería y la hija están con Carmen –le comentó en voz baja– voy a hablar con la policía, ya me avisaron que vienen en camino.
– De acuerdo, manténgame informado de todo.

La expectación era total, y sin más alternativas por el momento, Adán se acercó al espacio reservado para los medios especializados en arte que de pronto se habían vuelto caza recompensas de la crónica roja.

– Señor. ¿Tiene alguna idea de lo ocurrido, que piensa de este atentado?

Ahora ya era un atentado, así que si sería la noticia del día después de todo.

– Lo que ha ocurrido ha sido un accidente –explicó con total convicción– nuestro equipo de seguridad ya confirmó esta información.
– ¿No le parece extraño este hecho en la noche inaugural de la galería de arte?
– Los accidentes ocurren inesperadamente, por eso son accidentes –respondió con convicción– ustedes han visto noticias igual que yo de personas heridas o muertas por mala manipulación de elementos peligrosos, lo importante aquí es que no hay personas heridas, los daños estructurales son irrelevantes, de hecho la obra dañada es una réplica que teníamos proyectado mostrar al público como parte del tema central de la exposición.
– ¿A qué replica se refiere?
– A una pintura histórica, pero comprenderán que no puedo revelar de que obra se trata por una cuestión de sentido común. Nos pondremos en contacto con ustedes para informar de la nueva fecha de inauguración de la galería.

Dio las gracias y se alejó, dispuesto a tranquilizar a cada asistente respondiendo preguntas y entregando palabras de apoyo.
Micaela miró fijamente a Esteban.

– Creo que te cobro las cervezas.
– Tienes razón, vámonos de aquí, parece que ya terminó el espectáculo.

Poco después estaban en un bar, donde todos los miraban de arriba a abajo desde la entrada.

– Somos demasiado sexys para este lugar.
– Parecemos un par de lunáticos –comentó ella– vestidos de gala pidiendo unas cervezas y aquí. En todo caso me alegro.

Lo dijo con auténtico sentimiento, pero se arrepintió al instante, solo que demasiado tarde.

– ¿Por qué lo dices?
– Porque no me gustan éstas cosas, no es mi estilo estar vestida así, maquillada y todo.
– Te ves muy bien.
– Pero lo que ves esta encima de mí, no soy yo. Si quieres saber quién soy, pues soy la que viste en el departamento, relajada, con el pelo suelto, ropa cómoda y una buena charla, no ésta.
– Pero igual pudiste haber ido de otra manera.
– No lo hice porque esto –se señaló a si misma– es lo que hago para burlarme del mundo que cree que una mujer es solo bonita si se cree una modelo. Yo les digo ''aquí tienen lo que quieren, pero a mi jamás''

Esteban bebió de su enorme vaso.

– No lo había pensado de esa forma pero quizás es algo parecido a lo que siento yo cuando estoy de trabajo; no me gusta el traje ni eso, no soy mejor por mi corbata pero por Dios que me siento bien cuando estoy en mi estilo. ¿Oye y te gusta la música? Va a haber un concierto de Replicantes, podrías ir conmigo.

Y le gustaba el rock. Solo le faltaba ser mujer para haber sido el partido perfecto. Micaela sonrió.

– ¿Y quedan entradas?
– Si, a mí sí.
– No te entiendo.
– Mi primo trabaja en una disquería especializada y tiene algunas así que si te animas...
– No me gusta tanto Replicantes, pero es buena idea escuchar una o dos guitarras. Y ya vamos en la tercera cita, no puedo creerlo.

El rió alegremente.

– No te alarmes, ya te dije que no estoy tratando de conquistarte.

Adán entró en el taller donde Pilar intentaba sin éxito calmar a Carmen.

–¡Quiero ir allá ahora!
– Mamá por favor cálmate...
– Por favor mantengamos la calma.

Las palabras de Adán surtieron el efecto deseado, y Carmen se contuvo, aunque aún parecía bestia enjaulada.

– Los asistentes están trayendo los cuadros y tengo al jefe de guardias entendiéndose con la policía; ya di una primera declaración, luego veremos cómo proceder.

Finalmente los dos cuadros fueron traídos, y la artista descubrió la obra que había sido violentada: era la segunda de ellas.

–Maldita sea, estoy arruinada, estoy arruinada, no sé qué es lo que voy a hacer ahora.

Adán miró la imagen y comprobó que la tela había sido desgarrada en varias direcciones por causa del disparo. Estaba destruida. Pilar vio la imagen y algo en esa deformada ilustración le evocó algo, pero en el momento no supo detectar que era.

– ¿No puedes exponer sin esta obra?

Carmen no respondió. Estaba como loca, paseando de un lado a otro sin quitar la vista de la destruida imagen, hasta que de pronto se quedó quieta; Pilar temió una recaída, pero al oírla hablar de nuevo confirmo que estaba en perfectas condiciones, al menos físicas.

–La inauguración de la galería se suspende hasta que pueda restaurar esta obra. Ahora salgan de aquí, necesito trabajar.
–Pero...
– ¡Salgan de aquí!

Ambos salieron del taller. Carmen estaba herida, su orgullo estaba severamente dañado y necesitaba rearmarse, refugiándose en lo único que podía llenarla. Extrañamente Pilar se mostró más ofendida que preocupada, y en silencio salió del lugar. Adán apuntó ese comportamiento, y el mismo se quedó en silencio en la galería, enfrentando un enorme contratiempo en desarrollo en la noche en que debería haber comenzado su triunfo.
Eva San Román y Bernardo Cienfuegos iban a bordo de un taxi de vuelta al hotel Eiffel; ella había tomado nota de todo lo ocurrido, sobre todo del hombre que había manejado el escándalo, pero él estaba bastante molesto.

– Es increíble hacernos perder el tiempo de esta manera, y además exponer a la asistencia, pudo haber sido algo grave.
– El anfitrión dijo que había sido un accidente.
– Ja, esas cosas no ocurren así nada más, es mucha coincidencia que en el momento de la inauguración pase algo así.

Eva notaba algo más en sus palabras; tal vez esa artista tenía historia no oficial en ese país.

– ¿Qué tratas de decir?
– Los artistas son personas hormonales, seguro hay un lío de hombres o de egos y alguien hizo ese atentado por algo así, ya verás que se termina descubriendo algo parecido.

Era desagradable cuando se volvía tan elocuente, pero podría tener razón. De cualquier modo, pensó Eva, no pasaba de ser una anécdota sin importancia, no había ningún motivo para pensar que esa frustrada gala o sus asistentes terminaran por tener algo que ver con ella.
Adán entró en el taller pasada la media noche, y se había esperado encontrar a Carmen devastada o durmiendo, pero el escenario que se encontró fue totalmente distinto: había lienzos garrapateados por el suelo, paletas de pintura, y Carmen como protagonista de ese desorden, con pinceles en mano frente a los dos cuadros, el inmaculado original junto a la destruida replica; el efecto mágico e hipnótico de las obras había desaparecido, y en un tercer atril junto a los otros dos, quedo claro cuál era el motivo de toda esa desesperación: la pintora trataba de hacer un nuevo cuadro como el segundo.

– Carmen, debes descansar.
– No estoy cansada, tengo muchísimo que hacer.

Sus palabras no estaban surtiendo efecto y eso ya era preocupante. Adán optó por acercarse más y usar su poder de convencimiento.

– Podrás trabajar mucho mejor cuando hayas dormido y descansado un poco.
– No tengo sueño.
– Pero necesitas descansar.

Cuando la artista se volteó hacia él, había en su rostro una expresión ida, que demostraba que en ese mismo momento no estaba viéndolo.

– No necesito descansar. Necesito rehacer esta obra, o que Bastián esté aquí para volver a hacerla. No es imposible, es solo que no tengo la imagen original, tendré que empezar desde cero.

Se volteó y regresó a su lienzo y sus colores, de modo que Adán decidió salir de ahí. Genial, ahora Carmen estaba en trance, y conociéndola, estaría así hasta que  lograra pintar el famoso cuadro. Dio unos pasos por la sala de exposiciones a medio iluminar, donde  el resto de los cuadros permanecían cubiertos por telas, pobres fantasmas abandonados a su suerte, tan solo espíritus creados en función de otro, dejados allí o en el olvido hasta que la cabeza de ese ser fuera reconstruida, que noche tan sorpresiva, que jornada tan extraña.
Adán iba a salir de la galería a dar una vuelta, cuando recordó que existía la posibilidad de encontrar algún indicio, porque lo que tenía claro es que el disparo no había sido accidental, era a propósito y solo le quedaban dos asuntos al respecto, uno de ellos descubrir quien había sido, el otro saber si de verdad el cuadro era el objetivo inicial.

– Como no lo recordé antes...

Fue a la recepción e ingresó al sistema de  seguridad, orientado exclusivamente al interior de la construcción ya que ahí es donde estaban los objetos de mayor valor. No podía modificar la orientación de las cámaras sin que se supiera, pero hacía un tiempo había cambiado de sitio un espejo en la recepción, de modo que quedó ubicado estratégicamente y permitía ver parte del exterior, que era donde se había realizado la única parte del evento que se consumó; comenzó  a pasar el registro a velocidad más rápida, esperando el milagro de ver un objetivo cumplido con facilidad, pero el rango de visión que permitía el espejo era reducido y las posibilidades también; terminó de ver pasar el registro sin haber encontrado nada que llamara su atención, y algo frustrado iba a apagar los sistemas cuando algo totalmente diferente despertó todo su interés. Dentro de los últimos segundos de grabación durante la fallida gala, mientras aún quedaban personas nerviosas despidiéndose, apareció frente al lente una mujer, pero no era una mujer común y corriente, eso se podía ver incluso a través del reflejo y la fría grabación; no se trataba de algo puramente físico, porque eso se puede ver habitualmente, tenía una figura proporcionada y esbelta, transmitía seguridad en sus gestos, era hermosa, de rasgos perfectamente delineados, ojos de mirada decidida y directa, pero había algo más que se podía ver en ella, se trataba de una energía, un aura en torno a su persona que la hacía única. Adán jamás había sentido fascinación por nada, quizás por el efecto irreal de los dos cuadros, pero esa noche, por primera vez en su vida, sintió que todo el resto del mundo se borró, y solo quedó  mirándola a ella, deseando haber estado físicamente ahí, sabiendo de antemano que solo verla sería un espectáculo para los sentidos, anticipando la maravilla de su compañía. Necesitó entonces conocerla, necesitó por sobre todas las cosas hablar con ella, y se sintió atraído por una fuerza magnética incomparable, que por primera vez lo hacía ver solamente una cosa, una persona, esa desconocida que a partir de ese momento ya era parte de su vida. Los segundos de grabación pasaron con tremenda rapidez, y luego su imagen se esfumó del reflejo, dejando al hombre totalmente deslumbrado ante esa aparición. Necesitaba conocerla, pero si estaba en la gala debía ser parte de la  lista de invitados, de modo que no sería difícil dar con ella. Veinte minutos después había podido localizarla, se llamaba Eva San Román, y el tipo que salía al lado de ella era el hijo del dueño de la constructora Del mar y Alzarrieta, por lo que era muy probable que ella fuera una importante ejecutiva de esa empresa, con la que coincidentemente estaban relacionados porque esa constructora era la dueña de las instalaciones de la galería. Al día siguiente a primera hora haría una visita al edificio de esa familia.
A la mañana siguiente Pilar despertó cansada, aunque no tenía sueño; en realidad todo era por lo que había pasado la noche anterior, y no se refería a  la forma en que le habían arruinado la inauguración a su madre, sino por la actitud de ella, y por lo visto no importaba cuanto tiempo pasara, siempre iba a ser lo mismo. Desde niña siempre se supo en segundo lugar, desplazada, porque su madre, la artista, tenía algo más importante que hacer, porque el arte era perfecto y lo único a quien se le debía dedicar toda la atención.
Esto provocó que Pilar se obsesionara con su madre, y desde entonces vivió en función de eso, de lograr captar la atención que le había sido negada, y todo tenía que ver con lo mismo, con conseguir destacar en algo que le diera la atención de su madre; y cuando creyó estar consiguiéndolo, sucedió la desgracia de hacía ocho meses, pero lo más doloroso de todo fue que,  a fin de cuentas, la ira de su madre no era ni por la supuesta acción de su hija,  sino por el daño que su maravillosa obra sufriera, por perjudicar su carrera y  su futuro. A veces Pilar se preguntaba que era en realidad lo que Carmen Basaure quería en la vida, cuál era su real objetivo en todo eso, y en muchas ocasiones la respuesta que aparecía en su mente era que ella en resumidas cuentas lo que ansiaba ver en sus obras era a ella misma admirándose continuamente.
Adán entró en el edificio de la constructora Del mar y Alzarrieta, que como buen ejemplo de la ocupación de la familia era moderno y atrevido, con un diseño que aparentaba estar inclinado y con paneles internos a la vista. Ya tenía concertada una cita con el  Gerente de proyectos nuevos, que extrañamente se mostró muy solícito a la hora de recibirlo. Se saludaron escuetamente, en una oficina que claramente estaba pensada para impresionar con las medallas de deportes y títulos del ejército que Bernardo Céspedes había conseguido. Adán se sentó frente a su escritorio como si ocupara un trono.

–Usted me leyó el pensamiento – le dijo de entrada, con aire superior – precisamente iba a buscar a alguien que tenga respuestas sobre lo que ocurrió ayer, estamos muy descontentos.

Así que no era el único que adelantaba trabajo, pero Adán no se dejaba impresionar fácilmente.

–Nosotros estamos muy angustiados, Carmen y yo decidimos suspender cualquier evento hasta que nuestro equipo de investigación resuelva esta situación.

El otro disimuló lo mejor que pudo una mueca de desprecio.

– ¿Cuál es el cargo que tiene?
–Soy asesor artístico de Carmen  y administrador de la galería de arte.

Céspedes frunció  el ceño. Por lo visto esperaba pisotearlo, pero no sería fácil.

–En esta constructora no nos gusta estar involucrados en escándalos de ningún tipo, por lo que se imaginará que no estamos satisfechos con esto.
–Me decía que querían contactar conmigo, debe haber algún motivo en especial.
–Si lo hay, y es que necesitamos separarnos de este tipo de escándalos.

¨Quiere cancelar el contrato con la galería¨

–Imagino que si, por eso es que vine a ofrecerle un trato que puede ser muy beneficioso.

El otro lo miró con desdén, seguro que no estaba acostumbrado a dejarse superar por nadie.

– ¿De qué se trata?
– La constructora Del mar y Alzarrieta tiene un perfil bastante bajo en el mercado, por lo que se caracteriza por realizar gestiones de manera silenciosa y lo que menos quiero es hacer algo que les perjudique –estaba usando estratégicamente las palabras– así que les propongo traspasar el edificio de la galería a una sociedad neutral que la maneje, así el nombre de Del mar y Alzarrieta no sufriría percance.

Céspedes frunció el ceño.

– Alguien le disparó a mi edificio en medio de una ceremonia, difícilmente alguien querría adquirirla actualmente, y por lo demás no nos reporta ninguna ganancia traspasar la galería cuando es más beneficioso terminar el contrato.

Era del tipo que acostumbra hablar mucho más de lo que en realidad pretende hacer, típica costumbre de militar que grita a sus subalternos aunque sean sus amigos.

– Por eso es que pretendo que la galería sea traspasada a una sociedad neutral, es un trámite administrativo que quita de circulación el nombre de ustedes pero los deja como dueños, aunque de manera momentánea.
– ¿Qué quiere decir con momentánea?
– Es el negocio de separarse de la galería, al menos en términos nominativos –explicó con total confianza – una vez que el tramite sea realizado, la galería seguirá generando ganancias como hasta ahora, solo que ustedes podrán tener ganancias de tres formas simultáneas, como dueños de la sociedad neutral, de manera oficial como accionista y además como accionista de algunas de las obras en exposición de la galería; en esta propuesta hay solo ganancias.

Céspedes se quedó en silencio unos momentos analizando la situación; Adán sabía que la práctica de ofrecer alguna obra para que tenga accionistas era atractiva, porque significaba un dinero extra de manera permanente y que venía de las exposiciones pagadas a las que Carmen siempre era invitada. Resultaba un negocio atractivo aunque a Bernardo le resultara desagradable el tipo, pero tenía algunas sospechas de él, así que necesitaba a alguien a cargo de sus acciones.

– Puede ser una buena idea, pero para hacer algo así necesito encargarle esta tarea a alguien de mi total confianza. Y tengo a la persona indicada para eso.

Llamó a través del interno de su teléfono de escritorio, y a los pocos momentos se abrió la puerta de la oficina. Bernardo se levantó hinchado de orgullo.

– Le presento a mi Gerente de proyectos Eva San Román.





Próximo episodio: El comienzo del paraíso