La traición de Adán capítulo 10: Presentación



Lo primero que hizo Carmen la noche anterior a la inauguración fue ir a la galería, donde como esperaba, encontró aun a Adán, aunque era el único pues había despachado a todo el personal.

– Adán, quiero ver el cuadro.

Ahí estaba la gran oportunidad, el momento perfecto en que el hombre daría el golpe indicado. Se había preparado para esa instancia y como siempre sabía muy bien qué decir.

– Carmen, hay algo más importante que debes ver; conseguí el segundo cuadro.

La artista asintió con cautela.

– Eso me tranquiliza momentáneamente, pero no ayuda con la amenaza que significa Bastián Donoso ahora mismo.
– Lo sé, pero algo me dice que no tendremos ningún escándalo o ya habría pasado algo. De todos modos eso aún no es lo más importante, descubrí algo que es lo primordial.

Caminaron juntos al taller, desde donde el hombre extrajo los dos cuadros escondidos, pero los mantuvo cubiertos aún.

– Necesito saber si estás totalmente repuesta de lo que te pasó.
– Claro que sí. ¿No me ves?  Fue un malestar nada más, estaba ansiosa y preocupada cuando estabas fuera y comencé a maldecir y protestar, me sentía abrumada y supongo que me subió la presión, pero eso es todo.
– De acuerdo, porque necesito que estés bien para lo que vas a ver, descubrí algo importante para ti.
– No le des más vueltas.

Estaba como de costumbre. Adán celebró la buena salud de la artista, pero tenía claro que lo que pasara de ahí en adelante sería dado en gran parte por el azar, todo dependía de la reacción de Carmen. Ya no podía esperar más, así que dispuso los cuadros en el ángulo perfecto, los descubrió, y se ubicó a un lado de ellos para que ella pudiera verlos en toda su magnitud.

– Oh...

La artista emitió una ahogada exclamación, pero se quedó inmóvil sentada en el taburete a dos metros de distancia de las obras, muda de admiración ante el efecto. Adán estaba concentrado en su reacción, pero no pudo evitar desviar la mirada hacia lo que estaba viendo. Al colocar las pinturas una al lado de la otra en cierto ángulo, la conjunción de formas y colores engañaban a la vista, haciendo que la obra cobrara vida; en la imagen seguía estando el hombre perfecto, separándose de las raíces de la Tierra y elevándose hacia un cielo magnifico, repleto de colores y formas que evocaban la paz y la armonía eternas, y con la presencia de ambas pinturas, cada milímetro de tela se veía no solo en relieve, sino que además en movimiento, haciendo que el espectador viera un cuadro vivo, donde las nubes en el cielo tenían una textura que casi podía tocarse, las hojas de las plantas se mecían suavemente, y parecía que la turgente piel del hombre casi podía tocarse. La creación de la tecnología mostraba imágenes en tercera dimensión con muchos avances, mientras que la mano humana y los colores reales habían dado origen a una maravilla que jamás dejaría de impresionar, tal era el encanto hipnótico de El regreso al paraíso.

– Adán –exclamó Carmen con un hilo de voz– esto es... impresionante.

Adán guardó silencio.

– Yo... nunca creí que lo vería hecho realidad...

¿Qué? Adán se quedó de una pieza. ¨ Hecho realidad¨ no era lo que esperaba oír.

– No te entiendo Carmen.

Ella se puso de pie, auténticamente maravillada, y por primera vez desde que la conocía, Adán tuvo la oportunidad de ver a la verdadera Carmen Basaure, sin arrebatos de ira, sin magnificencias, sin artilugios, y así, era como una niña pequeña, en cuyos ojos se veía con claridad la impresión y la fantasía.

– Tenías razón en lo que me dijiste Adán, esto es mucho más grande que el Regreso al paraíso, es la culminación de todo lo que siempre he buscado; Bastián no pretendió chantajearme, esto es un regalo.

Nada de eso tenía sentido. Adán decidió tomar el camino más directo.

– Sigo sin entender, dime de que estás hablando.
– El Regreso al paraíso es la obra de mi vida Adán, te lo dije desde un principio, es el motivo por el que he hecho todo en mi vida. En la época en que me involucré con Bastián estaba en pleno proceso artístico, tratando de descubrir mi verdadero norte y propósito; así fue como logré dar con la idea que compartí con él, y luego de eso dediqué años a tratar de plasmar mis ideas en el lienzo, pero siempre hubo algo más, la necesidad de llegar a un nuevo nivel; sentía frustración porque las obras de arte son tan relativas como el público que las ve, y quería conseguir un efecto único, algo que perdurara más allá de las personas o los puntos de vista. Hablé tanto con ese hombre –siguió con auténtica añoranza– que llegué a pensar que él debía ser el protagonista de mi obra y quien me ayudaría a terminarla, pero al final no fue así, y me dediqué a terminar la pintura sin creer que lograría esto, desgasté pinceles y lienzos sin fin y nunca lo logré, pero ese hombre hizo la otra mitad de mi obra, y consiguió esto, un nivel de detalle tan perfecto como el enfoque, como si mis pensamientos guiaran su mano. Adán, esto es lo que siempre quise, una obra viva, y por fin la tengo frente a mí, por fin tengo una imagen que no puede olvidarse.

Después de su declamación reaccionó y volvió a su centro, a ser la misma de siempre.

– Sé que tienes ambiciones Adán, lo entiendo y lo valoro, por eso es que quiero recompensarte por tu apoyo, por lo que has hecho por mí, y por traerme esta maravilla.
– Carmen, yo no...
– No, es lo justo. No puedes seguir siendo solo un asistente, siempre has estado por sobre eso, ahora mucho más. Voy a aprovechar la inauguración para presentarte como mi asesor artístico.

Esa vez el hombre no disimuló la sorpresa al escuchar las palabras de la pintora. Ser asesor artístico de alguien era llegar a otro nivel, volverse realmente mucho más que un asistente, porque como muy bien lo sabía, en el mundo del arte un asesor era la persona que llevaba la agenda y los tiempos, la única persona válida para conectar el atribulado espíritu del artista con el mundo exterior y ayudarle a plasmar sus ideas al tiempo que hacía que el común de la gente pudiera conectar con el resultado de su obra.

– No sé qué decirte Carmen, es un honor lo que me ofreces. Te lo agradezco mucho.
– No tienes que agradecerlo –replicó ella– es lo que te mereces, además te abre el campo laboral porque mucha gente querrá trabajar contigo. Lo único que te pido a cambio es que mantengas el secreto del origen del segundo cuadro.

Adán se mostraba verdaderamente sorprendido y agradecido. Fantástico.

– Nadie nunca lo sabrá.
– Excelente, entonces creo que tendrás que mandar a imprimir tarjetas de presentación. Ahora hay que disponer todo, tú encárgate de los últimos detalles, yo debo hacer algo.
– ¿Qué?
– Descubrir la frecuencia exacta de los cuadros. Para poder repetirlo.

La última jornada  antes de la inauguración  de la galería pasó en total calma, entre algo similar a letargo previo a acontecimientos importantes, y Pilar no sabía si se trataba de la calma antes de la tormenta. Estaba recluida en el hotel donde se había hospedado, arreglándose para estar presentable ante el evento, pero recordó que tenía que hablar con Adán para evitar que hiciera de su presencia un espectáculo, iría porque en realidad ansiaba estar presente, pero de ningún modo pretendía figurar allí ante las cámaras y los medios. Optó por un sencillo vestido negro con cuello alto con transparencias, largo hasta la rodilla, tacones a juego, el cabello recogido con elegancia y accesorios mínimos. Ya daban las seis de la tarde, faltaba muy poco.
Todo estaba dispuesto para la flamante inauguración de la galería de arte, los medios especializados estaban citados a las siete y media, el público a las siete cuarenta y cinco, por lo que a las siete en punto Adán ya tenía todo dispuesto. Estaba vestido con un hermoso traje negro de diseñador, con elegantes líneas grises que resaltaban su porte, colleras de plata y un osado arete de diamante que le daba un toque moderno; estaba seguro de su aspecto, sabía la impresión que iba a causar en todos a su alrededor, y esa noche más que cualquier otra tenía que destacar, ser el complemento perfecto para la galería y verse como el asesor artístico que desde el día anterior era. Tenía todo organizado, el personal de banquetera estaba dispuesto, el taller cerrado, la colección de arte dispuesta con perfección milimétrica en el gran salón, cada obra cubierta aún por sedas, y la terraza previa a la galería acordonada y con guardias, con el podio con micrófono listo y el sitial de honor para la obra máxima también dispuesto, listo para maravillar a todos, aunque los dos cuadros se quedarían aun en el taller bajo llave hasta el último instante. Ya era la hora.

– ¿Y cómo me veo?
– Cielos, pareces una estrella de cine.

Esteban no disimuló su sorpresa y encanto al ver a Micaela vestida para el evento; a ella en realidad no le gustaba el estilo modelito,  pero cuando tenía un evento de gala salía su lado perverso y se convertía en otra, solo para tentar a los hombres que jamás podrían tenerla y para provocar envidia en las mujeres, y era una estupenda terapia. Esteban por su parte no desmerecía, estaba de un azul eléctrico impresionante, sin corbata y ensenando el pecho fibroso como si de un galán latino se tratase, algo muy osado pero totalmente en su estilo y acorde con el evento.

– Tú estás muy guapo.
– Gracias. Y si ya estás lista, nos vamos.
– Por supuesto que no estoy lista –sonrió ella– nunca estoy lista a la hora, tengo que repasar mi brillo de labios y tomar mi carterita.

Los dos rieron.
En tanto, Eva San Román estaba lista para ir al evento al que estaba invitada. Era una mujer de 24 años, de figura impresionante en todo sentido, esbelta, de miembros marcados por el ejercicio aunque fina y elegante de movimientos, de cabello castaño largo hasta más abajo de los hombros, con movimiento y estilo, rostro proporcionado y hermoso, brillantes ojos color miel y actitud segura de sí misma. Había estado el último tiempo fuera del país terminando su perfeccionamiento en ciencias de negocios, la que había terminado como sobresaliente, y ahora volvía para hacerse cargo de un puesto importante en la Constructora Del mar y Alzarrieta, como encargada integral del servicio; por azares del tránsito aéreo llego al país a media tarde, con el tiempo justo para arreglarse y asistir a una gala artística por la inauguración de una galería de arte. Ya había terminado con el atuendo, un estilo sencillo en un vestido largo en tonos verdes, un regalo de un diseñador amigo, aretes de brillantes, una pulsera a juego, y estaba revisando su carterita de mano cuando tocaron al timbre de la habitación de su hotel. Era Bernardo Céspedes, hijo del dueño de la empresa en donde iba a comenzar labores, anfitrión en su llegada al país y gerente de proyectos nuevos, un hombre joven de aspecto rígido y militar, muy fuerte y grande.

– Buenas noches Eva.
– Gracias por venir a buscarme –respondió ella acercándose a la puerta– ahora salgamos para llegar a tiempo.

Ya le había parecido que él se volvía más rígido en su compañía, y notablemente más escueto, pero ya no la sorprendían esas actitudes; en la universidad siempre era lo mismo, hasta con los profesores, e incluso sus amigas la criticaban por no sacar provecho de ello; era verdad que en algunas ocasiones lo hacía, pero por regla general quería lograr las cosas en base a su capacidad.

Un presentador estaba amenizando la jornada, entregando a los medios de prensa algunos datos de la trayectoria de Carmen Basaure, mientras los invitados que estaban llegando eran recibidos por copas de licor y aperitivos, junto a delicadas réplicas en miniatura de diferentes obras de la pintora; Adán deambulaba de un lado a otro con gracia y estilo, saludando a todo mundo, haciendo comentarios ante lo que le decían todos, prestando atención a cada detalle del entorno y la realización mientras demostraba interés por todos los invitados que no le quitaban los ojos de encima, especialmente las mujeres. Sabía que Carmen y los espectaculares dos cuadros le quitarían protagonismo, pero solo para resaltarlo aún más cuando la artista diera públicamente los habituales parabienes y felicitaciones, destacándolo como su asesor artístico. Las cosas estaban dando nuevamente un giro, ahora en su favor, y solo faltaba que la autora y su misteriosa obra cumbre se presentaran. Divisó en un costado a Pilar, dispuesta a pasar desapercibida como se lo había propuesto, a varios funcionarios de Gobierno, empresarios, damas de alta sociedad, una exquisita mezcla para sus proyectos, alrededor de doscientas personas seleccionadas con pinzas para provocar y para conseguir impacto en distintas esferas, de modo que al día siguiente fuera el tema obligado en los lugares importantes. Carmen apareció por un costado de los telones de fondo dispuestos para la ocasión, vestida con una túnica bordada a mano y traída directamente de Senegal, con finísimos decorados en hilos dorados que dibujaban sobre un fondo azul un cielo estrellado, traje ideal para la jornada. El presentador la anunció, hubo un respetable y sobrio aplauso, y en seguida el propio Adán se escabulló por un costado junto a dos trabajadores. Les ordenó a los dos hombres que tomaran los dos atriles cubiertos con seda desde el taller, y con ciudado los llevaron al frente de la galería, para ubicarlos delante del telón de fondo y poder exhibirlos.

– Les agradezco la espera  –comentó cordialmente el presentador – ahora quiero hablarles un poco del presente de nuestra anfitriona, de nuestra amiga Carmen Basaure.

Carmen y Adán quedaron a un costado, a distancia prudente de los fotógrafos, mientras las miradas comenzaban a centrarse en las dos obras cubiertas de seda.
Y en ese momento la paz de la noche fue fulminada por un estruendo que cambió todo.
Un disparo venido de un punto ciego atravesó una de las dos obras, terminando por impactar contra los muros de la galería. Algunas mujeres soltaron gritos de miedo.




Próximo episodio: La única

Maldita secundaria capítulo 12: Sin temor



Jueves 18 Octubre
Plaza las flores

Los siete se reunieron en la plaza temprano antes de clases, en medio de un total ambiente de nerviosismo.

— ¿Crees que ésto sea buena idea?

Dani había dormido muy poco pensando en las consecuencias de todo lo que había pasado el día anterior, y aunque tendía a ser optimista, en esa ocasión no estaba seguro de sus propias decisiones.

—No, no creo que sea buena idea. Pero no tenemos alternativa, ya hablamos de eso.

Carolina se sentía mentalmente agotada.

—La señal que dejamos en la red debería funcionar; si aparecen aquí significa que tenemos razón.
—Lo que no me alegra especialmente —comentó Leticia— ahora mismo siento que caminamos hacia el abismo.

Fernando trató de sonar divertido, pero no lo consiguió.

—Que yo sepa estábamos cayendo en un abismo desde hace rato. Propongo que los dejemos  hablar en primer lugar.
—Ahí vienen.

Todos voltearon ante la advertencia de Hernán; por una de las calles laterales caminaban tres jóvenes del otro tercer año de la secundaria, una chica alta y de contextura fuerte, de cabello corto oscuro, otra, más baja de estatura, de figura voluptuosa, rasgos muy agraciados y cabello largo rubio, que a todas luces no encajaba en el uniforme de colegiala, y un chico, de rasgos bastante infantiles, pequeño y menudo de estatura, que perfectamente pasaba por uno de primer año, aunque su mirada y expresión era inteligente y vivaz. Soledad apretó los puños.

—Buenos días a todos. Es un enorme placer conocerlos a todos.

Quedaron enfrentados por un momento, Dani al frente de los suyos, el menudo joven al frente, a pocos metros de distancia y con cientos de preguntas reuniéndolos y a la vez separándolos.

—Hola.
—Si, hola, es un gusto conocerlos. Dani, Lorena, Hernán, Soledad, Carolina, Leticia, Fernando.

Se hizo un silencio; ninguno esperaba que la información fuera tanta.

—Nos presentamos, mi colega rubia es Luciana, mi otra colega es Teresa, y yo soy Alberto. Vi el mensaje que dejaron en Sured, así que aunque lo lamento porque tenía preparada una entrada espectacular, me parece genial que nos conozcamos. Ya era hora.

Soledad miró de uno en uno a los otros; Luciana estaba luchando contra sus propios nervios, de la misma manera que ella tiempo atrás. Que lejos parecían esos momentos.

—Esta situación es extraña, pero no los voy a privar de los detalles —dijo Alberto adueñándose de la escena— porque todo comenzó el Miércoles de la semana pasada, o al menos eso creíamos. Hasta que repentinamente fui atacado a última hora por cuatro chicos del cuarto año, nada excepcional dirán ustedes, excepto que en primera me cayeron a golpes sin ningún motivo, segunda, que parecían almas que se las lleva el diablo, y tercera, que cuando fui a hablar con los inspectores, nadie me prestó atención y todo el mundo parecía muy molesto por alguna causa. Reconozco que soy un poco paranoico, así que como ocurrió eso tan raro, decidí hacer algunas investigaciones porque pensé que había algún deporte nuevo como golpear gente o algo así. Y cuál es mi sorpresa al descubrir que Luciana quedó misteriosamente encerrada en el laboratorio de química, sin que la puerta estuviera cerrada ni nada por el estilo, y aparte mientras en la sala había un experimento que podía ser muy peligroso; a ella tampoco nadie la escuchó.

Leticia miró a Teresa; era una joven de contextura grande y fuerte, pero su actitud era totalmente opuesta a eso; era frágil y estaba asustada.

—Yo no presté atención al principio —dijo Luciana— y de hecho, tampoco tomé en cuenta a Alberto, aunque si me pareció muy raro como al día siguiente todos en la secundaria, incluso nuestros compañeros y los profesores, se comportaban de un modo muy extraño.

Fernando se sentía incómodo en esa situación, estaban prácticamente entregándose después de tanto proteger el secreto, y aún no sabían si estaban haciendo lo correcto o no.

—Pero yo seguí insistiendo —continuó Alberto— porque resulta ser que no lograba hacer encajar las piezas y me encantan los rompecabezas. Así que investigué, y caí en la cuenta de que desde hacía un tiempo se repetían hechos como ese, accidentes, agresiones y sucesos inexplicables.

Lorena estaba cada vez más convencida de que estaban haciendo lo correcto; todo lo que estaba pasando los llevaba allí.

—Este tipo de cosas siempre tienen un patrón común —explicó Alberto— y entre preguntas y averiguaciones, supe que si había algo en común: ustedes siete.

Hernán miró a Dani y a Lorena, que eran los únicos del grupo que se veían resueltos; él mismo tenía dudas, no quería arriesgarse a perder todo el esfuerzo por el que habían pasado.

—Un accidente ahí, un ataque allá, nada tenía sentido real por sí solo, pero el punto en común es que estaban involucrados todos ustedes, o algunos. Nunca nadie más. Y además, por favor, deben ser los estudiantes con la mayor cantidad de permisos autorizados y visitas a la enfermería de toda la secundaria, y aunque aún eso sería poco importante, solo bastaba unir datos para ver que las visitas a la Señorita Bastías y los permisos siempre estaban después de algún hecho fuera de lo común.

Teresa le tocó un hombro al pequeño.

—No le des más largas.

Alberto se removió un poco incómodo, claramente estaba siendo difícil para él, por mucho que estuviera dramatizando con tanto detalle; para él era necesario poner las cosas en contexto.

—Alguna pelea sin sentido —continuó con fuerza— y estaban ustedes. Un accidente raro e inexplicable, y estaban ustedes, y solamente ustedes, siempre. Llegué a creer que estaban detrás de alguna maquinación o broma macabra, hasta que Teresa me dijo algo que lo cambió todo.

La aludida intervino hablando en voz baja, aunque eso no disimulaba su nerviosismo.

—Ésto pasó el Viernes —explicó lentamente— tuve un sueño muy extraño, y tengo que explicarles que nosotros tres no teníamos ningún tipo de relación antes de eso; en el sueño estaba yo junto con Luciana y Alberto, en una extraña versión de los jardines de la secundaria, pero no solo estábamos nosotros, también había otra persona, un muchacho.

Carolina contuvo la respiración. Antes de escuchar el resto, ya sabía de qué se trataba.

— ¿Un muchacho?
—Sí. No podía ver su cara, pero si podía escuchar su voz, aunque esa voz no se parecía a nada que haya escuchado antes.

Soledad se sintió por un momento transportada a una escena pasada, pero a una real, no a una que fuese parte de un sueño.

—Solo dijo una cosa, pero fue muy claro: dijo "Ayúdenme"

Leticia nunca se mareaba, pero al oír eso se sintió auténticamente mal.

—Lo más inquietante de todo no fue eso, sino lo que vi después; después de esa extraña escena, vi a alguien más.

Dani supo en ese momento que habían tomado la decisión correcta.

— ¿A quién viste?
—A ustedes siete.

Lorena tragó saliva; esa era una visión mucho más clara que cualquiera de las intuiciones que ella misma había tenido hasta ese momento, pero al menos no dejaba lugar a dudas de que la compleja decisión que tomaran antes era la correcta. Alberto tomó la palabra.

—Teresa nos reunió a los tres y nos contó el sueño, y yo aproveché para contar lo que había estado descubriendo sobre ustedes, y por loco que parezca, todo parece tener mucho más sentido cuando juntas unas cosas con otras.
—Alberto...
—Van a escucharme ahora —sentenció Alberto con decisión— la única razón por la que no hice un escándalo de todo ésto es porque Teresa insistió en que teníamos que darles el beneficio de la duda, pero es la única vez que lo haré. Quiero, es decir,  queremos saber ahora mismo que es lo que está pasando, queremos saber qué es lo que han estado haciendo en ésta secundaria.

Antes que nadie pudiera hablar, Hernán soltó un bufido.

—Estás equivocado muchachito. Tú no quieres saber.
—Cállate Hernán.
— ¿Acaso querías saber tú Fernando? —lo enfrentó con mala expresión— no te hagas el héroe ahora.
—Y tú no lo compliques más.

Dani elevó su voz por sobre las de los demás.

—Basta. Por favor basta, lo dos. Teresa, Luciana, Alberto, ésto es... estamos metidos en algo, eso es verdad, pero las cosas son mucho más complicadas de lo que ustedes se imaginan.

Alberto sonrió con las cejas alzadas.

—No sé muy bien que es lo que nos estamos imaginando, de por medio hay agresiones, sucesos paranormales  y algo así como sueños proféticos. Hablen de una vez.

Dani respiró profundo.

—Tienes razón al decir que está pasando algo en la secundaria, pero no es algo que nosotros estemos haciendo. Es algo que está pasándonos. A todos nosotros.

Luciana miró a todos de uno en uno; estaba claro que no tenían absolutamente nada en común, al igual que ella con Teresa y Alberto. ¿Porque habían estado pasando esas cosas tan extrañas que los relacionaban a todos? Por un momento pensó que quizás no quería saber la respuesta.

— ¿Y qué es lo que está pasando?
—De alguna manera el sueño que tuvo Teresa lo explica todo —dijo Dani lentamente— tanto para ustedes como para nosotros; el chico que viste en tu sueño se llama Matías, y es el espíritu de un muchacho que murió trágicamente hace seis años.

Luciana no pudo contener una exclamación.

— ¿Qué estás diciendo?
—Es verdad —respondió Lorena— hace seis años un grupo de hombres secuestró a Matías, pero algo salió muy mal, y todos murieron dentro de lo que ahora es la secundaria.
— ¡No puede ser! — exclamó Teresa horrorizada — lo que estás diciendo es horrible.

Dani asintió.

—Lo sabemos. Pero aunque es horrible y muy difícil de entender, lo que estamos diciendo es cierto. La razón por la que han pasado todas las cosas de las que nos hablan y muchas más, es que los espíritus de los secuestradores de Matías y el del propio Matías están atrapados en la secundaria, porque hay algo que los ata aquí, y hasta el día de hoy nadie sabe que es. Y la razón por la que nosotros estamos involucrados es que Matías nos necesita para ayudarlo a liberarse y descansar en paz.

Alberto se rió a voz fuerte, aunque su risa denotaba un dejo de locura.

— ¿Me estás diciendo que a alguien se le ocurrió construir una secundaria en un sitio que está infestado de espíritus?
—Infestado es un término un poco fuerte.
— ¿Fuerte? —exclamó Luciana— ¿fuerte? No tienes idea de las cosas fuertes que se me están pasando por la cabeza en estos momentos.
—Cálmate —la interrumpió Alberto— todavía hay muchas cosas que hablar.
— ¡No me digas que me calme! —gritó fuera de si— ésto es un insulto, es una completa locura. Cuando nosotros tres hablamos de éste asunto supusimos varias cosas pero no ésto. Dime una cosa —apuntó a Dani— dime cómo es que tenemos que creer esa monstruosidad así como así, nosotros también podríamos pensar que ustedes están detrás de todo ésto.

Leticia avanzó un paso, pero Fernando la contuvo.

—Mira princesita, no hables de las cosas que no sabes.
—Sin embargo tiene sentido —intervino Alberto fríamente— y reconozco que soy culpable de no haber previsto que ustedes siete estuvieran detrás de alguna cosa así, lo más lejos que llegué es hasta las sectas que hacen brujería.
—Es bastante más complicado que la brujería —explicó Dani— y como te dije, el sueño lo explica todo. No tienes que creernos, pero si de verdad quieren saber qué es lo que está sucediendo, podemos demostrarlo, porque hay pruebas.

Teresa sintió un nudo en la garganta.

— ¿Qué clase de pruebas?
—Hay un lugar en la secundaria en donde nos comunicamos con el espíritu de Matías —respondió Lorena— a través de ese sitio nos comunicamos con él, y así Matías nos pidió nuestra ayuda.
— ¿Por qué? —exclamó Teresa— dime por qué ustedes están metidos en esto, por qué nosotros.

Dani se tomó un instante para responder; ahora se veía a si mismo en ellos, ahora entendía qué tan fuerte era pasar por toda esa situación, y lo peor es que después de todo lo ocurrido no solo seguían sin llegar a una solución, sino que además los problemas parecían aumentar.

—No sabemos la respuesta. Pero si hay algo que creemos, y es que ustedes están involucrados, porque Matías los necesita a ustedes igual que a nosotros.

Sucedió un breve silencio, en el que todos quedaron enfrentándose, debatiéndose entre lo que tenían que hacer y lo que debían, entre lo que el impulso dictaba y aquello que parecía imposible.

—Ésto es una locura absoluta —dijo Luciana temblando— están hablando de muertos como si se tratara de cualquier cosa, no debimos venir aquí ni seguir tus ideas Alberto.
— ¿Y qué propones? —exclamó Fernando— si tanto piensan que somos responsables de lo que les pasó o de sus sueños, entonces vayan a hablar con el director, hablen con quien quieran.
— ¡Fernando!
—Es la verdad Leticia, ya no estamos para éstas cosas, no después de todo lo que hemos pasado. Pero tienen que saber que todo lo que ha pasado no es nada en comparación con lo que habría ocurrido si nosotros no hubiéramos estado ahí para controlar la situación, y todo ésto es tan difícil para nosotros como para ustedes.
—Fernando, para —lo detuvo Dani— ellos no son nuestros enemigos.
—Lo sé.
—Muchachos, la única forma sensata de solucionar todas las dudas es que hagan lo mismo que hicimos nosotros cuando nos enteramos de lo que pasaba a nuestro alrededor; ir al sitio donde nos comunicamos con Matías.

Pero Alberto no replicó a eso, sino que a otro tema que lo mantenía inquieto desde el principio.

—Ustedes descubrieron que nosotros los estábamos vigilando, o que estábamos investigando sobre lo que hacían, y también dijeron que han estado... evitando —procuró remarcar las sílabas— que pasen cosas peores.
—Si —replicó Dani sabiendo que venía algo más— es muy peligroso que la gente se entere de ésto, pero ahora que ustedes están involucrados, ya sabemos que son necesarios.
—Y por eso nos lo dijeron.
—No teníamos alternativa, ya han pasado demasiadas cosas como para arriesgarnos a que el asunto se haga público y todo se vuelva a salir de control.

Alberto siguió en voz mucho más baja, aunque sus palabras fueron perfectamente audibles.

—Entonces es una trampa.

Eso fue suficiente para Hernán, que se acercó amenazante al otro; por un milímetro Dani alcanzó a interponerse entre ambos.

—Hernán.
—No te atrevas a decir algo como eso, ¿qué te crees que estamos de fiesta?
—No nos hables de ese modo —lo increpó Luciana— más bien fíjate en la locura de la que están hablando, no puedes esperar que celebremos ésta sarta de aberraciones.
—Basta, cállense todos —exclamó Alberto por sobre las voces de los demás— no quise acusarlos de nada, al menos no todavía. Pero creo que tienes razón, la única forma de resolver todas éstas dudas es hacer lo que tú dices; hay que hablar con ese espíritu que nos metió en todo ésto.

Teresa volvió a ver pasar frente a sus ojos las cosas que había soñado hacía poco, y aunque le resultaba difícil convencerse de lo que estaban planteándole, el recuerdo del sueño la hacía creer en esa posibilidad mucho más de lo que quisiera.

—Alberto tiene razón. Si llegamos hasta aquí, no podemos abandonar, tiene que haber alguna razón para que estemos aquí, para que hayamos acordado venir, y yo sé que ustedes sienten igual que yo que toda ésta locura no es tan imposible.

Luciana mantuvo el suspenso un momento más, pero finalmente se rindió.

—Tendremos que hacerlo. Es la única forma.



Próximo capítulo: Sin casualidades