La traición de Adán capítulo 8: El primer engaño



Pilar había terminado de almorzar cuando recibió la llamada. Era Adán.

– Voy para allá.
– Estoy llegando a tu hotel, te llevo.
– De acuerdo.

Por supuesto que se trataba de algo inesperado, Pilar sentía que se le apretaban todos los músculos del cuerpo, eso se convertía justo en lo peor que podía esperarse en esos momentos.

– Sube.

Pilar subió al automóvil de Adán, que se mostraba tan reservado y contenido como ella.

– ¿Que te dijeron?
– Solamente llamaron para decirme que Carmen sufrió una complicación; lo que no entiendo es porque no te llamaron a ti, creí que ya lo sabías.

A Pilar eso le sonaba extraño también, pero si estaba segura de algo, era que en ese momento no le interesaba en absoluto, y mucho menos lo que tuviese que ver con Micaela, la galería de arte o el abogado Izurieta: su madre estaba complicada y debía estar con ella.
Llegaron a la clínica Santa Augusta por una entrada lateral, donde los retuvieron unos guardias.

– Buenos días, necesitamos sus identificaciones.

Ese procedimiento estaba demorándolos. Pilar estaba impaciente.

– Por favor, mi madre esta grave, necesito entrar a verla.

El guardia consultó una información en su pantalla y luego se comunicó por interno.

– Señorita, no puedo dejarla pasar.
– ¿Qué?
– Usted tiene pendiente una citación con un tribunal, por seguridad no puedo dejarla entrar. Voy a llamar al jefe de seguridad de la clínica.

Pilar se quedó de una pieza al oír semejante comentario, pero Adán intervino en el acto.

–Escuche, la madre de ella esta aquí, es una paciente importante de la clínica. Soy asesor de Carmen Basaure, me haré cargo de lo que sea mientras tanto, su hija no va a ir a ninguna parte.

El guardia cayó bajo el influjo de sus palabras.

– Veré lo que puedo hacer ¿Quién me dijo que es la paciente?
– Carmen Basaure.
– Pues la cosa va aun peor  –comentó el guardia– porque esa paciente ni siquiera esta aquí.

Pilar se sintió helada por dentro ¿Que estaba sucediendo? No entendía nada, ni lo de su madre ni lo de esa supuesta orden de un tribunal ¿Que estaba sucediendo? Por un momento pensó en salir del auto y arrojarse al interior de la clínica, solo para ver a su madre, solo para estar junto a ella aunque jamás se lo agradeciera. Pero era ridículo, no llegaría ni a la puerta.
Diez minutos después, Pilar estaba en el cuartel móvil de la policía afuera de la clínica, hablando desesperada con una oficial que parecía dispuesta a escucharla pero no a apurar nada por ella, mientras Adán entraba a la clínica, directamente a la nueva habitación en donde estaba trasladada Carmen. Ahí estaba, aun dormida, completamente inconsciente, a merced de lo que sucediera a su alrededor ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo las cosas se hubieran complicado tanto? Pero parecía que todo empezaba a arreglarse, y no solo eso, sin que además Adán empezaba a contar con Izurieta entre sus aliados, y eso en el futuro le serviría.
Se acercó a la camilla en donde reposaba la artista. Al principio, cuando la conoció, creyó que ella lo pretendía como hombre, cosa que no lo sorprendió dado que habitualmente provocaba ese efecto, y más aún en muchas mujeres mayores que él aunque ellas mismas no lo quisieran reconocer.  Sin embargo las cosas tomaron un cariz más personal, y el terminó convirtiéndose en su mano derecha, su asesor más cercano, y aunque en ocasiones seguía pareciendo que ella lo deseaba, quizás para Carmen no fuese tan importante o solo usaba ese deseo como inspiración, al fin de cuentas ella era una mujer temperamental y como artista sus acciones no se interpretaban del mismo modo que el resto de la gente.
En silencio se acercó aún más, y quedó a centímetros de la camilla, con la vista un poco perdida en la nada mientras escuchaba lejanamente el sonido de las máquinas; Carmen le agradecería todo, y él una vez más seria el héroe, un paso más para cumplir con sus objetivos, porque despejar el camino para permitir la inauguración de la galería era solo una pequeña estación en esa travesía.
Y de pronto la mano de Carmen tocó la suya.
Se quedó congelado, sintiendo la piel fría tocando la suya, y bajó la mirada lentamente, con la mente como pocas veces nublada por la sorpresa, pero ordenándose contener las emociones superficiales para mantener la expresión de siempre. Para cuando la vio, se encontró con un rostro pálido y algo demacrado, con ojos entreabiertos que lo miraban fijamente.
Estaba viva, y despierta.

– ¿Puedes escucharme Carmen?

Ella asintió lenta y pesadamente.

– Estás en la clínica, sufriste un ataque al corazón, pero vas a ponerte bien.

Carmen asintió lentamente, demostrando que entendía.

– Escúchame, debes descansar ahora, yo voy a llamar a tu doctor para que te revise.

Y para su nueva sorpresa, la artista negó con los ojos. Una tensa pausa, un leve gesto que parecía decirle que se acercara. No estaba completamente claro, pero por las dudas se acercó, quedando a milímetros de ella.

– ¿Donde... está el... cuadro?

Apenas se le escuchaba.

– En un lugar seguro, y oculto. No te preocupes, la inauguración está en curso, recuerda que es hoy, y será tu éxito.

Ella hizo una pausa. Adán estaba debatiéndose entre lo que tenía y lo que debía hacer; sabía que tenía que llamar a una enfermera, y escuchaba con claridad como las máquinas conectadas a Carmen anunciaban alteraciones, pero sabía que tan pronto hacerlo, tendría que salir de ahí y ya no sabría lo que fuese que ella iba a decirle, y el aun no sabía que era lo que le había provocado el infarto.

– Mi... hija...
– ¿Qué pasa con ella?
– Búscala... tengo que verla...

Ahí estaba el riesgo ¿Podía arriesgarla a decirle lo de Pilar? ¿O le diría algo que podía matarla?

–  Ella está aquí. Vino para acompañarte.

Pasó un instante, y Carmen sigue viéndose exactamente igual que antes. Genial, ahora no le molestaba su presencia.

– Llámala, tengo que verla ahora mismo.

Carmen estaba pidiéndole que le trajera a Pilar, la misma que estaba tratando de detener la inauguración y a quien el mismo en confabulación con Izurieta estaban deteniendo. Todo era una paradoja.

– Hablaré con ella.
– Y... no le digas a nadie... que estoy despierta... hasta que la vea a ella...

Después de eso cerró los ojos, pero solo como muestra de cansancio luego del esfuerzo que había realizado.
Adán salió de la habitación pensando en el punto de conflicto en el que se encontraba y que se agregaba a todo lo demás. Estaba del lado de Carmen en todo lo que se refería a la galería y al duplicado del cuadro, con Izurieta al planificar algo en contra de Pilar, por lo que estaba en contra de Pilar al hacer lo posible por detenerla, y de pronto estaba entre todo, sabiendo que acercar a su madre lo pondría en contra del abogado pero a favor de ella, reunirlas podría alejarla de Carmen  si madre e hija decidían superar sus conflictos, y no hacer nada era lo más cercano a hundirse por completo.
Pero Adán no había nacido para terminar derrotado por sus propias dudas.
Tenía que contar con el factor tiempo–espacio para acomodar las cosas en su favor. Usó uno de los teléfonos de la clínica  para llamar al abogado y comprobar que aún estaba allí; luego salió de la clínica a toda velocidad a buscar a Pilar, y consiguió apresurar el procedimiento para sacarla de allí. Finalmente logró sacarla del retén, pero ella estaba más preocupada que antes.

– No puedo creerlo, esto sucede en el peor momento ¿Dónde estabas?
– Ocurrió algo, por eso me ausenté –replicó él con tono de confianza – tu madre despertó.

Momentos después estaban llegando a la habitación, pero Carmen fue categórica y lo dejó por fuera, ya que quería hablar a solas con su hija y por una vez, nada de lo que él dijo sirvió para hacerla cambiar de opinión.

– Mamá...

Pilar sabía que la voz le temblaba tanto como las manos. Hacía ocho meses que no veía a su madre, había abandonado el país por motivos demasiado dolorosos, estaba de vuelta de un modo tormentoso, y además tenía que enfrentarse a su madre.
Baldosas blancas, maquinas relucientes, muerte alrededor, y la mirada penetrante y fuerte de Carmen Basaure. Pilar tragó saliva, era realmente increíble que con en esas circunstancias ella la mirara así, sin cariño, solo con esa fuerza impenetrable que desde niña le había enseñado a temer; no importaba su estado, su carácter no había minado un ápice.

– ¿Qué haces en el país?

La pregunta directa, el susurro sin contemplaciones.

– No debería preocuparte por eso –respondió la joven para ganar tiempo– debes recuperarte.
– ¿Viniste a arruinarme la vida otra vez? ¿Es eso?

Apenas se le escuchaba, pero era como estar oyendo sus gritos atronadores ocho meses atrás. Pilar se sentía encogida ¿Por qué no podía simplemente estar ahí y dejarse atender?

– Mamá, solo estoy aquí preocupada por ti, ¿de acuerdo?
– ¿Justo ahora? claro, justo ahora que estoy en camilla y con mi galería a punto de inaugurarse.

Desde luego, Carmen Basaure, genio y figura, jamás dejaría de atender su bendito arte, ahí estaba primero que cualquier otra cosa.

– No quería intervenir, ni siquiera pretendía verte... pero Adán me dijo lo que había sucedido y tuve que venir; además él iba a inaugurar la galería sin ti, y yo pensé...
– ¿Qué?

La exclamación le sacó a Carmen mas energía de la que tenía en ese momento; Pilar sintió que se le tensaban todos los músculos del cuerpo.

– Es que Adán...
– ¿Qué hizo?
– Él dijo que cumplía tus órdenes, dijo que lo autorizaste a trabajar igual que siempre aun si no estabas. Hay un documento que lo autoriza, tú lo firmaste.

Hubo una pausa en la que evidentemente la artista estaba midiendo la situación, evaluando hasta donde podía estirar la cuerda.

– ¿Y qué hiciste tú?
–Hablé con el abogado  replicó Pilar agarrándose de un clavo ardiendo – y le exigí que detuviera todo porque tú no permitirías que la obra se inaugurara sin ti. Después vine para acá.

Carmen hizo una nueva pausa, hasta que finalmente habló con decisión.

– Lo hiciste bien. Ahora llama a Adán y espera afuera.

La joven obedeció en silencio y salió, haciéndole nada más un gesto al hombre para que entrara. Mientras tanto él sabía que debía cuidar muy bien sus actos y palabras porque había una conversación que no había escuchado y estaba obligado a protegerse. Siguió con la misma actitud de siempre, completamente seguro de sus actos y movimientos, sabiendo que era lo que tenía que decir y cómo actuar; la mirada de Carmen había recuperado casi toda su fuerza habitual, aunque aún la voz delataba lo que le había sucedido hacia poco.
Pero cuando habló en voz baja, lo hizo con total seguridad.

– Acércate.
– Te escucho.
– Sácame de aquí.




Próximo episodio: El segundo engaño

Maldita secundaria capítulo 10: Toda la verdad



Martes 16 Octubre
Sala de juegos Milenio

Dani entró a la Sala de juegos y se encontró con Hernán al fondo; juntos entraron en un reservado para juegos de estrategias.

—No sabía que jugabas.
—Cuando era más chico jugaba bastante, ahora me aburre. Pero no es para jugar.
—No te preocupes, de todas maneras me van mucho más los de disparos.

Quedaron un momento en silencio, pero Dani optó por romper el silencio con una sonrisa espléndida.

— ¿Y bien? ¿Cómo empezamos?
— ¿Qué es lo que quieres saber?
—Por qué es que tienes todas esas heridas.

Hernán se debatía entre decirle la verdad y continuar en silencio, pero había algo inexplicable en su interior que le decía que las cosas no eran tan sencillas.

—Te lo diré si me dices por qué es que estás haciendo ésto. No te creo que sea por amistad.
— ¿Y por qué no? No hay ninguna razón para que yo no quiera ser tu amigo.
—No tengo amigos.
—Lo noté, pero por alguna razón siento que todo está relacionado.

Guardó silencio, pero ya era tarde y sabía que había hablado más de la cuenta.

—Es por lo de los espíritus.
—Hernán...
— ¿Qué, tuviste una revelación o algo así?
—No te pongas a la defensiva.
—Entonces no te hagas el buen samaritano conmigo, no seas deshonesto.
—No estoy siendo deshonesto, esto no solo se trata de una cosa, todo tiene que ver. Mira, hay algo que necesito saber, pero si estoy hablando contigo es también porque me interesas, no comprendo porque te resulta tan difícil creerme.

Hernán frunció el ceño.

—No tengo la costumbre de creer en las buenas intenciones de las personas.
— ¿Y por eso es que te metes en peleas callejeras?

El rapado lo miró sorprendido por lo que acababa de escuchar. Dani se arriesgó a continuar.

—Cuando te vi con esos golpes me acordé de cuando llegaste con una mano herida, y no me parecería extraño que hubieras tenido alguna pelea, considerando que de nosotros eres por lejos el más fuerte y jamás le haces el quite a un enfrentamiento.
—Cállate.
—Pero algo no concuerda, y me refiero a que me parece improbable que alguien como tú sea golpeado tanto, así que creo que hay algo que falta, algo que no quieres decir.
— ¡Que te calles!

Hernán golpeó la muralla para hacerlo callar. El joven de la silla se sintió auténticamente asustado, aunque más que por su seguridad, porque hubiera cometido un gran error.

—Dime cómo es que sabes esas cosas.
—No las sé —respondió lentamente— solo he mirado con atención, y como te dije, me preocupas.

Por primera vez desde que lo conocía, Dani vio a Hernán un poco más real, un paso más allá de lo que se veía de él a simple vista.

—Todas las heridas no son por lo mismo, en eso tienes razón; en lo de las peleas también. Pelear me sirve para descargar la rabia que tengo.

Dani se quedó un momento sin aire.

—No... me estás diciendo que...
—Cuando peleo puede ser que me golpeen, pero no así.
—Pero no siempre respondes los golpes.

El rapado se sentó frente a él.

—No. No cuando es mi padrastro el que golpea.

La conversación había llegado demasiado lejos, pero aunque estaba sintiendo  escalofríos por lo que estaba oyendo, también supo que eso no era todo, y se enfrentó a la negativa de preguntar, que al final tuvo que vencer cuando apareció otra pregunta en su mente.

—Tú repetiste el tercer año, tienes edad para hacer un curso de dos años en uno, pero volviste a hacer tercero como los demás. ¿Por qué?
—Él me obliga.
—Y tu mamá no hace nada, por los golpes y...

Se quedó sin palabras; estaba comenzando a comprender. Hernán se resignó a continuar.

—Cuando mi padre murió hace tres años, dejó dicho en el testamento que el dinero estaría bajo el control de ella o algún tutor que designara, y entre varias  condiciones, una es que  tengo que terminar la secundaria  por el conducto regular, no en una nocturna o algo así. El tipo que se casó con mi madre la quiere, o está lo suficientemente interesado en el dinero como para tratarla bien y cuidarla, pero no puede disponer totalmente del dinero mientras  yo esté en el camino, y estaré en el camino mientras no termine la secundaria. Cuando la termine seré mayor de edad, ya no seré carga y ellos podrán vivir tranquilos.

El padrastro de Hernán lo golpeaba por no poder deshacerse de él; pero eso aún no explicaba porque ella  no hacía nada al respecto.

— ¿Que enfermedad tiene?
—Algo al corazón. Está con tratamientos, no le pasará nada, pero cualquier disgusto o emoción fuerte sería demasiado. No puedo matarla.

Dani hizo lo posible por recuperarse de la sorpresa; esos  eran los demonios de Hernán, esa era una de las siete razones de Matías.

—Oh, Hernán, no sabes cuánto lo...
—Oye, para —lo apuntó con un dedo— no me compadezcas, no soporto que me tengan lástima, sabes de lo que estoy hablando.
—Tienes razón, lo lamento. ¿Y qué vas a hacer cuando salgas  de la secundaria?
—Irme. Es la única solución; además siempre he sido conflictivo, ella estará más tranquila mientras más lejos me tenga y le diré algo clásico, que quiero ser independiente. ¿Estás contento?

Dani lo miró con auténtico cariño.

—No. No estoy contento, pero te agradezco que hayas tenido confianza en mí. Y no sé si estés interesado, pero más allá de los espíritus y todo por lo que estamos pasando, yo de verdad quiero ser tu amigo.

El otro no respondió a eso.

— ¿Y qué es lo tuyo?
—Estuviste ahí, sabes cuales son mis miedos y traumas. Hernán, solo una cosa más: aunque no te pueda ayudar, quiero que sepas que estoy aquí para ti.

Más tarde, Dani se reunió con Carolina en el café Misol. Era un lugar pequeño y bonito, y expedía un agradable olor a galletas caseras.

—Me preocupé cuando me llamaste Dani. Los demás deben estar retrasados.
—No lo están —respondió Dani con una sonrisa espléndida— ésta vez solo somos tú y yo.

Carolina se sentó frente a él y lo miró lentamente. Sonrió como excusa.

— ¿Por qué me citaste aquí?

Dani estaba resuelto a resolver todo lo más pronto posible; Hernán había sido el paso más difícil y lo sabía, pero por otro lado era claro que él no iba a hablar de la charla con los demás. Desde Carolina sería más complicado.

—Hay algo que me preocupa de ti, por eso es que te cité, porque necesito saber qué pasa.

Por un segundo vio como ella se sonrojaba ligeramente, pero se recompuso.

—No te entiendo.
—Es eso —respondió con naturalidad— me preocupas, quiero ayudarte si puedo, y si no, al menos quiero escucharte y darte mi apoyo. Es lo menos que puedo hacer después de lo que tú hiciste por mí.

Se miraron fijo unos momentos.

—Pero Dani, yo no hice....
—Ni digas que no, yo sé que sí. Gracias a ti estoy bien, porque tú hiciste lo mejor para evitar que me hicieran daño. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de ti.

Eso fue más que suficiente; claramente Carolina necesitaba hablar.

—Las últimas épocas han sido duras.
—Debes sentirte muy presionada.
—A veces quiero llegar a casa, sentarme con mamá y abrazarla, y decirle lo nerviosa que estoy, o al menos mentirle y decirle que los estudios están muy pesados, pero no puedo.

"No puedo" no concordaba con la idea de mentirle.

— ¿Y por qué no puedes?
—Se trata de mi hermana menor. Tiene ocho años, y está en tratamiento por un grave accidente que tuvo hace tiempo. Falta muy poco para que termine, y va a curarse, pero mientras tanto, ella requiere toda la atención de los dos.
—Lo que te deja a ti sola.

Carolina lo miró de un modo extraño.

—Sí. Mi hermana está avanzando rápidamente en el tratamiento, y casi recuperó todo el movimiento de su cuerpo; se supone que en tres o cuatro meses ya estará bien del todo. Habitualmente no me afecta lo que pasa, además que amo a mi hermana, es solo que...

Dani terminó la frase por ella.

—Es que ésta vez te sientes superada, y quisieras ser tú la prioridad.
—Sí. Honestamente eso es lo que siento, pero se hace más complicado sentir esas cosas cuando amas a tu familia y sabes cuales son las prioridades.

Dani asintió; en su caso no tenía hermanos, pero entendía perfectamente el concepto.

— ¿Sabes lo que creo? Que no deberías sentirte culpable.
— ¿Por qué piensas eso?
—Porque lo que estás pasando es parte de la vida; a veces simplemente las cosas no son como queremos, pero por otra parte, eso te puede servir para apoyarte en personas que te rodean.

Carolina respiró profundamente.

—Todo ésto es un poco sorprendente, pero te lo agradezco mucho, no había podido hablar con nadie sobre ésta situación.
— ¿Pero por qué no? Lorena es tu amiga.

Carolina sonrió.

—No es un tema del que pueda hablar con ella; pero eso es algo que tienes que saber por ti mismo, no me corresponde a mí hablarlo. Es verdad que somos amigas, pero por eso mismo es que estoy cuidando nuestra amistad, sobretodo en momentos como éste.

Lo había descubierto; Carolina sabía que no estaba conversando con ella porque si, pero había decidido seguirle el juego.

—Carolina, quiero que sepas que estoy aquí si necesitas conversar de cualquier cosa.
—Lo sé, y te lo agradezco Dani, sé que lo dices sinceramente; yo también te quiero ofrecer mi apoyo en lo que necesites.

Se miraron fijo durante unos segundos; Dani decidió dejar las cosas así, y sintió que podía confiar en Carolina mucho más de lo que había pensado en un principio. En ese momento su teléfono anunció una llamada.

—Es Lorena.
—Qué extraño.

Poco después Dani se reunió con Lorena a poca distancia de donde había estado conversando con Carolina. La joven se veía notablemente alterada.

—Me preocupé por tu llamada Lorena, ¿ocurrió algo?

La joven lo miró fijamente.

—He estado pensando es ésto desde antes que tuvieras el accidente, pero por todas las cosas que pasaron tuve que posponerlo.
—Y eso tiene que ver con los espíritus.

Lorena estaba nerviosa; algo le decía que había llegado el momento de dejar atrás todos sus miedos e inseguridades, y enfrentar derechamente todo lo que estaba pasando.

—Si, tiene que ver con los espíritus. Dani, necesito que prestes mucha atención a lo que voy a decirte.
—Te escucho.

Lorena tomó aire, preparándose para hablar de algo que a todas luces le resultaba complejo enfrentar.

—Cuando tenía seis años, mi hermano menor...
—Tenía entendido que eres hija única.
—No siempre fue así.

Dani contuvo la respiración. De alguna manera, Lorena ya sabía que esa conversación iba  a tener lugar, y la llamada que recibió de ella cuando estaba con Carolina no había sido casual.

—Mi hermano menor murió, una noche tuvo una obstrucción y nada se pudo hacer.
—Lo lamento, no quise ser imprudente.
—Está bien, no tenías por qué saberlo. De cualquier manera no te llamé para hablar de eso, sino de algo que pasó esa noche. De pronto, simplemente desperté muy asustada, porque había tenido un sueño, en donde mi hermanito tenía un accidente; mientras lograba contener las lágrimas, escuché a mi madre llorar a dos cuartos de distancia, y a mi padre gritar. Después supe que en ese momento trataban de reanimar a mi hermano, y de apurar a los servicios de urgencia. Lo que quiero decir es que, a pesar de que era pequeña, tuve un sueño que predijo lo que iba a pasar, y eso nunca más abandonó mi mente.
—Y entonces...
—Entonces cuando crecí, decidí investigar los fenómenos de la mente, no es porque sí que sé algunas cosas del comportamiento de la gente o de las energías.

Las cosas comenzaban a tener un nuevo sentido. El joven respiró profundamente.

—Tú sabías que yo había llamado a Carolina.
—Lo supuse después de las cosas que dijiste cuando te recuperaste; te sorprenderías de las cosas que uno aprende de la vida estudiando lo que no se ve, como la energía o lo que pasa entre sueños. Y por eso es que supe que tenía que hablar contigo.
—No sé cómo agradecerte por la confianza que estás teniendo conmigo —dijo olvidándose por un momento de todo lo demás— es muy importante, de verdad.
—Lo sé Dani; pero la verdad es que hay algo más, lo más importante de todo lo que tengo que decirte.
—Puedes decírmelo.
—Dani, de alguna forma siento que estamos acercándonos a algo; las cosas que han pasado no son porque si, tiene que haber algún motivo, y lo que creo es que estamos acercándonos a un momento decisivo.

Dani no estaba seguro de querer escuchar la respuesta, pero ya no podía echar pie atrás.

— ¿Crees que nos estamos acercando al momento en que todo va a resolverse?
—No. La sensación que tengo es que está a punto de pasar algo importante; las cosas no pasan porque si, todo lo que hemos vivido nos está llevando a una parte, a un sitio en donde tal vez todo va a cambiar, o donde tendremos que tomar alguna decisión. Lo importante aquí es que necesito tu ayuda.

Dani la miró lentamente, a todas luces sus presentimientos iban mucho más allá de lo que quería decir, pero sabía que si se guardaba algo, debía tener un motivo importante. Y él también estaba guardando información.

—Sabes que puedes contar conmigo, así que si hay algo que pueda hacer, solo dilo.
—Está bien. Dani, si en algún momento descubro algo, de la manera que sea, aunque no tenga sentido, por favor ayúdame, haz que sigamos el curso que tenemos que seguir.

El joven asintió enérgicamente.

—Cuentas con todo mi apoyo; te prometo que si en cualquier momento pasa algo, estaré ahí para ayudarte, y sin cuestionamientos.



Próximo capítulo: Elige para sobrevivir