Maldita secundaria capítulo 7: El paso de los días




Plaza las flores.
Jueves 11 De Octubre

Los seis integrantes del grupo que quedaban se reunieron a poca distancia de la Secundaria, y por primera vez desde que había comenzado todo el asunto de los espíritus, todos llegaron dispuestos a hacer algo al respecto.

—Estuve investigando un poco más —dijo Fernando— y por suerte, fuera de los chismes, en sured no hay nada de qué preocuparse, aunque igual tendremos encima el temita de los compañeros.

Lorena suspiró.

—Francamente a estas alturas ya me da lo mismo si la gente nos ve juntos o no.
—Estoy de acuerdo —comentó Leticia— yo más bien me preocuparía por cómo diablos le vamos a hacer si pasa algo, ahora todo llama la atención.
—Yo tengo una idea —comentó Soledad— podríamos mantenernos en los recreos y en los cambios de sala en el mismo radio pero no juntos, así nadie se quedará solo y podremos cubrir más espacio a la vez.

Carolina asintió con algo de energía.

—Me parece sensato, así nos evitamos problemas adicionales.
—A todo ésto —comentó Fernando— ¿a ustedes también les llegó una carga de dinero misteriosa a sus teléfonos?

Todos dijeron que sí.

—Debe haber sido el señor Del real —dijo Lorena— dijo que nos iba a ayudar como pudiera, y estar comunicados es muy útil.
—Por lo menos a mí me viene genial —dijo Leticia resueltamente— no voy a negarlo.
—Al menos tenemos para llamar por cualquier cosa, pero no hay que apartarse ni quedarse solos.

Hernán se hizo sonar los dedos.

—Entonces seguimos con la idea de golpear al enajenado que se nos atraviese.
—Sí, pero igual hay que tener cuidado —comentó Fernando— porque hasta ahora nadie ha quedado con secuelas pero tampoco es la idea probar hasta donde podemos llegar.
—Eso ya lo sé.

Soledad suspiró pensando en la falta que les hacía Dani.

—Es mejor que vayamos ahora, no quiero además un castigo de Carvajal.
—Es cierto.

Se separaron para llamar aunque fuera un poco menos la atención de quienes pudieran estar alrededor, pero el panorama que se encontraron al llegar a la Secundaria fue por completo inesperado, y además derribó todos los planes que tenían pensado aplicar.

—Esto es imposible —dijo Fernando totalmente perplejo mientras los demás se le unían en la entrada— ¿ustedes también lo perciben?
—Si, y es muy fuerte —dijo Lorena— hay una energía muy fuerte, es más fuerte que todo lo que se había sentido antes aquí.
—Fíjate en lo más evidente —la regañó Leticia— mira a la gente a nuestro alrededor.

Efectivamente, tan pronto estuvieron en el interior, notaron que algo había hecho efecto en las personas; aparentemente todo estaba como de costumbre, pero la actitud de las personas había cambiado, y para mal; cada estudiante y maestro se veía cansado y malhumorado, pero tal como lo dijera Lorena, la energía que se sentía en el ambiente era pesada y deprimente, justo el tipo de atmósfera que menos necesitaban en un momento como ese.

—Dios, ¿será que están enajenados?

Fernando tranquilizó a Carolina.

—No lo creo. Yo más bien diría que están... no sé cómo decirlo...
—Están afectados —dijo Lorena— no puedo creerlo. No estoy segura, pero tengo la sensación de que lo mismo que antes le pasaba a las víctimas de los espíritus, ahora se ha... expandido.
—No me gusta cómo suena eso —dijo Leticia— si tienes razón en lo que estás diciendo, quiere decir que ante cualquier cosa moriremos aplastados por una turba.

Pero Hernán estaba siendo más práctico.

—Ustedes especulan mucho.

Se acercó a una niña de primero que pasaba por ahí. Después de un momento volvió con ellos.

— ¿Qué pasó?
—Le pregunté la hora y casi me mordió —replicó el rapado— pero nada más. Creo que no hay que preocuparse porque no parecen querer matarnos como los otros.
—Tanto mejor —comentó Fernando— estoy de acuerdo.

Los dos se miraron extrañados.

—Y ahora estamos de acuerdo, voy a tener pesadillas.
—Ni lo digas, yo ya necesito un analgésico.

Soledad decidió saltarse las ironías.

— ¿Qué es lo que se supone que vamos a hacer?
—Por ahora hacernos los locos.
—Si, y estar muy atentos a todo lo que pueda pasar.

Soledad estaba en su casa esa tarde cuando su madre fue a su habitación.

—Hija.
—Dime mamá.

Su madre la miraba con ternura, sabía que estaba pasando por un mal momento.

—Sé lo que pasó con Dani. Todos los padres lo sabemos. Debes estar preocupada.

Soledad sentía ganas de decirle toda la verdad, contarle aquello en lo que estaba involucrada, pero sabía muy bien que no podía hacerlo, porque eso perjudicaría todos sus intentos junto a los demás.

—Si mamá, estoy preocupada por él.
—Es lógico, son muy amigos.

No era de eso de lo que pretendía hablar. La joven suspiró.

—Es cierto. Pero todo eso tú ya lo sabes.

Su madre se saltó ese comentario.

—Quiero saber qué es lo que pasa hija. Y no me digas "nada" porque se nota que algo te sucede; tampoco puede ser por lo de Dani, estás así desde antes de su accidente.

Soledad sabía que en algún momento iba a pasar algo así; no había podido disimular todas las lesiones que había sufrido en los días recientes, pero entre ella y sus padres había un acuerdo tácito de no hablar de ese tema.

—Este año está resultando mucho más difícil de lo que me esperaba.
— ¿En qué sentido?
—La presión de los estudios —replicó frunciendo el ceño— siento que estoy perdida y no sé adónde ir.

Su madre podía conservar sus dudas, pero sabía que Soledad no acostumbraba mentir.

—Solo estás en tercer año, y sabes que hay muchas cosas que aún tienen que pasar. Tienes que prepararte para el próximo año.
—Puede ser, pero de todos modos me siento un poco superada. Además ocurrió lo de Dani y estoy preocupada por él, no quiero que le pase nada malo.

Estaba segura de desviar la atención con eso, pero mencionar a Dani fue un error.

—Escuché cosas fuertes, hay gente que dice que fue un intento de asalto.
—Fue un accidente, a la silla se le soltó el freno.
—Eso no explica que sus padres estén tan preocupados de que el tema no se sepa.
—A ninguno de ellos les gusta la victimización, supongo que es por eso.
—Puede ser. Soledad, quiero que me prometas que si te pasa algo malo, lo que sea, vas a confiar en mí.

Desde luego que iban a llegar a ese punto, pero no podía, de verdad no podía.

—Te prometo que si me meto en cualquier cosa peligrosa te lo diré.

Dicho de esa manera era verdad, de modo que su madre le creyó al mirarla a los ojos.

Mientras tanto, Fernando salía de su cuarto para tomar algo del refrigerador, y se topó con su padre en la cocina, aunque a todas luces había ido allí a propósito. Eran tan distintos, el atractivo y moderno, su padre clásico y serio.

— ¿Tuviste alguna pelea en la secundaria?

Era inevitable que se lo preguntara; había cuidado la cara con éxito, pero tenía golpes o rasmilladuras en los brazos, no podía culparlo a él y a mamá de sospechar de sus actos.

—No, no he tenido peleas. Si lo preguntas por los brazos, es porque estoy practicando algo de lucha con un compañero.
—Tú practicando lucha —replicó su padre perplejo— es una broma.

Sabía que lo quería, pero cuando hablaban de ciertos temas ninguno de los dos bajaba la guardia. Su padre no olvidaba los problemas que había causado en el pasado, Fernando jamás iba a olvidar su reacción ante esos hechos.

— ¿Y por qué tendría que ser una broma? Que tenga estilo no significa que no me guste el ejercicio, además te ahorro el gimnasio.
—Claro. Que yo sepa no hay clases extraprogramáticas éste semestre.
—No son clases, practico con un compañero experto.
— ¿Cuál?
—Hernán —respondió detestando tener que recurrir a él— nos está poniendo en forma a varios del curso, y tengo algunos ratos libres entre clases.

Se miraron fijo. Decir que Hernán les hacía clases de lucha era estirar demasiado la verdad, pero solo esa mentira podía sustentarse en algo si su padre insistía en preguntar o averiguar.

—Ten cuidado.
—Te prometo no llegar con huesos rotos.

Lorena estaba en su habitación leyendo un poco antes de dormir. En eso tocó su madre, una mujer corpulenta y de actitud cariñosa y la miró tiernamente desde el umbral.

—Te amo.
—Yo también mamá.
—Sabes que prefiero preguntarte antes de hacerme ideas.

Eso era bueno, pero después de todo lo que había pasado no estaba con energías.

— ¿Qué ocurre?
—He oído cosas sobre la Secundaria —replicó lentamente— al parecer la gente cree que se está volviendo inseguro.

¿Qué era lo mejor que podía hacer en ese caso? Decidió optar por lo más sano y enfrentar la situación.

—Supongo que lo dices por los accidentes de hoy.
—Las noticias vuelan Lorena. Y me preocupa que pueda ser peligroso, no te cambiamos de lugar de estudios para que termines otra vez en un mal lugar.

Fue extraño, pero Lorena sintió como una voz de alarma se detonaba en su interior. No, no podía irse de ahí aunque quisiera escapar, tenía que resolver sus asuntos con los espíritus primero.

—No hay de qué preocuparse mamá. Es cierto que hay accidentes, pero la Secundaria sigue siendo tan segura como de costumbre. Es el mejor lugar que pudieron elegir para que haga éstos últimos dos años.
—Me alegra que te guste, sabes que me preocupo por ti y no quiero que nada te distraiga de tus deberes en los estudios, sobre todo ahora que vienen los exámenes de fin de año; es muy importante que tengas ésta base para que el próximo año sea perfecto.

Lorena sonrió.

—Para mí también es muy importante que todo resulte bien.

Mientras tanto, Carolina estaba terminando de imprimir información para un trabajo pendiente de la Secundaria en la sala de su casa, cuando vio a su padre salir de la cocina en bata.

— ¿Qué haces despierta a ésta hora?
—Se me olvidó imprimir ésto y es para mañana.
—Es casi la una de la mañana, no te acuestes tarde. Mañana tienes clases, no te hará bien andar con sueño.
—No te preocupes, termino ésto y me acuesto.

Miró a su padre. Era un hombre joven y fuerte, pero era imposible no ver las ojeras. Habían tenido una semana especialmente dura, no era la única que tenía problemas.

—Tú tampoco te acuestes tarde.
—Claro. Hasta mañana hija.

Subió al segundo piso. Carolina suspiró, sintiéndose culpable por esconderle cosas como lo que pasaba en la Secundaria, y a la vez aliviada por no darle más problemas a ambos. Necesitaba descansar.



Próximo capítulo: Intentos inputiles

La última herida capítulo 40: Una visita desconocida




Ambos ya habían visto el video una vez, pero Rosario se había desvanecido al poco; aunque Benjamín insistió en que llamaran a un doctor, ella se opuso e insistió en ver el video completo. La tristeza estaba traspasándola, pero no iba a negarse a la realidad.
El punto de vista de la cámara era de la habitación de Matilde en el departamento anterior, lo que indicaba que venía planeando eso desde hacía tiempo. Por eso el silencio, por eso su cambio de actitud tan radical, no solo era tristeza.

"Mamá, papá."

Matilde lucía algo demacrada, como en la época luego de la ceremonia fúnebre. Parecía tanto tiempo y tan poco a la vez.

"Para comenzar, quiero decirles algo que saben, pero que probablemente ha quedado relegado a un segundo plano durante este tiempo. Los quiero. Los amo con todas las fuerzas de mi alma, a ustedes y a mi hermana, son todo lo que tengo y todo lo que necesito en la vida. Pero las cosas son mucho más complicadas de lo que han parecido hasta el momento, y saben cual es el origen de ello."

Se quedaba quieta, en silencio mirando a la cámara. Estaba siendo difícil para ella mantenerse entera.

"Tienen que comprender que hay cosas que están fuera de su control, y probablemente de su entendimiento. No estoy subestimando su capacidad, estoy diciendo que hay cosas que las personas comunes como nosotros no podemos controlar o siquiera comprender, y son esas cosas las que realmente son más peligrosas que lo que creemos que es el crimen o el delito en general. Por lo mismo, es que no puedo decir textualmente algunas cosas, y espero que entiendan que es por un motivo superior a mi: ustedes.
Los medios a través de los cuales llegué a contactar y acceder a los métodos de tratamiento para Patricia luego del accidente son algo que no voy a poder explicarles, y deben saber que es por su propia seguridad. Pero lo cierto es que nunca debí llegar hasta ese punto, ahora lo sé, pero por desgracia es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Las personas que a lo largo del tiempo han llegado a maravillas como esas tienen contactos, redes de apoyo y poder suficiente como para hacerlo, porque hay métodos a través de los cuales se protegen ante cualquier eventualidad. En un principio, cuando mi hermana colapsó, pensé que lo peor del mundo era que ustedes no estuvieran conmigo para poder apoyarme, pero con el paso del tiempo he entendido que fue lo mejor, ya que su destino habría estado seriamente comprometido, y no sé si habrían podido soportarlo."

Una nueva pausa. Benjamín vio como su hija menor salía de la imagen, seguramente para enjugar sus lágrimas, o beber algo de agua ¿Cuántas veces habría practicado todo eso? La fortaleza que estaba demostrando era solo comparable con la madurez de sus palabras.

"Soy culpable de haber tomado malas decisiones. Sé que como padres siempre van a tratar de entender, de dar un punto en favor de sus hijas, pero la verdad en esto es, que siempre he tenido responsabilidad en las cosas que sucedieron después. La tuve al acceder sin pensarlo dos veces a quienes realizaban esos tratamientos, y la tuve al inmiscuirlos a todos ustedes en esto. Las consecuencias de esto estuvieron a la vista cuando mi hermana colapsó, y ese colapso se produjo por un tema demasiado horrendo como para decirlo. La seguridad de ustedes estaría en riesgo si supieran de qué se trata, pero basta que sepan que el crimen que se oculta tras la belleza garantizada por esas personas sin escrúpulos es tan atroz, que solo mencionarlo es un delito por sí mismo. No exagero ni un poco al decir esto."

Una nueva pausa, pero a diferencia, no se mueve, sino que su mirada se pierde por un momento. Está evaluando lo que puede decir y lo que no ¿Qué horror esconde tras sus palabras?

"El colapso de Patricia habría supuesto su muerte inmediata, pero un azar del destino quiso que no fuera así, lo que lejos de ser un motivo de alegría, significó el comienzo de un infierno que ustedes no pueden dimensionar. La gente detrás de aquellos tratamientos supo que quedaría expuesta aquella horrible metodología que utilizaban desde hacía tiempo, lo que los llevó a decidir eliminar las pruebas de ello. Eliminar a mi hermana."

Rosario no pudo evitar contener la respiración al escuchar a su propia hija hablar de esa manera. ¿Qué terribles sucesos les habían sido negados mientras ellos estaban en la Hacienda incomunicados por una casualidad provocada por el clima?

"Sé que se preguntarán  muchas cosas al respecto, entre ello, por qué no recurrí a las autoridades para que ayudaran a mi hermana en un momento tan angustiante. Otro error de mi parte fue precisamente hacer eso. Creí que podía recurrir a las autoridades para que fueran en mi auxilio, y con eso solo aumenté la magnitud de las consecuencias de los actos de aquellas personas. Cuando hay gente poderosa que quiere acceder a privilegios de salud, dinero o cualquier cosa, ellos también tienen formas de protegerse. Gente de adentro."

Eso último lo había dicho con un tono de voz glacial, frío como jamás la habían escuchado antes. Gente de adentro. ¿Policías, médicos, políticos? ¿Todos ellos? Rosario apretó los puños sobre el regazo, completamente impotente.

"Aunque parezca increíble, las personas a quienes recurrí en un intento de ayudar a mi hermana, se convirtieron en mis enemigos cuando nos volvimos una amenaza para ellos. Y sin saber que aquellos a los que pedía ayuda eran parte de sus redes, caminé junto a mi hermana moribunda, hacia una muerte segura. Pero a pesar de lo certero de sus actos, una serie de coincidencias, o actos desesperados si lo puedo llamar así, nos mantuvieron a ambas vivas. Mucha gente salió dañada en ese trayecto, y jamás podré perdonarme por eso. Pero finalmente lo que era su deseo, se convirtió en un hecho; jamás íbamos a escapar de gente tan poderosa y con tantos contactos."

Asesinada. Patricia había sido asesinada, no era solo una bala loca en medio de un operativo fallido de la policía. Benjamín sintió que se le revolvía el estómago, pero si había algo peor que saber esa verdad, era tener conciencia de su impotencia ante esa realidad. Su hija estaba advirtiendo de manera clara que en la policía había gente del lado de los criminales. Ya no podían confiar en nadie, finalmente el término del camino estaba frente a ellos, donde estaban absolutamente solos ante la verdad. Quiso llorar, pero ni de eso era capaz.

"Ellos solo querían eliminar a Patricia para callar con ella las pruebas del horror que causaban, y cuando eso estuvo hecho, se dieron por satisfechos. Pero yo..."

Sus palabras quedaron flotando un momento en la grabación. Rosario sabía lo que iba a oir, su corazón de madre ya lo sabía por anticipado, pero se negaba a aceptar que algo tan terrible sucediera a su hija. A su hijita.

"...yo no podía permitirlo. Para mi no había terminado, no podía simplemente terminar, no con esa gente saliendo indemne de todo lo que habían provocado. Tengo culpa en involucrar a otras personas en mi búsqueda de ayuda, pero quienes jalaron los gatillos fueron ellos, y era necesario hacer algo al respecto. Pero ¿qué haces cuando las autoridades en quienes debes confiar, están infestadas con el gen que provoca la enfermedad que contagia todo?"

Te haces cargo tú mismo, pesó Benjamín al instante. Esa era una frase de su padre, que él mismo había contado a sus hijas alguna vez cuando pequeñas. Recordar que su padre, en tiempos de juventud, había tenido que defender terrenos a punta de balazos le atravesó el corazón como un puñal.

"Hice lo que tenía que hacer. Tuve que tomar en mis manos la justicia que me había sido negada, la oportunidad que le había sido negada a mi hermana, a la más inocente de todos. El sufrimiento y el dolor por el que pasó Patricia es algo que nunca voy a poder reparar, y sé que llevaré a la tumba conmigo, pero necesitaba hacer esto. Necesito hacerlo. Ahora todo está más allá de mi."

No tenía que comprobarlo. Rosario sentía como las lágrimas corrían incesantes por su rostro, mientras el corazón azotaba violentamente su pecho; nunca podría volver a abrazar a su hija, ni acariciar su cabello o contemplar sus ojos. Estaba lejos, tan lejos que su amor de madre jamás podría alcanzarla; la había perdido para siempre, y supo en ese momento, mientras a la distancia Matilde le dedicaba aquellas palabras, que el destino estaba decidido desde antes, incluso mientras ellos compartían con ella los fines de semana intentando mantener algo de la vida que habían tenido. Su hija había hecho lo mismo que ella, en su dolor ante la tragedia de Patricia, había querido hacer en un principio: cobrar al destino o a quienes tuvieran la responsabilidad cada segundo de dolor y agonía. Pero aquella acción había tenido un costo tan horriblemente alto, que para pagarlo, ella había tenido que sacrificar todo. Absolutamente todo.

"Sé que como padres, no van a entender esto. Que aunque les cueste reconocerlo, en el fondo estarán, quizás mucho tiempo, culpándome por tomar esta decisión. Sé que probablemente será una lucha con ustedes mismos, porque sentirán que estoy haciéndoles más daño que bien. Que estoy siendo estúpida y egoísta al tomar en mis manos una venganza que tal vez no solo me correspondía a mi. Que estoy siendo enormemente egoísta al ponerlos en riesgo de perder a la hija que les queda. Es probable que tengan razón en esos sentimientos, pero en este momento debo decirles que lo que hago, lo que he hecho, no solo tiene que ver conmigo. Es verdad que siento culpa y rabia por haber cometido errores que solo dañaron a quienes me rodeaban y a las personas que me importan, pero lo que comencé a hacer no es solo por mi; es por lo que le hicieron a mi hermana en un momento en que no podía defenderse, por involucrarlos a ustedes, por perjudicar a quienes intentaron ayudarme, por envenenar la sangre de instituciones que deberían ejercer una labor como vigías de la paz."

Entonces la muchacha que estaba frente a la cámara se quebró, por primera vez desde que comenzara el video, o al menos por primera ante el lente; no lloró, pero sí guardó silencio durante unos momentos, en los que una solitaria lágrima escapó de uno de sus ojos. Benjamín sentía que el corazón iba a detenerse en cualquier momento ¿Cuánto más de lo que decía, habría sufrido su hija mientras ellos, ambos ignorantes, se esforzaban por acompañarla, pensando que lo correcto era respetar su silencio y cambio de actitud?

"Lo siento tanto. No saben cuánto siento todo esto, y cuánto daría por evitarles este dolor, y todo por lo que tuvieron que pasar desde ese día en que Patricia sufrió ese accidente. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual, y sé que nunca lo será tampoco. Pero no viviré toda una vida sabiendo que los culpables están libres y haciendo daño a otras personas, no si puedo hacer algo al respecto; quiero que sepan que los amo con todas mis fuerzas, y que si consigo esto, será para preservar lo que más me importa, ustedes.
Les he dicho que las autoridades están infestadas del mismo germen maligno que nos dañó en un principio, y al decirlo no estoy exagerando ni un poco. Sé que como padres, van a pensar que lo correcto es recurrir a ellos, pero después de ver correr la sangre de personas valiosas a manos de ellos, es que puedo decirles con convicción, que hacer algo así solo generaría dolor, o lo que es peor, burla e incredulidad. Una vez que yo no esté, no habrá amenaza para ellos, por lo que cualquiera que trate de acusarlos de cualquier clase de crimen, solo quedará en ridículo, y eso podría ser peor que el daño que me hicieron a mi. Sé que no puedo detener a una organización de las dimensiones de aquella de la que no me atrevo a mencionar su nombre para no ponerlos en riesgo, pero lo que pretendo es, al menos, hacerles el daño suficiente como para que sepan que no son invulnerables. Si en el trayecto puedo además devolver algo del mal que ellos han hecho, entonces mi misión habrá tenido algo de sentido. No hagan ninguna tontería. No se expongan, no traten de creer en nadie como lo hice yo; esta vez es su hija la que les exige que obedezcan su voz, ya que en esto, la tragedia me ha enseñado de la peor manera que sería la peor decisión."

Al ponerse de pie, Rosario sintió que la habitación le daba vueltas. En la puerta estaba uno de los trabajadores de la Hacienda esperando a decirle algo.

– ¿Qué ocurre?

Su voz sonó ronca y áspera, pero no le importó. Todo lo que había hecho por ellas, toda la vida que les había entregado desde el vientre, se estaba desmoronando de manera irremediable en ese momento. No era más que una cáscara vacía a la que le habían quitado todo.

–Hay una persona afuera que está preguntado por usted.

No reaccionó durante unos eternos segundos. La percepción del tiempo y el espacio parecía haber cambiado para siempre, era como si a partir de las palabras que estaba escuchando, y de las horribles verdades que escuchaba, el universo a su alrededor hubiera cambiado irremediablemente, pasando a moverse a un ritmo que ella nunca podría asimilar como verdadero.

–Dile que espere.

Su voz tiene que haber sonado muy dura, ya que el hombre no dijo nada, y solo hizo un leve asentimiento antes de salir y cerrar la puerta. Volvió a sentarse ante la televisión, donde la cara de su hijita volvía a ocupar todo su campo visual. En ese momento recordó cuando nació, y como se dijo a sí misma que si había un momento en la vida que querría dejar intacto en su memoria para siempre, era ese, cuando estaba recostada con su pequeña hija en sus brazos, escuchando el latido de su corazón y sintiendo el calor de su piel; jamás lo había olvidado, y en ese momento en que todo se estaba destruyendo para siempre, necesitó desesperadamente volver a ese momento en que todo fue perfecto, y quedarse ahí definitivamente.

–Hay cosas que no puedo explicarles, y para su tranquilidad, lo mejor es que se queden así; por desgracia, he llegado a un punto en mi vida, en que no puedo simplemente dejar que las cosas se queden como están. Es demasiado el dolor, demasiada la injusticia y la maldad, y el egoísmo de mantener la propiedad a costa de las vidas de otros.
Quisiera estar ahí para abrazarlos y nunca más alejarme de ustedes, pero ahora que han pasado todas estas cosas, sé que la única opción que tengo es alejarlos mientras intento algo que a mi misma me parece imposible. Tengo que dejar de llorar y ser fuerte. Intentaré salvar algo para ustedes, no hagan preguntas, ni esperen nada, si pasa, solo dejen que suceda.

Benjamín se sentía igual que si lo hubieran amarrado de brazos y piernas, y amordazado su boca: no era capaz de reaccionar, ni de emitir sonido en esos momentos; todo había terminado ¿Por qué el destino se ensañaba con sus hijas, las que no habían cometido mayor error que ser ellas mismas? Su rabia y su dolor eran tan grandes que nunca podría dejar de sentirlos.

–Solo piensen que me he ido de viaje ¿está bien?

La grabación quedó una vez más en silencio, y el padre supo que se debía a algo muy antiguo, de cuando ellas eran niñas. Una vez viendo una película, Matilde dijo que alguna vez le gustaría hacer un largo viaje, igual como la protagonista, para recorrer el mundo alejada de todos. "Voy a hacer un viaje que es el comienzo de todo, mi corazón siempre será de ustedes" era lo que decía el personaje en el cine. Con los años esos recuerdos y fantasías quedaron en eso, pero ahora volvían como fantasmas para arrastrar a su hija más allá de donde él podía alcanzarla. Cómo quiso en ese momento estar junto con ellas, con ambas, sentadas junto a él, sin más preocupaciones que acostarse temprano y mandarlas a lavarse los dientes, en un tiempo en que él podía mantenerlas a salvo.

–Es mejor así. Piensen que he hecho un viaje, para conocer tanto del mundo como no conozco aún, y que cada noche estaré pensando en ustedes, con todo mi amor y mi fuerza; si piensan cada noche que estoy con ustedes, mirando el mismo cielo que miran sus ojos, entonces nunca estarán solos, y será como si esto jamás hubiera pasado, siempre habrá un mañana para tomar desayuno juntos y charlar de lo que queremos para el futuro.

Las siguientes palabras, Rosario las escuchó como en un sueño; no era una promesa ni un vaticinio, tan solo una idea en mente de su hija, una forma de decirles lo que había mantenido oculto hasta ese momento, una verdad tan difícil de creer como al mismo tiempo posible. Una posibilidad, remota por cierto, pero existente, de rescatar de ese dolor algo, aunque fuera solo algo, que los mantuviera enteros. Alguien había llamado a la puerta.



Próximo capítulo: Monstruo herido no muere, solo espera