La última herida capítulo 34: Dos videos



–Cierra esa caja.

Ninguna de las dos se movió. Los últimos dos minutos habían sido intensos para las tres personas dentro de la camioneta, pero nada había cambiado, Matilde seguía apuntando mientras Aniara mantenía la caja abierta frente a él.

–Supongo que no te quedan dudas.
–Aleja esa cosa de mi –dijo él con voz ronca– no hagas eso.

El hombre había perdido toda su galantería y frialdad al ver lo que había dentro de la caja; Matilde no podía culparlo, a ella le era muy difícil tan siquiera recordar el contenido, y hasta el momento agradecía que sus despertares luego de las pesadillas fueran silenciosos y no con gritos de espanto, sobre todo cuando sus padres estaban en casa.

–Es suficiente.

Aniara guardó la caja y recuperó el arma, aunque por el estado nervioso en que había quedado Gabriel, no parecía necesario amenazarlo.

– ¿Sabías de esto?
–Uno nunca sabe las cosas que...
–Contesta la pregunta –lo interrumpió Matilde– ¿Lo sabías?

Gabriel se secó el sudor con la manga de la camisa y respiró profundamente, aliviado de ya no tener cerca la caja que le habían mostrado. Luego se recostó en el asiento, respirando fuerte.

–Había escuchado algo pero nunca... demonios.
–Eso es lo que tú también tienes en tu cuerpo Gabriel.

El hombre hizo una mueca, conteniendo las náuseas.

–Está bien, si querías torturarme lo conseguiste, pero nada de esto va a cambiar lo demás ¿o acaso crees que con una pistola y eso vas a poder conseguir algo? Ya sabes que no.

La policía estaba descartada; quizás si Matilde hubiera tenido más claro eso desde un principio, sus acciones no habrían dejado tantos damnificados en el camino. La mirada sincera de Cristian Mayorga seguía viva en su recuerdo.

–Debería alegrarte estar en la posición en que estás, porque eso significa que no estarás en la de la gente de la clínica. Ahora solo tienes dos opciones, me llevas a la clínica sin trucos ni engaños, o jamás llegarás a volver a salir a la calle luego que terminemos con tu cara. Lo que suceda en ese lugar es solo mi asunto.


2


Desde que pusieron en marcha el plan y tuvieron como objetivo llegar a la gente de la clínica a través de la única persona cercana a la modelo que quiso ayudar a su hermana, Matilde se propuso pensar en Patricia como Aniara. Era un anagrama del nombre real de Miranda Arévalo, pensado para llamar la atención de Gabriel cuando lo encontraran, y además para poder mantenerla oculta mientras llevaran a cabo todo el desarrollo, pero para ella también era una especie de homenaje; en todo lo que había ocurrido, algo se mantenía inalterable, y es que no podía pensar en Miranda como una culpable, sino como una víctima. Era extraño, porque solo la había visto dos veces en su vida y apenas por unos momentos, pero al recordar, lo que sentía es que ella había sufrido las consecuencias de estar en el lugar y con las personas equivocadas, igual que ella. Jamás iba a saber a ciencia cierta a qué se refería exactamente con lo que le dijo la primera vez en esa calle, pero lo que encontró en el departamento de Patricia y todo lo sucedido en los meses posteriores hacían que pensara que ella, de alguna manera, había descubierto algo similar, o que por algún accidente esa verdad simplemente cayó en sus manos. Una mujer sola, rodeada de personas que solo querían negociar con ella, en un mundo donde los sentimientos probablemente tendrían poca importancia, seguramente no tuvo oportunidad ante lo que fuera que descubriera. Mientras la camioneta seguía su curso, decidió hacer la pregunta que tanto la inquietaba.

– ¿Qué le sucedía a Miranda la primera vez que la vi?

El hombre estaba más repuesto del mal rato, pero no había vuelto a su centro.

–Estaba alterada.
–Eso pude verlo. Lo que quiero saber es por qué dijo lo que dijo.

Gabriel la miró auténticamente sorprendido.

– ¿Alcanzaron a hablar?
–Sí.
–No lo sabía –dijo él en voz baja– no me di cuenta con el alboroto. Si lo hubiera sospechado, entonces podría haberla detenido antes que le diera los datos de la clínica.
– ¿A qué te refieres?

Por primera vez parecía preocupado, aunque sus emociones parecían constantemente lejos de lo que pasaba al interior del vehículo.

–Ariana era una mujer inestable y débil. Desde que comenzó a trabajar fue manejada por alguien más, siempre las decisiones estuvieron en otras manos, así que cuando llegó a la clínica para tratar una herida en la cadera por una caída, la atendieron sin mayores problemas. Eventualmente estaba tratada, y por su trabajo se hicieron necesarios nuevos tratamientos para hacerla más hermosa, y de pronto se volvió necesaria para la organización, ya que era un rostro conocido y querido por la gente, y ellos siempre necesitan personajes públicos que estén desviando la atención de todos.

Matilde sintió náuseas al pensar en las consecuencias de esos continuos tratamientos.

–Pero algo salió mal.
–A diferencia de lo que pasó con tu hermana, lo de Ariana fue un descuido de un trabajador de la clínica, que permitió que ella terminara en un sitio en donde no debía estar; ella era casi como una niña para algunas cosas, así que cuando vio una puerta abierta, simplemente se dejó llevar, pero el ataque de histeria que sufrió después no fue en la clínica, sino mientras íbamos en mi auto hacia un evento. Se puso como loca y dijo que iba a decir todo lo que había visto, y escapó de mí.
–En ese momento se encontró conmigo.

Él asintió.

–Mientras la seguía la vi cayendo al suelo, y a ti cerca. Lloraba tanto y hablaba tantas incoherencias, que no creí que hubiera dicho algo importante.
–Para mí no lo fue, no estaba en condiciones de pensar en eso.
– ¿Qué dijo?

Matilde no desvió la mirada para encontrar la suya, pero sabía que estaba mirándola.

–Dijo que lo que había visto era horrible.
–Probablemente tenía razón.

Aniara se había mantenido en absoluto silencio tal y como lo habían acordado desde el principio. Matilde sabía que estaba siendo una prueba difícil para ella, pero parte del acuerdo era mantenerla al margen de su propia historia, costase lo que costase.

–Sin embargo, ella después siguió trabajando –dijo ella con voz inexpresiva– hizo eventos, incluso estuvo en el edificio donde se encontró conmigo ¿Estaba drogada?
–Por supuesto que estaba drogada –replicó él– eso es evidente. Después de ese ataque la sometieron a un tratamiento para calmarla, y hacer que se olvidara de todo. No es tan sencillo deshacerse de alguien como ella que de un desconocido, además les servía mucho más viva. Pasaba casi todo el tiempo en otro mundo, por eso es que nadie nunca sospechó que había sido ella quien les entregó la información.

El poder de la organización que dirigía la clínica se tambaleaba cuando una modelo veía más de la cuenta. O cuando una mujer común entraba en contacto con ellos.

–Pero igualmente dejaron que accediéramos a todo eso.
–Cuando sucedió, fue una sorpresa para ellos supongo –repuso el hombre tratando de sonar liviano– según supe, simplemente fue una serie de malentendidos lo que permitió que llegaran tan lejos, pero cuando ya estaba hecho era muy tarde para echar pie atrás, de modo que simplemente se estableció vigilancia.
–Vicente, el empresario que tenía una herida en la espalda, y Antonio, mi amigo.
–Así es. Todas las personas que se han tratado en la clínica tienen a alguien cercano que los vigila, eso es parte de sus protocolos para mantener todo en secreto, por eso es que funciona. Sabes tan bien como yo que luego las cosas se complicaron.
–Y por eso decidieron acabar con todo, matar a mi hermana, a Miranda, al oficial Mayorga y al doctor Medel.
–Solo tu hermana era un peligro real en tanto tuviera la información genética en su cuerpo –replicó el hombre– Antonio estaba en lo cierto cuando te lo dijo.

Antonio les había dicho todo. Y probablemente, dentro de la clínica no hubiera nadie más peligroso para ellas que él.

– ¿Está vivo?
–No lo sé, no supe más de él, y se suponía que tampoco sabría más de ti.
–Pero igual me siguieron.
–Han pasado meses desde que todo eso terminó, hasta donde yo sé, una vigilancia como esa sería por unas seis a ocho semanas como mucho, pero veo que moviste bien tus cartas.

Matilde guardó silencio un momento. Así que sus planes sí habían funcionado bien, todo el esfuerzo por mantenerse oculta y disimular sus acciones había servido. Lo que no tenía claro aún era si había sido buena idea o no grabar esos videos. Ralentó la marcha conforme se acercaban a un nuevo semáforo, mientras según las indicaciones de Gabriel estaban cerca de las nuevas instalaciones de la clínica.

–No había mucho que hacer ¿no crees? –dijo forzando una sonrisa– sabes bien que no había forma de acudir a nadie, mucho menos a la policía. Pero hay algo que no comprendo, si dijiste que Patricia era el único peligro real ¿Por qué matar a los demás?

Gabriel estudió la situación un momento. Estaba claro que quería protegerse, y entendía que mientras hablara, no le harían daño.

–No sé lo suficiente.
–Mientes, estuviste con Ariana, por lo tanto estás involucrado.
–Está bien, lo que quiero decir es que no sé tanto como esperas; que Miranda haya deslizado información sin autorización, pese a estar medicada, indicaba que se había salido definitivamente de control, o que tal vez estaba tratando de buscar una salida, no lo sé. Pero se volvió peligrosa, y fue más oportuno para ellos eliminarla, además serviría para distraer la atención.
– ¿De la muerte del policía o de la amenaza de las acciones de Miranda y mías?
–Un poco de ambas supongo. Todo sucedió casi al mismo tiempo, y supongo que no tengo que detallarlo. Patricia sufrió ese accidente o lo que fuera y detonó todas las alarmas al mismo tiempo que Vicente iba a hacer una ronda de investigación, y lo siguiente que sabíamos es que un policía avisaba que te estaban tratando de ayudar, que Antonio había fracasado y que ese imbécil del doctor había contactado a alguien por su cuenta.

Matilde hizo una pausa. Las miles de conjeturas que había hecho durante ese tiempo incluían cosas como esa, pero no dejaba de ser sorprendente cómo funcionaba esa maquinaria, con una base central desconocida, y cientos de tentáculos en todas direcciones; y al mismo tiempo que era poderosa, tenía en su propia composición algunos puntos débiles que podían ayudarla.

–Es decir que la muerte de mi hermana era una obligación, la de Miranda una necesidad y todas las otras, fuerza mayor.

El hombre rió de manera similar a la que lo había hecho Antonio anteriormente.

–No entiendes el poder de la clínica. Hay demasiada gente adinerada, famosa y poderosa que se ha atendido con ellos como para permitir que tú o quien sea se interponga en su camino.
–Pero habitualmente no asesinan tantas personas.
–No estuviste involucrada en una situación normal, por eso es que movieron tantas piezas. Pero te vuelvo a decir, no hay nada que tú puedas hacer aquí.

Matilde asintió, como si estuviera dándole la razón.

–Hay algo que quiero saber: quién es el líder.
–No lo sé –replicó él como si lo que decía fuera absurdamente obvio– están escondidos, no tienen necesidad de estar presentes cuando pueden recibir el dinero con tranquilidad.
–Pero alguna vez deben haberlo hecho; deben ser doctores o cirujanos, solo personas expertas pueden haber conseguido que esto sea posible.

Gabriel meneó la cabeza.

–Si alguna vez estuvieron presentes, es de antes de mis tiempos.
– ¿Desde cuándo existen?
– ¿Que yo sepa? –dijo él perplejo– lo que uno puede saber es relativo, esto no es una empresa con un sitio web y una gran placa de mármol con su historia. Pero lo que sé es que son aproximadamente veinte años. Más que eso es imposible saber.

Pero un científico no se queda al margen de su trabajo, esa es una deformación profesional de cada uno de ellos. Esa persona o personas estaban ahí, en alguna parte, verificando que todo siguiera el curso que ellos querían. Su hermana había tenido razón en eso.

– ¿Hay algún jefe de seguridad de la clínica, alguien que se encargue de los asuntos como ese? No puedo creer que no

La mirada del hombre se ensombreció. Entonces lo conocía, y era peor de lo que parecía.

–No sé quién es, pero sí puedo decirte esto: cuando se entere de lo que tramas, desearás haber muerto junto a tu hermana.

Matilde detuvo el vehículo e hizo que los demás bajaran. Estaban al lado de un pequeño parque urbano, vacío y solitario en la noche.

–Vamos a cambiar de vehículo, terminaremos el viaje de otra forma.

Caminaron hacia el parque, del cual al otro lado se veía un auto blanco. Nadie dijo nada durante varios segundos, hasta que un grito amenazador hizo que los tres quedaran inmóviles, todas las miradas sobre el cañón de un revólver.



Próximo capítulo: Jefe de seguridad




Maldita secundaria capítulo 2: Si necesitas un héroe, búscalo



Secundaria Santa Sofía del Ángel
2 de Octubre, por la noche.

—Éste lugar es tétrico de noche —comentó Lorena en voz baja— y nunca había entrado así, en éstas condiciones.
—No es gratuito que nos tomáramos todas éstas molestias —explicó Adriano— es necesario venir de noche.

Siguieron caminando en silencio. Por la mañana, cuando él les relató la tragedia que había ocurrido allí seis años antes y como los siete estaban relacionados con eso, los jóvenes le pidieron una prueba de que lo que decía era verdad, aunque en ningún caso se esperaban que el hombre les diera una respuesta positiva; ahora estaban entrando a hurtadillas en los terrenos de la secundaria.

—Fue una mala idea venir aquí —dijo Hernán— todo ésto es una mala idea.
—Tranquilízate —susurró Dani— no nos vamos a desangrar por esperar un poco más.

Siguieron en silencio a través del estacionamiento, hasta llegar a la puerta de la bodega que permanecía cerrada firmemente, y que era terreno prohibido y misterioso para todos los estudiantes menos ahora para ellos. Adriano sacó de uno de sus bolsillos el manojo de llaves, y con cuidado buscó las tres que correspondían a un candado y dos complejas cerraduras; cuando terminó de abrir, el impacto para todos no fue tan grande como en la mañana, pero la destrucción que en ese cuarto quemado había no dejaba de impresionar. Lorena volvió a sentirse estremecida.

—Por favor entren.

Dani se animó en primer lugar, y los otros seis lo siguieron lentamente al interior mientras el hombre mayor encendía las luces.
Con el ceño fruncido y los músculos de la cara contraídos, Del Real alzó la voz nuevamente hacia los jóvenes.

—Muchachos, necesito pedirles que guarden silencio; voy a tratar de comunicarme con mi hijo, pero eso solo resultará si él está dispuesto.

Leticia se llevó las manos a la cara. ¿Por qué tenían que estar en medio de algo así? Ahora pensaba que pedirle una prueba a Adriano había sido una estupidez.
Dani sujetó la mano de Soledad, para infundirle ánimos en un momento como ese, cuando la joven se sentía desfallecer por los nervios.

"Papá..."

Al principio solo pareció un sonido del aire, quizás producto de la imaginación de todos, pero la voz volvió a escucharse, lo que hizo que automáticamente las miradas de los adolescentes fueran a parar a Adriano; al hombre se le veía casi en trance, con la vista perdida, apretando los puños para contener el enorme flujo de emociones que lo embargaba. Fernando contuvo la respiración, sin saber si asombrarse u horrorizarse por lo que estaba sucediendo. ¡Realmente estaban escuchando la voz de un muerto!

—Hijo —murmuró el hombre con voz temblorosa— soy yo, estoy aquí...

La tensión estaba al máximo en esos momentos. Leticia volvió a sentir náuseas, sabía que era una reacción común en ella cuando estaba sometida a mucho stress, pero en ese momento no solo le ocurría eso, también tenía deseos de escapar de ese sitio, correr sin mirar atrás, pero no estaba segura de que su cuerpo le respondiera.

"Papá..."

Fernando sentía lo mismo que en la primera bajada de una montaña rusa: el estómago quedando arriba mientras el cuerpo bajaba, solo que no era nada divertido; la voz se escuchaba alrededor de ellos, de igual modo que los sonidos estéreo de las salas de cine, pero era irreal, porque al mismo tiempo que se escuchaba en todas partes, no estaba en ninguna de ellas, y era como una brisa que circundaba al tiempo que no había viento ni movimiento en el interior de la bodega. Hernán miró en todas direcciones buscando el origen de la voz, pero a la vez comprendía que era inútil, la voz estaba y no estaba, era como algo metido en su cabeza, más suave que los pensamientos, más fuerte que la nada.

—Hijo mío, aquí están las personas que necesitas, son ellos... ellos son los que pueden ayudarte como yo... como yo no puedo...

La voz de Adriano se escuchaba quebrada y lejana, pero los adolescentes no estaban prestándole atención. Lorena estaba saturada de sensaciones, porque a la vez se sentía asustada por lo que estaba viviendo, y tenía mucha compasión por la tragedia que aún vivían padre e hijo. Adriano del Real en ningún momento había mentido, ni siquiera exagerado, estaban en el lugar mismo donde murieron personas, y en esos instantes estaban estableciendo contacto con un espíritu, que por lo que ella sabía, probablemente estaba atrapado entre este mundo y el otro como se los dijera su padre por la mañana.

"Ayúdame"

Dani sintió que se le helaba la sangre; Carolina escuchó esa voz de una manera distinta, no a su alrededor como antes, sino dentro de su cabeza, como un pensamiento o un recuerdo muy potente; Soledad no soltaba la mano de Dani, porque sentía que si lo hacía iba a desmayarse.
De pronto todo concluyó, y la bodega quedó en absoluto silencio, sin que ninguno atinara a moverse o a hacer algo; la sensación y la voz se habían esfumado. Adriano, con la cabeza dándole vueltas y luchando contra su tristeza, se volteó hacia los demás, sin sorprenderse al verlos a todos completamente anonadados.

—Esa es la prueba que me habían pedido. Ya conocen a mi hijo.

Momentos después, los ocho estaban fuera de la bodega que ya estaba cerrada, en medio de la en ese momento vacía playa de estacionamiento. Leticia se llevó las manos a la cabeza.

— ¡Esto es lo peor que nos podía pasar! Y tú Dani diciendo que había que conservar la calma y que no podía pasar nada malo.
—No hablen tan fuerte —intervino Lorena— traten de respirar profundo, hay que calmarse después de lo que vimos.
—Ésto es impresionante —comentó Fernando aún sin salir de su asombro— parece que estuviéramos grabando para el programa ''Personas del ayer'' la voz estaba en mi cabeza, en mi cabeza.
—En la de todos —comentó Dani— yo también lo sentí de la misma forma, jamás había experimentado algo similar.
—Es lo mínimo —agregó Leticia— ¿Qué va a pasar ahora, volaremos por el aire?

Dani respiró profundo, y acercó la silla de ruedas a Adriano, intentando adoptar un tono de voz más conciliador. Tenía el corazón en la mano, pero en ese momento estaba consciente de que la persona que más sufría era él y no ellos siete, por mucho que estuvieran involucrados.

—Señor. ¿Usted siempre se comunica con su hijo?
—No Dani —respondió el hombre en voz baja — solo pasa en algunas ocasiones, y tenía el presentimiento de que ocurriría ahora, por eso los traje hasta acá. Y supongo que también, en cierto modo, Matías quiso manifestarles de alguna manera su presencia.
—Y lo logró con creces —comentó Lorena enjugándose el sudor de la frente— por lo menos yo tenía bastantes dudas, pero después de ésta experiencia, no puedo decir que sea mentira.

Adriano los miró con ojos brillantes.

—Muchachos, sé que todo lo que están viviendo es algo completamente fuera de lo común, y seguramente deben estar odiándome por la verdad en la que los estoy involucrando, pero les prometo que no haría nada de ésto si hubiera alguna alternativa, pero después de éstos seis años, realmente no hay nada más que pueda hacer, y creo que lo que ha ocurrido, la forma en que Matías me expresó que necesitaba su ayuda, la de ustedes en particular, me hace pensar que por fin hay una posibilidad de salvar su alma, y también de proteger a todos.
—No se ponga mal —le aconsejó Dani— entendemos que no está haciendo nada de ésto a propósito. Vamos a hacer todo lo posible por ayudarlos, a los dos.
—Eres muy amable Dani.

Leticia resopló un par de veces antes de hablar.

—Estamos en medio de una película de fantasmas. Oiga, y ya que estamos en ésto, según lo que nos dijo, por aquí empezaron a pasar cosas extrañas, pero siempre serán voces fantasmales ¿O no?
—No estoy muy seguro, no lo creo —respondió algo dubitativo— es decir, guiándome por las cosas que pasaron aquí cuando estaba funcionando el instituto, tendríamos que asumir que no. Las manifestaciones casi siempre pasan inadvertidas desde el punto de vista sobrenatural, pero si van a ocurrir cosas. Lo primero que creo que va a ocurrir son accidentes menores, básicamente cosas triviales que a nadie le parecerán raras, a menos claro que a alguna persona se le ocurriera atar cabos, me refiero a caídas inexplicables, muebles rotos, puertas cerradas y esas cosas, aunque suene absurdo es como en las películas de fantasmas. Lo siguiente que puede pasar es que las manifestaciones suban de nivel, y comiencen a afectar a algunas personas, que creo son las más débiles de carácter o que se encuentren vulnerables, y éstas personas se volverán agresivas, no sé si directamente contra ustedes o contra alguien más, pero eso pasará con casi toda seguridad. Aquí hay dos cosas importantes, la primera de ellas es que la agresividad será evidente porque no es natural, no es como si te enojaras y ya; lo otro es que éste es un estado definitivamente fuera de lo normal, así que aunque les parezca increíble, una vez que pase el efecto, las personas no recordarán nada de lo que haya pasado o que hayan dicho.

Hizo una pausa en la que paseó la mirada por los rostros de cada uno de ellos; resultaba insólito estar hablando de hechos pasados que no podía demostrar.

— ¿Cree que eso será todo?
—Básicamente sí; lo que tendrían que hacer es estar atentos a lo que pueda suceder, y hacer lo posible por evitar que las cosas salgan a la vista.

Eso último hizo que Fernando cayera en un detalle.

— ¿Por qué es tan importante que nadie se entere de lo que está pasando?
— ¿Es una broma? —lo interrumpió Leticia ásperamente— creí que ya había quedado claro que no se puede saber que hay un grupo de espíritus invadiendo la secundaria.
—No estoy preguntando eso Leticia. Lo que me llama la atención es que él nos ha dicho en más de una ocasión que hay que guardar muy bien el secreto.

Adriano asintió.

—Fernando tiene razón. El motivo por el que es necesario guardar el secreto, es que por alguna razón que no he podido identificar, cuando éstos hechos comienzan a ser conocidos por otras personas, las situaciones extraordinarias se vuelven mucho más peligrosas, es por eso que en el pasado cuando ocurrió en primer lugar, terminé por perder el control. Además tienen que tener en cuenta que éstos hechos abarcan los últimos tres meses del año, por lo que ya por éstos momentos deberían comenzar si es que no ha empezado ya.

Comenzaron a caminar hacia el exterior luego de que Adriano cerrara muy bien la bodega.

—Muchachos, quiero agradecerles nuevamente por lo que están haciendo.
—No es que tengamos muchas alternativas —dijo Hernán de mala gana— estamos atrapados.
—Hernán por favor...
—No Dani, tiene razón —intervino Adriano en voz baja— es totalmente comprensible tu molestia Hernán, y te pido disculpas por ello, solo puedo decir que si no tuvieran éste aviso, quizás las cosas serían más difíciles para ustedes y al menos tienen la posibilidad de defenderse y hacer algo en vez de ser solamente víctimas como puede serlo cualquier persona en ésta secundaria. Mientras éste sitio estuvo en mi poder hice lo posible por controlar los sucesos, y muchas veces fallé o no pude contener las consecuencias, pero ahora mismo no puedo hacer mucho más, solo pedirles que me ayuden con lo que está a punto de suceder, y recordarles que deben extremar cualquier medida de precaución. Por otra parte, si necesitan de mi ayuda, ya sea para hablar, o por lo que sea en que pueda asistirlos, quiero que tengan mi número de teléfono, y que podrán encontrarme a cualquier hora, no quiero que crean que estaré desligándome de algo así.

En esos momentos llegaron a la puerta del estacionamiento y salieron sigilosamente. Se despidieron brevemente, y Adriano del Real se alejó caminando lentamente.

— ¿Qué hora es?
—Un cuarto para la una Sole —respondió Dani— y pensar que entramos a las ocho...
—Noo, a las nueve —dijo Leticia con energía— después de todo lo que hemos estado viviendo, lo mínimo que nos merecemos es entrar un poco más tarde; además empezamos con lenguaje, seguro que no hay nada importante.
—Leticia, eso es chantaje.
—No es chantaje, lo leí en un libro —replicó ella sonriendo— si tienes algo con que negociar, hazlo, y así todos salimos ganando, San Luis no puede decirnos nada.
— ¿En qué libro salía algo así?

La joven meneó la cabeza.

—Es uno de ciencia ficción. Uno de los personajes tenía información muy importante y la usaba para negociar y sacaban muchos beneficios.
— ¿Y qué pasaba después?
—Se confiaban y terminaban cayendo en una trampa mortal.

Se hizo un breve silencio y Soledad miró al cielo.

—De antología el consejo. ¿Por qué no dejan de hacer planes absurdos y nos vamos todos a dormir?
— ¿Absurdos? —exclamó Leticia— a ti te podrán parecer absurdos porque vives a tres cuadras de éste sitio.
—Son cuatro, y no es mi culpa que tus padres quieran que hagas un tour por toda la ciudad para estudiar.
—Ya, ya, por favor —intervino Dani— no vamos a llegar a ninguna parte con discusiones como ésta, eso es seguro. Tenemos que tratar de llevar ésta responsabilidad en paz, Adriano del Real ya nos lo dijo y tiene razón.
—Si, si, como sea —murmuró Hernán— si van a ponerse de acuerdo háganlo ya.

Sala de música.
Al día siguiente, nueve cincuenta de la mañana.

—Bien —murmuró Carolina— la verdad es que la cosa no está tan mal considerando que era nada menos que Carvajal quien estaba recibiendo a los atrasados.

La joven sacó de su mochila un bolsito celeste, y de él un espejo pequeño, con el que comenzó a examinar su imagen antes de maquillarse. A su lado se sentó Lorena, con un pequeño bolso y también sacó un espejo.
A un costado de la sala, Dani cobijaba a Soledad, que dormitaba apoyada en su hombro. Cerca de la ventana, Hernán leía en silencio un libro, y más hacia el centro, Leticia cabeceaba mientras Fernando estiraba los brazos luchando por no dormirse.

—Cielos —dijo Leticia— dormité bien éste rato. ¿Qué hora es?
—Nueve cincuenta. Diez minutos más y nos vamos a clases. Debo tener una cara horrible.

Hernán levantó la cara del libro con las cejas levantadas.

—Sí, es cierto, no eres nada sin tu delineador.

Pero Fernando no le prestó atención.

—Anoche aparte no podía dormir, y en la mañana salí tan apurado que ni traje alguna crema para mejorar mi piel.

Leticia comenzó a leer una revista de mecánica automotriz, pero el interés de Hernán estaba creciendo.

— ¿Qué quieres decir con mejorar, sacar el estuche de maquillaje?

Fernando lo miró directamente. No era reacio a los enfrentamientos, y en ese momento no estaba precisamente de ánimo para nada.

—No, me refiero a no tener la cara de puerta de perrera que tienes tú.
—Bah, ni que fueras miss mundo, por último en ellas lo entiendo.

Pero Leticia no.

— ¿Y por qué en ellas si?
—Pues porque son mujeres y las mujeres se maquillan y se sacan las cejas y esas cosas.

La joven dejó la revista.

— ¿Te parece que yo estoy maquillada y esas cosas?
—No...
— ¿Y entonces?
— ¿Entonces que, cual es el punto?

Fernando y Leticia cruzaron miradas cómplices.

—Creo que él tiene un problema de conceptos.
—Si...
— ¿De qué están hablando?
—Pues de que yo soy mujer Hernán por Dios —exclamó ella exaltada— no me digas que no lo habías notado.
—Claro que si niñita, pero eso no tiene nada que ver, es como lo que dicen de las excepciones de las reglas, siempre tiene que haber alguien, o solo mírense ustedes dos.
—Escúchame...

Pero un ruido extraño los interrumpió en el exterior de la sala.

— ¿Qué fue eso? —Murmuró Dani— fue muy raro.
— ¿Que, ah? —balbuceó Soledad incorporándose— ¿Qué pasa?

Lorena y Carolina dejaron la sesión de maquillaje.

—Eso sonó muy feo.
— ¿Que nos importa? —dijo Fernando encogiéndose de hombros— de todos modos Carvajal nos confinó a ésta sala, si salimos se va a enfurecer.

Silencio.

—Oh, no, no creerán que...
— ¿Los fantasmas?

Nuevamente silencio.

—Por Dios, creí que por lo menos nos dejarían un par de días, pero es mejor que vayamos a ver antes que quedarnos aquí.
—Si Carvajal está volando por los cielos a mí no me importaría.
—Mejor vamos a ver —opinó Dani acercándose a la puerta— ésta sala está en un tercer piso, así que desde aquí podemos ver todo lo que pasa en el patio.

El grupo salió apresuradamente al pasillo, y Leticia llegó en primer lugar.

— ¡Oohh!
— ¿Que pasa Leticia?

Fernando también llegó al borde del pasillo y se asombró al ver la escena; en la construcción que los enfrentaba había una joven de primer año, colgando de cabeza de la reja de protección del balcón del segundo piso, enredada en alguna prenda y ante los ojos y gritos de los estudiantes que aumentaban.
Un profesor trataba de llegar hasta la niña a través del pasillo, pero estaba fuera de su alcance.

—Esa niña se va a caer —exclamó Lorena horrorizada— tenemos que hacer algo.
— ¿Tenemos? —preguntó Leticia— oh, ya entendí, un fantasma podría haberla arrojado por el balcón, de acuerdo.

Dani comenzó a desplazarse hacia la bajada.

—No van a poder alcanzarla, está demasiado lejos y estos pisos son muy altos. Se me ocurre una idea, Hernán, Fernando, traigan colchonetas del gimnasio, los demás vengan conmigo.

Momentos después el grupo luchaba por pasar entre un mar de estudiantes que miraban la escena desde el patio; aunque los gritos de Leticia los ayudaban, aún estaban tardando demasiado. Un poco después consiguieron llegar bastante cerca del punto bajo el que la niña colgaba y gritaba desesperada, pero el inspector Arela, un hombre corpulento y de aspecto bonachón los detuvo.

—No se acerquen por favor, necesitamos espacio para poder ayudar ahora.
—Inspector, escúcheme.
—Por favor aléjense.
—No, escúcheme inspector —exclamó Dani— mire hacia allá.

Precisamente el rapado y Fernando aparecieron con colchonetas sobre sus cabezas, y las muchachas comenzaron a apartar a los otros estudiantes, además de que el inspector entendió la idea y los dejó intervenir. Sin embargo el trabajo del inspector y del grupo estaba difícil, ya que los estudiantes estaban sobreexcitados viendo la escena y no escuchaban lo que se les decía. Entre el desorden y el desconcierto, alguien empujó la silla de ruedas y con ella a Dani al suelo.

— ¡Dani!

Paralelamente Hernán arrojó con fuerza una de las colchonetas, que el inspector alcanzó mientras Fernando se abría paso entre el bullicio; sin embargo las cosas se complicaron más cuando la prenda de la que pendía la niña se soltó un poco más, y los gritos aumentaron.

— ¡Aléjense, Dani se cayó! —gritó Soledad luchando por levantar a su amigo— ¡Quítense de aquí, Dani!

Justo a tiempo Fernando llegó bajo la niña, y con ayuda de la colchoneta que llevaba y el inspector, lograron atajar a la muchachita en el preciso instante en que se soltaba finalmente. El inspector Arela tomó a la niña entre sus brazos y la abrazó para consolarla y calmar sus desesperados llantos. Al mismo tiempo, el director San Luis remeció al ambiente cuando su voz se dejó escuchar por sobre el griterío a través de un megáfono.

— ¡Jóvenes! Atención por favor, les habla su director, silencio por favor.

El bullicio decreció.

—Atención a todos. Quiero pedirles que se calmen; ha ocurrido un lamentable accidente, por suerte con buenos resultados. Ahora quiero pedirles a todos y cada uno que vuelvan a sus aulas en calma y que dejen a los docentes ocuparse de todo.

Fernando y Soledad lograron levantar a Dani.

— ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, no fue nada. Volvamos a la sala de música antes que las cosas se nos compliquen más todavía.

Poco después, todos estaban en la sala de Matemáticas, minutos antes del segundo recreo; Fernando y Leticia conversaban sobre lo que había pasado hace poco.

—Que tremendo estar compartiendo con los demás hasta fin de año. ¿Tú crees que lo que sucedió habrá sido solo un accidente o...?
—Shht. Habla más bajo. Pero no lo sé, aunque reconozco que es raro, muy raro.

Mientras tanto Dani intentaba estudiar.

— ¿Por qué la profesora tenía que salir justo ahora? Necesito silencio.
—Dani, ya terminamos los ejercicios.
—Claro que no, porque me quedan cuatro ejercicios para terminar la tarea y quiero descansar un poco.

Soledad lo miró con los ojos entrecerrados, sorprendida de nuevo de las capacidades de su amigo.

—Allá va otra vez el genio, deberías calmarte un poco, acabamos de pasar por una experiencia muy fuerte.

Mientras tanto Jaime, un corpulento joven, encaraba a Leticia y Fernando.

—Les anticipo que ya se sabe.
— ¿Qué cosa?
— ¿Cómo que cosa? Ya todos se dieron cuenta que extrañamente ustedes están cambiando de amistades, los vieron con ese grupo tan raro.

Los otros dos se miraron sorprendidos; ambos sabían que en algún momento iba a suceder, pero hicieron la farsa de no entender de qué les hablaban.

—Estábamos castigados todos juntos, sería bien raro estar separados.
—Yo no lo creo —dijo el otro joven aguzando la vista— porque no solo fue eso, también llegaron como héroes a salvar a la que se cayó por el balcón, y no los castigaron para hacer eso, seguro que no.

Poco después los siete se reunieron en el patio trasero.

—Hay que tener más cuidado — comentó Dani — creo que han habido sospechas de nosotros.

Fernando se cruzó de brazos.

— ¿Qué esperabas? Apenas nos habíamos hablado durante todo el año, y de un día para otro nos mandan juntos a la oficina del director, nos castigan juntos, y aparte vamos todos juntos a salvar a la bendita niña esa.

Hernán se encogió de hombros.

—De todos modos no veo cual es tanta la preocupación.
—Que tú no tengas amigos no significa que los demás tampoco.
—No veo como eso los está ayudando.
—En cualquier caso —intervino Dani bajando los ánimos— lo de no parecer tan unidos ahora es por una razón más importante, para que nadie descubra lo que está pasando, recuerden que Adriano lo dijo.

De pronto, tres compañeros aparecieron en el patio trasero. Los siete quedaron en silencio, asombrados.

—Diablos —murmuró Leticia en voz baja— ahora sí que nada de lo que hemos hecho sirve de nada.

Pero algo no estaba sucediendo como de costumbre. Dani aguzó la vista mientras los otros tres aún no estaban demasiado cerca, y fue el primero en notar que había algo sumamente extraño.

—Esperen, algo no está bien aquí.
— ¿De qué están hablando?
—Miren con atención. No están bien, les sucede algo a esos tres.

Hernán también se fijó en lo que decía Dani. Y entonces lo descubrió: no solo se trataba de la actitud amenazante al caminar, también había algo más, una mirada fuera de lo común, un comportamiento corporal extraño.

—No puede ser —dijo Lorena— ellos son... Dani, creo que éstas personas no son quienes creemos.

Se tapó la boca con las manos al decirlo; estaba viendo y sintiendo algo que había leído en los libros, pero de lo que jamás pensó poder ver.

—Nos están mirando de un modo muy extraño —dijo Soledad con nerviosismo— ¿Qué es lo que quieren aquí?
—No son nuestros compañeros de estudios —dijo Dani resueltamente— muchachos, creo que tenemos una visita del más allá.




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