Maldita secundaria capítulo 2: Si necesitas un héroe, búscalo



Secundaria Santa Sofía del Ángel
2 de Octubre, por la noche.

—Éste lugar es tétrico de noche —comentó Lorena en voz baja— y nunca había entrado así, en éstas condiciones.
—No es gratuito que nos tomáramos todas éstas molestias —explicó Adriano— es necesario venir de noche.

Siguieron caminando en silencio. Por la mañana, cuando él les relató la tragedia que había ocurrido allí seis años antes y como los siete estaban relacionados con eso, los jóvenes le pidieron una prueba de que lo que decía era verdad, aunque en ningún caso se esperaban que el hombre les diera una respuesta positiva; ahora estaban entrando a hurtadillas en los terrenos de la secundaria.

—Fue una mala idea venir aquí —dijo Hernán— todo ésto es una mala idea.
—Tranquilízate —susurró Dani— no nos vamos a desangrar por esperar un poco más.

Siguieron en silencio a través del estacionamiento, hasta llegar a la puerta de la bodega que permanecía cerrada firmemente, y que era terreno prohibido y misterioso para todos los estudiantes menos ahora para ellos. Adriano sacó de uno de sus bolsillos el manojo de llaves, y con cuidado buscó las tres que correspondían a un candado y dos complejas cerraduras; cuando terminó de abrir, el impacto para todos no fue tan grande como en la mañana, pero la destrucción que en ese cuarto quemado había no dejaba de impresionar. Lorena volvió a sentirse estremecida.

—Por favor entren.

Dani se animó en primer lugar, y los otros seis lo siguieron lentamente al interior mientras el hombre mayor encendía las luces.
Con el ceño fruncido y los músculos de la cara contraídos, Del Real alzó la voz nuevamente hacia los jóvenes.

—Muchachos, necesito pedirles que guarden silencio; voy a tratar de comunicarme con mi hijo, pero eso solo resultará si él está dispuesto.

Leticia se llevó las manos a la cara. ¿Por qué tenían que estar en medio de algo así? Ahora pensaba que pedirle una prueba a Adriano había sido una estupidez.
Dani sujetó la mano de Soledad, para infundirle ánimos en un momento como ese, cuando la joven se sentía desfallecer por los nervios.

"Papá..."

Al principio solo pareció un sonido del aire, quizás producto de la imaginación de todos, pero la voz volvió a escucharse, lo que hizo que automáticamente las miradas de los adolescentes fueran a parar a Adriano; al hombre se le veía casi en trance, con la vista perdida, apretando los puños para contener el enorme flujo de emociones que lo embargaba. Fernando contuvo la respiración, sin saber si asombrarse u horrorizarse por lo que estaba sucediendo. ¡Realmente estaban escuchando la voz de un muerto!

—Hijo —murmuró el hombre con voz temblorosa— soy yo, estoy aquí...

La tensión estaba al máximo en esos momentos. Leticia volvió a sentir náuseas, sabía que era una reacción común en ella cuando estaba sometida a mucho stress, pero en ese momento no solo le ocurría eso, también tenía deseos de escapar de ese sitio, correr sin mirar atrás, pero no estaba segura de que su cuerpo le respondiera.

"Papá..."

Fernando sentía lo mismo que en la primera bajada de una montaña rusa: el estómago quedando arriba mientras el cuerpo bajaba, solo que no era nada divertido; la voz se escuchaba alrededor de ellos, de igual modo que los sonidos estéreo de las salas de cine, pero era irreal, porque al mismo tiempo que se escuchaba en todas partes, no estaba en ninguna de ellas, y era como una brisa que circundaba al tiempo que no había viento ni movimiento en el interior de la bodega. Hernán miró en todas direcciones buscando el origen de la voz, pero a la vez comprendía que era inútil, la voz estaba y no estaba, era como algo metido en su cabeza, más suave que los pensamientos, más fuerte que la nada.

—Hijo mío, aquí están las personas que necesitas, son ellos... ellos son los que pueden ayudarte como yo... como yo no puedo...

La voz de Adriano se escuchaba quebrada y lejana, pero los adolescentes no estaban prestándole atención. Lorena estaba saturada de sensaciones, porque a la vez se sentía asustada por lo que estaba viviendo, y tenía mucha compasión por la tragedia que aún vivían padre e hijo. Adriano del Real en ningún momento había mentido, ni siquiera exagerado, estaban en el lugar mismo donde murieron personas, y en esos instantes estaban estableciendo contacto con un espíritu, que por lo que ella sabía, probablemente estaba atrapado entre este mundo y el otro como se los dijera su padre por la mañana.

"Ayúdame"

Dani sintió que se le helaba la sangre; Carolina escuchó esa voz de una manera distinta, no a su alrededor como antes, sino dentro de su cabeza, como un pensamiento o un recuerdo muy potente; Soledad no soltaba la mano de Dani, porque sentía que si lo hacía iba a desmayarse.
De pronto todo concluyó, y la bodega quedó en absoluto silencio, sin que ninguno atinara a moverse o a hacer algo; la sensación y la voz se habían esfumado. Adriano, con la cabeza dándole vueltas y luchando contra su tristeza, se volteó hacia los demás, sin sorprenderse al verlos a todos completamente anonadados.

—Esa es la prueba que me habían pedido. Ya conocen a mi hijo.

Momentos después, los ocho estaban fuera de la bodega que ya estaba cerrada, en medio de la en ese momento vacía playa de estacionamiento. Leticia se llevó las manos a la cabeza.

— ¡Esto es lo peor que nos podía pasar! Y tú Dani diciendo que había que conservar la calma y que no podía pasar nada malo.
—No hablen tan fuerte —intervino Lorena— traten de respirar profundo, hay que calmarse después de lo que vimos.
—Ésto es impresionante —comentó Fernando aún sin salir de su asombro— parece que estuviéramos grabando para el programa ''Personas del ayer'' la voz estaba en mi cabeza, en mi cabeza.
—En la de todos —comentó Dani— yo también lo sentí de la misma forma, jamás había experimentado algo similar.
—Es lo mínimo —agregó Leticia— ¿Qué va a pasar ahora, volaremos por el aire?

Dani respiró profundo, y acercó la silla de ruedas a Adriano, intentando adoptar un tono de voz más conciliador. Tenía el corazón en la mano, pero en ese momento estaba consciente de que la persona que más sufría era él y no ellos siete, por mucho que estuvieran involucrados.

—Señor. ¿Usted siempre se comunica con su hijo?
—No Dani —respondió el hombre en voz baja — solo pasa en algunas ocasiones, y tenía el presentimiento de que ocurriría ahora, por eso los traje hasta acá. Y supongo que también, en cierto modo, Matías quiso manifestarles de alguna manera su presencia.
—Y lo logró con creces —comentó Lorena enjugándose el sudor de la frente— por lo menos yo tenía bastantes dudas, pero después de ésta experiencia, no puedo decir que sea mentira.

Adriano los miró con ojos brillantes.

—Muchachos, sé que todo lo que están viviendo es algo completamente fuera de lo común, y seguramente deben estar odiándome por la verdad en la que los estoy involucrando, pero les prometo que no haría nada de ésto si hubiera alguna alternativa, pero después de éstos seis años, realmente no hay nada más que pueda hacer, y creo que lo que ha ocurrido, la forma en que Matías me expresó que necesitaba su ayuda, la de ustedes en particular, me hace pensar que por fin hay una posibilidad de salvar su alma, y también de proteger a todos.
—No se ponga mal —le aconsejó Dani— entendemos que no está haciendo nada de ésto a propósito. Vamos a hacer todo lo posible por ayudarlos, a los dos.
—Eres muy amable Dani.

Leticia resopló un par de veces antes de hablar.

—Estamos en medio de una película de fantasmas. Oiga, y ya que estamos en ésto, según lo que nos dijo, por aquí empezaron a pasar cosas extrañas, pero siempre serán voces fantasmales ¿O no?
—No estoy muy seguro, no lo creo —respondió algo dubitativo— es decir, guiándome por las cosas que pasaron aquí cuando estaba funcionando el instituto, tendríamos que asumir que no. Las manifestaciones casi siempre pasan inadvertidas desde el punto de vista sobrenatural, pero si van a ocurrir cosas. Lo primero que creo que va a ocurrir son accidentes menores, básicamente cosas triviales que a nadie le parecerán raras, a menos claro que a alguna persona se le ocurriera atar cabos, me refiero a caídas inexplicables, muebles rotos, puertas cerradas y esas cosas, aunque suene absurdo es como en las películas de fantasmas. Lo siguiente que puede pasar es que las manifestaciones suban de nivel, y comiencen a afectar a algunas personas, que creo son las más débiles de carácter o que se encuentren vulnerables, y éstas personas se volverán agresivas, no sé si directamente contra ustedes o contra alguien más, pero eso pasará con casi toda seguridad. Aquí hay dos cosas importantes, la primera de ellas es que la agresividad será evidente porque no es natural, no es como si te enojaras y ya; lo otro es que éste es un estado definitivamente fuera de lo normal, así que aunque les parezca increíble, una vez que pase el efecto, las personas no recordarán nada de lo que haya pasado o que hayan dicho.

Hizo una pausa en la que paseó la mirada por los rostros de cada uno de ellos; resultaba insólito estar hablando de hechos pasados que no podía demostrar.

— ¿Cree que eso será todo?
—Básicamente sí; lo que tendrían que hacer es estar atentos a lo que pueda suceder, y hacer lo posible por evitar que las cosas salgan a la vista.

Eso último hizo que Fernando cayera en un detalle.

— ¿Por qué es tan importante que nadie se entere de lo que está pasando?
— ¿Es una broma? —lo interrumpió Leticia ásperamente— creí que ya había quedado claro que no se puede saber que hay un grupo de espíritus invadiendo la secundaria.
—No estoy preguntando eso Leticia. Lo que me llama la atención es que él nos ha dicho en más de una ocasión que hay que guardar muy bien el secreto.

Adriano asintió.

—Fernando tiene razón. El motivo por el que es necesario guardar el secreto, es que por alguna razón que no he podido identificar, cuando éstos hechos comienzan a ser conocidos por otras personas, las situaciones extraordinarias se vuelven mucho más peligrosas, es por eso que en el pasado cuando ocurrió en primer lugar, terminé por perder el control. Además tienen que tener en cuenta que éstos hechos abarcan los últimos tres meses del año, por lo que ya por éstos momentos deberían comenzar si es que no ha empezado ya.

Comenzaron a caminar hacia el exterior luego de que Adriano cerrara muy bien la bodega.

—Muchachos, quiero agradecerles nuevamente por lo que están haciendo.
—No es que tengamos muchas alternativas —dijo Hernán de mala gana— estamos atrapados.
—Hernán por favor...
—No Dani, tiene razón —intervino Adriano en voz baja— es totalmente comprensible tu molestia Hernán, y te pido disculpas por ello, solo puedo decir que si no tuvieran éste aviso, quizás las cosas serían más difíciles para ustedes y al menos tienen la posibilidad de defenderse y hacer algo en vez de ser solamente víctimas como puede serlo cualquier persona en ésta secundaria. Mientras éste sitio estuvo en mi poder hice lo posible por controlar los sucesos, y muchas veces fallé o no pude contener las consecuencias, pero ahora mismo no puedo hacer mucho más, solo pedirles que me ayuden con lo que está a punto de suceder, y recordarles que deben extremar cualquier medida de precaución. Por otra parte, si necesitan de mi ayuda, ya sea para hablar, o por lo que sea en que pueda asistirlos, quiero que tengan mi número de teléfono, y que podrán encontrarme a cualquier hora, no quiero que crean que estaré desligándome de algo así.

En esos momentos llegaron a la puerta del estacionamiento y salieron sigilosamente. Se despidieron brevemente, y Adriano del Real se alejó caminando lentamente.

— ¿Qué hora es?
—Un cuarto para la una Sole —respondió Dani— y pensar que entramos a las ocho...
—Noo, a las nueve —dijo Leticia con energía— después de todo lo que hemos estado viviendo, lo mínimo que nos merecemos es entrar un poco más tarde; además empezamos con lenguaje, seguro que no hay nada importante.
—Leticia, eso es chantaje.
—No es chantaje, lo leí en un libro —replicó ella sonriendo— si tienes algo con que negociar, hazlo, y así todos salimos ganando, San Luis no puede decirnos nada.
— ¿En qué libro salía algo así?

La joven meneó la cabeza.

—Es uno de ciencia ficción. Uno de los personajes tenía información muy importante y la usaba para negociar y sacaban muchos beneficios.
— ¿Y qué pasaba después?
—Se confiaban y terminaban cayendo en una trampa mortal.

Se hizo un breve silencio y Soledad miró al cielo.

—De antología el consejo. ¿Por qué no dejan de hacer planes absurdos y nos vamos todos a dormir?
— ¿Absurdos? —exclamó Leticia— a ti te podrán parecer absurdos porque vives a tres cuadras de éste sitio.
—Son cuatro, y no es mi culpa que tus padres quieran que hagas un tour por toda la ciudad para estudiar.
—Ya, ya, por favor —intervino Dani— no vamos a llegar a ninguna parte con discusiones como ésta, eso es seguro. Tenemos que tratar de llevar ésta responsabilidad en paz, Adriano del Real ya nos lo dijo y tiene razón.
—Si, si, como sea —murmuró Hernán— si van a ponerse de acuerdo háganlo ya.

Sala de música.
Al día siguiente, nueve cincuenta de la mañana.

—Bien —murmuró Carolina— la verdad es que la cosa no está tan mal considerando que era nada menos que Carvajal quien estaba recibiendo a los atrasados.

La joven sacó de su mochila un bolsito celeste, y de él un espejo pequeño, con el que comenzó a examinar su imagen antes de maquillarse. A su lado se sentó Lorena, con un pequeño bolso y también sacó un espejo.
A un costado de la sala, Dani cobijaba a Soledad, que dormitaba apoyada en su hombro. Cerca de la ventana, Hernán leía en silencio un libro, y más hacia el centro, Leticia cabeceaba mientras Fernando estiraba los brazos luchando por no dormirse.

—Cielos —dijo Leticia— dormité bien éste rato. ¿Qué hora es?
—Nueve cincuenta. Diez minutos más y nos vamos a clases. Debo tener una cara horrible.

Hernán levantó la cara del libro con las cejas levantadas.

—Sí, es cierto, no eres nada sin tu delineador.

Pero Fernando no le prestó atención.

—Anoche aparte no podía dormir, y en la mañana salí tan apurado que ni traje alguna crema para mejorar mi piel.

Leticia comenzó a leer una revista de mecánica automotriz, pero el interés de Hernán estaba creciendo.

— ¿Qué quieres decir con mejorar, sacar el estuche de maquillaje?

Fernando lo miró directamente. No era reacio a los enfrentamientos, y en ese momento no estaba precisamente de ánimo para nada.

—No, me refiero a no tener la cara de puerta de perrera que tienes tú.
—Bah, ni que fueras miss mundo, por último en ellas lo entiendo.

Pero Leticia no.

— ¿Y por qué en ellas si?
—Pues porque son mujeres y las mujeres se maquillan y se sacan las cejas y esas cosas.

La joven dejó la revista.

— ¿Te parece que yo estoy maquillada y esas cosas?
—No...
— ¿Y entonces?
— ¿Entonces que, cual es el punto?

Fernando y Leticia cruzaron miradas cómplices.

—Creo que él tiene un problema de conceptos.
—Si...
— ¿De qué están hablando?
—Pues de que yo soy mujer Hernán por Dios —exclamó ella exaltada— no me digas que no lo habías notado.
—Claro que si niñita, pero eso no tiene nada que ver, es como lo que dicen de las excepciones de las reglas, siempre tiene que haber alguien, o solo mírense ustedes dos.
—Escúchame...

Pero un ruido extraño los interrumpió en el exterior de la sala.

— ¿Qué fue eso? —Murmuró Dani— fue muy raro.
— ¿Que, ah? —balbuceó Soledad incorporándose— ¿Qué pasa?

Lorena y Carolina dejaron la sesión de maquillaje.

—Eso sonó muy feo.
— ¿Que nos importa? —dijo Fernando encogiéndose de hombros— de todos modos Carvajal nos confinó a ésta sala, si salimos se va a enfurecer.

Silencio.

—Oh, no, no creerán que...
— ¿Los fantasmas?

Nuevamente silencio.

—Por Dios, creí que por lo menos nos dejarían un par de días, pero es mejor que vayamos a ver antes que quedarnos aquí.
—Si Carvajal está volando por los cielos a mí no me importaría.
—Mejor vamos a ver —opinó Dani acercándose a la puerta— ésta sala está en un tercer piso, así que desde aquí podemos ver todo lo que pasa en el patio.

El grupo salió apresuradamente al pasillo, y Leticia llegó en primer lugar.

— ¡Oohh!
— ¿Que pasa Leticia?

Fernando también llegó al borde del pasillo y se asombró al ver la escena; en la construcción que los enfrentaba había una joven de primer año, colgando de cabeza de la reja de protección del balcón del segundo piso, enredada en alguna prenda y ante los ojos y gritos de los estudiantes que aumentaban.
Un profesor trataba de llegar hasta la niña a través del pasillo, pero estaba fuera de su alcance.

—Esa niña se va a caer —exclamó Lorena horrorizada— tenemos que hacer algo.
— ¿Tenemos? —preguntó Leticia— oh, ya entendí, un fantasma podría haberla arrojado por el balcón, de acuerdo.

Dani comenzó a desplazarse hacia la bajada.

—No van a poder alcanzarla, está demasiado lejos y estos pisos son muy altos. Se me ocurre una idea, Hernán, Fernando, traigan colchonetas del gimnasio, los demás vengan conmigo.

Momentos después el grupo luchaba por pasar entre un mar de estudiantes que miraban la escena desde el patio; aunque los gritos de Leticia los ayudaban, aún estaban tardando demasiado. Un poco después consiguieron llegar bastante cerca del punto bajo el que la niña colgaba y gritaba desesperada, pero el inspector Arela, un hombre corpulento y de aspecto bonachón los detuvo.

—No se acerquen por favor, necesitamos espacio para poder ayudar ahora.
—Inspector, escúcheme.
—Por favor aléjense.
—No, escúcheme inspector —exclamó Dani— mire hacia allá.

Precisamente el rapado y Fernando aparecieron con colchonetas sobre sus cabezas, y las muchachas comenzaron a apartar a los otros estudiantes, además de que el inspector entendió la idea y los dejó intervenir. Sin embargo el trabajo del inspector y del grupo estaba difícil, ya que los estudiantes estaban sobreexcitados viendo la escena y no escuchaban lo que se les decía. Entre el desorden y el desconcierto, alguien empujó la silla de ruedas y con ella a Dani al suelo.

— ¡Dani!

Paralelamente Hernán arrojó con fuerza una de las colchonetas, que el inspector alcanzó mientras Fernando se abría paso entre el bullicio; sin embargo las cosas se complicaron más cuando la prenda de la que pendía la niña se soltó un poco más, y los gritos aumentaron.

— ¡Aléjense, Dani se cayó! —gritó Soledad luchando por levantar a su amigo— ¡Quítense de aquí, Dani!

Justo a tiempo Fernando llegó bajo la niña, y con ayuda de la colchoneta que llevaba y el inspector, lograron atajar a la muchachita en el preciso instante en que se soltaba finalmente. El inspector Arela tomó a la niña entre sus brazos y la abrazó para consolarla y calmar sus desesperados llantos. Al mismo tiempo, el director San Luis remeció al ambiente cuando su voz se dejó escuchar por sobre el griterío a través de un megáfono.

— ¡Jóvenes! Atención por favor, les habla su director, silencio por favor.

El bullicio decreció.

—Atención a todos. Quiero pedirles que se calmen; ha ocurrido un lamentable accidente, por suerte con buenos resultados. Ahora quiero pedirles a todos y cada uno que vuelvan a sus aulas en calma y que dejen a los docentes ocuparse de todo.

Fernando y Soledad lograron levantar a Dani.

— ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, no fue nada. Volvamos a la sala de música antes que las cosas se nos compliquen más todavía.

Poco después, todos estaban en la sala de Matemáticas, minutos antes del segundo recreo; Fernando y Leticia conversaban sobre lo que había pasado hace poco.

—Que tremendo estar compartiendo con los demás hasta fin de año. ¿Tú crees que lo que sucedió habrá sido solo un accidente o...?
—Shht. Habla más bajo. Pero no lo sé, aunque reconozco que es raro, muy raro.

Mientras tanto Dani intentaba estudiar.

— ¿Por qué la profesora tenía que salir justo ahora? Necesito silencio.
—Dani, ya terminamos los ejercicios.
—Claro que no, porque me quedan cuatro ejercicios para terminar la tarea y quiero descansar un poco.

Soledad lo miró con los ojos entrecerrados, sorprendida de nuevo de las capacidades de su amigo.

—Allá va otra vez el genio, deberías calmarte un poco, acabamos de pasar por una experiencia muy fuerte.

Mientras tanto Jaime, un corpulento joven, encaraba a Leticia y Fernando.

—Les anticipo que ya se sabe.
— ¿Qué cosa?
— ¿Cómo que cosa? Ya todos se dieron cuenta que extrañamente ustedes están cambiando de amistades, los vieron con ese grupo tan raro.

Los otros dos se miraron sorprendidos; ambos sabían que en algún momento iba a suceder, pero hicieron la farsa de no entender de qué les hablaban.

—Estábamos castigados todos juntos, sería bien raro estar separados.
—Yo no lo creo —dijo el otro joven aguzando la vista— porque no solo fue eso, también llegaron como héroes a salvar a la que se cayó por el balcón, y no los castigaron para hacer eso, seguro que no.

Poco después los siete se reunieron en el patio trasero.

—Hay que tener más cuidado — comentó Dani — creo que han habido sospechas de nosotros.

Fernando se cruzó de brazos.

— ¿Qué esperabas? Apenas nos habíamos hablado durante todo el año, y de un día para otro nos mandan juntos a la oficina del director, nos castigan juntos, y aparte vamos todos juntos a salvar a la bendita niña esa.

Hernán se encogió de hombros.

—De todos modos no veo cual es tanta la preocupación.
—Que tú no tengas amigos no significa que los demás tampoco.
—No veo como eso los está ayudando.
—En cualquier caso —intervino Dani bajando los ánimos— lo de no parecer tan unidos ahora es por una razón más importante, para que nadie descubra lo que está pasando, recuerden que Adriano lo dijo.

De pronto, tres compañeros aparecieron en el patio trasero. Los siete quedaron en silencio, asombrados.

—Diablos —murmuró Leticia en voz baja— ahora sí que nada de lo que hemos hecho sirve de nada.

Pero algo no estaba sucediendo como de costumbre. Dani aguzó la vista mientras los otros tres aún no estaban demasiado cerca, y fue el primero en notar que había algo sumamente extraño.

—Esperen, algo no está bien aquí.
— ¿De qué están hablando?
—Miren con atención. No están bien, les sucede algo a esos tres.

Hernán también se fijó en lo que decía Dani. Y entonces lo descubrió: no solo se trataba de la actitud amenazante al caminar, también había algo más, una mirada fuera de lo común, un comportamiento corporal extraño.

—No puede ser —dijo Lorena— ellos son... Dani, creo que éstas personas no son quienes creemos.

Se tapó la boca con las manos al decirlo; estaba viendo y sintiendo algo que había leído en los libros, pero de lo que jamás pensó poder ver.

—Nos están mirando de un modo muy extraño —dijo Soledad con nerviosismo— ¿Qué es lo que quieren aquí?
—No son nuestros compañeros de estudios —dijo Dani resueltamente— muchachos, creo que tenemos una visita del más allá.




Próximo capítulo: Enajenados

La última herida capítulo 33: Fiesta de gala




El Domingo 13 de Diciembre el centro de eventos del hotel San Martin estaba reservado para una celebración muy especial: se trataba de la fiesta de aniversario de Giovanna Gill y Esteban Lira, un matrimonio parte de la alta sociedad y miembro de distintas sociedades benefactoras; entrados en los setenta, ambos participaban activamente en todo tipo de celebración, y desde luego contaban entre sus amistades a figuras del espectáculo, la música y el mundo del arte, quienes habitualmente se reunían con ellos en diversos eventos. La conmemoración de sus cincuenta años de matrimonio había sido anunciada en todos los medios sociales con meses de anticipación, por lo que los reporteros de sociedad y medios de prensa estaban apostados en la entrada y el hall del hotel, para cubrir la llegada de cada uno de los invitados y analizar los atuendos.
El automóvil en el que llegó la mujer era rentado, conducido por un chofer joven y atractivo contratado para ese fin. El hombre, vestido elegantemente, descendió del vehículo y lo rodeó con paso ligero, a punto para abrir la puerta. La mujer que descendió era morena y alta, de figura delgada y atlética, y llevaba el cabello con un osado corte con flequillo a la izquierda; el vestido corto que llevaba era de fino satén importado, de color púrpura con un entramado hecho de hilo dorado que dibujaba una serie de hojas diminutas al costado izquierdo del cuerpo. El vestido hacía un juego perfecto con las sandalias de tacón alto con cadenas doradas que rodeaban los tobillos, y el elegante collar de eslabones de oro rosa del cual pendía una piedra de obsidiana; los pendientes que llevaba armonizaban el conjunto al ser de brillantes, e iluminaban el rostro maquillado profesionalmente. En la mano derecha, la mujer llevaba una cadena de brillantes engarzados en oro rosa, a juego también con la pequeña cartera de mano. La mujer ofrecía un espectáculo armónico y elegante en su caminar a través de la amplia recepción, mientras saludaba a algunos de los invitados que entraban al tiempo que ella e ignoraba a los medios de prensa; sabía que era probable que se hicieran algunas preguntas acerca de su identidad, pero su presencia no se debía a la fama o el conocimiento público, tenía que ver con otro motivo muy distinto.

–Buenas noches señorita.

El hombre en el umbral del salón donde se realizaba la ceremonia le sonrió cortésmente.

–Buenas noches.
–Si es tan amable, le agradecería que me indicara su nombre.

La mujer lo miró fijamente. Todo estaba en orden.

–Aniara Occebe.

El hombre visó rápidamente la información en su tableta digital.

–Le agradezco. Por favor pase, y si necesita cualquier cosa, solo llámeme, mi nombre es Gerardo.
–Lo recordaré.

Con un simple asentimiento, Aniara entró en el salón donde la música animaba la fiesta y a los invitados. El lugar estaba repleto de lo más destacado de la sociedad en la actualidad, por lo que no le fue difícil reconocer a cantantes, actrices e integrantes de familias de nombre destacado; a decir verdad, de manera corriente no habría reconocido a la mayoría, pero parte del trabajo hecho en los meses anteriores había sido aprender nombres y memorizar rostros, tantos como fuera necesario, y gracias a eso en un momento como ese podría decir con toda tranquilidad no solo el nombre, sino que varios otros datos más.

Tomó una copa al pasar y se humedeció los labios, dando la sensación de beber, aunque no lo hizo ni pretendía hacerlo. Entre todas esas personas, muchos tenían algo en común con ella, por mucho que jamás los hubiera visto en su vida; el dinero empleado en conseguir estar en la exclusiva nómina de invitados a esa celebración iba a valer la pena lo mismo que el traje y los accesorios, solo si podía cumplir con su objetivo. Que resultara tan extraño para ella estar ahí era lo menos importante, mientras pudiera mantenerse atenta y con los sentidos enfocados en lo que era realmente importante.
Entonces lo vio.
El hombre llevaba con elegancia el traje negro listado mientras balanceaba en la mano izquierda una copa que ya estaba hasta la mitad. Alto, fuerte, atractivo, de rasgos perfectos, mirada fuerte y actitud decidida, típico hombre ejecutivo, de mundo y con poder. Aniara lo miró fijamente y le sonrió.

– ¿Cómo estás?

El hombre hizo un breve asentimiento a unas personas que lo acompañaban y se detuvo frente a ella; sonrió seductoramente, seguro que dándose tiempo a reconocerla ¿a cuántas mujeres le habría sonreído de esa manera?

–Contento de estar aquí –replicó él sin perder la sonrisa– es un gusto ver a un matrimonio tan feliz como éste.

Ella desvió fugazmente la mirada hacia el gran listón con el grabado de felicitaciones y volvió a mirarlo a él.

–No todas las parejas llegan tan lejos.

Extendió la mano para saludarlo, a lo que el hombre dio un suave apretón. Ella no fue tan generosa.

–Gabriel Salmudena.

Ambos sonrieron en esa ocasión. Sin soltarle la mano, y solo cuando estuvo completamente segura de tener su atención, ella respondió el saludo.

–Aniara Occebe.

No soltó su mano, por lo que pudo sentir claramente como el hombre tensaba los músculos, la sonrisa repentinamente atravesada por un rayo de incredulidad.

–No digas nada, no es necesario.

Gabriel mantuvo la mirada de ella, pero en sus ojos se reflejó claramente el nerviosismo; hizo un débil intento por soltar la mano, pero la de ella aún estaba fuertemente cerrada.

– ¿Este nombre te trae recuerdos verdad?
– ¿Quién eres?
–Quien eres tú –replicó ella en voz baja– es una pregunta mejor hecha, y lo mejor que puedes hacer es dejar la otra mano a la vista, no vas a usar tu teléfono.

Durante ese par de segundos, la mujer pudo ver que el cerebro del hombre trabajaba a toda máquina; sin dejar de mirarla estaba evaluando la situación y también a ella, y seguramente gracias al apretón de manos sabía ya que no era cualquier persona.

–Si haces alguna tontería, no llegarás viva al final de éste día.
–Ya he estado en esa situación, y sin embargo sigo aquí –replicó ella sonriendo más ampliamente– pero no te preocupes, sé comportarme muy bien. Seré una niña buena si tú eres un niño bueno. Si eres todo un modelo.

El hombre se soltó con un ademán, pero no se movió de donde estaba. Ella comprendió que él estaba esperando entender si había alguien más allí, o si a su alrededor podría encontrar ayuda, o a alguno de sus aliados.

–Escucha, esto es lo que vamos a hacer: me llevarás a la clínica.



2


Matilde tenía estacionada la camioneta a varias cuadras del lugar en donde se ubicaba el hotel San Martin, pero tan pronto recibió la llamada arrancó el motor a toda velocidad; el entrenamiento conduciendo le había servido de mucho, por lo que manejar un vehículo de mayor envergadura que un auto ya no le resultaba complejo. Mientras hacía esto recordó cómo le había costado mantener a sus padres en Río dulce ese fin de semana, cuando hasta el momento habían cumplir con su opción de estar siempre presentes; tuvo que mostrarles los pasajes para demostrar que no solo no iba a estar Un par de minutos después se detuvo, y vio por el retrovisor cómo subía Aniara junto con el hombre al que estaban buscando; al verla, él no dio muestras de reconocerla.

–Nada de lo que están haciendo tiene sentido.
–No estás en posición de dar consejos, Gabriel –replicó la otra mujer lentamente– no ahora que no tienes el control de las cosas a tu alrededor.

Él sonrió.

–Secuestrarme no les dará dinero ni ningún beneficio, están cometiendo un error.
–Sabemos que trabajas para cuerpos imposibles.

Durante un segundo, el hombre no dijo ni hizo nada, excepto pasar rápidamente la mirada de una mujer a otra; no parecía preocupado por el arma que apuntaba a su rostro.

–Eres la hermana de la policía muerta.

La mirada de Matilde relampagueó en el retrovisor, pero no demostró sus sentimientos como fluían en su interior.

–Y tú aparentabas ser un amigo de Ariana de Rebecco.
– ¿Qué es lo que quieres?
–Entrar a la clínica donde se encuentra ahora –respondió ella simplemente– no es algo difícil para ti que oficias de guardia y asesino de ellos. Y el pago por tu trabajo es que conserves tu hermosa apariencia.

Gabriel se quedó mirando al cañón que lo apuntaba, y por primera vez pareció consciente del peligro que corría. Sin embargo mantuvo su frialdad.

–Matarme no te devolverá a tu hermana.
–No quiero matarte –replicó Matilde sin quitar la vista de la vía– pero dejarte desfigurado sería una muy buena recompensa para empezar.
–Quitarme el celular no basta para que tengas el control, ni siquiera esa arma te lo garantiza, simplemente puedo negarme a hablar.

Matilde dejó escapar una risa, que sonó mucho más ácida de lo que esperaba.

–Te amas demasiado a ti mismo como para dejar que te pase algo, o no habrías salido de esa fiesta junto a mi amiga cuando te pidió que vinieras.
–No tuve muchas alternativas.
–Podrías haber gritado pidiendo auxilio por mucho que te apuntara un arma, pero no lo hiciste. Y tampoco vas a arriesgar todo por lo que has luchado, no quieres perder lo que eres.

Un nuevo silencio, y quizás el primer momento en que se mostraba realmente preocupado.

–Está bien, quieres que te lleve a la clínica ¿Qué harás ahí? ¿Dispararle con tu arma? ¿Pedirles que te devuelvan a tu hermana?

La otra mujer, sentada junto a él, le dio un fuerte golpe con la empuñadura del revólver con el que lo apuntaba; Gabriel dio un breve grito de dolor y se retorció en sí mismo, mientras Matilde luchaba por mantenerse entera y tranquila.

–No estamos jugando Gabriel. Sé todo sobre ti, y sé que te aprecias mucho como para hacer algo que te ponga en peligro, estoy segura que eso fue lo que te llevó a ellos en primer lugar ¿Mataste a Ariana?

El hombre se tardó en responder, pero lo hizo una vez que volvió a erguirse, con toda la dignidad que un golpe en la cabeza le permitía.

–No estaba con ella cuando murió.
–Dime si la mataste o no.
–No, no la maté. Pero sabes que ella tuvo la culpa de lo que pasó, ella jamás tendría que haberte dado la información de la clínica, pero Ariana siempre fue demasiado débil.

Las mujeres cruzaron una fugaz mirada.

–Viniendo de ti debe ser un elogio. Supongo que tu trabajo con ella terminó cuando la asesinaron, por eso no estabas en el funeral.

El hombre no respondió.

–Eso pensé –dijo Matilde fríamente– pero si querían desquitarse con alguien, ella era la persona menos indicada, era totalmente inofensiva.

Gabriel sonrió sarcásticamente.

–Las personas inofensivas son una ilusión creada por la sociedad, para esconder cosas mucho más peligrosas de lo que parecen. ¿Quién diría que tú, una mujer completamente inofensiva, tomaría un arma para apuntarme y tratar de cobrar venganza contra la clínica?
–Tu manera de decir las cosas es bastante conveniente para ti, sobre todo ahora que estás con un arma en tu rostro.

Matilde y Gabriel se miraron largamente a través del retrovisor; internamente ella rogaba seguir teniendo el mismo temple que hasta ese momento.

–Tienes razón en que no quiero que me hagan daño, y tampoco quiero sufrir. Los seres humanos nos parecemos en muchas cosas, tu hermana y tú son la muestra de eso.
–Y matarnos era la solución a los problemas que generaron sus tratamientos.
–Qué sencillo para ti pensar eso ¿O no? –retrucó él ácidamente– ustedes son las víctimas y la clínica es el monstruo, no me digas que todavía leen cuentos de hadas.
–Nosotros no les hemos hecho daño alguno.
–Exponer a la clínica es un daño mucho más grande de lo que imaginas, tú no sabes cuál es el real poder de la clínica.

Muchas veces durante los últimos meses, Matilde y su hermana habían pensado en la mayor cantidad de probabilidades acerca de lo que iban a enfrentar; la planeación exigía cuidado y mucho tiempo, pero siempre pensaron que las probabilidades eran principalmente malas, ya que pensar eso es ayudaba a pensar en contingencias. Hacer que alguien como Gabriel, que en realidad tenía tanta importancia dentro del aparato de la clínica como cualquier otro peón, les daría información relevante a la hora de ingresar.

–El poder de la clínica pasa por la gente que la avala, no por lo que hacen. Sus tratamientos no son perfectos y lo sabes.
–Nada de lo que pasó debería haber sucedido en primer lugar, ustedes no están en el mismo círculo que las personas que se tratan en ese sitio; las posibilidades de falla en un tratamiento es mínima, y si tienes un poco de sentido común vas a entender que tu hermana también tuvo la culpa.

Matilde detuvo el vehículo en un semáforo en rojo; por el retrovisor veía como Aniara mantenía el revólver apuntando amenazadoramente al rostro de ese hombre, por fortuna sin delatar sus sentimientos. Ella también debía controlarse. Sin embargo no pudo evitar recordar ese momento, meses atrás, en el departamento de su hermana, cuando encontró entre sus cosas aquello que la hizo gritar de terror; al mismo tiempo descubrió cuál era el tratamiento real, lo que se escondía detrás de la belleza que implantaban en las personas, y supo que eso no podía simplemente quedar así. Sin embargo es imagen seguía vívida en su mente, despertaba con ella cada mañana frente a los ojos, como si estuviera constantemente delante de ella.

–No sabes de lo que hablas. Realmente no sabes de lo que hablas. Aniara, deja que él vea la caja.

Con un movimiento estudiado, la mujer le pasó el arma a Matilde, quien siguió apuntando sin mover el ángulo de disparo. Ante los atentos ojos de Gabriel, la mujer abrió una pequeña caja metálica, cuyo contenido enseñó al hombre.

Un segundo después se escuchó un grito de horror.



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