Republicación de novelas, novedades y más

Con la llegada de un nuevo año, he decidido darle un nuevo impulso a este sitio, desde el cual se llevan todas las publicaciones base.

Para comenzar, la página de Facebook de libros para después continuará con sus publicaciones de episodios semanales y algunos adelantos exclusivos.

Continúan las publicaciones a través de los fabulosos sitios Wattpad y Wordpress & You are writter. A través de estas plataformas se conocerán las novelas ya terminadas igualmente en un formato semanal.

Por su parte, librosparadespues.blogspot.com se une a las aplicaciones, y además de ir publicando semanalmente un nuevo episodio de la novela en etapa de publicación, también compartirá los avances de las novelas antiguas que han sido nuevamente publicadas, para entregar una mayor movilidad; al mismo tiempo, se habilitará una versión reunida de los enlaces de todos los episodios, a fin de facilitar la búsqueda de quienes quieran ver o recordar algo.

Ahora comienza la nueva publicación de las ediciones definitivas de La traición de Adán, Maldita secundaria, Por ti, eternamente, y continúan los emocionantes episodios de La última herida.





Pronto muchas más novedades




La última herida capítulo 30: Dos caminos



Los tres quedaron congelados durante un interminable instante; Matilde se había cubierto la boca con las manos después de soltar un grito de horror al ver que, en un rápido movimiento, su hermana había levantado el brazo y apuntado al policía. Nadie se movió.

–Los chocolates.

Con un rápido movimiento de los dedos giró el arma y se la entregó al policía, que reaccionó y la recibió con un gesto estudiadamente lento.

–Sí, los chocolates.

Patricia volteó lentamente hacia Matilde.

– ¿Por qué no contestas el teléfono?
–Han pasado muchas cosas hermana.
–Supongo que si –dijo vagamente– pero no me siento bien, no sé qué es lo que me pasa.

Matilde no supo qué decir, pero Mayorga intervino.

–Escuche, sé que vino aquí para conseguir medicamentos, déjeme ayudarla; después tenemos que salir de aquí para ir a un lugar seguro, entonces le explicaré todo.

La mujer se quedó mirando a su hermana un largo momento; estaba muy cansada. Pero tenía claros sus objetivos, o al menos estaba bastante segura de tenerlos claros.

–Está bien.


2


Antonio no tenía considerado quedar esposado al vehículo mientras el policía y Matilde iban a buscar a Patricia, o al menos se lo esperaba, pero no con la precaución de cazarle también un pie. Sin embargo y por primera vez en su vida, le sería útil la capacidad de dislocar los huesos de las manos, aptitud que de niño parecía una gracia frente a los otros; se había tardado y resultada difícil, pero finalmente tenía la mano libre, así que se ocupó de buscar en el auto algo que pudiera ayudarle a escapar.

–Vamos, vamos, tiene que haber algo.

Estaba empezando a preocuparse por el paso de los minutos, pero al parecer algo estaba demorando a la parejita y eso de momento le venía estupendamente; estirando el cuerpo todo lo que pudo y tratando de ignorar el dolor de la pierna herida, consiguió hacerse de un clip, con el que empezó a intervenir la esposa que ataba su tobillo. El auto no tenía las llaves en el encendido y en eso el policía había sido precavido, pero una vez libre daba igual como desplazarse, lo esencial era escapar del peligro y estar junto a Matilde mientras buscaba a Patricia era el segundo peor lugar en el mundo después de estar en manos de la policía. Sabía que las oportunidades eran pocas, pero si por azar del destino se abría una puerta cuando pensaba que todo estaba perdido, al menos lo iba a intentar. Logró hacer que la esposa cediera y se dispuso a sentarse en el asiento trasero para recuperar el aliento, pero al levantar la vista vio algo que le congeló la sangre.

–No puede ser...

Era un automóvil blanco con los vidrios ahumados, incluso el delantero. Era de la clínica, de eso no había duda; se agazapó en el asiento para poder mirar sin ser visto ¿Solo  una cuadra de distancia? Era lo mismo que nada, pero tenía un mínimo de espacio para poder reaccionar. Las llaves no estaban en el encendido y con la pierna herida su única alternativa era el auto, de modo que se dedicó a los cables para poder hacerlo arrancar.
¿Cómo habían descubierto donde estaban? Por un momento creyó que podía escapar de las garras de la clínica gracias a que el policía estaba infringiendo la ley y eso no se lo esperarían, pero por lo visto alguien dentro estaba siguiendo sus pasos. Eso era, alguien dentro de la policía, alguien muy cercano a Mayorga era de la clínica, y por eso el grandote se escapó, para evitar que lo mataran. O porque estaba interesado en Matilde, o ambas.

–Vamos, vamos...

Lo que estaba haciendo ese policía era ilegal, por eso estaba de civil y tan nervioso, de hecho había traspasado la línea entre la primera y la segunda visita que le hizo. Tal vez su superior, o su pareja de trabajo o como se le llamara; seguramente le dijo algo a la persona incorrecta y trataron de convencerlo ¿Dinero quizás? Tal vez esa persona le ofreció mucho dinero, pero el muchachito bonito escogió ser honesto, y tuvo que escapar antes que lo mataran. Por eso salieron a hurtadillas de la urgencia, y en ningún momento se comunicó por radio ni habló con nadie.

–Por favor...

Consiguió que el auto arrancara, pero antes de hacer algo más volvió a asomarse. El auto estaba detenido por la misma calle a tan solo unos cuantos metros, y de él descendió un hombre alto, vestido completamente de blanco, con las manos dentro de los bolsillos del cortaviento que llevaba puesto. Era un asesino de la clínica ¿Entonces lo que hablaron acerca de Patricia era mucho más grave de lo que se imaginaba? Por un momento pensó en hablarles y delatar a la parejita, pero de inmediato recordó las palabras de aquella voz diciéndole que no tendría oportunidades. No, no podía confiar en nadie. Sin esperar más, y mientras el hombre caminaba hacia el auto, sujetó el volante con fuerza y presionó el acelerador a fondo.
El cuerpo del hombre chocó contra el auto, pero Antonio no aminoró la marcha.
Vio a alguien más saliendo del auto, creyó ver un arma, pero nada lo detuvo. Esquivó el auto blanco a toda velocidad y siguió conduciendo en línea recta.


3


Los tres estaban muy cerca de la esquina tras la cual estaba estacionado el auto cuando sintieron un chirrido infernal de neumáticos. Mayorga supuso que lo peor había pasado, e inmediatamente corrió hacia la esquina mientras sacaba el arma de servicio. Ya no le importaba Antonio; lo que hubiera pasado con él estaba fuera de su poder, y aunque fuera prácticamente criminal pensarlo, lo que fuera que hubiera pasado con él se lo merecía, o como mínimo era la consecuencia de sus actos. Pero quizás nunca antes había estado tan seguro de algo en su vida, y más aún en su trabajo, en esos momentos no era un policía, era un hombre que estaba dispuesto incluso a transgredir la ley, a cambio de hacer lo que creía correcto. Volvió a pensar en su madre, y rogó al cielo que pasara lo que pasara, ella siempre estuviera bien. Lentamente se acercó al muro exterior de la casa de la esquina, y se asomó cuidadosamente.
El disparo dio de lleno en el pecho y lo arrojó de espaldas como si un ariete lo hubiera golpeado.

– ¡No!

Matilde gritó de horror al ver caer al policía al mismo tiempo que escuchaba el disparo. Inconscientemente había volteado hacia el origen del sonido, y pudo ver claramente al hombre aparecer empuñando un arma.

– ¡No, no!

Volvió a gritar de desesperación al ver que el hombre apuntaba hacia ellas ¿Cómo las habían encontrado? Todo estaba perdido entonces, había encontrado a su hermana solo para morir, lo mismo que habría pasado si no hubiera luchado tanto.
Se escuchó un nuevo disparo.

– ¡No!

Pero Patricia había reaccionado con impensada rapidez, y se interpuso entre el atacante y su hermana. Matilde no alcanzó a hacer nada en esa milésima de segundo, y ambas cayeron al suelo, la menor de las hermanas abrazando a la mayor.

– ¡Patricia!

Cayó semisentada, con Patricia desfallecida en sus brazos. Tenía los ojos en blanco, y en medio del terror sintió como sus manos se manchaban de sangre; había recibido el disparo por ella.

–Patricia ¿por qué? No te mueras hermanita, no te mueras...

Se aferró a ella gritando y llorando sin poderse controlar, olvidando incluso la amenaza del hombre que a pocos metros mantenía la pistola en alto. Su hermana enfocó la vista en la de ella.

–Hermanita...
–Patricia por favor no...

Durante un instante solo la miró con unos ojos tan fijos que podrían perderse en el vacío. Estaba desangrándose en sus brazos sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, pero estaba ahí, mirándola con ternura, la misma ternura con que la miraba cuando eran niñas.

–Hermanita...
–Patricia no... no...

Sus lágrimas cayeron sobre las mejillas desprovistas de color de su hermana. No importaba cuánto hubiera cambiado por fuera, por dentro seguía siendo la misma de siempre, nunca dejaría de ser su hermana mayor.

–Perdón –dijo con un hilo de voz– tenía que hacerlo...

Matilde apretó el cuerpo inmóvil en sus brazos.

–Perdóname Patricia –dijo entre sollozos– perdóname por haberte hecho esto...
–Está bien –repuso lentamente, en un susurro– solo... solo...

Su voz se apagó, y se quedó inmóvil en brazos de su hermana, mientras la sangre de la herida de la espalda brotaba con menos intensidad. Dos mujeres tendidas en el suelo, sangre y silencio después de los disparos.

El hombre que había hecho el disparo estaba a pocos metros de distancia y mantuvo el blanco en la mira.

–Terminemos con todo esto.

Pero otro de los hombres lo detuvo. Por el momento los disparos habrían asustado a las personas del lugar lo suficiente para no hacerlos salir, pero eso no sería por mucho tiempo.

–Espera. Los del otro grupo están detrás del automóvil, tenemos que irnos.
–No he terminado.

El segundo asintió, contradiciendo las palabras de su colaborador.

–La que tenía que desaparecer es ella, esa es la orden. El policía estaba en el camino, pero la mujer no es nuestro objetivo.
–Es ella la que dio problemas.

Se miraron fijo un instante.

–A Dartre solo le importan las pruebas. Y todo morirá con ella, la otra mujer no importa. Déjala vivir.

El hombre bajó el arma, la guardó y se pasó las manos por el cabello, nervioso.

–Está bien. Vámonos de aquí entonces.

Los hombres se subieron rápidamente al auto, y éste emprendió la marcha.

Ya no se movía. Matilde se abrazó desesperadamente a su hermana, luchando con la fuerza de su alma por mantenerla consigo, rogando al universo que no se la llevaran, que le permitieran mantenerla a su lado más allá de lo físicamente posible. No se movía.
La sangre escurriendo entre sus dedos, escapando del cuerpo inmóvil de su hermana, y el sonido del motor comenzando a alejarse. Todo el mundo había desaparecido de sus ojos y de sus oídos, y se concentraba en su hermana, en su amada hermana que no reaccionaba. Sin poder contener las lágrimas que brotaban de sus ojos, con el corazón violentamente azotado por el dolor y la desesperanza, Matilde rogaba, desde lo más profundo de su ser, que las cosas no terminaran así; no podían terminar así, no para su hermana, para la mujer fuerte y noble que tantas veces le había demostrado que ser correcto era lo correcto en la vida. Las cosas no podían ser tan injustas, no podía ser que se cometiera un crimen en plena calle, y que los asesinos escaparan impunemente, llevándose consigo la vida de una persona hermosa, destruyendo todo lo que había construido, destruyendo sus sueños, y a los seres que amaba junto con ella.

–Patricia... ¡Patricia!





Próximo capítulo: Un evento poco familiar