La ultima herida capítulo 6: Es solo una firma




A pesar de que desde antes de llegar a la entrevista tenía pensado volver al departamento de Patricia para pasar con ella la tarde, el extraño encuentro con la modelo Miranda Arévalo cambió un poco sus planes y ocupó un lugar importante junto a lo que debería ser prioridad; la entrevista de trabajo con Roberto Santa María, el gerente comercial de Asunto Externo resultó ser todo lo contrario del edificio en donde este se desempeñaba, ya que se comportó como un igual y no como su superior y trató de hacerla sentir cómoda en todo momento. Parecía que ella ya estaba contratada y ese paso solo era un trámite, aunque por las circunstancias que estaba viviendo la satisfacción de saberse dentro de un proyecto importante fue menor de lo que habría sido en otro caso; tan pronto terminó lo que finalmente fue una conversación bastante animada, fue directo a su departamento sin avisar nada ni llamar a sus padres y se conectó a internet desde el portátil.

>Cuerpos imposibles<

Debió suponer que lo primero que iba a salir en internet era una selección, bastante de cabaret por lo demás, de imágenes de mujeres en su gran mayoría y algunos hombres, cuál de ellos con menos ropa que el otro, todos con figuras esculpidas por ejercicio interminable en algunos casos y en la mayoría por la mano de algún cirujano de mejor o peor reputación. Inmediatamente abajo figuraba una serie de artículos de periódicos o citas de programas de televisión dentro de los cuales se mencionaba a figuras del espectáculo que supuestamente cumplirían con ese adjetivo; optó por especificar la búsqueda.

>Clínica cuerpos imposibles<

La búsqueda, para su sorpresa, dio cero resultados.

-No puede ser...

No encontrar ningún resultado producto de una información en la red era muy extraño en los tiempos que corrían, pero de alguna manera no le sorprendió tanto sabiendo de donde venía. Pero había una pregunta más importante ¿Porque una modelo muy conocida, excepcionalmente hermosa y rostro e imagen de marcas conocidas aparecía en la calle llorando totalmente descompensada, para luego ser arrastrada por un acompañante que dejaba dinero en las manos de desconocidos, y después buscaba a una desconocida para entregarle una tarjeta con información que no estaba en ninguna parte? Casi rió de lo ridículo que sonaba en su mente todo eso. ¿Porque estaba prestando atención a algo como eso en un momento así, cuando podía ir con su hermana, compartir la buena nueva que además sería un punto de apoyo para lo que iba a venir en los tratamientos?
Tenía que reconocer que en esa situación había algo que le resultaba curiosamente llamativo, desde que vio a la modelo en la calle y mucho más al encontrarla por casualidad antes de una entrevista de trabajo, y lo de la Clínica Cuerpos imposibles sonaba intrigante por mucho que su lado lógico le dijera que estaba perdiendo el tiempo.

-Solo tengo una alternativa.

Aquello era una completa locura, pero insistió en seguir la idea que se estaba formando en su mente, tomo nuevamente el bolso y salió rumbo a la dirección que figuraba en la tarjeta.


2


Las sorpresas nunca parecían terminar cuando se trataba de lo que estuviera relacionado con Miranda Arévalo, y Matilde se llevó una más al llegar al sitio que figuraba en la breve reseña de la tarjeta. Se trataba de un edificio plano de cinco pisos, gris piedra con enormes ventanas que no permitían ver al interior y una entrada tan sencilla que parecía sacada de un sector industrial y no del costoso barrio en donde estaba; llegar no había sido difícil aunque si un poco tedioso por lo distante, pero la zona era principalmente ocupada por edificios de oficinas similares entre ellos y otros claramente de departamentos por su diseño más original cuyas primeras plantas eran tiendas caras como chocolaterías y perfumerías por las que seguramente pasaban los mismos habitantes o sus amigos en tiempos de ocio. Un grupo de calles poco transitadas, lejos varias cuadras de la locomoción colectiva, sin atisbos de ruido o enormes centros comerciales pero con vida en ellas y algún que otro adulto desocupado paseando a su mascota. No había ninguna clínica de las que tanto les gustaban por esos lados, esos edificios grandes como catedrales, con enormes puertas de cristal y el nombre en caracteres llamativos, entrada de estacionamiento y una serie de locales afines alrededor como farmacias y tiendas de insumos. Suspiró.

-Estoy perdiendo el tiempo.

Si se había sentido ridícula al preguntarse el motivo por el cual la tarjeta llegó a sus manos, verse a sí misma parada en una calle desconocida para ella hasta ese momento y frente a un edificio que podía ser cualquier otro y cualquier cosa menos una clínica llego al límite. Miró la hora en el reloj de pulsera: las cinco treinta de la tarde.
¿Que podía perder de todos modos? Ya estaba ahí, lo peor que le podía pasar era que en la recepción le hicieran ver que estaba completamente loca.

-Muy bien, lo haré.

Respiró profundamente y traspuso la puerta, pero aunque no era tan extraño, en el pequeño mesón de recepción que se ubicaba a poca distancia de la entrada, una mujer se puso de pie y le sonrió.

-Muy buenas tardes señorita.

No era extraño que fuera una mujer, pero si lo era que se tratara de una increíblemente bonita: quizás tenía treinta años, pero parecía sacada de una revista, sin defectos a la vista, tanto en su rostro alargado y de piel perfecta como en su figura perfectamente proporcionada; la mujer se le acercó y le tendió una mano como si hablara con alguien que conociera o esperara.

-¿Tiene cita?
-¿Disculpe? yo...
-O tal vez fue recomendada -sonrió hablando con voz cantarina- seguro es eso, no recuerdo haber visto una cita para esta hora. ¿Podría darme su tarjeta por favor?

Matilde la saludó por cortesía, pero no estaba entendiendo nada. Y lo primero que se le vino a la mente fue un reportaje del noticiero sobre clínicas clandestinas, donde las ingenuas que se atendían sufrían atroces intervenciones completamente al margen de la ley. Tenía que salir de ahí.

-Disculpe, creo que estoy en el lugar equivocado.
-Yo creo que no -replico la otra mujer sonriente- pero tranquila, es normal que se sienta un poco nerviosa, es el efecto de la novedad, créame que a mí también me pasó, esta clínica puede hacer tantas cosas maravillosas que uno se siente un poco abrumada. Disculpe, mi nombre es Adriana, voy a acompañarla en su llegada, solo necesito su tarjeta de recomendación.

Tenía la tarjeta en el bolso, y la mujer estaba diciéndole que se la entregara ¿Pero qué clase de clínica podía haber ahí? Realmente tenía la oportunidad de dar media vuelta e irse, pero por otro lado, de hacerlo, nunca sabría qué era lo que pretendía la modelo al entregarle semejante información.

-Estoy un poco confundida -dijo con evasivas- se suponía que esto era una clínica pero...
-Las instalaciones no están aquí -dijo la recepcionista con celeridad pero sin perder un ápice de su simpatía- este es el sitio donde realizamos la primera etapa ¿Cuál es su nombre?
-Matilde.
-Matilde, es un placer conocerla, quiero que sepa que siempre va a estar acompañada por mí en su llegada, quiero que se sienta en confianza.

Tanta amabilidad podía resultar incluso un poco amenazadora, sobre todo cuando venía de alguien a quien veía por primera vez en su vida. Pero no iba a quedarse con la duda así nada más, así que aún sin sacar del bolso la tarjeta decidió hacer una pregunta apropiada.

-Disculpe, pero el caso es que esto no se trata de mí, es por mi hermana que vine.
-Comprendo.
-No, no estoy segura de que comprenda. Mi hermana sufrió quemaduras bastante graves hace unos días, y los doctores dicen que tendrá que estar en tratamiento por meses, pero que nunca volverá a ser la misma, y en este momento su rostro y su cuello están...

La mujer alzó las manos con las palmas unidas en gesto de súplica, mientras su rostro mutaba de la simpatía original a la compasión, algo un poco extraño porque en su piel no se dibujaba un solo pliegue o marca; si era obra de maquillaje, era muy bueno porque aún a poca distancia parecía real.

-No necesita decir más Matilde, está sufriendo y puedo ver eso con claridad, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad lo notaria, mucho más yo que estoy dedicada a hacer mi mejor esfuerzo por ayudar a los que pueda desde mi posición.
-Si pero...
-Lo que es importante que entienda Matilde, es que puede ayudar a su hermana, se lo digo de todo corazón. Deme la tarjeta y las acompañaré para que lo vean por ustedes mismas.

Desconfiar de una promesa como esa era lo más racional, pero el sentimentalismo le indicaba que no podía dejar pasar alguna posibilidad por extraña que fuera, y de hecho mientras se entrevistaba con Roberto lo que pensaba era en cuanto podría destinar a los tratamientos de su hermana. Extrajo la tarjeta lentamente desde su bolso y se la entregó a la recepcionista.

-Muchas gracias. Si gusta puede decirle a su hermana que venga.
-Ella no está aquí.
-Entiendo -dijo la mujer prestamente - es comprensible, seguramente usted no quiso hacerle pasar algún mal momento si es que le dábamos una noticia negativa; no hay problema, la acompañaré ahora mismo, solo deme un momento para archivar esta tarjeta de recomendación.
-¿No va a preguntarme de donde obtuve esa tarjeta?

La mujer se inclinó ante el mesón de recepción mirándola levemente sorprendida.

-De ninguna manera, la confidencialidad es parte de nuestro estilo de trabajo, usted sabe que para muchos es importante mantener cierta discreción, pero es lógico que quien le entrego la tarjeta lo hizo no solo porque confía en usted, sino además porque esta consiente de la gran diferencia que se puede hacer aquí.

Matilde se sentía "abrumada" como dijera la propia recepcionista ante tal muestra de empatía por un caso que en términos prácticos era de una desconocida que ni siquiera estaba ahí. Si se trataba de seguir las palabras que dijera esa mujer, las maravillas del mundo estaban garantizadas, pero había que reconocer que todo trabajador tenía una obligación contractual  de defender la marca a la que perteneciera por mucho que nada de lo que estuviera pasando sonara similar a algo reconocido ¿Porque una clínica no aparecía en internet donde se podían encontrar casi de todo?

-Acompáñeme por aquí.

Guiada por la recepcionista mientras trataba de entender lo que sucedía, Matilde traspaso el umbral de la siguiente puerta, encontrándose con una sala muy iluminada con sillones de estilo moderno y colores llamativos en torno a una mesa transparente donde había una serie de recipientes y una pantalla.

-Matilde, antes que comencemos es muy importante explicarle que nuestro servicio se realiza solo a las personas indicadas y es parte de nuestro protocolo de atención que la información se mantenga bajo cautela, porque gracias a eso podemos seguir creciendo.
-¿Que quiere decir con mantener bajo cautela?
-Me imagino que nunca antes había escuchado de nosotros ¿Verdad?
-Sí, es verdad.
-Esa es nuestra garantía, que cualquier persona que se atienda aquí puede tener asegurado un servicio de calidad inigualable y sin lo molesto que resulta la presencia de gente inapropiada como medios de comunicación o curiosos, usted entiende.

Por supuesto, a una modelo como Miranda Arévalo la publicidad podía parecerle molesta, sobre todo en el caso de ser una figura que hablara a favor de la vida sana y en contra de las intervenciones quirúrgicas, aunque sobre eso no podía estar segura; pero si la clínica era frecuentada por personas del espectáculo, estaba claro que no querían publicidad si eso no era beneficioso.

-Ahora mismo no tengo imágenes del caso de mi hermana.
-Eso no es importante en este momento. Permítame mostrarle algunos casos en los que hemos tenido éxito en el tiempo más reciente Matilde, siéntese aquí a mi lado. Me decía que su hermana había sufrido quemaduras en la cara ¿Me podría indicar en que zona es eso?
-Las quemaduras son principalmente en la zona de la mejilla izquierda, el cuello, hombro y el brazo, el doctor dijo que eran de segundo grado profundo.

La mujer desplazaba los dedos por rapidez con la pantalla táctil
de una carpeta a otra, hasta que finalmente se detuvo e ingresó en ella.

-Estos casos son menos comunes que otros, pero aquí hay uno, se trata de un hombre de cuarenta y cinco años, un accidente en su casa en la playa, ya sabe que a veces hay electrodomésticos que no funcionan correctamente después de varios meses de desuso; como puede ver, quemaduras en la cara, en su caso fue en el mentón y parte de ambas mejillas.

La imagen que apareció en primer lugar tenía la parte superior del rostro difuminado para evitar reconocimiento, pero efectivamente el mentón estaba afectado por quemaduras similares a las que tenía Patricia. Poco a poco Adriana fue pasando por una secuencia de imágenes.

-Mire, estas son las fotos que tomamos en los primeros quince días, y luego van avanzando cada quince hasta finalizar la segunda etapa, en total son dos meses.

El resultado era tan impresionante como los que se mostraban en televisión en los comerciales de cremas para el rostro, solo que en vez de disminuir arrugas, las quemaduras iban desapareciendo lentamente a lo largo del periodo, dejando ver nuevamente una piel lozana y saludable como si está siempre hubiera estado bajo la parte lastimada. Nada de eso era parecido a lo que había visto en la consulta  o el desesperanzador resultado de una simple búsqueda en internet.

-Es muy impresionante.
-Es verdad, yo misma no dejo de sorprenderme al ver los cambios y como es que lo hemos conseguido en poco tiempo. Ahora -la miró los ojos muy seria- es necesario que hablemos de otro tema.
-Espere -intervino Matilde aún sin salir de su sorpresa- si este sistema que tienen es tan bueno ¿Porque no es público, porque nadie lo conoce?

Hipotéticamente una pregunta como esa habría sido un poco conflictiva, pero Adriana una vez más dio muestras de su evidente capacidad de evitar los puntos débiles de cualquier argumento.

-La respuesta es sencilla Matilde y usted me leyó el pensamiento, porque la razón es que es muy costoso. Muy pocas personas pueden permitirse un tratamiento como este, imagine lo angustiante que sería para una persona que no puede acceder a algo como esto, saber que otros lo hacen frecuentemente, eso solo generaría odio y resentimiento en ambos lados de la moneda, y créame cundo le digo que no por ser costoso significa que no tratamos de ayudar a quienes lo necesitan. Mientras hablamos, expertos en el tema hacen su mejor esfuerzo para conseguir que los métodos estén a disposición de  las autoridades correspondientes para que hagan lo necesario; seguramente en un futuro cercano eso será posible, de momento queremos ayudar a quien puede hacerlo también por sí mismo.

Que el tratamiento fuera costoso era lógico de acuerdo al nivel de clientes que supuestamente tenían, aunque eso desde luego era una amenaza para sus ideas.

-Dice que es costoso y estoy de acuerdo en que los resultados que me muestra son sorprendentes, pero ¿cuál es el nivel de éxito que tienen?
-Nuestro nivel de éxito es de un cien por ciento -explicó la mujer sencillamente- en mejora de marcas en la piel, y de un noventa y ocho por ciento en el caso de quemaduras como las que estamos comentando; con esto quiero decir que el restante dos por ciento tienen una mejoría que es similar a esta etapa como resultado final.

Señaló una imagen de la misma secuencia un par de fotos atrás, donde lo único que quedaba de las quemaduras era relieve mínimo y algo de enrojecimiento, lo que perfectamente podía pasar inadvertido solo con algo de maquillaje. No tenía sentido seguir extendiendo la duda, si había llegado hasta allí, era imprescindible saber siquiera si podrían financiar algo como ese tratamiento que parecía un auténtico milagro.

-¿Cuánto cuesta el tratamiento?
-Aproximadamente cuarenta y cinco mil dólares.

Increíble suma de dinero a cambio de un increíble tratamiento que prometía curar las quemaduras que de lo contrario quedarían para siempre en el rostro de su hermana. Parecía un precio justo, pero para su nivel de vida era exorbitante.

-Es bastante elevado.
-Tiene razón Matilde, pero tal vez usted necesite hablar con su contador o su agente para tener una idea más clara de la suma en general, si desea puedo facilitarle un teléfono para que haga las llamadas correspondientes.

Solo en ese momento la joven reaccionó a algo que estaba relegado a un segundo plano. Seguía vistiendo el atuendo elegido para la entrevista de trabajo poco antes, por lo que probablemente la mujer de ese lugar había asumido que se trataba de alguien de mucho mayor poder adquisitivo de lo que en realidad era, de ahí que en ningún momento cuestionara su capacidad de pagar y si había hecho referencia a tener una idea de cuánto estaba invirtiendo. A esas alturas no podía saber si habría obtenido el mismo tipo de atención si llegara vestida con algo más casual, pero eso perdía importancia al recordar que tal vez ni siquiera habría llegado allí de no ser por la tarjeta, y la propia Adriana le había indicado que el motivo por el que se mantuviera en reserva el tratamiento era el costo del mismo y el deseo de los pacientes de tener privacidad. ¿Creería que ella era una alta ejecutiva, una dueña de algo?

-Sí, creo que necesito el teléfono.

La mujer volvió en un segundo con un inalámbrico metalizado y lo depositó en la mesa.

-Voy a darle un poco de espacio, vuelvo en un instante.

Se alejó hacia la puerta por la que habían entrado, pero se detuvo.

-Matilde, creo que es importante decirle algo antes que hable con su agente de finanzas.
-¿De qué se trata?
-No hay mucho tiempo disponible para tomar la decisión correcta -dijo la mujer sinceramente- según mi experiencia, a veces lo que sentimos en primer momento suele ser lo que debemos, después de lo cual vienen los cuestionamientos, que pueden ser por los motivos correctos pero no en el sentido que queremos.

Sin decir más salió de la sala, dejando a Matilde sola ante el teléfono. Aquello era casi risible ¿Porque seguía allí ante una oferta de un costo de cuarenta y cinco mil dólares? ¿Acaso ella podía pagar esa suma? De manera automática recordó que si había una forma, al menos de manera hipotética de financiar semejante gasto, y era a través de la casa que sus padres habían comprado y dejado en arriendo años atrás; esa propiedad era bastante costosa y se encontraba en una buena zona en el sector costero, de modo que no solo tenía una buena plusvalía, sino que el dinero del arriendo iba directo a una cuenta que ellos jamás tocaban, porque como decía su padre, el dinero podía servir en alguna emergencia.
Pero la casa no estaba a su nombre, no podía simplemente decidir que se hacía con ella y aunque así fuera, aún tendría que realizar todo un trámite de desalojo de los inquilinos y esas cosas llevaban tiempo. Pero una propiedad podía hipotecarse.

-No, no puede ser.

Estaba haciendo castillos en el aire ¿Quién le decía que en primer lugar eso podía hacerse? sopesando las posibilidades resultaba muy probable que se pudiera pero ¿Que dirían sus padres? Verdaderamente era mucho dinero, pero valía la pena el riesgo.

-¿Qué hago?

Valía la pena el riesgo pero ¿valdría para Patricia? sería ella capaz de entender que se haría eso por ella como por cualquiera de la familia, o en el estado en que estaba diría que era dinero perdido y que ya no tenía importancia? No, no podían permitirle eso, si era necesario la obligarían, pero de hacerlo sería la solución a todos los problemas, tenía en el horizonte la posibilidad de regresar el tiempo. Marcó un numero en el teléfono, uno que conocía de memoria no por uso, sino porque era antiguo, de Carlos Soria, un viejo amigo de la familia que se encargaba de los asuntos financieros; cuando eran niñas y estaban en su casa jugaban con su teléfono y llamaban a otro de la misma residencia, llamada que nunca se realizaba pero que fomentaba sus juegos. El hombre de voz rasposa contestó con su habitual tranquilidad.

-Diga.
-Don Carlos, soy Matilde.
-Cariño -replicó el alegremente- que alegría, dime como esta Patricia, espero que hayan recibido mis saludos.
-Claro que si, muchas gracias por preocuparse.
-No hay nada que agradecer.
-Patricia está en recuperación. Don Carlos -siguió haciendo acopio de valor- necesito hacerle una pregunta ¿Es posible hipotecar la otra casa de mis padres?

Podía ver la línea formándose horizontal en la frente de Soria; era un hombre mayor que ya no salía mucho por diversas razones de salud, pero eso no había minado su increíble aptitud para los negocios. Un segundo después ya debía haberse hecho mil ideas en su mente.

-Matilde, los costos de la urgencia fueron saldados por El cuerpo de policía, y según se, el tratamiento corre por cuenta de un centro con financiamiento solidario además de lo que corresponde al Seguro institucional.
-No se trata de eso -replicó ella en voz baja- es decir, no directamente- escuche, mis padres y yo vamos a hablar con usted en breve para darle detalles de lo que va a suceder, pero en primer lugar necesito saber si es posible hipotecar esa casa.
-Si necesitan un crédito puedo hablar con...
-No -lo interrumpió tratando de sonar natural- es más dinero, ¿por favor podría decirme?

Eso no iba a gustarle, primero por su olfato y segundo por su amistad con la familia, pero si quería hacer algo al respecto, necesitaba más información, igual que ella.

-¿Cuánto dinero es el que necesitan Matilde?
-Cuarenta y cinco mil dólares.
-Y es una suma en dólares -se asombró el hombre con una leve exhalación- tengo que ser honesto contigo cariño, me preocupa escuchar eso ¿Acaso lo de Patricia se complicó, le sucedió algo a Rosario o a Benjamín?
-No es nada de eso, es solo que hay una opción, estamos evaluando un tratamiento alternativo y es algo costoso, pero en primer lugar necesitamos saber si es posible hipotecar esa propiedad.

Sucedió un breve silencio, en el que el hombre estaba evaluando que hacer o que decir; estaba claro que sus padres recibirían muy pronto una llamada y quizás antes que ella pudiera decirles en persona, pero ya había dado el paso y tenía que resolver esa duda.

-En un caso potencial, es posible -respondió con cautela- pero hay que hacer una serie de cálculos, no es tan sencillo como decir que se hace y está hecho.
-Tiene razón en eso -coincidió ella para ganar tiempo- pero saber que es posible es un buen avance. ¿Cree que podría cubrirse esa suma?
-Es probable aunque riesgoso. Matilde, me veo en la obligación, como amigo de la familia, de decirte que cualquier tipo de transacción de esta magnitud es sumamente compleja y que requiere de un estudio previo, no pueden hacer ningún tipo de compromiso, no importa bajo que circunstancia, sin estudiarlo antes.
-Lo entiendo.
-Matilde -continuó él con voz muy seria- por favor dime que no han firmado nada sin consultarlo.

En ese momento entró en la sala la recepcionista con su andar suelto y natural, mirándola sonriente; venía con un documento impreso en las manos.

-Se lo aseguro.
-Nada Matilde. Ni una sola firma.
-No se preocupe. Lo llamaré, hasta luego.

Cuando colgó se sentía lívida, como si de alguna manera el hombre estuviera viendo lo que pasaba alrededor de ella a pesar de la distancia; Adriana se sentó a su lado y depositó el documento sobre la mesa.

-¿Algún problema?
-No -respondió intentando sonar natural- todo está bien.
-Matilde -dijo la mujer seriamente- necesito preguntarle si ya tomó una decisión.
-Sí, la tomé, y realmente quiero ayudar a mi hermana.

Cualquier posible muestra de euforia en la mujer quedo completamente disimulada en caso de existir, y solo se limitó a asentir.

-En ese caso solo tiene que decirle que venga, y firmar el contrato de confidencialidad.
-¿Contrato de confidencialidad?
-Es simple burocracia -explicó la mujer sin dar ni quitar importancia al tema- un requisito para que todos los pacientes tengan la misma tranquilidad, y la posibilidad de cambiar sus vidas por completo.

Desde luego que tenía que haber papeleo, pero aun llegada a ese punto no había pensado en esa posibilidad.

-Creo que tendría que llevarlo con mi asesor.
-Me temo que tendría que ser al contrario Matilde, necesito pedirle que lo firme aquí, aunque si lo desea por supuesto que puede pedirle a su abogado que venga, estoy segura de que no habrá problema.
-Si mi hermana va a ser la beneficiada, ¿Tendrá que firmar ella?
-Nuestro protocolo indica que tiene que firmarlo quien tiene la tarjeta de invitación, por lo tanto será usted y personalmente creo que será también un alivio para su hermana no tener que someterse a este tipo de entrevistas. De todas maneras quiero recordarle para su tranquilidad que dentro de nuestro protocolo de atención, el costo del tratamiento en su totalidad solo será cobrado en caso de llegar a termino con el resultado proyectado en el momento del diagnóstico, gracias a eso es que usted y su familia saben que tienen nuestro apoyo de manera íntegra.
-Sí, claro.
-¿Entonces va a llamar a su abogado?

La cabeza se le estaba volviendo un nudo en ese momento, necesitaba pensar y no lo haría en ese sitio, eso sin contar con Soria y lo que pudiera pasar con sus padres. Debía ganar algo de tiempo, y si Adriana la creyó una mujer de mucho más dinero de lo que era, podía aprovechar eso en su favor.

-Tengo una reunión en unos minutos, volveré con mi abogado si no es problema.
-Por supuesto que no es problema, la esperaré. ¿Quiere que le pida un taxi o vino en su auto?
-Pídame el taxi si no es molestia -replicó en voz baja mientras se ponía de pie- le agradezco por toda la explicación, es muy importante.
-Todo lo que pueda servir para ayudar es poco -dijo la mujer sonriendo- pero aunque no debiera adelantar nada de manera oficial, creo que es bueno que sepa que la vida de su hermana no solo puede volver a ser lo que era antes de ese momento tan dramático, sino que puede ser mucho más.

Avanzaron hacia la puerta, y la joven volteó para mirar el contrato que reposaba sobre la mesa donde momentos antes estuvieran viendo las sorprendentes imágenes que podían replicarse en su hermana. Parecía haber tan poco que la separaba de una nueva vida.


Próximo episodio: Algunos días soleados. Primera parteLa ultima herida capítulo 6: Es solo una firma


A pesar de que desde antes de llegar a la entrevista tenía pensado volver al departamento de Patricia para pasar con ella la tarde, el extraño encuentro con la modelo Miranda Arévalo cambió un poco sus planes y ocupó un lugar importante junto a lo que debería ser prioridad; la entrevista de trabajo con Roberto Santa María, el gerente comercial de Asunto Externo resultó ser todo lo contrario del edificio en donde este se desempeñaba, ya que se comportó como un igual y no como su superior y trató de hacerla sentir cómoda en todo momento. Parecía que ella ya estaba contratada y ese paso solo era un trámite, aunque por las circunstancias que estaba viviendo la satisfacción de saberse dentro de un proyecto importante fue menor de lo que habría sido en otro caso; tan pronto terminó lo que finalmente fue una conversación bastante animada, fue directo a su departamento sin avisar nada ni llamar a sus padres y se conectó a internet desde el portátil.

>Cuerpos imposibles<

Debió suponer que lo primero que iba a salir en internet era una selección, bastante de cabaret por lo demás, de imágenes de mujeres en su gran mayoría y algunos hombres, cuál de ellos con menos ropa que el otro, todos con figuras esculpidas por ejercicio interminable en algunos casos y en la mayoría por la mano de algún cirujano de mejor o peor reputación. Inmediatamente abajo figuraba una serie de artículos de periódicos o citas de programas de televisión dentro de los cuales se mencionaba a figuras del espectáculo que supuestamente cumplirían con ese adjetivo; optó por especificar la búsqueda.

>Clínica cuerpos imposibles<

La búsqueda, para su sorpresa, dio cero resultados.

-No puede ser...

No encontrar ningún resultado producto de una información en la red era muy extraño en los tiempos que corrían, pero de alguna manera no le sorprendió tanto sabiendo de donde venía. Pero había una pregunta más importante ¿Porque una modelo muy conocida, excepcionalmente hermosa y rostro e imagen de marcas conocidas aparecía en la calle llorando totalmente descompensada, para luego ser arrastrada por un acompañante que dejaba dinero en las manos de desconocidos, y después buscaba a una desconocida para entregarle una tarjeta con información que no estaba en ninguna parte? Casi rió de lo ridículo que sonaba en su mente todo eso. ¿Porque estaba prestando atención a algo como eso en un momento así, cuando podía ir con su hermana, compartir la buena nueva que además sería un punto de apoyo para lo que iba a venir en los tratamientos?
Tenía que reconocer que en esa situación había algo que le resultaba curiosamente llamativo, desde que vio a la modelo en la calle y mucho más al encontrarla por casualidad antes de una entrevista de trabajo, y lo de la Clínica Cuerpos imposibles sonaba intrigante por mucho que su lado lógico le dijera que estaba perdiendo el tiempo.

-Solo tengo una alternativa.

Aquello era una completa locura, pero insistió en seguir la idea que se estaba formando en su mente, tomo nuevamente el bolso y salió rumbo a la dirección que figuraba en la tarjeta.


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Las sorpresas nunca parecían terminar cuando se trataba de lo que estuviera relacionado con Miranda Arévalo, y Matilde se llevó una más al llegar al sitio que figuraba en la breve reseña de la tarjeta. Se trataba de un edificio plano de cinco pisos, gris piedra con enormes ventanas que no permitían ver al interior y una entrada tan sencilla que parecía sacada de un sector industrial y no del costoso barrio en donde estaba; llegar no había sido difícil aunque si un poco tedioso por lo distante, pero la zona era principalmente ocupada por edificios de oficinas similares entre ellos y otros claramente de departamentos por su diseño más original cuyas primeras plantas eran tiendas caras como chocolaterías y perfumerías por las que seguramente pasaban los mismos habitantes o sus amigos en tiempos de ocio. Un grupo de calles poco transitadas, lejos varias cuadras de la locomoción colectiva, sin atisbos de ruido o enormes centros comerciales pero con vida en ellas y algún que otro adulto desocupado paseando a su mascota. No había ninguna clínica de las que tanto les gustaban por esos lados, esos edificios grandes como catedrales, con enormes puertas de cristal y el nombre en caracteres llamativos, entrada de estacionamiento y una serie de locales afines alrededor como farmacias y tiendas de insumos. Suspiró.

-Estoy perdiendo el tiempo.

Si se había sentido ridícula al preguntarse el motivo por el cual la tarjeta llegó a sus manos, verse a sí misma parada en una calle desconocida para ella hasta ese momento y frente a un edificio que podía ser cualquier otro y cualquier cosa menos una clínica llego al límite. Miró la hora en el reloj de pulsera: las cinco treinta de la tarde.
¿Que podía perder de todos modos? Ya estaba ahí, lo peor que le podía pasar era que en la recepción le hicieran ver que estaba completamente loca.

-Muy bien, lo haré.

Respiró profundamente y traspuso la puerta, pero aunque no era tan extraño, en el pequeño mesón de recepción que se ubicaba a poca distancia de la entrada, una mujer se puso de pie y le sonrió.

-Muy buenas tardes señorita.

No era extraño que fuera una mujer, pero si lo era que se tratara de una increíblemente bonita: quizás tenía treinta años, pero parecía sacada de una revista, sin defectos a la vista, tanto en su rostro alargado y de piel perfecta como en su figura perfectamente proporcionada; la mujer se le acercó y le tendió una mano como si hablara con alguien que conociera o esperara.

-¿Tiene cita?
-¿Disculpe? yo...
-O tal vez fue recomendada -sonrió hablando con voz cantarina- seguro es eso, no recuerdo haber visto una cita para esta hora. ¿Podría darme su tarjeta por favor?

Matilde la saludó por cortesía, pero no estaba entendiendo nada. Y lo primero que se le vino a la mente fue un reportaje del noticiero sobre clínicas clandestinas, donde las ingenuas que se atendían sufrían atroces intervenciones completamente al margen de la ley. Tenía que salir de ahí.

-Disculpe, creo que estoy en el lugar equivocado.
-Yo creo que no -replico la otra mujer sonriente- pero tranquila, es normal que se sienta un poco nerviosa, es el efecto de la novedad, créame que a mí también me pasó, esta clínica puede hacer tantas cosas maravillosas que uno se siente un poco abrumada. Disculpe, mi nombre es Adriana, voy a acompañarla en su llegada, solo necesito su tarjeta de recomendación.

Tenía la tarjeta en el bolso, y la mujer estaba diciéndole que se la entregara ¿Pero qué clase de clínica podía haber ahí? Realmente tenía la oportunidad de dar media vuelta e irse, pero por otro lado, de hacerlo, nunca sabría qué era lo que pretendía la modelo al entregarle semejante información.

-Estoy un poco confundida -dijo con evasivas- se suponía que esto era una clínica pero...
-Las instalaciones no están aquí -dijo la recepcionista con celeridad pero sin perder un ápice de su simpatía- este es el sitio donde realizamos la primera etapa ¿Cuál es su nombre?
-Matilde.
-Matilde, es un placer conocerla, quiero que sepa que siempre va a estar acompañada por mí en su llegada, quiero que se sienta en confianza.

Tanta amabilidad podía resultar incluso un poco amenazadora, sobre todo cuando venía de alguien a quien veía por primera vez en su vida. Pero no iba a quedarse con la duda así nada más, así que aún sin sacar del bolso la tarjeta decidió hacer una pregunta apropiada.

-Disculpe, pero el caso es que esto no se trata de mí, es por mi hermana que vine.
-Comprendo.
-No, no estoy segura de que comprenda. Mi hermana sufrió quemaduras bastante graves hace unos días, y los doctores dicen que tendrá que estar en tratamiento por meses, pero que nunca volverá a ser la misma, y en este momento su rostro y su cuello están...

La mujer alzó las manos con las palmas unidas en gesto de súplica, mientras su rostro mutaba de la simpatía original a la compasión, algo un poco extraño porque en su piel no se dibujaba un solo pliegue o marca; si era obra de maquillaje, era muy bueno porque aún a poca distancia parecía real.

-No necesita decir más Matilde, está sufriendo y puedo ver eso con claridad, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad lo notaria, mucho más yo que estoy dedicada a hacer mi mejor esfuerzo por ayudar a los que pueda desde mi posición.
-Si pero...
-Lo que es importante que entienda Matilde, es que puede ayudar a su hermana, se lo digo de todo corazón. Deme la tarjeta y las acompañaré para que lo vean por ustedes mismas.

Desconfiar de una promesa como esa era lo más racional, pero el sentimentalismo le indicaba que no podía dejar pasar alguna posibilidad por extraña que fuera, y de hecho mientras se entrevistaba con Roberto lo que pensaba era en cuanto podría destinar a los tratamientos de su hermana. Extrajo la tarjeta lentamente desde su bolso y se la entregó a la recepcionista.

-Muchas gracias. Si gusta puede decirle a su hermana que venga.
-Ella no está aquí.
-Entiendo -dijo la mujer prestamente - es comprensible, seguramente usted no quiso hacerle pasar algún mal momento si es que le dábamos una noticia negativa; no hay problema, la acompañaré ahora mismo, solo deme un momento para archivar esta tarjeta de recomendación.
-¿No va a preguntarme de donde obtuve esa tarjeta?

La mujer se inclinó ante el mesón de recepción mirándola levemente sorprendida.

-De ninguna manera, la confidencialidad es parte de nuestro estilo de trabajo, usted sabe que para muchos es importante mantener cierta discreción, pero es lógico que quien le entrego la tarjeta lo hizo no solo porque confía en usted, sino además porque esta consiente de la gran diferencia que se puede hacer aquí.

Matilde se sentía "abrumada" como dijera la propia recepcionista ante tal muestra de empatía por un caso que en términos prácticos era de una desconocida que ni siquiera estaba ahí. Si se trataba de seguir las palabras que dijera esa mujer, las maravillas del mundo estaban garantizadas, pero había que reconocer que todo trabajador tenía una obligación contractual  de defender la marca a la que perteneciera por mucho que nada de lo que estuviera pasando sonara similar a algo reconocido ¿Porque una clínica no aparecía en internet donde se podían encontrar casi de todo?

-Acompáñeme por aquí.

Guiada por la recepcionista mientras trataba de entender lo que sucedía, Matilde traspaso el umbral de la siguiente puerta, encontrándose con una sala muy iluminada con sillones de estilo moderno y colores llamativos en torno a una mesa transparente donde había una serie de recipientes y una pantalla.

-Matilde, antes que comencemos es muy importante explicarle que nuestro servicio se realiza solo a las personas indicadas y es parte de nuestro protocolo de atención que la información se mantenga bajo cautela, porque gracias a eso podemos seguir creciendo.
-¿Que quiere decir con mantener bajo cautela?
-Me imagino que nunca antes había escuchado de nosotros ¿Verdad?
-Sí, es verdad.
-Esa es nuestra garantía, que cualquier persona que se atienda aquí puede tener asegurado un servicio de calidad inigualable y sin lo molesto que resulta la presencia de gente inapropiada como medios de comunicación o curiosos, usted entiende.

Por supuesto, a una modelo como Miranda Arévalo la publicidad podía parecerle molesta, sobre todo en el caso de ser una figura que hablara a favor de la vida sana y en contra de las intervenciones quirúrgicas, aunque sobre eso no podía estar segura; pero si la clínica era frecuentada por personas del espectáculo, estaba claro que no querían publicidad si eso no era beneficioso.

-Ahora mismo no tengo imágenes del caso de mi hermana.
-Eso no es importante en este momento. Permítame mostrarle algunos casos en los que hemos tenido éxito en el tiempo más reciente Matilde, siéntese aquí a mi lado. Me decía que su hermana había sufrido quemaduras en la cara ¿Me podría indicar en que zona es eso?
-Las quemaduras son principalmente en la zona de la mejilla izquierda, el cuello, hombro y el brazo, el doctor dijo que eran de segundo grado profundo.

La mujer desplazaba los dedos por rapidez con la pantalla táctil
de una carpeta a otra, hasta que finalmente se detuvo e ingresó en ella.

-Estos casos son menos comunes que otros, pero aquí hay uno, se trata de un hombre de cuarenta y cinco años, un accidente en su casa en la playa, ya sabe que a veces hay electrodomésticos que no funcionan correctamente después de varios meses de desuso; como puede ver, quemaduras en la cara, en su caso fue en el mentón y parte de ambas mejillas.

La imagen que apareció en primer lugar tenía la parte superior del rostro difuminado para evitar reconocimiento, pero efectivamente el mentón estaba afectado por quemaduras similares a las que tenía Patricia. Poco a poco Adriana fue pasando por una secuencia de imágenes.

-Mire, estas son las fotos que tomamos en los primeros quince días, y luego van avanzando cada quince hasta finalizar la segunda etapa, en total son dos meses.

El resultado era tan impresionante como los que se mostraban en televisión en los comerciales de cremas para el rostro, solo que en vez de disminuir arrugas, las quemaduras iban desapareciendo lentamente a lo largo del periodo, dejando ver nuevamente una piel lozana y saludable como si está siempre hubiera estado bajo la parte lastimada. Nada de eso era parecido a lo que había visto en la consulta  o el desesperanzador resultado de una simple búsqueda en internet.

-Es muy impresionante.
-Es verdad, yo misma no dejo de sorprenderme al ver los cambios y como es que lo hemos conseguido en poco tiempo. Ahora -la miró los ojos muy seria- es necesario que hablemos de otro tema.
-Espere -intervino Matilde aún sin salir de su sorpresa- si este sistema que tienen es tan bueno ¿Porque no es público, porque nadie lo conoce?

Hipotéticamente una pregunta como esa habría sido un poco conflictiva, pero Adriana una vez más dio muestras de su evidente capacidad de evitar los puntos débiles de cualquier argumento.

-La respuesta es sencilla Matilde y usted me leyó el pensamiento, porque la razón es que es muy costoso. Muy pocas personas pueden permitirse un tratamiento como este, imagine lo angustiante que sería para una persona que no puede acceder a algo como esto, saber que otros lo hacen frecuentemente, eso solo generaría odio y resentimiento en ambos lados de la moneda, y créame cundo le digo que no por ser costoso significa que no tratamos de ayudar a quienes lo necesitan. Mientras hablamos, expertos en el tema hacen su mejor esfuerzo para conseguir que los métodos estén a disposición de  las autoridades correspondientes para que hagan lo necesario; seguramente en un futuro cercano eso será posible, de momento queremos ayudar a quien puede hacerlo también por sí mismo.

Que el tratamiento fuera costoso era lógico de acuerdo al nivel de clientes que supuestamente tenían, aunque eso desde luego era una amenaza para sus ideas.

-Dice que es costoso y estoy de acuerdo en que los resultados que me muestra son sorprendentes, pero ¿cuál es el nivel de éxito que tienen?
-Nuestro nivel de éxito es de un cien por ciento -explicó la mujer sencillamente- en mejora de marcas en la piel, y de un noventa y ocho por ciento en el caso de quemaduras como las que estamos comentando; con esto quiero decir que el restante dos por ciento tienen una mejoría que es similar a esta etapa como resultado final.

Señaló una imagen de la misma secuencia un par de fotos atrás, donde lo único que quedaba de las quemaduras era relieve mínimo y algo de enrojecimiento, lo que perfectamente podía pasar inadvertido solo con algo de maquillaje. No tenía sentido seguir extendiendo la duda, si había llegado hasta allí, era imprescindible saber siquiera si podrían financiar algo como ese tratamiento que parecía un auténtico milagro.

-¿Cuánto cuesta el tratamiento?
-Aproximadamente cuarenta y cinco mil dólares.

Increíble suma de dinero a cambio de un increíble tratamiento que prometía curar las quemaduras que de lo contrario quedarían para siempre en el rostro de su hermana. Parecía un precio justo, pero para su nivel de vida era exorbitante.

-Es bastante elevado.
-Tiene razón Matilde, pero tal vez usted necesite hablar con su contador o su agente para tener una idea más clara de la suma en general, si desea puedo facilitarle un teléfono para que haga las llamadas correspondientes.

Solo en ese momento la joven reaccionó a algo que estaba relegado a un segundo plano. Seguía vistiendo el atuendo elegido para la entrevista de trabajo poco antes, por lo que probablemente la mujer de ese lugar había asumido que se trataba de alguien de mucho mayor poder adquisitivo de lo que en realidad era, de ahí que en ningún momento cuestionara su capacidad de pagar y si había hecho referencia a tener una idea de cuánto estaba invirtiendo. A esas alturas no podía saber si habría obtenido el mismo tipo de atención si llegara vestida con algo más casual, pero eso perdía importancia al recordar que tal vez ni siquiera habría llegado allí de no ser por la tarjeta, y la propia Adriana le había indicado que el motivo por el que se mantuviera en reserva el tratamiento era el costo del mismo y el deseo de los pacientes de tener privacidad. ¿Creería que ella era una alta ejecutiva, una dueña de algo?

-Sí, creo que necesito el teléfono.

La mujer volvió en un segundo con un inalámbrico metalizado y lo depositó en la mesa.

-Voy a darle un poco de espacio, vuelvo en un instante.

Se alejó hacia la puerta por la que habían entrado, pero se detuvo.

-Matilde, creo que es importante decirle algo antes que hable con su agente de finanzas.
-¿De qué se trata?
-No hay mucho tiempo disponible para tomar la decisión correcta -dijo la mujer sinceramente- según mi experiencia, a veces lo que sentimos en primer momento suele ser lo que debemos, después de lo cual vienen los cuestionamientos, que pueden ser por los motivos correctos pero no en el sentido que queremos.

Sin decir más salió de la sala, dejando a Matilde sola ante el teléfono. Aquello era casi risible ¿Porque seguía allí ante una oferta de un costo de cuarenta y cinco mil dólares? ¿Acaso ella podía pagar esa suma? De manera automática recordó que si había una forma, al menos de manera hipotética de financiar semejante gasto, y era a través de la casa que sus padres habían comprado y dejado en arriendo años atrás; esa propiedad era bastante costosa y se encontraba en una buena zona en el sector costero, de modo que no solo tenía una buena plusvalía, sino que el dinero del arriendo iba directo a una cuenta que ellos jamás tocaban, porque como decía su padre, el dinero podía servir en alguna emergencia.
Pero la casa no estaba a su nombre, no podía simplemente decidir que se hacía con ella y aunque así fuera, aún tendría que realizar todo un trámite de desalojo de los inquilinos y esas cosas llevaban tiempo. Pero una propiedad podía hipotecarse.

-No, no puede ser.

Estaba haciendo castillos en el aire ¿Quién le decía que en primer lugar eso podía hacerse? sopesando las posibilidades resultaba muy probable que se pudiera pero ¿Que dirían sus padres? Verdaderamente era mucho dinero, pero valía la pena el riesgo.

-¿Qué hago?

Valía la pena el riesgo pero ¿valdría para Patricia? sería ella capaz de entender que se haría eso por ella como por cualquiera de la familia, o en el estado en que estaba diría que era dinero perdido y que ya no tenía importancia? No, no podían permitirle eso, si era necesario la obligarían, pero de hacerlo sería la solución a todos los problemas, tenía en el horizonte la posibilidad de regresar el tiempo. Marcó un numero en el teléfono, uno que conocía de memoria no por uso, sino porque era antiguo, de Carlos Soria, un viejo amigo de la familia que se encargaba de los asuntos financieros; cuando eran niñas y estaban en su casa jugaban con su teléfono y llamaban a otro de la misma residencia, llamada que nunca se realizaba pero que fomentaba sus juegos. El hombre de voz rasposa contestó con su habitual tranquilidad.

-Diga.
-Don Carlos, soy Matilde.
-Cariño -replicó el alegremente- que alegría, dime como esta Patricia, espero que hayan recibido mis saludos.
-Claro que si, muchas gracias por preocuparse.
-No hay nada que agradecer.
-Patricia está en recuperación. Don Carlos -siguió haciendo acopio de valor- necesito hacerle una pregunta ¿Es posible hipotecar la otra casa de mis padres?

Podía ver la línea formándose horizontal en la frente de Soria; era un hombre mayor que ya no salía mucho por diversas razones de salud, pero eso no había minado su increíble aptitud para los negocios. Un segundo después ya debía haberse hecho mil ideas en su mente.

-Matilde, los costos de la urgencia fueron saldados por El cuerpo de policía, y según se, el tratamiento corre por cuenta de un centro con financiamiento solidario además de lo que corresponde al Seguro institucional.
-No se trata de eso -replicó ella en voz baja- es decir, no directamente- escuche, mis padres y yo vamos a hablar con usted en breve para darle detalles de lo que va a suceder, pero en primer lugar necesito saber si es posible hipotecar esa casa.
-Si necesitan un crédito puedo hablar con...
-No -lo interrumpió tratando de sonar natural- es más dinero, ¿por favor podría decirme?

Eso no iba a gustarle, primero por su olfato y segundo por su amistad con la familia, pero si quería hacer algo al respecto, necesitaba más información, igual que ella.

-¿Cuánto dinero es el que necesitan Matilde?
-Cuarenta y cinco mil dólares.
-Y es una suma en dólares -se asombró el hombre con una leve exhalación- tengo que ser honesto contigo cariño, me preocupa escuchar eso ¿Acaso lo de Patricia se complicó, le sucedió algo a Rosario o a Benjamín?
-No es nada de eso, es solo que hay una opción, estamos evaluando un tratamiento alternativo y es algo costoso, pero en primer lugar necesitamos saber si es posible hipotecar esa propiedad.

Sucedió un breve silencio, en el que el hombre estaba evaluando que hacer o que decir; estaba claro que sus padres recibirían muy pronto una llamada y quizás antes que ella pudiera decirles en persona, pero ya había dado el paso y tenía que resolver esa duda.

-En un caso potencial, es posible -respondió con cautela- pero hay que hacer una serie de cálculos, no es tan sencillo como decir que se hace y está hecho.
-Tiene razón en eso -coincidió ella para ganar tiempo- pero saber que es posible es un buen avance. ¿Cree que podría cubrirse esa suma?
-Es probable aunque riesgoso. Matilde, me veo en la obligación, como amigo de la familia, de decirte que cualquier tipo de transacción de esta magnitud es sumamente compleja y que requiere de un estudio previo, no pueden hacer ningún tipo de compromiso, no importa bajo que circunstancia, sin estudiarlo antes.
-Lo entiendo.
-Matilde -continuó él con voz muy seria- por favor dime que no han firmado nada sin consultarlo.

En ese momento entró en la sala la recepcionista con su andar suelto y natural, mirándola sonriente; venía con un documento impreso en las manos.

-Se lo aseguro.
-Nada Matilde. Ni una sola firma.
-No se preocupe. Lo llamaré, hasta luego.

Cuando colgó se sentía lívida, como si de alguna manera el hombre estuviera viendo lo que pasaba alrededor de ella a pesar de la distancia; Adriana se sentó a su lado y depositó el documento sobre la mesa.

-¿Algún problema?
-No -respondió intentando sonar natural- todo está bien.
-Matilde -dijo la mujer seriamente- necesito preguntarle si ya tomó una decisión.
-Sí, la tomé, y realmente quiero ayudar a mi hermana.

Cualquier posible muestra de euforia en la mujer quedo completamente disimulada en caso de existir, y solo se limitó a asentir.

-En ese caso solo tiene que decirle que venga, y firmar el contrato de confidencialidad.
-¿Contrato de confidencialidad?
-Es simple burocracia -explicó la mujer sin dar ni quitar importancia al tema- un requisito para que todos los pacientes tengan la misma tranquilidad, y la posibilidad de cambiar sus vidas por completo.

Desde luego que tenía que haber papeleo, pero aun llegada a ese punto no había pensado en esa posibilidad.

-Creo que tendría que llevarlo con mi asesor.
-Me temo que tendría que ser al contrario Matilde, necesito pedirle que lo firme aquí, aunque si lo desea por supuesto que puede pedirle a su abogado que venga, estoy segura de que no habrá problema.
-Si mi hermana va a ser la beneficiada, ¿Tendrá que firmar ella?
-Nuestro protocolo indica que tiene que firmarlo quien tiene la tarjeta de invitación, por lo tanto será usted y personalmente creo que será también un alivio para su hermana no tener que someterse a este tipo de entrevistas. De todas maneras quiero recordarle para su tranquilidad que dentro de nuestro protocolo de atención, el costo del tratamiento en su totalidad solo será cobrado en caso de llegar a termino con el resultado proyectado en el momento del diagnóstico, gracias a eso es que usted y su familia saben que tienen nuestro apoyo de manera íntegra.
-Sí, claro.
-¿Entonces va a llamar a su abogado?

La cabeza se le estaba volviendo un nudo en ese momento, necesitaba pensar y no lo haría en ese sitio, eso sin contar con Soria y lo que pudiera pasar con sus padres. Debía ganar algo de tiempo, y si Adriana la creyó una mujer de mucho más dinero de lo que era, podía aprovechar eso en su favor.

-Tengo una reunión en unos minutos, volveré con mi abogado si no es problema.
-Por supuesto que no es problema, la esperaré. ¿Quiere que le pida un taxi o vino en su auto?
-Pídame el taxi si no es molestia -replicó en voz baja mientras se ponía de pie- le agradezco por toda la explicación, es muy importante.
-Todo lo que pueda servir para ayudar es poco -dijo la mujer sonriendo- pero aunque no debiera adelantar nada de manera oficial, creo que es bueno que sepa que la vida de su hermana no solo puede volver a ser lo que era antes de ese momento tan dramático, sino que puede ser mucho más.

Avanzaron hacia la puerta, y la joven volteó para mirar el contrato que reposaba sobre la mesa donde momentos antes estuvieran viendo las sorprendentes imágenes que podían replicarse en su hermana. Parecía haber tan poco que la separaba de una nueva vida.



Próximo episodio: Algunos días soleados. Primera parte

La última herida capítulo 5: Cuerpos imposibles



Los días siguientes al accidente donde Patricia sufrió quemaduras en su cuerpo fueron largos e intensos para la familia; el viernes fue trasladada al Centro de tratamiento intermedio de heridas del Hospital Adolfo Martínez, donde pasó el fin de semana bajo distintos tratamientos.  El doctor Acacios quien había atendido su caso en primer lugar lo dejó en manos de la doctora Romina Miranda, una mujer de carácter fuerte que prometió hacer todo lo posible por ella en el futuro. Para el Lunes Patricia estaba en su departamento en compañía de sus padres y momentáneamente de Matilde quien decidió aprovechar el tiempo disponible por estar sin trabajo en lo que resultaba primordial, a pesar de lo cual el comportamiento de su hermana seguía siendo muy distinto a lo que era anteriormente.

Buenos días.

Matilde se sentía algo cansada después de todo lo que había pasado durante los últimos cinco días, pero esa mañana de Lunes estaba dispuesta a hacer lo posible por animar a su hermana.

Buenos días.

En el Centro de tratamiento de heridas se le había realizado un cambio de vendajes y aplicado una solución dérmica, pero la doctora Miranda tenía algo que hablar con ellas.

Patricia, estoy muy contenta con la evolución que ha tenido tu caso hasta el momento, vamos por muy buen camino.
Entiendo.

En ese momento estaban en la oficina de la doctora, y aunque Matilde se había propuesto mantener un espíritu fuerte, era complejo hacerlo en esas condiciones, con la mayoría de las quemaduras a la vista: el lado derecho de la cabeza sin cabello, probablemente sería osado en una chica de estilo roquero, en ella se veía completamente fuera de lugar y ponía aún más de manifiesto las quemaduras en el cuello y parte de la mejilla y también las del hombro y el brazo; en los días que sucedieron al accidente pasaron de rojo e hinchado a un color más pálido y con cierta disminución de la hinchazón, aunque en verdad los profesionales tenían razón al decir que el ojo se había salvado de milagro, la distancia del borde de la herida y el rabillo no era de más de un centímetro.

En éste momento ya podemos dar por superada la primera etapa de tu tratamiento juzgó la doctora mirando fijamente la mejilla de la mujer ahora ya es posible espaciar el cambio de los apósitos a setenta y dos horas, y voy a aplicar estos nuevos que son antiadherentes y contienen una solución que ayuda a la correcta regeneración de la piel.
Es decir que ahora tendré que venir cada tres días.
Así es Patricia, y es muy importante que mantengas los cuidados que has tenido hasta ahora, es decir mantener la calma, alimentarte bien y seguir tu pauta de hidratación ¿Has sentido los labios secos o la piel tensa?

Patricia actuaba ante esa autoridad de igual manera como lo hacía frente a sus superiores, era extremadamente educada y formal, pero Matilde sabía que en el fondo sólo estaba parcialmente allí, el resto de ella estaba lejos, en un lugar donde no tenía que hacer las cosas que tenía como trabajo y obligación antes; no hablaron en los días siguientes del tema de dejar la institución y por lo que sabía tampoco lo había hecho con sus padres, aunque en ese sentido ellos habían retomado con increíble facilidad su labor de padres presentes a pesar de los años que los separaban de esos quehaceres y probablemente las conversaciones amistosas o confidentes aún quedaran relegadas a un plano secundario.

No doctora, he seguido todas sus instrucciones.

La doctora Miranda era una mujer muy alta y delgada de cabello tinturado de rojo ensortijado y tomado en una cola en la parte alta de la nuca, de rasgos agudos y mirada fuerte; era una mujer muy entendida en la materia y sabía bien cómo enfrentar las diferentes consecuencias de una quemadura, así como las distintas reacciones de los pacientes.

–¿Cuándo tienes cita con el sicólogo?
Hoy en la tarde.
–¿Y cómo te has sentido?
Tratando de acostumbrarme a estar en casa sin nada que hacer pero tranquila en general. Y claro, recuperando la costumbre de vivir con mis padres por supuesto.

Matilde miró a la doctora, quien hizo como si no se diera cuenta de su elocuente gesto; unos momentos después Patricia ya estaba completamente vestida y con las nuevas vendas en la cabeza, cuello y hombro.

Eso es todo por ahora, por favor dile al sicólogo que me envíe tu informe para anexarlo a tu expediente.
Se lo diré, gracias doctora.
De nada, y dale las gracias a tus padres por el postre que me enviaron, estaba delicioso.

Las hermanas siguieron caminando por la calle del estacionamiento una vez que salieron del Hospital; era incómodo el cortés silencio de Patricia en ocasiones como esa.

–¿Qué te gustaría hacer hoy?
Ir a la consulta del sicólogo.
Pero la consulta es en dos horas más y aún no es mediodía ¿Qué te parece si vamos a almorzar a alguna parte?
Estamos cerca del departamento, vamos y almorzamos ahí; además ya sabes como es mamá, seguro que ya tiene hecho el almuerzo y papá debe estar haciendo su ponche sin alcohol para no discriminarme.

Sonaba tan correcta que era imposible no notar que estaba fingiendo.

Patricia, supongo que has pensado en lo que dijiste el otro día de dejar el cuerpo de policía.
No hay nada en qué pensar, creí que había sido clara con lo que dije.
Pero es lógico que cambies de opinión, la policía es tu vida.

Decir eso fue un error, porque desató al menos en parte los verdaderos sentimientos de su hermana; la mujer de veintiocho años la enfrentó obligándola a detenerse.

No Matilde, ésta es mi vida, mírame.
Patricia
No, no trates de ser condescendiente conmigo; sé que tengo que seguir éste tratamiento igual que lo del sicólogo, pero no tiene nada que ver con mi decisión de dejar el cuerpo de policía, ya te lo dije, no me voy a exponer a mi ni a personas inocentes a ningún tipo de riesgo.

Luchar contra ese argumento era difícil, principalmente porque desde un punto de vista frío tenía toda la razón.

Hermana, la policía es tu vida, siempre me has dicho que es tu pasión ayudar a las personas.,
Eso no cambia nada lo que dije y lo sabes muy bien; además hay muchas formas de ayudar a los demás, ya tendré tiempo de encontrar algún trabajo útil en donde no tenga que estar expuesta constantemente, ahora no es importante.
Entonces habla conmigo de las cosas que si son importantes. No quiero verte así, estás sufriendo y no lo dices, te has estado guardando todo desde que pasó, por lo menos tienes que ser capaz de decir lo que está pasando por tu mente, somos hermanas pero no te abres conmigo, mucho menos con mamá o papá.

Patricia dio un paso atrás, claramente atrapada por sus propias palabras. Matilde sabía que llegado el momento iba a tener un altercado de ese tipo y no le gustaba la idea, pero a pesar de las diferencias que pudieran tener como personas, en una de las cosas en que eran muy similares era en que tendían a querer enfrentar solas las cosas que pasaban, sobre todo las dificultades; su madre se lo había recordado tan pronto se enteró de la noticia y en vista del enorme peso de esa realidad, estaba predicando con el ejemplo al transmitir el mensaje.

–¿Qué es lo que quieres que haga o que te diga? dijo con tono desafiante­ mírame Matilde, mírame por un momento como una persona, no como tu hermana, no como la persona que has visto toda tu vida, porque eso es lo que yo hice, me vi a mi misma en el espejo, cuando hice esa estupidez de romper la ventana de la habitación de la urgencia, y desde entonces cada vez que he podido. ¿Y sabes lo que veo? Veo a una persona que tiene destruida la cara, y que desde ahora va a tener que hacer toda su vida de nuevo.
­Pero el doctor dijo que podías pasar por esa situación y es normal porque
No es normal, es lo real que es distinto. Piensa un poco en lo que te estoy diciendo y dime si es que nunca te has quedado mirando a una persona distinta en la calle, a un quemado o a alguien que le falta una pierna o un ojo, dime si no has puesto más atención que en el resto de la gente.
Es cierto se vio obligada a admitir la joven en voz baja, estaba perdiendo esa pelea y no le sonaba muy bien no te lo niego, pero eso no significa que
Lo que significa es que si además de ser lo que soy ahora soy una persona distinta, llamativa para mal, simplemente no puedo seguir haciendo mi trabajo en la policía y eso ya te lo dije antes; estoy viendo frente a mis ojos como pierdo todo lo que me importa, la forma en que estaba haciendo las cosas hasta ahora y eso me hiere tanto como lo que tengo aquí apuntó hacia su cuello o quizás más. Pero no puedo hacer nada, no puedo evitar lo que pasa ni regresar el tiempo, lo único que puedo hacer es tomar lo que queda de mi vida y reordenarla y volver a empezar.

Se quedaron mirando unos momentos en silencio, enfrentadas por el mismo motivo, sintiéndose a lados opuestos en un cruel juego del destino donde no había un culpable físico, ni un nombre a quien atacar o contra quien descargar rabia o frustración; Patricia, Matilde, ambas estaban heridas y querían recuperarse de hechos de los que no podían escapar, y desde sus propios puntos der vista, las dos sabían que no lo harían por completo y que nunca estaría resuelto.

Te entiendo. Y no me digas que no porque no estoy viviendo lo mismo que tú porque estoy sufriendo desde que escuchaste ese ruido afuera de mi departamento y sé que no puedo hacer nada para remediarlo, porque no encuentro la forma de revertir lo que pasa; quisiera que se pudiera regresar el tiempo pero no puedo hacerlo, pero al menos quiero que me hagas parte de tu vida, que me permitas ayudarte, estar junto a ti en éste proceso. Mamá me dijo que éramos muy individualistas, que siempre estábamos tratando de demostrar que podemos hacernos cargo de todo, y en el accidente las dos lo hicimos, yo por no avisarle a mamá y papá, y tú por tratar de resistir todo sin decir nada como si fuera parte de tu entrenamiento. Concédeme ese punto, dame la tranquilidad de compartir la carga contigo Patricia, estoy segura de que será un poco más fácil.

El gesto de Patricia se ablandó un poco, aunque no tanto sus argumentos.

Escucha, veremos lo que pasa después, pero no me pidas que de la noche a la mañana haga todo de otra manera a la que lo he hecho siempre, y sabes de lo que hablo.

2

Con todo un poco más tranquilo y algo de paz por haber dado un paso con Patricia, Matilde fue a una sorpresiva entrevista de trabajo que parecía una luz de esperanza en su futuro.

Suerte hija.

Con la reconfortante sonrisa de su madre al salir, Matilde se presentó a las cuatro de la tarde en el edificio Don Jacinto en uno de los sectores más acomodados de la ciudad; solo al llegar comprobó que no había exagerado en su atuendo ni tan solo un poco. Para las entrevistas usaba un traje dos piezas hecho a la medida, pero en esa ocasión se sintió incómoda y eligió un vestido liso de satén color coral con detalles bordados en el escote y una chaqueta a juego, con zapatos de tacón, el cabello peinado hacia atrás en un inconsciente homenaje a su hermana y los pendientes de cristales suecos con collar que le regaló su padre al cumplir los quince años, y a pesar de sentirse extremadamente elegante y arreglada, entrar en la recepción del tamaño de una cancha de tenis le afirmó la idea de haber tomado la decisión correcta, eso podía ser un buen augurio.

El gerente comercial está terminando una entrevista, en cinco minutos va a estar preparado para atenderla, por favor espere aquí.
Muchas gracias.

Puntual como siempre, la joven quedó oportunamente sentada a unos metros del mesón de la recepción del edificio y a punto de vista de la oficina donde figuraba el nombre del gerente que iba a entrevistarla; recordaba vagamente la entrevista en línea que había realizado con el asistente del gerente ya que había sido dos semanas atrás, más del tiempo suficiente para olvidar lo más importante y con mayor razón considerando que se le informó de un plazo de aviso de cuatro días, pero recordaba que se trababa de una empresa que realizaba asesorías comunicacionales para compañías de telecomunicaciones, lo que significaba que probablemente el portafolio sería amplio y un probable contrato también.

No puede ser

Una vez podía ser un excéntrico accidente, dos era realmente para tomar nota. Mientras esperaba su turno para ser entrevistada, Matilde vio con asombro como salía del ascensor Miranda Arévalo, la modelo que un par de días atrás se encontró en la calle totalmente descompensada; la mujer se exhibía con su habitual belleza, enfundada en un traje negro escotado y con tacones altos que hacían que Matilde pareciera pobre, caminando con la seguridad y prestancia de una experta en ser vista y al mismo tiempo la indiferencia de alguien que se sabe que no necesita hacer algo en especial para llamar la atención. Parecía alguien completamente distinto de la mujer temblorosa que antes sollozaba en el suelo hablando sin coherencia.
Pero por supuesto debió esperar que de ella no podía simplemente pasar algo sencillo.

No te preocupes, te espero afuera, necesito un café.

Matilde se puso de pie inconscientemente, y pudo ver como la mujer hablaba con el mismo hombre guapo de la vez anterior que era interceptado por un ejecutivo de llamativa sonrisa. Solo un par de pasos más, y por increíble que le pareciera a ella misma, la modelo caminó decididamente hacia ella, mirándola fijamente.

Buenas tardes.

Su tono de voz era sencillo como si se estuviera presentando ante un conocido o compañero de trabajo. Matilde hizo un leve asentimiento.

Buenas tardes.
Había estado tratando de encontrar la forma de hallarla dijo la otra en voz baja pero perfectamente audible pero creo que es una magnífica coincidencia.
–¿Se acuerda de mí?

La modelo pestañeó con sus largas pestañas onduladas como si no entendiera.

Por supuesto que la recuerdo, es absurdo pensar que no. Escuche, no tengo mucho tiempo, pero quería encontrarla porque necesito agradecerle por ayudarme el otro día.

Introdujo una mano en la carterita dorada que tenía en las manos, y eso activó el recuerdo que de alguna manera había suprimido: el hombre tomándola del brazo, llevándola a un automóvil y dejando en sus manos unos billetes, eso había pasado realmente aunque estaba relegado a un plano muy lejano; cuando se acercó a la modelo en esa confusa escena, el hombre que la acompañaba depositó en sus manos, casi como si no lo estuviera haciendo, unos billetes, una suma bastante considerable para ser casual y a la luz de los hechos, claramente una forma de decirle que agradecía el silencio ante una situación bochornosa para la joven siempre víctima como otros famosos del ojo inquisidor de los medios de prensa. Preocupada por la situación de su hermana y francamente confundida por lo que estaba viendo Matilde simplemente guardo los billetes en un bolsillo del pantalón, donde seguramente estaban hasta ese momento ¿acaso iba a darle dinero también? Una vez podía ser un gesto cuestionable pero entendible, dos era molesto.

Escuche, yo...

Se quedó oportunamente callada cuando la delicada mano de la joven enseñó una tarjeta blanca con letras grises impresas y se la pasó.

Vi en el noticiero lo que le ocurrió a su hermana y la vi a usted en las imágenes, así que supuse que eran parientes, pero no tuve tiempo de averiguar muchas cosas, solo sabía que usted y ella estaban relacionadas. Lamento lo que le ocurrió a ella, espero que en la clínica puedan ayudarla.

Al día siguiente del accidente de Patricia y por llamada de Soraya, Matilde se había visto a si misma llorando desconsoladamente mientras el equipo de emergencias atendía a su hermana antes de subirla a la ambulancia y la periodista en el estudio de televisión indicaba que la oficial estaba herida y seguía con el estado de los otros involucrados. Efectivamente la noticia no había tenido mucha cobertura en un primer momento, pero desde luego que se comentara en la sección de crónica roja de los noticieros.

Tengo que irme.

La modelo dio media vuelta y caminó hacia la salida del edificio manteniendo el estilo  de pasarela que había mostrado al salir del ascensor, meneando el cuerpo como si una brisa inexistente la meciera. La tarjeta decía simplemente un nombre en las delicadas letras: Cuerpos imposibles. No figuraba número de teléfono, pero tenía una dirección y además una serie de números y letras, algo como un código.

–¿Qué es esto?

La modelo había dicho clínica, eso era seguro, aunque resultaba un nombre muy extraño y ella jamás lo había escuchado. De acuerdo, era realmente extraño, pero no mucho si comparaba lo que había visto de esa modelo hasta el momento, aunque si la mujer quería llamar su atención, de verdad lo había logrado.

Señorita Andrade.

La recepcionista la llamo sin demostrar el más mínimo interés por lo que estaba pasando, si es que lo había visto. Matilde se apresuró a entrar en la oficina donde el gerente la estaba esperando con una amplia y amistosa sonrisa dibujada en el rostro.



Próximo episodio: Es solo una firma