La última herida



Cuando alguien a quien amas sufre un accidente que le cambia la vida, tu vida cambia tambien; ya no te sientes tan seguro, ya no piensas las cosas de la misma manera, porque de la misma manera en que esa persona ha sufrido, tu sufres por el cariño que le tienes, y además una parte de ti sabe que nunca más las cosas volverán a ser como antes.
Pero si de pronto la solución a todos los problemas existiera ¿No sentirías que es el momento indicado para hacer lo necesario para conseguirla? Si tuvieras la posibilidad de encontrar el tratamiento o la medicina adecuada, algo nuevo que pudiera borrar lo que antes era una marca indeleble ¿Acaso no te jugarías el todo por el todo por lograrlo?
Lo más probable es que si.
Pero una vez que lo consigues, cuando ves con alegría que realmente has podido ayudar a alguien a quien amas a restaurar su vida ¿Es ese el fin? ¿Puedes decir realmente que todo está olvidado y aquel accidente es solo un mal recuerdo? ¿O la maravilla de la recuperación antes imposible, no es más que el primer paso de un nuevo camino?



Muy pronto conocerás una escalofriante verdad.

La última herida capítulo 4: El mismo sueño



Matilde regresó al centro de urgencias lo más rápido que pudo después de su extraña experiencia con la modelo en la calle; cuando volvió al centro de urgencias le  informaron que Patricia estaba estable en la habitación luego de habérsele administrado un sedante y dejarla bajo vigilancia. Luego fue directo a una reunión con el doctor Acacios.

–Lamento que haya tenido que pasar por esa compleja situación Matilde, no hay excusa.
–Un técnico me dijo que era poco habitual que pasara algo así.
–Aún así no hay excusa –indicó el doctor– por lo que me he informado usted estaba presente cuando sucedió el accidente.
–Así es.
–Mire, voy a ser muy concreto porque no dispongo de mucho tiempo –comentó el profesional– en éstos momento a su hermana se le aplicó el tratamiento regular para quemaduras de su tipo, que son de segundo grado. Para ser sencillo, le explicaré que una quemadura de segundo grado es del tipo que no se cura solo con una pomada cuando tiene un accidente leve en la cocina de su casa; éstas quemaduras destruyen todo el tejido exterior de la piel, anulan parte de las terminales nerviosas en la zona afectada y producen una serie de consecuencias como déficit funcional.

Escuchar el doctor era extraño, porque era muy práctico y hacía que sus palabras se entendieran fácilmente, pero al mismo tiempo parecía que no estaba hablando de una persona o al menos a ella le sonaba así. Claro, Patricia no era la única persona en el mundo que sufría ese tipo de quemaduras, ya se sabía con claridad lo que pasaba.

–Es importante que sepa que con el nivel de extensión de quemaduras que tiene, casi el catorce por ciento del cuerpo, su hermana deberá estar en tratamiento por varios días, inicialmente creemos que pueden ser quince, pero podrían ser inclusive cincuenta o más, dependiendo de la evolución que demuestre.

Matilde se sentía desprovista de sentimientos, como si todas las emociones vividas esa mañana hubieran agotado, al menos de manera momentánea, su capacidad de experimentar dolor o angustia.

–Usted me dijo que era probable que las heridas de mi hermana no sanaran.
–Lo que dije es que nunca iba a ser la misma de antes –corrigió el doctor con total tranquilidad– y efectivamente es así. Por la gravedad de las quemaduras los tratamientos están enfocados a evitar la infección, para lo que se dispone de una serie de protocolos, pero es improbable que la piel vuelva al mismo estado original, además fue afectada la zona del cuello y parte de la cara y esas zonas son más sensibles y de tratamiento lento y con no muy buen pronóstico.
–¿Lo que le pasó a mi hermana puede ser una reacción a lo que vio de si misma doctor?
–Es probable, pero soy más partidario de opinar que se debe al shock que sufrió por el accidente propiamente tal que por lo que se ve físicamente, sobre todo porque no es una persona débil de carácter. De todos modos ella va a necesitar ayuda sicológica de manera urgente y durante el tratamiento, porque está comprobado que las heridas en zonas visibles cambian la personalidad del paciente; la forma en que se enfrenta a la sociedad y su reacción ante críticas o miradas inquisitivas es solo parte de lo que tendrá que enfrentar. Como trabajamos con la policía y ayudando además al cuerpo de bomberos, tenemos una red de apoyo importante para las personas afectadas y sus familias, así que le dejaré una nota con el número de contacto de la encargada de esa área.
–Mi hermana no murió en ese accidente y tampoco está en estado crítico como el delincuente que provocó todo esto, pero aunque tiene heridas que van a arruinarle la vida, tuvo suerte.

El doctor no se sintió agredido por el comentario de Matilde, a pesar de que ella soltó las palabras sin ningún tipo de cortesía; había visto lo suficiente para saber que no estaba atacándolo, pero que estaba frustrada y enfadada.

–A mi modo de ver las cosas, cualquier persona que no muere es afortunada, excepto quizás aquellas que sufren consecuencias tan graves que no pueden escapar del dolor o que quedan tetrapléjicas, y soy sincero solo porque mis colegas no están presentes. El caso de su hermana no es ninguno de esos, y aunque pueda creer que le estoy quitando importancia, lo que pretendo es decirle que al final, cuando usted pueda compartir con ella más tiempo en vez de menos, lo agradecerán ambas, aún si en el camino hay dolor o frustración por la evolución de su cuadro. Su hermana, independientemente de como sea, sigue teniendo un futuro.

Por primera vez en el día escuchaba que alguien hacía una referencia al futuro, y eso la devolvió al presente, a la situación que estaba viviendo en ese instante, y que no solo involucraba a sus sentimientos o siquiera a los de su hermana, sino a todo el entorno de ambas.
Sus padres, amigos, compañeros de trabajo, futuros amigos o amores, todos estaban relacionados y todo tenía que ver, no podía simplemente negarse a revelar lo que estaba pasando o intentar ocultarse de todo.

–Disculpe por lo que dije.
–No es necesario que se disculpe, entiendo lo que está pasando. Pero si es necesario que tenga en cuenta lo que le dije y la ayuda que podemos brindarle.
–Se lo agradezco mucho, Pero no creo que sea suficiente solo con un número, tal vez necesitemos más ayuda, y definitivamente tengo que hacer algunas llamadas.


2


Esperaba que le contestara su padre al momento de decir la noticia, pero el destino quiso que contestara su madre, lo que agregó un componente extra de nerviosismo a la llamada; lo sorprendente es que su madre se mostró increíblemente tranquila al escuchar de sus labios que Patricia había sufrido un accidente no mortal pero que estaba internada y en tratamiento, debido a lo cual era necesario que viajaran lo más pronto posible a la cuidad. Y por supuesto, de alguna manera, escuchar esa tranquilidad de parte de ella la hizo sentir aún más preocupada, pero ante la adversidad estaba decidida a controlar las lágrimas, al menos mientras tuviera que hacer algún trámite o estar en presencia de quien fuera parte de la familia.

–Mamá, papá…

Tan básica y elemental, la reacción más genuina al verlos traspasar la puerta de la urgencia, igual como cuando era niña y estaba enferma en el colegio y la iban a buscar. Pero se había convencido de mantener una actitud serena y sabía que si lo lograba con ellos, no tendría más de que ocuparse mientras tanto.
–Matilde, hija.

Su madre era Doña Rosario Mendoza, y a pesar de la edad que rondaba los setenta, se mantenía impresionante, alta, fuerte con su cabello cano peinado hacia atrás y arriba con las peinetas de carey heredadas de su abuela y la  mirada serena y fija al frente; y su padre, Don Benjamín Andrade, elegante hasta en su tenida más sencilla, ahora de impecable traje azul ultramarino, increíble que pareciera tanto un político asentado cuando se definía a si mismo como un campesino de origen y término. Ambos llevaban juntos más tiempo del que eran capaces de explicar, se amaban profundamente y juntos habían enfrentado los avatares del destino con mayor éxito que fracaso, a pesar de lo cual sabían muy bien lo que era vivir dificultades. Mientras su madre se acercaba abriendo los brazos Matilde no vio una sola huella de lágrimas en sus ojos.

–Hija.

El abrazo de su madre fue tan cálido que sintió automáticamente deseos de llorar, pero se contuvo exigiéndose mantener la calma aún con semejante punto en contra; su padre, se dio cuenta en ese momento, se mantenía muy rígido junto a ellas.

 –¿Qué dijo el doctor?
–Patricia está estable, pero tendrá que estar en tratamiento por las quemaduras.
–¿Podemos verla?
–En éste momento no, pero el doctor Acacios dijo que en una hora más despertaría de los sedantes y podríamos verla.

Su padre asintió.

Eso nos deja una hora disponible para que nos pongas al día hija, Necesito escuchar lo que pasó de ti.

Dos horas quince minutos más tarde, Matilde había puesto al corriente a sus padres de lo que había ocurrido durante la mañana, y el doctor hecho lo propio con respecto a las consecuencias del accidente en Patricia y como las quemaduras afectaran su cuerpo en el futuro. Ambos se mostraron evidentemente interesados en saber detalles de los tratamientos complementarios a seguir y como podían prestar ayuda ya fuera de manera presencial o a la distancia, tomando nota de todo lo que les pareciera necesario; luego fueron a la habitación donde estaba Patricia, pero por desgracia la actitud de ésta fue la misma que cuando Matilde la vio en primer lugar y se mostró silenciosa e inmóvil.
Pero ni eso mermó el espíritu de ambos padres.
De vuelta en la cafetería y tras la despedida de Soraya y Eliana, los tres al fin estuvieron solos y con algún tipo de libertad para hablar con más confianza, momento que la joven aprovechó para hacer algunas preguntas que tenía atragantadas.

–¿Sabían lo del accidente desde antes que los llamara?

Su padre le dedicó una mirada que ella recordaba como condescendiente cuando, en la época del colegio, ella trataba de decir alguna excusa por problemas en las calificaciones.

–Nos enteramos cuando tú nos dijiste hija.
–Pero están increíblemente tranquilos –dijo ella a modo de protesta– estuve tratando de reunir fuerzas para hablar con ustedes desde que sucedió el accidente porque temía que tuvieran una mala reacción y yo no estuviera cerca en ese momento, incluso traté de decírtelo cuando me llamaste papá, pero no fui capaz, y ahora parecen tan…
–¿Poco sorprendidos? –intervino su madre con una leve inclinación de cabeza– ¿Crees que no he estado sufriendo desde el primer segundo en que Benjamín me dijo lo que estaba pasando, incluso desde que vi su expresión al teléfono?
–No quise decir eso…
–¿Crees que no nos preocupamos por ustedes en la hacienda mientras cada una hace su vida aquí en la ciudad cuando todos los días escuchamos noticias de robos y choques o accidentes?

Si bien no era una crítica, seguramente ambos estaban molestos y angustiados por lo que sucediera en esos momentos. Matilde levantó las manos en gesto de defensa.

–No estoy criticándolos mamá por favor, solo digo que es extraño verlos así, pensé que sería diferente, no creas que esto es un lecho de rosas para mi.
–Por supuesto que no –replicó su madre enérgicamente– pero no es necesario que seas presuntuosa creyendo que por vivir en el campo o por ser mayores no tenemos alguna idea de las cosas que pasan en el mundo o que tienes que protegernos de las cosas indebidas.
–¿Qué estás diciendo?
–Lo que escuchaste –dijo su madre con auténtico enfado– ni tú ni tu hermana tienen el derecho de pensar que deben protegernos de ustedes mismas ni mucho menos de mantenernos aislados ¿crees que no me di cuenta todo lo que esperaste para decirnos?

La discusión se estaba volviendo exactamente el tipo de reprimenda que ambas habían pasado en ocasiones anteriores cuando esperaban mantener a sus padres fuera de sus vidas para poder construirlas, Matilde por los episodios de violencia en la secundaria, Patricia por su fallido matrimonio.

–Te dije que estaba angustiada, no sabía como decirles lo que había pasado, además en un primer momento ni siquiera sabía qué era lo que iba a suceder.
–Eso no cambia tu actitud Matilde –sentenció su madre enérgicamente– nos dejaste fuera, igual que en otras ocasiones.

Su padre intervino con más calma en la voz pero el mismo tipo de comentario hacia ellas.

–Hija, sabemos muy bien que no podemos protegerlas de todo lo que ocurre en el mundo ni tenerlas aisladas, pero lo que tú y tu hermana hacen desde hace años es aislarnos a nosotros, y sabes que es incorrecto; cuando tu madre tuvo el pre infarto las llamé de inmediato, y no fue para que se hicieran cargo, sino para que lo supieran desde el principio ¿Por qué creen que no deben hacer lo mismo con nosotros? Antes que ustedes nacieran pasamos por muchas dificultades, sabes que cuando se quemó la casa grande estuvimos a punto de perder la hacienda.

Matilde se puso de pie.

–Papá, esto es absurdo, nos estamos desviando completamente del tema.
–No, no es así. Siéntate por favor.

No habló hasta que ella lo hizo. Luego siguió hablando ante la atenta compañía de su esposa.

–Somos de otra época, cuando éramos jóvenes la gente no se iba de sus casas al salir de la secundaria ni tenía otros planes que formar una familia y tener hijos, pero a pesar de eso, entendimos que nuestras dos hijas habían nacido en un tiempo distinto, y tengo que decir que tu madre fue quien estuvo día tras día diciendo eso, haciendo que éste campesino entendiera que vivíamos en un mundo donde cada persona, y sobre todo las mujeres, tenían la oportunidad de hacer lo que quisieran, desarrollarse como personas y cumplir con los objetivos que quisieran.
–Papá…
–Cuando Patricia se separó de ese inútil que escogió por marido –siguió él sin detenerse– me sucedió lo mismo que cuando descubrimos que tú estabas siendo agredida en la secundaria, sentí que estábamos cometiendo un error al dejar que siguieran sus instintos y se defendieran por si mismas, pero aun así seguimos adelante, sabiendo que podía ser solo un traspié en el camino, y con el tiempo ambas demostraron que podían no solo hacerse cargo de sí mismas, sino que también ser mujeres completas y exitosas, Patricia entró a la policía y se convirtió en una oficial muy destacada, y tú sacaste la carrera con honores mientras trabajabas para pagar tus propios gastos. No tienen que demostrarnos nada, es absurdo que quieran seguir intentando ser mujeres perfectas y que no necesitan de nada ni de nadie; las amamos y las necesitamos, y sería bueno que ustedes hicieran lo mismo y demostraran un poco de sensatez, ser honestas y reconocer que también puedes ser frágiles, eso es parte de la fortaleza de una persona madura.

Resultaba increíble como los padres conseguían convertir cualquier situación en una oportunidad de dar algún tipo de lección, y en ese caso hacer un esfuerzo por enseñarle algo que resultaba tan abrumador como sencillo: el equilibrio entre lo propio y lo compartido, o dicho de otra manera, entre la independencia y la necesidad de los seres queridos. Y tenían tanta razón que se sintió descorazonada.

–Tienes razón papá,  tú también mamá.
–No tienes que decirlo, tienes que sentirlo –dijo su padre– escucha, en éste momento, sobre todo ahora que Patricia está pasando por éste trance tan difícil, necesitamos ser una familia, ayudarnos mutuamente y confiar los unos en los otros, no tratar de hacer todo por nuestra cuenta.

Matilde iba a decir algo más mientras asentía, pero en ese instante las imágenes que estaban siendo emitidas en la televisión de la cafetería llamaron poderosamente su atención. Nuevamente esa mujer.

–Matilde ¿que pasa?

En la pantalla del televisor estaba Miranda Arévalo, la modelo que solo un par de horas antes estaba en el suelo frente a ella llorando totalmente descompensada ¿Delirios de una niña rica? A veces decían que la gente que lo tiene todo puede pasar por desequilibrios que no vivía el resto de la gente. Y era tan excepcionalmente hermosa que nada parecía afectar su apariencia, que diferente ella del caso de su hermana donde hacía solo unos momentos le informaban que tendría que pasar por un largo tratamiento sin siquiera tener éxito asegurado.

–No pasa nada papá, es solo que… escuchen, entiendo perfectamente lo que me están diciendo, y siento que tienen razón, fue incorrecto dejarlos fuera de esto y quiero remediarlo, pero tienen que entender que es complicado de la noche a la mañana. Ayudémonos entre todos, ayudemos a Patricia y estoy segura de que podremos salir adelante.


3


Unos minutos más tarde las buenas expectativas estaban diluyéndose en la habitación donde había sido trasladada Patricia. La mujer ya estaba despierta en la camilla, pero si Matilde se había preocupado por el silencio anterior, escuchar nuevamente la voz de su hermana resultaba muchísimo más preocupante.


–Voy a dejar el cuerpo de policía.

Matilde pudo percibir como su padre fruncía el ceño a su lado; su madre ahogó un suspiro.

–¿Por qué quieres hacer eso, es por el tratamiento?

Patricia hablaba en voz baja debido a un rastro de los sedantes que le administraran anteriormente, pero además porque estaba enfrentando una decisión muy difícil.

–No Matilde, no es por el tratamiento, es por lo que estás viendo en éste momento.
–Patricia, el doctor dijo que tenemos que empezar con el tratamiento lo más pronto posible y sé que es difícil pero juntos…
–Matilde, Matilde –la interrumpió con algo más de fuerza– no trates de hacer ningún acto de convencimiento conmigo, tengo más experiencia que tú en eso. No voy a dejar el cuerpo de policía por el tratamiento, es por lo que el tratamiento no puede arreglar; escuché lo que dijeron mientras me analizaban y sé que no voy a quedar como antes.

La persona puede comenzar a percibirse a si misma de una manera distinta, se ve enfrentada a una situación en que le es arrebatado todo lo que ve de su persona. Algo así le había dicho el doctor, por Dios que iba a necesitar el apoyo de un sicólogo.

–Aún es muy pronto para decir eso, escucha…
–No, escucha tú.
–Hija –interrumpió su madre a ambas– no te encierres, queremos ayudarte, estamos aquí para eso.
–Y yo se los agradezco mamá –replicó sinceramente– pero dejar la policía no tiene que ver con esto, se trata de mi. Siempre pensé, que tonta, que si algún día dejaba la policía sería de vieja, llena de achaques y con una jubilación, o porque me mataran en algún operativo.

Su padre habló con la garganta seca por la emoción que le producía frecuentemente hablar de la institución a la que pertenecía su hija y lo que sea que hiciera ella allí, pero no solo se trataba de eso, también tenía que ver con el accidente y ver tan delicada a su hija; no por no verlo llorar quería decir que no estuviera sufriendo.

–No digas eso hija, tienes que enterrarnos a tu madre y a mi.
–Pero eso es lo que pensaba que iba a pasar papá, son cosas que uno piensa del futuro a veces. Pero no así, mi futuro en el cuerpo de policía no va a ser así, no trabajando entre tanta gente, no voy a ser la policía quemada de la unidad ni la perra quemada en medio de un operativo.
–Patricia…
–Eso es lo que va a suceder si sigo, hay que ser sensato y entender cómo es que funcionan las cosas aquí; los policías son personas también, y expuestos a que cada cosa de su apariencia que pueda servirles a los delincuentes ¿Por qué creen que usamos uniforme, porqué los usan todas las instituciones? No solo es para representarnos, en nuestro caso también es para que nadie pueda identificarnos con tanta facilidad, para que al estar de franco no sea tan sencillo que un delincuente vengativo quiera hacer lo que él considera un ajuste de cuentas; pero no se trata de eso solamente, también tiene que ver con lo que no quiero recibir, y no quiero la lástima de nadie. De ninguna manera.



Próximo episodio: Cuerpos imposibles