Por ti eternamente Capítulo 22: Las esperanzas se pierden



Tomás era un hombre de 35 años que ya estaba de vuelta en la vida a pesar de no ser tan mayor; había pasado por muchas cosas en el cuerpo de rescate al que perteneció por más de quince años, y muchas de ellas eran más de lo que una persona común vive en toda su existencia. Quizás por eso es que su presencia en el bosque no era tan extraña, por una parte porque sabía a la perfección como moverse en un terreno como ese, y por otro porque poseía algo de la experimentada calma de alguien que ya ha vivido lo suficiente.
En ese momento, esa mañana de Lunes estaba en lo profundo del bosque, cuando el Sol apenas se dibujaba en la lejanía a las seis de la mañana, con el rifle en las manos,  apuntando directo a su blanco.

-Eso es...no te muevas...

La liebre se había internado entre la vegetación hacía rato, pero Tomás le seguía la pista de cerca, y estaba seguro de poder hacer un tiro limpio que le aseguraría después una cena de muy buen sabor.

-Espera...espera...

Lo tenía en la mira, solo debía disparar, pero precisamente en ese instante un ruido a lo lejos advirtió al pequeño animal y lo hizo correr nuevamente.

-Diablos...

Bajó el arma, dispuesto a continuar la persecución del animal, pero el ruido que alertó a la liebre continuaba escuchándose ¿de que se trataba?

-¿Que es eso?

No lo podía identificar claramente, pero estaba ahí, a unos cuantos metros de distancia; era extraño que alguien como él no supiera que clase de ruido era cualquier cosa que escuchara en el campo o el bosque, por lo que, por precaución, volvió a levantar el rifle avanzando lentamente en dirección al origen del sonido. Unos pasos después se quedó congelado ante lo que estaba viendo.

-No puede ser...

Un hombre joven estaba frente a él, delgado, con las ropas sucias, evidentes heridas en la cara, brazos y diversas partes del cuerpo, y lo que resultaba más inquietante de todo: tenía entre sus brazos un bulto pequeño que era claramente un bebé.

-¿Que haces aquí, que te pasó?
-No...

Hizo un gesto de alejamiento con el cuerpo, pero estaba temblando de pies a cabeza, y tenía la mirada perdida, claramente esas heridas eran mucho más de lo que de veía a cinco metros de distancia, lo que sea que le hubiera causado eso podría generar un estado febril. Y en ese momento comprendió.

-Tú - dijo en voz baja - eres el de las noticias...eres Víctor...
-No...

Trataba de mantener distancia, pero en realidad apenas parecía poder mantenerse en pie; Marcos tenía que acercarse.

-Escucha - le habló lentamente - estás herido, déjame ayudarte.
-¡No!

El muchacho estaba asustado ¿que edad podía tener?

-No quiero hacerte daño. Escucha, soy rescatista, no voy a hacerte nada malo, solo quiero ayudarte.

Durante unos momentos no contestó, pero seguía manteniendo esa actitud hostil, lo que era particularmente preocupante en el estado en que estaba.

-Mírame - siguió con voz neutra, sin dar ninguna inflexión - no voy a hacerte daño, solo quiero ayudarte, sé que estás sufriendo.
Entre los temblores que remecían su débil cuerpo, el muchacho parecía dudar; supo entonces que tenía que darle alguna señal evidente de confianza.

-Mira, estoy quitando las balas del rifle, ahora están en mi bolsillo, dejaré el rifle en lo espalda - mientras lo hacía sacó lentamente algo de su cinturón - ahora mira, éste es mi cuchillo, tómalo, así vas a estar más seguro. Ahora tú vas a tener el arma, tú vas a mandar, puedes apuntarme con él si quieres.

Sus palabras surtieron efecto, porque el joven dejó que se acercara lo suficiente, y con mano temblorosa tomó el cuchillo.

-Eso está bien. Mira, quiero ayudarte, dime que pasó, como está el bebé.

Eso pareció llegar más cerca que todo lo que había dicho antes, pero la reacción del muchacho fue más preocupante que verlo en ese estado.

-No sé que le pasa - replicó débilmente - está tan quieto, y no reacciona, no me mira y solo...solo...

Tomás sintió que se le oprimía el corazón; en las noticias había escuchado que el hombre estaba dado por desaparecido desde el día anterior, e incluso algunas personas de aventuraban a decir que estaba muerto. Tenía que acercarse, tenía que verlo, aunque estuviera siendo amenazado por su propia arma.

-Escucha, voy a acercarme ahora, no te voy a tocar, solo necesito ver al bebé.

Avanzó lentamente, procurando no hacer ningún movimiento brusco. Unos momentos después estuvo lo suficientemente cerca como para poder ver al pequeño, y al hacerlo, su corazón dio un vuelco.

-Oh por Dios...

2

Claudio estaba en la oficina de Fernando de la Torre, nuevamente vestido con su traje a la medida, fresco y orgulloso como siempre, aunque su patrón se mostraba bastante alterado.

-Toda la noche - protestó el hombrón - toda la noche estuve esperando alguna noticia, estoy volviendome loco y la policía me llama diciendo que ed probable que mi nieto esté muerto.
-Cálmese señor.
-¡Como quieres que me calme! Se suponía que tú ibas a ayudar a que mi nieto volviera con su familia y ahora es posible que haya muerto.

Claudio respiraba profundamente; le provocaba un cierto placer perverso tranquilizar a su patrón con simples artilugios.

-Su nieto no está muerto.

El rostro del otro hombre se mantuvo rígido y duro como lo había estado hasta ese momento, mientras él seguía junto al escritorio, de pie y con los puños apretados.

-Dame un motivo para creerte.
-Si estuvieran muertos usted ya lo sabría. La policía no sabe donde está.

De la Torre sopesó la situación un momento, pero aunque podía estar de acuerdo, no estaba conforme.

-Ya pasó una noche, creer que están vivos y bien es pedir mucho.
-Pero no demasiado señor. Además, el plan aún sigue su curso, Segovia cargará con toda la culpa.
-Eso ya lo sé, pero nada de eso tendrá sentido si le pasó algo, y ahora que ese lugar está infestado de policías no puedes acercarte.

Claudio se acercó al bar y sirvió unos tragos; todo lo que había hecho hasta ese momento tenía buen resultado, excepto que Segovia desapareciera en ese accidente, pero aún estaba convencido de que la muerte de ese hombre lo sepultaría en vida.

-Por ahora hay que esperar, ahora que hay luz de día seguramente ese teléfono sonará señor, y usted podrá recuperar a su nieto.

3

Romina y Álvaro habían salido de la urgencia la tarde anterior, pero cuando era Lunes por la mañana las cosas solo parecían empeorar en el departamento de él, en donde ambos habían pasado la noche.

-Buenos días.

El hombre entró en la habitación en donde ella reposaba en la cama, despierta desde hacía varios minutos.

-¿Como dormiste?
-¿Como podría haber dormido? Armendáriz nos destruyó, no podemos hacer absolutamente nada porque somos parte de la investigación, y como ahora todo es público, no podemos hacer un reportaje o dar declaraciones ni nada...demonios.

Él se sentó junto a ella.

-Yo dormí más o menos, creí que sería peor dormir en el sofá pero no está mal.
-Te dije que podías dormir aquí.

Ambos sabían que su amistad era demasiado férrea como para verse afectada por la típica confusión de sentimientos por estar demasiado cerca; de hecho la opinión más importante que tenían a la hora de buscar pareja era la del otro, su confianza era total.

-No te alarmes, no estoy tan viejo todavía. Además los dos necesitábamos un poco de espacio, la única razón por la que quedamos aquí es que era más seguro estando convalecientes. Ahora lo que tenemos que hacer es pensar en lo que vamos a hacer de ahora en adelante.

Romina no contestó.

-Escucha, sé que dijimos que haríamos éste reportaje, pero ahora no hay nada que podamos hacer; tenemos que asumir que estamos de manos atadas.
-Lo sé, tienes razón, pero las cosas han sido mucho peores de lo que nos esperábamos. Estuvimos tan cerca Álvaro, tan cerca, y ahora tenemos las manos vacías.

Álvaro suspiró profundamente.

-Todo está mal para nosotros, pero no somos los únicos. Anoche trataba de dormir, y solo pensaba en Segovia, y en ese niño...yo...Dios...

4

Ignacio Armendáriz estaba en su departamento aún a las nueve de la mañana, recostado en su cama, cuando sonó su teléfono celular. Había pasado una noche horrenda, entre sueños y alucinaciones, sin poder sacarse de la cabeza las últimas imágenes que tenía de Segovia y el pequeño. El día Domingo había sido muy largo, además de infructuoso, pero finalmente los equipos de búsqueda habían tenido que retirarse ante la imposibilidad de buscar en la oscuridad, por lo que el sitio del suceso permanecía acordonado mientras amanecía nuevamente; en ese momento ya habían comenzado nuevamente los trabajos, pero él llegaría un poco más tarde, necesitaba concentrarse y presentarse como un hombre completo. Pero nunca en su vida había sido tan difícil.

-Hola.
-Ignacio, viejo, por fin logro encontrarte.

Era una frase retórica, pero escuchar esa voz lo ayudaba mucho.

-Marcos, como estás.
-Bien viejo, pero quería comunicarme  contigo, supe lo que pasó.

Marcos era oficial de narcóticos, había estudiado con él en la academia y era uno de sus mejores amigos; con él siempre se sentía a sus anchas de ser sincero y claro, y sabía que tenía su apoyo en todo.

-Estoy mal hombre.
-Imagino que si, pero tienes que estar tranquilo, además los trabajos aún no terminan, tienes que estar con tu gente.
-Lo sé, pero sabes tan bien como yo que la responsabilidad es mía; tengo la responsabilidad de lo que pasó, yo soy el culpable. No puedo quitar de mi cerebro la imagen de ese  niño muerto.

El otro hizo una pausa. En ese momento los papeles se invertían, ya que tiempo antes fue Marcos quien pasaba por un grave problema.

-Todavía no des nada por hecho, te vas a volver loco. Anda al lugar, haz tu trabajo y cuando sepas que diablos está pasando, tal vez ahí puedas culparte. Pero aún así viejo, pase lo que pase, tienes que recordar lo que nos decía el Capitán en la academia: si sabes que hiciste lo máximo, lo demás está fuera de tu control. Llámame si necesitas una cerveza.


Por ti eternamente Capitulo 21: Condena y sangre



Cuando despertó, Víctor no recordaba nada, pero tampoco tenía la más mínima noción de el lugar en donde se encontraba, o siquiera si estaba despierto o aún dormido.

A su alrededor solo había murmullos ininteligibles.

Sintió que algo lo abrumaba, y así fue como, con el pasar de los minutos, fue un poco más consciente, aunque aun estaba en un limbo entre la conciencia y la inconciencia.
Se sentía como bajo el agua, con los oídos tapados, la nariz obstruida, y los ojos aún cerrados; ¿que había pasado, porqué sentía todas esas extrañas sensaciones? ¿acsso estaba teniendo una pesadilla? Su mente no funcionaba correctamente y de algún modo lo sabía, pero a la vez, esa misma sensación lo mantenía atrapado, ahogado, inmovilizado, inútil.

Entonces abrió los ojos.

Fue muy lentamente, luchando desde algún rincón de su ser con esa extraña somnolencia, que consiguió levantar los párpados, tratando de enfocar la vista en algo, de dejar el mundo de sombras y volver a la luz del día o a la oscuridad de la noche, donde fuera que estuviese. Lo primero que pudo ver fue una neblina, una cortina borrosa enfrente, que fue disipándose con lentitud, para luego dar paso a un panorama que no podía entender, pero que de alguna manera se le antojaba críptico y tortuoso; todo era contrastes, de sombras delante de luces, danzando sin sentido, sombras alargadas, como lineas algunas, otras como humanoides con muchos brazos y piernas, sin rostro, solo observando a lo lejos o a una distancia indeterminada, moviéndose a ese raro ritmo, mientras la luz, semi oculta tras ellos se mostraba tímida, con destellos que resultaban igual de inquietantes. Luego apareció el sonido, como si sus oídos hubieran recuperado la capacidad así nada más, de golpe, siendo invadidos por ese murmullo que creyó estaba ocurriendo solo en sus sueños; otra grotesca situación, un ingrediente más para la danza, como si de algún modo ambas cosas estuvieran conectadas, las informes formas moviéndose al ritmo inconstante de los murmullos, o los murmullos saliendo de ellas ¿que era lo que estaba pasando?

-Mmppf...

Trató de murmurar algo, de abrir la boca siquiera, pero solo consiguió emitir un sonido ahogado y extraño, casi tanto como los murmullos que escuchaba. Solo entonces, al hacer el esfuerzo de hablar, algo se activó en su cerebro, y comenzó a procesar la información que a oleadas llegaba visual y auditivamente; poco a poco lo que veía comenzó a tener algún sentido, pero a pesar de saberlo, no podía identificarlo, el sopor que lo apresaba todavía ejercía el influjo sobre su ser, mas no se detuvo, siguió, casi inconsciente, tratando de de identificar algo, de mover los ojos en derredor, y de hacer algo, lo que fuera.

Y en ese momento el tacto volvió a su ser, despertando de esa somnolencia que lo había atrapado hasta entonces, y despertándolo también a él, pero recuperar ese sentido fue lo peor desde que abriera los ojos, porque el dolor hizo que su mente recordara también todo lo que había ocurrido hasta entonces. Las imágenes se agolparon violentamente en su mente, pasando frente a sus ojos, vívidas, acompañadas de los sonidos que también lo golpeaban; recordó su miedo, las amenazas, el llanto de Ariel, su huida, los gritos de Armendáriz, y esos policías con sus armas, y no solo eso, también recordó el enfrentamiento, el disparo, la voz de Magdalena antes de morir, y su miedo, todo su miedo.

-Ahggg...

Solo pudo balbucear un quejido, aunque no representaba en lo más mínimo lo que estaba sintiendo; el dolor parecía expandirse a cada momento que se hacía más consciente de lo que pasaba, recorriendo su cuerpo y golpeando sus sentidos, directamente desde el interior. De a poco comprendió que era en realidad lo que estaba viendo, aun entre nieblas, y descubrió que las sombras que de movían de esa manera irreal no eran más que ramas, ramas y hojas que se mecían entre el murmullo de la niebla, mudos testigos de lo que estaba sufriendo.

Había caído mientras trataba de escapar de la policía, pero al ser inesperada, la caída también se convirtió en una trampa casi mortal; en esos momentos, Víctor estaba tendido, inmóvil, sobre un cruel colchón de ramas y espinas, el que sin embargo le había salvado la vida. El descenso fue veloz e inevitable, pero en determinado punto la espesura de las ramas frenó el avance, haciéndolo chocar con una serie de ramas, hasta que de manera providencial terminara chocando de espalda contra un firme entramado natural de ramas, lo suficientemente añoso e inexplorado como para resistir el peso del hombre y la fuerza de la caída. Y Víctor había quedado ahí, inconsciente, tendido con la espalda atascada, acuchillada por decenas de ramas y espinas, las que durante los últimos minutos le habían arrancado hilos de sangre, que corrían hacia la vegetación como prueba de su dolor; de alguna manera había logrado sobrevivir, pero en esos momentos las espinas que lo salvaran eran también una nueva amenaza para su ser. Hacia el lado izquierdo solo veía sombras, hacia el derecho, arboles y luces a medias; entonces algo más se abrió paso entre el dolor y el golpe emocional que estaba sufriendo, algo que remeció no solo sus oídos, sino también su alma, hasta lo más profundo, y eso fue el llanto de Ariel.

-Aahh...

Intentó murmurar su nombre, pero el dolor aún se lo impedía. Pero estaba ahí, estaba llorando, tenía miedo, y como las veces anteriores, necesitaba de él; sin embargo parecía no tener fuerzas ¿como iba a ocuparse de él si no podía moverse, si sentía que la fuerza se sustituyera por dolor.

-Ariel...

Apenas susurró su nombre, haciendo un esfuerzo nuevamente. Pero no sabia en donde estaba, tenía que moverse, tenía que encontrarlo, de la manera que fuese. Haciendo acopio de fuerza, Víctor luchó contra el dolor, y obligó a su cuerpo a moverse, moviendo con ello la cabeza, y en ese instante fue que sintió como se le volcaba dentro del pecho el corazón; Ariel estaba ahí, sobre su pecho, sostenido bajo el brazo derecho, milagrosamente intacto, apoyado contra él, completamente indemne, lejos de las heridas que poblaban el cuerpo del hombre, recostado, llorando intensamente por el miedo que seguramente lo había embargado durante los últimos minutos. Su llanto era constante, pero también ahogado, seguramente porque la angustia lo había debilitado muchísimo mientras él seguía inconsciente; verlo fue un bálsamo para sus heridas, un calmante que alivió, al menos de manera pasajera, la tortura que estaba sufriendo, pero si recordar todo lo pasado había sido un golpe y descubrir en donde exactamente se encontraba acentuado su sufrimiento, tener conciencia del milagro que estaba en su diestra, firmemente sujeto contra su pecho, consiguió atormentarlo aún más, sin embargo de lo cual sabía que algo se anteponía a cualquier otra cosa.

-Tranquilo...

Su susurro no iba a ser suficiente, pero tenía que continuar, y al menos intentarlo una vez más. Dejó caer la cabeza hacia atrás, para concentrarse en hablar, aunque la sangre en el paladar seguía sintiéndose rara y ajena.

-Tranquilo Ariel...

Volvió a repetirlo un par de veces más, y extrañamente el llanto del bebé comenzó a ceder, alertado por una voz conocida que se esforzaba por transmitirle calma. Al cabo de unos momentos el llanto finalmente cedió.

-Ariel...

Estaba atrapado, en el fin de todo, en un estado en que no solo tenía heridas físicas, sino que también mentales, las que parecían haberse llevado su fuerza por completo.

-Parece que ésto fue una mala idea desde el principio - murmuró en voz baja - Ariel...perdóname, no pude cumplir la promesa que le hice a tu madre, a Magdalena...le prometí que iba a cuidarte y a mantenerte a salvo de su familia y de quien quisiera hacerte daño, pero ahora siento que no tengo fuerzas...la policía va a llegar en cualquier momento, a ti te llevarán con la familia De la Torre y yo...no sé que es lo que me va a pasar...

Se quedó sin palabras, sin llegar a comprender la magnitud de lo que estaba ocurriendo, pero sintiendo en su interior el dolor de las heridas, casi tanto como la frustración del fracaso en el que estaba sumido.
Pero cuando toda esperanza parecía abandonarlo por completo, ocurrió algo totalmente inesperado; el pequeño Ariel alargó una de sus pequeñas manos, y se acercó más a él, lo suficiente para rozarle la mejilla, y dejar sobre la piel su piel mientras lo miraba fijamente.

-Ariel...

Lo miraba igual que desde el primer momento, con fijación, casi como queriendo explorar sus sentimientos a la vez que con su manito le tocaba la cara; que confianza, que incorruptible sentimiento dedicado a quien lo mantenía consigo, nada de eso podía ser casual.

-Ariel...¿porque sigues confiando en mi?

No hubo respuesta, pero la mirada del pequeño seguía ahí, entregándole la misma seguridad de antes, fija en sus ojos como si nada hubiera cambiado.

-Tengo...tengo que...

Algo en su interior le dijo que debía seguir, que aún no era el momento de rendirse, de modo que el hombre volvió a moverse y le pidió a su cuerpo un nuevo esfuerzo, para salir del colchón de hojas y espinas que hasta ese momento lo había mantenido atrapado.

-Tengo que...

Casi no podía hablar. En un principio las espinas y ramas ofrecieron resistencia, y el dolor aumentó al tratar de quitarse de esa superficie, pero no se detuvo, rogando que funcionara y pudiera moverse. Después de unos momentos de intentarlo consiguió tener la energía suficiente, y se arrancó a si mismo del lugar en donde estaba, cayendo semi sentado en el suelo. Respiró lo más intensamente que pudo, tratando de absorber algo de aire puro, o lo que fuera que pudiera animarle, mientras mantenía en los brazos al pequeño niño.

-¿Que dices? - murmuró en voz baja - ¿crees que deberíamos seguir avanzando?

Volvió a mirarlo a los ojos, y se encontró nuevamente con la fija mirada del bebé, diciéndole sin palabras que todo estaba bien, o al menos lo estaría mientras estuvieran juntos. Así fue como Víctor tuvo la fuerza para volver a ponerse de pie, y volvió a caminar.