Por ti eternamente Capítulo 14: Caminos convergentes



Álvaro llegó pedaleando a toda la velocidad que podía al sitio en donde estaba estacionada la camioneta; se bajó de un salto, dejó la bicicleta tirada, y corrió hasta ella, que estaba sentada sobre el capó.

-¡Romina!

Ella volteó lentamente al escuchar su voz. Se le veía alterada, demacrada por el susto que había pasado, pero aún conservaba el control de si misma.

-¿Te hicieron daño?
-No - replicó ella con voz grave - no estaban detrás de mi, yo no era lo importante.

Eso lo tranquilizó mucho, aunque aún sentía el corazón oprimido por la idea de que a su amiga le hubiera pasado algo grave.

-¿Qué ocurrió?
-Estaba distrída - explicó lentamente - me estacioné aquí porque Segovia estaba siguiendo ésta ruta, pero de pronto lo perdí, fué de esos momentos en que pestañeas y desaparece. Estaba en eso cuando aparecieron esos hombres, eran tres, con facha de matones, me quitaron los binoculares, me reventaron un neumático y se fueron.

Álvaro procesaba la información a toda velocidad. Por teléfono ella no le había dicho casi nada.

-¿Que te dijeron?
-Eso es lo que me preocupa - siguió más grave - me preguntaron por Segovia y el niño.
-¿Qué?

Si antes estaba angustiado por ella, esa información lo dejó helado.

-Eso es lo que querían saber. Ya cambié la llanta. ¿Como te fué?
-Dejé a Armendáriz con una mano herida y esperando a que llegaran sus colegas. Seguro que viene todo un contingente para acá.

Pero de pronto él se sintió inseguro y débil; Romina y él no solo eran amigos hace años por motivos laborales, realmente su amistad había sobrepasado lo técnico y todo lo que les pasara era importante. En esos momentos no solo se preocupaba por el caso, la seguridad de Romina estaba primero.

-Romina...lo lamento.
-No es tu culpa.
-Puedes dejarlo, no tienes porqué involucrarte.
-Eso no es lo que me preocupa.
-¿A que te refieres?

Se miraron fijo unos momentos; si, Romina estaba nerviosa por lo que había vivido poco antes, pero había pasado momentos duros, era fuerte y lo resistiría.

-Nos falta algo muy importante en éste caso Álvaro. Piensa en ésto, hay matones persiguiendo a Segovia, ¿Porqué? ¿De donde salieron? ¿Quien es Segovia?
-Comprendo tu punto, pero lo que no comprendo es qué es lo que tendrían que ver ellos con él, a menos que lo que estuvimos hablando al principio fuera así.
-Que hay algo que no sabemos. Eso explicaría porqué es que Armendáriz está en el caso, porqué es que la familia hizo una denuncia tan rápido y porqué el tipo escapó de esa manera.
-Si, pero aunque tuviera sentido, aún no sabemos nada. Tiene que haber un nexo - siguió él un poco más animado - imagino que puede ser algún tema de familia, una venganza o algo parecido, resulta más comprensible si tomamos en cuenta la desaparición del niño.

Romina bajó del capó.

-No podemos publicar nada sin tener una información concreta, si lo hacemos nos vamos a hundir de inmediato. Tenemos que descubrir que es lo que realmente se oculta tras éste caso.

    2



Esa tarde de Sábado se estaba convirtiendo en el día más largo de la vida de Víctor, pero no solo tenía eso en mente, también otras cosas; perder el furgón había tenido varias consecuencias para él, la primera de ellas, que no tenía un par de bolsos, en donde tenía ropa suya y comida. Por otra parte, si podía pensar en algo bueno de todo lo que le estaba pasando, contaba que había rescatado el bolso con las cosas de Ariel, que en los otros dos había comida para el bebé, insumos y algo de comida para adulto, y que conservaba la mochila con los más esencial como el dinero y el teléfono celular, aunque no tenía el mapa y eso hacía todo mucho más complicado. La noche se acercaba rápidamente, lo que signicicaba que tenía que encontrar donde alojar, y principalmente deshacerse del vehículo del policía. A la hora de escapar de esa pelea el auto le había servido de mucho, ya que alcanzaba una gran velocidad, pero no solo era vistoso, sino que probablemente ya estaba encargado por robo, de modo que solo era cuestión de tiempo para que alguien notara que estaba pasando, y siempre estaba la posibilidad de que se le cruzara alguna patrulla de policía. Estaba en una zona semi rural, muy próximo a una zona industrial, por lo que tenía la posibilidad de encontrar alojamiento o algo. Estacionó el automóvil a un costado de la ruta, cerca de unos árboles, y apagó los faros. Desde ese momento era mejor caminar.

-¿Que pasa? ¿Que ocurre, tienes hambre?

El bebé se removía incómodo en las cobijas en las que estaba envuelto; durante la tarde se había mostrado de bastante buen humor y silencioso como siempre, pero el propio Víctor había optado por concentrarse lo más posible en conducir, no quería pasar por una nueva sorpresa cuando todavía sentía los malestares de llos golpes y el dolor incesante en la cara, cerca del ojo izquierdo.

-Espera, ahora te veo. Oh, te hiciste. Lo siento, tengo la cabeza en cualquier parte, ahora te cambio, espera un poco.


Reclinó el asiento del conductor, y tomó uno de los bolsos para preparar la muda del bebé. Mientras tanto pensaba en todo lo que estaba sucediendo.

-Ahora te cambio, vas a ver como quedas sequito.

El niño se comportaba muy calmadamente cuando estaba cerca suyo. Era sorprendente, pero al pensarlo, le daba la sensación de que estaban en contacto más tiempo, como si de alguna manera Magdalena le hubiera traspasado algo de sus conocimientos y su experiencia, para que las cosas no resultaran tan difíciles; sabía muy bien que las cosas ahora estarían más complicadas que antes, pero eso mismo lo impulsaba a creer en su plan original, es decir conseguir un sitio en donde refugiarse y contactar un abogado, en esos momentos era la única forma de protegerse, porque estaba claro que si la policía lo encontraba no iba a poder ni hablar antes de terminar en un calabozo. Pensó en Arturo, pero deshechó la idea de inmediato, no podía simplemente exponerlo, no después de todo lo que había pasado, además ni siquiera tenía la seguridad de que poner a su amigo en peligro nuevamente sirviera de algo.

-¿Lo ves? Ya estás seco de nuevo, ahora ya podemos seguir, te voy a llevar a pie para ver si pasamos un poco más discretos.

Una vez ya cambiado el bebé, se quedó tranquilo como era su costumbre hasta el momento; estaba decidido, tenía que seguir a pie, pero internarse en la próxima zona industrial solo, caminando y con el bebé en sus brazos seguía siendo tanto motivo de peligro como todo lo que había pasado antes, además el sol estaba iluminando con fuerza a pesar de la hora y eso era peligroso para el niño en gran medida. Pero de todas maneras tenía que seguir, así que haciendo uso de lo que se le ocurrió y lo poco que tenía a mano, se echó a la espalda la mochila y los bolsos, cargó al pequeño en sus brazos, y lo cubrió a él y a si mismo con una cobija para protegerse de la luz, y comenzó a caminar.

-Escucha, vamos a caminar un rato así, para que estés cubierto del Sol; cuando estemos más allá o encuentre donde alojarnos te voy a descubrir.

Poco después escuchó el sonido de un motor acercándose, lo que hizo que se asustara nuevamente. ¡La policía!
No tenía donde esconderse; la calle por donde había entrado en la zona industrial estaba cubierta por murallas y puertas a la calle, y en el momento en donde sintió el sonido del motor estaba lejos de la siguiente esquina. Se quedó quieto en la vereda, apoyado en un poste de luz aún apagado, con el bebé en brazos y cubierto por la cobija; no tenía sentido correr, más le valía taparse lo posible de la cara y esperar.

-Tranquilo...

Sentía el corazón a mil, pero el vehículo que se acercaba no era un auto de policía, de hecho no era de calidad como el que usaba el grandote; bajó la vista cuando se estacionó junto a él, quedándose quieto, rogando que pasara, que lo dejara solo para saber que destino elegir. Pero cuando el automóvil arrancó, se quedó con una tremenda sorpresa.

-No puede ser...

Le habían arrojado unas monedas.

-Creyeron que era un mendigo - murmuró para si, sin creerlo - Ariel, creyeron que era un mendigo ¿te das cuenta?

Por primera vez sintió algo similar al alivio; que creyeran que era un mendigo tenía sentido viendolo bien, ya que se notaba que traía bultos y estaba muy tapado, pero no solo eso, también era una buena idea parra continuar.

-Ya sé lo que voy a hacer. Voy a ser un mendigo, es la forma perfecta de salir de la vista de todo el mundo. Por ahora me voy a olvidar de los medios de transporte, lo principal es conseguir un lugar donde alojar, antes que caiga la noche.



     3

Armendáriz iba en el asiento de atrás de un automóvil que conducía Marianne; tenían que reunirse en la siguiente zona poblada, pero en esos momentos el policía estaba pensando en todo lo que había pasado antes.

-Tome.

Marianne le alcanzó unas vendas; la compañía de ella era apropiada, nunca hacía preguntas inadecuadas, y en un momento como ese, aunque probablemente tenía decenas de preguntas, no las iba a hacer mientras él se mostrara silencioso y pensativo. No se trataba de la mano, de hecho la quemadura no era grave y no acostumbraba a quejarse por cualquier cosa, lo que tenía realmente herido en esos momentos era el orgullo, y más importante que eso, la seguridad en si mismo; desde un principio había subestimado a Segovia y su capacidad física, principalmente por verlo como un tipo normal, casi flacucho, que no tendría conocimientos de técnicas de combate ni reflejos entrenados, y eso fué un tremendo error. Es cierto que el hombre no conocía nada específico, pero estaba realmente desesperado, y en casos así la gente podía sorprender, como había pasado en el momento del enfrentamiento que tuvieron; finalmente con dispararle a la rueda del furgón solo había logrado asustarlo más, y detonar con ello reacciones inesperadas. Ahora había pasado de estar a un paso de él a solo tener una noción de donde se encontraba ¿Como estaría el pequeño?

-Señor...
-Si Marianne.
-¿Quiere que nos detengamos un momento? Aún falta un poco para llegar al punto de encuentro.

Levantó la vista del suelo y la miró por el espejo retrovisor. Para su sorpresa vio que su mirada no era de incógnita, sino de angustia.

-Estoy bien Marianne.

Se miraron un momento más.

-¿Que ocurre?
-¿Como se encontraba el menor?

¿Estaba preocupada por el pequeño, por él o por el destino de la investigación ahora que sabía que su oficial al mando tenía en la cuenta un vergonzoso fracaso?

-Está bien. Y vamos a mantenerlo así.

Ella desvió la vista del retrovisor y volvió a la pista; no más palabras, pero en esos momentos se preguntaba si ella era la única que tenía dudas acerca de su cargo.


                                  4


La idea de aparentar ser un mendigo había resultado estupenda; desde que lo hiciera, al llevar el cuerpo cubierto y al bebé fuera de vista se sentía mucho más seguro, aunque cuando ya terminaba la tarde su problema se había trasladado a encontrar un sitio donde alojar;

-Tienes que ir por ahí.

Quizás por primera vez en su vida escuchar que le demostraban rechazo lo hacía sentir bien, resultaba reconfortante pasar desapercibido después de estar siendo buscado por la policía; finalmente llegó a la puerta de una casa que le habían indicado, donde salió a recibirlo una mujer de alrededor de treinta años, morena, de mirada penetrante y fuerte, que lo miró de arriba a abajo.

-La hospedería está más abajo.
-Necesito un cuarto para pasar la noche, tengo dinero.

Ella dudó un momento; iba a mandarlo al diablo, tenía que adelantarse.

-Por favor, solo quiero dormir y darme un baño.
-Está bien, pero si haces cualquier desorden te vas de inmediato, no me importa que hayas pagado.
-Le prometo que no haré nada.
-Entra. Tendrás que pagarme ahora mismo.

Entró junto a ella en la casa; no era muy grande, pero estaba bien ambientada y se veía cómoda. Pagó una cantidad de dinero que obviamente era más de lo que le habrían cobrado si no aparentara ser lo que era, pero no le importó, en esos momentos salir de la calle era lo más importante.

-Tiene baño propio, pero no hay teléfono, si quieres puedes usar el de la sala pero solo para alguna emergencia o algo local. A las once puedes pedir una once o cena, en la mañana a las nueve un desayuno, y eso es todo. Me llamo Eva.
-Muchas gracias.

La mujer lo volvió a mirar de arriba a abajo ¿Que acaso los mendigos no daban las gracias? quizás estaba hablando demasiado bien.

Por fin entró en el cuarto, cerró con pestillo para evitarse problemas, y de inmediato cerró la cortina que cubría la única ventana en la habitación, para después despojarse de la cobija que lo cubría. Ariel estaba somnoliento, pero de todos modos pareció más relajado al sentirse libre también.

-Por fin, ahora podemos tener un poco de tranquilidad.

Inmediatamente dejó en el suelo la mochila y los bolsos, y al bebé sobre la cama. LA sensación de ligereza era sorprendente, pero no era lo único, también sentía cansados los brazos.

-¿Sabes que? Creo que tengo que encontrar la forma de llevarte cargando sin tenerte en los brazos, es muy complicado para los dos, además si voy a seguir así necesito disimularte lo mejor posible.

Buscó en uno de los bolsos hasta que encontró una sábana o algo parecido, con la que se envolvió y le hizo una serie de nudos, hasta que formó una improvisada pero firme mochila, como un canguro para llevar al bebé a la espalda o al pecho.

-Estupendo, mañana cuando salgamos de aquí te voy a llevar de ésta forma y vas a estar más tranquilo; ahora lo que necesitamos los dos es un baño, que no por parecer de la calle tenemos que estar malolientes.

Fué directo al baño, y se alegró de encontrar que la ducha tenía tina. Parecía un sueño, y como no pensaba desperdiciarla, dejó corriendo el agua tibia para que se llenara, y volvió a la cama donde Ariel, como ya era su costumbre, lo miraba fijamente.

-Ésto es algo que los dos necesitamos, vas a ver como duermes después del baño.

Se desnudó, y de inmediato, arrodillado en el suelo despojó al bebé de sus ropas.

-Espero que no te asuste el agua porque si lloras voy a tener que inventar una mentira bien grande, y aquí ni siquiera hay equipo de música como para disimular. Vamos.

Entró al baño con el bebé en brazos, pero no pudo evitar quedarse mirando un momento su reflejo en el espejo; en el torso desnudo podía ver una serie de marcas enrojecidas, por los golpes que había recibido del policía, y las heridas con sangre seca en la cara producto de ese aterrador disparo, y aún después de varias horas le costaba ver con el ojo izquierdo, pero al menos el dolor había disminuido.
Se recostó lentamente en el agua tibia y reconfortante, sintiendo que esa tibieza lo abrazaba, calmando el dolor y el cansancio que sentía ¡Que cansado estaba! Una vez que estuvo recostado en la tina, bajó lentamente al bebé que mantenía en alto, haciendo que tocara poco a poco el agua, aunque el pequeño no se asustó en lo más mínimo.

-¿Se siente bien?

Al principio se veia algo confundido, pero al estar con el agua casi hasta los hombros se sintió mucho más a gusto y le sonrió.

-Ah, parece que te gusta, que bien, lo que es a mi me hace genial, no me había dado cuenta pero estoy cansado y adolorido. ¿Que dices? podemos quedarnos en un lugar así, yo podría trabajar en una pensión o en alguna tienda, en éstos pueblos dicen que siempre hay trabajo para el que lo necesita, así que solo sería eso. Podríamos quedarnos aquí para siempre.

De pronto el niño golpeó el agua con una de sus manos, lo que pareció resultarle muy divertido porque rió alegremente.

-¡Oye! Mira lo que haces, te gusta jugar con agua.

Se quedó mirándolo mientras el niño golpeaba el agua una y otra vez, riendo divertido.


Próximo capítulo: Asuntos personales

Por ti eternamente Capítulo 13:Lejanía




Arturo estaba aún en la sala muy iluminada y de paredes lisas adonde lo había llevado la policía; nada de dramatismos, nada de teatralidad, solo se trataba de tenerlo ahí y convencerlo de hablar.

-Ésto es totalmente absurdo.

Estaba con los mismos oficiales que lo habían ido a buscar a su casa. No habían sido agresivos ni hecho el juego del policía malo y el bueno, lo que en cierto modo era mejor, porque no tenía que plantearse una situación rara, y tenía claro que ambos estaban tratando de convencerlo, usando una mezcla de autoridad y sensatez.

-Sólo estamos pidiéndole algo de cooperación, nada más.
-No, lo que me están pidiendo es que hable algo que no sé.
-Pero usted puede ser cómplice de un delito.
-¡No lo soy porque no sé nada!

La mujer se mostró algo más empática. Buena, ahora trataban de confundirlo.

-Escuche, alguien nos dijo que usted está involucrado en la huída de Segovia.
-Eso es imposible.
-No lo es, usted conoce a Arnaldo Marquez.

Escuchar el nombre lo puso nervioso, aunque ya había pensado en que pudieran preguntarle por él; de cualquier manera era absurdo negarlo, pero podía usar eso para desvíar la atención del tema que era realmente importante.

-Lo conozco.
-Ese hombre es un reducidor de especies, y según su declaración, cuando fué al domicilio de Segovia usted estaba ahí.
-Por supuesto que estaba ahí - replicó lentamente - Víctor me dijo que tenía que pagar una deuda grande, y que por eso necesitaba una gran cantidad de dinero.
-Entonces debería parecerle extraño que lo hiciera así, tan de repente, a menos que usted ya supiera algo.

Lo de sacar una verdad con otra era algo que también se esperaba. Pero en esos momentos agradeció que Víctor no le hubiera contado en ese momento en particular, aunque igualmente lo supiera después; se había entrenado lo más posible para soportar esa situación, pensando y pensando en preguntas difíciles, pero de todos modos era mucho más complejo y fuerte estando en el caso.

-Me dijo ese mismo día que necesitaba ayuda para conseguir el dinero, por eso contacté al tipo.
-¿El bebé en sus brazos no le pareció llamativo?

La pregunta del policía estaba teñida de dobles intenciones, pero no podía dejarse impresionar.

-No tenía ningún bebé en sus brazos por el amor de Dios, y el reducidor puede confirmarlo, estuvo dentro del cuarto de Víctor igual que yo.
-Si es su amigo, debería estar preocupado por él.
-Claro que estoy preocupado.
-Entonces ayúdenos.
-No voy a tenderle una trampa si es eso lo que están pensando - replicó desafiante - hasta ahora he tratado de comunicarme con él, incluso le envié un correo pidiéndole que volviera, pero si no lo hace no voy a decirle que nos juntemos en tal parte ni nada de eso que hacen en las telenovelas, no voy a traicionar a mi amigo.

La mujer frunció el ceño.

-Habla como si supiera de qué habla.
-No, no lo sé, ni siquiera sabía que tenía un bebé hasta que salió en las noticias. Pero no necesito saber nada más, él es mi amigo, lo conozco.

Eso había sido un error. Había tratado de mantenerse apegado a lo técnico, pero mezclar  la amistad lo había hecho equivocarse.

-Hay muchas personas que creen conocer a alguien hasta que descubren que tiene una vida secreta - opinó el hombre - y eso cambia las cosas.
-Puede ser - afirmó lentamente - pero a Víctor lo están buscando todavía, mientras no tenga una prueba irrefutable de que es culpable de algo, voy a seguir confiando en él. Si quieren les doy mis claves de correo si piensan que estoy ocultando algo, pero lo demás es su trabajo, búsquenlo entonces.


                                       2

Armendáriz retrocedió unos pasos. El arma cayó a unos metros de distancia, mientras el policía se cubría la mano derecha con la otra, gruñendo por la quemadura que le provocó la detonación del revólver. Víctor cayó sobre el suelo de la parte trasera del furgón, con las manos cubriéndose la cara y gritando descontroladamente; cuando el policía estaba casi sobre él, el joven lo golpeó con una botella de vidrio, dando el golpe justo en el arma, lo que hizo que se disparara por fuerza. La detonación destrozó la botella, desarmando al policía y arrojando esquirlas de vidrio en todas direcciones, pero principalmente hacia Víctor, que se revolvía de dolor.

Los llantos del bebé lo reactivaron de alguna manera, y nuevamente guiado por la adrenalina, y también por el dolor que estaba sintiendo, reaccionó, y tomó uno de los termos que él mismo había cargado al interior del furgón. El policía lo había agarrado por las piernas para sacarlo del piso del vehículo, lo que le dió una oportunidad de defenderse; sin parar de gritar y viendo nublado, el joven se encorvó y lanzó un golpe certero en la cabeza, aunque el corpulento policía no lo soltó.

-¡Detente!

Fué inútil. Víctor volvió a golpear, con todas sus fuerzas, y ésta vez logró alejarlo de su cuerpo. Trastabillando se bajó, y aprovechando que Armendáriz estaba medio aturdido, volvió a golpearlo con todas sus fuerzas.

-¡AAhhh!

Armendáriz se vió totalmente sorprendido por toda la escena, y con el primer golpe como sorpresa, no alcanzó a reaccionar, dándole espacio al otro de volver a golpearlo; se sintió aturdido como con los golpes recibidos en las sesiones de boxeo, y por instinto se cubrió la cara, pero un nuevo golpe le dió en las costillas, haciéndolo doblarse, dejándole libre el campo. Dos golpes más lo desestabilizaron y dejaron medio de rodillas en el suelo.

-¡Segovia!

El grito sonó ahogado en sus propios oídos. Víctor soltó el termo, corrió al furgón y tomó de él la mochila, los bolsos que alcanzó, y fué al auto del policía; Ariel seguía llorando estruendosamente, pero el joven lo tomó en sus brazos, subió al asiento del piloto, y emprendió la marcha a toda velocidad hacia el sur. Armendáriz se puso de pie impotente.


                                  3



La camioneta de Álvaro y Romina seguía detenida en la elevación de terreno que estaba a cierta distancia de la granja.

-Oh Dios santo, Álvaro, ésto es de antología.
-Pero cuéntame la última parte, no me dejes con la duda - protestó él ansiosamente - te quedaste en la parte donde Segovia y el gorila forcejeaban.

Romina no soltaba los binoculares.

-¡Ésto es la lotería! Con las fotos que tengo vamos a poder hacer muchas cosas más.
-Romina...
-Ya, ya, lo siento. Mira, ellos forcejeaban, pero el tipo se soltó, el gorila iba a dispararle o a hacer una advertencia y al mismo tiempo el prófugo lo golpeó con algo.
-Parece mentira. ¿Pudiste ver que era?
-No, pero cuando veamos las fotos lo sabremos, debe haber sido un tubo de luz, una botella o algo así, la cosa es que ambos quedaron heridos, pero Segovia reaccionó como un gato y lo volvió a golpear.

Álvaro se frotaba las manos ante la noticia que estaban consiguiendo.

-Increíble, increíble...
-Pero eso no es todo, porque Segovia se quedó con el auto de Armendáriz y huyó con él.

Álvaro se bajó de la camioneta con energías renovadas y sacó de la parte de atrás una bicicleta.

-Escucha, voy a quedarme aquí para sacar unas fotos del sitio del enfrentamiento.
-Yo seguiré a Segovia - comentó ella pasándose al volante - tenemos que establecer un cronograma de huida.
-Ten cuidado, ese tipo es más peligroso de lo que creíamos.
-No te preocupes - replicó ella guiñándole un ojo - no tengo pensado acercarme, y tú mantente oculto, el gorilote debe estar echando fuego por los ojos y si te ve es capaz de esposarte a un árbol y dejarte abandonado.
-No hay problema - sonrió él - no va a verme. Estamos en contacto.


                                 4


Había conducido sin detenerse durante casi una hora, pasando velozmente del pueblo que era su punto de destino en primer lugar; había callado sus propios gritos a la fuerza, obligándose a estar callado, pero con las manos aferrándose al volante, mirando adelante, sin pensar en nada, solo sintiendo el terror vivo en el cuerpo después de todo lo que había pasado. Ariel había llorado incesantemente, pero producto del cansancio terminó durmiéndose, lo que a fin de cuentas era mejor porque no estaba en condiciones mentales de hacerse cargo de sus llantos.

Finalmente, cuando traspasó el pueblo, siguió por un camino rural que vió a un costado y continuó por él, avanzando entre árboles y vegetación. Cuando consideró, dentro de su angustia, que estaba los suficientemente lejos del lugar en donde había tenido el enfrentamiento con el policía, buscó un sitio escondido, una cuna de árboles, y detuvo al fin el automóvil. Luego permanecía inmóvil aún en el asiento del conductor, mirándose fijamente en el espejo retrovisor; una decena de heridas poblaban el lado izquierdo de la cara, y en esos momentos estaba quitando el que creía era la última esquirla de vidrio que podía ver, con la piel del rostro y las manos ensangrentadas.

-Parece que esa era la última.

Se recostó desganadamente en el asiento, con el dolor punzante en el rostro y los dolores de los golpes que había recibido durante su enfrentamiento con el policía.

-Y yo que siempre había sido pacífico...ahora además tengo una anotación  por agresión a un policía y robo de auto...no puedo creer todo lo que está sucediendo.

Miró a su derecha, encontrándose con los vivaces ojos de Ariel, que recostado en el asiento del copiloto lo miraba nuevamente, tranquila y fijamente.

-Nada de ésto habría pasado si no fuera por ti. Estoy herido, agredí a un oficial, robé un auto y estoy perdido en la mitad de la nada.

Pero la mirada del bebé seguía ahí, contemplándolo como desde que lo tenía consigo, con el mismo interés; no era justo, nada de lo que decía era justo, al menos no así.

-Lo siento - murmuró lentamente - no quise decir eso...

Se quedó sin palabras durante un momento. No sentía el impulso de llorar, solo se sentía desprovisto de fuerzas.

-Lo lamento, no quise decir que la culpa fuera tuya...es solo que yo...estoy tan asustado, ese hombre amenazándome por teléfono, y luego ese cura tratando de llevarte, ahora ese policía, y él no escuchaba nada de lo que decía, como si ya estuviera decidido que yo soy un delincuente y...

Cerró los ojos nuevamente. Su vida completa era una locura, pero no terminaba ahí, nada había terminado.

-Todo eso fué una cosa tan extrema...pudiste haber terminado herido, pasaste peligro y yo no podía hacer nada, sólo reaccioné lo mejor que pude. Pero es extraño, porque a la vez siento que no deberías estar pasando por esas cosas, que no deberías pasar por ejemplo una noche en descampado ni que te asusten éstos gritos, pero también siento que Magdalena siempre tuvo la razón, que su familia no debe acercarse a ti y yo...yo solo quisiera que estés a salvo.


No solo estaba lastimado, también estaba confundido, dividido entre la idea de mantener su promesa y seguir adelante con la débil alternativa de esconderse y conseguir un abogado que lo ayudara a defenderse. Desvió la mirada nuevamente hacia el retrovisor.

-Estoy todo con sangre - comentó sin inflexión en la voz - pero lo que me preocupa es mi ojo izquierdo, no sé si me pegué o algo, pero me duele mucho...al menos tú eres afortunado, tus cosas y tu comida están en los bolsos...

Volvió a encender el motor; no podía quedarse ahí demasiado tiempo.

-Ésta ha sido la hora más larga de mi vida...pero tengo que seguir, hay que salir de aquí y alejarse lo más posible, porque ese policía debe haberle avisado a toda la ciudad. Y tengo que deshacerme de éste  auto, es demasiado vistoso, aunque nos ha servido bastante...no podemos seguir al sur, tendré que buscar un desvío y después pensar en algo.


                                    5


Un automóvil blanco avanzaba a gran velocidad por la carretera. Al volante iba un hombre moreno, muy musculoso, enfundado en una camiseta blanca; junto a él otro, delgado, de rasgos orientales, y atrás el que parecía ser el líder, un hombre delgado, de figura esbelta y atlética, de cabello negro y rasgos y mirada aguda, que en ese momento contestaba el celular.

-Señor Claudio.
-¿Como va la investigación?
-Estamos detrás de la pista que nos dijo - replicó sonriendo - hay movimiento de policías por aquí, creo que es porque están cerca. ¿Quiere que nos deshagamos de ese hombre?

La voz del otro lado de la conexión se escuchaba fría y segura, como de costumbre.

-Por ahora solo importa el bebé, ya saben eso. De cualquier manera lo del policía puede ser importante, así que quiero que estés atento, te avisaré cualquier cosa.

Cortó. Adrián sabía que ese tipo de cuello y corbata que era el asistente o lo que fuera de Fernando de la Torre no era lo que parecía, era lo mismo que ellos, solo un matón a sueldo, pero con un sueldo mejor que el de ellos. No era la primera vez que tenían algún tipo de trabajo así, pero si la primera en que tenían que ser cuidadosos y preocuparse de alguien, en éste caso el nieto. El que se lo había robado no sabía en la historia que se había metido al llevárselo de esa manera. Pasado de una pequeña granja, el hombre de rasgos orientales le indicó al conductor que etuviera el vehículo, justo en una elevación del terreno, y se bajó inmediatamente.

-¿Y a éste que le pasa?
-Qué sé yo? sabes que siempre hace esas cosas.

El oriental ya estaba de rodillas revisando el suelo.

-Jail...
-Espera.

El musculoso se sentó en el capó. Adrián se cruzó de brazos.

-La pelea de la policía fué más adelante...
-No estamos solos - dijo el otro seriamente poniéndose de pie - alguien más estuvo aquí.
-Tal vez la policía.
-La policía no usa bicicletas - replicó el que llamaban Jail - además el hombre dijo que la llamada de la policía decía que tuvieron un enfrentamiento después y hacia el oriente. Es decir que alguien está siguiendo al policía o a Segovia, y son dos personas por lo menos. Llegaron aquí en una camioneta y se separaron, uno de ellos va en bicicleta.

Adrián frunció el ceño. Claudio no les había dicho que hubiera más gente involucrada ¿Tenía que llamarlo o no? Decidió esperar, al menos por el momento, hasta que supieran algo más.

-¿A quien tendríamos que seguir, al de la camioneta?
-Es lo mejor, seguro que ese va tras Segovia.

Ese hombre era muy intuitivo.

-Está bien, suban al auto, vamos a seguir esa pista, pero solo un poco, no podemos dejar que el tipo con el niño se aleje demasiado.


                                  6


Romina estacionó la camioneta a un costado de la carretera y volvió a barrer el terreno con los binoculares. Parecía mentira que ella y Álvaro estuvieran sobre una pista tan buena, con las fotos de la pelea de Segovia y Armendáriz y siguiendo de cerca al fugitivo; aunque en esos momentos la situación podía ser un poco decepcionante, porque a pesar de ser ella misma quien siguió a Segovia en su huida, incluso antes que la policía misma, casi dos horas después no lograba encontrarlo.

-No puede ser - murmuró barriendo nuevamente - no puede haber desaparecido en el aire.

Ya se había comunicado con Álvaro y le había indicado su ubicación para que se reunieran. Independientemente del caso en si, sabían que ahora que el policía estaba herido en su orgullo, movería cielo, mar y tierra para encontrarlo, lo que quería decir que ellos tenían que llegar antes para tomar la exclusiva y luego correr para lanzarla en primer lugar. En eso sintió un golpe de nudillos en el vidrio.

-¿Sacaste buenas fotos?

Otro golpe más fuerte la hizo reaccionar. Miró y se encontró con dos hombres junto a su puerta y a otro delante, apoyado en el capó. Se quedó muy quieta, guiada por un presentmiento.

-¿Están perdidos?
-Estamos buscando a alguien - respondió el tipo de penetrantes ojos negros - y algo me dice que tú has visto algo.

No le gustaba, ni la actitud de él ni que la mirara de ese modo, pero sabía muy bien que ante situaciones así tenía que mantener la calma.

-¿Algo de que? no te entiendo.

El tipo se acercó un poco más, haciendo que resultara inútil el vidrio, eso no la hacía sentir más segura. Al inclinarse sobre la ventana, Romina vió un arma asomada en el cinturón.

-Yo creo que si me entiendes. Estamos buscando a un hombre con un bebé, el mismo de las noticias. Dime lo que viste. Por favor.

La sorpresa de la visión del arma la anuló por un segundo. El tipo sonrió y le hizo un gesto. Baja el vidrio bonita. No quería hacerlo, pero lo hizo, lentamente, tratando de pensar si resultaría presionar el acelerador a fondo. ¿Tendría que atropellar al de adelante? La camioneta era fuerte, quizás podría, pero no tenía la seguridad, al menos sabía que el motor estaba encendido.

-Dime lo que viste, tengo prisa.
-El hombre pasó por éstos lados hace poco - respondió luchando por no sonar demasiado asustada - va en un auto gris.
-¿Hacia adonde fué?
-No lo sé - respondió sinceramente - creí que estaba por aquí pero parece que lo perdí.

El otro pareció satisfecho.

-Gracias. Ahora mejor ve a tu casa, y ten cuidado, acuérdate que a los periodistas no es difícil encontrarlos.

Con un rápido movimiento le quitó los binoculares de las manos, y alejándose tomó el arma y disparó, reventando uno de los neumáticos. Inmediatamente los tres subieron a un auto blanco y emprendieron la marcha, dejando a Romina temblando en el interior de la camioneta. Un momento después la mujer tomó nerviosamente el teléfono celular para llamar a Álvaro.


Próximo episodio: Caminos convergentes