Por ti eternamente Capítulo 13:Lejanía




Arturo estaba aún en la sala muy iluminada y de paredes lisas adonde lo había llevado la policía; nada de dramatismos, nada de teatralidad, solo se trataba de tenerlo ahí y convencerlo de hablar.

-Ésto es totalmente absurdo.

Estaba con los mismos oficiales que lo habían ido a buscar a su casa. No habían sido agresivos ni hecho el juego del policía malo y el bueno, lo que en cierto modo era mejor, porque no tenía que plantearse una situación rara, y tenía claro que ambos estaban tratando de convencerlo, usando una mezcla de autoridad y sensatez.

-Sólo estamos pidiéndole algo de cooperación, nada más.
-No, lo que me están pidiendo es que hable algo que no sé.
-Pero usted puede ser cómplice de un delito.
-¡No lo soy porque no sé nada!

La mujer se mostró algo más empática. Buena, ahora trataban de confundirlo.

-Escuche, alguien nos dijo que usted está involucrado en la huída de Segovia.
-Eso es imposible.
-No lo es, usted conoce a Arnaldo Marquez.

Escuchar el nombre lo puso nervioso, aunque ya había pensado en que pudieran preguntarle por él; de cualquier manera era absurdo negarlo, pero podía usar eso para desvíar la atención del tema que era realmente importante.

-Lo conozco.
-Ese hombre es un reducidor de especies, y según su declaración, cuando fué al domicilio de Segovia usted estaba ahí.
-Por supuesto que estaba ahí - replicó lentamente - Víctor me dijo que tenía que pagar una deuda grande, y que por eso necesitaba una gran cantidad de dinero.
-Entonces debería parecerle extraño que lo hiciera así, tan de repente, a menos que usted ya supiera algo.

Lo de sacar una verdad con otra era algo que también se esperaba. Pero en esos momentos agradeció que Víctor no le hubiera contado en ese momento en particular, aunque igualmente lo supiera después; se había entrenado lo más posible para soportar esa situación, pensando y pensando en preguntas difíciles, pero de todos modos era mucho más complejo y fuerte estando en el caso.

-Me dijo ese mismo día que necesitaba ayuda para conseguir el dinero, por eso contacté al tipo.
-¿El bebé en sus brazos no le pareció llamativo?

La pregunta del policía estaba teñida de dobles intenciones, pero no podía dejarse impresionar.

-No tenía ningún bebé en sus brazos por el amor de Dios, y el reducidor puede confirmarlo, estuvo dentro del cuarto de Víctor igual que yo.
-Si es su amigo, debería estar preocupado por él.
-Claro que estoy preocupado.
-Entonces ayúdenos.
-No voy a tenderle una trampa si es eso lo que están pensando - replicó desafiante - hasta ahora he tratado de comunicarme con él, incluso le envié un correo pidiéndole que volviera, pero si no lo hace no voy a decirle que nos juntemos en tal parte ni nada de eso que hacen en las telenovelas, no voy a traicionar a mi amigo.

La mujer frunció el ceño.

-Habla como si supiera de qué habla.
-No, no lo sé, ni siquiera sabía que tenía un bebé hasta que salió en las noticias. Pero no necesito saber nada más, él es mi amigo, lo conozco.

Eso había sido un error. Había tratado de mantenerse apegado a lo técnico, pero mezclar  la amistad lo había hecho equivocarse.

-Hay muchas personas que creen conocer a alguien hasta que descubren que tiene una vida secreta - opinó el hombre - y eso cambia las cosas.
-Puede ser - afirmó lentamente - pero a Víctor lo están buscando todavía, mientras no tenga una prueba irrefutable de que es culpable de algo, voy a seguir confiando en él. Si quieren les doy mis claves de correo si piensan que estoy ocultando algo, pero lo demás es su trabajo, búsquenlo entonces.


                                       2

Armendáriz retrocedió unos pasos. El arma cayó a unos metros de distancia, mientras el policía se cubría la mano derecha con la otra, gruñendo por la quemadura que le provocó la detonación del revólver. Víctor cayó sobre el suelo de la parte trasera del furgón, con las manos cubriéndose la cara y gritando descontroladamente; cuando el policía estaba casi sobre él, el joven lo golpeó con una botella de vidrio, dando el golpe justo en el arma, lo que hizo que se disparara por fuerza. La detonación destrozó la botella, desarmando al policía y arrojando esquirlas de vidrio en todas direcciones, pero principalmente hacia Víctor, que se revolvía de dolor.

Los llantos del bebé lo reactivaron de alguna manera, y nuevamente guiado por la adrenalina, y también por el dolor que estaba sintiendo, reaccionó, y tomó uno de los termos que él mismo había cargado al interior del furgón. El policía lo había agarrado por las piernas para sacarlo del piso del vehículo, lo que le dió una oportunidad de defenderse; sin parar de gritar y viendo nublado, el joven se encorvó y lanzó un golpe certero en la cabeza, aunque el corpulento policía no lo soltó.

-¡Detente!

Fué inútil. Víctor volvió a golpear, con todas sus fuerzas, y ésta vez logró alejarlo de su cuerpo. Trastabillando se bajó, y aprovechando que Armendáriz estaba medio aturdido, volvió a golpearlo con todas sus fuerzas.

-¡AAhhh!

Armendáriz se vió totalmente sorprendido por toda la escena, y con el primer golpe como sorpresa, no alcanzó a reaccionar, dándole espacio al otro de volver a golpearlo; se sintió aturdido como con los golpes recibidos en las sesiones de boxeo, y por instinto se cubrió la cara, pero un nuevo golpe le dió en las costillas, haciéndolo doblarse, dejándole libre el campo. Dos golpes más lo desestabilizaron y dejaron medio de rodillas en el suelo.

-¡Segovia!

El grito sonó ahogado en sus propios oídos. Víctor soltó el termo, corrió al furgón y tomó de él la mochila, los bolsos que alcanzó, y fué al auto del policía; Ariel seguía llorando estruendosamente, pero el joven lo tomó en sus brazos, subió al asiento del piloto, y emprendió la marcha a toda velocidad hacia el sur. Armendáriz se puso de pie impotente.


                                  3



La camioneta de Álvaro y Romina seguía detenida en la elevación de terreno que estaba a cierta distancia de la granja.

-Oh Dios santo, Álvaro, ésto es de antología.
-Pero cuéntame la última parte, no me dejes con la duda - protestó él ansiosamente - te quedaste en la parte donde Segovia y el gorila forcejeaban.

Romina no soltaba los binoculares.

-¡Ésto es la lotería! Con las fotos que tengo vamos a poder hacer muchas cosas más.
-Romina...
-Ya, ya, lo siento. Mira, ellos forcejeaban, pero el tipo se soltó, el gorila iba a dispararle o a hacer una advertencia y al mismo tiempo el prófugo lo golpeó con algo.
-Parece mentira. ¿Pudiste ver que era?
-No, pero cuando veamos las fotos lo sabremos, debe haber sido un tubo de luz, una botella o algo así, la cosa es que ambos quedaron heridos, pero Segovia reaccionó como un gato y lo volvió a golpear.

Álvaro se frotaba las manos ante la noticia que estaban consiguiendo.

-Increíble, increíble...
-Pero eso no es todo, porque Segovia se quedó con el auto de Armendáriz y huyó con él.

Álvaro se bajó de la camioneta con energías renovadas y sacó de la parte de atrás una bicicleta.

-Escucha, voy a quedarme aquí para sacar unas fotos del sitio del enfrentamiento.
-Yo seguiré a Segovia - comentó ella pasándose al volante - tenemos que establecer un cronograma de huida.
-Ten cuidado, ese tipo es más peligroso de lo que creíamos.
-No te preocupes - replicó ella guiñándole un ojo - no tengo pensado acercarme, y tú mantente oculto, el gorilote debe estar echando fuego por los ojos y si te ve es capaz de esposarte a un árbol y dejarte abandonado.
-No hay problema - sonrió él - no va a verme. Estamos en contacto.


                                 4


Había conducido sin detenerse durante casi una hora, pasando velozmente del pueblo que era su punto de destino en primer lugar; había callado sus propios gritos a la fuerza, obligándose a estar callado, pero con las manos aferrándose al volante, mirando adelante, sin pensar en nada, solo sintiendo el terror vivo en el cuerpo después de todo lo que había pasado. Ariel había llorado incesantemente, pero producto del cansancio terminó durmiéndose, lo que a fin de cuentas era mejor porque no estaba en condiciones mentales de hacerse cargo de sus llantos.

Finalmente, cuando traspasó el pueblo, siguió por un camino rural que vió a un costado y continuó por él, avanzando entre árboles y vegetación. Cuando consideró, dentro de su angustia, que estaba los suficientemente lejos del lugar en donde había tenido el enfrentamiento con el policía, buscó un sitio escondido, una cuna de árboles, y detuvo al fin el automóvil. Luego permanecía inmóvil aún en el asiento del conductor, mirándose fijamente en el espejo retrovisor; una decena de heridas poblaban el lado izquierdo de la cara, y en esos momentos estaba quitando el que creía era la última esquirla de vidrio que podía ver, con la piel del rostro y las manos ensangrentadas.

-Parece que esa era la última.

Se recostó desganadamente en el asiento, con el dolor punzante en el rostro y los dolores de los golpes que había recibido durante su enfrentamiento con el policía.

-Y yo que siempre había sido pacífico...ahora además tengo una anotación  por agresión a un policía y robo de auto...no puedo creer todo lo que está sucediendo.

Miró a su derecha, encontrándose con los vivaces ojos de Ariel, que recostado en el asiento del copiloto lo miraba nuevamente, tranquila y fijamente.

-Nada de ésto habría pasado si no fuera por ti. Estoy herido, agredí a un oficial, robé un auto y estoy perdido en la mitad de la nada.

Pero la mirada del bebé seguía ahí, contemplándolo como desde que lo tenía consigo, con el mismo interés; no era justo, nada de lo que decía era justo, al menos no así.

-Lo siento - murmuró lentamente - no quise decir eso...

Se quedó sin palabras durante un momento. No sentía el impulso de llorar, solo se sentía desprovisto de fuerzas.

-Lo lamento, no quise decir que la culpa fuera tuya...es solo que yo...estoy tan asustado, ese hombre amenazándome por teléfono, y luego ese cura tratando de llevarte, ahora ese policía, y él no escuchaba nada de lo que decía, como si ya estuviera decidido que yo soy un delincuente y...

Cerró los ojos nuevamente. Su vida completa era una locura, pero no terminaba ahí, nada había terminado.

-Todo eso fué una cosa tan extrema...pudiste haber terminado herido, pasaste peligro y yo no podía hacer nada, sólo reaccioné lo mejor que pude. Pero es extraño, porque a la vez siento que no deberías estar pasando por esas cosas, que no deberías pasar por ejemplo una noche en descampado ni que te asusten éstos gritos, pero también siento que Magdalena siempre tuvo la razón, que su familia no debe acercarse a ti y yo...yo solo quisiera que estés a salvo.


No solo estaba lastimado, también estaba confundido, dividido entre la idea de mantener su promesa y seguir adelante con la débil alternativa de esconderse y conseguir un abogado que lo ayudara a defenderse. Desvió la mirada nuevamente hacia el retrovisor.

-Estoy todo con sangre - comentó sin inflexión en la voz - pero lo que me preocupa es mi ojo izquierdo, no sé si me pegué o algo, pero me duele mucho...al menos tú eres afortunado, tus cosas y tu comida están en los bolsos...

Volvió a encender el motor; no podía quedarse ahí demasiado tiempo.

-Ésta ha sido la hora más larga de mi vida...pero tengo que seguir, hay que salir de aquí y alejarse lo más posible, porque ese policía debe haberle avisado a toda la ciudad. Y tengo que deshacerme de éste  auto, es demasiado vistoso, aunque nos ha servido bastante...no podemos seguir al sur, tendré que buscar un desvío y después pensar en algo.


                                    5


Un automóvil blanco avanzaba a gran velocidad por la carretera. Al volante iba un hombre moreno, muy musculoso, enfundado en una camiseta blanca; junto a él otro, delgado, de rasgos orientales, y atrás el que parecía ser el líder, un hombre delgado, de figura esbelta y atlética, de cabello negro y rasgos y mirada aguda, que en ese momento contestaba el celular.

-Señor Claudio.
-¿Como va la investigación?
-Estamos detrás de la pista que nos dijo - replicó sonriendo - hay movimiento de policías por aquí, creo que es porque están cerca. ¿Quiere que nos deshagamos de ese hombre?

La voz del otro lado de la conexión se escuchaba fría y segura, como de costumbre.

-Por ahora solo importa el bebé, ya saben eso. De cualquier manera lo del policía puede ser importante, así que quiero que estés atento, te avisaré cualquier cosa.

Cortó. Adrián sabía que ese tipo de cuello y corbata que era el asistente o lo que fuera de Fernando de la Torre no era lo que parecía, era lo mismo que ellos, solo un matón a sueldo, pero con un sueldo mejor que el de ellos. No era la primera vez que tenían algún tipo de trabajo así, pero si la primera en que tenían que ser cuidadosos y preocuparse de alguien, en éste caso el nieto. El que se lo había robado no sabía en la historia que se había metido al llevárselo de esa manera. Pasado de una pequeña granja, el hombre de rasgos orientales le indicó al conductor que etuviera el vehículo, justo en una elevación del terreno, y se bajó inmediatamente.

-¿Y a éste que le pasa?
-Qué sé yo? sabes que siempre hace esas cosas.

El oriental ya estaba de rodillas revisando el suelo.

-Jail...
-Espera.

El musculoso se sentó en el capó. Adrián se cruzó de brazos.

-La pelea de la policía fué más adelante...
-No estamos solos - dijo el otro seriamente poniéndose de pie - alguien más estuvo aquí.
-Tal vez la policía.
-La policía no usa bicicletas - replicó el que llamaban Jail - además el hombre dijo que la llamada de la policía decía que tuvieron un enfrentamiento después y hacia el oriente. Es decir que alguien está siguiendo al policía o a Segovia, y son dos personas por lo menos. Llegaron aquí en una camioneta y se separaron, uno de ellos va en bicicleta.

Adrián frunció el ceño. Claudio no les había dicho que hubiera más gente involucrada ¿Tenía que llamarlo o no? Decidió esperar, al menos por el momento, hasta que supieran algo más.

-¿A quien tendríamos que seguir, al de la camioneta?
-Es lo mejor, seguro que ese va tras Segovia.

Ese hombre era muy intuitivo.

-Está bien, suban al auto, vamos a seguir esa pista, pero solo un poco, no podemos dejar que el tipo con el niño se aleje demasiado.


                                  6


Romina estacionó la camioneta a un costado de la carretera y volvió a barrer el terreno con los binoculares. Parecía mentira que ella y Álvaro estuvieran sobre una pista tan buena, con las fotos de la pelea de Segovia y Armendáriz y siguiendo de cerca al fugitivo; aunque en esos momentos la situación podía ser un poco decepcionante, porque a pesar de ser ella misma quien siguió a Segovia en su huida, incluso antes que la policía misma, casi dos horas después no lograba encontrarlo.

-No puede ser - murmuró barriendo nuevamente - no puede haber desaparecido en el aire.

Ya se había comunicado con Álvaro y le había indicado su ubicación para que se reunieran. Independientemente del caso en si, sabían que ahora que el policía estaba herido en su orgullo, movería cielo, mar y tierra para encontrarlo, lo que quería decir que ellos tenían que llegar antes para tomar la exclusiva y luego correr para lanzarla en primer lugar. En eso sintió un golpe de nudillos en el vidrio.

-¿Sacaste buenas fotos?

Otro golpe más fuerte la hizo reaccionar. Miró y se encontró con dos hombres junto a su puerta y a otro delante, apoyado en el capó. Se quedó muy quieta, guiada por un presentmiento.

-¿Están perdidos?
-Estamos buscando a alguien - respondió el tipo de penetrantes ojos negros - y algo me dice que tú has visto algo.

No le gustaba, ni la actitud de él ni que la mirara de ese modo, pero sabía muy bien que ante situaciones así tenía que mantener la calma.

-¿Algo de que? no te entiendo.

El tipo se acercó un poco más, haciendo que resultara inútil el vidrio, eso no la hacía sentir más segura. Al inclinarse sobre la ventana, Romina vió un arma asomada en el cinturón.

-Yo creo que si me entiendes. Estamos buscando a un hombre con un bebé, el mismo de las noticias. Dime lo que viste. Por favor.

La sorpresa de la visión del arma la anuló por un segundo. El tipo sonrió y le hizo un gesto. Baja el vidrio bonita. No quería hacerlo, pero lo hizo, lentamente, tratando de pensar si resultaría presionar el acelerador a fondo. ¿Tendría que atropellar al de adelante? La camioneta era fuerte, quizás podría, pero no tenía la seguridad, al menos sabía que el motor estaba encendido.

-Dime lo que viste, tengo prisa.
-El hombre pasó por éstos lados hace poco - respondió luchando por no sonar demasiado asustada - va en un auto gris.
-¿Hacia adonde fué?
-No lo sé - respondió sinceramente - creí que estaba por aquí pero parece que lo perdí.

El otro pareció satisfecho.

-Gracias. Ahora mejor ve a tu casa, y ten cuidado, acuérdate que a los periodistas no es difícil encontrarlos.

Con un rápido movimiento le quitó los binoculares de las manos, y alejándose tomó el arma y disparó, reventando uno de los neumáticos. Inmediatamente los tres subieron a un auto blanco y emprendieron la marcha, dejando a Romina temblando en el interior de la camioneta. Un momento después la mujer tomó nerviosamente el teléfono celular para llamar a Álvaro.


Próximo episodio: Caminos convergentes



Por ti eternamente Capítulo 12:Disparos y sangre



Ariel aún dormía mientras Víctor seguía hablando con Gladys en su casa. La mañana se estaba acercando con rapidez, pero en esos momentos se sentía tranquilo a pesar de todo, ya que la mujer demostraba seguridad y confianza en él, algo que no estaba percibiendo mucho en el último tiempo. Había podido cargar el teléfono celular en la batería que ella tenía en la casa, y después del café y comer algo de pan casero se sentía mucho más calmado.

-No sé como agradecerle...
-Ya, ya - lo cortó ella con un gesto de la mano - no te enredes en esas cosas. Ahora vamos a buscar tus recipientes para que cargues agua caliente, la vas a necesitar para el resto del viaje.

Salieron lentamente al sol de la mañana.

-Señora Gladys ¿Porqué vive aquí?
-Porque el lugar me quedó cuando mi esposo murió hace años.
-Pero es un lugar tan solo...
-Me gusta la soledad - replicó ella simplemente - además la ciudad no es lo mío, aunque desde luego que es útil cuando tengo que ir a comprar cosas que no se dan en el campo, pero todas esas máquinas y el ruido son algo que no quiero para mi.

Tomó un hacha de junto a la puerta y siguieron hasta el furgón, donde Víctor tomó los termos y las botellas de bebida vacías con el fin de llenarlas de agua fría.

-Ya sabes en donde está el agua, llena esas botellas mientras voy al costado, después ven conmigo.
-Está bien.

Mientras se devolvía a la casita, Víctor se extrañaba de la tranquilidad que estaba encontrando en un lugar tan impensado como ese; pero no podía engañarse, eso solo era pasajero, tenía que terminar de recargar y salir de ahí lo más pronto posible. Ya había decidido, con la mente más despejada, que lo que haría sería esconderse hasta que las cosas se calmaran un poco, contactar un abogado y enfrentar todo lo que estaba pasando. Sabía que sería muy difícil y que en primer lugar querrían quitarle al bebé, pero podía exigir un exámen de adn y eso le daría puntos en su favor, aparte que no tenía que presentarse físicamente, perfectamente podía acordar con el abogado que lo representara mientras seguía oculto, había visto casos en las noticias de personas que hacían eso por su seguridad. Una vez dentro de la casa reemplazó el agua de los termos por agua recién hervida, lavó las botellas de bebida y las llenó con agua fría, cargando todo de vuelta al furgón; un momento después volvió a la casa, y tomó a Ariel de una de las sillas, volviendo con él en brazos al exterior. Gladys estaba cortando leña con una facilidad sorprendente.

-No me mires así - dijo livianamente - ésto no es tanto un trabajo de fuerza, es costumbre.
-Usted tiene muchas sorpresas.
-No digas tonterías. Ahora no te quedes ahí, ayúdame a dejar la leña en esa bodega, puedes dejar al bebé en una de las repisas de dentro.

Víctor obedeció y entró en la bodega, donde dejó al bebé sobre una repisa a la izquierda de la entrada. Iba a salir cuando sintió el sonido de un motor.


-¿Que es eso?

No era el motor del furgón; iba a salir pero la voz de Gladys lo hizo quedarse inmóvil.

-¡Oiga!
-Buenos días señora - saludó una voz correcta pero autoritaria - necesito hacerle unas preguntas.
-Ésto es territorio privado - replicó ella firmemente - salga de aquí.

Estaba al lado del bebé, a muy poca distancia de la puerta, y sintió que su corazón se oprimía; el suelo era de tierra, lo que ahogó sus pasos, pero en ese lugar tan pequeño solo podía quedarse ahí, inmóvil. ¿Había crujido o no la madera al dejar sobre ella al pequeño?

-Soy el oficial Armendáriz, estoy buscando a una persona.

¡Un policía! Tenía que salir de ahí de inmediato, no podía quedarse, pero estaba encerrado en una bodega de paredes de madera de unos cuantos metros cuadrados, con una única vía de escape que conducía directamente al sitipo en donde estaba Gladys y ese hombre.

-Tranquilícese señora, estoy realizando un procedimiento de rutina.

Con el cuerpo pegado a la pared junto a la puerta de la pequeña bodega, Víctor estaba inmóvil, sintiendo que solo lo separaban del policía unos cuantos metros y un saliente del umbral que no tenía más de treinta centímetros de ancho. La voz se acercaba, si entraba ahí, no habría donde esconderse. Unos segundos de silencio, y Víctor sintió los pasos del policía, casi junto a él, a tan solo una delgada muralla de distancia, avanzando hacia la bodega. Un momento después la mano del policía apareció en el borde de madera y los dedos se posaron sobre el borde, un anticipo de su entrada, a punto de rozarlo, todavía sin saber concretamente si en el interior había o no alguien; el joven contuvo la respiración, mirando con pánico la mano que estaba casi tocándolo.

-¡No se mueva!

La voz de la mujer se escuchó fuerte y totalmente decidida en el exterior, y la mano se quitó del borde de madera, los pasos volviéndose sobre si mismos. Afuera, el policía volteó hacia Gladys, que lo apuntaba con el fusil.


-Señora, baje esa arma.
-Le dije que saliera de aquí, éste es territorio privado.
-Señora - continuó él como si no le importara la amenaza del arma, tratando de controlar la situación - soy policía, ésta es mi placa y estoy realizando una investigación.
-No puedo saber si es verdadera o no, hay muchos delincuentes vestidos de policías dando vueltas por ahí.

Armendáriz sin embargo estaba mirando en dirección al furgón, y decidió jugar una carta que habitualmente funcionaba.

-Estoy buscando al propietario de ese furgón.
-Me está viendo, si puedo manejar un fusil, un vehículo es pan comido.
-¿De verdad? - dijo él con un dejo de duda - ¿Lo tiene hace mucho?
-Se lo compré a un hombre que estaba de paso, ahora no me haga repetirlo, salga de mi propiedad.
-Señora, estoy buscando a un prófugo de la justicia, es un delito protegerlo así que...
-¡Ya le dije que salga de mi propiedad! No me importa si dice que es policía, soy una mujer mayor, vivo sola y si me amenazan dispararé, salga de aquí ahora mismo, la próxima vez lo diré con un disparo.

Armendáriz se rindió, y optó por volver sobre sus pasos hacia el automóvil que lo esperaba a cierta distancia. Gladys lo vió regresar al vehículo, y saliendo del territorio, comenzar un rodeo por el norte.

-Víctor - murmuró con la vista fija - sal ahora.

Se encontraron en el umbral de la puerta de la bodega; Víctor tenía en sus brazos al bebé, que por suerte seguía durmiendo profundamente.

-Está rodeando mi granja, quiere estar en punto de vista desde el norte, seguro que vuelve con más gente, tienes que irte ahora mismo.
-Gracias, no sé como agradecerle, pero no debió arriesgarse.
-No hables tonterías, ese tipo es un bestia, no me gustó para nada. Escucha, tienes que irte por ese lado - apuntó hacia unos árboles - parece cerrado, pero el furgón pasará bien, luego encontrarás un camino en la maleza, si sigues por ahí cortarás camino, pero tienes que ir a toda máquina.

Subió rápidamente al vehículo, dejó a Ariel en el asiento del copiloto y encendió. De inmediato apuró la marcha, enfilando hacia los árboles que le había indicado su salvadora, pero sabía que el policía ya había detectado el movimiento; con el ruido y la velocidad el pequeño se despertó, pero no parecía nervioso, al menos no todavía.

-Tranquilo bebé, todo está bien, todo está bien...

Ni el mismo se convencía de sus palabras e iba conduciendo con el corazón oprimido, pero de verdad la decisión de Gladys había sido la acertada, porque seguramente los compañeros de ese policía estaban por ahí, mucho más cerca de lo que quería imaginar.
Siguiendo las instrucciones de la mujer, Víctor dirigió el vehículo a través de los árboles, encontrándose con un sendero por el que podía avanzar. Tenía que seguir al sur, y luego tomar por la planicie, de modo que presionó el acelerador mientras intentaba calmar al bebé. Mirando por el retrovisor no vió a nadie, y eso lo calmó un poco, tenía que poner la mayor distancia posible entre ese hombre y él.

Los siguientes minutos fueron de angustia para Víctor; conduciendo a toda velocidad esperaba traspasar la planicie lo más pronto posible, pero realmente el furgón no daba más de sesenta o algo así, lo que significaba que no estaba avanzando realmente muy rápido. Con temor vió que a la izquierda, aunque aún más atrás, se divisaba el automóvil a toda marcha, seguramente ese vehículo podía alcanzar más velocidad.

-No puede ser, no puede ser...

Mientras tanto Armendáriz iba en su automóvil con la vista fija en el furgón; había interpretado mal las señales, creyó que podría encerrarlo, pero el tipo lo sorprendió y se escapó por un entramado de árboles que obviamente no podía haber visto desde antes, lo que lo hizo ganar tiempo; ahora estaba cerca, pero las cosas no terminaban, no iba a detenerse hasta atraparlo.

El furgón llegó finalmente a una sección de la carretera, donde pudo tomar un poco más de velocidad, pero no era demasiada la diferencia. En el horizonte al sur solo se veía algo de bosque y la carretera, la única opción que tenía era seguir y seguir.


-Vamos, vamos...por favor...

Tenía el pie en el acelerador a fondo, conduciendo con las manos aferradas al volante,  tratando de convencerse de que todo iba a resultar, que podría sacarle la distancia suficiente al policía y salir de su vista, porque solo necesitaba eso, solo necesitaba  alejarse de él.
Pero el auto del policía iba a gran velocidad, y poco a poco se acercaba al furgón, disminuyendo cada vez más la distancia entre ellos; después de unos momentos el automóvil gris casi iba a su lado.

-No...no...no...

Mirando de reojo, vió la mirada penetrante del policía, su expresión dura y escuchó su voz atronando en la vía.

-¡Detente ahora!

En una maniobra estudiada, el policía atraviesa el auto en el camino del furgón; Víctor trató de esquivarlo, pero no tuvo posibilidad y se vió obligado a frenar. Con el brazo izquierdo sujetó al niño que se movía incómodo en el asiento, y trató de seguir, pero para ese momento el hombrón ya había saltado del auto y se acercaba a la puerta del conductor.

-¡No!

Hizo un intento de volver a avanzar, pero Armendáriz abrió violentamente la puerta y lo jaló de un brazo.

-¡No!

Armendáriz tenía como prioridad sacar al sujeto del vehículo y alejarlo del pequeño, claramente era la única forma de preservar su seguridad, sobre todo cuando el tipo acababa de hacer una carrera loca alejándose de la ciudad. Con un tirón más logró sacarlo del asiento, pero Víctor se sujetó de la puerta y el espejo retrovisor.

-¡Suéltame!
-¡Baja del vehículo!

No quería usar violencia si no era necesario, pero en esos momentos el otro estaba oponiendo resistencia.

-¡Déjame!
-¡No opongas resistencia!

El policía trató de alejarlo nuevamente, pero Víctor seguía sujeto; el espejo retrovisor se soltó, y en un acto desesperado el joven golpeó al policía en el pecho, consiguiendo soltarse momentáneamente. De inmediato se acercó otra vez al furgón, pero Armendáriz, viendo que la situación se complicaba, optó por sacar su revólver.

-¡Alto o disparo!

Víctor se quedó a medio subir del furgón, volteado hacia el policía, mirando espantado el arma que lo apuntaba. Adentro el niño lloraba asustado por los gritos.

-No puedes dispararme, no hice nada.
-Te estás resistiendo al arresto - replicó el policía implacable - y estás siendo buscado por el rapto de ese niño. Ahora baja del vehículo con las manos en alto.

Pero Víctor sentía palpitar en la cabeza un golpe fruto del forcejeo con el policía; algo en su interior le decía que no podía rendirse, no aún.

-Ven a buscarme.
-No lo hagas más difícil Segovia...

Pero el joven se arrojó al interior del furgón donde aún gemía el pequeño y lo tomó en sus brazos. Armendáriz se acercó un poco más, pero no podía arriesgarse a provocarle algún daño.

-No te acerques. No voy a permitir que se lo lleven - exclamó valientemente - Ariel es mi hijo, le prometí a Magdalena que lo iba a mantener a salvo y lejos de su familia.

El policía decidió tomar otra estrategia.

-Está bien, está bien, solo cálmate, ¿quieres? mira, vamos a calmarnos los dos, voy a dejar mi arma en el suelo, ninguno de los dos quiere hacerle daño a ese niño.
-No voy a hacerle ningún daño, pero ustedes están equivocados, la familia De la Torre está detrás de ésto.
-Está bien, tienes razón, solo déjame ayudarte a...
-¡No te acerques!

Estaba muy alterado, pero Armendáriz había pasado por decenas de situaciones como esa. Solo necesitaba calmarlo un poco, acercarse un paso más, y tendría todo controlado. El hombre tenía al bebé tomado principalmente con el brazo izquierdo, sabía como atacar para separarlo del niño.

-No estoy acercándome, tenemos que calmarnos los dos, estamos muy alterados.
-No estoy alterado, estoy asustado - replicó Víctor nerviosamente - todo está de cabeza ahora, y lo único que quiero es que alguien me escuche. Ese hombre me amenazó, por eso tuve que esconderme, porque en cualquier momento podían hacerme algo, y si se llevan a Ariel estará en peligro con...

No pudo seguir hablando, porque el policía lo sorprendió con un ágil movimiento; con un gesto estudiado se acercó y a la vez alargó los brazos, quitándole al niño de las manos.

-¡No!

Pero el movimiento del policía fué perfecto, le permitió tomar al bebé con una mano, mientras con la otra apartó a Víctor, empujándolo con fuerza.

-¡Ariel!

Con nada más que un instante disponible, Armendáriz dejó suavemente al niño sobre el capó de su auto, y de inmediato se volvió hacia su objetivo, que en ese instante trataba de llegar a él. Se inició un forcejeo entre ambos, donde Víctor estaba en obvia desventaja física, pero se movía tanto que el policía no conseguía sujetarlo.

-¡Quédate quieto!
-¡Sueltame!

Armendáriz no estaba dispuesto a perder más tiempo, de modo que golpeó sin piedad al joven en el torso, con el objetivo de dejarlo sin aliento y dominarlo por completo. Pero cuando casi tenía la situación controlada, el otro lo sorprendió y se sacudió violentamente, logrando soltarse de su captor.

-¡Segovia!

Sin aliento y medio de rodillas, Víctor avanzó torpemente hacia la parte posterior del furgón; los golpes que había recibido lo dejaron sin aliento y no podía moverse más rápido, pero la descarga de adrenalina era tal que no podía simplemente detenerse. Armendáriz recogió su arma del suelo y disparó a uno de los neumáticos traseros, reventándolo y haciendo gritar de terror al joven.

-¡Alto!

El grito sonó aterrador y potente en sus oídos, pero el joven abrió la puerta trasera del vehículo; en la sombra vió la figura gigante e imponente del policía, a una mínima distancia, cerrando todas las opciones, en esos momentos estaba atrapado y todo iba a terminar. Lo siguiente ocurrió sin pensar, solo una reacción automática ante el peligro mortal que estaba a su espalda. Estiró la mano al interior del furgón, sujetó algo sólido y se giró, lanzando un golpe directo al lugar de donde se originaba la sombra.

Dos gritos desgarradores se escucharon en el lugar, al mismo tiempo que la explosión de un disparo.


Próximo episodio: Lejanía