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Por ti, eternamente: Datos curiosos e información adicional.




Desde hace tiempo me había planteado la posibilidad de llevar a cabo un episodio extra, donde compartiera con ustedes ciertas cosas que me han pasado en la construcción de un proyecto, y en Por ti, eternamente, quiero hacerlo por primera vez.

¿Es esto un capítulo? No, es mi forma de acercar más a ustedes esta historia, a mí como autor y a ustedes a este mundo en el que he creado.

Esta es la tercera novela que publico, el primer drama fraternal (si es que vamos a inventar todas las categorías que queramos) y el "libro en viaje"
Fue complejo en su momento estar moviendo al personaje de un lado a otro, pero la principal dificultad radica en que Víctor no es el protagonista único de la historia, ya que lo comparte con un niño que no habla porque aún es muy pequeño. En ese sentido, tuve que construir la relación entre ellos en base a sensaciones, a cómo él veía al niño y de qué forma pasaba de hacerse cargo de algo sin saber muy bien cómo, a ser parte de ese algo. Supongo que al final es la forma en que se construye el amor.
Esta novela tuvo un borrador original, escrito más de un año antes que este; tenía otro título, algunos personajes tenían nombres distintos y era un poco más cruda en cuanto al sufrimiento de Víctor, pero el nudo central de la historia era el mismo. Esta es la versión remasterizada y corregida de aquella.
Me gustó mostrar evoluciones de personajes; Víctor pasa de ser un tipo al que no le importa nada, a ser un padre que defiende con uñas y dientes a su hijo, Álvaro y Romina se enfrentan a dejar de lado su espíritu periodístico, y Armendáriz debe aprender a ver más allá de lo que dicen los reglamentos. Siento que todo esto le da a los personajes una humanidad que siempre busco, es decir mostrar que no son unidimensionales.
Ahora voy con los datos curiosos (y confesiones):
El mejor amigo de Víctor y otro personaje tenían el mismo nombre, al final se lo cambié a ambos.
Tomás tuvo dos nombres en el borrador. Además su personaje tenía una historia distinta.
Durante la desaparición de Víctor, había una secuencia en dónde él resultaba herido a bala, la eliminé porque era irreal que sobreviviera a ese tipo de daño en aquellas condiciones.
Álvaro tenía un trauma de la niñez y eso lo volvía un antagonista en la trama, después decidí que su inicial insensibilidad hacia los hechos resultaba más efectiva.
Si tengo que describir la fachada de la casa de Tomás, diría que es muy alta y tiene enredaderas colgantes.
La escena donde Víctor cae por el precipicio es la primera que escribí, incluso antes de comenzar el libro.
Sufrí mucho escribiendo las secuencias donde Víctor sale lastimado.
En un principio la historia tenía veintiséis episodios, luego agregué información adicional en la última sección y decidí incorporar más.
Fernando de la Torre está inspirado en los mafiosos de Europa, aunque no tiene formas de hablar similares ni nada por el estilo.
En el borrador, Claudio se enfrentada a Víctor en el clímax de la historia. Cambié los acontecimientos porque, en primer lugar resultaba increíble que con el nivel de desgaste y heridas de Víctor, pudiera salir airoso, y en segundo, porque fue la oportunidad perfecta de que Armendáriz se redimiera de sus errores pasados.
Fuera de las escenas de Víctor, que las sufrí todas y cada una, la más emotiva para mí es aquella donde Romina le dice a Álvaro que ha experimentado un cambio de corazón.

Eso es lo más relevante que quería compartir con todos y todas. Sólo me queda agradecer que hayan leído esta historia, y dejarlos invitados tanto para que conozcan nuevas en librosparadespues.blogspot.com,  y desde luego a través de la aplicación Wattpad.

Por ti, eternamente Capítulo 28: Cuento para dormir




El disparo que Víctor recibió en la pierna derecha no le hizo un gran daño, fue lo que se llamaría una herida superficial, pero en el estado en que se encontraba en ese momento, en descampado, débil y exhausto, el efecto fue inmediato. El joven dio un grito de espanto, encogiéndose en si mismo para cubrir a Ariel.

Después de eso, todo se volvió confuso y extremo. De alguna manera logró entender que estaba bajo amenaza, y a pesar del miedo, supo que no podía seguir allí; se puso de pie, y cojeando comenzó a correr lo más rápido que le rendía el cuerpo, directo al pequeño pueblo que se veía a algunos metros de distancia. Entre sus propios jadeos de dolor, Víctor siguió caminando, tratando de correr, pero sin poder avanzar más rápido; faltaba tanto, el pueblo parecía estar tan  tan lejos, y no podía ver a nadie que lo ayudara. En ese momento notó que el bebé había comenzado a llorar por sus gritos, y de forma automática comenzó a tratar de calmarse, y de calmar los llantos del pequeño como lo había hecho antes; pero el miedo estaba apoderándose de él, y el dolor de la pierna confabulaba cruelmente junto con la extraña sensación de vacío en la cabeza, haciendo que todo se viera más grande y abrumador.

—Tranquilo bebé, todo va a estar bien, todo va a estar bien...

Pero su propia voz sonaba quebrada, no podía detener sus quejidos, todo parecía nublarse cada vez más, como si la ceguera del ojo izquierdo estuviera nublando también el otro ojo ¿Cuánto tiempo había pasado desde que dejara a los periodistas?

—Tengo que irme, tengo que irme...

Estaba delirando. Pero aún en su desesperación, en ningún momento soltó al bebé, que aunque había dejado de llorar, gemía lastimeramente, asustado por el movimiento y los gritos del hombre.

— ¡Oye!

Una voz lo alarmó. A cierta distancia había un hombre, un lugareño, caminando hacia él con el rostro compungido, tal vez angustiado, señalando algo con las manos. Pero no importaba lo que estuviera pasando, su aparición resultó más aterradora, una nueva amenaza, alguien más tratando de llevarse a Ariel o de hacerle daño.
Al límite de sus fuerzas, Víctor torció hacia un costado, había una construcción o alguna casa, tal vez allí podría esconderse, necesitaba poner distancia, no podía permitir de ninguna manera que le quitaran a Ariel.


2


Armendáriz conducía a toda velocidad junto al automóvil de los periodistas que le habían entregado la cámara, que estaba guardada en la guantera en una discreta caja de seguridad adaptada para proteger cualquier tipo de prueba que llegara a sus manos; en cierto punto le indicaron con las luces el punto en donde se habían separado de Víctor y el niño. Ambos vehículos se detuvieron tan solo un instante, los motores en marcha.

—Quédense aquí, es muy peligroso que sigan avanzando. Si mi gente llega a aparecer es probable que se los lleven, vayan con ellos, estarán mucho más seguros.
—Por favor, protégelo.

La misión de volver a encontrar a Víctor Segovia nunca antes había sido tan desesperada. El policía asintió mientras arrancaba de nuevo.

—Haré todo lo que pueda.

Volvió a presionar el acelerador, a toda velocidad, y arrancó por la tierra, directo a la siguiente zona poblada, esperando que lo que temía, no estuviera a punto de suceder.



3


Fernando de la Torre volvió a marcar un número en su teléfono sin obtener respuesta, mientras su esposa lo miraba ansiosamente a su lado.

— ¡Maldito sea ese Claudio!
—Cálmate mi amor.

El hombre, en un nuevo arranque de furia lanzó el teléfono contra el suelo.

—Le dije a ese imbécil que tenía que terminar con ese asunto hace tiempo, pero solo consiguió complicar las cosas. Ahora ese maldito tipo volvió a aparecer, y tiene el valor de amenazarme ¡A mi!

La mujer se mantuvo a la misma distancia, entendiendo que a lo que se refería Fernando iba mucho más allá de la aparición en la televisión de ese sujeto y el niño, iba hasta un punto en que la estabilidad de esa familia estaba en juego.

— ¿Dónde está tu asistente?
—Dijo que se encargaría, que ahora tenía un contacto que lo llevaría a Segovia, para evitar que sucediera alguna catástrofe.

Durante unos momentos sucedió un silencio tenso entre los dos. De la Torre sabía muy bien que si todos sus temores eran ciertos, escapar de su casa no sería suficiente.

—Fernando ¿Dónde está?
—Estoy seguro de que fue a matar a Segovia para eliminar cualquier prueba en mi contra que ese tipo pudiera tener. Pero ahora que salió en la televisión, ahora que está ahí toda esa gente que cree que es una especie de ángel, cualquier cosa que salga mal...maldita sea, si Claudio mata a ese tipo...todo el mundo estará mirando lo que pueda pasar alrededor.


4


Cojeando mientras avanzaba, Víctor estaba cada vez más cerca de una construcción en la que esperaba protegerse, pero otras voces aparecieron en sus oídos, nuevas amenazas ¿gente que trabajaba para la Familia De la Torre? ¿Más policías?
De pronto otro golpe, no en el cuerpo, pero muy cerca, otro disparo, a muy poca distancia, la tierra azotada, el silbido sordo en sus oídos.

— ¡Aahh!

Dio otro grito de horror. Era un disparo, era otro disparo, parecido al que había sucedido tanto tiempo atrás cuando el policía lo apuntaba, pero distinto a la vez, mucho menos estruendoso, más suave, quizás por lo mismo más amenazador.
No podía recordar con claridad los últimos acontecimientos, solo sabía que tenía adormecida la pierna, el dolor se expandía de manera miserable junto con el miedo por ese nuevo disparo que había pasado tan cerca de su cuerpo, y las imágenes se volvían a la vez borrosas y dolorosamente nítidas ante su lado derecho; el sol iluminaba sin piedad, solo sabía que tenía que seguir adelante, que tal vez conseguiría un poco de tranquilidad si se escondía de la luz, si lograba callar esas voces que empezaban a perseguirlo.

— ¡Oye espera, adonde vas!

Todo a su alrededor se estaba volviendo terrorífico, como pasajes que hubiera olvidado de su tiempo inconsciente. Veía tan cerca de sí, a tan poca distancia esos árboles, las siluetas largas y quebradas que se mecían en frío silencio, las mismas de aquella vez en el barranco, cuando despertara entre dolor y sufrimiento, pero ahora no había languidez, ahora no se sentía desfallecer de agotamiento, sino que sentía cada fibra de su ser rogando porque se detuviera, cada parte de sus sistema exigiendo descanso, en el punto en donde llegara al límite de sus energías. La gente seguía ahí, esas voces continuaban acercándose ¿Acaso ese iba a ser su destino, no poder encontrar nunca la tranquilidad?

—Oye niño, deja de correr, ven acá.

Las voces resultaban inútiles. Víctor no quería detenerse, sabía que seguía en peligro, que en cualquier momento alguien, alguna persona trataría de arrebatarle a Ariel, que nuevamente dirían algo horrible, o de la nada se presentaría una nueva amenaza, pero en lo más profundo de su ser, necesitaba seguir, necesitaba continuar sintiendo los latidos de ese pequeño corazón junto al suyo, la otra parte de su alma que sin saber había empezado a compartir por fuerza del destino, pero que ahora entregaba por voluntad. No se lo llevarían, no perdería esa batalla, no tan simplemente, no sin dar antes el último aliento, no sin luchar más allá de lo que su cuerpo pudiera resistir, porque ya no importaba nada más, solo necesitaba mantenerse, solo necesitaba luchar un poco más, hasta que el motivo de su vida estuviera a salvo. Los minutos podían durar horas, el dolor y la angustia podían muy bien envolverlo como un manto pesado y asfixiante, pero el hombre continuó avanzando, logrando traspasar la puerta, cerrando tras sí. Adentro un golpe de oscuridad, un poco de silencio y quietud para decirle una vez más que estaba más allá de sus límites.

—Ariel...Ariel...

Sostuvo frente a si al bebé, que lo miraba inquieto, jadeando temeroso por la agitación vivida durante los últimos minutos. Seguía a salvo, en ese momento no podía saber ni entender nada, pero a la vez, sabía muy bien que ese pequeño ser entendía lo que estaba pasando, igual como antes se había mantenido a su lado para darle fuerzas.

—Todo va a estar bien...

Estaba temblando casi de forma compulsiva; con las manos sudorosas y la vista aún nublada en esa media oscuridad, volvió a sobresaltarse al escuchar voces en el exterior, alguien del otro lado de la puerta gritaba o hablaba a voces, alguien que quería entrar.

—No voy a dejar que te lleven...

En la oscuridad que se filtraba de rayos de sol por distintas hendiduras, el hombre dejó al pequeño recostado sobre una especie de baúl plano, y buscó casi a tientas algo que pudiera servirle como arma, algo con lo que pudiera defenderse.

Estaba perdido ¿Acaso ese iba a ser el final? ¿Por qué se había metido en un sitio cerrado, como iba a poder poner distancia, como saldría de ese sitio si seguramente la puerta estaría cercada por esas personas?

— ¡Váyanse! —gritó con toda la fuerza que le quedaba— ¡Déjenme en paz!

El mismo grito dañaba sus entrañas, era como si en ese momento todos los golpes y heridas antiguas salieran a flote, y exigieran su espacio en su cuerpo, presionando aún más, aumentando la tortura. No, no podía terminar así, no podía quedarse de brazos cruzados, aún había algo más que hacer, mientras pudiera sostenerse en pie, aún no estaría derrotado.

— ¡Segovia!

El grito imponente se escuchó de nuevo, y de alguna manera logró reconocerlo. Era la misma voz que había oído antes, la misma amenaza, solo que en ese momento precedida por esas otras voces que lo acosaban, que lo llamaban con insistencia.

— ¡No se acerquen!

Su voz casi no salía por la boca, todo parecía un balbuceo gimoteante, mezcla de dolor y miedo, ahora la fiebre estaba entrando en todas partes de su cuerpo.

En ese momento la puerta se abrió, y junto con la luz, se dejó ver una sombra, poco a poco dibujada en el umbral, un hombre grande y fuerte, muy quieto, ese hombre otra vez, mirándolo.

—Segovia. Víctor.

Ignacio Armendáriz luchaba por calmar su respiración agitada en esos momentos, por aplicar los conocimientos que tenía y volver a su centro. Había visto el revuelo en el pequeño pueblo, pero antes de poder acercarse, tuvo que actuar sin pensarlo dos veces y disparar, antes que el hombre al servicio de Fernando de la Torre lograra asesinar a Víctor. El tipo tenía una puntería profesional, y el efecto del disparo logró, apenas por unos milímetros, desviar su curso mortal y evitar un impacto, aunque la forma en que cojeaba el joven demostraba que había recibido un impacto en una pierna. Y al fin, ahí estaba, el hombre al que había buscado por motivos tan diferentes, temblando de pies a cabeza a tan solo un par de metros de él, sosteniendo débilmente una vara en las manos, ofreciéndose como escudo vital ante el niño, demostrando con eso, quizás más que con las pruebas que tenía en el automóvil, que en realidad siempre se le había acusado de manera injusta. Pero también tenía la mirada perdida, el pobre apenas podía mantenerse de pie para enfrentarlo, pero si de él dependía, esa sería la última vez.

—Víctor.

Avanzó decididamente, solo un paso, y el otro lo atacó, golpeándolo con la vara en el pecho. El oficial no se movió, solo recibió el golpe, frunciendo el ceño para evitar un quejido; era lo menos que se merecía.

—Víctor. Escúchame por favor. No quiero hacerte daño, ni a ti, ni al bebé.

Por primera vez desde que tomara ese caso, el policía sentía que todas las piezas encajaban a la perfección, o al menos casi todas.

—Víctor...perdóname.

La sincera confesión del oficial consiguió alertar a Víctor, que retrocedió otra vez junto al bebé, aunque todavía mantenía la vara en alto. En ese momento, para el oficial, saber que había sido manipulado, como muchos otros, para inculpar a un inocente carecía de importancia, lo realmente importante no era su carrera ni su placa, en la vida nunca le había importado eso, lo que necesitaba era que las verdad siempre estuviera por delante, y que los inocentes, así fueran niños indefensos o adultos, estuvieran a resguardo.

—Sé que no tengo excusa. Sé que fui el primero en condenarte y perseguirte, y por lo mismo es que quiero...no, necesito ser el primero que te pida perdón.

Víctor escuchaba, y de un modo lejano entendía, pero nada de eso tenía sentido ¿Qué clase de artimaña era esa?

—Las denuncias en tu contra, todo era...—se detuvo, no estaba diciendo lo que sentía, debía ser, en ese momento más que en ningún otro, ser honesto—, todo apuntaba en tu contra, y ese es un error del que no tengo disculpa; sé que estás asustado, y que has sufrido mucho en el último tiempo, pero estoy aquí, pidiéndote humildemente que me perdones. Baja esa vara Víctor, nadie más va a hacerte daño.

El joven volteó, mirando a Ariel y de nuevo al policía, manteniendo la débil actitud defensiva. Seguía sin comprender.

—Mírame Víctor —dijo el policía en voz baja, rogando desde el interior porque sus sentimientos se tradujeran en palabras que ese muchacho herido y asustado pudiera entender. Dejó caer el arma al suelo—, no hay más armas, el hombre que te disparó en la pierna ya no volverá a hacerlo. Se terminó Víctor.

Sus palabras sonaban tan sinceras, parecía tan cierto, pero le habían mentido, lo habían traicionado antes...

—Entiendo, o creo entender por lo que estás pasando —prosiguió el oficial avanzando un paso más—, y puedo ver que estás sufriendo, pero se terminó. Tengo la información que me entregaron tus amigos, un juez revisará éstas pruebas, y el proceso en tu contra quedará anulado; desde ahora nadie va a perseguirte, y ni yo, ni Fernando de la Torre ni nadie en el mundo va a poder quitarte a tu hijo, eres su padre, ahora lo sé con toda claridad.

Mientras hablaba se desplazó un paso al costado, para dejar que pudiera ver el exterior.

—Sé que tienes miedo, y probablemente en éste momento te resulte confuso o increíble lo que te estoy diciendo, pero es la verdad, ya no tienes que huir ni esconderte. Tienes derecho a no confiar en mí, pero si no crees en lo que te digo, créeme cuando te digo que tienes a un ejército para protegerte.

Entre las personas que miraban con angustia y atención la escena, estaban Romina y Álvaro, pero fue una niña quien se desprendió del resto y se acercó unos pasos, sonriéndole y haciendo señas.

—Oye...todo está bien...ven, mi mamá te va a sanar...ven...

La mirada sincera y la sonrisa de la niña lograron al fin traspasar el mensaje, y la vara cayó de las manos de Víctor. Por fin la energía que estaba contenida en su cuerpo emergió, y después de tantas veces que se había obligado a ser fuerte y continuar avanzando, Víctor se quebró en llanto, un llanto desgarrador que conmovió a todos. Ignacio Armendáriz, desprovisto de armas, emocionado hasta las lágrimas por la demostración de valor del muchacho, lo contuvo en sus brazos, entregándole un abrazo para servirle de apoyo y de consuelo. El joven lloraba constantemente, por todo lo que no pudiera llorar antes, por la tan esquiva sensación de libertad que al fin, y en el momento más crítico, llegaba a su ser con fuerza devastadora, llevándose las últimas fuerzas a las que había requerido. Por primera vez en mucho tiempo no importó ser débil, y por primera vez, desde su interior supo que podía confiar en alguien, que el abrazo de ese policía, de ese hombre, no era una amenaza, sino un bastón en el que reposar su cuerpo cansado y dolorido. El policía cargó al pequeño en un brazo, llevándose casi en andas con el otro al muchacho, extenuado hasta el límite.

Dicen que la gente lloró.

Dicen que llegó prensa de todas partes, y que la noticia de la aparición y la reveladora verdad recorrió todo el país, con cada vez más gente aplaudiendo que la verdad se impusiera por sobre las mentiras.

Fernando de la Torre fue juzgado por diversos delitos, al igual que su asistente luego de salir de urgencias, y varios de sus aliados, en medio de juicios que siguieron captando la atención de mucha gente, que veía en el castigo de esas personas un modo de retribuir la injusticia que estuviese a un paso de cometerse.

—El oficial Armendáriz escoltó personalmente a Víctor y al pequeño Ariel Segovia hacia un centro de urgencias, y junto con Romina y Álvaro se mantuvieron a su lado en las siguientes horas en que fue necesario realizar los primeros tratamientos y curas. Poco después los cargos presentados en contra de Víctor, los periodistas y Tomás por encubrimiento fueron retirados, y el caso se cerró con una de las audiencias más grandes de la década. El pequeño Ariel Segovia estaba a seguro junto a su padre.
Aunque era necesario realizar una serie de tratamientos más profundos para enfrentar las heridas que había sufrido, el propio Víctor pidió permanecer la primera noche junto a su hijo, en paz, y aunque no tenía un lugar donde quedarse, le fue cedida una habitación de hotel custodiada por policías para que pudiera reposar en paz. Los días siguientes la prensa se mantuvo muy atenta de todo lo que sucediera, y el favor de la población se mostraba en innumerables formas de apoyo, en las redes sociales, a través de llamados telefónicos a los noticieros, celebrando que la verdad de un padre y su hijo fuera dada a conocer; Víctor fue recuperando la salud con el paso de las semanas, y aunque no pudo recuperar la vista del ojo izquierdo que resultara herido, se contentó de sobra con tener vista para contemplar la inquisitiva mirada de su pequeño hijo.
Con el pasar de las semanas el ardor noticioso fue decreciendo, y las cosas volvieron a quedarse en un sitio más tranquilo; sobraban muestras de apoyo, ofrecimientos de trabajo y hospedaje, pero con la salud en franca recuperación y la tranquilidad de saberse a salvo con su hijo a su lado, el hombre escogió con calma. Fue a vivir a una casa en un sector muy tranquilo, de vuelta en la ciudad, y encontró un trabajo que le permitía hacerse cargo del niño sin ningún tipo de complicaciones. Arturo, Gladys, Tomás, Ignacio, Romina, Álvaro y hasta Eva lo visitaron para felicitarlo, y con el paso del tiempo estableció fuertes lazos de amistad con ellos, pudiendo decir con confianza que se habían convertido en una familia inesperada pero muy apropiada para sentirse a gusto y acogido.

Víctor apagó la luz de la habitación. Era tarde, Ariel estaba quedándose dormido, pero el relato que estaba contándole tenía toda su atención. A su edad aún no podía comprender en toda su magnitud que la historia que se le estaba contando, era la suya propia, pero de cualquier manera miraba a su padre, desde la cama y bajo las cobijas, con la misma imperturbable atención que desde el primer día había demostrado por él.

—Magdalena no estuvo ausente de toda esa parte de la historia. Su ángel había protegido al pequeño cada día, manteniendo a raya el peligro, evitando que algo grave le pasara, y cuando por fin las cosas volvieron a su cauce, su presencia se mantuvo viva entre Víctor y su hijo. Ambos vivían solos en apariencia, pero con la permanente compañía de la madre de Ariel, que con su amor los mantendría unidos por siempre.
¿Y sabes qué? pasaron algunas cosas más después, pero lo importante es que aprendas desde ya cual es la enseñanza que todo esto deja. Lo importante aquí, hijo, no es el valor de enfrentar las adversidades ni cuántas veces la vida puede ponernos contra la pared. Siempre puede haber algo más allá de lo que crees ver, y a veces, cuando no sabes muy bien qué creer debes escuchar a tu corazón y ser honesto con lo que sientes y luchar por eso. La verdadera enseñanza de ésta historia es que para llegar a ser quien realmente eres hay muchos caminos, y como ves, aquí la forma fue que un tipo común y corriente se convirtiera en hombre, al ser padre. Buenas noches hijo, que duermas bien.



Fin



Agradecimientos del autor.


Quiero agradecer a todas y todos quienes han seguido esta novela a lo largo de todas sus emisiones. Ha sido un camino largo, difícil y en ocasiones complejo, pero a través de sus comentarios y lecturas, han hecho que valga la pena; espero haber podido hacerlos entrar en este mundo, y vivir junto a mí la historia de amor fraternal que evolucionó y dio muestras de tener un buen final.
Quiero invitaros además para conocer mis otras novelas, disponibles en este mismo blog a través del clásico formato de publicación semanal, y los nuevos formatos bisemanal y doble semanal. También pueden llevar estas letras a todas partes gracias a la aplicación Wattpad, en el siguiente link wattpad

Una vez más, gracias a todos y todas.



Por ti, eternamente Capítulo 27: Buen corazón



— ¿Qué es eso?

Los dedos de Romina comenzaron a temblar mientras aún mantenía entre ellos el pequeño objeto que extrajera antes de la etiqueta bordada artesanalmente.

—Esto es una tarjeta de memoria —murmuró incrédula—. Víctor, ¿Sabías de esto?
—Nada en absoluto —replicó Víctor sin entender—, no puedo creer que haya estado todo éste tiempo ahí.
— ¿Te das cuenta que ésta tarjeta puede haber estado en poder de Magdalena y que por eso puede tener información importante? ¿Ella no te dijo nada de eso?

Pero Álvaro intervino para evitar que dijera otra tontería.

—Basta Romina, ¿no ves que se le nota en la cara que no lo sabe? Pero esa tarjeta de memoria es muy antigua, tenemos que leer la información.
— ¿Cómo, con qué?

Él se metió en el maletero del auto y rebuscó hasta encontrar algo, y volvió con ello donde Víctor y Romina.

—Podemos verlo con esto —enseñó una cámara de fotos—, dámela, a ver si sirve.

Víctor se sentía mareado, pero la posibilidad que se presentaba ante sus ojos y la atención de los periodistas tenía el primer lugar en ese momento. Unos instantes después Álvaro abría los ojos por la sorpresa.

—Oh por Dios, oh por Dios...
—Déjame ver —se acercó ella—, oh por Dios, Víctor, éstos son informes contables, son de la familia De la Torre.

Aunque claramente no entendía lo que estaba viendo, era claro que tenía que ver con esa familia; en la pequeña pantalla de la cámara se podían ver varios nombres y cifras.

—Cielos, aquí hay mucha información, aunque solo puedo ver algunas cosas, hay otro contenido que no puedo ver desde aquí sin un adaptador... Víctor, es genial, hay muchos datos, esto incluye fotos de informes contables, datos de cuentas falsas...es increíble.

Los dos estaban casi eufóricos por lo que estaban descubriendo, pero en cambio, Víctor fue a sentarse al asiento trasero del auto, mirándolos sin expresión en el rostro.

— ¿Qué pasa Víctor? —le preguntó Romina acercándose—, acabamos de encontrar información muy valiosa, con esto podrías terminar con todas las mentiras.

Pero él no estaba pensando en eso; con Ariel en sus brazos, aún en medio de todo lo que estaba pasando, resultaba difícil pensar en lo que Magdalena había tenido que sufrir sola.

—Debe haber estado muy enferma como para poder decirme...simplemente no podía pensar en eso, el tiempo solo le alcanzó para encargarme a Ariel.
—Es verdad, pero piensa que ahora puedes hacerle honor a lo que ella te dijo. Tenemos que ir a la policía.
—No.

Los dos se quedaron mirándolo sin entender. Qué extraño le resultaba a Víctor sentir la claridad necesaria justo en ese momento.

—No voy a ir a la policía ¿No se han preguntado que tal vez, después de todo lo que ha pasado, la familia De la Torre no está detrás de Ariel, sino detrás de esa información?

Romina tragó saliva; su lado periodístico ya le había dicho eso.

—Puede ser.
—Eso me devuelve a lo que pasó al principio; no sé si hay alguien que tenga esa gente en la policía, y no sé lo que podría pasar, o pasarme, mientras tanto. Pero si sé lo que hay que hacer.

Se acercó a Romina y tomó de las manos de Álvaro la cámara, que volvió a depositar en las manos de ella.

—Entréguenle esto a Armendáriz.

Solo mencionar su nombre puso de sobresalto a los otros dos; Víctor no sabía si era el efecto de saberse apoyado por ellos y por Tomás y Arturo a la distancia, haber expresado sus sentimientos  ante la cámara o esa sensación de vacío en la cabeza, pero algo le decía que estaba haciendo las cosas de la manera correcta.

— ¿Que estás diciendo?
—Lo que escuchaste. Armendáriz estuvo a un paso de atraparme, no puedo creer que tenga malas intenciones, pero si todos creen que soy un delincuente, también podría estar equivocado él. Estuve recordando cuando tuvimos el enfrentamiento, nunca quiso dañar a Ariel. Ambos estábamos luchando por el mismo motivo.
—Pero es que...
—Por favor, háganlo por mí, si quieren ayudarme —dijo con determinación—. Entréguenle esa información, si lo que pienso de él ahora es verdad, Armendáriz sabrá que hacer, y si no, al menos tendré tiempo para ocultarme.

Romina y Álvaro se miraron unos momentos; había llegado el momento en que tenían que decidir.

—Es una movida muy arriesgada.
—Puede ser, pero siento que eso es lo que debo hacer.
—Está bien —dijo ella resueltamente—, lo haremos. Escucha, te llevaremos hasta la siguiente zona, y luego hablaremos con Armendáriz.

Álvaro sentía que su alegría por encontrar las pruebas se estaba diluyendo, pero no iba a quejarse en ese momento, él también había tomado una decisión.

—Toma mi celular, déjalo apagado si quieres, lo usaremos para comunicarnos —sonrió para darse ánimos—, también toma éste dinero, no es mucho pero te ayudará a salir de aquí lo más rápido posible, solo date prisa, nosotros haremos esto, le diremos todo a ese policía y te llamaremos.
—Está bien pero...

Víctor iba a decir algo más, pero a la distancia algo llamó su atención; en la claridad del día no se interpretaba bien.

— ¿Qué es eso?

Los periodistas voltearon en la dirección que indicaba el joven; a lo lejos, un automóvil se había detenido, y de él descendía una persona con algo en las manos, algo que ambos interpretaron de inmediato, como una cámara fotográfica profesional.

—Diablos, es Benjamín Andrade, el de Zona periodística.
—Debe haber estado siguiéndonos —dijo ella en voz baja—, ese tipo es un desgraciado, es un simple mercenario.
—Si está siguiéndonos, seguro debe estar detrás de una recompensa: De la Torre.

Aparentemente el hombre a la distancia notó que no habían descubierto, de modo que volvió a entrar en el auto. Álvaro supo lo que tenía que hacer.

—Va a avisarle a la policía, deben estar muy cerca, y puedo jurar que está llamando a De la Torre o a alguien de esa familia.
—Váyanse —sentenció Víctor tratando de sonar convincente—, si la policía los intercepta sabrán que estuvieron conmigo, si me acompañan, nos atraparán y no podrán acercarse a Armendáriz.
— ¿Estás seguro de lo que estás diciendo?
—Sí, estoy seguro, tienen que hacerlo.

Los periodistas subieron al auto, dejando otra vez a Víctor solo en medio de la nada, pero Álvaro se veía mucho menos angustiado que ella.

—Esto es una maldición —protestó ella—, no puedo creerlo, otra vez tenemos que abandonarlo, y ahora para peor ese maldito de Andrade tenía que estar cerca.

Solo en ese momento notó que iban a gran velocidad, regresando a la vía por donde estaba alejándose el hombre que los descubriera momentos antes.

— ¿Que estás haciendo?

El marcador indicaba más de noventa, estaban casi a tope.

—Álvaro...
—Mira, si ya llegamos hasta aquí, no voy a permitir que un mercenario de mala muerte nos arruine. Así que mejor sujétate.

Siguieron a toda velocidad durante algunos minutos, con él conduciendo de forma implacable, la vista fija en la pista, presionando con fuerza el pedal del acelerador. Romina le hizo caso y se sujetó con fuerza al asiento, esperando que ocurriera algo pero al mismo tiempo con miedo a que eso pasara. El tiempo pareció avanzar muy rápido entonces, hasta que el automóvil alcanzó al de Andrade, y sin dudarlo, Álvaro arremetió contra el morro del otro vehículo, embistiendo a toda velocidad. El sonido de metales y neumáticos frenando a toda velocidad se mezcló, pero el  choque duró tan solo unos segundos, dejando a ambos automóviles detenidos en medio de una nube de polvo.

— ¡Estás loco!

Pero él había saltado del auto, y se abalanzó contra el otro vehículo. Sin pensarlo dos veces, consiguió abrir la puerta del conductor y, después de un breve forcejeo, regresó corriendo a retomar el lugar del conductor y reinició la marcha.

— ¡Si querías sorprenderme lo lograste! —exclamó ella aún con el corazón en la mano—, dime qué fue todo eso.

Él sonrió y le mostró unas llaves.

—Ah...
—No podemos evitar que le avise a De la Torre, pero al menos no llegará antes que nosotros donde la policía.


3


Nuevamente Víctor se había quedado solo con Ariel en sus brazos; estaba muy cansado, y aún sentía la cabeza dando vueltas, pero no podía quedarse quieto, tenía que aprovechar el tiempo que le ayudaran a ganar Romina y Álvaro y alejarse de ese sitio. Si en un principio hubiera encontrado esa tarjeta, si tan solo se le hubiera pasado por la mente que Magdalena había escondido esa información entre las cosas de Ariel, tal vez todo habría sido diferente, pero en esos momentos lo único que importaba era ponerse a salvo lo más pronto posible.

—Tenemos muchos amigos bebé —dijo jadeante mientras caminaba— ¿lo ves? todo va a estar bien porque ahora tenemos amigos ¿lo ves? tenemos amigos que van a  ayudarnos...

Se quedó sin palabras unos momentos; tenía que alejarse de ese sitio, y por lo que podía ver, estaba acercándose a una zona poblada, pero ya no estaba exactamente cerca de la línea del tren ¿Que podía hacer? pasar por la zona poblada, usar el dinero que le habían pasado y desaparecer. Tendría que pasar la noche oculto en algún hostal, antes le había resultado, y en una zona bastante campestre como esa la gente por lo general estaba mucho menos informada, usaría eso en su favor. Pero la cabeza seguía dándole vueltas.

— ¿Sabes una cosa Ariel? —dijo para continuar pensando—, creo que es hora de contarte un cuento.

Necesitaba seguir hablando, necesitaba sentirse despierto y en movimiento, hacerlo era la única forma de no distraerse en un momento en que se sentía más frágil que nunca. Había hablado, había dicho lo que sentía, y si estaba en lo cierto, ese policía al que le había temido en el pasado podría convertirse en su aliado.

Pero nuevamente algo lo sorprendió. Un sonido sordo, un golpe en la pierna derecha, fulminante, dolor instantáneo.

Víctor cayó bruscamente de rodillas, con la pierna derecha sangrando producto de un disparo.


3


Álvaro y Romina continuaban su travesía por el camino, luego de haber dejado atrás un automóvil chocado y a un colega de trabajo enfadado. Con el tiempo en contra, Álvaro conducía a toda la velocidad de la que era capaz, pero un vehículo avanzando en sentido contrario le llamó la atención.

—Ese auto que viene es de la policía...
—No puede ser...

Al ver de quien se trataba, Álvaro supo lo que tenía que hacer.

—Esto es una bendición Romina, éste gorilote por fin nos va a ayudar en algo.

Detuvo el auto en medio del camino, obligando al otro vehículo a detenerse. Armendáriz descendió uy rápido, creyendo en un principio que se trataba de algún accidente, por causa del morro aplastado del auto que se había detenido de manera tan abrupta, pero al ver bajar a los periodistas, todo tuvo sentido en su mente. La noticia de Segovia saliendo en televisión solo unos minutos atrás, todas las incongruentes apariciones y desapariciones, todo reunido en la expresión de satisfacción del hombre que caminaba hacia él como si estuviera en un día de campo. Y en un momento el oficial se abalanzó sobre Álvaro.

— ¡Tú!

Junto con el grito, tomó a Álvaro por los hombros, con tanta fuerza que lo levantó en andas, descontrolado por la verdad que se estaba dibujando en su mente. Álvaro no se inmutó.

— ¡Ustedes son los responsables de todo esto!
—Escúchame Armendáriz.
—Colaboraron con Segovia —prosiguió, imparable, gritando fuera de sí—, le mintieron a las autoridades, encubrieron a un delincuente, un prófugo de la justicia.
— ¡Tienes que escucharnos!

Pero en ese momento el que estaba sacudiéndolo no era el policía, era el hombre que estaba totalmente fuera de control, desesperado por sentir que todo lo que había pasado no era más que una maquinación de personas con objetivos que quedaban fuera de su entendimiento. Romina se acercó corriendo a tratar de detener el enfrentamiento.

— ¡Suéltalo Armendáriz!

Pero el otro no la escuchaba.

— ¡Esto no puede continuar! —rugió con toda la potencia de su voz—, ustedes no saben, ustedes no dimensionan lo que han estado haciendo, pero no lo voy a permitir, tienen que decirme donde está Segovia ¡Donde está!
— ¡Suéltalo, vas a lastimarlo!

Romina logró elevar su voz por sobre la de él, y aunque a todas luces no tenía la fuerza para separarlos, sí pudo forcejear con la suficiente determinación como para que el hombre reaccionara, al menos en parte, y soltara a Álvaro.

—Tienes que escucharnos ahora, es muy importante.
—Esto no va a continuar —repitió mirándolos con ojos desorbitados—, no permitiré que ocurra otra desgracia más.
— ¡Entonces tienes que escucharme maldita sea! —gritó ella a su vez—, tenemos pruebas de la inocencia de Víctor, pruebas en contra de Fernando de la Torre.
—Víctor nos pidió que habláramos contigo —intervino el otro hombre firmemente a pesar de la agitación—, encontramos unas pruebas, es información comprometedora en contra de esa familia, por eso es que durante todo éste tiempo han estado tan interesados en recuperar al niño. Escucha, Víctor nos dijo que tú sabrías que hacer.

Lo que le dijeron no tenía el más mínimo sentido de acuerdo a las cosas que habían pasado antes, y eso hizo el efecto suficiente como para que el policía retrocediera un paso; su lado lógico, el lado que no había funcionado los últimos segundos, le decía que si existía cualquier tipo de prueba que alterara el curso de una investigación, era obligatorio investigar de inmediato.

—Lo que  estás diciendo es muy grave —dijo lentamente—, no tienes idea lo que...
—Míralo por ti mismo —lo interrumpió Romina enseñándole la pantalla de la antigua cámara de fotos—, Víctor encontró ésta tarjeta de memoria por accidente entre las cosas del pequeño, es probable que la madre la haya ocultado para tener algo con qué defenderse de Fernando de la Torre, pero ya sabemos lo que sucedió después.
—Oh por Dios...
—Esto es lo que encontramos, es por eso que teníamos que encontrarte —intervino él—, no sabemos por qué, pero Víctor cree que tú puedes ayudarlo, que eres el único que puede hacer que las cosas se aclaren, pero tiene miedo de que traten de hacerle daño como antes. Por favor, tienes que entender lo que te estamos diciendo.

Ignacio se quedó la cámara en sus manos, mirando tontamente por unos segundos las imágenes, las fotos de los balances y las referencias de cuentas de la familia De la Torre y sus empresas. Pero no había tiempo para entender nada más.

— ¿Dónde está Segovia?
—Escucha...
—No —los interrumpió secamente, la vista un poco desenfocada—, no entienden, el asistente personal de Fernando de la Torre estuvo rastreando junto con mi gente al principio de todo esto —mientras hablaba iba uniendo las piezas que hasta ese momento habían estado desperdigadas por todas partes—, luego dejó de hacerlo, pero el tipo sabe muy bien cómo rastrear y moverse en distintos terrenos. Que ahora mismo no esté trabajando con nosotros significa que puede estar en cualquier parte, especialmente siguiendo los pasos de mi gente o los míos.


Álvaro se quedó un momento sin palabras, pero la energía que se había apoderado de Ignacio antes, ahora estaba transmutada en nerviosismo, porque conforme tenía más clara la información en su mente sentía que el panorama era más horrible que antes.

—Armendáriz...
—Cometí un terrible error —sentenció de forma implacable— y aunque esto —enseñó la cámara— solo apareció ahora, ese error podría haber sido fatal, esos hombres que trabajaban para Fernando de la Torre, el hombre que supuestamente fue asesinado por Segovia hace dieciocho días puede haber sido asesinado por alguien más. Tienen que decirme donde está, y tienen que decirme ahora.

Los periodistas se miraron fijo durante un instante, y fue ella quien tomó la decisión.

—Lo dejamos un poco atrás, podemos llevarte con él. Pero prométenos que vas a ayudarlo.
—Tengo que encontrarlo antes que ocurra una desgracia mayor, les prometo que voy a hacer todo lo posible.



Próximo capítulo: Cuento para dormir

Por ti, eternamente Capítulo 26: A través de las cámaras



Víctor se sentía muy nervioso mientras Álvaro montaba el trípode para ubicar la cámara junto al auto en donde se habían desplazado hasta ese momento; estar hablando por televisión le parecía bastante absurdo en realidad, pero atreverse a decir de manera pública todo aquello a lo que había estado expuesto durante ese tiempo resultaba muy fuerte, exigía que sacara a flote los sentimientos que había estado reprimiendo para poder darse fuerzas. En tanto Romina estaba conectando una serie de cables.

—Escucha, ya mandé avisos a los contactos que nos quedan en los medios de comunicación, avisando que saldrás al aire, pero igual hay que esperar más. Creo que sería bueno que practicaras un poco lo que vas a decir.

Víctor se lo pensó un momento.

—No. No es necesario, sé lo que tengo que decir.

No era ninguna clase de momento mágico, no estaba teniendo una iluminación o algo por el estilo, pero si lo pensaba detenidamente, tener a Ariel en sus brazos lo hacía sentir bien, en su compañía tenía seguridad, y solo esperaba que el pequeño también sintiera lo mismo.

—Ya está —dijo Álvaro—, solo tengo que conectar la cámara aquí ¿Tienes listo el cableado?
—Todo listo —repuso ella alcanzándole un conector—, ahora el router está operativo, y mira, tenemos buena conexión aquí, estamos cerca de la siguiente zona poblada y eso nos sirve de mucho.

El nerviosismo iba en aumento, y en ese momento los dos periodistas se miraron fijamente; después de eso no había vuelta atrás.

—Estamos conectados.
—Cielos, nunca creí que el canal on—line que hice cuando estábamos en la universidad iba a ser tan importante justo ahora. Estamos conectados y hay cero visitantes.

Se hizo un incómodo silencio; para que la transmisión tuviera utilidad, tenían que transmitir en directo, era imperativo que los medios de comunicación estuvieran atentos a lo que pasara, era el único medio para lograr el impacto que planearan antes.

—Espera, mándale un mensaje directo al tipo del foro de apoyo.

Arturo.

— ¿Es del que me hablaron antes?
—Si, como te dije suponemos que es amigo tuyo.

Tenía que ser Arturo, no podía ser otro.

—Hecho. Cielos, éste tipo sí que está comprometido, dice que todos los días le mandan mensajes falsos.
—Dile que el bebé estaba escondido en el baño mientras el grandote sacaba las cosas.
— ¿Qué?
—Hazlo.

Álvaro tipeó rápidamente en el teclado portátil que tenía conectado a la serie de cables. La respuesta no se hizo esperar.

—Oh por Dios, parece que te conoce, dice que quiere hablar contigo.

Era Arturo. Pero no podía hablar con él.

—Dile que necesito su ayuda, que me ayude a salir en televisión, que ponga el canal tuyo en su foro.
—Hecho. Cielos, trabaja rápido, dice que ya lo hizo...espera…el canal ya tiene una visita, cinco, siete, vamos en aumento.

Pero esa vez Romina no estaba tan entusiasmada.

—Eso no es suficiente. Necesitamos mucho más, pero no tenemos tiempo.
—Las visitas siguen en aumento.

La mujer marcó en su celular un número que nunca creyó tener que volver a marcar.

—Benjamín...sí, soy yo...espera, espera, no cortes...lo sé, pero escúchame, solo ésta vez...

Álvaro no dijo nada, pero sabía que estaba llamando a un tipo con el que había tenido un amorío tiempo atrás, y con el que habían terminado en pésimos términos gracias a ella. Estaba dando su máximo para ayudarlos.

—Escucha...Víctor Segovia, se trata de él... Sí, es en serio, estoy junto a él ahora mismo. Estoy conectada a un canal en línea, va a salir en un momento más...sé que no tienes muchos motivos para creerme, pero no quiero crédito, todo será tuyo, solo toma la señal y muéstrala, es importante y lo sabes.

Se hizo un nuevo silencio. Finalmente ella se tranquilizó.

—Estupendo. Te daré los datos ahora mismo.

Mientras ella lo hacía, Álvaro guió a Víctor al capó del automóvil.

—Creo que es mejor que salgas con el bebé, la verdad.
—Sí, tienes razón.
—Escucha, es importante que sepas muy bien lo que vas a decir, porque no sé cuánto tiempo vamos a estar al aire; puede ser que nos intercepte la policía, o que colapse por muchas visitas.
—Está bien.
—De todas maneras grabaré para tener un respaldo, pero ahora mismo lo importante es que digas lo que tienes que decir. Confío en ti.
—Gracias.

Romina colgó y se enfrascó con Álvaro en una discusión técnica de números de visitas y canales de televisión, mientras Víctor seguía de pie junto al capó del automóvil con Ariel en sus brazos; estaba tan cansado, sentía que había caminado horas, y el cuerpo le rogaba por descanso ¿habría podido escapar de Armendáriz si no fuera por ellos? En esa ocasión tenía, al fin, la oportunidad de decirle al mundo la verdad, y eso más que animarlo, lo presionaba más. Pero no podía detenerse. La voz de Romina lo devolvió a la realidad.

—Oh por Dios...
— ¿Qué pasa?
—Funcionó, hay un canal que está colgado de nuestra señal, tu cara está en pantalla. Estás ante miles de personas.

Y solo estaba mirando una cámara con un punto rojo palpitando a un costado. Sintió que el estómago se le comprimía.

2

Eva estaba sentada en la sala de la pensión, silenciosa y sola mientras un programa en televisión pasaba sin importancia alguna. Pero el programa fue interrumpido por un extra de noticias, buena idea tener más noticias malas.

—Interrumpimos nuestras transmisiones para informarles de un hecho que se está dando en éste preciso momento en algún lugar del país. El hombre conocido como Víctor Segovia está transmitiendo una señal en línea a través de internet, y al parecer, después de todos estos días desaparecido junto con el menor que sustrajo de brazos de su madre, va a hacer algún tipo de declaración.

—Víctor...

Sintió que su corazón daba un vuelco; desde aquella fatídica mañana en que había tenido que delatarlo, no solo había tenido que exponerse a interrogatorios que no le traían buenos recuerdos, sino que además se sintió progresivamente más  culpable por lo que hiciera, pero verlo de nuevo, en un recuadro a un costado de la pantalla, era un gran alivio.

—Recordemos que el sujeto fue...

El hombre siguió hablando, mientras el rostro de Víctor, mucho más delgado, miraba la pantalla con evidente nerviosismo; ¿qué habría pasado durante estos días?

3

El celular de Armendáriz anunciaba una llamada y tres tipos distintos de mensajes en entrada mientras el oficial conducía a toda velocidad rumbo a la estación del tren más cercana a la casa donde dejara al encubridor de Segovia; estaba seguro de que estaba escapando por ahí, y para bien o mal era otra vez el único lo suficientemente cerca como para hacer algo, los equipos que solicitó aún tardarían en llegar a la zona.

— ¿Qué sucede?
—Está en televisión.

Tuvo que frenar para no estamparse contra algo.

— ¿Qué estás diciendo?
—Está en televisión, lo están dando en directo. En poco rato va a ser cadena nacional.

De entre las muchas cosas extrañas e inexplicables que habían sucedido en todo ese tiempo, esa quizás era la que menos esperaba, pero una de las que le parecía más lógica de parte de Segovia; respiró profundo.

—Llama a los analistas, tienen que descubrir dónde diablos están transmitiendo, debe ser cerca de donde les dije, ha pasado muy poco como para que se aleje más. Me avisan cualquier cosa.

Cortó y volvió a poner las manos en el volante; el tiempo apremiaba más que nunca.

4

Álvaro le hizo un gesto a Víctor. Era el momento de hablar, ahí en medio de la nada, junto a dos periodistas que por alguna luz del destino trataban de ayudarlo, y enfrente a una cámara que tenía que hacer que el mensaje llegara a quien fuera necesario.

—Mi nombre es Víctor.

Sus primeras palabras fueron débiles. Sabía que lo que se veía de él concordaba más con la imagen que seguramente tenía de él la gente, un tipo con heridas y demacrado. Suspiró y continuó.

—Hace un tiempo —dijo con más fuerza—, una mujer quedó embarazada de mí, pero por cosas de la vida nunca me lo dijo; Magdalena tenía un grave cáncer, pero ella se alejó de su familia porque ellos, la familia De la Torre, tienen negocios sucios, pertenecen a la delincuencia a diferencia de ella, y Magdalena no quería que su hijo viviera en ese mundo; por desgracia el cáncer estaba acabando con ella, así que me contactó y me pidió que me hiciera cargo del pequeño. Y yo no sabía si iba a poder, no sabía cuánto amor o dedicación iba a necesitar para cuidar de un bebé indefenso, pero me comprometí a cumplir con la promesa que había hecho.

Recordar a Magdalena de esa forma hizo que la imagen y la voz de ella aparecieran vívidamente en su mente, pero hizo un esfuerzo y se controló, aún no terminaba.

—Sé que cometí errores, sé que no hice las cosas como debería haberlas hecho, pero de un momento a otro tenía un niño en mis brazos, Magdalena estaba muerta por el cáncer y la gente de Fernando de la Torre me amenazaba, no podía hacer nada ante eso. Cuando quise recurrir a la policía era demasiado tarde, todos estaban siguiéndome y habían tantas mentiras...tal vez nadie crea en lo que estoy diciendo o quieran verme en la cárcel, pero cuando un bebé depende de ti, tú solo...

Romina estaba al borde de las lágrimas, nunca había creído que hacer algo sólo por ayudar a alguien más podía hacerle tan bien a sí misma.

—Yo no sabía que podía sentir tanto amor, pero tener a mi hijo en mis brazos hace que sepa cuanto de lo que no sé, soy capaz de hacer, y si en éste tiempo me han quedado heridas o marcas por protegerlo, me basta con sentir su respiración para que todo valga la pena.
No sé cómo es que todo el mundo piensa que soy un criminal, o tal vez haya dinero o poder de por medio; quizás sea necesario que yo esté presente para empezar a aclarar todo esto, pero hay gente muy peligrosa siguiéndome, y mientras Ariel esté en peligro, no voy a volver. Prometí que mi hijo iba a estar a salvo del peligro y de su familia señor De la Torre, y voy a seguir luchando para cumplir esa promesa; no importan las mentiras o su dinero, mientras haya peligro voy a seguir luchando, no me importa si estoy herido, aunque esté solo, aunque todos estén en mi contra, voy a seguir peleando para proteger a mi hijo, porque Ariel es mi hijo, nunca me voy a rendir.

Sin notarlo había pasado del control y el nerviosismo a la emoción; sentía la boca seca y la cabeza le daba vueltas, pero había dicho todo lo que sentía que tenía que decir. En ese momento Álvaro apagó la cámara.

— ¿Qué pasa, funcionó?
—Por supuesto que funcionó hombre, saliste en directo. Las redes sociales y los teléfonos del canal deben estar explotando de llamadas.
—Hablaste desde el corazón —intervino Romina—, hiciste lo correcto, pero tenemos que irnos de aquí ahora mismo.
— ¿Por qué?
—Porque pueden rastrear la transmisión, y acabas de decir que todavía no vas a volver. Te sacaremos del camino.

Víctor respiró profundamente, tratando de volver a su ser.

—Les agradezco mucho lo que están haciendo por mí.
—No des tantas gracias, mejor vamos.

Los dos siguieron desconectando cables, mientras Víctor se movía cerca del auto. Recordó la etiqueta y trató de ponerse de cuclillas.

— ¿Qué ocurre?
—Olvidé la etiqueta —replicó mirando al interior el auto—, se me cayó cuando nos estacionamos.

Ella se acercó y medio doblada entró en el vehículo, quitándolo de en medio.

—Tienes razón, estaba a punto de tomarla, dame un segundo y la saco.

Unos momentos después Romina se incorporó con la etiqueta de género entre las manos; el trozo de tela bordada estaba rasgado por un costado, pero aunque era evidente, la mujer se quedó mirándolo fijamente.

—Lo siento, la rompí —dijo distraídamente—. Víctor ¿Qué es esto?
—Estaba entre la ropa de Ariel, ¿está muy estropeada?
—No es eso Víctor... Ésta etiqueta tiene algo dentro.

Los dos hombres se quedaron en silencio mientras ella extraía algo de entre la tela. Cuando terminó, tenía un pequeño objeto gris entre los dedos.



Próximo capítulo: Buen corazón


Por ti, eternamente Capítulo 25: Rumbo a la verdad



El tiempo que había estado inconsciente comenzaba a hacerse evidente en distintos niveles cuando Víctor retomó su huida. Mientras caminaba por el bosque, tratando de no perder de vista los arboles marcados por Tomás, mantenía en sus brazos a Ariel, que lo miraba muy fijamente igual que antes, algo que a diferencia de su cuerpo, no había cambiado. Era evidente que estaba más delgado si eso era posible, y se le hacía difícil avanzar entre la maleza, básicamente porque tenía los miembros adoloridos por la quietud, además de las heridas de las que le hablara Tomás.

—Vamos bebé, vamos a viajar en tren.

Tener a Ariel en sus brazos le daba una nueva tranquilidad, resultaba reconfortante saber que se encontraba bien, y que también podía aún cumplir con lo que había prometido. Por otro lado sentía mucha preocupación por Tomás, pero la decisión de él y la forma de instarlo a continuar, junto con la fe que le demostró, lo alentaron a seguir adelante, además que no podía perder todo ese esfuerzo.
Después de varios minutos de caminar luchando por no perder el camino, vio que los árboles comenzaban a espaciarse, dejando algo más de espacio para la maleza, lo que indicaba que estaba acercándose a la línea del tren, aunque al no escuchar nada pensó que todavía le faltaba para llegar.
Pero un movimiento a corta distancia lo hizo detenerse.

— ¿Que...?

Murmuró una inquietud en voz baja, pero antes que pudiera identificar bien de que se trataba, a su derecha aparecieron dos personas.

— ¡Víctor!

Los reconoció de inmediato, eran los periodistas que lo habían acompañado antes del choque. Se quedó estúpidamente inmóvil al verlos, pero ella se abalanzó sobre él y lo estrechó entre sus brazos, explotando en emoción.

— ¡Estás vivo, estás vivo, lo sabía!

Álvaro sonrió con total sinceridad al ver la escena. Era un milagro.

—Esto no puedo creerlo...
—Estás vivo, los dos lo están... Álvaro, te dije que podíamos encontrarlos...

Se separó de Víctor, que aún no salía de su asombro.

—Ustedes... ¿qué hacen aquí? ¿Cómo me encontraron?
—Por accidente —intervino Álvaro—, pero todo es culpa de ella, estaba obsesionada con encontrarte.

Se miraron un momento en silencio. Era extraño verlos de nuevo, pero más extraño era verlos y no sentir desconfianza alguna ¿qué significaba?

—Pero no entiendo nada, no entiendo que hacen aquí, pensé que estaban muertos.
—Nosotros pensamos lo mismo de ustedes —dijo ella—, pero con el paso de los días entendimos que estaban bien.

Siguieron caminando.

—Víctor, nosotros estábamos equivocados, y tendríamos que haberte ayudado más, publicar tu historia, pero el accidente lo complicó todo.
— ¿Qué quieres decir con accidente?
—Lo del choque, acabas de mencionarlo, debes recordarlo.
—Por supuesto que lo recuerdo —replicó con lentitud—, pero eso no fue un accidente, fue intencional.

Se detuvieron otra vez; Álvaro tragó saliva.

— ¿Qué quieres decir?
—Estaba lejos pero no tanto, y yo lo vi. Ese auto blanco estaba ahí, estaba junto al vehículo que los chocó a ustedes ¿cómo no iban a verlo?
—Estábamos ocupados de ti. Víctor, el auto blanco...nosotros habíamos visto a esos hombres, estuvieron siguiéndonos, también amenazaron a Romina.
— ¿Pero por qué no se lo dijeron a la policía?
—Porque poco después uno de ellos apareció muerto de un disparo, según los informes eres el único sospechoso de ese crimen.

La reacción del joven fue mucho menos dramática de lo que en realidad sentía, básicamente porque no tenía energías de sobra como para eso.

— ¡Yo no hice eso! Cuando vi el choque me asusté, solo quería escapar de ellos, pero me alcanzaron y me quitaron a Ariel; luché con ellos, es verdad, pero no maté a ninguno, es absurdo. Además ni siquiera sé cómo manejar un arma.

Álvaro lo miró sonriendo; él también empezaba a creer.

—No tienes que darnos explicaciones —señaló a Romina—, hay muchas personas que creen en ti, y en cierta manera te lo debemos. Te debemos la oportunidad de decirle a todos cual es la verdad.

Víctor sintió que por segunda vez alguien estaba ayudándolo de verdad.

—No puedo creer que hayan hecho esto por mí, se los agradezco muchísimo.
—No lo agradezcas. ¿Pero dónde estuviste todo éste tiempo?
—Pasaron muchas cosas, pero no puedo quedarme, Armendáriz está cerca.

Los otros dos se espantaron de inmediato.

— ¿Qué dices?
—Es verdad, necesito alejarme.
—Debiste haberlo dicho antes, no podemos quedarnos aquí si él está cerca, escucha, tenemos el auto a poca distancia, vámonos ahora mismo.

Comenzaron a caminar más rápido hacia el lugar en donde estaba estacionado el automóvil, mientras seguían hablando de lo que había ocurrido hasta entonces.

—Escuchen, no quiero que se arriesguen, hay gente muy peligrosa metida en esto.
—Créeme que lo sabemos mejor que tú Víctor —replicó Romina—, después de todo lo que ha pasado es probable que estés menos informado que nosotros, pero afuera todo es un hervidero, la noticia es obligada en todos los medios de comunicación, e incluso la familia De la Torre tiene un equipo de abogados preparados para lo que sea. Pero no te preocupes, vamos a hacer algo para enfrentarlos: vas a salir en televisión.

Subieron al auto, aunque Víctor, si bien estaba superando la sorpresa inicial de encontrarse con ellos, aún no asimilaba que quisieran ayudarlo, y mucho menos una idea como esa.

— ¿Estás hablando en serio?
—Por supuesto que sí, si queremos que ésta locura funcione, lo único que podemos hacer es dar un golpe —respondió Álvaro reiniciando lentamente la marcha—, y tiene que ser grande. La vez anterior todo salió mal, terminamos hospitalizados, nos quitaron toda la información que teníamos sobre ti, y quedamos imposibilitados de utilizarla porque somos parte del proceso, así que ahora lo haremos bien. Tenemos una cámara profesional y conexión a internet, así que solo necesitamos que estés dispuesto a hablarle al país de lo que está sucediendo en realidad.

Víctor se acomodaba con el niño en sus brazos; su cuerpo gritaba por descanso y estar sentado le hacía bien.

—Por supuesto que estoy dispuesto. No sé qué decir, nunca creí que ustedes aparecieran a ayudarme.
—Tuvimos mucha suerte en realidad ¿Adónde ibas?
—A la estación de tren, necesito poner algo de distancia, pero la presencia de Armendáriz me preocupa.
—Ese policía es una molestia interminable, dicen que desde que desaparecieron se va a meter a la zona todos los días, y que esté en las cercanías significa que es verdad, tenemos que alejarnos ahora mismo.

Víctor no habló durante unos momentos, pensando en lo que pudiera estar pasando en la casa de Tomás.

2

Tomás estaba tranquilamente sentado en la sala de su cada mientras Armendáriz marcaba un numero en su celular.

—Marianne, soy yo. Llama a todos, encontré a Segovia.
— ¿Qué?
—No hay tiempo para explicarlo, pero tanto él como el niño están en las cercanías de la línea del tren rumbo a Elisa Monsalve. Envía un grupo ahora mismo en esa dirección, hay que cortarles el paso antes que tome distancia.

Cortó y se volteó hacia Tomás.

— ¿En qué dirección va Segovia?
—No lo sé.

Armendáriz se estaba cansando de las personas que simplemente miraban lo que pasaba a su alrededor; era casi un milagro que el niño estuviera vivo, pero no podía, bajo ningún concepto, seguir permitiendo esa situación.

—Usted lo mantuvo aquí en ésta casa durante todo éste tiempo, no me diga que no sabe nada de él o lo que pretende hacer.

El otro se puso de pie y lo enfrentó, mirándolo con severidad. Por un momento el policía se sintió en frente de su padre.

—Escuche, si me pregunta por el niño y por Víctor, ambos están bien, aunque no precisamente gracias a usted y su gente; si quiere saber adónde fueron, ese muchacho solo está tratando de proteger a su hijo, así que está buscando un lugar seguro.

El oficial frunció el ceño.

—Eso no tiene sentido y usted no es quien para decidir eso, la ley indica que la seguridad del menor es prioridad, Segovia se lo llevó sin autorización alguna y está siendo acusado de...
—No me repita lo que sale en las noticias, por favor —replicó el otro con firmeza—, usted está a cargo del caso ¿no puede ver más allá de lo que dicen de él? ¿No puede pensar que tal vez son ustedes los que están equivocados?
—Esto no se trata de quien está equivocado, se trata de cumplir con mi deber, de que usted cumpliera con su deber de ciudadano, usted tendría que haber llamado a las autoridades en vez de encubrirlo, la principal facultad de éste tipo de perturbaciones mentales es que quienes las tienen consiguen que la gente les crean ¿cuántas personas hasta ahora piensa que me han dicho lo mismo?
—Ese no es el punto, Víctor no es un enfermo mental, ¿acaso se ha tomado la molestia de preguntarse qué pasaría si él tuviera la razón?

Armendáriz lo esposó a una barra en la chimenea.

—No voy a seguir discutiendo con usted. Ruegue que al menor no le pase nada grave, porque usted será responsable en eso.

Volteó para salir, pero Tomás aún no terminaba.

—Abra los ojos, oficial. Tiene que abrir los ojos antes que sea demasiado tarde.

3

Víctor jugueteaba distraídamente con la pequeña etiqueta bordada que Tomás había encontrado entre la ropa de Ariel, mientras el pequeño reposaba con los ojos entrecerrados, mecido por el movimiento del auto entre la tierra y maleza; llevaban varios minutos de viaje, después de decidir alejarse de la estación de tren y avanzar más hacia el sur, a un sitio menos evidente según donde se habían encontrado.

—Así fue como la noticia siguió creciendo —comentó Romina—, después a nadie parecía quedarle duda de que tú hubieras cometido secuestro y asesinato, además de que Fernando de la Torre o alguno de sus abogados están constantemente en tribunales.
—Es increíble hasta donde ha llegado todo.
—Pero como te dije —intervino Álvaro señalando a Romina—, hay gente que te quiere y te cree, un amigo tuyo hizo un foro de apoyo, y aunque al principio recibió muchos ataques, él siguió publicando, y hablando bien de ti, así como haciendo conjeturas de lo que pasa en realidad, y conforme pasa el tiempo se ha agregado más gente, distintas personas que también te apoyan. Ahora que salgamos al aire va a ser una bomba.
— ¡Cuidado!

Álvaro frenó al perder ligeramente el control del vehículo. Romina echó algunas maldiciones.

—Fíjate por donde vas por favor, esto ya nos ha pasado antes —protestó ella— ¿estás bien Víctor?
—Sí, no es nada, solo que se me cayó algo, es una etiqueta de Magdalena.

La joven se volteó para revisar el suelo del auto.

—Espera, creo que la veo, dame un momento.
—Lo siento —se lamentó el periodista— mi culpa, mi culpa.
—No te pongas dramático, no pasa nada. Escucha, éste me parece un buen lugar, ¿por qué no lo hacemos ahora mismo?

Víctor miró por la ventana; el bosque de donde había salido estaba lejos, quizás si era suficiente.

—Sí, creo que tienes razón, parece un buen lugar.
—Excelente —dijo Álvaro más animado—, escuchen, esto es muy importante, necesitamos que funcione y si lo logramos, todo el país va a estar escuchándote dentro de muy poco.

4

Fernando de la Torre estaba hundido en el sillón de su escritorio, en medio de una oficina silenciosa y fría; Claudio entró con una bandeja con un humeante café.

—Le traje un café señor, creo que lo necesita ahora que están reparando la calefacción.
—Eres muy divertido cuando quieres —opinó el otro sin moverse—, mejor dime si tienes alguna novedad.

Claudio estaba internamente mucho más preocupado de lo que aparentaba; fallar en una misión tan sencilla como creyó que sería esa no solo era frustrante, sino que además causaba una serie de contratiempos.

—Tengo alguien tras una pista y siguiendo a las personas correctas, está claro que solo es cuestión de tiempo para que aparezcan y quiero estar listo para actuar.
—Ésta espera me enferma, sigo pensando en lo que podría pasar si realmente Segovia tiene alguna prueba en mi contra, algo que le haya pasado Magdalena.

Claudio respondió quitándole importancia, aunque en realidad sí le parecía muy relevante.

—Tranquilícese señor, en esto solo importa prestar atención a un asunto, y es como evitar que ese tipo tan molesto nos cause problemas. Hasta ahora todo está de su lado señor, las probabilidades de perder terreno son pocas, y para reducirlas a cero terminaré lo que comencé hace dieciocho días.



Próximo capítulo: A través de las cámaras

Por ti, eternamente Capítulo 24: Sobre la pista



La vida de Ignacio Armendáriz se había detenido desde el día en que Víctor había desaparecido; pero no por eso pensaba quedarse sin hacer algo al respecto. La investigación llevaba más de una semana completamente estancada, y a pesar de que se lo habían advertido, no había dejado de hacer sus propias investigaciones; en ese momento estaba en el bosque, pero bastante lejos del lugar en donde ocurriera todo aquel fatídico día. Por precaución tenía apagado el celular, y se desplazaba a pie, explorando una vez más en medio de ramas y troncos que muy bien podían tener cien años de antigüedad. Todos, incluso los más experimentados exploradores de la policía habían descartado la posibilidad, pero él seguía pensando que Segovia no solo estaba vivo, sino que estaba siendo ayudado por alguien, alguien que conocía lo suficiente el bosque como para ocultar sus huellas.

— ¿Qué es esto?

Llegó a una zona bastante escarpada, en donde forzosamente debía sujetarse de las ramas y andar con extremo cuidado, agradeciendo que tuviera consigo el equipo indispensable como las botas todo terreno y los guantes, entre otras cosas. Ahí había algo extraño, ¿sería posible que estuviera tan lejos del sitio del suceso, casi seis kilómetros?

—Lo sabía...esto no es normal...

Se internó algunos metros más; la zona tenía tantos árboles y vegetación que resultaba difícil creer que un hombre pudiera desplazarse por ahí con un niño en brazos, pero los pensamientos del policía no estaban en Segovia, sino en esa persona sin nombre que lo había estado ayudando, esa sombra que lo había hecho desaparecer hasta ese momento. Y entre las ramas bajas vio un par de ellas quebradas, que tenían algún tiempo de antigüedad. Podría parecer natural, pero ambas estaban quebradas a la misma altura, y en el mismo ángulo, lo que indicaba que el autor era una persona, alguien que, sin prestar atención o careciendo de los conocimientos apropiados, había pasado por ahí y roto con su paso esas ramas; siguió caminando lentamente, sentía que por fin, después de interminables dieciocho días, estaba llegando a alguna parte.


2

Víctor se sentía aún muy extraño mientras hablaba con Tomás; en ese momento el otro le señaló su propio cuerpo.

— ¿No piensas preguntarme que pasó contigo?
—No te entiendo.

Pero al instante se miró a sí mismo; bajo las cobijas vio su cuerpo con vendas y parches, en el pecho, brazos y muslos, lo que explicaba por qué desde el momento de abrir los ojos momentos atrás sentía el cuerpo algo rígido, y sobre todo pesado y sin fuerzas.

— ¿Qué ocurrió?

Tomás sonrió.

—Tú no dimensionas lo que está pasando Víctor. El lugar en donde caíste tiene vegetación muy variada, y hay plantas con espinas agudas; cuando te encontré estabas desangrándote, las heridas que tenías de la caída en la espalda principalmente, y en los brazos y piernas no estaban tratadas, y tenías una noche sin ningún tipo de cuidado. ¿Qué fue lo que te pasó en el ojo?
—Creo que fue una astilla de vidrio, tenía problemas para ver desde antes.
—Eso creí —dijo con más vehemencia—. Mira, desde que te traje aquí hice todo lo que pude por controlar el sangrado, y puedo asegurarte que las heridas no se infectaron, pero no hay mucho más que pueda hacer por ustedes. Solo es cuestión de tiempo para que la policía llegue hasta aquí.

Víctor volvió a mirar al bebé, y en ese momento dos cosas muy importantes llegaron a su mente.

—Tomás ¿Por qué estoy aquí, es decir, por qué no llamaste a la policía en todo éste tiempo?

El otro se encogió de hombros como respuesta, antes de hablar.

—Porque no pude. Es decir, en las noticias hablan de que secuestraste al pequeño, la familia dice o insinúa que podrías tener horribles intenciones, pero lo que yo veo aquí, es a un hombre y a su hijo, veo a un hijo con su padre, solo de esa manera se puede explicar que entre ustedes dos exista esa conexión.
—Pero es arriesgado que pienses eso, si la policía llega te llevarán con ellos.

Tomás ya había pensado en esa posibilidad, pero estaba tranquilo.

—Que me lleven no es algo que me preocupa, lo que me angustia es que es lo que vas a hacer. Te dije antes que vas a tener que tomar una decisión, y ahora te lo repito; tienes que elegir entre dos opciones, una que es entregarte a las autoridades, y la otra, que es volver a irte. Si por mí fuera podrían quedarse aquí para siempre, pero eso no pasará por lo que te dije antes.
—Tomás...
—Sé que tuviste tus razones —lo interrumpió—, pero lo que sea que hagas...debes entender que no estás totalmente recuperado, no sabes lo que podría suceder.

Víctor se quedó un momento en silencio, mirando al bebé que como de costumbre parecía tan tranquilo cerca de él ¿cómo podía así nada más...?

—No tengo muchas alternativas de todos modos —dijo sintiendo cómo se le apretaba la garganta al hablar— la familia De la Torre me amenazó, y esos hombres que me golpearon...se habrían llevado a Ariel si no lo hubiera logrado evitar.
— ¿La madre del niño era tu novia o algo?
—No en realidad pero...Tomás, ella me pidió... No, yo le prometí que iba a hacerme cargo de Ariel, y que lo mantendría a salvo de lo que hace su familia.
—Pero has estado en riesgo todo el tiempo, solo mira las condiciones en que estás.
—No puedo hacer otra cosa —replicó en tono suplicante—, Ariel es...es mi hijo, y no se trata solo de lo que le prometí a Magdalena, es que con él yo...yo descubrí que era lo único realmente importante, y si me lo quitan...entonces no habrá nada.

Se sentía abrumado por los sentimientos, parecía primera vez que lo decía así, con tanta seguridad, pero esa verdad era mucho más poderosa al escucharla. Tomás respiró profundo.

—En los años en que fui rescatista vi muchas cosas Víctor, pero hace tiempo que no veía algo así; estás tan determinado a hacer lo que prometiste, a proteger y a mantener contigo a ese niño, que vas a hacerlo, no importa cuánto tengas que sacrificar. Desafiaste a la muerte por protegerlo, y no importa cuán herido estés, tú solo vas a hacer justo lo que prometiste.

Víctor iba a decir algo, pero el otro no lo dejó.

—Estamos de acuerdo en que no puedes quedarte aquí para siempre, así que lo que quieres es salir de mi casa antes que llegue la policía. Hasta ahora mi casa ha sido tu refugio, pero si se acercan será el fin de tu huida, no hay por donde escapar excepto por una puerta.

El joven se incorporó un poco en la cama, sintiendo el dolor en las articulaciones. Era verdad, no podía quedarse más tiempo. Moviéndose un poco más tomó entre sus manos las del hombre duro y fuerte que estaba junto a él.

—Tus manos son benditas Tomás, me cuidaste a mí y a Ariel, te debo demasiado.
—No me debes nada.
—Si —insistió con más energía—, te debo todo, nunca podré terminar de agradecerte por lo que hiciste. Gracias a ti todavía tengo alguna oportunidad de proteger a Ariel.

Tomás iba a decir algo, pero su oído ya acostumbrado a los sonidos del bosque, incluso a los que estaban por fuera de las paredes, detectó algo inquietante.

—No puede ser...
— ¿Qué pasa?

El hombre se puso de pie y corrió hacia una de las paredes; se quedó muy quieto unos momentos, y cuando volteó, su expresión había perdido cualquier signo de suavidad y se mostraba duro nuevamente.

—Hay alguien afuera de la casa.
— ¿Que, cómo lo sabes?
—Porque cuando vives tanto tiempo aquí como yo, lo puedes identificar. Y esos pasos no solo son humanos, son de alguien que sabe muy bien cómo moverse.

Víctor sintió que se le oprimía el pecho.

—Tengo que salir de aquí.
—Pensé que dirías eso —replicó el hombre frunciendo el ceño—, por suerte tengo algunas cosas preparadas hace días. Te daré ropa apropiada y un chaleco de sobrevivencia, lo suficiente para que puedas moverte hasta llegar a un lugar seguro.

El joven hizo un esfuerzo por incorporarse, y lo logró con algo de dificultad; sus movimientos eran lentos, pero aunque tenía multitud de dolores, ninguno parecía tan grave como para detenerlo.

— ¿Pero crees que podremos salir?
—Tenemos tiempo suficiente para hacer algunas cosas. Escucha, junto a tu cama está la ropa, vístete mientras salgo a averiguar qué tan cerca están de la entrada.
— ¿Pero no será peligroso?
—No es fácil encontrar la entrada.

No dijo más y se alejó rápida y silenciosamente. Víctor aún tenía muchas preguntas, pero ante la situación decidió concentrarse y empezar a vestirse; había un pantalón cargo, una camisa algo grande y un chaleco muy pesado, lleno de cierres y bolsillos, el que sin embargo se sentía mucho más cómodo al tenerlo sobre el cuerpo. Mientras se vestía volvió a mirar al pequeño.

—Lo lamento, tendremos que movernos otra vez.

Sentía que se movía con increíble lentitud, pero lo que le dijera a Tomás era cierto, no estaba dispuesto a dejar que lo atraparan, menos aún después de que esos hombres lo atacaran en el bosque, porque estaba seguro de que ellos eran trabajadores de Fernando de la Torre, y eso significaba que las palabras de ese hombre al teléfono cuando todo comenzó no eran otra cosa que un aviso cierto. Sabía perfectamente que no podía escapar para siempre, pero mientras tanto buscaría un lugar seguro y después actuaría. En eso volvió Tomás.

— ¿Ya estás listo?
—Sí, éste chaleco es muy extraño.

El otro comenzó a sacar algo de un mueble.

—Es de supervivencia, tiene cosas que te servirán como comida seca lista para comer, utensilios como navajas y fuego y otras cosas más. Escucha, cuando te encontré no llevabas nada más contigo y tu ropa estaba inservible, pero rescaté la ropa del bebé, es la misma que tiene puesta, aunque tuve que botar la cobija porque no pude quitarle las manchas de sangre. ¿Esto es tuyo?

Le enseñó un bultito poco más grande que una moneda, el que Víctor tomó en sus manos.

—Es un bordado —dijo tontamente—, no lo reconozco ¿estaba entre las cosas de Ariel?
—Si, en un doblez de la cobija, creí que era importante para ti.

La pequeña etiqueta estaba bordada, no tenía ninguna forma específica, solo era una especie de paisaje o lienzo pequeño, tenía cara de algo inconcluso.

—Tal vez lo estaba haciendo Magdalena. Lo guardaré conmigo, es un recuerdo de ella.
—Muy bien. Mira, ahora vamos a salir, te acompañaré un trecho, luego tendré que disimular tus huellas.

Momentos después estaban saliendo de la casa a un paisaje impresionante; realmente la casa estaba sepultada en un bosque que casi tapaba el cielo, tan denso y colorido era que bastaba caminar algunos pasos para que la casa de rústicas maderas comenzara a camuflarse con el ambiente. No había camino demarcado, pero entre los árboles se podía entender por dónde seguir, o al menos eso fue lo que le pareció.

—Escucha, por aquí...

Tomás iba a decir algo más, pero ora vez algo que el joven no podía percibir llamó su atención; se volteó en dirección a la casa y se quedó muy quieto.

— ¿Qué ocurre?
—No te muevas.

Durante un momento nadie hizo nada; el bebé se sentía un poco más pesado de lo que recordaba en sus manos, o tan vez era resultado de los días que estuvo acostado, y las heridas. Al cabo de unos instantes Tomás hizo un imperceptible chasquido con los dientes.

—Víctor, lo lamento.
— ¿Qué pasa?
—Tendrás que seguir tú solo; eso es extraño, estoy viendo a una persona cerca de la casa, pero es solo uno, no me explico por qué estaría solo una persona, los policías siempre trabajan en grupos.
—Armendáriz.
— ¿Qué?
—Es él, estoy seguro —replicó Víctor en voz baja—, no me preguntes por qué, solo sé que es él, es ese policía. ¿Qué vas a hacer?
—Por eso te dije que vas a tener que seguir solo, lo detendré el tiempo que pueda, para que puedas alejarte.
—Pero no sé dónde estoy, no sé qué hacer.

El otro sonrió.

—Estoy seguro que sabrás qué hacer. Mira, solo tienes que seguir por el sendero, la forma de saber por dónde ir es sencilla, tienes que ir junto a los árboles que tienen una rama seca a un costado, justo como ese.

Efectivamente un árbol tenía una rama baja seca, y al mirar en perspectiva podía identificar otros más, algo que sin saber no habría tomado en cuenta.

—Qué buena guía.
—Después que salgas de la espesura, solo tienes que seguir hacia donde se ve el horizonte, en poco tiempo llegarás a una estación de tren. Cuando estés ahí, podrás ir a donde sea.
—Gracias por ayudarme en todo esto Tomás, eres lo mejor que me ha pasado e  mucho tiempo, pero me preocupa que tengas problemas.
—Deja de preocuparte por mí, ahora vete.

Se volteó para alejarse mientras Víctor se iba por el camino indicado con el bebé en brazos. Al saber que se alejaba sintió que se le revolvía el estómago. Por un momento pensó en acompañarlo en su huida, pero luego recordó que, si bien era fuerte y estaba acostumbrado a la vida en el bosque, la lesión que tenía en una pierna y arrastraba desde la era de rescatista se resentía luego de algún tiempo de caminata; se volvería una carga para Víctor, y, además, si no se quedaba ahí no podría detener a quien se acercaba con tanta precisión.

—Por favor que sea la decisión correcta, que ese muchacho y el niño estén bien.

3

—Estamos perdidos.

Romina y Álvaro iban en un automóvil de segunda mano, rápidamente por un camino rural mientras la tarde pasaba iluminada y silenciosa.

—No puede ser.
—Pero estamos perdidos Álvaro —protestó ella—, deberíamos haber terminado el rodeo a la zona boscosa hace diez minutos.

El bosque aún no terminaba y a esa hora la luz del sol no era de mucha ayuda, ya que estaba rumbo al ocaso, y sabían el punto cardinal, no así el sitio exacto. A lo lejos se escuchaba un sonido fuerte y acompasado.

—El tren...
—Te dije que no podíamos estar perdidos —exclamó él sonriendo—, solo que vamos a investigar desde otro ángulo, si estamos diciendo que Segovia está vivo, perfectamente podría haber alguna pista en la estación de tren o alguien lo vio.
—Sigamos por ese sendero —indicó ella más animada—, así podremos hacer que estamos perdidos, la gente es muy colaboradora con los citadinos extraviados.

Romina estaba mucho más animada desde que había salido junto a Álvaro, tenía la seguridad de que estaban haciendo lo correcto; mientras tanto él la ayudaba porque estaba realmente conmovido por su actitud, pero en el fondo se negaba a creer que las cosas fueran como su amiga predecía, porque no quería decepcionarse.
Unos minutos después el auto estaba más cerca de la línea del tren, aunque aún se desplazaban por entre la tierra y la maleza.

—Ouch, éste terreno es difícil.
—No te distraigas.

Pero Álvaro frenó bruscamente.

— ¡¡Ayy!! Me pegué en un brazo ¿Que te...?

Pero Romina no siguió hablando, se quedó sin palabras al ver lo mismo que le estaba indicando su amigo.

4

Cuando encontró la casa, tan rústicamente construida en medio de tantos árboles, Ignacio Armendáriz pensó de inmediato que Segovia podía estar ahí; tenía mucho sentido, que en medio de ese espeso bosque alguien lo hubiera ocultado hasta ese momento, pero aunque interiormente algo le decía que estaba sobre la pista indicada, no quería dar aviso mientras no tuviera algo claro, porque de hacerlo terminaría por sepultar la reputación que le quedaba.

—Debe ser por aquí.

Estaba tratando de buscar un lado apropiado, la entrada a esa casa en el bosque, cuando sintió un ruido que llamó su atención.

—No se mueva.

Tomás se quedó inmóvil en cuanto el oficial de policía le apuntó con el arma.

— ¿Qué pasa?
—No se mueva —repitió Armendáriz acercándose—, oficial de policía.
—Sé quién es —replicó Tomás con calma—, todo el mundo lo conoce, vi su rostro en las noticias en el pueblo.

El otro hombre mostraba una tranquilidad imperturbable, pero el policía no iba a dejarse afectar.

—Eso es de ayuda, necesito entrar en la casa, es parte de una investigación.

Tomás se quedó un momento sin reaccionar, lo suficiente para que resultara sospechoso.

—Entremos a la casa, no lo haga difícil.

Con Tomás adelante, el policía avanzó hacia la puerta, entrando en pocos momentos en la casa; una mirada le bastó para comprender.

—Dígame donde está Víctor Segovia.
—Escuche, yo...
—No lo niegue —lo cortó el oficial con voz autoritaria— esas vendas, esa ropa de bebé, no puede negar que aquí hay alguien más, dígame donde está Segovia y ahórrese problemas.

Pero el hombre no se mostraba preocupado en absoluto, ni por el arma ni por la acusación que se estaba haciendo en su contra.

—Usted es muy hábil, no es fácil llegar hasta aquí, pero ustedes los policías están equivocados con Víctor, él no es ningún delincuente.

Entonces si estaba ahí, y estaba vivo.

—Eso no le corresponde a usted decidirlo.
—No, pero si ustedes persiguen a una persona como si fuera un peligroso delincuente, lo más lógico es que quiera huir y esconderse, y a ese muchacho lo han perseguido sin compasión.

Armendáriz ya había escuchado ese discurso antes, pero en ese momento tenía prioridades, y saber que el niño estaba vivo después de todos esos días no solo era un alivio, también era un aliciente para terminar con toda esa locura.

—Escuche, encubrir a un prófugo es un delito, no lo haga peor y dígame donde está el niño y Segovia.
—No puedo señor. Ya se fueron.





Próximo capítulo: Rumbo a la verdad

Por ti, eternamente Capítulo 23: Despertando




"Hace dieciocho días que seguimos ésta noticia, y todos los medios de comunicación seguimos pendientes de la noticia del mes. Hasta el momento nadie, absolutamente nadie, puede asegurar donde está Víctor Segovia ni el pequeño Ariel de la Torre, lo que ha convertido a ésta conmovedora historia en un caso digno de no olvidar.
Hace veintidós días Víctor Segovia, por razones que se mantienen en reserva por ser parte de la investigación, se llevó consigo al pequeño de brazos de su madre, iniciando una insólita huida, en la que se intentó detenerlo en más de una ocasión, pero lo complejo del caso y el riesgo de daño para el infante complicaron todo, resultando en el camino una serie de heridos, e incluso un hombre muerto;  según versiones de cercanos, este hombre fallecido sería un trabajador y cercano a la familia del infante, quien junto con otros habría iniciado una labor de búsqueda. No se sabe mucho sobre el confuso incidente que causó su muerte, pero sí está claro que el hecho ocurrió en la carretera que une San Andrés y Santa Marta, donde además se descubrió que una pareja de periodistas aparentemente estarían involucrados en el escape de Segovia en sus primeras etapas. Hasta el momento la policía ha hecho todos los esfuerzos por mantener celosamente protegido los detalles del caso, arguyendo la necesidad de mantener reserva para evitar un mal desenlace, a pesar de que en un principio se asumió que Segovia habría muerto junto al pequeño al caer por un barranco en el bosque en el que se internó al tratar de huir, posteriores investigaciones dejaron en claro que tanto él como el niño sobrevivieron, lo que lleva a toda la ciudadanía a hacerse la pregunta: ¿Dónde están?
Ahora vamos a ver una nota con todo..."

Fernando de la Torre apagó el televisor mientras su esposa, Ingrid, se sentaba a su lado ante la mesa del comedor.

—Amor, no es bueno que veas constantemente esos reportajes.
—No puedo dejar de estar pendiente —replicó él—, amor, ésta situación está fuera de todo lo que creímos que podría pasar. Segovia está vivo, de eso estoy seguro, pero alguien debe estar ayudándolo.

La mujer sirvió café mientras tanto.

—Eso tiene sentido, pero me asusta pensar en eso Fernando; si alguien lo ayuda, significa que lo de llevarse al niño estaba planeado desde el principio.

Él también había pensado en eso muchas veces durante las más de dos semanas que habían transcurrido; no le gustaba la idea, pero por más que pensaba, no conseguía entender quién o qué querría de él.

—Si todo esto estaba planeado de antes, no tiene sentido que simplemente desaparezca. No han pedido dinero, ni me han amenazado, nada, nada que tenga cara de algo en particular. Y eso me preocupa.

2

Álvaro se acercó a la puerta de su departamento y abrió sin preguntar quién era.

— ¿Disfrutando de la cesantía?

Romina entró sin pedirlo; estaba vestida con pantalones cargo, camisa y botas, y llevaba el cabello atado simplemente en una cola y cargaba una mochila. Él estaba en buzo y con cara de circunstancia.

— ¿Qué haces aquí?
— ¿Interrumpo algo?

Álvaro la miró con una media sonrisa que no por irónica dejaba de ser divertida.

—Ahora bromeas conmigo por lo que veo. ¿Qué haces aquí?

La joven se sentó en el sofá mientras él se sentaba enfrente sin entender mucho. Desde lo de la desaparición de Segovia, habían perdido un poco de contacto, por un lado porque la policía seguía realizando entrevistas y ellos formaban parte de los interrogados, y además porque tenían que tratar de encontrar algún modo de sobrevivir cuando las puertas del área periodística se cerraban  cada día más.

—Escucha, sé que nuestra situación es complicada...
— ¿Complicada? Ahora sí que estás jugando conmigo Romina —la interrumpió él mirándola con las cejas alzadas—, tuvimos un "accidente" en la carretera, la policía nos quitó los datos de Segovia, nos prohibieron hablar y los medios no quieren contactarnos porque somos más útiles como entrevistados que como periodistas.
—Álvaro...
—Incluso supe que un abogado del fisco quiere implicarnos como colaboradores.

Romina suspiró. No esperaba que su amistad se viera afectada, pero no lo permitiría, no tan fácilmente.

—Escucha. Todo éste tiempo me ha servido para pensar, y si lo ves desde el punto de vista de Segovia, tiene mucho sentido que quiera esconderse.
—Si es que está vivo. ¿Adónde quieres llegar?

Ella tomó aire. Un mes antes se habría reído de la imagen de sí misma diciendo lo que iba a decir, ahora le parecía por completo lógico.

—Sabes que se ha formado un gran grupo de gente que apoya a Víctor.
—Sería imposible no saberlo, eso lo comenzó algún amigo de Segovia, y se ha ido agregando gente, están en las redes sociales, a diario ese tipo incógnito sube información de él, afirma que es su amigo y que Segovia es el padre. Mucha gente lo sigue y manda mensajes de apoyo.
—Y tiene a la policía loca, porque es un elemento distractivo para ellos. Mira, lo que tenemos que hacer no es un reportaje sobre el caso, eso lo están haciendo todos los canales. Lo que tenemos que hacer es emitir señal en vivo, con Segovia diciendo toda la verdad.

La reacción de Álvaro fue mucho más dramática de lo que ella se había imaginado desde antes. Se puso de pie como activado por un resorte, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

— ¿Qué? ¿Estás....estás loca?
—Probablemente Álvaro, pero eso es lo que tenemos que hacer, estoy segura. Me conseguí una cámara de vídeo profesional, la conexión se puede hacer a través de internet.

Álvaro soltó una risa nerviosa.

—Ya, quieres hacer un contacto en vivo con Segovia para que diga su verdad. ¿Piensas encontrarlo en las páginas amarillas?

Ella también se puso de pie, tratando de hacerlo entrar en su sintonía.

—Sé que suena loco, pero nosotros somos los únicos que estuvimos con  él, y ya lo encontramos antes, podemos hacerlo de nuevo. De entre todos, somos los que hemos estado más cerca de él, eso tiene que servir de algo. Y creo que podemos convencerlo de hablar, de decirle al mundo lo que realmente sucede.

El hombre se quedó mirándola durante varios segundos, sin hablar. Estaba hablando con convicción, pero algo era distinto a todo lo que en años había visto en ella.

— ¿Qué te sucede?

Ella respiró, muy profundo. No podía negarlo.

—Estuve pensando en todo lo que pasó, en el accidente y en esos tipos que me atacaron.
—Uno de ellos está muerto, la policía dice que Segovia lo asesinó.
— ¿Y tú no estarías dispuesto a matar si la persona que amas corriera peligro? ¿Qué pasaría si no tuvieras alternativa?

Se quedaron mirando a los ojos un momento más. En ese momento algo sucedió con el hombre, que experimentó un sentimiento extraño, algo antiguo y básico. Por alguna razón escucharla decir eso, hizo que recordar a sus padres.

—Romina, estás cambiando tus prioridades.
—No es eso —replicó ella. Sintió un temblor en la voz, la garganta apretada, tal vez era miedo de ser tan brutalmente sincera—, más bien fue un cambio de corazón.
—Romina...
—Nadie le ha dado una oportunidad a Víctor, ni nosotros se la dimos.

Álvaro se quedó inmóvil, con la cabeza baja, sin saber que creer o que sentir.

—Ayúdame, acompáñame a buscarlo. Necesito que estés conmigo en esto.
—Esto podría dejarnos sin trabajo de por vida en el periodismo.
—Puede ser, pero siento que necesitamos hacerlo. Por él, pero también por nosotros.

Álvaro se sintió otra vez estremecido, pero se encogió de hombros, sin tener mucho más que decir; aun después de todos los años que se conocían, faltaban cosas que saber el uno del otro.

—Sabes que iré contigo.

3

Cuando recuperó la conciencia, Víctor se sintió momentáneamente como cuando despertaba de una noche de fiesta, con el cuerpo pesado, la cabeza como dentro del agua y los músculos pesados y torpes.

— ¿Que...?

Iba a decir algo, pero el cansancio o lo que fuera lo detuvo; al abrir los ojos se encontró con luz, el techo de algún sitio y nada más ¿qué estaba pasando?
Le costaba moverse, pero giró la cabeza a la izquierda, lo que hizo que viera de forma directa lo que había a su lado.

—Ariel...

El pequeño estaba en una especie de cama, justo a su lado, medio de costado; y lo miraba fijamente, como había sido desde el principio, sin dejar de escudriñarlo con esa intensidad que decía tanto sin palabras.

—Buenas tardes.

La voz no lo sobresaltó, aunque debería haberlo hecho; era como si hubiera sentido antes esa voz, por lo que no le causaba mayor preocupación. Volteó la cabeza hacia el otro lado, y se encontró con un hombre de más de treinta años, sentado a poca distancia. Era moreno, de complexión fuerte y mirada penetrante, y por lo que se apreciaba a primera vista, estaba muy tranquilo.

— ¿Quién eres tú?

Su propia voz se oía lenta y pesada. El otro hombre lo miraba con suma atención.

—Me alegra que despertaras. Mi nombre es Tomás.
— ¿Donde...dónde estoy?
—Estás en mi casa, se podría decir que eres mi huésped. Hace dieciocho días.

Durante unos momentos no comprendió lo que estaba escuchando. ¿Dieciocho días? No tenía noción clara de nada.

—Yo... —murmuró lentamente—, estoy confundido...

Tomás estaba mucho más tranquilo ahora que veía a Víctor recuperar la conciencia; para los tres habían sido días muy difíciles.

—Es normal que estés confundido —replicó poniéndose de pie—, has pasado por muchas cosas. No te muevas, aún estás débil.

Era extraño mirar a ese hombre y no sentir ninguna desconfianza de él, pero el estado en que estaba seguía siendo, al parecer, muy poderoso.

— ¿Qué...qué fue lo que pasó?

Tomás se quedó cruzado de brazos a poca distancia de él.

—En un principio no lo supe con claridad, pero fui armando la historia poco a poco. Tú eres Víctor.
—Sí.
—Mira, para no confundirte más te lo explicaré. Vivo en el bosque hace quince años, lo conozco como la palma de mi mano, y jamás había  visto algo así. Estás vivo de milagro.
— ¿Qué?
—Es la verdad. Sé de donde venías cuando caíste por el barranco, son muchos metros de profundidad, pero a pesar de todo, el bebé no sufrió ningún daño; no tiene una sola herida.

Víctor volteó lentamente hacia el pequeño, que encontró su mirada al instante; sí, en efecto parecía un milagro.

—No puedo creerlo.
—Te encontré deambulando por el bosque la mañana siguiente a cuando desapareciste —explicó sin dramatismos—, estabas fuera de ti mismo, y las heridas que tenías... Francamente estabas en peligro de muerte, delirabas y tenías mucha fiebre; pero aún tenías claro lo que ibas a hacer, solo repetías que no querías que nadie se te acercara, pero eso no era lo único preocupante —hizo una pausa, para él también era difícil—, me costó, pero logré hacer que entendieras que no iba a hacerte daño y con eso acercarme. Lo peor es que habías pasado la noche a la intemperie, y tu bebé estaba enfermo, había cogido un resfriado.

Víctor no recordaba nada de eso, probablemente porque la fiebre era muy alta; lo último que recordaba era su huida, la caída...y el dolor, el dolor de las heridas, y sentir que todo había terminado. Todo eran nubes después.

—Conseguí que entendieras que necesitabas ayuda con el bebé, así que te traje a mi casa. Es increíble, apenas podías mantenerte en pie, pero no permitiste que te alejara del pequeño, y lo más sorprendente de todo fue la reacción que tuvo él.

Víctor volvió a mirar a Tomás, sin poder creer aún todo lo que estaba escuchando; pero sí sabía que ver a Ariel enfermo lo habría asustado mucho.

— ¿Qué pasó?
—Pasó que la preocupación que tenías por él era recíproca, porque el niño solo dejó que me hiciera cargo mientras tu estuvieras  cerca; si te alejabas lloraba, pero al momento de tenerte cerca, volvía a calmarse. La primera noche fue dura, pero la fiebre cedió al amanecer. Pero al día siguiente eras tú el que me preocupaba, habías perdido mucha sangre, y tenías golpes y heridas; como te dije antes, fui rescatista, por lo tanto tengo algunos medicamentos y elementos, pero no sabía si iba a poder curarte. Entonces fue el pequeño quien me ayudó.
—No te entiendo.

Tomás no podía evitar hablar con cierto orgullo acerca de todo lo que había pasado; pero no era orgullo de sí mismo, gracias al cielo estaba más allá de eso, de quien sentía cada vez más orgullo era de ese muchacho, y del pequeño.

—Yo tampoco. O debería decir que lo entiendo pero no lo puedo explicar bien, aunque supongo que podría decir que ustedes dos están conectados, porque así como tú no ibas a permitir allá en el bosque que nadie se acercara a tu hijo, cuando empeoraste, fue él quien te dio fuerzas para continuar.

El joven se volteó otra vez hacia el pequeño. Ahí estaba, mirándolo como siempre y tan indefenso, pero tan poderoso en su significado, y en lo que podía hacer de él como persona; en cierto modo no le sonaba tan imposible como parecía.

—Después de eso me dediqué a cuidar y curar tus heridas, aunque estuviste bastante complicado, pero permanentemente fue él quien te dio la calma y la fuerza. Solo se quedaba tranquilo estando cerca de ti, solo con él cerca te quedabas quieto, y a la larga eso resultó ser lo más efectivo.

Ambos quedaron en silencio unos momentos. Habían pasado tantas cosas, y poco a poco todos los recuerdos más antiguos volvían a  su mente, la promesa a Magdalena, la forma en que había tenido que huir, las amenazas y la persecución de la policía.

—No sé cómo agradecerte —dijo hablando con lentitud—, me salvaste la vida, nos salvaste a los dos.

Tomás se sentó junto a la camita en donde reposaba el pequeño y le dedicó una sonrisa sincera.

—No tienes nada que agradecer —replicó con sencillez—, ya te dije que fui rescatista, eso es parte de mi aunque ahora ya no lo haga. Y ahora que veo que están mejor entiendo que fue la mejor decisión.

Víctor aún estaba bastante confundido, pero sí tenía claro que sentía mucha tranquilidad de saber que Ariel estaba bien y a salvo. Pero las preguntas no dejaban de surgir en su mente.

—No puedo creer que haya pasado todo éste tiempo... Espera... ¿por qué estoy aquí, donde está la policía?

Iba a decir algo más, pero el otro lo silenció con un gesto de la mano.

—No te agites. Mira, para no darle largas, la policía aún está buscándolos, todo es un hervidero afuera.
— ¿Qué, pero cómo es posible, dónde estamos?

Tomás no había querido pensar mucho en lo que estaba sucediendo, ni en las implicancias, pero decir las cosas siempre hacía que fuera mucho más real.

—Te dije antes que fui rescatista, pero ya no lo soy más. Me retiré a éste lugar, me alejé de todo, y el resultado es ésta casa, que está en el mismo bosque donde tuviste el accidente, pero varios kilómetros alejada. Además el lugar está oculto tras un muro de piedra natural y árboles, por lo que es muy difícil que la encuentren; pero tienes que saber algo Víctor: solo es cuestión de tiempo para que la policía, o quien sea, termine por llegar aquí. Lamento decirte que aunque estás recién despertando, tendrás que tomar una decisión.



Próximo capítulo: Sobre la pista