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Maldita secundaria capítulo 20: Noche de estudios: Segunda parte





Treinta minutos después.
Alrededores de Parque Vicente Mendoza.

El grupo se reunió en el lugar acordado, y todos se veían emocionados ante lo que venía.

—Una tía de ella vive por aquí cerca —comentó Alberto— llamamos y nos dijo que estaban de paso, así que hay que ir de inmediato.
—Que emoción —dijo Lorena— siento que ésta vez sí que estamos en el camino correcto.

Comenzaron a caminar por una calle lateral.

— ¿Y dónde está el señor Del real?
—Le pedí que se mantuviera un poco al margen —explicó Dani— estaba muy alterado, pero lo mantendré informado de todo.
— ¿Que casa es?
—Esa azul de ahí.

Hernán intervino en voz baja.

—Oigan ¿no creen que podría verse un poco mal que vayamos todos? Mal que mal somos un grupo bien extraño.
—Tienes toda la razón Hernán —admitió Dani— pero tengo a Luciana en el celular, y la verdad es que si estamos equivocados no podemos hacer más el ridículo, y si es lo correcto, cumpliremos con lo que hemos dicho siempre, tenemos que ser todos, o ninguno.

Puso en altavoz su celular para que Luciana pudiera oírse.

— ¿Quieren apurarse? Esto parece el radioteatro del que hablaba mi abuelo.

Finalmente llegaron a una casa de ladrillos azules, y dejaron a Soledad para que tocara el timbre. Salió una joven de poco más de veinte años, de baja estatura, de piel muy blanca y cabello largo lacio, que los miró interrogativamente.

— ¿Hola?
—Hola —la saludó Soledad— Disculpa ¿eres Gabriela Ortúzar?

La joven pareció entre sorprendida y divertida por la pregunta.

—Si, lo soy —pronunció con un extraño acento que no parecía ser de ninguna parte en especial— ¿Quiénes son ustedes?

Alberto estaba a punto de decir algo, pero Dani lo calmó con un gesto.

—Tal vez te va a parecer una locura lo que vamos a preguntarte, pero tenemos algo que ver con la secundaria Martín de Salustre y creemos que hay algo importante que hablar contigo.
— ¿Del Martín de Salustre? — repitió notablemente sorprendida — ¿y qué es lo que quieren, por qué están aquí?

Cuarenta y cinco minutos más tarde, todos estaban apretujados en una salita al interior de la casa; Gabriela estaba entre ellos, con los ojos rojos después de haber llorado la mayor parte del tiempo que había pasado, ante la historia que le contaron entre todos.

—Todo lo que me han dicho es... tremendo, terrible, y completamente inesperado.

Sacó de su bolsillo una foto de ella y Matías.

—Lo de nosotros fue... fulminante. Nunca se lo dijimos a nadie, las cosas nunca son tan sencillas como te las imaginas; éramos básicamente chicos, teníamos la misma edad que ustedes ahora, solo pensábamos en nuestro amor y en todo lo que estábamos conociendo. Pero los negocios de mi padre estaban mal, estábamos casi arruinados, y de un día para otro las maletas estaban listas. Lloré muchísimo cuando supe que teníamos que partir, y por supuesto nos prometimos seguir en contacto, volvernos a ver y todo...

Por un momento no siguió con su relato; estaba recordando, volviendo a vivir muchas de las cosas que probablemente no había hablado con nadie en seis años.

— ¿Y qué pasó después?
—Tienen que comprender que años atrás la comunicación no era tan sencilla como ahora; cuando salimos de aquí, pasaron tres meses de viaje, en que un día dormíamos en un hotel y al otro en una posada. Cuando al fin nos instalamos, le envié correos, contándole mil cosas, diciéndole cuanto lo extrañaba, pero nunca contestó. Y como les dije, yo era una niña, cuando vi que no me contestaba los correos, pensé que simplemente había sido una tonta, que él se había divertido a costa mía y que lo que hubo entre nosotros solo había sido una ilusión. Casi de inmediato me enteré que estaba embarazada, y claro, fue un embarazo poco usual, porque lo descubrí cuando tenía prácticamente cinco meses. De pronto estaba embarazada, y tuve que elegir entre mi hijo y el recuerdo de un niño tonto que según yo me había mentido, así que decidí por mi hijo y quedarme con los buenos recuerdos. Y como nunca volvimos al país hasta ahora, no era especialmente fácil enterarme de lo que había pasado. Que horrible, pobre Matías, ahora entiendo todo.

Se puso de pie y caminó hacia un costado. Dani intervino en voz baja.

—Creemos que la razón por la que Matías está atrapado en éste mundo es esa; suponemos que de alguna manera, cuando murió, su espíritu quedó aquí porque supo que había un asunto sin terminar, y que es eso lo que le falta para poder descansar en paz.

Cuando la joven volteó hacia ellos, en su rostro seguía estando la huella de las lágrimas, pero también había decisión.

—Quiero ir. Quiero ir con mi hijo a esa secundaria.

Alrededores de la secundaria
Por la tarde.

— ¿Dónde está?

Del Real estaba emocionado, sentía a su corazón latiendo a toda velocidad ante la expectativa; los jóvenes también estaban ansiosos por lo que estaba a punto de ocurrir.

—Viene caminando. Ella es Gabriela, y ese niño es Benjamín, y es su nieto.

Por primera vez desde que lo conocían, Dani y los demás vieron sonreír auténticamente a Adriano del Real; el hombre caminó lentamente hacia la joven, quien se arrodilló junto a su hijo para hablarle de quien se les acercaba.

—Vamos, dejemos espacio.
—Ay, pero  yo quería ver...
—Alberto —lo reprendió Soledad— se está reuniendo una familia, hay que dejar que se conozcan, aunque es un poco extraño que lo hagan al lado de la secundaria, pero como estaban diciendo, ésta vez todo tiene sentido.

Teresa marcó el número de Luciana para confirmarle la información, mientras Fernando estiraba los brazos y el grupo caminaba lentamente en sentido contrario.

— ¿Saben una cosa? Me siento increíblemente tranquilo.
—Tienes razón —comentó Leticia— yo también, es muy raro pero desde que empezó todo ésto nunca había estado tan tranquila, es como si todo el nerviosismo y el estrés de estos días simplemente se hubiera esfumado.

Lorena estaba terminando una oración en voz baja.

—Creo que eso es porque las cosas están resueltas. Matías se reencontró con su gran amor, sabe que su hijo está bien, y el señor Del Real está  reunido con su nuera y su nieto.
—Ay, que lindo —dijo Luciana por altavoz en el celular de Soledad— que bueno que ya las cosas están bien. Porque todo está bien ¿o no?

Carolina suspiró aliviada también.

—Si. Yo diría que sí, que todo está resuelto.
— ¿Es decir que se terminó? —exclamó Alberto— vaya, la verdad es que yo igual me siento muy distinto, como cuando duermes mucho luego de haber estado sin dormir, aunque reconozco que esperaba algo más espectacular, alguna luz o algo así.
—Pero si hay una luz —dijo Teresa— mira hacia allá, hay un hombre que sabe que su hijo descansa en paz y que de regalo acaba de conocer a su nieto. No necesitamos nada más.
—Que loco —comentó Fernando— tanto tiempo tratando de encontrar una solución y ahora no lo podemos creer.
—Yo estoy contenta —comentó Soledad— después de todo lo que pasamos, parece que por fin valió la pena.
—Durante éste tiempo nos enfrentamos a muchas cosas —dijo Dani satisfecho— pasamos penas, peleas, tuvimos que aprender a llevarnos un poco, pero al final las cosas terminaron bien, creo que no podemos esperar más.

Hernán se quedó mirando un momento la extraña pero a la vez familiar escena de Adriano del Real con Gabriela y el niño, y supo que ya era suficiente.

—Igual habrá que estar pendiente de lo que pase en la secundaria a partir de mañana.
—Tienes razón Hernán, pero honestamente, no creo que pase nada. Siento que ya Matías descansa en paz, y que los secuestradores también se fueron.
—Que bueno. Me voy, hablamos después.

Lorena trató de detenerlo.

—Espera ¿adónde vas?
—Por ahí —respondió simplemente— al fin de cuentas lo que nos mantuvo unidos todo éste tiempo ya está hecho. Hay que volver a la normalidad.

Dani le hizo un guiño.

—Por supuesto, tienes toda la razón. Gracias.

Mientras Hernán se alejaba, los demás siguieron caminando a paso lento.

—De todos modos él tiene razón —dijo Luciana a través del altavoz después de un rato— hay que volver a la normalidad, ahora vienen los exámenes finales y esas cosas.
—A estas alturas ni me preocupan los exámenes —rió Soledad— quien me escuchara ahora.

22 Noviembre
Casa de Luciana

—Y entonces aplicas ese color y le das profundidad.

Luciana estaba terminando un trabajo de pintura junto con Teresa, Carolina y Lorena.

—Nos salvaste la vida, que suerte que sabes de ésto.

Luciana no era exactamente amiga de ellas, pero se había reconocido a si misma que lo que pasó en la secundaria, y sobre todo ese sueño o visión con Matías había hecho que reconsiderara muchas cosas; lo primero de eso fue ser un poco más accesible, y tener la disposición para colaborar con otros, o en ese caso ayudar si podía, y todas las asignaturas de arte se le daban excepcionalmente bien, probablemente por la educación de casa y las vacaciones en otros países. Las chicas le agradaban, de hecho después de lo ocurrido con los espíritus tuvieron oportunidad de conversar más, y encontró varios puntos para llevarse bien.

—De nada, además me sirve para ir practicando, quiero especializarme; y tú Carolina ¿te vas a especializar en toma de exámenes con rayos?

Las cuatro rieron ante el chiste. Carolina estaba cada vez más segura de cuál era el futuro que quería para ella, y no iba a ser en el área de la salud: lo suyo iba a ir por el lado de la naturaleza, y en esos tiempos las carreras que aportaran a la sustentabilidad y la mantención del medio ambiente no solo eran cotizadas, también tenían buen futuro.

—No, ni de lejos, pero lo importante es que estamos pasando todos los exámenes bien y que tú nos ayudaste con arte. Ahora que me acuerdo, Alberto quiere hacer una reunión con todos en unos días más, en su casa.
—Yo me apunto —comentó Lorena— me parece una muy buena idea.
—Si, es verdad, además que por estar en la clínica yo me perdí de la última parte, así que no me perderé esa reunión, solo díganle al chiquito que la haga después de exámenes, por ahora estoy muy ocupada.

Casa de Leticia

Fernando estaba sirviendo refrescos para ambos mientras pasaban los créditos de la película.

—No me gustó esa parte, pero el final estuvo épico.
—Si, es verdad, estuvo de lujo, aparte por un momento me imaginé a mí disparándole a un par de personas.

Los dos rieron de buena gana. Su amistad había pasado por altos y bajos, pero en esos momentos era mucho más fuerte que antes y eso era lo importante. Tenían sus propios códigos, y les divertía ver el mundo desde una perspectiva crítica y a la vez socarrona.

—Oye ¿te llegó la invitación de Alberto?
—Sí, hay que ir, aunque de todos modos va a ser extraño, durante éste tiempo todo está como antes, es decir ya no pasamos los diez todo el día juntos. No es que extrañe esos días, pero sabes de lo que hablo.

Fernando tomó el control para volver al menú.

—Sí, pero mejor. Además está por terminar el año, luego vienen las vacaciones y yo el año entrante seré un sexy estudiante de cuarto.
—Y modesto.
—Tú no digas nada que estás en la mira de Mariano del otro tercero, quiere acercarse a ti por los medios que sean.

Leticia rió. Sabía que era así, pero de momento quería terminar el año lo más pronto posible, porque por mucho que hubiera pasado toda la tortura de los fantasmas, aún tenía que sobrevivir a los exámenes.

—Creo que ya habíamos pasado por conversaciones así antes; por ahora no, pero el próximo año, quien sabe...
—Te haces de rogar.
—Mira quien lo dice —replicó ella alegremente— últimamente andas de galán ayudando a damiselas en peligro en los preparativos de fin de año, se te quedó pegado lo de ser héroe, no creas que no vi lo que pasó con las de segundo el otro día.

Esa vez fue Fernando quien rió alegremente. Si, algo de eso había.

—Es solo una chapa, no me tomes tan en serio. Aunque reconozco que lamento que no hayamos podido hacer público el tema, no puedo usar mi capa y mi espada para ganar puntos.


Casa de Soledad

Soledad estaba el teléfono conversando animadamente.

—Si, es verdad. Lo escucho, tiene mucha energía, y eso que es tarde. Si, no tengo inconveniente, podemos juntarnos el fin de semana siguiente. No te preocupes, trata de hacer dormir a Benjamín. Buenas noches.

La madre de Soledad se acercó con dos humeantes tazas de chocolate.

—Me leíste el pensamiento mamá.
—Por supuesto que sí, soy tu madre. ¿Con quién hablabas?
—Con Gabriela, una amiga.

Su madre se sentó junto a ella mientras la joven probaba el tibio líquido.

— ¿Y Dani?
—Me abandonó por ir a los videojuegos —protestó falsamente enojada— pero no importa.
—Y esa niña Gabriela ¿de dónde la conoces?
—Es amiga de un amigo, es un poco mayor y tiene un hijo precioso, se llama Benjamín, quería invitarla el próximo fin de semana a cenar.
—Por mí no hay problema, ya sabes que me encantan tus amistades; hija ¿sabes algo? estuve bastante preocupada últimamente por ti, te notaba estresada y cansada, pero de un tiempo a ésta parte estás bien nuevamente, te veo con ganas y con energías.

Soledad sabía muy bien a que se refería, pero aunque ya todos los peligros habían pasado, prefería dejar toda esa historia en el lugar que le correspondía. Se sentía contenta por haber terminado con toda esa historia de los fantasmas, pero la vida le había reservado una sorpresa más, y era la amistad con Gabriela. Ella había tomado la decisión de quedarse un tiempo en el país, y naturalmente hicieron buen trato, con lo que el contacto se había mantenido; según ella y el propio señor Del real, el pequeño Benjamín era una nueva versión de Matías, lo que completaba el cuadro para esa familia. Y era sorprendente ver como Adriano del Real estaba de mucho mejor aspecto gracias a ese regalo del destino. Se sentía contenta.

—Tienes razón, yo también me siento bien ahora; y tengo ganas que termine el año para que podamos salir de vacaciones, y aunque a mí misma me asombra decirlo, quiero tomar ya el último año de secundaria.

Casa de Alberto

Alberto estaba hablando por teléfono mientras escribía en el ordenador portátil.

— ¿Y cómo ha estado señor Del real? Me alegro mucho... yo bien, estudiando bastante; los demás le envían sus saludos... ¿que por qué lo llamé?

Se puso de pie y se acercó a la biblioteca. Ahora había más libros, algunos relacionados con temas paranormales.

—No, todo está bien, solo tuve la inquietud de saber cómo estaba. Me alegro que esté tranquilo, al final todos lo estamos. Eso es verdad, tiene que estar bien para aprovechar a su nieto. Les daré sus saludos a todos. Buenas noches.

Cortó y se quedó mirando la biblioteca. Durante mucho tiempo se había refugiado en los textos, con el miedo constante de que algún día tuviera que recurrir a ellos para recuperar lo que su cerebro había perdido, pero si algo era cierto de todo lo que habían vivido en la secundaria, es que cuando realmente lo necesitas, las cosas están ahí, solo tienes que descubrir cómo llegar a ellas. Eso era parte de crecer, de la madurez que él mismo y los otros estaban experimentando, y por primera vez no se sentía con tanto miedo. Pero por las dudas tomó su agenda y apuntó un par de horas extra de trabajo, al final que si quería ser un exitoso hombre de negocios, no tendría mucho tiempo, y una noche de estudios siempre le abría nuevos horizontes.


Casa de Dani

Tenían botellas de refresco en la mesa de centro, y el joven ya se había ubicado sobre el sofá, dejando a un costado las ruedas. Hernán iba seguido a visitarlo, aunque de pronto se desaparecía. No hablaban muy a menudo de temas complejos, pero Dani veía que tenía menos heridas nuevas, al menos en eso las cosas mejoraban.

—Y tú sigues tan apartado de todos como antes, casi no te vemos la sombra en clase o en los recreos.

Hernán se sentó junto a él ante el televisor y la consola de video. Se tomó un minuto para beber un poco, venía cansado después de correr, pero se sentía casi tan bien como pelear, así que como sustituto estaba bien. Por suerte Dani no hacía preguntas de sobra.

—Cállate, tenemos una partida pendiente, no te voy a dar espacio solo porque eres el dueño de casa.

Sin esperar, comenzó el juego, pero Dani no estaba concentrado todavía. Dejó que los gráficos corrieran con toda la espectacularidad inicial y la secuencia que era parte del tráiler; ahora jugaban después que el rapado llegaba de correr y se daba una ducha, y aunque él no lo decía, daba la impresión de estar haciéndolo como excusa para salir de su casa. Por él todo lo que pudiera ayudar estaba de lujo, pero eso no era todo.

—Ha pasado casi un mes desde que las cosas se solucionaron en la secundaria; ahora todo es normal, estamos por pasar los exámenes finales, y Alberto quiere reunir a todos, pero como estamos en dos cursos distintos y ya no hay espíritus, el director no nos va a dar más permisos, somos otra vez estudiantes comunes y corrientes.
—Eso es lo que somos.
— ¿Vas a ir si hay una reunión?
— ¿Y para qué?

Dani ya estaba acostumbrado a la actitud del rapado, pero no se preocupaba. Incluso no le preocupaba que el otro no lo tomara en cuenta en la secundaria, de hecho eso era parte de su decisión implícita de dejar todo como antes que comenzaran los problemas. Se entendían bastante bien.

—Para comer dulces de la madre de Alberto, no me digas que no te gustan. Será divertido, además que perdimos casi todo contacto con los exámenes.
—Eso es porque no somos todos amigos; estás eligiendo el mismo personaje que yo.
—Lo siento. En eso tienes razón, pero a la larga, todos estuvimos en lo mismo, hay una conexión, llámala como quieras, entre todos, a fin de cuentas fue gracias a todos que logramos encontrar la paz para Matías.
—Está bien, iré, pero solo un rato. Si no te digo eso no vas a comenzar nunca.

Dani sonrió satisfecho.

—Gracias.
—No me lo agradezcas, es solo para que dejes de molestarme con lo mismo.
—No es por eso. Gracias por tu amistad.

El otro puso los ojos en blanco y comenzó el juego. No le gustaban las cursilerías, pero Dani sabía que podía contar con él ante todo, y que era realmente su amigo.




                                                                              Fin

Maldita secundaria capítulo 20: Noche de estudios: Primera parte



Jueves 25 Octubre
Centro comercial

El director San Luis se reunió con el grupo durante la tarde, casi llegando la noche.

—Lamento la demora —dijo con tono de urgencia— pero tuve que inventar una serie de excusas para salir de mi casa y luego para hablar con el director del Salustre, aunque por suerte es antiguo conocido mío.
—Disculpe por presionarlo —le dijo Dani— pero no podemos esperar, la información es muy importante.

San Luis se sentó frente a ellos.

—El problema es que los informes de esa secundaria no están digitalizados, así que la única forma de verlos es ir directamente a ese lugar y revisar los archivos.
— ¿Y podemos ir ahora?
—Alberto, son casi las nueve de la noche.
—En realidad por eso vine —intervino el Director— podemos ir ahora mismo, pero tenemos muy poco tiempo, así que si tienen alguna información más clara que la que me dijeron por teléfono, sería excelente.

Dani se encogió de hombros.

—Pues la verdad es que...

Iba a decir algo más, pero Soledad le tocó fuertemente el hombro mientras contestaba el celular.

—Si... se lo agradezco muchísimo... hasta luego.
— ¿Qué pasó?
—Acaba de llamarme el padre de Luciana. Ella despertó.

El grupo se revolucionó con la noticia.

—Eso es perfecto, perfecto —exclamó Alberto— tenemos que ir ahora mismo, estoy seguro de que ella tiene información.
—Debe tener algo —intervino Soledad— porque el papá de Luciana me dijo que ella necesitaba hablar con nosotros.
—Tendremos que dividirnos —dijo Dani— Alberto, tú, Leticia, Hernán, Carolina y Soledad vayan con el director a revisar la información, los demás iremos a la clínica a hablar con Luciana.

Clínica Santa Próxima
Minutos después.

Dani, Lorena, Teresa y Fernando ingresaron a la sala de espera de la clínica, dejando a Adriano del Real esperando en el auto afuera.

—Me preocupa como se ve, está muy cansado.
—Es mejor que descanse por ahora.

Se encontraron con el padre de Luciana, que físicamente estaba más cansado que antes, pero que en esos momentos se mostraba aliviado, incluso contento.

—Gracias por venir.
—Los demás envían saludos, pero no pudieron venir —se excusó Dani— ¿cómo está Luciana?
—Sorprendentemente bien —respondió el hombre con un dejo de satisfacción— despertó como si hubiera simplemente dormido, pero me pidió hablar con ustedes.

El grupo acompañó al hombre al interior de un pulcro e iluminado pasillo.

—No sabía que hubiera horario de visita a ésta hora.
—Fernando, es una clínica privada.
—Es cierto.

Finalmente llegaron a una habitación con una enorme camilla en donde reposaba Luciana. Se veía casi como de costumbre, excepto que llevaba clínica blanca y estaba sin brillo ni sombra de ojos, aunque no parecía haber estado en coma.

—Gracias por venir amigos.
—Estamos contentos de que estés bien —replicó Lorena— estábamos muy preocupados.
—Gracias por llamarlos papa —le dijo con una sonrisa cariñosa— ¿podrías dejarnos un momento a solas?
—Desde luego cariño, vuelvo en un momento.

El hombre salió mientras Luciana se incorporaba un poco en la camilla.

—Qué bueno que vinieron, tenemos que hablar.
—Espera un momento —la interrumpió Fernando— acabas de estar en coma, pero parece que estuvieras de fiesta.
—Me siento bien —replicó ella simplemente— después les voy a decir los detalles, ahora hay algo más de que hablar.
— ¿Más importante?
—Por supuesto, no los habría llamado a ésta hora y en ésta facha por nada.

Dani sonrió aliviado; seguía siendo la misma.

—Tienes toda la razón. ¿Qué ocurrió?
— ¿Dónde están los demás? Esperaba a Alberto.
—Tuvieron que ver otro asunto.
—Ni modo; escuchen, mientras estuve dormida, se me apareció  el espíritu de Matías, aunque no fue como esa vez en la bodega, más bien fue como... como si hubiéramos estado los dos en el mismo sitio.

Lorena y Teresa cruzaron miradas alarmadas.

— ¿Y qué pasó ahí?
—Nada. Es decir, de pronto era como cuando empiezas a hablar con un desconocido y charlas y esas cosas; pero no había palabras, él no me hablaba pero yo le entendía, no sé si me explico.
—Te entiendo —la tranquilizó Lorena— te estabas comunicando con él.
—Si, y de pronto tenía así tristeza, y yo quería saber que le pasaba, era extraño porque sabía quién era y al mismo tiempo era como si hablara con alguien más, quiero decir que no parecía muerto.
—Claro.
—La cosa es que le dije que su papá estaba preocupado por él, y también nosotros, y fue como si se me acercara, algo así como cuando abrazas a una persona que está triste. Por supuesto que era un sueño o una visión así que no estaba abrazando a nadie físicamente; y después había una cara, la de una niña como de nuestra edad, y él estaba angustiado, supongo que por ella.

La niña del cuaderno, pensó Lorena.

— ¿Y cómo era ésta niña?
—Bastante común diría yo.
—Ya, pero era alta o baja, morena, esas cosas.
—Ah, pues era como bajita, de piel clara y ojos y cabello largo y lacio, como castaño o parecido, nada más.
— ¿Y que sucedió después?

Luciana hizo algo de memoria.

—Después vi la bodega, y después desperté.
— ¿Quieres decir que la bodega fue lo último que viste?
—Sí.

Lorena tenía las ideas muy claras.

—Hay que llamar a Alberto de inmediato.

Secundaria Martín de Salustre
Mientras tanto

Alberto, Carolina, Hernán y Soledad acompañaron al director San Luis al interior de la secundaria, tras un extrañado nochero.

—Muchas gracias Benjamín, desde aquí podemos continuar.
—De nada, no se preocupe.
—Saldremos en poco tiempo.

Entraron en una sala mal iluminada y llena de armarios metálicos con archivadores en su interior. Hernán silbó agudamente.

—No vamos a terminar jamás.
—No es tan complicado —comentó el director— por fortuna los informes de ese año están solo en un sitio. Según la información que tengo, debería ser... esa esquina de ahí.

Se acercaron a una esquina con varios archivadores de color verde oscuro; después de un momento de quitar polvo y telarañas, comenzaron a revisar los archivadores.

—Aquí está el curso de Matías —dijo el director enseñando un archivador— revisemos los datos de aquí primero.
— ¿Y qué estamos buscando?
—A una niña sin nombre, claro —comentó Alberto como si fuera obvio— pero si el nombre que aparece en el cuaderno es Riela, lo más probable es que sea una clave o un anagrama. No, pensándolo bien no puede ser un anagrama, juego por una palabra clave.

Se dispusieron las hojas entre ellos, cada uno apartado a una repisa diferente.

—No podíamos esperar que estuvieran segmentados por sexo —dijo Soledad— ésto nos va a llevar más tiempo.

En ese momento sonó el celular de Alberto.

—Hola... Dani, dime... que...? En serio...? Pero cuéntame más... y dime como era... excelente, genial, los amo a todos, te tengo que cortar, hablamos luego.

Cortó con la cara totalmente iluminada.

—Luciana acaba de salvarnos la vida.
— ¿Que dijo?
—Que se le apareció Matías y le mostró una imagen; es de una joven como de nuestra edad, y me dio algunos rasgos.
— ¿En serio?
—Si, dijo que tenía el cabello largo y lacio, castaño y la piel clara.

Hernán resopló con las cejas levantadas.

—Eso no reduce mucho las posibilidades.
—Ya, pero sabemos que hay alguien igual; mira, tenemos que buscar las fotos.

Soledad estaba revolviendo papeles cuando encontró una foto.

— ¡Ay por Dios!
— ¿Qué pasa?
—Miren, hay una foto de todo el curso, aunque la calidad es mala. De aquí solo hay seis que coinciden con la descripción de la niña.
—Genial, dame la hoja con la descripción de la imagen.
— ¿Que hoja? No hay ninguna hoja.

Alberto le quitó la foto de las manos.

—Pero ésto es inútil, ahora tendremos que revisar igual ficha por ficha, ¿porque no ponen un relato de la foto?
—Porque no es una película norteamericana, ahora cálmate, tenemos que hacer.

Durante los siguientes minutos, todos se dedicaron a buscar entre los registros las imágenes que necesitaban; después de un tiempo ya tenían las seis fichas que querían.

—De acuerdo, ahora hay que descifrar cual es.
—Qué raro, ninguna coincide por nombre —se extrañó Alberto— y además en el listado no hay ninguna Mariela, Gabriela o algo parecido.

Carolina volvió a rebuscar en algunos informes.

—Director, ¿qué significa el código 1601?
—Es un permiso especial por traslado, ¿por qué?

Carolina extrajo una hoja.

—Porque en éste reporte de mitad de año aparece destacado, y hay un nombre: Gabriela Ortuzar.

El director tomó la hoja y la leyó un par de veces.

—Esto significa que una estudiante fue transferida a ésta secundaria, pero luego la volvieron a transferir.
— ¿Y eso se puede?
—Ahora sería más engorroso, pero en esos años era más sencillo, bastaba llenar una ficha y ya.

Carolina volvió al archivador.

— ¿Y aquí habrá una foto de ella?
—Es difícil saberlo, si por lo que dice aquí estuvo solo cuatro meses, habría que revisar hoja por hoja.

Volvieron a repartirse el contenido que quedaba del archivador, revisando frenéticamente toda la información relacionada. Después de unos momentos Carolina encontró algo.

—Miren, aquí hay una fotografía, aunque no es muy clara que digamos.

En la imagen se veían varios estudiantes en una especie de presentación en clase, y entre ellos estaba una joven menuda, que coincidía muy bien con la descripción que había dado Luciana; todos tenían carteles con sus nombres, y en el de ella aparecía el nombre Gabriela.

—Es ella, debe ser ella.
—Pero aquí no dice nada de ella —se quejó Alberto— ¿dónde podrá estar esa información?

El director volvió a remover los archivos en el estante.

—Aquí hay un registro de estudiantes, pero no sé qué tan completo sea. Déjenme ver... aquí se menciona una muchacha transferida, pero no hay ficha de ella, supongo que no la ingresaron porque sabían que iba a estar poco tiempo.
— ¿Pero y entonces?
—Están los nombres de sus padres, y un número de contacto, es lo único que hay.

Soledad marcó el número en su celular.

—Aparece fuera de servicio, pero podríamos buscar en la guía telefónica.
—Se me ocurre algo mejor —intervino Alberto— busquemos en internet. Vamos a mi casa a ver que sale.

Pero el director le alcanzó un celular que superaba en calidad a cualquiera de los otros.

—Revisa la información desde aquí.
—Ay Dios mío —balbuceó Alberto tomando el celular— perdón, es decir, déjeme revisar aquí... lo mejor que puedo hacer es revisar en ésta red, porque no necesito claves y no es invasiva... ah... oh por todos los cielos... no puede ser...
— ¿Qué pasa?
—Estoy bastante seguro de haberla encontrado —repuso muy serio— y si es quien creo, hay una poderosa razón por la que no hay mucha información de ella. Pero no podemos resolver todo aquí, necesito mi ordenador.

San Luis comenzó a devolver los papeles a los archivos.

—Creo que ahora no podemos hacer mucho más, es tarde y le prometí al director que sería poco tiempo; ¿creen que con esa información puedan hacer algo?
—Mire, no sé si logremos solucionar todo ésto, pero tiene razón en que no podemos hacer nada más aquí.

Viernes 26 Octubre
Casa de Alberto, por la mañana.

El grupo, excepto Luciana, se reunió temprano para analizar todo lo que había pasado la noche anterior.

—Chicos, podemos hablar en paz porque, bendita sea, mi madre tuvo que hacer unos trámites y salió.

Entraron al escritorio, donde se distrajeron unos momentos en escoger de la bandeja de dulces que les había dejado la madre de Alberto.

—Miren, lo que creo es lo siguiente: Matías estaba enamorado de ésta chica, nunca la olvidó cuando ella se fue, murió queriendo decirle adiós y ahora lo que tenemos que hacer es encontrarla y hacer que ella se despida.

Leticia se sentó a un costado de brazos cruzados.

— ¿Te das cuenta que eso suena a argumento de telenovela juvenil?

El pequeño le hizo una morisqueta.

—Ya pero no es que tengamos muchas más opciones ¿o a alguien se le ocurre algo mejor?
—Yo creo que no hay que ir tan lejos —comentó Dani pensativo— primero deberíamos ver como localizamos a la chica.
— ¿Y que no me ves las ojeras? He dormido como dos horas, gracias al cielo que San Luis nos dio un permiso por hoy; ya localicé a la chica, pero, no sé cómo decirlo pero hay un problema.

Fernando se sirvió más refresco.

—Eso no es nada nuevo ¿qué pasó ahora?
—No vive en el país.
— ¿Qué?
—De hecho no es de aquí. Estuve husmeando en su muro, y creo entender que sus padres son de aquí y ella tiene doble nacionalidad, pero el problema no es que esté a kilómetros de distancia.
— ¿No? —se extrañó Soledad— eso quiere decir que hay algo peor.
—Lo hay.
— ¡Está muerta!
—No.
—Pues mejor dilo de una vez.
—Verán, la chica tiene... un hijo.

En ese momento Carolina experimentó una sensación muy parecida a las que describía Lorena cuando veía más allá de lo que podía el resto. El puzzle estaba completo.

—Alberto ¿qué edad tiene ese hijo?
— ¿Qué? Pues según el muro, seis ¿por qué?
— ¿Cómo que por qué? Alberto ¿no lo ves?

El más pequeño se sentó sobre su escritorio.

—Pues ella fue bastante precoz, pero no veo como eso podría...
—Ay Alberto, eres tan inteligente para unas cosas y tan ingenuo para otras.

Lorena comprendió cual era el curso de las palabras de su amiga.

— ¿Tú crees? Pero claro, tiene sentido.
—Por supuesto Lore, es lo único que tiene sentido para todos los casos.

Aparentemente ellas dos eran las únicas que entendían de lo que hablaban. Teresa tosió.

—Disculpen, pero si descubrieron algo sería bueno que... oh por Dios... no estarán diciendo que...?
— ¡Sí!
— ¡Pero eso sería increíble!
— ¡Ay por favor! —protestó el más pequeño aún sin entender— dejen de hablar como si yo no estuviera aquí.

Carolina sonrió emocionada.

—Alberto. El hijo de esa chica tiene seis años, podría ser hijo de Matías.

Alberto se lo tomó como un caso de matemáticas.

—Cielos, tienen bastante razón, pero aun así sigue estando la dificultad de la distancia, ella está a dos países de aquí, y aunque yo podría votar por hablarle por la red, lo más probable es que sea un poco violento.

Fernando se cruzó de brazos.

—Ya, supongamos que el hijo de esa chica es hijo de Matías, y por increíble que me suene a mí mismo decirlo, tendría todo el sentido del mundo que él siguiera aquí preocupado por él, no veo cómo podríamos hacer algo al respecto.

Hernán parecía, quizás por primera vez, muy tranquilo.

— ¿No creen que se están complicando mucho?
— ¿Qué quieres decir?
—El muerto tiene un hijo, la madre está en otro país, a lo mejor ni sabe que el padre está muerto. ¿Que no basta con tomar el teléfono, llamarla y decirle la verdad?
— ¿Estás loco? —exclamó Alberto— se va a morir cuando le digamos.
—Puede ser, pero quizás ella tiene derecho a saber, y el crío también ¿o no?

Poco después todos estaban en la sala; por decisión unánime dejaron a Lorena encargada de hacer la llamada, que ya se hacía esperar después de todo el tiempo tratando de encontrar los medios.

—De acuerdo. Muchísimas gracias, y disculpe la molestia.
— ¿Qué pasó?

Lorena se veía confundida.

—No sé si es bueno o malo, pero Gabriela no está en su casa y sus padres tampoco.
— ¿Y cómo a qué hora llegan?
—No es a que hora, es que día. Están de viaje, por lo que entendí su padre tiene un trabajo que les exige movilizarse.

Alberto se dejó caer en un sofá, derrotado.

—Por todos los cielos...
—Eso explicaría por qué hace años estaban aquí —comentó Dani— ¿pero no te dijeron en dónde están?
—Se supone que aquí, en éste país.

Carolina dio un aplauso.

—Pero eso es estupendo, solo hay que encontrarla, quizás es la única oportunidad que tengamos de terminar con toda ésta situación.
—Entonces hay que ponerse en acción ahora mismo —comentó Dani— si supuestamente vienen para éste país, hay que revisar las estadísticas del aeropuerto, Leticia, tú manejas bastante de ese tipo de redes.
—Nunca he explorado algo como esa red, pero lo puedo intentar.

Teresa tenía otra idea.

—Pero mientras tanto los demás no vamos a estar haciendo nada. Podemos dividirnos y confirmar también en el lugar.
—Buena idea —concedió Soledad— Vamos al aeropuerto, ustedes sigan buscando, nos mantendremos comunicados.

Mediodía
Aeropuerto

Dani, Soledad, Fernando y Teresa estaban ya de salida en medio de una jornada de mucho viento alrededor.

—Esto es mejor de lo que podríamos habernos imaginado —celebró Dani— gracias a los datos que encontraron Leticia y Alberto, pudimos comprobarlo, Gabriela está en la ciudad, solo tenemos que encontrarla.
—"Solo" es un término bastante optimista —comentó Fernando— cuando se trata de mala suerte nos topamos con medio mundo, pero ahora no podemos saber en dónde está.
—Tranquilo, los chicos están rastreando alguna información antigua a ver que resulta, ya tendremos novedades.
—Espero que todo resulte.

Soledad mientras tanto contestaba su celular.

—Señor Del real. Si, estamos en eso... si... no se preocupe, le avisaremos en cuanto tengamos alguna noticia, por supuesto.

Cortó y suspiró.

—Está muy emocionado, no tendríamos que haberle dicho tan pronto.
—La verdad es que él es más resistente de lo que parece, eso hay que concedérselo —opinó Teresa— además está en su derecho, objetivamente yo estoy muy emocionada también.
—Tienes razón.

En eso Dani estaba recibiendo una llamada.

—Si... Alberto, dime... si... si, conozco el lugar, podemos reunirnos allá, estaremos como en unos veinte minutos. De acuerdo.

Cuando cortó se veía radiante.

—La encontraron.



Próximo capítulo: Noche de estudios: Segunda parte

Maldita secundaria capítulo 19: Nunca más



Miércoles 24
Clínica Santa Próxima, por la tarde

Tan pronto como se enteraron de la noticia de Luciana, todos fueron directamente a la clínica, pero no pudieron pasar de recepción, y nadie les dio ninguna respuesta. Alberto estaba empezando a colapsar.

—Ésto ya lo habíamos vivido antes —reclamó Alberto— ahora díganme que no tengo razón en lo de la influencia de los espíritus en nosotros.
—Aún no sabemos qué le pasa, puede que esté simplemente enferma.
—No es eso, no es eso, y lo peor es que si estoy en lo cierto no podré, no podré...

Dani lo interrumpió a tiempo.

—Basta. Alberto, estás demasiado nervioso, Fernando, por favor llévalo a la cafetería y dale un té.

El aludido se llevó a Alberto medio a la fuerza hacia la cafetería. Mientras tanto, el grupo se quedó un momento en silencio, a la espera. Después de un par de minutos apareció un hombre alto y bien parecido, vestido elegantemente, pero que en su rostro mostraba cansancio y preocupación.

— ¿Ustedes son amigos de mi hija?

Dani se adelantó.

—Si, somos amigos de Luciana. ¿Cómo está ella?
—No se sabe con seguridad, le están haciendo exámenes.
— ¿Podemos verla?

El hombre iba a responder algo, pero se contuvo y respiró profundamente.

—Nadie puede verla, ni siquiera nosotros la hemos visto; no es normal que haya desmayado de esa manera.
— ¿Quiere decir que ella no tiene algún problema de salud o algo así?
—Luciana tiene una excelente salud —respondió el padre algo sorprendido— es una característica de nuestra familia. Lo lamento, pero ahora no van a conseguir nada aquí, es mejor que se vayan a sus casas.

Teresa intervino preocupada.

—Señor, disculpe, pero queremos que Luciana sepa que estamos preocupados por ella. Cuando pueda verla, hable con ella, aunque esté dormida, yo sé que de todos modos puede escuchar y sentir; dígale que estamos aquí, que sus compañeros de la secundaria estamos preocupados, que tenemos fe en ella.

El hombre apretó los puños; claramente estaba haciendo un esfuerzo por mantenerse entero frente a los demás.

—Lo haré. Muchas gracias por venir.

Se retiró de la sala de espera, dejando al grupo más conmovido que antes; Leticia hizo una mueca.

—La verdad es que estoy pensando que las cosas pueden ponerse bravas; cuando Alberto lo sepa, se va a querer morir.

Cafetería, momentos después.

— ¡Ay, ahora que lo sé, me quiero morir!

El pequeño se llevó dramáticamente las manos a la cabeza mientras estaba sentado ante una de las mesas de la cafetería.

—Cálmate, por lo menos tampoco es tan grave.
— ¿Cómo qué no? Justo ahora que estamos tan cerca, tan cerca, y la necesitamos a ella.

Tenemos que ser todos, o ninguno. Las palabras volvieron a la mente de Dani al instante.

—Por ahora no tiene sentido que nos torturemos, hay que esperar los resultados de los exámenes, y mientras tanto, rogar que no sea nada grave.
—Y ésto no es todo —agregó Fernando— Adriano del Real está inubicable, no sé por qué no contesta el celular.

Teresa estaba con la mente más en Luciana, pero igual estaba pendiente de todo lo que ocurría.

—Dijeron que cuando lo conocimos no se veía muy bien.
—Es un decir —replicó Fernando— nunca ha estado muy bien que digamos, pero...

Se quedó en silencio al pensar en lo que eso podía significar.

—Esperen, ¿no creerán que él también...?
—Eso sí que sería un golpe fuerte —dijo Soledad— y la verdad es que con lo de Luciana tiendo a estar más sensible a ese asunto.

En ese momento apareció en la cafetería Del real, y efectivamente se le veía más demacrado aún, si eso era posible. Al principio no reaccionó, pero luego de un momento se acercó muy sorprendido.

—Muchachos, ¿qué hacen aquí, qué ocurre?
—Buenas tardes señor Del Real —lo saludó Dani— estamos aquí porque una amiga está un poco enferma, y queríamos comunicarnos con usted porque han pasado algunas cosas, no sabíamos que estaba aquí.

Del Real los guió hacia el exterior para que pudieran hablar con más tranquilidad.

—Me sentido un poco mal, pero no se ocupen de eso, explíquenme que pasa en la secundaria.

A Lorena ya le parecía que Adriano del Real podría estar sospechando de lo que pasaba en la secundaria, eso sería una muestra de que las cosas realmente habían cambiado mucho en el último tiempo.

— Señor Del Real, disculpe, pero hay algo de lo que tenemos que hablar; necesitamos que nos acompañe a la bodega en la secundaria, lo más pronto posible.
— ¿Y por qué, que ocurrió?

Lorena miró alarmada al más pequeño, pero el hombre mayor interpretó la mirada y se adelantó.

—No tienen que preocuparse por mí. Díganme que es lo que sucede.
—Aún no lo podemos confirmar, pero tenemos la sospecha de que algo cambió, y es posible que la fuente de energía de donde proviene Matías, haya cambiado de posición.

Nadie dijo nada por unos momentos; Del Real no pareció tan sorprendido como alterado.

— ¿Qué tratan de decir? ¿Qué pasó, donde está mi hijo?
—No tenemos nada claro —se adelantó Dani— pero han cambiado muchas cosas y necesitamos confirmar ese asunto.
—Eso no es todo —intervino Alberto atropelladamente— hay algo más, ahora descubrimos...
—Que lo necesitamos en buenas condiciones —lo interrumpió Dani— y la verdad es que desde la otra vez lo vemos distinto, nos preocupa que esté sometido a mucho estrés o que no se esté cuidando como corresponde.

Alberto logró captar el mensaje y se quedó callado; por fortuna Del Real entró en sintonía con la preocupación de Dani y el resto y no notó el cambio de tema.

—La verdad es que hace unos días me he estado sintiendo mal, he tenido sueños horrendos y me siento muy cansado e irritable; en ésta clínica trabaja un viejo conocido mío, así que vine a chequearme, y me dijeron que efectivamente estoy con bastante estrés, pero —continuó con más fuerza— eso no es importante. Si pueden, iremos ésta misma noche a la secundaria.

Miércoles 24
Estacionamiento de la secundaria
Por la noche

Hernán, Fernando y Leticia fueron los primeros en llegar al lugar.

—Ya se nos está haciendo costumbre hacer ésto —comentó Fernando— lo que me pregunto es como es que nunca nadie nos ha descubierto.
—Tampoco vamos a decir que el nochero hace rondas como loco —comentó Leticia con una risita— además que estos barrios son tan tranquilos que parece difícil que alguien venga a robar.

Hernán volvió a mirar la hora.

— ¿Dónde diablos están los demás?

Justo en ese momento se dejaron ver Soledad junto a Dani, y más atrás Teresa, Carolina, Lorena y Alberto. Casi junto apareció Del Real.

—Qué bueno que ya estamos todos. Ahora entremos.

El grupo volvió a ingresar a la secundaria por los estacionamientos, y en completo silencio caminaron hasta la bodega que seguía siendo el último vestigio tanto de la edificación original como de la existencia física de Matías; sin decir palabra, aunque con manos temblorosas, Adriano abrió la puerta y entró, en primer lugar, al sitio en donde antes los jóvenes habían entrado en contacto con el espíritu sufriente del hijo del hombre mayor, pero esa vez, las cosas fueron diferentes.

—Matías...

Si bien físicamente el interior de la bodega seguía mostrando la destrucción provocada por el fuego años atrás, en esa noche no existió señal de ningún tipo, ni nadie escuchó nada en su mente; realmente parecía que el espíritu se había ido.

—Ésto no puede ser —murmuró Adriano totalmente incrédulo— todo es distinto ahora, no puedo sentir ningún tipo de fuerza, pero a la vez sigo sintiendo la misma angustia, el mismo dolor de siempre.

Se quedó de pie, solo en medio de la bodega destruida, desconcertado, sintiéndose más solo y más dolorido que nunca, con la esencia de su hijo perdida y un grupo de jóvenes que perfectamente podrían ser él, pero que jamás lo serían. Alberto le hizo un gesto a Dani y a Lorena, y éstos asintieron.

—Señor Del Real, nosotros creemos...

Iba a decir algo más, pero no tuvo tiempo. El hombre de aspecto enfermizo se tambaleó sin sentido y se desplomó; solo Fernando y Alberto estaban lo suficientemente cerca, y lo sujetaron para evitar que se estrellara contra el suelo.

— ¡Señor!
— ¡Ayúdenme!

Con ayuda de Hernán sacaron a Del Real de la bodega y lo sentaron en un banquito a un costado.

—No puede ser, él también...
—No creo que sea eso —intervino Soledad— solo parece atontado, tal vez fue demasiada sorpresa para él.
—No debimos traerlo.
—Hay que llamar a una ambulancia.

Leticia hizo un amplio gesto mostrando donde estaban.

—Claro, podemos aprovechar de decirles que pasen al estacionamiento.
—Calma, calma —intervino Dani— llevémoslo afuera, de todos modos tendremos que llamar a una ambulancia.

Mientras lo llevaban en andas hacia el exterior, Del Real reaccionó.

—La bodega...
—Tranquilícese, conseguiremos ayuda.
—No, no.

El hombre logró pararse y detuvo el avance del grupo; se veía despierto, pero no mucho más repuesto.

—Hay que cerrar la bodega.
—Ya lo hicimos —lo tranquilizó Soledad— y tenemos las llaves, no se preocupe por favor.
—No van a llamar a nadie —sentenció enfrentando a los jóvenes— estoy bien, solo quiero que me ayuden a entender que es lo que está pasando, y ésta me oculten vez no nada.

Todos estaban dudando, incluso Alberto que era el más decidido a descubrir la verdad. Lorena se mostró más comprensiva.

—No se trata de ocultarle cosas, pero... es que usted no luce bien de salud.
—No queremos que le pase algo.

El hombre inspiró profundamente; no quería sonar agresivo, pero de todas formas su voz sonó más dura de lo que esperaba.

—Sobreviví a la muerte de mi hijo, puedo con ésto.

Nadie replicó a esas palabras, pero el hombre mayor pudo ver como había hecho efecto en todos ellos.

—Lo lamento.
—Señor...

Percibió las miradas entre varios de ellos, pero estaba decidido, no iba a dejar que las cosas pasaran así nada más, tenía que saber.

—Hablen por favor. No teman por mí.
—Tenemos una teoría —comenzó Lorena— creemos que cuando las cosas se nos fueron de las manos, Matías pidió más ayuda y por eso se vieron involucrados Alberto, Luciana y Teresa, pero al mismo tiempo las energías cambiaron de ubicación.
— ¿Y qué piensan al respecto?
—Creemos —explicó Alberto— que la fuente de energía de Matías cambió de ubicación porque nosotros estamos más cerca de descubrir cuál es el motivo por el que permanece atrapado aquí.

La mirada del hombre pareció iluminarse por unos momentos, pero se contuvo.

—Explícate.
—Llegamos a la conclusión de que hay alguien, una persona a quien Matías amaba, además de usted, por quien estaba preocupado o angustiado al momento de morir, y creemos que tenemos que encontrar a esa persona para que él pueda estar tranquilo. Claro que las cosas se nos complican un poco porque ya sabe, los adolescentes no acostumbramos a decirle ciertas cosas a nuestros padres.

Del Real no pareció ofenderse por la explicación.

—Lo que dices tiene bastante sentido, excepto que sería muy extraño que, quien fuera esa persona, no diera ninguna señal cuando ocurrió todo, la noticia salió hasta en los diarios.
—Es cierto, eso es extraño —consintió Dani— pero es algo que de todos modos tenemos que resolver, o de lo contrario nunca lo sabremos con seguridad. Matías está aquí, está un poco más libre, estamos seguros de que eso tiene que tener un significado importante.

En ese momento el hombre tomó una decisión.

—Ahora es tarde; vayan a sus casas, mañana nos reuniremos para hacer algo distinto, tomaré cosas de mi hijo, recuerdos y ese tipo de cosas. Las he visto mil veces, pero ustedes son jóvenes, quizás vean algo que yo no puedo ver.

Jueves 25
Segundo recreo

—Las cosas sí que han cambiado —comentó Teresa— desde ayer no ha pasado nada, ni enajenados ni manifestaciones de ningún tipo.
—Es cierto —dijo Soledad— y no hay noticias de Luciana, me comuniqué con la clínica y después de mucho insistir me dijeron que sigue en observación.
—Seguramente Matías tenía una novia oculta —sugirió Alberto— o un novio...
—Deja de complicar las cosas —lo reprendió Teresa— ésto no nos lleva a ninguna parte, además si es verdad que tenemos que estar todos en ésto, lo de Luciana no solo es preocupante sino que nos expone más aún.
—Lo bueno es que como decías, no hay que preocuparse tanto por lo de los enajenados, cualquiera diría que estamos en una secundaria común y corriente.

Dani también estaba preocupado.

—Me pregunto dónde estará Matías.

Lorena casi dio un salto cuando gritó asombrada.

— ¡Ya lo sé!
—Baja la voz.
—Es cierto, lo lamento. Chicos, creo que sé dónde está Matías.
— ¿Donde?
—En el cuerpo de Luciana.

Todos se quedaron varios segundos sin articular palabra, hasta que al final Hernán soltó un bufido.

— ¿Que no se supone que los que se meten en el cuerpo de la gente son los secuestradores?
—Espera, antes que eso —intervino Alberto fríamente— ¿por qué crees eso, volviste a soñar o a ver algo?
—No — respondió la aludida — pero que Matías no se haya metido en el cuerpo de alguien no significa que eso no pueda pasar; recuerden que nosotros mismos concluimos que las cosas habían cambiado y las fuerzas se habían movido, perfectamente Matías puede haber encontrado un punto de fuga y terminar en Luciana.
—Técnicamente eso puede pasar, según lo que he leído un espíritu puede hacer conexión de muchas maneras y la prueba de que eso pasa somos nosotros. Un momento. Acabo de recordar algo; Dani, Carolina, Lorena, ustedes estuvieron investigándonos sobre traumas y esas cosas. ¿Cuál es el trauma de Luciana?

Carolina se encogió de hombros.

—No lo sabemos. Cuando estábamos investigando no la pudimos encontrar y después las cosas pasaron muy rápido.

Leticia hizo una mueca.

—No puedo creer que ahora sea la princesita quien tenga la clave de todo, siempre pensé que sería una de ustedes dos.

Lorena sonrió sencillamente ante el comentario saltándose la pregunta; prefería no preguntar si eso era un elogio o no.

—Por el momento todo son especulaciones, creo que lo primero es descubrir lo que nos traiga el padre de Matías, y después tratar de resolver el misterio.

Jueves 25
Plaza Las flores. Por la tarde

Adriano Del Real se reunió con el grupo después de clase; llevaba consigo un maletín, y se veía notablemente alterado.

—Disculpen si estoy algo extraño, pero es difícil revivir de golpe ciertas cosas.
—No se preocupe, lo entendemos.

El hombre hizo un esfuerzo por mostrarse más sereno, y se sentó con el maletín sobre las piernas; de él sacó un cuaderno.

—Matías escribía cosas en sus cuadernos de clase, y éste es de historia del arte, una de las asignaturas que más le gustaban. Durante mucho tiempo revisé los datos, pedí que otras personas vieran si había algún mensaje oculto, pero nada funcionó.

Alberto iba a abalanzarse sobre el cuaderno, pero Lorena le lanzó una mirada de advertencia.

—Con su permiso.

Tomó el cuaderno y comenzó a hojearlo ante las miradas de los demás; durante unos segundos permaneció en silencio, pero al cabo de unos momentos dejó de revisar y levantó la vista.

—Aquí hay algo mal.
— ¿Por qué lo dices?
—Mira, en ésta parte está tomando apuntes sobre Temis, pero la información no concuerda, porque en lo de la descendencia habla de que tuvo  varias hijas ¿te acuerdas?
—Creo que si —respondió Dani— eran Horas, Eunomia, Irene y... ¿cómo se llamaba?
—Dice —replicó Alberto— Dice es la cuarta hermana.

Teresa cruzó miradas de interrogación con los demás.

—Ni me mires —se defendió Fernando— yo me perdí en el nombre de los apuntes.
—Eso es lo que está mal, aquí mencionan a una tal Riela, pero en ninguna parte de la mitología sale mencionada, aparte según todos los textos habían cuatro hijas, no cinco.
— ¿Estás tratando de decir que...?
—Si — replicó Alberto decidido — creo que Riela es un nombre clave, no una mitología.

Adriano Del Real mientras tanto trataba de hacer memoria.

—Yo en alguna ocasión tuve la sospecha de que mi hijo tenía una novia, o que estaba interesado en alguien, pero nunca me dijo algo concreto.

Leticia frunció el ceño.

— ¿No les parece que es obvio lo que hay que hacer? Tenemos que buscar en los registros de estudiantes de su secundaria, díganos cual es.
—Es la Martín de Salustre.
—Tenemos que llamar al director —dijo Dani— seguramente él podrá conseguir esa información. Hay que rogar que esa niña sea de la secundaria, porque si es de otra parte, las cosas quedarán igual que ahora.



Próximo capítulo: Noche de estudios

Maldita secundaria capítulo 18: Las razones de Matías



Lorena y Leticia se reunieron en el centro comercial cerca de una gelatería después del mediodía.

—Gracias por venir.
—Mira, no me lo agradezcas tanto, no tengo dinero así que no voy a aguantar mucho. Dime de qué se trata.

Lorena sonrió. Lo bueno de una persona como Leticia era que siempre podías esperar la sinceridad absoluta.

—Está bien. No es sencillo, pero necesito tu ayuda en ésto, necesito saber si hay algo que te moleste, algún trauma o conflicto, es importante.

Leticia hizo una pausa, mirándola fijamente.

— ¿Y eso porqué quieres saberlo?
—Es importante, no te puedo dar muchos datos todavía, pero estoy convencida de que tiene algo que ver con lo de Matías, y tenemos que confirmarlo.
—Si, la verdad es que hay algo, supongo que con eso es suficiente.

Lorena meneó la cabeza negativamente.

—No quiero entrometerme, pero necesito saber de qué se trata. Te prometo que no se lo diré a nadie.
—Está bien —dijo Leticia— si es tan importante te lo diré, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a los demás.
—Te lo prometo.

Leticia lo pensó un momento más.

—Desde pequeña siempre he tenido algunos problemas con mis padres; todo es porque cuando nací, llegué en un mal momento, así que eso siempre me ha provocado inconvenientes.

Lorena ahogó una exclamación de sorpresa.

— ¿Me estás diciendo que tus padres...?
—No me odian si es eso lo que estás pensando —le dijo inmediatamente— pero cuando nací, era básicamente un momento malo, ellos eran jóvenes, artistas, no estaban para hacerse cargo de responsabilidades, pero igual tuvieron que hacerlo, aunque de todos modos eso no cambió las cosas, siempre hemos tenido fricciones, y no ayuda mucho el hecho de que yo no sea bonita.
—Pero igualmente son tus padres, es decir... no lo sé, no pueden hacer un juicio así de ti.
—Las cosas no son así para ellos, aunque habla bien de ti que pienses de esa manera; ellos son artistas, desde su punto de vista tiene sentido, han estado toda su vida rodeados de belleza, así que es lógico. De todos modos no importa, eso me sirvió para hacerme fuerte y decidir por mi misma, ahora sé muy bien que puedo por mi misma, que no necesito la belleza de Luciana para valerme ante el mundo.

Lorena se sintió sorprendida de estar admirando la actitud de Leticia, pero claramente todo lo que habían vivido servía también para descubrir que cada uno de ellos era mucho más de lo que se veía a simple vista.

—Muchas gracias.
— ¿Y por qué me das las gracias?
—Porque te juzgué mal, y honestamente he descubierto que eres muy importante en el grupo; te vamos a necesitar mucho más ahora que estamos cerca del final.

Mientras tanto, Fernando se había reunido con Carolina no muy lejos de ahí.

—Gracias por venir Fernando, es importante que hablemos de un asunto.
— ¿Que ocurre, donde están los demás?

Carolina suspiró; aún no se sentía muy segura de lo que estaba haciendo, pero llegados a ese punto no les quedaban muchas opciones, y ante los últimos cambios había que arriesgarse a lo que fuera.

—Fernando, te llamé porque hay algo que necesito preguntarte, pero los demás no van a venir.
— ¿Y qué es? —preguntó él con suspicacias— te ves muy nerviosa.
—Se trata de algo que está directamente relacionado con Matías, pero no te puedo dar detalles.
—Creo que no entiendo.
—Escucha, necesito saber si es que hay algo que te esté molestando, no de ahora, sino algún problema personal o algo parecido, algo que no te deja en paz.

El otro la miró entre extrañado y divertido.

— ¿Y por qué no me puedes decir de que se trata?
—Porque aún hay que confirmar algunos detalles, por favor, es importante.
—Mira —replicó de malos modos— si hay algo ¿basta con eso?
—Un poco, pero necesito saber algún detalle —vio la desconfianza pintada en los ojos de él y se decidió— te prometo que lo que me digas, nadie lo va a saber.

Fernando se tomó un momento para responder; al final le creyó.

—Escucha, siempre me has agradado porque me generas confianza, así que te lo voy a decir, pero igual de cobro la palabra de que no le digas a nadie, y no es por los demás, es más bien porque si se empieza a saber no me voy a sentir muy cómodo que digamos.
—Tienes mi palabra.
—Hace un tiempo, antes de llegar a ésta secundaria, estuve unos meses en una correccional, y fue porque empujé a un compañero por una escalera.

Carolina se guardó los cometarios. Algo así se lo esperaba de Hernán, no de Fernando que más allá de las escaramuzas siempre estaba tan preocupado de verse bien y de flirtear con las chicas.

— ¿Fue una pelea?
—No, simplemente lo empujé, ahora que claro, lo hice porque él me había fracturado dos costillas antes y nadie  hizo nada; total que el chico era intocable porque sus padres tenían dinero, y para evitarse el juicio que desde luego iban a perder, mis padres eligieron la salida alternativa, sacarme de ahí y meterme a una correccional unos meses.

Carolina suspiró.

—Debe haber sido muy fuerte.
—Lo extraño es que no; como soy popular me hice de amigos y todo, pero lo que me hizo mal fue lo de mis padres. Sé que es egoísta, pero en el fondo habría querido que ellos pelearan más por mí que pensar en su conveniencia. Es una espina que tengo.

Estar frente a un caso que tenía que ver con eso le llegaba casi directamente, la sensación de querer que se preocupen por ti en primer lugar y luchar contra cualquier sentimiento de culpa. Al final nunca salías de eso.

—Gracias por confiar en mi Fernando —replicó la joven conmovida— te prometo que nadie sabrá ni una palabra de ésto.

Estaba prácticamente confirmado, solo tenía que hablar con Lorena y Dani.

Más tarde el grupo se reunió en la plaza Las flores, pero Luciana no aparecía.

—No lo entiendo, no sé qué le pasa.
—La llamé varias veces —comentó Alberto— pero primero saltó el buzón de voz, y ahora solo marca pero no contesta.
—Pero podríamos ir a su casa.
—Ya lo hice —dijo el más pequeño— y no hay nadie.
— ¿Y en qué momento fuiste?
—Ay, ya sabes que el tiempo es relativo, lo importante es que no tuve respuesta y claro, siendo Luciana vive en un barrio donde no hay gente chismosa que te pueda dar información.

Fernando se encogió de hombros.

—Ya, pero estamos aquí, supongo que igual le podemos decir después, ¿o no?

Dani asintió.

—Si, es verdad, ahora podemos hablar de éste asunto, después la pondremos al tanto.

Miró a Lorena dándole ánimos. Ya había llegado el momento.

—Muchachos, hay algo muy importante de lo que tenemos que hablar; desde un principio nos hemos preguntado por qué es que  Matías nos eligió a nosotros, cómo es que estamos metidos en ésto, y creo que ya sé cuál es la razón: Matías nos eligió porque todos nosotros tenemos algo en común con él, y es que estamos en algún conflicto o pasando por una situación muy compleja, y eso nos hace estar más cerca de él.

Miró a los demás y vio miradas alarmadas, pero no se preocupó mayormente.

—Ahora no es importante cual es la razón de cada uno, lo importante es que hay una conexión, y ese es el primer motivo por el que su espíritu atormentado nos escogió; pero también hay algo más, y me refiero a características de nuestra personalidad que son fundamentales.

Alberto frunció el ceño; obviamente Dani estaba coludido con Lorena  y Carolina, de ahí las miraditas cómplices.

—Entonces significa que no es casual.
—No, no lo es —replicó Lorena— para comenzar, el espíritu de Matías quedó en ésta tierra en medio de confusión, no es extraño que se sintiera más cercano con quienes tienen problemas o traumas, pero no somos las únicas personas en el planeta que los tienen. Sin embargo si somos distintos entre nosotros, demasiado diferentes ¿nunca se han preguntado qué hacemos nosotros colaborando unos con otros?
—Continuamente.
—Exacto; y es de eso de lo que se trata, somos parecidos a diferentes facetas de él, por eso es que nos eligió. Luciana es la belleza, Hernán es la fuerza, Teresa es el valor de continuar, Dani es el liderazgo, Carolina es el apoyo a los demás.
—Lorena —siguió la propia Carolina— es la visión, Alberto es la inteligencia, Soledad es la comprensión, Leticia la capacidad de sobreponerse, Fernando es la fuerza de voluntad, el señor Del Real es la familia, pero falta algo.

Hernán se cruzó de brazos.

— ¿Y qué es lo que falta?
—El amor. Ahora comprendo que en ésta historia nunca fuimos solo nosotros. Falta alguien más.

Alberto hizo una mueca.

—Eso nos devolvería a lo que dije antes sobre Matías, hay que encontrar la forma de comunicarse con él y preguntarle quien es esa persona.
—Pero eso no funcionó antes —comentó Leticia— el propio Del real nos comentó que trataron con todos los medios las personas entendidas y nadie consiguió nada.
—Porque lo hicieron de la manera incorrecta —intervino Soledad— si Matías tiene miedo y confusión, es lógico que se proteja, de eso ya habíamos hablado antes; lo que hay que hacer es comunicarnos con él. Nosotros mismos.

Teresa no parecía tan animada.

—Sí, pero recuerden que hoy en la mañana estábamos hablando del descubrimiento de Alberto y Hernán, si realmente Matías ya  no está donde mismo, va a ser mucho más difícil localizarlo.
—Ella tiene razón —comentó Leticia— pero igual como que hay un avance en la historia.
—Si, lo hay —dijo Dani animando a los otros— que por fin tengamos ésta información en nuestro poder significa que estamos mucho más cerca, solo nos falta contactar a Matías de alguna manera y descubrir ese asunto.
—Y también nos falta encontrar a Luciana —comentó Alberto marcando un número en su celular— a ver si la encuentro.

Hizo una pausa, y después le hizo gestos al resto, que se quedaron en silencio esperando.

—Luciana por fin contestas, estamos... oh, lo siento mucho, pero podría... oh...

Su expresión cambió totalmente mientras escuchaba; Soledad supuso que pasaba algo malo.

—Si, comprendo... lo lamento... de acuerdo... muchas gracias.

Cortó y se quedó literalmente sin palabras por unos momentos.

— ¿Que pasa Alberto?

No contestó.

— ¿Qué?
—Creo que tenemos un problema más inmediato del que ocuparnos ahora.
—Oh, dilo de una vez por favor.
—No me contestó Luciana, era su padre —respondió lentamente— Teresa, no eres la única, Luciana está en urgencias, sufrió un severo desmayo.



Próximo capítulo: Nunca más

Maldita secundaria capítulo 17: Respuestas absolutas



Miércoles 24
Plaza las flores

Los diez se reunieron por la mañana ante la petición de Alberto.

—Alberto, ¿qué pasa, por qué nos llamaste con tanta urgencia?

El más pequeño respondió con seguridad.

—Muchachos, creo que tenemos un problema con Matías, y al parecer eso podría explicar las cosas extrañas que han estado pasando.
— ¿A qué te refieres?

Lorena miró a Dani, transmitiéndole la urgencia que ella misma sentía ante lo que la había hecho llamar a Hernán la noche anterior.

—Anoche estuve haciendo algunas investigaciones en la bodega, y creo que hay algo que cambió mucho más de lo que nos habíamos imaginado. No puedo estar seguro, pero tengo serias razones para creer que la energía que se apodera de la bodega, es decir Matías, ya no está ahí.

Fernando se cruzó de brazos.

—Diría que me sorprende, pero creo que a éstas alturas es muy difícil que eso pase.
—En todo caso tendría sentido —comentó Leticia— eso explicaría lo de la luz y esas cosas.
— ¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

Alberto meneó la cabeza.

—Desde un principio había estado pensando en el tema de la energía, y de acuerdo con lo que me contaron, me pareció muy extraño que de pronto los hechos fueran tan distintos, así que creí que era bueno analizarlo, pero por ahora es difícil estar seguros, tenemos que hablar con Adriano del Real para que nos permita entrar en la bodega y comprobarlo.

Dani asintió.

—Tendremos que llamarlo, aunque no sé si nos conteste, cuando lo llamé para comentarle lo de ustedes, me escuchó pero no estaba bien, me dijo que estaba un poco enfermo.
—Habrá que ver ese asunto —dijo Lorena— en el sueño que tuve, todo indicaba que había algo importante en la bodega, tal vez se trate de eso.

Carolina iba a decir algo, pero un movimiento en la calle la distrajo.

—No puede ser...
— ¿Que...? Oh no —se lamentó Leticia mirando en la misma dirección— miren, es Vergara.
—No puede ser, debe haber estado escuchando todo. ¿Qué vamos a hacer ahora?

Fernando reaccionó primero.

—Diablos, estoy llamando al director y no me contesta, ¿qué vamos a hacer?
—Hernán, trata de encontrar al director antes que Vergara —dijo Dani poniéndose los guantes— es imperativo evitar que lo que sea que haya escuchado de nosotros lo divulgue.

Hernán se fue hacia la secundaria a toda carrera, mientras Dani y los demás lo seguían. Poco después el grupo llegó a la puerta de la secundaria, pero el rapado no daba señales de vida y la entrada estaba bloqueada por la inspectora Carvajal.

—Inspectora, necesitamos entrar.

La mujer estaba claramente alterada, pero se contuvo al verlos.

—Esperen un momento por favor.
—Pero aún no estamos atrasados —sonrió Luciana para aparentar— sólo queremos...
—Esperen aquí —replicó Carvajal secamente— no intervengan jóvenes.

Se miraron alarmados; por la mente de Soledad pasó la alarmante idea de que Vergara le hubiera dicho algo de lo que escuchara de ellos en la plaza, pero tampoco podían hacer ningún aspaviento. Al poco se sintió el sonido de la alarma de incendios.

—Ese debe ser Matías —murmuró Alberto— tenemos que entrar ahora mismo.
—Aunque no tiene porqué ser él —comentó Leticia— también podría ser Hernán.
—Esperemos que sea así.

Momentos después la alarma se apagó, y la voz del maestro Grajales se escuchó por el altavoz anunciando que el sonido de la alarma era accidental y llamando a la calma. Precisamente en esos momentos apareció San Luis en la puerta, pero del inspector aún no había rastro.

—Inspectora, por favor abra la puerta, éstos jóvenes tienen que entrar.  Y usted señor Mendoza —le dijo al auxiliar— quédese atento, en poco tiempo debe llegar la empresa de seguridad a ver qué ocurre con el sistema de alarma.

Hizo entrar al grupo y los llevó a un costado.

—Vayan a clase por favor.
—Pero director...
—Ahora tengo problemas más importantes que ustedes —replicó alejándose— vayan a clase ahora mismo.

Y se fue en dirección a su oficina, dejando solo al grupo.

—Genial, ahora no sabemos qué es lo que pasa.
—Vergara debe estar en la oficina del director —dijo Alberto nerviosamente— ¿qué vamos a hacer?
—Ya habíamos pasado antes por ésto —comentó Fernando— y la última vez que alguien se enteró de todo terminamos bastante mal.

En eso apareció Hernán.

— ¿Tú lo hiciste?
—Claro, pero cuando entré Vergara estaba en el pasillo del director.
—Hay que ir a la oficina del director —intervino Alberto al borde de un ataque— hay que hacer algo, quemar un edificio, lo que sea...
—Cállate Alberto, estás delirando —le espetó Leticia— además de todos modos llegamos tarde, si Vergara realmente nos escuchó ya tenemos un problema, no podemos causar otro más.
—Esperen, esperen —intervino Dani para calmar los ánimos— estamos haciendo demasiadas conjeturas, pero al final estamos más confundidos. Hay que tratar de estar tranquilos y esperar a que San Luis aparezca y ver qué ocurrió.

Fernando dio un bufido.

—Más bien yo diría que hay que empezar a prepararse para que empiecen los problemas de nuevo, en cualquier momento aparece un escritorio volando por los aires.

Carolina hizo una mueca de sufrimiento.

—Creo que lo que viene es bastante más peligroso.

Vergara había bajado y caminaba directo a ellos.

— ¿Qué hacemos?
—Negarlo hasta el final —respondió Fernando— mentiremos aunque nos estén expulsando, no pienso perder todo el esfuerzo que hemos hecho.

Luciana se cruzó de brazos.

—Si realmente él escuchó todo, o lo más importante de lo que hablamos, no va a servir de mucho mentir, pero a éstas alturas da lo mismo.

El inspector finalmente llegó ante los diez, pero extrañamente no parecía enfadado ni alterado como antes.

—Muchachos, que bueno que los encuentro.

Dani lo enfrentó sin alterarse.

—Inspector.
—Quiero disculparme con ustedes.

Ni Dani ni los demás pudieron disimular la sorpresa al escuchar esas palabras; era como escuchar a la inspectora Carvajal cantar música tropical. Lorena intervino en voz baja.

—Disculpe, creo que no entiendo.

El inspector suspiró brevemente; era el mismo hombre estricto de antes, pero ahora había en él una tranquilidad que los jóvenes no habían visto antes.

—Si lo saben; hasta ahora he sido muy inflexible con ustedes, pero entiendo por lo que han estado pasando. Quiero que sepan que cuentan con mi apoyo, que en primer lugar, si necesitan espacio haré lo que esté en mis manos, y en segundo, si en determinado caso es necesario darles aviso de algo, lo haré discretamente. Permiso.

No dijo nada más, dio media vuelta y se fue hacia el primer edificio, dejando a todos absolutamente perplejos; al cabo de unos momentos Leticia dio un silbido.

—Aunque suene extraño decirlo, esa es una de las cosas que no me esperaba.
—Para mí está entre las primeras cinco —comentó Soledad— eso fue impresionante.
—Pero si es así —intervino Teresa— para que haya tenido ese cambio el director tiene que haberle dicho algo ¿le habrá dicho todo?

Lorena se sentía mucho más tranquila para su propia sorpresa.

—Propongo que dejemos ésto así.
— ¿Qué?
—Nada va a cambiar, no tiene sentido tratar de averiguar ¿no creen? Además tenemos el problema de que las cosas por aquí pueden haber vuelto a cambiar, sería mejor hacerse cargo de eso.

Teresa asintió.

—En eso tienes razón. Vamos a clase, demos gracias que Vergara no vino a matarnos y esperemos a ver qué sucede durante el día.

Segundo recreo

Dani y Alberto estaban caminando por el último patio cuando el más pequeño decidió que ya estaban suficientemente solos.

—Ya, ahora nadie nos está mirando, dime de qué se trata.
— ¿A qué te refieres?

Alberto sonrió.

—Dani, lamentablemente soy demasiado inteligente como para que me engañes con algo así, noté que organizaste todo para que saliéramos juntos a patrullar.

Dani sonrió.

—Tienes razón Alberto, pero necesito que guardes el secreto, no puedes hablar de ésto.
—Tienes mi palabra, dime qué ocurre.

Dani suspiró.

—Te parecerá extraño, hay algo que necesito saber pero no te puedo decir todavía por qué motivo.
—Eso es malo de tu parte, ahora ya tengo curiosidad. Dime.
—Necesito saber si es que hay algo que te atormenta, algún dolor o trauma que no te deje vivir en paz.

El otro se mostró sorprendido, pero reaccionó bien.

—La verdad es que si hay algo, y es básicamente lo que estás viendo ahora mismo.
—No te entiendo.
—Siempre he sido un tipo inteligente, y por lo mismo me he dedicado a estudiar de todo, no solo para la escuela, y estoy orgulloso de eso, pero por lo mismo es que hay cosas que sé que pueden pasar, y el temita de los cambios hormonales es algo que me viene persiguiendo hace tiempo, porque no quiero que llegar a la adultez me cambie, o me haga perder mi inteligencia.

Dani asintió.

—Te entiendo, pero no puedes saberlo, perfectamente puede ser que solo... crezcas y nada más.
—Mentalmente lo sé, pero no dentro de mí, por eso es que me sigue persiguiendo; inconscientemente siento el temor de que un día me voy a despertar y ésto —se apuntó la cabeza— ya no sea lo mismo. Supongo que seguiré así hasta que compruebe en los actos lo que pase.

Dani sonrió.

—Gracias por confiar en mi Alberto. Quiero que sepas que puedes contar conmigo, no solo en lo que tiene que ver con los espíritus, también en todo.
—Eres casi demasiado bueno para ser verdad, pero no me cambies el tema, dime que tiene que ver ésto con lo de Matías.

Aún tenía que comprobar algo más, pero ya estaba casi seguro. Sería pronto.

—Si todo resulta como creo Alberto, ésta misma tarde.



Próximo capítulo: Las razones de Matías

Maldita secundaria capítulo 16: Encuentros



Martes 23 Octubre

Alberto cerró la puerta de golpe.

—Cielos, ésto es lo... no, no voy a decir nada, absolutamente nada.

Fernando estaba tomando en sus brazos a la desmayada Teresa.

—Deja y hablar y ayúdame.
—No puede ser —dijo Carolina mirando por la ventana— los maestros están haciendo que todos vuelvan a las salas.
—No importa, sólo hay que salir sin llamar la atención.
— ¿Cómo salimos con una desmayada sin llamar la atención?
—No lo sé, solo aparenten que todo va bien, no vamos a resistir seguir llamando la atención tan seguido.

Poco después Teresa estaba en la enfermería y los demás se reunieron en la recepción.

— ¿Señorita Bastías, que tiene nuestra amiga?

La enfermera estaba muy seria, y tomó el teléfono marcando velozmente el número.

—Hola. Gabriela, necesito tu ayuda, tengo un caso acá en la secundaria, necesito que me envíes una ambulancia ahora mismo.

Dani y los demás se miraron alarmados.

—No me importa lo que diga tu jefe, déjame a ese viejo a mí, tengo un posible shock. De acuerdo, dile al chofer que entre por... si, por esa calle... cinco minutos, genial, gracias.

Cortó y se puso de pie.

—Vayan a clase, a Teresa la van a recoger ahora mismo.
—Pero díganos que es lo que le pasa.
—Eso lo tienen que decir los médicos —sentenció la señorita Bastías— pero no creo que sea un simple desmayo. Ustedes dos —indicó a Leticia y a Luciana— son sus amigas, acompáñenla a la ambulancia, los demás vuelvan a clase.

Y sin más los dejó por fuera de la oficina. Alberto comenzó a entrar en pánico.

—Ésto es tremendo, espero que esté bien.
— ¿Bien Carolina? —se escandalizó el más pequeño— ¿no se dan cuenta? El estado en el que está Teresa podría ser obra de los espíritus, ahora no sabemos cómo atacan; hay que ir a urgencias.
—No podemos saberlo —terció Dani— además, por lo mismo, si están pasando cosas, no podemos dejar sola la secundaria. Hay que esperar a que las chicas nos den alguna novedad, y mientras tanto estar atentos a lo que pueda pasar aquí.

Más tarde, Leticia y Luciana estaban en la sala de espera de la urgencia, aún sin novedades.

—Oye —dijo Luciana después de bastante rato de silencio— lamento lo del otro día, no quería ser agresiva.
—No tiene importancia —replicó Leticia— de todos modos ninguna de las dos ha sido amable.

En eso llegaron los demás.

— ¿Tienen alguna novedad?

Leticia se cruzó de brazos.

—Los padres de Teresa llegaron y se encerraron con un doctor en una oficina y aún no salen, así que no pinta muy bien que digamos.

Soledad se sentó a un costado.

—Ésto es muy preocupante, incluso tiendo a creer en lo que decía Alberto, ya ha pasado bastante rato y no hay noticias, yo esperaba que para cuando llegáramos ya estuviera bien.
—No hay que hacer conjeturas —intervino Dani con cautela— por lo menos no ha pasado nada más grave, ya saben que las noticias malas son las que vuelan; además no pasó nada en la secundaria, eso también es distinto.

En ese momento apareció Teresa acompañada de sus padres, y a pesar de lo que todos podían esperar, se veía muy tranquila; la joven se apartó de sus padres y caminó hacia el grupo.

—Teresa, estábamos muy preocupados —le dijo Carolina— ¿qué te pasó?
—Nada grave, disculpen por haberlos preocupado.

Hizo una pausa.

—Escuchen, hay algo de lo que no les he hablado; hace un tiempo me detectaron cáncer.
— ¿Qué?
—Así es; pero no es grave, es decir, en su momento lo fue, mis padres lo pasaron bastante mal, pero afortunadamente la enfermedad fue detectada a tiempo.
—Pero si se resolvió —le preguntó Soledad— ¿entonces qué pasó?
—Después que terminé el tratamiento, me prescribieron una serie de medicamentos, y tengo que ser rigurosa con eso para mantenerme estable, así me evito problemas, pero con todo lo que ha estado pasando me descompensé y por eso terminé aquí.

Dani no dijo nada, pero estar en esa situación le recordó otras escenas de antes; por supuesto, había algo que habían dejado pasar, y que él personalmente no había retomado, pero estaba casi seguro.

—Teresa, me alegro que estés bien.
—Muchas gracias Lorena.

Alberto consideró que ya la pausa había sido suficiente e intervino.

—Chicos, no es por ser alarmista, pero aunque lo de Teresa no haya sido nada de lo de los espíritus, sospecho que igual hay algo que pasa en ese sentido.

Fernando lo miró sorprendido.

— ¿Y en qué te basas?
—Me baso —respondió lentamente— en que por alguna razón, desde que nosotros estamos involucrados, han cambiado las cosas; por ejemplo, hay sistemas eléctricos afectados, mobiliario que ataca a las personas, ¿por qué no iba a haber algo que nos afectara directamente? Al fin y al cabo ustedes mismos nos dijeron que los espíritus de los secuestradores los agredían, y está claro que no todo sigue como antes.

Lorena y Dani se miraron.

— ¿Tú dices como si ahora pudieran hacer que tuviéramos problemas de salud?
—Sí.
—Es posible Alberto, pero la verdad es que todo es tan reciente que no lo podemos saber; de todos modos hay que estar pendientes.
—Si —comentó Dani— hay que tener todos los factores en cuenta; Teresa, me alegro de que finalmente todo esté bien, pero no debes descuidarte, sobre todo por todo lo que estamos pasando.

Alberto no dijo nada. Había una teoría que estaba creando en su mente, pero aún necesitaba tiempo para madurar la idea y ver si estaba en lo cierto.

Alrededores de la secundaria
Por la noche

Alberto estaba cerca de la puerta del estacionamiento, preparado para entrar; estaba más nervioso en esa ocasión que cuando habían entrado con los demás a la bodega, quizás porque estaba solo y había una enorme cantidad de cosas que podían salir mal.

—Bien —susurró para si— no es tan terrible, voy a entrar...

En ese momento alguien se deslizó por la vereda hacia él.

—Rayos.

No tenía donde esconderse y francamente no pasaba desapercibido; pero unos momentos después comprobó que era Hernán.

— ¿Y tú que haces aquí?

El rapado lo miró de arriba a abajo.

—Es divertido que tú me preguntes eso.
—Si, cierto, yo estoy entrando, tengo que hacer unas averiguaciones, ¿y tú?
—Evitando que te mates en el intento, entremos por ese lado, no por acá.

Entraron por un costado y caminaron silenciosamente hacia la bodega.

—Por cierto, ¿cómo es que Dani supo que yo estaba aquí?
—Dani no sabe que estoy aquí —respondió el rapado— ésto es culpa de Lorena, por lo visto empezó de nuevo con lo de las visiones, porque me llamó, parece que fui el primero al que encontró.

Eso pareció escandalizar al más pequeño en vez de tranquilizarlo.

— ¿Quieres decir que los demás vienen para acá?
—Claro que no, le dije que no era necesario. Ahora dime que hacemos acá a ésta hora.

Alberto sacó de un bolsillo un aparato electrónico y lo acercó a la puerta de la bodega.

—Ésta maquinita detecta las variaciones de la energía —siempre supe que las clases de electrónica servirían para algo— y quiero usarla para descubrir si aquí continúa pasando lo mismo.
— ¿Y cómo pretendes entrar sin las llaves?

Alberto fingió un estremecimiento.

—Por ahora no es necesario entrar, la energía que corresponde a Matías y a los secuestradores es tan fuerte en ésta zona que no es necesario.

Hernán se cruzó de brazos mientras el más pequeño registraba el área.

—Creo que tenemos un problema —resolvió apagando la máquina— porque mi invento no registra nada.
—  ¿Y entonces?
—Mañana a primera a hora tenemos que hablar con los demás, hay que hablar de algo importante, creo que Matías está perdido.



Próximo capítulo: Respuestas absolutas

Maldita secundaria capítulo 15: Última oportunidad



Lunes 22 Octubre

Cuando la bodega explotó, el ruido ensordecedor fue grande, y el caos inmediato. Fernando se quedó inmóvil, y mientras los demás corrían hacia Hernán, Leticia se acercó a su amigo y lo removió.

— ¡Reacciona Fernando!

Los estudiantes comenzaron a salir al patio mientras Dani y los demás se acercaban a Hernán.

—Hernán, ¿estás bien?
—Claro que estoy bien —rezongó el otro tratando de levantarse— sólo me caí, ¿qué diablos pasó?

A esas alturas ya estaban en medio de un patio atestado de gente. Luciana hizo una mueca.

—Creo que en ésta parte lo de pasar desapercibidos queda en el olvido.
—Rayos —murmuró Alberto— intenten mezclarse, aparenten estar sorprendidos.
—Yo estoy auténticamente sorprendida —protestó Soledad— ésto es una completa locura. Ay no...

En ese momento apareció el inspector Vergara caminando a paso firme; en su expresión se notaba claramente que estaba decidido. No era la misma severa actitud de antes, en esa ocasión su mirada era dura como el acero.

—Estudiantes, vuelvan a sus salas ahora mismo.

Habló claramente, con la suficiente autoridad como para que los estudiantes comenzaran a volver  a las salas. Pero señaló al grupo alrededor de Hernán si dejar lugar a dudas.

—Ustedes, vengan conmigo.

Hernán se levantó, y acompañó a los demás tras el inspector, mientras los auxiliares corrían hacia la bodega para controlar el humo. Poco después Vergara los hizo entrar en una sala vacía y cerró la puerta.

—Ésta situación no puede continuar —comenzó realmente irritado— está sobrepasando todos los límites.
—Es verdad inspector —dijo Fernando tentativamente— han ocurrido accidentes...
—Silencio —replicó el inspector con tono amenazante— saben perfectamente de lo que estoy hablando, no pueden continuar así.

Dani sabía que la situación era extrema, pero trató de lograr una salida alternativa. Todo se había precipitado sin que lo pudieran evitar, pero tener al inspector enfrentándolos de esa forma era algo que no esperaba tener que pasar.

—Inspector, no sabemos de que...
—Usted no diga ni una palabra Dani —lo silenció el inspector— ni siquiera usted escapa a ésta situación, no puedo permitirlo más; durante todo éste tiempo he tratado de ser permisivo, pero los actos continúan, ustedes siete permanecen involucrados, y además parecen haber agregado nuevos miembros a su cofradía.

Fernando se ocultó detrás de los otros para lograr llamar al director, que en ese momento era el único que podía salvarlos.

—Inspector —intervino Alberto valientemente— todos estamos muy nerviosos por ese accidente...

La mirada del inspector lo fulminó antes que pudiera decir algo más.

—No continúe —lo cortó Vergara—   usted Alberto, a pesar de ser un estudiante sobresaliente, también está involucrado, y no lo permitiré ni un momento más.

Sorpresivamente, la puerta de la sala se abrió y entró el director San Luis, con actitud decidida, aunque no se mostraba alterado.

— ¿Qué sucede aquí?

El inspector no se molestó en mirar a los estudiantes buscando algún culpable de esa aparición tan sorpresiva. Simplemente le contestó al director con total frialdad.

—Imagino que eso usted lo sabe, director.

San Luis decidió pasar por alto el tono; la situación era más importante.

—Creo que hice mal la pregunta. Me refería a por qué motivo usted está aquí en vez de supervisando lo que ocurre con la bodega donde ocurrió el accidente, y por qué éstos estudiantes no están en sus salas.

Vergara se tomó un momento para responder.

—Sabe tan bien como yo que las cosas no han estado siguiendo un curso normal.
—Han sido tiempos convulsionados.
—Sabe que no se trata de eso, se supone que usted debería estar tan ocupado de éste asunto como yo, a menos que las cosas hayan cambiado en el último tiempo.

Los diez seguían el enfrentamiento en absoluto silencio; en ese momento todo estaba en manos del director.

—Tiene razón viejo amigo —concedió el director desplazándose hacia la puerta— hablaremos de ese asunto, pero no ahora, y no aquí.

Quedaron enfrentados unos momentos, hasta que finalmente Vergara se rindió ante la expresión sincera de San Luis, y sin mirar a los diez, salió de la sala seguido del director.

—Eso fue monstruoso —comentó Teresa— pero ahora sí que estamos en problemas.
—No lo sé, yo me preocuparía más por lo que está pasando con los sistemas —comentó Alberto— eso que ocurrió  no es para nada normal, Vergara tiene razón al decir que no es un accidente común.

Salieron de la sala y caminaron hacia un pasillo, pero el director San Luis pasó a paso veloz junto a ellos.

—Vengan a mi oficina ahora mismo.

Los diez lo siguieron en silencio. Una vez dentro de la oficina del director vieron que él se sentaba pesadamente ante su escritorio.

— ¿Qué está sucediendo, ellos están enterados de todo?

Carolina respondió en voz baja.

—Si director, ellos ahora están con nosotros.

San Luis les dedicó una mirada severa.

—Debieron haberme informado que las cosas habían cambiado, ¿cómo se supone que lo iba a saber de otra manera?
—Tiene razón director —repuso Dani— cometimos un error, debimos haberle dicho, pero con todas las cosas que pasaron lo dejamos. Lo lamentamos.
—No sirve de nada que lo lamenten ahora.

Se puso de pie, pero suspiró para relajarse.

—Escuchen, sé que están sometidos a mucho estrés por lo que están viviendo; me gustaría hacer más para poder ayudarlos, pero no está en mi poder, lo que puedo hacer es ayudarlos haciendo lo posible por mantenerlos al margen de la vista o de las acciones de los inspectores, pero es importante que esté enterado de lo que pasa.
—Tiene razón director —replicó Dani— no volverá a suceder.

San Luis volvió a sentarse.

—Eso espero. Alberto, Teresa, Luciana, lamento tener que darles la bienvenida a éste circo en el que se está convirtiendo la secundaria, pero lo principal es que quiero que sepan que cuentan con todo mi apoyo en éste trance.

—Muchas gracias —respondió Teresa educadamente— haremos nuestro mejor esfuerzo.
—Estoy seguro de eso. Ahora vayan a clases por favor.

Pero Leticia aún no estaba muy convencida.

—Director, ¿qué pasará con el inspector?
—Déjenme al cuerpo docente a mí, y aunque es un poco difícil, traten de mantenerse al margen de ellos lo más posible. Vayan a clase por favor.

Los diez salieron caminando lentamente.

—Vaya, San Luis está sometido a bastante presión.
—No somos los únicos —respondió Lorena— de hecho somos testigos de cuánto lo afecta tener que dejarnos a nosotros ésta responsabilidad.
—Es cierto —comentó Dani— ésta vez nos libramos de milagro, pero de todos modos hay que tratar de estar lo más discretos posible.

Martes 23
Segundo recreo

Fernando y Leticia estaban recorriendo el segundo patio en medio del resto de los estudiantes.

— ¿Sabes algo? Encuentro que hay algo diferente en el ambiente Leticia, es como si las cosas hubieran cambiado de nuevo.
—Yo también lo siento —comentó ella— seguro que se trata de algo de los espíritus, ahora que entraron al juego los demás, todavía no sabemos cuántos cambios van a ocurrir, ya lo de la bodega fue extraño. Además —agregó con una sonrisa malvada— estamos en peligro, Hernán es la muestra de ello.
— ¿Y tú que tratas de decir?
—Nada, es solo que te preocupaste mucho por el accidente, cualquiera diría que estabas angustiado por un amigo.
—No seas ridícula.

Mientras tanto, Alberto y Soledad caminaban por el segundo piso del primer edificio.

—Ésto es muy raro, ahora no pasa nada en la secundaria.

Y entonces se cortó la luz.

—Insisto, no hay que decir esa frase.
—Hay que buscar a los demás —comentó ella mirando al patio— no va a pasar mucho rato antes que la gente se desespere.

Poco después el grupo se reunió en el primer patio mientras los profesores trataban de mantener en orden a los estudiantes.

— ¿Dónde está Teresa?
—Pensé que venía con ustedes —comentó Luciana— no la he visto.
—Ay por todos los cielos —dijo Alberto —es posible que ésto sea por los espíritus, quizás qué ocurrió con ella.
—Hay que encontrarla —sentenció Dani— si está pasando algo con los espíritus, no podemos tomar ningún riesgo, dividámonos y veamos qué pasa, cualquier cosa llamen de inmediato.

Poco después Alberto, Fernando y Carolina recorrían un pasillo del primer piso del segundo edificio.

—Suerte que las salas están vacías —comentó Fernando— es más rápido revisar.

Carolina se acercó a la última puerta del pasillo.

—Espero que no sea nada grave, no me gusta que esté... ¡Teresa!
— ¿Qué pasa?

Alberto y Fernando se apuraron hacia la última sala, y comprendieron de inmediato qué era lo que había hecho gritar a Carolina. Teresa estaba en el suelo, desmayada.



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