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Libros completos: Actualización parte 01

Ya empecé a trabajar en aspectos del blog, y el primero es apurar lo que ya tengo listo de Libros completos, partiendo por la historia que lo empezó todo: La traición de Adán.

Esta historia pasó por varias revisiones, pero creo que ha llegado el momento de dejarla en paz; para hacer algo más detallado tendría que escribirla de nuevo, y entre darme el tiempo para eso y estar reescribiendo de a pocas escenas o líneas, prefiero dejarla como está. También es una marca de cómo trabajaba en mis inicios en el blog, y pienso que está bien que tenga el estilo que tiene, con todo y sus errores.

Desde ahora, en Libros completos habrá una sencilla lista de capítulos que dirigen al episodio en cuestión, pero además al final está el enlace directo al siguiente, así no hay que estar yendo y viniendo dentro del blogt. Fácil y rápido para tod@s.

Pueden conocer esta historia de intriga y pasión en el enlace abajo:



La traición de Adán Capítulo 17: Mariposas calcinadas



La mañana del día de la inauguración de la galería avanzaba rápidamente, y Carmen estaba tranquila en su departamento, hasta que tocaron insistentemente a la puerta. Le pareció extraño que no usaran el timbre, y tocaran de forma directa; al comprobar quién era, abrió, pero se quedó en el umbral de la puerta.

—Pilar, ¿qué haces aquí?

Se le veía algo demacrada, y lo que más llamaba la atención de ella, era la expresión de su rostro; definitivamente estaba enfadada.

—Había pensado dejar esto para otro momento —dijo, entrando sin preguntar—; incluso me dije que el asunto podía esperar, pero después lo pensé mejor; sé que hoy inauguras tu galería, pero no voy a privarte de nada.

Carmen alzó las cejas, sorprendida de la intromisión en su espacio, y de la extraña actitud de la joven; cerró la puerta con lentitud a su espalda, mirándola con extrañeza.

—No sé de qué estás hablando, pero no recuerdo haberte invitado. Cuando te necesite, te llamaré.

Le hablaba como a un empleado. Qué indiferencia qué capacidad de ignorar a alguien a quien había visto crecer. ¿Acaso cambiaría al saber la verdad, o seguiría importándole tan poco como ahora? Pilar Sintió un escalofrío al plantearse esa pregunta, pero después de lo que había descubierto, no podía seguir guardando silencio.

—En realidad no creo que te importe, pero no voy a quedarme con esto aquí dentro, tú también tienes que saberlo.
— ¿A qué te refieres?

Al fin, después de toda una vida, pudo ver a su madre como una persona real, con todo lo que eso significaba, y por primera vez, pudo sentir que, al hablarle, no tenía que respetarla ni temerle; ni siquiera insultarla, la verdad haría el trabajo necesario.

—A todo lo que ha pasado entre nosotras, desde siempre —explicó con una serenidad que la sorprendió—, porque haciendo memoria mamá, es lo mismo que antes; siempre me has subestimado, siempre me has considerado... poca cosa para ser tu hija, y yo siempre traté de contentarte, siempre quise que me valoraras por quien soy, pero nada funcionaba —miró un cuadro—. Tú tenías cosas más importantes de qué ocuparte.
—No tengo ganas de escuchar esa clase de cursilerías de ti —la interrumpió Carmen—, no después de cómo te has comportado.
—Como según tú me he comportado —la corrigió la joven, impasible—, porque las cosas son muy distintas ahora que cuando me echaste de tu casa, gritándome que era una traidora y una ladrona.

A Carmen se le agotó la paciencia, y decidió reflotar el asunto que había ignorado desde su regreso al país.

—Pero si eso es lo que eres —exclamó, decidida—, o dime cómo se le llama a una hija que le roba a su madre algo invaluable y lo vende al mejor postor.

Pilar respiró. Otra vez el mismo desprecio, de nuevo la misma rabia; sabía que después de lo que iba a decir nada mejoraría, pero ya no importaba, porque ya había llegado al límite de la humillación.

—Es divertido que ahora recuerdes que soy tu hija —comentó con dureza—, por lo visto es solo porque te conviene. Pero si algo recuerdas de lo que pasó, tal vez se te pase por la mente que esa tarde te supliqué de rodillas que me ayudaras y que me creyeras, y no solo me diste la espalda, también me echaste de tu vida, me maldijiste; y no conforme con eso, hiciste lo posible para perjudicarme. Qué clase de madre le hace eso a una hija sin escucharla.
—No te atrevas a hablarme así.

Pilar la fulminó con la mirada; durante años había temido replicar a sus palabras, pero ahora, sabía que podía hablar con ella, de igual a igual, era un derecho que se había ganado.

—Me atrevo, Carmen Basaure —le espetó, desafiante—, me atrevo a decirte que no eres una madre, porque una madre de verdad, iría al infierno por proteger a un hijo, y a ti te bastó con ver un par de papeles para arrojarme de tu vida. Jamás me quisiste.

Carmen iba a decir algo pero no lo hizo, ahogada por una exclamación que más parecía por sorpresa que por verse afectada por las palabras de Pilar. La joven sacó de su bolso un disco en un sobre transparente.

—La venta de tu querida colección de arte no la hice yo, y ahí está la prueba; como te dije entonces, soy inocente, y fui utilizada porque quisieron perjudicarme. Fui una estúpida por confiar en las personas equivocadas, pero aunque permití que me hicieran daño, eso no te quita la responsabilidad en lo que hiciste, o en lo que me dijiste.
Si quieres saberlo por adelantado te lo diré, la responsable de esto, quien falsificó mi firma y envió gente a perjudicarme fue la madre de Micaela.
— ¿Qué?

La pregunta no tenía otro toro, más que el de una persona incrédula de la información que estaba recibiendo; y de alguna forma, también, por el hecho de reabrir una herida cerrada. Pero Pilar sabía que esa herida no era por ella, sino por la colección de cuadros.

—Así es, y en la grabación que hay en ese disco lo vas a comprobar.
—Eso es ridículo, no hay ningún motivo para que ella...
—Ella fue la única que salió ganando —siguió Pilar, implacable— ¿No lo ves? La verdad siempre ha estado ahí frente a tus ojos, pero si no quieres entenderlo, no te mereces más mi insistencia. Solo vine a eso, ahora si te satisface más seguir engañada, déjalo, si quieres comprobar lo que te estoy diciendo, entonces escúchalo, es material de primera, lo grabé en un disco para que puedas escucharlo con toda comodidad, como a ti te gusta.

Salió del departamento sin decir más, dejando a Carmen perpleja; la artista miró el disco con desconfianza, casi como si pudiera hacerle algún daño, pero no sabía aún si sería peor la incertidumbre o la verdad. Desde siempre había predicho que Pilar le provocaría problemas, y ahora mismo no sabía qué pensar, más bien parecía todo orquestado como parte de un plan de ella. Sin embargo y aunque tenía cientos de dudas al respecto, la curiosidad pudo más, y finalmente la artista tomó en sus manos el disco, decidida a escuchar su contenido.

2


— ¿Sabes para qué vuelan las mariposas?

La mujer se quedó inmóvil, escuchando. Habían entrado al departamento sin permiso y sin avisar, y en ese momento la chica que hacía las labores no estaba, por lo que se encontraba sola ante la intromisión. Bernarda salió del escritorio, y miró hacia la puerta de entrada, pero estaba cerrada; habían usado llave.

—Las mariposas vuelan para llegar al cielo. Pero nunca lo logran, porque cuando están demasiado alto, la luz del sol les quema las alas.

La mujer volteó lentamente, hacia la sala; no creyó escuchar de alguien más esa críptica descripción, pero había pasado y sabía quién era la persona que había entrado por su cuenta a su departamento.

—Micaela.

La vio, y al momento se sintió sorprendida: físicamente se veía como de costumbre, quizás con el cabello más largo, pero su expresión era distinta, su rostro estaba endurecido, la mirada afilada como un puñal.

—Hola, Bernarda.

Bernarda Solar miró de pies a cabeza a Micaela; tenía la sospecha de que ella volvería en algún momento, pero pensó que se tardaría más.

—Pudiste avisarme, te habría tenido algo especial.

Un saludo típico para ganar tiempo; pero en el estado mental en que se encontraba Micaela, no seguiría su juego. De la tristeza había pasado a la rabia, y no pretendía guardarse lo que tenía dentro.

—Ya sé lo que hiciste. Ya sé que tú armaste la estrategia para quedarte con la colección Cielo y que me mentiste para lograrlo/ que manipulaste todo desde un principio. Ya sé todo lo que hiciste, mamá.

Lo último lo dijo como disparando un arma; Bernarda la miró fijo, así que después de esos meses finalmente lo había descubierto, no podía culparla por estar enfadada, pero desde su punto de vista, nada más.

—Qué sorpresa, no creí que estuvieras investigando este tema después de tanto tiempo.
—Me mentiste Bernarda. Me hiciste creer que estabas de mi lado, mientras a mi espalda tramabas la forma de intrigar contra mi relación con Pilar. Usaste mi cercanía con ella para conseguir información, y te valiste de engaños y falsificaciones.

La mujer se reclinó ligeramente en un aparador, sonriendo.

—Culpable de esos cargos —replicó sin inmutarse—, por fin caen las máscaras hija mía, ahora podemos hablar con la verdad.
—Quiero que me digas por qué.
—Porque nunca iba a estar de acuerdo en esa aventurilla tuya con esa muchacha. ¿Por qué más?

Micaela la miró con desprecio. Siempre había sabido que su madre era una bestia de caza en los negocios, y nunca la apoyó ni estuvo de acuerdo, pero de alguna manera creyó que por ser su hija, ella establecería un límite de no dañar, de no destruir. Qué estúpida había sido.

—Eso ya lo había supuesto, me refiero a por qué me hiciste creer que eras mi aliada.
—Porque era la única forma de entrar en el área de Carmen sin poner en riesgo mis planes —respondió la otra, sin alterarse—; todo se trataba de oportunidades.

La joven vio por un momento la escena desde afuera, con ella por un lado, joven, natural, sincera, y por el otro Bernarda, madura, artificial, mentirosa. No tenía ningún sentido estar allí pidiendo explicaciones, mejor era pasar a la parte importante. Tomó en sus manos una costosa figura tallada a mano en cristal blanco, una especie de hada con corazón de brillante.

—Así que solo fue otro negocio —comentó jugando con la estatuilla—, otro día, otro billete para ti, nada más y nada menos. Solo otro comerciante pequeño expropiado, porque pondrás en lugar de su tienda una automotora, otro grupo de obreros despedidos para abaratar costos, otra empleada tirada a una casa de reposo, a cambio de una más joven. Eso fue para ti tu hija, y yo que creí que me mantendrías al margen de tus maquinaciones, al menos para no perjudicar tus propios intereses.

Arrojó violentamente la figura contra una pared, haciéndola mil pedazos; Bernarda contrajo los músculos de su cara al ver la destrucción de una de sus posesiones, pero se mantuvo firme, a tres metros de distancia de la más joven, decidida a no dejarse intimidar por nadie, como siempre.

—Estás haciendo un melodrama barato —atacó, haciendo ojos ciegos a la estatuilla—, a fin de cuentas, yo no soy la bruja de la historia si eso es lo que pretendes. ¿O acaso fui yo quien se llenó de desconfianza?

Eso fue un golpe bajo, y Micaela sabía que lo recibiría, pero por suerte, ya se había culpado tanto desde la jornada anterior, que tenía asimilado ese dolor.

—Claro que no, pero sí eres responsable de tus actos, a la larga todo lo que haces termina por tener una consecuencia, no puedes ser tan inocente como para creer que eso no pasará nunca. Soy una tonta, fui la mujer más estúpida del mundo al creer que tú, específicamente tú, ibas a tener alguna cuota de humanidad teniendo un botín jugoso a la vista; te creí, te creí tu apoyo y tus palabras, incluso di por correcto que me pidieras mantener lo nuestro en secreto, porque pensé que era el precio que tenía que pagar por tener a mi madre de aliada. Luego —continuó con rabia—, estuvo esa noche en la galería, cuando estábamos tú y yo y me mostraste esa horrenda pintura: un cielo tormentoso iluminado por infinitos colores, salidos de las alas de las más exquisitas mariposas, volando en ascensión hacia el cielo.

Se detuvo por un momento, recordando esa jornada; ella siempre se refirió a Pilar como “mariposa” pero no tuvo la capacidad de ver que, en ese cuatro que su madre le mostraba como si fuera una inocente adquisición, estaba la lectura correcta, la predicción de lo que terminaría sucediendo.


¿Lo recuerdas? Las que estaban más arriba, con las alas incendiándose; me dijiste cuál era el concepto de esa obra, y mientras yo miraba esas frágiles vidas destruirse, te escuchaba diciéndomelo ¨nunca logran llegar al cielo, porque cuando están demasiado alto la luz del sol les quema las alas¨ Y sabías que yo le decía a Pilar que era mi mariposa, tú lo sabías. ¿Qué te ocurrió en ese momento? ¿Estabas advirtiéndome en un momento de debilidad, a ver si yo comprendía el mensaje, o simplemente estabas anunciando mi destino?
—Un poco de las dos cosas —contestó Bernarda, sin alterarse—; pero como te darás cuenta, nada de eso importa ahora, y ni siquiera en ese momento; lo importante ya estaba hecho, no iba a dar pie atrás, y lo mismo digo de ti, no te arrepentiste de mezclarte con esa chiquilla, y ahí tienes; pudiste elegir mantener tus gustos como un elegante secreto, pero escogiste el camino difícil. Pude haberte dado el mundo si hubieras sido más inteligente, fueron tus decisiones las que te llevaron a donde estás. Todo el amor que supuestamente tenías ni siquiera era tan grande después de todo.

Micaela miró de arriba a abajo a su madre; esa era la verdadera, la que había visto siempre y no otra. La empresaria sonriente, excelente anfitriona, falsa desde el amanecer hasta la noche; pero quizás, en su principal fortaleza podría encontrar una debilidad.

—No estoy hablando de eso, ya te lo dije. Mis sentimientos por Pilar y lo que pueda pasar con ella son asunto mío, pero te concierne actuar contra tu hija, y lo sabes. Estás completamente sola en el mundo, mi papá huyó de ti, tus amigos solo se te acercan porque vives un buen momento, y no cuidas a tu hija ni siquiera por interés.

Bernarda sabía desde siempre que ser madre no era lo suyo, y en realidad Micaela había sido un dolor de cabeza desde que se convirtió en lesbiana, pero ya era irrelevante, simplemente tenía que quitarla del camino.

—No tengo interés en ti, no te necesito Micaela, siempre he sido autosuficiente, y si ya terminaste tu teatro, es mejor que te vayas.
—No tengo mayor interés en quedarme contigo aquí —la chica esbozó una ruda sonrisa—, pero sí quiero que sepas que no me voy a cruzar de brazos viendo como le sigues arruinando la vida a los demás.
— ¿Y qué vas a hacer? ¿Destruir mis adornos?

Micaela la miró fijamente; escuchar a la propia madre hablarle como a una desconocida era duro, pero lo superaría, y cumpliría con lo que estaba anunciando.

—No sé exactamente lo que voy a hacer; tal vez no voy a destruirte a ti —sentenció, decidida— tal vez no pueda cambiar el engaño que hiciste, pero te conozco, Bernarda Solar, y no solo puedo entrar a tu departamento, también conozco varios otros sitios, veremos qué tan molesta puede ser para una leona como tú una mariposa volando a su alrededor.

Una hora después, Micaela estaba en la obra del Boulevard, y aprovechó un momento para hablar con el mismo obrero que había visto saliendo del edificio de la constructora anteriormente.

—Mario, quiero que me digas por qué estabas en el edificio de la constructora.

El hombre la miró, sorprendido. Disimuló la sorpresa lo mejor que pudo, pero ella notó que había dado con algo importante; sabía que era una estupidez darse a conocer de regreso, pero con Bernarda rondando la constructora, su destino estaba sentenciado, así que no disponía de demasiado tiempo.

— ¿En el edificio? Nunca estuve ahí, además ¿para qué?
—No lo niegues —replicó ella—, sé que tienes estudios de informática, y creo saber lo que hiciste, pero quiero que primero me lo digas tú. Sé que hemos trabajado muy poco, pero siempre estuve de su lado, respétame un poco y dime la verdad, me lo merezco.

El hombre tragó saliva. No tenía escapatoria, y ella lo estaba presionando con todo lo que podía.

—Tiene que comprender que es mucho dinero, y lo necesito.

Podría haber dejado la conversación hasta ese punto, pero no lo hizo; no se iba a negar a ninguna verdad de nuevo.

—No te voy a juzgar. Solo dímelo.
—Me pagaron por conseguir información de los proyectos que lleva don Esteban —explicó el trabajador en voz baja—, y lo hice. Es mucho lo que me pagaron, lo siento, pero lo hice por mi familia.
— ¿Quién te pagó?
—La misma mujer que estuvo aquí la otra vez. Por favor no le diga a los demás, o van a matarme.

Micaela lo miró, y comprendió por qué personas como Bernarda tenían éxito: porque había personas como él que les pavimentaban el camino, sacrificando ideales, dignidad y hasta su vida por ellos, quizás por intereses propios que eran respetables, pero haciendo las cosas del modo incorrecto.

—No le voy a decir a nadie. Además, no tendría sentido, me van a despedir dentro de muy poco.
— ¿Por lo que hice?
—No, iba a pasar igual —y añadió, con tristeza—. Eres un buen hombre Mario, no te arriesgues a colaborar con este tipo de gente, porque así como ahora te pagan por algo que necesitan que hagas, el día de mañana le pagarán a otro para quitarte de su camino si les estorbas; cuídate mucho de las personas como Eva San Román, con ellos lo único que tienes claro es que algún día te causarán problemas.

3


— ¿Y ahora qué hago?

Pilar estaba nuevamente en la casa de su amiga Margarita, después de las visitas que les había hecho a Micaela y a su madre; no sabía definir si estaba triste o no, pero estaba muy claro que estaba cansada. Tenía tanto que agradecerle a su amiga, desde escucharla hasta darle fuerzas para enfrentar esa difícil situación, sin olvidar que fue su idea que grabara la conversación con Marcia, para tener a su disposición una prueba concreta.

—Mira, lo importante es que ya diste ese paso tan importante.
—No lo habría logrado sin tu apoyo.
—Ni lo menciones —comentó la otra sonriendo—, es lo mínimo que haría por ti, amiga. Ahora, si ya pasaste esta etapa, creo que deberías hacer alguna clase de proyecto nuevo.
— ¿Pero de qué, con qué dinero?
— ¿Cómo que con qué dinero? Pues —le indicó, con los brazos en jarras—, con el del pago, ese que tienes ahí desde hace ocho meses.

Pilar frunció el ceño.

—Nunca he pensado en usar ese dinero, creo que no corresponde.
— ¿Y por qué no? Ese dinero no es mal habido si es eso en lo que estás pensando, es un pago mínimo en comparación con todo lo que has sufrido mujer; tómalo como una indemnización, si se pudiera enjuiciar a alguien por lo que te hicieron, exigirías una reparación o una multa, esto es exactamente lo mismo.
—La verdad es que no lo había tomado de esa manera.
—Ya veo. Pero hazme caso, te aseguro que es la mejor decisión.

Pilar sabía que había estado haciendo algunas cosas, además de algunas inversiones con el dinero que le dejara su padre, pero la idea, ahora planteada, tenía sentido.

—Margarita, y tú ¿qué harías con ese dinero?
— ¿Yo?
—Claro, es tu idea, dime en qué lo usarías.
—Pues si lo pones así... mira, la verdad yo pondría un restaurant o algo parecido, en estos tiempos está de moda eso de los lugares temáticos y tú has viajado, así que tienes más conocimientos.

Pilar se lo pensó un momento. La idea tenía sentido tanto por el argumento de Margarita como por la perspectiva de estar ocupada.

— ¿Sabes qué? Que me parece una idea genial, eso voy a hacer, y tú vas a ayudarme.
—Pero cómo te voy a ayudar yo mujer, si no sé nada de negocios.
—Pero sabes de recetas —replicó, animándose—, y yo no. Así que te voy a contratar, desde ahora serás mi asesora, pondremos un restaurante que será un éxito, y nos vamos a olvidar de todos estos problemas.

Interiormente sabía que no sería fácil, pero si ya había enfrentado a su madre y a Micaela, seguramente todo lo demás era tarea que podía enfrentar; no más escapes, se iba a quedar en el país de forma definitiva, le gustase a quien le gustase, y usaría ese dinero para crear empleos, y también para ayudarse a sí misma.


Próximo capítulo: Paraíso sin retorno




La traición de Adán Capítulo 16: Errores en cadena




Pilar estaba nuevamente en la casa de su amiga Margarita, esta vez ambas sentadas frente al ordenador. Ya caía la noche del lunes, y el trabajo había resultado muy satisfactorio, ya que en el banco le habían proporcionado una copia de la grabación de seguridad del día del depósito en su cuenta, luego de hacerla firmar un documento donde eximía al banco de cualquier responsabilidad penal; lo firmo sin más, lo que quería era ver a la persona que había hecho el depósito en su cuenta, no iniciar un pleito que la hiciera ir a los juzgados.

— ¿Estás lista?
—Sí.

No lo estaba, pero tampoco podía ya arrepentirse.  Dieron inicio al video y lo adelantaron hasta la hora del depósito, hasta que dieron con el hombre; pudo saber que era porque en el banco, además de su nombre, lo único otro que pudieron darle fue una vaga descripción, hombre de entre treinta y cuarenta, en la caja tres, con un dinero sacado de los bolsillos de su chaqueta.

—Mira, es ese.
—Pero no se le ve el rostro. Esperemos hasta que salga a ver si se da vuelta.

Pero en ningún momento se le vio la cara, y la cámara enfocaba desde arriba, así que tendría que voltear completamente o mirar hacia arriba. No lo hizo, y mientras se alejaba, las esperanzas de tener alguna respuesta se esfumaban.

—Rayos, ya está saliendo, creo que en esto llegamos hasta aquí.
—Espera.

Siguió mirando como el hombre se alejaba, y entonces, contra cualquier pronóstico que pudiera haber tenido, la vio.

—No es posible...
—Qué es, mujer, no veo nada. Hay una persona afuera, pero la imagen no es clara.

No era posible. No podía ser que esa persona estuviera involucrada. ¿Cómo, por qué?
Sintió que se le escapaba el aire, esto era aún peor que todo lo que había pasado antes, porque significaba que...

—Dime Pilar, por Dios santo, te pusiste pálida, estás matándome con la angustia, dime qué estás viendo que yo no.
—La mujer mayor —respondió con voz temblorosa, mientras detenía el video—, la que está junto al sujeto.
— ¿Sabes quién es?
—Si... es imposible, tiene que haber un error...
— ¡Pero dime quién es!

No podía creerlo, no podía aceptar algo así, porque si era verdad, si en serio había ocurrido eso, entonces ella no era la única víctima en toda esa historia, y la maquinación que se escondía detrás de todo eso era absolutamente monstruosa.

—Esa mujer... ahora está jubilada, tengo que encontrarla, tengo que enfrentarla y escuchar que me lo confirme o nunca podré creerlo. Ella —sintió pánico por lo que iba a decir, porque una vez verbalizado, ya no sería una elucubración, sería real—, es el ama de llaves de la madre de Micaela.

Margarita casi se cayó del asiento.

— ¿Qué?
—Es ella, la recuerdo muy bien, desde que me conoció siempre me trató con mucho cariño.
—Pero no lo entiendo, no tendría motivos para...
—No es ella. Ella solo hacía las cosas por órdenes, y si es así... Dios me libre, si de verdad esto no es un error, entonces puede ser que la madre de Micaela este detrás de todo esto. Mañana a primera hora salgo a buscarla.

2


Adán estaba en la galería revisando los detalles necesarios para la re—inauguración de la galería la noche siguiente; por suerte había pasado tan poco que la mayoría estaba listo, y el personal necesario ya estaba contactado para que, a las diez de la noche atendieran a todos los invitados.
El confuso, y hasta el momento inexplicable hecho ocurrido la jornada anterior había servido como una excelente publicitad gratuita, pues ahora habían algunos medios de prensa más, y habían confirmado prácticamente todos los invitados; todo era casi igual, excepto que ahora habría una recepción rápida afuera y los cuadros se quedarían en el interior, de hecho había dispuesto que el nuevo Regreso al paraíso estuviera en el centro de la galería, abrazado por las otras pinturas que eran de imagen más amable que esta nueva. Sabía que la obra llamaría la atención, pero no estaba seguro del efecto en general, porque un resultado tan convulso podía perjudicar a todo lo demás. La suerte ya estaba echada otra vez, Carmen descansaba en su departamento y él tenía todo controlado, excepto aquel molesto mensaje en la tarjeta: no había dejado de pensar en eso, hasta finalmente convencerse de que no había motivos para estar alarmado, porque por mucho que alguien deslizara cualquier tipo de amenaza, aún tendría que disponer de alguna prueba, y eso era sumamente difícil.
Porque había destruido cada una de ellas, mucho tiempo atrás.
Sonó su teléfono celular, y se quedó un momento mirando el nombre en la pantalla: Eva. ¿Qué podría lograr que entre los dos naciera aquella chispa, el sentimiento mutuo que era mucho más que una atracción? Siendo un hombre que siempre tuvo cada aspecto de su vida bajo control, parecía una locura involucrarse con alguien de esa forma, pero lo que sintió por ella al verla, y todo lo que experimentaron después, era algo fuera de lo común; había allí un sentimiento animal, que iba más allá de lo físico, que trascendía lo simple del sexo por diversión, y los llevaba a otro nivel de conexión. Lo que había era casi inexplicable, pero en su interior lo entendía a la perfección.

—Eva —respondió al cabo de un instante.
—Ven al hotel —respondió ella; su voz era intensa y decidida, y transmitía un sentimiento que él comprendió al instante.
—Voy para allá.

No dijo más, y cortó. Tan pronto como escuchaba a Eva lo demás se borraba, ahora solo le importaba amarla otra vez, y para poder dedicase a eso, cerró la galería, y salió rápidamente en su auto, sin percatarse del vehículo estacionado a cierta distancia, donde un hombre lo vigilaba atentamente.

—Parece que vas a tener noche de fiesta Adán —murmuró Miguel, para sí—, y mañana es tu gran día. No me conviene decirle nada a Sofía aún, así que te voy a dejar disfrutar de tu noche de gloria y después atacaré; tranquila Sofía, tú y yo vamos a tener nuestra venganza.

3


A la mañana siguiente, Pilar salió rápidamente y con solo un objetivo en la mente; no le fue difícil dar con el paradero de la persona que buscaba, sabía que por su edad no se había ido a vivir sola, de modo que le bastó hacer algunas averiguaciones, y supo que estaba en una casa de retiro campestre a las afueras de la ciudad. Estaba más nerviosa que antes, ante la posibilidad de encontrarse con una verdad que no quería oír, pero por dura que fuese la situación, no iba a acobardarse esta vez, de alguna manera el apoyo y la fe de su amiga le habían dado fuerzas para enfrentar de una vez por todas aquello de lo que tenía ocho meses escapando.
Cuando la localizó dentro de la casa de retiro, vio a una mujer de más de setenta años, quizás más embarnecida y canosa, pero básicamente igual: de baja estatura, blanca de piel y cabello corto con rizos plateados, sentada sobre una reposadera, sola en ese instante.

—Marcia.

La mujer mayor miró en su dirección, y al cabo de unos momentos la reconoció, pero no pareció alegre al verla, aunque tampoco triste.

— ¿Y usted qué hace aquí, niña Pilar?

Sonaba como antes, con esa voz melodiosa que inspiraba a la vez respeto y confianza, pero no era lo mismo, no podía acercarse a ella sin más, primero tenía que saber.

—Necesito saber algo Marcia, por eso vine aquí. Tengo una pregunta que quiero que me respondas.

La anciana la miró fijo y más seria al notar su expresión. ¿Acaso estaría ya preparada para esa visita? Pilar recordó todas las veces que hablaron, y la forma tan maternal en que se dirigía a ella; nunca había vivido eso de parte de su madre, de modo que, al recibir esa clase de preocupación, la valoró con gran intensidad.

—Dime, mi niña.
—Dime quién te envió hace ocho meses a depositar mucho dinero en mi cuenta en el banco.

La mujer dio señales de no entender.

— ¿Dinero en el banco? No sé, yo no hago esas cosas, creo que estás confundida.
—Acompañaste a un hombre.
—No Pilar, yo no...
—Lo hiciste, te vi en una grabación —replicó, conservando aún la calma—, por favor no me lo niegues.
—Es que no estoy negando nada, yo nunca he sabido nada de esas cosas, estás confundida mi niña.
— ¡No me digas así, no me sigas tratando como si fuera estúpida!

No tenía costumbre de gritar, así que su voz salió aguda, con una nota de histeria. Mejor, ya estaba harta de callar.

—Pilar...
—Dime la verdad Marcia.

Pudo notar que la resistencia de la anciana disminuía, y en ese momento comprendió por qué Bernarda Solar siempre contrataba una buena cantidad de personas de un estrato socioeconómico bajo: porque era mucho más fácil comprar su lealtad; esa casa de reposo, y la ropa sencilla, pero de buena factura que tenía, no eran producto de ahorros. Eran un pago.

—Pilar yo...
—Dime la verdad Marcia —exclamó con energía—, me lo debes, después que confié en ti, después que te creí mi amiga me lo debes, al menos sé sincera conmigo una vez, porque está claro que nunca antes lo fuiste.

La anciana se sintió ofendida, pero mantuvo la mirada.

—Ustedes sabían que lo que hacían estaba mal.

Pilar abrió mucho los ojos; se dijo que no era posible, que después de la confianza que ella y Micaela le habían tenido, no podía ser simplemente un cruel juego de una arcaica escala de valores a lo que se redujera la pesadilla vivida.

— ¿Qué?
—Lo sabían —la acusó, en voz más alta. De pronto había dejado de ser la anciana apacible que vio sestada al entrar en ese lugar—, y la señora estaba sufriendo por eso, pero no les importó, nada les importaba; pero es verdad cuando dicen que las cosas se compensan por sí solas, por eso es que ella las puso a prueba, y se demostró todo, lo mal hecho se les devolvió.

Hablaba como una fanática, refiriéndose a su relación con Micaela como un pecado o un delito imperdonable.

—No sabes de lo que estás hablando.
—Ustedes tampoco sabían que lo que hacían estaba mal, o no quisieron escuchar.
—Por Dios Marcia, estás hablando de Micaela, ¡tú prácticamente la criaste! Y estás hablando de mí, me acogiste, me escuchaste, y ahora me vienes con esto... ¿Por qué lo hiciste si siempre pensaste que nuestro amor era un delito?

Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, pero hizo un esfuerzo y evitó llorar; el tiempo de las lágrimas había pasado ya.

—Porque siempre se intenta al comienzo —explicó la anciana, con convicción—, siempre se intenta convencer, pero si no funciona hay que hacer algo, nunca quedarse de brazos cruzados.
—No sabes lo que dices. ¿Tienes alguna idea de lo que me hicieron? ¡Contéstame!
—Hicimos lo que era necesario.

Su paso por allí había terminado; era doloroso escuchar esas palabras de una persona en la que confió en su momento, pero fuese como fuese, a fin de cuentas, la responsable mayor estaba en otro sitio.

—Fue ella, fue la madre de Micaela. Siento pena por ti Marcia, estás tan equivocada que no tendrás tiempo para entender la verdad; te quise casi como si fueras una madre, te habría recibido en mi casa si hubiese sido necesario ¿Y me traicionaste por lealtad a Bernarda? ¿Por cumplir las órdenes de una persona que te ve a ti y a cualquier empleado como un objeto, que usa mientras le sirve? Cuando estuve fuera del país, te eché de menos, pero ahora, me alegro de no tener que volver a verte.

Dio media vuelta y se apresuró a salir de allí. Esperaba sentirse devastada o con deseos de llorar, pero por primera vez en su vida, en vez de pena, lo que sintió fue rabia; ella misma tenía culpa por haber sido crédula, pero aunque sabía que era inocente de lo que la habían acusado, siempre se había sentido más culpable que víctima, de ahí su salida del país. Pero ahora ya no podía callar, ahora sabía que la mujer a la que amaba había faltado a su palabra de creer y confiar en ella, que Bernarda, tras esa sonrisa, la había traicionado, que para su progenitora había sido más importante un lienzo que su hija, y que en resumidas cuentas había sido sacrificada para conseguir los objetivos de alguien más. Ya no más, tenía tomada la decisión, esta vez las cosas iban a aclararse, esta vez tendrían que escucharla.
Poco tiempo después, llegó al departamento que estaba arrendando Micaela, el que no le fue difícil ubicar pues aún conservaba datos de ella a través de los cuales lo hizo. Aun no daban las diez de la mañana, temía no encontrarla, pero abrió la puerta casi al momento con una sonrisa en los labios que desapareció al verla.

— ¿Qué es lo que haces tú aquí?
—Necesito pasar, hay algo de lo que voy a hablarte.

Micaela frunció el ceño. ¿Qué le pasaba, como se atrevía a visitarla de ese modo? Verla aparecer de ese modo en su departamento hizo que sintiera una irritación que no experimentaba desde tiempo atrás.

— ¿Qué? Estás loca, lárgate de aquí.

Pero Pilar no la escuchó y entró, apartándola a un lado. Entró en el departamento luchando, por no desmoronarse al reconocer algunas cosas como adornos y muebles, cosas que incluso habían elegido juntas cuando decidieron compartir el departamento antiguo; Micaela la fulminó con la mirada.

—No sé qué te pasa y no me importa, pero es mejor que te vayas ahora, antes que me enoje.
—No me voy a ir —sentenció—, no hasta que te diga a lo que vine.

Micaela se encogió de hombros.

—No me interesa.
—Claro que te va a interesar, vas a escucharme.
— ¿En qué idioma te lo digo? —exclamó Micaela— No hay nada de ti que me interese.
— ¡Te dije que vas a escucharme!

El grito de Pilar descolocó a Micaela; jamás la había visto así, no supo cómo reaccionar.

—Estoy cansada de todos ustedes, estoy cansada de las amenazas de mi madre, de tus gritos y de la desconfianza de todos; no tengo por qué seguir soportándolo, me quedé callada demasiado tiempo, ahora vas a escuchar cada palabra, maldita sea. Te amaba Micaela, eras la persona más importante para mí, se suponía que tú tenías que creer en mí antes que en cualquier otra persona, pero tu amor fue demasiado frágil.

Puso en volumen alto la grabación de voz que había hecho de su conversación con Marcia, y mientras las palabras volvían a escucharse, vio como Micaela abría más los ojos, sin poder dar crédito al registro.

—Esta es la verdad —continuó, con fuerza, tan pronto terminó la grabación—; jamás fui la responsable, y te lo dije: ese día te dije que estaban pasando cosas extrañas, pero no me creíste, y con eso me rompiste el corazón.

Era Marcia. Marcia, su nana, la mujer que había vivido y trabajado en su casa durante tantos años, a quien siempre consideró como parte de la familia; Micaela sintió que un escalofrío corría por su espalda.

—No puede ser... —murmuró, incapaz de creerlo— No es posible, tiene que haber un error...
—Yo tampoco lo creía en un principio, me parecía una locura, pero como te darás cuenta, los hechos son más fuertes.

Micaela se sentía como si la hubieran arrojado contra el pavimento desde la ventana del edificio; estaba escuchando a nana, a su nana decirle a Pilar que habían tenido que hacer eso porque ellas estaban cometiendo un pecado o algo por el estilo. ¡Pero si ella siempre lo supo, siempre la escuchó en todo!

—No puede ser —continuó con la voz quebrada—, no lo entiendo, porque ella...
—Ella estaba trabajando para las órdenes de tu madre —acusó Pilar, implacable—, por eso es que ella de pronto estaba de tu lado, porque sería mucho más fácil atacar desde adentro, así nunca sabrías qué era lo que te había golpeado.

Solo en ese momento las piezas comenzaron a encajar. Recordó entonces esa fatídica jornada, y a su madre apareciendo en su cuarto con expresión compungida. ¨Descubrí algo tremendo, hija. Descubrí quién es la persona que me hizo la venta de la colección de cuadros de Carmen Basaure, y por lo que sé, lo hizo a sus espaldas. Fue su hija, fue Pilar, mira este documento¨
En ese momento todo se fue al demonio, y ahora descubría que todo era un plan, una maquinación de su propia madre para separarlas, aprovechando de adjudicarse un trofeo para su colección. Eso quería decir que Pilar tenía razón, porque sabía que su madre era capaz de todo, solo que nunca creyó que en contra de su propia hija; entonces había permitido que las separaran, había dejado que la mentira fuera más fuerte que el amor, y todas esas cosas horribles que le dijo eran totalmente injustificadas.

—Pilar —balbuceó, aun sin poder creerlo del todo—, esto es... es horrible, pero tienes que entender que yo... habían pruebas Pilar, todo coincidía, tu firma, los datos...

Durante todo ese tiempo, Pilar había pensado que las pruebas eran suficientes contra su palabra, pero ahora entendía que, de haber sido al contrario, ella habría luchado contra el mundo por defenderla, incluso justificando sus acciones; eso era lo que había hecho toda su vida, justificar la falta de amor de su madre, la pérdida de su padre, inclusive las agresiones verbales de Micaela cuando se descubrió el negocio con Bernarda Solar.

— ¡Y eso qué! —le reprochó con rabia— se supone que me amabas, me juraste que estaríamos juntas, me juraste que creerías en mí, pero me fallaste, y ni siquiera me diste el beneficio de la duda, te bastó con ver unos papeles para olvidarte de lo nuestro y tratarme de lo peor; me dijiste cosas horribles, me trataste como si fuera la peor mujer del mundo y no me dejaste defenderme. Podía aguantar lo que fuera, el rechazo de mi madre, podía aguantar que todo el mundo pensara que era una mala hija y una mala persona, pero no tú, tú tenías que ser mi apoyo, y me dejaste sola cuando más te necesitaba.

El principio de lo poco probable fue lo primero que se le vino a la mente. Su relación con su madre jamás había sido la más amistosa, pero Micaela no prestó mayor atención a eso, incluso le gustaba tener cierta independencia a nivel familiar; pero no pudo menos que sentirse agradecida cuando su relación con Pilar se hizo oficial, al ver que su madre no hacía reclamos ni recriminaciones. Y Bernarda era una empresaria, no siempre compraba de Forma directa ¿Qué podía tener de extraño que alguno de sus ejecutivos comprara una colección? ¿Qué podía tener de sospechoso que ella no supiera los detalles? Ese fue el truco, dejar la verdad en un sitio tan evidente, que resultaba absurdo creer que realmente podía ser así; un simple contrato, con una firma falsificada, y una suma de dinero en una cuenta, habían bastado para cegarla por completo.

—Pilar, por favor perdóname —suplicó Micaela, acercándose—, yo no sabía... fui una estúpida, fui la más tonta del mundo al creer en lo que me dijeron, pero yo te amaba, por eso es que… es que no pensé con claridad, y me volví loca al creer que eras culpable.

Pero Pilar se alejó; durante meses había extrañado el abrazo de Micaela, ahora no quería que se le acercara.

—Esto no se trata de quién tiene la culpa, lo que está hecho ya no se puede deshacer, lo que me rompió el corazón no fue lo de la mentira, ni que me acusaran de robarle a mi propia madre, ya te lo dije, esto se trata de tú y yo, se trata de que no fuiste capaz ni siquiera de escucharme, y eso habla tan mal de tu supuesto amor por mí, como de mí por creer que estarías conmigo hasta el fin.

Tenía razón en todo lo que le estaba diciendo, y al mismo tiempo Micaela estaba sintiendo asco de sí misma por haber sido tan ilusa, rabia con Marcia y odio por su madre, pero lo peor de todo, es que el amor por Pilar nunca se había ido, y ahora que estaba descubriendo toda la verdad ese sentimiento volvía, convertido en culpa y dolor; no podía imaginar cuánto había hecho sufrir a Pilar, mientras estaba sola y sabiéndose inocente. Durante meses, se había revolcado en su propio dolor, pensado una y mil veces en las supuestas acciones de ella, sufriendo por lo que había perdido, por sentirse traicionada, engañada ¿Y qué había de Pilar? ¿Cómo podía haber desconfiado tan fácilmente de ella? ¿Acaso en realidad su sentimiento nunca fue tan fuerte como creía?

—Pilar, por favor escúchame —le rogó con los ojos llenos de lágrimas, hablando atropelladamente—, fui una estúpida, pero podemos arreglarlo, puedo arreglarlo, yo jamás te he dejado de querer.

Pilar la miró con dureza.

—No tuve tu amor cuando lo necesité. Ahora es demasiado tarde para eso, solo vine porque no podía, no puedo dejar todo esto así. Tenía que decírtelo a la cara, tenía que verte cuando supieras la verdad, para poder sacarme este dolor, la tristeza y el abandono que sentí durante todos estos meses. Pero no quiero nada más de ti.
—Pilar espera...

Pero la otra mujer no la esperó, y salió rápidamente del departamento, azotando la puerta; Micaela quedó entonces sola en el lugar, con la respiración entrecortada, comenzando a llorar de forma convulsiva, mientras las escenas aparecían una a una en su mente; era culpable, era irremediablemente culpable de haber faltado a su promesa de amor, de no haber confiado en Pilar, de dejarse engañar con tanta facilidad y de haber herido a la mujer a la que amaba tanto como antes. Quedó sentada en el suelo, llorando sola.


Próximo capítulo: Mariposas calcinadas








La traición de Adán Capítulo 15: Confusión




Adán estaba en la recepción de la galería cuando escuchó la voz de Carmen, muy temprano, el lunes; al momento de llegar, ella ya estaba ahí, y apenas lo saludó sin abrir la puerta, de modo que decidió dejarla sola hasta que necesitara algo. Consideró algo extraño que lo llamara con cierto tono de urgencia, de modo que decidió ir de inmediato.

—Permiso.
—Pasa —dijo la artista desde el interior—, tienes que ver esto.

Al verla, notó de inmediato que la artista parecía haber recuperado algo de su aplomo habitual, aunque no del  todo. Junto a ella estaban los dos cuadros, cubiertos por telas, lo que quería decir que la espera había terminado.

—Lo lograste ¿verdad?
—Desde luego —replicó ella, orgullosa—; solo necesitaba encontrar la frecuencia, a fin de cuentas, si lo piensas con detención, se trata de mi obra, así que sólo era cuestión de tiempo. Observa.

Descubrió los dos cuadros, y Adán se quedó atónito ante ellos; Carmen había conseguido replicar el efecto del segundo cuadro, dándole otra vez al Regreso al paraíso un aspecto irreal. Nuevamente las texturas se mecían con exquisita suavidad ante  los ojos, otra vez el lienzo se veía igual que una imagen viva, donde la piel del humano parecía respirar y el cielo mismo moverse de manera constante; el efecto tridimensional y dinámico estaba de regreso, y al haber sido replicado por ella, significaba que podía volver a hacerlo cuando quisiera.

—No puedo creerlo...

Pero no era lo mismo. De alguna manera, la artista había conseguido terminar una pintura con la que el efecto era el mismo que el de su predecesora, pero el resultado era completamente diferente; Regreso al paraíso era un festival para la vista, una imagen mágica que despertaba la sensibilidad de quien la viera, y producía calma y armonía interior, mientras que esta nueva segunda pintura hacía que el producto fuese convulso, y que las emociones que despertara fueran la confusión y la angustia. Bello como un cielo cubierto de nubes y relámpagos, tormentoso como estar a merced de aquellas descargas.
¿Qué es lo que había hecho?

— ¿Lo ves? —dijo Carmen, llena de entusiasmo— Lo conseguí, tengo al fin la fórmula y pude rehacerlo, ¿te das cuenta? Es como si nunca hubiera pasado, como si estuvieras viendo otra vez el mismo resultado; todas mis preocupaciones fueron por nada.

Adán  desvió un momento la mirada del cuadro, y la miró. No estaba bromeando, realmente estaba convencida de que era lo mismo. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que estaba pasando? Cerró los ojos y volvió a mirar, pero sucedió lo mismo, otra vez el efecto fue tan atormentado como antes, es decir que la artista sí había logrado replicar el estilo y el fondo del cuadro, pero, usando sus propias palabras, plasmándolo en otra frecuencia, que era por completo distinta de la otra pintura. No terminaba de entender cómo es que lo había hecho, pero si tenía que definir lo que estaba pasando frente a sus ojos, podría decir que el segundo cuadro original había sido hecho por alguien que sentía el más profundo amor, y este que tenía frente a sí, por alguien que sentía odio o dolor.

—Estoy muy sorprendido, Carmen —dijo con cautela.
— ¿Creíste que  no podría?

Su actitud en ese momento en tan segura, que si alguien le hubiera dicho que describiera la obra, con toda probabilidad hablaría sobre la armonía y sensibilidad del primer resultado, pero en ningún caso acerca de tristeza, angustia o soledad.
Si le decía lo que estaba pensando, había una gran posibilidad de que ella se lo tomara mal, o que entrara en trance nuevamente, y dadas las circunstancias no podía arriesgarse a algo como eso; en esa situación el silencio sería su mejor aliado.

—Pensé que te tomaría mucho más tiempo.
—Estuve  preocupada al principio —replicó ella—, supongo que influyó la forma en que sucedió todo en esa inauguración y lo de antes, pero tan pronto como me tranquilicé, el pincel y los colores se movieron por sí solos; trabajar en esta obra es como moverme en un terreno que conozco a la perfección ¿Entiendes? Una vez que he tomado el camino indicado, es solo cuestión de trabajar los detalles —y agregó, satisfecha—. Quiero que la inauguración sea mañana a las diez de la noche.

Eso era demasiado pronto; pero por otro lado, con el personal contratado y la prensa especializada sobre ellos, desde un punto de vista estratégico, era la mejor opción.

— ¿Mañana? Tal vez deberías esperar un poco —dijo, sin convicción.
— ¿Y para qué? Los medios no estarán interesados para siempre, ahora que aun todos están preguntándose qué diablos pasó, les entregaré la exposición y tendrán muchísimo de qué hablar.

Claro que tendrán de qué hablar, pensó él, pero no lo dijo. Mientras hablaban, se dio cuenta de que la presencia de los dos cuatros en su vago de visión generaba una especie de fascinación morbosa por verlo, como si de algún modo el juego de colores creara algo doloroso y al mismo tiempo, torcidamente hermoso.

—De acuerdo, entonces me retiro, tengo que programar todo en tiempo record.
—Confío en ti.

Salió del taller dejando a una orgullosísima Carmen, y fue directo a la recepción; justo cuando menos lo necesitaba, se daba esta situación, y no podía sacarse de la cabeza la misteriosa nota. ¿Quién podía haber descubierto algo? No lo creía posible, sabía que había sepultado todo por completo, pero también existía  la posibilidad de que alguien quisiera tender un caza bobos; sea como fuere, necesitaba investigarlo con delicadeza, y con la inauguración otra vez encima, se vería obligado a posponerlo. Tomó el teléfono para comenzar  nuevamente a gestionar al personal y a los medios.

2

Pilar había ido a la casa de su amiga Margarita a tomar desayuno, pero tras compartir una agradable conversación y actualizar temas que no habían hablado con detenimiento, ya estaban en el escritorio, dedicadas a las labores detectivescas que ella se había propuesto.

—Empecemos por aquí —comentó Margarita—, dime exactamente qué fue lo que pasó, palabra por palabra.

Pilar ya sabía que no tenía alternativa, así que comenzó, resignada.

—De pronto recibí la llamada de un desconocido —comenzó, lentamente—; eso fue en la tarde, mientras estaba en el centro comercial. No pude identificar la voz del hombre, pero me dijo con mucha seguridad  que me felicitaba por el excelente negocio que había cerrado y que a partir del día siguiente tendría ya acceso al dinero en mi cuenta personal. Le dije que estaba equivocado de persona, que no sabía de qué me hablaba, y me respondió que estaba todo correcto, recitó mi nombre y el nombre de mi banco, la referencia de mi cuenta y me repitió que el dinero que se me había pagado estaba depositado y podría disponer de él a partir del día siguiente.

Mientras hablaba, su amiga tomaba notas a toda velocidad en una libreta; se estaba tomando todo eso muy en serio.

—Y te cortó.
—Exacto. Mi primera reacción fue pensar que era una pitanza, pero me llamó la atención que tenía muchos datos míos, y por las dudas llamé a mi banco; ahí empezó la pesadilla.

Lo recordaba como si hubiera sido ayer, los ocho meses no habían cambiado nada. Se estremeció al recordar cómo, de un momento a otro, su vida se había convertido en un infierno.

—Desde el banco me confirmaron el depósito en mi cuenta: sentí mareos al escuchar la cifra, eran muchos millones, así, de golpe. Pregunté de dónde provenía el depósito, y me dijeron que había sido ingresado en efectivo por un particular, Sergio Carmona, con el motivo de pago por venta realizada. No comprendía qué era lo que estaba pasando, así que desde luego llamé a Micaela, pero no me contestó, tenía apagado el teléfono.

Margarita tomaba nota de cada detalle en su bitácora, y al mismo tiempo, garabateaba símbolos en una hoja que había dejado a un costado.

— ¿Qué hiciste entonces?
—Fui al antiguo taller de mi madre, porque pensé que tal vez ella había hecho algún negocio a mi nombre o algo por el estilo, que quizás era por la cuenta que había puesto a disposición de ella por cualquier cosa o que se hubiera confundido algo, qué se yo.
—Explícame un poco eso.
—Lo que sucede es que, entre otras cosas, di indicaciones al banco para que mi madre pudiere realizar operaciones bancarias usando mi cuenta, sin necesidad de pedir autorización —suspiró—. Ni siquiera sé muy bien en qué estaba pensando cuando lo hice, supongo que tenía ganas de demostrar que no tenía nada que ocultar, y su cuenta personal es inestable porque a veces saca dinero, o compra alguna cosa; era una forma de decirle “Lo que necesites, aquí estoy”
—Comprendo. Entonces pensaste que podía ser un pago a ella, y fuiste a verla.
—Así es. Cuando me la encontré —prosiguió con angustia—, fue tremendo, estaba enfurecida, jamás la había visto así, parecía que de un momento a otro iba a echarme las manos al cuello; ni siquiera estaba hablando con claridad, pero me gritó que era una traidora, que no quería volver a verme en su vida... me trató de mala hija, incluso dijo que maldecía el día en que me había dado a luz. Le supliqué que me explicara de qué estaba hablando, y entre sus gritos y sus maldiciones, dijo que jamás me perdonaría por haberla traicionado y vender la colección Cielo a Bernarda Solar.
—Cosa que por supuesto no hiciste. Continúa.
—Yo no sabía nada de eso y se lo dije, pero no me creyó, y continuó gritándome que era la peor persona del mundo, y me dijo que no podía ser tan falsa de hablar con ella cuando en ese momento ya tenía el dinero en las manos. Intenté razonar y explicarle que no sabía nada de Cielo, y mucho menos del origen del dinero, pero fue inútil. Al final la vi tan enfurecida que opté por irme de allí, y fui al departamento, estaba completamente confundida y no sabía qué hacer.

Las cosas solo empeoraban al recordarlas. Qué inocente, qué estúpida. Su amiga la miraba con ternura.

—Si quieres nos tomamos un descanso.
—No —replicó, respirando profundo—,  ya empecé, no cambia nada que lo diga todo de una vez o por partes. Como te decía, fui al departamento esperando que Micaela me ayudara en algo, estaba al borde de un ataque de nervios, pero eso fue solo para peor, porque ella sí estaba allí, solo que ya estaba enterada, y además estaba más furiosa que mi madre, si eso era posible. De entrada me gritó que era una traidora.

Aún recordaba con claridad los gritos de Micaela por el departamento ¨eres lo peor, no sé cómo pude enamorarme de ti¨  ¨eres una ladrona, eres lo más bajo que he conocido¨

—Yo seguía sin saber qué pasaba y comencé a llorar, le dije que no sabía lo que pasaba y le expliqué lo de mi madre, esa extraña llamada y todo lo demás, pero fue inútil, Micaela no me escuchaba; le rogué, le supliqué que me escuchara, que me creyera, pero todo fue inútil, ni siquiera escuchó mis palabras de amor, había tanta rabia y tanto desprecio que no parecía la misma persona que horas antes me amaba como siempre. Entonces intenté convencerla con argumentos, pero en ese momento me arrojó a la cara la copia de un contrato en donde se acordaba la venta de la colección Cielo a cambio de un enorme monto de dinero, a propiedad de Bernarda Solar.

Margarita frunció el ceño.

—Después vas a tener que mostrarme ese documento, pero ahora sigue, sigue.
—Me quedé sin palabras cuando vi mi firma en el contrato, y entonces entendí por qué es que ella estaba en ese estado; nuevamente le supliqué que me creyera, que todo eso debía ser un error o algo hecho por un malintencionado, pero no funcionó.
Micaela estaba cerrada en las pruebas que tenía, y no podía escuchar nada más; me quitó las llaves y me echó del departamento, me arrojó a la calle y dijo que no volviera o me arrepentiría, y por cómo se veía, la creí capaz de hacerme algo. No sabía qué hacer ni adónde ir, estaba desesperada y ni mi madre ni Micaela  me querían entender. Creí hacer algo bueno y llamé al abogado de mamá.
—A Izurieta, me habías hablado de él.
—Sí, lo llamé para pedirle consejo, pero él ya estaba enterado y  me dijo que no importaba lo que dijera porque los hechos eran irrefutables, y que si quería podía tomar acciones legales, pero eso pondría en todos los medios lo sucedido, con lo que destruiría la carrera de mi madre.

Otra ver se vio, a sí misma, desamparada, sin tener a quién recurrir, y al mismo tiempo, “n comprenderla magnitud de lo ocurrido.

—Y te aconsejó salir del país.
—En realidad no fue eso —respondió Pilar—, me dijo que mientras hablábamos, él estaba cumpliendo órdenes de mi madre, y bloqueando mis contactos públicos, para impedir que pudiera trabajar, me estaban destruyendo la vida. Y no me quedó alternativa, saqué algo de dinero de la cuenta que me dejó papá y compré pasajes para salir del país.

Margarita seguía haciendo anotaciones a toda velocidad, pero en ese punto, le pidió que se detuviera.

— Espera , necesito aclarar esto; la cuenta de la que me hablaste no es la misma que donde está el dinero que te dejó tu padre.
—No, esa cuesta que mencioné era la de uso común, donde tenía el salario y algunos ahorros; cuando papá murió y me notificaron de la cuenta que dejó a mi nombre, decidí dejarla para algún tipo de emergencia.
—Y el dinero que te transfirieron estaba en la primera. ¿Tu madre podría haberlo sacado?

Pilar se lo pensó un momento.

—No, esa cantidad, no; podía hacer operaciones pequeñas, digamos que podría haber comprado un cuadro usándola, pero era una indicación menor, para uso común, aunque ella nunca la utilizó. Le dije en algún momento que abriéramos una cuenta compartida, por lo que ella necesitara, pero no le dio importancia, así que nunca lo hicimos.

Margarita rehízo algunos de los símbolos en la hoja adicional antes de hablar.

—Lo tengo; entonces, con todo este peso encima, decidiste salir del país ¿Te sentiste amenazada de un forma directa?
—Si lo que me preguntas es si me amenazaron, directamente no, pero si no podía trabajar, mamá y Micaela me odiaban ¿Qué ganaba quedándome aquí? Es taba asustada, sentía que el mundo se caía encima, para lo único que tuve fuerzas, fue para irme.
—No debiste hacer eso, era como reconocer culpas, pero tampoco tenías a nadie y yo no estaba aquí.

La mujer se quedó muy seria, tratando de  controlar todo lo que quería decir; a su modo de ver las cosas, las personas que no confían en las palabras de sus seres queridos no merecen una sola lágrima, pero sabía que su amiga seguía esperando la aprobación de su madre aún con todo lo pasado, y la ayudaría en lo que pudiera, aunque por dentro esperaba el momento de ver a esas personas aplastadas por la verdad. Cómo detestaba la injusticia.

—Ya, mira, tengo todo apuntado, así que nos vamos a poner a investigar. Lo primero, es cómo se enteró Micaela y tu madre de lo que supuestamente hiciste.
— ¿Y eso por qué?
—Ay mujer, porque alguien tuvo que decírselo, si ellas no estaban enteradas no iban a estar siguiendo tus negocios ni tus cuentas; la persona que les dijo es muy importante, también el tipo que hizo el depósito en tu cuenta.
—Pero esa persona podía ni existir, o podría ser un mandado.
—Eso no importa, más todavía si lo enviaron, quiero saber  quién fue. ¿Sabes qué? Tengo la sensación de que Micaela es la clave de esto.

Pilar contuvo la respiración. Aún con la forma en que la había despreciado, no podía creer que ella tuviera tan siquiera algo de culpa.

— ¿Por qué lo dices?
—Por qué ella tenía el contrato. Hay demasiadas cosas aquí que no tienen sentido ¿Cómo se enteró tan rápido tu madre de la venta de esa colección? Me dijiste que estaba en el taller antiguo, lo que significa que las pinturas no estaban ahí. ¿Por qué la urgencia de enviar el contrato al departamento en donde vivían Micaela y tú? ¿Por qué hacer todo esto de una vez?
—No lo sé, nunca me hice ninguna de esos preguntas; el dolor que sentido por el rechazo de mamá y de Micaela...

Margarita decidió salir del área sensible para poder concluir; ya había llorado mucho, ahora ella tenía que ayudarla a surgir.

—Sí, tienes razón. A todo esto, tienes ese contrato aún?
—Tengo una copia, pero está mecanografiada.
—Da igual. Mira, haremos esto, me das el contrato, yo hago unas investigaciones y tú vas a ir al banco de la dichosa cuenta. Por cierto, el dinero sigue ahí, ¿verdad?

Pilar la miró, perpleja.

—Jamás lo toqué.
—Eres un ángel. Como te decía, te vas al banco y preguntas por las grabaciones de las cámaras de seguridad del día del depósito, seguro que las tienen, y si no te las quieren mostrar les dices que vas a llamar a tu abogado o lo que sea, deja que crean que hay un delito detrás de todo esto y vas a ver cómo te ayudan.

Pilar suspiró hondó. Ya no iba a echar pie atrás.

3


Micaela estaba con algo de insomnio, así que sin mucho que hacer por la mañana se fue a la oficina de Esteban para hablar con él. Cuando llegó al edificio vio a uno de los trabajadores de la obra saliendo por una puerta lateral.

—Qué extraño...

Sin saber muy bien por qué, quizás guiada por un presentimiento, decidió seguirlo, pero la voz de Esteban la distrajo.

— ¿Oye y tú qué haces aquí?
—Yo —respondió algo turbada—, nada, me vine a molestar porque estoy con insomnio.
—Buena idea, así me ayudas con lo que estábamos hablando ayer. Además tenemos que hacer muchas llamadas, por lo menos yo voy a darle algunas instrucciones a mi banco.
—Tienes razón, creo que voy a hacer lo mismo, además que una de las primeras cosas que tuve que hacer al volver fue ir a mi banco porque tenían algunos problemas con mis datos.
— ¿Lo ves? Es mejor prevenir, vamos, necesito un café.

Entraron al edificio conversando, pero la imagen del trabajador le seguía pareciendo extraña; por ahora no diría nada, pretendía aclarar algo por las suyas para luego ver que hacer.

—Tenemos visitas —dijo él cuando cruzaban la recepción.
— ¿Quién?
—Bernardo Céspedes —lo indicó disimuladamente—, el hijo del dueño, ¿te acuerdas?
—Sí. Ah, estaba en la balacera baboseando por tu jefa, quizás viene a despedirnos.
—No lo creo, no hace ese tipo de cosas si no es con altos mandos, creo que Eva es lo más bajo que caerá, pero si está aquí, seguro hay reunión de directorio, y estará ella también.
—Diablos, debí haber venido de traje.

Estaban atravesando la recepción directo a uno de los ascensores, cuando Micaela vio cómo entraba una mujer al edificio, y la reconoció de inmediato; alta, de figura imponente, de cabello claro, actitud dominante y segura, caminando por ahí como si fuera su edificio.

— ¿Quién será esa mujer? Me parece conocida pero...
—Es Bernarda Solar —respondió Micaela, sombríamente—. Lo que me pregunto es qué hace aquí.

Vio cómo Bernarda saludaba amigablemente a Céspedes, y este le devolvía el saludo. Al verlos subir juntos a un ascensor charlando de forma amigable, dedujo el resto.

—No puede ser.
— ¿Qué?
—Ella —replicó lentamente—, está aquí porque es accionista de esta constructora.

Esteban sonrió, incrédulo.

— ¿Qué? No, eso es absurdo, hace tiempo que no hay acciones a la venta, seguro tiene algún proyecto con nosotros.

Pero Micaela sabía muy bien cómo actuaba Bernarda Solar, y negó con la cabeza; por suerte, desde el ángulo en que estaban habían sido invisibles para los empresarios.

—No Esteban, ella es accionista o algo peor. Ella no sale de su palacio si no es para apropiarse de algo importante, eso quiere decir que la vamos a ver muy seguido de ahora en adelante.
—Espera, ¿tú la conoces?
—Es una empresaria conocida por absorber todo lo que  quiere para ella —respondió, evadiendo la verdad—. Es dueña de una serie de empresas, y te aseguro que si está aquí, es porque ésta es la próxima.

Esteban no dijo nada, se limitó a ir directo a una secretaria de las antiguas y le hizo las preguntas correctas. Momentos después volvió cargado de noticias.

—Es increíble, acertaste a todo lo que dijiste, esa mujer va a estar en reunión de directorio, pero no pude averiguar más.
— ¿Puedes colarte en la reunión?
—No soy tan importante como para eso, pero ¿Por qué te parece tan relevante?
—Me parece más bien preocupante. Pero que esté aquí y no sepamos nada no nos ayuda, tendríamos que encontrar alguna forma de saber más detalles.

A él ya le había picado la curiosidad, detectaba que ella ocultaba algo, pero no había hecho las conexiones correctas.

—Espera, creo que puede haber una forma, hay una asistente que me debe un favor, haré que investigue por nosotros mientras entra a llevarles café o algo. ¿Hay algo en particular que queremos saber?

Micaela lo miró fijo.

— ¿Por qué estás haciendo esto?
—Porque es interesante, y ya  no tengo mucha confianza en nada después de lo de ayer; confío en tu olfato. Entonces dime.
—Siendo así, solo queremos saber una cosa: qué tan grande es la tajada que tomará de esta constructora.
—Está bien, trataré de averiguarlo, pero sólo dime algo ¿Cómo puedes tener tanta seguridad de lo que ella puede estar haciendo aquí?

Micaela lo miró con expresión sombría.

—Soy una de las pocas personas que la conoce. Bernarda Solar es mi madre.


Próximo capítulo: Errores en cadena



La traición de Adán Capítulo 14: Cosas elementales



Despuntó el alba de aquel Domingo y en el departamento estaban Eva y Adán, abrazados reposando en la cama. Realmente parecía perfecto todo lo que sucediera entre ellos, hacer el amor era una nueva experiencia a cada momento, en la que las caricias eran precisas y quemaban con el placer máximo para los dos; pero no solo el sexo era fantástico, también lo era el después, el quedarse abrazados, siendo mecidos por el compás de sus corazones, hablando con alguien a quien conocían tan poco tiempo, pero tanto en experiencias.

–Siento que pasamos muy poco tiempo juntos.
–Son cosas del trabajo –comentó ella en voz baja–, no podemos estar siempre juntos, además a veces no hace falta.
–Tienes razón.

Rieron, cómplices. Adán se incorporó hasta quedar sentado, Eva se cobijó en su regazo.

–Las cosas van muy rápido en la Constructora –comentó ella, sacudiéndose el cabello–, solo me preocupa el Boulevard.
–Creí que lo habías solucionado.

Eva frunció el ceño; esperaba poder dar un final limpio y rápido a esa historia, pero contra sus pronósticos, no fue así.

–Intenté convencer a Esteban de sacar a la encargada en terreno, pero me soltó un discurso sobre las jerarquías, y dijo que aunque yo sea su jefa no puedo decidir con quién él trabaja, según él esa mujer es perfecta para el puesto.
–Si ese hombre molesta tu trabajo, elimínalo.

Estaba segura de terminar haciéndolo, pero no iba despedirse de él sin antes dejar en claro que era ella quien tenía la última palabra.

–No tengo ningún argumento sólido para hacerlo.
–Pero igual es un inconveniente que no necesitas, eso es más que suficiente —comentó, mientras entrelazaban los dedos—. Si te deshaces de él tendrás cientos esperando por su puesto.
–He estado buscando a quien lo reemplace, pero primero debo respaldar los archivos de los proyectos.
– ¿Por qué, crees que los va a destruir?
–No soy su persona favorita, y si lo despido está en su derecho de sentirse ofendido y querer llevarse su trabajo para que nadie saque provecho de él. De todos modos, ya me estoy encargando de eso, tengo a una persona protegiendo la información más vital.
–Me alegro, así no tienes que preocuparte de detalles como ese; ya estoy preparando algo en qué desarrollar algunas ideas, quiero darle forma para contarte.

Se besaron apasionadamente; esa electricidad, la sensación de estar por completo en la otra persona era algo que no tenía precio.

–Sabía que te traías algo, cuéntame cuando lo tengas listo. ¿Y has sabido algo de la hija de tu artista?
–Nada, está haciendo vida común por lo que veo, pero necesito averiguar más sobre ella, aún me parece un peligro que esté rondándonos.
–Tienes razón. Adán, por lo que me has dicho, ella es un riesgo latente.


2


Micaela y Esteban estaban tomando desayuno en el departamento de ella, y aunque la chica se ofreció a encargar algo preparado, él había insistido en preparar unos huevos con carne que se suponía levantaban muertos; el concierto de Replicantes al que habían ido resultó intenso, justo la descarga de adrenalina que la joven necesitaba para sentirse más animada. Respiró el apetitoso aroma mientras servía café.

–Y al final, el concierto fue mucho mejor de lo que esperé, fue buena idea ir.
–Un logro más en mi lista, genial –dijo él desde la cocina.

Micaela terminó de poner la mesa mientras Esteban llegaba con los platos con la humeante preparación.

–Huele bien.
–Te lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más, si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante la mesa alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable, y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad; lo estaba logrando a pasos agigantados. Ella probó un bocado, y se deleitó un momento con el sabor de la preparación; si bien, a simple vista parecían unos huevos revueltos con carne picada, al probar, comprobó que tenía algunos ingredientes extra, y un toque de sazón perfecto.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.
– ¿Estás loca? –rio él– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Se puso de pie y lo sacó de su mochila, leyendo en él, con atención.

–Qué extraño.
– ¿Qué ocurre?
–No lo sé replicó, con el ceño fruncido—, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.
–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.
–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo–, es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad –se encogió de hombros, restando importancia al asunto—, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.

Micaela hizo una exagerada mueca de frustración al escuchar esas palabras.

–Oh, pero seguro que puede ser después, es domingo y he dormido muy poco después del concierto.
–Claro –dijo él, sonriendo—, pero te digo para que me acuerdes.



Mientras tanto, la actividad no cesaba en el lujoso departamento de Bernarda Solar; estaba en la sala de sol disfrutando de un desayuno ligero, cuando la criada tocó a la puerta de cristal.

—Señora Bernarda, disculpe. El conserje llamó para avisar que la señorita con la que tiene cita viene subiendo.
—Perfecto, puntual como me gusta. Adela, recoge todo por favor.
–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella, recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando en su reemplazo un florero de cristal azul, con un hermoso ramo de flores en él, desapareciendo de vista un momento después. Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a su invitada, a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, pero en ella había una mezcla que hacía imposible saber si tenía antepasados europeos, asiáticos, hindúes o caribeños, pues de todos ellos parecía tener al menos un rasgo, pero al mismo tiempo no era por completo ninguno; al mismo tiempo lucía como una modelo de ropa alternativa, y una sensual actriz o bailarina, esto último resaltado por una expresión corporal que era muy similar a la cadencia de una inexistente música. Sonrió de forma espléndida y saludó a su anfitriona con un delicado beso en cada mejilla.

–Qué gusto volver a verte, Bernarda.
–Lo mismo digo, Luna –respondió la dueña de casa, haciéndola pasar–, estas aún más encantadora de lo que te recordaba.

La morena entró en la sala del departamento, dando una rápida mirada a la decoración, que aprobó con una nueva sonrisa.

–Gracias, y tú, te ves divina, tan poderosa mujer. Qué hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

Bernarda rio, y ambas se sentaron cómodamente en sillas altas en el balcón, a un costado de la sala de sol.

–Ya tengo una automotora. En realidad, esta vez te necesito para una temporada, así que primero tengo que saber si es que te puedes quedar un par de meses, al menos.
–Estoy libre –comentó la joven–, así que si me necesitas, te ayudo encantada, sabes que siempre estaré en deuda contigo.

La dueña abrió el mini bar y sirvió bebidas frías para las dos.

–Dentro de poco —explicó, con más seriedad—, comienzo un nuevo proyecto de exhibición, algo así como la galería Cielo pero llegando a un nuevo nivel, y quiero que tú seas la persona que consiga atraer a todo el público que sea posible, algo así como el rostro de la campaña. Eres la mujer perfecta para eso, así que lo único que necesitas es ser tan bella como solo tú sabes serlo.

Luna sonrió. Apreciaba los elogios casi tanto como los ceros, y con Bernarda ambas cosas siempre estaban relacionadas; la historia que las unía era fuerte, y aunque de una mujer como ella jamás se podía hablar de una amistad propiamente tal, la lealtad y el cumplimiento de objetivos a cambio de una buena suma de dinero era el perfecto equivalente. Además, Bernarda era generosa con quienes trabajaban como ella quería, y Luna tenía una gran capacidad de adaptación.

–Solo dime por dónde empezar.
–Todavía no. Por ahora te quedarás en uno de mis departamentos, te iré entregando la información que necesites, y cuando el tren empiece a avanzar, te llamaré.

La chica se dio un momento para beber del exquisito trago, mientras analizaba lo que había oído; eso quería decir que lo de captar público era relevaste, pero lo que de verdad tenía importancia era algo más, una situación o una persona a quien Bernarda estaba analizando, antes de decidir el ataque definitivo.

–Excelente, no tengo objeciones. Haremos un gran trabajo juntas, igual que en Inglaterra hace dos años.
–Será mejor Luna. Infinitamente mejor.

2


Esteban no trabajaba los días domingo, pero estaba frente al ordenador, cuando recordó su conversación con Micaela por la mañana, y por curiosidad ingresó a su cuenta de correo con la que trabajaba, para confirmar la información de seguridad rutinaria que esperaba. Entonces se quedó helado al ver que todas las carpetas de su correo habían desaparecido, y solo quedaban los no leídos en bandeja de entrada. Sintió que se le paralizaba el pulso, porque al ser corporativo, ahí tenía datos, informes y conversaciones importantes, no podía ser que simplemente desaparecieran de un día para otro.

–No puede ser –dijo en voz alta–, no están, los correos no están...

En ese momento de confusión, notó que el indicador de mayúsculas no estaba apagado. ¿Cómo podía haber entrado a su cuenta digitando la contraseña en mayúsculas si él mismo la había configurado para minúsculas? Al instante, una idea horrible apareció en su mente, y sin cerrar esa ventana abrió otra para la segunda cuenta que tenía. No pudo entrar.

–Oh... Dios...

Cerró la cuenta de correo, volvió a ingresar y comprobó con horror que realmente solo entraba la contraseña con mayúsculas; tomó el teléfono y llamó a Micaela.

–Dime que tienes una idea para la cena y me transporto allá —dijo ella, alegremente—. Salí a comprar algo así que estoy muy cerca de tu departamento.
–Tengo un problema grave –replicó él, saltándose los saludos–, alguien saboteó mi correo, perdí toda la información.

Cinco minutos después ella ya estaba en el departamento, tratando de poner paños fríos a la escena que tenía angustiado a su nuevo amigo.

–Tengo datos muy importantes ahí, no sé cómo es que pudo pasar esto...

Esteban estaba pálido, y aún desconcertado por lo que estaba sucediendo.

– ¿Y tenías respaldado algo?
–Los proyectos terminados —replicó, ido—, o lo que haya reenviado, supongo que es posible, pero hay cosas que no... Oh, por todos los cielos...
– ¿Qué?
–La remodelación –respondió con preocupación, mirándola con ojos muy abiertos por la preocupación–, los planos de la remodelación estaban ahí.
–No te preocupes por eso, me los enviaste así que...

Pero ella misma se quedó callada ante la duda que de repente surgió en su mente; parecía imposible, pero hizo una conexión que no se le había ocurrido antes, y para despejar esa incógnita, ingresó a su cuenta propia; la contraseña también había cambiado.

–Maldita sea –protestó él–, esto es sabotaje, es sabotaje, quieren arruinarme.

Pero la joven estaba entrando en otra cuenta.

–Tranquilízate. Mira, tengo todos los correos que me enviaste en esta otra cuenta.
– ¿Qué? ¿Pero cómo lo...?

Desde que ocurrió todo lo relacionado con Pilar, Micaela había tomado una serie de medidas de protección, llevada por una paranoia casi incontrolable.

–Tengo siempre la precaución –respondió ella, evadiendo las verdaderas razones–, esta otra cuenta no está a mi nombre, así que sería difícil que alguien acceda de la misma forma que a la oficial; pero lo que acabas de decir tiene mucho sentido, están saboteando el proyecto.

La imagen de Eva San Román pasó por su mente mientras descargaba todos los archivos adjuntos, pero aunque no se agradaban mutuamente y su contacto había sido más bien rudo, no tenía ningún motivo para llegar hasta ese nivel.

–Fue Eva.
– ¿Que estás diciendo?
–Fue Eva, esto es obra suya –replico él, con voz lúgubre–, quiere sacarme del proyecto, y como no tiene argumentos, está tratando de hacer cosas adicionales.
–Eso es ridículo –dijo Micaela–, ella es la responsable legal del proyecto, si no te quiere ahí, simplemente te despide.

Esteban no le había dicho de la escena en que Eva le exigía sacarla del trabajo, y no se lo diría tampoco, aunque sabía muy bien que si él mismo era despedido, los días de Micaela estaban contados en la constructora. Toda la sorpresa y agrado que experimentó al ver a la nueva ejecutiva se desvaneció cuando comprendió que ella estaba tratando de manipularlo con palabras elegantes y muy bien usadas; si bien no estaba usando la clásica estrategia de la sensualidad, lo que hacía era lo mismo, pero de un modo mucho más sofisticado, y él detestaba que trataran de controlar sus decisiones, de modo que llevó la conversación a un frío término.

–Tenemos que resguardar toda la información y cambiar las contraseñas, y mañana tendremos montañas de trabajo, pero no vamos a denunciar esto.
– ¿Y por qué no?
–Porque denunciar —respondió él, con determinación—, es poner sobre aviso al que lo hizo. Lo que te estoy proponiendo es que sigamos trabajando como si nada de esto hubiera pasado.

Micaela lo miró, sorprendida por su actitud. En un instante había recuperado la calma, y estaba decidido a no dejarse vencer con facilidad.

— Entiendo dónde quieres llegar, pero también es peligroso.
–Sí, pero le quitamos importancia, le hacemos creer que no nos hizo daño, se va a confiar. Y cuando las personas se confían, cometen errores.

Micaela lo miró con el ceño fruncido.

–Puede ser, pero También puede que decida ir mucho más allá, y trate de meterse con nuestras cuentas de banco y los impuestos, eso lo leí en un libro.
–Que se haya metido con nuestras cuentas de correo no significa necesariamente que sea un hacker profesional, Tal vez es sólo alguien con cierta experiencia; pero tu sugerencia es buena, quizás debamos prevenir eso también, por las dudas. Tengo un primo que tiene un amigo que es informático, lo llamo ahora mismo, y él sabrá como rastrear al que nos está perjudicando.

3


Adán estaba disfrutando de unos momentos de tranquilidad en su departamento, y evaluaba lo que iba a pasar desde el lunes en adelante: ya tenía firmado el preacuerdo con Bernarda Solar por una cifra sumamente atractiva, y comenzaría a trabajar con ella tan pronto como terminara con Carmen, aunque al respecto de la fecha en que eso sucedería, tenía algunas dudas, porque ella seguía encerrada pintando. Bernarda no había querido adelantar más acerca de cuál era exactamente el proyecto para el que lo tenía considerado, pero tras revisar la información legal relacionada con ella, podía esperar un cargo importante, o estar a la cabeza de algo nuevo, lo que por un lado explicaría su insistencia en contratarlo, y por otro, aseguraba un futuro luminoso.
De pronto, sentía urgencia por ver el segundo cuadro terminado, por ver renacer aquel efecto mágico frente a sus ojos, pero en su mente permanecía la duda sobre el desarrollo de la obra, porque nadie le podía asegurar que la pintora realmente pudiera recrear el efecto, y no era Carmen la autora completa de esa maravilla; desde la lógica, entendía la desesperación de la artista al ver destruido el segundo cuadro, y a la vez, sabía que toda esa historia del amante del pasado era una influencia adicional al panorama, una de la que no sabía si lograría efectos positivos o negativos.
No, era absurdo, lo haría, y cuando ya no lo necesitara, estaría lista para emprender vuelo hacia su nuevo proyecto, lo que lo dejaría libre para entrar de lleno en su nueva ocupación y conseguir gran parte de sus objetivos a corto plazo, es decir dinero, una buena posición y contactos, todo junto a la importante empresaria Bernarda Solar y su red de negocios; había estado investigando un poco, y ella no solo era la dueña de la Galería Cielo, también lo era de una automotora, una cadena de cafés temáticos, un par de edificios y una productora, todo eso sin contar las acciones. Sabía que usando bien sus cartas tendría a su favor el siguiente escalón en su ascenso, no había motivos para preocuparse.
Hasta que cayó en un detalle que había pasado por alto en su departamento, quizás porque aún estaba embelesado con el aroma de Eva, o porque no estaba pasando mucho por el departamento, pero sí había algo distinto. Miró en derredor y lo descubrió, un pequeño sobre blanco a pocos centímetros de la puerta, seguro había pasado sobre él sin notarlo, pero no admitían vendedores ni publicidad en el edificio, lo que hacía extraña su presencia; tomó el sobre, con el ceño fruncido, y extrajo una tarjeta con una sola frase escrita en imprenta, con letras negras. El texto era escaso, aunque poderoso por su significado.

«Dejaste un cabo suelto. Ya sé quién eres»


Próximo capítulo: Confusión



La traición de Adán Capítulo 12: El comienzo del paraíso



Eva llegó al restaurant a las once en punto, y se encontró con Adán ya esperándola.

–Es un placer, de nuevo.
–Igual para mí –sonrió ella.

Se quedaron mirando unos segundos; Adán estaba cada vez más fascinado con esa mujer, mientras que ella sentía una atracción, que no por ser repentina dejaba de ser fuerte, y real. ¿Quién era ese hombre que la miraba de ese modo y le resultaba tan atractivo desde el primer contacto? Estaba claro que era guapo y de estupenda figura, pero en él había algo más, tenía una fuerza interna que había percibido desde que lo divisó en la gala, mucho más ahora que lo tenía en frente; pero no se quedaba en eso, porque a la vez sentía la misma atracción fluyendo desde él y con la misma fuerza, lo que hacía que no se sintiera intimidada ni avergonzada. Era el tipo de atracción que se siente por alguien con quien ya se ha establecido una fuerte conexión, el tipo de sensación de la que se habla mucho en las historias que tratan de grandes pasiones; pero ellos no se conocían.
Se sentaron a una mesa al fondo del restaurante, junto a un hermoso decorado de mosaicos de cristal.

–La idea de formar una sociedad neutral es interesante –comentó ella mientras les servían espumosos cafés–, aunque supongo que sabes que está al borde de la legalidad.
–Nada de lo que hacemos está exento de peligro, pero en particular prefiero tomar la decisión en vez de quedarme mirando la vida pasar.
–Y este proyecto es importante para ti.

Lo dijo con la seguridad de alguien que conoce el terreno que está pisando; Adán se dijo que para poder ver con tanta claridad en sus intenciones, seguramente ella era también del tipo de persona con objetivos muy claros en la vida.

–Lo es, porque de él depende mi presente, quiero dejar firme este escalón, supongo que también es tu caso en esa constructora.

Era como estar hablando con alguien que la conociera desde siempre, pensó Eva, era estimulante saber que interactuaba con alguien que no solo era inteligente, sino que además sabía qué decir, y cómo.

–Es verdad. ¿Y cuáles son tus objetivos?
–De momento tener un proyecto propio, manejo la administración, también varios conceptos del arte y de logística, así que algo se me puede ocurrir.
–Eso es cierto, yo estoy de paso por la constructora, me sirve mientras me establezco en un  proyecto que esté de acuerdo con mis estudios de Ciencias de negocios.

Adán sonrió; era tan estimulante estar hablando con ella, mucho más de lo que había proyectado desde antes, le resultaba familiar, hablaban en los mismos términos y por si todo eso fuera poco, era evidente que a ella le estaba pasando algo también con él; al mismo tiempo, percibía su interés y no se mostraba molesta por eso. ¿Cómo podía pedir algo más en ese momento? No solo se sentía en confianza total con ella, sino que también percibía en su mirada y sus gestos una complicidad que cualquiera solo esperaría tener luego de mucho tiempo de conocerse.
Bebió un trago de café.

–Si estás pensando en hacer proyectos propios, entonces podrías hacerte inversionista de una de las obras de Carmen Basaure, te reportaría beneficios.
–Eso significa que la inauguración sigue en pie.
–Por supuesto Eva, sufrimos un retraso pero nada más que eso, y claramente podemos mover las cosas en nuestro favor para atraer a los medios especializados, incluso a la prensa general. Como te lo dije antes, la sociedad neutral solo nos trae beneficios.

Eva también bebió algo de café; usualmente, tendría una actitud cauta al conocer a una persona, y no diría, ni dejaría entrever, tener algún tipo de intención más allá que la de trabajar y cumplir con sus obligaciones. Pero, por alguna razón, estando frente a él, sentía que no ere necesario callar o disimular, porque existía algo, para lo que aún no tenía nombre, que hacía que pensara que estaba en lo correcto.

–Lo sé, y por eso es que quiero conocer a fondo el proyecto lo más pronto posible, necesito manejar toda la información con urgencia.
–Haré todo lo que necesites –replicó él, sonriendo–, te aseguro que tendremos excelentes resultados, incluso si quieres puedes acompañarme ahora mismo a la galería.

Pero ella negó con la cabeza antes de responder.

–Sería fabuloso, pero no puedo; tengo que estar en quince minutos en terreno para tener una idea clara del proyecto, es la remodelación del Boulevard del centro comercial Plaza Centenario.
–Es una pena, en la tarde tengo un almuerzo y después estoy obligado con asuntos de la galería. ¿Te parece a las ocho?
–Ocho quince –corrigió ella, revisando la agenda en su teléfono–, así me da tiempo de pasar por el hotel después de la reunión en la constructora.
–Estupendo –replicó él, sonriendo–, entonces quedamos en esa hora, te paso a buscar al hotel o llegas directo a la galería.

Eva aun no tenía todo el conocimiento de la ciudad después de varios años en el exterior, pero detestaba quedar como la que consigue chofer sin motivo; además, la joma en que el hombre había planteado la cuestión era inteligente, ya que no imponía opciones, y en cambio, se mostraba cortés y atento.

–Prefiero llegar directo a la galería.
–Genial, entonces nos vemos a las ocho y quince.

Terminaron el café, y al ponerse de pie estrecharon las manos, pero aunque fue en un principio un gesto protocolar de ambos, sucedió  algo inesperado: al tener contacto físico, una corriente eléctrica pasó de uno a otro, despertando los sentidos de los dos, con un estímulo sexual automático. Se quedaron inmóviles, mirándose con intensidad inusitada, transmitiendo por la vista el deseo que estaban experimentando desde ese instante, sin tener nada más que ver que una al otro, sintiendo cómo las pulsaciones aumentaban de golpe y la respiración se agitaba por el brusco cambio de estado; Adán la habría tomado en ese instante entre sus brazos, quería mantener eternamente el contacto con esa piel, conocer sus formas, palpar la temperatura de su deseo con sus labios, quería hacerle el amor de inmediato y no separarse de ella hasta más allá de los limites, y sentir como fluye de la persona perfecta, la más perfecta sensación. Eva no conseguía quitar la mirada de esos profundos ojos que brillaban con deseo desenfrenado, y se sintió abrumada por su propia excitación, por lo imposible del momento en que  sucedía, por lo incorrecto de sentir deseos de quitarle la ropa y tomarlo para sí, porque quería hacerlo suyo, quería excitarlo de todas las formas posibles y sacarlo de los limites conocidos para hacerlo experimentar nuevos placeres hasta enloquecerlo, el mundo no importaría después, porque él solo tendría sentidos para ella.
Separaron las manos con dificultad, sin hablar, sabiendo perfectamente lo que estaban pensando, pero recuperando algo de la cordura al romper la conexión directa, y entendiendo que no era el lugar ni el momento, que dejarse llevar por ese deseo sería inútil, porque para eso podrían crear un momento perfecto. Aun sin hablar, Eva salió lentamente del café y subió a un taxi, donde dio una vaga indicación, sabiendo que lo importante era salir de allí de inmediato, antes que perdiera por completo la compostura.

– ¿Se siente bien señorita?
–Estoy bien, gracias.

No estaba bien, estaba descolocada por lo que había pasado, a la vez confundida y maravillada, con la temperatura por las nubes y el corazón aun azotándole el pecho; habían quedado de acuerdo en reunirse a la noche en la galería, lo que significaba que estarían solos, y no sabía qué iba a ocurrir entonces, no sabía si tendría otra vez las mismas sensaciones o siquiera si podría controlarse; pero no faltaría.
En el café, Adán entró al baño y se mojó la cara, pero el líquido no parecía estar frío o hacer efecto sobre la temperatura de su cuerpo; estaba excitado, mucho más de lo que habría creído, acababa de pasar por una experiencia nueva, algo que, pese a la fuerza sexual que le arrebataba, tenía en realidad poco que ver con el sexo propiamente tal, y sí mucho con una pasión que jamás imaginó poder experimentar: había tenido una conexión visual completa con Eva San Román, y en esos momentos en que se tocaron sin poder dejar de mirarse, sintió cómo el nexo se hacía más y más fuerte, cómo no eran necesarias las palabras, porque ambos sabían exactamente lo que estaban sintiendo y hacia dónde los llevaba algo como eso.
Tenía que hacerle el amor, tenía que crear el momento perfecto para que estuvieran a solas, pero también tenía el tiempo en contra, porque esa misma noche volverían a verse y no sabía si en una nueva reunión y esa vez solos, podría controlar lo que sentía.
Finalmente llegó la tarde, y a las ocho y quince en punto Eva llegó a la galería, donde Adán la esperaba con una sonrisa en los labios.

–Acompáñame.
–Está bien.

Caminaron en silencio, saliendo de los límites de la galería, hasta adentrarse en un pequeño y exclusivo conjunto de casas, a muy poca distancia, en un sitio que a pesar de estar en un sector concurrido de la ciudad, poseía un silencio y ambiente propios, perfectos para sentir la intimidad que flotaba entre ellos; entraron a una de esas casas, cerrando la puerta tras sí, teniendo por primera vez la oportunidad de sentirse en intimidad, sin miradas que los acecharan.

–Ven.

Eva pudo ver ante la blanca luz las paredes cubiertas de telas de colores cálidos, los que se mezclaban entre sí, dando al recinto un aspecto interminable, con paredes invisibles y lienzos como un océano de fuego en movimiento constante, con aroma a delicadas fragancias, y una brisa que mecía su cuerpo casi al ritmo de una música inexistente. Él estaba decidido, había creado un escenario irreal solo para ella, y ahora la miraba con la misma intensidad que en la mañana, esperando solo la respuesta o la primera reacción. El hombre la miró con infinito deseo, pero aun sin tocarla, extendiendo el momento más allá de la lógica, respirando con dificultad mientras su propia temperatura subía sin detenerse.
Eva lo miró sin ocultar el deseo que sentía, no tenía temor a lo desconocido ni se sentía atrapada, desde el momento en que tuvieron el primer contacto supo que eso ocurriría, y también lo quería, pero en ese instante no sabía cómo comenzar. Iluminado por las luces tenues del artificial atardecer, el hombre se despojó de las ropas en silencio, lentamente y sin ceremonia, hasta quedar completamente desnudo frente a ella, demostrando así su entrega y su pasión, jamás importaría el después, en ese sitio que solo era para los dos solo importaba el presente.

–Ven...

Avanzó un paso, dos, y estuvo entonces a milímetros de tocarla, y ella pudo contemplar su piel bronceada con el calor emanando al compás de los latidos del corazón, atreviéndose entonces a acercarse a un terreno que no por inexplorado le era desconocido; entendía sus movimientos como si antes los hubiera visto mil veces, entendía la respiración porque ella misma llevaba el compás inconscientemente, y sabía la reacción de ambos desde antes de hacerlo. Lo tocó, rozó con las yemas de los dedos el pecho y los hombros, y se estremeció al percibir la temperatura y el deseo en su piel como una señal que segundo y segundo la llamaba.
Adán no pudo esperar más, y en un gesto de total entrega que jamás creyó realizar por voluntad, ahí desnudo en esa habitación, se arrodilló a los pies de Eva, abrazándola fervientemente mientras el contacto estremecía a ambos; ella podía sentir la agitada respiración de él en torno a su cadera, así como escuchó su voz no solo por oído sino que también dentro de su mente.

–Estoy aquí para ti, Eva. Tenemos que estar aquí, ya no hay vuelta atrás.

Sus palabras no fueron una declaración de amor, ni alguna especie de amenaza; se trataba de la confirmación de un hecho, algo que de un modo u otro, ambos sentían: que después de conocerse, las vidas de ambos estaban marcadas para entrelazarse. Al mismo tiempo, lo dicho por él era reflejo de una necesidad vital, porque en ese momento Eva lo era todo, y sabía desde su interior que segundo a segundo estaba fundiéndose con su existencia, así que sin esa parte con él no sabía qué iba a sucederle: Eva, en tanto, estaba cayendo en la desesperación, no podía sentir nada más que a él, y aun siendo una actitud insensata e ilógica, no tenía fuerzas ni motivos para seguir negándose, había en el contacto con Adán algo básico, un instinto primitivo que la llevaba hacia él sin retorno.
Finalmente se dejaron llevar por el insólito deseo que estaban experimentando, y siguieron así, entre caricias, elevándose a un sexo salvaje e incontrolable, donde todo era nuevo para los dos, y cada sensación era como una descarga eléctrica que no cesaba, y hacía que con cada caricia desearan más, que con cada gemido el deseo subiera, y con cada nueva experiencia quisieran llegar al siguiente nivel; Adán jamás había sentido tal  deseo por ninguna de las mujeres que había tenido, pero  ellas no existían, Eva era la primera que lo hacía salir de control, con ella solo quería entregarse y  darle placer, ser suyo sin querer un final, y al mismo tiempo deseando el fin para comenzar una vez más; casi no habían palabras entre ellos, en medio del silencio del lugar se entendían a la perfección. Eva descargaba en él sus deseos y ansias, no quería dejar un centímetro de piel siquiera sin tocar, mientras los minutos se sucedían irrealmente, sin pausas, sabiendo que era imposible un deseo tan intenso como el que estaba viviendo.
La fantasía más perfecta hecha realidad, el hombre al que nunca había buscado, ahí solo para ella, entregado por completo para su deleite, fuerte, sumiso, poderoso, intenso y amante, todos a la vez, reunidos en uno como una mezcla mágica; el hombre que podía conseguir lo que quisiera de ella, como único deseo tenía el satisfacerla, haciendo que ella deseara que la noche no terminara jamás, que siguieran conectados en ese banquete para los sentidos que no tenía limite.

Pasada ya hace mucho la medianoche, los dos estaban tendidos en el lecho, sobre la suave superficie, agotados luego del clímax, conmovidos, sin poder dejar de mirarse, entrelazados y con la mirada fija, sabiendo que se habían dicho cosas únicas sin palabras, y viviendo ahora un tipo de comunicación corporal, donde cada uno sabía que la entrega y el placer habían sido totales. Ahora se hacía extraño hablar.

–Ven a mi departamento.
–Debería estar en el hotel, mañana hay mucho trabajo que hacer.

La mirada de él fue de desesperación pura por un instante, pero se repuso de ello.

–No quiero que te alejes –dijo con aprensión–, no quiero dejar de verte.

Ella sentía lo mismo. ¿Qué clase de droga había en su piel o en su aroma?

–No voy a alejarme, y tú tampoco –dijo en un susurro–, ya no nos alejaremos, no es posible.

Le dio un beso y callaron por unos momentos. Sí, tenía razón, ahora no existía la distancia física entre ellos porque estaban conectados, Eva en Adán y Adán en Eva, y ahora sabía que eso permanecería, tendrían la conexión física y mental incluso estando en sitios diferentes, era la cadena perfecta de la que jamás querría liberarse.

– ¿Tienes sueño?
–No, tengo ganas de comenzar de nuevo.
–Entonces –dijo él dándole un suave beso—, no te detengas.

No fue necesario decir más; las caricias reactivaron los deseos de ambos, y lo siguiente fue más y más placer.
Después, Adán llegó a su departamento aun sin poder creer lo que había pasado la noche anterior; aun le parecía sentir las manos de Eva acariciándolo, sus labios quemando su piel momento a momento en una secuencia siempre nueva y fantástica de la que tuvieron que reprimirse cuando despuntó el alba. Había vuelto a su centro, tenía claros sus objetivos, pero en su vida había algo nuevo, la existencia de Eva, la mujer que nunca se iría; para cualquier persona una noche de pasión sería seguida por la incertidumbre, pero en este caso sabía que ya estaba hecho el nexo, que tenía tanta necesidad de volver a verla como ella a él, y eso era seguro y permanente, sin preguntas, sin cuestionamientos al qué o al cómo. Se sirvió un café cuando sonó su teléfono.

–Hola.
–Buenos días Adán –saludó la voz del otro lado–, me alegra encontrarte, quisiera tener una reunión de trabajo contigo.

La persona claramente sabía quién era él, pero no le sonaba familiar.

–No sé si tenga tiempo hoy, pero si me das tus datos puedo ver mi agenda y revisarlo.
–Excelente respuesta; mi nombre es Bernarda Solar, soy la dueña de la galería de arte Cielo, y quiero tener la reunión contigo, porque me interesa que trabajemos juntos.

Cielo, la galería en donde estaba la colección de arte que Pilar le había robado a su madre para ofrecerla a la competencia; y Bernarda Solar no solo era la dueña, también era una empresaria muy importante, así que una reunión de trabajo con ella podía ser a lo menos beneficiosa, aunque también un problema. Sonrió.


Próximo capítulo: Trampas de seda