Las divas no van al infierno Capítulo 10: Jeans azules

Conoce este episodio al ritmo de esta canción: Blue jeans


Después del estrés y el cansancio de la primera emisión en vivo del programa, Nubia habría querido llegar a su casa y dormir muchas horas, pero llegó a la una de la mañana y al día siguiente debía estar en clase a las once sin retraso, de modo que tuvo que llegar, darse una ducha rápida y programar la alarma; al día siguiente se levantó puntual a las ocho.

—Buen día, hija.
—Buen día, mamá ¿Estamos solas?
—Sí, tu hermano ya está en la escuela y tu padre tuvo que salir a cumplir con un pedido, se fue hace poco.

Su madre había dispuesto un desayuno rápido pero nutritivo; el aroma a té con naranja inundó sus sentidos.

—Siéntate para que comas ¿Vas tarde?
—No aún —replicó ella—, pero quiero revisar los videos del programa, allá no nos dejan verlo.

Tomó una tostada integral y agregó mermelada; la noche anterior apenas había comido algo al salir de canal.

—Te veías tan linda Nubia, eras como un sueño —comentó su madre—, y esa ropa que elegiste, te veías tan elegante; no entiendo por qué no te escogieron a ti como la más elegante.
—Vota mucha gente —explicó la rubia—, además las que ganaron fueron las mejor evaluadas desde el principio, es lógico que cuando se presenten el público las prefiera.

Además de revisar su propia presentación, tenía que ver las de las otras, y poder descubrir qué tenían para llamar la atención de todos todo el tiempo.

—Puede ser —reflexionó su progenitora— ¿Estás contenta?
—Estoy feliz —repuso la joven—. La energía que se siente ahí, y la adrenalina de tener que hacer todo; eso fue una sorpresa y es difícil, pero si tengo la responsabilidad puedo involucrarme más, y al mismo tiempo nadie puede perjudicarme.

Notó que además de estarla mirando con cariño, su madre había notado que tenía prisa.

—Había olvidado decírtelo —comentó como al pasar—, quiero llegar un poco antes para juntarme con Lisandra, es una de las chicas que están participando en el programa.
— ¿Son amigas?
—Nos estamos llevando bastante bien —respondió con evasivas—, y somos compañeras, así que hay que ayudarse.
—Me gusta ese espíritu de colaboración —juzgó su madre—, espero que todas se lleven muy bien.

Nubia optó por no adentrarse en ese asunto; de camino a las clases, comenzó a ver videos del programa que había descargado la noche anterior, y trató de ser objetiva respecto a ellos: ya había entendido que la amistad y el compañerismo iban a ser muy relativos durante esa competencia, y que de seguro estarían supeditados a la conveniencia o las cámaras, pero no a la honestidad.
No fue muy difícil comprender por qué Alma había sido la ganadora; si no hubiera sabido que era una debutante al igual que las otras, había votado por ella sin dudarlo al ver su belleza y garbo. Lo que no comprendía muy bien era por qué el público en el estudio había votado por Charlene, siendo que su presentación no sobresalía; era un poco exagerada y no cumplía bien su papel de estrella, pareciendo más una fanática aficionada.
Poco más tarde se reunió con Lisandra, a cierta distancia de las instalaciones de la productora, para evitar que alguien las viera.

— ¿Cómo estás? —Preguntó Lisandra tan pronto entraron en la cafetería.
—Cansada —respondió Nubia—. Hasta ahora me vengo a dar cuenta de la exigencia que es estar en el programa.
—Sí, me pasa parecido —replicó la otra chica—, pero tenemos que acostumbrarnos, recién estamos empezando.
—Es cierto. Escucha, estuve revisando las presentaciones de todas, y realmente las cuatro mejores están muy lejos de nosotras, parecen mucho más profesionales.

Lisandra también había revisado los videos; esa noche, tras la presentación, miró obsesivamente los miniclips, y esa mañana se despertó ansiosa y con deseos de revisar todo de nuevo. En el caso de algunas chicas, la diferencia no era tanta, pero en el caso de las más destacadas, era imposible pasar por alto la forma en que sus presentaciones lucían mucho mejor.

—Es difícil comprender qué es lo que hace que destaquen tanto —suspiró—, y yo que pensaba que ensayaba mucho.

Nubia había estado dando forma a una idea durante la conversación.

—Estaba pensando que hay que hacer algo para que avancemos, no quiero quedar en la zona de eliminación.
—Yo tampoco —apuntó Lisandra—, aunque claro, está el voto del público en el estudio, pero es una locura ¿Charlene la más entretenida?

Al menos no era la única que se sorprendía de eso.

—Pero en fin, hay que seguir adelante; estaba pensando que tal vez podemos elegir un mensaje para transmitir al público en cada presentación.
—Pero no sabemos qué desafío nos va a tocar mañana —arguyó Lisandra—, cielos, acabo de notar que falta un poco más de un día para que estemos al aire otra vez.

El nerviosismo era alto, y ambas habían comprendido que esa primera semana en televisión era al mismo tiempo la única y última de una relativa paz, ya que a partir de la siguiente, no tendrían más que un día y medio para respirar, y en caso de hacerlo mal el miércoles, sólo dispondrían de tres horas y una presentación para evitar ser eliminadas.

—Sí, eso es cierto, pero lo que estaba pensando es que he visto algunos espectáculos en donde entregan un mensaje, es como una forma de decirle algo al público, pero sin palabras.
— ¿Cómo cuando es el día de la lucha contra el cáncer de mamá y usan el lazo rosa?
—Algo parecido —respondió Nubia—. Estaba pensando en transmitir algún tipo de mensaje, porque nosotras estamos siendo comunicadoras al estar en televisión.

Lisandra no lo había pensado desde ese punto de vista, pero al escucharlo, se le hizo una buena idea.

— ¿Sabes? Creo te tienes razón; pero primero hay que decidir qué hacer, cuál es ese mensaje que queremos entregar, y tiene que ser algo muy discreto para que funcione.

Nubia lo pensó un momento antes de hablar; tener una idea como esa ya en funcionamiento exigía pensar muy bien las cosas.

—Se me ocurre esto: podríamos preparar un tema cada vez, hablar de un asunto cada una en su presentación, algo que sea contingente a la sociedad o algo parecido.
— ¡Ya sé! —exclamó Lisandra— Mañana podría ser algo que tenga que ver con relaciones de pareja. Hay distintos tipos de amores, tal vez usando eso podamos hacer algo muy bueno.
—Es una gran idea.

Después de quedar en esos acuerdos, de acuerdo con el plan las chicas decidieron separarse para llegar sin llamar la atención; ambas, sabían que la alianza entre ellas era momentánea y por conveniencia, y una forma de enfrentar un enemigo en común, pero ninguna mencionó eso. Tampoco mencionaron que cuando llegara el momento, ese método podía ser el arma que una de las dos utilizara para vencer a la otra.
Lisandra iba caminando con tranquilidad mientras le daba vueltas al proyecto que tenía en mente, cuando alguien en la calle llamó su atención.

—Lisandra. Hola.

Era uno de los bailarines en bañador de una clase, que participaba junto con los otros en las presentaciones, aunque ella en particular no había hablado con él.

—Hola.
—Sam —dijo él a modo de saludo— ¿Cómo estás?
—Un poco cansada —respondió ella—, pero contenta, la adrenalina de ayer fue genial.

Además de tener un cuerpo de infarto, el chico era bien parecido; le dedicó una mirada sonriente con sus ojos oscuros y almendrados.

—Qué bueno que lo hayas disfrutado. Iba a tomar un café ¿Me acompañas?

La chica vio la hora en el móvil, indecisa ante la propuesta.

—Pero tendría que ser algo rápido, tengo que entrar a clases.
—No te preocupes, yo tengo que ir también —replicó el chico—, estamos ensayando mucho para estar a tono con ustedes. Pero tenemos algo de tiempo.

Llevaba vaqueros azules y una remera blanca; algo retro, algo ajustado, como el estilo de James Dean en un musical de Broadway. Ella lo miró y se dijo que con ese cuerpo y esa actitud, de seguro era tan descarado como la muerte y enfermizo como un cáncer. Con ese atuendo, parecían de dos épocas diferentes, él de la era dorada del rock, ella del hip hop; si fuera un musical, ella cantaría acerca de que el amor es mezquino, y él de una forma arrogante le respondería que el amor duele, pero que de seguro ella recordaría como una marca de fuego aquella vez en que se conocieron.
Entonces se le ocurrió que esa debía ser la temática oculta de su próxima presentación: un amor nacido de la nada, dos personas con ninguna cosa en común pero que de alguna manera se reúnen. Ella pidiéndole que la recuerde, gritándole que ella sí lo quiso, mucho más que cualquiera de esas zorras.
Que lo esperaría un millón de años.
Esa era la clave de todo: tenía que hacer algo más que bailar o desfilar, lo que tenía que hacer era contar una historia, pero no sólo una vez, sino por partes, empezando por la presentación del viernes.

— ¿Y qué haces además de participar en el programa? —preguntó él mientras se sentaban ante la barra.
—Por ahora, sólo esto, de verdad no me va a quedar tiempo para nada más ¿Te dedicas hace mucho a bailar?
—Desde que salí de la secundaria —comentó él—, pero este es el primer trabajo tan importante que tengo. Espero que podamos trabajar juntos.

¿Estaba coqueteando con ella? Lisandra se dijo que eso no era realmente importante, que tenía que concentrarse en aprender y crecer como participante, por lo que todo lo demás debía quedar en segundo plano.

—Parece que tienes una llamada o un mensaje —comentó Sam con tono divertido—, está brillando.

El móvil de ella emitía una llamativa luz azul de notificaciones; lo sacó del bolsillo de la chaqueta y revisó.

—Oh, es un mensaje; discúlpame un segundo.
—Adelante, te espero.

Era un mensaje de Benjamín, preguntándole cómo iba todo. Desde que ingresó al programa, sólo se habían visto una vez y hablado muy poco, ya que el tiempo disponible era en verdad muy escaso; le respondió rápido que estaba entrando a clases y se despidió, para regresar con Sam.

— ¿Te hablaba tu novio?
—No —respondió ella, sonriendo. Había encontrado divertida la pregunta—, era un amigo. No tengo novio.

Mientras tanto, Benjamín estaba en su trabajo, hablando con un amigo que lo miraba algo preocupado.

— ¿No te contestó?

De cierta forma no lo había hecho; la comunicación había sido casi inexistente durante la semana anterior, y todo se reducía a monosílabos o la repetición de que estaba ocupada. Quería hablar con ella, felicitarla por su participación en el programa y decirle que estaba analizando cómo poder ayudarla, pero de momento todo eso quedaba en las intenciones.

—Sí, está entrando a clases —replicó guardando el móvil en un bolsillo—, está cansada, pero seguro que contenta; ayer se veía radiante y estoy seguro de que mañana lo va a hacer mucho mejor.
—La quieres mucho.
—Somos amigos hace tanto tiempo —replicó él—, es lógico, hemos estado juntos en muchas cosas buenas y malas, así que ahora solo le deseo lo mejor. Y sé que lo logrará.

2


La actitud sonriente y amable de Vicenta había quedado en el olvido, y de vuelta en el salón donde las chicas seguirían formándose, comenzó por repasar el trabajo grupal de la jornada anterior.

—Felicitaciones chicas —dijo de entrada, aunque su tono en absoluto era de alegría—, ayer dieron su primer paso y tengo que decir que por momentos tuve que sujetarme a mi asiento para no saltar al escenario a gritarles algunas cuantas verdades. Por Dios —exclamó con una sonrisa sarcástica—; Carla, cuando se te cayó esa parte del tocado ¿De verdad lo ibas a recoger? Nubia, cuando no sepas hacia dónde mirar, toma un microsegundo para pensar que si mueves los ojos de un lado a otro las cámaras van a captar a una mujer que padece un ataque de pánico o algo parecido; Estela, si te vas a sentar sobre algo, no te dejes caer como si fueras un costal de papas, en el nombre del cielo.

Nubia sintió cómo se le subían los colores a la cara ¿Y ella misma no había notado ese detalle al revisar su propio video? Mientras la maestra continuaba destacando los puntos negativos de las presentaciones de todas, la rubia se pasó ambas manos por el cabello, alisando la melena con nerviosismo; seguramente, de la suma de esos pequeños detalles se formaba opinión el público, no sólo en base a la presentación y el vestuario. Se imaginó a una persona común viendo el programa desde su casa, y cómo esa persona podría estar a un segundo de votar por ella, pero de pronto la veía muy nerviosa y se lo tomaba como falta de profesionalismo; si en seguida apareció otra chica, mucho más segura, podría ser que votaran por ella no por ser mejor, sino por ver que lo estaba haciendo con más comodidad, con más alma.

—Es muy importante que entiendan que ya no tienen tiempo para cometer errores básicos que nosotros ya les advertimos ¿Ustedes entienden que ayer estaban en pantalla, en vivo, ante millones de personas? Antes cuando había programas de talento, todo podía cambiar si modificaban las reglas, pero ahora no es así, ahora lo único con lo que cuentan es con lo que ustedes mismas hacen. Y no están contando con mucho.

Valeria no estaba tranquila; había tenido la seguridad de hacer una gran presentación, pero al verla en su departamento mientras desayunaba, se sintió tiesa y poco carismática.

—Vicenta —intervino en una pasa que hizo la maestra—, estaba revisando los videos, y creo que hay una diferencia entre lo que uno ensaya y lo que se ve en el escenario ¿Cómo lidiamos con eso si no sabemos lo que pasa?

Kevin le había dicho que era importante poner más nerviosas a las chicas ese día, antes de la presentación del viernes; por suerte para ella, no necesitaba un estímulo mayor para eso porque lo que había visto dejaba mucho que desear.

Lo primero que deben hacer es dejar de pensar que son la máxima estrella del mundo; están en este programa para tratar de llegar a eso, no al revés; ahora, sobre tu pregunta, es muy sencillo, cuanto estén ensayando, tienen que pararse frente a esos espejos de pared enormes que la producción puso a su disposición, pero no para admirarse, sino para mirar los ángulos que no son el principal. Cuando están en el escenario habrá muchas cámaras, pero ustedes tendrán principalmente cuatro ángulos, que son los puntos cardinales.

Indicó hacia adelante, a los lados y atrás, y en seguida hizo una pose similar a estar modelando.

—No todo lo que se ve bien desde allá se va a ver bien desde acá; puede que crean que se ven increíbles en una pose, pero si no la analizan bien, no van a ver que desde otro punto de vista —se volteó en cámara lenta, manteniendo la pose—, las cosas se tuercen para mal.

En efecto, Valeria vio que la pose perjudicaba a Vicenta desde otro ángulo; la maestra, haciendo gala de su talento, modificó sólo un poco la posición corporal y consiguió lucir bien desde distintos ángulos.

—Bien, ahora quiero que se enfrenten a sus demonios —comentó poniendo las manos en las caderas—, tienen diez minutos para practicar las peores poses que tengan; háganlo frente al espejo, aunque se quiebre, y luego me van a mostrar cada una esas poses y cómo, supuestamente, las van a mejorar.

Mientras, Alberto estaba reunido con un grupo de bailarines en una zona donde estuvieran lejos de las miradas de alguien que pudiera sospechar; el chico de veinticuatro años lucía seguro y un poco divertido.

—Me pidieron un informe —explicó después de asegurarse que la puerta estaba cerrada— ¿Alguien tiene buenas noticias?

Sam asintió e hizo un gesto hacia él.

—Ya hice contacto con Lisandra fuera de aquí; creo que no será difícil formar una amistad.
—A mí me está yendo bien con Valentina —agregó Harris—, seguro que me gano su confianza muy rápido.

Mientras hablaban, Alberto tomaba notas en el móvil; dos de veinticuatro en poco más de un día, eso era una buena señal, que seguramente cumpliría la expectativa de Vicenta. Cuando otros tres más confirmaron que estaban iniciando un acercamiento con algunas de las chicas, el hombre envió toda la información por mensaje directo a la mujer antes de dirigirse al grupo.

—Excelente, lo están haciendo muy bien; pero escuchen, es importante que nadie sospeche de esto. No importa si les toma algo de tiempo, lo principal es que sea natural.
—Eso ya nos lo dijiste —objetó uno de los bailarines.
—Sí, pero me pidieron que se los recordara —recalcó el chico—, porque necesitan esa información para trabajar bien. Es muy importante que la amistad o lo que surja con las chicas sea natural, así podrán descubrir todos sus secretos.

4


A la hora del almuerzo, algunas cosas habían cambiado para las chicas; los platillos solicitados eran mucho más ligeros o pequeños, abundaba el agua y jugo bajo en calorías; por otro lado, Alma y las otras tres destacadas estaban convertidas en el centro principal de la atención, cada una con alguna seguidora que la miraba con admiración y le hacía preguntas, mientras Charlene intentaba destacar de forma sutil; Lisandra se dio cuenta que los bailarines habían entrado en grupo, charlando y riendo animadamente.

—Los bailarines son un premio extra para la vista —comentó Sussy—, no nos podemos quejar.
—Es cierto —dijo Alma con una risilla—, y tienen una gran disposición ¿Vieron cómo corrían ayer? Dios, y aunque saltaban de una presentación a otra, en ningún momento los vi preocupados o cansados, son divinos.

En otra mesa, Charlene comentaba acerca de lo mismo.

—Ahora, estoy segura de que si nos dan alguna temática de playa va a ser un éxito, ¿No lo creen?
—Seria entretenido —comentó Karin—, hacer algo con mucho color y estilo.
—Me pregunto si podremos poner una piscina aquí.

Lisandra desvió la vista hacia el grupo de chicos, que estaba empezando a salir con barras de proteína, bebidas isotónicas y frutas en grandes cantidades; su mirada se encontró con la de Sam, quien haciendo apenas un movimiento le dedicó una cara de completa complicidad, como si entre ellos existiera un tipo de comunicación especial que con las otras no. Pasando desapercibido para el resto, el mensaje fue enviado sólo para ella, y la chica no pudo evitar sentir un cosquilleo de emoción por esa secreta escena.

— ¿Tú qué piensas, Lisandra?

Había perdido el hilo de la conversación de su grupo, y para evitar que se notara cuál era el motivo, optó por desviar la atención.

—Disculpen, es que me distraje pensando en la semana que viene.
— ¿Estás preocupaba que te eliminen?

Iba a responder de inmediato, pero al momento de mencionar las palabras entendió que había algo que no había tomado en cuenta, un factor crucial en las decisiones del público y que aún sin estar especificado en las reglas del programa, subsistiría durante toda la emisión del mismo, como una amenaza invisible.
Revisó rápido una de las cuentas y confirmó lo que se temía: desde el inicio del programa el día anterior, las participantes más populares iban un paso por delante de las otras, por la obvia razón de que esa popularidad era por obra de los votos del público.
Eso quería decir que su mayor enemigo no eran los nervios ni el talento de otras: era la invisibilidad, era que, aunque hiciera la presentación de su vida, en las redes sociales la gente no supiese ni su nombre.


Próximo capítulo: ¿Listo para eso?

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