No vayas a casa Capítulo 8: Sube



“Hubo una vez silencio.
El silencio es parte de la vida y la creación, es el origen de todo. Se dice que en un principio no había nada, solo silencio; un silencio eterno e infinito, tan largo como el horizonte, tan lejano como la última estrella en el firmamento. Pero en el principio de todo no habían estrellas, porque todo no era más que un espacio vacío, de modo que el silencio era aún más grande, más inmenso e incomprensible.
No había nada.
Luego, hubo una explosión, una detonación causada por algo que no es posible comprender. Simplemente, de pronto, dos partículas colisionaron entre ellas, y al hacerlo, se produjo el primer sonido.
Pero todo eso sólo pasó en el interior; no había nada que explicar ni comprender, porque no existía el entendimiento, ni el conocimiento de las cosas. Aún seguía sin haber más que silencio, con la diferencia de que, a partir de ese momento, el silencio era algo que se podía entender. El silencio es parte de la vida, pero no es toda la vida.
¿Qué hay ahí afuera?
Cuando comenzó, cuando el silencio absoluto se convirtió en el silencio interior, y existió una forma de entender que lo que pasaba ahí, no era más que una parte de la vida, una parte muy pequeña. Pero dentro de ese sitio, seguía habiendo silencio.
En determinado momento comprendió que el silencio no era bueno si era absoluto, porque las cosas absolutas aplastan cualquier otra posibilidad, destruyendo alternativas; el silencio es parte de la vida, es algo natural, pero la ausencia de algo que reemplace al silencio también es parte de toda existencia ¿Cómo se llama lo que se opone al silencio?
Poco a poco el tiempo pasaba, de forma inexorable, pero al mismo tiempo, era como si no estuviera sucediendo nada. Silencio y tiempo alrededor ¿Qué era el tiempo? ¿Cómo sabía que existía el tiempo si en ese sitio sólo había silencio? Las cosas debían explicarse de alguna forma, pero esta no existía, sólo el silencio, pero este también comenzó a tener una apariencia; algo que era posible definir. Ahí, en ese sitio, el silencio era todo, era la ausencia de algo más, la forma de entender que debía haber una oposición, pero que esta no tenía cabida porque el silencio selló todas las opciones; aquella cosa estaba en todas partes, pero no era todo.
¿Qué es, de dónde viene?
El silencio era algo, que estaba ahí y al mismo tiempo estaba en otros sitios. Existían otros sitios, existían lugares donde todo no era sólo esa monotonía y simpleza, y existía también una forma de saberlo; la comprensión del medio llegó poco a poco, y así como el silencio fue comprendido como algo que llenaba el sitio, también fue entendido el tiempo, que era más poderoso y más grande que el silencio, pero no por ello su enemigo; el tiempo estaba en todas partes y en todas las cosas, se transmitía a sí mismo en cada cosa que tocaba, y era lo único que no tenía oposición, porque el tiempo se impregnaba de las cosas y las impregnaba a ellas. Al final, sin importar quién, cómo o dónde, todos volvían al tiempo, todos vuelven al tiempo, a formar parte de él con y de su paso incesante, más extenso y más fuerte que todo.
El silencio y el tiempo.
No eran enemigos, el tiempo estaba ahí desde antes del silencio, y le dejó espacio para que pudiera hacerse cargo de llenar ese vacío.
Vacío.
El vacío era el depositario de todas las cosas. Antes de todo, cuando sólo existía el tiempo, este creó al vacío, y el vacío se extendió hasta el infinito, porque sólo así quedaría completa su labor; el tiempo no tenía lugar, de modo que podía estar en todas partes del vacío, en donde debían comenzar a existir también otras cosas. Así fue como apareció el silencio, que es el reflejo del vacío, la forma física de la ausencia de casi todo en todo lugar; pero luego del tiempo, el vacío y el silencio, comenzó a existir lo que, por definición, debía existir en todo sitio, y de este modo se originó el Ser y el Lugar, el Ser porque representaba la unidad única, irrepetible pero replicable, y el Lugar, porque permitía que el Ser estuviera.
El Ser está en el Lugar, que ocupa una parte del vacío, y crea la oposición al silencio, mientras transcurre el tiempo.
El tiempo decidió que nada podía ser más eterno que él, de forma que creó la vida, y la envió a ocupar un sitio en cada lugar, y a vivir dentro de cada ser, por lo que desde entonces, cada ser vive en un lugar, hasta que el tiempo decide que ha pasado suficiente, y el silencio viene a reclamar el espacio que fue ocupado.
El tiempo es generoso, el silencio es calmo, la vida es buena. Pero el tiempo nunca olvida quién es, por lo que se opone a que las cosas puedan ser más longevas que él; el silencio no hace daño, no hiere ni lastima, pero siempre está ahí, y escoge un momento para llegar y recuperar, porque jamás pierde nada. La vida es buena, pero no es eterna, porque si existiera una vida eterna, esta vida podría ser enemiga del tiempo, y de ocurrir esto, todo lo que ha sido puesto en el manto del silencio y a través del tiempo, desaparecería por completo. De esta forma, la vida creó a su par, usando un espejo proporcionado por el tiempo, y así fue como surgió la muerte, la hermana de la vida, y ambas dejaron su manto a través de todo, existiendo ambas en el mismo sitio, pero jamás juntas; una de ellas daba, mientras la otra quitaba, y ambas sabían en qué momento hacerlo, guiadas por un lenguaje propio, que nadie más podía escuchar.
Tiempo, silencio, vida, muerte, lugar y ser.
Y el ser comenzó a ser, a vivir dentro de un lugar, mientras tuviera tiempo, y entendió que la vida era un trozo de tiempo que le había sido otorgado, mientras la muerte esperaba su turno, de modo que comprendió que era necesario hacer algo para contrarrestar el silencio, que como un manto oscuro evitaba que cualquier otra cosa pudiese suceder.
Los oídos aprendieron a conocer los sonidos  y los ojos aprendieron a ver las cosas, y todo se unió en el ser, para que estuviera completo. Teniendo ojos para ver el lugar, supo también que tenía oídos para conocer el sonido que era un hermano menor del silencio, un intrépido curioso que causaba estragos en el silencio, pero era aceptado con benevolencia por este porque era parte de la vida; porque el ruido permitía que el ser fuese, y ese era el fin último del tiempo.
El tiempo quería que el ser hiciese ruido, y el silencio lo permitía, porque el ruido obstaculizaba muchas cosas. El ruido callaba las preguntas, hacía retroceder al miedo y a la frustración, por lo que cada ser podía elegir qué y cómo hacer, y ese ruido de sus movimiento se volvió desde entonces parte de su vida, desde un inicio, hasta el final.
Con el pasar del tiempo que era eterno, la muerte hizo un trato con el silencio, que hizo que las cosas se equilibraran de una nueva manera: la muerte vendría precedida por el silencio, mientras que la vida vendría anticipada por el ruido; las hermanas separaron entonces sus caminos para siempre, conviviendo como antes, pero convertidas ya no en dos lados de un mismo espejo, sino en dos opuestos irreconciliables, jamás tan distintas así como jamás tan iguales en sentidos contrapuestos. El ser entonces aprendió a entender el ruido y el silencio, y aprendió a temer al silencio repentino por creerlo partícipe de la muerte próxima, y a advertir también por el exceso de ruido, porque la premonición de la nueva podía al mismo tiempo significar la predicción de la mala. Porque el ser comprendió que, por diferentes que fueran, por silenciosa y oscura una, y ruidosa y luminosa la otra, ambas estaba en medio del juego de equilibrio planteado por el tiempo, que exigía que jamás nadie tuviera demasiado de ninguna de ellas. Así fue como el viento, joven participante del gran juego, esparció la voz de temor y de advertencia entre los distintos seres, y estos crearon en su lugar, y en cada lugar de todos, un equilibrio posible, que alejara el silencio de la muerte y no permitiera la llegada inesperada del sonido de la vida. Existieron entonces las voces, los cantos, y todo se pobló de ruidos que interceptaban el silencio y que regulaban el sonido; un carnaval de tonos y timbres, todos distintos, pero todos controlados de una u otra forma.
El ser creyó que había encontrado una forma de manipular al silencio, y que a través del ruido podría saber de él todo lo que fuera necesario, por lo que podría usarlo a su antojo, y dejar de temerle.
Nada es tan poderoso como el silencio, y lo saben todos. O deberían saberlo. Pero no quieren escuchar, no quieren comprender que no existe forma de escapar ni de controlar algo que, de una forma simple, es lo más grande y poderoso. Desde un comienzo, desde el inicio del tiempo, el silencio ha sido quien ha manejado todo; con su manto invisible, que esconde tras sus pliegues a la oscuridad de la muerte y a la luz de la vida, el silencio es el arma más poderosa de todas, porque no importa cuánto ruido puedas hacer, el silencio se escabulle por algún sitio.
Pero el silencio también podía ser un aliado, y algunos lo entendieron así; porque el silencio podía ser fuerte, y era paciente, es que algunos comprendieron que era un compañero, jamás un subordinado. Aprendieron entonces a usar su informe poder en su beneficio, usando ese manto que nadie podía tocar, a través del ruido; creada la paradoja, los secretos nacieron como un arma poderosa, efectiva y eterna, permitida por el silencio, ya que era una de sus tantas armas para mantenerse siempre vigente, siempre existiendo e influyendo. Desde siempre fue que los seres pensaron que habían manipulado al silencio, pero no entendieron que al crear los secretos, hicieron del silencio algo mucho más poderoso, porque lo empezaron a llevar dentro de ellos. A partir de ese momento, se sobrevino la muerte por sorpresa, y el tiempo y el silencio se congratularon de haber conseguido un triunfo que no por merecer, eles era menos grato tener en su poder. Los secretos se convirtieron en un arma de doble filo, pero como el ser no lo sabía, los esparció por todo lugar, llegando a valorarlos y apreciarlos como armas, e incluso como tesoros.
Los seres pensaban que usaban el ruido, que creaban espacios, que manejaban el silencio, y que podían anticipar la muerte y evitar la vida, pero en su interior llevaban aún el silencio, que al estar en todo lugar y desde el principio del tiempo, llevaba consigo también algo de la esencia de la muerte, el tiempo y la vida, por lo que estos no tuvieron que deambular en busca de cada ser, sino que solo esperar a que ellos terminaran el camino que ya estaba marcado por anticipado.
El secreto del silencio escondido en los secretos de los seres podría haber sido revelado, pero el tiempo fue astuto y le dijo a la muerte que apareciera de forma súbita, y esta encontró una forma nueva de llevar su existencia entre los seres, cortando la vida de algunos de ellos sin avisar, callando el sonido de un  golpe. Así fue también como la vida vio esta ventaja, y aprendió a llegar disimulando su ruido, o detonando de golpe un festival de ellos; ambas entonces volvieron a hermanarse, haciendo juegos macabros en donde al mismo ser visitaban ambas, una para llevar y la otra para dar. Los seres, con el paso de más tiempo, se convencieron de que no podían manipular por completo la vida ni la muerte, y se resignaron a que el tiempo era, al final, enemigo de todos, así como un aliado en quien confiar solo lo necesario, pero jamás lo justo. Y guardaron este  temor en su interior por siempre, por lo que el equilibrio se mantuvo, y se mantiene.”

— ¿Te gustó el cuento? Por el brillo en tus ojos, parece que sí.




Prtóximo capítulo: No esperes más

No vayas a casa: Capítulo 7: No es lo que crees



¿Qué te sucede hombre?

Vicente se llevó la mano a los ojos, y los cerró durante un momento mientras se reía en voz baja.

— ¿De qué te estás riendo?
—De nada, es que el agua está tan buena, estoy tan relajado que siento como si alguien me estuviera invitando a quedarme aquí durante todo el día.

Juan Miguel se rió estruendosamente al tiempo que golpeaba la superficie del agua. Tener la razón se contaba entre las cosas que lo hacían divertirse mucho.

—Te lo dije. Te dije que este lugar te iba a encantar y que después de venir ibas a hacerte cliente habitual ¿vas a solicitar un pase por el día o una membresía anual?
—Vamos, no es eso; eso no quiere, es sólo que… al diablo, puede ser que tengas razón. Después de todo, no he estado tan tranquilo como quisiera ¿qué mal me puede hacer? Por supuesto no es ahora cuando me voy a quedar todo el día, pero supongo que tienes razón cuando me dices que es una buena idea; podría venir una vez a la semana o cada dos. Aunque en realidad se supone que en este momento estoy resolviendo un asunto en la empresa, no creo que pueda hacerlo todos los fines de semana.

Juan Miguel hizo un gesto de desprecio con las manos, como si estuviera eliminando algo imaginario que estorbara en la superficie del agua.

—En ese caso, lo que tienes que hacer es escaparte durante la semana —comentó su amigo— ¿sabes algo? Tienes que tratar de dejar de hacerte problemas por situaciones tan sencillas; apuesto que Iris no te pregunta si te parece bien que vaya o no a arreglarse el cabello o a hacerse algo en las uñas ¿verdad? ¿te has preguntado la cantidad de cosas que las mujeres hacen por sí mismas mientras que nosotros nos vamos a cortar el cabello en 5 minutos y nos afeitamos? No estoy diciendo que te conviertas en uno de esos ridículos modelos de televisión con la piel de muñeca y las cejas perfiladas, sólo hazlo y ya.

Pensándolo bien, en los últimos dos días había experimentado muchos cambios emocionales y por otra parte, si quería continuar con su vida según estas nuevas ideas, no le haría mal un poco de cuidado personal.

—Está bien, tienes razón, encontraré la manera de venir a nadar un rato aunque sea una vez cada dos semanas.
—Me gusta esa actitud, es lo correcto. Ahora me parece que deberíamos dejar de estar quietos aquí ¿no crees?

Sin esperar más se zambulló, lo que Vicente interpretó de inmediato como un desafío; inspiró con fuerza y se sumergió también, pudiendo ver la silueta de su amigo en el agua, impulsándose hasta el fondo de la piscina. Ambos nadaron por el fondo durante varios segundos, realizando una competencia de resistencia en lugar de la de velocidad anterior; en este caso se trataba de cuál de los dos podía llegar más lejos conteniendo la respiración. Para su sorpresa, Juan Miguel se rindió antes que él y regresó a la superficie.
 Vicente en tanto se tomó el lujo de avanzar un par de metros más; estaba empezando a sentir el cansancio, la falta de oxígeno que causaba una especie de presión en la cabeza y hacía más lentos sus movimientos. Con el triunfo en el bolsillo regresó arriba impulsándose con lentitud, hasta que regresó a flote y volvió a respirar. Juan Miguel estaba a cierta distancia, sonriendo pero con un evidente síntoma de agotamiento.

— ¿Qué pasó? Te rendiste muy rápido.
—No alcancé a respirar lo suficiente antes de meterme —replicó el otro con naturalidad—. Me salió el tiro por la culata ¿sabes? que creo que por ahora es suficiente de agua. Acompáñame a la sala del sol.

Nadaron de forma relajada hasta la orilla y se acercaron al panel en donde colgaban las toallas y batas.

—Parece que sólo faltan las camareras en traje de baño.
—Ni lo pienses, esto se convertiría en un burdel para gente con dinero ya hay uno a unas cuantas manzanas de aquí. Además, no es ese el tipo de relajación de la que te hablaba cuando estábamos en el agua.
—Lo sé, es sólo una broma.

Caminaron por un pasillo lateral hasta llegar a una puerta, a cuya izquierda había un tarjetero y un casillero metálico en dónde se podían colocar las tarjetas de forma ordenada.

—En la semana o cuando hay más gente hay un chico aquí vigilando que respetemos las horas; como ahora no hay nadie no está. Tú sólo tomas tu tarjeta y la pones en la hora que te parece más necesaria si está libre, ahora por ejemplo no hay nadie, si te fijas.

Sacó del tarjetero una ficha con su nombre y la puso en la hora correspondiente; la sala que había detrás de la puerta era mucho más grande de lo que parecía: se trataba de un salón cuadrado con paredes que parecían desnudas, pero que al ver de cerca explicaba por sí mismo el concepto de sala de bronceado. Los tubos de rayos ultravioleta se encontraban distribuidos por las murallas y también el techo, detrás de una lámina que probablemente era aleación de vidrio que permitiera que la luz pasara sin que aumentara la temperatura en la superficie; habían grandes taburetes de lo que parecía ser imitación de madera de nogal, mientras que al centro se encontraba un pequeño bar refrigerado acompañado de vasos acrílicos y unas píldoras de colores dispuestas en un recipiente.

—Son hidratantes —dijo Juan Miguel como si adivinara en dónde había ido a parar su mirada— son el reemplazo de un buen trago o de una bebida isotónica, ya sabes que hay personas que les gusta nadar pero odian tomar cualquier cosa que no contenga alcohol. ¿Me acompañas?
—No, creo que esta vez voy a pasar del sol; quiero volver a casa antes que Iris comience a sospechar que mi visita excepcional al trabajo es algo más que eso.
— ¿No le has dicho lo de Joaquín? —preguntó el otro mientras se sentaba secándose el cabello— Sabes que eso no es buena idea ¿verdad?
—No, ella  no sabe, no quiero que sepa la forma en que me enteré de todo esto, digamos que no es la manera más alta santa y preferiría mantenerla al margen, al menos hasta que tenga una total claridad sobre lo que voy a hacer.
— ¿No vas a hablar con él?
— ¿Para qué? —replicó Vicente—, es decir no tendría ningún sentido, todo esto ya está finiquitado.

Tal vez en realidad no lo estuviera; hasta este momento, al menos si dependía de la información que consiguió del ordenador de Sergio, no existía ningún trato concreto, es decir todavía no había un contrato firmado. ¿Sería posible que las cosas cambiaran? De alguna manera había estado torturándose con la posibilidad de que su fuente de trabajo estuviera en riesgo por causa de la situación que se estaba suscitando entre el padre y el hijo; sin embargo ¿Qué pasaría si él pudiese intervenir? Tenía las capacidades y sabía que podía enfrentar un nuevo desafío, así que tal vez no sería malo explorar la posibilidad de hacer algo al respecto. ¿Y si sólo se tratara de hablar con él? Quizás estaba complicándose la vida más de lo necesario, de la misma manera que su amigo acababa de decírselo.

—Te veré de nuevo por aquí.
—Lo más probable es que sí, pero ahora me voy, quiero pasar la tarde en familia y además tengo mucho en qué pensar.
—Ya sabes que estoy aquí si me necesitas.
—Lo sé. Oye ¿quieres que te devuelva esto?
— ¿El bañador? No seas ridículo, es tuyo, tengo tanta ropa que podría vestir a un equipo de fútbol completo.

Después de despedirse de su amigo y vestirse, Vicente salió del club de nado mucho más tranquilo y relajado; el viaje a casa y le pareció bastante rápido, acompañado de la música que ponían en las emisoras de radio. Llegó a la conclusión de que estaba en un punto en que tenía que tomar una decisión: continuar con su trabajo normal como si nada estuviera sucediendo, esperando en silencio el momento en que sucediera lo que sea que fuese a suceder, o por el contrario tomar las riendas de la situación y elegir entre la ocupación que tenía y la posibilidad de empezar un nuevo rumbo laboral. No quería comentarle a su esposa la forma en que había confirmado la participación de Joaquín en todo eso, ya que de alguna manera lo hacía sentirse culpable, como si el hecho de descubrir un acto que en potencia era criticable desde un punto de vista moral, se convirtiera en un punto criticable por el método utilizado; de acuerdo se dijo ¿qué hago?

Estacionó el auto en el aparcadero a la derecha de la construcción y descendió, ocupada su mente aún en estos pensamientos.

“Llámalo por teléfono”

Programó la alarma del auto con el mando a distancia, un poco ido, con la vista perdida en un punto entre el vehículo y la casa ¿por qué esperar hasta el lunes? Decidió no aguardar más y marcó en el móvil el número de Sergio, quien contestó al tercer tono.

—Hola.
—Sergio, soy yo, Vicente; me preguntaba si podíamos hablar sobre un asunto, se trata de trabajo por supuesto.

La voz del otro lado de la conexión, que había saludado con amabilidad y ligereza, hizo una pausa muy breve, casi imperceptible, pero que fue suficiente para que se notara el cambio en el tono.

— ¿Sucedió algo en la empresa?
—No es algo que haya sucedido, sino algo que va a suceder, pero creo que no es correcto hablarlo por teléfono.

Una nueva pausa, esta vez un poco más extensa ¿Estaría analizando la situación, habría supuesto ya que había sido descubierto? Aunque a él mismo le pareció extraño, estaba muy tranquilo en ese momento: se sintió dueño de la situación, como si de alguna manera supiera por anticipado cuál iba a ser la respuesta que escucharía del otro lado de la conexión.

—Tengo una tarde muy ocupada-
— ¿En verdad?
—En este momento estoy almorzando en el restaurant italiano de Plaza las Heras, estaré 20 minutos más aquí.

Estaría hasta las cuatro, y a buena velocidad en auto podía llegar en 10 minutos, tiempo más que suficiente.
Ni siquiera se tomó la molestia de avisar, sólo subió de regreso al auto y emprendió la marcha; poco tiempo después no le costó encontrar la mesa ante la cual estaba sentado Sergio en la terraza: tenía ante el un plato de pasta casi por terminar junto con un vaso de refresco. La expresión de su rostro era seria y determinada, bastante lejos de la continua amabilidad que lo caracterizaba en la empresa; se saludaron con un fuerte apretón de manos, tras lo cual Vicente se sentó en la silla desocupada y se aclaró la garganta.

—No voy a quitarle mucho tiempo. Sólo quiero saber si es que hay una plaza disponible para mí en su nueva empresa.

Aparentemente Sergio ya se esperaba algo como eso, ya que su expresión severa no cambió, ni pareció sorprendido o alterado.

— ¿Cómo fue que te enteraste?

No se lo había dicho a Juan Miguel, pero decidió recurrir a él como culpable del manejo de esa información; al tratarse de un empresario independiente, las posibilidades de que estuviera familiarizado con los sitios de registro y dominio de nuevas empresas era mucho más elevado.

—Un amigo mío es empresario independiente —dijo con total seguridad—, estábamos charlando y me comentaba de uno de sus nuevos emprendimientos cuando me pregunto por qué no le había contado de mi nuevo empleo, y como le dije que no sabía de lo que estaba hablando me mostró el registro de la nueva empresa: su nombre y el de su padre es conocido, así que él pensó que se trataba de la misma persona con la que yo había trabajado durante tantos años. Revisé por mí mismo el registro en línea y comprobé que esta nueva empresa es un proyecto suyo.
—Y quieres trabajar conmigo.
—No veo por qué no, quiero decir, es evidente que usted tiene ideas nuevas y un proyecto ambicioso, así que me dije ¿por qué no? Tal vez en este nuevo proyecto usted puede necesitar a alguien joven, con fuerza y carácter.

Durante un momento pensó que el otro iba a hacer algún tipo de recriminación, un juicio de valor o alguna frase conocida como “piensas traicionar a mi padre” sin embargo mientras su actitud continuaba siendo serena y controlada, su voz  expresó algo que Vicente no esperaba escuchar de inmediato.

—Entonces es eso ¿Y no piensas que puede ser arriesgado dejar de tu trabajo de tanto tiempo por un proyecto que apenas está comenzando?
—Pienso que esa pregunta usted ya se la hizo. Siendo honestos no creo que haya invertido dinero y esfuerzo sin tener la seguridad de que el proyecto va a funcionar; si quiere tener una empresa de este rubro que pueda funcionar de una forma correcta y resultando más eficiente que la que ya existe, necesita tener a la mejor gente con usted. Conozco los métodos de despacho, el comportamiento de los clientes y soy eficiente a la hora de tomar decisiones, si tiene a alguien mejor que yo y con más experiencia sólo dígamelo, hemos tenido una buena relación laboral durante más de 10 años, podemos mantener la cordialidad trabajando en sitios separados o ser colaboradores en una empresa con horizontes muy ambiciosos.

Fue extraño porque no había pensado en nada de lo que dijo durante el viaje, sólo se concentró en conducir bien y seguía tan tranquilo como al momento de llamarlo; todo eso era una situación sorpresiva provocada por él mismo, pero ante la cual se comportaba como si se tratara de un plan previamente trazado.

—Una vez que esta empresa comience a funcionar —dijo el otro hombre sin inflexión en la voz—, ya no habrá vuelta atrás, y esta ciudad no es tan grande en realidad, así que no podrían existir…

Vicente levantó las manos para evitar que siguiera hablando; algo le dijo que era mejor dejar el ciertos temas en silencio. Si Sergio estaba a punto de cortar toda relación con su padre de poco serviría entrar en el asunto como si se tratara de una terapia de familia.

—No es necesario que hablemos de cosas que no tienen que ver con el trabajo —sentenció con tranquilidad—, cuando uno comienza un proyecto el anterior ya está terminado, no hay necesidad de continuar preocupándose por eso, así que qué tal si nos concentramos en esto ¿Necesita mi ayuda?
—Es evidente que eres el mejor en este campo, aunque reconozco que me sorprende un poco tu decisión, no pareces el tipo de hombre que deja la seguridad con mucha facilidad.
—Eso es porque tal vez antes no se había presentado la oportunidad.
—Este lunes a primera hora —dijo Sergio pasando a otro tema—, voy a recibir una serie de contratos de parte de mi abogado; si firmas cualquier documento no habrá vuelta atrás.
—Ya le dije que…
—No estoy hablando de ti sino de las personas que trabajan alrededor tuyo; si dices que esto es sólo un asunto laboral, entonces espero que no haya algún tipo de problema sentimental de por medio.
—Le aseguro que no lo habrá.
—Puedo enviarte esta tarde un borrador de un contrato.
—Eso sería fantástico.

Cuando llegó por segunda vez a la casa se encontró con Benjamín jugando en el patio trasero mientras Iris leía, sentada en la mecedora colgante.

—Hola hijo.
—Hola.

Estaba jugando con unos bloques de plástico que le había regalado 2 años atrás. A diferencia de los que él mismo había tenido cuando niño, éstos tenían imanes por dentro, lo que permitía armar estructuras que desafiaban a la gravedad, aunque el grado de dificultad estaba dado por encontrar en cada pieza el polo positivo y el negativo; fue extraño porque cuando se lo regaló, el pequeño no le prestó la menor atención, hasta que dos años más tarde lo encontró en una de sus cajas y se convirtió en un pasatiempo habitual: cada tanto se ponía a jugar con ellos, y resultaba muy interesante ver el nivel de concentración que utilizaba en ello, ignorando por completo a sus padres incluso.

— ¿Cómo te fue —dijo ella con aire distraído mientras dejaba un momento a un lado el libro—, tenías mucho trabajo pendiente?
—Casi nada —dijo él después de darle un beso en los labios—, habría llegado antes pero me tomé un rato para hacer otra cosa: fui a nadar con Juan Miguel.

Iris hizo un asentimiento mientras esbozaba una sonrisa: siempre le había agradado él.

—Vaya, no sabía que tenías ese plan.
—Yo tampoco, se me ocurrió en el momento. En realidad lo llamé para que nos tomáramos un café y me dijo que lo acompañara a nadar, así que me pareció buena idea. Está yendo al club de nado de Fernanda Moreno.
—Como siempre tiene buen gusto —repuso ella—. Ese club está muy bien cotizado, tengo una amiga que va bastante seguido y dice que es un lujo.
—Deberías ir comentó él de forma liviana—, a lo mejor no soy el más entendido en el asunto, pero me da la sensación de que está muy bien construido, es espacioso y muy moderno. ¿Qué estás leyendo?
—Las llaves de la calle de Ruth Rendell; nada más lo estoy comenzando, pero me encanta la forma en que esta autora describe los escenarios. Es como si yo fuera a dedicarme a la literatura después del trabajo que tengo, y estuviera aplicando mis conocimientos.
—Entonces debes amarla —dijo él.

Se sentía tranquilo y relajado después del nado, y mucho más calmado después de su fugaz reunión con Sergio: quería contarle a Iris pero decidió que lo mejor era esperar hasta que las cosas se concretaran.
Finalmente cuando pasó el fin de semana y la jornada del lunes pudo sentirse más tranquilo y llegar a casa con una nueva buena; no obstante tuvo que esperar hasta que Benjamín estuviera durmiendo y ambos ya se encontraran en el cuarto.

—Amor, hay algo que tengo que decirte —comenzó sin rodeos—, voy a tener un nuevo trabajo en un par de semanas más: comenzaré a trabajar en la nueva empresa de Sergio.

Iris estaba sentada en su lado de la cama y al escuchar estas palabras se quedó muy quieta, mirándolo con una expresión que por momentos fue indescifrable; a lo largo de tan sólo un segundo pudo ver en su rostro sorpresa, curiosidad, extrañeza y un asomo de incredulidad. Por suerte en ningún momento vivo enfado o enojo. No todavía.

—No entiendo.
—Mira, para ser sincero no conozco los detalles porque él no los ha querido comentar, todo lo que sé es que él pretende y de hecho ya tiene casi listo el funcionamiento de una nueva empresa de importación y distribución de suministros para la pequeña y mediana industria, y desde luego necesita a alguien que se encargue de gestionar los despachos y soy el más indicado para eso, así que ya tengo el contrato en mis manos y sólo es cuestión de tiempo para que comencemos a trabajar.

Durante un momento la mirada de Iris se perdió, como si entre lo que estaba escuchando hubiese surgido un tema que distrajera su atención.

— ¿Cuándo fue que ya cerraste este trato con él? No me lo habías dicho.
—No te lo dije porque no sabía que él iba a llamarme —replicó él. Seguía manteniéndose firme en su decisión de no mencionar la forma exacta en la que había accedido a la información, aunque por suerte existían otros datos de los cuales tomarse para que no se notara—. Todo esto fue muy sorpresivo para mí ¿Recuerdas cuando te dije que había descubierto por accidente todo este asunto de la nueva empresa? Pues nada, sólo me quedé esperando a ver qué era lo que sucedía, decidí que no tenía sentido ponerme nervioso por causa de algo que obviamente no podía controlar. El sábado cuando volví de haber ido a nadar con Juan Miguel hablamos por teléfono, tuvimos una reunión muy rápido, por eso fue que vine y salí de inmediato; desde luego él necesita a una persona muy capacitada para comenzar en este negocio y es por eso que…
—Vicente no estoy hablando de eso —replicó ella como si fuera obvio—, cuando me comentaste lo que habías descubierto por accidente en su oficina, me imaginé que existía la posibilidad de que en algún momento él te contactara para tratar de contratarte, lo que no entiendo es por qué, es decir cómo es que firmaste un contrato así, con tanta facilidad.

Aunque a primera vista pudiese parecerlo, no se trataba de una crítica o un reclamo por no haberle dicho acerca de ese asunto; lo que en realidad le estaba diciendo era que no tenía mucho sentido dejar a una empresa en la que llevaba doce años trabajando de un momento a otro. Por suerte estaba preparado para eso y ya tenía claro su argumento.

—En el momento no fue fácil —explicó con calma—, pero el contrato que tengo es exactamente lo que quería, y va a funcionar de forma espléndida.
— ¿Por qué es tan bueno?
—Sergio me ofrece un 50% más del salario que estoy ganando en este momento, con un trabajo que es de lunes a viernes sin excepción y además con un contrato por un año para comenzar; y lo que es lo mejor de todo, una cláusula que me protege ante eventualidades, por lo que incluso si este proyecto fracasa tengo un respaldo legal durante todo ese tiempo ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

La expresión de Iris se había vuelto indeciso indescifrable.

—Sí, que vas a ganar más dinero.
—No amor, no es eso; es decir por supuesto que se trata de un aumento de sueldo, pero lo más importante es que esta es una oportunidad para nosotros.
— ¿A qué te refieres?
—Sólo Piénsalo —dijo él con más entusiasmo—, teniendo un salario un 50% más elevado y asegurado durante un año, para empezar tenemos la posibilidad de hacer cosas que tenemos en mente hace mucho tiempo.
—No estoy muy segura de que sea momento para hacer proyectos cuando acabas de comenzar en un trabajo.
—Este es el momento perfecto para hacerlo —mientras hablaba, el entusiasmo que se generaba en su interior comenzó a aflorar, y comprendió que no se trataba sólo de un asunto laboral; había mucho más en juego—. Escucha, considerando el salario que voy a tener a partir de ahora puedes dejar tu trabajo, piensa lo que sería eso. Podrías poner en práctica ese negocio que has estado pensando hace tanto tiempo, el área de compra y venta de propiedades es definitivamente lo tuyo y desde hace mucho has dicho que te gustaría iniciar un proyecto propio, dedicarte a estas mismas transacciones llevando tu propio negocio trabajando con particulares ¿No has pensado que la llamada de esa mujer puede ser una especie de señal, algo que te diga que ya es el momento de confiar en ti, de no postergar, de aprovechar la oportunidad? Teniendo una entrada de dinero mayor puedes dedicarte a eso sin presiones, y además sabes que significa que si yo dispongo de los fines de semana y las tardes de forma fija puedes atender tus proyectos de forma más confiada, incluso descansar en la medida de que lo necesites.

El rostro de Iris hasta ese momento serio había ido cambiando a una expresión mucho más amable; no alcanzaba a esbozar una sonrisa pero estaba más cerca de hacerlo, lo que significaba que su entusiasmo y honestidad a la hora de explicarle cuáles eran sus motivaciones estaba surtiendo efecto.

— ¿De verdad crees que es el momento indicado para hacer eso?
—Amor, es el momento perfecto; sólo me gustaría que pudieras ver esto de la misma manera en que lo estoy viendo yo. Tenías razón cuando me dijiste que estaba sometido a algún tipo de estrés, y de alguna manera no lo supe ver, pero ahora quiero, es decir necesito que hagamos esto, que hagas esto, siento que esta es la oportunidad de comenzar desde cero, al menos en algunos puntos.

En el fondo quería decirle que de verdad había abandonado esa costumbre de buscar sexo en otra parte como si se tratara de un juego, y que quería que ella también lo hiciera, es decir que volcaran sus intereses sexuales al mismo punto en donde estaban los intereses sentimentales; pero sabía que, al no ser esto posible, tenía que apelar a todo lo demás. Y en verdad quería que eso funcionara, pretendía poner todo de su parte no solo para que el nuevo empleo saliera adelante, sino para que cualquier fisura que en el pasado pudiese haber amenazado su relación, desapareciera para siempre.

—Lo que estás diciendo es muy lindo de tu parte, no sé qué decir.
—Dime que me apoyas; di que te apoyas a ti misma, que vas a darte los ánimos de salir de tu trabajo. Podemos hacer esto, puedo hacerme más cargo que ahora de los asuntos de la casa y de Benjamín, y tú puedes iniciar ese negocio personal con tranquilidad, porque estaremos respaldados; podemos hacerlo juntos, yo quiero que tú lo hagas, necesito que esta familia, y lo que hay entre nosotros, sea mucho más.

Iris no respondió por un momento, pero sonrió; estaba hecho, había sembrado en ella la intriga, el interés por saber si de verdad eso podía hacerse realidad. Se acercó y le dio un beso, el que ella respondió con una suavidad y ternura imposible de creer, como si en ese suave roce de sus labios estuviera agradeciendo la forma desinteresada de comprometerse con ella. Sintió que la abrupta decisión de intervenir en los planes del hijo del dueño de su futuro ex trabajo, era el principio de algo muy importante, y bueno.



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No vayas a casa Capítulo 6: Observa, calla, y hazlo




Que ganaran dos a uno fue por una ingeniosa artimaña de Iris; la película que estaban viendo era de aventuras espaciales, pero desde luego, estaba protagonizada por una chica, bastante común, junto a un apuesto galán moreno y lleno de músculos que ella siempre veía en todas las películas en las que saliera. Era probablemente el único hombre al que ella deseaba más que a su propio esposo, con la diferencia de que a ese jamás lo conocería. Vicente recordaba que cuando recién se conocieron, y el mentado actor era un jovencito del mundo cinematográfico, ella aceptó su invitación al cine con la condición de ver una película sonsa de amor donde él sufría por una chica que se iba de viaje o algo así; ni siquiera lo recordaba, excepto que estuvieron de la mano toda la cinta y que no sucedió nada más. Tantos años después, con el sujeto convertido en una versión adulta y fuerte de sí mismo, las cosas seguían igual, aunque por suerte en esa cinta, al ser de corte fantástico familiar, se aseguraba no tener que verlo desnudo.

—Oh cielos...

Murmuró por lo bajo mientras el argumento de persecusiones obligaba a que el sujeto quedara herido en una costilla, por lo que, en medio del escape, se detenían en un sitio y ella curaba su herida, para lo que desde luego tenía que sacarse la camiseta y quedar en ángulo perfecto para que la luz iluminara sus pectorales; en una ocasión, discutiendo, aunque desde luego en tono de broma, Vicente le dijo a su esposa que no era ninguna gracia que ese tipo tuviera tan buen físico, si se trataba de su trabajo y era parte de las exigencias del mundo del cine. Él no tenía que estar ocho horas ante un escritorio todos los días; pero Iris le contestó, con esa clásica falta de vergüenza que se apodera de las mujeres cuando se trata de los príncipes encantados, que no se trataba de la cantidad de músculos, sino de su encanto y carisma, y de sus ojos y esos labios como para besar. En la noche le diría que estaba lesionado en un costado, a ver si se tomaba la molestia de acercarse al menos. Ahora venía el momento en que, superada la herida, quedaban mirándose fijo, con las miradas vibrantes brillando entre ellos.

— ¡Por Dios, va a llegar el ejército de Faraón y los va a matar!

Benjamín hizo esa exclamación con la más natural exasperación, y que era la misma que se apoderaba de Vicente en esas forzadas escenas; ambos estallaron en risas, y hasta Iris se sonrió. Por suerte, un ruido hizo que los personajes volvieran a la acción y continuara la cinta; Vicente extendió la palma, y la chocó con la de su hijo, mientras ambos tomaban papas snack del cuenco que reposaba en el sofá de la sala.

—Ese es mi hijo, así me gusta.
—Lo sé, lo sé.

La mañana había pasado en calma; ese día se habían dedicado casi de forma exclusiva a comer, de modo que al mediodía estaban haciéndolo más por costumbre de acompañar una película con algo.

¿A quién elegiría Sergio?

Si estaba a punto de poner en marcha una empresa de ese tamaño, resultaba evidente que iba a necesitar a alguien experto en despacho, que fuera capaz de gestionar el paso de los productos, conocer a fondo el funcionamiento y los requerimientos de cada cliente.

Joaquín.

No. ¿O sí? Joaquín estaba en informática y era el experto en eso, pero desde luego que conocía el funcionamiento de la empresa; es más, era él quien lo reemplazaba durante las vacaciones. Joaquín era un hombre inteligente, tal vez no el más apropiado en situaciones de estrés, pero era aplicado y carismático. Sería una buena opción, una que él escogería si estuviera en un caso similar; pero Joaquín se lo diría, hablaría al respecto con él. Eran amigos hace tiempo, y de hecho él era prácticamente su mejor amigo, no tenían secretos ni nada que ocultarse; no, la idea era absurda, si en determinado caso Sergio, o quien fuese, le ofreciera a uno de los dos una jugosa oferta, el primero en saberlo sería el otro, sería tema de conversación en el próximo momento que tuvieran disponible, o se escaparían al café para hablarlo de forma urgente si fuera necesario.
¿Se lo diría él si la situación en la que estuviera pensando fuera otra?
Poco antes se planteaba la posibilidad de ser tentado por una atractiva oferta; Sergio, a todas luces, estaba tramando algo sin hacerlo de la manera más pública, lo que significaba que de seguro intentaría mantener el asunto bajo secreto para evitarse malos ratos ¿Y si le pidiera silencio? ¿Qué pasaría si, legado el momento, hablara con él y le pidiera máxima discreción, para evitar los típicos roces y malos entendidos, acaso él mismo no lo consideraría oportuno y comprensible? Guardar ese secreto ante su mejor amigo era algo improbable, pero por otra parte, si el buen trato era para uno y no para los dos, ¿Afectaría eso la confianza? Tal vez debería decírselo antes en vez de que quedara en secreto, o al menos él lo veía así; pero eso no significaba que su amigo pensara lo mismo, sobre todo siendo un hombre que no estaba acostumbrado a pasar por situaciones de tensión. Sin ir más lejos, ante el suceso de Abel en la oficina, se mostró bastante alterado, cuando en realidad no se trataba de algo que pudiera afectarlo de forma directa; o eso era lo que Vicente pensaba en esos momentos ¿Qué pasaría si un evento como ese, llevado a los mayores sobre los que especulaban antes, causara algún contratiempo en su contratación? Eso explicaría el silencio pero, sea como fuere, no se trataba de algo que fuera a dejar pasar. tenía que saber, tenía que investigar. Aprovechó que detuvieron la película mientras Benjamín iba al baño para tomar el móvil del bolsillo y escribirle un mensaje en el chat directo a su amigo.
«Cómo va tu fin de semana»
«Tranquilo hasta ahora, aunque muero de aburrimiento. Centro comercial.»

La esposa de Joaquín tenía una marcada tendencia a las compras, todas las que él satisfacía sin preguntar; de alguna manera era su forma de entenderse.

«Entretenido»
«Más tarde tendrá que ser entretenido»
«Te debe faltar dinero en ocasiones»

La señal de que estaba escribiendo, pero luego dejaba de hacerlo, para mantener un largo rato sin contestar, detonó la alarma; Joaquín era de palabra fácil con él; aunque por otro lado, podía estar distraído con su queridísima esposa.

«Sé ordenarme, gracias a Dios»
«Te haría falta un nuevo empleo y más dinero»
«¿A quién no? Te dejo, debo cargar unas cajas»

En seguida apareció desconectado; en ese momento, Vicente pensó que en todos esos momentos de charla distendida, Joaquín sabía qué contestar, seguía los chistes incluso si estaba ocupado con su esposa. Pero no en ese momento en particular.

— ¿En qué piensas?
—Hace tiempo que no me junto con Joaquín, estábamos ahblando.
—Ah.

Tenía que averiguar más acerca de lo que estaba pasando pero ¿Cómo? Se le ocurió que existía una forma, bastante poco decente la verdad, pero que sería infalible para descubrir si su amigo estaba o no involucrado en el próximo negocio de Sergio, o se trataba de un simple malentendido.


2


En todos los años que llevaba trabajando en la Tech-live, nunca había usado esa llave,y en realidad resultaba innecesario del todo; el día sábado y domingo la empresa funcionaba hasta la una treinta de la tarde, después de lo cual no quedaba nadie en el interior, sólo activado el sistema de alarma, del cual él poseía la clave. Después del almuerzo en familia, se excusó para salir por un breve periodo, y contando en su favor con que ya había tenido que hacerlo antes por motivos de trabajo, no tuvo mayores dificultades; para cuando llegó al frontis de la empresa, efectivamente no había nadie, de modo que pudo echar mano del manojo de llaves que traía consigo y entrar por la puerta principal. Un instante después apagó la alarma con la contraseña, y encendió el panel central de luces en el techo, con lo que se iluminó el pasillo central. La Tech-live era un edificio de dos pisos, rectangular, con la cara principal orientada hacia el oriente, detrás de una pequeña plaza privada de estacionamiento; tenía una placa con el nombre, en metal gris opaco, a la izquierda de la puerta de entrada, y lo único llamativo en el frontis era la ventana puerta que estaba a un costado de la entrada, en donde lucía un gráfico con el nombre y símbolo de la empresa, una escalera que llevaba a un depósito de herramientas, símbolo abstracto en general pero que tenía más carácter que muchos de los más actuales, que perdían concepto por ser demasiado innovadores. Tras la ventana estaba el panel de luces, de modo que desde el exterior no podía ver hacia adentro y viceversa, pero quedaba una hendija en la parte superior, casi tocando el techo, la que filtraba algo de luz en las tardes. Inmediatamente después se encontraba el mesón de recepción, a la derecha el baño para visitas, a la izquierda la sala de artículos de aseo, y seguía un pasillo largo y amplio, con oficinas a ambos lados, las que eran todas iguales excepto por la de Sergio y su padre, al principio del pasillo, ambas del lado izquierdo. Después estaba la oficina de Joaquín, contabilidad, ventas, y la suya de despacho, tras lo cual el lugar se ampliaba y se tenía acceso a los dos salones bodega; buscó entre el manojo, y encontró la llave de la oficina de Sergio, pero se sorprendió encontrando la puerta abierta. En realidad no había mayor necesidad de que estuviera resguardada teniendo sistema interno de alarmas, y por otra parte, el dinero y documentos de valor estaban en contabilidad; entró en el silencio del lugar y encendió la luz, temiendo de forma absurda que eso pudiera llamara la atención de alguien, y se quedó un momento quieto, a dos pasos de la puerta, pensando.
"Aún puedo salir de aquí y olvidarme de esta locura."
Pero no se fue. Se dijo que, ahora que por decisión definitiva había eliminado a las aventuras sexuales de su vida, estaba en riesgo de tener demasiado espacio mental para estar realizando elucubraciones absurdas, que lo mejor sería concentrarse en su familia y de paso, fomentar un poco más la vida social, o las amistades.
Pero era una amistad lo que lo había llevado hasta ese sitio.
Decidió que, aunque desde luego nadie iba a entrar o descubrirlo en la situación en la que estaba, no era necesario quedarse de forma indefinida, así que optó por hacer lo que tenía en mente, sin dar pie atrás. Encendió el ordenador de Sergio, sin contemplar si tenía o no una contraseña, y esperó con paciencia hasta que apareció el protector de pantalla de inicio, donde desde luego se pedía una contraseña de usuario; no se le ocurría cuál podía ser, pero al echar un vistazo a las cosas sobre el escritorio, encontró una nota adhesiva en la base de la pantalla, con un número escrito en él ¿Sería tan sencillo? Lo probó ingresando el código en el teclado, y para su sorpresa, funcionó. Esperaba abrir el navegador y poder extraer del historial alguna información útil, pero para su nueva sorpresa, se encontró con que las últimas páginas utilizadas cargaban de forma automática, sin necesidad de explorar nada.
Perfecto.
O no tanto, debía tener cuidado de dejar las páginas en el mismo orden en que habían sido usadas ¿Quién se supone que era, un espía? Decidió seguir ese razonamiento de todos modos, y en una primera instancia pasar de una página a otra; a Sergio le gustaba mirar mujeres de senos grandes en lencería, y por lo visto era una afición habitual en él. Fuera de eso, estaba su perfil de usuario activado en redes sociales, por lo que las conversaciones también podían verse; en una ventana secundaria ingresó a la sección Mensajes, y comenzó a navegar por los distintos usuarios: cinco días atrás, podía ver la conversación con Joaquín. Ya no había vuelta atrás.

«Ya estamos en las etapas finales. Recuerda que te pido discresión, es fundamental para iniciar el proyecto»
«No se preocupe, esto está guardado bajo siete llaves»

Eso no le decía mucho, excepto alimentar aún más sus sospechas. Retrocedió en la conversación, ayudado por la referencia de la inscripción de la nueva sociedad comercial cuatro meses atrás. Y entonces lo encontró. Sacó un par de fotos con el móvil, verificó que quedaran guardadas en la galería, cerró la ventana extra en el navegador y apagó todo.


3


Si bien Joaquín no era su único amigo, sí era con el que más hablaba, debido a que trabajaban en el mismo sitio; decidió llamar a Juan Miguel, quien como de costumbre contestó el teléfono al primer tono. Su voz era fuerte, transmitía carácter y como siempre, hablaba a toda velocidad.

—Vicente, estaba pensando en llamarte el fin de semana pasado para que me acompañaras a un evento pero me llamó Macarena, la chica de la que te hablé, es increíble, está en un curso de pilates y no sabes lo bien que le ha hecho físicamente.

Juan Miguel tenía una capacidad impresionante para continuar las conversaciones como si nunca se hubieran interrumpido, aun si se trataba de una que estuviera separada por más de dos meses como en su caso; de alguna manera no entendía que la persona con la que hablaba no recordara exactamente de qué se trataba lo que decía. Vicente sabía que si no lo interrumpía, podía seguir hablando todo el día.

—Sí, no te preocupes, sabes que no soy rencoroso; ¿estás ocupado ahora mismo?
—Estoy saliendo de la instalación de la muestra de arte en el boulevard del centro comercial Plaza, empezamos mañana y todos están vueltos locos, lo bueno es que la organización desde luego es perfecta. Ahora voy a nada un rato ¿Por qué no me acompañas?
—Me parece buena idea —replicó Vicente para evitar que el otro siguiera hablando, aunque en realidad no tenía mucha convicción sobre la actividad física en esos momentos— ¿Dónde es que nadas?
—Ahora me cambié, estoy en el club de natación de Fernanda Moreno, es amiga de mi hermana y sabes que eso trae muchos beneficios ¿Estás en auto cierto? Sólo tienes que ir hacia el sector de Los castrenses, entras por el costado derecho, yo estaré llegando en diez.

El sector Los castrenses era conocido en el último tiempo por haberse convertido en el nuevo lugar favorito de las nuevas estrellas de la televisión; a poca distancia del antiguo centro comercial Miranda, se trataba de varias manzanas reconstruidas desde el suelo hasta el techo, donde el "borde exterior" eran tiendas más conocidas y un hotel boutique, y conforme se internaba por las calles, había tiendas más exclusivas, gimnasios, pistas de baile, restaurantes caros y otras cosas. El diseño de las calles hacía que todas ellas confluyeran hacia una plaza céntrica, decorada con una gran escultura de hierro hecha por la hija de un militar muerto en un heroico acto muchos años atrás, de ahí el nombre de la plaza y de todo el lugar; lejos del heroismo, se trataba ahora de un centro algo frecuentado por periodistas de farándula, pero en general bastante tranquilo. Vicente encontró el club al mismo tiempo que la motocicleta azul de Juan Miguel se estacionaba a dos lugares del que él había escogido; como era de esperarse en él, descendió rápido, hizo un barrido visual y lo ubicó, caminando hacia él con paso decidido. Era un hombre alto, que se acercaba al 1.90 de estatura, musculoso gracias al ejercicio, y vestía siempre de colores muy llamativos: en ese momento usaba una sudadera fucsia con pantalones deportivos blancos y zapatillas, más el bolso al hombro de color rojo; incluso con esa fiesta de colores encima no se veía mal, quizás debido a su actitud o a que era de piel morena y eso disminuía el efecto sobre su figura. Vicente extendió la mano para saludarlo, pero el otro se acercó y le dio un efusivo abrazo; había olvidado que Juan Miguel era también muy efusivo en su trato con las personas.

—Qué gusto verte amigo, hace tiempo que no nos veíamos.
—También es un gusto —imposibilitado de soltarse, le dio unas palmadas en la espalda—.
—Me encanta verte, hay que juntarse más seguido; vamos, todavía no son las tres, tendremos el agua sólo para nosotros.

Sin decir más entró en el club, que pese al sitio en donde estaba, tenía una entrada muy sencilla, con puertas cristaleras anchas que daban a una recepción minimalista en colores verdes y tierra. El muchacho en el mesón de recepción sonrió al verlos.

—Buenas tardes, bienvenido. Buenas tardes Juan Miguel.
—Hola, mira, vengo con mi amigo, este es Vicente, ¿podrías darme una llave para él? Creo que sólo viene por el momento aunque tal vez se entusiasme y termine inscrito, ya sabes que uno viene una vez y queda encantado con los servicios.

Al parecer el muchacho estaba bien entrenado, ya que asintió con naturalidad, y tomó una llave de un panel a su espalda; tras despedirse y caminar por un pasillo muy iluminado, llegaron a la zona de camarines, en donde Juan Miguel tenía un casillero con su nombre. Vicente encontró el suyo a poca distancia mientras el otro se sentaba y abría el bolso.

— ¿Cómo va todo? Iris debe estar maravillosa como siempre ¿Sabes que la vi hace un par de semanas? Fue en el evento de lanzamiento del edificio Don Eleodoro, yo estaba muy cerca preparando la instalación para el lanzamiento del disco, se veía guapa como siempre ¿Benjamín tiene siete verdad? Está en esa edad en que adoras a los chicos, pero de momento no sé si quiero involucrarme tanto.

Mientras hablaba sacó un bañador del bolso y se lo arrojó: verde oscuro, eso era casi negro en su paleta de colores, pero le venía bien y era bueno que reaccionara a prestarle algo antes de pasar por el embarazoso momento. Comenzaron a cambiarse al tiempo que el musculoso no dejaba de hablar, aunque en realidad mencionaba hechos concretos; Vicente sintió algo de pudor por no recordar de inmediato la inauguración del mencionado edificio, siendo un evento importante para Iris ya que el arquitecto había sido maestro suyo.

— ¿hace cuánto que no nadas?
—No lo recuerdo.
—Por eso es que hay que hacerlo muy seguido.

Se volteó hacia Vicente, con una de sus típicas miradas de diagnóstico; era de los pocos aficionados al deporte que no estaban todo el tiempo criticando al resto por no estar en la misma condición que él. Junto a él, Vicente parecía escuálido, y tuvo una involuntaria sensación de enderezar la postura física mientras el otro se veía muy parecido a los luchadores de la ficción televisiva, bronceado y con los músculos grandes y marcados; lo que resultaba más chocante es que tenía la misma edad que él, pero se veía de treinta años a lo sumo, luciendo incluso más joven que él, que por costumbre cuidaba estar en forma y en el peso correcto.

—Has estado trotando —dijo como una apreciación clínica—, hace un tiempo fuiste a la maratón de la ciudad, ese esfuerzo es lo que me gusta.
—Por favor, terminé medio muerto —replicó Vicente guardando su ropa en el casillero—, no es como para sentirse orgulloso.
—Por supuesto que lo es, tú lo hiciste y es eso lo que importa; por todas partes hay deportistas entrenados que se retiran, yo lo veo todo el tiempo. Pero tú no eres un deportista de profesión, fuiste a un evento y no te quedaste solo para la fotografía, me gusta esa fuerza, vamos al agua ¿no habías estado tenso últimamente? Te noto poco relajado.

La idea de hablar del tema que acababa de descubrir le parecía en esos momentos un poco fuera de lugar, de  modo que optó por salir de ahí de momento.

—Más bien es difícil asumir mis treinta y siete mientras tú todavía pareces un chiquillo.

Ambos rieron mientras llegaban a la piscina, que como Juan Miguel anunció, estaba vacía. Se trataba de una piscina de competición de cincuenta metros, con ocho carriles y una iluminación perfecta; la temperatura dentro del recinto también era ideal, y sólo de entrada ya invitaba a relajarse.

—Pensé que sería una piscina recreativa.
—Está preparada para competición pero por lo general está dispuesta para recreación —explicó el otro mientras se estiraba—, pasa que mañana van a hacer una competencia y cuando eso pasa, disponen las corcheras la jornada anterior; deberíamos hacer una carrera al menos.

Al levantar la pierna izquierda, para llevar la rodilla al pecho, sintió un leve pinchazo; no tenía ninguna lesión, a menos que se hubiera golpeado con algo al levantarse dormido de la cama la noche pasada. No tenía importancia.

—Quieres humillarme.
—No digas tonterías. Vamos, no te demores.

Se arrojó en un clavado simple de frente, mientras Vicente optaba por sentarse y luego sumergirse; la sensación del cuerpo flotando fue exquisita, agregado a eso la temperatura, que permitía sentirse a gusto de inmediato. Hizo un poco de movimiento para acostumbrarse, al tiempo que el otro hombre salía de un breve buceo.

—Tengo que aprovechar de relajarme hoy porque la próxima semana estaré como un loco entre dos eventos: tengo la presentación de un libro y la organización de una fiesta de adolescentes de la alta sociedad.

Juan Miguel era productor de eventos y trabajaba en terreno en cada una de sus producciones; con el nivel de energía que tenía, no era de extrañar que su opinión fuera que el trabajo solamente prospera a buen ver del dueño.

—Esas fiestas son cada vez más comunes.
—Y la forma en que gastan dinero; en una, que era la inocente celebración de título de unas chicas, llevaron hasta strippers, yo vi entrar a cuatro pero uno se perdió en alguna parte. También el gasto en alcohol es increíble, nadie creería que pueden llegar a tomar tanto, nosotros a su edad éramos unos ángeles la verdad; supongo que escuchaste del nacimiento de la hija de la modelo, pues resulta que tengo agendada la fiesta del bautizo dentro de un par de semanas ¿Acaso crees que un bebé de un mes va a notar la diferencia entre flores de color blanco puro y blanco seda? Pues no, pero la madre sí y al parecer todos sus invitados, es increíble. Vamos.

Se posicionaron en el punto de partida, Juan Miguel dio el vamos con un potente grito, y ambos comenzaron la carrera; durante un par de minutos, mientras braceaba con ímpetu y medía la fuerza para mantener un ritmo constante, no cansarse en extremo al principio y tener energías hasta el final, Vicente se olvidó de todo, vació su mente y solo se concentró en lo que estaba haciendo, en impulsarse en el nado y llegar lo más lejos. Era imposible que le ganara a su amigo, pero al menos no iba a quedarse por el intento, y mucho menos darse por vencido. A intervalos regulares surgía a tomar aire, sintiendo el peso y el movimiento del agua a su alrededor; se movía con gracia, usando la fuerza de sus largas extremidades para pasar entre la masa transparente, usando ese peso como un resorte. Por un momento, dando un breve vistazo a lo que tenía por delante, le pareció que la vista estaba demasiado lejos, pero no se rindió, y siguió aguantando y soltando la respiración, adelantando los brazos, manteniendo firmes los músculos y procurando que el movimiento fuera constante; no te rindas, puedes hacer esto. Llegando al otro lado, giró el cuerpo, y se impulsó con todas sus fuerzas en la pared de la construcción, dejando por una milésima de segundo que su cuerpo descansara, y en seguida regresando a la acción, sin pensar en nada más.
Llegando al extremo en el que habían empezado, Vicente comprobó con cierto orgullo que, pese a haber perdido, lo cual se esperaba, la diferencia no había sido humillante: Juan Miguel le había sacado medio cuerpo.

—Muy bien, me tuviste contra las cuerdas.

No respondió por unos momentos; estaba muy cansado, más de lo que se esperaba ¿De verdad se había esforzado tanto? Es cierto que tenía un marcado sentido de la competencia, pero en una acción relativamente breve, la descarga de adrenalina era más fuerte que en otras situaciones, y se sentía muy bien. Sí, tal vez le haría bien volver a nadar más seguido.

—Hice mi mejor esfuerzo.
—Así veo.

Se apoyaron en la tirante cuerda de corcheros que separaban cada carril de competición, flotando con tranquilidad después de la carrera.

—Al parecer me va a gustar nadar más seguido, es como si hubiera olvidado lo bien que se siente.
—Te lo dije, por eso es que cuando me llamaste, me dije que tenías que venir; además, como tienen toda la idea de ser un club exclusivo y eso, se esfuerzan por mantener buenas condiciones en todo sentido, es amplio y se pasa muy bien; también hay un solárium, no en camilla sino que es una sala, es espectacular para tomar algo de sol sin tener que estar metido dentro de una sandwichera; no me has contado cómo va lo de tu trabajo.

Juan Miguel resultaba agotador, ya que pasaba de un tema a otro y volvía a ellos con una rapidez fascinante, y jamás olvidaba nada; lo mejor era enfrentar el tema, al fin que para eso había tomado la decisión.

—No estoy muy seguro de cómo va el trabajo ahora mismo.
—Eso quiere decir que pasó algo, porque tu trabajo siempre es la niña de tus ojos; incluso en una ocasión dijiste que no tenías pensado salir de ahí a menos que fuera con los pies por delante.
—Sí, lo que ocurre es que —decidió no darle más vueltas al asunto—, se trata de algo que acaba de pasar; supe, de manera no oficial, que Sergio está haciendo todo lo necesario para comenzar una nueva sociedad comercial del mismo giro que su padre; asumo que hay algún conflicto familiar de por medio, pero lo que principalmente me está molestando es que descubrí que un amigo está en el medio de todo esto, y no me lo dijo.
— ¿Qué amigo?
—Joaquín.
—El de informática, al que lo manda la esposa —recordó el otro a la velocidad del rayo—, sé de quién me hablas, lo que no entiendo es por qué te molesta.

Nada de preguntarle detalles de cómo supo, ni a qué se refería con esa forma "no oficial" sino que directo al grano, al centro del asunto.

—Me molesta porque es mi amigo, se supone que debería confiar en mí.
—No estoy tan seguro de que sea tu amigo, o que estemos hablando de lo mismo —replicó el otro sin inflexión en la voz. No se estaba comprometiendo, sino dando una opinión acerca de algo según su punto de vista—, yo hablo de amistad de verdad.
—Juan Miguel, conozco a Joaquín desde hace once años, estuvo en el bautizo de Benjamín, tenemos confianza en todo...
—Es el que te encubre para que vayas a acostarte con otras mujeres sin que Iris lo descubra —lo cortó el otro con una sonrisa que iba entre lo condescendiente y lo crítico—, tu alcahuete, no me estás hablando de amistad; yo soy tu amigo, conmigo fuiste a pescar a Los tronos cuando nos perdimos, yo lloré contigo cuando me dejó Camila, estuve en tu casa cuando ganaste ese bono hace dos años; te estoy hablando de amistad, no de cotidianidad. Entiendo que se lleven bien, se nota que tienen confianza porque no te encubriría si no fuera así: es tu amigo del trabajo pero ¿Es tu amigo fuera del trabajo? No estoy diciendo que él tenga algún tipo de culpa si supo algo y no te lo dijo, es que no le corresponde, no tiene por qué.

Mientras Juan Miguel hablaba, Vicente recordaba una a una las escenas que le mencionaba, contrastándolas con los momentos que compartía con Joaquín. Hablaban todos los días en el trabajo, se entendían bien, tenían buen humor  juntos, y claro, estaba eso de que lo encubría. Pero él no figuraba en su vida fuera del trabajo; estaba más presente que Juan Miguel, o que Fernando, pero eso en realidad sólo era una especie de distractor de lo que significaba en el fondo. Las palabras de Juan Miguel eran claras y desprovistas de intención, pero tenía razón en lo que decía; existían distintos niveles de amistad, y el hecho de haber juzgado mal a una de ellas significaba que su malestar no era justificado, o al menos no del todo.

— ¿Y entonces qué fue lo que pasó?
—Joaquín fue contactado por Sergio, él le ha propuesto que sea el encargado de la zona de despacho de productos en su nueva empresa, lo sé.

Se interrumpió sólo un segundo; sintió algo parecido al pudor por decirle a Juan Miguel que había entrado a hurtadillas a la oficina de su jefe, pero decidió continuar siendo sincero al cien porciento.

—Entré a la oficina de Sergio, y estuve husmeando en su ordenador, por eso es que tengo información tan concreta.

Juan Miguel no demostró el más mínimo signo de censura en su rostro; de igual modo, su tono de voz fue sincero y transparente como siempre.

—Eso te sirvió para estar preparado; lo que quiero saber es cuál es el conflicto que tienes. Está bien, él no te dijo sobre este asunto pero, tú tienes tu trabajo, siempre me has dicho que no quieres moverte de ahí ¿O temes que se vaya de la lengua con tus secretitos?
—No tendría pruebas si quisiera hacerlo —replicó pensativo—, pero...es que tengo una sensación, mira, lo que ocurre es que no pueden haber dos empresas de este rubro en la misma ciudad, significa que una de las dos va a morir.
—Y estás pensando que él se queda con el mejor negocio porque el hijo vendrá con ideas nueves, y —comentó comenzando a moverse— se quedará con la mejor parte, mientras que tu trabajo estable quedará en riesgo, o podrías hasta perderlo.

Eso era en resumen lo que le preocupaba; el acertado comentario de su amigo lo hizo pensar en que, en efecto, lo que más lo atemorizaba era la pérdida de seguridad, de enfrentarse a algo que no conocía, o poner en riesgo la estabilidad que se mantenía hace tantos años. Siguieron nadando a lo largo del corredor, aunque ahora sólo desplazándose para poder mantener el hilo de la conversación.

—No sé muy bien si me molesta ese riesgo, o que no me hayan considerado a mí, supongo que también hay algo de amor propio herido en esto.
—Siempre lo hay —dijo Juan Miguel—, pero si mal no recuerdo Joaquín te ha reemplazado, lo que significa que sabe desde hace tiempo cuál es tu trabajo y por lo tanto puede hacerlo ¿Quieres seguir en tu trabajo o jugar tus cartas en el nuevo?
—No entiendo.
—Vamos —dijo el otro con una sonrisa—, esto también es parte del asunto; llevas más de una década trabajando en el mismo sitio y de la misma forma, admito que no es lo mío pero lo entiendo, hay algo en la seguridad que te hace sentir bien, y ahora aparece este proyecto que no conocías y te quedas pensando en que si será o  no buena idea, y ya que tu trabajo de todas maneras está en riesgo por lo mismo que me acabas de comentar, tal vez quieres, no lo sé, simplemente probar o piensas que él  no te dijo nada porque la oferta es muy buena para rechazarla y te gustaría ser tú quién la recibiera ¿qué tendría de malo?
—Está bien, admito que me gustaría conocer esa oferta, además que una nueva oportunidad me serviría para muchas cosas.
—Un proyecto familiar —intervino como si adivinara sus pensamientos—, como cuando me dijiste que te gustaría tener una segunda vivienda para poder arrendarla y usar ese dinero para el futuro de Benjamín o para un fondo de diversos usos, es una idea buena ¿No te lo he dicho verdad? Cuando firmé el contrato por la instalación y la puesta en marcha del canal de arte, eso no estaba en mis planes y tenía el dinero bien invertido, de modo que guardé esa suma y compré un automóvil, un taxi para uso privado: toda la ganancia del uso de ese vehículo va a un fondo especial, hago como si no existiera, y pretendo usarlo en algo a futuro, aunque todavía no sé qué; aunque es buena idea, quizás si compro un departamento, sabes que el negocio de las propiedades nunca pasa de moda.

No, Iris era la muestra viviente de ello; sin embargo, no estaba alejado de la realidad, puesto que ella misma en determinado momento había dicho que no podía estar en el negocio de la venta directa para siempre, y existía un nicho poco explotado en el país, que se refería al manejo profesional de propiedades unitarias. Sí, existían muchos corredores de propiedades, de edificios y lotes gigantes, así como administradores, pero quien poseía una o dos viviendas no tenía más opción que dejarla en manos de una gran empresa que sacaba una tajada proporcional igual que en lotes más grandes, o hacerse cargo en persona, con todo el cansancio y tiempo que ello implicaba utilizar.

“Vicente”

Miró de forma repentina hacia atrás.

— ¿Qué pasa hombre?

No había nadie más que ellos dos en la piscina; estaban a un par de braceadas del mismo punto en donde habían partido la competencia, unos minutos atrás. El agua se mecía con suavidad, entregando movimientos ondulantes que reflejaban la abundante luz que provenía del techo.

—Nada, es que…

“Vicente…no vayas a casa”




Próximo capítulo: No es lo que crees

No vayas a casa Capítulo 5: ¿Por qué?




La confusión inicial hizo que se sumiera en un estado de sopor; fue como si su cabeza se desconectara del cuerpo, y los pensamientos mismos siguieran un curso distinto a la realidad. Todo eso estaba sucediendo, pero a otra persona, no a él, y su cuerpo seguía siendo un cascarón vacío que no sentía, y al mismo tiempo se estremecía de dolor y angustia.
La golpiza en la cárcel fue mucho más intensa de lo que él mismo hubiese podido decir en otras circunstancias, pero pasó de la misma forma impersonal y ajena que todo lo que había pasado en el transcurso hasta llegar a ese sitio; los hombres del lugar, enardecidos por el horrendo crimen, gritando consignas de justicia en un recinto que estaba habilitado y cercado con altas púas y cámaras de seguridad para asegurar que se cumplieran los dictámenes de la ley, se abalanzaron sobre él, pero a diferencia de lo que, de seguro, ocurría en otras situaciones, no escucharon súplicas ni llantos, ni se vieron enfrentados a la más mínima resistencia. En cambio, tuvieron carta libre para tomarlo entre sus manos y descargar su furia, en golpes controlados pero fuertes; sabían que, en cierto sitio, el ojo vigilante de los gendarmes estaba sobre ellos, y que si se pasaban de la raya, les quitarían el juguete nuevo, de modo que actuaron con furia controlada, dejando en claro qué era lo que opinaban de él, pero sin actuar más allá. Incluso la primera noche pareció tranquila, tendido sobre un camastro sucio, con gritos y groserías resonando en los oídos hasta que perdió el conocimiento.
El segundo día fue de una calma extraña, no advertida pero sí real; cuando cierto número de sujetos entraron en la celda, aún era como si todo eso estuviera pasándole a alguien más, como si los golpes no pudieran dañarlo más, y es que en realidad no podían, porque en su interior ya tenía todo el dolor y la ruptura posible, no quedaba sitio para nada más. Aunque sí lo hubo: las voces altas de ofensa, mancillando el honor del pequeño, con acusaciones obscenas en contra del padre hicieron que algo se removiera en su interior, lo suficiente para luchar contra los golpes y tratar de erguirse, no por defenderse de forma personal, sino por enfrentar algo que manchaba todavía más los recuerdos que conservaba en su poder; aceptaba los golpes y sabía que no podía ni tenía el derecho de negarse a ellos, pero la obscenidad estaba fuera de ello porque dañaba algo que era de verdad puro, algo que ni la muerte podía lacerar.
Pero las murmuraciones a lo largo de la noche anterior habían surtido efecto, y al no haber nada en un hombre golpeado y humillado que pudiese defender una verdad imposible de demostrar a pesar de ser cierta, las acciones vinieron después; el ataque físico fue una invasión, los hombres sometiéndolo boca abajo contra el colchón del camastro fue una nueva humillación, que de alguna manera retorcida convertía en real lo que antes eran sólo palabras. En ese momento sí luchó por liberarse, pero la fuerza de esas manos era más intensa, e imposible de contrarrestar sólo por él. Las manos lo sujetaron a la cama, se convirtieron en prensas sobre la cabeza, oprimiendo la cara contra la tela sucia y mal oliente del colchón, mientras otras eran sogas alrededor del cuello, asfixiando y soltando en espasmos que le recordaban de forma pavorosa el horror vivido en ese cuarto al principio de todo aquello; otras manos en tanto rasgaron la ropa que cubría su cuerpo, acercándolo a un nuevo nivel de humillación, habitación cerrada, una reja abierta, oídos atentos a los rugidos del justiciero montado sobre él.

"Te voy a hacer a ti, lo mismo que le hiciste a tu hijo; vas a sentir lo mismo todas las veces que yo quiera, las veces que los demás quieran. Tú, rubiecito hijo de puta, vas a ser mi puta, hasta que yo quiera."

El hombre era fuerte, sus manos presionaron de forma adicional su cara contra la cama, mientras el susurro salía de su boca con un aliento cargado de odio, y de un aroma a combustible fruto de las mezclas prohibidas de la cárcel; alguien terminó de exponer su cuerpo mientras dos, tres o más personas lo sujetaban, en medio de un silencio que era la antesala y la espera de lo que iba a suceder. En un sitio como ese, donde la justicia había reunido a personas que estaban fuera de ella, la justicia propia era como un látigo en manos de un tirano, guiado por las ansias de saciar una sed que jamás sería satisfecha. Algo en su interior se activó, un sentimiento primigenio de auto preservación, que iba más allá de los sentimientos; su instinto hizo que contrajera los músculos, que intentara evitar lo inevitable, resistir las manos que separaban sus piernas ahora desnudas. La lógica diría que ante esa presión, ante la amenaza y la evidente fuerza física superior, debería rendirse, dejar que el cuerpo se relajara, para disminuir lo más posible los daños que sin duda le serían inflingidos; pero, en esa situación, lo que más pudo fue un sentimiento incontrolable de autopreservación. Sintió más manos obligándolo a adoptar una posición cómoda para el que estaba sobre él, y cerró los ojos.

— ¿Qué sucede Vicente?

Estuvo mucho tiempo mirándola sin verla; Iris estaba arrodillada frente a él, con una evidente expresión de preocupación en el rostro. Pero sus ojos reflejaban una auténtica preocupación, no rabia, ni desprecio; ni siquiera tristeza.
Le llevó bastante comprender que lo que había sucedido era una pesadilla; eran las cuatro y media de la mañana del sábado, el día siguiente del funeral de Dana, y él no había estado en la habitación de su hijo; no, Benjamín no tenía ningún contratiempo, estaba durmiendo como un ángel sin preocupaciones.

— ¿No vas a decirme qué fue lo que soñaste?

Según el relato de Iris, había soltado un par de gritos unos minutos antes, y saltado de la cama, para ir a arrinconarse en una esquina de la habitación, sollozando como un poseso y hablando una serie de incoherencias casi ininteligibles; no había pasado nada raro, de ninguna clase, ni siquiera un ruido fuera de lo común. Sin ser capaz en un principio de decir lo que pasaba, y tampoco de ponerse de pie y salir de ahí por su propio pie para comprobarlo, le pidió a su esposa que fuera a cerciorarse en persona de que no pasaba nada malo con su hijo; ella accedió sin poner reparos, entendiendo que eso contribuiría a su tranquilidad.
Vicente estaba entonces sentado en el suelo; sentía un calor desmedido, con el sudor pegado al cuerpo, los pantaloncillos y la sudadera adheridos al cuerpo. Se tocó los brazos, sorprendiéndose de encontrarlos fríos, sin embargo seguía sintiendo calor. Estaba despierto, todo lo demás había sido una horrible pesadilla ¿Pero qué clase de sueño podía durar tanto y ser tan detallado como para hacerle creer que era real? Mientras pasaban los segundos, y miraba a su alrededor como si todavía existiera la posibilidad de regresar a esa fantasía retorcida que su sub conciente había generado, se preguntó qué debía decirle a Iris ¿Por qué se sentía tan sucio? No se trataba sólo del aspecto físico, ya que estaba sudado como si después de correr mucho tiempo se hubiese enfriado, sino de algo interior, como si lo que soñó tuviera algún significado, como si de alguna forma pudiese ser real: ser el responsable de la muerte de su hijo, de forma tan culpable como no intencional, ser encarcelado, destruir su vida, la de su hijo, la de su esposa, ser golpeado y violado en una cárcel en donde estaría de por vida. Sintió que no podía decirle a Iris que el sueño se trataba de eso, que de alguna manera sonaría mal, aunque en la confusión del despertar tan reciente no entendía por él; mientras ella volvía a entrar al cuarto, mirándolo con cariño aunque con una obvia expresión de sueño, decidió que no podía hablar del tema sin saber bien qué era lo que le pasaba, y a la vez que no podía evadir la situación después de ese espectáculo.

— ¿Y bien?
— ¿Está bien?
—Claro que está bien, no se ha despertado ¿Era eso lo que te preocupaba?

Esa pregunta le dio la oportunidad perfecta para dar una vuelta a la situación y desviar la atención. Se incorporó con lentitud: le dolían los músculos igual que después de hacer ejercicio.

—Sí, pensé que con mis gritos lo había despertado.

Iris sonrió, acercándose.

—No gritaste cariño; cuando saltaste de la cama, fue tan brusco que me despertaste. No sé por qué, pero por una milésima de segundo pensé que era un terremoto, pero a ti no te asustan, así que si hubiera sido uno, no te habrías despertado primero.

Sin embargo su mirada sí era expectante. No quería decirlo porque lo veía frágil, pero quería saber qué era lo que pasaba por la mente de su esposo como para ponerlo así.

—Pensé que estaba gritando; es decir, en el sueño gritaba.
— ¿Ah sí?
—Intentaba gritar —explicó con lentitud, no podía sonar apresurado—. Nunca había soñado algo así: estaba en una isla muy pequeña, en donde podías ver todo el contorno, y de pronto subía el mar y yo no sabía nadar, así que gritaba y trataba de no ahogarme.

Mientras hablaba, recuperó totalmente la conciencia, y se dio cuenta de que no estaba inventando una mentira, sino modificando algo que había escuchado antes; el principal problema es que eso que había escuchado, provenía de labios de ella. Hizo una pausa muy breve, sabiendo que disponía de tan sólo un instante para corregir eso y no delatarse.

—Cuando soñaste algo parecido me dijiste que habías investigado su significado ¿Verdad?

Por suerte el sueño de Iris era acerca dela inundación de una casa en la que ella estaba, y no habían gritos de por medio. No conseguía recordar lo que ella le comentó luego, pero sí recordaba que eso sucedió de forma muy reciente, entre el segundo y el tercer fracaso en la venta de la galería de arte, cuando estaba pasando por un mal momento.

—Sí, se trata de estar preocupado por una situación que no puedes controlar —dijo ella de forma tentativa—, pero no me has dicho que esté sucediendo algo fuera de lo común.

No, no servía de nada relacionarlo con la muerte de Dana; tenía que existir otro método, alguna información a la que echar mano para poder salir del paso. Necesitaba meterse a la ducha con desesperación, pero no lo haría mientras Iris pudiese sospechar que su sueño no tenía que ver con lo que estaba diciendo; se le ocurrió acudir a algo que, en efecto, le causaba una preocupación, aunque no era por definición algo que significara un problema grave. Pero era lo único que se le ocurría.

—No te lo dije porque tenía la mente puesta en lo de Dana, pero descubrí por accidente algo que me está preocupando bastante.

Iris se sentó en el borde de la cama; su expresión era serena pero serie, lo que quería decir que estaba atenta a lo que iba a escuchar; pasado ese escollo, debía darle sustento a sus palabras.

—Estaba en la oficina de Sergio, hablando de ciertos asuntos de trabajo, y de pronto lo llamaron por teléfono; la verdad no sé por qué lo hice, pero me asomé  a la pantalla de su ordenador mientras él estaba hablando afuera de la oficina.

Iris no reaccionó de ninguna manera ante esa infantil declaración, y permaneció mirándolo fijo.

—Sergio está ultimando los detalles para poner en práctica una nueva sociedad comercial, del mismo rubro de la empresa.

Fue extraño, pero al decirlo, por primera vez tomó conciencia de lo que estaba diciendo; por todos los cielos, sí era un hecho importante y sí tenía que ver con él. Recordaba que se dijo que probablemente había alguna rencilla dentro de la familia, motivo por el cual Sergio quisiera no sólo despegar del nido, sino que además entrar a la competencia con su padre. Se dijo que tal vez la empresa fuese a plantear un monopolio, pero en realidad era ridículo, el mercado no daba para eso; relacionado con el rubro de los suministros que ellos manejaban, se trataba de una empresa grande y otras muy pequeñas, no de dos grandes o un monopolio, y estaba claro por el capital indicado en la página, que no iba a ser una empresa reducida. Iris al parecer estaba pensando lo mismo.

—Cielos, eso no me lo esperaba ¿Qué te dijo Sergio?
—No sabe que lo sé —replicó él—. Es decir, la información es pública desde que se apunta en el Registro nacional de empresas, pero cualquier persona que no lo sepa debería revisar el registro de forma manual y encontrar los datos para saberlo, así que no es sencillo; de cualquier manera, no hay muchas opciones, lo más probable es que...
—Haya un quiebre en esa familia.

Las palabras de Iris fueron dichas  con un tono cuidado: no estaba haciendo un acusación ni iniciando una alarma, sólo confirmaba un hecho; el principal asunto era que, de ocurrir en realidad, la estabilidad del trabajo que Vicente tenía hace doce años era, de un momento a otro, impredecible.

—Sé que suena raro, es decir, no entiendo por qué una cosa como esa me podría hacer tener sueños.
—No creo que se trate de eso en particular —dijo ella ladeando un poco la cabeza—. Quizás es la unión de varias cosas, es decir el trabajo, lo que descubriste, y el funeral del que vienes; aunque te hayas mostrado tranquilo, hay algo que te afecta en eso, sea como sea, ella era tu amiga, y fue una persona importante para ti.

Que hubiera dirigido la conversación hacia ese punto no era casualidad; tenían pendiente hablar de ese asunto, o al menos existía la necesidad de decir algunas cosas, pero de verdad no se sentía de humor para hacerlo en esos momentos. Lo mejor era concederle la razón, que de una u otra forma la tenía, y salir de ese asunto.

—Sí, creo que tienes razón, eso explica mejor lo que pasa. ¿Te importa si te dejo un momento? Necesito darme una ducha antes de volver a dormir.
—Aquí te espero.

Salió de la habitación a paso lento. A pesar de que el baño estaba a la derecha, tuvo que tomar el riesgo de ir a la izquierda y entrar en el cuarto de Benjamín. Pero no pudo llegar más allá del umbral: desde ahí, gracias a la tenue iluminación de esa habitación, podía verlo con claridad, tendido de espalda sobre la cama; tenía una tendencia a estirarse un poco en diagonal, con los pies hacia la puerta, y pudo ver con total claridad cómo respiraba en calma, ajeno a los sueños de su padre: Benjamín nunca tenía pesadillas. Durante un momento se debatió entre permanecer ahí o entrar y abrazarlo, pero persistía en su interior esa sensación de suciedad, de modo que optó por salir y entrar al cuarto de baño, cerrando tras sí. Se despojó de la ropa, la arrojó en el cesto de la ropa sucia y se metió en la bañera, otra gran idea de su esposa: era una ducha grande con tina, y esta tenía un asiento interior a un costado, del lado de la pared, dispuesto de  tal forma que, en caso de quererlo, la persona podía tenderse o sentarse a un lado sin que resultara incómodo. Abrió la ducha, la reguló en agua tibia, y se sentó a un costado, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo, empapando la cabeza y deslizándose por la piel que seguía sintiendo fría; tenía la vista perdida en el fondo blanco, hasta que un momento después la fijó en sus muslos y acercó los dedos con lentitud. No había ninguna marca, en la parte interna cerca de los testículos, pero era casi como si todavía sintiera la presión, los dedos marcando la zona mientras los hombres lo obligaban a someterse al líder de la banda. Esas cosas pasaban en realidad, o al menos era lo que siempre se murmuraba acerca de lo que pasaba en los recintos penitenciarios; efectivamente, a pesar de ser delincuentes, tenían un tipo de ética, por lo que los abusadores eran castigados de la misma forma en que cometían el delito que los llevó ahí, mientras que por otra parte, un gran número de hombres solos, privados no solamente de libertad sino también de los placeres de la vida y de la intimidad, cambiaban su forma de comportarse, o tomaban lo que querían de quien estuviera a la mano. Se tocó los muslos, quizás esperando sentir la marca de la presión, pero por supuesto no había nada, seguía siendo el mismo que antes, y su cuerpo no había experimentado ninguna modificación.

2

Mientras los días laborables eran bastante vertiginosos, el sábado era el día de la familia en la casa. Jacinta descansaba esa jornada, de modo que el matrimonio aprovechaba el tiempo con Benjamín y tenía una rutina relajada, sin tener que fijarse en horarios y obligaciones; el sábado no había despertadores, y el pequeño lo sabía muy bien, aprovechando de dormir hasta más tarde.
Vicente abrió los ojos y se revolvió en la cama, volteando hacia la izquierda para ver la hora en el reloj que reposaba sobre el velador: ocho cuarenta. Se trataba de un récord, considerando que ambos estaban acostumbrados a levantarse temprano, pero por otra parte, gracias a los malos sueños, no era tanta la diferencia en cantidad de horas dormido. Sin embargo estaba descansado y relajado; se tendió de espalda, notando que tenía una fuerte erección y a su esposa al lado, sonrió mirando al techo y recordando las pocas veces que tenían esa oportunidad, la de dedicarse tiempo mientras la luz del día entraba por las ventanas: en el caso de la habitación, entraba a través de una ventana alargada en la pared de la derecha, ubicada en un ángulo perfecto para darles luz natural y evitar la oscuridad total en las tardes. Volteó hacia Iris, que reposaba boca arriba, con la cabeza un poco ladeada; dormía a sus anchas la mayoría del tiempo, incluso en esa noche después de la desafortunada intervención de él, un poco torcida la postura; se acostó boca abajo, contemplando el rostro relajado, bajando por el mentón y llegando al cuello, pero desvió la vista hacia el costado, donde, bajo la suave tela de la camisola, podía ver el pliegue al lado del seno, hacia las costillas; sintiendo un estremecimiento de placer, rozó con los nudillos esa zona, acercándose un poco, procurando ser suave y gentil para no despertarla de forma brusca. Le gustaba tomarla del torso, por las costillas, no para hacerle cosquillas, sino para sostenerla a poca distancia de él y poder mirarla; Iris se removió un poco y el brazo izquierdo, que estaba sobre el vientre, cayó al costado, de modo que Vicente se acercó más, para tocar la mano con el miembro. Se quedó así, sin moverse, durante unos segundos, esperando que su cercanía y la respiración acompasada, cerca del rostro, la hicieran despertar.

—Mi amor...

Ella abrió los ojos y se quedó mirándolo, somnolienta, durante unos instantes; estaba dormitando desde antes, así que al sentirlo cerca, sonrió y acercó el rostro para darle un beso en los labios.

— ¿Cómo amaneciste?
—Bien —repuso él, cariñoso—, estoy bien.

Ella volteó hacia él y se dejó abrazar; se besaron apasionadamente, mientras él la rodeaba con los brazos, presionando con suavidad pero sin friccionar aun, esperando que ella tomara la iniciativa. Sintió que los pechos de ella comenzaban a tornarse más cálidos y a endurecerse con lentitud, y justo en ese momento, tocaron a la puerta.

— ¿Mami?

Benjamín había escogido esa mañana para despertar temprano; Vicente siguió mirando a su esposa con complicidad, sonriendo en silencio. Benjamín ya estaba educado en que no podía entrar al cuarto de sus padres sin tocar, a menos que fuera una emergencia.

—Cariño...
—Dile que siga durmiendo, es temprano —dijo él haciendo un poco de presión—, lo recompensaremos luego.
—Vicente.

Pero sonreía; estaba a un paso de convencerla.

—Haré mi omelette secreta, sabes que le encanta.
—Me encanta que hagas esa omelette —dijo ella en un susurro—, pero tenemos que dedicarle un poco más de tiempo, es sábado.
—Amor...
—Vamos, sabes que es así.

Se soltó con ternura, dándole un leve beso en la nariz; con las ansias íntimas desechadas, no le quedó otra alternativa que ver cómo ella saltaba del lecho y abría la puerta del cuarto; Benjamín lucía adorable con el cabello desordenado, en su pijama blanco, y con una evidente cara de sueño.

— ¿Qué ocurre cielo?
—Hola mamá, hola papá. Tengo mucha hambre.

Iris le dio un beso en la frente y volteó hacia la cama, sonriendo.

— ¿Así que tienes hambre?
—No —corrigió él con seriedad. Siempre puntualizaba las expresiones tomándoselo muy a pecho—. Tengo mucha hambre.

Hizo un gesto amplio con los brazos, como para graficar la cantidad de hambre que tenía; Iris usó con sabiduría esas palabras.

—Así que hoy te despertaste temprano porque tenías mucha hambre.
—Sí.
— ¿Sabes algo? Papá podría hacer su omelette secreta en el desayuno.
— ¿La harás? —dijo el pequeño con los ojos muy abiertos—. La otra evz dijiste que ibas a hacerla pero no la hiciste.

La otra vez era hace varios meses, un día en que se cortó el suministro de gas y fueron a comer a un restaurante; pero Benjamín tenía muy buena memoria para las promesas.

—Sí, hoy va a hacerla —replicó su madre con alegría—, ha dicho que sí, así que la hará ¿Qué te parece si vas a hacerla ahora mismo cariño?

Lo miró durante un momento sin captar cuál era el motivo por el que Vicente estaba sentado en la cama, aún cubierto por la sábana; después hizo la conexión y decidió salir del paso.

—Benjamín, papá irá ahora mismo, ahora por favor ve a vestirte y lávate cara y manos, nos vemos abajo.
—Está bien.

benjamín se metió al baño mientras Vicente se ponía de pie, aún físicamente emocionado pero con la mente ya en otro sitio.

—Gracias, no tenía muy claro cómo salir del paso.
— ¿Qué te pasa? —dijo ella con tono alegre— Ya hemos hablado de eso, tienes que normalizar la situación; te metes a la piscina y a la tina con él, te ha visto desnudo suficientes veces como para saber cómo es el cuerpo de un hombre adulto.

La verdad, no era momento para hablar de eso, pero no por ese motivo; se puso unos pantalones deportivos holgados y una camiseta.

—Dije que trabajaría esa parte, no me presiones; al menos en la escuela les enseñan anatomía del cuerpo humano, es un avance.

La cocina era una habitación separada del resto de la casa, y se llegaba a ella por una puerta en la sala; espaciosa, cuadrada, tenía la mesa al centro con sus cuatro sillas oficiales, y toda la indumentaria propia alrededor, formando una muralla en tonos metalizados y blancos, excepto por la pared que daba al oriente, al patio trasero, por donde la luz entraba a raudales. Vicente separó los ingredientes para cocinar mientras sus dos acompañantes disponían de los cubiertos sobre la mesa, con Benjamín hablando animadamente.

—Entonces Jimmy K fue hacia el espacio con Dogo, y rescataron a la princesa Eiffel de las garras del malvado Stanton Korv, pero él escapó, así que creo que volverá.

Sí, siempre lo hacía. Esa serie resultaba bastante vertiginosa, y usaba un concepto clásico de las aventuras de niños comunes con poderes u objetos mágicos a disposición, que vivían emocionantes aventuras de todo tipo; la mayor parte de ellas no tenían mucho sentido, pero al mismo tiempo habían varias sub lecturas que los adultos podían entender, como que la princesa en cuestión era alta y usaba una sombrilla en punta, teniendo el nombre de una afamada torre, o que el protagonista tenía un nombre que se abreviaba como el de un presidente de los Estados unidos.

—Jimmy K vive demasiadas aventuras, apuesto que llega a casa y no tiene ganas de hacer nada.
—No, no hace nada —se rio—, su mamá siempre lo regaña por eso.

El sonido del aceite a punto en la sartén era música para los estómagos hambrientos un sábado por la noche, y recién en ese momento se dio cuenta del hambre que tenía; quizás producto del mal sueño y ese abrupto despertar, es que se había intensificado esa sensación, pero lo más agradable de todo es que no era más que un sueño, un muy al sueño.

“¿Qué significa?”
De alguna manera, el sueño volvió a hacerse presente, pero gracias al cielo, no de forma visual, sino a través de lo que quería decir con eso. No podía imaginar a qué se debía, pero si Iris ya le había comentado en una ocasión que su sueño tenía un significado, lo más probable es que este también lo tuviera.
“¿Qué significa?”
No era sencillo concentrarse en el desayuno cuando esa idea seguía en su mente; terminó de servir la omelette, y se disponía a sentarse, pero optó por salir de la cocina.

— ¿Qué sucede?
—Olvidé algo, vuelvo en un instante.

Subió las escaleras corriendo; era ridículo, podía averiguarlo más tarde. O tal vez no, siendo sábado, era probable que estuvieran juntos la mayor parte del día, de modo que no podría saber nada al respecto y la pregunta seguiría vagando en su cabeza; de acuerdo, sólo saber el significado, luego vería con más detalle, o lo analizaría en caso de ser necesario.
Los sueños significan algo en nuestra vida conciente, decía el encabezado del texto. Nos hablan de cómo estamos en nuestro yo interior, nos dicen las cosas por las que tememos, o las que queremos cambiar de alguna manera; es bueno atender a esas cosas que vemos y recordamos al amanecer, porque pueden ser indicativo de que está sucediéndonos algo importante. Avanzó por el buscador, hasta que encontró el resultado de la búsqueda: soñar con matar accidentalmente no significa que quieras acabar con la vida de esa persona, es un signo de estrés. Eso no era ninguna novedad, era obvio que no quería matar a su propio hijo; después decía que esa muerte accidental de un ser querido era muestra de que estaba pasando por una situación de estrés, que existía algo que no podía controlar, o que temía que esa persona sufriera algún perjuicio por su inacción ante un hecho concreto.

—Entonces es eso…

Tan sólo un día antes estaba a un milímetro de que su esposa supiera que él se estaba encamando con otra mujer, y durante bastante tiempo estuvo pensando que su matrimonio y la vida en familia se habían acabado para siempre; Benjamín viviendo con uno de ellos, preparando las incómodas visitas dominicales, teniendo que hacer acuerdos, con la tensión lógica. Todo había quedado en nada, y él mismo se prometió dejar esa locura de las aventuras y dedicarse a su familia por entero, ya que era esa la fuerza que lo guiaba, claro que estaba sometido a una situación de estrés, sólo que la noticia de la muerte de Dana puso sus ojos en otro sitio, y le impidió terminar con esa etapa de la forma correcta.
Sintiéndose mucho más tranquilo, bajó a la cocina otra vez, decidido a disfrutar de su día de descanso sin ninguna otra preocupación que cuál película iban a ver más tarde.

—Cariño, te trajiste el móvil.

Tenían un acuerdo de dejar los móviles de lado al menos durante el desayuno, aunque con sonido para atender alguna emergencia; con la tranquilidad mental de estar entendiendo a qué se debía el sueño, lo bajó consigo sin darse cuenta.

“Tienes que saber más”

Lo de la empresa seguía siendo un tema importante. Se guardó el móvil en el bolsillo mientras se sentaba a comer, pensando en las implicancias del asunto empresarial en el que, de un modo indirecto, estaba involucrado. ¿Qué ventajas o desventajas podía significar para él? De momento no se le ocurría nada concreto, pero no dejaba de ser llamativo, sobre todo porque, en efecto, tal y como lo dijo en la noche, sentía que su trabajo ya no era algo tan seguro. ¡Claro! Si se iba a realizar una segmentación, o si el padre y el hijo iban a  volverse rivales, eso desde luego que iba a afectar el funcionamiento de la empresa y el suyo propio ¿De dónde sacaba personal una empresa que recién estaba comenzando? De una empresa ya establecida, y no existía mejor opción en la ciudad que la Tech-live; una empresa con tantos años en el negocio era la indicada ¿Acaso por eso Sergio estaba tan ocupado de no generar ruido con el asunto de Abel? Había hablado con él de ese tema, pidiendo su consejo ¿Y si no se tratara sólo de eso, si además estuviera pensando en él como un allegado para su nueva empresa? Se preguntó en dónde estarían sus lealtades, considerando que trabajaba, hasta ese momento para ambos, y además una pugna por su cargo podría ser beneficiosa. El hijo podría ofrecerle dinero, mucho más que el que ganaba hasta ese momento, o quizás dinero y la tranquilidad de no trabajar los sábados ni siquiera en emergencias ¿Sería eso suficiente?

—Cariño ¿me pasas la pimienta?

La pimienta estaba al alcance de ambos. Iris lo miró con el ceño un poco fruncido, aunque disimulando. Claro, estaba demasiado concentrado en sus divagaciones y se estaba notando.

—Por supuesto, aquí tienes.

Murmuró una disculpa mientras seguía comiendo. No era ambicioso en extremo, pero eso no cambiaba el hecho de que una oferta comercial apetecible sería bien recibida, y permitiría que lograran varias cosas que hasta ese momento tenían pendientes, como poner un capital grande para la universidad de Benjamín o invertir para la vejez. Hasta hace un par de días consideraba que irse de su trabajo era una locura después de doce años, pero en ese momento no estaba tan seguro de que lo fuera; al fin y al cabo, conocía a Sergio, sabía su forma de trabajar, por lo que no era novedad, y de hecho sería una gran oportunidad de crecimiento.

—Está delicioso papá, muchas gracias.

Benjamín le sonrió mientras le daba las gracias, a lo que Vicente respondió con un sonoro beso dado al aire, en su dirección; tenía la sensación de que esa forma de hablar tan pulcra que había usado provenía de una caricatura ¿Cuál sería? Descubrió hace cierto tiempo que resultaba muy educativo conocer estos detalles, ya que lo mantenían al tanto de todo lo que pasaba, y hacían que conociera a su hijo de una mejor forma: desde esas insoportables marionetas de animales de colores fluorescentes de cuando tenía dos años, hasta las aventuras de Jummy K, todo era una fuente de conocimiento, que por una parte le permitía conocer más de los gustos de su hijo, pero también tener establecido un cronograma de su evolución; quería saber a ciencia cierta qué cosas eran importantes para él.
Un momento.
Sergio conocía a la gente con la que trabajaba.
Era el tipo de jefe que te conoce, que sabe tu nombre y se preocupa por tener información sobre ti; el que te pregunta por los miembros de tu familia, no con la pregunta tipo, sino con nombre, el que, si te enfermabas, te llamaba por teléfono. Pero también era el que conocía el terreno, que estudiaba la posibilidad de alguien para un cargo, más allá de las competencias que tuviera ese hombre o mujer. Cuando Joaquín pasó a informática hace tiempo, se reunió varias veces con él, y hablaron de una serie de temas, ya sea de la empresa como de asuntos triviales, tras lo cual tomó la decisión de entrevistarlo de manera oficial y ponerlo en el cargo que quería. Después de eso su antecesor se fue de la empresa ¿Qué significaba?

“No estoy considerado”

Estaba bebiendo café a sorbos lentos para justificar su nuevo silencio, mientras Iris estaba ocupada contando las gotas de ese nuevo endulzante natural para su té de la mañana; Sergio estaba pensando en una nueva empresa del mismo rubro, pero Vicente no estaba contemplado en ella ¿Cómo…?

“Es ridículo”

Casi se rio en voz alta; no podía sentir celos acerca de algo que ni siquiera tenía ciencia cierta de que iba a suceder, y que hasta ese momento no eran más que una sucesión de deducciones. Pero estas deducciones estaban basadas en hechos concretos, no se trataba de cualquier cosa; se trataba de la empresa en la que trabajaba hace más de una década, a la que le dedicaba tiempo y esfuerzo, incluso desde un punto de vista personal, para que las cosas salieran a la perfección. ¿Y no estaba tan siquiera contemplado como candidato a ocupar un puesto en esa empresa, cuando sí le pedían la opinión para analizar posibles conflictos internos?

“Esto no está bien. Tengo que saber exactamente qué es lo que está sucediendo.”



Próximo capítulo: Observa, calla, y hazlo