No vayas a casa Capítulo 4: ¿Dónde estás?




"Vicente"

De una manera que no podía explicar, las palabras seguían presentes en su mente. Era como si algo en su memoria lo llamara de forma persistente, insistiendo en que prestara atención.
El viaje en automóvil hasta el Centro de cuidado a personas con afecciones dependientes fue corto y sin sobresaltos; era una vieja casona muy bien mantenida, que se ubicaba en las afueras de la ciudad, camino de la zona costera; rodeada de campo, parecía casi una casa de veraneo, aunque la verdad era que la mayoría de los que iban a ese sitio, jamás salían. La jornada de viernes era iluminada aunque no cálida; Vicente optó por ir con un traje negro con el detalle de una camisa azul ultramarino, un color que según recordaba y a menos que le fallara la memoria, a ella le gustaba.

—Muchas gracias por venir.

La ceremonia fúnebre se realizó en un pequeño cementerio a poca distancia de la casa; casi era como un campo muy bien cuidado, al que se llegaba después de seguir un camino secundario a la carretera. En cierto modo le sirvió estar poco tiempo en la casa y salir de nuevo en automóvil hacia el cementerio, ya que tuvo tiempo de pensar en lo que, durante todo el día, se había negado. ¿Qué hacía él ahí? Resultaba bastante difícil identificar sus sentimientos, cuando solo un día antes descubrió, a través de la muerte de Dana, que no se trataba de lo que él creía, que de una forma u otra estaba aferrado a la figura ya desvanecida de una muchacha que había dejado de ver tantos años atrás; las personas crecían, maduraban y por supuesto cambiaban, se trataba de procesos naturales en el ser humano, tanto de niños como su hijo, sobre el que estaba viendo cambios y avances de forma continua, como de las personas mayores, y él se perdió mucho tiempo de la vida de Dana. Al fin llegó a la conclusión de que no existía una forma “correcta” de despedirse de ella, y que lo mejor que podía hacer era saludar respetuosamente al recuerdo de la chica que conoció, al mismo tiempo que deseaba que la mujer fallecida pudiese descansar en paz. El padre era un hombre joven, que incluso se veía más joven que él, pero que transmitía una seguridad y paz sorprendente, inclusive para alguien no tan apegado a la religión como él; lo saludó con un fuerte apretón de manos, mirándolo a los ojos con una mezcla difícil de explicar de tranquilidad y cariño, a pesar de no haberlo visto nunca antes. La ceremonia fue corta, y llena de un sentimiento de calma, guiado por las inteligentes palabras del hombre que explicaba que esto, la vida que conocemos, no es más que un paso en una ruta mucho más larga, que continúa después aunque ahora mismo no podamos comprobarlo. Instó a todos a pensar en el futuro, decidir con sabiduría las acciones que se realizarían, y a rezar para que el alma de Dana encontrara la paz y el descanso en este largo camino; casi fue esperanzador, pero quizás entre sus propias conjeturas, el viento del campo y lo que escuchó, consiguió sentirse tranquilo al respecto. Con la perspectiva de conciliar el recuerdo de Dana con la mujer que había terminado siendo, resultaba correcto hacer ese cierre para una etapa de la vida que al mismo tiempo los había separado, y vuelto a unir.
Una vez que estuvo de nuevo en ruta, de regreso a la ciudad y tras unas breves despedidas en la casa, marcó en el móvil el número de Iris en el marcado rápido. No contestó.

— ¿Qué sucede?

Bajó un poco la velocidad para mirar la pantalla del dispositivo, que reposaba sobre un adaptador en la consola del carro: no tenía señal. Le pareció extraño que sucediera, ya que en las ocasiones anteriores de visita sí tenía señal, pero por otro lado, el viaje sería corto; al fin era viernes, el fin de semana tendría que ser tranquilo, aunque era muy probable que el sábado temprano tuviera que ir a la empresa a revisar algún asunto breve, cosa que ocurría casi todos los fines de semana. A fin de cuentas él era el encargado de despacho, y aunque por contrato trabajaba de lunes a viernes, si se trataba de un asunto que no pudiera gestionar por teléfono, prefería ir en persona a dejar que alguien revolviera las existencias o firmara una guía de despacho incorrecta, que después le provocaría más trabajo al llegar el lunes.

2

Cuando abrió los ojos, se sentía muy descansado, aunque desde luego era de noche; tendido de espalda, mirando al techo, se preguntó durante una fracción de segundo qué hora sería, en medio de esa habitación en penumbras. No acostumbraba despertar en la noche sin un motivo concreto ¿Se debería quizás a un efecto posterior a la ceremonia fúnebre? En su llegada comentó el asunto con Iris, y se sorprendió al verse a sí mismo tan tranquilo, encontrando en su mente el lugar correcto para la situación que había ocurrido: Dana ahora descansaba en paz, su sufrimiento y enajenación habían terminado, y él había tenido una posibilidad que pocas veces tenía el ser humano, la de sanar algo del dolor de una persona que quiso, después de perder el contacto por tanto tiempo. No se sentía como un filántropo ni nada por el estilo, lo suyo iba por el lado de restaurar algo de lo perdido ¿Quién podría haber imaginado que el destino de Dana iba a ser ese? Incluso con el brutal cambio en su vida, no parecía posible, y sin embargo algo la había empujado hacia un sitio desde donde no pudo volver; por lo menos no pasó los últimos tiempos en la calle, abandonada y sola.
Un momento.
Seguía quieto, tendido de espaldas, sin moverse ni un solo centímetro, con la vista fija al frente. Esa no era su habitación.
Intentó moverse, pero se encontró con que estaba por completo inmóvil.

— ¿Qué sucede?

Escuchaba su voz en su mente, pero no podía verbalizar las palabras ¿Dónde estaba, qué estaba pasando? Sintió que apretaba los puños y todos los músculos de su cuerpo se tensaban, como intentando soltarse de amarras invisibles que lo mantenían prisionero, pero no funcionó, seguía atado, hasta con la cabeza sujeta, mirando fijo al techo que no reconocía, al que no era del blanco albino de su cuarto.

—Estoy soñando.

Escuchó dentro de su cabeza las palabras, como dichas por alguien más con su misma voz, y trató de calmarse; esto es como cuando te estás quedando dormido y sientes que caes profundo, como si te precipitaras a un abismo. Piensa, es un efecto que está haciendo tu mente, no puedes moverte porque estás durmiendo. Estás durmiendo en tu cuarto, junto a Iris; deja de preocuparte, cálmate y relaja el cuerpo, todo está bien.
Pasaron algunos segundos más de incertidumbre, hasta que al fin se soltó de las amarras invisibles, sintiendo cómo todo el cuerpo se relajaba; está bien, se dijo, sólo sigue durmiendo.

— ¿Dónde estoy?

Pero al sentirse liberado, la tranquilidad física no se traspasó a su mente; recordando que estaba durmiendo, se dijo que era lo mismo que cuando una persona sentía que se caía, y que por lo tanto, sólo debía controlar esa sensación, hasta borrarla. Tenía que decirle a su cuerpo que se moviera ¡Eso es! Tenía que moverse, y al cambiar de posición, tomaría conciencia de que eso no era más que un sueño absurdo, y podría seguir descansando. Miró a la izquierda, y aun entre la penumbra, sus ojos encontraron un afiche enmarcado: un super héroe infantil, muy colorido, con un traje con luces de neón enfrentando a un enemigo.

— ¿Qué?

Volteó la cabeza en sentido contrario ¿Por qué estaba soñando de esa manera? Mientras giraba la cabeza, a una velocidad que a él mismo le parecía enloquecedora, por su lentitud, reconoció el techo más oscuro que el de su cuarto: por supuesto, en ese techo él pegó diferentes figuras, como parte de la decoración. Tenía que voltear a la derecha, saber de forma concreta que lo que estaba sucediendo era algo en específico, pero…

—No…

Otra vez tenía los miembros agarrotados, como si un calambre se extendiera por todo su cuerpo; intentó con angustia moverse, hacer algo para que el movimiento fuera más rápido, pero le resultaba imposible incluso girar los ojos, como si los tuviera fijos de algún modo que no llegaba a identificar.

—No…no, no…

Un instante después quiso, y al mismo tiempo no quiso moverse; deseó con un temor irrefrenable que su cabeza dejara de voltear a la derecha, que sus ojos, ya acostumbrados a la penumbra, no vieran lo que estaban a punto de ver.
Tenía los pies adormecidos.
La cama de Benjamín era más pequeña que la de un adulto; medía casi un metro y medio, por lo que, si alguien de su estatura se tendía en ella, los pies quedarían por fuera. Estar mucho tiempo quieto sobre una superficie, puede generar adormecimiento de zonas del cuerpo, ya que se produce una interrupción en el correcto flujo sanguíneo, sobre todo a las extremidades.


—No…por favor…

Cuando al fin su cabeza terminó de girar hacia la derecha, sus ojos lo vieron, y Vicente pudo sentir dentro de sí como si algo se rompiese.

—Por Dios, no…no…

Quería gritar o moverse, pero otra vez estaba presa de esa sensación, que en esos momentos actuaba como una verdadera tortura; no podía gritar, ni moverse, en esos momentos no era más que una cáscara vacía, desprovista de todo sentimiento y toda reacción: por eso es que su cuerpo estaba entumecido, porque se había enfriado junto con su mente al ver el espectáculo que sus ojos no podían asimilar, ni su cerebro entender.

—Por favor no…

Benjamín estaba junto a él.
Su pequeño cuerpo estaba tendido de espalda, la cobija de color azul con figuras de Jimmy K, uno de sus tantos dibujos animados de la televisión a los que admiraba, cubriendo hasta la cintura; el torso, cubierto con el pijama blanco, mostraba el brazo izquierdo muy pegado al cuerpo, mientras el derecho estaba doblado, con la mano llevada hacia la cara.

—Dios, no…por favor no, mi niño…

Sentía que la respiración se cortaba y regresaba en espasmos regulares, como una válvula que era manejada por alguien más; su vista se encontró entonces con la de él, y vio sus ojos muy abiertos, fijos en los suyos, traspasándole un terror indescriptible, el mismo que, sin duda, había experimentado poco antes ¿Cuánto tiempo había pasado? Necesitaba tocarlo, necesitaba saber a ciencia cierta que…pero era un sueño, estaba durmiendo, se lo dijo en repetidas oportunidades cuando abrió los ojos.

—No puede ser…

Por primera vez escuchó su propia voz, saliendo al fin de su garganta, articulada por sus adormecidas cuerdas vocales, como un ahogado gemido, ininteligible incluso para sus oídos; estaba hablando, estaba recuperando la capacidad de moverse y de hablar, sólo para encontrarse petrificado por la escena que estaba presenciando, solo en la noche.
Los ojos de Benjamín, muy abiertos, fijos al frente pero sin ver, despojados del brillo y la alegría que lo caracterizaba, desprovistos de la inteligencia que tanto lo hacía crecer a él como padre.
¿Padre? Una palabra horrenda en esos momentos ¿Qué clase de monstruo podía haber hecho algo como eso? Su vista entonces se hizo un poco más clara, y también pudo tenderse de costado, más como una forma de arrastrarse hacia él, necesitando tocarlo pero sin tener el coraje para hacerlo; tenía la boca entreabierta, con un hilo de sangre marcando su inmaculada piel, cayendo sobre la almohada hundida bajo su cabecita.

—No…por Dios, no, no, no, no, no…

La almohada estaba manchada de sangre bajo la cara, una mancha roja que se veía oscura y nítida sobre el blanco de la tela; Vicente estaba temblando, lo supo tan sólo un momento después de ver el rastro rojo extendido bajo su carita, mientras su cerebro procesaba los datos, mientras su cabeza comprendía la demencial situación y mutaba la imagen de su hijo, por la de un cuerpo inerte, a sólo centímetros de él.

—Hijo…

Cuando habló otra vez, su resoplido movió de forma tenue los cabellos de la frente del pequeño; el cuarto siempre había tenido un tipo de iluminación especial en que la oscuridad no era completa durante la noche, y ahora que aún no era de madrugada, esa luz hacía convertirse en espectros hasta los más pequeños pliegues de la tela. Vio su mano izquierda levantarse hacia el diminuto cuerpo, y por un interminable segundo contempló los pliegues de las articulaciones de los dedos, remarcados por la luz oscura, convirtiendo su extremidad en la de alguien más, algo que no podía reconocer; en ese momento sintió la tibieza en el pecho, y de pronto estaba llevando ambas manos hacia el centro, directo sobre el esternón, tocando la tela de su propia camiseta, empapada.
Pero no se trataba de sudor, su cuerpo estaba tan frío en ese instante, que no podía secretar ningún tipo de fluido; supo con una atroz claridad lo que estaba tocando y quiso cerrar los ojos, pero era imposible, parecía condenado a ver todo, con lujo de detalles: despegó las manos del pecho, y al contemplar las palmas, las vio manchadas, del mismo color de la tela de la almohada bajo la cabeza del pequeño.

—Oh por Dios… ¿Qué he hecho?

Un cuerpo adulto podía pesar entre setenta y cinco y noventa y cinco kilos en promedio; él a sus treinta y siete años pesaba ochenta, muchos de los cuales eran masa muscular, debido al ejercicio. Los músculos son más fuertes que la grasa. Ochenta kilos de peso inmóvil son más de lo que el cuerpo de un niño de siete años, que pesa una cuarta parte de eso, puede soportar.
No, no era posible.
Durante un momento, su vista tuvo en frente a sus manos manchadas, con la muestra en ellas del camino recorrido por la sangre, mientras de fondo, el cuerpo inmóvil, tan frío y quieto como una figura de cera, seguía estando allí. Jamás volvería a moverse, nunca otra vez reiría ni correría por la casa, ni lo escucharía llamarlo o enfadarse; estaba tan quieto, que más que la sangre o la irreal expresión de su rostro, fue esa quietud lo que hizo que Vicente experimentara un terror sin límites. Por un motivo que no alcanzaba a comprender, había entrado  a la habitación de su hijo, junto a la suya, y se había acostado en su cama ¿Qué tan preocupante podría ser algo como eso? Un gesto de cariño propio de un padre, pero un verdadero padre, un auténtico padre, no haría eso. Un padre de verdad habría tomado una precaución, habría puesto una almohada entre ellos, o siquiera tenido el sentido común de acompañar a su hijo en el sueño a prudente distancia.
El peso de su cuerpo, dormido, había matado a su hijo.

—No… ¡Nooooo!

Por fin la voz emergió de su garganta, desgarrando las vías e inundando sus propios oídos. Pero no fue un grito, fue una exhalación de aire que cubrió con sus manos, un gemido de dolor y de angustia sin precedentes que laceraba su boca y los tejidos internos, mientras con los dedos oprimía su cara, tapando la vía, clavando las uñas en la piel, sin sentir el gesto que hacía, pero siendo tan brutalmente consciente del calor de la sangre que impregnaba su rostro. El grito persistía, era como una fuerza que emanaba de su ser, algo que no podía controlar, así como no podía controlar nada en su cuerpo; al mismo tiempo sintió que presionaba con los brazos su torso, clavando los codos contra las costillas mientras los pulmones seguían expulsando aire. El sudor se extendía por su cuerpo, al mismo tiempo que sentía cómo los músculos del estómago, oprimidos por el esfuerzo del grito, se contracturaban más y más; pero nada de eso se igualaba a lo que estaba viendo, esa imagen lo perseguiría por siempre, hasta el fin de sus días.
Había matado a su hijo.
Su hijo, ya no era más Benjamín, ahora sólo era un cuerpo, una masa tendida sobre una cama que ya no le pertenecía, empapado en sangre producto de la presión por intentar liberarse ¿Habría gritado? ¿Habría intentado, con sus pequeños pulmones, dar voces, pedir ayuda, habría suplicado a papá que lo dejara respirar? ¿Cuánto, en el nombre del cielo, habría durado esa agonía? Una de sus manos estaba llevada al cuello, lo que significaba sólo una cosa: había sentido el terror de quedarse sin aire. Ahí, en el sitio más acogedor para él de su casa, en el lugar en donde se sentía libre y a gusto, algo que era mucho más grande y fuerte había llegado a aplastarlo, a cubrir sus salidas y oscurecer de forma definitiva el cielo, borrando de su vista cualquier héroe de niñez, cualquier imagen gentil; no fue durante el sueño, ni siquiera existió para él ese mezquino consuelo, porque se despertó, y sin duda supo que estaba ocurriendo algo malo. De seguro intentó gritar, sin saber que, al hacerlo, se condenaba con más rapidez, sin comprender, en su infantil pero auténtica desesperación, que al gritar, al hacer esfuerzo por liberarse, y mover el cuerpo inmóvil sobre él, estaba gastando con más rapidez el escaso aire en sus pulmones, que a cada intento, a cada esfuerzo, agotaba con más rapidez la llama de su vida ¿Qué habrá dicho? ¿Lo habrá escuchado él, en sueños, sin comprender lo que estaba pasando, o sólo siguió tendido boca abajo, ignorante de todo suceso, sin percibir la desesperación? ¿No sintió nada, ni sus manitos forcejeando, ni sus gritos ahogados contra su pecho, ni siquiera los temblores convulsivos de su cuerpo cuando el final se sobrevenía?
¿Por qué? ¿Por qué había hecho algo como eso, cómo había sido capaz de trastocar un momento de amor y ternura en una pesadilla como esa?
No sabía si seguía gritando o se trataba del eco dentro de su cabeza, pero ese sonido, el de su propia voz desgarrándose, no se iría jamás, lo seguiría escuchando pasase lo que pasase; no estaba durmiendo, había despertado en el mismo momento en el que creyó hacerlo, y ante eso, nada era más real que la sangre que con sus manos había tocado y que ahora se mezclaba con el sudor de su rostro; la mandíbula seguía desencajada, como una mueca terrorífica, los dedos entumecidos, la palma izquierda sobre la boca, la derecha sobre ella, ambas cubriendo y a la vez presionando contra la cara, cada dedo marcando la piel.
Benjamín estaba muerto, y la vida de Vicente terminaba en ese preciso instante.




Próximo capítulo: ¿Por qué?

Broken spark Capítulo 15: Bestia, nunca más




Optimus, Rattrap. Dinobot y Rhinox continuaban su camino hacia el punto en donde estaban los discos dorados, cuando los sensores del rinoceronte detectaron algo.

—Esperen un momento, debemos deternernos.
—Nos detuvimos ya antes —murmuró Ratrap—. Oh, está bien, sólo dime qué sucede ahora.

El avance del grupo había sido más lento, ya que Rhinox tenía más facilidad de desplazarse en modo robot, pero aun así, esto le impedía actuar con la rapidez necesaria. Pero lo perdido en movilidad estaba compensado con los sentidos, que incluso después de los acontecimientos pasados, seguían al máximo.

—Alguien está muy cerca de nosotros.
— ¿Detectaste una nueva vaina stasis?
—No lo creo, el comportamiento de esta forma de energía es... su forma de desplazarse es...
— ¿Qué pasa?

Rhinox extrajo del interior de su coraza, de forma instintiva, el cañón rotor, y apuntó hacia arriba, por sobre las cabezas de los otros; sin embargo no disparó.

—Tranquilo grandulón, no tengo intenciones de atacarlos.

Blackaracnia se acercó al grupo a paso lento; los había localizado de forma reciente ¿estaría cometiendo un nuevo error al confiar?

—¿Quien eres?
—Alguien que sabe lo que está pasando en este mundo y quiere hacer algo al respecto, al menos para salvarse —replicó ella paseando la vista por el grupo—. Veo que van hacia esa zona.

Indicó el punto en donde la masa de energía plateada continuaba expandiéndose en todas direcciones; Optimus supuso que sabía más de lo que ellos.

—Tenemos que detener esa fuente de energía que está atacando la zona, antes que sea tarde ¿Tienes alguna idea?

La imagen de Silverbolt carcomido por esa fuerza, agonizando, pidiendo que ella terminara con su sufrimiento, pasó a toda velocidad por su mente.

—Esa fuerza fue desatada por Airazor y Tigreton, pero tengo la sensación de que no lo hicieron por maldad.
— ¿A qué te refieres?

La araña tomó entre sus tenazas una rama rota que reposaba sobre el suelo; la contempló un instante en silencio antes de hablar.

—Tigreton no son malos. No lo eran.
—Estás hablando del felino que amenazó a Megatron ¿verdad?

No, al parecer no se había equivocado; pero de todos modos tenía el presentimiento de que, hiciera lo que hiciera, las cosas no saldrían bien. Pero llegada a ese punto, prefería luchar que simplemente esconderse, de alguna manera se lo debía a Silverbolt, y a los demás, estuvieran donde estuviesen en esos momentos.

—Tigreton y Airazor querían salvar este mundo —repuso como si eso resolviera la incógnita—. No tenían malas intenciones, pero fueron traicionados por sus propias creencias.

Dinobot iba a decir algo, pero Optimus lo detuvo con un gesto; lo que fuera, podía esperar, mientras descubrían de qué se trataban en realidad las palabras de la araña.

— ¿A qué te refieres?
—Para ellos, este planeta era más suyo que Cybertron. No sé por qué fue de esa forma, pero lo cierto es que apartaron de sus mentes los recuerdos del pozo del allspark, y la esencia que nos hace lo que somos como seres biomecánicos. Por eso, cuando despertaron aquí, comenzaron un camino, el de fundirse con el entorno y la naturaleza que consideraban parte de sí mismos, y por consiguiente, quisieron protegerlo de ustedes, los invasores.

En eso tenían razón, pensó Optimus. Ellos eran invasores en un territorio que no les correspondía, pero no todos eran culpables. O al menos no de la misma manera.

—Cuando encontraron los discos dorados después de esa abominable tormenta, también encontraron a otros como nosotros, tan confundidos como lo estaba yo al momento de salir de la vaina, y nos aleccionaron en lo de ser una bestia por sobre todo; nos recordaban que no debíamos olvidar transformarnos, pero que eso era sólo un arma, un método para poder enfrentar los peligros que ustedes representaron para la naturaleza, que estaba sufriendo. Y cuando usaron los discos, pensaron que esa energía purificaría el planeta de los seres malignos, pero no pudieron entender que el poder de esos objetos ya había sido corrompido desde antes, por lo que aquello que debía ser bueno, se convirtió en eso.

Todos desviaron la mirada hacia la fuente de energía, que como un manto continuaba su lento pero amenazador avance.

— ¿Qué ocurrió con todos los demás? —preguntó Optimus— ¿Por qué nos buscaste?
—Espero que estén muertos —repuso ella con seriedad—, porque si no lo están, lo que les puede haber sucedido es peor que cualquier pesadilla que puedan imaginar. Esa cosa es una marabunta, que es capaz de carcomer y destrozar cualquier cosa que no sea originaria de este planeta. Lo que vi, al único que vi, había sido convertido en un esqueleto humeante, una masa de circuitos y spark que no podía morir, pero tampoco vivir.

Rattrap ahogó una exclamación de espanto, al comprobar que, en verdad, eso era peor de lo que podía imaginar.

—Vi a Megatron en compañía de otro, van en la misma dirección que ustedes pero desde otro punto; él piensa que puede utilizar la energía en su favor.
—Ya lo hizo antes —replicó Optimus en voz baja—, lo hizo provocando esa tormenta; si ahora logra apoderarse de los discos, nadie lo detendrá.
—Ni él ni nadie puede detener esto —dijo ella de modo definitivo—. El que se acerque será comido por esa fuerza, como si de un árbol se tratase, por obra de hormigas asesinas; pero aunque no sea así, esa fuerza debe ser destruida. Por esto es que estoy aquí, porque soy la única que sabe el punto exacto en donde están ubicado el centro mismo de esa fuerza, pero no puedo llegar por mis medios.

Optimus sabía que él sí. Y estaba dispuesto a hacerlo.

—Estamos tratando de detener a Megatron porque sabemos el peligro que representa. No sólo para nosotros y este planeta, sino para toda la vida en el espacio; si él está yendo en la misma dirección, significa que conoce un modo de utilizar esos símbolos, y no lo permitiré. Por las vidas de quienes habitan en este planeta, y los que están por venir.


2


Prepárate Tarantulas, falta muy poco.

El camino de Megatron y su, hasta es momento único aliado, había sido rápido y silencioso; la masa de energía plateada que flotaba en el cielo estaba cada vez más cerca, y aunque ambos podían percibir con sus sensores esa presencia, sabían también que estaban a salvo, de momento.

—Megatron, el peligro está aumentando.
—Lo sé, pero sé también cómo manejar esto.

Tarantula suponía que se debía a su reciente experiencia con el disco dorado, pero desconocía de qué se trataba, y el líder predacon había evitado toda información al respecto, por lo que su relato iba desde que consiguió los discos hasta que los perdió por el ataque de la otra fuerza energética.

—Mis radares están fuera de control —dijo el arácnido pasando a modo robot—. A partir de este punto no puedo identificar o registrar datos de nada que suceda.

Megatron se detuvo de forma abrupta, pasando también a modo robot; lo enfrentó, mirando con serenidad a quien hablaba con nerviosismo.

—Escucha Tarantula...

No pudo terminar la frase, ya que un ruido a lo lejos alertó sus sentidos; ambos voltearon en la dirección indicada, pero resultaba difícil identificar desde dónde provenía.

—Hay alguien cerca...

Las palabras de Megatron fueron más un murmullo que otra cosa; estaba seguro de que alguien estaba por ahí pero ¿De verdad habían sobrevivido los más tercos de todos? Un instante después vio, a no mucha distancia, a un grupo comandado por Optimus primal.

—No te muevas Megatron —exclamó Optimus de forma amenazante—. Este es el fin de tu camino.

El líder predacon alzó las manos en gesto defensivo.

—No vengo a pelear contigo, Optimus, ni con ninguno de tus...amigos.

Pero Optimus no bajó los cañones de los brazos.

—Sé lo que pretendes, ya he visto de lo que eres capaz.

Tarantulas se movía inquieto tras Megatron, pero este estaba por completo en calma.

—Lo que viví con los discos dorados poco tiempo atrás es la muestra de lo que esa energía puede hacer —se señaló a sí mismo—. Esta coraza transmetálica no sólo es una muestra del cambio físico, también hay un cambio interno en mí; he aprendido que no podemos sobrevivir mientras esa fuente de energía esté funcionando. Hay algo corrupto en ella, algo que nos destruirá para siempre.

Ninguno de los otros pudo disimular su sorpresa ante esas palabras, ni siquiera Tarantula; pero en su interior, el arácnido supo que lo más seguro era seguir el plan de Megatron, al menos hasta que supiera cuál era el mejor camino a seguir.

—No es sencillo creerte, y lo sabes.
—No tienes que creer en mis palabras, Optimus —replicó Megatron en voz baja, desviando la vista hacia el horizonte que brillaba con ese extraño color—. Hay cosas más grandes que nosotros, hasta yo entiendo eso; mis afanes de poder y de conquista he cometido muchos crímenes, pero cuando entiendes que la destrucción no va a dejar nada que conquistar, tu punto de vista cambia por completo. Esa energía desplegada por lo que en un momento fueron los discos dorados está corrupta, y su principal enemigo somos nosotros, no este planeta; está haciendo una acción de limpieza como si fuéramos un virus, y mientras no tengamos los medios para huir de la superficie de este cuerpo celeste, estamos condenados a muerte.

Las palabras de Megatron eran exactamente lo mismo que Optimus había deducido, y lo que Blackaracnia les dijo poco después de hablar de lo ocurrido con Tigreton y Airazor; pero aun así, tratándose de Megatron, podía ser una treta, y no existía margen de error en esta ocasión.

—Todo lo que dices suena bastante correcto Megatron, pero nada nos asegura que no sigas teniendo las mismas intenciones que antes.
—Lo que dice el valeroso líder es cierto —exclamó Rattrap, aunque desde un punto seguro tras él—, no podemos confiar en ti después de todo lo que has hecho, de lo que nos has hecho

Dinobot, sin embargo, tenía otros pensamientos al respecto, y así lo dejó ver.

—Estamos perdiendo demasiado tiempo Optimus. Que vengan con nosotros.

Durante un instante, hasta Megatron se quedó sorprendido con lo que estaba escuchando. Optimus bajó casi de forma inconciente los cañones, mientras volteaba hacia el saurio.

—Dinobot, sabes que él puede...
—Sé lo que es capaz de hacer, ya hablamos de eso; a lo que quiero llegar es a que no podemos desperdiciar nuestro tiempo en él, ni en tratar de eliminarlo. Megatron se ha propuesto llegar hasta el mismo punto que nosotros, y lo hará con o sin nuestra ayuda.

El líder predacon aguardó en silencio hasta escuhar cada una de las palabras; al hablar él, no cambió ni un ápice en el sentido de su discurso original.

—Dinobot tiene razón en lo que dice, pero también hay algo más: nuestro instinto de supervivencia es mayor a cualquier otra cosa, y no pretendo morir aquí, como seguramente ustedes tampoco. Así que, si están de acuerdo, continuemos.

El grupo continuó el avance en una tensa calma; Blackracnia había sentido un rechazo hacia Megatron desde el momento de verlo, pero tenía conciencia de que su presencia no podía ser evitada sin una fatal pérdida de tiempo. Dinobot se mostraba extrañamente sereno y silencioso, mientras Rattrap no dejaba de quejarse por cualquier cosa insignificante que sucediera; por su parte, Rhinox aguardaba a que el momento en que su presencia fuera más necesaria que en ese trayecto, ajeno al sonido sordo del avanzar de Tarantula, que intentaba mantener distancia, y a su modo, planear algo en su contra tras el fallido ataque en la derruida base decepticon. Optimus y Megatron, en tanto, dirigían la marcha, mirando al frente, avanzando casi como si se tratara de dos casuales componentes líderes de un equipo que trabajaba unido.

—La coraza transmetálica no es suficiente para enfrentar esa energía —reflexionó el saurio hacia Optimus—. Pero sé que al menos puedo resistir lo suficiente para acercarme, y puedo volar.
—También puedo volar, y de seguro más rápido que tú —replicó Optimus de forma reservada—, pero lo que importa no es tanto el acercamiento sino la forma en que vamos a enfrentar esta situación. Tú estuviste ahí, es tu responsabilidad que los discos se hayan trastocado en lo que ahora son ¿Acaso sabes cómo resolver este enigma?

No, no lo sabía, y esa era quizás la más riesgosa y a la vez más acertada apuesta que estaba haciendo en esos momentos.

—No es sencillo explicar lo que sucedió ahí dentro, no —dijo de forma ausente—, y no puedo perder tiempo divagando acerca de eso. Pero ese poder se resguardaba por sí solo, es un tipo de energía básica, que no puede ser manipulada de forma tan sencilla.
—Por eso fracasaste.

El saurio evadió el tema, para evitar terminar hablando del amigo de su enemigo que ahora estaba muerto.

—Sí, por eso fracasé. Pero alcancé a entender algo de todo esto, y es que más que destruirlos, los discos dorados deben ser separados; en un punto al centro de todo eso, ambos discos están envueltos en un espiral de energía pura, desde donde emiten esa forma plateada que vemos cada vez más cerca.

Blackaracnia sabía el punto exacto en donde eso estaba sucediendo, pero conforme avanzaba el tiempo, comenzaba a temer que su predicción acerca del destino de Airazor y los demás fuese demasiado alentadora; la muerte era una perspectiva demasiado tranquilizadora para quien estuviera más cerca de lo necesario de aquella energía, hacia la que se dirigían. Sin embargo, no podía decirlo sin dañar la misión, y con ello el destino de todos, incluso el suyo; tendría que estar más alerta aún, por si las cosas cambiaban de rumbo de forma drástica.

—No va a importar tanto la fuerza, sino la forma —sentenció Optimus ignorando sus presentimientos de malos augurios—, es primordial que estemos enfocados en esto; Megatron, si tratas de hacer cualquier cosa en contra de lo que en necesario, no dudaré en acabar contigo. No habrá advertencias.

El otro no pareció intimidado ni preocupado por la abierta amenaza, más bien se veía confiado.

—Una advertencia sana que sin duda demuestra que estamos en el lugar correcto. Ya se puede sentir la energía de esa fuerza en el aire. ¿Lo percibes?

Tanto Tarantula como Rhinox comenzaron a realizar análisis de espectro mientras el grupo se detenía; sobre ellos, en el cielo, el manto metalizado ya estaba a pocos cientos de metros, por lo que las variaciones en los campos electromagnéticos se podía sentir incluso sin utilizar sensores especiales. Se trataba de una especie de nube compacta que abarcaba desde el suelo hasta varias decenas de metros de altura; estaba avanzando, de forma lenta pero inexorable, expandiendo el diámetro original.

—Esperen un momento —dijo Rattrap—, no podemos entrar, esa cosa nos comería en un instante.

Dinobot probó con un disparo directo de sus lásers oculares; se hizo un agujero en la masa de energía, pero al cabo de un par de segundos volvió a su forma original.

—Parece que eso no sirvió de mucho lagartija.
—Te equivocas roedor —replicó Dinobot con calma—, lo que demuestra es que necesitamos configurar una frecuencia de disparo específica para que funcione.

Rhinox ya se había adelantado a este experimento, y estaba haciendo una serie de cálculos, basado en la percepción que le brindaban sus sensores internos; Tarantula estaba realizando los mismos análisis.

—Tenemos que generar un tipo de fuerza densa, que permita abrir un túnel por el que podamos pasar; para destruirlo, tenemos que llegar a su centro.
—No, eso no funcionaría —replicó Rhinox—, porque nosotros producimos la energía que esa cosa está buscando para absorver, es lo que Blackaracnia nos dijo que había sucedido antes, y debido a las altas concentraciones de energía de esa masa, se nos pegaría como una sanguijuela.

Tarantula realizó algunos análisis más, comprobando que la opinión del otro era correcta.

— ¿Y entonces qué propones?
—Tenemos que usar lásers de baja frecuencia, para generar una distorsión física en la masa energética.

El resto observaba, mientras el debate entre los científicos continuaba. Optimus no podía dejar de estar pendiente de Megatron, y a la vez preguntarse por qué es que se demostraba tan colaborativo ¿El miedo sería un factor decisivo?

—Tarantula, di cuál sería el rango correcto de baja frecuencia: hay que usarlo ahora mismo.

El otro asintió sin decir nada; ambos científicos intercambiaron datos bajo la atenta mirada de sus respectivos líderes, mientras a no mucha distancia, la masa de energía continuaba acercándose. Blackaracnia estaba cada vez más nerviosa ¿Sería de verdad prudente no mencionar lo que podía suceder? Sentía que Megatron sólo fingía, que en cualquier momento iba a atacar, de modo que siguió alerta, esperando estar equivocada. Poco después los dos científicos llegaron a un acuerdo, y todos programaron sus lásers para la frecuencia indicada: a partir de ese momento no podían cometer error alguno.

—Escuchen bien —dijo Optimus con decisión—avanzaremos por tierra en una formación cerrada, Megatron y yo a la cabeza, Blackaracnia y Tarantula a nuestro lado, Rhinox al centro, y Dinobot y Rattrap a la retaguardia. Según las instrucciones, tenemos que liberar el láser de baja frecuencia en ráfagas lentas y espaciadas, de modo que una segunda tome el rumbo de la primera, para generar una oleada.

Todos se mostraron de acuerdo; sin embargo, Optimus se sentía obligado a preguntar si alguien quería desertar, aunque nadie lo hizo.

— ¿Quién diría que las cosas llegarían a este punto? —dijo Megatron mientras avanzaban hacia la masa de energía—. De alguna manera siento que esto tenía que ser así.
—No evadas el hecho de que nada de esto habría pasado si no fuera por tu causa.
—No pretendo hacerlo; pero, sin embargo, Optimus, me gustaría que al menos en lo que a esta misión corresponde, pudieras confiar en mí.

Ninguno de los dos dijo nada, mientras el grupo se acercaba en formación cerrada hacia la nube de energía; después de una mínima resistencia, los lásers hicieron el efecto deseado, generando una especie de túnel a través del cual podían ingresar. Al interior, privados de la claridad del día y de la visión de otra cosa que no fuera una confusa nube de materia, el silencio era aterrador.

—No sé qué tan grande pueda ser tu amor por la vida, aunque sea por la propia, como para arriesgar perder lo que puede ser una fuente de energía para tus planes.
—Todos nosotros venimos equipados con un instinto similar, en ese sentido. Además, como dije hace poco, si este planeta es destruido o nosotros somos consumidos, no habrá nada que conquistar.

Iba a decir algo más, pero un extraño sonido llamó su atención en otra dirección; de pronto, entre la bruma plateada que formaba una inestable pared, se vieron varias figuras caminando de forma errática hacia ellos.

—Se suponía que los animales de este lugar escapaban de esa forma de energía —comentó Rattrap— ¿cómo puede ser que…?

Blackaracnia entendió entonces lo que estaba sucediendo, un segundo antes que sus ópticos lo vieran, y dio la voz de alarma.

—Son las otras bestias!
— ¿Qué, pero cómo?

De entre la pared de bruma, pudieron ver aparecer a Airazor, Tigreton, Depthcharge, Cobra  y Rampage, aunque sólo eran espectros de lo que habían sido tan sólo un par de horas antes. Con horror, los demás vieron sus cuerpos destrozados, corroídos por el agente externo que, como un ácido, había destruido la mayor parte de la coraza externa, dejando a la vista los circuitos, sin embargo de lo cual, esta misma fuerza los mantenía en un estado de no-muerte, donde se movían y eran capaces de detectar a otros seres, hacia los que avanzaban con mortífera decisión, dispuestos a destruirlos.

—En el nombre de todos los primes…
— ¿Pero qué demonios es esto?

Blackaracnia no pudo evitar un instante de debilidad, ante el recuerdo de Silverbolt pidiéndole que lo matara para terminar con su sufrimiento. Pero eso había sido unos minutos después de ser infectado por esa fuerza, de modo que aun tenía dentro de él un poco de la conciencia original. Estos seres estaban mucho más allá de eso.

— ¡Son zombies! —exclamó con fuerza— La energía los atrapó y los ha corrompido.

Notaron que los zombies estaban alrededor de ellos; existían leyendas acerca de los zombies, criaturas que, tras morir, eran reanimadas con algún tipo de energía muy poderosa, lo que reconstruía en parte los cuerpos, pero no devolvía el spark, por lo que os seres se convertían en devoradores de cuerpos, una innombrable forma de vida que intentaba absorber de otras como la suya la esencia, en busca del retorno que jamás iba a ocurrir.

—No se ven muy amables —dijo Rattrap mientras se acercaban a ellos—. No parece que quieran conversar ¿Qué hacemos?
—No tenemos alternativa —sentenció Optimus—. Hay que destruirlos.
— ¿Estás seguro?
—Sí, lo estoy. No importa que veamos que parecen ser como nosotros, ellos no son más bestias ni Transformers; la única forma de terminar con su sufrimiento es destruir esos cuerpos, que tienen una chispa infectada. Al destruirlos, liberaremos la spark y podremos continuar.

El grupo preparó armas, pero al mismo tiempo no podían dejar de lanzar las ráfagas a la pared de niebla plateada.

—Esperen, no podemos dejar de disparar las ráfagas de baja frecuencia, pero esas no le hacen nada a los zombies.

Optimus y Megatron tuvieron la misma idea.

—Ustedes continúen el avance en formación cerrada; nosotros nos encargaremos de ellos.

Durante frenéticos minutos, los dos líderes se enfrentaron a los zombies, usando todo su poder; la batalla fue encarnizada, pero tras varios intentos y usando todos los poderes que tenían, consiguieron derribar a Tigreton y Airazor, cuyos cuerpos, una vez destrozados, se disolvieron sobre el suelo, dejando a la spark salir de ese sitio, libre de la infección que hasta entonces la había controlado. Sin embargo estaban perdiendo mucho tiempo en mantener alejados a los demás, algo que Megatron tuvo que solucionar disparando una ráfaga de lásers muy potente, que los hizo retroceder y mantener a salvo al resto.

—Rayos.

El costo fue que la nube se volvió inestable ante el despliegue de rayos y misiles, con lo que los intentos de los otros se volvían a cada segundo menos efectivos. Megatron despedazó a Cobra de un disparo certero, quedando sólo Rampage y Deptcharge pare eliminar, al mismo tiempo los que a todas luces eran los más fuertes del grupo.

—Estamos corriendo mucho riesgo luchando a distancia —dijo Megatron—.
—Sólo nos queda luchar cuerpo a cuerpo, y esperar que no nos infecten —replicó Optimus pensando en lo mismo en ese instante—. No te descuides.

Ambos líderes, perfectamente sincronizados, se arrojaron contra los rivales, consiguiendo derribar a ambos; sin embargo, los zombies realizaron un cambio en su forma de ataque, se replegaron y quedaron de pie a poca distancia del grupo, bloqueando el paso.

— ¿Qué es lo que está sucediendo?

Rhinox sabía que las cosas iban de una forma distinta al plan, pero en esos momentos estaba perdiendo la capacidad de analizar todos los eventos sin el factor visual.

—Algo cambió en ellos —replicó Rattrap—. Es como si estuvieran defendiendo algo ¡Claro! La fuente de energía está justo detrás de ellos ¡Me oyes Optimus!

Ambos líderes lo habían escuchado. Sin otra alternativa, dispararon con todo su poder en contra de los zombies, quienes en vez de contra atacar, recibieron el impacto de forma directa.

— ¿Se rindieron?
—Oh no…

Demasiado tarde, Optimus entendió que los zombies habían buscado eso; al recibir los impactos de energía, sus cuerpos estallaron, haciendo colapsar el delicado equilibrio de la nube de energía que los envolvía a todos. De pronto, todo se convirtió en un mar de energía, que se precipitó hacia ellos con el poder de un caudal sin freno.

— ¡Nooo!

La nube de energía se transformó en un mar plateado, que en vez de dispersarse, se convirtió en un remolino, confluyendo hacia el centro. Precedido por un disparo de gran poder, Optimus surgió en vuelo, llevando junto consigo a los otros cuatro, mientras a muy poca distancia, Megatron salía, con Tarantula colgando de su costado.

—Quítate idiota, harás que pierda el equilibrio.
—No me dejes caer Megatron ¡Megatron!

El saurio se liberó de Tarantula, que cayó sin poderlo evitar sobre el mar de energía; su cuerpo se disolvió en medio de ese gran poder, en medio de un destello y un grito desgarrador. Optimus en tanto, logró esquivar algunos choros de esa extraña agua, pero sabía que el poder no era suficiente para sostener a los otros cuatro en vuelo. La distancia que los separaba del borde era demasiada, no llegaría hasta ese sitio.

— ¡Megatron!

El otro volaba con mucha más facilidad al no llevar carga consigo, e hizo un gesto de despedida mientras hablaba.

—Lo siento Optimus, pero yo no soy uno de tus allegados.

Sin embargo, Blackaracnia y Dinobot actuaron a un tiempo, interrumpiendo su escape. En un espectacular salto, Dinobot logró caer sobre Megatron, mientras la araña lanzaba tela sobre él; uniendo los esfuerzos de ambos, consiguieron someterlo y obligar a que siguiera sus movimientos.

—Sueltenme.
—Eso ni lo pienses Megatron —exclamó Dinobot—, no te dejaré huir ahora que puedes servirnos.

Aun en contra de su voluntad, Megatron y los demás sobrevolaron durante unos instantes más la masa de energía; los discos dorados al fin estaban a la vista, en el centro del gran remolino.

— ¿Puedes verlo —exclamó Rhinox— ¿Están bajo nosotros verdad?
—Sí —replicó Optimus, exhausto—, sólo tengo que hacer un disparo acertado.

No, no podrá hacerlo con Rattrap y yo a cuestas, pensó Rhinox. De pronto tuvo certeza total de lo que tenía que hacer, y actuando antes que alguien pudiera hacer otro cambio, se soltó del gorila, arrojándose al vacío.

— ¡No Rhinox!

El grito de Optimus se escuchó como un bálsamo, a lo lejos. Extrayendo sus cañones giratorios, Rhinox los programó en modo de autodestrucción, dejándolos otra vez dentro de su coraza. Sintió los gritos de sus amigos mientras caía, estaba bien, ellos lograrían vivir.
La caída inevitable del robot ciego fue más perfecta que la de uno que hubiese visto el blanco al que apuntaba; un instante después, la explosión en el centro del remolino hizo que colapsara nuevamente, produciéndose un efecto inesperado: el torrente de energía cambió de curso durante una milésima de segundo, antes de generar una enorme explosión que arrojó a todos por los aires.

— ¡No, los discos!

Con los discos destruidos, la energía perdió el centro que la había estado conduciendo hasta ese momento: un rayo rojo de gran poder fue despedido hacia el cielo, quedando como une nueva nube, esta vez en la atmósfera.
Aprovechando la distracción, Megatron consiguió soltarse de las ataduras, disparando potentes rayos que derribaron a sus captores; mientras ambos caían, decidió concentrarse en eliminar al mayor número posible de enemigos, y se lanzó en picada contra Dinobot.

—Ya no tienes nada Megatron.
—Aún puedo tener tu spark —replicó el otro, lleno de furia—, la usaré como un faro para que todos sepan quién es el predacon más poderoso de todos.

La superficie sobre la que se había esparcido la nube de energía se veía ahora como un desierto, con la tierra reseca y resquebrajada, y sólo los restos de los cuerpos de las otras bestias esparcidos por el lugar. Dinobot y Megatron cayeron engarzados en una fuerte pelea, de la que se levantó el líder predacon, victorioso.

—No importa cuánto lo intenten, el resultado sigue siendo el mismo.
—Te equivocas.

Aunque herido,  Dinobot se levantó nuevamente, y en un instante el líder predacon se vio rodeado por él, Rattrap, Blackaracnia y Optimus, todos apuntando de forma directa.

—Es tu fin Megatron.
—Te equivocas de nuevo Optimus —replicó el otro, erguido de satisfacción— ¿Acaso tu experto nunca te explicó que las explosiones pueden generar consecuencias?

Por un momento nadie dijo nada, luego fue demasiado tarde; la energía que antes había subido en una vorágine de poder, descendió sobre ellos, específicamente sobre el predacon, que había calculado el punto exacto mientras se lanzaba en picada. Envuelto en un poder nunca antes visto, Megatron se sintió todopoderoso, y desplegó rayos de poder en todas direcciones, dispuesto a terminar con ese enfrentamiento de manera definitiva.

—Todos ustedes caerán, ante mi gran poder.

Optimus entendió que Megatron había adquirido un poder con el que nadie podría lidiar; su batalla había sido en vano, lo único que quedaba era tratar de salvar las vidas posibles.

—Rattrap, Dinobot, Blackaracnia, escuchen, deben alejarse de aquí ahora mismo.

Rattrap aun estaba en shock por el sacrificio de Rhinox, por lo que escuchar esa orden le sonó ridículo.

— ¿Estás loco? Ese demente todavía está aquí, tenemos que…
—No, no tienen —replicó Optimus. Su voz era serena, a pesar de las circunstancias—. No existe forma de derrotarlo en este planeta, pero aún con ese poder, sigue atrapado aquí; ustedes, los que quedan, deben huir, encontrar los restos de las naves y salir de este planeta; de vuelta en Cybertron, podrán dar aviso de lo que está pasando.
—Pero Optimus…
—Obedezcan mi orden, es la única manera. Megatron quiere eliminarnos no sólo porque seamos una molestia, sino porque al hacerlo, nadie podrá prever sus planes en los confines de las estrellas. El sacrificio de Rhinox, y todas las muertes no deben ser en vano.

Sin esperar más volteó hacia el enemigo, y corrió hacia él, dispuesto a todo con tal de detenerlo el tiempo suficiente. Rattrap tomó la decisipon de acatar las pordenes por primera vez.

—Eres el ser más repugnante por tener la razón en los momentos equivocados.

Sin esperar más corrió en sentido contrario. Mientras tanto, Megatron disparó rayos en contra de quienes escapaban, pero fueron detenidos por ataques de Optimus.

—Optimus, has venido hasta aquí para morir.

El líder maximal no dijo nada. Activando su capacidad de vuelo, sobrevoló al poderoso rial, viendo con impotencia cómo sus armas no le causaban el menor efecto. Al menos el otro parecía que no podía volar.

—No importa si te alejas ahora —exclamó al enemigo lleno de poder—, puedo alcanzarte de todas maneras.

Por sorpresa, usó la energía que emanaba como un  látigo, con el que atrapó a Optimus, haciéndolo estrellarse contra el suelo.
No, no puedo terminar así, se dijo Optimus luchando por liberarse. No ha terminado, no puedo permitirlo.
Sin embargo, la energía estaba quemando su cuerpo de la misma manera que antes lo había hecho con Airazor y los demás; su cuerpo no resistiría mucho, al igual que las fuerzas en su interior.

—No lo entiendes, ahora he absorbido una forma refinada de la misma fuente de energía que produjeron los discos.
—Esa energía va a consumirte como a los otros.
—No, porque esto era lo que tenía que volver a la superficie del planeta; ahora que los discos se han ido, este poder es más puro que antes ¡Ya puedo sentir la fuerza de la naturaleza, la dominaré por completo!

Mientras volvía a azotar a Optimus contra el suelo, lanzó poderosos rayos, los que derribaron a Rattrap y a Blackaracnia.

— ¡No!

Sus cuerpos humeantes quedaron tirados a unos cuantos cientos de metros del punto de la batalla; Megatron se quedó de pie en modo robot, a muy poca distancia de Optimus, usando la energía que emanaba de él como una extensión de su brazo derecho. Con esa extremidad lo aplastó contra el suelo.

—Ya no queda nadie que pueda vencerme.
—Te equivocas de nuevo.

Dinobot había regresado, desobedeciendo las órdenes de Optimus; en una maniobra arriesgada, se arrojó contra Megatron, clavando en el óptico derecho el filo de su arma. Desprevenido por el ataque, Megatron no pudo contrarrestar ese golpe con el campo de fuerza, sintiendo cómo el ojo explotaba, causando una explosión y una fuga de energía.

— ¡Maldito, pagarás por eso!

Lleno de rabia, Megatron usó el otro brazo y su extensión de energía para envolver a Dinobot con él, aplastándolo también contra el suelo; todavía tenía que aprender  a manejar con detalle ese nuevo poder, pero de momento era suficiente.

—Los aplastaré a ambos como los insectos que son ¡Ríndanse ante el poderoso Megatron!

Optimus vio que el cuerpo de Dinobot comenzaba a colapsar por la descarga de fuerza sobre él, pero al mismo tiempo descubrió que su acción había tenido resultado: la fuerza que actuaba como coraza estaba fugándose por la entrada del óptico dañado ¡Era su única oportunidad!

—Esta vez no voy a fallar, ni me inclinaré ante ti.

Concentró todo su poder en el cañón del brazo izquierdo, sabiendo que sería la última oportunidad que tendría en esa batalla. El rayo entró por la abertura del óptico, explotando poco después; la coraza energética que había envuelto a Megatron se disolvió, cayendo como rocío sobre la tierra: en efecto, todo ese poder era el que había sido tomado por la acción combinada de los dos discos dorados, de modo que al estar sin control, regresó a su origen.

—Dinobot.

El líder predacon se desplomó ya sin el poder que u instante antes presumía; Optimus, en tanto, se arrastró hacia el cuerpo de Dinobot, demasiado dañado ya para poder ser salvado.

— ¿Lo lograste?
—Sí Dinobot. Lo siento, debí poder derrotarlo antes.
—Si conseguiste eliminarlo, entonces el trabajo está bien hecho —resolvió el otro, en voz baja—. Fui un elemento de peligro para todos, me alegra haber podido hacer algo por ustedes.
—Hiciste más de lo que crees; has salvado la vida de todos los que viven en este planeta.

Por un momento ninguno de los dos habló. Dinobot cerró los ojos, demasiado cansado para seguir.

—Eso está bien…Optimus…

No pudo seguir hablando. Un disparo en el centro del pecho terminó de forma acelerada con su vida.

— ¡No!

Horrorizado, Optimus volteó, encontrándose con Megatron, todavía de pie. El líder predacon lucía una herida grave en el óptico, además de una serie de daños en todo el cuerpo, pero al haber estado usando el poder del rayo en vez del suyo propio, había llegado hasta ese punto con reservas suficientes.

—No, no es posible…
—Sí, sí lo es —dijo el otro con voz alegre—. En tu afán de preocuparte de los tuyos, desperdiciaste la única oportunidad de eliminarme, justo cuando la tuviste entre las manos.

El gorila desplegó los cañones, pero ninguno de ellos funcionó; en efecto, había gastado toda su energía en ese último disparo, y en esos momentos se encontraba demasiado agotado para seguir peleando. No pudo evitar que el otro apuntara directo a su pecho.

—Habría esperado una eternidad por un placer como este. Adiós Optimus.

En un intento desesperado, el gorila se aferró al brazo de su rival, intentando bloquear la salida del arma y volver el disparo también en su contra, pero falló. Un momento después, Optimus primal caía, sin vida, de espalda sobre el reseco suelo de la superficie del planeta.

—La guerra de las bestias al fin concluye —dijo Megatron, hablando solo—. Y en este planeta existe una cantidad tan grande de energon, que es sólo cuestión de tiempo para que pueda construir mi reinado. Mi reino en el universo tendrá su centro en este cuerpo celeste.

Su voz se vio interrumpida por un sonido sordo, y una explosión que atravesó su pecho, desde la espalda.

—Es imposible, no queda nadie…no hay nadie que pueda oponerse a mí…

Pero ante su sorpresa, sí quedaba alguien. Un zombie que nadie había previsto, estaba ahí, detrás de él, y había atravesado su maltrecho cuerpo con uno de sus brazos, atrapando entre sus garras la spark del líder predacon. Herido de muerte, Megatron luchó por sobrevivir, pero en esa ocasión, sus intentos fueron inútiles; despojado de la spark, cayó de bruces, como un humeante cuerpo más sobre el desierto.

—Waspinator tiene un regalo…

La voz deformada de Waspinator se dejó oír con un eco monstruoso; afectado por la onda de energía, su resurgimiento después de haber sido destruido por Megatron lo llevó a u sólo objetivo: recuperar la vida que su líder le había arrebatado. Y el cuerpo de Waspinator, destrozado pero aún completo, sintió el calor de la spark, la acunó entre sus garras, y clavó en ella sus colmillos, preparado para absorber de la forma que fuese el elixir de vida.



Fin

No vayas a casa Capítulo 3: ¿Me oyes?




— ¿Qué te pasa hombre, por qué esa cara?

Vicente dio un respingo al sentir que estaba escuchando algo. Pero en esa cafetería, sentados a una mesa, sólo estaban Joaquín y él.

—No es nada, es sólo que...

"Te extrañé, Vicente. ¿Dónde estuviste todos estos años?”

Había sonado tan real, como si de verdad la voz estuviera cerca suyo, casi susurrando al oído.

—Cualquiera diría que viste un fantasma.
—No digas tonterías —replicó Vicente sonriendo—, esas cosas no existen. Fue como si... no sé explicarlo.

Otra vez se quedó en silencio durante unos momentos; no era la primera vez en los últimos días que tenía algún recuerdo o sensación al respecto. Miró en el reloj de pulsera y vio la fecha, tomando conciencia real. No se había percatado del paso del tiempo.

— ¿Qué pasa hombre? Ya me tienes preocupado con esos silencios y esa cara.
—No me había dado cuenta.
— ¿De qué?

Vicente bebió un poco más de café.

—Se trata de Dana ¿Te acuerdas que te conté sobre ella?

Joaquín hizo memoria durante una fracción de segundo antes de recordar; cuando lo hizo, asintió de forma solemne, tal como lo hacía ante los hechos que le parecían serios e importantes.

—Sí, claro que me acuerdo. La chica con la que tenían amoríos cuando eras un adolescente; me has contado de ella, la querías bastante.
—Sí, pero no te he contado toda la historia, me refiero a lo que me une a ella hasta el día de hoy.
— ¿Y piensas que eso es lo que te tiene en otro mundo como ahora mismo?
—Puede ser —replicó Vicente—, no es una historia agradable en todo caso.

Joaquín le hizo un gesto a una de las chicas que atendían en el café, ante el que ella le guiñó un ojo. Él iba más seguido y siempre tomaba el mismo tipo de café, de modo que casi no tenía que hablar.

—Pues para eso están los amigos.
—Joaquín, este es un asunto muy personal.
—Vicente, por Dios —dijo el otro haciendo una mueca—, sabes que siempre puedes  contar con mi discreción, sólo dime quién no tiene que saber esto.
—No se trata de eso, es sólo que me parece que es muy delicado. Mira, Dana era hija de una familia del mismo pueblo en donde yo vivía, San Andrés.
—Ese pueblo ya no existe ¿No?

La pregunta despertaba de forma inevitable los recuerdos; en realidad toda esa historia lo hacía. No extrañaba San Andrés, con sus calles pequeñas y la tierra por todas partes, ni la calle central que era el único sitio donde había algo de vida, con la pensión, la oficina del administrador del pueblo, la tienda de abarrotes, la obvia y pasada de moda oficina de correos y el restaurante en donde comía la mayoría. Un pueblo pequeño en las afueras de la capital, adonde se llegaba por una única ruta, que no era más que un  paso entre la zona industrial previa y la carretera que conducía a zonas de sembradío posteriores; la única vez que ocurrió algo interesante, un hecho policial para ser más precisos, él no pudo presenciarlo, y con respecto a sus padres, los recuerdos buenos y malos de ellos persistían más allá del lugar físico en donde se encontrara, lo único que seguía siendo sólo de allí era ella.

—Hace algunos años el desarrollo se lo llevó, pero en realidad sigue existiendo, no es que lo hayan borrado del mapa.
—Ah.
—Ahora es un pueblo más grande, está asfaltado, y vive mucha más gente porque la industria ha crecido mucho; sólo dejaron el altar de Nuestra señora de la fe, porque desde luego quisieron preservarlo para los habitantes; vivíamos bastante cerca, considerando que estábamos en un pueblo pequeño, y la verdad, desde niños no tuvimos prácticamente contacto. Fue hasta que teníamos once que empezamos a hablar más.
—Pero eso fue antes que empezaran a tener amoríos.
—Desde luego —comentó Vicente con una sonrisa nostálgica—. Pero creo que eso fue lo principal que hizo que nos volviéramos cercanos, que cuando empezamos a tener contacto éramos básicamente chicos, así que jugábamos y vivíamos en nuestro mundo sin mayores complicaciones. Empecé a ir a casa de sus padres, todas las tardes como si fuera parte de mi rutina diaria; salía de la escuela a las tres de la tarde, iba a ducharme y almorzar y salía disparado a la casa de los papás de Dana, y entraba por la puerta del garaje, en la parte de atrás. Siempre estaba el padre, o él y un amigo, trabajando en la vieja Ford Ranger del año noventa, y Dana jugando con las herramientas por cualquier parte, o armando castillos con trozos de madera o lo que sea. Para ellos era un alivio que yo llegara porque así ella no los molestaba, y para los dos era fantástico porque podíamos divertirnos sin tanta atención de los adultos.
La madre de Dana trabajaba en el restaurante del pueblo, llegaba tarde pero siempre de buen humor; siempre fue muy simpática conmigo, nos daba jugos de fruta natural y me mandaba a casa con ropa extra si hacía frío, aunque yo sólo tenía que caminar un par de metros. Un día, cuando teníamos catorce, es decir tres años después de empezar a tratarnos, su madre llegó a casa mientras nosotros estábamos en la plaza del pueblo, y encontró a su esposo muerto, por un ataque fulminante al corazón. Fue un periodo muy duro para ella, sobre todo porque el la madre se dio a la bebida, y las cosas comenzaron a ir de mal en peor.

Joaquín hizo la pregunta obvia dado el caso.

— ¿Comenzó a golpearla?
—Peor que eso, se olvidó de que existía. Perdió el trabajo, pero conseguía dinero o la benefacción de quienes la conocían para que no las echaran a la calle, pero siempre estaba irritable, gritaba y echaba a Dana, o a mí también si me veía por ahí; así que le dije a Dana que fuera a mi casa y pasaba mucho tiempo conmigo, como comprenderás las cosas se dieron por sí solas. Un año después conoció a un sujeto, y ambos creímos que las cosas iban a solucionarse, pero ese sujeto era violento y ambos se sumergieron en una relación tóxica, de la que Dana otra vez estaba desplazada.
—Qué tremendo.
—Teníamos quince años pero de todos modos no podíamos hacer lo que quisiéramos; le dije a mis padres que quería que ella se viniera con nosotros, pero era imposible, me explicaron algo que en ese tiempo no entendía bien, que mientras fuéramos menores de edad, no podíamos simplemente irnos de casa o trasladarnos a otro sitio. Además, por alguna razón su madre no dejaba que se fuera, aún cuando estaba ignorándola y haciéndola vivir en esa situación todo el tiempo.

Hizo una pausa, pensando en lo que había sucedido. Por momentos parecía algo tan lejano, una historia  casi de otra persona, pero lo cierto es que él también había estado allí. Los juegos sexuales entre ambos eran entretenidos, y ambos aprendieron de sí mismos y del otro mientras por el pueblo se hablaba mal de la madre de ella y se empezaba a hablar mal de la propia Dana, pero a ninguno de los dos les afectó lo que sucediera por fuera; sí, los dos estaban preocupados de la situación en la casa de su madre, pero incluso con eso, existía algo propio, un sub mundo creado entre los dos, al que nadie más tenía acceso, algo así como el último recuerdo de la infancia.

—Las cosas se pusieron peores con el tiempo —continuó en voz baja—. Su madre decidió irse de San Andrés con ese sujeto, y se llevaron a Dana con ellos. Recuerdo que me dijo que iba a buscar una forma de salir de esa situación, que tendría las mejores calificaciones para que al cumplir los diecisiete fuera posible entrar a una escuela privada y con ello poner distancia entre ellos; que a su madre le vendría bien deshacerse de ella con una justificación, y que ella se labraría un futuro. Pero eso nunca pasó.

Joaquín estaba absorto en la historia que estaba escuchando. Eso era una de las cosas buenas, de las muchas que tenía, que cuando se interesaba por un tema, de verdad lo hacía.

—Nunca me contaste qué sucedió con ella.
—A los quince se fue del pueblo, y poco tiempo después perdimos el contacto. cuando cumplí dieciocho nos vinimos a la ciudad con mis padres y pensé que nunca más la encontraría, que no serviría de nada seguir insistiendo con los amigos del pueblo a que me pasaran datos si es que llegaban a enterarse. Traté de encontrarla en internet, pero fue inútil; cuando estaba en segundo año en la universidad, casi por pura casualidad, volví a tener noticias de ella, y fue de la peor manera: una amiga que estaba en Trabajo social me estaba contando de distintas experiencias, cuando entre todo lo que me contaba salió el nombre de Dana; fue como si me transportara en el tiempo ¿Puedes creerlo? La chica estaba en un centro de rehabilitación, intoxicada, ida.

Joaquín ahogó una exclamación de sorpresa; sí, a Vicente también le parecía una historia difícil de creer al pensar en ella casi veinte años después.


—Había caído en las drogas. Fui a verla al centro en el que estaba internada, pero ni siquiera me reconoció. Hablaba con las personas, podía ocuparse de sí misma si es que eso significa algo, pero era como si no se diera cuenta de la realidad; me contaron que llevaba casi un año internada allí, que había llegado en pésimas condiciones por causa de una sobredosis de medicamentos y anfetaminas. El estado en el que estaba era lo mejor a lo que se podía aspirar, pero ella realmente nunca iba a volver a ser la misma de antes, y así fue.

Ambos guardaron silencio mientras las palabras de Vicente parecían hacer eco en su propia mente. Qué desgraciada podía ser la vida en algunas ocasiones.

—Esa fue la última vez que la viste, supongo.

—No. La veo muy poco, pero he seguido al pendiente de ella. Dana no tenía más familia y por lo que averigüé hace años, su madre murió, así que no había nadie pendiente de ella; hice lo que me pareció más justo con lo que podía, empecé a enviar dinero a la casa en donde se encuentra.
— ¿Hasta el día de hoy?
—Sí. Al principio eran aportes pequeños, y apelaba a la beneficencia o conseguir que alguna organización apoyara para que no la lanzaran a la calle, pero con el tiempo y teniendo un buen trabajo, pude hacerme cargo de una forma más completa, para que ella tenga al menos un buen pasar.

Joaquín dio un largo suspiro antes de dar un trago al café; estaba dispuesto a escuchar una historia antigua, pero en esos momentos se encontraba de verdad sorprendido.

—En serio me dejaste de una pieza ¿Por qué nunca me lo habías contado?
—Supongo que sentía que es una historia triste y no pretendía convertirla en algo de lo que jactarme, como decir: “oh, mira lo que hago por alguien más”
— ¿Iris lo sabe?
—Desde luego nunca ha sido un secreto, pero es natural que sea una historia que prefiero mantener con un perfil bajo.
—Te entiendo; es increíble cómo las personas pueden cambiar tanto su vida. Decías que ella pretendía estudiar y salir de la situación en la que estaba ¿Qué la habrá hecho caer en esa situación?

Vicente se había hecho la misma pregunta muchas veces, aunque en el presente ya no más. Había llegado a una especie de paz al respecto, sintiendo que más allá de lo que no podía arreglar, había hecho algo por la chica de sus sueños, por lo menos para permitir que tuviera un buen pasar, dentro de las posibilidades. No respondió a la pregunta retórica de Joaquín, pero este continuó como si estuviese adelantándose a la conversación.

— ¿Hace cuánto que no la ves?
— ¿Qué?
—Dijiste que ibas cada cierto tiempo ¿Hace cuánto que no vas?
—No lo sé, fui el año pasado pero…

Su amigo hizo una mueca como si estuviera señalando algo obvio.

—Tienes que ir a verla.
— ¿Por qué lo dices?
—Vicente por Dios, acabas de decirme que has estado pensando en ella sin motivo, es lógico que es porque te está llamando.

—Joaquín, eso es ridículo, ni siquiera sabe quién soy cuando me ve.
—Esa mente tuya es tan ágil para algunas cosas y tan poco para otras —reflexionó con una media sonrisa—. Escucha: Eugenia dice que las personas o las situaciones te llaman, y que cuando eso pasa tienes que hacer caso de ese llamado.

Eugenia, la esposa de Joaquín, era una mujer bastante llamativa. Atractiva casi por fuerza, imperiosa en su actuar, y siempre con una opinión de todo, resultaba imposible que no saliera en alguna conversación.

—Eso suena como algo místico.
—No hombre, no en ese sentido. Mira, es como cuando fuiste a la bendita maratón que casi te mata el año pasado ¿Recuerdas?
—Muy gracioso, claro que lo recuerdo, me abandonaste antes del día en cuestión.
—Porque hice caso de algo que me estaba llamando, y tuve razón. Desde hacía días que sentía una extraña comezón en el tobillo izquierdo ¿Te acuerdas que me dijiste que podía ser una picada de insecto?

Joaquín había contraído justo antes de la maratón un virus poco común, pero que fue detectado a tiempo por haber ido a realizarse un examen, eso lo recordaba.

—Ya.
—Pero yo no dejaba de pensar en que podía ser otra cosa, y veía la consulta de mi doctor en todas partes. Al final fui, y en verdad tenía algo, de hecho el doctor me dijo que de haber corrido, al estar expuesto al sol y todo, podría haber empeorado. Hombre, si estás pensando en ella, es por algo, sólo ve a verla y ya, o llama al centro para que te digan cómo está. No te cuesta nada, y cuando lo hagas vas a ver que te quedas tranquilo.

En realidad, ya era segunda vez en dos días que terminaba hablando de las energías puestas en algo, de modo que no le resultaba desconocido, y tampoco podía causarle ningún problema. Vio la hora: las nueve treinta, seguro estarían muy ocupado en el centro a esa hora, pero de todos modos hizo la llamada; sólo en ese momento pensó que, gracias a la tecnología, su comunicación con el centro era a través del correo, ya fuera para confirmar un dato o dar aviso de visita. Al cabo de algunos tonos contestó una amable voz femenina.

—Buenas, necesito saber acerca de una paciente que está internada, por favor.
— ¿Usted es familiar?
—Sí —respondió para saltarse las formalidades—. Mi nombre es Vicente Sarmiento, llamo para saber sobre Dana García.
—Un momento por favor.

Se escuchó con toda claridad cómo la mujer dejaba el auricular sobre el escritorio, y sus pasos alejándose del lugar. Se quedó mirando a la nada mientras esperaba, intentando escuchar algo más que un murmullo, pero en realidad no podía distinguir ningún sonido. Después de unos segundos alguien volvió a coger el auricular, pero no era la misma voz; era una mujer, pero de mayor edad, y sonaba muy seria.

— ¿Señor Sarmiento?
—Sí.
—Soy María del Carmen la encargada de turno en el Centro, hemos hablado en alguna ocasión cuando ha venido.

Algo no estaba bien. No recordaba a la encargada de turno, pero su voz le parecía un poco familiar; había una mujer robusta que siempre estaba muy ocupada.

—Claro, dígame.
—Señor Sarmiento, lamento informarle que Dana no se encuentra muy bien; en este momento está hospitalizada.

Se quedó en silencio, inmóvil mientras escuchaba esas palabras; no podía ser que estuviera pensando tanto en ella justo en un momento como ese.

— ¿Qué fue lo que ocurrió?
—Fue internada esta mañana —explicó la mujer seriamente—. Como sabe, tenemos mucho trabajo y programamos las llamadas en determinado momento, la asistente iba a llamarlo dentro de unos minutos, a las diez, tenemos indicado este número y el correspondiente a su oficina personal.

Iban a llamarlo dentro de media hora; Joaquín se había quedado muy quieto, mirándolo con atención; por lo visto se le notaba en la cara que algo no estaba bien.

— ¿Está muy grave?
—Contrajo un cuadro gripal este fin de semana; al principio no pareció nada grave, nuestro médico le recetó medicamentes, pero esta mañana amaneció con fiebre altísima, y el médico recomendó internarla de inmediato. Al parecer su organismo está fallando.

Hace años le habían explicado que el cuerpo de Dana había envejecido mucho con el consumo de estupefacientes; a pesar de no haber sido más de un par de años, a lo sumo cuatro, se trataba de diversos tipos de sustancias, las que hicieron estragos de manera definitiva, afectando no sólo su mente. El doctor le dijo que aunque era una mujer en la veintena, tenía más de cincuenta, si en edad corporal se refería. Eso significaba que en esos instantes estaba en una edad física cercana a los sesenta, lo cual en una persona sana no debería ser mucho; pero Dana no era una persona sana.

— ¿Hay algún informe? Quiero decir, si saben si se trata de algo grave o…

De pronto, no pudo terminar la frase. No era temeroso de hablar acerca de la muerte, y de hecho formaba parte de los temas que se trataban desde siempre en su familia, pero de alguna manera, el estar conciente de ello con respecto a una persona a la que creía haber ayudado a tener un mejor pasar, resultaba fuerte, era como si lo que había hecho hubiese sido sólo cosmético.

—No lo sabemos aún, es muy reciente como para tener más información; además, los casos médicos de personas con problemas son difíciles de interpretar, ya que no obedecen a las reglas habituales. De momento puedo decirle que estaba estable, dormida para que pudiesen administrarle lo necesario, y que se están realizando una serie de exámenes.
— ¿Podría decirme cuándo estarán listos los exámenes? Me refiero a que necesito saber con detalle y estar al tanto de lo que suceda.
—Comprendo. Si le parece puedo comunicarme con usted tan pronto tenga resultados.
—Llame a este número, a la hora que sea; por favor, tengo que estar informado.

La voz se escuchó tranquilizadora a través de la conexión.

—Descuide, me comprometo a llamarlo personalmente tan pronto tenga información al respecto.

Vicente se despidió de forma escueta y finalizó la comunicación.

2

Sergio era un hombre alto, de porte extranjero y apariencia que demostraba que se trataba de una persona de mundo; el hijo del dueño de la Tech-live había viajado desde la época de la universidad, lo que lo hacía tener conocimiento y mundo. Resultaba estimulante hablar con él, ya que siempre trataba de ponerse en el lugar del otro, pasando por alto el hecho de ser hijo del dueño y en la práctica, quien llevaba las riendas de la empresa.

—Vicente, estaba viendo los reportes de mercadería del mes pasado y hay algo que no entiendo.

La oficina de Sergio era pequeña para ser la del gerente, aunque por dentro estaba muy bien decorada, y lucía un par de cuadros clásicos en las paredes, los que daban un toque personal; Vicente se sentó ante el escritorio, en donde ya reposaba un tazón de café de cada lado.

—Dígame en qué lo puedo ayudar.
—Se trata de esto —le enseñó una gráfica en la pantalla de su ordenador—, estaba viendo que la venta del circuito integrado I55 bajó mucho en comparación con el mes anterior, por lo que estoy viendo que nos quedan existencias hasta ahora.

Los circuitos integrados eran una parte fundamental en casi cualquier despacho o lote de pedidos realizados por una empresa; al tratarse de un dispositivo de uso múltiple, que prestaba utilidades tanto para sistemas de alternancia de energía, retardo de toma y enlace, era necesario en muchos sistemas eléctricos.

—Sí, de hecho tenemos existencias este mes, pero yo no las considero de sobra.
— ¿Por qué motivo?
—Porque estos circuitos —replicó con calma—, siempre son necesarios; el I55 se está usando mucho desde hace uno o dos años, y conforme pasó el tiempo me di cuenta que quedábamos con pendiente, así que le dije a Bernarda de Pedidos que aumentara la cantidad cada dos meses, de esa manera tenemos disponibilidad sin subir los costos.

—Entonces se trataba de eso —reflexionó el otro en voz baja—, por eso Bernarda me dijo que te preguntara por este asunto. Oh, espera un momento.

Estaba recibiendo una llamada justo en ese momento; desconectó el móvil de la base y se levantó del asiento, saludando de forma muy cordial a su interlocutor. Un instante después estaba abriendo la puerta de la oficina.

— ¿Puedes esperar un minuto? Tengo que comentar algo después contigo.
—Sí, no hay problema.

Se quedó quieto en el asiento; un momento después sacó el móvil y revisó las redes, pero no había ningún mensaje nuevo ni nada que requiriera su atención de forma urgente; Sergio probablemente le iba a pedir que revisara algo acerca de las existencias, o un turno extra por algún nuevo material, y sería una buena oportunidad para hablar de descanso, algo como un permiso con goce de sueldo por un par de días. Todavía no lo llamaban del centro en donde Dana estaba internada, pero tampoco había pasado tanto tiempo, de hecho estaba sobre la hora en que se suponía que lo contactarían ¿Qué le estaría ocurriendo?

¿Qué estará viendo Sergio en el ordenador?

La pregunta surgió de forma natural en su mente, producto del aburrimiento y la inactividad; se sintió como un chiquillo, pensando con malicia acerca de las cosas que alguien más hacía en el ordenador. Pero la puerta de la oficina estaba cerrada, y no se escuchaba la alegre voz del hijo del dueño.

¿Qué mal puede hacer echar un vistazo?

Se puso de pie, mirando hacia la puerta de la oficina, como si alguien pudiese entrar de improviso para denunciar la infantil treta que estaba pensando hacer; pero en el lugar solo había silencio, y un suave olor a desodorante ambiental de lavanda que en esa empresa estaba por todas partes.
Rodeó el escritorio con paso sigiloso, sin hacer ningún movimiento, hasta que su vista estuvo en el ángulo perfecto para ver lo que había en la pantalla.
Se devolvió al asiento y quedó muy quieto, como si estuviera aguardando a que sucediera algo; un segundo después regresó Sergio, terminando la llamada telefónica.

—Lo siento, era de un proveedor que está haciendo una propuesta para que traigamos algo adicional a la carpeta.
—No hay problema —dijo Vicente—. Dijiste que querías hablar de algo más.
—Cierto. Vicente, te quería preguntar qué opinas de lo que sucedió con Abel.

De acuerdo, eso no se lo esperaba. Pensaba que con su detención, ese asunto terminaría por cerrarse.

— ¿Opinión en qué sentido?
—No lo sé, es sólo que no quisiera haberme equivocado con negarle apoyo de la empresa de forma tan brusca.
—Pero él era un traficante, eso ya está comprobado.
—Lo sé, es que —replicó intentando explicarse, haciendo gestos vagos con las manos—. Esto nunca había pasado en esta empresa, y no quisiera que quedara la sensación de que aquí no podemos ayudar a las personas que tengan alguna clase de problema.

Esa forma de pensar demostraba un gran nivel personal, lo que también tenía mucho que ver con su educación y el mundo que conocía; pero al mismo tiempo, la sociedad en la que estaban era un poco diferente a la europea, por lo que no era malo que Vicente aportara algo al respecto. Mientras tanto, las ideas sobre lo que acababa de ver en esa pantalla seguían dando vueltas en su cabeza.

—Sergio, si voy a ser sincero, este asunto de Abel puede servir para que la empresa haga un comunicado, o una charla, para ofrecer ayuda a alguien que tenga algún problema de adicción, pero si alguien llega a ser traficante, no es porque sí, hay algo detrás y no es un problema, sino que simplemente esa persona decidió lucrar con eso, o con las adicciones de otros.

Estaba sonando quizás demasiado brusco, pero a Sergio eso no pareció afectarle; más bien se tranquilizó al escucharlo.

—Creo que tienes razón; gracias por ese consejo, creo que voy a hacer algo al respecto, tal vez si me contacto con alguna ONG. Lo que ocurre es que no quiero que nadie se sienta afectado como si lo estuviera acusando, pero si Abel vendía drogas, es muy posible que alguien aquí consuma y preferiría ayudarlos con un consejo que ir preguntando por ahí si es que la gente se droga o no.

Era una opción bastante inteligente. Pero Vicente necesitaba salir de ahí, así que optó por una idea que lo sacara de la primera línea de preguntas.

—Sofía Cabrales tiene algo que ver, me parece que hace servicio social; tal vez a través de ella puedas encontrar una organización que se encargue de este asunto.
—Qué buena idea, le voy a preguntar. Muchas gracias Vicente.
—Por nada, permiso.

Salió de la oficina sintiéndose ahogado por estar tanto tiempo ahí, luego de ver lo que estaba en la pantalla del ordenador de Sergio. Se metió en el baño y echó el pestillo, para poder ver con tranquilidad la información a través del navegador del móvil; en efecto, el hijo del dueño estaba a punto de volar con alas propias: en la página de registro empresarial, estaban todos los datos asociados a Sergio, a nombre de una sociedad comercial nueva, llamada Seri-prod. ¿Por qué esto era tan importante? Porque la empresa tenía el mismo rubro que la Tech-live, o que significaba que el hijo pretendía separarse de los negocios de su padre, pero no precisamente para ayudarlo. Se trataba de competencia, y en la ciudad ya habían algunas otras empresas dedicadas a la venta de artículos para la pequeña industria, aunque ninguna tan grande y bien asentada como esta; si comenzaba una nueva empresa, bien la familia quería montar un monopolio, o existía algún tipo de rencilla interna que él desconocía, y que estaba a punto de hacer que las aguas hasta entonces tranquilas se pusieran turbias. Su teléfono anunció una llamada que lo sobresaltó: Era del centro de tratamiento, y tan pronto como vio el número llamando, supo que las oticias no eran buenas.

— ¿Hola?
— ¿Señor Sarmiento? —la voz era la misma de la mujer mayor de más temprano. Estaba seria, hablando despacio y con cuidado—. Lamento informarle que Dana ha fallecido.

Al escucharlo, todo fue distinto a como esperaba que fuera. Si bien en todos esos años nunca había enfrentado de modo concreto la probable muerte de su amiga de la infancia, esa mañana, al hacer la llamada y mientras esperaba que lo llamaran de regreso, esperaba que si le daban una mala noticia, sería como perder a alguien con quien aún mantuviera contacto, una amiga importante. Imaginó conmoción y lágrimas, pero en ese momento, mientras la mujer del otro lado de la línea aguardaba con respetuosa cautela un tiempo prudente antes de preguntarle si seguía escuchando, sólo sintió vacío.
Por supuesto que lamentaba la muerte, y más aun que alguien que había sido tan importante terminara de ese modo, pero no era como imaginaba el dolor de la pérdida de alguien amado, al menos no en el presente. ¿Quién era en realidad la mujer que había muerto? Él conocía, él amó a la chica, a la adolescente, sufrió por su alejamiento, se preocupó por ella y lamentó no poder ayudarla a escapar de su madre y sus malas decisiones, pero dos o tres años después, a la mujer que encontró, la que encontró por casualidad del destino a través de una amiga de la universidad, la que estaba tan metida en las drogas que había perdido mucho de sí misma, no sabía quién era.
¿Lo recordaría Dana? Mientras estaba quizás en qué sitio, con quien o haciendo qué ¿Habrá pensado en él? Llevaba más de una década ayudando a su mantención y cuidado en ese centro, pero a esa mujer no la conocía, de igual forma que ella no lo había reconocido al volver a verlo; era duro, pero era la verdad, esa mujer que por desgracia vio truncada su existencia, se convirtió en alguien distinto a quien él recordaba, y ahora ambas estaban muertas.

—Lo siento —dijo adelantándose a las palabras que seguro escucharía—. No sé qué es lo que... lo que trato de decir es que supongo que hay que hacer una serie de trámites y no sé...
—Nosotros nos encargamos de los trámites asociados —de pronto la voz sonó compasiva, algo que lo hizo sentir muy incómodo ¿Por qué lo trataba como si estuviera sufriendo? Él estaba vivo y tenía un buen pasar, era Dana quien había terminado mal sus días, y además de forma muy temprana. La voz siguió hablando—; tenemos un convenio con una asociación fúnebre, de modo que todo el proceso está cubierto.
— ¿Cuando será la ceremonia?
—Mañana por la tarde.

Se hizo un nuevo silencio. Mañana. ¿Sería correcto ir, o dar las condolencias y aceptar las palabras de alivio a la distancia? ¿Qué tanto derecho tendría él de estar ante una tumba sin memoria, rodeado de personas que no lo conocían, sabiendo que ellos la conocían más y de forma más cercana? Con sus delirios o dolores, ellos sí sabían quién era, él sólo era una versión pasajera de un benefactor que pensaba que con dinero se podía sustituir la vida, y la memoria. Llamó a Iris.

—Por supuesto que sí cariño —dijo ella. Resultaba agradable que su tono de voz fuese el habitual que usaba con él, y no una voz melosa ni de lástima—, lo correcto es que vayas; el centro no está lejos de la ciudad así que es perfectamente posible; de todos modos deberías pedir permiso para retirarte antes, así puedes venir a cambiarte.
—Sí, tienes razón, eso es lo que voy a hacer.

Hacía tiempo que no necesitaba del consejo de Iris para algún asunto; no se trataba de permiso o autorización, sino de una opinión centrada, de parte de alguien en quien pudiera confiar, y a ese respecto Iris siempre tenía buenos argumentos. Había mantenido una respetuosa distancia del asunto de Dana, dejando espacio para que él la visitara por su cuenta, pero al mismo tiempo manteniéndose interesada e informada sobre el paso de los acontecimientos. Presente pero sin acosar; no supo si era correcto decirle que lo acompañara, de modo que optó por mantener las cosas tal como estaban.

—Gracias.
—No hay nada que agradecer ¿Quieres hablar del asunto?

Esa era una buena pregunta ¿Qué tenía que decir al respecto? La muerte de Dana podía ser una relativa sorpresa, pero en vez de ser un punto de cierre, había abierto más temas para él; no, no era el momento apropiado de hablar.

—En este momento no, después puede ser; la verdad es que siento que cambiaron muchas cosas ahora que recibí la noticia. Gracias cariño.

Cortó y salió del baño; a su alrededor las cosas seguían como antes ¿Por qué algo iba a cambiar? Pensó que no necesitaba hacerse más preguntas en ese momento, que ya era suficiente de estar angustiándose por algo que ya estaba fuera de su control.

"Vicente"

Pero en ese momento sí que escuchó algo. Volteó a ver, encontrándose solo en el pasillo; no, no era su imaginación ¿Pero de qué estaba hablando consigo mismo? Claro que era su imaginación, y de hecho la prueba estaba en lo que antes le había dicho Joaquín, palabras que él escuchó con escepticismo. "Cuando piensas mucho en algo, es como si estuvieras llamándolo" y era verdad, porque de alguna manera, las cosas lo habían conducido a estar alerta ante la muerte de Dana.
Era natural que ahora que tenía la noticia de su muerte, su imagen y voz estuvieran más presentes que antes. Sólo que con los años, la voz de ella se había desdibujado, hasta convertirse en algo que no podía explicar, ni siquiera a sí mismo. Podía hablar de la voz de Iris, describir el tono rasposo y pausado de Joaquín, contar cómo la voz de su hijo había evolucionado desde un sonido indefinible a una vocecita bastante gruesa para su edad, pero si se trataba de Dana, aunque en determinado momento recordara  las cosas que se habían dicho, no le era posible recordar con exactitud cómo era esa voz; no recordaba si era aguda, o quizás grave, sólo podía buscar y encontrar una buena experiencia, pero hasta antes de que empezaran los problemas familiares, lo que quedaba en la memoria era el recuerdo, su sonrisa o la forma en que bromeaban, pero al parecer el paso de los años había estropeado el recuerdo. ¿Sería algo parecido a lo que pasó con ella? ¿Sería acaso que el recuerdo de su infancia feliz fue borrado por los estupefacientes, quitando el sonido, y luego las caras y hasta los nombres?

—Espero que descanses en paz, Dana.

No solía hablar solo, pero de alguna manera sintió que era la forma correcta de dar un inicio al término de ese asunto; el funeral sería lo siguiente, y de cierta manera era necesario, tenía que cerrar ese ciclo y tener la capacidad de quedarse con los mejores recuerdos.

"Vicente"



Próximo capítulo: ¿Dónde estás?

La última herida: Datos curiosos e información adicional



Desde hace tiempo decidí agregar un poco de material extra a mis proyectos, con el objetivo de acercarme más a ustedes, así que sin más preámbulos comienzo.


Esta obra pertenece al que he denominado "Universo urbano" y por lo tanto se rige por ciertas reglas, a saber:
0 Esta es la regla de oro: Lo que corresponde a geografía, programas y artistas famosos, hechos noticiosos, avances tecnológicos, edificaciones y demás elementos que ayuden a fijar lugar o época son válidos para cualquiera de los textos; esto significa que el centro comercial Plaza Centenario, por ejemplo, puede aparecer en cualquier novela que esté ambientada en la ciudad capital.
1 Está ambientado en una versión ficticia y propia de nuestro mundo; el país podría considerarse una versión imaginaria de Chile, en Latinoamérica, pero dentro de los factores geográficos y sociológicos hay elementos tomados de otras latitudes.
2 Al tratarse de un universo cohesionado, las historias que ocurren en el mismo sitio y tiempo podrían relacionarse entre ellas, o hay elementos presentes en ambas.


Datos curiosos de La última herida:

Está ambientada en el año 2014.
En el borrador original, Matilde era otro personaje completamente distinto, y su trabajo tenía relación directa con la trama.
El personaje de Patricia fue cambiado durante la creación del borrador original.
La historia tenía un eje diferente, que fue cambiado por el arco central que se conoce.
Los teléfonos celulares, aunque son modernos, parecen ser de bastante baja calidad, ya que  Matilde se ve enfrentada a una serie de teléfonos que ante cualquier percance se estropean.
Cuando Patricia está en urgencias, las amigas de Matilde la llevan a la cafetería y le traen un té de rosas. No sé en qué clase de urgencia tienen té tan refinado, pero decidí dejarlo como una curiosidad.
El afiche publicitario en donde Matilde reconoce a Miranda Arévalo es similar a los anuncios de fragancias de Givenchi.
El centro comercial Plaza Centenario fue construido antes de La traición de Adán.
La hacienda Río dulce recibe ese nombre como referencia a la telenovela brasileña del mismo nombre.
Uno de los trenes en la oficina de Céspedes es El expreso polar.
La doctora Romina no existía hasta que llegué a escribir el episodio donde aparece, y aun ahí no pensé en dejarla como personaje secundario con trama.
Los episodios "Una nota sobre el escritorio" y "Cristales en mil pedazos" son mis favoritos.
En un principio la historia tenía 42 episodios, pero reordené algunos hechos, quedando en 41.
Después de que Matilde encuentra a Patricia, Antonio tenía un par de escenas y su destino cambiaba un poco, al final pensé que el mejor castigo para él por lo que había hecho era ser borrado para siempre, por la gente de la clínica.
El vestido que usa Aniara en la fiesta es similar al que la cantante Britney Spears usa en el video Piece of me, haciendo un juego de palabras con su situación dentro de la historia.
La parte en donde Antonio cambia el nombre de la empresa en la que trabaja es el único error que comete en ese momento, algo que Matilde nunca notó.
El café Starhounds es una referncia irónica a Starbucks.
La muerte de Cristian Mayorga fue la más dura de escribir para mí; me produjo un profundo desarraigo el sacarlo de la historia sin que pudiera defenderse o decir algunas palabras.
La apariencia de Miranda Arévalo está inspirada en la modelo Doutzen Kroes en versión morena.
Para escribir este proyecto me instruí en lo relacionado con quemaduras, tratamiento del dolor, secuelas de heridas, y algo del funcionamiento de los institutos de salud, así como de la infraestructura de las clínicas y hospitales.

Creo que esos son todos los datos que quería compartir. Hay muchos otros más pequeños, pero que quedan en el instante de la escritura; ha sido un camino largo, intenso y edificante. He pensado en escribir una nueva novela relacionada, pero no como una continuación, sino como una forma de expandir este universo; sin embargo, aún es muy pronto para decir si eso sucederá. Pero de que es algo posible, lo es, ya que he disfrutado mucho con este proyecto.

Quiero despedirme de La última herida, dejando invitados a todas y todos a conocer mis otros proyectos. Los libros que ya están terminados son La traición de Adán, una novela de corte drama pasional, Por ti, eternamente, que es un drama de superación, Maldita secundaria, que es una novela de corte paranormal.
En el apartado fanfic pueden ver, sobre el universo Transformers, La otra matrix, y Broken spark.
Ahora mismo estoy publicando mi primera novela de terror, su nombre es No vayas a casa, y se trata de un proyecto nuevo tanto en tema como en la forma de presentarlo; con episodios más largos, mucho más detalle y un largo proceso de estudio acerca de diversos temas, pretendo que sea un gran entretenimiento para ustedes, y un gran camino para mí.

Muchas gracias por leerme.

Después de La última herida, no te pierdas  No vayas a casa