Broken spark Capítulo 14: Elegir entre enemigos




Al despuntar el alba del siguiente día, en lo alto de la colina emergió el vuelo majestuoso de Airazor, quien terminaba de realizar su despliegue matutino. Tras planear en una curva cerrada, descendió y se podó en una roca alta y de angulosas facetas. A un costado, apareció caminando Tigreton, a paso sosegado, refulgiendo su coraza blanca bajo el potente sol de un día que dejaba atrás la tormenta que asolara la superficie tan sólo unas horas antes.

—Nos espera una larga jornada, Airazor.

Los ópticos de ella visualizaron en un rápido paneo la zona nevada a sus espaldas, la zona boscosa donde regía Blackaracnia, los campos de su propiedad, y el resto del horizonte, en principal las dos zonas paralelas desde donde provenían los de su especie, pero que eran tan lejanos a ellos.

—Este va a ser un día decisivo —observó ella con serenidad—. Tenemos que mantener el control absoluto de este planeta, o los otros pueden causar un daño peor que el que ya han hecho.
—Haremos todo para conseguirlo.

Avanzando de forma sigilosa, Blackarannia se situó a un costado de ambos, seguida por Silverbolt; ambos mantuvieron un silencio respetuoso, a la espera de instrucciones. Poco después, Quickstrike, Inferno, Rampage y Depthcharge se dejaron ver, como súbditos a cierta distancia, manteniendo un respetuoso silencio.

—Hemos tenido unas horas largas y difíciles —exclamó Tigreton con tono serio, dando énfasis a cada una de sus palabras—. Lo que hemos experimentado no lo entenderá nadie jamás, pero ahora sabemos con exactitud qué, y cómo hacer.

Airazor alzó la voz; tenía una calma y serenidad que parecían esparcirse por el lugar, de la misma forma que el rocío de la mañana.

—Ahora no sólo somos parte de la naturaleza, hijos, sino que somos y seremos quienes la controlamos; con el nuevo poder que nos ha sido concedido, y que surgió desde el fondo de la tierra, haremos que el equilibrio natural regrese, en toda su gloria.

Se hizo un profundo silencio, ni siquiera interrumpido por el sonido de aves o pequeñas alimañas alrededor; todos habían huido, desconociendo la naturaleza exacta de lo que los instaba a escapar despavoridos, pero sabiendo en su interior que el peligro que se avecinaba era tan grande, que sólo correr serviría para intentar mantener la supervivencia.

—Tenemos extrañas formas robóticas, alejadas de lo que la naturaleza dicta: pero tenemos la confianza en La energía, el poder de la madre naturaleza, que nos dio nuestras verdaderas apariencias, las de bestias que reinan en este mundo.

Las palabras de Tigreton eran intensas y llenas de emoción, como si a través de ellas quisiera llegar hasta la spark de cada uno de los hijos que figuraban a su alrededor. Airazor elevó el vuelo.

—A partir de ahora, junto a mi consorte Airazor, los guiaremos en esta cruzada, donde el poder que nos ha sido concedido será esparcido a todos y por todos, para justicia y paz.

Airazor llevaba consigo uno de los dos discos dorados, mientras el propio Tigreton alzaba en sus manos el segundo de ellos; ambos objetos brillaban ante la luz matutina como si tuvieran vida propia. Las miradas de los demás voltearon hacia ellos, ambos pilares de su construcción de personalidad, los seres que los llevaron al entendimiento luego del confuso despertar durante la noche, quienes les habían explicado cómo es que el destino los había llevado a ese paraje, que sería su nuevo hogar.
La luz de ambos discos brilló en el cielo.


2


Rattrap, Dinobot y Rhinox avanzaban a paso decidido en forma de bestia, el último de ellos a la retaguardia, guiándose por el sonido de los pasos de quienes lo precedían; el camino había sido silencioso para todos, incluso para Optimus, que iba al principio del grupo; sus ópticos ya lo percibían a menos distancia, mientras sus sistemas indicaban que la zona de los hielos se aproximaba. De pronto, todo el silencio alrededor fue interrumpido por un murmulo que venía desde lejos.

—Está sucediendo algo extraño —dijo Rhinox deteniéndose—. No puedo identificar lo que se aproxima.

Estaban en un punto medio entre la zona rocosa, los bosques y los hielos, aunque estos últimos estaban al frente, en línea recta. El grupo se detuvo, a la expectativa de lo que pudiera ocurrir.

—Vamos —dijo Rattrap algo hastiado por la detención, y por todo el viaje en realidad—. es spolo un ruido a los lejos, una subida de río o algo así.
—No, no es algo sencillo, y tampoco natural —objetó Rhinox—, está sucediendo algo fuera de orden.
—Él tiene razón —comentó a su vez Dinobot aguzando la vista hacia el horizonte blanco—, hay...una especie de temblor, pero no parece un movimiento telúrico natural.


Optimus decidió salir de dudas de inmediato, pasando a modo robot; en un instante activó los propulsores, tomando como punto de vista el mismo horizonte teñido de blanco al centro, y de verde hacia la derecha. Sólo le bastó una mirada para saber lo que ocurría desde esos dos frentes, y regresó al suelo a toda velocidad.

—Tenemos que refugiarnos —exclamó con decisión—, estamos en peligro.

Rattrap pasó a modo robot sin esperar nada, y extrajo desde su coraza el arma, listo para atacar.

—No vine hasta aquí para eso ¡Dime dónde están esos predacons!
—No son predacons —replicó Optimus con tono de urgencia—, no se trata de eso, no podemos atacar a quienes vienen hacia acá.
—No entiendo de lo que hablas.
—Es una estampida.

Tanto Rhinox como Dinobot fueron lo suficientemente prudentes como para pasar de regreso a modo bestia, el primero guiando al segundo hacia un lugar seguro.

— ¿Y qué clase de bestia viene en estampida?
—Todas.


3


Tarantula apareció en la senda que llevaba Megatron, hablando con tono de urgencia y apremio.

—Megatron, algo ha cambiado el panorama.
— ¿De qué se trata?
—He localizado los discos dorados, y ambos están en el mismo sitio.

Megatron se detuvo, saboreando la experiencia en esos momentos.

—Eso es excelente Tarantula, indícame las coordenadas para poder llegar lo más pronto posible.
—La situación es un poco complicada, señor.
— ¿A qué te refieres?
—Los parámetros de energía que he detectado...hay algo que está sucediendo con los discos.

La posibilidad de que alguien más estuviera manipulando los discos dorados en su ausencia era posible, pero le parecía bastante improbable. A menos que...

— ¿En qué dirección detectaste esos movimientos.
—Señor...
—Sólo dilo.
—Hacia el sector de los hielos señor.

El felino que había aparecido hace no mucho,a  amenazarlo en su territorio. De alguna manera, Megatron supo que ese sujeto tenía en su poder los discos dorados, quizás porque ya desde un principio esperaba que su supervivencia al cambio de stasis a forma robótica lo hiciera más resistente que la mayoría.

—Eso quiere decir que se avecina una interesante situación.
—Eso no es todo señor.

El felino estaba en la posibilidad de acceder a un tipo de poder que él mismo ya conocía; pero el hecho de haberlo utilizado le daba a él la ventaja, y una suerte de desinterés en las probables consecuencias. Incluso una derrota ante un ser de energía lo había hecho mejor.

—Sí, dijiste que había una complicación.
—Los datos que me entregaste de tu... experiencia pasada...no son los mismos que he detectado a través del radar.
— ¿Cómo es eso?
—Al parecer —replicó la araña—, luego de tu "experiencia" con los discos, estos también cambiaron. La frecuencia sigue siendo la misma, pero el espectro electromagnético ha cambiado. Antes era un tipo de energía fuerte, cambiante y salvaje, pero ahora parece ser sólo estable.

Megatron pasó a modo bestia y continuó su avance a paso decidido.

—Eso significa que esta vez, la batalla no es la mejor opción —reflexionó el líder predacon mientras continuaba su avance—. Y también significa que no somos los únicos en esa dirección. No pierdas el paso.


4


Hasta el momento en que los discos dorados comenzaron a brillar, uno en poder de Tigreton en la tierra, y el otro en el de Airazor en el cielo, Blackaracnia no había hecho más que estar inmóvil, a muy poca distancia de ellos; su pretendiente Silverbolt estaba cerca de ella, mirándola de reojo como todas las horas anteriores hasta ese momento, pero los pensamientos de la arácnida estaban en otra parte. Su despertar había sido tormentoso, solitario, en una situación donde sentía la energía correr a su alrededor y por su cuerpo, cambiando su forma; estaba dentro de la vaina y quería gritar de terror, pero siguió ahí sola, durante lo que le pareció una eternidad. Después salió y siguió sola, de modo que cuando los encontró a ellos, y ambos la acogieron y la entendieron, sintió que había encontrado un rumbo en su existencia.



—A partir de ahora, junto a mi consorte Airazor, los guiaremos en esta cruzada, donde el poder que nos ha sido concedido será esparcido a todos y por todos, para justicia y paz.

Escuchó las palabras de Tigreton de forma ausente, sin saber muy bien qué era lo que sucedía; sus sentidos eran muy desarrollados, de modo que en el corto tiempo que tenía en ese planeta, ya conocía quizás mucho más que la mayoría: algo no estaba bien, o dicho de otra manera, algo había cambiado de una forma que no era la correcta ¿De qué podría tratarse? Algo en su interior alertaba aún más los sistemas, diciendo a sus sentidos que no debía, que no podía ¿No podía qué, no debía qué? Mientras la reina de esa zona elevaba el vuelo con el disco sujeto entre sus patas, desplegando un brillo que parecía buscar el que emitía el disco sujeto por Tigreton en alto, Blackaracnia entendió; no desde la razón, sino desde la percepción.

—Tengo que salir de aquí.

Hizo ademán de moverse, pero Silverbolt se interpuso en tu camino, susurrando alarmado.

— ¿Qué sucede princesa?
—Déjame pasar, tengo que irme de aquí.
—No digas tonterías —murmuró él—. Nos han explicado con claridad que tenemos que estar quietos hasta que terminen el ritual.

¡De eso se trataba! En ese momento la razón completó el panorama que antes estaba apareciendo en su mente, de una forma concreta y por cierto, aterradora. Silverbolt pareció adivinar sus pensamientos, y la sujetó por los brazos.

—Tenemos que mantener el orden.
— ¡Suéltame estúpido! —exclamó ella fuera de sí— ¿Qué no entiendes lo que está pasando, no comprendes lo que nos van a hacer?

Sus gritos despertaron el interés de los demás, pero ya era tarde; la luz de ambos discos se unió en el aire, formando un arco que comenzó a moverse por sí solo, como si la energía emanada desde ellos hubiese estado incompleta hasta entonces. Blackaracnia supo en ese momento que no podía perder ni un momento más.

—No nos van a "hacer" nada —replicó él intentando calmarla—. Sabes que tenemos un objetivo.
—No, ellos están equivocados ¡Suéltame!

Consiguió soltarse de él, pero el alado intentó nuevamente interponerse en su camino, mientras alrededor la luz comenzaba a expandirse, con un brillo plateado sobrenatural.

—No tienes más opciones: O vienes conmigo a vivir, o mueres junto con ellos.

Silverbolt negó con la cabeza, dudando de cuál era la decisión que debía tomar. Ella no esperó más y pasó a modo alterno, arrojando una potente tela a un árbol cercano; con un tirón salió despedida hacia adelante, sin mirar lo que estaba sucediendo atrás, sólo pensando en que tenía que poner toda la distancia posible entre ella y aquella energía, que como un manto de luz comenzaba a extenderse por toda la superficie. Corrió y saltó, usó su tela para lanzarse desde árboles a rocas, eligió un camino ascendente por una colina, y al fin cuando estuvo a suficiente distancia, se detuvo y miró atrás.

—Oh no...

Lo que en un momento había sido un monte sobre el que se reunió el grupo encabezado por Tigreton y Airazor, en esos momentos era una gran mancha de luz, que se extendía sin detenerse, aunque a un ritmo lento; el silencio era estremecedor, como si toda la vida alrededor hubiese escapado ¡Eso era! Todos los seres vivos que podían moverse habían huido, tan pronto como sintieron esa descarga de energía, y era ese el motivo por el que se sentía tan atemorizada al desplegarse la luz de los discos. Eso significaba que era algo contra la naturaleza, y no en favor de ella como ambos les habían dicho con tanta firmeza durante la jornada nocturna ¿Acaso sería un error de ellos? Incluso con el temor y la desconfianza que había vuelto a nacer en su interior, no conseguía pensar en ellos como un agente maléfico ¿Cómo era posible entonces que no pudieran comprender que estaban a punto de desencadenar algo que no eran capaces de controlar? Por seguridad, optó por seguir hacia lo alto de una colina cercan al sitio en donde estaba, y desde donde tenía mejor visibilidad: ni un solo movimiento, sólo esa mancha, como sangre metalizada esparciéndose a través del agua en un lago calmo. Sintió pena por Silverbolt, quien tendría que haberla acompañado, pero que sin embargo había optado por quedarse, haciendo caso omiso a sus instintos. ¡De eso se trataba! Tigreton y Airazor querían hacerse uno con la naturaleza, y estaban tan obsesionados con esa idea, que olvidaron que ellos mismos no son parte de esa vida originaria; no importa cuánto puedan parecerse, o siquiera cuánto quieran respetar y proteger, ellos son organismos de otro sitio, de un planeta mecánico. de pronto algo surgió muy cerca de ella, y la arácnida soltó un grito de terror.

— ¡Por el allspark!

Retrocedió asustada cuando una figura descendió muy cerca de ella. había llegado en un vuelo silencioso, oculto en las luces de la mañana ¿Cómo podía disimular su presencia a pleno sol? El cuerpo descendió, y se quedó quieto, hasta que ella pudo distinguir de quién se trataba.

—Oh no...

Era Silverbolt, pero de lo que ella conoció de él, casi no quedaba nada. Dedujo que la energía lo había atrapado, carcomiendo su cuerpo desde fuera: las alas no eran más que un grotesco armatoste con multitud de cables y circuitos expuestos, mientras que el cuerpo, destrozado por esa energía, bullía en micro explosiones, el rostro contorsionado por una mueca de dolor.

—P....hdj...perdóname... no quise esc....cucharte...

Su ruego de perdón no fue acompañado de ningún gesto de acercamiento. Aun en su agonía, Silverbolt entendió que estaba siendo afectado por un tipo de agente corrosivo, por lo que evitaba el contacto con ella. Sin embargo, al mismo tiempo, estaba sufriendo un terrible dolor, mismo que lo había llevado hasta ahí, en busca de alguien que pudiese dar respiro a ese tormento.

—Lo siento Silverbolt —murmuró ella, conmocionada por la visión que tenía en frente—. Ahora no hay nada que pueda hacer por ti.

Sin embargo él, intentando mantenerse inmóvil, elevó uno de sus brazos, indicando hacia el centro de su propio pecho.

—Hay alg....jsllll....go...tú...pue-ddd-es terminar con esto...

No cabía duda de lo que le estaba pidiendo. A pesar de la naturaleza asesina que había sido implantada en su ser desde el momento del escaneo de la forma alterna en la superficie de ese planeta, y de la obvia reacción de extrañeza ante la aparición y aparente devoción de él, algo en su interior evitaba que pudiese actuar de forma agresiva; incluso en el momento de poner en primera prioridad su propia seguridad, algo la impulsó a decirle que huyera junto con ella. Pero ahora ya no podía salvarlo.

—Lo siento.

Por un momento la voz de Silverbolt volvió a ser la misma de la jornada pasada, tierna y respetuosa, a la vez que atenta y pasional, como la atención que le demostró desde el primer momento de verla.

—Está bien. No temo de lo que pueda pasar, si es a ti a quien estoy viendo.

Blackaracnia apuntó directo al pecho, en donde el spark casi estaba expuesto debido a las gravísimas heridas. Al realizar el disparo, él cayó de espalda, casi sin hacer ruido, como si se hubiese tendido por acción propia. La arácnida miró el suelo a su alrededor y vio que habían rastros de algún tipo de sustancia, del mismo color plata que la energía desplegada por los discos dorados; estaban carcomiendo la hierba y la tierra misma ¿Es que no iba a parar?

—Los discos deben ser destruidos —dijo con determinación—, o dentro de muy poco, no habrá ningún planeta que salvar, o por el que pelear.


5


Optimus y los demás alcanzaron por muy poco a poner distancia entre ellos y la estampida, y la experiencia para todos fue intensa; aunque para Rhinox, el nivel de confusión fue enorme, ya que sus radares y sensores enloquecieron con las miles de señales captadas tanto de los movimientos terrestres, como con las diversas frecuencias de sonido emitidas por los seres vivos de toda especia, que escapaban lo más rápido que sus medios les permitían. Una vez que los animales escaparon, lo que quedó en el camino de las bestias mecánicas fue solamente el silencio, un aterrador silencio que demostraba que en kilómetros a la redonda todo había quedado desierto. Entonces el cielo se iluminó, y vieron el surgimiento de una enorme luz plateada en el cielo.

—Mis sensores están otra vez al máximo —vociferó Rhinox—, pero no es la misma sensación de antes ¿Qué diablos está sucediendo?

Optimus contempló en silencio durante unos momentos la masa de energía sobre el cielo: de alguna manera era como si la hubiera visto antes ¡Por supuesto! Estaba en dirección al sitio que Dinobot les indicó como punto de caída de los discos, y además estaba a medio camino de los territorios antes anunciados como dominio del tigre.

—Algo muy malo está pasando en el sitio en donde cayeron los discos dorados —replicó Optimus—. La energía de los discos ha cambiado, se ha convertido en algo peligroso luego de que Megatron intentara manipularla a su antojo; incluso desde esta distancia, es como si pudiera sentir que la tierra se estremece ante el movimiento de aquella masa de energía.

Rattrap en tanto, estaba mucho más preocupado de la parte práctica de la situación.

—Optimus, espero que lo sepas: si vamos hacia allá, todos vamos a morir.


Sin embargo, en vez de ordenar silencio, el líder estaba pensando más allá de lo que sus propios ojos veían.

—Te equivocas Rattrap; si esa masa de energía no es detenida, todos moriremos en la superficie de este planeta.



Próximo capítulo: Bestia, nunca más


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